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Manioshu

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Por consenso unánime de los críticos, tanto japoneses como extranjeros, el Manioshu

es la suprema antología del Japón. Ninguna de las veinte colecciones oficiales que se
compilaron posteriormente por deseo, mandato, ucase o fantasía de diversos
emperadores se le puede parangonar. Los críticos japoneses encomian su atmósfera
paradisíaca, clara, pacífica, su mezcla de sinceridad y dignidad, de elegancia y
simplicidad pastoral, su ardor y vigor de espíritu.
Caveat lector! Si se quiere degustar este libro vetusto y aprender sus lecciones, hay
que acercarse con candor e inocencia, como el antiguo japonés se acercaba al mundo,
«viajando en el regazo de las cosas sin preguntarse por ellas».

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AA. VV.

Manioshu
Colección para diez mil generaciones
(Antología poética)

ePub r1.0
Titivillus 14.03.2023

Página 3
Título original: Manioshu
AA. VV., 1980 (600-759)
Traducción: Antonio Cabezas García, 1980
Recreación de cubierta: diego77

Editor digital: Titivillus


ePub base r2.1

Página 4
Índice de contenido

Cubierta
Manioshu
Presentación
Primera parte: POEMAS DE AUTORÍA ESTABLECIDA
Pimer periodo (630-672)
Segundo periodo (672-710)
Tercer periodo (710-733)
Cuardo periodo (733-760)
Segunda parte: CANTARES ANÓNIMOS
Cantares a la naturaleza
Cantares de amor
Cantares varios
Cantares levantinos
Notas

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PRESENTACIÓN

Aparece aquí la versión castellana de una obra japonesa que empezó a ser
conocida allende los Pirineos hace más de cien años. Se trata del Man-io-shu[1] o
«Colección para diez mil generaciones», antología lírica que acabó de compilarse
hacia el 760 de nuestra era, año más, año menos.
El Manioshu es un retablo de siete maravillas.

Tamaño

La colección recoge nada menos que unas 4.500 piezas poéticas, de las cuales la
apabullante mayoría son tankas, la famosa fórmula métrica en 5-7-5-7-7, que Lorca
definía como simetría asimétrica. Pero también aparecen tres tipos métricos que se
esfumaron casi en seguida de la lírica japonesa: la choka u oda, la sedoka o tonada y
la sexteta búdica. Explico.
La oda es un poema extenso, pero de longitud variable, con alternancia de
pentasílabos y heptasílabos, que terminan siempre con un pareado de éstos, y lleva
como antistrofas una o varias tankas. La oda japonesa es en cadencia no muy
diferente de la cueca larga chilena, ese ritmo que en ocasiones manipuló el inmortal
Neruda. El Manioshu contiene unas 260 odas.
La tonada es una sexteta en 5-7-7-5-7-7, de fuerte sabor popular, y muy escasa, ya
que sólo perduran unas 60.
La sexteta búdica es llamada en japonés literalmente «Pie de Buda», pero no voy
a demorarme en explicar por qué. Se trata de una sexteta en 5-7-5-7-7-7, aún más
insólita que la tonada: sólo se han conservado 21,una de ellas en el Manioshu.
Esta colección contiene un solo ejemplar de «renga», tanka cuya terceta inicial es
obra de un poeta y el remate de otro distinto. La renga alcanzó gran popularidad en el
siglo XIV, dando origen al jaiku, que con la tanka forma el dúo de módulos métricos
típicos de la lírica japonesa. Sobre el jaiku hay en castellano un magistral estudio del
profesor de Filología en Sevilla, Fernando Rodríguez Izquierdo (El haiku japonés,
Ed. Guadarrama, Madrid, 1972). También es trascendental la traducción que el gran
poeta azteca Octavio Paz hizo con Eikichi Jaiashiia de la obra de Mátsuo Basho
Sendas de Oku (Barral, Barcelona, 1970). Mucho ha hablado de la renga, y dado
mucho que hablar, el gran Octavio Paz, llegando a escribir rengas políglotas al
alimón con poetas gabachos y gringos.
En conclusión: aun tratándose en su mayoría de piezas breves, el Manioshu no
deja de ser monumental.

Antigüedad

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El último poema datado es del año 759, por lo que puede deducirse con gran
probabilidad que la antología debió clausurarse hacia el 760. Pero se calcula que
comenzó a compilarse hacia el 630. Es decir, tardó ciento treinta años en completarse.
Mientras Europa atravesaba su período literario más tenebroso, Japón gozaba de una
civilización refinada, donde el crimen más nefando se llamaba «jinabi», vulgaridad.
El Manioshu es, cronológicamente, la primera obra literaria de Japón.

Valor

Por consenso unánime de los críticos, tanto japoneses como extranjeros, el


Manioshu es la suprema antología del Japón. Ninguna de las veinte colecciones
oficiales que se compilaron posteriormente por deseo, mandato, ucase o fantasía de
diversos emperadores se le puede parangonar, ni siquiera las dos más famosas, el
Kokinshu del año 905 y el Nuevo Kokinshu de 1205. La lírica del Manioshu es
poderosamente masculina, espontánea, pictórica en vitalidad, brío juvenil, optimismo
y una serenidad auténticamente clásica. Un crítico americano usa la expresión «clear,
strong and fresh»: clara, fuerte y fresca. Los críticos japoneses encomian su
atmósfera paradisíaca, clara, pacífica, su mezcla de sinceridad y dignidad, de
elegancia y simplicidad pastoral, su ardor y vigor de espíritu.
Caveat lector! Si se quiere degustar este libro vetusto y aprender sus lecciones,
hay que acercarse con candor e inocencia, como el antiguo japonés se acercaba al
mundo, «viajando en el regazo de las cosas sin preguntarse por ellas»[2].
Aparte del valor intrínseco de la obra, su importancia estriba en que toda la
literatura japonesa, clásica o moderna —épica, teatro, novela, diarios, ensayo—, está
impregnada de lirismo, y la fuente primordial de ese lirismo se encuentra en el
Manioshu. Posee además el valor de hacer un retrato de la psicología del pueblo
japonés, uno de cuyos dos trazos peculiares, el espontáneo naturalismo, se descubre
en cada pieza de la antología.

Complejidad asequible

El sistema de transcripción que adoptaron los compiladores fue tan complicado,


que (se sabe) varias décadas después de su publicación nadie podía descifrar aquel
jeroglífico. Hoy día, después de mil doscientos años de pacienzudas investigaciones,
aún quedan algunos pasajes oscuros.
Como el idioma japonés no disponía por aquel entonces de escritura propia y
adaptada a su idiosincrasia lingüística, utilizaron los ideogramas chinos, lengua
totalmente distinta. Pero la apropiación se atuvo a normas caprichosas y fantásticas,
ya que el ideograma se tomaba a veces por su valor semántico (como en la
actualidad), a veces por su valor fonético solamente, a veces combinando los dos

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valores según el antojo del copista, y en ocasiones hasta escribiendo las frases con el
orden anacolútico de la sintaxis china. ¡Una verdadera pesadilla para el hermeneuta!
Hoy día, fuera de unos pocos especialistas japoneses, nadie lee la transcripción
original, y las ediciones modernas utilizan el sistema actual, que por cierto tampoco
es un modelo de simplicidad.
Por lo demás, el Manioshu no pierde un ápice de su valor, sea cual sea el modo de
transcripción. Si se reproducen los sonidos del texto original, tanto valen los
jeroglíficos del antiguo Egipto como el alfabeto griego, las letras romanas, las árabes
o las cirílicas.
Todo lo que la transcripción tiene de complicado, lo tiene el contenido de
asequible. Siendo hondamente local, es ampliamente universal.
En temática no sorprende tanto el Manioshu por sus preferencias cuanto por sus
carencias. No se encontrarán ni sagas belicosas, ni sangrientas gestas épicas, ni un
solo himno al sol del país del sol naciente, ni delirios místicos, ni fabularios
moralizantes, ni un mero efluvio ante la noche estrellada. Sus tres grandes temas son
el amor, la sociedad histórica con sus lealtades y elegías y la naturaleza. Amor,
amistad, ámbito. No faltan, con todo, algunos poemas de tema insólito: jácaras,
baladas, odas censorias, admoniciones…
Cuando el Manioshu roza los temas históricos, se requiere muy poca erudición
para comprender esos poemas milenarios, sus alusiones, connotaciones y su supuesta
y cacareada impenetrabilidad.
Para apreciar los poemas dedicados a la naturaleza, se precisan todavía menos
datos de topografía local, flora o fauna. Quien más, quien menos, los actuales
hispanohablantes han visto en la pantalla o en fotos, serigrafías, porcelanas y demás
virguerías para las que los japoneses se pintan solos, cómo es la naturaleza japonesa.
A pie de página se dará en cada caso un brevísimo glosario de flora exótica, y basta y
sobra.
Él tema amoroso pide aún menos explicaciones. Se podría advertir: que las
misivas amorosas iban en verso; que en buena superstición el estornudo repentino, el
escozor de las cejas o el espontáneo aflojarse de fajas o ceñidores le indicaban a la
mujer cómo algún apuesto galán pensaba en ella; que tocar la hemerocálide o flor del
olvido provocaba el olvidar y ser olvidado del amante; que el declarar el propio
nombre implicaba para la muchacha aceptar los avances del varón; que siendo las
poblaciones pequeñas y sus vecinos impertinentes curiosos, se imponía el sigilo en
las citas nocturnas y la discreción en las conversaciones. Y poco más. Lo demás lo
dicen los poetas.

Democratismo

La Sociedad de Escritores y Artistas Japoneses, en el Prólogo a su traducción


inglesa de mil poemas del Manioshu[3], publicada en 1940, en plena época militarista,

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no vacilaba en señalar el espíritu democrático que impregna la antología. Se incluyen
poemas de la familia imperial al lado de otros populares y anónimos. Lo que contaba
era el valor de la lírica en sí, y no el nombre o la clase social del autor, que es como
debe ser.
El Manioshu es la voz lírica de todo el pueblo japonés en la edad en que se
gestaba su nacionalidad.

Modernidad

La modernidad de estos poemas vetustos ha sido señalada por los mejores


niponistas occidentales: Robert Brower, Earl Miner, Donald Keene… Este último
encuentra una semejanza entre la ambigüedad mágica y misteriosa de muchos
poemas japoneses y la lírica de Edgar A. Poe y de otros poetas occidentales
modernos[4]. Kenneth Rexroth, poeta y magnífico traductor, observa: «Ninguno de
los poemas requiere un gran aparato de notas. No tratan de experiencias exclusivas de
los japoneses»[5].

Afinidad a nuestra lírica popular

El parecido de la lírica del Manioshu a nuestra poesía popular ha sido señalado


nada menos que por el máximo orientalista de todos los tiempos, el inglés Arthur
Waley, quien escribía en 1941:«En los poemas populares es donde el Manioshu se
acerca más a la poesía europea y al mismo tiempo despliega su mayor
originalidad»[6]. A continuación Waley citaba varios ejemplos, dos de los cuales
presento aquí en la versión inglesa del propio Waley y en la española mía:
The men of valour
have gone to the great hunt;
the noble ladies
are trailing their red petticoats
over the clean sea-beach.

Clear as gleams the road


that today the workmen
were digging
I have heard it at last
the tale that of my lady is told.

Van los paladines


a la cacería;
y las doncellas
largas faldas rojas,
por la playa limpia.

Como está el camino


que acaban de abrir:
expreso y claro
me lo han dicho todo

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referente a ti.

Y añadía Waley: «Si queremos hallar un paralelo a estos epigramas populares,


que carecen totalmente de influencias cultas y literarias, será en las coplas del sur de
España.»
Pero la analogía va aún más lejos. Ha escrito Rexroth: «Pocos traductores
mencionan que los poemas japoneses se cantaban y se cantan todavía. Además, cada
poema tiene su forma característica de baile, y esta forma no es estereotipada.»
La tanka se puede cantar por lo barato en forma de recitado, pero el modo más
puro y original es en tempo rubato, con una melodía parecida a la de las debías y
martinetes andaluces, o a la de los almuecines. Frecuentemente llevan
acompañamiento de koto (arpa horizontal de trece cuerdas), y en ocasiones también
de shakujachi, o flauta japonesa.
¿Habrá necesidad de decir que a pesar de los parecidos a nuestra lírica popular o a
la de Poe, la mayoría de los poemas tienen un sabor exclusivamente japonés?

Criterios de traducción

Parece razonable, por tratarse de una edición no dedicada a especialistas, que se


proscriba aquí con saña todo tecnicismo. Sólo se recalca que la traducción de las odas
y tonadas se atiene a la métrica del original, tan inexorablemente que las
irregularidades métricas que se observan aparecen también en el texto japonés. En
cuanto a las tankas, sigo siempre la métrica ya utilizada en mis anteriores
traducciones: una quinteta en 6-6-5-6-6.
La costumbre de transcribir la tanka concatenando dos o tres versos en un mismo
renglón a fin de que resulten tres líneas, es en Japón casi tan vieja como el mismo
Manioshu. Pero recuérdese que se trata de cinco versos, y no de tres. Lo mismo vale
de las sedokas: se trata de seis versos, y no de tres. Con respecto a las odas, las
trascribo aquí metiendo en una misma línea un pentasílabo y un heptasílabo, artificio
novedoso si se quiere, sin otra justificación que reducir el volumen del libro, pero que
en todo caso parece literariamente más lógico que las ediciones japonesas, antiguas o
modernas, las cuales escriben los versos seguidos, sólo separados por breves
intersticios, y prescindiendo de las líneas de la impresión.

Traducciones existentes al castellano

A nuestro idioma se han traducido recientemente algunos cuantos poemas. En El


mando antiguo. IV. China y Japón (Secretaría de Educación Pública, México, 1976),
libro editado por José Luis Martínez, aparecen una oda y dos cantares de Jitomaro
traducidos por Karl Petit y el propio editor. También figura otra oda del mismo
Jitomaro traducida por Octavio Paz, pero no directamente del japonés, sino del inglés
o francés, no consta cuál.

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Véase una muestra de la traducción de Petit y José Luis Martínez, seguida de la
versión mía del mismo poema:
En el mar de los cielos
sobre olas de nubes
la barca de la luna
parece que navega
entre un bosque de estrellas.

En el mar del cielo


con olas de nubes
boga la luna
a un bosque de estrellas
y en ellas se encubre.

El profesor Jirosada Nagata, eminente hispanista japonés (tradujo el Quijote),


dejó entre sus notas inéditas, al morir en agosto del 73, una traducción de ochocientos
poemas del Manioshu, con comentarios críticos. Hispanófilos, la revista de la
Sociedad Cultural Hispano-Japonesa, publicó en dos entregas (diciembre del 74 y
diciembre del 75) treinta y cuatro tankas. He aquí una de ellas, seguida de mi versión:
¿Para qué quiero plata ni oro
ni gemas de gran valor?
No hay más preciado tesoro
que los hi jos de mi amor.

Ni la plata blanca, ni el oro amarillo,


ni los brillantes
serán un tesoro superior a un hijo.

Ambientación histórica

Hasta el año 646, fecha de honda transformación estatal, Japón fue políticamente
una sociedad patriarcal y basada en el poder feudal de diversos clanes, entre los
cuales el supremo era la familia imperial. Como entre los nobles prevalecía la
poligamia, tanto el emperador como los demás jefazos poseían innumerables
vástagos.
El monarca ejercía un control directo solamente sobre su feudo personal y sobre
algunas tierras comunes; el resto del país y las mejores tierras de labrantío caían
directamente bajo la jurisdicción del señor de cada clan, el cual por cierto mantenía
una lealtad personal hacia el Micado.
Sin embargo, ordinariamente descollaba algún clan prepotente, que acaparaba el
poder efectivo influyendo de un modo especial sobre la voluntad imperial, y
situándose, por tanto, en una posición intermedia entre el soberano y los demás
señores feudales. Estos luchaban a veces entre sí por incrementar su poderío.
No faltaban escarceos expansionistas, y se sabe que la emperatriz Yingu, allá por
el caliginoso año 200, había organizado una expedición conquistadora contra Corea.

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Durante varios siglos la Corte japonesa conservó cierta soberanía o protectorado
sobre algunos pequeños reinos o territorios al sur de la península coreana.
El año 405 empezó a estudiarse la escritura china, a través de eruditos coreanos.
Pero el primer libro japonés tardaría aún trescientos años en aparecer.
En 550 el rey de Kudara, pequeño reino del sur de Corea, envió a bonzos que
predicaron el budismo en el país. Era una religión oriunda de la remota India, desde
donde llegaba al Japón en un triple salto: a China, a Corea, a Japón. El shintoismo o
shinto, la religión ancestral de las islas, cuyo pontífice máximo era el propio
emperador, encontró con el budismo un «modus vivendi» tanto dogmático como
práctico, entre otras razones porque la religión foránea, de la que pronto llegaron a
contarse hasta seis sectas, aceptó como suyos los dioses del panteón shintoista,
declarando que eran manifestaciones de un solo Buda cósmico. En Japón el
pensamiento budista recalcaba lo efímero de la existencia, el peligro de los deseos,
ciertos premios y castigos en la ultratumba (con trasmigración del alma hasta el
definitivo asentamiento en el Nirvana) y el respeto a los superiores.
Respecto a las metafísicas y esoterismos búdicos, rebasaban por supuesto el
caletre de las masas populares, ya que no de pocos adeptos, que nunca faltaron en el
país.
El shinto, por una parte, y mirándolo aviesamente, constaba de un batiborrillo de
vaguedades, supersticiones y ritualismos: culto a los dioses (o a la divinidad, si así se
prefiere), rogativas y fiestas de acción de gracias por las cosechas, ofrenda de vino y
primeros frutos, purificaciones, abluciones y otras ceremonias innocuas. Pero, por
otra parte, el shinto exaltaba varias ideas centrales magníficas, que perduraron y
perduran: la naturaleza y todo lo natural es bueno; hay que respetar la tradición y los
antepasados; el hombre debe conservarse limpio y obedecer al monarca.
De no haber recibido la infiltración, a la vez iluminadora y contaminadora, del
budismo, los japoneses hubieran terminado por ser el único y feliz pueblo sobre la faz
del globo sin admitir el libre albedrío. Aun así, y a pesar de las doctrinas budistas
sobre culpa moral y castigos ultraterrenos, el subconsciente atávico siempre inclinó al
pueblo japonés a reducir el pecado a simple error o lamentable impureza exterior, si
no fácilmente condonable, sí expeditivamente lustrable. ¡Libre albedrío! ¿Quién se
pone a especular aquí sobre tan vidriosa cuestión?
El budismo llegó a ser aceptado plenamente gracias a la protección del príncipe
Shótoku, santón, escoliasta, mecenas, político y visionario, que vivió entre 573 y 621,
siendo regente de la emperatriz Suiko, y contándose entre los hombres más grandes
de la historia universal (un retrato suyo de la época del Manioshu aparece en los
billetes de diez mil yenes). En su época la penetración de la cultura china llega a
intensidad máxima, pues la China de los Tang atravesaba entonces su edad áurea.
Arquitecturas como el sublime Joriu-yi, esculturas de sesgo hindú, artesanías de toda
clase, instrumentos musicales, plantas, ciencia, matemáticas, urbanización y hasta

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leyes se fueron tomando del continente, siempre adaptándose a las condiciones y
gustos de las islas.
Junto con el budismo penetraron de China dos sistemas filosóficos que influyeron
más o menos, según épocas y personas, sobre la mentalidad del Japón. Uno fue el
confucionismo, sistema ético con gran énfasis sobre la piedad filial, la obediencia, la
sinceridad y la etiqueta. Hubo emperador que definió en una pragmática: «La paz y la
prosperidad del mundo dependen de la música y de la ceremonia.» Otro sistema
importado fue el taoísmo de Lao Tse, un tanto epicúreo, impregnado de fábulas y
duendes, y que predicaba el retiro del mundo y la conversación serena.
La organización desorganizada de los clanes fue terminada con las reformas del
año 646. Los jefes del clan dominante, llamado Soga, fueron asesinados en una
revuelta palaciega encabezada por el príncipe que luego, ascendido al trono, se llamó
Tenyi, y por Kamatari, señor del clan Fuyiwara. Este clan poco a poco fue ganando
ascendencia política, y desde mediados del siglo IX se convirtió en dueño indiscutible
del poder político.
Como efecto de las reformas, se redistribuyeron las tierras entre los clanes. Los
Ótomo, Saeki, Fuyiwara, Ishikawa, Nakatomi, Tachibana, Ki, Abe, Tayiji, Kasa,
Kume y Osakabe —doce familias— son los que partirán y repartirán el bacalao hasta
el encumbramiento de los Fuyiwara. El gobierno fue centralizado y se prescindió de
cargos políticos hereditarios. El país fue dividido en provincias y distritos. Nobles y
cortesanos recibieron rangos áulicos. Se tendió una red de correos. Se establecieron
«pasos» o puestos de control militar y comercial en puertos de montaña, ciudades
marítimas y otros lugares estratégicos.
Estas reformas pasaron por un período de reajustes e innovaciones entre 673 y
710, y en los cincuenta años siguientes llegaron a su pleno asentamiento.
La época en que se compilaba el Manioshu (630-760) fue, pues, un período
dinámico, renovador, en que se viajaba mucho y se adoptaban productos e ideas
venidas de China o del extranjero, en general. Período exuberante de un pueblo
joven, caliente e imaginativo. Pueblo fino y ardiente.
Al norte del país se llevaban a cabo esporádicas operaciones militares contra los
lezos, aborígenes que rechazaban la hegemonía imperial, y al sur, contra la tribu Jaia,
cuyos guerreros, una vez sometidos, fueron enviados a la capital como centinelas
nocturnos, haciéndose famosos por su voz estentórea.
Hasta el año 646, año de reformas, la capital había estado ubicada en Ásuka, en la
llanura de Iamato, que es hoy la provincia de Nara. Iamato, «Gran Paz», vino en
ocasiones a denotar a todo el país japonés. Según tradición semimitológica, el primer
emperador, Yinmu, había puesto su sede en la población de Kashiwara, también
situada en la vega de Iamato. A causa de los disturbios que acompañaron a las
reformas, la Corte se trasladó en el año 646 a Naniwa o Kuni (la actual Osaka), donde
permaneció nueve años. Volvieron los cortesanos ceremoniosamente a Ásuka, que
probablemente nunca pasó de ser un modesto villorrio, y allí aguantaron doce años

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viendo nevar y viendo florecer los cerezos, hasta que en 667 el susodicho emperador
Tenyi, monarca número 37, se trasladó a Omi, en la punta sur del gran lago Biwa, así
llamado por parecerse a una «biwa» o vihuela. Esta capital de Omi fue destruida
cinco años después, durante la lucha entre los príncipes Ótomo y Óama, que fueron
los emperadores 39 y 40, adoptando, respectivamente, los nombres de Kobun y de
Tenmu al subir al trono. Salió victorioso Tenmu, y se llevó la Corte de nuevo a
Ásuka. Muerto él y sucedido por su esposa Yitó, se decidió que la nueva sede del
gobierno pasara a Fuyiwara, a un tiro de piedra, y allí se mantuvo el palacio hasta la
erección de Nara, en el año 710, por orden de la emperatriz Guenmió.
Nara, que es actualmente ciudad «hermana» de la imperial Toledo sefardita, fue
ya una urbe de postín: doce millas cuadradas, avenidas de sauces y naranjos, dos
mercados, docenas de templos y palacetes, y gran animación cultural. En Nara se
mantendría el Micado setenta y cinco años, y era, por tanto, villa y corte cuando se
concluía la compilación del Manioshu.
(Para defender el país de posibles incursiones del continente, había en la isla
meridional de Kiushu una gran base militar llamada Dazaifu, donde servían guerreros
de todo el país.
Se observará que no había inconveniente alguno en que las princesas ocupasen el
trono imperial. De 593 a 760 nada menos que siete de los quince soberanos fueron
mujeres. Tan mal sabor dejó la última, que mandó asesinar al emperador anterior y
fue pública querendona de un bonzo tan guapo como bellaco, que la Corte,
escarmentada, decidió regirse en lo sucesivo por una especie de Ley Sálica tácita e
impromulgada.
De los 631 poetas con obras recogidas en el Manioshu, setenta son mujeres.

Creencias y costumbres

Por parte del Shinto los japoneses aceptaban un conglomerado de dioses y


poderes ocultos, que han sido clasificados por los expertos en tres grupos:
1) Los dioses progenitores de la casa imperial, sobre todo la diosa del sol
Amaterasu (Celibrillante), y su nieto Ninigui, padre del primer emperador. En
jerarquía inferior, pero en la misma categoría, los lares, manes o penates —léase
ascendientes— de los clanes poderosos.
2) Los dioses de la tormenta, el trueno, el fuego…
3) Poderes misteriosos de la naturaleza: montes imponentes como el Fuyi, ríos
impetuosos, rocas extraordinarias, árboles o hierbas curiosas. Dentro de esta
categoría, aunque no se vea la relación, gozaba de especial prominencia la Alta
Palabra, protectora de todo el país. El shinto, como los indios mesoamericanos,
atribuía poderes mágicos a la palabra. Conocer el nombre de una cosa era como
apropiársela. De ahí que cuando la muchacha cortejada revelaba el propio nombre al
galán, ello equivalía a aceptarlo como esposo o amante.

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Para rogar a los dioses, se ponían una estola, se apretaban los hombros y las
amplias mangas con una cinta y, postrados de rodillas, alzaban los brazos suplicantes.
La purificación se hacía golpeándose el pecho con una rama del arbusto
cleyera[7], talismán al que se traspasaban las impurezas; el sacerdote arrojaba la rama
al río, que se la llevaba al mar; la impureza había desaparecido.
Las adivinaciones se hacían de muchas maneras. Al caer de la tarde se acercaban
a los caminos a oír lo que hablaban los itinerantes, y de ello sacaban conjeturas. O
bien se aproximaban a paso rítmico hacia algún guijarro o pedrusco distante, y se
averiguaba la suerte según con qué pie se pisara. Los hechiceros ponían sobre el
fuego el caparazón de alguna tortuga, y adivinaban por la forma de las grietas.
También se recurría al peso de las piedras.
Supersticiones a granel. Si yendo de camino el caballo tropezaba, era señal de que
los familiares del viajante deseaban su pronto retorno. Para hacer que los dioses
concedieran los deseos, o una vida larga, colgaban lacitos de papel de las ramas de
los árboles, especialmente de los pinos, costumbre que subsiste en pleno siglo XX.
Para comunicarse con los difuntos recurrían a brujos o a medios, los cuales proferían
sus mensajes entre paroxismos. En graves contingencias nacionales se indagaba de
esta forma la voluntad de la diosa Amaterasu.
Por supuesto, creían en sueños y sus interpretaciones. Cuando se soñaba con
alguien, era que el espíritu visitaba al soñador.

Alimentación, vestido, vivienda

La alimentación se basaba en el arroz, generalmente cocido, y suplementado a


veces con otras gramíneas como el mijo, la cebada y el luello. También se tomaban
abundantes verduras, batatas y varias especies de algas. Infringiendo las
recomendaciones del budismo, ingerían pescados y carnes. Entre los primeros:
besugo, bonito, carpa, perca, trucha, anguila, cangrejos, ostras, almejas y crustáceos.
En cuanto a carnes: ballena, pato, faisán, codorniz, becardón, jabalí y ciervo. Todos
estos alimentos se servían crudos, cocidos, asados o guisados. En general, la cocina
japonesa prefiere el adobo sencillo y los sabores naturales. También disfrutaban de
diversas frutas: melón, castaña, mandarina, melocotón, kaki… La bebida alcohólica
era el sake o vino de arroz.
Los materiales más comunes para tejidos eran las fibras del güiro[8], la pueraria[9]
y algunas especies de eupatorios. Sobre todo, la se la. Para hacerse una idea del valor
de un kimono de seda natural, bastará saber que cada capullo da mil cuatrocientos
metros de hilo, y que un kimono requiere veinte mil capullos. Los tipos de tejido más
frecuentes eran la sarga y el brocado. Algunos paños llevaban estampados, que se
conseguían frotando contra el tejido las flores y hojas de diversas plantas como la
lespedeza[10], el lirio y el mercurial.

Página 15
En la Corte cada uno de los rangos tenía el color del kimono estatuido por ley.
Estos rangos y colores, empezando por los superiores, eran: sapán, escarlata, naranja,
gutagamba, rojo, verdiazul y celeste.
Además de la túnica o kimono, se usaba como indumentaria el faldón o mandil
que colgaba por detrás, y que era usado indistintamente por varones y hembras; las
bombachas para los hombres, pellizones, chales, bufandas. La mujer no usaba bragas,
pero sí enaguas sujetas con cinta o ceñidor.
Como ornamentos se llevaban collares, pulseras, cascabeles, peinetas de boj,
diademas… Los siete metales o piedras más estimados eran: oro, plata, lapislázuli,
perla, nácar, ágata y granate. La mujer se recogía el pelo en peinado alto por primera
vez el día de los desposorios.
Las viviendas eran de madera, resistentes al terremoto hasta cierto punto, con
techumbre de bálago, usando generalmente los tallos del miscanto. En las urbes se
usaban tejas negruzcas. El tatami, o gruesa estera tejida con los tallos de ciertos
juncos, era todavía un lujo. Las casas nobiliarias poseían jardines que imitaban en
miniatura bellos paisajes naturales: rocas, guijas, arena, cascadas, estanques, arbustos
y plantas tomaban formas irregulares y caprichosas.
Durante los largos viajes marítimos, algunos navíos podían acomodar a más de
cien pasajeros; pero en ríos y lagos, así como en las zonas costeras de bajura, las
barquichuelas se movían cinglando con pagaya o impulsadas con una garrocha. Los
viajes por tierra ofrecían dificultades por la escasez de mesones, falta de caminos
trillados y la inseguridad de orientación. «Dormir con hierbas por almohada» era
sinónimo de viajar.

Flora, fauna, toponimia

En el Manioshu aparecen 76 animales y 157 plantas o árboles. Como algunas de


las especies de animales y una tercera parte de las plantas no encuentran vocablo
correspondiente en castellano, para la traducción se ha optado por una de estas tres
soluciones:
1) Dejar la palabra japonesa. El kaki es un árbol cuyo nombre japonés pasó al
léxico castellano. En nueve ocasiones he recurrido a esta solución, entre otras razones
porque el nombre científico deja la palabra japonesa.
2) Dar una traducción aproximada. Si el «ugüisu» no es propiamente un ruiseñor,
se le parece lo bastante en tamaño y sonoridad.
3) Crear un neologismo: o por derivación del nombre científico latino, o por
traducción literal de la palabra japonesa.
Estas tres soluciones, las más lógicas e ingeniosas, son las que sigue también la
Sociedad de Escritores y Artistas Japoneses en su traducción inglesa del Manioshu.
En cuanto a los toponímicos, los he traducido a veces cuando los epítetos que los
acompañan aluden a su etimología. Por ejemplo: «el monte Colodrillo de bella

Página 16
estola», en vez del monte Unebi.

Organización de la obra original y de la presente edición

El Manioshu está dividido originalmente en veinte libros, combinándose para su


integración la cronología y la temática. Los primeros libros son de obras antiguas.
Algunos libros están totalmente consagrados a poemas de amor. Los cuatro últimos,
que siguen un orden cronológico de composición, tienen por compilador principal a
Iakamochi, cuyo gusto era tan amplio como refinado, ya que escogió poemas de todas
las clases sociales y de todos los estilos; además, incorporó más de cuatrocientos
poemas de su propia creación, volumen que representa la décima parte de la
antología. Parece también probable que muchos de los demás libros fueron
compilados por él.
Traducir todo el Manioshu parece innecesario hoy día. De esta colección, como
del Capital, de Marx, puede decirse que es un libro que nadie ha leído de punta a
rabo, mientras no se demuestre lo contrario.
Los mismos japoneses, al terminar el bachillerato, no conocen sino una veintena
de piezas. Y los universitarios especializados en literatura clásica no suelen pasar de
más de cien poemas. ¿Se pretenderá que seamos más japoneses que los japoneses?
Se impone una selección. El problema estriba en el criterio a seguir. Conozco dos
selecciones, de mil poemas cada una, hechas por críticos japoneses: la primera en el
año 1939, con objeto de elaborar la traducción inglesa ya mencionada, y la segunda
en 1979, por una comisión, y para ser incorporada a un libro sobre el Manioshu
publicado por la revista literaria Bunguei-Shunyu. Estas dos selecciones sólo se ponen
de acuerdo en trescientos poemas. Se ve que existe poca unanimidad en Japón.
Conozco también otras dos selecciones, de unos cuatrocientos poemas cada una,
hechas por dos eminentes críticos japoneses: la de Mokichi Saito en 1938 y la de mi
buen amigo el profesor Jirishi Tsuchijashi, de la Universidad Doshisha, realizada en
1978.
Pues bien, todas estas selecciones combinan el criterio de valor literario con la
importancia histórica o patriótica. Aunque nos limitáramos al aspecto literario del
asunto, tampoco podríamos guiarnos exclusivamente por el juicio japonés. Ya
observaba Octavio Paz sobre Quevedo que nos llaman más la atención aspectos que
para sus contemporáneos pasaban inadvertidos, mientras que nos dejan indiferentes
rasgos que en el siglo XVII tenían agarre. Igual acontece con las preferencias literarias
de los pueblos.
La selección que aquí aparece se ha hecho después de traducir unos tres mil
poemas, los dos tercios del Manioshu. En estos tres mil poemas estaban incluidos
todos los seleccionados por los críticos y comisiones que acabo de mencionar, pero se
añadieron otros muchos que se recomendaban solos. Se hizo una criba final para
quedarnos con un «Corpus» tan brillante como digerible[11].

Página 17
Lo escogido se presenta con un orden parecido al de la traducción inglesa de
1940.
Una primera parte presenta los poemas de autores conocidos, procediendo por
épocas. Dentro de cada época van primero los poemas de la casa imperial, que
siempre ejerció un generoso mecenazgo sobre las letras, y de la que siempre
surgieron excelentes poemas. Véanse como dignísimo ejemplo los cantares que el
actual emperador compuso para ser recitados en palacio a comienzos de los años
1979 y 1980:
COLINA

Se ven los sagúes


cabe la colina
del cabo Tou,
que es límite norte
de su autogenía.

CEREZOS

Refleja el estanque
los lacios cerezos
color romín,
y la primavera
llega a su apogeo.

Después de presentar los poemas de la casa imperial, incluimos a los demás


autores, en orden de importancia.
La segunda parte está dedicada a poemas anónimos.
Concluyo esta mastodóntica introducción confesando que no me gustan los
prólogos largos. Líbrete Dios de ellos, lector. «Y de los malos epítetos», añadía
Ouevedo.

Kioto, 24 de junio de 1980.

EL TRADUCTOR

Página 18
PRIMERA PARTE
Poemas de autoría establecida

Página 19
PRIMER PERIODO
(630-672)

Entre las obras de este período se incorporan tres endechas de la emperatriz


consorte Iwanojime, de la primera mitad del siglo IV, y una oda del emperador
Iúriaku, de mediados del siglo V. Es dudoso que estos poemas sean obra de monarcas
tan antiguos. Los críticos se inclinan a atribuirlos a algún poeta anónimo posterior.
Literariamente la época está dominada por la princesa Nukada, mujer de vida
fascinante. Fue primero esposa del príncipe Óama (que ascendido al trono
posteriormente se llamó Tenmu), llegando a tener de él una hija llamada Tochi.
El emperador Tenyi, hermanastro mayor de Gama, se enamoró de ella y la hizo su
esposa, pero parece ser que ella aún mantenía relaciones con Óama. De Nukada se
han conservado solamente tres pequeñas odas y ocho tankas, pero su exquisitez la
consagra como la máxima figura antes de la aparición de Jitomaro. Presentamos aquí
su famosísima oda «¿Primavera u Otoño?», y cinco tankas, de las cuales las más
celebradas son las que dirigió a Tenyi y a Óama.
Otras obras memorables del período son el madrigal de Iúriaku a una joven
campesina, con su métrica vacilante y su venerable y arcaica simplicidad; el himno a
Iamato del emperador Yómei; la oda a los amores de las montañas (en que Tenyi
alude al «affaire» Nukada), y las dos tankas que escribió el príncipe Arima yendo al
lugar de su ejecución.

EMPERATRIZ IWANOJIME,
esposa de Nintoku, el cual fue monarca XVI (Iwanojime vivió: 314-347).

ENDECHAS A LA MUERTE DE SU ESPOSO

Ya van muchos días que dura tu ausencia.


¿Iré a los montes para recibirte?
¿Seguiré en mi espera? 85[1]

Antes que añorarte y sufrir más penas,


sobre una peña, en un alto monte,
morirme quisiera. 86

Como estoy ahora te estaré esperando,


hasta que caiga la escarcha en mi pelo
renegrido y lacio. 87

Página 20
EMPERADOR IURIAKU,
monarca XXI (vivió: 418-479; reinó: 456-479).

MADRIGAL A UNA JOVEN CAMPESINA

Tu cesta, linda cesta;


tu escardadera, linda escardadera.
Niña que coges yerbas del cerro:
¿Cuál es tu casa? Dime tu nombre.
El celivisto, el país de Iamato,
yo mismo soy el que lo senderea,
yo mismo soy el que lo señorea,
yo mismo, quien te habló de su casa y su nombre.

EMPERADOR YOMEI,
monarca XXXIV (vivió: 593-641; reinó: 630-641).

ÉGLOGA

El ciervo que siempre brama vespertino


en Montogura, no brama esta noche…
Estará dormido. 1511

HIMNO A IAMATO

Hay en Iamato manadas de montañas,


pero es la prócer Kagu la celestial.
Cuando la subo y contemplo el país,
sobre la vega el humo sube y sube,
y sobre el lago la gavia sube y sube.
Es país bello la isla libélula,
el país de Iamato. 2

EMPERATRIZ KOGUIOKU.
Reinó cuatro años con este nombre como monarca XXXV (641-645). Posteriormente subió de nuevo al trono con
el nombre de Saimei como monarca XXXVII, reinando nueve años {655-664).

En las tierras de Omi, está el monte Toko,


y el río Isaia.
¿Y sabes tú cómo te espero, mi amor? 487

Página 21
EMPERADOR TENYI,
monarca XXXVIII (vivió: 626-671; reinó: 664-671).

ODA A LOS AMORES DE LAS MONTAÑAS


(y aludiendo a que le quitó a su hermano menor Tenmu su esposa favorita, la princesa Nukada)

El monte Kagu amó a la loma Unebi,


desafiando al monte Miminashi.
Así sucede desde la edad divina.
Así pasó desde la antigüedad.
Y los mortales por la mujer
también se desafían. 13

PAISAJE

El poniente alumbra nubes gallardetes


de un mar divino.
¡Que esta noche sea la luna fulgente! 15

CANTO DE AMOR A KAGAMI

¡Si al menos tu casa sin cesar la viera!


¡O si en Iamato, sobre el monte Óshima,
tu casa estuviera! 91

EMPERATRIZ IAMATO,
consorte de Tenyi. Recibió el rango de emperatriz en 668, y en 671 fue regente por breve espacio, al morir Tenyi.

ENDECHA A LA MUERTE DE SU ESPOSO

Yo miré hacia arriba, hacia el firmamento,


y vi la vida de mi emperador
que llenaba el cielo. 147

ELEGÍA POR SU ESPOSO COMPUESTA A ORILLAS DEL LAGO DE OMI

Barco que bogas lejos de las orillas


del lago de Omi, donde pescan ballenas;
barco que bogas cerca de la ribera:
¡que en las orillas no chapotee el remo!
¡que en la ribera no chapotee el remo!
Van a espantarse las aves
que mi pimpollo amaba. 153

Página 22
PRÍNCIPE SHÓTOKU,
hijo del emperador Iomei (vivió: 573-622).

ENDECHA AL ENCONTRAR UN CADÁVER EN EL MONTE TÁTSUTA

En casa yacía sobre un brazo tierno.


De viaje yace yerbas de almohada…
¡Pobre viajero! 415

PRINCESA NUKADA,
sucesivamente esposa de los emperadores Tenmu (siendo éste aún príncipe) y Tenyi.

Recuerdo el albergue que me aposentó


en Uyi, Corte: con techo de yerbas
del campo de otoño. 7

Faltaba la luna antes de embarcarnos


en Nikitatsu.
A la pleamar sale llena. ¡Vamos! 8

ODA COMPUESTA CUANDO EL EMPERADOR TENYI MANDO A KAMATARI DE FUYIWARA QUE


DECIDIESE CUAL ERA MEJOR, SI EL CAMPO EN PRIMAVERA O EL CAMPO EN OTOÑO

Yerto el invierno, vuelta la primavera


cantan las aves que no cantaban antes,
brotan las flores que no brotaban antes,
pero el follaje no las deja coger,
y la espesura no deja entrar a verlas.
Pero en otoño, cuando veo las hojas,
corto las rojas, y en ellas me deleito,
dejo las verdes, y de ello me lamento.
Sólo de eso me duelo. ¡El otoño es lo mío! 16

A TENMU
(Era Nukada a la sazón esposa de Tenyi, hermano mayor de Tenmu, pero éste aún la cortejaba).

Cruzas lo acotado, cruzas rubios campos


de eritrorrizas[2],
y va a verte el guarda ondearme el brazo. 20

RESPUESTA A UN POEMA DEL PRÍNCIPE IUGUE, SEXTO HIJO DE TENMU

Pájaro que añora la edad que pasó

Página 23
es el cuclillo.
Estará llorando lo que añoro yo. 112

ESPERANDO A TENYI

Cuando te esperaba sufriendo de amor,


en mi morada movió las persianas
el viento de otoño. 488

PRÍNCIPE ARIMA (640-658)

DOS CANTARES COMPUESTOS CAMINO DEL DESTIERRO


(Sus guardianes tenían orden de matarlo por el camino)

Voy atando ramas de pinos playeros


por Iwashiro,
pidiendo la suerte de volver a verlos. 141

En tazón servían arroz en mi casa.


Cuando viajo, lo sirven en hojas,
¡hojas de pasania![3] 142

KAMATARI DE FUYIWARA

¡Pues que sí, que yo me llevé a Iasumi,


la que ninguno se pudo llevar!
¡Me llevé a Iasumi! 95

Página 24
SEGUNDO PERIODO
(672-710)

Aparece el divino Jitomaro, patriarca de la lírica japonesa. El calificativo de


«divino» sólo se ha concedido en Japón a dos poetas: Jitomaro y Akajito. Los dos se
lo merecen, no como nuestros divinos del xvi Francisco de Figueroa y Fernando de
Herrera.
Aunque en el siglo X observara el gran crítico Tsuraiuki que no podía determinar
cuál de los dos era el supremo, sin embargo, por antigüedad, volumen de producción,
variedad de géneros, hondura pasional, inventiva técnica, y por haber sido el único
poeta que en ocasiones solemnes supiera cantar en nombre del pueblo, Jitomaro es
indiscutiblemente el máximo poeta del Manioshu. Sólo en cantares a la naturaleza es
superado por Akajito.
Jitomaro ha dejado en el Manioshu 19 chokas, 35 sedokas y 345 tankas, de las
cuales presentamos 7, 9, y 189, respectivamente. Su «Segunda oda de despedida»
está traducida también por O. Paz. En cuanto a sus cantares amorosos, aunque obras
de juventud, pbseen gran madurez. Las elegías y odas son, en cambio, obras de su
edad provecta. El profesor Takeshi Umejara, uno de los más eminentes especialistas
del Manioshu en la actualidad, asevera que, según indicios, Jitomaro fue condenado a
muerte y ajusticiado, aunque no se sabe por qué.
Pudiera decirse que Jitomaro, como Juan Ramón, no es uno, sino varios poetas: el
de las coplas de amor, el de las odas y elegías de modulación solemne, pública, y el
de las odas íntimas y cantares a la naturaleza.
Otro poeta excelente de este período es Kurojito, precursor de Akajito, y que
escribió coplillas paisajísticas muy delicadas.

EMPERADOR TENMU,
monarca XL (vivió: 662-686; reinó: 673-686).

A NUKADA[4]

Si a ti que rojeas como eritrorriza[5]


te odiara yo, y más siendo de otro,
¿te cortejaría? 21

AL PAISAJE DE IOSHI-NO (CAMPO-BUENO)

Los buenos bien vieron que era un sitio bueno,


y bien dijeron: «¡Ved bien Campo-Bueno!
¡Ved bien, hombres buenos!» 27

Página 25
EMPERATRIZ YITÓ,
monarca XLI (vivió: 647-702; reinó 687-697).

Ya no es primavera, que vino el verano.


Ya tienden ropas de albo[6] en Kagu,
celestial collado. 28
Una nube azul, nube que fluctúa
por Monte Kita,
cruza las estrellas y cruza la luna. 161

ENDECHAS A LA MUERTE DE SU ESPOSO

Posible es coger, liar y guardar


dentro de un saco un ascua encendida.
Volver tú, jamás. 160

A UNA ANCIANA LLAMADA SHII, QUE LE CONTABA CUENTOS CUANDO YITO ERA NIÑA

No —decía yo. Sí —decía Shii


forzando cuentos que ha que no los oigo,
y los quiero oír. 236

LA ANCIANA SHII LE RESPONDIÓ:

Yo digo que no, y tú: «Cuenta, cuenta.»


Con que si Shii te cuenta algún cuento,
no será a la fuerza. 237

PRÍNCIPE OMI.
El año 676 fue desterrado a la isla Irago, cercana a Ise.

Por misericordia a mi vida vana


entro en las olas de la isla Irago,
cojo y como algas. 24

PRÍNCIPE SHIKI.
Aunque existierork dos Shikis, uno hijo de Tenyi y otro de Tenmu, el autor de los siguientes poemas parece ser el
primero. Murió en 717.

EN LA CORTE DE NANIWA (año 706)

Página 26
Escarcha en el lomo de los alavancos
del carrizal esta tarde fría,
y pienso en Iamato. 64

ALUSIÓN A PRÍNCIPES AMBICIOSOS COMO SU PRIMO OTSU

A un alto carrujo la ardilla saltó,


cuando un flechero del monte fragoso
allí la abatió. 267

MADRIGAL ROCOCO

En Ojara hay zoisia, y ojalá hoy sea


—yo me decía— que vea a mi niña,
Y hoy estoy con ella. 513

CANTAR DE PRIMAVERA

Junto a la cascada que saltando asperja


el roquedal, brotaron helechos.
Es ya primavera. 1418

PRÍNCIPE OTSU,
tercer hijo de Tenmu. Nació en 663. Fue ejecutado en 686, a sus veinticuatro años de edad. Excelente guerrero.

CUANDO UN GUARDIAMARINA HIZO UN AGÜERO Y REVELO LOS AMORES SECRETOS ENTRE


OTSU E ISHIKAUA

Sabiendo a derechas que se iba a decir


en el agüero del guardiamarina,
contigo dormí. 109

LAMENTO ANTES DE SER EJECUTADO A ORILLAS DEL LAGO IWARE

¡Oír hoy tan sólo los patos lacustres


en el estanque de Iware, y haber
de surcar las nubes! 416

PRÍNCIPE TONERI,
cuarto hijo de Tenmu. Murió en 735.

A UNA JOVEN

Página 27
Sin que a él lo quieran, no quiere un guerrero
—lo reconozco.
Seré vil guerrero, pero yo te quiero. 117

PRÍNCIPE JOZUMI,
octavo hijo de Ten mu. Murió en 715.

CANTAR COMPUESTO ENTRE 710-715

Ya las lespedezas[7] habrán florecido,


porque se esparce la flor del abrojo
de mi jardincito. 1514

SU POEMA FAVORITO, QUE SOLÍA CANTAR EN BANQUETES

Lo encerré en un arca y le eché la llave,


y ahora viene el pícaro amor
de nuevo a agarrarme. 3816

PRINCESA OKU,
hija de Tenmu y también hermana de madre del príncipe Otsu. A sus catorce años de edad ofició como sacerdotisa
vestal en Ise durante trece años.

YENDO DE ISE A LA CAPITAL PARA ASISTIR A LOS FUNERALES DE OTSU

¿Para qué cortar piérides[8] en flor


sobre la playa, si ya no estás tú,
para quien las corto? 166

PRINCESA TAMOCHI
(hacia el 700). Consorte o pariente del príncipe Kochi.

Si tuviera manos que rompieran peñas,


siendo mujer de débiles manos,
no sé qué me hiciera. 419

JITOMARO DE KAKINOMOTO (636-710)

Página 28
ELEGÍA A LAS RUINAS DE OMI

Desde la era de aquel gran soberano


de Kashiwara[9], en monte Colodrillo
de bella estola, todos nuestros monarcas,
tras de nacer, como hileras de tsugas[10]
unos tras otros, gobernaron el reino
bajo los cielos, residiendo en Iamato
la celestial. Pero surgió un monarca
que cruzó el monte de Nara verdinegra,
y que debió de haber considerado
que en la campestre, lejana como el cielo
región de Omi, de rocas y torrentes,
desde el palacio de Otsu, la de olas tiernas
rigió el país. Dicen que estaba aquí
el gran palacio de aquel emperador
esclarecido; dirán que estaba aquí
su magna corte. Pero viendo crecer
estos yerba jos, matas de primavera,
y la calina, niebla de primavera,
aquí que fue castillo de cien piedras,
me embarga la tristeza. 29

Antistrofa

Shiga de olas tiernas,


y cóncava rada: serena está.
Pero a aquellos hombres
no los verá más. 31

CANTARES DE VIAJE

Miré sin hastiarme el cauce suave


del incesante río de Ioshino.
Volveré a mirarle. 37

Viajero que acampas en Aki en el campo:


¿podrás dormir apaciblemente
recordando tanto? 46

Con ser un baldío donde cortan yerbas,


vine al recuerdo del que ya pasó,

Página 29
hoja en ventolera. 47

Vi que por el Oriente un fulgor surgía


sobre los campos. Al volver la vista,
la luna caía. 48

ODA A LA CACERÍA DEL PRÍNCIPE NAGA EN EL LAGO KARIYI

El serenísimo, nuestro príncipe augusto,


hijo del sol altirresplandeciente,
juntó caballos y fue de cacería
a Val-Kariyi el de jóvenes luellos,
donde los ciervos postrados le adoraban,
las codornices postradas le servían.
Como los ciervos postrados le adoramos;
cual codornices postrados le servimos;
respetuosos le atendíamos todos;
como el que mira los cielos sempiternos
vimos su rostro: espejo perpulido,
vivo frescor como el de los retoños
el del príncipe augusto. 239

Antistrofas

El príncipe augusto a la luna enreda


del alto cielo, y con ella se hace
parasol de seda. 240

En el monte bronco repleto de abetos,


siendo que es dios, el príncipe augusto
un lago se ha hecho. 241

DOS ELEGÍAS DE DESPEDIDA A SU ESPOSA

En el mar de Iuami y en ]a costa del Cuerno


verá la gente que no hay bahía alguna,
verá la gente que no hay estero alguno.
¡Qué importará aunque no haya bahías!
¡Qué importará aunque no haya ensenadas!
Cerca del mar donde pescan ballenas,

Página 30
en la escollera brava de Nikitazu,
por la mañana los vientos echan algas,
y por la tarde las olas llevan algas
de verde claro, gemas de costanera,
Como esas algas que con el oleaje,
van ondeando ora acá ora allá
se acurrucaba mi esposa que atrás queda
igual que queda el rocío y la escarcha.
Por el camino, a cada vericueto
una vez y otra vuelvo atrás la mirada;
y queda el pueblo cada vez más lejano;
y son los montes cada vez más altivos.
Estará mustia cual yerba de verano
pensando en mí. Quiero ver su morada:
allanaos, montañas. 131

Antistrofas

En medio del bosque


de Mon-Alticuerno
que está en Iwami, ondeé mi brazo.
¿Podría ella verlo? 132

Susurran las sasas[11] desasosegadas,


en todo el monte, y yo pienso en ella
ya tan alejada. 133

II

En el mar de Iuami, el de los arrecifes,


en Cabo Kara, el que está en lo remoto,
en los bajíos crecen los hondos codios,
en la escollera crecen las algas finas.
Como alga fina dormía ella a mi lado,
y la recuerdo, hondo como hondo codio.
¡Cuán pocas noches pudimos dormir juntos!
Nos separamos como partenocisos[12],
y recordando, dolía el corazón
de mis entrañas. Y me volvía a verla,
pero las hojas de los arces rojizos
del monte Cruza —tal hace la gran nave—,

Página 31
al dispersarse no me dejaban ver
las ondeantes mangas de su kimono.
En Mont-Iakami, el de citas de amor,
entre las nubes la luna caminaba,
y entristeciéndome iba y se me escondía;
y el sol poniente, corredor de los cielos,
se hundía ya. Paladín me crecía,
pero las mangas del traje, blanco güiro[13],
las empapa mi llanto. 135

Antistrofas

Ligero galopa mi potro castaño.


¡El caserío donde está mi esposa
quedó tan lejano! 136

Hojas que caéis al monte de otoño,


parad un poco y dejadme ver
dónde está mi amor. 137

DE IOSAMI A JITOMARO: EN LA DESPEDIDA

Tú me repetías: «¡No me quieras tanto!»


Si yo supiera cuándo vuelvo a verte
¿te querría tanto? 140

DOS COPLILLAS

¡Qué pena que vaya al derrumbamiento


el gran palacio que contemplo ahora
como al cielo eterno! 168

Si se detuviera con una represa


al río Asuka, las aguas corrientes
¿se estarían quedas? 197

ELEGÍA A LA MUERTE DEL PRÍNCIPE TAKECHI

¡Abrumador y en verdad pavoroso!


El referirlo me estremece en extremo.
Estableció su palacio imponente,
sacro y augusto como el eterno cielo,
en Val-Makami, en la tierra de Ásuka,

Página 32
y como un dios se entronó entre las rocas.
El serenísimo, su imperial majestad,
atravesando en la región norteña
ya dominada las montañas de Fuwa,
donde se alzan los almezos y cedros,
se aposentó en provisional sede
en Val-Wasami, puñal de puño cuervo,
gobernó el reino, y dominó en la tierra.
Llamó a las huestes que estaban en Levante,
donde los gallos cantan antes al día,
y les mandó calmar a los salvajes
superpotentes, a los ingobernables.
Y nuestro príncipe siendo comisionado,
ciñó su espada en su augusta cintura,
y tomó el arco en sus manos augustas,
y alzó su voz y convocó a las huestes.
Los atambores batiendo ya al despliegue
repercutían como la voz del trueno;
y resonaban las trompas de batalla
cual ruge el tigre que presenta combate,
y se espantaban los ejércitos ambos.
Ya los pendones enhiestos tremolaban
como las llamas ondean por los campos
al par del viento, vuelta la primavera,
la que despeja, la que encierra al invierno.
Horripilante era oír el zumbido
de tantos arcos tensos por mano fuerte,
que parecía como cuando el tornado
cae en invierno sobre el bosque nevado.
Arremetían tupidas las saetas
como los copos, vórtice en la nevasca.
Ya los rebeldes, fijos hasta morir
la misma muerte de] rocío y la escarcha,
se abalanzaban como aves migratorias,
cuando del templo de Itsuki en Watarai
sopló y giró el viento de los dioses
con nubarrones que ocultaron al sol,
cubriendo al mundo con tinieblas eternas.
Igual que un dios gobernaba el país
rico en arroz, por él pacificado,
el serenísimo nuestro príncipe augusto;

Página 33
y dominaba sobre la haz de la tierra,
y parecía que resplandecería
cual flor de güiro[14] por mil generaciones.
Remodeló su sede principesca
en mansión sacra; y sus vasallos fieles,
vistiendo togas de güiro inmaculado,
en cuanto el sol salía rubicundo
al imperial valle de Janiiasu,
se prosternaban como si fueran ciervos;
y las sombrías noches de belancada
el gran palacio postrados contemplaban.
Cual codornices vagan ya decaídos:
servir quisieran, pero servir no pueden;
cual gemidoras aves de primavera,
su pesadumbre no había aún pesado,
su sentimiento no había aún cesado,
cuando en el valle de Kudara remota
fue sepultado en sepulcro divino,
y reposó el descanso de un dios,
entronizado en su palacio eterno,
sobreeminente palacio de Kinoe,
país de lienzos. Pero el palacio
de la montaña Kagu, que nuestro príncipe
se quiso edificar, y que durase
por mil generaciones, no pasará
en mil generaciones. Lo miraré
como el que mira al cielo y reverente
lo unciré a mi recuerdo como espléndida estola. 199

Antistrofas

Ya el príncipe rige los cielos eternos,


y sin contar ni días ni meses
guardo su recuerdo. 200

Como está el estanque cercado de diques


en Janiiasu, buscando salida:
vasallos sin príncipe. 201

ELEGÍA AMOROSA

Eran en el monte tan densos los arces

Página 34
en el otoño, que perdí el camino
buscando a mi amante. 208

ELEGÍA A LA MUERTE DE SU ESPOSA

Cuando pensaba que viviría eterna,


yo la quería con la misma firmeza
que en primavera se renuevan las hojas
de las mil ramas, ora acá, ora allá,
de los zelkovas[15] que crecen en los diques
perexaltados que veíamos juntos:
¡mujer que amaba, niña en que confiaba!
¿Pero quién vence a la ley de la vida?
Oculta en blanca túnica angelical
dejó la casa cual ave mañanera
voló al erial donde arde la calina,
y se ocultó; cual sol crepuscular.
Y cuando llora la tierna criatura
que me dejó ella como recuerdo,
no tengo nada que pueda apaciguarlo;
y aunque soy hombre, lo aprieto contra el pecho.
Y entro en la alcoba donde dormimos juntos,
donde están puestas nuestras dos almohadas,
y me anochece tras días de hundimiento,
y me amanece tras noches de suspiros;
con lamentarme no sé qué debo hacer:
con anhelarla no habrá forma de verla.
Dicen que allá en el monte Jagai
de grandes aves, está mi compañera,
la que yo anhelo: y hollando roquedales
me afané y vine, pero fue infructuoso
porque mi amada, la que creía eterna,
no aparecía ni en la más vaga sombra
donde brillan las gemas. 210

Antistrofas

La luna que vimos el pasado otoño


brilla, pero ella, que la vio conmigo,
ya se me apartó. 211

Al volver a casa y entrar en el cuarto,

Página 35
vi que en el lecho su almohada
estaba mirando a otro lado. 216

ELEGÍA A UN HOMBRE AHOGADO CUYO CADÁVER SE ENCONTRÓ EN LOS ACANTILADOS DE LA


ISLA DE SAMINE, PROVINCIA DE SANUKI

La de algas finas, la tierra de Sanuki,


por ser tal tierra no me canso de verla,
por ser divina sobre todas sublime,
seguirá plena con el sol y la luna
y el universo. Zarpé de Naka, el puerto
que desde antaño llaman «la faz de dios»,
y en plena mar bogando navegaba,
cuando sopló nubloso un vendaval,
que por la mar se alzaban altas olas
y por la costa giraban olas blancas.
Horrible el mar donde pescan ballenas,
que ya el timón estaba por romperse.
Acá y allá mil islas se veían,
y enderezamos a la ilustre Samine,
y en su arrecife nos guareció una choza.
Allí en la playa batida por las olas,
dura almohada que no de blanco güiro,
en duro lecho postrado estabas tú.
Yo mismo iría, si supiera tu casa;
tu esposa misma, si supiera, vendría.
Pero no sabe la senda de alabarda,
y zozobrosa esperará anhelando
tu desgraciada esposa. 220

Antistrofa

No está aún maduro el áster[16] del campo


del monte Sami, que si ella estuviera
te habría guisado. 221

TRES CANTARES DE VIAJE

¿Irá también ella navegando en barca


entre las olas por la isla Irago,
por la isla brava? 42

Nostálgico vengo de suelos lejanos

Página 36
como los cielos, y vi desde Akashi
la isla Iamato. 255

En el mar de Kei habrá buena pesca.


Salen en haces, cual joyos segados,
las barcas pesqueras. 256

CANTAR QUE COMPUSO SOBRE EL RIO UYI, VINIENDO DE LA PROVINCIA DE OMI

¿Dónde irán las ondas tras entretenerse


ante el cañal del río de Uyi,
el de ochenta ujieres? 264

CANTAR QUE COMPUSO EN EL LAGO DE OMI

Avefría de Omi, cuando vas llorando


sobre las olas al atardecer,
añoro el pasado. 266

CANTARES COMPUESTOS VIAJANDO A TSUKUSHI

Allende las olas del tersinombrado,


del mar de Inami, se halla escondida
la isla Iamato. 303

Mirando los pasos que alineados guían


hasta la Corte, pienso yo, lejano,
en la edad divina. 304

ENDECHA A UNA HIJA JOVEN DE JIYIKATA, SEPULTADA EN EL MONTE JATSUSE

Se cierne una nube sobre la cañada


de la furtiva montaña Jatsuse.
¿Será la muchacha? 428

CANTOS DE AMOR

¿Pasarían noches los hombres de antaño


sin dormir nada pensando en su amada,
como yo las paso? 497

No es de hoy el llorar por amor perdido,


que los de antaño, qué no llorarían
que hasta daban gritos. 498

Página 37
Salí sin hablarte por estar la casa
más bulliciosa que frufrú de seda
y el pesar me embarga. 503

CANTAR A LOS AMORES ENTRE LA ESTRELLA VEGA (LA HILANDERA) Y EL ASTRO ASTAIR (EL
BOYERO), DIRIGIÉNDOSE A LA ESTRELLA

Cerrando el timón de su inmenso barco


hacia tu banda, boga por el cielo
el hombre lunario. 3611

POEMA FINAL, ESTANDO EL POETA A LA MUERTE EN TIERRAS DE IWAMI

No sabrá mi esposa cómo echado muero


en una roca del monte de Kamo,
y estará esperando. 223

CANTOS DE AMOR DE LA COLECCIÓN DE JITOMARO

El Manioshu contiene 390 poemas que, según los compiladores, han sido
recogidos de la Colección de Jitomaro. Las antiguas generaciones atribuían la autoría
de casi todos los poemas (sólo exceptuando aquellos en los que figuraba el nombre de
otro poeta) al propio Jitomaro. Siguiendo a los dos grandes críticos Keichú (1640-
1701) y Mabuchi (1697-1769), la crítica decimonónica se inclinaba a atribuirlos a
otros autores, dejando sólo unos cuantos al patriarca de la lírica japonesa, el cual
hubiera sido reducido a mero compilador y a lo más a autor de sólo unos cuantos
cantares. Pero los argumentos irrebatibles aducidos recentísimamente por el crítico
Takeshi Umejara devuelven la paternidad literaria de casi todos los poemas al propio
Jitomaro. Incluso no hay inconveniente en atribuirle los cantos de amor puestos en
boca de la amada.
Más del 70 por 100 de los poemas de la Colección de Jitomaro son amorosos.
Siguiendo la pauta del Manioshu, los clasificamos en:
1) Madrigales del hombre, con alusión.
2) Otros madrigales del hombre (estacionales, elegíacos, itinerantes, sencillos).
3) Madrigales en boca de la amada.
4) Diálogos amorosos.
5) Tonadas («sedokas»).

MADRIGALES DEL HOMBRE, ALUDIENDO A DIVERSAS COSAS

Página 38
¡Ay, quién encontrara, sin nadie saberlo,
la perla blanca que, quién sabe dónde,
yace en un estero! 1300

Juró un pescador, antes de tirarse,


que buceando vería la perla
del dios de los mares. 1302

Mi pecho es un monte que una nube esconde,


pero las hojas del bosque del monte
bien que lo conocen. 1304

¿A cuál de los dioses he de alzar mis brazos


para lograr que a la que yo quiero
la vea soñando? 2418

Dejaré yo entonces de estar a tu vera,


cuando no quede ni siquiera el nombre
del cielo y la tierra. 2419

Mirando a la luna, veo que habitamos


la misma tierra; tan sólo una sierra
nos ha separado. 2420

Aunque tengo un potro, he cruzado a pie


desde Iamáshina el monte Kojata,
loco de quererte. 2425

¡Qué no sufriré si llevo sin verte


lo que la niebla cubre el monte Tou,
y lo cubre siempre! 2426

Te empiezo a querer como fluye el agua


del río Uyi, arremolinada
y sin retomar. 2430

Como el río Kamo acaba sereno,


yo acabaré por verme con ella.
Si no ahora, luego. 2431

Hablar de lo nuestro sería ominoso;


conque contengo mis ímpetus fieros,
río en cerrajón. 2432

Página 39
Mi amor no es la ola que salta el rompiente
y retrocede.
De ti no me aparta ni la misma muerte. 2434

Por lo más revuelto del albo oleaje


del lago Omi iría diez días
para visitarte. 2435

Las olas que esconden las algas del mar


van a la playa quinientas, mil veces,
como a ti mis ansias. 2437

Las habladurías no son duraderas;


y yo te quiero más hondo que el mar
donde van traineras. 2438

Chismorrean de ella, de lo que será,


del lago Omi, del monte y la isla,
y de más allá. 2439

Puede que la tierra, cavando, se acabe;


Pero en el mundo faltar el amor,
eso ya no cabe. 2442

En mi puño tengo una blanca perla;


voy a tenerla como perla mía,
mientras que la tenga. 2446

Como el monte Kagu envuelto en la niebla,


ella pasó vaporosamente.
¿Llegaré a quererla? 2449

Cual luna que cruza por entre las nubes,


ella pasó vaporosamente.
¡Que el sino nos junte! 2450

Ya que no te veo, voy a mitigar


mi corazón mirando las nubes
que pasan diáfanas. 2452

Nubes, no veléis la faz de la luna,


que lejos ella la estará mirando
con pena y ternura. 2460

Página 40
Cual luna que asoma al filo del cerro
cuando se pone, la vi en un vislumbre,
¡y cómo la quiero! 2461

Si es que tú me quieres, ven en el reflejo


resplandeciente que lanza la luna,
diáfano espejo. 2462

Si se me escondiera la luna que alumbra


el cielo eterno, ¿con qué evocaría,
mujer, tu figura? 2463

Doblará el rocío las leves hojitas


del estoraque, pero en mis redaños
mi amor no claudica. 2469

En los fontanares se cimbran los mimbres.


Soy firme fibra, mi amor fuerte estambre,
mi fe buena urdimbre. 2471

Cerca del camino flora el sangüesal.


Y todo el mundo sabe que te quiero
sin ambigüedad. 2480

Te quiero estos días inintermitente,


igual que el alga del fondo del río
cede a la corriente. 2482

Estará en su lecho, ondeante alga,


sin desnudar su brazo de güiro,
esperando en ansia. 2483

Soy como el enebro que fuerte arraigó


frente a la mar. ¿Por qué empezaría
a a querer tan hondo? 2488

No dormí por ti y al amanecer


pasó un lavanco: mensajero tuyo
sería tal vez. 2491

Mi barca es segura, mi remo esforzado,


la ruta un brete. ¿Qué es eso de verte

Página 41
una vez al año? 2494
Nota. Alude a la Hilandera y el Boyero.

¿Hay forma de verte, gusano de seda,


si te encapullas después que mamaste
tan cumplidas tetas? 2495

Hollaría el filo de espadas y dagas;


y aunque muriera, moriría alegre,
si me lo rogaras. 2498

No me importaría perder el renombre


de hombre de armas, si logro que un día
de mí te enamores. 2499

Deshilado traje, desasosegado;


flotante arena, rodando… Mi amor
fue demasiado. 2504

Pregunté al agüero en la senda larga


como alabarda, y dijo bien claro
que me aceptarás. 2507

Si la que yo quiero se volviera prenda,


me la pondría de ropa interior
cuando el chisme arrecia. 2852

Como está el camino que acaban de abrir:


expreso y claro me lo han dicho todo
referente a ti. 2855

Ni el sol que achicharra como arraiga el mimbre,


con reciedumbre, seca lo que lloro
hasta conseguirte. 2857

Viento, tú que soplas hoy que no he dormido


por su querer, si rozas su cuerpo,
ven y roza el mío. 2858

Yo la quiero a ella como la raigambre


del pino joven que crece en la playa:
sin saberlo nadie. 2861

Página 42
MADRIGALES DEL HOMBRE, ESTACIONALES

Primavera

En la primavera, yerto ya el invierno,


cogí una flor, la miré mil veces,
y dije: «La quiero». 1891

Ni el ruiseñor solo perdido en la niebla


de primavera, llora por su hembra
como yo por ella. 1892

Vas a florecerme igual que está en flor


en aquel cerro el alberchiguero:
hasta el pie del tronco. 1893

He pensado en ti todo un largo día


de frío y niebla; ya cerró la noche
¿No te bastaría? 1894

Ella se ha metido en mi corazón


suavemente, lo mismo que un sauce
en germinación. 1896

Otoño

Si oyera tu voz igual que oigo al ave


que está cantando en un arce rojo,
¿iba a lamentarme? 2239

¡Que no te pregunten que quién seré yo!


Yo soy un hombre que te sé esperar
raso en otoño. 2240

Vaga y vaporosa la veía en sueños,


como embozada en la niebla que alzan
las noches de otoño. 2241

La flor del miscanto[17] se inclina ante el viento


largo de otoño; y tu aire abate
mi pecho por dentro. 2242

Invierno

Página 43
Salpica el granizo sobre mi cabeza;
voy a envolverlo, que no se derrita
y lo vea ella. 2312

Mira que la nieve se derrite a veces


en pleno aire, y que yo ya llevo
sin ti muchos meses. 2333

Ven, nieve ligera, recubre la tierra,


que llevo años que la estoy queriendo,
y me la recuerdas. 2334

ELEGÍAS DEL HOMBRE

¡Qué pena mirar la playa en que un día


me paseaba con la que voló
como hoja caída! 1796

Vine a la escollera con olor a mar,


porque me acuerdo de la que se fue
como agua que pasa. 1797

Voy a la isla Tama a empapar mis prendas


en las arenas de la playa blanca,
que aún huele a ella. 1799

MADRIGALES DEL HOMBRE, ESCRITOS DESDE EL VIAJE

Yendo hacia Iamato, siempre que vadeo


los raudos ríos, al cielo le pido
que te vea en sueños. 3128

Como el dispersarse la flor del cerezo


se me parece vernos un instante
y ya desprendernos. 3129

¿Por qué empezaría a hablarte de amor


con la firmeza del pinar playero
de Kiku de Toio? 3130

CANTARES SENCILLOS, EN BOCA DEL HOMBRE

Sin falta avisadme cuando estén en flor

Página 44
las algas finas, para estarlas viendo
y añorar mi amor. 1248

Potrito alazán, galopa ligero,


que está en las nubes la casa en que vive
la que yo más quiero. 1271

Iba yo de noche con la luna llena.


Se me escondió y quedé en el monte
solo con mi pena. 1691

Con ella sentía que cual cofre de oro


abriera el día. Sin ella lamento
acostarme solo. 1693

Si no tengo a nadie que exprima mi traje,


¿por qué mi amada me manda la lluvia?
¿Es como mensaje? 1698

Ya es noche, y el ánsar, graznando en la niebla


intensamente, vuela hacia tu casa.
¡Si yo también fuera! 1702

Ni los altos cedros de Mont-Kannabí,


cedros sagrados, son más acendrados
que mi amor por ti. 1773

El río Jatsuse crucé yo una noche,


y me acerqué a la cancelita
de mis ilusiones. 1775

A la nieve blanca la derrite el sol.


Tú, que no escribes, ¿se te ha derretido
hasta el corazón? 1782

Desde que me fui de la madre mía


de senos amplios, no he vuelto a sentir
tan grandes fatigas. 2368

Aunque no durmamos en dulces amores,


me conformara si viera tus ojos,
primor de primores. 2369

Página 45
Si hubiera sabido que iba yo a quererte
de esta manera, nunca me acercara
para conocerte. 2372

No hay tiempo ninguno que yo no te quiera,


pero a la tarde siento que te quiero
con todas mis fuerzas. 2373

¡Que aquellos que nazcan cuando muera yo,


jamás se metan, como me he metido,
en cosas de amor! 2375

El temple y mesura de los caballeros


yo no los tengo: que el día y la noche
los paso queriendo. 2376

¿Para qué he seguido hasta aquí viviendo?


Más me valiera, antes de quererla
que me hubiera muerto. 2377

Contemplar tus ojos lo he querido tanto,


que estas dos noches se me ha parecido
igual que mil años. 2381

Que estar en el mundo no es más que penar,


bien que lo sé. Pero no te olvido,
y te quiero más. 2383

Ya van cinco años lindos como gemas


de desengaño. Mira si es extraño,
que mi amor no ceja. 2385

Hasta el paladín que de un tajo hiende


las mismas peñas, con cosas de amor,
bien que se arrepiente. 2386

Paseo, me siento, no sé qué me haga


pensando en ella. Ni puedo escribirle,
ni me vienen cartas. 2388

Si fuera verdad que el querer es siempre


como el morir, yo me hubiera muerto

Página 46
un millar de veces. 2390

Ayer por la tarde perlifulgurante


la conocí, ¡y hoy por la mañana,
ya perdido amante! 2391

Cuando tú no estás, siempre te recuerdo.


Y al verte siento que te quiero más,
cuanto más te veo. 2392

Si no hubiera ido al camino largo


como alabarda, no sabría ahora
lo que es querer tanto. 2393

Cual fulgor de perla la vi, leve y vaga.


Y pasó rauda, Pero me dejó
cual sombra en el alba. 2394

No la pude ver aunque iba e iba,


y me mojaba del cielo el rocío,
y la escarcha fría. 2395

¿Cómo encontraría la oportunidad


de ver de nuevo la que vi una vez
por casualidad? 2396

Porque ayer durmiera sin rozar tu piel


de seda rosa, no creas que tengo
corazón infiel. 2399

¿Qué sino el querer podrá ser la causa


de que yo piense hasta disiparse
toda mi pujanza? 2400

Como si dijera que si muero amando


que amando muera, pasa por mi casa
y sigue su paso. 2401

Cuando en lontananza contemplo tu pueblo,


extrañamente crece mi añoranza
porque no te veo. 2402

Ya ha pasado un año lindo como gema,

Página 47
y aún no olvido cómo me enredaban
sus brazos de güiro. 2410

Sé que nuestro amor es un imposible,


y cuando quiero contemplarte en sueños,
no puedo dormirme. 2412

Por si yo aliviaba lo que me atormentas,


salí a los campos, y volví sin ver
los ríos y sierras. 2414

Por ver de olvidarte, hablé con la gente.


Pero engañar, no engañé mis penas,
ni me serené. 2845

No verme en seguida será razonable.


¿Pero hasta en sueños te impiden los chismes
que vengas a hablarme? 2848

Si vine bregando, ¿no es porque te quiero


tan desvaído como el cipresal
de niebla cubierto? 1813

Frecuéntame al menos en mis sueños negros,


que ningún día se secan mis ojos
de lo que te quiero. 2849

MADRIGALES EN BOCA DE LA MUJER

Madrigales con alusión

¡Que sigan los chismes, que sigan los líos!


Sigo tejiendo con mi lanzadera
mi traje de güiro. 1298

Si algo nos pasara al salir del puerto


hacia altamar, ¿tienes ya pensado
nuestro salvamento? 1308

Tu mensaje espero firme y sosegada,


como a lo lejos en el lago Omi
la barca está anclada. 2440

Llovizna en los campos un chubasco rábido.

Página 48
Del aguacero ven a guarecerte
debajo de mi árbol. 2457

Por ti derretida en derretimiento


como de escarcha.
Ya me alboreó, sin ti… y sin sueño. 2458

De lo que yo quiero al amado mío,


hasta las hierbas que hay en mi jardín
han languidecido. 2465

Para ir a tu cita tramaré a mi antojo


un cuento absurdo como empalizada
en campo de abrojos. 2466

¡Qué imposible es tenerte cariño


y estar furtiva como las raíces
del junco del río! 2470

Lo mismo que escardan las equinocloas[18]


del arrozal, me han echado el sacho,
y duermo yo sola. 2476

Si te comprometes hasta derribarme


como a ofiopogo[19] del monte fragoso,
¿iré a rechazarte? 2477

Ante los que acechan a mi celosía


de bambú shinu[20], no me bamboleo.
Ante ti, rendida. 2478

Cada noche y noche rezo yo en mis sueños


que te entrelace como enredadera[21].
Y así pasa el tiempo. 2479

Si vas a acotarme sin considerar


las consecuencias, quererte no tiene
posibilidad. 2481

Para recordarte cuando no estuvieras,


juntos los dos plantamos un pino,
que pena en tu espera. 2484

Página 49
Iba a estarme allí mientras que él me viera
mover el brazo. La rama de un pino
borró su presencia. 2485

Soy yo, la que un día al pie de un naranjo


tocó una rama, y te preguntó:
«Da fruto tu árbol?» 2489

Las nubes del cielo veloz aletea,


vuela la grulla. Y a mí me aturulla
el que tú no vengas. 2490

Como dan alerta los guardias de Jaia,


nítidamente te dije mi nombre:
tenme confianza. 2497

Lejana es tu aldea, de amor languidezco.


Como mi espejo, quédate en mi alcoba,
y aparece en sueños. 2501

Te tengo en mis manos como espejo mío


cada mañana; y jamás me canso,
por más que te miro. 2502

Te estoy yo queriendo con mi faja atada,


la que se ve; y suelta la otra,
la de mis enaguas. 2851

Para hacer seguro que nos enlacemos,


en el futuro, me pongo mi bata,
y sólita duermo. 2853

Voy a atar mi faja y echarle un hechizo,


que no se rompa, y me perseveres
hasta estar conmigo. 2854

CANTARES SENCILLOS EN BOCA DE LA AMADA

Acerca tu barca hacia los vergeles


para que veas los melocotones,
y de mí te acuerdes. 1689

¡Anda y déjame! Si tú nunca vienes,

Página 50
¿por qué razón, sin escarmentar
te voy a querer? 2378

De tu casa aquí tan sólo es un paso;


pero te espero, aunque por la gente
vengas rodeando. 2379

Muchos a la Corte supersoleada


van caminando, pero sólo a uno
quiero con el alma. 2382

Lejana es tu aldea, de amor adolezco;


como en espejo, quédate en figura,
y aparece en sueños. 2634

COLOQUIO AMOROSO

Él:
Espejo, te vi, pero no lo cuento,
perla escondida brillando en lo hondo
del desfiladero. 2509
Ella:
La senda en la fértil Jatsuse furtiva
es resbaladiza: el quererme puede
costarte la vida. 2511

TONADAS EN BOCA DEL HOMBRE

—Joven que siegas el campo en Suminoe,


¿no tienes servidores?
—Sí que los tengo, pero por mi cariño
quiero segar yo mismo. 1275

No me cortéis los shinus[22] que retoñan


junto al árbol zelkova[23] junto al estanque,
que el verlos me recuerda que estuve allí con ella. 1276

¿Por qué recoges los juncos[24] del erial?


Se te van a manchar tus crenchas finas
tan negras como entrañas negras de litorina. 1277

Nube que tapas el monte que se llama

Página 51
Hórreo, como el silo de escalerilla:
nube que me lo tapas cuando verlo quería. 1282

Flor del sargazo, tú que eres bella alga


del mar de hondo regazo:
de ti no salga, flor del sargazo bella,
que estuve aquí con ella. 1290

La que yo quiero, y que es la más bonita,


¡que se muera en seguida! Por más que viva
no van a decir nunca que al fin ha sido mía. 2355

Yo a ti te quiero hasta el último aliento,


pero hay tantas miradas…
¡Ay, si yo fuera viento que vaya y venga,
cuántas veces te viera! 2359

TONADAS DE LA AMADA

El traje de jinete que mi Jazume tiene


se lo encargue a una hilandera china
de rueca fina, que al hablar es que trina. 1273

Tú que los perros sacas del caserío


y vas de cacería, para en lo espeso
del monte verdifrío, con tu caballería. 1289

Ven a mi prado a recoger miscantos[25]


para hacer casa nueva, que hay una niña
que irá con esa hierba para lo que tú quieras. 2351

OTROS POEMAS DE LA COLECCIÓN DE JITOMARO

En el mar del cielo con olas de nubes


boga la luna a un bosque de estrellas
y en ellas se encubre. 1068

Resuena el rabión del monte fragoso,


y van las nubes en cresta Iutsuki
cubriéndolo todo. 1088

Teñiré mi traje con ese color:


el que en Mimuro, el de vinos puros,
tiene el arce rojo. 1094

Página 52
¿Se orlaron los hombres de edades antiguas
como nosotros, desmochando ramas
de ciprés[26] de Miwa? 1118

Me creen marengo, que jala sus redes


a mí, que vine a ver playa Aku
y el limpio rompiente. 1187

Igual que la espuma del agua que corre,


sonando el eco en el Tiendeyace,
soy yo, que soy hombre. 1269

Promontorio Blanco, mantente lozano:


que vendré a verte empuñando firme
el timón de un barco. 1668

En esta ensenada donde el viento arrecia,


las olas blancas se arriman inanes:
nadie las observa. 1673

Alfombran Mont-Seno las hojas del arce.


En Kamioka, ¿habrán empezado
a desparramarse? 1676

¡Si a Iamato fuera esta información:


Cómo en Ogano corto yerbas altas
y me hago un jergón! 1677

¡Oteros de Kii, donde un saetero


que antaño había, con flechas silbantes
cazaba los ciervos! 1678

¿Es que vienen juntos invierno y verano?


Ni su abanico ni su pellizón
suelta este ermitaño. 1682
Nota. El poema anterior fue compuesto sobre un cuadro en que un asceta viste pellizón, pero tiene un
abanico en su mano.

En el río Izumi, en las lajas duras,


resbaladizas, persiste la nieve.
¡El invierno dura! 1695

Página 53
Las marismas de Ókura resuenan al eco
de ánsares yendo/al cerro de atisbo,
el de los cecheros. 1699

Al viento de otoño rugía el rabión


del Iamabuki y surcaba el ánsar
un cielo nuboso. 1700

Ya la medianoche debe haber cerrado:


se ve la luna surcar por un cielo
donde parpan patos. 1701

En el monte Tamu habrá densa niebla,


porque las olas del rabión del Joso
se desasosiegan. 1704

Un árbol planté por verlo florido


en primavera. El advenimiento
del fruto codicio. 1705

Se van levantando nieblas en la noche


de belamcanda[27], celando en Takaia
las estribaciones. 1706

Sin nubes el cielo, camina la luna


por una noche como belamcanda.
¡Qué pena que huya! 1712

Cae, se abalanza, se desliza el agua,


toca una roca, en cuyo remanso
la luna se graba. 1714

Sopla sobre el lago el viento de Jira


de Sasanami, y ondean las mangas
del de la barquita. 1715

De mirar el cauce del río Ioshino


en donde holgaban próceres antaño,
yo jamás me hastío. 1725

Sobre el monte Kagu, el que al cielo llega,


se ciernen brumas al atardecer.

Página 54
¡Es ya primavera! 1812

Flota ya la bruma en las ramas viejas


de aquellos cedros que antaño plantaron.
¡Es ya primavera! 1814

Esta tarde clara cual fulgor de gema,


sobre la cresta del monte Iuzuki
ondea la niebla. 1816

Bramando a su hembra, la llamaba el ciervo


a reunirse la noche siguiente,
y sonaba el eco. 1762

PORFÍA DE AMOR

El amante

Sin recordarte andaba yo y andaba,


pero al mirar arriba al monte azul,
las azaleas eran tú misma en gala;
y los cerezos en flor eran tú misma.
Dice la gente que hacia mí tú te inclinas:
dice la gente que hacia ti yo me inclino.
Y tú, ¿qué piensas tú?

La amada

Porque te quiero, han pasado ocho años


desde que niña me cortaban el pelo;
y he germinado más que los mandarinos;
y largamente, como corre este río,
tu corazón espero. 3309

Antistrofa, de ambos

¿Pero es que es posible que acabe un querer?


Ruego a los dioses del cielo y la tierra,
pero mi amor crece. 3306

DOS CANTARES PAISAJÍSTICOS

Tiernas son las yemas de las lespedezas[28]

Página 55
y las agosta de noche el rocío
antes que otoñezca. 2095

No habiendo una nube sobre los cipreses[29]


del Mikimuku, mollizna en los pinos
una espuma-nieve. 2314

KUROJITO DE TAKECHI.
Escribió entre 694-710. Acompañó a los soberanos Yiló y Monmu en sus viajes.

CANTAR A LAS RUINAS DE OMI

¿Me habré vuelto un hombre de edades antiguas?


En Sasanami vi la vieja Corte,
y me entristecía. 32

PAISAJE Y RECUERDO

¿En donde estará la barca varada?


La que orilló por el cabo de Are,
la barca sin falca. 58

OCHO CANTARES DE VIAJE

Cuando de viaje sentía nostalgias,


vi que bogaba un barco bermejo
del peñón al mar. 270

Hacia Sakurada grazna y va la grulla.


En playa Aiuchi será bajamar.
Grazna v va la grulla. 271

El monte Shijatsu crucé yo y miraba:


se fue escondiendo por la isla Kasami
un bote sin falca. 272

Al ir orillando los cabos de playa,


graznaban grullas en el lago Omi,
en ochenta calas. 273

Barquichuela mía, navega y fondea


en puerto Jira. No singles al mar,

Página 56
que la noche cierra. 274

¿Dónde buscaré aposentamiento


cuando en Katsuno, en Valle Takáshima,
el sol se haya puesto? 275

Como tú y yo somos una sola carne


en Dos Atisbos, que está en Tres Riveras,
no habrá bifurcarse. 276

¡Si hubiera venido antes y no ahora!


Ya los zelkovas[30] de Taka en Iamáshiro
perdieron sus hojas. 277

A LOS AMIGOS

Vamos, hijos míos, raudos a Iamato,


llevando ramas de alisos de Mano,
y carices[31] blancos. 280

PAISAJE

De pie en playa Énatsu, la de Suminoe,


se divisaba del puerto de Muko
zarpar pescadores. 283

A LAS RUINAS DE OMI

Aunque yo te diga que no quiero verla,


a Sasanami, a la vieja Corte
llévame a la fuerza. 305

TRISTEZA

Hoy que me alojé bajo la nevada


que en Campo Mei agobia miscantos[32],
siento triste el alma. 4016

¿Habrán fondeado en el puerto de Ado


en Isla Alta los que salomaban
al pasar remando? 1718

Página 57
EL GENERALÍSIMO
MIIUKI DE ÓTOMO,
terminada la guerra de Yinshin, año 672

El Emperador, siendo que es divino


se hizo la Corte donde un potro zaino
se atascaba en limo. 4260

OKIMARO DE NAGA.
Poema compuesto por orden de Monmu, estando en Naniwa, año 699.

Hasta el interior del Palacio viene


la voz del jefe de los jabegotes
que jalan la red. 238

SEÑORA ISHIKAWA

RESPONDIENDO AL POEMA 107 DE OTSU

¡Si yo hubiera sido esa gota de agua


que te mojó en el monte abrupto
cuando me esperabas! 108

A SUKUNAMARO DE ÓTOMO

Siendo ya mujer tan envejecida


¡cómo me ahogo en amor tan hondo
igual que una niña! 129

OTOMARO DE OSAKABE

Pensando en Iamato, no puedo dormir,


y despiadada, viene a este bajío
la grulla a gemir. 71

SAMI DE MIKATA

Página 58
A SU ESPOSA

Ese pelo tuyo, zahereño en moño,


largo en melena,
¿se te desarregla cuando yo no estoy? 123

RESPUESTA DE LA ESPOSA

Por más que me digan que el pelo está largo


y me haga moño, ¡que se desmadeje
si ya me has dejado! 124

SAMI DE MIKATA
A SU ESPOSA

En mil direcciones van mis pensamientos


como las calles bajo los naranjos,
porque no te veo. 125

SEÑORA TOYI DE FUKI


EN ISE EL AÑO 676, VIENDO LAS ROCAS DEL MONTE IOKO DE JATA

Quisiera ser siempre eterna doncella


como el roquedo que a orillas del río
no cría ni hierba. 22

IOSAMI, ESPOSA DE JITOMARO


COMO RESPUESTA A UN POEMA (782) DE SU ESPOSO

¿Se me habrá alelado volteando pinos?


El zascandil, el tonto de Maro
no toma un permiso. 1783

SEÑORA ISHIKAWA
DISFRAZADA DE ANCIANA, HABÍA VISITADO A TANUSHI DE ÓTOMO, DEL QUE ESTABA
ENAMORADA; PERO EL NO SE DIO CUENTA DE LA ESTRATAGEMA Y NO LE DIO ALOJAMIENTO.
ELLA LE ESCRIBIÓ MAS TARDE:

Página 59
Había yo oído que eras muy galante;
pero me echaste sin darme posada,
pánfilo galante. 126

SEIS ELEGÍAS DE DIVERSOS VASALLOS DEL PRÍNCIPE KUSAKABE LAMENTANDO LA MUERTE DE


SU SEÑOR

Al ver el jardín donde él paseaba,


corre mi llanto sin intermisión
como una riada. 178

Al ver el estanque donde él tanto iba,


en la ribera han nacido yerbas
que antes no nacían. 181

No verá jamás la senda en que floran


las azaleas,
cerca del estanque, en las mismas rocas, 185

Nublada la aurora, y el sol escondido,


bajé al jardín donde él paseaba,
y lancé un suspiro. 188

Aunque el sol alumbra la villa imperial,


lúgubremente no suena una voz
y se apena el alma. 189

Como ave que canta al quebrar albores


en cerro Sada,
todos estos años lloro yo de noche. 192

TARUJITO DE KAMO.
(Viendo abandonado el palacio y estanque donde había habitado el príncipe.)

ENDECHAS AL PRÍNCIPE TAKECHI

Natural que falte quien bogue las barcas


si las habitan zaramagullones,
patos y barnaclas. 258

¡Ay qué repentina pátina divina,


que hasta los cedros altivos del Kagu

Página 60
el musgo cubría! 259

SEÑOR ISHIKAWA

EN SHIKA, TSUKUSHI

En Shika las hembras sal y algas recogen


sin tener tiempo
ni para sacar el peine del cofre. 278

SEÑOR TAGUCHI

EN EL CABO KIIOMI DE SURUGA

Al mirar la calma de la playa en Mijo,


que está en lojara, en cabo Kiiomi,
¡cómo me apaciguo! 296

¡Si viera de día la playa de Tago!


Pero la veo de paso y de noche,
sirviendo al Mikado. 297

OTARI DE JATA

La ola chiquita salta la escollera;


yendo yo a Salta,
el río Notose raudo murmullea. 314

MANZEI DE SAMI

¿Con qué comparar las cosas del mundo?


Con un barquito
que sale y no deja rastro de su rumbo. 351

MIOGUN DE KON

Página 61
ELEGÍA A LA MUERTE DE TABITO

Cuando te quedaba tan poco de vida,


me preguntabas
si las lespedezas estaban floridas. 455

SEÑORA ABE

TRES CANTARES A SU ESPOSO AZUMATO DE NAKATOMI

¿A qué tener ya más cavilaciones


si el corazón a ti se me ha ido
dando ondulaciones? 505

Hijo, no caviles, ni pases tormentos


que si es preciso
por ti pasaré el agua y el fuego. 506

Hasta el corazón tengo yo metido


en cada punto que le di al kimono
que llevas vestido. 514

UNA JOVEN DE JITACHI

A UMAKAI DE FUYIWARA,
AL VOLVER ESTE A LA CAPITAL

No te olvides tú de una levantina


que en su jardín blanquea los güiros
y los tiende en fila. 521

MIMICHI DE JANISHI

VOLVIENDO DE TSUKUSHI A LA CAPITAL

Bogad el navío, bogádmelo aprisa;


y si embarranca,
¡por mí que embarranque, siendo por mi niña! 557

Página 62
IOTSUNA DE ÓTOMO

DESPIDIENDO AL SEÑOR DEL CLAN

Buena está la luna, limpio suena el río.


Holgad aquí, váyanse o se queden,
y podremos irnos. 571

MIIORI DE ÓTOMO

VOLVIENDO A VERSE CON UNA MUJER

En la eternidad habrás tú vivido,


que desde entonces pareces haber
rejuvenecido. 650

OIAKEME, MUCHACHA DE BUZEN

Al anochecer aterra el sendero.


¿Por qué no esperas que salga la luna
y mientras te veo? 709

LA JOVEN TOBIRA DE ATO

Brillando la luna que va por el cielo,


lo vi una vez;
y lo veo ahora cada vez que sueño, 710

OKAMARO DE AMANO-INUKAI

Siendo tu vasallo, bien vale vivir;


porque he nacido
cuando cielo y tierra llegan al cénit. 996

UN BONZO DEL TEMPLO GANGÓ.


Habiendo obtenido la iluminación espiritual, pero siendo despreciado por la gente:

Página 63
La perla blanca
de nadie es conocida.
¡Pues que no la conozcan!
Si yo conozco
la que nadie conoce,
¡pues que no la conozcan! 1018

Página 64
TERCER PERIODO
(710-733)

La época está dominada por dos figuras tan gigantescas como dispares: el divino
Akajito, poeta de la diafanidad, y Okura, autor comprometido con los problemas
sociales. Akajito sólo ha dejado 13 odas de valor mediocre, pero sus 36 tankas son
insuperables. De Okura presentamos 11 odas y 33 poemitas de inmenso valor. Nadie
más ha vuelto a tocar en toda la historia de la literatura japonesa algunos de los temas
de Okura, por lo que algunos comentaristas han llegado a sospechar que fuese chino o
coreano.
En este período descuellan también otros cinco grandes poetas: tres hombres y
dos mujeres.
Tabito fue padre de Iakamochi, el cual fue el compilador principal del Manioshu.
Entre las piezas seleccionadas figuran sus trece «loores al vino», de fuerte
epicureísmo laotziano, y la «Saga de las serranas pescadoras», precursora de las
narraciones líricas («uta-monogatari»), cuyo máximo exponente son los Cantares de
Ise, ya traducidos al castellano.
Mushimaro es un poeta único por sus romances lascivos. También es famosísima
su balada del joven pescador Uráshima, leyenda que fue traducida al castellano por
Juan Valera.
Kanamura descuella por sus paisajes.
La Señora de Sakanoe, hermana menor de Tabito y tres veces viuda en plena
juventud, ha dejado seis odas y 72 tankas de gran ternura.
Finalmente, la Señora Kasa fue amante de Iakamochi, al que le envió casi 30
cantares, nueve de los cuales escogimos para esta edición.

EMPERATRIZ GUENMIO,
monarca XLIII (vivió: 661-721; reinó: 710-716).

IN PROMPTU

Resuena el brazal de los paladines.


Los palaciegos, guerreros y escolta,
ya su escudo esgrimen. 76

EMPERATRIZ GUENSHÓ,
monarca XLIV (vivió: 680-748; reinó: 716-724).

COPLA EN LA CONCLUSIÓN DE UN ALBERGUE IMPERIAL

Página 65
Cabaña techada inverso el miscanto[33]
y hecha con troncos sin descortezar,
¡dura diez mil años! 1637

COPLA AL CUCLILLO

Pájaro cuclillo, cántame aún más,


y llama tanto a los que se fueron
que me hagas llorar. 4437

EMPERADOR SHOMU,
monarca XLV (vivió: 701-756; reinó: 724-749).

No dudo jamás de la que he cercado


como un cortil, con vallas que salta
sólo un potro zaino. 530

La vi en el camino y me sonrió,
y como nieve se fue disipando
la que quiero yo. 624

OFRECIENDO VINO A TRES INSPECTORES GENERALES ANTES DE QUE SALIESEN A DIVERSAS


PROVINCIAS

Lejos, a cortes del país que yo rijo,


todos vosotros os dirigís ahora;
y sosegado me regocijaré:
y yo os declaro, cruzándome de brazos:
«Yo, el monarca, con mis manos sagradas
os acaricio para animaros,
os acalugo para animaros.
El día que volváis beberemos el vino,
este soberbio vino.» 973

AL OTORGAR EL APELLIDO TACHIBANA (MANDARINO) AL PRÍNCIPE KAZURAI, QUE HABÍA


SOLICITADO PASAR AL ESTADO PLEBEYO

En el mandarino, ¡los frutos, las flores,


y hasta las hojas! Cuanto más le escarche,
tanto más se impone. 1009

COPLA DE AMOR

Página 66
Pensando yo en ti, miré hacia el pinar
de playa Aga, y oí cantar grullas
en la bajamar. 1030

DOS CANTARES AL ANSAR

En otoño al campo de arroz lo sieg-án-sares


lanzan su canto en la oscuridad
hasta que el sol sale. 1539

Este amanecer, mientras fríamente


cantaba el ánsar, eran los abrojos
más iridiscentes. 1540

A LA RESIDENCIA DE MOROE TACHIBANA

Antes la añoraba sólo en lontananza.


Hoy que la vi la recordaré
años de añoranza. 4269

EMPERATRIZ KOMIO,
consorte de Shomu. Vivió: 701-760.

A SU ESPOSO AUSENTE

Si la contemplara con el que yo quiero,


¡cómo sería ante esta nevada
mi contentamiento! 1658

AL ANSAR

¡Si mis lespedezas[34] retener pudieran


al alavanco que canta en el campo
cubierto de niebla! 4224

EN EL TEMPLO DE KÁSUGA, PIDIENDO UN VIAJE SEGURO PARA SU SOBRINO KIIOKANA DE


FUYIWARA (CINCO AÑOS MAS JOVEN QUE ELLA), QUE IBA COMO ENVIADO A CHINA

Cerrando el timón de un inmenso barco,


marcha a la China este hijito mío.
¡Mis dioses, guardadlo! 4240

Página 67
PRÍNCIPE TAKECHI,
primogénito de Tenmu; pero su madre era plebeya, por lo que no fue nombrado heredero.

ENDECHAS A LA MUERTE DE LA PRINCESA TOCHI (Aunque hermanastra, tal vez esposa de Takechi)

Los del monte Vino, son divinos cedros.


¡Vinieras tú siquiera a mis sueños!
Aunque ya ni duermo. 156

Agua sacaría de la fuente clara


donde florecen mosquetas del monte,
si el camino hallara. 158

AKAJITO DE IAMABE
(?-736)

Al pasar miré la playa de Tago:


puro blancor, el pico del Fuyi
estaba nevado. 318

Era en Nikitatsu que los del palacio


de cien pilares subían a bordo
no se sabe cuándo. 323

Ni en el río Ásuka la niebla se aparta


de los remansos, ni se difumina
jamás mi añoranza. 325

En Bahía Nawa se ve en lontananza


la isla de Oki, y la ronda un barco:
parece pescar. 357

La Bahía Muko la ronda un barquito,


y en lontananza se ve la isla de Awa:
suave barquito. 358

Olas de la isla Abe, la playa en que moran


los cormoranes. Añoro a Iamato
tanto a todas horas. 359

Baja la marea, iré a coger algas;


que si mi amada pide un «souvenir»

Página 68
¿qué le voy a dar? 360

Con viento de otoño, fría la mañana,


y tú cruzando el alcor de Sanu…
¡que no te abrigara! 361

Dime si te llamas Concha, cual la concha


que está en la playa de las atahormas…
aunque tu madre te oiga. 362

Las aves que cantan en monte Mikasa


de Takakura, entre pausas trinan:
así te anhelaba. 373

En el viejo dique de edades antiguas


ahondó el tiempo, y en el mismo borde
han brotado alismas. 378

Planté en mi jardín un moco de pavo


y se secó. Sin escarmentar
otro me he plantado. 384

Me gustan las algas de la playa bronca


de la isla Oki cuando en pleamar
las cubren las olas. 918

En Bahía Waka a la pleamar


se van graznando, sin playa, las grullas
al cañaveral. 919

Allá por loshino en el monte Kisa


en las cañadas con gran alboroto
los pájaros trinan. 924

La de belamcanda[35], la noche ha venido


a un cauce limpio donde crecen robles
y cantan chorlitos. 925

Se ven por los campos y montes fragosos


los cazadores, flecha en mano tensa
y en gran alboroto. 927

Un rumor de remos en el alba en calma:

Página 69
será el pesquero de Nóshima, tierra
de abasto imperial. 934

Altamar sin olas, sin olas la orilla:


sólo el ruido de un barco que en Fúyii
pesca en la bahía. 939

Son tantas las noches que pasé dormido


en los abrojos del campo de Inami,
que mi casa ansío. 940

Mañana andaré por la bajamar


de playa Akashi, en mi pecho el gozo
de acercarme a casa. 941

Si yo me cerniera como el cormorán


de isla Karani, donde cogen algas,
no ansiara mi casa. 943

Pasaba una isla remando al socaire,


y había un barco yendo de Kumano
a Iamato suave. 944

Sopló el vendaval, se alzó el oleaje,


nos guarecimos en caleta Tsuda
a que abonanzase. 945

Como en playa Suma se hace a su atavío


el salinero, hecho a ti, no te echo
ni un día al olvido. 947

Van los paladines a la cacería,


y las doncellas, largas faldas rojas,
por la playa limpia. 1001

Desde que hubo dioses fue Corte Ioshino,


y enaltecida: es que era buen monte,
y era bueno el río. 1006

Al campo vernal fui por violetas;


me gustó tanto que pasé una noche
durmiendo en la yerba. 1424

Página 70
No me gustaría si estuviese en flor
días sin cuento la flor del cerezo
del monte fragoso. 1425

La flor del ciruelo que le iba a enseñar


a mis amigos, ya no sé cuál es:
se ha puesto a nevar. 1426

Nevó ayer y hoy sobre la pradera


donde mañana iba a coger flores
de la primavera. 1427

¿Canta el ruiseñor que espera en Kudara


la primavera, en la lespedeza[36]
de yetustas ramas? 1431

La glicina undosa que en recuerdo suyo


planté en mi casa, para mi nostalgia
está ya en capullo. 1471

Más allá del valle del monte fragoso,


en la espesura estará cantando:
voz del ruiseñor. 3915

OKURA DE IAMANOE
(659-733)

LAMENTO DEL POBRE (DIALOGO)

—Noche de lluvia mezclada con el viento;


noche de nieve mezclada con la lluvia…
Sin un amparo y arrecido de frío,
sólo royendo algún terrón de sal,
sorbiendo lento las heces de un mal vino,
tosiendo hondo, la nariz moqueando
mientras mesaba la barba medio rala,
y alardeaba: «Y no hay quien me aventaje
de hombre a hombre.» Arrecido de frío,
yo me arropaba en edredón de cáñamo,
y me enfundaba en bastos pellizones,

Página 71
los que tenía. Era fría la noche,
y la pasaban hambreando de muerte
el padre y la madre del que es aún más pobre;
su esposa e hijos llorando pordiosean.
En estos tiempos, ¿qué haces tú por el mundo
para pasar la vida?

—Dirán que el cielo y que la tierra es ancha:


para mí ambos bien estrechos que son,
Dirán que el sol y que la luna brillan;
a mí ninguno me quiere iluminar.
¿Así es el hombre? ¿O así soy sólo yo?
Me acaeció ser al menos un hombre,
y estoy formado semejante a los hombres.
Una pelliza, no de blando algodón
sino de andrajos que cuelgan a jirones
como las algas, me cubre las espaldas.
En una choza roma y desvencijada,
sobre la tierra desparramo la paja
donde mis padres junto a mi cabecera,
mi esposa e hijos junto a mis mismos pies
acurrucados en vela desvarían;
está el hogar sin calor y sin humo;
en los pucheros cuelgan las telarañas,
y hasta olvidamos cómo cocer arroz.
Como los tordos gimen nuestras gargantas,
cuando de pronto —como dice el refrán
que «lo que es corto, lo acorto y lo recorto»—
hasta la choza llega la voz de mando
del alcaldazo con látigo en la mano.
¿Así será sin quite ni remedio
el camino del mundo? 892

Antistrofa

Sentirás la vida atormentadora


y vergonzosa, pero no hay escape
porque no eres ave. 893

POEMA CENSORIO

Ante los padres se siente reverencia;

Página 72
esposa e hijos son amor y cariño:
así es el mundo, eso es lo natural:
tenerse apego como ave presa en liga,
que escape no tenemos.

Di, tú que vives pisando y dando coces


como el que tira unos zapatos rotos,
¿es que has nacido de un tronco o de una piedra?
¿Quién te dio tu apellido?

Cuando al cielo vayas, haz tu real gana;


aquí en la tierra está el Emperador:
bajo la luna y bajo el sol brillante,
hasta el confín do se doblan las nubes,
hasta el confín do se revuelcan sapos,
en todo impera en este paraíso.
¿Qué significan tus idas y venidas,
y hacer tu real gana? 800

Antistrofa

Queda mucho trecho hasta el cielo eterno.


Vuelve a tu casa sosegadamente
y atiende a tu empleo. 801

ELEGÍA A LA CADUCIDAD DE LA VIDA

En este mundo lo que no tiene quite


es que los años siempre siguen pasando
como corriente; y lo que nos aprieta,
nos acomete, vario cual mala yerba.

Las doncellitas luciéndose doncellas,


llevan pulseras con perlas de la China,
y se pasean cogidas de la mano
con sus amigas: sin poder detener
la flor del tiempo, pasan y se marchitan;
en sus cabellos, negros igual que entrañas
de litorina, cuaja pronto la escarcha;
y en sus mejillas de radiante carmín
súbitamente aparecen arrugas.

Página 73
Los paladines, luciéndose donceles,
ciñen al cinto espadas y puñales;
sus manos tensas llevan arcos de caza;
en potro bayo, sobre silla de sarga,
cabalgan raudos en juego y cacería.

Pero la vida, ¿seguirá así por siempre?


No serán muchas las noches que podrán
las doncellitas descorrer los biombos
de su cubil,
arrimarse a su amante y entrelazarse
mano con mano fina.

Pronto, ya viejos, arrastrando un bastón,


irán allá y alguien saldrá con burlas,
y si acullá, serán aborrecidos.
Quien llega a viejo, esto es lo que le espera.
Tensa es la vida y una desilusión,
pero ¿tiene remedio? 804

Antistrofa

Quisiera estar fijo igual que una piedra,


pero es la ley que rige la vida:
es que nada queda. 805

MADRIGAL A LOS HIJOS

Pienso en mis hijos cuando como melón;


más los recuerdo cuando como castañas.
¿De dónde viene, cuando nos viene un hijo?
Constantemente los tengo ante mis ojos,
y ni dormirme puedo. 802

Antistrofa

Ni la blanca plata ni el oro amarillo


ni los brillantes serán un tesoro
superior a un hijo. 803

TONADA DE LAS SIETE FLORES DE OTOÑO

Página 74
Cuando conté las flores que florecen
sobre los campos al venir el otoño
salieron siete especies:
la lespedeza[37] el miscanto[38], la chilca,
la flor de la pueraria[39] con la patrinia[40]
y la flor farolillo. También la clavellina. 1537-1538

ODA A DOS ÓVALOS SAGRADOS

El referirlo, en verdad me estremece.


La emperatriz, la divina Tarashi,
yendo a Corea para pacificarla,
y como alivio de sus preocupaciones,
tomó en sus manos y celebró el valor
de dos peñascos finos como corales;
y los mostró ante la faz del mundo,
que eternamente fueran reverenciados;
los colocó con sus augustas manos
en Valle Kofu en la costa Fukae,
junto a aquel mar de fondos abismales.
Siendo divinos, de divina apariencia,
aún ahora serán reverenciados
los óvalos sagrados. 813

Antistrofa

Los constituyó a fin de marcarlos


diuturnamente como cielo y tierra:
óvalos sagrados. 814

ELEGÍA A LA MUERTE DE SU HIJO FURUJI

¿De qué me sirven las siete joyas raras


que en este mundo los hombres apetecen
y justiprecian? Mi hijo Furuji,
el que nació a la vida cual blanca perla
de nuestras dos entrañas, por la mañana
al brillar el lucero, sin levantarse
del acolchado lecho ora sentado
ora brincando jugaba con, nosotros;
y por la tarde cuando salía el véspero
al acostarse, tomaba nuestras manos

Página 75
y nos decía gracioso y zalamero:
«Papá y mamá no quiero dormir solo;
juntos los tres como la sakikusa»[41]

Cuando pensaba verlo desarrollarse


y hacerse un hombre, saliera bueno o malo;
cuando empezaba a abrigar confianza
como en gran barco, vino y sopló una racha
súbitamente de viento traicionero.
Sin encontrar remedio ni socorro,
me puse al cuello la estola de albo güiro,
cogí en mi mano el espejo sagrado,
y supliqué a los dioses supernos,
recé postrado a los dioses terrestres:
que lo que fuera, o lo que no,
los dioses decidieran; lo supliqué
erguido y dando saltos. Pero ni un punto
vino la mejoría, y poco a poco
se fue hundiendo su cara, día tras día
fue dejando de hablar, y se acortó
su corta vida tensa.

Salté de rabia, pisé el suelo, grité,


me revolqué y golpeé mi pecho.
Desde mi mano voló mi niño al cielo.
¡Caminos de la vida! 904

Antistrofas

Como es tan chiquito, no sabe el camino.


Toma mi ofrenda, ángel, y lo aúpas
hasta tu destino. 905

Te doy mi oblación y te lo encarezco:


sin desviarte, llévalo derecho,
guíalo hasta el cielo. 906

DOS ENDECHAS A LA MUERTE DE SU ESPOSA

Los acedaraques que ella estuvo viendo


ya se dispersan; mis ojos que lloran
no están aún secos. 798

Página 76
En el monte Ono se alza una neblina;
con los suspiros que salen de mí
se alza esa neblina. 799

ELEGÍA EN BOCA DE KUMAGORI ÓTOMO, QUE MURIO A SUS DIECIOCHO AÑOS DE EDAD, YENDO
A LA CAPITAL

Hacia la Corte, la supersoleada,


salí, dejando mi madre de amplios senos;
crucé cien montes y me adentré por tierras
desconocidas, mientras iba pensando
y le decía a mis acompañantes
que en pocos días veríamos la Corte.
Súbitamente me aquejó una dolencia,
y en el camino largo como alabarda
recogí grama y yerbas, y las puse
en vez de lecho, y yací sobre el campo
mientras pensaba postrado entre lamentos:
«Allá en mi tierra mi padre me cuidara;
allá en mi casa mi madre me cuidara.»
¿Así será el camino del mundo?
¡Que como un perro, tendido en el camino
acabe así mi vida! 886

Antistrofas

No veo a mi madre, la de senos firmes.


Ensombrecido, no sé a quién volverme
para despedirme. 887

Camino ignorado y de gran brazaje.


¿A dónde iré entre sombra y sombra
sin matalotaje? 888

Si estuviera en casa, madre me atendiera.


Entre sus brazos, si me iba a morir,
contento muriera. 889

Contarán los días que voy de viaje;


dirán: «Hoy, hoy», y me esperarán
mi padre y mi madre. 890

¿Tendré yo que hacer esta despedida

Página 77
dejando a mis padres sin volver a verlos
ya más en la vida? 891

ELEGÍA DE DESPEDIDA A JIRONARI TAYIJI, LEGADO IMPERIAL ENVIADO A CHINA EL AÑO 733

Se ha transmitido desde la edad divina


que el celestial, el país de Iamato,
es un país hermoso e imperial,
país guardado por la Alta Palabra:
así refieren, así se ha transmitido.
En nuestra edad los hombres cualesquiera
palpablemente lo ven y lo comprenden.

Y aunque es verdad que los hombres abundan,


la magna Corte del sol altibrillante,
siendo divina, plena en benevolencia,
os escogió como ínclita progenie
de antepasados que rigieron la tierra,
para entregar mensajes imperiales,
y os comisiona al remoto confín
de la Gran China, a donde os dirigís.

Innumerables, los dioses poderosos,


que aposentados aquende y allende
el ancho piélago vagan predominantes,
os encaminen guiando el tajamar.
En cielo y tierra los dioses poderosos
y el alma sacra del gran país Iamato,
aleteando por sobre el firmamento
del cielo eterno, se dignen conduciros.

Y a vuestra vuelta, la misión consumada,


una vez más los dioses poderosos
tiendan su mano por sobre el tajamar;
y venga el barco, sin desviar su ruta,
como va recto el cordel entintado,
por cabo Chika hasta la playa
de Mitsu, la de Ótomo.
Sin contratiempos y pleno de vigor,
volved al país pronto. 894

Antistrofas

Página 78
Barreré el pinar de Mitsu en Ótomo,
y allí de pie estaré esperando.
¡Que volváis pronto! 895

En cuanto me digan que ha llegado el barco


a Naniwatsu, iré a recibiros
medio enchancletado. 896

ROMANCE DE LA ESTRELLA HILANDERA Y EL ASTRO BOYERO

El astro Pastor y la estrella Hilandera,


desde que el cielo se apartó de la tierra,
en cada banda del río como estera,
sin descansar están enamorados,
sin descansar están entristecidos:
el agua azul corta sus esperanzas,
la nube blanca sus lágrimas suscita.
¿Y así hasta cuándo estarán suspirando?
¿Y así hasta cuándo estarán anhelando?
Si él poseyera una barca bermeja;
si él poseyera remos perliengastados,
cruzara el río en la calma del alba,
bogara el río al flujo de la tarde.
Y extendería en la orilla del río
del cielo eterno el airoso capote,
y enlazarían brazo con brazo fino,
y dormirían noches innumerables,
aun no siendo invierno. 1520

Antistrofas
del Pastor a la Hilandera

El viento y la nube pueden franquear


las dos orillas, y no las franquean
nuevas de mi amada. 1521

El río del cielo un tiro de piedra


lo cruzaría: ¡cómo me rebela
que sea barrera! 1522

COPLA DE NOSTALGIA POR JAPÓN, COMPUESTA ESTANDO EN CHINA

Vamos, hijos míos, de vuelta a Japón,

Página 79
que nos esperan los pinos playeros
de Mitsu en Ótomo. 63

COPLA DE NOSTALGIA POR LA CAPITAL, COMPUESTA EN TSUKUSHI

Cinco años viviendo en pueblo lejano


como los cielos: la cortesanía
ya se me ha olvidado. 880

COPLA DE DESPEDIDA DE UN BANQUETE

Señores, Okura volverse quisiera,


que ya mis niños estarán llorando,
y mi esposa espera. 337

CANTARES DE DESPEDIDA

¡Quién fuera avecilla que vuela hasta el cielo;


acompañarte a la Capital,
y volver de un vuelo! 876

Antes lo sabía, lo sabré después:


que mi añoranza no será liviana
cuando ya no estés. 878

SOLEDAD

De noche en mi casa yo solo contemplo


la primeriza de la primavera,
la flor del ciruelo. 818

ENDECHAS A UN HUMILDE MARINO LLAMADO ARAO, QUE SE OFRECIÓ A IR A UN VIAJE A


PETICIÓN DE UN AMIGO, Y MURIÓ EN EL MAR

La esposa de Arao le sirvió el arroz


y fue a la puerta: «¿Vendrá o no vendrá?»
Pero no volvió. 3861

No taléis el bosque en el monte Shika,


que quiero verlo pensando en Arao
como él lo veía. 3862

Traed barcos grandes y barcas chiquitas,


y buceando vamos a buscar
a Arao de Shika. 3869

Página 80
ENDECHA AL PRÍNCIPE ARIMA

Nota histórica. El príncipe Acima fue condenado a muerte y enviado fuera de la capital para ser ejecutado en
otro lugar, pero sus guardianes tenían orden de matarlo por el camino. El príncipe estuvo dejando ofrendas sacras
colgadas de los pinos de su itinerario. En recuerdo de su muerte, Okura escribió esta endecha:

Revoloteando lo mismo que un ave


mientras nos mira.
No lo sabrá el hombre; los pinos lo saben. 145

ELEGÍA FINAL, ESTANDO EL POETA A LA MUERTE

Mientras se está en esta vida tensa,


todos desean la paz y la salud,
nadie desea lutos ni contratiempos;
pero este mundo es duro y es penoso.
Como ya dicen que «a la llaga punzante
como un puñal, le echo sal picante»,
y que «al caballo cargado con el fardo
más oneroso lo azoto y sobrecargo»,
a este mi cuerpo, que está ya envejecido,
ahora agobian achaques y dolencias.
Paso los días en mil lamentaciones,
paso las noches en vela suspirando;
por largos años se prolongan mis males,
meses y meses triste y tambaleando,
que en tales males más me vale la muerte.
Morir no quiero ni abandonar mis niños,
tan retozones como moscas en mayo;
cuando los veo, el corazón me quema.
Qué no me abruman tantos padecimientos
que lloro dando voces, 897

Antistrofas

Yo no encuentro nada que a mí me conforte.


Como avecilla que canta en las nubes
lloro dando voces. 898

Sin remedio alguno padezco y me aflijo.


Quisiera irme y escapar corriendo,
pero están mis hijos. 899

Les sobra a los niños de familia rica,

Página 81
y se a polilla: ropita acolchada
y de seda fina. 900

Ni siquiera un traje de güiro malucho


para mis niños. ¿Tendré que sufrirlo
sin remedio alguno? 901

Estoy suplicando que esta vida breve


como burbuja se alargue mil varas
como andarivel. 902

Aunque valgo menos que vale un pechero


de sarga basta, quisiera vivir
mil años enteros. 903

LAMENTO FINAL

¿Podrá ser que un hombre muera sin un nombre


que plenamente dure y se celebre
mil generaciones? 978

TABITO DE OTOMO (665-731)

LOORES AL VINO

En vez de pensar inanes sandeces,


valdría más beberse una copa:
¡el vino y las heces! 338

Aquel viejo sabio de tiempos antiguos


¡qué bien lo dijo!, que hablando del vino
lo llamó divino. 339

Lo que deseaban en tiempos antiguos


los siete sabios viviendo en el yermo,
no era más que vino. 340

Más que sentenciar mil sabihonduras,


vale beber y en la borrachera
llorar amarguras. 341

Esa cosa noble y fundamental

Página 82
que ni se explica ni se supedita,
en el vino está. 342

En vez de vivir vil, indefinido


y a medias tintas, quiero ser barril
y empaparme en vino. 343

Cuando un hombre es necio, habla sabihondo,


y nunca bebe, si me fijo bien,
me parece un mono. 344

Tesoro escondido que no tiene precio


es una copa de vino pardillo,
y no hay otro ejemplo. 345

Ni el mismo brillante que fulge en la noche


se iguala al vino, que quita las penas
y preocupaciones. 346

Con tantos placeres como hay en la tierra,


y sólo alivia el llanto que sale
en la borrachera. 347

Con que en este mundo viva divertido,


no se me importa si en el venidero
soy pájaro o bicho. 3484

Si todos los hombres tienen que morir,


más vale ahora que se está en el mundo
gozar y vivir. 349

El que pensativo profiere sentencias,


mejor haría si se emborrachara
y llorara penas. 350

CANTAR DE SOLEDAD

¿Habrá otra mujer que se me recueste


sobre mis brazos como se arrimaba
aquella mujer? 438

CANTARES DE RETORNO A CASA

El árbol enebro que en Bahía Tomo

Página 83
vio mi hermanita queda aún eterno.
Ella no quedó. 446

El vergel que juntos plantamos los dos,


ella conmigo, se ha vuelto alto soto
en germinación. 452

El arroyo Kisa que veía antaño,


lo veo ahora y se me parece
cada vez más claro. 316

CANTARES DE RECUERDO Y AÑORANZA

¿Volverá otra vez mi fuerza pasada?


¿Me quedaré sin ver nunca más
la Corte de Nara? 331

Quiero que perdure esta vida mía,


sólo por ver el arroyo Kisa,
que antaño veía. 332

CADUCIDAD

Cada vez que pienso que todo en la tierra


es baladí, tanto más y más
me embarga la pena. 793

REGALANDO UN KOTO A FUSASAKI FUYIUARA

El Koto, en figura de doncella, se aparece en sueños y dice:

¿Cuándo podrá ser, qué hora del día,


que quien me entiende, en vez de almohada
me dé sus rodillas? 810

El soñador, Tabito, responde:

Aunque no eres más que madera muda,


serás el Koto que toquen las manos
de mayor finura. 811

AL CIRUELO

Se esparce en mi huerto la flor del ciruelo,


y parecía como si nevara

Página 84
desde el firmamento. 822

CANTAR AÑORANDO LA CAPITAL

Mejor que triaca con que hasta se vuela,


con ver la Corte mi cuerpo achacoso
rejuveneciera. 848

CANTARES A LOS CIRUELOS

La flor del ciruelo, que a la misma nieve


quita el color, está florecida
¡y nadie la ve! 850

La flor del ciruelo en sueños me dijo:


«Me considero una flor galana;
échame en tu vino» 852

SAGA DE LAS SERRANAS PESCADORAS EN EL RIO

Una vez fui a la región de Matsura, y vagando por sus contornos visité el cañón
del río Tamáshima. Allí encontré casualmente a unas jóvenes pescadoras. Sus rostros,
como flores, eran incomparables; sus cuerpos, resplandecientes, eran sin par. Se
arqueaban sus cejas como ramas de sauces llorones; rojeaban sus mejillas como
melocotones. Su simpatía llegaba a las nubes, y su elegancia no era de este mundo.
Les pregunté:
—¿De dónde sois? ¿Quién es vuestro padre? ¿No seréis hadas?
Me contestaron:
—Somos hijas de un pescador. Nuestra choza no merece la pena de verse. No
tenemos pueblo ni casa. No somos dignas de decirte nuestro nombre. Pero desde
niñas nos criamos en el agua, y dentro del corazón gustamos de las montañas. Una
vez, en la playa de Rakusui, envidiamos el cuerpo de un pez gigantesco; otra vez nos
recostamos en los desfiladeros de Fuzan[42] y contemplamos las nieblas flotando.
Ahora sin pensar nos hemos encontrado con un noble como tú, que va de viaje. Sin
poder ocultar nuestra alegría, te hemos revelado nuestro corazón. ¿No quieres darnos
tu compromiso hasta que se vuelvan canos nuestros cabellos?
Yo les dije:
—Sí, sí; es un honor hacer lo que decís.
Se ponía el sol y mi potro moro estaba impaciente por volver. Conque dije:

Aunque me decís que sólo sois hijas


de un pescador, veo que sois hijas
de noble familia. 853

Página 85
Me contestaron:

En este Tamáshima allá, río arriba,


está la casa. No te lo dijimos
de ti cohibidas. 854

Les dije:

En río Matsura de rabión brillante


truchas pescáis mientras se os moja
la orla del traje. 855

En río Tamáshima el que está en Matsura


no sé la casa de las que en la orilla
en pie pescan truchas. 856

En los blandos brazos que pescan truchitas


en el Matsura, en esta hermosura
me recostaría. 857

Las jóvenes respondieron:

Si tu entrega es honda como son las ondas


en el Matsura, donde pesco truchas,
a mí me enamoras. 858

Corren las truchitas en la primavera


por las vaderas cerca de mi pueblo,
penando en tu espera. 859

Aunque se remanse en siete remansos


el río Matsura, yo, sin remansarme,
te estaré esperando. 860

Los que esta historia oyeron, recitaron:

En el rabión raudo del río Matsura,


¿se mojará su falda alazor
mientras pescan truchas? 861

El río Tamáshima que todos han visto,


el de Matsura, ¿seguiré sin verlo,
de murrias mohíno? 862

Página 86
Los que por Tamáshima, del río Matsura,
ven a las chicas pescando truchitas,
¡me dan más pelusa! 863

EN TSUKUSHI

Iamato o aquí, creo que es lo mismo:


que es el país que rige el Micado,
Señor serenísimo. 956

RECORDANDO LA VILLA IMPERIAL DE IOSHINO

El rabión de Jaia, ¿tendrá parejura


con las cascadas del río Ioshino
donde nadan truchas? 960

ESTIVAL

En pueblo en que caen flores de azahar,


se multiplican los días que el cuco
canta por su amada. 1473

DOS CANCIONES DE OTOÑO

Ya viene a cantar el ciervo a mi otero.


Por su querida la flor lespedeza
viene y canta el ciervo. 1541

En el altozano ya van a caer


las lespedezas ante el viento frío,
¡y nadie las ve! 1542

CANCIÓN DE INVIERNO.

La nieve burbuja, trivial, tan trivial,


todo lo alfombra. Y yo pienso en Nara,
en la Capital. 1639

MUSHIMARO DE TAKAJASHI
(comienzos de la época de Nara).

ROMANCE DE TAMANA

Página 87
Atravesada Awa la de colimbos,
en puebla Punta la de arcos de catalpa,
vivió Tamana, muchacha de anchos pechos
y de cintura fina como de avispa.
Cuando salía su perfecto perfil,
y sonreía lo mismo que una flor,
cuantos andaban la senda de alabarda
se desviaban del propio derrotero,
e ininvitados rondaban su portal.
Un caballero avecindado al lado
desalojó de antemano a su esposa,
y dio la llave a quien no la pedía.
Todos los hombres así se embarullaban,
y cuentan que ella con lasciva blandura
los iba seduciendo. 1738

Antistrofa

Cuentan que a su verja venían los hombres


y ella salía, de todo olvidada,
a la media noche. 1739

ROMANCE DE LA JOVEN DEL PUENTE

Por el gran puente pintado en bermellón


del Katashiwa, del río rielante,
con falda larga, color rojo carmín
y manto azul que el mercurial tiñó,
camina sola y cruza una muchacha.
¿Tendrá marido, joven cual joven yerba?
¿Dormirá sola, cual fruto del melojo?[43]
Yo mismo a ella se lo preguntaría,
si su casa supiera. 1742

Antistrofa

Si viviera yo al final del puente,


a esa muchacha que triste lo cruza
le daría albergue. 1743

ROMANCE DE TEGONA

Página 88
Donde los gallos cantan antes al día,
en el Levante se sigue refiriendo
aún ahora esta historia de antaño
sobre Tegona de Mama de Katsúshika.
Traje de cáñamo con cuello verdiazul,
y de faldón tejido de abacá.
Ni su cabello lo alisaba con peine,
ni de calzado llevó nada jamás.
Pero no había doncella que luciera
guadamecí y se le equiparase.
Cuando se erguía sonriendo cual flor,
con aquel rostro cabal cual plenilunio,
se aglomeraban los hombres a porfía
como en verano van a la luz los cínifes,
como los barcos bogan raudos al puerto.
Si no se vive sino un fugaz instante,
¿por qué pensó tan ofuscadamente
que fue a yacer en la profunda tumba
del arrecife donde las olas braman?
Esto ocurrió un lejano pasado,
pero lo siento igual que si ayer mismo
lo hubiera contemplado. 1807

Antistrofa

Cuando vi en Katsúshika el pozo de Mama,


fui recordando a Tegona erguida
y sacando agua. 1808

ROMANCE DE UNAI

Hubo en Ashiia una joven, Unai,


que desde niña de ocho impúberes años
hasta que ató sus crenchas en rodete,
nunca fue vista en las filas de casas
y estuvo oculta cual güiro blanquinoso.
Cuando los hombres, agitados por verla
formaban corro y la solicitaban;
y cuando Chinu y otro joven, Unai,
rivalizaron con saña sanguinaria
y hasta quemaron por ella romas chozas;
cuando empuñaron el arriaz de la espada

Página 89
y se terciaron carcaj y arco de husera,
y se enfrentaron dispuestos en su lucha
a entrar en agua y a pasar por el fuego,
la doncellita habló a su madre y dijo:
«Por mí, más tosca que pechera de sarga,
tengo que ver lidiar los paladines.
Aunque yo viva, ¿podré al cabo casarme?
Espetaré venado y babirusa,
y esperaré en el Venero Rosa»[44]
Ya la muchacha murió en su pesadumbre,
siendo su pecho estanque sin salida.
Ya el joven Chinu, que vio su muerte en sueños,
seguidamente se fue en su seguimiento.
Ya el demorado, Unai, el otro joven,
miró hacia el cielo, lloró clamoreando,
dio un pisotón y rechinó los dientes,
diciendo al émulo: «Aún no estoy vencido»;
desenvainó del hombro su puñal,
y los siguió, tenaz como guanquí.
Se convocaron los deudos y parientes,
y como muestra para edades futuras,
y como marca para edades lejanas,
edificaron la tumba de ella en medio,
y dispusieron a un lado y otro lado
las de los mozos. De estas informaciones
no estoy seguro, pero a voces lloré
como reciente duelo. 1809

Antistrofas

Al ver el sepulcro donde está la pobre,


la doncellita Unai de Ashiia,
lloré dando voces. 1810

Las ramas del árbol de la tumba de ella


se ladeaban hacia el joven Chinu
—tal como se cuenta. 1811
(La última antistrofa indica que la muchacha en realidad quería a Chinu.)

BALADA DE URÁSHIMA

En primavera, los días que hace niebla,

Página 90
cuando contemplo en playa Suminoe
cómo se mecen los barquitos pesqueros,
siempre recuerdo esta historia de antaño.
En Mizunoe hubo un joven, Uráshima,
que fue a pescar bonitos y besugos.
Le cundió tanto que estuvo siete días,
y fue remando hasta el confín del mar,
donde encontró de una casualidad
a una doncella hija del dios del mar.
Se declararon y hubo consentimiento;
con que juraron y fuéronse los dos
al reino eterno, entrando en el palacio
del dios del mar, y enlazadas sus manos,
vivieron juntos en una extraña alcoba.
No envejecían ni habían de morir;
pero he aquí que cuando parecían
ser inmortales, el joven insensato
de nuestro mundo le habló a su esposa y dijo:
«Sólo un momento volver quisiera a casa,
contarle todo a mi padre y mi madre,
para volver mañana mismo aquí.»
Cuando esto dijo, respondió la muchacha:
«Si volver quieres al país inmortal,
y como ahora vivir siempre conmigo,
¡que no destapes este cofre jamás!»
El prometió con grandes juramentos
y retornó a la playa Suminoe.
Miró a su casa, pero no vio su casa.
Miró a su pueblo, pero no vio su pueblo.
Conque pensó todo maravillado:
«¿Se va a esfumar la casa y su vallado
en los tres años que de ella me ausenté?
Tal vez con sólo abrir esta cajita,
volverá a estar mi casa en su lugar.»
Y entreabriendo el espléndido cofre,
vio que salía un humo blanquecino
y que flotaba hacia el reino inmortal.
Echó a correr, gritó, movió su manga,
se revolcó, pisoteó de rabia,
pero al instante perdió el conocimiento.
Su joven piel quedó llena de arrugas.

Página 91
Su pelo negro encaneció al momento,
y poco a poco su aliento se cortó,
y finalmente quedó muerta su vida.
En Mizunoe se ven aún las ruinas
de la casa de Uráshima. 1740

Antistrofa

Debiste vivir una infinitud,


y por razón de tu corazón…
¡qué loco ese tú! 1741

CANCIÓN ORGIÁSTICA

En Mont-Tsukuba donde el águila vive,


en Mont-Mojaki, al lado de la fuente,
se dan la cita los hombres y las hembras,
y se reúnen a cantar y bailar.
Me mezclaré con esposas ajenas,
y que otros hombres cortejen a mi esposa.
Pues la deidad que rige esta montaña
ya desde antiguo no niega su licencia.
Tan sólo hoy:
—«Tú, no me compadezcas.»
—«Mujer, no me reproches.» 1759

Antistrofa

Aunque se encapote y empiece a llover,


y aunque me cale, del monte divino,
¿me voy a volver? 1760

ODA AL MONTE FUYI

Entre el país raro y bello de Kai


y el de Suruga, lugar del oleaje,
se yergue enhiesta a horcajadas y en medio
de ambos países la cúspide del Fuyi.
Allá no alcanzan ni las nubes del cielo;
no la rebasan ni las aves que vuelan.
Arde su fuego que las nieves apagan;
caen las nieves que su fuego derrite.

Página 92
El inefable, el monte inenarrable,
el misterioso, donde reside un dios[45].
Hay un ibón, el Sé de apelación,
con el borbor que el monte represó.
Hay un rabión, el Fuyi caudaloso,
con los arroyos que el monte encajonó.
En la nación por donde nace el sol,
es espigón donde reside un dios,
es un tesoro y un monte, ambos a dos.
Por más que veo la cúspide del Fuyi,
nunca me sacio yo. 319

Antistrofa

Dicen que en el Fuyi la nieve que queda


se licueface el quince de junio,
¡y esa noche nieva! 320

Es el monte Fuyi tan alto y horrendo


que titubean las nubes del cielo
y se ciernen lejos. 321

KANAMURA DE KASA.
Comienzos de la era de Nara. De la familia de Manzei (Kasamaro). Contemporáneo de Akajito. Acompañó a los
monarcas en diversos viajes. Sus obras fueron compuestas entre 715-733.

DOS CANTARES EN EL MONTE SHIOTSU

Hombres que me veis, hablad de la flecha


que un paladín tiró, tenso el arco,
con fuerza y destreza. 364

Tropezó el caballo cuando atravesaba


el monte Shiotsu. Era que por mí
en casa añoraban. 365

DE VIAJE

Los mares de Koshi iba navegando,


y al ver Brazal, me embargó la pena
y pensé en Iamato. 367

Página 93
RESPUESTA A UN POEMA DE OTOMARO DE ISONOKAMI

Los fieles vasallos que sirven al trono


se subordinan a las ordenanzas
del Emperador. 369

MADRIGAL A UNA JOVEN QUE ENCONTRÓ EN ABRIL DE 725 YENDO EL POETA EN EL SÉQUITO
DEL EMPERADOR HACIA LA VILLA IMPERIAL EN EL VALLE DE MIKA

Al albergarme en el valle de Mika,


te vi en la senda larga como alabarda
en lontananza como nube del cielo;
y al no poder hablarte una palabra,
lloraba a voces dentro del corazón.
Ya que los dioses del cielo y de la tierra
me hicieron hoy recostarme en tus mangas
de blando güiro y tenerte de esposa,
¡tenga esta noche la durabilidad
de cien noches de otoño! 546

Antistrofas

Desde que te vi flotando a lo lejos


nube del cielo, a ti se me va
el alma y el cuerpo. 547

Como iba esta noche a acabar tan pronto,


sin remediarlo pedí que durara
cien noches de otoño. 548

Cada año que gire las veré de nuevo:


las olas blancas del raudo caudal
de Ioshino terso. 908

Alto era el otero, y cual flor de güiro


la violenta cascada y caudal
que vi sin hastío. 909

Cinglando sacaban su barca sin falca


las pescadoras, y se oía el remo
desde la posada. 930

¿Me podré saciar de ver, paseando

Página 94
por Nakisumi y su surgidero,
el rompiente blanco? 937

Por más que ese monte lo acote el Micado,


y montaneros rondando lo guarden,
tengo que pasarlo. 950

SEÑORA DE KASA.
Amante de Iakamochi.

CANTARES DE AMOR A IAKAMOCHI

No es porque yo hablara de nuestros amores,


pero he soñado que yo destapaba
un precioso cofre. 591

Guardián de la costa: ¿tendrá más arenas


la playa que hace mil días de marcha
que tengo yo penas? 596

Por la tarde crecen las melancolías:


al acordarme de cómo me hablabas
cuando te veía. 602

Soñé que ceñía espada y puñal.


¿Qué va a decirme el presentimiento
sino que vendrás? 604

Para que yo muera sin volver a verte


era preciso en cielos y tierra
que los dioses yerren. 605

Yo también te quiero. No me olvides tú:


sé como el viento que sopla en la playa
sin tener quietud. 606

Suena la campana que le dice a todos:


«Gentes, dormid.» Al pensar en ti,
¿podré dormir yo? 607

El estar queriendo al que no me quiere


es ir al templo y al pie de un diablo

Página 95
postrarle la frente. 608

También está lejos el juncar de Mano


en Michinoku, y bien que se ve
en sueños fantásticos. 396

¡Si fueras siquiera la flor clavellina


que veo siempre en mi jardincito
al rayar el día! 1616

SEÑORA SAKANOE (695-después de 750).


Hermana mayor de Tabito de Otomo, y esposa sucesivamente del príncipe Jozumi, de Maro de Fuyiwara y de
Sukunamaro de Otomo.

SÚPLICA AL DIOS OSHIJI, TUTELAR DE LA FAMILIA OTOMO

Oh dios penate que nacido bajaste


de la llanura del cielo sempiterno:
emblanqueando la rama de cleyera[46]
del hondo monte, ofrendándote güiro,
te adoso un jarro sobre la tierra pura,
cuelgo guirnaldas con cuentas de bambú,
como una cierva ante ti me arrodillo
vistiendo el chal de lánguida mujer,
y de este modo te elevo mi plegaria:
¡haz que con él me vea! 379

Antistrofa

Con mis manos alzo de güiro la estera,


y de este modo hago mi plegaria:
¡que con él me vea! 380

A LA MUERTE DE LA MONJA RIGAN, COREANA

Desde Shiragui, país de astas de güiro,


creyó a la fama que la gente corría
y cruzó el mar, viniendo a este país
sin la compaña de hermanos y allegados.
Y aunque se alzaba, en el país que rige
el gran Micado, la Corte soleada;

Página 96
y aunque abundaban pueblos y caseríos,
¿de qué manera debió considerarlo
que en el confín de los montes de Sajo
buscó refugio como niño que llora?
Cual blando güiro se levantó una ermita,
donde vivía perseverantemente
por largos años preciosos como gemas.
Y como quiera que los hombres que viven
no pueden nunca eludir el morir,
cuando viajaban, yerbas por almohada,
todos aquellos en quienes confiaba,
una mañana cruzando el río Sajo,
dejando atrás la campiña de Kásuga,
y dirigiéndose a los montes fragosos,
quedóse oculta como nocturna niebla.
Sin saber ya qué hacer o qué decir,
me prosterné en total soledad,
y lloré tanto que se empapó mi ropa
de blando güiro.
Mis lágrimas se hicieron nube flotante
sobre el monte de Arima y cayeron en lluvia. 460

Antistrofa

No es ésta una vida que por siempre dure;


dejó su casa blanda como güiro,
y voló a las nubes.

CANTAR A SU SEGUNDO ESPOSO, MARO DE FUYIWARA

Cuando dices: «Vengo», no vienes a veces,


y no prevengo, si dices: «No vengo»,
que vengas a verme. 527

CANTAR ESCRITO A SUS TREINTA Y CUATRO O TREINTA Y CINCO AÑOS, DESPUÉS DE HABER
PERDIDO A SUS TRES MARIDOS

No sé todavía qué será querer


hasta tener con cabellos negros
cabellos de nieve. 563

QUEJA DE AMOR

Página 97
Como en Naniwa, la lúcida en sus olas,
arraiga el cárice[47] firme me prometiste
que me amarías años hondos y largos.
Desde ese día te di mi corazón
claro y pulido como brillante espejo
sin fluctuar hacia allá o acullá
como las algas que ondean con las olas,
y confiada como en enorme nave.
¿Te lo impidieron los dioses poderosos,
o te estorbaron los hombres transitorios?
Que ya no vienes tú que tanto acudías,
ni ya se ve el bastón de catalpa
del mensajero. Y aunque sin remediarlo
me lamentaba lo que duran las noches
de belamcanda[48] y hasta ponerse el sol,
el de arreboles, de nada me servía;
y aunque anhelaba, no conocía alivio.
Con razón llaman frágil a la mujer,
que lloro a voces como una criatura,
me intranquilizo y desasosegada
espero al mensajero. 619

Antistrofa

Si no hubiera dado tantas esperanzas


desde el principio, no padecería
estas añoranzas. 620

CANTAR ESTANDO EN TSUKUSHI Y AÑORANDO A SUS HIJOS, QUE PERMANECÍAN EN LA


CAPITAL

Di mi buena perla a un buen guardador,


y en fin, en fin, vamos a dormir
mi almohada y yo. 652

CANTOS DE AMOR

Yo soy la que quiere, solamente yo.


Que tú me dices que me estás queriendo
por consolación. 656

Que no te quería, me decía yo.


Color de endrino, pronto desvaído,

Página 98
es mi corazón. 657

Cuando me sonrías luminosamente


como la nube sobre el monte azul,
tápalo a la gente. 688

AL TEMPLO GANKÓ

Si buena es mi tierra, que es la tierra de Ásuka,


la Asuka de Nara, que es la verdinegra
¡más bueno es mirarla! 992

EN UN BANQUETE

Bebed sin perder oportunidades,


que hasta la flor nace en primavera
y en otoño cae. 955

COMPUESTO PARA ENVIÁRSELO AL EMPERADOR JUNTO CON UNA ARDILLA

Al monte Alto Blanco le dieron ojeo


los paladines, y al pueblo ha bajado:
una ardilla es esto. 1028

Nota. El animalito murió y no llegó a enviarse al monarca.

CANTARES AL CUCLILLO

¿A razón de qué lo añoré yo tanto,


si oyendo al cuco otras añoranzas
se van redoblando. 1475

Pájaro cuclillo, no cantes así,


que estando sola sin coger el sueño,
oírte es sufrir. 1484

Al que nunca viene porque está sin tiempo,


pájaro cuco, ve volando y dile
lo que estoy sufriendo. 1498

A UNA LESPEDEZA TARDÍA

Ni en las flores quiero atolondramientos:


¿podrán vencer a los corazones
tardíos y enteros? 1548

Página 99
CANTAR EN SU QUINTA DE TAKEDA

Desde un trastrocado, mísero arrozal


de diez tahúllas, cobijada, pienso
en la Capital. 1592

A LA NIEVE

¿Por qué se derrite, sin nadie impedirlo,


la nieve blanca sobre los abrojos
al pie de los pinos? 1654

CANTAR ENVIADO A IAKAMOCHI, QUE SE HALLABA EN TIERRAS DE KOSHI

Aunque te marchaste, todavía sigo


viéndote en sueños,
y es que el amor crece no correspondido. 3929

Página 100
CUARTO PERIODO
(733-760)

Es la época de Iakamochi, el gran compilador del Manioshu. Perteneciente al


poderoso clan Otomo, heredó las dotes líricas de su padre y de su tía Sakanoe, Su
vida política fue azarosa, llegando a ser privado de sus títulos postumamente.
Terminó la compilación del Manioshu cuando tenía cuarenta y dos años. Aunque sus
odas no poseen la potencia lírica de Jitomaro, ni la hondura conceptual de Okura, ni
la ligereza de Mushimaro, tocan temas nuevos («A un halcón blanco», «Al
cormorán», «Al oro de Michonoku»…), por lo que se han seleccionado 20 de las 46
que ha dejado. De sus tankas seleccionamos casi la mitad: 170.
En este período son dignos de recordatorio especial otros dos poetas: dos amantes
marginados socialmente. Chigami era una vestal diaconisa en Ise, el santuario central
del shinto. Se enredó en unos amores prohibidos con un samurai llamado Iakamori.
Descubiertos, él fue desterrado a una provincia lejana. Intercambiaron 63 cantares (40
de él y 23 de ella), llenos de pasión. Presentamos aquí 19 de ellos.

EMPERATRIZ KOKEN,
monarca XLVI. Vivió: 718-770. Reinó dos veces, la primera vez con el nombre de Koken (749-758) y la segunda
vez con el nombre de Shótoku (765-770), tras deponer y asesinar a Yunnin.

VIENDO UN «ROMPEZARAGUELLES»[49] EN LA MANSIÓN DE NAKAMARO DE FUYIUARA

¿Hay en este pueblo escarcha perpetua?


El matorral que veo en verano,
¡cómo amarillea! 4268

EMPERADOR YUNNIN,
monarca XLVII (vivió: 733-765; reinó: 758-765).

SIENDO PRÍNCIPE HEREDERO, EN UN BANQUETE EN PALACIO, Y ALUDIENDO A LA REBELIÓN DE


NARAMARO TACHIBANA QUE HABÍA SIDO SOMETIDA FÁCILMENTE

Lo que es infinito como sol y luna


resplandecientes en cielos y tierra,
¿va a sentir angustias? 4486

PRINCIPE IÚJARA,

Página 101
hijo del príncipe Shiki (a mediados del siglo VIII).

EN IOSHINO

En Río Natsumi el que está en Ioshino,


en los remansos cantan los lavancos
bajo el monte umbrío. 375

DOS CANTARES A LA LUNA

¡Oh dios de la luna celestial, lunera:


te adoro y pido que esta noche dure
igual que quinientas! 985

AL GRILLO

La luna en la noche, la pena en el alma,


en mi jardín el blanco rocío,
y un grillo que canta. 1552

PRÍNCIPE AKI,
hijo del príncipe Kasuga y nieto de Shiki.

EN ISE (año 718)

Si en la playa de Ise las blancas olitas


se hicieran flores, como «souvenir»
te las mandaría. 306

ELEGÍA AL SER SEPARADO DE SU ESPOSA

Nota histórica. Aki se casó, contra las reglas, con Iakami, una dama de la corte, por lo que fue castigado, y
ella enviada sola a su pueblo natal.

No está mi esposa, que está en tierras lejanas,


y es el camino largo como alabarda.
Mis añoranzas son intranquilidades,
y mis nostalgias zozobras son, y penas.
¡Si fuera nube que corre por el cielo,
si fuera ave que vuela por la altura!
Mañana iría y hablaría con ella.
Y tú conmigo estarías dichosa,
y yo contigo estaría dichoso.

Página 102
Como lo veo en sueños sería en realidad. 534

PRÍNCIPE ICHIJARA,
hijo del príncipe Aki.

EN UN BANQUETE, A SU PADRE

Las yerbas vernales se marchitan luego.


Sé tú perenne, venerable amigo,
igual que el roquedo. 988

BEBIENDO VINO BAJO UN PINO, EN LA CUMBRE DEL MONTE IKUYI (enero 744)

Pino solitario, ¿cuántos evos viste?


¿Suena tan claro el viento al rozarte
por lo que viviste? 1042

LAMENTANDO SER HIJO ÚNICO

¡Qué pena la mía de ser hijo único,


si hasta se dice que tienen hermanas
los árboles mudos! 1007

EN UN BANQUETE EN CASA DE KIIOMARO DE NAKATOMI (primavera de 759)

Eres más fragante que flor del ciruelo,


y aunque lejano, pienso tanto en ti
que por ti me muero. 4500

PRÍNCIPE NAGAIA (676-729),


hijo de) príncipe Takechi.

OTOÑAL

¡Qué pena que caigan los arces rojizos


que hacen brillar el monte del templo
del Vino Divino! 1517

PRINCESA JIROKAWA,
hija del príncipe Kamitsumichi y nieta del príncipe Jozumi.

Página 103
Hasta siete carros pudiera llenar,
si fuera yerba, el querer que tengo
por mi voluntad. 694

Cuando me creía que el amor jamás


retornaría, no sé yo de dónde
me vino a enredar. 695

PRINCESA TAKATA,
hija del príncipe Takaiasu, a su vez hijo del príncipe Kochi, a su vez del príncipe Naga, quinto hijo de Tenmu.

CANTO DE AMOR

Hay en este mundo tanto chismorreo


que te veré en el otro mundo,
si ahora no puedo. 541

PRIMAVERAL

Sobre la campiña floraban mosquetas,


y con la lluvia de la primavera
floran violetas. 1444

PRÍNCIPE TAKAMIIA,
sin datos biográficos. Mediados del siglo VIII.

El cuervo que arrasa el pobre arrozal


de Baramón, hinchados los párpados
se posa en un asta. 3856

PRINCESA KUME

¿También esta noche flotan en el río


de la montaña las hojas caídas
del arce rojizo? 1587

IAKAMOCHI DE ÓTOMO
(718-785)

Página 104
ELEGÍA A LA MUERTE DE LA MADRE DE TOIONARI FUYIUARA, HIJO POLÍTICO DEL POETA

Desde el principio del cielo y de la tierra,


los escuadrones de los ochenta clanes
son un mester en que se juramentan
a obedecer a nuestro gran Micado,
y en el que acatan la sagrada palabra
del gran Micado; y así, para regir
los territorios lejanos como el cielo,
cruzan los ríos y los montes fragosos,
sin más noticias que las nubes y el viento,
sin reencuentros, cetrinos y nostálgicos.
Por el camino largo como alabarda
se presentó un hombre que me dijo
que tú, que estás en mis reminiscencias,
sientes pesares y hondas melancolías;
que como el mundo es cuita y es dolor,
hasta las flores se agostan con el tiempo,
y hasta los hombres pasan evanescentes;
y que tu madre, la de cumplidos senos
límpido espejo que insaciable mirabas,
(cómo y por qué y en tiempo intempestivo),
aún gallarda cual sarta de rosario,
finalizó como el agua que pasa,
como la niebla que flota y se disipa,
como el rocío que cae y que se esfuma,
igual que un alga que fláccida se abate.
¿Fue disparate que la gente publica?
¿Fue desvarío que la gente pregona?
Y aunque es rumor lejano como el eco
nocturno y sordo del arco de catalpa,
lloré al oírlo como inundante lluvia
que nunca finaliza. 4214

Antistrofa

Si sabes que el mundo es tan baladí,


no te deprimas en tu corazón:
que eres paladín… 4216

A LA CADUCIDAD

Página 105
Desde el inicio del cielo y de la tierra
se ha transmitido y se ha comunicado
que el mundo todo no tiene consistencia.
Cuando se observa la llanura del cielo,
luce la luna que como crece mengua.
En la espesura de los montes fragosos
en primavera resplandecen las flores,
y en el otoño del rocío y la escarcha
soplan los vientos y se deshoja el arce.
Iguales somos nosotros los caducos:
que se marchita el color sonrosado,
blanquea el pelo negro cual belamcanda[50]
y la sonrisa no dura hasta la noche.
Somos cual viento que sopla y no se va.
Somos cual agua que fluye y no se para,
evanescente, pura efimeridad,
y nuestro llanto como inundante lluvia
no finalizará. 4160

Antistrofas

Hasta el árbol mudo flora en primavera,


pero en otoño enrojece y cae:
por inconsistencia. 4161

Cuando considero nuestra inconsistencia,


me paso días sin apego al mundo,
en queja y querella. 4162

Este pobre mundo no merece cuenta;


que yo me muero al caer las flores
de la primavera. 3963

Tras montes y ríos en tierra remota,


llorando así sin ver a mi amada
la arrebatadora. 3964

SEQUÍA

Bajo los cielos desde los horizontes,


en donde impera el divino Micado,
hasta el confín, donde yendo el caballo

Página 106
gasta pezuñas, y hasta allende los mares
que cruzan naves antaño como hogaño,
entre las mieses que nos dona el trabajo
es la primera la espiga del arroz.
Pero al correr los días sin llover,
los arrozales plantados o sembrados
cada mañana están más agostados.
Cuando los veo, me duele el corazón
y como niño que llora por su leche,
miro a lo alto y espero agua del cielo.
Nimbo del cielo que se ve en las cañadas
y los tollones de los montes fragosos,
álzate y llega al palacio costeño
del dios del mar, entolda el firmamento
y concédenos lluvia. 4122

OFRECIENDO UN RAMO DE AZAHAR A SU AMADA

¿Cómo fue, cómo? Crece en mi jardincito


un mandarino, extendiendo mil ramas;
cerca ya mayo, cuando hacen bolsos santos,
ha florecido hasta el desbordamiento.
Mañana y tarde, cuando venía a verlo,
le requería que no se dispersara
hasta que tú, que eres mi mismo aliento,
pudieras verlo sólo una vez siquiera
bajo la luna limpia como un espejo.
Pero aunque así yo se lo encarecía,
¡ay, qué dolor!, el cuclillo maligno
vino a cantar en hora luctuosa
una alborada, y aunque yo lo espantaba,
desparramó por tierra el azahar.
Pude tan sólo cortarte una ramita.
Mírala bien, hermana. 1507

Antistrofas

Tras el plenilunio una noche clara


hubieras visto en mi jardincito:
¡aquel azahar! 1508

Ya pudo cantar después que lo vieras

Página 107
aquel cuclillo que aquel azahar
me tiró por tierra. 1509

MADRIGAL

Cuando se quiere con todo el corazón,


no cabe hablar ni cabe proceder.
Los dos unidos, enlazadas las manos,
por las mañanas íbamos al jardín,
y por las noches tras preparar el lecho,
entretejiendo mangas de blanco güiro,
juntos dormíamos y así pasaban días.
Las avecillas de los montes fragosos
saltan las cumbres en busca de su hembra;
pero soy hombre de este efímero mundo,
y separado un día y una noche
de tu persona, tan sólo anhelo y sufro.
Pensando en esto, el pecho me dolía,
y por hallar consuelo de mis penas,
salía al campo y andaba por los montes
de Takamato; pero cuando creía
calmar mi mal, me fijaba en las flores
que germinaban, y te anhelaba más.
¿Qué puede haber para que un hombre olvide
lo que se llama amor? 1629

Antistrofa

Te veía en negras ráfagas fugaces,


flor maravilla que hay en Takamato:
no puedo olvidarte. 1630

Perlas de abulón mandarle quisiera,


esas que cogen las buceadoras
en islas costeras. 4103

Cada vez que veo una clavellina,


¡cómo me acuerdo de cuando sonríen
tus rojas mejillas! 4114

ROMANCE DE LA DONCELLA UNAI

Aquí refiero la historia singular

Página 108
de un raro lance que dicen hubo antaño.
El doncel Chinu y otro doncel, Unai,
rivalizaban su honor en este mundo
evanescente, hasta comprometer
su tensa vida, por pedir como esposa
a una doncella. ¡Escucharlo es tristeza!
Ella esplendía como una flor vernal,
y era su cuerpo joven y sonrosado
como las hojas rojizas del otoño;
compadecióse de los paladines,
y despidiéndose de su padre y su madre,
dejó su casa y yendo a la ribera
desperdició su vida diminuta
como los huecos en los manojos de algas
balanceantes en las olas del mar.
Se disipó como escarcha y rocío.
Constituyeron aquí su sepultura;
y como signo para edades futuras,
y más allá, hasta edades remotas,
encima hincaron su peineta de boj,
que brotó y abundaba. 4211

Antistrofa

El peine de boj, perpetua señal


de la doncella, brotó y rebrotó,
¡y cómo abundaba! 4212

EXHORTACIÓN A LA FIDELIDAD CONYUGAL, DIRIGIDA A OKUYI OWARI, MODESTO


FUNCIONARIO DEL GOBIERNO PROVINCIAL DE ETCHU

Siete son las causas legítimas para repudiar a una esposa: esterilidad, adulterio,
desobediencia, locuacidad, robo, celos y enfermedad repugnante.
Fuera de estas causas, el abandono constituye un delito penado con año y medio
de prisión.
En tres casos está prohibido el divorcio: cuando la esposa ha llevado tres años de
luto por sus suegros, cuando el marido ha subido de rango después de casarse y
cuando la esposa carece de parientes cercanos. Exceptuando los dos casos de
adulterio o enfermedad repugnante, si alguien repudia a su esposa en estas tres
circunstancias, incurre en delito castigado con cien azotes.
La ley de bígamos estatuye: quien teniendo esposa tomase otra, sufrirá prisión por
un año, y la segunda esposa recibirá cien azotes y será separada del hombre.

Página 109
Y un edicto imperial extiende benevolencia y protección a los cónyuges fieles.
Tales son los principios básicos de la ley y de la moral. El esposo, pues, ha de ser
fiel. Por eso te envío el siguiente poema, para que recapacites sobre tu infidelidad:

Se ha transmitido desde la edad divina


de Onamuchi y Sukunajikona:
«Ver a los padres es sentir reverencia;
esposa e hijos son cariño entrañable:
ésta es sentencia de este efímero mundo.»
Y aunque se ha dicho siempre de esta manera,
y aunque es palabra que los hombres empeñan,
¿no le entregaste, cuando estaban en flor
los estoraques, a tu querida esposa
mañana y noche, riera o no riera,
tu corazón y no le prometiste:
«No será siempre tan mala nuestra suerte;
harán los dioses del cielo y de la tierra
que prosperemos cual flor de primavera»?
Pues ya ha llegado esa prosperidad.
Lejos, tu esposa, llorando, vivirá
con añoranzas y esperando estará
que tú le envíes un mensajero tuyo.
Y tú te enhebras como cuenta de sarta
a esa Saburu que no tiene firmeza,
como la espuma que fluye en el Imizu
si sopla el noto que derrite las nieves.
Y te emparejas, los dos como colimbos,
y prevaricas como el fondo profundo
del mar de Nago. Ese corazón tuyo
no tiene solución. 4106

Antistrofas

Y tu pobre esposa, que te espera en Nara


la verdinegra, tensa, tensamente,
¿ya no cuenta nada? 4107

¿No te dan vergüenza los ojos del pueblo?


Prevaricando con esa Saburu
y yendo al gobierno… 4108

Se destiñe el rosa, el del alazor.

Página 110
La ropa vieja de gris quejiguete[51]
perdura mejor. 4109

COMPUESTO CUANDO LA ESPOSA DE OKUYI SE PRESENTÓ EN LA CIUDAD SIN PREVIO AVISO

Donda la Saburu rinde acatamiento


se para un coche sin cascabeleo
y alborota al pueblo. 4110
Nota. Los coches privados no llevaban cascabeles.

ODA EN UNA FIESTA SOBRE EL LAGO FUSE

Los compañeros, todos conmilitones


de ochenta clanes con corazón contento
montan corceles; y remoloneando
por Shibutani, cabo cuya escollera
las olas albas lamen gambeteantes,
en cala Mátsuda rebasan Playa Larga;
en río Unai pescan en los remansos
con cormorán; van allí, van allá;
y sin embargo, aún insatisfechos,
suben en barcos y por el lago Fuse
van navegando, bogan y van catando
que en un estero graznan bandas de patos,
y que está en flor el soto en el islote:
y así sus cuerpos de euforia van transidos.
Cual partenocisos[52] que nunca se separan,
del pulcro cofre del monte Cumbredoble
vendremos juntos sin que falle ni un año,
los compañeros a holgar y solazarnos
como ahora lo hacemos. 3991

Antistrofa

Cual las albas olas que lamen las playas


del lago Fuse, sin que falle un año
vendremos a holgar. 3992

AL ORO DESCUBIERTO EN MICHINOKU

Nuestro Micado de estirpe celestial


regir se digna, descendido del cielo,
la exuberante llanura de arrozales,

Página 111
y rige aún, amontonando edades,
en su heredad, en los cuatro horizontes
sobrepujantes del país cuyos montes
y cuyos ríos, extensos y abundantes,
le suministran dádivas cual tesoros
innumerables, sin que quepa extinción.

Y sin embargo, cuando a nuestro Micado


plugo impulsar el culto entre las gentes,
y comenzar una empresa devota[53],
le preocupó en el fondo del alma
que escaseara el metal amarillo.

Pero en Levante, donde los gallos cantan


antes del día, en las montañas de Oda
en Michinoku fue descubierto el oro,
y sosegóse el corazón augusto.

Siendo divino, se dignó meditar:


«Huelgan los dioses del cielo y de la tierra,
y con la ayuda del aliento ancestral,
ha acontecido en mi generación,
lo que ocurrió en épocas lejanas,
como señal de que prosperaremos.»

Y convocó a los conmilitones


de ochenta clanes, y según su dictamen
a los ancianos, mujeres y pequeños
los agració hasta que se colmaron
las apetencias de cada corazón.

Todo lo cual me abruma sobremodo


y me contenta más y más hondamente.

Somos los Ótomo, y a nuestro patriarca


se le llamó el gran señor de Ókume,
el que juró, al tomar su mester:
«Si voy al mar, bañe el agua el cadáver;
si voy al monte, cubra el musgo el cadáver;
podré morir por el emperador,
pero jamás tendré vacilación.»

Página 112
Somos los hijos de aquellos paladines,
de aquellos padres que desde los principios
hasta el presente legaron limpio el nombre.

Y los dos clanes de Ótomo y de Saeki


somos vasallos fieles al juramento
de nuestros padres, y nunca empañaremos
nuestro apellido, y seguiremos siempre
las ordenanzas de nuestro emperador.

Con que juremos: «El arco de catalpa


lo empuñaremos, las espadas y dagas
las blandiremos, y la guardia diurna
y la nocturna de la augusta poterna
del gran Micado, no habrá vasallo alguno
que nos la quite.»

El afán redoblemos y cuantos oigan


la gloria del Micado quedarán abrumados. 4094

Antistrofas

Todos cuantos oyen la prez del Micado,


firme en el temple de sus paladines,
quedan abrumados. 4095

¡Alzad una estela que marque el sepulcro


del patriarca de todos los Ótomo!
¡Que se entere el mundo! 4096

En señal de gloria del Emperador


el levantino monte Michinoku
ha florado en oro. 4097

AL MANDARINO

Fue en la gran era de un divino Micado,


inenarrable en su sublimidad,
cuando partió a tierras algarivas
Tayimamori, y trajo ocho serpollos
del inefable, del frutal de fragancia
y permanencia, los cuales radicaron en

Página 113
el país y se desarrollaron.
En primavera acrece su follaje;
y cuando en mayo viene a cantar el cuco,
cortamos ramas con las primeras flores,
y se las damos cual don a las doncellas,
o las colgamos en las mangas del güiro
como perfume, o ajarse las dejamos.
Caen sus frutos, de los que hacemos bolsos
y empulserados los vemos sin saciarnos.
Viene el otoño, cuando caen chubascos,
y en la arboleda de los montes fragosos
caen las hojas de los arces rosados
pero los frutos del mandarino, hechos,
resplandecientes, halagan nuestra vista.
Llega el invierno, cuando caen las nieves,
y ni la escarcha agosta su ramaje,
verde perenne que acrecienta su lustre.
Por tal motivo, ¡qué bien que le han llamado
desde la edad sagrada de los dioses
al mandarino «frutal de la fragancia
y de la permanencia»! 4111

Antistrofa

Por más que he mirado las flores y frutas


del mandarino, permanentemente
más y más me gustan. 4112

CANTAR A LA MOSQUETA

Cuando me planté mosquetas en casa


y las veía, mi anhelo seguía,
mi amor aumentaba. 4186

ODA AL CUCLILLO

Nuestros Micados, herederos del sol


y entronizados en solio octogonal,
regir se dignan el ínclito país
cuyas montañas muchas son, e incontables.
Las muchas aves que vienen a cantar
en primavera tienen tan linda voz

Página 114
que vacilamos en nombrar la suprema.
Llegado el mes en que floran las deutzias[54]
viene el cuclillo de nostálgico canto,
y hasta la fiesta de bolsitos con ácoros
se oye de día y en la noche plenaria,
y se dirá una vez y otra vez
que es ave amable que conmueve las almas
y despierta lamentos. 4089

Antistrofas

Por más que vivamos sin limitación,


cuando el cuclillo despliega su canto
hagámosle honor. 4090

Por cantar el cuco en tiempo de deutzias


nos da nostalgias, no por dar su nombre
cuando canturrea. 4091

Lo que más querello en contra del cuco


es que nos canta cuando el azahar
se dispersa mustio. 4092

TRES CANTARES AL CUCLILLO

¡Qué nostalgia oír al cuclillo en vela,


y con la luna de la madrugada
ver su silueta! 4181

Si yo consiguiera criar un cuclillo,


podría oír el año que viene
su primer quejido. 4183

Con el aleteo del cuco cantor


se desparrama, pasada su gloria,
la glicina en flor. 4193

A SU HALCÓN PERDIDO

Corte lejana es ésta, e imperial,


de sacras nieves, de propio nombre Koshi,
y es una tierra lejana como el cielo,
altos los montes, espléndidos los ríos,

Página 115
anchos los campos, la yerba exuberante.

En la canícula, cuando las truchas corren,


los pescadores que emplean cormorán,
pájaro isleño, encienden los fanales
en los rabiones y remontan el río.

Y en el otoño de rocíos y de escarchas,


cuando las aves vienen en jabardillos,
entusiasmando a amigos paladines,
entresaqué de mis muchos halcones
el gerifalte con la cola aflechada
y encollarado con cascabel de plata.

Por la mañana quinientas levanté,


y por la tarde llegaron a mil aves.
Al perseguirlas, no me falló una vez,
ni soltó presa, cobrándolas certero.
Yo sonreía y me enorgullecía
de que no hubiera azor tan bien curado,
y lo miraba con agradecimiento,
puesto en la alcándara…
Cuando de pronto un día un vejestorio
mastuerzo y zascandil
sin previo aviso, estando todo el cielo
encapotado, y cayendo aguaceros,
lo echó a cazar, contando can su nombre.
El viejo vino, y farfulló tosiendo:
«Dejando atrás las campiñas de Míshima,
y rebasando el monte Futakami
se fue a las nubes y desapareció.»
Ni había allí remedio que cupiera,
ni ya sabía qué pudiera decir;
el corazón me quemaba de rabia
y de añoranza, y tras muchos suspiros
pensé que acaso encontrarlo pudiera:
aquí y allí, por los montes fragosos,
planté butrones y puse centinelas.

Visité el templo de los dioses potentes,


ofrendé sargas y espejos relucientes,
les supliqué, y estando yo esperando,

Página 116
una doncella vino y me dijo en sueños:
«El gerifalte que tú estás añorando
aleteó, las playas de Matsuda,
Jimi, la cala donde pescan arenques;
zangoteó en la isla de Tako;
y se detuvo donde acuden lavancos,
en Cala Furu, anteayer y ayer.
A lo más pronto, dentro de un par de días,
a lo más tarde, dentro de siete días,
vendrá sin falta; no sufras, hijo mío,
ni la añoranza lastime tus redaños.»
Así me dijo el sueño. 4011

Antistrofas

No caza mi azor de rabo aflechado


en Campo Míshima hace muchos días;
un mes ha pasado. 4012

De mi gerifalte que espero y acecho


tendiendo redes en el Futakami
me hablaron en sueños, 4013

El ¡amada ése, ¡si será bobote


de capirote!
¡No poder el viejo encontrarlo entonces! 4014

Qué bueno es criar, y frotar la mano,


y tener cerca, un blanco azor
de rabo aflechado! 4155

CANTAR AL CORMORÁN

Cuando gire el año y las truchas naden,


vendré yo al Sákita, y haré que buceen
ocho cormoranes. 4158

DOS CANTARES A LA CORTE DE NANIWA

¡Floran los cerezos cuando en el palacio


reverberante del mar de Naniwa
reside el Micado! 4361

Página 117
Prodigalidad en la costa he visto,
y vivir quiero un año en Naniwa,
la de los carrizos. 4362

A LA GLORIA DEL GUERRERO

¿Es que soy hijo criado con ambages


por los fervientes corazones cabales
de padre recio como fruto de amate[55]
y madre suave como hoja de carrasca?[56]
Un paladín, ¿va a ser evanescente?
Levantaré el arco de catalpa,
lanzaré dardos más allá de mil brazas,
me ceñiré la espada y el puñal,
y cruzaré ocho cumbres fragosas
sin aflojar el corazón ardido,
dejando un nombre que sea renombrado
en eras venideras. 4164

Antistrofa

Debe el paladín legar un renombre


que los futuros oigan y transmitan
a los posteriores. 4165

DOS CANTARES A LA DESPEDIDA DEL GUERRERO

Sale el paladín, se tercia su aljaba,


pero su esposa a la despedida,
¡cómo sufrirá! 4332

Triste despedida la de un levantino


y su mujer. El paso del tiempo
es tan infinito. 4333

ELEGÍA EN BOCA DE UN GUERRERO ENVIADO A LA FRONTERA

Aunque es penoso marcharse de la esposa


obedeciendo al mandato imperial,
enardecí bríos de paladín,
y guarnecido salí de mi cancela.
Me acariciaba mi madre de amplios senos;

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se me adhería mi esposa, yerba joven;
y me decían: «Nosotras rogaremos
por tu recaudo. ¡Que vuelvas pronto y salvo!»
Con sus dos mangas enjugaba las lágrimas,
y sollozando me hablaban de tal forma
que era un rigor partir cual jabardillo
y me atascaba, y volviendo la vista,
más y más lejos mi tierra la dejaba,
más y más altos los montes los cruzaba.
Llegué a Naniwa, donde se esparcen cañas,
se botó el barco al flujo de la tarde,
y ya al zarpar en la calma del alba,
al tantear nuestra oportunidad,
se alzó una bruma que cubrió los isleos,
y fue tan triste el graznar de una grulla
que recordé mi casa lejos, lejos,
con un suspiro que hizo traquetear
las flechas de mi aljaba. 4398

Antistrofas

Recuerdo mi tierra la tarde en que brumas


cubren el mar y en que grazna triste
la voz de una grulla. 4399

Cuando sin dormir recuerdo mi casa,


tapa el siscal donde graznan grullas
la bruma vernal. 4400

En una ensenada voy cogiendo conchas


como recuerdo, aunque altas y altivas
las olas me acosan. 4411

Divisé una islita y varé al socaire,


pero no hallé ningún mensajero
y seguí el viaje. 4412

AMONESTACIÓN A LOS VASALLOS DEL CLAN ÓTOMO

Al ser destituido de su puesto de gobernador de Izumo un miembro del clan, Koyiji de Ótomo, por las falsas
acusaciones que en palacio le hizo un tal Mifune de Omi (año 756).

El nuestro es nombre limpio y enaltecido,

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el de un linaje al que otorgó el Micado
su menester con esta exhortación:
«Ya desde el tiempo del sacro genearca
que abrió las puertas del cielo sempiterno
y descendió al morro de Takáchijo,
vuestra prosapia empuñó y estiró
arcos de rus, descerrajó saetas
de las de ciervos, y acaudillando huestes
de paladines del pendón de los Ókume,
cargó carcaj, cruzó ríos y montes
pisando peñas, y en procura de tierras
pacificó los dioses furibundos,
apaciguó las gentes contumaces,
y sojuzgando, prestó sometimiento.
Y al transcurrir edades tras edades
de los Micados que en sucesión vinieron
como prosapia del celeste monarca
—el que erigió pilares palaciegos
para el palacio de Unebi en Kashiwara,
en el país Iamato, isla libélula,
el que rigió debajo de los cielos—,
vuestros mayores, con corazón leal
y despejado, se emplearon, sirvieron
y se agotaron por su Corte y Señor.»
Mis paladines, no mancilléis el nombre.
Quiénes lo vean, por siempre lo celebren.
Quienes lo oigan, lo tengan como espejo.
Que ni un desliz provoque la calumnia,
de nuestro nombre de Ótomo. 4465

Antistrofas

Huestes que lleváis un nombre eminente


sobre Iamato, isla de bastiones:
esforzad el temple. 4466

¡Nombre que lleváis de preclaridad


ya desde antaño, y mejor templado
que espada y puñal! 4467

RENGA

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Para comprender el único caso de «renga» existente en la antología, es necesario conocer los dos poemas
precedentes, que según los compiladores fueron enviados «por cierta persona a una monja». Esta comenzó a
escribir un cantar como respuesta, pero al terminar los tres primeros versos se quedó atascada y rogó a Iakamochi
que concluyera. Los dos poemas de la persona anónima son:

Planté lespedezas sin tomar descanso.


Justo por eso no me harto de verlas
e intenso las amo. 1633

¡Qué duro es guardar sonando matracas


los arrozales que planté en el campo,
mojando mis mangas! 1634
Y he aquí la renga:

Plantaste arrozales tras acaparar


el fío Sajo… (hasta aquí la monja)
Pues con las espigas otro arrablará (remate de Iakamochi)

SU AMADA SAKANOE ENVÍO A IAKAMOCHI ESTE POEMA:

Si sobrecargado llevara un caballo


mis añoranzas a tierras de Koshi,
¿me quemas algo? 4081

DESDE KOSHI, IAKAMOCHI LE CONTESTÓ:

Si, cuando me abruma mi constante amor,


trae un caballo más amor, ¿podré
cargar con los dos? 4083

CANTOS DE AMOR

Me volví a mirar la luna creciente,


y recordé, a primera vista,
las cejas que tienes. 994

Dista tanto el monte donde flotan brumas


primaverales cuanto dista el día
que vi tu figura. 1464

No me harto de ver esa enredadera[57]


prestilozana del campo otoñal
donde tú faenas. 1625

¡Quién viera la rara milecia[58] florida

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de mi jardín, tan extraordinaria
como tu sonrisa! 1627

¿Dormir sin tus brazos de almohada mía,


lleno el jardín de nieve burbuja,
en noche tan fría? 1663

¡Quién podrá saber lo que yo te quiero,


que no me aflojo la faja que en casa
fijaste a mi cuerpo! 3950

Los copos de nieve medirán mil capas.


Para medir lo que yo te quiero
no hay ninguna escala. 3960

¡Llevo tanto tiempo sin ver a mi amada!


En los rabiones del Niguishi haré
agüeros con agua. 4028

Cuando me plantaba una clavellina,


¿en quién pensaba que cuando florara
se la enseñaría? 4070

El nombre de amor está muy bien puesto;


lo que no sé qué nombre ponerle
es lo que yo siento. 4078

Yo te añoro más que el cuclillo añora


a su pareja, cantando su nombre,
llorando a la aurora. 4084

Me valiera más contigo callarme.


¿Por qué te hablé lo que no podrá
jamás realizarse? 612

Siendo como eres mujer sin piedad,


bien que lograste que mi corazón
se tambaleara. 692

Ya no diferencio la noche del día.


Cuando tú sueñas, ¿no se te aparecen
las entrañas mías? 716

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Yo que me creía paladín tan fuerte,
y por ti paso, porque no me quieres,
fatigas de muerte. 719

Para estar queriendo como quiero yo,


más me valiera ser tronco o ser roca
insensible a todo. 722

Me amarré a la faja la flor del olvido[59]


me salió falsa florecilla loca,
nombre sin sentido. 727

¿No habrá alguna tierra donde no haya nadie?


Allí me iría con mi compañera
sin que retornase. 728

A mí no me importa mi reputación:
si es por tu causa, ¡que caiga mil veces
sin apelación! 732

¿Es que va a venir dos veces la vida,


la evanescente? ¿Por qué dormir solo,
sin tu compañía? 733

¡Cómo padecía viéndote en mis sueños!


Y desperté, hice por tocarte,
y no hallé tu cuerpo. 741

Estoy tan delgado que hasta el ceñidor


que a tu cintura le diera una vuelta
me da más de dos. 742

Mi amor pesa más que si echara al cuello


siete peñascos que mueven mil hombres.
¡Lo que quiera el Cielo! 743

De noche mi cuarto lo dejaba abierto


para esperar a la que me dijo
que vendría en sueños. 744

Aunque ya te veo de noche y de día,


te quiero tanto como cuando antes

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nunca te veía. 745

Si a mí no me importa que el querer me mate,


¡qué va a importarme que la gente fisgue
o de lo que hablen! 748

¿Quieres que te vea tan sólo en los sueños?


¡Tú lo que quieres es que con tu ausencia
me muera queriendo! 749

¡Ya me resignaba con mi desengaño!


¿Por qué volví, si el verte me tiene
más atormentado? 750

No van muchos días desde que te vi,


y me estoy viendo loco, más que loco,
de quererte a ti. 751

Creía que, con verte, mi amor por un tiempo


se calmaría; y veo que ahora
es más violento. 753

Recuerdo la cara triste y pensativa


que me ponías una madrugada
a la despedida. 754

Son tantas las veces que nos despedimos


de madrugada, que siento mi pecho
quemarse a trocitos. 755

Estaba yo solo en una montaña


mientras llovían los cielos eternos
y me acongojaba. 769

También la mentira parece verdad.


Que tú me quieres, ¿lo será de veras
en la realidad? 771

Con luna en la nieve, a una niña bella


le cortaría flores del ciruelo…
¡Si niña tuviera! 4134,

Desde el cielo eterno llueve sin cesar,

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y tú pareces la flor clavellina
al recién florar. 4443

ENDECHAS A LA MUERTE DE SU ESPOSA

La flor clavellina que plantó mi niña


para que en otoño yo la recordara,
ya está florecida. 464

Aunque yo sabía que el mundo es fugaz,


cuando en otoño sopla frío el viento,
la recuerdo más. 465

Cuando se alejaba, cuando se me iba,


no pude pararla. La enterré en el monte,
perdí mi energía. 471

Cada vez que veo la niebla que tapa


el monte Sajo, recuerdo a mi hermana
y me echo a llorar. 473

A UN TAL MURAYIO DE IOSHIDA, APODADO EL ISHIMARO, FAMOSO POR SU DELGADEZ

Señor Ishimaro, te encarecería


algo que cura la estival flacura:
coge y come anguilas. 3853

Escuchimizado, más vale estar vivo:


que por querer atrapar anguilas
no te arrastre el río. 3854

EN UNA FIESTA CAMPESTRE

De esta vida tensa no se sabe nada,


pero se enlazan las ramas de un pino
para hacerla larga. 1043

EN UNA CENA EN CASA DE UN MINISTRO, A FINES DE NOVIEMBRE

Ya que festejamos llorando a la par


por el deshoje, debiera ser noche
sin alborear. 1591

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HACIENDO UN REGALO DE VINO A UN BONZO DE NARA QUE HABÍA VENIDO A VISITARLO A
ETCHU, CRUZANDO EL PASO DE MONTAÑA LLAMADA OLAFILADA; EN UN BANQUETE ANTES DE
QUE EL BONZO VOLVIERA A NARA

La daga forjada Olafilada, paso


que llenaré mañana de guardas
que no te den paso. 4085

EN UN BANQUETE NOCTURNO

Vistos a la luz del candil de aceite,


los lirios de oro[60] de mi enredadera
sonreír parecen. 4086

CANTO DE LAGAR

Esta vida pura que yo enlustrecí


con los ensalmos de los Nakatomi,
¿por quién es? ¡Por ti! 4031

CANTARES COMPUESTOS EN LA SOLEDAD DE SU CASA DE NARA

Llovizna en la noche y el cuclillo canta:


los mandarinos tendrán su fragancia
volatilizada. 3916

Aunque ya es vetusta la Corte de Nara


la verdinegra, el cuco de antaño
aún viene y canta. 3919

Ya ha llegado el mes en que van de caza


los paladines, estampando lirios
su ropa galana. 3921

EN UNA FIESTA

Muérdago me traje del monte fragoso,


y conjurando vivir por mil años
me prendo un peciolo. 4136

EN UNA FIESTA EN SU CASA

Ved cómo refulge el cerezo en flor


que como gala traje para hoy
del monte fragoso. 4151

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Hoy también en China hacen flotar balsas
y se divierten. Amigos, con flores
hagamos guirnaldas. 4153

EN UNA FIESTA, RESPONDIENDO AL ANFITRIÓN QUE LO DETENÍA DICIÉNDOLE QUE HABÍA


NIEVE

El gallo que canta, canta vocinglero;


pero la nieve se apila mil capas,
y volver no puedo. 4234

EN UNA FIESTA DE DESPEDIDA

Cuando tú te vayas, si es por mucho tiempo,


¿con quién haré guirnaldas de sauce
y flor del ciruelo? 4238

A MOROE TACHIBANA

Se cuenta que antaño un noble sirvió


a tres Micados. ¡Que llegue a los siete
mi noble Señor! 4256

ELEGÍAS ESTANDO ENFERMO

Fútil es la carne, fugaz y caduca.


Buscaré en claros ríos y montañas
la senda de Buda. 4468/

Retando hasta al sol que el cielo atraviesa


busquemos ya, para vernos luego,
esa limpia senda. 4469

EN UNA FIESTA

Al ver yo los tiempos que cambian y pasan,


con pesadumbre recuerdo a los hombres
de la antigüedad. 4483

CUANDO EL EMPERADOR LE OBSEQUIÓ CON UNA ESCOBILLA PARA LIMPIAR LAS CAJAS DE LOS
GUSANOS DE SEDA

Esta abarredera de hiniesta y bauzones


basta cogerla, y este tres de enero

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suenan los aljófares. 4493

EN UNA FIESTA

El que hoy se encuentra un caballo azul


pluma de pato, dicen que pervive
una infinitud. 4494

EN UNA FIESTA, A KIIOMARO NAKATOMI

Se mustian las flores de ocho mil especies.


Por eso atamos las ramas del pino,
que es árbol perenne. 4501

EN UN BANQUETE DE DESPEDIDA

Cese el oleaje del mar verdiazul;


vayas y vengas sin ningún percance
y con prontitud. 4514

PAISAJES O POEMAS A DIVERSOS LUGARES

Sopla un riguroso viento levantisco:


los batelitos van pescando en Nago
medio sumergidos. 4017

Sopla un ribereño viento congelante:


chillan las grullas en cala de Nago,
llamando a su amante. 4018

Una mañanita saqué la chalupa


al mar de Suzu:
en la playa Larga brillaba la luna. 4029

Esperé pensando que ya el ruiseñor


iba a cantar: vino una calina,
y la luna huyó: 4030

No es el cabo de Ofu bahía que hastíe


aunque la veas un día plenario,
la bojes y orilles. 4037

Juntos los caballos, ¡hala!, vamos ya


a Shibutani, a ver venir olas

Página 128
a su limpia playa.

Ya sube la alondra; ya la primavera


llegó inconclusa; y flota una bruma
que la Corte cela. 4434

CANTOS A LA NATURALEZA

Se encapota el cielo y empieza a nevar,


y sin embargo en mi jardincito
el ruiseñor canta. 1441

Se afanó el faisán buscando el sustento;


cantó a su hembra y nos puso al tanto
de su paradero. 1446

La flor de la deutzia[61] aún no ha brotado,


pero el cuclillo vino al monte Sajo
y ya está cantando. 1477

Pájaro cuclillo, ¿por qué no has cantado


antes de que el bosque se entenebreciera
de verdear tanto? 1487

¿Llorará el cuclillo que las deutzias caigan?


Su canto sigue bajo el aguacero
y hasta cuando escampa. 1491

En la espesa copa, allá en la colina


canta el cuclillo: resuena su canto,
voz de lejanías. 1494

El que escucha el canto del cuco que brinca


de copa en copa del alcor fragoso,
nunca más lo olvida. 1495

Estando en la fronda del monte fragoso,


no falta día que el cuco no cante
triscando en el soto. 3911

Posado en la rama del acedaraque,


espera el cuco que caigan las flores
y la mora cuaje. 3913

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Encerrado siempre, se me hundía el alma;
por consolarme salí y escuché:
cantaban chicharras. 1479

Bramaba a su hembra el ciervo amoroso;


y montaraz retumbaba el eco;
y yo yendo solo… 1602

A la nieve de hoy lanzan desafío:


que mis ciruelos, árboles de invierno,
hoy han florecido. 1649

La flor lespedeza del campo de otoño


de otoño al viento se cimbra y recibe
rocío de otoño. 1597

¡Un blanco rocío cubre como perlas


las lespedezas un alba de otoño
que al ciervo sosiega! 1598

¿Cayeron las flores de la lespedeza


por la embestida del pecho del ciervo,
o por decadencia? 1599

Un blanco rocío hay en los miscantos


de mi jardín. ¡Ay, quién lo ensartara
sin desbaratarlo! 1572

No me harto de ver esa blanca nieve


que hasta brillar cayó dentro y fuera
del palacio ingente. 3926

Entenebrecido bajo el aguacero,


salí y miré: era el monte Kásuga
abigarramiento. 1568

El jardín vernal fúlgido rosea,


y en la soflama del ciruelo en flor
de pie, ¡una doncella! 4139

¿Es que de los prunos[62] que hay en mi vergel


caen las flores, o es que aún perduran

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los copos de nieve? 4140

Es ya primavera, la noche nostálgica.


¿En qué arrozal vive el becardón
que aletea y canta? 4141

Cojo un sauce verde un día vernal,


lo miro y pienso en las avenidas
de la Capital, 4142

¡Ay, los eritronios[63] del brocal del pozo


de la pagoda, donde sacan agua
doncellas en corro! 4143

Oculto en las nubes pensando en su tierra


el ánsar canta, y las golondrinas
a la suya llegan. 4144

Una madrugada no pude dormir;


y un avefría cantaba en el río.
¡Qué pena sentí! 4146

Al cantar antaño de noche en el río


el avefría, también sentirían
este escalofrío. 4147

Un faisán danzaba a un bosque de cedros,


daba alaridos, y a voces cantaba:
es que estaba en celo. 4148

¡Qué triste es mirar la bruma del alba,


cuando resuena por la serranía
el faisán que canta! 4149

Al alba en mi cama se escucha lejano


un marinero que en el río Imizu
cingla y va cantando. 4150

En la playa vi un árbol maquilo[64]


y desplegaba raíces vetustas,
a un dios parecido. 4159

La gente, despierta, oyendo estará

Página 131
la voz primera del cuco que canta
al alborear. 4171

El mayor placer de la primavera


es recortar flores del ciruelo
y orlarse con ellas. 4174

Como es terso el lago en donde se espejan


corvas glicinas, las guijas hundidas
me parecen gemas. 4199

El vino bebían los hombres de otrora


con cucuruchos, arrollando hojas,
¡las de la magnolia! 4205

Antes que la nieve se haya derretido,


¡ea, vayamos a ver brillar frutos
de tapacaminos! 4226

Cuando el ruiseñor cantaba afanado


en los bambúes del parque imperial,
¡estaba nevando! 4286

Al borde del río también nevará:


se oye en Palacio llorar avefrías
sin donde posar. 4288

Una bruma envuelve el campo vernal


y en la penumbra de esta tarde triste
un ruiseñor canta. 4290

En el bambudal ralo del vergel


suena suave el viento que sopla
este atardecer. 4291

Hacia un sol vernal que brilla sereno


sube una alondra; y yo me entristezco,
pensando señero. 4292.

Ya llegó la hora que dicen que el cuco


cruza cantando la cumbre frondosa
del collado oscuro. 4305

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¡Corte en Takamato: en donde se adecúan
la vestimenta de los cortesanos
con las lespedezas! 4315

Lindando a la Corte, en las lindas mamblas


de Takamato, habrán florecido
las flores patrinias[65]. 4316

Ya los paladines a gritos ojean,


y arrolla el ciervo los llanos de otoño
y las lespedezas. 4320

Por más que se sepa que ya acabó el canto


del ruiseñor, el alma imbuida
lo sigue añorando. 4445-

Siempre llega el tiempo que la flor se seque.


Los ofiopogos[66] del monte fragoso
sí que prevalecen. 4484

Canta, ruiseñor, canta en la arboleda,


que se conozca que es ya la ondeante
verde primavera. 4495

La flor de la piéride[67] que flora y se espeja


en el estanque, recorto y me adorno
la manga con ella. 4512

Como caen hoy las primeras nieves


de primavera de este nuevo año,
venturas, caed. 4516

(Ultimo poema de la Antología, fechado el 2 de febrero de 759.)

IAKAMORI DE NAKATOMI.
Perteneciente a la nobleza, fue desterrado en 738 por mantener relaciones secretas e ilícitas con Chigami, vestal
diaconisa en el santuario de Ise. Dos años más tarde fue amnistiado, y en 760 promovido al sexto rango. Todos sus
poemas se refieren a sus amores con Chigami.

CANTARES CAMINO DEL DESTIERRO

Página 133
Por mí, que no llego ni a polvo ni a lodo,
decaimientos sobrellevas tú,
en tu compasión. 3727

¡Malhaya el camino que he de recorrer


mientras recuerdo la hermosura tuya!
¡Y qué abrupto es! 3729

Bajo el rubio sol vivo ensimismado,


y por las noches, las de belamcanda[68]
a voces llorando. 3732

Remotas montañas y pasos crucé.


Y ahora siento soledad tan sólo,
sin poderte ver. 3734

No quieras pensar que en mi lejanía


pueda dejar de pensar en ti
de noche o de día. 3736

Eres la más mala que vive en la tierra,


que yo podría vivir sin amor,
si no te quisiera. 3737

Para que yo muera sin volver a verte


era preciso en cielos y tierra
que dioses no hubiese.

Fácil es decir lo que es un viaje,


pero alejarme pensando en mi amor
no puede explicarse. 3743

CANTARES DESDE EL DESTIERRO

Pasos de montaña crucé con el cuerpo,


y arribé aquí, pero a ti me arrimo
con el pensamiento. 3757

Reincide el llanto sin hallar remedio,


y se redoblan las noches que duermo
por agotamiento. 3759

Muchas son las noches que logro dormir,

Página 134
pero dormir tranquilo y sin pena,
no lo conseguí. 3760

Ley es implacable la que rige al mundo;


¡y qué remedio, si yo mismo eché
la semilla al surco! 3761

Cuclillo, yo lloro de amores y ausencias;


no cantes tanto a este desterrado,
que mi amor aumenta. 3781

CHIGAMI DE SANO,
amante de Iakamori.

CANTARES DE DESPEDIDA A IAKAMORI

¡Ay, si yo tuviera el fuego del cielo,


apilaría y achicharraría
todos tus senderos! 3724

Siquiera esta noche vamos a querernos,


que abierto el día como se abre un cofre,
ya no habrá remedio. 3726

CANTARES A IAKAMORI, ESTANDO ESTE EN EL DESTIERRO

Ya no sembrarás en los arrozales


que me sembrabas. Ya dejas tu tierra.
¿Qué haré yo sin nadie? 3746

No hay en los trasfondos de tierras y cielos


ni una persona que quiera a su amante
como yo te quiero. 3750

Ya los cortesanos no duermen tranquilos


y dicen: «Hoy, hoy es cuando viene…»
¡Pero no has venido! 3771

Cuando me dijeron que los que volvían


habían vuelto, creí que eras tú.
Morirme creía. 3772

Página 135
LA HIJA DE SAKANOE, Y ESPOSA DE IAKAMOCHI

Se ve que en la tierra hay tribulaciones:


que no aguantar las penas de amor
a la muerte pone. 738

SEÑORA DE KI.
Esposa del príncipe Aki, y tras la caída política de su esposo, amante de Iakamochi.

CANTOS DE AMOR A IAKAMOCHI

Si nos ensartamos como en los collares


lo están las perlas,
¿podrá ser que luego de mí te separes? 763

¿Quién hizo primero sus declaraciones


para estancarse
como agua en vivero de arrozal del monte? 776

ENVIANDO UN REGALO A UNA AMIGA

Aunque vientos altos batían la playa,


siendo por ti
me mojé las mangas y cogí estas algas. 782

MURAYI DE NAKATOMI

Ahora es el tiempo cuando en primavera


cae la nieve sobre el serrijón
donde ondean nieblas. 1439

MAJITO DE TAYIJI

¡Qué tristeza da de ver esa niña


cogiendo hierbas
porque su marido se le fue a Naniwa! 1442

Página 136
JIROTSUGU DE FUYIVARA,
ENVIANDO FLORES DEL CEREZO A UNA JOVEN

En cada capullo de este ramillete


van escondidas cientos de palabras.
¡No me los desprecies! 1456

UNA HIJA DE TAMURA DE ÓTOMO,


A LA HIJA DE SAKANOE

No hay día que mire los arces rojizos


de mi jardín
que por ti no sienta crecer el cariño. 1623

MOROAI DE FUYII
POEMA COMPUESTO A PETICIÓN DE LA EX EMPERATRIZ GUENSHO, AÑO 746

Como si anunciara un año de mieses,


el primer día de este nuevo año
nos cae la nieve. 3925

IATSUKA DE FUYIWARA
EN UN BANQUETE EN CASA DEL PRIMER MINISTRO TACHIBANA, AÑO 752 (ASISTÍA EL EX
EMPERADOR SHOMU, AL CUAL SE LE DIRIGE EL POEMA)

Si esparciera perlas en la playa limpia


bajo los pinos,
¿vendría el Micado a la playa limpia? 4271

TOSHITARI DE ISHIKAWA
EN LA FIESTA OTOÑAL DE OFRENDA DE LA COSECHA, AÑO 752, DURANTE EL REINADO DE
KOKEN

Serpean al cielo quinientas maromas


para que imperes mil generaciones.
¡Quinientas maromas! 4274

Página 137
MAJITO DE FUMUIA
EN LA FIESTA DE LAS OFRENDAS
(3 DE ENERO DE 753)

Mil generaciones, superando en tiempo


cielos y tierra
ofrendemos vinos, el blanco y el negro. 4275

CANTARES DE AUSENCIA COMPUESTOS EN DAZAIFU POR DIVERSOS


GUARDAFRONTERAS

MIMARO DE WAKA-IAMATOBE

¡Qué no sufrirá mi esposa en el pueblo


que no la olvido
y hasta me la espeja el agua que bebo! 4322

MAMARO DE JASEBE

Si siempre florecen flores a raudales,


¿por qué no habrá
siquiera una flor que se llame madre? 4323

KOMARO DE MONONOBE

Si tuviera tiempo para dibujarla,


la iría viendo al ir de viaje,
y no la olvidara. 4327

OMARO DE MAROKO

A Naniwa vine, preparé el viaje,


y hoy es el día de hacerme a la mar,
sin que esté mi madre. 4330

JIROME DE TAMA TSUKURIBE

Mi viaje es duro, como que es viaje;


pero mi esposa, sola con los niños,
¿No va a demacrarse? 4343

MARO DE AKINOOSA-NO OBITO

Página 138
Queriendo olvidar, crucé yo los campos,
crucé los montes.
A mi padre y madre no puedo olvidarlos. 4344

TORI DE JASEBE

Te prendes a mí, como en los caminos


la soja agarra al escaramujo.
¡Y haber de partirnos! 4352

CHIFUMI DE OTONERIBE

Lirio que en Tsukuba florece en las cimas,


ella es hermosa de noche en el lecho,
y hermosa de día. 4369

MASHIMA DE MONONOBE

Cuando veo pinos plantados en fila,


se me parecen a los de mi casa
a la despedida. 4375

TARUJITO DE JASEBE

¡Si viera a mi madre aquí en esta playa


del mar de Tsu,
lista ya la nave, antes de zarpar! 4383

ISOSHIMA DE KISAKIBE

¡Olas, no encresparse en la travesía,


que allá detrás
se quedan mis hijos, y la esposa mía! 4385

KUROME UYIBE,
esposa del guardafronteras Aramushi de Kura-Jashibe.

Solté en la montaña su potro castaño,


se me escapó,
y el monte de Tama lo cruza él andando. 4417

Página 139
SEGUNDA PARTE
Cantares anónimos

Página 140
CANTARES A LA NATURALEZA

PRIMAVERALES

Mientras van flotando las brumas vernales,


un ruiseñor
canta y acarrea la rama de un sauce. 1821

Ya la primavera undosa, llegó:


rozando el shinu con alas y rabo
canta el ruiseñor. 1830

Yo pensé guardarte la nieve caída


sobre el ciruelo,
y al ir a cogerla se me derretía. 1833

Se ve que la nieve caída en la sierra


llega hasta aquí, junto con el viento.
¡Aunque es primavera! 1838

Al lado del monte fui para cogerte


heleocarias.
Se mojó mi orla con agua de nieve. 1839

Blanquea la nieve el plumaje negro


del ruiseñor
que canta y que trisca dentro del ciruelo. 1840

Aún caen nieves sobre las montañas,


y sin embargo
ya están empezando a brotar las sargas. 1848

El ciruelo flora cada año que llega,


pero yo soy
fugaz y no sé lo que es primavera. 1857

El monte Mikasa está tan en flor


que hasta reluce el fondo del agua
en el río Noto. 1861

Cada primavera la sombra del monte


deja imprecisa la luna que sale
de en medio del bosque. 1875

Página 141
En campos de Kásuga se ven humaredas:
serán muchachas que han cogido ásteres
y los aderezan. 1879

Cuando los inviernos se nos van, y vienen


las primaveras,
se renueva el tiempo, y el hombre envejece. 1884

Bien está que todo se rejuvenezca,


pero tampoco deja de ser bueno
que el hombre envejezca. 1885

ESTIVALES

¿Oíste cantar, esta mañanita,


al clarear
al pájaro cuco, o estabas dormida? 1949

Cuando aquel cuclillo se posó en la rama


del mandarino, y empezó su canto,
cayó el azahar. 1950

Como sugiriendo que con mi vestido


yo te vistiera,
en mi bocamanga se posó un cuclillo. 1961

Quiero que chirríe cuando estoy tranquilo,


y la cigarra sigue chirriando
cuando más me aflijo. 1964

Cuando se escondía en los mandarinos


del monte Mayo el pájaro cuco,
me encontré contigo. 1980

La chicharra canta sólo en su estación;


yo por ti lloro, de lo que te añoro,
sin intermisión. 1982

Te quiero estos días con la intensidad


con que la yerba cortada en verano
vuelve a rebrotar. 1984

Página 142
¿Seré sólo yo enamoradizo?
¿Y esa chiquilla con unas mejillas
más rojas que el lirio? 1986

Aunque a mí me tengas aborrecimiento,


¿por qué no vienes a ver el naranjo
que flora en mi huerto? 1990

Desde lejos siempre te quiero a ti yo,


aunque mi cara no se ruborice
como el alazor. 1993

Ni el sol que brillando resquebraja el suelo


de junio aguoso,
seca lo que empapo llorando por verlo. 1995

OTOÑALES

Dicen que el ruiponce flora de mañana


con el rocío.
Por la tarde flora que no cabe más. 2104

Ven, viento de otoño, y furioso embiste,


que quiero ver
la flor lespedeza cuando te resiste. 2108

Dicen que el otoño es la lespedeza.


Bueno, yo digo que es, en el miscanto,
su cresta cimera. 2110

El viento de otoño mece, en la ensenada


de los carrizos, las hojas del ogui;
y resuena el ánsar. 2134

¡Qué triste es la voz del ánsar que canta


de madrugada!
¿O será que siento por ella nostalgias? 2137

¿No oyes la pega puesta en el copete


de los miscantos del campo de otoño?
Oye bien, mujer. 2167

Página 143
¡El monte otoñal, el que da retoños
en primavera,
y en otoño mezcla verde y alazor! 2177

Pienso en los miscantos y las lespedezas


que yo veía al guardar mis campos
desde la cancela. 2221

¡Que bueno es oír el limpio murmullo


del río Miwa,
donde croan ranas todos los crepúsculos! 2222

¡Buen olor de otoño en el puerto angosto


de Takamatsu,
aromatizado por los tiesos hongos. 2223

Por ver el rocío en las lespedezas


con que se adorna mi amada el cabello,
la luna riela. 2225

Yo salí a la siega, paré en un albergue:


cayó un chubasco y caló mis mangas.
¡No hay quien me las seque! 2235

Las plumas que cubren las alas del ánsar


que sobrevuela,
¿dónde se mojaron de gotas de escarcha? 2238

INVERNALES

La cumbre del Nara está aún nublada:


será por eso que no se derrite
la nieve en mi tapia. 2316

Fría era la noche, y al abrir la puerta


por la mañana,
una nieve fina cubría la tierra. 2318

Al ir al jardín por ver de esperarlo,


estaba el suelo con nieve burbuja
todo moteado. 2323

Página 144
Lo blanco que veo en el monte abrupto,
¿será la nieve que anoche cayó
sobre mi refugio? 2324

¿De qué jardín es la flor del ciruelo


que así se esparce
en noche con luna bajo un limpio cielo? 2325

Página 145
CANTARES DE AMOR

Como en primavera se esconde en la hierba


el alcaudón,
no se ve tu casa; pero voy a verla. 1897

Si ofrendara a un dios flores del ciruelo


entremezcladas con ramas del sauce,
¿podríamos vernos? 1904

Florecen en Saki blancas azaleas


y yo no sé
qué es lo que de ti los chismes jalean. 1905

Aunque en añoranzas hoy logré vivir,


¿seré capaz
mañana, con brumas, de sobrevivir? 1914

¿Tanto va a mojar tu traje la lluvia


de primavera
que, si cae seis días, seis días no acudas? 1917

Mi amor es más duro que hierba vernal


y se redobla más que en la caleta
las olas del mar. 1920

Aunque seas hierba que no fructifique,


como consuelo muéstrame tus flores
en cuanto germinen. 1928

Incluso en el río florecen las algas.


Ven siempre, siempre,
que no hay tiempo alguno que a ti no te valga. 1931

Me valdría más volatilizarme


como el rocío de las lespedezas,
que penando amarte. 2254

Al ir yo a salir como ánsar del cielo,


ella lloraba.
Y aplazando el día pasé un año entero. 2266

Como voz de grulla cuando ya alborea

Página 146
la madrugada,
mi pena persiste, mi querer aumenta. 2269

No sabe, de lejos, que me desmorono


pensando en ella
como las alismas caen en otoño. 2272

Mi amor no lo cuento aunque me desplome


y aunque me muera,
ni me ruborizo como el ruiponce. 2274

Son tantos los días que peno por ti


que estoy más rojo que el moco de pavo
que hay en tu jardín. 2278

Soy el cañutillo que flora glorioso


con el rocío,
pero se marchita al caer el sol. 2281

Yo quisiera ver con todas mis veras


a la que gana en gracilidad
a la lespedeza. 2284

El querer que tengo va a ser más inane


que el cañutillo que florece al alba
y cae a la tarde. 2291

Cuando de quererte yo languidecía,


se levantó el viento de otoño,
la luna caía. 2298

Aunque ya no quiero querer y sufrir,


las noches frías con viento de otoño
me acuerdo de ti. 2301

Dirán que son largas las noches de otoño.


Cuando se suelta un amor hambriento,
¡bien cortas que son! 2303

¡Si pudiera estar este alborear


de luna y lluvia
con la que me quiere sin zafar su faja! 2306

Página 147
No tengo yo alma para destrozarte
como el torrente que en los montes choca
con los berrocales. 2308

Las hojas del arce en el santuario


de los pontífices
saltan los precintos al caer del árbol. 2309

Aún no te vayas, que es noche cerrada,


y en el camino las sasas están
cubiertas de escarcha. 2336

Juró serme fiel, así se esfumara


como los copos que cubren las sasas,
y la quiero más. 2337

(Tonada)
Ven, entra y sal
por entre las rendijas
que hay en mi persiana.
Y si mi madre
me pregunta quién es,
le diré que es el aire. 2364

Anda, de una vez empuja esa puerta


de tala, sal y ven, y después,
¡venga lo que venga! 2519

Voy a ir por ver su cara risueña


con la alegría, después de esperarme,
de que llego a verla. 2526

De quererte a ti con todo mi aliento,


no me doy cuenta
ni de las mudanzas que acarrea el tiempo. 2536

¿Que qué es lo que quiere este corazón,


que ni mi madre lo llega a saber?
¡Todos tus antojos! 2537

Durmiendo yo sola, no se gasta el joyo.


Pues hasta el día que se deshilache

Página 148
te espero a ti yo. 2538

¿Pasaron mil años desde que me hablaste?


¿O yo me equivoco
y me lo parece de tanto esperarte? 2539

Recuerdo una niña de cabello corto


partido en dos,
y que hierbas verdes lleva como adorno. 2540

Desde que en Iukimi tuve que dejarte,


piso la tierra, pero el corazón
lo tengo en el aire. 2541

Si en la realidad no podemos vernos,


ven a mí siempre, al menos en sueños,
que de amor me muero. 2544

Recuerdo sus cejas, cómo sonreían


con la alegría de verme llegar
de repente un día. 2546

Yo, que no quería dormir en sus brazos


algunas noches…
No pensé que habría de quererte tanto. 2547

Pienso al levantarme, y pienso al dormir,


en una niña
que se fue arrastrando su falda carmín. 2550

Tan exagerado era ya mi amor


que sin remedio me salí y me fui
a ver tu portón. 2551

Si, de verte en sueños, ya no cabe más


lo que te quiero,
¿qué será si logro verte de verdad? 2553

Por una muchacha que he visto una vez


detrás de un seto de bellos carrizos,
suspiro mil veces. 2565

Dicen que el querer se mitiga siempre

Página 149
con la presencia.
Después del encuentro, lo que hace es crecer. 2567

Si yo a ti te he dado hasta el corazón,


decir que has dicho lo que no dijiste
¿podré hacerlo yo? 2573

Dicho con palabras, suena muy sencillo,


pero te quiero con el corazón,
y no es un poquito. 2581

No puedo dormir de reminiscencia


de tantas noches como te esperé,
sin que tú vinieras. 2588

¿Qué viene después, si muero queriendo?


Yo quiero verte
los días que siga mi vida viviendo. 2592

Veo en fantasía aquella sonrisa


tan de verdad
que parpadeaba con la lamparilla. 2642

Si se cae el puente junto al arrozal


en Ojarida, saltaré los tramos.
¡No sufras, hermana! 2644

No zigzagueando, sino en línea recta


te quiero yo:
la que en Jida trazan con tinta y con cuerda. 2648

Se escuchó un caballo que trapaleaba,


y salí a ver, al pie de los pinos,
si eras tú quizás. 2653

Sin hallar alivio de tanto quererte,


en monte Unabi, el de bella estola,
ofrendé cordeles. 1335

No pensé yo en sueños, ni en la realidad,


que a la que quiero desde hace ya tanto
aquí fuera a hallarla. 2601

Página 150
¿Es que voy a ser amante furtivo
por más edades
que en Karu los viejos zelkovas votivos? 2656

(Oda)
Igual que el agua que se posa en las hojas
de los nelumbios del estanque Tsurugui
—espada amada—, no sé en qué parará
nuestro futuro. Y aunque el sino me dice
que debo verte, y madre me prohíbe
dormir contigo, hasta que nos veamos
yo no te olvido, más profunda que el fondo
de una límpida alberca. 3289

Detén el caballo, que el caballo beba


en Jinokuma, río Jinokuma,
y que yo te vea. 3097

Vine hasta Jatsuse, que es donde ella vive,


tierra furtiva,
y hollando roquedos; pero en fin, que vine. 3311

Aunque te diría el nombre con que madre


me llama a mí,
¡si de ti sé sólo que vas de viaje! 3102

Siento que la luna se oculte en la cima


del Futagami,
y estar de tus brazos lejos tantos días. 2668

Niña, no me olvides; que ni se interrumpe


el río Furu, el de Isonokami,
ni mi amor que fluye. 3013

El querer, cariño, que te tengo yo,


como la piéride en el monte espeso,
está en plena flor. 1903

Cuando veo en Kásuga las nubes cubriendo


monte Mikasa,
hacia tu persona van mis pensamientos. 3209

Página 151
En el monte Nara, sin un intermedio,
las aves cantan,
y jamás descansa lo que yo te quiero. 3088

Mirando y mirando, miro hacia tu tierra.


Nube, no escondas la sierra de Ikoma,
aunque aquí me lluevas[69]. 3032

Como está en Ikáruga el estanque Ióruka,


a ti te cargan cosas que no has hecho,
y paso congojas. 3020

No vine derecho, que pasé por Kose


arremetiendo con las pasaderas,
pasando pasiones. 3257

Aunque no estuviera el guarda jurado,


¿quién va a atraverse a tocarle al cerco
que tú has colocado? 402

La dejé enterrada en monte Jikide,


y al recordar la senda del monte,
quisiera morirme. 215

Aquella rapaza que dentro de un claustro


de Tachibana se acostó conmigo,
¿se peina ya alto? 3822

Hijo, si hay estorbos, nos metemos juntos


en el alcázar del monte Jatsuse.
No pases apuros. 3806

Mientras en Jatsuse no se pare el río


con que se ciñe el dios de Mimoro,
yo a ti no te olvido. 1770

Dejaré de amarte con toda mi alma


cuando en las aguas del río Jatsuse
espuma no salga. 1382

¡Qué fresca y qué joven está con guirnaldas


de yedra fina!

Página 152
¡Qué limpio el murmullo que el río Iza alza! 1112

Con amor más hondo que el fondo del mar


arrastré el traje tanto en Sugajara
que llegué a alisarla. 4491

No puedo aguantarme más tiempo sin verla,


y voy cruzando la sierra de Ikoma,
hollando roquedas. 3590

Pájaro cuclillo del bosque de Iwase


en Kannabí:
no me cantes tanto, que crecen mis males. 1419

La gente lo llama el monte de Kose


sin que oses tú cruzarlo hasta aquí.
¡Falso tiene el nombre! 1097

Página 153
CANTARES VARIOS

No sé qué pasó en la antigüedad,


¡pero hace tanto que no veo al Kagu,
monte celestial! 1096

¡Qué envidia le tengo a aquellas muchachas


porque nacieron sirviendo en la Corte,
la de Fuyiwara! 53

(Tonada)
¿Mueren los mares
donde pescan ballenas?
¿Mueren quizá los montes?
Sí que se mueren:
los mares se retiran,
los montes se marchitan. 3852

Aunque se sucedan los días y meses,


la real villa del monte Mimoro
durará por siempre. 3231

(Oda)
¡Los altos montes, y con ellos, el mar!
Que siendo montes, siguen sobreviviendo;
y siendo mar, permanece tan firme.
El hombre es como flor: efímero es el hombre. 3332

Me tejí un paraguas cortando los cárices


que hay en Sakinu.
Esperando usarlo, los años transcurren. 2818

Al atardecer, cruzan los lavancos


el monte Tátsuta,
que se ha puesto rojo de tantos chubascos. 2214

Si estuviera el hijo del sol alticlaro,


no se asolara el palacio bello
del jardín del lago. 173

Como si dijera que todo en la tierra

Página 154
es baladí,
la luna brillante crece como mengua. 442

El Emperador, siendo que es divino,


en un pantano donde triscan patos
su Corte se hizo. 4261

¿Antaño también se alborozarían


al escuchar
este río Furu y ru rambla limpia? 1111

Si soy tu vasallo, bien vale vivir,


porque he nacido
cuando cielo y tierra llegan al cénit. 996

¿Hay más dignidad que seguir sirviendo


al gran Micado
hasta que se vuelva nieve mi cabello? 3922

¡Qué abandono sufre la Corte de Nara,


donde en otoño se ve el rojo arcedo
del monte de Kásuga! 1604

Jamás en mil siglos, mientras en los campos


de Takamato repte la pueraria,
olvido al Micado. 4508

¡Vamos, compañeros, no hagáis zafarranchos!


Cielos y tierra son los que sostienen
la insular Iamato. 4487

Conozco el estanque que está en Katsumata,


y no hay nelumbios,
como a ti, que mientes, no te sale barba. 3835

¡Que llueva del cielo, y veré las gotas


que permanecen sobre los nelumbios
y parecen joyas! 3837

Ahora he sabido que este mundo es vano:


después de ver
la Corte de Nara irse desolando. 1045

Página 155
Por más que haya visto el monte de Sajo,
al verlo ahora, me gusta este monte.
Vientos, no tocarlo. 1333

Se va desolando la Corte de Nara


de mis amores.
Cada vez que salgo, crece mi nostalgia. 1049

Los claros remansos del río Ioshino,


que no esperaba ver por mucho tiempo,
hoy los tengo vistos. 1103

Página 156
CANTARES LEVANTINOS

En el Manioshu aparecen más de 200 cantares escritos en el rudo dialecto del


Levante. Las diferencias con la lengua de la Corte son mínimas, y se reducen a
alteración de algunas vocales, variantes en algunas formas de flexión verbal y empleo
de vocablos locales.
Por tratarse de un dialecto de hombres de frontera, he decidido hacer la
traducción al castellano empleando el lenguaje hablado más general en los pueblos
hispanoamericanos, con sus contracciones, elipsis y localismos, características que
también se dan en algunas regiones españolas.

Grita el marinaje que boga sus barcas


en la bahía de Mama en Kazúshika:
habrá marejá. 3349

Tengo buenas sedas de orugas que mascan


las moreritas de sierra Tsukuba;
prefiero tus naguas. 3350

¿Será que ya nieva en sierra Tsukuba?


¿No lo será?
¿será que mi china tiende al sol su muda? 3351

Cuando yo me vea cubierto en la niebla


del monte Fuyi,
¿en qué dirección lloraré por ella? 3357

Lo que te gocé, un tris fue no más.


Lo que te quise,
un alud del Fuyi tronando en la nava. 3358

Se me fue a Iamato por monte Ashigara,


entre los claros que dejan los cedros
dentro del pinar. 3363

Si en monte Jakone fleos has sembrao,


y ya dan fruto,
mira con qué flema me dejas plantao. 3364

Igual que el barquito hecho en Ashigara


se va a cien islas,
sus ojos se alejan, pero no su alma. 3367

Página 157
Aunque yo te quiera con la violencia
de la cascada
que en Tsukuba jace retumbar las peñas… 3392

Temblando en la cuesta que hay en Ashigara,


yo declaré
mis cavilaciones de noche nubla. 3371

Mis anhelos son tan innumerables


como en Sagamu, en playa Iorogui,
son los arenales. 3372

Desde aquella noche que tomara vuelo,


faisán de un hoyo de campo Muzashi,
no he visto a mi dueño. 3375

Aunque te haga señas, jamás te sonrojes


con el color
que en Muzashi tiene la flor tractilode[70]. 3376

¿Qué quieres, querido, que diga de ti?


Soy flor del cardo de campo Muzashi,
y sé persistir. 3379

¿Viá segir llorando y dando alaridos


como el colquín
del monte Tsukuba, sin verme contigo? 3390

Detrás del Tsukuba se ve el monte Ashijo,


y en ti no veo ni mota ni maca,
por más que me fijo. 3391

¿Va a ser todo verte como ave que trisca


entre el follaje del monte Tsukuba?
¡Si ya has sío mía! 3396

Camino reciente es el de Shinano,


y los tocones te van a pinchar.
Hijo, ven calzao. 3399

Del río Chiguma, que en Shinano está,


igual que perlas cogería guijas,
si tú las pisaras. 3400

Página 158
¡Si yo la pillara a orillas del río
Tadori de Odo, en Kamitsukeno,
ella y yo solitos! 3405

Hasta que se vea como el arco iris


sobre el azud
de ocho pies de Ikajo, ¡dormir y dormir! 3414

Rayos, no tronéis sobre el monte Ikajo:


no os lo digo porque a mí me importe.
Por ella os lo encargo. 3421

El viento en Ikajo sopla algunos días,


y otros no sopla.
Sólo mi querer no contemporiza. 3422

Como el jabalí que yace en los cerros


en Adatara,
viá estarme yo aquí. No dejes el lecho. 3428

Igual que a los guaos que hay en Waikake


en Ashigari,
ponme en tu resguardo, por más que me guarden. 3432

Del pozo en la posta de raudos caballos


de cascabeles,
dame de beber con tus propias manos. 3439

Niña que en el río lavas las verduras:


tú y yo tenemos sendas criaturas;
dame, pues, la tuya. 3440

Cuando caminaba sin na que sentir,


vi en los ribazos los sauces en flor:
me acordé de ti. 3443

Por más escalonas que cojo en cerritos


de Kijatsuku, no se llena el cesto.
Cógelas conmigo, 3444

¡Que dure tu vida hasta que los mares


cubran la cumbre de Ona, la que cubren
las flores que caen. 3448

Página 159
Un hombre de Okusa y un macho de Ogusa,
si se comparan como dos falúas,
el de Ogusa triunfa. 3450

Si me añoras, ven, que de pie te espero


ramoneando,
así se marchiten los sauces del seto. 3455

Tú, cuando en la Corte supersoleada


busques regazos de hembras de Iamato,
¿me irás a olvidar? 3457

Mi mano agrietada de moler arroz,


¿la cogerá.
llorando esta noche mi joven señor? 3459

¿Quién es que aporrea la puerta en mi casa,


yo haciendo ofrendas, mi marido fuera,
la puerta vedá? 3460

¿Que qué viá hacer yo después de acostarme


y desceñir tu ormesí de Koma,
preciosa a raudales? 3465

Cuando traquetee la contraventana


de cedro y tala, y te abra la puerta,
entra hasta mi cama. 3467

¿Pasaron mil años desde que te vi?


¿O tal vez no?
¿O me lo parece de esperarte a ti? 3470

Cuando viá dormir siquiera un ratito,


vienes en sueños,
y siempre me jaces sollozar a gritos. 3471

Al salir crujían hasta las raíces


del bambudal.
¿En qué dirección mi querida gime? 3474

Del Emperador acaté la orden,


me separé de los brazos de ella,

Página 160
y salí de noche. 3480

Como empuño el arco yo te viá agarrar,


y si me dices que tengo rivales,
te viá apretar más. 3486

El sauce llorón se tala y retalla.


Pero si un hombre se muere de amor,
¿qué remedio le hallas? 3491

Arraigue o no arraigue el sauce llorón


junto a la alberca que hay en la albarrada,
en ti arraigo yo. 3492

Yo te esperaré, y nos liaremos


tarde o temprano
como las pasanias[71] en aquel otero. 3493

Río arriba, juncos de blancas raíces.


Dormimos juntos, felices, felices.
Y la gente dice. 3497

Orillando tierra, corto yo las juncias,


y corto juncos, pero la juncal
no me arrulla nunca. 3499

Las eritrorrizas arraigan sin fin,


y a esa cetrina y esquiva guaricha
la agarro sin fin. 3500

Aunque el potamógeno[72] que brota en las mielgas


del gajo de Aja, si jalas, se afloje,
no atajes tus letras. 3501

Y tú que decías que por qué romper,


si ni la nube abandona al monte
al atardecer. 3513

Como a la alta cumbre la cubre la nube,


te viá cubrir
en la certidumbre que eres alta cumbre. 3514

Si acaso olvidaras hasta mis facciones,

Página 161
mira la nube que desborda el pueblo
y se va a los montes. 3515

El pájaro cuervo, tan atolondrado,


aunque no vienes a cumplir la cita,
está crascitando. 3521

Como en Mikukuno nanea el lavanco,


vaneo al ñudo, pero de dormir,
de nones estamos. 3525

Conejos en Toia sí que levanté;


pero me riñe la madre 'e la niña
que nunca acosté. 3529

Después de venir adrede pa verla,


me ahuyentan de ella
como al jabalí que está en su moheda. 3531

Cuanto a ti me arrastran las querencias mías,


me importa poco que el potro renquee
como agachadiza. 3533

Mi potro castaño remoloneaba


en la cancela,
al verme salir mi china de casa. 3534

Esta niña garla que tó está tan fijo


como el azud del juncar de Tsuru.
Pero no ha dormío, 3543

Te espero en un río donde el sauce flora,


pero no saco aguas cristalinas,
que allano las hoyas. 3546

Como la ramulla se arrima al rabión,


a esa chiquilla tan fenomenal
se le arriman todos. 3548

No te huyo y majo porque se me antoja;


estoy que bullo como el oleaje
porque duermo sola. 3550

Página 162
A la habitación donde está acostá,
como la gota que cala las peñas
entraré a arrullarla. 3554

Más jollín levanta la que no me duerme


que en Makuraga, en el muelle Koga,
meten los bueceyes. 3555

Si el amor me mata, culparán a un dios


sin reparar
que la culpa ha sío de mi corazón. 3566

Cuando la neblina cubra las millacas


y se oigan patos en la tarde fría,
sentiré añoranzas. 3570

¿En qué estás pensando? Cuando abra sus pétalos


en Ayikuma la flor del dafnífilo[73],
quizás haya viento. 3572
(Es cantar de un tercero que anima al amante, vacilante por la poca edad de la amada.)

Flor del carricillo, erguida en las dunas


de Miiashiro:
no te exhibas tanto, que te quiero oculta. 3575

Cuanto más me pongo el traje teñío


con camalotes de mi semillero,
de él más me encariño. 3576

Página 163
Notas

Página 164
[1]Las palabras japonesas que aparecen en este libro léanse como si se tratara de
vocablos castellanos. La combinación SH, como en inglés. La W, como en
Washington. <<

Página 165
[2] La frase es del Sensei Sánchez Drago en Gárgoris y Hahidis. <<

Página 166
[3]Esta obra se ha reeditado en 1965 bajo el título The Manyoshu (Columbia Univ.
Press, New York). <<

Página 167
[4] Landscapes and Portraits (Kodansha Intern., Tokio, 1971). <<

Página 168
[5]
One Hundred Poems from the Japanese (New Directions Books, New York, 1964).
<<

Página 169
[6] The Originality of Japanese Civilization (Kokusai Bunka Shinkokai, Tokio). <<

Página 170
[7] Se trata del arbusto «sakaki» (Cleyera ochnacea). <<

Página 171
[8]Traducción aproximada del original «tac», «taku», «iú» (Broussonetia papyrifera).
El güiro es de la misma familia y tiene los mismos usos textiles. <<

Página 172
[9] En japonés «kuzu» (Pueraria Thunbergiana). <<

Página 173
[10] En japonés «jagui» (Lespedeza bicolor). <<

Página 174
[11] En esta selección van 59 odas, 14 tonadas y 888 cantares. <<

Página 175
[1]Los numerales que aparecen al fin de los poemas corresponden a las ediciones
japonesas. <<

Página 176
[2] En japonés, «murasaki» (Lithospermum erythrorhizon). «Murasaki» significa
literalmente «violeta». Es un arbusto de florecillas blancas, pero de sus raíces se
extrae un pigmento rojo usado en tintorería. <<

Página 177
[3] En japonés, «shii» (Pasania cuspidata): árbol esbelto de hojas grandes y suaves. <<

Página 178
[4] Respuesta al poema de las eritrorrizas (pág. 36). <<

Página 179
[5] Ver nota 2. <<

Página 180
[6]Ver nota 8 de la Presentación. El «taku» (aquí traducido por güiro) es un arbusto
de frutos morados en racimo; pertenece a la subespecie de bejucos, y su fibra se
empleaba para confeccionar tejidos blancos. <<

Página 181
[7] En japonés, «jagui» (Lespedeza bicolor): arbusto de florecillas rojas y rosas. <<

Página 182
[8]En japonés, «ashibi» (Pieris japonica): arbusto con florecillas arracimadas, blancas
y acampanuladas. <<

Página 183
[9] Se refiere al primer emperador, Yinmu. <<

Página 184
[10] En japonés, «tsuga» (Tsuga sieboldii): arbusto de florecitas amarillas abundantes.
<<

Página 185
[11]En japonés, «sasa» (Sasa paniculata): especie de bambú más pequeño que el
ordinario. <<

Página 186
[12]En japonés, «tsuta», «tsunu» (Parthenocissus tricuspidata): especie de yedra con
florecitas blancas en forma de estrellas de cinco puntas. <<

Página 187
[13] Ver notas en páginas 8 (de la Presentación) y 6. <<

Página 188
[14] Ver notas en páginas 8 (de la Presentación) y 6. <<

Página 189
[15] En japonés, «tsuki» (Zelkova acuminata): árbol copudo y exuberante. <<

Página 190
[16]En japonés, «ujagui» (Aster yomena); de la familia de las compuestas, sus flores
se parecen a la margarita. Por lo visto era planta comestible. <<

Página 191
[17]
En japonés, «obana» (Miscanthus sinensis): especie de carrizo que lleva en su
remate un copete o airón. <<

Página 192
[18] En japonés, «jie» (Echinochloa utilis): yerbajo. <<

Página 193
[19] En japonés, «iamasugue» (Ophiopogon japónicas). <<

Página 194
[20] En japonés, «shinu» (Pseudosasa japónica): especie de bambú. <<

Página 195
[21]En japonés, «kazura» (Kadsura japónica). Traducción aproximada. Se trata de una
enredadera típica de Japón. <<

Página 196
[22] Ver nota 20. <<

Página 197
[23] Ver nota 15. <<

Página 198
[24]En japonés, «sugue» (Carex): planta de la que existen en Japón hasta 120
especies. A veces se traduce aquí como «cárice». <<

Página 199
[25] Ver nota 17. <<

Página 200
[26] Traducción aproximada del original «jínoki» (Chamaecyparis obtusa). <<

Página 201
[27]En el original, «nubatama» (Belamcanda chinensis): especie de zarzamora, de
fruto negruzco. Se usa como epíteto estereotipado para cosas negras, como la noche.
<<

Página 202
[28] Ver nota 10 (Presentación) y nota 7. <<

Página 203
[29] Ver nota 26. <<

Página 204
[30] Ver nota 15. <<

Página 205
[31] Ver nota 24. <<

Página 206
[32] Ver nota 17. <<

Página 207
[33] Ver nota 17. <<

Página 208
[34] Ver nota 7. <<

Página 209
[35] Ver nota 27. <<

Página 210
[36] Ver nota 7. <<

Página 211
[37] Ver nota 7. <<

Página 212
[38] Ver nota 17. <<

Página 213
[39]En el original, «kuzu» (Pueraria Thunbergiana): especie de enredadera de flores
violetas arracimadas. <<

Página 214
[40] En el original, «ominaeshi» (Patrinia scabiosaefolia): planta de flores amarillas.
<<

Página 215
[41] En el original, «sakikusa» (Edgeworthia chrysantha). <<

Página 216
[42] Lugares famosos en China. <<

Página 217
[43] Traducción aproximada, por parecido, del original «ichii» (Quercus gilva). <<

Página 218
[44]Este juego de palabras, de poco valor, se halla en el original. El «Venero Rosa» es
traducción literal de una expresión que designa al paraíso budista, en la ultratumba.
<<

Página 219
[45]La rima en asonante que se conserva en los versos siguientes se halla también en
el original. <<

Página 220
[46] Ver nota 7 (Presentación) <<

Página 221
[47] Ver nota 24. <<

Página 222
[48] Ver nota 27. <<

Página 223
[49] Traducción aproximada del original «sawa-araragui» (Eupatorium lindleyanum).
<<

Página 224
[50] Ver nota 27. <<

Página 225
[51] Traducción aproximada del original «tsurubami» (Querqus acutissima). <<

Página 226
[52] Ver nota 12. <<

Página 227
[53] La construcción del gran Buda de bronce del templo Todai, en Nara. <<

Página 228
[54]En el original, «unojana» (Deutzia crenata): planta de hojas afiladas y florecillas
blancas arracimadas. <<

Página 229
[55]En el original, «chichi» —literalmente significa padre— (Ficus erecta): especie
de higuera. <<

Página 230
[56]
Traducción aproximada del original «jajaso» —literalmente significa «hierba
madre»— (Quercus serrata), por lo que se traía de cierto roble. <<

Página 231
[57] Ver nota 21. <<

Página 232
[58]En el original, «tokiyi fuyi» —literalmente significa «glicina tardía»— (Milletia
japónica). <<

Página 233
[59]Traducción literal del original «Wasure-gusa» (Hemerocallis flava), bellísima flor
amarilla de forma parecida al lirio. Se creía que tocarla provocaba olvidar y ser
olvidado. <<

Página 234
[60] En japonés, «iuri» (Lilium auratum). <<

Página 235
[61] Ver nota 54. <<

Página 236
[62] En el original, «sumomo» (Prunus salicina). Es traducción aproximada. <<

Página 237
[63] En el original, «katakago» (Erythronium japonicum). <<

Página 238
[64] En el original, «tsumama» (Machilus Thunbergii). <<

Página 239
[65] Ver nota 40. <<

Página 240
[66] Ver nota 19. <<

Página 241
[67] Ver nota 8. <<

Página 242
[68] Ver nota 27. <<

Página 243
[69]Este poema vuelve a aparecer tal cual en la obra Cantares de Ise, de mediados del
siglo X, traducida al castellano en esta misma colección Hiperión (ver episodio 23).
<<

Página 244
[70] En el original, «ukera» (Atractylodes japonica). <<

Página 245
[71] Ver nota 3. <<

Página 246
[72] En el original, «tawamizura» (Potamogeton Francheti). <<

Página 247
[73] En el original, «iuzúruja» (Daphniphyllum macropodum). <<

Página 248
Página 249

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