El Precio
El Precio
El Precio
años sin hablarse. En breve, la casa debe ser demolida y Víctor, un humilde policía a
punto de retirarse, junto con su mujer Esther, convocan al hermano mayor, Walter,
cirujano de éxito, a un encuentro con el tasador para decidir el precio de los viejos
muebles familiares. Están en el desván, examinando los objetos depositados bajo una
capa de polvo. Pero estos viejos trastos no son lo único que hay en la casa: también
hay un montón de recuerdos, fantasmas que llevarán a los protagonistas a pensar en
cómo podrían haber sido las cosas si, en cierto momento, hubieran tomado otras
decisiones.
ebookelo.com - Página 2
Arthur Miller
El precio
ePub r1.1
Titivillus 11.04.2019
ebookelo.com - Página 3
Título original: The price
Arthur Miller, 1968
Traducción: Manuel Barberá
Retoque de cubierta: Titivillus
ebookelo.com - Página 4
ÍNDICE
ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO
AUTOR
ebookelo.com - Página 5
Para Inge y Rebeca
ebookelo.com - Página 6
NOTA DEL AUTOR
ebookelo.com - Página 7
PERSONAJES:
VICTOR FRANZ
ESTHER FRANZ
GREGORIO SALOMON
WALTER FRANZ
ebookelo.com - Página 8
ACTO PRIMERO
ebookelo.com - Página 9
A foro derecha, una puerta que da al dormitorio.
Delante izquierda, una puerta comunica con el corredor y la escalera, que no se
ven.
Estamos en el desván de una casa de Manhattan, de arenisca pardo-rojiza, que
pronto será demolida.
Por la puerta de delante izquierda, vestido con uniforme, entra Víctor Franz,
sargento de la policía, quien se detiene una vez dentro del cuarto, mira en torno,
camina al azar unos pasos y luego se detiene. Sin expresión, pero algo sobrecogido
por una extraña emanación del cuarto, deja que su mirada vague de mueble en
mueble, captando fuertemente la presencia de la habitación, que tiene mucho de
esfinge.
Se sienta en el brazo del sillón del centro, dispuesto a esperar. De pronto observa
la hora en su reloj. Fija en el espacio una mirada de expresión vacía. Pero parecería
que el tiempo se negase a seguir su marcha.
La mirada de Víctor se posa en una pila de discos que está al lado del fonógrafo
y va hacia ella, toma un disco, lee la etiqueta y vuelve a dejarlo en la pila.
Nuevamente camina al azar, esperando; se encuentra a unos treinta centímetros
del arpa e indolentemente alarga un dedo índice y pulsa una cuerda, arrancándole
una nota débil. Vuelve al fonógrafo y le da cuerda; pone un disco.
Este disco es cantado por Gallagher y Shean; sonríe al pensar en lo viejo que es.
Mientras el canto continúa, camina a la puerta del dormitorio y mira hacia dentro,
permaneciendo inmóvil un instante, mientras su vista recorre el cuarto al azar.
Vuelve a venir y se sienta en el brazo del sillón de centro. Empieza a sacar un
diario del mueble que está al lado del sillón, pero el diario se le desarma y cae de la
mano.
Permanece de pie y se afloja la corbata, se desabrocha el cuello y vuelve a mirar
la hora en su reloj. El tiempo sigue negándose a pasar. Camina a lo largo de una
pared llena de muebles, tocando uno de éstos de cuando en cuando, levantando
fugazmente la vista en dirección a las arañas y llegando a una biblioteca, donde lee
los títulos de los volúmenes; toma un libro, que empieza a abrir, y un recuerdo se
abre paso en su espíritu. Guarda el libro donde estaba, mira en torno con fijeza;
luego camina, se detiene y, alargando un brazo entre dos muebles, saca un largo
remo de espadilla, se fija en lo largo que es y luego lleva la vista de nuevo al espacio
vacío, buscando algo. Se vuelve y enciende otra lámpara; mira otra vez entre los
muebles buscando algo más, introduce una mano y saca una máscara de esgrima.
Luego mete la mano de nuevo y extrae un florete.
El rostro se le ha suavizado y está casi divertido, pero siente una gran curiosidad.
Se quita la gorra, y, dejando de momento el florete, se pone la careta y vuelve la
ebookelo.com - Página 10
cara, como experimentando, de un lado a otro. Hace en forma bastante indiferente
una flexión de rodillas y se yergue; después repite el movimiento.
Ahora, no sin cierta vacilación, recorre con la vista el florete, lo toma y después
lo sacude en el aire. Luego, con nueva resolución, levanta la mano izquierda por
detrás de su cabeza, adopta la primera posición, con el florete en alto y los pies en
ángulo recto, se lanza a fondo y retrocede.
Baja el florete y arquea la espalda, para que se le vaya el dolor que siente.
Adopta de nuevo la posición y una vez más se lanza al ataque, pero en forma torpe,
terminando por quitarse la careta. Deja el arma y cierra y abre las manos, que han
perdido la costumbre, levantando las rodillas y haciendo presión en los músculos de
los muslos.
Se apoya en el borde de una mesa y alarga una mano para levantar el brazo del
fonógrafo. Ahora mueve la mandíbula y se aprieta una oreja, como si la tuviese
herida. Mira fugazmente la hora de nuevo, va al fonógrafo otra vez, le da cuerda y
toma otro disco. La expresión lo denota intrigado al leer la etiqueta.
Pone el disco en el plato del fonógrafo; es un disco de risas, donde dos hombres
procuran infructuosamente pronunciar una oración entera en medio de su loca
histeria.
Sonríe. Sonríe más. Luego ríe con una risa ahogada. Después con carcajadas
verdaderas. Esto puede más que él y su risa es más intensa. Ahora se dobla a causa
de la risa, dando un paso inseguro mientras la falta de estabilidad se acentúa en él.
Esther, su esposa, entra por la puerta de delante izquierda. Él le da la espalda.
Una media sonrisa asoma ya al rostro de ella al mirar en torno, tratando de ver si
alguna otra persona ríe con él. Va hacia Víctor, quien oye las pisadas y se vuelve.
ESTHER Parecía que hubiese fiesta aquí. (Él le da un beso rápido.) (Ahora se
refiere al disco.) ¿Eso qué es?
ESTHER Te dije adonde iba; a hacerme revisar. (Ríe con el consciente abandono
del buen sentido.)
ESTHER (Ríe) Tomé una solamente. Una no me hace nada. Además, encontró todo
normal. Te manda saludos. (Mira en torno.)
ebookelo.com - Página 11
VÍCTOR Bueno, se lo agradezco. (Se sienta mirando hacia delante y esbozando
una sonrisa.) El comprador de cosas viejas va a venir dentro de un momento. Si
quieres llevarte algo…
ESTHER (Mira en torno y lanza un suspiro) ¡Oh Dios mío! ¡Aquí está todo otra
vez!
ESTHER Sí. Nunca lo vi tan limpio. (Se refiere al cuarto.) ¿No notas algo extraño?
ESTHER Bueno, es que… son ciento cincuenta años. (Menea la cabeza mientras
mira en torno.) ¿Eh?
VÍCTOR ¿Qué?
ESTHER El tiempo.
VÍCTOR Ya lo sé.
VÍCTOR No. Todo está igual que antes. (Señala hacia un lado del cuarto.) En
aquel lado tenía mi escritorio y mi catre. Lo demás es lo mismo.
ESTHER Debe ser que siempre me pareció tan presuntuoso… Burgués, más bien
dicho. Pero tiene un cierto carácter. Creo que parte de esto vuelve a estar de moda. Es
extraño.
VÍCTOR Era la mía. (Señala una al otro lado del cuarto.) Esa que está allá era de
Walter. Forman pareja.
ebookelo.com - Página 12
VÍCTOR (Como si de esto hubiesen discutido. Vuelve la mirada.) Llamé otra vez
esta mañana. Estaba en una consulta.
ESTHER Es que este asunto tiene algo tan desagradable, Víctor. Lo siento, pero no
puedo evitarlo. Siempre me pareció igual. Me enfurece.
VÍCTOR Convendría que fuese grandiosa, no buena. Dos dólares y medio por
cabeza.
ESTHER No me importa. Quiero ir a algún lugar. ¡Oh, Dios! ¿Qué es lo que pasa?
Hace un momento, mientras subía la escalera, viendo todas las puertas abiertas… No
parece posible.
ESTHER Lo sé. Pero una se siente como si tuviese cien años de edad. (Se levanta,
va hacia el arpa.) Bueno, ¿por qué no ha venido ya tu comprador?
VÍCTOR (Mira fugazmente la hora en su reloj.) Son las seis menos veinte. En
seguida debe llegar. (Esther pulsa una cuerda en el arpa.) Eso debe valer algo.
ebookelo.com - Página 13
ESTHER Pienso que muchas cosas valen. Pero tendrás que regatear, ¿sabes? No es
cuestión de que aceptes lo que te ofrezcan…
VÍCTOR Un disco de risas. Estaban muy de moda hace cuarenta o más años. Una
especie de juego.
VÍCTOR Muy vagamente. Yo no tenía más que cinco o seis años. Lo tocaban en
reuniones… Era… ¿sabes? a ver quién lograba mantener la cara seria. O tal vez se
sentaban en torno, riendo. No sé.
ESTHER Me parece una gran idea. (La relación entre ambos está muy equilibrada;
él se vuelve hacia ella.)
ESTHER (Dándose vuelta.) Cuarenta y cinco. ¿Qué te parece? Dijo que nadie lo
compraría… por ser demasiado sencillo.
VÍCTOR (Aprovechando la ocasión.) ¡Ah! ¡Qué tontas son las mujeres! Realmente
es hermoso. ¿Lo estás viendo? No me importa con tal de que por el dinero te den
algo, pero lo que te venden la mitad de las veces es una porquería que… (Va hacia
ella.) ¡Oh! Este collar… ¿Es uno de esos que compraste hace poco?
ebookelo.com - Página 14
VÍCTOR De todos modos… (Vuelve el tacón de un zapato.) Debería denunciar
estos tacones a la Unión de Consumidores. Tres semanas lo tengo. Fíjate.
VÍCTOR Lo llevé a ese tintorero que limpia trajes en pocas horas… Verá si puede
tenerlo listo a las seis.
VÍCTOR Sí.
ESTHER ¡Pero vamos tan pocas veces! ¿Por qué todos tienen que saber cuánto
ganas? ¡Yo quiero una velada a gusto! Sentarme en un restaurante donde no haya
algún ex-policía borracho que se acerque a la mesa para hablar de los viejos tiempos.
VÍCTOR Eso pasó dos veces. Después de tantos años, Esther, yo diría que lo
lógico…
ebookelo.com - Página 15
ESTHER (Con la cabeza erguida.) Pero me gustó… sencillamente. La verdad,
Víctor, es que… con un traje de civil se te ve distinguido… ¿Por qué no? (Víctor
levanta el viejo chassis de receptor de radio y lo pone en la mesa de la biblioteca.) Se
me ocurre una idea.
VÍCTOR ¿Cuál?
VÍCTOR Tengo una idea mejor. ¿Por qué no te vas por un par de semanas con tu
médico? Lo digo en serio. Podría cambiar tu forma de ver las cosas.
VÍCTOR Hazlo, si es por eso. Él viste de civil. Hasta podrías llevarte el perro. El
perro, sobre todo. (Ella ríe.) No lo digo en broma. Cada vez que sales a dar uno de
tus paseos bajo la lluvia, contengo la respiración pensando qué traerás cuando
vuelvas.
VÍCTOR ¡Que me gusta! Vas por ahí, te emborrachas, traes a casa animales
extraños… ¡y es que a mí me gustan! (Ella ríe con cariño, así como con un cierto
femenino desafío. Pausa.) El perro no resuelve tu problema. Eres una mujer
inteligente y capaz, y no es posible que te pases los días enteros tirada en la cama.
Aunque fuese un trabajo de medio día… tendrías un sitio adonde ir. (Pausa breve.)
ESTHER No soy capaz de ir al mismo sitio un día tras otro. Nunca pude. Nunca
podré. Lo que pasa es que no me acostumbro a que Ricardo no esté en casa. Eso es.
VÍCTOR (Mirando hacia otro lado.) Se lo dije a la enfermera. Sí. No podía dejar lo
que estaba haciendo.
ebookelo.com - Página 16
ESTHER ¡Qué hijo de puta! Da asco.
VÍCTOR Bueno, ¿qué le vas a hacer? Nunca tuvo esa clase de sentimientos.
VÍCTOR Sólo conmigo mismo. ¡Llamándolo toda la semana una vez y otra vez
como un idiota…! ¡Que se vaya a la mierda! Lo resolveré yo solo y le mandaré la
mitad.
VÍCTOR Por eso tiene Cadillacs. Los que aman el dinero no lo regalan.
ESTHER No entiendo por qué insistes en querer que parezca limosna. Existe eso
que se llama una deuda moral.
ESTHER Bueno, por de pronto, podría servir para que decidieses jubilarte. (Pausa
breve.)
ebookelo.com - Página 17
VÍCTOR (Un tanto reservado, de mala gana.) No es dinero lo que me contiene.
VÍCTOR Eso es justamente lo único que pienso. Para pensarlo no me hace falta
retirarme.
VÍCTOR ¿Tan fácil te parece? Voy a cumplir cincuenta años. No es como para
empezar la vida de nuevo. No comprendo esa urgencia repentina.
VÍCTOR ¿Quieres que te diga la verdad? Pienso si todo esto no fue un poco irreal.
Yo tendría cincuenta y tres años, cincuenta y cuatro para el momento en que pudiese
iniciar algo.
VÍCTOR Lo sé, pero es distinto cuando uno se encuentra… del lado de allá. Dudo
que ahora tenga sentido.
ESTHER Te quedarían veinte años todavía, y eso es mucho tiempo. En ese plazo
podrías hacer muchas cosas interesantes. (Pausa breve.) ¡Eres tan joven, Víctor!
VÍCTOR ¿Yo?
ESTHER ¡Claro! Yo no soy joven; pero tú, sí. ¡Dios mío! Todas las chicas abren
tamaños ojos al mirarte. ¿Qué más pretendes?
ebookelo.com - Página 18
ESTHER Me gustaría que escribieses una carta a Walter.
VÍCTOR (Como si esto fuese una historia repetida.) ¿Para qué metes a Walter de
nuevo en esto? Cada vez que hablamos de algo, lo mezclas en seguida.
VÍCTOR Esther, hace dieciséis años que ese hombre no me llama para nada.
VÍCTOR (Cual si la idea fuese nueva e increíble.) ¿Por qué había de llamarlo?
ESTHER No digo que debas aprobar su conducta; es un cretino egoísta, pero podría
encaminarte en la vida o hacer algo. No veo que esto te humille.
ESTHER Todo lo hice mal. Te lo juro… pienso que, poniéndome más exigente, te
hubiese ayudado más.
ebookelo.com - Página 19
ESTHER No lo creo. Sólo que la seguridad significaba tanto para ti, que traté de
encajar en ese marco; pero me equivoqué. ¡Dios Santo! Apenas un poco antes de
venir aquí, miré en torno, recorrí con la vista el departamento para ver si algo de esto
nos vendría bien. ¡Nuestra casa es tan fea! Vieja, raída, de mal gusto. ¡Y yo tengo
buen gusto! Sé que lo tengo. Es que para nosotros todo era transitorio. Se diría que
nunca fuimos nada, que siempre estuvimos por ser algo. Recuerdo los días de la
guerra, cuando cualquier imbécil ganaba una fortuna… Entonces debiste dejar tu
empleo. Y yo lo sabía. ¡Lo sabía!
ESTHER ¡Dios Todopoderoso! ¡Cuánta razón tenía mi madre! Nunca soy capaz de
creer lo que veo. Sabía que si no lo dejabas durante la guerra, nunca lo dejarías
después… Vi lo que pasaba, y no dije nada… ¿Sabes cuál es la maldita causa de
todo?
VÍCTOR Felicitaciones.
VÍCTOR La verdad es que hasta empecé a llenar los formularios un par de veces.
ebookelo.com - Página 20
ESTHER ¿Qué?
VÍCTOR Bueno, como antes, cuando entré aquí. (Mira en torno.) Todo esto… me
pareció una especie de locura. Apilar todas estas cosas como si fuesen de oro…
Estuve a punto de subir las tachuelas para las alfombras… Quiero decir que uno mira
hacia atrás y muchas de aquellas cosas que parecían tan importantes, de pronto se
vuelven … ridículas. (Mira el sillón, no puede seguir.)
VÍCTOR Ya sé, pero en una u otra forma, todo eso no es más que palabras. ¿Qué
era él? Un comerciante arruinado como miles de otros, y yo me comporté como si
algo así como una montaña se hubiese desmoronado. No sé… A veces me pregunto si
tal vez no firmo porque todo lo lamento más de lo que yo mismo comprendo y no
puedo afrontar la verdad. ¿Aunque qué más da lo que uno hace, si no hace lo que
quisiera hacer? Es un lujo, la mayoría de las personas casi nunca llegan cerca… (Pero
pierde esa seguridad reconquistada.) No sé. Te aseguro que hay algunos días en que
es igual que un cuento que alguien me hubiese contado. ¿Sientes eso mismo en
ocasiones?
ESTHER Es la verdad… La primera vez que subí esa escalera tenía diecinueve
años. Y cuando abriste la caja en que estaba tu primer uniforme… ¿lo recuerdas?…
¿Cuándo lo viste por primera vez? ¿Cómo nos reímos? Si algo te ocurría, ibas a
llamar a un policía. (Ambos ríen.) Fue como una mascarada. Y teníamos razón.
Entonces fue cuando tuvimos razón.
VÍCTOR (Dolorido por el dolor de ella.) ¿Sabes una cosa, Esther? Una vez de
cuando en cuando, al tratar de ser infantil y…
ebookelo.com - Página 21
VÍCTOR Está bien. Yo lo reconozco… estoy clavado. Miro mi vida y todo es
incomprensible para mí. Ya no sé por qué hice algo. Siento lo mismo que si estuviese
metido de cabeza en un barril, y si eso es lo que te carcome, duplícalo en mi caso. No
reviento de orgullo estos días. Ten paciencia simplemente. Dije que haré algo. Lo
haré.
VÍCTOR (Sin perdonarse a sí mismo.) Está bien. Toma el tiempo que haga falta.
(Va a la radio.)
VÍCTOR Una de las viejas radios que yo hacía. ¡Mamma mia! Mira esas válvulas.
VÍCTOR Explotó uno de mis acumuladores y atravesó el techo por algún lugar.
(Señala.) Allí. ¿Ves que el yeso no es el mismo?
ebookelo.com - Página 22
ESTHER (Luchando por mantener una chispa entre ellos.) ¿Con esa captabas
Tokio?
ESTHER Eres un encanto. Sí, Víctor. (Se pone en marcha hacia él; pero Víctor la
frena y la paraliza mirando la hora en su reloj.)
VÍCTOR Tendré que llamar a otro. Vamos, salgamos de aquí. (Con un hueco y
exhausto intento de gozo.) Retiraremos mi traje y nos haremos los ricos.
VÍCTOR Está bien… Espera, déjame guardar estas cosas antes que alguien se las
lleve. (Toma el florete y la careta.)
VÍCTOR (Su tristeza y su aislamiento se afirman en él.) ¡Oh, no! Para esto, uno
tiene que estar en forma. Todo depende de las caderas…
(Se coloca en posición, los pies en ángulo recto, y se agacha con dificultad;
alarga el brazo derecho, en que sostiene el florete y el izquierdo hacia arriba.)
VÍCTOR No, hay que trabajar mucho. Es el deporte más difícil que existe.
(Readopta su posición.) Muy bien. Quédate ahí.
ebookelo.com - Página 23
ESTHER ¿Yo?
VÍCTOR ¿Qué?
Lleva sombrero blanco, de fieltro, con el ala vuelta hacia abajo en el lado
derecho, como el de Jimmy Walker, aunque mucho más sucio y lleno de polvo; y un
sobretodo deformado. Su raída corbata ostenta un grueso nudo, torcido bajo un
cuello de puntas vueltas hacia arriba. Tiene chaleco arrugado y pantalones que le
hacen bolsa. En el dedo índice de la mano izquierda se le ve un gran anillo de
brillantes. Embutido bajo el brazo, un portapapeles exprimido, de cuero. Hoy no se
ha afeitado.
VÍCTOR ¿Quiere que le traiga un vaso de agua? (Por señas, Salomón denota su
imperiosa negativa, mientras se esfuerza por ahogar la tos.)
ESTHER ¿Por qué no se sienta? (Salomón le da las gracias por señas; se sienta en
el sillón de centro y al mismo tiempo la tos va cediendo) ¿Seguro que no quiere agua?
ebookelo.com - Página 24
SALOMÓN (Con dejo ruso-judaico) Agua no necesito; un poco de sangre me
vendría bien. Gracias. (Aspira una honda bocanada de aire, mientras clava su
atención en Víctor, quien deja el florete) ¡Oh, muchacho! ¡Eso sí que es escalera!
VÍCTOR Franz.
SALOMÓN ¡No lo hubiera imaginado! (Su gesto incluye a Esther) ¿Se da cuenta?
Sólo una cosa tiene de bello este inmundo negocio mío, que uno trata toda clase de
gente. Pero nunca traté con un policía. (Extiende la mano) Es un placer conocerlo.
ESTHER Encantada.
SALOMÓN Un gusto excelente. Felicitaciones. Que lo disfrute con salud. (Le suelta
la mano.)
ESTHER Voy a la tintorería, querido. Volveré pronto. (Da un paso hacia la puerta.
A Salomón) ¿Va a estar aquí mucho rato?
ebookelo.com - Página 25
SALOMÓN (Mirando en torno suyo a los muebles como si se tratase de un
antagonista) Tratándose de muebles, nunca se sabe. Puede ser mucho, puede ser
poco, puede ser término medio.
SALOMÓN ¡Ah, ja! (Con las manos la echa) Usted vaya a ver al tintorero.
Nosotros nos ocuparemos de todo cien por ciento.
ESTHER Porque aquí hay cosas muy hermosas. Yo lo sé; él, no.
ESTHER (Mueve un dedito hacia la cara de él) Confió que usted termine
gustándome, señor Salomón.
SALOMÓN Bueno, si una mujer cree a todo el mundo, ¿quién puede confiar en
ella? (Víctor ríe denotando haber comprendido) Yo tenía una esposa… (Se
interrumpe y mueve una mano) Bueno, ¿qué importancia tiene ahora? Dígame, si no
es indiscreción… ¿de dónde sacó mi nombre?
ebookelo.com - Página 26
SALOMÓN Oh, sí. Estoy registrado, estoy licenciado, hasta estoy vacunado. (Víctor
ríe) No se ría. Lo único que se puede hacer sin que el gobierno lo autorice es subir en
un ascensor y tirarse por una ventana. Pero a usted, que es policía, no hace falta que
yo le diga esas cosas. Usted conoce este mundo. (Ansia contacto) ¿Tengo razón?
SALOMÓN (Una mano en un muslo, la otra en el brazo del sillón, en una postura
de elegancia natural, observando los muebles) ¡Bueno…! (Mira en torno otra vez, y
con una sonrisa insegura) Hay muchos muebles. ¿Todo está en venta?
SALOMÓN ¡Muy bien! ¡Muy bien! Me gusta conocer el terreno que piso.
(Esforzándose débilmente por lograr una sonrisa cautivante) Francamente, en este
barrio nunca esperé encontrar semejante cargamento. Es una gran sorpresa.
(Se levanta del sillón y va a uno de los chiffonniers con que evidentemente está
impresionado. Levanta la vista hacia las arañas. Luego, mira directamente a Víctor.)
SALOMÓN ¡No diga! Parece que esto hace mucho que está aquí. ¿No?
VÍCTOR Bueno, mi padre subió todo aquí después de la crisis del 29. La casa pasó
a poder de mis tíos y a él le dejaron usar este piso.
SALOMÓN (Recorriendo con la mano el armazón del arpa) No, no. Se la voy a dar
en seguida. No perderé ni un minuto; estoy muy ocupado. (Pulsa una cuerda y
ebookelo.com - Página 27
escucha. Luego se agacha y pasa una mano por la caja de resonancia) ¿Murió su
padre?
SALOMÓN (Enderezándose) ¿Y esta arpa está acá parada hace dieciséis años?
VÍCTOR Bueno, nunca llegábamos a una decisión; pero ahora van a demoler el
edificio y… Todas estas cosas eran buenas, ¿sabe? Valían bastante dinero.
SALOMÓN Muy buenas, sí… Ya lo veo. (Se aparta del arpa, no sin antes dirigirle
una mirada estimativa) Yo también era muy bueno; ahora ya no soy tan bueno. El
tiempo, ¿sabe?, es terrible. (Está a una distancia del arpa y la señala) Esa caja de
resonancia está rajada, pero no se preocupe por eso. Sigue siendo un lindo objeto. (Va
al aparador grande y de mucho adorno y acaricia el barniz) Es curioso. Un aparador
como éste no se lo tomaban ni regalado. Ahora lo quieren otra vez. ¡Vaya uno a
entenderlos! (Va a una de las cómodas.)
VÍCTOR Sí, lo sé. Hay más cosas en el dormitorio, si las quiere ver.
SALOMÓN ¡Oh! (Va hacia el dormitorio) ¿Qué tiene acá? (Mira dentro y de arriba
abajo) Me gusta la cama. Es una linda cama tallada. Esa la puedo vender. ¿Es la cama
de sus padres?
SALOMÓN Muy bueno, muy lindo. Me gusta. Parece una simpática familia. Esas
son lindas sillas también. Me gustan las sillas. (Se pone en marcha de regreso hacia
el sillón del centro, recorriendo los muebles con la vista.)
VÍCTOR A todo esto, esa mesa de comedor se agranda. Es posible que puedan
sentarse doce.
SALOMÓN (Mira la mesa) Sí, conozco. Y en caso de apuro hasta catorce. (Toma el
florete) ¿Esto qué es? Cuando entré, me pareció que quería matar a su mujer.
ebookelo.com - Página 28
VÍCTOR (Ríe) No, acababa de encontrarlo… Hace años, yo practicaba esgrima.
SALOMÓN Ha dicho muy bien, sí. Yo reúno los pedazos. Supongo que es parecido
en su caso. Pienso que debe tener tantas cosas que contar…
VÍCTOR A veces.
VÍCTOR No, estoy allá en Rockway casi siempre, por los aeropuertos.
VÍCTOR (Sonriendo) ¡Eso! (Se refiere a los muebles) ¿Y… qué es lo que dice?
SALOMÓN ¿Qué es lo que digo? (Saca dos cigarros mientras mira en torno
furtivamente) ¿Quiere un cigarro?
ebookelo.com - Página 29
SALOMÓN No podría ser mejor. Dígame entonces, ¿tiene alguna clase de papel?
¿Que demuestre la propiedad?
SALOMÓN ¡Ah, ja! ¿Y está en buena armonía con él? No es que quiera meterme,
¿sabe? pero usted no necesita que yo le diga lo que pasa. En el común de las familias,
se aman locamente, pero apenas mueren los padres, de repente están todos a ver con
qué se quedan y ya son como perros y gatos…
VÍCTOR Está bien, conseguiré una especie de certificado de él; no se preocupe por
eso.
SALOMÓN Eso es definitivo. Porque aun en gente de la clase alta, usted no creería
la forma en que se matan entre ellos… abogados, profesores de universidad, grandes
artistas de la tele… Pagan quinientos dólares a un abogado para luchar por una
biblioteca que no vale cincuenta centavos… Pero es que… ¿comprende? todos
quieren ser primeros…
VÍCTOR Dije que conseguiría un escrito. (Señala el cuarto) Bueno, ¿qué es lo que
me cuenta?
SALOMÓN Muy bien, yo voy a decir qué esto que cuento. (Mira la mesa de
comedor, la señala) Por ejemplo, tomemos la mesa de comedor. Es lo que llaman
estilo jacobino español. Costó quizás mil doscientos, mil trescientos dólares. Yo diría
en 1921… 1922… ¿Tengo razón?
SALOMÓN (Se aclara la garganta con un carraspeo) Veo que usted es un hombre
inteligente, de modo que antes de decir una sola palabra más, pido que recuerde…
con muebles de segunda mano, no se puede poner sentimental.
ebookelo.com - Página 30
SALOMÓN Quiero decir que usted es policía y yo soy comprador de muebles. Los
dos conocemos el mundo… Cualquier cosa que sea español jacobino, usted vende
más pronto un contagio de tuberculosis.
VÍCTOR Usted quiere llevarse sólo algunas cosas. ¿Es eso lo que pasa?
VÍCTOR No, no. Usted no va a llevarse la carne rica y dejarme a mí los huesos.
Todo o nada, o dejémoslo estar. Le dije por teléfono que eran los muebles de una casa
entera.
SALOMÓN ¿Por qué tiene tanto apuro? Hablemos un poco, veremos qué sucede.
En un día no edificaron Roma.
Mire, lo que yo pensaba. Le daría un precio tan maravilloso por estas pocas cosas,
que usted…
SALOMÓN No podría ser mejor. Los dos nos entendemos, de modo… (con modito
cautivante) que no hay razón para ponernos emotivos.
ebookelo.com - Página 31
VÍCTOR Tal vez yo me quede tres o cuatro.
SALOMÓN (Leyendo una etiqueta) ¡Oh! ¡Lo que hay acá! ¡Gallagher y Shean!
SALOMÓN ¿Y que… Jacob? ¿No fue luchador acaso? ¿No luchó con el Ángel?
(Víctor se echa a reír) Los judíos fueron acróbatas desde el comienzo del mundo. Yo
era un potro por aquel entonces; bebida, mujeres, cualquier cosa… Siempre en
marcha, en marcha. Nada me paraba jamás. Sólo la vida. Sí, muchacho. (Casi
amorosamente deja el disco) ¡Quién me iba a decir! ¡Gallagher y Shean!
SALOMÓN (Se vuelve hacia él) Dígame… cuál es el delito ahora. Está aclarado,
¿no?
VÍCTOR Sí, aclarado. Aclarado. Mire, señor Salomón, permítame dejar una cosa
establecida claramente… Yo no soy sociable.
ebookelo.com - Página 32
SALOMÓN Deje tranquila la Marina británica. ¿Qué fecha de nacimiento dice?
VÍCTOR Mil ochocient… (Atónito, levanta la vista para mirar a Salomón) ¿Usted
tiene casi noventa años?
SALOMÓN Sí, muchacho. Salí de Rusia hace sesenta y cinco años. Tenía
veinticuatro entonces. Y he fumado toda mi vida. He bebido, he amado a todas las
mujeres que me lo permitieron. Así que… ¿qué razón tendría para robarlo a usted?
VÍCTOR (Con una risa forzada) Nunca lo había visto. ¿Por qué me pide ahora que
le tenga confianza?
SALOMÓN (Con un gesto de disgusto) ¿Cómo hago para comenzar a hablar con
usted? Perdone; aquí usted no puede ser policía; si quiere hacer negocio un poquito
tiene que creer… no lo hará. Yo… Yo… Mire, no me haga caso. (Se levanta y va a su
portafolios.)
SALOMÓN Así no puedo trabajar. Soy muy viejo. Cada vez que abro la boca usted
casi me llama ladrón.
VÍCTOR (Enojándose) ¿Para qué ha venido aquí? ¿Para hacerme un favor? ¿De
qué está hablando?
ebookelo.com - Página 33
SALOMÓN Míster, yo lo compadezco. ¿Qué le pasa a la gente? Usted es peor que
mi hija… Nada en el mundo cree… nada respeta… ¿Cómo puede vivir? ¿Cree que
eso es ser inteligente? ¿Tan difícil es lo que usted hace? Permítame darle un pequeño
consejo… No es que usted no puede creer nada… Creer no es tan difícil. Es que sabe
que tiene que creer. Eso es lo que cuesta. Y si no lo puede hacer, amigo… ¡es un
hombre muerto! (Se pone en marcha hacia la puerta.)
SALOMÓN No, no. Usted tiene un cierto problema con estos muebles; pero no
quiere escuchar. ¿Cómo pretende que hable?
VÍCTOR Lo estoy escuchando. Por amor de Dios, ¿qué quiere que haga? ¿Que me
ponga de rodillas?
SALOMÓN (Con desesperación creciente) ¡Lo único que quiero demostrarle es que
mis posibilidades son menores!
ebookelo.com - Página 34
segunda mano es únicamente un punto de vista, y si usted no entiende el punto de
vista, es imposible que entienda el precio.
VÍCTOR Bueno, ¿y cuál es su punto de vista? ¿Que todo esto no vale nada?
SALOMÓN Eso es lo que usted dice. Yo no lo he dicho. Las sillas valen algo, los
chiffonniers, la cama, el arpa…
VÍCTOR (Se vuelve y aparta) Bueno, dejémoslo estar. No le voy a dar las mejores
cosas…
VÍCTOR (Se vuelve hacia él) ¡Pero Cielos Santos! ¿Va a hacer una oferta o no?
SALOMÓN (Se aleja, con una mano puesta en la sien) ¡Oh, muchacho, muchacho!
A esta altura, usted debe haber detenido a un millón de personas.
VÍCTOR Porque usted habla de todo menos del dinero y yo no entiendo qué
cuernos se propone.
VÍCTOR ¡Estupendo! Pero usted no puede asegurar que la culpa sea mía. Cada vez
que abre la boca parecería que el precio bajase.
VÍCTOR (Ríe) ¡Eso es mejor aún! ¿Y cuál es el precio? (Salomón mira en torno,
con el humor por el suelo; en el rostro se le ve el abatimiento) ¿Qué pasa? … ¿Algo
lo molesta?
SALOMÓN Lo siento, hice mal en venir… Me pareció que serían unos pocos
muebles, pero… (Abatido, se aprieta los ojos con los dedos) Para mí es demasiado.
ebookelo.com - Página 35
SALOMÓN (Protestando) ¡Usted me llamó, yo vine! ¿Qué iba a hacer? ¿Acostarme
a esperar la muerte? (Lucha de nuevo por salvar la situación) Mire, yo deseo mucho
hacerle una oferta. Lo único que pasa es que… (Desfallece, como si temiese decir
algo.)
VÍCTOR (No de mal humor, sino aferrándose a sus sentidos) Vamos, ¿quiere?
Tenga un poco de compasión.
ebookelo.com - Página 36
¡Escuche! (Golpea la mesa. Víctor ríe) El hombre que se sienta frente a una mesa
como ésta sabe que no sólo está casado, sino que tiene que seguir casado… No hay
más posibilidades. (Víctor ríe) Usted ríe. Pero yo le explico los hechos de la
situación. ¿Cuál es hoy en día la palabra clave? Reemplazable. Cuanto más puede
tirarse algo, más hermoso es. El auto, los muebles, los hijos. Todo tiene que ser
reemplazable. Porque, ¿sabe una cosa? Hoy en día lo principal es… salir de compras.
Hace años una persona, si se sentía desdichada, no sabía qué hacer consigo mismo…
iba a la iglesia, iniciaba una revolución … ¡algo! ¿Hoy se siente desdichado? ¿No ve
solución ninguna? ¿Cuál es la salvación? Salir de compras.
SALOMÓN Le estoy diciendo la verdad. Si cerrasen las tiendas por seis meses en
este país, de una costa a la otra se produciría una enorme mortandad. Con esta clase
de muebles no hay compras, cesa la actividad, no quedan posibilidades… ¿Entiende?
Así que ya ve qué problema.
VÍCTOR (Riendo) Salomón, usted es uno de los hombres más grandes del mundo.
Pero yo estoy muy por delante suyo y sé que nada sacará.
VÍCTOR Entiendo perfectamente bien. Sé contra qué lucha usted. No soy tan
joven.
SALOMÓN ¡Dios mío! ¡Si yo tuviese cincuenta años! Me casé a los setenta y cinco.
VÍCTOR Siga.
SALOMÓN ¿Qué le parece? Ella sigue viviendo allá por la Octava Avenida. ¿Se da
cuenta? Por eso me gusta tener el dinero sin invertir, porque si pienso que ella pueda
apoderarse de todo esto, entonces no lo quiero… Los pájaros la encantan. Vive tal
ebookelo.com - Página 37
vez con un centenar de pájaros. Si le da un plato de sopa, tiene plumas dentro… Yo
no he trabajado mi vida entera para los pájaros.
SALOMÓN (En alto una mano, para retenerlo; desesperadamente) ¡Se lo voy a
comprar! (Se ha asustado él mismo y mira en torno las altas pilas de muebles)
Quiero decir que… (Camina, mirando todo) necesito vivir, sencillamente. Me
decidiré. Voy a comprarlo.
SALOMÓN (Parte la cáscara del huevo con el nudillo de un dedo) ¿Quiere que me
muera de hambre? No, si voy a terminar muy pronto aquí.
Voy a hacer las cosas como una computadora. (Rápidamente empieza a calcular
precios en su bloc.)
VÍCTOR Está bien, no se apure demasiado. Con tal de que lo haga en serio…
ebookelo.com - Página 38
SALOMÓN Gracias. (Toca el chinero enorme) ¡Ay! ¡Ay! Bueno, está bien. (Anota
una cifra. Va al mueble siguiente, anota otra cifra, y sigue haciendo lo mismo con
otro mueble.)
VÍCTOR (Al cabo de un momento) ¿De veras se casó a los setenta y cinco años?
SALOMÓN ¿Sabe una cosa? Pasa lo mismo que con los muebles de segunda mano.
Todo depende del punto de vista. Es un mundo mental. (Anota otra cifra,
correspondiente a otro mueble) Me casé a los setenta y cinco, a los cincuenta y uno y
a los veintidós.
SALOMÓN (Sin dejar de trabajar) ¡Ojalá así fuese! (Trabaja, anotando lo que
calcula por cada mueble; abre cajones, toca todo.)
SALOMÓN (Sonriendo ante estas palabras que le dan aliento, se vuelve hacia
Víctor) ¡Sabe que esto es muy curioso! Hace tanto tiempo que no tomo un lote
enorme como éste, que uno se olvida de la clase de ánimo que infunde. Sacar el lápiz
de nuevo… es como aplicarse una inyección. Porque… si quiere que le diga la
verdad, mi teléfono podría usarlo como cuchara para la mezcla. Nada se
interrumpiría. Pero cuando usted me llamó, bueno, no quise hacerle perder el tiempo.
Pero… quiero darle las gracias; muchísimas gracias. (Señala a Víctor) Voy a hacer
todo lo que pueda por usted. Se lo digo en serio. ¿Puedo abrir eso?
SALOMÓN (Va al aparador grande) Algunos de éstos tenían espejo… (Lo abre y
cae una alfombra de piel, que está enrollada. Tiene unos 0,90 × 1,50 m.) ¿Qué es
esto?
ebookelo.com - Página 39
VÍCTOR ¡Vaya uno a saber! Parece una alfombra.
SALOMÓN (Sosteniéndola en alto) No, no… es una manta para las piernas. Como
se usaban en el auto.
VÍCTOR Sí, tiene razón. Cuando salían en auto. ¡Dios mío! Hace que no veo eso…
(Se cruzan las miradas. Salomón mira a Víctor como si éste estuviese entrando en
foco. Víctor aparta la vista. Ahora Salomón vuelve al aparador grande.)
SALOMÓN ¡Mire esto! (Toma un sombrero de muelles del estante interior) ¡Dios
mío! (Se lo pone, se mira en el espejo interior) ¡Qué mundo! (Se vuelve hacia Víctor)
Debió ser un hombre muy elegante.
ebookelo.com - Página 40
VÍCTOR Bueno, mi madre murió más o menos al mismo tiempo… Es de suponer
que eso lo perjudicó también. Pero… Hay hombres que no suben después de caer.
Nada más.
VÍCTOR En el orden social, en todo. A mi juicio, pensaba que la culpa era suya…
Usted… usted … usted entra aquí hablando de cualquier cosa, y todo es broma para
usted… Tiene ciento cincuenta años, dice unos chistes, la gente se enamora de usted
y sale de sus casas con los muebles.
VÍCTOR Bueno, ¿qué dice? No hace falta que mire más, ya conoce lo que tengo
aquí.
(Es evidente que Salomón ha agotado sus recursos dilatorios. Mira en torno
despacio y parecería que los muebles se elevasen por encima de él como una
amenaza o una promesa. Levanta la vista y la pasea por los bordes del cielo raso,
tomándose una mano con la otra.)
SALOMÓN (En actitud de intimidad) Me gustaría decirle una cosa. Estos últimos
meses, no sé qué me pasa… Se me aparece ella. Yo tenía una hija, ¿sabe? Debería
estar descansando en paz. Se quitó la vida. Se suicidó.
ebookelo.com - Página 41
SALOMÓN Fue en… 1915. A fines. Pero muy hermosa, una cara divina, ojos
grandes… Pura como la mañana. Y últimamente, no sé qué es… pero la veo con la
misma claridad con que lo veo a usted. Y casi todas las noches, cuando me acuesto,
allí está sentada. No puedo evitarlo… y yo me pregunto: ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? A lo
mejor, algo que le dije… A lo mejor, algo que hice… Nada más. (Mira los muebles)
No se trata de que yo tenga que morirme. De eso nadie tiene miedo. Pero si quiere
que le diga la verdad… hace un minuto mencioné que tuve tres esposas… (Pausa
breve. Su miedo aumenta) Ahora, en este preciso instante, recuerdo que tuve cuatro.
¿No es terrible? La primera vez yo tenía diecinueve años, en Lituania. ¿Comprende?
Es lo que quiero decir… No hay manera de saber qué cosa es importante. Aquí estoy,
sentado con usted y… y… (Mira furtivamente los muebles) ¿Para qué? Tampoco se
trata de que no los quiera; los quiero, sí.
VÍCTOR Entiendo de qué está hablando. Pero no es un sueño… es que usted tiene
que tomar determinaciones y nunca logra saber de qué se trata hasta que ya es tarde.
También yo fui muy buen estudiante de ciencias y me encantaba, pero tuve que
dejarlo para poder alimentar a mi padre. Pensé entrar en la Policía transitoriamente,
sólo para salvar los días de la gran crisis y luego volver a la universidad. Pero vino la
guerra, y entonces tuvimos el hijo y uno se da vuelta y ve que ya tiene quince años
ganados para la jubilación y cuesta trabajo abandonarlo. Lo cual yo no lamento.
Criamos un hijo maravilloso en un sentido: nadie jamás le podrá tomar el pelo. Pero
es como lo que usted decía… No hay manera de saber qué es lo importante. Siempre
estuvimos de acuerdo… nos manteníamos alejados de la lucha desenfrenada en pos
del dinero y vivíamos nuestra propia vida. Eso era importante. Pero al final ella
quiere y quiere. Y no es que la acuse de nada; es que sólo el dinero se respeta.
ebookelo.com - Página 42
expresión en el rostro de mi padre era la misma que si entrase Dios. El respeto,
¿entiende? ¿Y por qué no? ¿Por qué no?
VÍCTOR Usted lo ha dicho. El que tiene eso, lo tiene todo. ¡Hasta es adorable!
(Ríe) Bueno, ¿qué me dice? Deme el precio.
SALOMÓN (Sin aliento) Por todo… (Pausa breve. Víctor mira las cosas en torno
suyo) Me hace falta y por eso le doy un buen precio. Créame, nunca conseguirá más.
Lo quiero. Lo he decidido.
SALOMÓN Está bien. Siendo así, haré un recibo para usted y pondré seiscientos
dólares.
VÍCTOR No, no… (Se levanta y camina al azar, mirando los muebles.)
SALOMÓN ¿Por qué no? Él le sacó a usted, usted le saca a él. Si quiere, pongo
cuatrocientos.
SALOMÓN (Sonríe) Está bien. Con la ayuda de Dios, si estoy vivo mañana,
atenderé el teléfono. Si no estuviera… (Pausa breve) Bueno, no estaría.
VÍCTOR (Fastidiado, pero queriendo creer) No empiece otra vez con eso, ¿quiere?
ebookelo.com - Página 43
VÍCTOR (Interrumpiéndolo, enojado por su propia indecisión) ¡Ah! ¡Que se vaya
todo al diablo! (Extiende una mano) Démelo.
VÍCTOR (Asintiendo irónicamente) Muy bien, muy bien. Ahora todos estaremos
contentos. Démelo. (Salomón menea de lado a lado la cabeza y en la mano cuenta
billetes; Víctor vuelve la cabeza y mira los muebles apilados contra las paredes.)
SALOMÓN Así que tiene cuatro y ahora le doy… cinco, seis, siete… Quiero decir
que en la Biblia ya se menciona… La carrera de las ratas… Llegar, salir adelante, a
cualquier precio. En cuanto Eva puso la mano en la manzana, la carrera ya empezó.
SALOMÓN Sí, si la lee, verá… hay una carrera de ratas y no puede estar ausente.
De modo que tiene siete y ahora con esto son…
ebookelo.com - Página 44
WALTER (Entra en la habitación, acercándose a Víctor con la mano extendida, y
con una reserva de entusiasmo y cariño, pero con sonrisa dura.) ¿Cómo estás,
muchacho? (Salomón se ha apartado de la línea de visión de ellos.)
WALTER (Con voz muerta, privada de comentario.) ¡Ah! Muy bien. (Se vuelve
con algo de deliberación, pero sin exagerar el movimiento, en dirección a Salomón.)
¿Por todo?
SALOMÓN (Con una voz revitalizada que se atreve a cualquier cosa, se acerca a
Walter, alargada la diestra.) Para mí es un gran placer conocerlo, doctor. Me llamo
Gregorio Salomón.
WALTER (Su rostro lo denota más bien divertido, pero su reserva encierra
posibilidades de acusación.) Encantado, señor.
(Da la mano a Salomón. Al mismo tiempo, Víctor levanta una mano para alisarse
el cabello y a su rostro asoma una expresión de algo que es casi alarma por sí
mismo.)
FIN ACTO I
ebookelo.com - Página 45
ACTO SEGUNDO
Walter ¡Qué maravilla! ¿No te parece mal que haya venido, verdad?
ebookelo.com - Página 46
VÍCTOR ¡Estupendo! ¿Y los chicos? ¿Están en la Universidad?
WALTER (Levanta la vista hacia el cielo raso, el sitio que Víctor señaló antes.
Ambos ríen.) ¡Hum! (Luego mira fugazmente a Víctor con franca emoción.) ¡Ha
pasado tanto tiempo!
WALTER (Sorprendido, como si fuese una especie de intromisión.) ¡Oh! (Se vuelve
de nuevo hacia los muebles, y divertido y cariñoso.) ¡Bueno! Hay cachivaches, ¿no es
cierto?
VÍCTOR (Ahogando una protesta mayor.) Yo no diría eso. Algunas cosas no son
malas.
SALOMÓN Una o dos muy lindas hay acá, doctor, hemos hecho un buen trato.
VÍCTOR (El rechazo es implícito.) Nunca creí que vinieses. Me parece que lo
mejor será empezar de nuevo.
SALOMÓN Perdóneme, doctor. Sería mejor que usted tomase ahora lo que desee y
así no discutimos luego. ¿Qué quiere usted?
ebookelo.com - Página 47
VÍCTOR Comprendo. (Defendiéndose ante el visible gesto de Walter, con un
movimiento excesivamente rápido hacia los remos.) Encontré tu remo. Si lo quieres.
WALTER ¿Remo? (Al tiempo en que Víctor saca uno de detrás de un mueble.)
¡Ah! (Recibe el remo, mira hacia arriba, verificando lo largo que es y ríe,
sopesándolo.) ¡Yo debí estar loco!
SALOMÓN No. Yo iba a decir… Tratándose de una cosa personal como ésa, no me
opongo.
WALTER (Con forzada y excesiva simpatía, mirando en torno.) Está bien. ¿Tú con
qué te quedas?
VÍCTOR Con nada, en realidad. Es posible que Esther quiera una lámpara o algo
así.
SALOMÓN ¿Ha visto? No, él no está interesado; es una persona moderna. ¿Qué
piensa hacer usted?
WALTER (Con una mirada firme, de hierro.) ¿Por qué no da un poco de sosiego a
los nervios? Estamos hablando nada más. Hace mucho tiempo que no nos vemos.
ebookelo.com - Página 48
SALOMÓN Muy bien, muy bien. Perdóneme. (Se sienta y se tira de la barbilla a
causa de los nervios.)
WALTER (Toca el arpa con una mano.) Es una pena. Fue el regalo de bodas del
abuelo, ¿sabías?
SALOMÓN No calculé artículo por artículo. Un solo precio por todo. A lo mejor
trescientos dólares… La caja de resonancia está rajada, ¿sabe?
SALOMÓN ¡Por favor, Víctor! Confío que no me la quite. (A Walter.) Mire, doctor,
yo no quiero engañarlo a usted… Esa arpa es el alma y el corazón de este negocio.
Me hago cargo de que perteneció a su mamá, pero… como traté de decir… (A Víctor)
a usted antes… (A Walter) con muebles de segunda mano no se debe mezclar el
sentimiento.
VÍCTOR (Sorprendido por la misma emoción.) ¿Y qué quieres hacer con eso?
WALTER (Sacando otro vestido de la percha.) Mira éste. ¿No es notable? Pensé
que Juanita podría hacer algo nuevo con este género. Me gustaría que llevase una tela
ebookelo.com - Página 49
que haya sido de mamá.
VÍCTOR (Una idea nueva, sorprendido.) ¡Oh, sí! Muy bien, es una excelente idea.
VÍCTOR Lo vendimos cuando yo todavía estudiaba. Nos dio para vivir mucho
tiempo.
VÍCTOR ¿Sí?
VÍCTOR (Refiriéndose a Salomón.) Tal vez sea mejor que arreglemos esto ahora.
WALTER Sí. Continúa… (Walter se aparta, mirando los muebles, y Salomón hace
que Víctor mire el dinero que tiene en la mano.)
VÍCTOR (La nueva interrupción parece extraña; observando más que hablando.)
Tú también. Estás perfectamente.
ebookelo.com - Página 50
WALTER Hago mucho patinaje sobre hielo y practico equitación casi todas las
mañanas… ¿Sabes una cosa? Este año estuve por llamarte una docena de veces… (Se
interrumpe. Ahora se refiere a Salomón.) Termina, y hablaremos luego.
SALOMÓN De modo que yo ahora voy a dar a usted… (Balancea un billete por
encima de la mano de Víctor.)
WALTER (Con un arrebato nervioso de risa.) Sí. (Entra en ese momento Esther,
trayendo un traje en una funda de plástico.)
ESTHER (Con una risa densa, en conflicto consigo misma.) Vamos, vamos, no
bromees. (Cuelga el traje en la manilla de una cómoda.)
WALTER (A Víctor.) ¡Pero qué cosa sorprendente! Esther parece que tuviese
veinticinco años.
SALOMÓN Es el traje, ¿sabe? ¿Qué le dije yo? Que el traje era hermoso, ¿no es
cierto? (Víctor ríe un poco mientras ella mira a Salomón; el elogio le ha creado
ebookelo.com - Página 51
conflicto.)
WALTER ¿Verdad que sí? Pesa arrobas. (Ríe con cierta vergonzosa sensación de
triunfo.)
WALTER Venía incubándose desde tiempo atrás. Para los dos ha sido mucho
mejor. Ahora somos casi amigos.
ESTHER Oye, yo estoy a favor de ella. Así que no me vengas con esos cuentos. (A
Víctor, advirtiendo el dinero que tiene en la mano.) ¿Ya lo has arreglado todo?
ebookelo.com - Página 52
WALTER Justamente, estaba diciendo a Víctor… (A Víctor.) que cuando
deshicimos la casa… (A Salomón.) ¿Ha oído hablar de Spitzer y Fox?
SALOMÓN Hace treinta años que conozco a Spitzer y Fox. Bert Fox trabajó en mi
casa hace quizás diez, doce años.
SALOMÓN Son buenos muchachos. Spitzer no tan bueno como Fox, pero entre los
dos usted está en buenas manos.
SALOMÓN (Sonriendo, pero insistente.) ¿Qué tiene de gracioso? Oiga, antes que
yo pusiera orden, era una selva… No se hubiese reído tanto. (Walter se aleja,
impaciente por seguir con el asunto.) Yo hice las tarifas, lo que cobramos, ¿sabe? Lo
convertí en una profesión, como la de médicos o abogados… Era un nido de culebras
y nada más. Hoy, usted no tiene motivo de preocupación… Todos los socios son cien
por ciento éticos.
WALTER Señor Salomón, eso fue una buena acción; pero creo que usted podría
ofrecer un poco más por estos muebles.
VÍCTOR (Turbado, pero capeando el temporal muy bien.) Mil cien dólares.
ebookelo.com - Página 53
ESTHER (Afligida; con una protesta que trasciende.) ¡Oh, creo que es…! ¿No
parece un poco bajo? (Mira a Walter, buscando confirmación.)
WALTER (Con tono familiar.) Vamos, Salomón… Ese hombre arriesga su vida por
usted todos los días; sea generoso.
ESTHER ¿Por qué? (Se refiere a Salomón.) No te dejes intimidar por este
hombre…
ebookelo.com - Página 54
WALTER (Se siente castigado.) Sí. Lo… lo siento, Esther. (Mira en torno.) Bueno,
si fuese mío…
WALTER No, querida… Del producto de esta venta yo no tomaría nada. (Pausa.)
SALOMÓN (A Víctor.) Así que ahora ya no tiene que repartir. (A Víctor y Walter.)
Es una suerte que estén por demoler el edificio. Eso los ha reunido por fin.
WALTER (Con delicadeza, a Víctor.) …Yo hubiese pedido tres mil dólares por lo
menos.
ESTHER ¡Exactamente! Lo que yo pensaba. (A Salomón) Estaba por decir tres mil
quinientos.
SALOMÓN (Abriendo los brazos, impotente y ofendido.) ¿Qué puedo yo decir? ¡Es
ridículo! ¿Por qué le habla ese hombre de tres mil dólares? ¿No pudo decir cinco
ebookelo.com - Página 55
mil… diez mil?
WALTER (Sin espíritu de crítica. A Víctor.) Debiste pedir otras dos tasaciones,
¿sabes? Siempre es eso lo que…
VÍCTOR La semana entera estuve llamándote justo para eso, Walter, y nunca
acudiste al teléfono.
SALOMÓN Sí, Esther; lo dijo él, cuando entró aquí. (Esther se vuelve hacia Walter,
intrigada y enojada.)
ebookelo.com - Página 56
SALOMÓN Mi estimado señor, si fuese Luis XV, Biedermeyer o algo parecido,
usted no lo detestaría.
WALTER (Señalando un mueble y debilitado por cuanto sabe de sobra que está
exagerando.) Bueno, da la coincidencia que allá hay un mueble de estilo
Biedermeyer.
VÍCTOR (Negándose a dejar solo a Salomón.) Bueno, Walter… ¿en qué te basas
para seguir insistiendo?
ESTHER (Algo es ridículo.) ¿Y en base a qué aceptas mil cien dólares, querido?
ESTHER (Como un estribillo.) ¡Oh, Dios mío! Estamos a fojas cero otra vez.
Bueno, tíralo…
SALOMÓN (Se refiere a Víctor.) Por favor, Esther, ese hombre no está tirando nada.
¡No es tonto! (A Walter también.) Perdóneme, pero no está bien que le hagan eso.
WALTER (Se frena, pero sigue sonriendo.) ¿Ahora usted me va a enseñar lo que
está bien?
ESTHER (A Víctor, queriendo dar más fuerza a la protesta de Walter.) ¡No faltaba
más…! ¡Claro que…!
SALOMÓN Sí, claro… Lo que usted diga. (Se pone en marcha.) Sólo que, por
favor, yo le aseguro que el negocio que hacen es muy lindo. No tienen motivo para
avergonzarse… (A Esther.) Perdón. No lo digo por nadie en particular.
ebookelo.com - Página 57
ESTHER (Ríe, pese a estar enojada.) ¡Es fantástico!
SALOMÓN Sí, ya voy. Sólo quiero que me entienda, Víctor, que si yo fuese otra
clase de hombre… (Se vuelve hacia Esther.) le diría que él tiene el dinero en la mano,
y el trato está hecho.
WALTER No olvide, Salomón, que sin mí no puede hacer ningún trato. Yo soy
dueño de la mitad.
SALOMÓN (A Víctor.) ¿Ha visto? ¿Qué fue lo primero que le pregunté al entrar
aquí? «¿Quién era el dueño?»
ESTHER (Luchando por mantener un tono ligero y divertido.) ¿Por qué? Tiene
toda la razón del mundo.
SALOMÓN Es suya, suya. Téngala usted. (Vacila. Víctor lo toma del brazo. Walter
se levanta y entrambos lo ayudan a sentarse.)
ebookelo.com - Página 58
WALTER Entre, descanse un rato. (Empieza a ayudar a Salomón a levantarse.)
SALOMÓN No se preocupe por mí. Yo… (Señala su portafolios, de lado a lado del
cuarto.) Doctor, si no tiene inconveniente. Allí hay una barra de chocolate. (Walter
vacila pensando si debe obedecer esta orden.) En el portadocumentos. El chocolate
me anima mucho. (De mala gana, Walter va al portadocumentos y alarga la mano.)
Soy muy sano, pero una siesta, ¿sabe? Yo necesito mi siesta… (Walter vuelve con el
portadocumentos, sacando una naranja.) No, la naranja, no. Más abajo está la barra.
(Walter saca una barra de chocolate.) ¡Muy bien, muy bien!
(Mutis de ambos hacia el dormitorio. Víctor mira de reojo el dinero que tiene en
su mano, y luego lo pone en la mesa de comedor, colocando encima el florete.)
VÍCTOR ¿Por qué crees a Walter? ¿No comprendes que lo hace para ver si resulta?
ESTHER (Se levanta, camina inquieta.) Bueno, como quiera que sea, vas a
quedarte con todo… ¡Cielos! Sí que ha cambiado tu hermano. Es sorprendente.
ESTHER (Queriendo que él esté de acuerdo con ella.) ¡Es tan humano! ¡Y se ríe!
ebookelo.com - Página 59
VÍCTOR Sí. Lo he visto reír.
VÍCTOR Dije que quiero pensarlo. (Dando por sentado que va a rechazar la parte
del hermano, Esther no sabe realmente qué hacer ni hacia dónde ir, por lo cual se
acerca a su cartera, caminando a pasos largos. Víctor sigue de pie.) ¿Adónde vas?
ESTHER (Volviéndose hacia él.) Deseo saber. ¿Tomas la parte de Walter o no?
VÍCTOR Han pasado ciertas cosas, ¿verdad? Con esta rapidez yo no puedo olvidar
lo pasado. Hace apenas diez minutos que está aquí y tengo que sacudirme de la
espalda veinticinco años… Ahora siéntate. Quiero que estés aquí. (Se sienta él.
Esther sigue de pie, indecisa.) ¡Por favor!
VÍCTOR (A objeto de hacer que parezca menos el precio total.) Querida, la mitad
de mil cien dólares son quinientos cincuenta.
ESTHER No hablo del dinero. (Del dormitorio llegan voces.) Es evidente que
quiere ser generoso. ¿Por qué no abres tu espíritu un poco? (Echa hacia atrás la
cabeza.) Mi madre tenía razón. Nunca creo lo que veo. Pero voy a creerlo. Eso es lo
que haré. Lo que veo. (En el dormitorio, una silla rasca el suelo.)
WALTER Creo que se le pasará todo. (Afectuosamente.) ¡Qué pirata! (Se sienta.)
Tiene ochenta y nueve años.
ebookelo.com - Página 60
ESTHER ¡No lo creo!
VÍCTOR (Sacando partido del apoyo de Walter.) Tiene el papel. No todo es falso
en él.
VÍCTOR Oye, yo no estoy casado con ese tipo. Si quieres llamar a otro comprador,
podemos comparar ofertas.
VÍCTOR No entiendo.
ebookelo.com - Página 61
mi favor la propiedad. Como lo que yo pago de impuesto a los réditos es mucho más
de lo que pagas tú, tendría más sentido que fuese yo quien lo rebajase de mi
declaración. Yo pago como impuesto más o menos el cincuenta por ciento, de modo
que si hago una donación de veinticinco mil dólares, por concepto de impuestos me
estaría ahorrando unos doce mil. Digamos que entre nosotros partimos esa suma,
dándote yo seis mil dólares. (Pausa.) En realidad, Víctor, es la única forma sensata de
hacer las cosas.
VÍCTOR No… Lo que pasa es que tengo la sensación de haber cerrado un trato con
él y…
ESTHER Sin embargo, si es que quieres tratar con él, no te queda mucho tiempo.
WALTER (A Esther.) ¡Claro! Deja que lo piense. (A Víctor) Por si eso es lo que te
preocupa, te aseguro que es completamente legal; yo casi lo hice con mis cosas, pero
ebookelo.com - Página 62
al final decidí quedármelas. (Ríe.) Bueno, tengo tan recargado el departamento, que
no se diferencia mucho de éste.
WALTER Lo dudo mucho, Esther. A menudo pienso que nunca debí casarme.
WALTER En serio. Estoy en una profesión extraña, ¿sabes? Hay mucho que
aprender y poco tiempo para aprenderlo. Traté desesperadamente de engañarme, pero
ocurre, sencillamente, que no me queda tiempo que dedicar a otras personas. No la
forma en que una mujer espera que se la atienda, si es una mujer verdadera. (Ríe.)
Pero solo estoy muy bien.
VÍCTOR Ya entiendo.
(Walter siente el primer pinchazo de un vago resentimiento y vuelve los ojos para
mirar a otro lado. Esther arquea las cejas, contemplando el piso. Walter levanta el
florete de la mesa, evidentemente para cambiar de tema.)
VÍCTOR (Tomando el camino de esta desviación, casi agradecido.) No, pero eso
exige ser socio de un club y otras cosas. Y yo a menudo trabajo sábados y domingos.
Lo encontré aquí.
ebookelo.com - Página 63
ESTHER (A Víctor, algo entusiasmada.) Nunca me lo contó.
WALTER Naturalmente, ella fue quien lo indujo a practicar ese deporte. (Ríe en
dirección a Víctor.) ¡Le parecía tan elegante! Sobre todo, con aquellos guantes
franceses. (Ríe recordando) Además, estaba muy esbelto. (Desabrocha y abre el
saco, dejando libre el pecho) Todavía tengo las cicatrices.
VÍCTOR ¡Eh…! ¿Sabes que tienes razón? (Mira fugazmente en torno, tratando de
recordar dónde podrían estar. Se esfuerza por acordarse.) ¡Pero…! (Va a su
escritorio.) ¿Estarán todavía?
(Del cajón en que antes él encontró un patín de hielo, Víctor está sacando un
sweater con una inicial de colegio universitario en él; un patín de hielo.)
WALTER Mamá los trajo de París. ¡Tenían un bordado maravilloso! Con ellos
parecía uno de los famosos mosqueteros.
ESTHER (Alargando una mano) ¿Verdad que son hermosos? (Víctor le entrega
uno.)
VÍCTOR (Moviendo la mano dentro del guante.) Mira esto, todavía están
blandos… (A Walter, un poco vergonzoso por preguntarlo.) ¿Cómo es posible que te
acuerdes de todas estas cosas?
ebookelo.com - Página 64
ESTHER (Complacida.) ¿Sí?
WALTER ¡Víctor! (Víctor se vuelve hacia él, con los ojos hinchados por el
sentimiento.) ¿Hay algún problema?
(Viniendo del dormitorio, entra Salomón. Se lo nota muy afligido. Está en mangas
de camisa, la corbata sin anudar. No viene hacia delante.)
ESTHER ¿Por qué no lo aceptas tal como es? (Víctor le dirige una mirada.) Bueno,
no esperarás que te pida disculpas, Víctor. Lo más fácil es que ahora vea las cosas de
un modo distinto. (Queda silencio. Ella se le acerca.) Sé que es difícil, pero él está
tratando de hacer algo, según creo.
ebookelo.com - Página 65
ESTHER (Insistente, pero con sinceridad.) ¿Sabes que sería fantástico? Que
pudiéramos tomarnos unas semanas, yendo a… sitios perdidos… sólo para quebrar
realmente la monotonía y ver todo lo que la gente hace. Has andado entre esa clase de
hombres, gente mezquina, durante tanto tiempo… y soportado sus pequeñas feas
trampas. Hablo en serio… No es nada romántica esta vida. Sospechamos de todo
demasiado.
VÍCTOR (Pausa breve.) Creo que no tengo más remedio que hablar.
ESTHER (Con un leve temor, menos de lo que siente.) ¿Qué es lo que puedes decir?
VÍCTOR (Con una tensión que pareciera querer animarlo.) No voy a aceptar ese
dinero sin hablarle antes.
VÍCTOR (Sin levantar la voz.) ¡Así que yo no puedo aguantar que sea decente!
ebookelo.com - Página 66
WALTER (Señalando el dormitorio.) ¡Ah, amigo…! Tenemos un tigre ahí dentro.
¿Qué relación hay entre ustedes? ¿Lo conocías de antes?
VÍCTOR Está bien. Voy a darte un ejemplo… Cuando te llamé el lunes y el martes,
y nuevamente esta mañana…
VÍCTOR Pero es que yo no hago mis llamadas telefónicas para pasar el rato; tu
enfermera habló como si yo fuese un pegote insoportable. Me resultó humillante.
WALTER (Es extraño; pero lo que esto implica para él lo altera con exceso.) Lo
siento muchísimo. No debió hacer eso.
VÍCTOR Ya lo sé, Walter. Pero tampoco creo que adoptara ese tono por su propia
cuenta.
WALTER Sí, has hecho bien. Pero no me interpretes mal. (Pausa breve. Su tensión
va en aumento.) En cuanto a lo del impuesto, Salomón no tiene inconveniente en
ebookelo.com - Página 67
firmar una tasación de veinticinco mil dólares. (Con dificultad.) Si lo deseas, yo
estaría conforme en dejar a favor tuyo todo lo que me ahorrase. (Pausa breve.)
WALTER Lo que resulte. (Pausa. Esther mira lentamente a Víctor.) Poco debe
faltar para que te jubiles, ¿no es cierto?
WALTER ¡Ah! (A Víctor; ahora está al borde de la turbación franca, motivada por
el clima de rechazo.) ¿No es verdad que les vendría bien? (Víctor lo mira fugazmente,
con lo cual sustituye una posible respuesta.) Con toda sinceridad, Víctor, ese dinero
no me hace falta. Más aún, hace tiempo que estaba por llamarte.
WALTER (De pronto, con una extraña risa rápida, alarga la mano y toca las
rodillas de Víctor.) ¡No seas desconfiado!
VÍCTOR ¿Sabes una cosa, Walter? Un par de veces traté de hablarte acerca de los
muebles… Ya debe hacer tres años.
WALTER (Pausa breve. Como si no estuviese seguro del camino por el cual se ve
llevado.) Sufrí horriblemente.
WALTER La verdad es que apenas me estoy poniendo al día con el trabajo. Estuve
inactivo casi tres años. (Con el empuje propio del éxito.) Pero casi me alegra que así
ebookelo.com - Página 68
haya ocurrido. Nunca me he sentido más dichoso.
WALTER Creo que lo soy, Esther… Vivo en forma distinta, pienso en forma
distinta. Ahora no tengo más que un pequeño departamento; y he dejado de atender
clínicas de reposo…
WALTER (Sacando partido de este mínimo aliento.) ¡Oh, Víctor! ¡Cómo desearía
hablarte semanas enteras! ¡Son tantas las cosas que te quiero contar! (Pero no todo se
desarrolla en la forma que él desearía, y se ve obligado a elegir al azar ejemplos de
su nueva manera de ver las cosas.) Nunca tuve amigos; lo sabes probablemente. Pero
ahora tengo. Buenos amigos. (Camina, se sienta cerca de Víctor, y su ansiedad va en
aumento.)… ¡Todo este maldito proceso es tan lento y gradual! Empiezas queriendo
ser el mejor, y en verdad para eso necesitas un cierto fanatismo. ¡Hay tanto que
aprender y el tiempo es tan escaso! Hasta que por fin has eliminado todo lo extraño…
inclusive la gente. Y, por supuesto, llega un momento en que te das cuenta de que no
es que te has especializado en algo, sino que algo se ha especializado en ti. Descubres
que te has convertido en una especie de instrumento, un instrumento que separa a la
gente de su dinero mediante cortes. Y esto termina haciendo de ti un estúpido; el
poder es capaz de eso. Llegas a pensar que porque infundes miedo a la gente, ellos te
aman. Y que también tú los amas a ellos… En el miedo se resuelve todo finalmente.
Una noche me encontré en mitad de mi living, borracho perdido y con un puñal en la
mano, disponiéndome a matar a mi mujer.
WALTER Sí… Estuve a punto de hacerlo. (Ríe nervioso.) Pero tiene una virtud eso
de enloquecer… siempre que uno sobreviva, por supuesto. Se llega a ver el terror…
no esa clase de terror que grita, sino el miedo lento y cotidiano que se llama
ebookelo.com - Página 69
ambición, y cautela, y acumular dinero. Y, en realidad, lo que yo he querido decirte
desde hace ya un tiempo es que tú me ayudaste a entender eso en mí.
VÍCTOR ¿Yo?
WALTER Quisiste vivir una vida real… y eso es caro. Cuesta mucho. (Presiente
que quizás ha encontrado ahora el tema; ve que por fin ha hecho vibrar en Víctor
alguna fibra.) Seré sincero contigo, Víctor. Esta semana no atendí tus llamadas
porque tuve miedo… He luchado tanto tiempo en busca de un concepto de mi mismo
y no estoy seguro si podré hacer que tú lo creas. Quisiera, sin embargo. (Ve que la
perplejidad reflejada en los ojos de Víctor lo autoriza a seguir. Pero ahora es más
difícil.) Pues bien, llegué a un cierto punto en que mi propio trabajo me daba miedo.
No pude seguir cortando. Hay momentos, ¿sabes? en que si dejas a la otra persona en
paz, esa persona puede vivir un año o dos; mientras que si metes el cuchillo, es fácil
que la mates. Y a menudo la decisión… no siempre, pero casi siempre… es arbitraria.
Sólo que el riesgo es aceptable si piensas lo que debes pensar. O si no piensas nada,
que es lo que yo conseguí hacer hasta entonces. (Pausa breve.) Me metí en un jardín
de juicios erróneos. Puede ocurrir, pero a mí no me había sucedido nada. Hubo tres
casos que otros médicos habían asegurado que no eran operables. Los tres se me
murieron. Y en forma totalmente repentina la… la perspectiva completa de mis
propios móviles se abrió en abanico. ¿Por qué había aceptado riesgos que hombres
muy competentes rechazaban? La respuesta inmediata, por supuesto, es que… se
debe intentar lo imposible. ¡Que se vayan al cuerno los competidores! (Pausa breve.)
Pero repentinamente vi algo más. El terror. En el centro preciso, dominando mi
cerebro, mis manos, mi ambición… desde treinta años antes. (Pausa breve.)
WALTER A que alguna vez me ocurriese… (Mira fugazmente el sillón del centro.)
como le ocurrió a él. De la noche a la mañana, sin ningún motivo aparente,
encontrarse degradado, tirado por el suelo. (Con un levísimo atisbo de impaciencia y
provocación.) Comprendes a qué me refiero, ¿verdad? (Víctor vuelve la cara
ligeramente a un lado, resistiéndose a comprometer opinión.) ¿Por eso tú volviste la
ebookelo.com - Página 70
espalda a todo? Los dos hemos estado huyendo de la misma cosa, Víctor. Yo creí que
deseaba escalar la cumbre; pero esa cumbre era inaccesible, fuese cual fuere: yo
terminé en una marisma de éxito y libretas de banco, tú en un puesto de gobierno. La
diferencia está en que tú no has hecho daño a otros para defenderte. Y yo he
aprendido a respetar esa actitud, Víctor; lo que tú hiciste, simplemente, fue tratar de
ser útil a otros.
WALTER Esther, esto es una cosa extraña. En el hospital, por primera vez desde
que éramos niños, empecé a sentirme… como hermano. En el sentido de que algo
compartíamos los dos. Y me parece que ahora sabría ser amigo suyo.
WALTER Estamos entrevistando personas para el nuevo pabellón. Para las oficinas
de administración. Algo así como encargados del contacto entre los hombres de
ebookelo.com - Página 71
ciencia y la junta directiva. Varias veces he pensado que tú podrías servir. (Pausa
breve.)
VÍCTOR (Pausa breve. Mira a Esther de reojo, reprimiéndose; pero su voz delata
emoción.) Sí, pero ¿qué podría yo hacer allí?
ESTHER (Como queriendo presionarlo para que acepté.) Sería estupendo que
pudiese trabajar en asuntos científicos; eso es justamente lo que siempre deseó.
WALTER Ya sé. Es una lástima que no continuase los estudios. (Se vuelve hacia
Víctor.) Sería muy sencillo, Víctor. Yo soy presidente de la comisión. Podría arreglar
de modo que…
SALOMÓN Soy un hombre justo, de modo que no tienen que preocuparse por lo de
la tasación y las deducciones, y ninguno de ustedes le hace un favor al otro. ¿Digo
bien? (Antes de que Walter le pueda responder.) Pero no se apure, yo espero. Estoy al
servicio de ustedes. (Va rápidamente y con aire preocupado al dormitorio.)
ebookelo.com - Página 72
WALTER ¿No es maravilloso? ¡El impuso la ética! (Esther prorrumpe en
carcajadas y Walter la acompaña. Víctor logra también entrar en el coro. Al empezar
a ceder las risas, Walter se vuelve hacia Víctor.) ¿Tú qué dices, Víctor? ¿Estarás de
acuerdo?
VÍCTOR ¿Y por qué ha de ser injusto? Estamos conversando acerca de una cierta
determinación importante… (A Walter) No es que no te lo agradezca, Walter, pero
han ocurrido ciertas cosas, ¿no es cierto? (Riendo a medias.) ¡Es tan extraño estar de
pronto hablando de…!
WALTER (De mala gana; la rabia hace aguda su voz.) ¿Qué es lo que te resulta
confuso?
ebookelo.com - Página 73
y toma con violencia un vestido de mujer y su sobretodo.) Sácale al viejo todo lo que
puedas. Yo no quiero nada. (Avanza y alarga una mano en dirección a Esther, con
una sonrisa forzada.) Lo siento, Esther. De todas maneras, me ha encantado verte.
(Harta, ella acepta la mano. Walter va hacia Víctor.) Quizás volvamos a vernos,
Víctor. Buena suerte. (Se pone en marcha hacia la puerta. A sus ojos asoman
lágrimas.)
(Walter se detiene y se vuelve hacia ella, con curiosidad. Esther mira a Víctor y
su actitud es desesperanzada. Pero él tampoco puede pensar.)
WALTER Estoy seguro que allí podrías crearte una buena situación.
VÍCTOR Oh, pero… ¿No ves que más pronto o más tarde el hecho de que soy
hermano tuyo dejará de tener importancia? Hace veinticinco años que hago un mismo
recorrido. No sirvo para nada técnico. ¿A qué viene todo esto?
WALTER ¿Por qué sigues haciendo esa pregunta? He sido muy sincero contigo,
Víctor.
ebookelo.com - Página 74
VÍCTOR Bueno, después de decir lo que dijiste hace unos minutos…
VÍCTOR (Con una sonrisa resueltamente fría.) ¡Qué lástima que no haya seguido
estudiando ciencias!
WALTER Sí, muy bien me acuerdo. Yo le mandaba dinero todos los meses.
WALTER Me podía desprender de cinco dólares. ¿Pero eso qué tiene que ver
contigo?
VÍCTOR ¿De dónde pensabas que salía el resto de lo que necesitaba para comer?
ebookelo.com - Página 75
no debías permitir que ese hombre ahogase tu vida. (A Esther.) Y si no estoy
equivocado, cuando se casaron te dije lo mismo, Esther.
VÍCTOR (Con una risa irónica.) ¿Pero a quién diablos le correspondía mantenerlo
para que no muriese de hambre, Walter?
WALTER (Presa de un extraño temor más que rabia.) ¿Qué obligación tenía
nadie? No estaba enfermo. Podía trabajar perfectamente.
VÍCTOR ¿Trabajar? ¿En 1936? ¿Sin una habilidad especial, sin dinero…?
WALTER (Un arrebato súbito.) ¡Entonces, que se hubiese acogido al seguro social!
¿Quién era él, un rey en el destierro? ¿Qué hicieron ciento cincuenta millones de
personas en 1936? Habría sobrevivido, Víctor. ¡Cielos Santos! A estas horas lo
deberías saber, ¿no te parece? (Pausa breve.)
(De pronto Víctor, al borde de la furia, atrapado por la forma en que Walter
expresa su propia opinión, se vuelve hacia Esther.)
WALTER (Rápido.) ¡Víctor! ¡Por favor! (Atrapa a Víctor, quien zafa el brazo.) No
estoy denigrándolo. Lo amé de muchas maneras…
VÍCTOR ¡Claro que tratas! ¿Dirías algo de esto si en un lugar u otro yo hubiese
acumulado un montón de dinero? (Para en seco.) Lo siento, Walter, pero eso no
ebookelo.com - Página 76
puedo aceptarlo… Yo no elegí entre dos extremos. El refrigerador estaba vacío, y el
hombre pasaba las horas sentado ahí, con la boca abierta. (Pausa breve.) Yo no inicié
esta discusión, Walter; todo el asunto me tiene sin cuidado, pero cuando hablas de
haber tomado una determinación, y de que yo debí seguir con mis estudios, no tengo
más remedio que decir algo… Sólo porque tú quieres las cosas de una cierta manera,
las cosas no son de esa manera. (Ha terminado en un punto distante de Walter. Pausa
breve.)
VÍCTOR Walter, has estado enfermo. ¿Qué necesidad tienes de alterarte con todo
esto?
VÍCTOR (Trata de sonreír y, amistosamente.) ¿Pero por qué? ¡Si ya no hay nada
que hacer! (Víctor se pone en marcha otra vez hacia el dormitorio.)
ESTHER Yo creo que ha venido a verte de toda buena fe, Víctor. (Víctor se vuelve
hacia ella enojado, pero Esther hace frente a su mirada.) No entiendo por qué no
consideras su ofrecimiento.
ESTHER (Conteniendo un grito.) Pero sabes muy bien que lo que estás haciendo es
rechazarlo. (Con un cierto temor de él, pero persistente.) Bueno, ¿qué tiene de
espantoso decir la verdad? ¿Puede la verdad ser peor que esto?
VÍCTOR ¿Qué verdad? ¿Qué es lo que tú…? (Saliendo del dormitorio, aparece de
pronto Salomón.)
SALOMÓN Deseo que ustedes no piensen que no quiero hacer la tasación; la haré,
sí, la haré…
SALOMÓN (De pronto, la emoción que tenía escondida; señalando a Víctor.) ¿Qué
quieren de él? ¡Es policía! Yo soy comerciante. Este señor es médico y ese otro es
policía. ¿Qué van a ganar con destrozarlo?
ebookelo.com - Página 77
ESTHER Bueno, Víctor, uno de nosotros tiene que salir de aquí.
WALTER (Al cabo de un momento.) Creo que sabe lo que dice, Víctor. ¿Por qué no
se lo vendes a él y asunto concluido? Tal vez luego, en algún momento, nos podamos
sentar a conversar. (Mira furtivamente los muebles.) En realidad, la atmósfera, aquí,
no ayuda mayormente. ¿Te llamo un día de éstos?
VÍCTOR Naturalmente.
ESTHER ¡Son fantásticos los dos! (Trata de reír.) Estamos regalando estos muebles
sólo porque ninguno de ustedes es capaz de decir las cosas más sencillas. Son
inconcebibles.
ESTHER ¡Oh, qué diablos! Yo lo voy a decir. Cuando recurrió a ti, Walter, en busca
de los quinientos dólares que necesitaba para llegar a recibirse…
ESTHER Esa es una de las cosas que se interponen entre ustedes, ¿no es cierto? Tal
vez Walter lo pueda aclarar… Es decir… ¡Oh, Dios mío! ¿Es que nada acaba nunca?
(A Walter, sin pausa.) Porque eso lo dejó aturdido, Walter. Nunca lo confesará,
ebookelo.com - Página 78
pero… (Se decide a entrar de lleno.) no había dudado en absoluto que se lo
prestarías. Por eso, cuando te negaste…
ESTHER (Siguiendo por su camino aparte.) ¡No fue así como tú me lo contaste!
Por favor, déjame terminar. (A Walter) Tú ya tenías la casa de Rye, estabas
perfectamente bien asentado.
WALTER (Con un cierto pavor, calmo.) No, no… Yo… podía disponer de ese
dinero. (Se sienta despacio, con el sobretodo puesto.) Por favor, Víctor. Será cosa de
un momento apenas.
WALTER No, no… Tal vez sea lo mejor hablar ahora. Nunca hemos conversado de
esto. Me parece que quizás debemos hacerlo. (Pausa breve. Hacia Esther.) Fue una
acción deleznable. Pero creo que con eso no está todo dicho. (Pausa breve.) Dos o
tres días después… (A Víctor) después que viniste a verme, telefoneé para ofrecerte el
dinero… ¿Lo sabías? (Pausa breve.)
WALTER Aquí. Hablé con papá. (Pausa breve.) Comprendí que había obrado mal
y…
ebookelo.com - Página 79
WALTER Víctor, tú recuerdas… el tono de impotencia que tenía su voz… por
aquel entonces… a poco de morir mamá, y cuando todo parecía escapársele de…
WALTER Todo lo que quiero demostrar es que yo… nunca fui indiferente. Esa es
la cuestión. Llamé para ofrecerte el préstamo; pero él lo hizo imposible. ¿Lo ves?
VÍCTOR De veras.
VÍCTOR (Pausa breve.) Creo que todo… para ti… salió a pedir de boca.
VÍCTOR Así creo. Si te parecía que papá significaba tanto para mí… y pienso que
en una cierta forma lo significaba… ¿de qué manera quinientos dólares iban a
separarnos? Yo hubiera seguido sosteniéndolo; habría podido terminar la universidad,
pura y simplemente. No le veo el sentido, Walter.
ebookelo.com - Página 80
WALTER (Ofendido y con serena indignación; pausa breve.) ¿Tan sencilla es la
cosa?
VÍCTOR En eso se resume, ¿no? Por supuesto, no digo que tuvieses ninguna
obligación; pero si quieres ayudar a alguien, lo haces. Si no quieres, no lo haces.
(Advierte el creciente sentido de frustración de Walter y la impaciencia de Esther.)
Bueno, ¿qué es lo que te pasma tanto? Hacemos lo que queremos hacer. ¿O no?
(Walter no contesta. La ansiedad de Víctor va en aumento.) No entiendo para qué
traes todo esto a relucir.
VÍCTOR Eso no me preocuparía. Pero ¿en qué forma puede esto restañar algo?
ESTHER Víctor, yo creo que se ha expresado con toda claridad. Desea tu amistad.
WALTER No, pero me pareció, sencillamente, que había un trabajo que te podría
gustar y…
ebookelo.com - Página 81
ESTHER (Se pone de pie.) Quiero irme, Víctor.
VÍCTOR Por favor, Esther; ese hombre ha dicho ciertas cosas y no creo que esto
deba quedar así.
VÍCTOR (Conteniendo un arranque.) Por una u otra razón tú no entiendes nada ya.
(Está temblando al tiempo en que se vuelve hacia Walter.) ¿Qué es lo que intentas
decirme? ¿Que todo era innecesario? ¿Sí? (Walter guarda silencio.) Bueno,
corrígeme. ¿Qué es lo que dices? Porque yo no saco otra conclusión.
VÍCTOR (Más fuerte porque parecería que Walter estuviese aliado con Esther.)
¿Qué es imposible? ¿Tú qué quieres, Walter?
WALTER Quise ser de alguna utilidad. Con dolor he aprendido algo; pero saber no
es suficiente. Quise obrar de acuerdo con lo que sé.
WALTER (Sabe que esto puede ser una bandera de combate, pero su honor está de
por medio.) Tengo la sensación… de que podría ayudar. ¿Es que debemos vivir sólo
para seguir siempre repitiendo, una vez y otra, los mismos errores? No he querido
que la oportunidad se me escapase de las manos, como dejé que se escapase antes.
(Víctor no está convencido.) Y debo confesar que si éste es el límite a que puedes
llegar conmigo, lo único que estás haciendo es derrotarte.
VÍCTOR ¿Como hice antes? (Walter no dice nada.) ¿Eso es lo que quieres decir?
VÍCTOR Pues bueno. Eso es también lo que yo pensaba. Esto de ser policía tiene
una virtud, ¿sabes? Se aprende a escuchar a la gente, porque a veces, el que no
escucha bien termina con un puñal clavado en la espalda. Dicho con otras palabras,
todo este problema lo he soñado yo…
ebookelo.com - Página 82
VÍCTOR Y los veinte millones de desocupados que había entonces, ¿qué eran? ¿Mi
neurosis? ¿Yo me hipnotizaba todas las noches para poder arrancar las hojas externas
de la lechuga que sacaba del restaurante griego de la esquina? ¿O las partes buenas
que cortábamos de los pomelos podridos?
¿Cómo puedes decirme eso a mí? ¿Que yo debí dejarlo con cinco dólares por
mes? Lo siento, pero a mí no podrás hacerme un lavado de cerebro. Si tienes un
anzuelo metido en tu boca, no trates de clavarlo en la mía también. (A movimientos
aislados está yendo hacia foro.) Si quieres encubrir cosas, no vengas a hacerme pasar
por tonto. Yo no inventé mi vida. Ni remotamente. Tú tenías una responsabilidad que
cumplir aquí, pero le volviste la espalda. Puedes irte ya. Te mandaré tu mitad. (Va al
arpa.)
WALTER Si es que puedes razonar más allá de tu enojo, me gustaría confesarte una
cosa… Víctor… sé que esto debí decírtelo hace muchos años. Pero hice la prueba…
Cuando viniste a verme, te dije… ¿Recuerdas lo que te dije? «Pídele dinero a papá».
Eso dije… Él se había quedado con dinero, después de la crisis.
ebookelo.com - Página 83
VÍCTOR ¿Pero qué estás diciendo?
ESTHER ¿Cuándo?
VÍCTOR (Sigue una pausa larga. Se siente cada vez más avergonzado. Mira con
expresión vaga.) ¿Lo tenía realmente? ¿En el banco?
ebookelo.com - Página 84
VÍCTOR (Enojándose.) ¿Qué quieres decir… con eso de cuánto tiempo? Podía ver
que yo no lo abandonaba.
WALTER Sí, pero estaba seguro que más pronto o más tarde lo hubieses hecho.
ESTHER Yo lo sabía. ¡Oh, Dios mío! ¿Cuándo voy a creer lo que veo?
WALTER Sí.
VÍCTOR No sigas, Walter. Lo siento, pero eso es algo así como un insulto. Yo no
tengo cinco años de edad. ¿Qué esperas que saque en limpio de esto? Sabías que tenía
ese dinero y viniste aquí muchas veces. Se sentaban ahí los dos, mirándome dar
vueltas de un lado a otro con este uniforme. ¿Y ahora pretendes que…?
ebookelo.com - Página 85
WALTER (Vivazmente) ¡Sí, Víctor, sin duda tú presentías que él tenía algo!
WALTER Bueno, todo lo que puedo decirte es que yo no hubiese estado aquí,
comiendo basura, mientras eso me miraba a la cara. (Se refiere al arpa) Esa arpa valía
entonces un par de cientos de dólares, quizás más. Ahí tenías tu título. Ahí, por lo
menos, estaba tu título. (Víctor guarda silencio y tiembla) Pero si quieres seguir con
la fantasía, yo no me opongo. Sabe Dios que también yo he acariciado algunas
fantasías… (Se pone en marcha hacia su sobretodo.)
VÍCTOR ¡Fantasías!
VÍCTOR (Tratando de volver sobre sus pasos) Yo ignoraba que tuviese cuatro…
ESTHER ¿Entonces qué estás diciendo? ¡Quiero entenderte bien! ¿Sabías que se
había quedado con dinero?
VÍCTOR (Gritando tanto por rabia como para liberarse) ¿Pretendes que debí
clavarlo en una pared? ¡Él me dijo que no tenía nada!
ebookelo.com - Página 86
VÍCTOR No sé de qué me daba cuenta. (Esto lo ha dicho gritando, y su voz y sus
palabras lo sorprenden a él mismo. Se sienta, mirando fijamente, acorralado por lo
que presiente en sí mismo.)
ESTHER ¿Todavía insistes? ¡Pero ese hombre tenía cuatro mil dólares! (Víctor no
dice nada) ¡Todo era una ficción! ¡Perro hundido! ¡Un embustero calculador! Y en el
fondo de tu corazón, tú lo sabías… (La realidad lo golpea y sume en el silencio; una
realidad que todavía huye de él) ¡Con razón estás paralizado! ¡Tú no has creído una
sola palabra de cuanto has dicho todos estos años! Nuestras vidas de todo este tiempo
han sido mentiras… Tirándolas por una zanja un día tras otro… Para proteger a un
miserable y ruin estafador. ¡Con razón todo me pareció una pesadilla! Sabía que no
era real; lo sabía y dejé que todo siguiera… Bueno, pues ahora no puedo más. No
puedo seguir pasiva un día más. ¡No estoy dispuesta a morir! (Camina hacia su
cartera.)
VÍCTOR (Su voz brota como si lo hiciese de un centro de calma en una tormenta)
Yo te contaré lo que pasó. ¿Quieres oírlo? (Ella advierte en el tono de su voz la
sencillez, la falta de auto-defensa. Se aparta de ella, rehaciéndose, y mira fugazmente
el sillón del centro, y luego a Walter) Le dije a él lo que tú me habías contestado. Se
lo espeté a la cara. (No sigue; su mirada se clava en el sillón del centro, atrapada por
los recuerdos; en realidad, sus últimas palabras estuvieron dirigidas al sillón.)
ebookelo.com - Página 87
VÍCTOR Se echó a reír. Como si fuese una especie de broma pesada. Porque
nosotros, aquí, comíamos basura… (Desiste de continuar) No supe cómo
interpretarlo. La verdad es que desde entonces rara vez ha pasado una semana sin que
viese aquella risa. No sabía qué hacer. Y me fui… me fui… (Se sienta, mirando
fijamente) al Parque Bryant… detrás de la Biblioteca Pública…
ESTHER Te amaba…
VÍCTOR (Su voz henchida de pesar) ¡Me amaba, Esther! Lo que pasó fue que no
quiso terminar sus días en el césped. No es cuestión de amar o no amar a otro, sino
que hay que sobrevivir. Nosotros conocemos esa sensación, ¿verdad? (Ella no puede
contestarle; siente el dardo) Es forzoso que así sea, Esther. (Con un amplio
movimiento de manos, que abarca a Walter y a sí mismo) ¿De qué otra cosa estamos
hablando aquí? Si algo le había quedado, debía ser…
VÍCTOR ¿Eso en qué puede cambiar las cosas? Sé que estoy hablando como tonto,
pero ¿dónde está la diferencia? Ya no podía creer en nadie, y para mí era
insoportable. (Se refiere a Walter) Él le había escupido a la cara. Mi madre… (Mira
en dirección a Walter al hablar. Casi no hay pausa) La noche en que él nos contó que
había quebrado, mi madre… Fue aquí en este canapé. Estaba vestida de soirée… para
alguna fiesta, aunque no recuerdo. Tenía el cabello recogido en un rodete y aros
largos… Y él se había puesto el smoking… y a todos nos pidió que nos sentásemos.
Nos dijo que no le quedaba nada. Ella vomitó. (Pausa breve) Le ensució
completamente los brazos. Las manos. Y siguió vomitando, como si por su boca
expeliese treinta y cinco años de vida. Él siguió sentado. Apestaba como una cloaca.
Y el rostro de papá reflejó una expresión… Nunca había visto a un hombre así.
Estaba ahí sentado, dejando que se le secasen las manos. (Pausa. Se vuelve hacia
Esther) ¿Cambian las cosas por el hecho de saber o no saber? (Apesadumbrado)
¿Obras siempre conforme a lo que sabes? (Ella le esquiva la mirada, pero recibe el
impacto) No es que yo lo disculpe; aquello fue idiota, y no hace falta que nadie me lo
ebookelo.com - Página 88
diga. Pero al educarnos nos enseñan a creer en los otros, y nos llenan de aquella
inmundicia… No puedes evitarlo; debes tratar de hacer que todo siga simplemente.
VÍCTOR Creí que si seguía ayudándolo, si podía ver que alguien todavía… (No
puede seguir; es extraño, pero la razón se ha aflojado. Se sienta) No puedo
explicarlo. Yo quise… evitar que todo se desmoronase. Quise… (Desfallece
nuevamente. Pausa.)
WALTER (Sereno) No conseguirás nada, Víctor. (Víctor lo mira; y otro tanto hace
Esther) Lo ves por ti mismo, ¿verdad? No es eso de ninguna manera. Lo ves, ¿no es
cierto?
WALTER (A ella) ¡Pero tú tienes que hacerlo! (A Víctor) Lo que viste aquel día
detrás de la Biblioteca Pública no fue que en el mundo no hubiese misericordia. No,
muchacho. Fue que no había amor en esta casa. No había lealtad.
WALTER Esther, aquí no hubo más que una componenda financiera lisa y llana.
Eso fue lo que resultó insoportable… (A Víctor) Y tú procediste a borrar lo que veías.
ebookelo.com - Página 89
cuando comprendí que no había tal catástrofe, que no la hubo nunca. Nunca se
amaron. Ella dijo un centenar de veces que el matrimonio destruyó su carrera
musical. Yo no vi nada que se derrumbase aquí, Víctor… Y a mí no me impresiona
con eso del vómito en las manos. Yo no busco una traición por todos los rincones;
mis días me pertenecen ahora, no me aterra el riesgo de creer en alguien. Todo lo que
quise alguna vez fue trabajar en cuestiones científicas; pero inventé un dispositivo
eficaz y a prueba de desastres para fabricar dinero. Tú… (A Esther, con una sonrisa
cariñosa) Tú nunca pudiste soportar la vista de la sangre. (A Víctor) ¿Y qué fue lo
que hiciste? Meterte de cabeza en la profesión más violenta que existe. Nos
inventamos a nosotros mismos, Víctor, para eliminar lo que sabemos. Tú inventaste
una vida de sacrificio, una vida de deber y obligaciones; pero lo que aquí no existió
jamás no pudo defenderse. Tú no estabas defendiendo algo, sino negando lo que
sabías que eran ellos. Y negándote a ti mismo. Eso es lo único que se interpone ahora
entre nosotros. Una ilusión, Víctor. Que yo les escupí a las caras y que tú debes
defenderlos en contra mía. Pero yo sólo vi entonces lo que tú ves ahora; aquí no había
nada que traicionar. Yo no soy tu enemigo. Todo no es más que una ilusión, y si a
través de la ilusión pudieses caminar, nos reuniríamos… (Sobre él gravita una
reconciliación) Somos hermanos. Es casi como si fuésemos… (Sonríe
cariñosamente, inseguro aún) dos mitades de un mismo individuo. Como si no
pudiésemos del todo avanzar… a solas. ¿Lo sientes así alguna vez, Víctor?
VÍCTOR Walter, estoy tratando de creer en ti. Quiero creer. Hasta… hasta te diré…
que hay días en que no puedo recordar qué es lo que tengo contra ti. Y sobre mí
pende como una roca. Me veo en la vidriera de un negocio, con mi cabello cada vez
más ralo, caminando por las calles… y no logro recordar por qué. Uno puede llegar a
enloquecer cuando desaparecen todas las razones… cuando ya ni siquiera es capaz de
odiar.
ebookelo.com - Página 90
VÍCTOR (Como si viese un camino hacia su antigua confianza mutua) ¿Deseabas
eso? Dime la verdad, Walter.
WALTER (Entre la espada y la pared) Quise verme libre para hacer mi trabajo.
¿Eso significa que te robé la vida? (Grita y se pone de pie) ¡Tú tomaste esas
determinaciones conscientes, Víctor! ¡Y a eso es a lo que debes dar la cara!
Víctor Viniste a buscar el viejo apretón de manos, ¿verdad? ¿El visto bueno?
(Walter se detiene en la puerta) Y terminas con el respeto, la carrera, el dinero y, lo
mejor de todo, lo que ninguna otra persona te puede decir en forma que lo creas…
que eres un hombre estupendo y nunca en tu vida has hecho mal a nadie. Bueno, pues
eso no lo vas a conseguir. No hasta que yo no tenga el mío.
WALTER ¿Y tú? ¿Nunca sentiste odio hacia mí? ¿jamás un deseo de verme
muerto? ¿De matarme, de matarme con ese sacrificio santurrón, esa parodia de
sacrificio? ¿Y a mí qué vas a darme, Víctor?
Y a mí no tienes tú que darme nada. No hay nada que dar… lo veo ahora.
Sencillamente, no quise que terminase tirado en el césped. Y no terminó así. Eso y
nada más. No podría trabajar contigo, Walter. No puedo. No te tengo confianza.
WALTER Probar con tu fracaso la clase de traicionero hijo de perra que soy yo…
Ahorcarte en mi dintel. Entonces y ahora.
ebookelo.com - Página 91
ESTHER (Calma, no mirando de frente a ninguno de los dos) Déjalo, Walter, por
favor. No digas nada más.
VÍCTOR ¿Walter?
SALOMÓN (Creyendo que ella está en contra de él) ¿Y qué hay con eso?
ESTHER No, es maravilloso. Tal vez por eso sigue activo. (Víctor se vuelve hacia
Esther ahora. Esther contempla la puerta) Yo tenía diecinueve años cuando por
primera vez subí esa escalera… si es que puede creerme. Él tenía un hermano, que
era el joven médico más inteligente y más maravilloso… de todo el mundo. Como
llegaría a serlo pronto él. De alguna manera, por algún medio. (Se vuelve hacia el
sillón del centro) Y un hombrecito dulce y casi inofensivo, que siempre esperaba que
llegasen las noticias… Y a la semana siguiente, hombres que nunca habíamos visto y
de los cuales no habíamos oído hablar vinieron, lo destrozaron todo, lo deshicieron.
¿Por qué el final de las cosas es siempre tan irreal? Muchas veces pensé… que lo que
él más deseaba era hablar con su hermano, y que si podían… Pero él ha venido y se
ha ido. Y yo sigo pensando lo mismo. ¿Verdad que es terrible? Siempre me parece
que se dará un pasito más… y alguna loca especie de perdón se hará presente, y todos
se elevarán. ¿Cuándo dejamos de ser tan… imbéciles?
ebookelo.com - Página 92
SALOMÓN Yo tuve una hija, que Dios tenga en su gloria, y se suicidó. Ya han
pasado casi sesenta años. Y todas las noches, cuando me acuesto… sigue estando allí.
La veo con la misma claridad con que la veo a usted. Pero si se produjese un milagro
y resucitase, ¿qué le diría? Así que venga, arreglemos este asunto ahora. (Se vuelve de
nuevo hacia Víctor y yaga) Quedamos en que usted tenía siete. Ahora le doy ocho,
nueve, diez, once… (Busca, encuentra un billete de cincuenta) Y aquí tiene cincuenta
más por el arpa. Ahora quiero que me disculpen. Esta noche tengo mucho que hacer
aquí. (Toma su bloc y su lápiz, y, cuidadosamente, empieza a hacer una lista de los
muebles. Víctor dobla el dinero.)
ESTHER Está bien. (Víctor camina hacia el traje y empieza a quitarle la funda de
plástico) No te preocupes. (Víctor la mira. Ella se vuelve hacia Salomón) Adiós,
señor Salomón.
SALOMÓN (Levanta la vista del bloc, en que la tenía clavada) Adiós, querida. Me
gusta ese traje. Es muy lindo. (Vuelve a su trabajo.)
ESTHER Gracias. (Sale llevándose consigo su vida. Víctor se pone la chaqueta del
uniforme y se endereza la corbata.)
VÍCTOR (Se refiere al traje) Vendré a buscar mi traje luego. También están mi
florete, la careta… y los guantes.
SALOMÓN (Echando un vistazo a los muebles) Bueno, ¿quién iba a decirme que yo
empezaría de nuevo con todo un lote como éste…? (Se corta bruscamente) Pero
vayan, vayan. Tengo mucho que hacer.
ebookelo.com - Página 93
SALOMÓN ¡Ah, muchacho! La suerte no se conoce hasta el último momento.
VÍCTOR (Sonríe) Tiene razón, sí. (Echando un último vistazo a todo el cuarto)
Bueno, adiós.
(Ha quedado a solas. Tiene en la mano el bloc y el lápiz, y toma el lápiz para
ponerse a trabajar de nuevo. Pero mira en torno, y lo oprime la provocación de todo
aquello, por lo cual siente miedo y preocupación. Se lleva instintivamente una mano
a la mejilla, tironea la carne amedrentado.
Telón lento
FIN
ebookelo.com - Página 94
ARTHUR MILLER, Nueva York (EE. UU.), 1915 - Roxbury, Connecticut (EE. UU.),
2005. Dramaturgo estadounidense que figura entre los principales autores teatrales
del siglo XX. Escritor comprometido, Miller supo trasladar a los escenarios el
conflicto del ser humano y el espíritu crítico, arremetió contra el masificador
antihumanismo estadounidense, se acercó al marxismo para después criticarlo, se
opuso activamente a la «caza de brujas» del senador McCarthy y denunció la
intervención estadounidense en Corea y Vietnam. Su nombre fue sinónimo de
audacia y de ruptura, tanto temática como estructural.
Nació en el seno de una familia de inmigrantes judíos polacos de clase media. Su
padre, Isadore, poseía una próspera empresa textil, lo que permitió a la familia vivir
en Manhattan, junto a Central Park. Sin embargo, la Gran Depresión acabó con la
empresa, por lo que la familia tuvo que mudarse a un modesto apartamento en
Brooklyn, que posteriormente le serviría como modelo de la vivienda del
protagonista de Muerte de un viajante.
En 1938, mientras estudiaba en la Universidad de Michigan, recibió varios premios
por su comedia Todavía crece la hierba. De regreso a Nueva York comenzó a escribir
seriales radiofónicos. En 1944 obtuvo su primer premio literario con Un hombre con
mucha suerte, obra que sin embargo no tuvo éxito comercial. Su novela Focus
(1945), un ataque contra el antisemitismo, resultó un gran éxito y Todos eran mis
hijos fue elegida por el Círculo de Críticos de Teatro de Nueva York como la mejor
obra teatral de 1947. Este estudio sobre los efectos del oportunismo en las relaciones
familiares influyó en la mayoría de sus obras posteriores.
ebookelo.com - Página 95
El mayor logro de Miller fue Muerte de un viajante (1949), que obtuvo los premios
Pulitzer de Teatro y del Círculo de Críticos de Teatro de Nueva York, y a menudo se
cita entre las mejores obras del teatro contemporáneo. En un estilo casi poético, narra
la trágica historia de un hombre normal, muy parecido a su padre. Las brujas de
Salem (1953), una obra que describe los juicios por brujería realizados en Salem, es
en realidad una denuncia contra la investigación del Congreso de Estados Unidos
sobre las actividades subversivas llevadas a cabo por el senador Joseph McCarthy. El
propio Miller compareció ante el Comité de Actividades Antiamericanas en 1956.
Fue condenado por desacato, pero la sentencia fue apelada y Miller quedó finalmente
absuelto.
Otras obras dignas de mención son Panorama desde el puente (1955), Después de la
caída (1963), Incidente en Vichy (1964), El precio (1968) y El arzobispo (1977),
basada en la persecución de los escritores disidentes soviéticos. Destacan asimismo el
guión cinematográfico Vidas rebeldes (1960), escrito para su segunda esposa, la actriz
Marilyn Monroe; El reloj americano (1980), una serie de viñetas dramáticas basada
en Tiempos duros (1970), un estudio sobre la depresión del escritor estadounidense
Studs Terkel; una colección de relatos, Ya no te necesito (1967) y Ensayos teatrales
de Arthur Miller (1978).
Las obras de Miller se interesan especialmente por la responsabilidad del individuo
hacia los demás, el conocimiento de uno mismo y la realización personal. Escritas en
un estilo sencillo y coloquial, tienen su origen en la conciencia social del autor y su
compasión hacia los que son vulnerables y se dejan arrastrar hacia el mal camino por
los falsos valores que impone la sociedad.
ebookelo.com - Página 96