Heaney, Seamus - Norte
Heaney, Seamus - Norte
Heaney, Seamus - Norte
Prólogo
Norte
Mossbawn: dos poemas dedicados
1
2
Primera parte
Anteo
Belderg
Ritos funerarios
I
II
III
Norte
Dublín vikingo: pruebas
I
II
III
IV
V
VI
El esqueleto cavador
I
II
Sueños de hueso
I
II
III
IV
V
VI
Ven al refugio
Reina del pantano
El hombre de Grauballe
Castigo
Extraño fruto
Estirpe
I
II
III
IV
V
VI
El amor del océano por Irlanda
I
II
III
Aisling
Acta de unión
I
II
Los esponsales de Cavehill
Hércules y Anteo
Segunda parte
El sueño del legislador no reconocido
Digas lo que digas, no digas nada
I
II
III
IV
Liberto
Escuela de canto
1. El ministerio del miedo
2. La visita de un policía
3. Tambores orangistas, Tyrone
4. Verano de 1969
Adopción
6. Exposición
Autor
Notas
Esta obra está relacionada profundamente con la historia del norte de Gran Bretaña,
donde convergen el mundo industrial y obrero, y los sindicatos, la religión católica y el
protestantismo. El norte, el Ulster, posee el influjo de los germanos y de los vikingos con lo
que el resultado de esas fuerzas de choque, como se puede entrever, es tremendo.
Heaney tiene predilección por el dato arqueológico. Acude a esta fuente buscando la
verdad histórica de su raza atraído afectivamente por la huella cultural de sus ancestros,
como lo hiciera Pablo Neruda en Altura del Machu Picchu.
Seamus Heaney
Norte
Título original: North
Seamus Heaney, 1975
Traducción: Margarita Ardanaz
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
PRÓLOGO
SEAMUS HEANEY, poeta irlandés nacido en el condado de Derry (Irlanda del Norte) en
1939, resume en su obra gran parte de la larga tradición literaria angloirlandesa.
Como otros muchos escritores celtas, ha sabido combinar el exilio voluntario y
temporal que la docencia impone, con el profundo arraigo en su tierra natal y su cultura.
Ser irlandés y del Ulster condiciona, sin duda, la carrera de cualquier artista. Estar
orgulloso de una de las tradiciones literarias más antiguas y fructíferas del mundo
indoeuropeo y, a la vez, pertenecer desde el punto de vista de la administración política, de
la educación y del idioma a Inglaterra, es uno de los conflictos que, de manera recurrente,
aparecen en su obra.
Naturalmente no es casual que su libro más representativo se titule precisamente North
(1975). Es, en mi opinión, el libro más maduro de su quehacer poético y ya está
considerado como un clásico por la crítica más especializada.
Norte es el emblema, resumido en una única e inequívoca palabra, de, al menos, tres
aspectos fundamentales en la historia de la Gran Bretaña: el Norte siempre indomable,
bravío, industrial y obrero donde se han asentado tanto el radicalismo religioso como los
movimientos sindicalistas y laboristas; el Norte danés de las Islas Británicas influido por la
cultura de los pueblos germánico-nórdicos, y colonizado por los implacables guerreros
vikingos; y el Norte, es decir, el Ulster, de una Irlanda dividida contra la voluntad y el
corazón de muchos.
Seamus Heaney no ha sido nunca ajeno a sus señas de identidad históricas y culturales;
ha formado parte de los círculos poéticos de Belfast y, sobre todo, ha transformado todas
sus experiencias de atento espectador en la materia narrativa de sus poemas.
En tal sentido, destacan en este libro los textos inspirados en hallazgos arqueológicos,
en especial de personas momificadas en las turbas de los pantanos, en los que el poeta
actualiza el pasado y enlaza los siglos y su discurrir con su propia vida, tanto intelectual
como sentimentalmente.
En pocas ocasiones podríamos decir con más propiedad que en ésta que Seamus
Heaney es un poeta comprometido con su tiempo, con su país y con sus gentes. En Norte
encontramos múltiples y brillantes referencias a su infancia y a sus recuerdos rurales, al
tiempo que alusiones a la conciencia política, siempre dolorosa, y, sobre todo, al cariño por
el protagonista inevitable: el ser humano. Todo ello arropado por un lenguaje que es, en
última instancia, el verdadero espectador y protagonista del mundo al que remite.
Y de una enorme complejidad y dificultad tanto para el traductor como para el lector,
dado lo a menudo remoto de su mundo. Nos daríamos por satisfechos si esta traducción
sirviera para hacérnoslo más accesible y próximo.
MARGARITA ARDANAZ
NORTE
MOSSBAWN: DOS POEMAS DEDICADOS
A Mary Heaney
1
LUZ DE SOL
I
SOPORTABA en mis hombros una especie de hombría
al acercarme a levantar los ataúdes
de familiares muertos.
A los que habían colocado
en estancias infectas,
los párpados brillantes,
las manos blancas cual la masa
trabadas por las cuentas del rosario.
Sus plegados nudillos
se habían estirado, y las uñas,
oscurecido, las muñecas
dócilmente inclinadas.
El sudario marrón como de algas,
los nichos acolchados por el raso:
me arrodillé con cortesía
admirándolo todo
mientras la cera derretida
nervaba las candelas,
las llamas se cernían
en torno a las mujeres
que estaban a mi espalda.
Y siempre, en un rincón,
la tapa de la caja,
revestidos los cierres
con diminutas y brillantes cruces.
Queridas máscaras de jaboncillo;
había que besar
sus frentes de iglú
antes de que hincaran los clavos
y el glaciar negro
de cada funeral
se abriera paso.
II
Mientras llegan las nuevas
de cada asesinato lugareño
languidecemos por la ceremonia,
por los ritmos acostumbrados:
los atemperados pasos
de un cortejo que pasa serpenteante
por cada hogar cerrado.
Me gustaría restaurar
las grandes cámaras de Boyne[3],
preparar un sepulcro
bajo las piedras señaladas.
En carreteras y calles secundarias
el zumbido de coches familiares
metiendo el morro en la fila,
toda la música folklórica
de los tambores con sordina
de diez mil motores.
Y mujeres sonámbulas,
rezagadas, moviéndose
por cocinas vacías
imaginando nuestro lento triunfo
hacia el montón de tierra.
Callada cual serpiente
en su bulevar de hierba
la procesión aún arrastra su cola
por la Brecha del Norte
mientras que la cabeza ya está entrando
en la avenida megalítica.
III
Cuando hayan colocado nuevamente
la piedra de la entrada
volveremos al norte
pasados los fiordos de Carling y de Strang
la rumiante memoria
de momento calmada, es la sentencia
del odio apaciguado,
imaginando a aquellos que bajo la colina
dispuestos como Gunnar[4]
que hermosamente yace
enterrado en el túmulo
aunque muerto violentamente
y no vengado.
Dicen los hombres que estaba recitando
versos sobre el honor
y que cuatro lámparas ardían
en las esquinas de la cámara:
y que ésta se abrió entonces, mientras él se volvía
con cara de contento
a contemplar la luna.
NORTE
Yo regresé a una ribera extensa,
a una bahía en forma de herradura,
y tan sólo encontré los seculares
poderes del tormentoso Atlántico.
Y me enfrenté a las tentaciones
no mágicas de Islandia,
y a las patéticas colonias
de Groenlandia, y de repente,
aquellos fabulosos invasores,
los que yacen en las Órcadas o en Dublin
medidos con arreglo
a sus largas espadas oxidadas,
los que lo hacen en los sólidos
vientres de barcos de piedra,
los desbastados y relucientes
en la grava de arroyos deshelados
eran voces ensordecidas por el mar
que me alertaban, puestas en pie de nuevo,
de guerra y de epifanía.
La boca nadadora del alargado barco
iba boyante de postmonición—
decía el blandiente martillo de Thor[5]
para la geografía y el comercio,
los espesamente urdidos vínculos y venganzas,
los rencores y odios
de la gran asamblea, mentiras y mujeres,
y el agotamiento al que llamaban paz,
memoria que incubaba la sangre derramada.
Decía, «Asentaos
sobre el montón de palabras, horadad
el destello y el dédalo
de vuestros pliegues cerebrales.
Construid en la oscuridad.
Esperad la aurora boreal
en la incursión profunda,
no la cascada luminosa.
Y mantened el ojo limpio
como el carámbano,
confiad en el tacto del trozo de tesoro
que han conocido vuestras manos».
DUBLÍN VIKINGO: PRUEBAS
I
Podría ser un hueso de mandíbula,
una costilla o un trozo
de un material más fuerte:
de cualquier modo, un fino trazo
fue grabado, una jaula
o enrejado donde hacer conjuros.
Como lengua de niño
que sigue los esfuerzos
de su caligrafía,
como una anguila inmersa
en un cesto de anguilas,
se asombra el trazo de sí mismo
esquivando la mano
que lo alimenta,
un pico en vuelo,
una nariz nadando.
II
Estas son pruebas,
el misterio del oficio
improvisado en hueso:
bestiarios y follaje
elaboradamente entrelazados
como redes viarias
de los ancestros y el comercio.
Que tienen que ser
magnificadas en la exhibición
de manera que la nariz
es una proa migrante
olfateando el Liffey[6]
pavoneándose hasta el vado,
disimulándose a sí misma
en peines de cuero, alfileres de hueso,
monedas, pesas, platillos de balanza.
III
Como una larga espada
envainada en sus húmedas
arcillas funerarias,
la quilla está varada
en el declive de la ribera,
su casco de tingladillo
vertebrado y plosivo
como Dublin.
Y ahora tenemos a mano
fragmentos de vértebras,
los nervios de las cuadernas,
el húmedo escondite,
y estas pruebas
grabadas por un niño,
un barco alargado, una boyante
línea migratoria.
IV
Que penetra mi escritura,
se vuelve cursiva, desatando
una estela zoomórfica,
un gusano de pensamiento
que sigo hasta el fango.
Soy Hamlet el danés,
el de la calavera, aquél de las parábolas,
el oledor de lo podrido
en el estado, infuso
con sus venenos,
maniatado por fantasmas
y afectos,
crímenes y piedades,
el que tomó conciencia
saltando entre las tumbas,
vacilando, desvariando.
V
Ven a volar conmigo,
ven a olfatear el viento
con la pericia
de los Vikingos—
en buena vecindad, teniendo en cuenta
a asesinos y brujas,
regateadores y usureros,
acaparadores de cicaterías y ganancias.
Con aplomo de carnicero
ensancharon tus pulmones
y construyeron alas cálidas
para tus hombros.
Padres de antaño, quedaos con nosotros.
Viejos y astutos asesores
de feudos y de enclaves
para el bosque y la ciudad.
VI
«¿Oíste alguna vez»
dijo Jimmy Farrell
«hablar de aquellas calaveras que tienen
en la ciudad de Dublín?
Calaveras blancas y calaveras negras
y calaveras amarillas, y algunas
con los dientes completos y otras
con solamente uno»,
y compusieron la historia
en la sartén de «un viejo Danés,
quizá se ahogó,
en la Inundación».
Mis palabras lamen
los muelles de adoquines, y van de caza
ligeras como sandalias
sobre el suelo sembrado de cráneos.
EL ESQUELETO CAVADOR
A IMITACIÓN DE BAUDELAIRE
I
ENCUENTRAS láminas anatómicas
Enterradas en estos polvorientos muelles
Entre libros amarillentos como momias
Adormilados en cajones abandonados,
Dibujos tocados de una extraña belleza
Como si el ilustrado hubiera
Respondido gravemente a los tristes
Mementos de anatomía—
Misteriosos y cándidos estudios
Del rojo lodo que rodea los huesos.
Como éste: hombres desollados y esqueletos
Cavando la tierra como peones.
II
Triste caterva de apariciones,
Vuestros pelados músculos, como trenzada juncia,
Vuestras columnas argolladas hacia el hundido borde
De la azada, mis pacientes,
Decidme, pues trabajáis muy duro
Para romper este implacable suelo,
¿Qué graneros tenéis que llenar?
¿Qué labrador os arrastró desde el osario?
O sois, acaso, de la verdad emblemas,
Vividores de muerte, acarreados desde la estrecha celda
Y despojados de vuestros sudarios, para decir:
«Esta es la recompensa de la fe
En eterno descanso. Hasta la muerte
Miente. El vacío defrauda.
No caemos como hojas otoñales
Para dormir en paz. Algún traidor aliento
Reanima nuestra arcilla, nos envía muy lejos
Y con el sudor de nuestras desnudas frentes
Ganamos nuestras muertes: nuestro único reposo
Cuando el ensangrentado pie halle su azada».
SUEÑOS DE HUESO
I
HUESO blanco encontrado
en el pastizal:
el áspero y poroso
lenguaje del tacto
y su armazón amarillenta
impresa sobre el césped—
una pequeña naveta.
Muerta como una piedra,
pedernal, pepita
de tiza,
una vez más la toco,
y la enrollo
en la honda de la mente
para lanzarla a Inglaterra
y seguir su caída
en campos extranjeros.
II
Casa de huesos:
un esqueleto
en las viejas mazmorras
de la lengua.
Retrocedo
a través de dicciones,
doseles isabelinos.
Ardides normandos,
el erótico espino
de Provenza
y los latines cubiertos de hiedra
de los clérigos
hasta el sonido vibrante
del bardo, el destello
de hierro de las consonantes
hendiendo el verso.
III
En las atesoradas
riquezas de la gramática
y las declinaciones
encontré ban-hus[7],
su fuego, bancos,
techumbres y vigas,
donde el alma
revolotea un poco
en el sobrado.
Había un pequeño cántaro
para el cerebro,
y un caldero
de generación
pendía del centro:
guarida del amor, cubil de la sangre,
bóveda del sueño.
IV
Volved, pasados,
filología y kennings,
reentrad en la memoria
donde el tuétano del hueso
es un nido de amor
en la hierba.
Sostengo la cabeza de mi dama
como un cristal
y me osifico
al mirarla: soy los cantos rodados
sobre sus escarpas,
una tiza gigante
esculpida en sus laderas.
Pronto mis manos, en la hundida
fosa de su espina
se mueven hacia las oquedades.
V
Y terminamos
acunándonos
entre los labios
de un terraplén.
Mientras estimo
por placer
el pavimento de sus nudillos,
los portillos girantes
de los codos
la vallum[8] de su ceja
y la larga cavidad
de la clavícula,
he comenzado a recorrer
la muralla de Adriano
de sus hombros, soñando
con el Castillo de la Doncella.
VI
Una mañana en Devon
encontré un topo muerto
perlado aún de rocío.
Yo pensaba que el topo
era un excavador de fuerte osamenta
pero allí estaba
pequeño y frío
como el mango de un formón.
Se me dijo «Sopla,
sopla a contrapelo la piel de su cabeza.
Aquellos puntos diminutos
eran los ojos.
Y tócale los hombros».
Toqué pequeños y distantes Peninos[9],
un pellejo de hierba y de grano
que corría hacia el sur.
VEN AL REFUGIO
TOCADAS van mis manos
Por la enredada arbeja y por la zarza,
A su paso buscando mollejas estallantes
De tesoros
Hacia donde la reina refugiada en la sombra,
A la que yo desato,
Está esperando. Fuera del buche negro
De la turba, el afilado sauce
Se retira suave.
Yo desenvuelvo pieles y contemplo
El cuenco de la calavera,
El pliegue húmedo de cada rizo
Rojizo como el rabo de un zorro,
Una marca de gorguera en la carne
De su garganta. Y agua de manantial
Brota a su alrededor.
Llego de paso
Al lavado lecho de río
Sueño de oro para el vellón
De su hueso de Venus.
REINA DEL PANTANO
ESTABA tumbada y esperando
entre el césped y la pared de la heredad,
entre cotas de brezo
y piedra de cristal dentada.
Como alfabeto braille era mi cuerpo
para aquellos influjos sigilosos:
soles del alba avanzaban a tientas en torno a mi cabeza
y se enfriaban a mis pies,
a través de mis pieles y tejidos
las humedades del invierno
me digerían,
y las raíces iletradas
sopesaban y morían
en las concavidades
de estómago y alvéolo.
Tumbada y esperando
sobre el lecho de grava,
el cerebro se me iba oscureciendo,
una jarra de huevas
fermentando debajo
sueños del ámbar báltico.
Bayas macadas bajo mis uñas,
el tesoro vital disminuyendo
en la vasija de la pelvis.
A mi diadema le salieron caries,
gemas caídas
en el témpano de la turba
como los acontecimientos de la historia.
Un glaciar negro y arrugado era mi faja,
telas teñidas
y bordados fenicios
enredados
en las suaves morrenas de mis pechos.
Conocía el frío invierno
como el hocico de los fiordos
en mis muslos—
las plumas empapadas,
la pesada envoltura de las pieles.
Y mi cráneo invernaba
en el húmedo nido de mi pelo.
Que ellos robaron.
Fui desnudada
y afeitada
por la hoja de un cortacésped
que me cubrió de nuevo
y llenó la hondonada suavemente
entre las jambas de piedra
a mi cabeza y a mis pies.
Hasta que la mujer de un par le sobornó.
La trenza de mi pelo,
un viscoso cordon umbilical
de lodo, había sido cortada
y surgí de lo oscuro,
hueso mellado, calavera quincalla,
deshilachadas costuras, mechones,
minúsculos destellos en la orilla.
EL HOMBRE DE GRAUBALLE [10]
I
Emparentado por el jeroglífico
de turba en un abierto campo
con la víctima estrangulada,
nido de amor en el helecho,
penetro en los orígenes
como el perro da vueltas
a sus recuerdos ancestrales
sobre la estera en la cocina:
se agita el suelo del pantano,
pía y cecea el agua
mientras piso al andar
juncos y brezo.
Amo esta faz de hierba,
sus negras incisiones,
los secretos recónditos
de procesos y ritos;
amo la primavera
que brota de la tierra,
de cada terraplén pende una horca,
cada charca
la desatada lengua
de una urna, bebedora de luna,
no para ser sondada
por el ojo desnudo.
II
Marisma, ciénaga, marjal:
reinos del légamo,
heredades de los de sangre fría,
de guaridas de lodo y huevos enfangados.
Pero pantano
que significa suave,
lluvia que cae sin viento,
pupila de ámbar.
Rumiante suelo,
digestión de molusco
y vaina,
profundo arcón de polen.
Despensa de la tierra y bóveda de hueso,
declive solar, embalsamadora
de votivas ofrendas
y fugitivos muertos por la espada.
Novia insaciable.
Tragasables,
muladar, cofre,
témpano de la historia.
Suelo que dejará al desnudo
su lado más sombrío,
suelo propicio al nido,
fondo de mi memoria.
III
Encontré un azadón
oculto en el helecho,
inerte y plano, ya cubierto
de una verdosa niebla.
Al levantarlo
los suaves labios vegetales
murmuraron y se abrieron,
un oscuro surco
descubriendo a mis pies
como una piel mudada,
el mango humedecido
mientras lo levantaba
y dejaba escapar
el vaho bajo el sol.
Y han hermanado ahora
ese obelisco:
entre las piedras,
bajo un mojón barbado
hay un nido de amor que es perturbado,
tiemblan la flor del algodón y del amento
cuando levantan
el hendido miembro de roble.
Me quedo al borde de los siglos
frente a una diosa.
IV
Este centro sostiene
y difunde,
sumidero y semillero,
una bolsa de aguas
y una tumba crisol.
Las madres del otoño
amargan y se hunden,
fermentos de hoja y cáscara
profundizan sus ocres.
Echan los musgos sus cabezas,
el brezo se reserva las semillas,
y los helechos
depositan su bronce.
Esta es la vocal de la tierra
soñando sus raíces
entre flores y nieve,
mutación de la atmósfera
y de las estaciones,
una fruta caída que estercola
el suelo en que se pudre.
Y yo crecí entre todo esto
como un sauce llorón
que se inclinara hacia
los apetitos de la gravedad.
V
Las cambas talladas a mano
de las ruedas de los carros de hierba
enterradas en el estiércol
del mantillo de turba,
el arco de cupido
del tablero del carro,
los bordes ahuecados
del pesebre:
yo deificaba al hombre
que por allí cabalgaba,
al dios de la carreta,
nodriza del hogar.
Y fui su acompañante
privilegiado, el que llevaba
el pan y la bebida,
el escudero de sus recorridos.
Cuando el verano agonizaba
y olvidaban el campo las mujeres
ya nosotros estábamos
despedidos y lejos.
Repara en nuestra marcha
bajando hacia los setos donde brillan majuelos,
mi varonil orgullo
cuando él habla conmigo.
VI
Y tú, Tácito,
observa cómo hice mi arboleda
sobre un antiguo palafito
cimentado por los terribles muertos:
una paz desolada.
Nuestra madre tierra
es acre por la sangre
de sus leales,
que yacen boquiabiertos
en su sagrado corazón
mientras desde las fortificaciones
las legiones observan.
Vuelve otra vez a esta
«isla del océano»
donde nada será suficiente.
Lee los inhumados rostros
de víctimas y bajas;
haz un informe ecuánime
de cómo asesinamos
por el bien común
y rapamos cabezas
de notables,
de cómo se traga la diosa
nuestro amor y terror.
EL AMOR DEL OCÉANO POR IRLANDA
I
HABLANDO con cerrado acento del condado de Devon,
Ralegh apoyó a la doncella contra un árbol
Como se apoyan Irlanda e Inglaterra
Y avanza tierra adentro
Hasta que quedan sus riberas sin respiro:
«Sweesir, Swatter! Sweesir, Swatter!»
Él es el agua, es el océano que le levanta
A ella el verdugado, tal como se levanta un pañuelo de algas
Al frente de una ola.
II
Mas su espléndida cresta ante Cynthia[13] se inclina
Incluso mientras ésta apresura su corva
En los valles del Lee y del Blackwater.
Lugares ésos son del chapoteo donde él le tendería
A ella su capa. Su nombre en Londres
Surgirá sobre el agua y por estas oscuras filtraciones:
Smerwick[14], sembrado de cadáveres parlantes
De seiscientos papistas, «tan valientes y nobles personajes
Como jamás se vieron».
III
La perdida doncella se queja en irlandés,
El mar ha dispersado su ensoñación de flotas,
El príncipe español ha derramado su oro
Y le ha fallado a ella. Los yámbicos tambores
De los ingleses redoblan en los bosques en donde sus poetas
Se extinguen como Onán. Luz de juncos, carne de setas,
Ella se desvanece del soñoliento abrazo
En el soplo del bucle y del rocío,
La tierra poseída y poseída.
AISLING
[15]
La cortejó
Con un arte gentil y decadente
Cual la vocal del viento
Que sopla entre los avellanos:
«¿Eres Diana…?»
¿Y era él Acteón,
Y su agudo lamento
El del bramido exhausto de aquel ciervo?
ACTA DE UNIÓN [16]
I
ESTA noche, un primer movimiento, un latido,
Tal como si la acumulada lluvia en los pantanos
Se hiciera inundación y torrentera: el pantano revienta,
Un tajo que se quiebra abre el lecho de helecho.
Tu espalda es un contorno definido de costa de levante
Y las piernas y brazos se prolongan
Allende tus colinas jalonadas. Acaricio
Esta provincia palpitante donde nuestro pasado se ha hecho adulto.
Yo soy el reino grande que tu hombro soprepasa,
Al que no has de halagar ni tampoco ignorar.
La conquista es mentira. Envejezco
Tolerando tu costa, independiente sólo a medias,
Dentro de cuyos límites ahora mi patrimonio
Culmina inexorable.
II
Y todavía soy imperialmente
Macho, que a ti te deja el sufrimiento,
El proceso desgarrador de la colonia,
El ariete, la barrera que estalla desde dentro.
El acta retoñó en una pertinaz quinta columna
Cuya postura crece unilateralmente.
Bajo tu corazón su corazón es un tambor de guerra
Llamando a la asamblea de la fuerza. Ya sus parasitarios
Ignorantes y raquíticos puños
Golpearon tus fronteras y hacia mí sé que apuntan
Desde la otra ribera. No preveo tratado
Que alivie por completo tu hollado
Y trabajado cuerpo, el enorme dolor
Que, como el campo abierto, una vez más te deja descarnada.
LOS ESPONSALES DE CAVEHILL
LADRA el disparo sus preguntas a las afueras de Cavehill
Y mantiene el basalto perfilado su encaro
Hacia el sur: orgulloso, del norte y protestante, y macho.
Adán intacto, antes del sobresalto de los sexos.
Aún se dispara aquí por el novio y su suerte.
La mañana que en coche salí para acostarme
Entre los escondites de mi amada, sus vainas y retamas,
Por encima del coche hicieron un disparo del arma ritual.
HÉRCULES Y ANTEO
HIJO del cielo, regio,
el que estrangula a la serpiente, el que arrastra el estiércol,
el empeñado en las manzanas de oro,
su futuro repleto de trofeos,
Hércules tiene la medida
de la resistencia y poderes oscuros
alimentándose del territorio.
Anteo, el que abraza el mantillo,
al fin es destetado:
era renovación cada caída,
pero se ha levantado—
la inteligencia del competidor
es espuela de luz,
un diente azul que lo traslada
fuera de su elemento
hacia un sueño de pérdida
y orígenes— la oscuridad que mece,
las venas de los ríos, los secretos arroyos
de su fuerza,
los campos incubantes
de cueva y subterráneo,
él lo ha legado todo
a los elegiacos. Morirá Balor
y Byrthnoth[17] y Toro Sentado[18]
Alza sus brazos Hércules
con implacable signo de V,
su incuestionable triunfo
por los poderes que ha esgrimido,
y alza y doblega a Anteo,
alto como perfil de sierra,
un gigante dormido,
gachas para los desposeídos.
SEGUNDA PARTE
EL SUEÑO DEL LEGISLADOR NO RECONOCIDO
ARQUÍMEDES pensaba poder mover el mundo si tan sólo pudiera
colocar su palanca en el punto adecuado. Billy Hunter ha dicho
que Tarzán movió el mundo cuando saltó de un árbol.
Hundo yo mi palanca en la grieta que sé en la albañilería
de estado y estatuto, me balanceo en esa enredadera de secretos dentro de la Bastilla.
Mi traicionado pueblo clama desde sus jaulas. A los perros
guardianes los tienen sin bozales, un soldado gira la boca de su arma
hasta mi oreja; estoy de pie con los ojos vendados con las manos
detrás de la cabeza hasta que me parece estar balanceándome en una estrapada.
El oficial indica que me siente.
«Considero un honor añadir un poeta a nuestra lista». Él es
divertido y original. «Y aquí estará usted más seguro, en todo caso».
En la celda, me acomodo con los brazos extendidos
en un rincón, y respiro aliviado, salto sobre el cemento
para probarlo. ¿Eran esos tus ojos los ahora entre rejas?
DIGAS LO QUE DIGAS, NO DIGAS NADA
I
ESCRIBO justo después de un encuentro
Con un periodista inglés en busca de «pareceres
Sobre la cuestión irlandesa». Estoy de vuelta en los cuarteles
De invierno, donde las malas noticias ya no son noticia,
Donde los hombres-media y los «técnicos» husmean y señalan.
Donde zooms, magnetófonos y cables enrollados
Ensucian los hoteles. Los tiempos están desajustados
Pero me inclino tanto por las cuentas del rosario
Como por los análisis y apuntes
De los políticos y periodistas
Que tantas hojas han emborronado sobre la larga campaña del gas
Y protestan de la gelignita y de la metralleta sten,
Que comprobaron en sus pulsaciones «escalada»,
«Reacción» y «quiebra», «el ala provisional»,
«Polarización» y «odio sempiterno».
Con todo, vivo aquí, también yo vivo aquí, canto
Con experta dicción cortés, con vecinos corteses,
Sobre los altos cables de los primeros informes radiofónicos,
Sorbiendo el falso gusto y los pétreos sabores
De aquellas sancionadas, viejas, elaboradas, secas contestaciones:
«Oh, estoy de acuerdo, ciertamente es vergonzoso»,
«¿A dónde lleva todo esto?» «Cada vez está peor».
«Son asesinos». «Internamiento, comprensiblemente…»
La «voz de la cordura» se está quedando ronca.
II
Los hombres mueren ahí, a mano. En hogares y calles reventados,
La gelignita tiene un común y seguro efecto:
Como dijo aquél cuando ganó el Celtic, «El Papa de Roma
Esta noche es un hombre feliz». Su grey sospecha
En su más profundo corazón de corazones que el hereje
Está por fin postrado y próximo a la hoguera.
Y temblamos al lado de las llamas mas no queremos trato
Con el fuego real. Estamos a lo nuestro
Como siempre. Largo tiempo chupando de la teta trasera
Fría como de bruja y tan dura de tragar
Que aún nos deja lengüipartidos en la punta:
La liberal nota papista suena hueca
Cuando es amplificada y mezclada con las detonaciones
Que sacuden todos los corazones y ventanas día y noche.
(Es tentador aquí rimar con «dolores de parto [19]»
Y diagnosticar un renacimiento en nuestra situación
Que no sería sino para ignorar los otros síntomas.
Anoche no necesitaste un estetoscopio
Para oír el eructo de los tambores Orangistas[20]
Alérgicos tanto a Pearse[21] como el Papa).
En todas partes se reúnen «pequeños pelotones»—
La frase es de Cruise O’Brien[22] vía aquel gran
Hostigador, Burke— mientras me siento aquí con una molesta
Sequía de palabras al tiempo anzuelo y cebo
Para atraer a la multitud tribal al epigrama
Y al orden. Creo que cualquiera de nosotros
Podría establecer la diferencia entre fanatismo y fraude,
Dado el verso exacto, ære perennius[23].
III
«La religión ni se menciona en este caso», por supuesto.
«Los conoces por la mirada», y refrenas tu lengua.
«Un bando es tan malo como el otro», nunca peor.
Cristo bendito, ya iba siendo hora de que algún mínimo escape se abriera
En los grandes diques que hizo el holandés
Para represar la peligrosa marea que siguió a Seamus.
Aunque a pesar de tamaña destreza y sedentario oficio
Me siento incapaz. La famosa
Reticencia del norte, la tirante mordaza de lugar
Y de tiempo: sí, sí. Canto a los «seis pequeños[24]»
Donde para salvarte debes salvar la cara
Y digas lo que digas, nada dices.
Las señales de humo serían gritos comparadas con nosotros:
Maniobras para encontrar nombre y escuela,
Sutiles discriminaciones en el trato
Casi sin excepciones a la regla
Ese Norman, Ken y Sidney señalados como Prod[25]
Y Seamus (llámame Sean) era seguro Pape.
Oh, tierra de santo y seña, garra, guiño y mueca,
De mentes abiertas, tan abiertas como trampas,
Donde las lenguas permanecen enrolladas, como bajo las llamas los pabilos,
Donde la mitad de nosotros como en un caballo de madera
Fuimos metidos y confinados como astutos griegos,
Sitiados en el sitio, susurrante morse.
IV
Esta mañana desde una autopista cubierta de rocío
Vi un nuevo campo de internados:
Una bomba había dejado un cráter de arcilla fresca
En el arcén, y al otro lado, entre los árboles,
Los puestos de ametralladoras perfilaban una auténtica empalizada.
Había esa neblina blanca de las zonas bajas
Y era algo déjà-vu, como una película
De Stalag 17, un mal sueño sin sonido.
¿Hay una vida antes de la muerte? Es lo que está pintado
En Ballymurphy. La aptitud para el dolor,
Las coherentes miserias, un bocado y un sorbo,
Abrazamos nuestro pequeño destino una vez más.
LIBERTO
Ciertamente, la esclavitud alcanza su máxima justificación en las primeras épocas del
Imperio Romano; ya que un hombre de una raza «atrasada» podía ser llevado al recinto de
la civilización y ser educado o entrenado en un oficio o en una profesión, y convertirse en
un miembro útil para la sociedad.
R. H. BARROW: LOS ROMANOS
AÑO tras año bajo los arcos subyugado,
Manumitido por pergaminos y en etapas,
Mi conchil era del tinte púrpura de vigilias
En calendarios de ayuno y abstinencia.
«Memento homo quia pulvis es.»
Y me arrodillaba para que me estamparan la ceniza,
Una fricción sedosa, como un ligero punteo de polvo—
Yo estaba bajo aquel pulgar, como toda mi casta.
Uno de los habitantes destinados a la tierra, sin remisión,
Buscaba la marca en vano sobre los agraciados optimi:
Sus estimaciones, sus tasadores ojos
Fijos sobre mi arqueado entrecejo como lampreas.
Luego llegó la poesía hasta aquella ciudad—
Yo abjuraba de toda hipocresía y autocompasión—
Y fue la poesía la que enjugó mi frente y la que me impulsó.
Ahora dirán que muerdo la mano que me alimentaba.
ESCUELA DE CANTO
El agradable tiempo de la sementera me poseía el alma y así crecí
Igualmente criado por la belleza y el temor;
Privilegiado por mi lugar de nacimiento, y no menos
Por el querido Valle al que, al poco,
Fui transplantado…
WILLIAM WORDSWORTH: THE PRELUDE
Él (el mozo de cuadra) tenía un libro de versos Orangistas y los días en los que leíamos
juntos en el henar me proporcionaron el placer de la rima por primera vez. Más tarde
recuerdo que alguien me dijo, en una ocasión en la que hubo un rumor de una sublevación
Feniana[26], que se estaban distribuyendo rifles a los Orangistas; y al poco, cuando empecé a
soñar en mi vida futura, pensé que me gustaría morir combatiendo a los Fenianos.
W. B. YEATS: AUTOBIOGRAPHIES
1. EL MINISTERIO DEL MIEDO
Para Seamus Deane
PUES bien, tal como dijo Kavanagh, hemos vivido
En sitios importantes. La escarpa solitaria
Del St. Columb’s College, donde yo alojara
Durante unos seis años, dominaba tu Bogside.
Dirigí la mirada a nuevos mundos: la garganta inflamada
De Barndywell, su canódromo iluminado,
El estertor de la liebre. La primera semana
Tenía tanta morriña que ni siquiera podía comer
Las galletas guardadas para endulzar mi exilio.
Y una noche las tiré por la valla
En septiembre de 1951
Cuando las luces de las casas de Lecky Road
Eran ámbar en la niebla. Fue un acto
De cautela.
Luego Belfast y luego Berkeley.
Las dos sofisticadas,
El pasatiempo de hacer versos hasta que se convierten
En una vida: desde abultados sobres que nos llegan
En vacaciones, hasta volúmenes delgados
Entregados «con los saludos del autor».
Esos poemas en limpio, arrancados de la espiral
De tu cuaderno de ejercicios, me encandilaban—
Ideas y vocales intercambiados libremente
Como los semilleros que brotan alrededor de los sicómoros.
Intenté escribir sobre los sicómoros
E innové una rima del sur de Derry
Con hushed, y lulled hasta el campanilleo de pushed y pulled
Aquellas botas de clavos de allende las montañas
Avanzaban, por Dios, sobre aquellas agradables
Praderas de elocución.
¿Han cambiado vuestros acentos?
«Los Católicos no hablan, en general, tan bien
Como los estudiantes de las escuelas Protestantes».
¿Te acuerdas de aquella monserga? Complejos
De inferioridad, monserga de que se hacían aquellos sueños.
«¿Cómo te llamas, Heaney?»
«Heaney, Padre».
«Pues qué
Bien».
En mi primer día, la correa de cuero
Se volvió epiléptica en el Gran Estudio,
Sus ecos salpicaron sobre nuestras cabezas sumisas
Pero aun así, en la carta a casa contaba que la vida de interno
No era tan mala, y suspiraba como de costumbre.
Luego, en las vacaciones, volví a la vida
En el asiento de los besos de un Austin Dieciséis
Aparcado junto a un gablete, el motor en marcha,
Mis dedos apretados como hiedra a sus hombros,
Una luz encendida para ella en la cocina.
Y de regreso a casa, aquella libertad que es el verano,
Menguando noche a noche, el aire
Todo claro de luna y el aroma del heno, policías
Blandiendo sus linternas rojas, en masa
Alrededor del coche, como ganado negro, olfateando y apuntando
La boca de una metralleta a los ojos:
«¿Cómo te llamas, conductor?»
«Seamus…»
«¿Seamus?»
Una vez leyeron cartas mías en una barricada
Y apuntaron sus linternas a tus jeroglíficos,
«Bonita letra» en muy florida mano.
Ulster era británico, mas sin derecho alguno
A la lírica inglesa: y todo a nuestro alrededor,
Aunque no le hayamos dado nombre, el ministerio del miedo.
2. LA VISITA DE UN POLICÍA
APOYADA la bici en el alféizar de la ventana,
El protector de caucho de la cubierta
Ciñéndose al guardabarros delantero,
Sus gruesos y negros manillares
Calentándose al sol, la «patata»
De la dinamo brillante e inclinada,
Y el pedal que cuelga ya aliviado
De la bota de la ley.
La gorra estaba boca abajo
En el suelo, junto a la silla.
La raya de la presión corría como un bisel
Por el pelo ligeramente sudoroso.
Había desatado
El librote de contabilidad, y mi padre
Echaba cuentas de la labranza
En acres, celemines y fanegas.
Aritmética y miedo.
Yo me senté observando la reluciente pistolera
Con la solapa abotonada y el cordón trenzado
Enlazado en la culata del revólver.
«¿Algún otro cultivo de tubérculos?
¿Remolacha forrajera? ¿Calabacines? ¿Algo así?»
«No». ¿Pero no había una hilera
De nabos donde afloraba la semilla
En el patatal? Di por hecho
Culpas menores y me senté
Imaginando el negro agujero del cuartel.
Se puso en pie, movió la funda de la porra
Al otro lado de su cinto,
Cerró el libro de registro[27],
Se ajustó la gorra con ambas manos,
Y me miró mientras se despedía.
Apareció una sombra en la ventana.
Ajustaba el cable elástico del trasportín
Sobre el librote. La bota presionó
Y la bici triquití, triquití, triquití.
3. TAMBORES ORANGISTAS, TYRONE , 1966 [28]
Tierra, su madre. Hércules, para vencerlo, tras derribarlo tres veces, tuvo que estrangularle
manteniéndolo en el aire. Dos poemas a Anteo abren y cierran esta Primera Parte del libro
de Heaney, subrayando la importancia de su contacto con la tierra. <<
[2] Mayo: Condado irlandés situado al oeste del país. <<
Boyne: En Boyne, localidad al norte de Dublín, Guillermo III de Orange, con un ejército de
[3]
ingleses y de holandeses, venció a los católicos de James II en 1690. Todavía hoy los
Orangistas lo celebran cada 12 de julio desfilando con sus tambores. <<
[4] Gunnar: Rey de los Nibelungos y esposo de Brynhild en la Volsunga Saga. <<
Thor: En la mitología escandinava, dios del trueno. Hijo de Odín y de lord (la Tierra). Era
[5]
temible por tres objetos que poseía: el martillo tonante, Miobnir; el cinturón de fuerza,
Megingjardar; y los guantes de hierro. <<
[6] Liffey: Río que atraviesa Dublín. <<
[7]Ban-hus: Kenning (construcción metafórica) para bone-house = casa de huesos =
esqueleto. <<
[8] Vallum: Empalizada, muralla defensiva romana. <<
[9] Peninos: Cadena de colinas, la más notable del norte de Inglaterra. <<
Grauballe: Localidad de Dinamarca en la península de Jutlandia, condado de Aarhus. A
[10]
Escribió 40 libros a los que dio el título conjunto de Biblioteca de Historias. <<
[13] Cynthia: Una de las personificaciones de la Luna. <<
Smerwick: Sir Walter Ralegh mandaba las tropas que en 1580 llevaron a cabo una
[14]
se aparece y habla al poeta. Actualmente se emplea también como nombre de mujer. <<
Acta de unión: Pensamos que el título del poema hace alusión al Acta de Unión de agosto
[16]
de 1800 por la que el Parlamento de Dublín consigue cierta, aunque limitada, autonomía
con respecto al Parlamento de Westminster. Dejamos el lector, ya que en inglés no hay
género, la doble lectura del título a la que el poema invita. <<
Byrthnoth: Byrthnoth o Bryhtnoth es un héroe anglosajón de la batalla de Maldon contra
[17]
los noruegos en el año 991, según la Crónica Anglosajona, que dio origen a un poema. <<
[18] Toro Sentado: Famoso jefe indio americano de la tribu de los sioux. <<
«Dolores de parto»: Rima imposible de mantener en español entre bangs (detonaciones)
[19]
secreta organizada en Irlanda del Norte en 1795, llamada así en honor de Guillermo,
príncipe de Orange, (William III de Inglaterra) que apoyaba el protestantismo. <<
Patrick Pearse: Fue uno de los líderes independentistas, además de poeta, fusilado tras la
[21]
brecha. <<
Ære perennius: Verso de Horacio: Exegi Monumentum ære perennius. (Erigí un
[23]
partición de 1922 formaron Irlanda del Norte (el Ulster), parte del Reino Unido. <<
Prod: En el lenguaje infantil y popular, designan a los protestantes Prod y a los católicos
[25]
Pape. <<
Feniana: Alude a los miembros de la organización Fenian Brotherhood, un grupo secreto
[26]
formado para echar a los ingleses del territorio irlandés. La palabra procede del nombre de
los antiguos habitantes de Irlanda. <<
Domesday Book: El «Domesday Book» fue en su origen el registro que mandó hacer
[27]