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com/es/todo_sobre_oracion_biblia/
Orar a Dios nos acerca a él. La oración abre la puerta para que
recibamos sus palabras, su consuelo y las bendiciones que él
desea darnos.
6. Alabanza a Dios
Algunas versiones incluyen:
Hay otras razones por las que debemos orar, mira algunas de
ellas a continuación.
Vemos que Jesús, aun siendo Dios hombre, cultivó una vida de
oración y clamor, pero también tuvo «reverente sumisión».
¡Cuánto más debemos nosotros mostrar ese corazón reverente
y sumiso a través de nuestras oraciones y de nuestras
conversaciones con el Padre!
El Padre nuestro
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan cotidiano.
Perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
Y no nos dejes caer en tentación,
sino líbranos del maligno,
porque tuyos son el reino y el poder y la gloria para siempre.
Amén.
(Mateo 6:9-13)
1. Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea
tu nombre
La oración del Padre nuestro comienza reconociendo que
hablamos con Dios, nuestro Padre. ¡Somos parte de su gran
familia! Como somos sus hijos, podemos hablar directamente
con él sin necesidad de intermediarios. Nuestro Padre amado
nos escucha y podemos acercarnos a él con toda confianza en
cualquier momento (Hebreos 4:16).
Padre amado, tú sabes lo que me traerá este día y lo que sucederá el resto de mi vida. Pongo en ti toda
mi confianza sabiendo que tú me acompañas en todo momento. Señor, mi anhelo es glorificarte en todo
lo que hago. Guíame, por favor. Ayúdame a vivir dentro de tu voluntad y a recordar la salvación y la vida
eterna que me has concedido a través de Jesucristo, tu Hijo.
Gracias, Padre, por revelarte a mi vida. ¡Tú eres el único Dios verdadero! Quiero llevar a otros tu
mensaje de salvación. Anhelo que todos mis familiares y amigos te conozcan. Ayúdame a ser más
efectivo en mi forma de alcanzar a otros para tu reino.
Gracias, Señor amado, porque tú me conoces desde antes de yo nacer. Gracias porque me has dado la
esperanza de la vida eterna y es por eso que puedo vivir día tras día con la confianza de que estaré
contigo por toda la eternidad. Te alabo y te glorifico hoy y por siempre. En el nombre de tu Hijo amado,
Jesucristo, amén.
Jesús sabía que se acercaba el final de su vida física y estaba con sus discípulos.
En el capítulo anterior, Juan 16, Jesús contestó algunas preguntas de sus
discípulos. También les habló sobre lo que estaba a punto de suceder y sobre la
venida del Espíritu Santo, se despidió de ellos y les dio palabras de ánimo.
En este capítulo 17 vemos que Jesús comenzó a orar. Esta es la oración más
extensa de Jesús que encontramos en las Escrituras. En la primera sección, Jesús
comenzó orando por sí mismo. Le pidió al Padre celestial que se glorificara en él
para que él glorificara al Padre durante todo lo que estaba por suceder.
Mi Señor y mi Dios, muchísimas gracias por todas las personas con las que he podido compartir tu
amor y tu Palabra. Gracias por aquellos que he podido discipular y ayudar en su andar contigo. Gracias
por permitirme ser portador de tus palabras y de tu presencia. ¡Qué bendición más grande ver el
crecimiento espiritual de los que han decidido seguirte y servirte!
Señor, te agradezco por la vida de obediencia de mis hermanos en la fe. Te ruego que les ayudes a
permanecer firmes en ti en medio de las dificultades. Protégelos y guárdalos de todo mal.
Padre, somos tus hijos y no pertenecemos a este mundo. Tú nos envías a testificar a este mundo, pero no
pertenecemos a él sino a ti. Ayúdanos a mantener nuestra vista puesta en Jesús, el autor y consumador
de nuestra fe. Ayúdanos a vivir siempre en santidad y a aferrarnos a tu verdad para que no nos dejemos
engañar por las artimañas del enemigo.
Queremos seguir el ejemplo de Jesús cada día y vivir firmes en ti, conforme a tu voluntad. Ayúdanos a
perseverar en tus caminos, a ser tus testigos fieles y a vivir siempre en santidad para tu gloria y tu honra.
En el nombre de Jesús, amén.
A los que me diste del mundo les he revelado quién eres. Eran
tuyos; tú me los diste y ellos han obedecido tu palabra. Ahora
saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les he
entregado las palabras que me diste, y ellos las aceptaron; saben
con certeza que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Ruego
por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado,
porque son tuyos. Todo lo que yo tengo es tuyo, y todo lo que tú
tienes es mío; y por medio de ellos he sido glorificado. Ya no voy
a estar por más tiempo en el mundo, pero ellos están todavía en
el mundo, y yo vuelvo a ti.
Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre, el nombre
que me diste, para que sean uno, lo mismo que nosotros.
Mientras estaba con ellos, los protegía y los preservaba mediante
el nombre que me diste, y ninguno se perdió sino aquel que
nació para perderse, a fin de que se cumpliera la Escritura.
Ahora vuelvo a ti, pero digo estas cosas mientras todavía estoy
en el mundo, para que tengan mi alegría en plenitud. Yo les he
entregado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son
del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los
quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Ellos no son
del mundo, como tampoco lo soy yo. Santifícalos en la verdad; tu
palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo los
envío también al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo,
para que también ellos sean santificados en la verdad.
(Juan 17: 6-19)
Breve explicación del texto:
Jesús rogó por el apoyo del Padre en medio de la persecución y por su protección
sobre ellos frente a los ataques del maligno. Ellos pertenecían a Cristo y el diablo
intentaría confundirlos para que flaquearan en la fe. Por eso Jesús rogó también al
Padre que los santificara en la verdad de su Palabra. Al ellos permanecer firmes en
la verdad del Evangelio vivirían en santidad, aun en medio de los problemas o
tentaciones que vendrían.
Señor amado, te agradezco por todos aquellos que se rendirán a ti como consecuencia del mensaje
predicado por tu iglesia en esta generación. Ayúdanos a ser efectivos en llevar tu Palabra. También
ayúdanos a dar un testimonio poderoso de unidad. Que trabajemos juntos para bendecir y animar a
todos los que nos rodean. Señor, no queremos hacer nada por nuestras propias fuerzas, queremos
depender de ti, estar llenos de ti y de tu poder redentor.
Padre Dios, danos un deseo ferviente de fortalecer nuestra fe en medio de cualquier situación. Ayúdanos
a buscar tu presencia, tu paz, tu poder y tu amor cada día. ¡Que tú seas nuestra prioridad!
Renuévanos cada día y ayúdanos a ser efectivos al alcanzar a los demás para tu reino. Queremos ir a los
que nos rodean llenos de tu poder y de tu amor. Danos hoy una revelación nueva de ti, que
mantengamos nuestro espíritu ardiendo con la llama de tu Espíritu Santo.
Mi Dios, oro por las generaciones futuras. Que sean sensibles a tu voz y todavía más efectivas en el deseo
de llevar tu Palabra a todas las naciones. Que tu iglesia brille con tu luz de tal forma, que las personas a
su alrededor anhelen recibirte y vivir para ti. En el nombre de Jesús, amén.
No ruego solo por estos. Ruego también por los que han de creer
en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre,
así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también
estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean
uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí.
Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo
reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal
como me has amado a mí.
Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo
estoy. Que vean mi gloria, la gloria que me has dado porque me
amaste desde antes de la creación del mundo.
Padre justo, aunque el mundo no te conoce, yo sí te conozco, y
estos reconocen que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer
quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me
has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos.
(Juan 17:20-26)
Breve explicación del texto:
En la tercera sección de su oración, Jesús oró al Padre por todos los que creerían
en él a través del mensaje de los discípulos. O sea, oró por la iglesia que surgiría
gracias a la labor evangelizadora de sus discípulos directos. Él no solo pidió por la
unidad entre los miembros de la iglesia, sino que también oró porque la iglesia
permaneciera aferrada a él y al Padre. Esas dos vertientes de la unidad serían parte
esencial del testimonio que debían dar.
El mensaje del Evangelio de Jesús llegaría a todos los rincones del mundo a través
del mensaje hablado por cada uno de sus discípulos y seguidores, y también a
través del testimonio efectivo y poderoso de ellos. La gloria de Dios se revelaría a
los demás mostrando el poder del amor de Dios. De esa forma, la iglesia crecería.
Soberano Dios, creador del universo, nuestro Padre y Señor. Tú conoces la situación del mundo
actual. Tú ves la persecución a la que nos enfrentamos tus hijos en muchos países. Hay lugares en los
que se prohíbe adorarte o reunirse como iglesia. Familiares y amigos persiguen y traicionan a los que te
aman.
En otros países, aunque hay libertad religiosa, se discrimina contra los que siguen los valores basados en
las enseñanzas de Jesús. Padre, ayúdanos a todos tus hijos a estar firmes en nuestra fe y a obedecer tu
mandato de llevar el evangelio a toda criatura sin dejarnos intimidar.
Protege tu iglesia, Padre, y llénala de valor y sabiduría para que sepa actuar en medio de cualquier
situación. Tú conoces los peligros y las amenazas que enfrentamos tus hijos a diario. Danos osadía y que
tu Espíritu Santo nos llene para que podamos proclamar tu mensaje sin ningún temor.
Haz señales y prodigios en nosotros y a través de nosotros para que todos vean tu poder y se rindan ante
ti. ¡Queremos que tú seas glorificado! Muestra tu poder, Señor mi Dios. Transforma las naciones para tu
gloria y tu honra. En el nombre de Jesús, amén.
Pedro y Juan habían orado por un mendigo lisiado que se encontraba a la puerta del
templo. El hombre había sido sanado. Se levantó saltando y alabando a Dios, algo
que llenó a la multitud de asombro y admiración (Hechos 3:8-10). La multitud siguió
a Pedro, a Juan y al hombre recién sanado. Pedro aprovechó esa oportunidad para
predicar el Evangelio de Jesús.
Los sacerdotes, los saduceos y otros se disgustaron al ver a Pedro y Juan hablando
con la gente. Los mandaron a echar en la cárcel hasta la mañana siguiente. Pero
miles de los que habían oído el mensaje, creyeron (Hechos 4:4). Al otro día, los
sacaron de la cárcel y les pidieron explicaciones.
Pedro, lleno del Espíritu Santo, aprovechó para predicar delante de los gobernantes
el mensaje de salvación por medio de Jesús. Los gobernantes estaban asombrados
y no sabían qué hacer con ellos. Decidieron amenazarlos para que no siguieran
divulgando el mensaje de Jesús. Los llamaron y les ordenaron terminantemente que
dejaran de hablar y enseñar acerca del nombre de Jesús.
Pedro y Juan les dijeron que no dejarían de hablar sobre lo que habían oído y vivido
con Jesús. Al quedar libres, fueron donde estaban reunidos los hermanos y les
comentaron lo que había sucedido. También les hablaron sobre la prohibición de
predicar el evangelio. ¿La respuesta de ellos? ¡Oraron para que Dios los ayudara a
predicar su Palabra sin ningún temor!
Padre bueno y santo, muchas gracias por las bendiciones que me has concedido durante mi vida. Te
ruego que sigas bendiciéndonos a mí y a mi familia y que nos concedas muchas oportunidades para ser
de ánimo y ayuda a los que nos rodean.
Extiende nuestro círculo de amistades y conocidos para que podamos llevar tu mensaje de amor a
muchas personas más. Señor, ayúdanos en medio de nuestras luchas, fortalece nuestra fe cada día.
Líbranos de todo mal, Padre. Son muchos los peligros que nos rodean y las aflicciones que pueden
llegarnos, pero confiamos en tu poder protector y en tu cuidado constante.
Gracias porque tú escuchas nuestras oraciones y obras a nuestro favor. En tus manos está mi familia. Te
adoramos hoy y por siempre, Amén.
Según nos dice el versículo 9, «Jabés fue más importante que sus hermanos». No
sabemos por qué, pero así fue. El mismo versículo nos dice que su mamá lo dio a
luz con aflicción y por eso le puso ese nombre. En hebreo, Jabés suena como la
palabra que significa dolor o aflicción.
Padre nuestro que estás en los cielos, exaltado y glorificado sea tu nombre en todas las naciones.
Venga tu reino, mi Señor y mi Dios. Manifiesta tu poder y tu señorío en este mundo que tanto necesita
de ti. Anhelamos ver tu voluntad cumplirse en este mundo, tal como se cumple en el cielo. Obra hoy con
poder.
Padre, suple a todas nuestras necesidades en este día. En ti está puesta nuestra confianza.
Señor, tú nos conoces. Ayúdanos a reconocer nuestros errores y fallas y a arrepentirnos de corazón.
Perdónanos, Padre Dios, y ayúdanos a perdonar a los que han cometido faltas contra nosotros. Danos un
corazón como el tuyo, listo para perdonar y amar.
Señor nuestro, ayúdanos a permanecer firmes en medio de la tentación. Que huyamos a tiempo y no nos
dejemos engañar por el maligno. Líbranos de sus artimañas, ayúdanos a tener sabiduría en todo
momento y a estar llenos de tu Espíritu para poder vencer las tentaciones. Señor Dios, tuyo es el reino,
tuyo es el poder y tuya es toda la gloria por toda la eternidad. Amén.
Texto bíblico base:
La muy conocida oración del Padre nuestro, es la oración que Jesús dio a sus
discípulos como modelo o ejemplo al enseñarles a orar. En ella encontramos
básicamente una guía sobre cómo deben ser nuestras oraciones y la actitud que
debemos tener. Al orar debemos reconocer la soberanía y grandeza de Dios y
también expresar la realidad de nuestra dependencia de él.
¡Señor, tú eres mi Dios! Necesito que intervengas y me salves de mis enemigos. ¡Líbrame de todos
ellos, por favor! Padre, en medio de mis enemigos, yo me refugio solo en ti y confío en tu gran poder.
Sé que tú eres quien puede librarme de todas las amenazas y peligros. Tú eres mucho más poderoso que
cualquiera de mis adversarios. No permitas que me hagan daño, por favor. Intervén a mi favor, Dios
mío.
Gracias porque tú eres Dios justo. Tú conoces los pensamientos más profundos y las intenciones del
corazón de cada persona. Te pido que nos examines y obres conforme a lo que veas en nuestro ser. Yo
confío en tu justicia.
Tú eres mi escudo, Señor. Gracias por rodearme con tus brazos poderosos. Ayúdame a mantener un
corazón recto en medio de toda esta situación. Deseo agradarte siempre y hacer tu voluntad en todo
momento. En el nombre de Jesús, amén.
En este salmo, David pide ser vindicado de sus enemigos. La introducción del salmo
habla de Cus el benjamita. Nadie sabe con certeza quién era él o cuál era su
problema con David. Lo cierto es que David se sentía agobiado y acudió al Señor
para pedir su ayuda, que lo liberara de la opresión que recibía por parte de esa
persona.
David sabía a quién acudir en medio de sus problemas. Su confianza estaba puesta
en Dios y se acercaba a su Padre celestial ante cualquier situación para pedir su
ayuda e intervención. David sabía que podía compartir todo con Dios, que no tenía
que llevar sus cargas solo porque servía al Dios todopoderoso que ama a los suyos
y se deleita en ayudarlos.
Señor, mi Dios, solo tú eres merecedor de toda nuestra alabanza y adoración. Queremos alabarte y
glorificarte cada día con nuestras acciones, nuestras voces, nuestras canciones, con trompetas, con
guitarras y con todo nuestro ser. Gracias por crear toda esta naturaleza maravillosa que nos rodea y
gracias porque nos acompañas en todo momento. ¡Tu presencia nos llena de gozo y de paz!
No hay nadie como tú, Señor amado. De ti recibimos todas las bendiciones cada día y a ti acudimos en
nuestros momentos de necesidad y tristeza. Te alabamos por tu presencia constante, por tu amor
incondicional y por tu provisión precisa en todo momento.
Padre, queremos adorarte con todo lo que tenemos y elevar cánticos jubilosos ante tu presencia porque
solo tú eres digno de nuestra adoración. ¡Te adoraremos por siempre! Mientras respiremos y tengamos
vida, toda nuestra adoración será solo para ti. ¡Aleluya! ¡Alabado eres por toda la eternidad! Amén.
Este es el último salmo o poema del libro y tiene un solo tema: la alabanza a Dios.
El salmista exhorta al pueblo a alabar y exaltar a Dios en todo lugar, por todas las
razones posibles y con todo lo que tengan a su disposición.
Padre Dios, tú conoces las angustias por las que estoy pasando en este momento. Hay situaciones que
no entiendo, me es difícil esperar a que tú intervengas. Pero aun en medio de todos estos problemas, yo
elijo confiar en ti y obedecerte. Mi mayor deseo es que tu voluntad se cumpla en mi vida.
Ayúdame a ser valiente y a fortalecerme en ti cada día. Tú sabes hasta donde yo puedo aguantar. Por
favor, ten misericordia y obra a mi favor tan pronto como sea posible.
¡Te necesito! Padre, renuévame con la presencia de tu Espíritu Santo y hazme fuerte y valiente para tu
gloria en medio de esta situación. En ti confío y en ti me refugio. Gracias porque sé que estás obrando.
En el nombre de Jesús, tu Hijo amado y mi Señor. Amén.
«Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo
—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo».
Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre
mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no
sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».
(Mateo 26:38-39)
Breve explicación del texto:
Jesús sabía que esa noche comenzaba la cuenta atrás de sus horas como humano
sobre la tierra. Él sabía lo que le esperaba, su muerte física no iba a ser nada fácil.
Jesús llevaría el peso de todos los pecados del mundo y se enfrentaría por primera -
y única - vez a la separación momentánea del Padre.
Ese conocimiento le causó cierta angustia y se dirigió a Getsemaní a orar. Con esa
oración Jesús mostró su dependencia del Padre y su sometimiento total a su
voluntad. Aunque humanamente él deseaba no tener que pasar por el dolor de la
muerte en la cruz, su deseo mayor era obedecer al Padre y cumplir con la misión
para la cual había venido a la tierra.