El Argumento Axiológico
El Argumento Axiológico
El Argumento Axiológico
que haya cosas que son más o menos buenas, verdaderas y nobles, presupone algo perfecto
(en cuanto a bondad, verdad y nobleza) y, en último término, algo absolutamente perfecto. 5)
El argumento teleológico o fisicoteleológico: la finalidad que reina en la naturaleza presupone
una dirección inteligente y, en último término, algo que en sí mismo no esté dirigido a un fin,
sino que sea la capacidad directiva pura, una pura inteligencia. De las cinco vías se deduce la
existencia de un único superlativo absoluto. Solo cuando se le designe como «Dios» se ha133
BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA brá demostrado la existencia y unicidad
(monoteísmo) de Dios. Pero, incluso entonces, se ignora en qué consiste su esencia, el hecho
de ser una persona, trina, creadora y redentora del mundo. Lo único que nos permitirá ver con
claridad ese hecho es, según Tomás, la fe y la teología. Pero como la filosofía ha abierto
camino a ambas y, además, las ha asegurado contra posibles ataques, deberá existir entre
saber y fe una concordia en la que una y otra cumplan con sus respectivas funciones. Ética y
filosofía política. Respecto a la ética, Tomás ofrece una interpretación «concordante» con
Aristóteles, reconciliando distintos elementos doctrinales. Para ello vincula la teoría
aristotélica de la aspiración a la acción y la felicidad con la teleología de la Física y la teoría del
motor divino de la Metafísica construyendo la noción de una aspiración natural (desiderium
naturale) a la felicidad. Ahora bien, su satisfacción plena en el bien supremo solo es esperable
en el más allá, El destacado teólogo, filósofo y Padre de la Iglesia Tomás de Aquino
(1224/1225- 1274) recibe de sus contemporáneos el nombre de «doctor angelicus» ('maestro
y erudito angelical') y, más tarde, el de «príncipe de la escolástica». Aunque no pasa de los
cincuenta años, crea una obra monumental por su total dedicación a la ciencia y su
conocimiento de las teologías y filosofías que le precedieron. De ella forman parte doce
comentarios a Aristóteles que todavía merece la pena leer, por ejemplo sobre el tratado De
anima, sobre la Física y la Metafísica, sobre la Ética a Nicómaco y sobre la Política. Además, en
dos libros de texto, la Suma contra los paganos (Summa contra gentiles), escrita para sus
compañeros dominicos, y la Suma teológica (Summa theologica), pensada para sus alumnos,
Tomás se propone realizar una interpretación global de Dios y el ser humano. La síntesis
soberana de pensamientos de Aristóteles y otros filósofos, el llamado «tomismo», no se
impuso, sin embargo, en todas partes, pero siguió influyendo hasta bien entrada la Edad
Moderna y, en algunos ámbitos, hasta el presente. - Andrea di Bartolo, Tomás de Aquino, s.
XIV. 134 DE ALBERTO MAGNO A MARSILIO DE PADUA Buenaventura (Giovanni di Fidanza,
1221-1274), filósofo, teólogo, político eclesiástico y místico crítico de la mera erudición, amigo
de Tomás e influido por Agustín, se opone a la idea de la autonomía de la razón. Como la
propia contemplación de la naturaleza muestra ya la actuación divina, Buenaventura considera
superflua la investigación racional de Dios y sus obras y solo encomienda a la filosofía dos
tareas: la de ser un paso previo hacia la teología y la de servir a esta como medio auxiliar para
el desarrollo de conceptos y argumentos. Mientras la filosofía debata temas teológicamente
irrelevantes, será absolutamente autónoma; pero en cuestiones significativas para la teología
no le es lícito argumentar deforma independiente. En efecto, el conocimiento general de Dios
y su creación, el mundo, solo es posible desde la fe, en especial desde el «ensimismamiento
místico». Buenaventura lo busca arrobándose en la imagen del crucificado. - San Buenaventura
en un tapiz flamenco, 1479. en la contemplación «beatífica» de Dios (visio beatifica Dei). En la
doctrina de la virtud, Tomás recoge las ideas aristotélicas de la «disposición» (habitus) y el
«justo medio», pero no su relativización de las cuatro virtudes (naturales) principales o
cardinales en beneficio de una multiplicidad de virtudes humanas. Lo que hace, en cambio, es
confirmar el cuarteto platónico de la prudencia (prudentia), la justicia (iustitia), la fortaleza
(fortitudo) y la templanza (temperantia). Por encima de ellas solo están las tres virtudes
«teologales»: fe (fides), esperanza (spes) y caridad (caritas). En filosofía política, Tomás sigue
también a Aristóteles y, al igual que él, supone que el ser humano posee una existencia
autónoma, pero cree admisible la esclavitud, considerada una consecuencia de la caída en el
pecado. El hecho de que, sin embargo, no todas las personas sean esclavas, a pesar de estar
sometidas al pecado original, se basa, según él, en una injusticia de la que son víctimas los
seres humanos tras la expulsión del Paraíso. Tomás cree también que el hombre es un ser vivo
social—o, más exactamente, político—, ve en el Estado la figura perfecta de la comunidad e
impone a las leyes estatales 135 BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA la obligación de
procurar el bien común. Es nueva su idea de la paz como «término medio del bien común». No
obstante, según una concepción que vuelve a acercarse a Aristóteles, la paz se considera «obra
de la justicia» (opus iustitiae pax). Tomás acentúa la autonomía tanto de lo político—rechaza la
mera justificación religiosa del poder— como del derecho positivo. En efecto, la ley humana
(lex humana) no debe contravenir el derecho natural (lex naturalis), pues, de lo contrario, no
sería ley sino una corrupción del derecho (corruptio legis). Por lo demás, el legislador justo es
libre para decidir más en detalle. Tomás sigue todavía las enseñanzas del agustinismo al
suponer que el pecado original ha hecho perder al ser humano la capacidad para reconocer la
justicia primigenia (iustitia originalis). No prevé un ordenamiento mundial basado en el
derecho y la paz, pero, partiendo de Aristóteles, introduce en la justicia dos distinciones que
han adquirido carácter canónico desde entonces e hicieron época incluso fuera del tomismo:
1) la justicia general (llamada iustitia generalis y no universalis) se diferencia, según él, de la
particular (particularis); además, 2) dentro de la particular, Tomás distingue la justicia
conmutativa de la distributiva. A pesar de su destacada importancia, la síntesis filosófico-
teológica tomista no se impone de manera generalizada. Tanto algunos hermanos de su propia
orden—los dominicos alemanes Dietrich von Freiberg y el Maestro Eckhart—como los
franciscanos Duns Escoto y Guillermo de Occam y, sobre todo, los laicos Dante y Marsilio de
Padua siguen pronto su propio camino. Sus ideas, que la Iglesia consideró, en parte, desviadas
y, en parte, incluso heréticas, influyen hasta bien entrada la Edad Moderna. La disputa de los
universales da pie a esos pensadores, más que ninguna otra circunstancia, a atribuirse el título
honorífico de representantes de la «nueva vía» (via moderna): la «vía antigua» (via antiqua)
sería el realismo matizado de Tomás, mientras que el «nominalismo» o «conceptualismo» de
Occam (véase el apartado siguiente) representaría la «vía moderna». Las diferencias se
extienden hasta la teoría del conocimiento y la metafísica e incluyen asimismo la teoría de la
voluntad. Se da una gran importancia a la crítica del lenguaje. También adquiere mayor peso
una filosofía auténticamente política, no solo en Dante y Marsilio sino también en Occam.
Antes de ellos, Dietrich von Freiberg (c. 1240- c. 1318/1320) había renovado ya el interés por el
estudio de la naturaleza. En su escrito Sobre el arco iris y las impresiones generadas por los
ra136 DE ALBERTO MAGNO A MARSILIO DE PADUA yos de luz (De iride et radialibus
impresionibus, después de 1304) nos impresiona lo correcto de su explicación: el arco iris se
forma por la refracción de la luz en las gotas de lluvia que caen en la tierra y no, como suponía
Jenófanes, en las nubes de lluvia que flotan por encima. También resulta sorprendente su rigor
metodológico. Sin embargo, la teoría de Dietrich cayó pronto en el olvido y no fue descubierta
de nuevo hasta Descartes y Newton. El Maestro Eckhart, Dante y el catalán Ramón Llull,
famoso por su Ars generalis ultima (1303- 1308), su Arte abreviada para encontrar la verdad de
todas las ciencias (Art abreujada d'atrobar veritat o, en latín, Ars compendiosa inveniendi
veritatem seu Ars magna et maior), son cofundadores de una literatura nueva en lengua
vernácula. DISPUTA DE LOS UNIVERSALES Y CRÍTICA DEL LENGUAJE En la segunda mitad del
siglo XI aparece en primera línea una disputa que durará hasta la Baja Edad Media y, en cierto
modo, hasta el presente. Se trata de la cuestión acerca del vínculo entre pensamiento, lengua
y realidad externa («objetiva»), o entre sujeto, signo y objeto: ¿en qué forma existen
conceptos generales (universalia, 'universales') como los de «género» (por ejemplo, ser vivo) o
«especie» (por ejemplo, ser humano), y qué relación guardan con los objetos particulares,
como, por ejemplo, una persona? Esta disputa sobre los universales, que concierne tanto a la
teoría del conocimiento y la filosofía del lenguaje como a la filosofía natural, la ontología y la
teología, se remonta a la Antigüedad, en concreto a la oposición entre Platón y Aristóteles: 1)
según el realismo extremo de los universales en Platón, lo general existe como idea
(trascendente) antes de la cosa (particular) (ante rem); 2) en cambio, según el realismo
moderado de Aristóteles, solo existe en la cosa (in re). 1-2) Boecio transmite la disputa a la
Edad Media al adoptar una postura mixta: lo general existe, ciertamente, en las cosas, no antes
de ellas; pero lo que hace que las cosas se hallen a disposición del pensamiento—que siempre
descubre primeramente lo general—como objetos del saber son los universales; de ese modo,
lo universal es conocido antes que las cosas. 3) A su vez, el nominalismo (del latín nomen,
'nombre', 'palabra') afirma que los universales son meras expresiones existentes únicamente
en el pensá137 BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA miento y el lenguaje; según esta
teoría, solo son reales las cosas individuales. 3a) En su forma extrema, a modo de exageración
polémica (mantenida ya por Roscelino, c. 1050-1122), los universales se consideran
simplemente como voces sin sentido, sonidos inútiles sin ningún contenido reconocible o
imaginable (flatus vocis). 3b) Abelardo, discípulo de Roscelino, y Avicena, antes que él,
defienden una forma moderada de nominalismo, el conceptualismo (del latín conceptus,
'concepto'). Esta postura distingue la palabra como mera expresión, con distintas funciones
lingüísticas (vox), de la palabra con un significado que remite a algo situado fuera de la lengua
(sermó). El conceptualismo explica los universales como palabras con significado (universale
est sermó) cuyo fundamento se halla en la cosa (fundamentum in re): el universal es un
«concepto» significativo desde el punto de vista de la teoría del conocimiento, abstraído por el
intelecto a partir de cosas singulares concretas y semejantes y constituido por él en función de
las similitudes esenciales de las cosas particulares. En Abelardo encontramos ya la teoría
unificadora del triple estado de los universales sostenida por Alberto y Tomás, que siguen a
Avicena en este punto: lo universal existe a) en Dios, como pensamiento antes de las cosas; b)
en el mundo, en forma de géneros y especies, en las cosas; y c) en el intelecto humano, gracias
a la abstracción, después de las cosas (post rem). Juan Duns Escoto. Para Tomás, la lengua no
es una guía fiable en asuntos de ontología, lo cual le lleva a elaborar una crítica del lenguaje.
En cambio, Duns Escoto le atribuye una gran importancia, adelantándose así a la filosofía
moderna del análisis lingüístico. Constata que las «verdades eternas» solo pueden ser ciertas
en función de los conceptos utilizados, es decir, analíticamente. Según Tomás, la expresión
«ente» (ens) tiene un significado «análogo» (correspondiente), pues, sobre todo, cuando se
refiere a Dios significa algo totalmente diferente de cuando se refiere al ser humano. Duns, en
cambio, considera «unívoca» (de significado único) la expresión «ente», pues, al ser utilizada
para los objetos, solo nos dice que nos abstenemos de definirlos. Duns Escoto explica la
simplicidad de Dios y, al mismo tiempo, la diferencia entre sus atributos (y, en la Trinidad,
también entre sus personas) mediante una «diferencia formal»: el contenido conceptual (hoy
diríamos «intensión») en Dios—omnipotencia, bondad absoluta, etcétera—se diferencia de la
amplitud con138 DE ALBERTO MAGNO A MARSILIO DE PADUA El filósofo y teólogo escocés
(«escoto») Juan Duns Escoto (1256/1266-1308), que debido a su capacidad para establecer
distinciones refinadas recibe el apelativo de Doctor subtilis ('El maestro sutil'), desarrolla un
pensamiento tan novedoso que se habla de un «segundo inicio de la metafísica» después de
Tomás de Aquino e influye, al parecer, en filósofos posteriores como Suárez, Wolff, Kant y
Peirce. Duns Escoto desarrolla, sobre todo, una parte de las enseñanzas de la ontología
tomista, la de los trascendentales. Por este término se entienden ciertos conceptos que
«trascienden» («se sitúan más allá de») las propias categorías (cantidad, cualidad...) y designan
algo tan general que debe ser aplicable a cualquier ser. En realidad, esos conceptos eran
conocidos ya por los anteriores pensadores. Los trascendentales «clásicos» descubiertos por
Tomás, lo uno, lo verdadero y lo bueno, se denominan «convertibles» porque se intercambian
y aplican mutuamente. Entre los trascendentales disyuntivos—es decir, alternativos—
descubiertos por Duns Escoto se encuentran los de necesario/contingente, infinito/finito,
posible/imposible y causado/incausado. - Duns Escoto. Miniatura de un manuscrito parisino.
ceptual (hoy, «extensión»), es decir, de la cantidad de objetos designados por el concepto—en
este caso, un Dios—. En las pruebas de la existencia de Dios, Duns Escoto rechaza todos los
argumentos que parten de realidades contingentes, más o menos casuales, criticando así más
bien las «cinco vías» de Tomás que la prueba anselmiana. En efecto, de premisas contingentes
solo se deduce una conclusión contingente y no verdadera por necesidad. Con su teoría de la
«haecceidad» o «estidad» (haecceitas, del latín haec, 'esta'), Duns Escoto hace una importante
aportación a la teoría moderna del sujeto: según Aristóteles y Tomás, lo universal, la forma, se
convierte en particular por medio de la materia, lo cual degrada la individualidad a la categoría
de algo secundario. Con su concepto de la «estidad», de la «haecceidad», Duns Escoto
concede mayor importancia a lo individual, acentuándolo aún más al considerarlo como algo
reconocible conceptualmente, lo que permite situarlo frente a los conceptos como realidad
independiente. Tomás define la voluntad como una aspiración racional (appetitus rationalis),
subordinándola así a la razón (ratio), mientras que 139 BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA
FILOSOFÍA Duns Escoto limita esta al conocimiento y asigna a la voluntad un territorio
autónomo. Y mientras que, según Tomás, Dios quiere el bien porque lo reconoce como tal,
según Duns Escoto lo querido por Dios es bueno tan solo porque Dios lo quiere. A pesar de
ello, no incurre en un voluntarismo que antepondría la voluntad a la razón y le permitiría
actuar arbitrariamente al estar absolutamente indeterminada en su libertad. Duns Escoto
reconoce más bien dos ámbitos de actuación independientes, «autónomos»: a la razón le
compete examinar los motivos ineludibles («necesarios»), mientras que a la voluntad le
incumbe mostrarse libre en el terreno de lo no necesario. Voluntad y razón solo coinciden en
Dios, pues para Él no hay, por principio, nada inmutable ni necesario. La propia creación divina
podría haber sido distinta. No obstante, podemos conocerla porque Dios no es un «dios
arbitrario» que modifique su obra posteriormente. Guillermo de Occam. El filósofo Guillermo
de Occam (1286-1349) sigue a Duns Escoto tanto en la crítica del lenguaje como en la teoría de
la libertad divina y es, por tanto, el segundo gran pensador de la no necesidad, la contingencia
(la mera efectividad) y la individualidad de todo lo creado: su insustituible unicidad. La
contingencia deja su huella en la ontología, la teoría del conocimiento y la filosofía del
lenguaje: solo lo individual existe de manera independiente. Lo universal, como por ejemplo la
humanidad, no puede existir en la realidad de las cosas porque, en tal caso, un mismo
universal, por ejemplo un atributo, debería estar en movimiento en un individuo y en reposo
en otro, lo cual viola el principio de no contradicción. Lo universal actúa como signo por el que
la persona cognoscente se refiere a la realidad externa en su mente y mediante el cual ordena
esta realidad. Occam defendía también el nominalismo moderado de la teoría del signo, el
conceptualismo. Necesidad y verdad no se consideran ya un atributo de las cosas, sino solo de
las frases. Y las frases verdaderas solo se pueden decir de lo que es susceptible de ser
percibido por los sentidos, la cosa individual: «Este animal es un perro». En cambio, un
conocimiento obtenido exclusivamente por medio de conceptos generales (universales)—«Los
perros son mamíferos»—no puede pretender ser verdadero, pues solo dice algo sobre la
relación entre conceptos (termini) y nada sobre el mundo real. Según la «teoría de la
suposición», los conceptos tienen 140 DE ALBERTO MAGNO A MARSILIO DE PADUA la función
de «estar en lugar de algo» (suponer). Y solo cumplen esa función en la frase, mediante el
empleo de los conceptos en calidad de sujeto o predicado. La suposición personal se refiere a
individuos o cosas individuales («Este perro es lanudo»); la simple, a universales («Los perros
son mamíferos»); y la material, a. expresiones lingüísticas («Perro tiene cinco letras»). Se suele
atribuir a Occam una máxima de cierta antigüedad, la de la famosa «navaja de Occam». Se
trata de un «principio de economía» o «sobriedad» relacionado con la teoría del conocimiento
y del saber, pero aplicable también al terreno de la moral y la política; dice así: «Pluralitas non
est ponenda sine necessitate», 'no hay que supoLa «modernidad» de Occam se basa,
paradójicamente, en la radicalización de un componente tradicional: la fe cristiana en el Dios
creador todopoderoso. Según Occam, Dios puede hacer todo cuanto quiere, incluso lo
(aparentemente) malo. Dios no es bueno por querer lo bueno, sino que, más bien, debemos
llamar «bueno» a todo cuanto nos ocurre y se nos impone, porque es voluntad de Dios
(«principio de la omnipotencia»). Lo único que Dios no puede infringir es el principio de no
contradicción. Esta teoría es objeto de reproches o elogios injustificados, pues, según se cree,
destruye el orden de la cosmología medieval y amenaza con vaciar el mundo humano de
significado. En realidad, según Duns Escoto y Occam, el mundo es contingente; en contra de lo
que sostenía la Antigüedad, no es necesario que exista ni que sea como es. Según ambos
filósofos, todo puede ser también de otra manera. Sin embargo, como el principio de no
contradicción sigue siendo válido, el mundo es razonable y reconocible. Sus contemporáneos
llaman a Occam Doctor invincibilis, 'el maestro invencible', por su arte para la argumentación. -
Fray Guillermo de Occam. Dibujo del año 1341, realizado en vida de Occam. 141 BREVE
HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA ner ninguna pluralidad mientras no se necesite (para
explicar el mundo o la política)'. Se deben evitar, por tanto, en la medida de lo posible,
aquellas proposiciones lingüísticas o conceptuales que obligan a admitir existencias
innecesarias. En la Summa totius Logicae, un manual en tres partes (conceptos - declaraciones
- conclusiones), Occam expone la lógica más importante de la Baja Edad Media, enseñada en
Oxford hasta la Edad Moderna. Occam fue también un destacado filósofo político. Perseguido
por la Iglesia, se refugió en la corte del emperador Ludovico IV el Bávaro (1314-1347) y, a partir
de ese momento, se dedicó casi exclusivamente al estudio de cuestiones políticas,
proponiendo tanto una crítica al poder ilegítimo del Papa como una teoría de la libertad
política: puesto que los seres humanos son plenamente responsables de sus acciones, tienen
derecho a organizar sus instituciones políticas sin la tutela de la Iglesia. Con su idea de que el
poder secular solo es considerado legítimo cuando está fundado en un acuerdo libre entre
personas, Occam se adelanta a la teoría moderna del contrato social. EL MAESTRO ECKHART
Muchas culturas conocen la práctica de la mística (del griego mvein, 'cerrar los ojos y los
labios', y de mystika, 'doctrinas secretas') en la vida religiosa. Según una interpretación más
general, la palabra designa el «secreto» (mysterium) del Dios incognoscible; en la mística del
arrobamiento se busca la experiencia inmediata de una unión con Dios (unio mystica). Según
sus diversos tipos, esa unión puede ser sensible, emocional o intelectual, es decir,
especulativa. Mientras que Bernardo de Claraval defiende una mística no intelectual, el
Maestro Eckhart es, en la medida en que podemos clasificarlo como místico, un destacado
representante de su forma especulativa. Eckhart, escéptico respecto a las experiencias
excepcionales y la mística del arrobamiento, busca una aproximación a Dios por la vía
intelectual, pues, según él, el alma (cognoscente) posee en el fondo de su ser una
predisposición para conocer a Dios. Según la doctrina general de la Alta Edad Media, el
conocimiento (inteüigere) (perfecto) y el ser (essé) (perfecto) forman en Dios una sola cosa.
Eckhart, en cambio, considera el conocimiento más fundamental, en general, que el ser. En
Dios mismo, el intelecto constituye el fundamento de su ser: Dios es lo que es en función de su
intelecto. «Dios no 142 DE ALBERTO MAGNO A MARSILIO DE PADUA conoce porque es, sino
que es porque conoce». En la palabra de Dios, que según el prólogo del evangelio de san Juan
se halla en el principio de todo, Dios se conoce tanto a sí mismo como a todo lo creado y lo
creable y alcanza su ser en ese conocimiento. Esta «intelectualización» confirma la autonomía
de la razón y la filosofía: dado que tanto Dios como el alma humana subsisten solo en función
de un conocimiento, el ser humano accede a las cuestiones teológicas por naturaleza. Por otra
parte, Eckhart está de acuerdo con Maimónides y encuentra en la Biblia la «clave de la
metafísica, las ciencias naturales y la ética». El Maestro Eckhart, teólogo, predicador y
provincial de su orden, metafísico y filósofo moral, procede de la esfera de influencia de
Alberto Magno. Es uno de los primeros en escribir tratados y sermones en (medio alto) alemán
—lo que le valió el reproche de «revoltoso»—. El libro del consuelo divino (Daz buoch der
goedíchen troestunge, c. 1318) se sitúa filosóficamente en la tradición del Fedro de Platón, del
Consuelo de la filosofía de Boecio y del libro bíblico de Job. La obra desarrolla una «teodicea»
(en griego, 'justificación de Dios') especulativa que constituye el fundamento espiritual para
afrontar debidamente los sufrimientos: en el sufrimiento, el hombre se experimenta como
alguien separado de Dios; por eso, bien entendido, es un camino hacia Él y deja así de ser
sufrimiento. Eckhart radicaliza la conocida idea de la impasibilidad sostenida por Epicuroy la
Estoa. El consuelo divino no consiste en eliminar los sucesos penosos sino en su valoración
como tales: quien se rebela contra una enfermedad o contra la pérdida de un ser humano no
entiende que el verdadero dolor reside en el distanciamiento (insuperable) de Dios, o no ama
aún realmente al Dios al que pretenden acercarle esos caminos. El alma debe abandonar toda
atadura al Yo para abrirse a Dios libre de pensamientos, temores y apetencias y ser liberada de
todo padecimiento en la experiencia de la unión con él. - Un tratado del Maestro Eckhart en un
manuscrito del s. XIV. 143 BREVE HISTORIA ILUSTRADA DE LA FILOSOFÍA El filósofo y teólogo
Egidio Romano (1243-1316), alumno de Tomás, se pone absolutamente del lado del Papa en la
lucha por el poder entablada entre este y el emperador. En su tratado Sobre el poder de la
Iglesia (De ecclesiastica potestate, 1502) explica lo siguiente: de la misma manera que hay un
solo soberano de la creación, Dios, también hay sobre la Tierra un único portador legítimo del
poder, la Iglesia. Su cabeza, el Papa, posee legítimamente las «dos espadas», tanto el poder
espiritual como el temporal. Pero para que la administración de los bienes de este mundo no
sea una traba para él, el Papa delega el poder temporal en un rey, al que puede destituir de
nuevo en caso de un mal gobierno. Así pues, el poder espiritual juzga al temporal, mientras
que él mismo solo es responsable ante Dios. - La representación más antigua de la teoría de las
dos espadas procede de la iglesia monacal de St. Georg de Priifening (Ratisbona): san Pedro, es
decir, una institución espiritual, concede sendas espadas al Papa y al emperador. Eckhart es
partidario de otorgar un mayor rango al ser humano, se niega incluso a denominar «señor» a
Dios y relativiza todas las jerarquías. Dios—predica Eckhart—no creó a la mujer ni de la cabeza
ni de los pies de Adán, pues quiso que toda alma justa fuera igual a El. A Eckhart le gustan la
hipérbole retórica y la crítica especulativa. Aunque algunas de sus afirmaciones fueron
condenadas por «temerarias» y otras, incluso, por heréticas, su pensamiento ejerció una gran
influencia en la espiritualidad de la Baja Edad Media y en la Edad Moderna gracias al apoyo de
discípulos tan importantes como Enrique Suso (1295-1366) y Juan Tauler (1300-1361). Pero,
mientras que Tauler busca una «guía del alma», es decir, una ayuda psicológica, para el
individuo, el objetivo de Eckhart es un pensamiento radical. FILOSOFÍA POLÍTICA La filosofía
política no tuvo durante siglos ningún cometido en la Edad Media. Mientras que las tribus
germánicas trajeron consigo su 144 DE ALBERTO MAGNO A MARSILIO DE PADUA derecho
tradicional, por ejemplo el Sachsenspiegel (código medieval alemán), la teología se interesó
sobre todo por el estudio de la lógica, la teoría del conocimiento y la ontología o la metafísica,
a pesar del carácter práctico del mensaje de la Biblia. Por consiguiente, es frecuente ver
florecer tan solo esos campos de la filosofía. En el terreno de la ética se da más valor a la
cuestión «especulativa» de la relación entre la libertad humana y la providencia divina. Y La
ciudad de Dios de san Agustín, que, por lo demás, es una teoría de la Jerusalén celeste, no
encuentra ningún continuador. El nuevo ordenamiento político—que, en este caso, es el del
feudalismo y el Sacro Imperio Romano—no da lugar a la aparición de una filosofía del Estado,
como tampoco la habían generado el helenismo ni la Antigüedad Tardía. Tampoco se crea en
el ámbito «internacional», para las relaciones con los vecinos cristianos (Bizancio) e islámicos.
La teoría política, que no se constituiría hasta fechas tardías, tiende, además, a una
«personalización» y una «moralización» del poder, pues su interés moral se plasma menos en
una ética de las instituciones políticas que en unas exhortaciones a la persona del soberano en
los llamados «espejos de príncipes», como, por ejemplo, el Policrático de Juan de Salisbury
(1159). Esta influyente obra contiene también, no obstante, una crítica de la vida cortesana,
una concepción organológica del Estado (la comunidad como un cuerpo cuya cabeza sería el
soberano, los gobernadores de las provincias y los jueces los ojos, oídos y boca, el clero
instruido el alma y los campesinos las piernas) y una dura crítica a la tiranía. La filosofía de las
instituciones políticas—que, finalmente, acaba por crearse—está precedida por cambios
estructurales, sobre todo por el desarrollo del poder secular y eclesiástico en cuerpos
independientes. En el futuro se producirán enfrentamientos entre el Papa y el poder secular
que comienzan en el siglo IX bajo la forma de la lucha de las investiduras: la cuestión del
posible derecho de los soberanos (alemanes, franceses e ingleses) a n