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Apuntes Tema 2-10

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GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

Tema 2
Tercer Sector de Acción Social: defini-
ción, función y diversidad

En este tema se presenta el Tercer Sector (TS) como agente clave en la sa-
tisfacción de las necesidades en nuestra sociedad. Se pone el acento en aque-
lla parte de este que denominamos Tercer Sector de Acción Social (TSAS) en
tanto que aglutina a las organizaciones sociales privadas que tratan de apoyar
prioritariamente y de manera focalizada a los sectores de población en situa-
ción de exclusión y desigualdad. A lo largo de todo el tema se ahonda en la he-
terogeneidad del sector y cómo ello dificulta establecer definiciones y clasifi-
caciones.
En las primeras páginas se trata de justificar por qué es importante contar
con una definición del Tercer Sector y qué dificultades existen para ello. Des-
pués de mostrar las dos estrategias que se han utilizado hasta ahora para defi-
nirlo, se presentan cuáles son las funciones que habitualmente desempeña en
nuestra sociedad. En la parte final del tema se presentan algunos datos que
dan una fotografía aproximada del TSAS a nivel estatal.

2.1 La problemática definición del Tercer Sector


Suele señalarse que lo que no se nombra, no existe. O, al menos, que queda
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

invisibilizado y olvidado. Esto es algo que parece asentado entre quienes nos
dedicamos a las ciencias sociales, ya que siempre hemos puesto mucho em-
peño en identificar fenómenos y tendencias sociales para describirlas con de-
talle, analizar sus causas y consecuencias, y hacerlas evidentes para el con-
junto de la sociedad. Todo ello con el fin último de cambiar nuestra visión del
mundo y provocar transformaciones o cambios sociales.
Este es, por ejemplo, el caso del concepto de exclusión social, que no viene
sino a señalar que en nuestras sociedades los recursos y oportunidades se dis-
tribuyen de manera desigual. Claro que, exclusión social, como tal, hubo siem-
pre en todas las sociedades y todos los momentos históricos, solo que en la
actualidad adopta nuevas formas y manifestaciones que se han tratado de
aglutinar en torno a este nuevo concepto que sustituye a otros clásicos como
los de pobreza, marginación, lumpen o underclass (infraclase). Hoy en día es
habitual que en los medios de comunicación se hable de cifras y tasas de «ex-
clusión social», de personas que se encuentran en «situación o riesgo de exclu-
sión social», y que la población general se muestre alarmada por estos datos.
Algo similar ocurre con la idea y concepto de Tercer Sector. Desde que la
exclusión social y la desigualad se entienden como fenómenos sociales —y no
como algo natural o divino, y por lo tanto inevitable— han existido grupos de
personas que se han unido para dar una respuesta colectiva y organizada a es-
tas situaciones. Las organizaciones benéficas, filantrópicas, de socorro de po-
bres, casas de caridad o de auxilio de pobres —por señalar solo algunas— han
sido el germen de lo que hoy conocemos como Tercer Sector y de la disciplina
del Trabajo Social. Igual que siempre hubo exclusión social, siempre han exis-
tido organizaciones que, desde enfoques humanistas, caritativos o de clase,
han atendido a las personas que no han contado con los recursos suficientes
para vivir con dignidad.
Es muy frecuente escuchar entre las personas que forman parte de lo que
conocemos como Tercer Sector destacar que «siempre han estado ahí». Claro
que estas nuevas organizaciones sociales son muy diferentes a las de décadas
y siglos pasados. Ahora tienen objetivos y enfoques distintos, formas de orga-
nización más complejas, y cumplen un papel más poliédrico en nuestras so-
ciedades. A nadie se nos escapa además que en las últimas décadas han pro-
liferado estas organizaciones, y que, paradójicamente, lo han hecho en para-
lelo al desarrollo de los Estados de bienestar, quienes deberían hacerse cargo
de las desigualdades sociales generadas por el modelo social y económico ca-
pitalista. Probablemente una de las consecuencias más imprevistas del surgi-
miento de los Estados de bienestar haya sido el resurgimiento —o redescubri-
miento— de la sociedad civil y de la capacidad organizativa de la sociedad una
vez constatados los límites de la acción gubernamental.
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

Algunos motivos por los que definir el Tercer Sector es importante para el
conjunto de la sociedad
Así pues, tenemos delante un fenómeno conocido, pero renovado. Del que
tenemos constancia además que cumple una función esencial en nuestra so-
ciedad. Merece la pena prestarle atención entonces.
Esta misma opinión la comparten muchas personas que se han dedicado
al estudio de los servicios sociales, el trabajo y la política social. Quienes sos-
tienen que lograr establecer una definición consensuada sobre qué es el Tercer
Sector y quién lo compone es una cuestión relevante desde muchos puntos de
vista, aunque en la literatura académica destacan dos factores por sobre el
resto (ver por ejemplo Enjolras et al., 2018).
Ha sido señalado, en primer lugar, que disponer de una definición precisa
de qué organizaciones e instituciones forman parte del Tercer Sector ayudaría
a popularizar y legitimar las actuaciones que desarrolla. De lo contrario, sus
intervenciones podrían quedar ocultas, restando importancia a un sector clave
en la satisfacción de las necesidades sociales y, en último término, limitando
sus posibilidades de crecimiento y expansión. En segundo lugar, conocer con
exactitud quienes lo componen permitiría desarrollar mejores políticas de
apoyo y articular mejor su función social. En otras palabras, ayudaría a dimen-
sionar y conocer qué tipo de necesidades atienden y cómo lo hacen para, a
continuación, organizar mejor las actuaciones entre las propias organizacio-
nes del Tercer Sector, y entre estas y los organismos gubernamentales. Esto
permitiría evitar duplicidades, solapamientos y huecos en la atención de la po-
blación más necesitada.
Una relectura de estas dos cuestiones nos puede llevar a concluir que de-
finir bien qué es el Tercer Sector sería, por lo tanto, importante para algunos
agentes sociales en particular, pero para toda la sociedad en general:
(1) En primer lugar, para las propias organizaciones sociales que confor-
man el Tercer Sector, en tanto que esto ayudaría a impulsar su proyec-
ción y crecimiento, y a incrementar su capacidad de ayudar a la pobla-
ción más desfavorecida.
(2) También, en segundo lugar, para quienes tienen responsabilidades po-
líticas en materia de bienestar, ya que así dispondrían de mayores re-
cursos con los que atender las necesidades y problemáticas sociales
aliándose y colaborando con estas organizaciones privadas para ello;
(3) Todavía más, para toda la ciudadanía, especialmente la más desfavo-
recida, puesto que un mayor crecimiento y articulación del sector de-
bería conllevar una reducción de las necesidades o situaciones proble-
máticas desatendidas.
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

Y algunas características inherentes que han dificultado lograr una defini-


ción de consenso sobre el Tercer Sector
A pesar de que resulta relevante para toda la sociedad definir bien qué es
el Tercer Sector y quién lo compone llama la atención que todavía existen mu-
chas dudas al respecto. Definir qué es el Tercer Sector resulta muy problemá-
tico (Ariño, 2008; Fernández y Peñasco, 2013), de hecho, para Salamon y Soko-
lowski (2018) se trata de uno de los conceptos más desconcertantes del dis-
curso político y social actual. Algunas claves nos pueden ayudar a entender
por qué lograr una definición del Tercer Sector es un reto mayúsculo.
En primer lugar, porque (a) abarca a una gran diversidad de organizaciones
que solo recientemente se ha comenzado a percibir como un sector diferen-
ciado e importante. En este mismo sentido, para Corry (2010), el uso del adje-
tivo «tercer» parece sugerir la idea de que se trata de una categoría inferior en
la que tiene cabida todo aquello que no encaja en otras superiores, o que tiene
menor importancia o un papel residual en la satisfacción de las necesidades
de la sociedad. Vendría a ser una especie de «cajón de sastre» en el que termi-
nan por incluirse organizaciones de muy distinto tipo en función de sus oríge-
nes, fines y estructura. Tal heterogeneidad, en último término, entorpece deli-
mitar unas características comunes a todas las organizaciones que lo compo-
nen y hacer generalizaciones sobre el sector.
La conceptualización del Tercer Sector resulta problemática, en segundo
lugar, porque (b) se trata de un terreno en constante disputa; a menudo desde
distintas posiciones políticas se le atribuyen distintas implicaciones ideológi-
cas. Existe un amplio debate sobre qué papel ocupa —y debe ocupar— en
nuestras sociedades, sobre todo en relación con la responsabilidad del Estado
en la atención de las necesidades sociales. El Tercer Sector se vuelve así la ex-
presión de valores que pueden llegar incluso a ser antagónicos:
(1) como expresión de la libertad de los individuos para satisfacer las
necesidades sociales sin la coerción gubernamental, o como espa-
cio para el desarrollo de la acción comunitaria y solidaria;
(2) como un instrumento que permite a acción gubernamental prestar
más servicios, o como una excusa para limitar la responsabilidad
pública en la atención de las necesidades;
(3) como herencia de la asistencia social, o como espacio de innova-
ción social, etc.
Un tercer y último factor para tener en cuenta es la (c) falta de información
estadística fiable sobre el número de instituciones que componen el sector o
sobre el número de personas que participan el mismo, ya sea como personal
voluntario o asalariado. Esto sería a su vez causa y consecuencia de la falta de
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

una definición precisa. No disponer de la misma impide recoger de forma sis-


temática el número y tipología de organizaciones que lo componen. A su vez,
no tener esta fotografía impide definir el sector a partir «de lo que existe». En
países como el nuestro solo recientemente se han comenzado a llevar estu-
dios con los que elaborar censos de organizaciones y para conocer en mayor
profundidad sus características y funciones.

La falta de una definición y acuerdo sobre qué es el Tercer Sector no ha


impedido que se haya popularizado el uso del término
En suma, todavía no existen consensos totales sobre cómo definir el Tercer
Sector y qué tipo de organizaciones lo componen. Claro que esto no ha impe-
dido que el término Tercer Sector se haya popularizado desde que se acuñara
por primera en 1973 por el sociólogo Amitai Etzioni. En términos generales el
concepto remite a la presencia de una serie de entidades en su mayoría vincu-
ladas con las ideas de sociedad civil o voluntarismo que, a pesar de ser muy
diversas entre sí y estar desordenadas, forman parte de un espacio de acción
conjunto coherente y homogéneo. Se ha señalado que en virtud de todo ello
podemos hablar la existencia de un nuevo sector relativamente acotado, tam-
bién en nuestro país (García Delgado, 2004; Ruiz Olabuéanga, 2006). No han
faltado no obstante las opiniones que han sostenido que resulta imposible de-
finir la existencia de un tercer sector porque carece de una mínima articulación
y coherencia (Ariño, 2004).
Sobre lo que sí hay completa aceptación es en el hecho de que estas orga-
nizaciones tienen un papel muy relevante en la consecución del bienestar de
la ciudadanía, especialmente la más vulnerable. Como se ahondará en el epí-
grafe siguiente, parece indiscutible que una serie de actores sociales distintos
a los tradicionales (Estado, mercado y grupos primarios) han ido adquiriendo
un rol cada vez más relevante en la atención y promoción de determinados sec-
tores de la población, cuando no de toda la ciudadanía. Y como ya se ha men-
cionado, esto tampoco quiere decir que el fenómeno del Tercer Sector sea
nuevo. Las organizaciones voluntarias y no lucrativas cuentan con una larguí-
sima tradición histórica que hunde sus raíces en la beneficencia y el asisten-
cialismo. Siguiendo a Casado (2003), lo que es relativamente novedoso es el
«redescubrimiento» de la conexión y vinculación entre esta multiplicidad de or-
ganizaciones, la creciente idea de que existe una identidad común entre ellas,
y la adquisición de papel relevante del sector en el ámbito de las políticas so-
ciales. Por consiguiente, cuando hablamos del Tercer Sector, en su mínima ex-
presión, hablamos de:
(1) Una serie de organizaciones que ocupan un espacio de acción co-
mún en nuestras sociedades, basado en la solidaridad y voluntarie-
dad;
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

(2) que en virtud de ello y, a pesar de su diversidad, tienen una identi-


dad compartida (se reconocen como miembros de un mismo sec-
tor);
(3) y que son reconocidas también externamente como un actor esen-
cial en la provisión de bienestar de nuestra sociedad.

Distintas estrategias para la definición del Tercer Sector


Estas características mínimas siguen siendo insuficientes, por lo que no li-
quidan el debate sobre la definición operativa del Tercer Sector. En las últimas
décadas se han acometido dos estrategias distintas para lograr definir el sec-
tor; la denominada (a) estrategia negativa o por deducción, y la (b) estrategia
positiva a partir de sus características intrínsecas o comunes. En los siguientes
epígrafes se abordan cada una de ellas.

Estrategia de definición negativa o por deducción


Esta estrategia busca delimitar el Tercer Sector de forma negativa o por de-
ducción, es decir, como aquello que es distinto al resto de agentes encardados
de satisfacer las necesidades sociales en nuestra sociedad. Esta es la vía utili-
zada por los primeros teóricos del Tercer Sector. Si algo no está regido por los
principios y lógicas del mercado, ni por la vía burocrática propia de la adminis-
tración estatal, debe ser considerado como parte de este (Etzioni, 1973; Cabra
de Luna y Lorenzo-García, 1993). Más recientemente se ha buscado contrapo-
ner al Tercer Sector no solo con el Estado y el mercado sino también frente a
los denominados grupos primarios y la sociedad civil, en tanto también ejercen
un rol fundamental en la atención de las necesidades sociales brindando apo-
yos espontáneos y solidarios.
Para comprender mejor esta estrategia debemos recurrir a Wuthnow
(1991), quien sostenía que la sociedad puede ser analizada en torno a secto-
res, cada uno de los cuales satisface las necesidades bajo principios propios y
contrapuestos. Siguiendo a Herrera (2003) la sociedad estaría concebida como
un sistema compuesto por cuatro subsistemas o sectores diferenciados:
(1) El Estado, cuya característica —o principio— fundamental es el uso
del poder político (derecho) para el cumplimiento de las obligacio-
nes ciudadanas y la forzosa redistribución de los recursos bajo el
pretexto del bien colectivo;
(2) El mercado, cuya esencia es la primacía del interés individual e im-
plica el lucro mediante el intercambio de bienes y servicios sobre la
base de la oferta y la demanda;
(3) Los grupos primarios (familias, parientes, grupos de iguales, redes
informales, etc.) que desempeñan funciones sociales insustitui-
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

bles, y la sociedad civil que, en esencia, evoca a la ciudadanía ac-


tuando colectivamente para expresar sus intereses e ideas, e inter-
cambiar recursos (materiales y simbólicos) para alcanzar unos ob-
jetivos comunes;
(4) Y, finalmente, el Tercer Sector, que puede definirse como aquellas
organizaciones que actúan motivadas por objetivos solidarios en
las que el principio dominante es el voluntarismo.

Figura 1: Triángulo del bienestar en las sociales contemporáneas

Fuente: Extraído de Evers & Laville (2004), basado en Pestoff (1992).

Una forma de visualizar el espacio que ocupa el Tercer Sector y que goza de
gran consenso es la propuesta de Pestoff (1992). Mediante el cruce de tres ejes
de variables (informal/formal, lucrativo/no lucrativo, público/privado) se ob-
tiene una representación aproximada de los elementos clave que diferencian a
cada uno de los sectores (ver Figura 1). De todo ello se desprende que las or-
ganizaciones del Tercer Sector se caracterizan por ser privadas, no tener ánimo
de lucro, y por ser aquella parte de la sociedad más formal y organizada.
Estas han sido consideradas como las características nucleares o centra-
les de las organizaciones del Tercer Sector y sobre las que existe mayor con-
senso internacional (Salamon y Sokolowski, 2018). Según se ponga el acento
en uno u otro factor así se han denominado las organizaciones que venimos
incluyendo en el Tercer Sector. Hablamos con frecuencia de Organizaciones
No Gubernamentales (ONGs), Organizaciones No Lucrativas (ONLs), Organi-
zaciones Comunitarias (OC), u Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC). En
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

el acervo común todas estas denominaciones se emplean de manera indis-


tinta, como sinónimos del Tercer Sector (aunque hay casos excepcionales en
que esto no es del todo así).
El uso preferente de uno u otro término varía también entre territorios,
siendo por ejemplo el término Nonprofit Institutions (NPIs) más común en Es-
tados Unidos, donde quizá no tiene tanto sentido hacer mención al carácter no
gubernamental de estas organizaciones por el residual papel que el Estado
ocupa en la vida pública de este país; Voluntary Sector en Reino Unido, donde
esta denominación parece querer enfatizar el carácter comunitario y solidario
de estas organizaciones en una de las sociedades tradicionalmente más indi-
vidualistas; o Économie Sociale en los países francófonos, donde ha existido
tradicionalmente una mayor desarrollo de este paradigma (sobre el que volve-
remos).

Estrategia positiva o de definición a partir de sus características conjun-


tas
La estrategia de búsqueda de una definición empleando la lógica de la con-
traposición ha sido considera parcial e incompleta. Según Donati (1993) la me-
jor forma de acometer la definición del Tercer Sector pasa por elaborar una
construcción positiva del mismo —no negativa, ni por oposición— identifi-
cando las características específicas que lo hacen singular y, al mismo tiempo,
lo diferencian de otras organizaciones. Así entonces una segunda vía para su
conceptualización ha sido la de identificar las principales características com-
partidas por el Tercer Sector o, dicho de otro modo, aquellas que formarían
parte de su núcleo común. Es el criterio popularizado por los miembros de la
Universidad Johns Hopkins (de EE. UU.), por lo que a veces a estos se les deno-
mina como tal.
Esta estrategia ha sido la utilizada sobre todo por organizaciones suprana-
cionales, como Naciones Unidas (2003), principal institución promotora de la
adopción de esta perspectiva. Es actualmente la estrategia más extendida y
empleada debido al amplio consenso que existe sobre ella a nivel internacio-
nal. Además de las características ya señaladas anteriormente (ser privadas,
no tener ánimo de lucro, y ser formales), habría que añadir que las organizacio-
nes del Tercer Sector son voluntarias y están autogobernadas. Así pues, en
suma, desde esta óptica, para que una organización pueda ser considerada
como parte del Tercer Sector debe al menos cumplir las siguientes cinco ca-
racterísticas:
(1) Estar organizadas/tener carácter formal, esto es, que detrás de las
organizaciones haya un grupo de personas que se han dotado de
una estructura de funcionamiento interna con roles y responsabili-
dades definidas, así como de los procedimientos para establecer
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

decisiones y objetivos a largo plazo. Esto no implica necesaria-


mente que la organización deba estar legalmente registrada, aun-
que es lo más frecuente, ya que suele ser un prerrequisito para ac-
ceder a subvenciones públicas o privadas o recibir beneficios fisca-
les.
(2) Ser privadas, lo que en esencia implica no estar controladas por ac-
tores gubernamentales. Lo determinante aquí no es si las organiza-
ciones reciben o no ingresos por parte de las administraciones pú-
blicas o si esta es o no su principal fuente de financiación. Lo cen-
tral es que el órgano de gobierno de la organización sea el único que
tiene potestad para establecer sus objetivos, para nombrar quienes
ocupan los cargos dentro de la organización y, en último término,
disolver la institución de forma voluntaria.
(3) Estar autogobernadas, aspecto que hace referencia a que la res-
ponsabilidad frente a las posibles consecuencias positivas o nega-
tivas de las decisiones adoptadas en el seno de la organización re-
cae sobre esta misma. Cuando por ejemplo una organización pla-
nifica sus actividades y las presupuesta asume sus propios riesgos.
Tampoco necesita de la aprobación gubernamental o de otras ins-
tituciones para adoptar sus propias decisiones o establecer su pro-
pia hoja de ruta1. En otras palabras, la propia organización deter-
mina cuál es su misión, su visión y cuáles son sus valores.
(4) No tener ánimo de lucro, lo que implica que las organizaciones de-
ben tener prohibido —ya sea por ley, por sus propias normas inter-
nas, o las dos cosas al mismo tiempo— distribuir la totalidad o una
parte significativa de los beneficios generados como resultado de
sus actividades entre sus miembros u otros (lucrarse). Sin duda, las
organizaciones pueden acumular beneficios, pero deben de ser in-
vertidos en el desarrollo de su misión y sus objetivos.
(5) La participación en las organizaciones debe de ser voluntaria, sin
ningún tipo de coerción u obligatoriedad2.

1
Sin duda, si una organización gestiona subvenciones o fondos públicos deben em-
plearlos para el fin que fue establecido por la administración financiadora, quien ade-
más puede ejercer un control muy estricto de su uso. No obstante, la decisión de con-
currir a esa subvención es fruto de la propia autogestión de las organizaciones.
2
En algunos países el marco legal permite obligar a personas que ha cometido algún
delito menor a prestar algún servicio comunitario o como alternativa al servicio militar
obligatorio. No es el caso de nuestro marco jurídico, donde para imponer esta pena
debe de haber una aceptación por parte de la persona enjuiciada.
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

Respecto a este último punto, no hay que confundir voluntarismo con el vo-
luntariado. Aunque esta última sea una forma de participar en las organizacio-
nes del Tercer Sector muy frecuente (ofreciendo tiempo sin recibir remunera-
ción alguna), no es la única. También se puede hacer profesionalmente, reci-
biendo una retribución por ello. De hecho, cada vez hay más organizaciones
que no cuentan con personas voluntarias entre sus filas, bien porque conside-
ran que las actuaciones que desarrollan deben de estar desarrolladas exclusi-
vamente por personas profesionales, bien porque les resulta complicado cap-
tar personas voluntarias. No falta quienes sostienen que cada vez vivimos en
sociedades más individualistas y obsesionadas con ocupar el tiempo solo en
actividades productivas o consumistas. Como ha señalado Rodríguez Cabrero
(2003, p. 37), «el hecho de que muchas entidades sociales no tengan volunta-
riado no implica que no puedan ser denominadas organizaciones voluntarias
ya que tal denominación se justifica en la libre voluntad organizativa de la so-
ciedad civil».
Por otro lado, y siguiendo de nuevo a Salamon y Sokolowski (2018), para
que una organización sea considerada como parte del Tercer Sector debe (6)
perseguir la consecución de un fin social o público, lo que podría entenderse
como consecuencia derivada de su carácter no lucrativo. Se trata de priorizar
la producción de bienes públicos u otros beneficios sociales o medioambien-
tales de valor para el conjunto de la sociedad. Las preocupaciones más habi-
tuales giran en torno a los conceptos de salud, bienestar, educación, derechos
humanos y civiles, superación de las desigualdades, promoción del empleo, la
búsqueda de justicia social, etc. Este podría ser considerado un criterio extra
—el sexto— a los de Johns Hopkins.
Esta es la estrategia más popular en la actualidad para definir el Tercer Sec-
tor y tomada como base para realizar algunas de las definiciones más popula-
res en nuestro contexto. Así, por ejemplo, siguiendo muchas de las cuestiones
antedichas, en nuestro país, Pérez Díaz y López Novo (2003, p. 53) señalan que:

«El Tercer Sector social comprende las organizaciones volunta-


rias y no lucrativas que prestan atención social a colectivos que
se suponen necesitados de la misma; y por ello de manera com-
plementaria o concurrente con el estado o el mercado, bien por-
que se piense que tales organizaciones realizan mejor que el es-
tado y el mercado, bien porque se suponga que atiende a necesi-
dades que no son atendidas (o no lo son adecuadamente) por las
políticas sociales públicas ni por el mercado»

Algunas fronteras que todavía quedan borrosas en su definición


A pesar del consenso acerca de las características de las organizaciones
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

del Tercer Sector todavía existen dudas sobre si algunas en particular podrían
llegar a formar parte de este, por cumplir la mayoría de estas si no todas. En
función de la rigidez con la que se interpreten antedichas características se las
considera excluidas del Tercer Sector, candidatas a su inclusión, parte inte-
grante del mismo, u organizaciones «satélite» que gravitan en torno al concepto
del Tercer Sector.
Entre las organizaciones habitualmente puestas «en duda» se encontrarían
las cooperativas y las mutuas. Tanto las cooperativas como las mutuas (ambas
organizaciones privadas, formales y autogobernadas) están muy próximas a
los principios de interés común (desarrollo económico de una comunidad
dada, protección frente a accidentes laborales y problemas de salud de pobla-
ción trabajadora, por ejemplo) y ausencia de ánimo de lucro. Esto no siempre
es así, como el caso de las cooperativas operando en sectores productivos
(como la industria), ya que buscarían obtener beneficios y repartirlos. También
sería el de las mutuas que en países como el nuestro son un instrumento más
del sistema de protección social (cuya participación es obligatoria).
Por otro lado, cada vez son más comunes las denominadas empresas so-
ciales que unen propósitos sociales y éticos con métodos y estrategias de mer-
cado para alcanzarlos, y que no renuncian a cierto lucro o a la inversión de
parte de sus beneficios en la economía financiera. También se han mostrado
dudas acerca de la idoneidad de incluir como parte integrante del Tercer Sector
a los movimientos comunitarios3, ya que su aportación a los sistemas de bie-
nestar está en un creciente debate por su potencial para la satisfacción de ne-
cesidades sociales (Zuñiga, 2020). La regla habitual es no incluir ninguna de las
organizaciones anteriores entre las entidades del Tercer Sector, aunque sí ocu-
rre con algunos casos particulares de cooperativas con fines sociales y empre-
sas de inserción social.

2.2 Una primera aproximación a las aportaciones


del Tercer Sector a la sociedad
Hasta ahora hemos realizado una aproximación al concepto de Tercer Sec-
tor y a las características de las organizaciones lo componen, pero todavía sa-
bemos poco de qué aportan estas organizaciones más allá de que tienen una
finalidad o meta social y que son un actor clave para el bienestar ciudadano.

3
Según Zuñiga (2020, p. 203), una definición operativa de las comunidades podría
ser la de «un proceso (o varios) de participación que se desarrolla en un espacio
físico determinado en el que las personas y grupos que interactúan en el mismo
desarrollan un componente psicológico de pertenencia/reciprocidad»
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

Abundar en su contribución a la sociedad nos facilita aproximar una represen-


tación de qué es el Tercer Sector y, por consiguiente, nos ayuda también a de-
limitarlo y entenderlo mejor.
La definición de Pérez Díaz y López Novo (2003) antes mencionada nos da
algunas pistas sobre esta cuestión cuando señala que este sector comprende
organizaciones que prestan atención social sobre aquellas necesidades que
son insuficiente o inadecuadamente atendidas por el Estado o por el mercado
(recordemos, dos de los principales agentes que satisfacen las necesidades
en nuestra sociedad junto con los grupos primarios). Así pues, no podemos di-
sociar el análisis de las aportaciones del Tercer Sector de las que realizan el
resto de los agentes.

Las aportaciones del Tercer Sector a la sociedad en perspectiva compa-


rada
De la definición anterior también se deduce que la perspectiva de la socie-
dad en base a los antedichos cuatro sectores no implica un juego de suma cero
por el cual, cuando uno de los sectores atiende una necesidad o problemática
específica el resto no tienen ninguna responsabilidad. Por lo general, desde to-
dos estos ámbitos se interviene en la satisfacción de las necesidades sociales
con desigual responsabilidad e impacto. Lo central es que desde cada uno de
los ámbitos se da respuesta de un modo particular, aportando unas ventajas o
valor añadido propio. Frente a estas se anteponen distintas críticas o desven-
tajas. Y al igual que ocurría con las definiciones negativas o por oposición,
buena parte de las ventajas y desventajas que se le atribuye al Tercer Sector
cuando busca satisfacer necesidades sociales en nuestra sociedad se dedu-
cen y a partir de las ventajas y desventajas del resto de agentes. En la Tabla 1
están recogidas algunas de las ventajas y desventajas que habitualmente se
suelen atribuir —eso es, son opiniones generalizadas, no hechos irrefutables—
a cada uno de los sectores.
Estas ventajas y desventajas se valoran en función de a quién dirigen sus
servicios y apoyos (a toda la ciudadanía, a una parte en específico o a los/as
consumidores), qué tan eficaces son cuando los prestan, y cuáles son sus ló-
gicas de intervención (si están basadas en derechos, son graciables o se basan
en la obtención de un beneficio). La lectura que puede hacerse del Tercer Sec-
tor es que:
(1) El Tercer Sector no presta sus servicios y apoyos con carácter uni-
versal como el Estado, sino que se dirige a sectores de población
muy específicos. El valor añadido es que muchos de estos grupos
no reciben una atención suficiente o adecuada por parte del Estado
o no tienen capacidad para adquirir servicios o prestaciones esen-
ciales en el mercado. El contrapunto es que este particularismo ha
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

generado muchas veces que se trabaje de forma aislada y descoor-


dinada.
(2) Al igual que los grupos primarios las organizaciones del Tercer Sec-
tor tienen una gran capacidad para dar una respuesta rápida y ágil a
las nuevas problemáticas sociales. La diferencia estriba en que gra-
cias a la solidaridad y voluntariedad de las muchas personas que
forman parte del sector este tiene más capacidad para mantener
los apoyos en el tiempo (no se agotan tan rápido como en el caso
de los grupos primarios) y estructurarlos en forma de programas y
servicios.
(3) Los apoyos prestados en el Tercer Sector son graciables —se pres-
tan si se tiene recursos y capacidad para ello, sino no— lo que su-
pone un compromiso más débil que el que tiene que asumir el Es-
tado cuando garantiza los apoyos en base a derechos. Esto ha po-
dido dar lugar en muchas ocasiones a prácticas paternalistas, asis-
tencialistas y cortoplacistas.

Aportaciones extraídas de la larga trayectoria y experiencia de interven-


ción de muchas organizaciones
Además de estas aportaciones, de un tiempo a esta parte se ha comenzado
a señalar otras propias resultado de la larga experiencia y trayectoria de mu-
chas de las organizaciones. Las aportaciones o beneficios que el Tercer Sector
aporta a la sociedad, aunque en continuo debate, por lo general, se leen en
clave de:
(1) Tener una gran capacidad para dar una respuesta más holística —
o integral— a los cada vez más complejos y multidimensionales
problemas sociales;
(2) Tener mayor capacidad para ofrecer servicios más cercanos, con
mayor calidez e intensidad en la intervención (más personaliza-
dos);
(3) Dar respuestas más rápidas y flexibles a las necesidades sociales,
especialmente las más recientes.
(4) Canalizar la participación de los individuos y grupos en la sociedad
hacia el interés común;
(5) Crear redes de solidaridad ágiles y flexibles que respondan a los
nuevos riesgos sociales;
(6) Atender aquellas necesidades con una cobertura insuficiente o
una respuesta inadecuada por parte del mercado o el Estado;
(7) Tener una actitud vigilante a favor de los derechos de todas las per-
sonas, especialmente las más vulnerables (fiscalizar a los poderes
públicos).
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

Tabla 1: Ventajas y críticas atribuidas habitualmente a cada uno de los sectores


Ventajas Críticas
Promueve el interés colectivo —de toda la ciudadanía— frente a No siempre sería sinónimo de eficacia y equidad (burocracia, inmovi-
los intereses particulares. lismo, etc.)
Estado

Garantiza un nivel mínimo de atención a toda la ciudadanía, inde- Más que erradicarlas, ofrece un nivel sostenido de desigualdades.
pendientemente de sus recursos económicos. Limita la libertad de elección por que solo hay un proveedor de servi-
Funciona bajo la lógica de derechos, contraria a la graciabilidad. cios.
Aporta los beneficios de la competitividad, por lo que sería más Funciona bajo lógicas de coste-beneficio, por lo que no interviene
Mercado

eficiente y ofrecería mejores servicios. ante todas las necesidades, solo las más rentables.
Permite mayor libertad de elección al aumentar las opciones dis- Se limitan a promover el bienestar de su clientela, no al de toda la
ponibles. ciudadanía.
Se caracterizan por su espontaneidad, cercanía y rapidez a la hora En momentos de crisis, cuando más se precisan, pueden llegar a
Primarios

de dar respuesta a las necesidades sociales. agotarse muy rápido.


Grupos

Aportan de manera natural apoyos instrumentales, pero también La población tiende a relacionarse con personas con mismo estatus,
emocionales, psicológicos, etc. por lo que su capital social, económico y relacional también es limi-
tado.
Aprovechan la participación libre, voluntaria y solidaria de las per- Prioriza la atención de sectores de población afines a las organiza-
sonas para responder a las necesidades sociales. ciones (corporativismo).
Sector
Tercer

Su cercanía a la población les permite detectar muy rápido las Interviene desde lógicas paternalistas, graciables y asistencialistas.
consecuencias de las desigualdades sociales y dar respuestas
ágiles

Fuente: Reelaborado a partir de Alemán Bracho (2009)


GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

2.3 La clasificación del Tercer Sector según sus


funciones y ámbitos de intervención
Llegados a este punto, tal y como señalan Fernández y Peñasco (2013),
puede resultar desalentador no tener una idea precisa de la realidad conocida
como Tercer Sector. Sin embargo, «quizá no sea aconsejable delimitarlo, cons-
treñirlo y asfixiarlo [porque] la diversidad forma también parte de su esencia»
(Fernández y Peñasco, 2013, p. 97). Ya se señaló que la heterogeneidad del sec-
tor es uno de los principales factores que han dificultado definir y concretarlo.
Cabe reiterar que esto no impide que se pueda intuir que nos encontramos
frente a un fenómeno más o menos acotado. Tampoco que tanta diversidad re-
sulte negativa. Al contrario, una mayor diversidad redundaría en una mayor ca-
pacidad en la atención de más necesidades y problemáticas sociales.
Esta misma pluralidad que dificulta definir el sector también genera proble-
mas a la hora de clasificar internamente las organizaciones que lo componen,
porque hay muchas variables o ejes que diferencian unas organizaciones de
otras. Por poner solo algunos ejemplos, las organizaciones se diferencian en
función de:
(1) La forma jurídica que adoptan, que en ocasiones adquiere el esta-
tus formal de asociaciones, fundaciones o cooperativas sociales.
(2) Su desigual capacidad económica, en tanto que hay organizacio-
nes que cuentan con muy pocos recursos económicos —como do-
naciones puntuales de las personas asociadas— mientras que
otras son expertas en captar muchos fondos públicos o privados.
(3) Tener una mayor o menor vocación por prestar servicios o por basar
su actividad principal en proveer apoyos mutuos y acompaña-
miento social.
(4) La distancia que mantienen con respecto a la administración pú-
blica, ya que mientras que algunas colaboran estrechamente con
esta, otras buscan mantenerse más independientes.
(5) Si tienen una base social mayor o menor (personas voluntarias, do-
nantes, colaboradoras, simpatizantes, etc.) y sea esta más o menos
activa.

Principales funciones o actuaciones ejercidas por las organizaciones del


Tercer Sector
Buscar ejes diferenciadores puede ser una tarea interminable. Más si intro-
ducimos también como variables de análisis la población destinataria, las ne-
cesidades y dificultades que atienden, o las actuaciones que realizan. También
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

estas últimas son muy amplias. No obstante, en nuestro país, y en el entorno


más próximo, estas se suelen agrupar en cinco categorías o ámbitos principa-
les:
(1) La provisión de servicios orientados a contrarrestar los efectos de la
exclusión social, en unas ocasiones de forma complementaria a la ac-
ción gubernamental (porque no llega con la suficiente intensidad a
atender determinadas realidades sociales), en otras de forma alterna-
tiva (desde otros enfoques de atención).
(2) Defensa de los intereses sociales de los sectores de población más
desfavorecidos o con menos voz en el espacio público (por su situa-
ción de exclusión), en aras de mejorar sus condiciones de vida y propi-
ciar su acceso a los derechos sociales y civiles. En suma, realizan una
suerte de (inter)mediación social.
(3) Concienciación y sensibilización de la ciudadanía en su conjunto sobre
las situaciones de exclusión y pobreza dentro de la propia comunidad,
las necesidades específicas de los sectores de población vulnerables,
y sobre los procesos y mecanismos que vulnerabilizan a determinados
sectores e individuos de la sociedad.
(4) Desarrollo del tejido comunitario y creación de un espacio de dinami-
zación de la participación ciudadana, que se canaliza a través del vo-
luntariado, pero también mediante el impulso de espacios de interac-
ción entre la sociedad civil y la administración pública. En otras pala-
bras, crean redes de solidaridad que contribuyen a generar una socie-
dad más «pujante y activa» parafraseando a Gil-García (1991).
(5) Desarrollo de una importante función y espacio de innovación social,
desde el que se idea respuestas a las necesidades sociales novedosas
con flexibilidad y rapidez.

No todas las organizaciones desarrollan actividades en todas estas cate-


gorías. Las hay que ponen más empeño en denunciar las situaciones de exclu-
sión y las injusticias sociales que otras, y quienes invierten más recursos en
desarrollar campañas de sensibilización y/o concienciación que otras. Las or-
ganizaciones más grandes y con más recursos tienen incluso gabinetes dedi-
cados a la investigación y divulgación. Igual que también hay quienes están
más prestadas a experimentar con nuevos programas y paradigmas de inter-
vención mientras que otras se sienten más cómodas caminando sobre seguro.

Evolución de las distintas estrategias de clasificación de las organizacio-


nes
A pesar de las antedichas dificultades para clasificar a las organizaciones
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

del Tercer Sector esto no ha impedido que se hayan adoptado distintas estra-
tegias para ello. Las propuestas en este sentido a lo largo de las últimas déca-
das han sido múltiples. La más clásica, establecida en la mitad del siglo XX por
Beveridge (1948), proponía una clasificación dicotómica: por un lado, aquellas
que trabajan en la satisfacción de las necesidades de sus integrantes y, por
otro, las que se lanzan a dar satisfacción a grupos desfavorecidos de manera
altruista. Por su parte Rose (1970), también desde una lógica dual, diferen-
ciaba igualmente entre los grupos creados para la satisfacción de las necesi-
dades de sus propios miembros, pero ubicando en la otra cara de la moneda a
aquellos otros grupos que tratan de ejercer alguna influencia para transformar
la sociedad. Esta lógica fue ampliada más tarde por Hoekendijk (1986) quien,
siguiendo principalmente la clasificación de Beveridge, fijó varias subcatego-
rías de organizaciones y grupos voluntarios4. En tanto esta última ha sido una
clasificación muy popular, ha mantenido vigente incluso hasta nuestros días
estas clasificaciones de corte dual, segmentando a las organizaciones del Ter-
cer Sector en función de si establecen objetivos hacia terceros o el conjunto
de la sociedad, o si lo hacen para sus propios miembros.
A partir de los años ochenta y noventa del pasado siglo cuando se comien-
zan a popularizar las clasificaciones que tratan de superar esta visión dual. En
estas se recoge ya el creciente papel que las organizaciones del sector adquie-
ren en el marco de los estados de bienestar y su progresiva incorporación a la
prestación de servicios. García-Roca (1996) distingue en este sentido entre: el
asociacionismo ciudadano, aquellas asociaciones orientadas a prestar apo-
yos útiles a la comunidad de manera altruista; el cooperativismo social, en re-
ferencia a las organizaciones que desarrollan servicios con finalidad altruista
y solidaria; y organizaciones de voluntariado, que colaboran en beneficio de los
demás no siempre a través de servicios predefinidos.
El aumento de las necesidades sociales y la expansión del sector a finales
del siglo XX también deja su impronta en estas clasificaciones, por lo que em-
piezan a incluir entre sus criterios —o utilizando como criterio central— los
ámbitos o esferas de intervención de las organizaciones del sector (Gutiérrez-
Resa, 2010). Una de las clasificaciones más populares y extendidas es em-
pleada en la categorización de entidades no lucrativas, empleada en los estu-
dios de Naciones Unidas. La misma distingue entre: (1) organizaciones de cul-
tura y ocio, (2) educación e investigación, (3) salud, (4) servicios sociales, (5)
medioambiente, (6) desarrollo económico y vivienda, (7) protección y promo-
ción de los derechos civiles, (8) justicia, (9) consumo, (10) carácter político,

4
Asociaciones tradicionales de voluntarios, organizaciones profesionales, alterna-
tivas y críticas, iniciativas locales por un lado, y grupos de autoayuda, uniones o
ligas, grupos de acción y grupos mentalización/concienciación por otro.
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

(11) voluntariado y altruismo, (12) cooperación al desarrollo, (13) religiosas o


caritativas, (14) sindicales y (15) otras.

2.4 El Tercer Sector de Acción Social: concepto,


normativa y actividad
A la luz de antedicha clasificación, no todas las organizaciones del Tercer
Sector se dedican a la intervención social, entendiendo por esta, en esencia,
como aquella actividad que se realiza de manera formal u organizada para res-
ponder a las necesidades sociales (Fantova, 2007a). En este ámbito se inclui-
rían entonces:

«Tanto el conjunto [de organizaciones] de lo que suelen denomi-


narse en España, servicios sociales, como un amplio abanico de
iniciativas de carácter, por ejemplo, sociosanitario, socioeduca-
tivo, sociolaboral o sociocultural a diferentes escalas que pueden
ir desde la intervención comunitaria hasta la cooperación interna-
cional. En nuestro concepto la intervención social es una activi-
dad de fuerte contenido e impronta relacional […] que no necesa-
riamente tiene un carácter asistencial […] sino que puede incor-
porar componentes relacionados con el aprendizaje o cambio in-
dividual y con el cambio social estructural» (Fantova, 2007b, p. 9).

De forma progresiva en las últimas décadas ha ido adquiriendo mayor pro-


tagonismo el concepto de acción social, que según Iglesias (2012, citada por
Fuertes, 2019, p. 21) ha de entenderse como:

«Toda actuación orientada a promover el desarrollo y autonomía


de las personas, especialmente de aquellas que tienen mayores
dificultades, y garantizar el ejercicio efectivo y ampliación del al-
cance de los derechos de ciudadanía. El objetivo es construir una
sociedad más equitativa e inclusiva con una cohesión social só-
lida y duradera, una sociedad en la que todos podamos participar
como ciudadano y ciudadanas de pleno derecho».

La acción social parece más vinculada a las ideas de justicia social y trans-
formación. La reivindicación se hace además desde el ámbito de los derechos
y con claro protagonismo de la ciudadanía (Fuertes, 2019). Esta es la perspec-
tiva de la mayor parte de los actores involucrados en el Tercer Sector, por lo que
esta noción (acción social) y no la de intervención social ha terminado por
acompañar la expresión Tercer Sector de Acción Social (TSAS, en adelante).
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

Como ya ocurriera con la definición del Tercer Sector, tampoco existe una
definición única y consensuada del TSAS, sobre todo en torno a cómo delimitar
los criterios de inclusión y exclusión de las organizaciones que lo componen.
En nuestro país estudios como los de la Fundación Luis Vives o la Plataforma
de Organizaciones de Acción Social (POAS) han contribuido a su definición y
delimitación. Más recientemente la Ley 43/2015 del Tercer Sector de Acción
Social ha acuñado una definición del TSAS que se ha convertido en referencia
a nivel estatal.

Hacia una definición del Tercer Sector de Acción Social


En primer lugar, en los estudios antedichos se entiende por Tercer Sector
de Acción Social aquel ocupado en «la provisión de una variedad de servicios
sociales destinados a personas en situación de vulnerabilidad o colectivos es-
pecíficos, dejando aparte la realización de tareas estrictamente educativas,
sanitarias, deportivas o culturales» (Gómez Crespo et al., 2020, p. 12). Forman
parte del universo del TSAS todas las organizaciones que:
(1) Cumplen con los cinco criterios de la Universidad Johns Hopkins (ver
epígrafe 2.1, p. 15 y ss.).
(2) Desarrollan su actividad en el ámbito de los derechos, la participación
ciudadana y/o las necesidades sociales.
(3) Cumplen con alguna función social como:
― la promoción de los derechos individuales y colectivos;
― el estudio y/o denuncia de necesidades y problemáticas sociales;
― la sensibilización de la sociedad sobre esas problemáticas socia-
les;
― la atención directa a esas necesidades sociales;
― y el fomento de la participación ciudadana.

Esto lleva a excluir de manera explícita del TSAS a entidades como los sin-
dicatos y partidos políticos, asociaciones empresariales y profesionales, aso-
ciaciones deportivas, comunidades vecinales, fundaciones empresariales y fi-
lantrópicas, entidades sanitarias, etc.
En el año 2015 se promulgó la Ley 43/2015, de 9 de octubre, del Tercer Sec-
tor de Acción Social con la que se refuerza el protagonismo y especificidad de
las organizaciones dedicadas a la intervención social dentro del amplio aba-
nico de las que componen el Tercer Sector. En su preámbulo y articulado la ley
aporta una serie de elementos que ayudan a establecer la naturaleza y los con-
tornos del TSAS:
(1) Señala que con sus acciones el TSAS trata de hacer frente a las si-
tuaciones de desigualdad y exclusión social, particularmente aque-
llas de carácter persistente y estructural.
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

(2) Resalta que, de forma alternativa o complementaria a la acción pú-


blica, aporta soluciones orientadas a evitar que determinados gru-
pos sociales se vean excluidos del bienestar.
(3) Reconoce el papel crucial que el TSAS desempeña en el diseño y
ejecución de las políticas contra la pobreza y la exclusión social.
(4) Subraya el especial compromiso de las organizaciones del TSAS
con los derechos humanos y determinados valores, como los de
«solidaridad, igualdad de oportunidades, inclusión y participación».
(5) Tiene por objetivo la atención y promoción de «sectores sociales
marginados, colocados en situaciones de vulnerabilidad o en riesgo
de exclusión social»,
(6) Enfatiza el tejido social y ciudadano que lo compone, y su capaci-
dad para convocar a la participación de toda la sociedad civil, ha-
ciendo posible la corresponsabilización de toda la ciudadanía en la
acción inclusiva.
En el artículo número dos la ley define el Tercer Sector de Acción Social
como «aquellas organizaciones de carácter privado, surgidas de la iniciativa
ciudadana o social, bajo diferentes modalidades, que responden a criterios de
solidaridad y de participación social, con fines de interés general y ausencia de
ánimo de lucro, que impulsan el reconocimiento y el ejercicio de los derechos
civiles, así como de los derechos económicos, sociales o culturales de las per-
sonas y grupos que sufren condiciones de vulnerabilidad o que se encuentran
en riesgo de exclusión social».

Campo de actuación, servicios y personas beneficiarias del Tercer Sector


de Acción Social a nivel Estatal
Según datos del Directorio del Tercer Sector de Acción Social, en el país ha-
bía a comienzos de 2020 un total de 27.962 organizaciones de este tipo. Su
campo de actuación es muy diverso, aunque la mayoría se concentran en torno
a la acción social (37 %), la atención sociosanitaria (23,9 %) y la integración/in-
serción (13,8 %). Otros ámbitos de actuación relevantes son la cooperación in-
ternacional, la participación, los derechos humanos o la vivienda.
Los campos de intervención de las entidades del TSAS son muy dinámicos,
y evolucionan de manera sincrónica con las necesidades sociales. En este sen-
tido, ámbitos de intervención como los de la vivienda que en la actualidad su-
ponen un 0,7 % de la acción prioritaria del sector adquirieron un peso mayor
durante el periodo más álgido de desahucios entre 2010-2014. También las
medidas de inserción laboral han sido más protagónicas cuando los niveles de
desempleo alcanzaron máximos históricos en el país.
Por su parte, entre los servicios prestados por las entidades más habituales
se encuentran la formación y educación (30,2 %), la información y orientación
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

sobre recursos (28,9 %), la intervención psicosocial (26 %) y socioeducativa


(22,4 %). Son igualmente destacables los servicios de ocio y tiempo libre
(17,5 %), de asesoramiento y orientación jurídica (15,7 %), atención sanitaria
(14 %) y acompañamiento social (12,2 %). Si bien, todavía el abanico de servi-
cios es más amplio (ver Tabla 3). Es destacable no obstante el peso que ad-
quiere la gestión de centros ya sean estos residenciales, ocupacionales o de
día, previsiblemente buena parte de ellos de titularidad pública. También es
destacable el peso que todavía tienen algunas actividades claramente asisten-
ciales como la alimentación (6,0 %) y que en su mayoría corresponderá a ban-
cos de alimentos, o la prestación de ayudas económicas (3,2 %), habitual entre
organizaciones caritativas.
Más allá de la prestación de servicios, las organizaciones realizan otra serie
de funciones, entre las que cabría destacar la sensibilización (81,2 %); la pro-
moción del voluntariado, la ayuda mutua, la participación social y el asociacio-
nismo (45,3 %); la denuncia y promoción de derechos (30,3 %); y la investiga-
ción y detección de necesidades (19,7 %).
Si se examina la población a la que se atiende, una de cada tres entidades
tiene a las personas con discapacidad como grupo prioritario de sus servicios
e intervenciones (29,4 %), mientras que una cuarta parte incluyen a la pobla-
ción infantil y adolescente (25,4 %). En ambos casos habría que incluir también
a sus familias y entornos más cercanos. Las personas en situación de riesgo
de pobreza/exclusión (19,4 %), la población joven (16,0 %) o las personas con
enfermedades crónicas forman parte también de los grupos poblacionales
prioritarios. Es destacable que, a pesar de su elevado peso demográfico, la
atención a la población mayor no se encuentra entre los grupos que más aten-
ción reciben, lo que podría explicarse en gran medida por el mayor desarrollo
de los servicios públicos para este caso. Otros grupos de población que afron-
tan situaciones de exclusión severa (reclusos y exreclusos, personas sin hogar,
refugiadas, minorías, etc.) no son los más frecuentes entre los prioritarios del
TSAS. Sin embargo, en estos ámbitos las organizaciones privadas brindan una
atención esencial, muchas veces en sustitución de la insuficiente acción pú-
blica.
GRADO EN TRABAJO SOCIAL

Tabla 2: Distribución (%) de entida- Tabla 3: Proporción de entidades del


des del TSAS, por campo de actua- TSAS que prestan determinados ser-
ción, 2019 vicios, 2019
Campo de actuación % Servicios %
Acción social 37,0 Formación y educación 30,2
Sociosanitario 23,9 Información y orientación 28,9
Integración e inserción 13,8 Intervención psicosocial 26,0
Cooperación internacional 9,6 Otros 24,3
Otros 7,4 Intervención socioeducativa 22,4
Derechos humanos 4,0 Ocio y tiempo libre 17,5
Participación 2,5 Asesoramiento y orienta-
15,7
Medioambiente 1,1 ción
Vivienda 0,7 Atención sanitaria 14,0
Total 100 Acompañamiento social 12,2
Desarrollo comunitario o lo-
11,8
cal
Fuente: Reelaborado a partir de Gó-
Atención de día o centro de
mez Crespo et al. (2020). 9,5
día
Centros residenciales 7,3
Alimentación 6,0
Centro ocupacional 4,4
Ayuda a domicilio 4,0
Mediación 3,4
Ayudas económicas 3,2
Alternativas de alojamiento 3,1
Acogida nocturna 0,4

Fuente: Reelaborado a partir de Gó-


mez Crespo et al. (2020).
GESTIÓN DE ORGANIZACIONES Y PROYECTOS

Tabla 4: Porcentaje (%) de entidades según el grupo prioritario de perso-


nas beneficiarias de su acción.
%
Personas con discapacidad 29,4
Infancia y adolescencia 25,4
Población en general 22,6
Personas en situación de riesgo de pobreza 19,4
Jóvenes 16,0
Personas con enfermedades crónicas 16,0
Mujeres 14,4
Personas mayores 12,5
Otras 10,3
Personas con problemas de salud mental 9,8
Personas migrantes 8,3
Personas con drogodependencias/adiciones 6,0
Familias 5,1
Mujeres/personas maltratadas 3,7
Reclusos y exreclusos 3,6
Personas sintecho/hogar 3,5
Personas refugiadas, demandantes de asilo 2,9
Colectivo LGTBIQ+ 2,9
Personas pertenecientes a minorías étnicas 1,8
Personas que ejercen la prostitución 0,6

Fuente: Reelaborado a partir de Gómez Crespo et al. (2020).

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