AnuarioDeEstudiosBolivarianos n3 2020art02
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Resumen: La tesis que plantea Castoriadis es que el Abstract: The thesis raised by Castoriadis is that
individuo es un ser de imaginación y para que esta the individual is a being of imagination and for
capacidad se desarrolle a su máxima expresión se this capacity to develop to its maximum expres-
requiere de lo imaginario. En el ámbito de lo psíqui- sion, the imaginary is required. In the realm of
co se encuentra la imaginación radical como fuente the psychic, radical imagination is found as a
de circulación de representaciones. Esta imaginación source of circulation of representations. This
radical se encuentra con lo social, lo heterónomo, lo radical imagination meets the social, the het-
que le es ajeno. La imaginación percibe este encuen- eronomous, what is alien to it. The imagination
tro de manera ajena, hostil y opresiva porque recibe perceives this encounter in an alien, hostile and
una forma particular de una institución social que ha oppressive way because it receives a particular
sido establecida por el hacer humano. Lo psíquico y form from a social institution that has been
lo social están unidos porque el individuo particular established by human doing. The psychic and the
constituye un fragmento de la sociedad bajo la cual social are united because the particular individual
desarrolla su existencia. El camino hacia la autono- constitutes a fragment of the society under which
mía y la libertad se comienza a transitar cuando el he develops his existence. The path to autonomy
individuo mediante su capacidad imaginativa cues- and freedom begins to travel when the individual
tiona lo establecido, interroga la validez sobre la que through his imaginative capacity questions the
se edifica lo dado y se transforma a sí mismo y a established, questions the validity on which the
la sociedad. Le toca al individuo tomar consciencia given is built and transforms himself and society.
de que es un ser finito, mortal, que le toca vivir un It is up to the individual to become aware that he
espacio y un tiempo limitado, y le corresponde la is a finite, mortal being, that he has to live a lim-
decisión de gestionar por sí mismo la manera como ited space and time, and it is up to him to decide
quiere explayar su existencia en ese tiempo. Este to manage by himself the way he wants to extend
artículo analiza las ideas de Castoriadis referidas a la his existence in that time. This article analyzes
imaginación radical, el individuo, la autonomía y la Castoriadis’ ideas regarding radical imagination,
libertad.. the individual, autonomy and freedom.
Descriptores: Imaginación radical, imaginario, Keywords: Freedom and dignity, systems theory,
individuo, autonomía, libertad. social differentiation, Niklas Luhmann.
1 Licenciada en Filosofía (Universidad Central de Venezuela-UCV). Licenciada en Estudios Internacionales (UCV). Abogada (UCV).
M.Sc. en Filosofía, mención Filosofía y Ciencias Humanas (UCV). Estudiante del Doctorado en Filosofía de la Universidad Simón
Bolívar. Profesora-Investigadora adscrita al Instituto de Filosofía. Jefe del Departamento de Teoría e Historia de la Filosofía, Facultad de
Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela. Correo electrónico: cisnerosmariaeugenia@gmail.com - Recepción:
27/10/2020, Aprobación: 04/12/2020.
María Eugenia Cisneros Araujo
Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
Introducción
I. De Cornelius Castoriadis
Castoriadis nace en Constantinopla en 1922.2 Por causas de la guerra greco-turca su familia 3 huyó hacia
Atenas donde inicia sus estudios de filosofía, economía e historia; asimismo comienza sus prácticas en el
ámbito político. Luchó en Atenas contra la dictadura de Metazas y luego contra la ocupación alemana. Fue
miembro del Partido Comunista Griego en Atenas4 hasta que rompe con éste y ejerce actividades políticas
según las ideas del trotskismo bajo el mando de Spiros Stinas. Las mismas circunstancias políticas y su posi-
ción crítica contra el estalinismo y el comunismo lo llevan a irse a París.5 Allí continúa sus estudios, ingresa
al Partido Comunista Internacionalista y mantiene su posición crítica frente al estalinismo, el comunismo
ortodoxo, incluso el trotskismo, que al llegar a su máxima expresión hace que rompa definitivamente con
esta visión. En París escribe bajo los seudónimos de Coudray, Cardan, Chaulieu y crea junto con Claude
Lefort la revista Socialismo o barbarie,6 donde desarrolla sus cuestionamientos ideológicos y empieza a elaborar
una propuesta de praxis social:7 su concepción sobre la imaginación y lo imaginario. Al examinar su obra se
encuentran escritos políticos propios de un militante del Partido Comunista; pero luego desarrolla artículos
teóricos de contenido filosófico, antropológico, sociológico, político, histórico, psicoanalítico.
En la “Advertencia” que se hace en la obra Sujeto y verdad en el mundo histórico-social,8 se señala que en el
pensamiento de Castoriadis se pueden distinguir cuatro etapas: La primera, materializada en la revista
Socialismo o Barbarie, dedicada al análisis político, económico y a la crítica al estalinismo, al trotskismo, al
leninismo y al marxismo. La segunda, sus desarrollos sobre la reflexión filosófica de la sociedad, la historia
2 Cf Juan Manuel Vera, Castoriadis (1922-1997), España, Ediciones del Orto, 1ª edición, 2001.
3 …el padre, Cesar, laico y lector de Voltaire, infiel y despreciativo con la madre, Sofía, figura central para el futuro filósofo, mujer sensible
que enseñará a Cornelius los afectos y la pasión por el piano. Es de Sofía que Castoriadis se ocupa durante la larga enfermedad que la lleva a
la muerte, mientras el padre vive sus aventuras. Muerte que va a traer para el hijo devoto una alopecia severa en todo el cuerpo”. Cf Rafael
M iranda, “Reseña” del libro Castoriadis, une vie, por François Dosse, Editions La découverte, Paris, 2014. Recuperado de https://periodicos.
unifesp.br/index.php/prometeica/article/view/1597/908
4 “…la formación temprana de Castoriadis, sobresale la figura de la profesora de francés Maximine Portas, políglota, apasionada por la
Grecia clásica y por la filosofía, no obstante su ulterior posicionamiento político cercano a la extrema derecha. Será contrastando con esa
postura Castoriadis va adherir, a los 15 años, a la célula comunista de su clase de preparatoria en el contexto de la dictadura de Metaxas,
admirador del 3er Reich…” Idem.
5 “Exilio posible gracias a la obtención de una modesta beca del gobierno francés, en la inmediata posguerra, instalándose a vivir en la ciu-
dad universitaria en Paris. Será en este ambiente en el que conocerá y se ligará sentimentalmente –posteriormente será la madre de la primera
hija de Castoriadis, Sparta-, con una militante trotskista Rilka Walter. De todo ello, nacerá la Tendencia Chalieu (Castoriadis)/Montal (Lefort)”.
Idem.
6 “La larga lista de encuentros y desencuentros sentimentales de Castoriadis con Walter -y de cada uno por su lado-, su afición por los juegos
de azar, no obstante su condición económica precaria (…) Esa situación se va a modificar radicalmente al ser Castoriadis contratado en 1948
como economista, de lo que hoy es la OCDE. Ese cambio radical traerá también importantes consecuencias en el colectivo, que en el 1949
había derivado de la Tendencia Chalieu/Montal, al grupo y la revista Socialisme ou barbarie financiado, en importante medida, por el sueldo
de Castoriadis”. Idem.
7 Cornelius Castoriadis: “…La crítica del trotskismo y mi propia concepción tomaron forma definitivamente durante el primer intento
estalinista de golpe de Estado en Atenas, en diciembre de 1944. Se volvió visible, en efecto, que el PC no era un ‘partido reformista’ aliado con
la burguesía, como pretendía la concepción trotskista, sino que apuntaba a tomar el poder para instaurar un régimen del mismo tipo que el
que existía en Rusia, previsión estrepitosamente confirmada por los acontecimientos que siguieron, a partir de 1945, en los países de Europa
oriental y central. Eso me llevó también a rechazar la idea de Trotski de que Rusia era un Estado obrero degenerado, y a desarrollar la concep-
ción, que sigo considerando correcta, según la cual la revolución rusa condujo a la instauración de un nuevo tipo de régimen de explotación y
de opresión, donde una nueva clase dominante, la burocracia, se formó alrededor del Partido Comunista. A este régimen, yo le di el nombre
de capitalismo burocrático total y totalitario. Cuando vine a Francia, a fines de 1945, expuse estas ideas en el partido trotskista francés, lo que
atrajo a mí alrededor a algunos camaradas con los cuales formé una tendencia que criticaba la política trotskista oficial. En otoño de 1948,
cuando los trotskistas le hicieron a Tito, quien en esa época rompió su vasallaje con Moscú, la proposición al mismo tiempo monstruosa e
irrisoria de formar un Frente Único, decidimos romper con el partido trotskista y fundamos el grupo y la revista Socialismo ou Barbarie, cuyo
primer número salió en marzo de 1949. La revista publicó 40 números hasta el verano de 1965, y el grupo se disolvió en 1966-1967. El trabajo
durante ese periodo consistió ante todo en la profundización de la crítica contra el estalinismo, el trotskismo, el leninismo y, finalmente, contra
el marxismo y el propio Marx (…) Después del fin de Socialismo ou Barbarie, ya no me ocupé directa y activamente de la política, salvo un corto
tiempo durante Mayo del 68. Intento permanecer presente como una voz crítica, pero estoy convencido de que la quiebra de las concepciones
heredadas (ya sea el marxismo, el liberalismo o las visiones generales sobre la sociedad, la historia, etc.) vuelven necesaria una reconsideración
de todo el horizonte de pensamiento en el que se ha situado desde hace siglos el movimiento político de emancipación. Y ese es el trabajo al
que me consagré desde entonces”. Cf Cornelius Castoriadis, “El Ascenso de la insignificancia”, en Ciudadanos sin brújula, México, Ediciones
Coyoacán, 2ª Reimpresión, 2005, pp. 93-95.
8 Cf Cornelius Castoriadis, Sujeto y verdad en el mundo histórico-social. La creación humana I. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1ª
edición, 2004.
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…el reexamen del marxismo que emprendimos no tiene lugar en el vacío, no hablamos situándonos en cualquier lu-
gar y en ninguna parte. Habiendo partido del marxismo revolucionario, hemos llegado al punto en el que había que
elegir entre seguir siendo marxistas o seguir siendo revolucionarios; entre la fidelidad a una doctrina, que ya no anima
desde hace mucho tiempo ni una reflexión ni una acción, y la fidelidad al proyecto de una transformación radical de
la sociedad, que exige antes que nada que se comprenda lo que se quiere transformar y que se identifique lo que, en la
sociedad, contesta realmente esta sociedad y está en lucha contra su forma presente…11
A partir de la crítica al marxismo, como un sistema que degeneró en totalitarismo –Rusia, China,
Europa Oriental–, Castoriadis inicia una investigación desde el pensamiento antiguo hasta el con-
temporáneo para dar respuestas a su interrogante, ¿Cómo interpretar los problemas de la sociedad
contemporánea? El autor desarrolla una dilucidación sobre el individuo y la sociedad rescatando las
siguientes categorías de análisis: lo imaginario y la imaginación.
Castoriadis hace una revisión exhaustiva y detallada del pensamiento antiguo, moderno y contempo-
ráneo para concluir que en tales concepciones no se tomó en cuenta la imaginación y lo imaginario en su
sentido y como acciones creativas. El autor demuestra que se ocultó el verdadero modo de ser de ambas
categorías al presentarlas como campos de falsedad, de verosimilitud, de imitación o copia de. Por ello,
se dedicó a explorar la imaginación y lo imaginario como fuentes de creación y no como fuente de error.
El filósofo greco-francés también indica que no se tomó en cuenta lo histórico-social como institu-
ción donde se materializan las significaciones como producto de la vinculación entre lo imaginario y la
imaginación de cada sociedad. Y es, precisamente, la formación autónoma de la institución histórico-
social imaginaria lo que diferencia a cada sociedad.
Asimismo, para fundamentar su tesis de la institución imaginaria de la sociedad, Castoriadis se vale de
la ontología, la filosofía, el psicoanálisis, lo social y lo histórico, con el fin de enseñar que para alcanzar la
interpretación y comprensión de las sociedades contemporáneas es necesario hacerlo desde lo imaginario
y la imaginación como institución histórico-social instituyente. En su interpretación la inserción del
individuo y lo social se explica como la socialización de la psique. Es un proceso que responde al círculo
de formación psico-social, su ruptura y el resultado: la institución histórico-social instituyente. Sus ideas
9 “… pueden distinguirse muy esquemáticamente cuatro grandes etapas en la historia intelectual de Castoriadis: la primera, la de Socialisme
ou Barbarie, hasta 1967 (…) exclusivamente dedicada (…) al análisis político y económico (…) Los años 1967-1980 fueron de La institución
imaginaria de la sociedad (1975), como también del primer volumen de Las encrucijadas del laberinto (1978), que aportaba complementos importantes
a la primera obra sobre puntos esenciales: psique, lenguaje, naturaleza de la actividad científica (…) El período 1980-1990 fueron los años
de elaboración no sólo de La creación humana, que menciona por primera vez en el prefacio (1985) de Los dominios del hombre, sino también de
otra gran obra inacabada, El elemento imaginario (anunciada en 1974 en el prefacio de La institución imaginaria de la sociedad, y prevista también
en 1989, en la advertencia de El mundo fragmentado (…) Castoriadis aprovechó para tratar, según dice, de echar luz sobre [su] recorrido y sus
principales resultados, esbozando al mismo tiempo nuevas interrogaciones. Y a esta doble tarea dedicaría sus dos últimos años: encontraremos
indicaciones, fragmentarias desgraciadamente, en algunos textos de Hecho y por hacer (1997): “Pasión y conocimiento” (1991), “De la mónada a la
autonomía” (1991), “La construcción del mundo en la psicosis” (1992), “Psicoanálisis y filosofía” (1993-1996). Y, claro está, en el contenido de
los últimos seminarios”. Ibid., pp. 8-10.
10 “La ruptura con el marxismo –no sólo con los marxismos ni sólo con el marxismo oficial sino incluso con el propio Marx (…) se muestra
de particular relevancia en particular respecto a la parte propositiva, “el contenido del socialismo”, es decir respecto de lo que habrá una vez
que el capitalismo y el estalinismo sean derrocados. Una puesta en entredicho de la concepción estatista del socialismo que ve en la planifica-
ción y en la nacionalización sus principales pilares, serán criticados de manera radical…” Rafael M iranda, “Reseña” del libro Castoriadis, une
vie, cit.
11 Cf Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires, Tusquets Editores, 1ª edición, 2013, pp. 25 y 26.
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María Eugenia Cisneros Araujo
Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
transitan “…la geografía del globo de Australia a América Latina pasando por la Europa del Este y del
Oeste, los EU, Canadá, Japón, Irán etc…”.12
En Antropología, filosofía, política,13 al referirse al hombre, Castoriadis destaca la idea de singularidad como la
raíz a partir de la cual se crea un individuo particular.14 La singularidad que hace ser a un individuo par-
ticular no responde a concepciones preestablecidas sino que “son creaciones a partir de las cuales nuevos
posibles, antes inexistentes por carecer de sentidos, aparecen”.15 El surgimiento de una nueva forma de
ser del individuo en un momento dado responde a una autocreación que la construyen los individuos y el
colectivo en el hacer, en la actividad, en la praxis.16
Los individuos y la sociedad son creadores de su singularidad. A esa singularidad o especificidad le es
consustancial una potencia creadora a partir de la cual se instaura una forma de ser individual y colectiva.
Por tratarse de un movimiento creador, es un movimiento abierto y contempla infinitos modos posibles de
construir este ser del individuo y colectivo. Se trata de un proyecto que se hace en un horizonte indefinido,
flexible a la incorporación de lo nuevo, de lo otro, de la alteridad.17 La singularidad es la materialización de
la creación de los individuos que se manifiesta en una institución instituyente. La incorporación de lo nuevo
en lo establecido: “un tipo de ser que crea lo otro, que es fuente de alteridad, y que por ese camino se altera
a sí mismo”.18
Una ciencia del hombre es aquella que se debe ocupar de “las condiciones y las formas de la creación
humana”,19 de la potencia creadora consustancial al hombre como la fuerza que genera situaciones de prác-
ticas sociales que llevan a construir el por ser del individuo; en esta fabricación intervienen las facultades
racionales e imaginativas, la contingencia y la necesidad, lo determinado y lo indeterminado, lo definido
y lo no definido. La creación no es un fundamento de validez universal, tampoco una estructura cerrada,
sino un haz infinito de posibles e imposibles en los que surge una forma específica de individuo y sociedad.
Se trata de individuos sociales que sienten y padecen de infinitas maneras su realidad humana; no son seres
trascendentales ni metafísicos, tampoco se trata de categorías universales de validez ni de fijar de antemano
las condiciones de un modelo único o universal de individuo.
La singularidad como creación es la “capacidad de hacer surgir lo que no está dado, ni es derivable, com-
binatoriamente o de otra forma, a partir de lo dado”.20 El hombre mediante su hacer instituye socialmente
13 Cf Cornelius Castoriadis, “Antropología, filosofía, política”, en El Avance de la insignificancia, Buenos Aires, Eudeba (Editorial Universitaria
de Buenos Aires), 1ª Reimpresión, 1997.
14 “Podríamos decir, en efecto, que tal hombre, tal sociedad, en su singularidad (no hubo más que un pueblo hebreo, o una sociedad romana,
no dos, y no habrá otras nunca más en ningún lugar; lo que son o lo que fueron, no podría ser fabricado con elementos tomados aquí o allá, en
los nambikwara, en los neoyorquinos o en los amerindios precolombinos) nos enseñan simplemente posibilidades del ser hombre, que sin ellos,
permanecerían desconocidas o no habrían sido realizadas…”. Ibíd., p. 133.
15 Ibíd., p. 135.
16 “La naturaleza humana o la esencia del hombre, es precisamente esta ‘capacidad’, esta ‘posibilidad’ en el sentido activo, positivo, no
predeterminado, de hacer ser formas diferentes de existencia social e individual, como lo vemos sobradamente al considerar la alteridad de las ins-
tituciones de la sociedad, de las lenguas o de las obras. Esto quiere decir que hay, aunque parezca imposible, una naturaleza del hombre o una
esencia del hombre, definida por esta especificidad central -la creación-, a la manera y al modo según los cuales el hombre crea y se autocrea…”
Ibíd., p. 136.
17 “…Creación no significa indeterminación. La creación presupone, indudablemente, una cierta indeterminación en el ser, en el sentido de que
lo que es, no es nunca de manera tal que excluye el surgimiento de nuevas formas, de nuevas determinaciones. Dicho en otros, términos, lo
que es no está cerrado desde el punto de vista más esencial: lo que es está abierto, lo que es, es siempre por-ser (…) la creación es precisamente la
posición de nuevas determinaciones”. Ibíd., p. 136.
18 Ibíd., p. 137.
19 Ídem.
20 Ídem.
23
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algo inédito, irrumpe en lo establecido para transformarlo en otro; otro que ofrecerá nuevas situaciones
y nuevas respuestas a las situaciones ya dadas. La creación es una cualidad ínsita del hombre de construir
nuevas formas, de un hacer haciendo producto de la vinculación de la imaginación y lo imaginario. Con su
imaginación el hombre transforma radicalmente su mundo, fabrica lo nuevo y lo presenta como una puesta
en imágenes vividas.21
Los individuos son cuerpos que se mueven en una cotidianidad y esa realidad despierta su imaginación
para inventar; la puesta en imágenes que hacen los hombres comienza con los sentidos; 22 en el vivir se
desarrolla nuestra existencia, en el mundo que habitamos fluyen los efectos de nuestra vida social. Las imá-
genes devienen de las prácticas de vida. Por esta razón, para Castoriadis, el hombre no es un ser racional,
ni lógico, ni metafísico, ni trascendental, ni meramente contemplativo que se dedica a la producción de
sistemas teóricos del conocimiento; el hombre es un individuo imaginativo, creador, sensitivo, una ficción
vivida,23 que cuestiona e interroga su existencia, que practica una manera de vivir, un estilo de vida que le
proporcione bienestar.
El hombre es social y todo lo que se deriva de él se explaya en lo social. Así, el hombre es imaginación
(potencia creadora) pero también es imaginario (potencia creadora práctica que cambia lo instituido con
hechos). Dicho de otro modo, el hombre es:
“psyche, alma, psique profunda, inconsciente; y el hombre es sociedad, es en y por la sociedad, su institución y las
significaciones imaginarias sociales que hacen apta la psique para la vida (…) el hombre es un ser psíquico y un ser
histórico-social. Y es en esos dos niveles donde encontramos la capacidad de creación, que denominé imaginación e
imaginario”.24
El hombre es un ser de imaginación, pero para que esta capacidad se desarrolle a su máxima expresión
requiere del plano social. En otras palabras, las imágenes aparecen, se presentan en el ámbito social. Es
en lo social que las imágenes indeterminadas o sin nombre adquieren sentido. Es la relación con el otro
lo que permite nombrarla, simbolizarla, darle un significado. La combinación de la imaginación con lo
imaginario se hace necesaria para la autocreación de la singularidad del individuo y de la sociedad. ¿Cómo
se da ésta vinculación?:
En el ámbito de lo psíquico se encuentra la imaginación radical como fuente de circulación de repre-
sentaciones.25 Esta imaginación radical se encuentra con lo social, lo heterónomo, lo que le es ajeno.
La imaginación percibe este encuentro de manera ajena, hostil y opresiva. Lo que recibe la imaginación
radical es la forma particular de una institución social que ha sido establecida por el hacer humano. Lo
psíquico y lo social están unidos porque el individuo particular constituye un fragmento de la sociedad
bajo la cual desarrolla su existencia. La capacidad imaginativa consiste en la potencialidad que tiene el
individuo de autocrearse, su capacidad de tomar consciencia de que es un ser finito, mortal, que le toca
21 “…Imaginación (…) significa la puesta en imágenes, que por supuesto, en ciertos aspectos, nos es común a todos en la medida en que per-
tenecemos al genushomo y que también es cada vez absolutamente particular. Lo mismo es válido para lo que yo llamo el imaginario social…”.
Ibíd., p. 138.
22 “…La imaginación incorporada a nuestra sensibilidad hizo ser a esta forma de ser que no existe en la naturaleza (en la naturaleza no hay
colores, hay radiaciones)…”. Ibíd, p. 137.
23 “…contrariamente al viejo lugar común, lo que hace del hombre un hombre no es que sea razonable o racional -cosa que, evidentemente,
es una aberración-. No hay ser más loco que el hombre, ya sea que se lo considere en los lugares más recónditos de su psiquismo, o en sus
actividades diurnas (…) no es a partir de la ‘racionalidad’, de la ‘lógica’ -las que caracterizan en general a todo lo viviente, en tanto lógica
operante- como podemos caracterizar al hombre. La capacidad de creación nos hace ver precisamente por qué la esencia del hombre no podría
ser la lógica ni la racionalidad (…) ni la lógica ni la racionalidad nos permitirán nunca imaginar un nuevo axioma. La matemática, la forma más
elevada de nuestra lógica, no puede ser continuamente reformulada si no se imagina, si no se inventa…”. Ibíd., pp. 138-139.
24 Ibíd, p. 139.
25 “Hay imaginación radical de la psique, es decir un surgimiento perpetuo de un flujo de representaciones, de afectos y de deseos indiso-
ciables, y si no comprendemos esto no comprendemos nada del hombre. Pero no es la psique, en el sentido que aquí le doy a este término,
la que puede crear instituciones; no es el inconsciente el que crea la ley o incluso la idea de la ley, sino que la recibe, y la recibe como ajena,
hostil, opresiva. No es la psique la que puede crear el lenguaje, al contrario debe recibirlo, y con el lenguaje recibe la totalidad de significaciones
imaginarias sociales que el lenguaje contiene y que hace posibles…” Ibíd, p. 140.
24
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Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
vivir un espacio y un tiempo limitado, y le corresponde la decisión de gestionar por sí mismo la manera
como quiere explayar su existencia en ese tiempo.26
Esta creación comienza cuando el individuo cuestiona lo establecido. Se atreve a interrogar la validez
sobre la que se edifica lo dado y se opone “a aquello que proviene de la humanidad ‘anterior’, esto es: a los
individuos conformes, socialmente fabricados…”.27 La imaginación desde su origen es activa.
Es la imaginación radical como potencia creadora la que posibilita que el hombre se transforme a sí
mismo y a la sociedad. Este proceso por ser particular a cada individuo se encuentra siempre en una infinita
posibilidad de construirse.28 “Un individuo de tales características es, en sí mismo, una creación histórico
social. Es a la vez el resultado y la condición del cuestionamiento de las instituciones establecidas…”.29
Como se puede ver, la imaginación radical es una categoría fundamental en la noción de hombre que
plantea Castoriadis, pues es por esta potencia que el hombre se altera a sí mismo y encamina su acción a la
práctica de un estilo de vida que él mismo crea.
La imaginación junto con lo imaginario propician las condiciones para el ejercicio de la libertad y la
creación de la autonomía generadas por las prácticas humanas en su cotidianidad. Cuando los individuos
deciden mediante su imaginación cambiar radicalmente lo establecido aparecen la libertad y la autonomía.
A continuación Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad.
Para Castoriadis la psique y lo histórico-social están unidos por tratarse de dos expresiones de lo imagi-
nario radical: En el individuo, imaginación radical. En la institución, imaginario histórico-social. Tanto
la institución histórico-social como la psique son imaginación radical y ambas se entienden como “emer-
gencia de representaciones o flujo representativo no sometido a la determinidad”.30 Lo histórico-social se
manifiesta como un magma y la imaginación radical como alteridad.
26 “el ser, el ser en general, es tal que hay seres que se alteran a sí mismo y crean, sin saberlo, las determinaciones de su ser particular (…) el
ser es tal que hay seres que pueden crear la reflexión y la deliberación por medio de las cuales alteran en forma reflexiva y deliberada las leyes y
las determinaciones de su ser…”. Ibíd, p. 144.
27 Ibíd, p. 148.
28 “…la imaginación radical de la psique (…) Esta imaginación es la que permite la creación de lo nuevo, es decir, el surgimiento de formas,
de figuras, de esquemas originales del pensamiento y de lo pensable. Y también es porque hay imaginación radical, no solamente reproducción
o recombinación de lo ya dado, imaginación no estereotipada, no fijada, no limitada a las formas ya dadas y conocidas, por lo que el ser huma-
no es capaz de recibir, de acoger, de aceptar la creación original de otro, sin lo cual ésta sería delirio o pasatiempo individual (…) En los dos
casos, el de la imaginación que es capaz de recogerlo, un nuevo tipo de individuo está implicado: la subjetividad reflexiva y deliberante, crítica y
lúcidamente abierta a lo nuevo, que no rechaza las obras de la imaginación –propia o de los otros– sino que es capaz de recibirlas críticamente,
de aceptarlas o rechazarlas”. Ídem.
29 Ibíd, p. 149. “El hombre no es, primeramente y para comenzar, un zoonlogonechon, un viviente que posee el logos, sino un viviente cuyo logos
fue despedazado, habiendo sido puestos los restos al servicio de amos opuestos”. Cf Cornelius Castoriadis, “El estado del sujeto hoy”, en El
psicoanálisis, proyecto y elucidación, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2ª edición, 1998, p. 131.
31 Ibíd, p. 431.
32 Idem
25
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que estas formas de lenguaje no expresan la totalidad de los movimientos del inconsciente, “…mediante
la invención de significantes discretos sometidos a sustituciones reguladas por leyes que hasta se ha osado
llamar algebraicas, se traduce en un lenguaje logicista el modo de ser y la organización del inconsciente…
”.33 La psiquis del individuo no responde a esta estructura lógica. Lo inconsciente remite a un “enigma de
un representar-representación originario”.34 En el inconsciente el magma de representaciones que están
fusionadas son indistintas. Constituyen un magma de representaciones unida con los afectos y la inten-
cionalidad de este enigma. Este magma de representaciones es intraducible a la lógica de conjuntos y no
es analizable.35 Lo que se extrae del inconsciente apenas es un grano de arena de un vasto desierto. No
hay forma de develarlo en su totalidad. Esa es la magia y el misterio ínsito en las grietas más profundas
del individuo. Lo que muestran las representaciones es un laberinto de ilusiones inaprensibles, una esen-
cia que aparece como evocaciones constituyentes de nuestro propio ser. El inconsciente es el sentido del
inconsciente. Se trata de la manifestación de lo desconocido que atraviesa el ser del individuo y que se
mantiene oculto. La naturaleza mágica del inconsciente consiste en esta rareza propia de lo humano. El
misterio del ser que está allí para ser escrutado pero no descifrado en su totalidad. Las representaciones
del inconsciente son “magmas en un magma”,36 “…Producto y manifestación continua de la imaginación
radical, su modo de ser es el de un magma”.37
33 Ibíd, p. 433.
34 Idem
35 Lo que se encuentra en el inconsciente “…remite a lo que en ella no está, o lo llama (…) es un abismo de ser (…) Lo que no se encuentra
en una representación puede sin embargo encontrarse allí, y (…) sin ninguna limitación…”. Ibíd, p. 439.
36 Ibíd, p. 439.
37 Ibíd, p. 441.
38 Ibíd, p. 443.
39 Ibíd, p. 444.
40 “El papel de esta huella arcaica es fundamental, pues es precisamente esta permutabilidad lo que asegura a la vez el ser-así de la organi-
zación de la fantasía, y, sobre todo, su significación para el sujeto. La fantasía puede tomar de la «experiencia» todo lo que se quiera salvo, una
vez más, lo que la experiencia no puede dar porque no lo posee, a saber: esa organización plena de significado o de sentido primario para el
sujeto, sin la cual no se encuentra en la «naturaleza» elementos organizados, sino en el modo de la organización en tanto que ésta, gracias a la
permutabilidad, presentifica y figura, en y por la «distinción», una distinción o una «re-unificación» esencial…”Ibíd, p. 449.
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Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
La imaginación radical de la que habla Castoriadis se refiere a la formación originaria de las fantasías.41
Por consiguiente, la vida psíquica es distinta al nivel puramente biológico del ser vivo, allí se sustituye el
placer del órgano por el placer de representación. La psiquis no está determinada por lo biológico. La psi-
quis está condicionada por lo biológico. “…la elaboración psíquica no viene dictada por la organización
biológica ni está tampoco en libertad absoluta respecto de ello…”. 42 La psiquis estructura las funciones
biológicas a partir de su propio mecanismo de emergencias de representaciones originarias. Aquí entra la
creatividad de la psiquis como imaginación radical.
La realidad psíquica
La realidad psíquica a la que se refiere Freud es lo que Castoriadis llama imaginación radical.43 La realidad
del inconsciente como imaginación radical es dar existencia a lo que no es; ese no es, es la condición de
existencia de algo. La realidad psíquica del inconsciente consiste en darse existencia a sí misma y a lo que
no es. Y eso a lo que da vida se trata de un magma de representaciones. Lo que existe para la psiquis son
las representaciones y las relaciones entre ellas ocurren por el afecto y la intención.44
En síntesis: lo que hay en el inconsciente es una representación de sí mismo bajo el principio del placer
que es figura-figurante; constitución-constituyente. Esto quiere decir que el estado originario de la psique es su
representación como una totalidad de sí misma donde los afectos y las intenciones no están diferenciadas.
La realidad psíquica es un magma de representaciones que emerge como una fuente ilimitada de deseo y
placer.
41 “…la formación originaria de fantasías, lo que yo llamo imaginación radical, preexiste y preside toda organización de la pulsión, incluso la
más primitiva, que es la condición de acceso de esta última a la existencia psíquica, que es en un fondo de representación originaria (…) donde
la pulsión toma (…) su «delegación por representación»” Idem.
42 Ibíd, p. 454.
43 Según Castoriadis Freud nunca la menciona pero en sus desarrollos se refiere permanentemente a ella.
44 “La psique inconsciente (…) es lo siguiente: proceso representativo en donde la emergencia y la puesta en relación de las representaciones
está «regulada»/guiada por el principio del placer. La cuestión de la realidad psíquica en su ser originario es (…) una cuestión del origen de la
representación, del origen de la relación, del origen del principio del placer como intención que tiene un afecto como objetivo” Ibid, p. 458.
45 “El único deseo irrealizable (…) para la psique (…) el que tiene por objeto lo que nunca podría darse, como tal, en la representación, es
decir, en la realidad psíquica. Lo que falta, y faltará por siempre, es lo irrepresentable de un «estado» primero, la antesala de la separación y de
la diferenciación, una protorrepresentación que la psique ya no es capaz de producir, que ha imantado para siempre el campo psíquico como
presentificación de una unidad indisociable de la figura, del sentido y del placer. Este deseo primero es radicalmente irreductible porque aquello
a los que apunta tampoco puede encontrar en la realidad un objeto que lo encarne, ni en el lenguaje las palabras que lo expresen, sino sólo
imagen en la que presentarse en la psique misma…” Ibíd, p. 464.
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un individuo social. La sociedad que se impone no es creación de la psique. Entre estas dos historias,
de lo que se trata, según el filósofo greco-francés, es de la coexistencia de las contradicciones, tensiones,
conflictos, desajustes que del encuentro entre la psique y lo histórico-social instituido se produzcan. El
punto que se propone explicar Castoriadis es el siguiente ¿cómo es posible la socialización de la psique, si
esta como mónada, rechaza lo social establecido?.
En su origen, la psique es una mónada que se caracteriza por ser “constituyente-constituido, formación
y figuración de sí misma, figurante que se figura a sí misma, a partir de nada”.46 Esto significa que en este
nivel, la psique como una facultad activa, produce sus propias representaciones. En otras palabras, las
imágenes, como figuras figurantes, son propias de la mónada como un cuerpo vivo. En esta producción
no interviene el exterior: “el cuerpo humano vivo es cuerpo humano vivo en la medida en que representa
y se representa, en que pone y se pone en «imágenes» mucho más allá de lo que exigiría e implicaría su
«naturaleza» de ser vivo”.47 Para Castoriadis la esencia de lo humano viene dado por la capacidad de la
psique de elaborar imágenes por sí misma. De allí lo fundamental de la mónada psíquica en el proceso de
socialización.
Ahora bien, el estímulo externo que impacta a la mónada psíquica, es incorporado por esta a sus propias
representaciones. En otras palabras, la percepción del afuera en la mónada consiste en una puesta en imá-
genes que responde al esquema de la emergencia de figuras - interna o las conversiones que provienen del
exterior- ambas se encuentra allí indistintamente. La psique en su núcleo monádico no las diferencia. Por
consiguiente, para el filósofo greco-francés el momento de la separación en la que el individuo diferencia
su mundo privado de un mundo público común es un enigma. Y en este sentido, Castoriadis afirma que
la separación viene dada por la sociedad instituida. “La imposición de la socialización a la psique es esen-
cialmente la imposición de la separación”.48 Lo dado afecta a la psique y esa alteración la recibe la mónada
como una ruptura violenta a su núcleo, puesto que su tendencia es a encerrarse a sí misma y rechazar lo que
le es externo. Lo que subyace a esta idea es que la psique sin lo social no subsiste.
El proceso de socialización del individuo desde su origen constituye una circunstancia desagradable,
violenta, agresiva, conflictiva, llena de contradicciones; y el sujeto está obligado a adaptarse a esta situación
para sobrevivir como individuo social. El camino hacia la socialización consiste en lo siguiente: la mónada
psíquica debe renunciar a su clausura, al sentido que se ha creado para sí y someterse a la ruptura impositiva,
aceptar el sentido de ser que le ofrece el modo social instituido que le es totalmente ajeno al suyo para poder
entrar en la sociedad. La psique como omnipotencia monádica vive en función de la indistinción entre
yo-mundo-sentido-placer; su identidad excluye la alteridad. Pareciera que el origen de la socialización humana
deviene de una paradoja que está presente en el tiempo y espacio que le corresponda vivir a cada persona:
rechazo lo social pero estoy obligado a aceptarlo para incorporarme en la institución. En este extraño
origen, se sustituye el placer del órgano por el placer de representación que posibilita la humanización y la
sociabilidad.49 Y es aquí donde comienza tenuemente la distinción entre lo interior y lo exterior.
47 Idem
48 Ibíd, p. 471.
49 “La «respuesta» canónica a la necesidad es la alucinación y la satisfacción fantástica; se produce en y por la imaginación, y de manera
indeterminada (…) El equivalente psíquico, la «delegación por representación» del proceso somático de la necesidad y de su satisfacción será la
restauración de la unidad…”. Ibíd, pp. 472 y 473.
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Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
el momento en el que el otro puede ser puesto como aquel que dispone del objeto.50 Esta constitución del
otro la realiza la psique mediante su propio esquema de omnipotencia. El otro se establece como una pro-
yección de la propia imagen del sujeto, la que ha fabricado para sí mismo.51 Una vez que se da la distinción
proto-sujeto, objeto, otro, entonces se está en la fase triádica.52 Esta distinción que hace el sujeto la realiza
bajo sus propios esquemas representativos. La incorporación a su mundo del fragmento de la realidad
tiene lugar mediante la imaginación radical. De allí que el proceso de la socialización de la psique consista
en la transferencia al otro de la omnipotencia de la mónada psíquica.53 Pero esa realidad externa donde se
encuentra lo otro, dice Castoriadis, ya es social y por lo tanto causa una serie de alteraciones en el mundo
de la psique. Este proceso de encuentro y desencuentro acompañará al individuo social durante su vida. A
este estado se añade la escisión del principio del placer. Por un lado, el principio del placer que deviene del
inconsciente y se satisface en la actividad imaginaria; por otro, el principio de evitar el displacer que siente
el sujeto como causa de los efectos de las acciones y reacciones del otro. Ambos principios construidos
por la propia imaginación del sujeto; el otro es una proyección de la omnipotencia de la psique y como tal
constituye la fuente de placer o displacer. Al ser el otro el germen del placer o displacer, el sujeto bajo sus
esquemas representativos lo introyecta como un poder que normaliza, ante esto, aparece la represión en el
inconsciente “de lo que no debe ser expresado porque ha sido representado y sigue siéndolo”.54
La constitución de la realidad
Mientras el sujeto se encuentre en la fase triádica donde genera una tenue distinción entre proto-sujeto,
objeto, otro, proyecta en el otro la omnipotencia de su psique; introyecta lo otro bajo los esquemas repre-
sentativos de la imaginación radical. En este nivel el sujeto no habla por sí mismo. Lo otro que le es ajeno,
exterior, lo establecido es lo que habla por el sujeto. El sujeto vive en una seudorealidad, en un seudomundo
con seudoobjetos. No en una realidad.55
Para revertir la situación descrita y sea el propio sujeto el que constituya su realidad es necesario que sea
capaz de identificar que las significaciones imaginarias establecidas lo han socializado y que además una
persona particular se erige como el portavoz de estas.
El asunto radica en lo que está en el origen de la institución establecida: Mahoma, Hitler, Putin, Trump,
Chavez, Maduro, quienes se presentan como dueños de las significaciones establecidas; éstas significaciones
son las que el individuo y la sociedad tienen que cuestionar para crear la alteridad.
Se requiere que el sujeto logre separar la realidad social efectiva de la persona singular que pretende
uniformarla con criterios dogmáticos de validez universal; de hacerlo, comenzará a poner en escena su
facultad imaginativa radical irrumpiendo en la institución instituida.
Se trata de lo siguiente: la psique puede ser socializada bajo esquemas autoritarios, dogmáticos y no
discutidos, que la convierten en una simple repetidora de lo establecido o puede ser socializada mediante la
reflexión, la deliberación, la interrogación, lo imaginario social instituyente. Lo que debe estar claro y tiene
que descubrir el individuo mediante su imaginación radical es que la significación social que está en el ori-
gen no tiene dueño, no pertenece a alguna persona particular. En su proceso de socialización lo educaron
bajo esta creencia. Le corresponde al sujeto descubrir su falsedad. También le toca aceptar que lo que está
en el origen de la sociedad como institución es un colectivo anónimo que se manifiesta mediante una praxis
humana que busca establecer relaciones distintas con lo dado. Por supuesto, como lo reitera Castoriadis,
50 “El otro se constituye necesariamente en la ambivalencia o, dicho en otros términos, la ambivalencia para siempre ineliminable que afecta
al otro…”. Ibíd, p. 476.
51 “…sólo puede constituir otro si proyecta sobre él su propio esquema imaginario de omnipotencia”. Idem
52 Y lo que los mantiene unidos en la imaginación es “la vivencia del sentido como coprescencia, característica fundamental de la fase monádi-
ca”. Ibíd., p. 477.
53 “La «realidad» misma, en tanto imposición inevitable de la presencia/ausencia del otro y de su disposición del objeto, se constituye como
manifestación de la omnipotencia imaginaria del otro. Como tal, es evidente que no es «realidad»”. Ibíd, p. 478.
54 Ibíd, p. 481.
55 “…en la medida en que esta significación permanece en el poder del otro…en la medida que es el otro quien dispone de ella y la fija, en
que ser y no ser, relación y no relación, sentido y absurdo, bueno y malo, son precisamente lo que él dice que son.” Ibíd, pp. 481 y 482.
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esas relaciones diferentes pueden ser constructivas o destructivas. Lo cierto es que “El individuo no es un
fruto de la naturaleza (…) sino creación e institución social”.56
El individuo con su imaginación radical tiene que desmontar la omnipotencia que ha puesto en el otro.
Darse cuenta que la forma cómo se presenta la investidura del otro y de lo otro ha sido dada por él. La
libertad aparece en el despertar de la imaginación radical. El individuo comienza a generar su autonomía al
desmantelar la heteronomía. Y cuestionar la omnipotencia del otro es un proyecto social e histórico.
56 Ibíd, p. 487.
57 “…la sublimación es el proceso a través del cual la psique es forzada a reemplazar sus «objetos privados o propios», de carga libidinal
(comprendida su propia «imagen») por objetos que son y valen en y por su institución social, y convertidos en «causas», «medios» o «soportes»
de placer para sí mismo…” Ibíd, p. 488.
58 “…a partir del momento en que el individuo social, tal como nosotros lo entendemos, se construye definitivamente, la intención, el tender
hacia, el «deseo» de la psique, sufren, también ellos, una alteración esencial en su modo de ser…” Ibíd, p. 491.
59 Ibíd, p. 493.
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Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
dirigido a mostrar que sí es posible que en lo otro se pueda ver algo distinto de la fuente de sentido y poder.
Aquí surge la alternativa de la manifestación de algo diferente y de verse, vernos a nosotros mismos como
fuente originaria de la institución. Eso distinto es la posibilidad de la praxis de un proyecto de sociedad
autónoma, el hacer-haciendo. Como individuos sociales somos fuente de creación social y reconocemos que
participamos en la creación de la norma.
Admitir la representación como creación es aceptar la posibilidad de la alteración, de lo diferente, de
sustituir la socialización por repetición por la sublimación autónoma como proyecto de la institución social
en su modalidad de lo instituyente.
Castoriadis afirma que: “En el ser por hacerse emerge lo imaginario radical, como alteridad y como
origen perpetuo de alteridad, que figura y se figura, es al figurar y al figurarse, creación de «imágenes»
que son lo que son y tal como son en tanto figuraciones o presentificaciones de significaciones o de
sentido”. 60 Aquí es donde tiene lugar la vinculación de lo imaginario y la imaginación. 61
Refiere aquí Castoriadis a la unión entre lo histórico-social y la psique. Desde el sujeto estamos en
el terreno de la imaginación radical. Desde lo histórico-social estamos en el campo de lo imaginario
radical. 62 La transformación de lo dado en otras formas lo realizan los individuos con sus acciones. El
transformarse a sí mismo y alterar lo social tiene su origen en los individuos sociales. Están presentes tres
esferas donde se proyecta lo instituyente producto del colectivo anónimo: Lo privado, lo privado-público
y lo público. Los procesos de sentido inician en el individuo singular que logra establecer una relación
distinta con su inconsciente; luego mediante sus prácticas en la experiencia social incorpora estas formas
distintas que se ha procurado desde su propia interioridad.
La expresión de estos procesos de sentido en un colectivo anónimo que los explicita es lo que hace
plausible lo instituyente como la emergencia de nuevas significaciones imaginarias sociales que cues-
tionen lo dado y dan la apertura a la alteridad de otras forma de relación con la institución de origen.
Se encuentra aquí las distintas remisiones de las significaciones imaginarias sociales: lo establecido y la
alteración. Lo dado, instituido tiende a repetirse, permanecer, cristalizarse. Es su cuestionamiento, su
interrogación por la imaginación que se provoca la apertura para que se manifieste la alteración radical.
La tensión entre lo instituido y lo instituyente genera las fracturas, resquicios por donde comien-
zan a gestarse los nuevos procesos de sentido impulsados por la imaginación radical en un plano de
lo imaginario social 63 para que en su debida oportunidad brote como un instituyente incorporando
cambios definitivos en la permanente repetición. Esa institución instituida y su respectiva institución
instituyente son generadas por cada sociedad en específico y son propias de esa sociedad en particular.
Y este rasgo es lo que hace que cada sociedad como institución tenga una forma (eidos) que la hace
diferente a otra. 64
61 “Lo imaginario del que hablo no es imagen de. Es creación incesante y esencialmente indeterminada (histórico-social y psíquico) de
figuras/formas/imágenes, a partir de las cuales solamente puede tratarse de «alguna cosa». Lo que llamamos «realidad» y «racionalidad» son
obras de ello” Ibíd, p. 12.
62 “Lo imaginario radical es como histórico-social y como psique/soma. Como histórico-social, es un río abierto del colectivo anónimo;
como psique/soma, es el flujo representativo/afectivo/intencional. A lo que es posición, creación, dar existencia en lo histórico-social lo lla-
mamos imaginario social en el sentido primero del término, o sociedad instituyente. A lo que es posición, creación, dar existencia en la
psique/soma para la psique/soma, le llamamos imaginación radical”. Ibíd, p. 571.
63 Lo imaginario social “la capacidad creadora del colectivo anónimo que se realiza cada vez que se juntan los humanos, y que cada vez se da
en una figura singular, instituida, para existir”. Cornelius Castoriadis, “Antropología, filosofía, política”, cit., p. 140.
64 “La creación de la sociedad instituyente, como sociedad instituida, es en cada momento mundo común (…) posición de los individuos,
de sus tipos, de sus relaciones y de sus actividades; pero también es posición de cosas, de sus tipos, de sus relaciones, de su significación,
unas y otras aprehendidas en cada momento en los receptáculos y los marcos referenciales instituidos como comunes, que les dan existencia
conjuntamente…” Cornelius Castoriadis. La institución imaginaria de la sociedad, cit., p. 572.
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IV. Del Imaginario instituido al imaginario instituyente: Hacia la autonomía y libertad del
individuo y la sociedad
Para Castoriadis la autonomía es el proceso de cuestionamiento que se hace el individuo a sí mismo para
modificar la heteronomía de la cual es producto. Esto significa que el individuo social tiene que “alterar
el sistema de conocimiento y de organización ya existente; significa pues constituir su propio mundo
según otras leyes y, por lo tanto, significa crear un nuevo eidos ontológico, otro sí-mismo diferente en
otro mundo”. 68
La autonomía es una actividad personal del individuo que implica cambiar su fabricación originaria
por otra que él mismo crea que responde a su propia reflexión y deliberación. 69 Los procesos de auto-
nomía que inician los individuos sociales tienen efectos en la sociedad porque se trata de interrogarse
65 “La institución del mundo común es necesariamente en cada momento institución de lo que es y no es, de lo que vale y no vale, así de
cómo lo que es factible o lo que no lo es, tanto «fuera» de la sociedad (relativamente a la «naturaleza») como «dentro» de ella. En tanto tal,
debe necesariamente ser para la sociedad también «presencia» del no ser, de lo falso, de lo ficticio, de lo simplemente posible, pero no efectivo.
Mediante la sinergia de todos estos esquemas de significación es como se constituye la «realidad» para una sociedad dada” Ibíd, p. 573.
66 Ibíd, p. 574.
67 “…La autoalteración perpetua de la sociedad es su ser mismo, que se manifiesta por la posición de formas-figuras relativamente fijas y
estables y por el estallido de estas formas-figuras que jamás pueden ser otra cosa que posición-creación de otras formas figuras…” Idem
68 Cf Cornelius Castoriadis, “La lógica de los magmas y la cuestión de la autonomía”, en Los Dominios del hombre. Las Encrucijadas del
Laberinto. Barcelona, Gedisa Editorial, 3ª Reimpresión, 1998, p 212.
69 “… ¿qué significa autonomía? Autós ‘sí mismo’; nómos, ‘ley’. Es autónomo aquel que se otorga a sí mismo sus propias leyes. (No aquel
que hace lo que se le ocurre, sino quien se proporciona leyes). Ahora bien, esto es tremendamente difícil. Para un individuo, proporcionarse
a sí mismo su ley, en campos en los cuales esto es posible, exige poder atreverse a enfrentar la totalidad de las convenciones, las creencias, la
moda, los científicos que siguen sosteniendo concepciones absurdas, los medios de comunicación masiva, el silencio público…”. Cornelius
Castoriadis, “Institución primera e instituciones segundas”, en Figuras de lo pensable. Las encrucijadas del laberinto VI, Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 1ª edición., 2001, p. 118.
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Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
a sí mismo e interrogar a las instituciones, las significaciones establecidas;70 y son pocos los individuos
que deciden procurarse su autonomía porque consiste en un movimiento permanente de cuestionar,
reflexionar, poner en tela de juicio lo establecido, lo dado, un movimiento que se centra en la vinculación
de la imaginación y lo imaginario.71
La potencia creadora manifestada como autonomía estará presente siempre que todos y cada uno de
los individuos reflexione, delibere, interrogue, cuestione, analice, pregunte, desee cambios, movimientos,
flexibilidad, apertura del horizonte de vida, expandir sus posibilidades fundamentales humanas como
artífice de fabricar lo novedoso, que asuma la responsabilidad de que es un individuo social que se desa-
rrolla en una sociedad. Le toca forjar la relación social, el vínculo con todos y cada uno de los individuos.
Romper con lo establecido, no aceptar ningún tipo de dominación ni control es el comienzo de crear una
forma social autónoma.72
Si el individuo decide someterse voluntariamente a lo establecido, entonces en su esfera privada es
heterónomo y socialmente servil. Si se atreve a oponerse a las imposiciones, a emprender acciones, enton-
ces desde su esfera privada comienza a autocrear su autonomía y socialmente participa en la construcción
de una institución libre.
La autonomía se manifiesta en la praxis social cotidiana, con las acciones se emprende la autonomía
y surge la libertad porque la puesta en escena de la imaginación radical en lo imaginario reivindica el
sentido de la política.73 La política es una praxis que tiene como objetivo la organización de la sociedad
mediante el hacer haciendo de los individuos junto con los otros en función de la autonomía y la libertad.
Ambas aparecen como significaciones imaginarias fundamentales radicales que buscan transformar lo
instituido en instituyente.
Los individuos y la sociedad comienzan a construir su autonomía y libertad cuando “la población
forma sus propios órganos autónomos, cuando entra en actividad para procurarse ella misma sus normas
y sus formas de organización”.74 Todos y cada uno de los individuos practican la autogestión y autogo-
bierno para crear instituciones autónomas.75 Son formas que transforman lo dado con sus significaciones
agotadas; introducen la autonomía y la libertad como el sentido de las acciones de los individuos en su
hacer diario.76
70 “…La potencia en acto de la posibilidad de creación propia, fruto de la emergencia pulsional, es la condición de toda autonomía”.
Raymundo M ier, “Castoriadis, la historia como creación: lo imaginario, la significación y el dominio pulsional”, en Fragmentos del caos. Filosofía,
sujeto y sociedad en Cornelius Castoriadis, Buenos Aires, Editorial Biblos, Universidad Veracruzana, Instituto de Filosofía, 2008, p. 97.
71 …se puede concebir como una ruptura, como una creación ontológica, la aparición de sociedades que ponen en tela de juicio sus propias
instituciones y significaciones –su organización en el sentido profundo del término–, en las que las ideas como ‘nuestros dioses son quizá
falsos dioses’, ‘nuestras leyes son quizá injustas’ no sólo dejan de ser inconcebibles e impronunciables sino que se convierten en fermento activo
de una autoalteración de la sociedad (…) Sociedades que se cuestionan a sí mismas quiere decir concretamente individuos capaces de poner en
tela de juicio las leyes existentes, y la aparición de individuos tales sólo es posible si se produce al mismo tiempo un cambio en el nivel de la
institución global de la sociedad” Cornelius Castoriadis, “La lógica de los magmas y la cuestión de la autonomía”, en Los dominios del hombre…,
cit., p. 213.
72 “…Si el deseo es sometido a la razón, a un logos, a una ley, a una estructura, a una divinidad que se me impone, entonces mi deseo es
heterónomo; si, por el contrario, se elude la fuerza del inconsciente y me dejo llevar por ella, también soy heterónomo. Ahora, si acepto que
hay en mi particular subjetividad y en la colectividad fuerzas caóticas, inconscientes, irreconocibles e irreconciliables que me impulsan junto
con el devenir social, el orden simbólico, y asumo que las leyes sociales, las costumbres y los afectos son creaciones con las que puedo o no
identificarme, es decir, creaciones individuales y colectivas, pero que en el registro de mis posibilidades confronto afectiva y racionalmente, sin
dejar de reconocer las leyes ajenas que se me imponen, pero asumiendo mi libertad de elección en el sentido de autolimitación, en el sentido de
significarme imaginariamente en la sociedad y en consecuencia actúo, entonces no cederé en mi deseo, estaré deviniendo autónomo, aunque
sólo sea por un momento y con relación a algo…” Marcos A. Jiménez, “Viaje al fin de la ética y la política: autonomía o insignificancia”, en
Fragmentos del caos, cit., p. 125.
73 La política “no es ni concretización de un Saber absoluto, ni técnica, ni voluntad ciega de no se sabe qué; pertenece a otro campo, el del
hacer, y a ese modo específico del hacer que es la praxis” Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria…, cit., p. 129.
74 Cornelius Castoriadis, “La lógica de los magmas y la cuestión de la autonomía”, en Los dominios del hombre…, cit., p. 214.
75 “La autoorganización y la autogestión sólo tienen sentido si atacan las condiciones instituidas de la heteronomía” Ibíd, p. 215.
76 “…La sociedad se hace autónoma, llega a serlo desde el momento en que incorpora la idea de que no está en la lógica de la naturaleza,
la voluntad de los dioses o la ceguera del destino el hecho de que los límites sociales sean eternos e inmodificables. Cabe intervenir en
ellos, mutarlos, pulirlos, actualizarlos, Transformarlos” Cf Celso Sánchez Capdequí, “Nuevos derroteros sociales: imaginando Europa”, en
Fragmentos del caos, cit., p. 290.
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…Una sociedad que se gestiona, es decir, que se dirige a sí misma (…) Una sociedad autogestionada es una sociedad
en las que todas las decisiones son tomadas por la colectividad, que a su vez se ve afectada por el objeto de dichas
decisiones. Es decir, un sistema en que aquellos que realizan una actividad deciden colectivamente qué han de ha-
cer y cómo hacerlo, dentro de los límites exclusivos que supone la coexistencia con otras unidades colectivas…77
Una sociedad que decide autogestionarse requiere de individuos sensibilizados, afectados con la orga-
nización social que viven, motivados a solucionar por ellos mismos los problemas de esta organización, e
inventar la forma de hacerlo. Todos y cada uno de los individuos actúan en función de resolver por ellos
mismos los problemas, las necesidades, los deseos a partir de su experiencia; no esperan a los órganos
competentes para que lo solucionen. Se dan cuenta que las instituciones no cumplen con su función y esto
los lleva a moverse, pues ante el deterioro, lo que se pone en peligro es la supervivencia de los propios
individuos y de la sociedad. La autogestión surge: 1) cuando los individuos deciden no dejar los proble-
mas fundamentales que les aquejan como colectividad a las instituciones competentes porque las mismas
no están cumpliendo su función; 2) todos y cada uno de los individuos crean la forma de solucionar estos
problemas porque son los afectados en sus actividades cotidianas y conocen a fondo la situación. Todos y
cada uno de los individuos comienzan a decidir por ellos mismos a partir de acuerdos, de comunicación,
de intercambio de opiniones; se produce una tormenta de ideas para lograr la tarea en común que se han
propuesto. Entienden que en esa tarea cada quien debe cumplir la actividad encomendada para lograr el
objetivo. La misma colectividad como grupo le da sentido a la actividad de cada individuo al hacerle ver
que su hacer tiene sentido en el esfuerzo mancomunado; se genera una cooperación activa entre los que
tienen un saber o una competencia en determinado campo y los que pondrán en práctica ese saber.78
Lo que “define una sociedad autónoma es su actividad de autoinstitución explícita y lúcida, el hecho
de que ella misma se da su ley sabiendo lo que hace…”.79 Se trata de una sociedad instituyente a partir de
la libertad y la reflexión. Los individuos comienzan a reflexionar, a autogestionarse, a autoorganizarse, a
ser autónomos cuando toman conciencia de los problemas que le afectan; empiezan a buscar soluciones,
a unirse con los otros para lograr resolver, pues se dan cuenta que solos, como individualidades no pue-
den, tienen que vincularse con los otros. Se acepta que la institución establecida no cumple con su deber,
lo que implica que la sociedad debe promover nuevas instituciones que den respuesta a las situaciones
actuales.
Se pone de relieve, por contraste, una cotidianidad que es imperativa, una colectividad de individuos,
una institución establecida cuyas significaciones están caducas y distanciadas de la realidad efectiva social
que viven los individuos. Todo ello, contribuye al despertar de los individuos y la sociedad a tomar las
riendas de su realidad en sus manos para hallar nuevas formas de convivencia y soluciones que modifi-
quen, sustituyan a las que no dan respuestas.
Estas acciones generan un proceso de autonomía con tendencia a fortalecerse toda vez que la propia
comunidad es garante del mantenimiento de sus logros, de sus iniciativas, en un trabajo permanente de
cooperación activa que se preocupa por su cotidianidad: la convivencia, el espacio público. Asumir la
responsabilidad respecto al espacio público, que consiste en la creación abierta de alternativas de convi-
vencia y desarrollo individual. 80
77 Cf Cornelius Castoriadis, “Autogestión y jerarquía”, en Escritos políticos, España, Catarata, 2005, p. 63.
78 “…Si un especialista afirma a partir de su conocimiento especializado que un determinado metal, debido a sus propiedades, es el más
indicado para tal pieza o herramienta, no se entiende por qué y en base a qué podría comportar objeciones gratuitas por parte de los obreros.
Pero, aun en este caso, una decisión racional exige que los obreros participen –por ejemplo, porque las propiedades del material escogido
jueguen un papel fundamental en el montaje de las piezas o de las herramientas–…”. Ibíd, pp. 70-71.
79 Cornelius Castoriadis, “La lógica de los magmas y la cuestión de la autonomía”, en Los dominios del hombre…, cit., p. 215.
80 …una sociedad autogestionada (…) es la lógica de la liberación de los hombres y de su desarrollo. La colectividad de los trabajadores
puede razonablemente decidir –y en nuestra opinión tendría razones para hacerlo– que jornadas de trabajo menos penosas, menos absurdas,
más libres (…) para llevar a cabo tales elecciones, absolutamente fundamentales, no hay criterio ‘científico’ u ‘objetivo’ que valga: el único
criterio es el juicio de la propia colectividad acerca de sus preferencias, a partir de su experiencia, sus necesidades y sus deseos.
Esto es aplicable a toda sociedad. Ningún criterio ‘científico’ permite a nadie decidir que es preferible para la sociedad disponer el año próximo
de más tiempo libre, en lugar de acrecentar el consumo o viceversa, o tener un crecimiento más rápido o menos rápido, etc. (…) El único
criterio que tiene sentido en este campo es lo que los hombres y mujeres que forman la sociedad quieren, y esto sólo ellos mismos pueden
decidirlo y nadie más en su lugar” Cornelius Castoriadis, “Autogestión y jerarquía”, en Escritos políticos, cit., pp. 71-72.
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Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
Para este filósofo greco-francés, autonomía equivale a individuos libres, sociedad libre. La autonomía
consiste en el movimiento y actividad de todos y cada uno de los individuos; la autonomía implica el hacer
haciendo; no es contemplación, no es teoría. Se construye cuando la colectividad participa efectivamente
en el hacer haciendo, todos y cada uno de los individuos asumen el poder de hacer por sí mismos y junto
con otros.
La autonomía es una actividad individual y también colectiva que involucra participación, com-
promiso, vínculo con la praxis en común que se ha emprendido, aceptar las formas de autogestión y
autoorganización producto de las decisiones tomadas en común y la ejecución de las mismas por todos y
cada uno de los individuos que decidieron participar en la construcción de la autonomía.
La creación de la autonomía consiste en el movimiento de actividades humanas donde se da una vin-
culación estrecha de las necesidades, deseos, afectos, intenciones y voluntad de los participantes: “…La
libertad, la autonomía, implica necesariamente la participación activa e igualitaria en todo poder social
que decide sobre asuntos comunes...”. 81
La autonomía, además de ser un movimiento activo de los individuos y la sociedad, también tiene que
ver con la capacidad de los hombres de aceptar su mortalidad. 82 Se ha de aceptar el hecho cierto de la
muerte que implica dos circunstancias ínsitas a la condición humana: la finitud y la mortalidad; los seres
humanos somos limitados en el espacio y en el tiempo. Nos toca decidir qué hacer con nuestra existencia
en este corto tiempo y en el espacio que nos toca vivir. 83
Otra de las situaciones que despierta el germen de la autonomía, es que todos y cada uno de los
individuos acepten el hecho cierto de su existencia finita y que en este tiempo y espacio limitado com-
prendan que les toca vivir para la libertad, en un continuo cuestionamiento de la institución instituida
y con el deseo de procurar un movimiento permanente hacia una institución instituyente. La libertad
es aquel bien que dota de sentido la existencia humana y le toca a los hombres forjarla. Los hombres no
nacieron para ser serviles, apáticos, conformistas, sino para vivir libres. La mayoría de las veces la muerte
es el precio de la libertad. La asunción por parte de los hombres de la mortalidad trae consigo el brote
de hombres de acción, de sujetos efectivos, creadores de praxis social. Aceptar la muerte es preferir la
lucidez, la reflexión, la deliberación, la interrogación permanente; significa apostar por la libertad y por
consiguiente por la autonomía. 84
81 Cornelius Castoriadis, “Socialismo y sociedad autónoma”, en Escritos políticos, cit., p. 98. “…la vía para la creación, la acción de los
sujetos en la posibilidad de invención de apreciaciones teleológicas, de horizontes axiológicos y por lo tanto, también la posibilidad del sujeto
de recrearse a sí mismo, como acontecer en sí mismo en el proceso de significación. Crear significación no supone un sujeto dotado de una
identidad que, a partir de una acción racional, invoca significaciones instituidas y las conjuga de manera inédita; en el proceso de creación de
significación el propio sujeto se crea a sí mismo, se constituye como un sujeto en acto, en plena transformación de su entorno material y de su
esfera de vínculos. Se abre así el espacio para un movimiento de creación y autocreación de la subjetividad y por lo tanto la acción autónoma de
sentido…” Raymundo Mier,, “Castoriadis, la Historia como Creación: lo imaginario, la significación y el dominio pulsional”, en Fragmentos del
caos, cit., p. 101.
82 “…una sociedad autónoma no podrá realizarse verdaderamente más que cuando los humanos sean capaces de afrontar su mortalidad
hasta el final y sin fetiches instituidos. Mientras esto no sea posible, habrá huida hacia una investidura rígida e ilusoria de algo que encumbre
la muerte, o como hoy, hacia divertimentos que permiten olvidar la muerte. Acumulación de aparatos u olvido de sí ante la televisión: esto
permite a los individuos no estar activos en la sociedad, ambos van juntos” Cornelius Castoriadis , Sujeto y verdad…, cit., p. 140.
83 “Partiremos de una consideración muy simple, pero que contiene el germen de la pregunta central de toda filosofía: el ser humano (…) es
un ser ‘finito’, limitado en el espacio y en el tiempo (…) es el único ser que tiene conciencia de sus límites. Sabe que va a morir y que también
morirán sus seres queridos (…) la muerte (…) al ser su presencia paradójicamente perceptible en toda su extensión en el corazón mismo de la vida más llena de
vida (…) he ahí lo que en un momento u otro atormenta a ese desgraciado ser finito que es el hombre, porque solo él es consciente de que su
tiempo es limitado, de que lo irreparable no es una ilusión, y puede que le haga bien reflexionar sobre lo que debe hacer en su corta vida (…)
Para vivir bien, para vivir en libertad, para ser capaces de experimentar felicidad, generosidad y amor…” Luc Ferry, Aprender a vivir, Madrid,
Taurus, 2007, pp. 23-26.
84 “…esbozar lo que podría ser el punto de partida de actitudes que, en una sociedad autónoma, contribuirían a sostener la aceptación de la
mortalidad. Primero hay que mencionar aquí una consideración negativa: el ‘no poder hacer de otro modo’, el rechazo de otros modos de vida,
el rechazo de vivir de manera heterónoma, de aceptar una consolación religiosa dado su carácter fundamentalmente ilusorio. Y luego, el reco-
nocimiento de que, ya sea directa o indirectamente, la muerte es siempre el precio a pagar por la libertad. Pues vivir libremente implica que se
sabe de antemano que en el momento de la muerte no hay nada que esperar y que, en cierta manera, todo lo que hemos hecho no tiene ningún
sentido, salvo éste, precisamente: el de habernos permitido vivir libres. La muerte es el precio de la libertad en el sentido de la aceptación de
este hecho…” Cornelius Castoriadis, Sujeto y verdad…, cit., pp. 14-142.
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…hay que educar al individuo para que sea autónomo (…) hay que darle el hábito de la libertad (…) la autonomía se
crea ejerciéndose, uno se vuelve libre cumpliendo actos libres, así como uno se vuelve ser reflexionante reflexionando
–y pueden facilitarse las condiciones de esta creación y de este ejercicio–. Es el papel fundamental de la institución…87
De esta manera, la autonomía de una sociedad depende de la autonomía de los individuos, puesto que
son los individuos los que hacen a la sociedad y la sociedad la que hace a los individuos. “…Autónomo
significa aquel que se da a sí mismo la ley. Y hablamos aquí de leyes comunes, ‘formales’ e ‘informales’, a
saber, de las instituciones. Participar en el poder es participar en el poder instituyente. Es pertenecer, en
régimen de igualdad con los demás, a una colectividad que se auto-instituye explícitamente”.88
La sociedad instituyente se da en la democracia, pues es en este campo histórico-social donde los indi-
viduos formulan sus propias leyes, puesto que toda sociedad existe porque hay un conjunto de leyes que la
organizan como institución. Estas leyes las fabrican los individuos junto con la colectividad.89
La democracia la construyen los individuos y el colectivo en el devenir de la praxis autónoma, cada vez
que ejecutan acciones, prácticas producto de sus interrogaciones, reflexiones, cuestionamientos, al asumir
su compromiso y responsabilidad social, pública; cuando participan efectivamente en la elaboración de las
leyes.90 La Democracia es la institución imaginaria social91 que le ofrece a todos y cada uno de los individuos
el terreno para erigir con sus acciones diarias su libertad.
Para Castoriadis la autonomía individual y colectiva92 constituye un proyecto histórico-social que es
realizable porque depende del ejercicio imaginativo de los individuos y la colectividad.93 Todos y cada uno
85 “…Las autonomías no pueden considerarse condiciones trascendentales, ni referidas como fundamento al proceso de individuación. Son
condiciones que anteceden y suceden a la acción; son al mismo tiempo fundamento y horizonte, condición desenlace de la acción, y asimismo
modos particulares de acción de la identidad”. Raymundo M ier, “Castoriadis, la historia como creación: lo imaginario, la significación y el
dominio pulsional”, en Fragmentos del caos…, cit., p. 104.
87 Ibíd, pp. 146-147. “…Ser autónomo, no es ser cualquier cosa o cualquiera; es ser, además, alguien, alguien definido, por lo tanto investir
objetos determinados, su identidad, lo que va con esa identidad: una manera particular de hacer ser un mundo para sí, una manera particular
de interpretar o de dar sentido a eso que se presenta…”. Ibíd, p. 197.
88 Cornelius Castoriadis, “Socialismo y sociedad autónoma”, en Escritos políticos…, cit., p. 99. “…En efecto, el término autonomía ha sido
empleado desde hace mucho tiempo –y de nuevo por mí desde 1949– para designar en el dominio humano un estado de cosas radicalmente
diferente; para decirlo brevemente, el estado en que ‘alguien’ –sujeto singular o colectivo– es explícitamente autor de su propia ley y lo es
lúcidamente en la medida de lo posible (no ‘ciegamente’). Esto implica (…) que ese alguien instaura una relación nueva con su ley, lo cual
significa, entre otras cosas, que puede modificarla sabiendo lo que hace…”. Cornelius Castoriadis, “La lógica de los magmas y la cuestión de
la autonomía”, en Los dominios del hombre…, cit., p. 210.
89 “El momento del nacimiento de la democracia y de la política no es el reino de la ley o del derecho, ni el de los “derechos del hombre”, ni
siquiera el de la igualdad de los ciudadanos como tal: sino el surgimiento en el hacer efectivo de la colectividad del cuestionamiento de la ley
¿Qué leyes debemos hacer?...” Cornelius Castoriadis, “Poder, política, autonomía”, en Ciudadanos sin brújula, cit., pp. 64-65.
90 “Esta autonomía (…) trata (…) de interrogarse sobre la ley y sus fundamentos, y de no quedarse fascinada por esta interrogación, sino de
hacer y de instituir (entonces también, de decir). La autonomía es el actuar reflexivo de una razón que se crea en un movimiento sin fin, a la
vez individual y social”. Ibíd., p. 65.
91 “…la capacidad creadora del colectivo anónimo que se realiza cada vez que se juntan los humanos, y que cada vez se da en una figura
singular, instituida, para existir”. Cornelius Castoriadis, “Antropología, filosofía, política”, cit., p. 140.
92 “Diré que una sociedad es autónoma no solo si sabe que ella hace sus leyes, sino si está en condiciones de volver a ponerlas explícitamente
en cuestión. Asimismo, diré que un individuo es autónomo si pudo instaurar otra relación entre su inconsciente, su pasado, las condiciones en
las que vive –y el mismo en tanto instancia reflexiva y deliberante–”. Cf Cornelius Castoriadis, “Imaginario político griego y moderno”, en El
Avance de la Insignificancia, Buenos Aires, Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires), 1ª Reimpresión, 1997, p. 199.
93 “…Lo que yo llamo proyecto revolucionario, el proyecto de autonomía individual y colectiva (ambos son inseparables) no es una utopía
sino un proyecto histórico-social que puede realizarse, nada muestra que sea imposible. Su realización no depende más que de la actividad
lúcida de los individuos y de los pueblos, de su comprensión, de su voluntad, de su imaginación”. Cf Cornelius Castoriadis, “El proyecto de
autonomía no es una utopía”, en Una sociedad a la deriva. Entrevistas y debates (1974-1997), Argentina, Katz Editores, 1ª ed., 2006, p. 19.
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Cornelius Castoriadis y la imaginación radical: caminar hacia la libertad
de los individuos actúan para participar efectivamente en la construcción de las instituciones sociales: leyes,
gobierno, educación, relaciones humanas; asumen la responsabilidad de participar en el espacio público
porque se comprende que tal campo es importante para el desarrollo individual y colectivo. El proyecto de
autonomía individual y colectiva “Es el proyecto de una sociedad en la cual todos los ciudadanos tienen
una igual posibilidad efectiva de participar en la legislación, en el gobierno, en la jurisdicción y en definitiva
en la institución de la sociedad…”.94
La autonomía requiere de la pasión de los individuos y el colectivo por los asuntos comunes, por la esfera
pública, exige la actividad de cada individuo para poner en movimiento a la sociedad con el fin de construir
instituciones que promuevan la autonomía junto con la colectividad. Se trata de fortalecer los lazos de
amistad95 entre el Estado y los ciudadanos por medio de la creación de una institución histórico-social cuyo
terreno ofrezca las condiciones para que los individuos ejerzan su imaginación y produzcan imaginario.96
El gran enemigo que les toca derrotar a todos y cada uno de los individuos para ganar su autonomía es
vencer el conformismo, la apatía, la evasión para evitar asumir su responsabilidad en el campo político. Se
trata de un cambio de actitud de todos y cada uno de los individuos respecto a la esfera pública.97
94 Ibíd, p. 20.
95 Sobre la amistad y su relación con las distintas formas de gobierno, la comunidad, la justicia, la política, ver Aristóteles, Ética Nicomaquea,
Ética Eudemia y La gran ética.
96 “Las encrucijadas que atraviesa el término ‘imaginario’ se derivan de la modalidad particular de responder a la génesis de lo social ex nihilo.
Surge de la necesidad de una comprensión inédita de la historia, de lo social como concurrencia de regímenes de institucionalidad y acción
autónoma de los sujetos sociales. Pero alude asimismo, necesariamente, a la génesis de las subjetividades y de la participación de la subjetividad
en el engendramiento de un mundo de sentido…” Raymundo M ier, “Castoriadis, la historia como creación: lo imaginario, la significación y el
dominio pulsional”, en Fragmentos del caos…, cit., p. 95.
97 “…La población no participa de la vida política: no es participar el hecho de votar una vez cada cinco o siete años por una persona que
se conoce, sobre problemas que no se conocen y que el sistema hace todo para evitar que se conozcan. Pero para que haya un cambio, para que
haya de verdad autogobierno, es preciso cambiar las instituciones, claro está, para que la gente pueda participar en la dirección de los asuntos
comunes; pero también es preciso, sobre todo, que cambie la actitud de los individuos hacia las instituciones y hacia la cosa pública, la res
pública, eso que los griegos llamaban tàkoiná (los asuntos comunes)…” Idem.
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