Lecturas
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México: de la
nación mestiza a la
construcción de la
unidad en la diferencia
La construcción de la
interculturalidad crítica en la nem
El reconocimiento de la pluralidad sociocultural que caracteriza al país tie-
ne como corolario un problema no atendido aún con suficiente amplitud y
profundidad: la necesidad de incluir a los pueblos indígenas como ciudada-
nos plenos, creando espacios de legitimación de sus procesos vivenciales y
reconociendo la diferencia cultural como un hecho y un derecho. Esta pers-
pectiva implica reconocerlos como usuarios y productores de conocimiento
y, por tanto, de legitimar también los modos como se produce, usa y valida
el conocimiento socialmente necesario para la estructuración de sus formas
de pensamiento y de vida. Además, en el sistema educativo, es necesario di-
señar procesos de enseñanza y aprendizaje que consideren su identidad y
cultura, así como las necesidades que enfrentan para reproducir y transfor-
mar sus culturas.
La propuesta de la nem
La interculturalidad crítica1
El punto de partida para la interculturalidad crítica es la comprensión de las
culturas como
Esta perspectiva implica que las culturas son el resultado de las formas de
vida de las personas y de los grupos que las han construido, y están profun-
damente enraizadas en las condiciones en donde son producidas. Ninguna
cultura es superior a otra, todas son producto de la acción de quienes las
constituyen. A su vez, esas culturas generan mecanismos para la formación
de nuevas generaciones mediante complejos procesos de educación fami-
liar, comunitaria y escolar cuyo resultado son los individuos así educados
que se constituyan como personas con formas propias de expresar su forma
de ser, de acuerdo con los patrones de su cultura. Es decir, son portadores de
esa cultura.
Las niñas, niños y adolescentes formados en el marco de una cultura la
llevan a las aulas, puesto que forma parte de su pensamiento, su personali-
dad, sus valores y formas de vida. El docente, más que “enseñarles”, debe ser
formado para establecer un diálogo con el estudiante donde el intercambio
de conocimientos sea la materia prima del aprendizaje, ya que tanto el do-
cente como cada uno de los estudiantes ha acumulado saberes a lo largo de
su proceso de socialización, los cuales son la base de sus desempeños y
de sus formas de pensar y hacer; esto es, de construir sus conocimientos
y saberes desde una perspectiva epistémica propia.
Macas (2005, p. 41) señala: “[…] se trata de enriquecer el conocimiento
humano, incorporando la diversidad, nuevas formas de comprender el mun-
do que también son legítimas porque son históricas”. La interculturalidad
crítica postula la necesidad de reconocer estas formas de producir y usar
socialmente el conocimiento. Para ello, es necesario distanciarse de las no-
ciones de interculturalidad anteriormente presentes en el currículo y los
Planes y Programas, tales como la interculturalidad funcional que se diseñó
1
Este apartado tiene como referencia fundamental el Marco Curricular y el Plan de Estudio de
Educación Preescolar, Primaria y Secundaria 2022, pp. 101-108.
2
Las cursivas se incluyeron en el original.
[…] Que las culturas se “encuentran” en un mundo que, justo por estar
social y políticamente estructurado de manera asimétrica, no le puede
dar a todas un lugar igual; y que, por consecuencia, las culturas que
no son dominantes en ese mundo, se ven condenadas a luchar por su
propia supervivencia; una lucha que condiciona naturalmente tanto su
relación con sus tradiciones como el intercambio con las otras culturas
que se sienten amenazadas por la asimetría de poder en el “orden
mundial”. (Fornet-Betancourt, 2002, p. 8)
[…]
Desde un punto de vista realmente intercultural hay que insistir en
que el discurso sobre la cooperación entre las culturas y los pueblos
es un engaño si no va acompañado por una política que combata
de manera inequívoca y eficaz la asimetría de poder que caracteriza
al “orden” mundial vigente y que se agudiza con la globalización
en curso. Sólo creando condiciones de igualdad y de justicia social
a nivel mundial, se podrá garantizar una interacción libre en la que
las culturas puedan, sin miedo a ser colonizadas, aceptar e incluso
promover desde dentro transformaciones mutuas en sus formas
de vida, de trabajo, de organización comunitaria, de educación, etc.
(Fornet-Betancourt, 2002, p. 13)
[…]
Cuando hablamos de interacción cultural, hablamos indudablemente
de procesos de transformación en las distintas culturas; procesos cuya
experiencia hace que en la interacción cultural surja además como
verdaderamente importante la pregunta por el tipo de cultura que
queremos tener y trasmitir como un valor. Por eso se explica que la
discusión se centre muchas veces en lo estrictamente “cultural”, es decir,
justo en la pregunta por el futuro de las culturas. Sin embargo, para la
discusión de este tema es igualmente importante darse cuenta de la
dimensión política antes mencionada, y explicitarla expresamente. Es
decir: Hacernos cargo de que la pregunta “¿Qué culturas queremos tener
en el futuro?” es una pregunta cuya respuesta depende en definitiva de
esta otra cuestión: ¿En qué mundo queremos vivir y practicar nuestras
culturas? O quizá mejor: ¿Qué mundo queremos construir a partir de
nuestras culturas?... (Fornet-Betancourt, 2002, pp. 14-15)