Tu Inicio en Mi Mente
Tu Inicio en Mi Mente
Tu Inicio en Mi Mente
INFINIDAD
DE
VIDAS
Para nosotros los partícipes de este amor tan sincero,
que se alarga en la infinidad de otras vidas
ÍNDICE
TU INICIO EN MI MENTE........................................................................................2
ETERNO RECUERDO.............................................................................................4
AMOR SURGIENDO................................................................................................8
OBSERVANDO EL FUTURO.................................................................................12
LA CASITA AMARILLA...........................................................................................16
LOS SÁBADOS......................................................................................................17
DISTANCIA............................................................................................................ 20
ACTUALIDAD.........................................................................................................24
TU INICIO EN MI MENTE
Era un día normal, un viernes que recuerdo claramente, las horas pasaban tan
lentas que ya ni sabía qué hacer con todo el tiempo que me quedaba por esperar
hasta la vuelta a mi casa. Me concentré en un insignificante punto en la pared,
escuchando las ruidosas voces de mis compañeros rodeándome, todos
embobados en charlas de las que yo no era partícipe, no voy a negar que eso me
entristecía un poco, pero lo justificaba con los sentimientos por los que estaba
pasando en esas fechas. Tan sólo preferí mirar a ese punto y sumergirme en lo
mas profundo de mis pensamientos, ahí donde todo era gris y opaco.
Me acompañaba una canción que viajaba desde mis auriculares hasta mis oídos,
al menos sentía que esa mezcla de letras e instrumentales me entendían y me
hacían no sentirme tan sola y triste. Era una canción de Los Beatles, ¨And I Love
Her¨ . Pensaba que nunca nadie me haría sentirme tan amada como se debió
sentir la musa de esa canción tan bonita, o si yo era tan dichosa de merecer un
amor así de bonito y sincero. Esos pensamientos intrusivos de pensar si era
merecedora de ese honorable amor, me dieron ganas de seguir leyendo el libro
que me había descargado para leer, así que abrí la App y apoyando mi cabeza
sobre mi brazo empecé a perderme en esas maravillosas letras que relataban una
agradable historia de amor. Cuánto deseaba ser la protagonista de una afición así
de romántica y pura.
Lo que mi yo de ese entonces no sabía que ese era el día exacto en donde
nuestra historia dictaría su tan ansiado comienzo.
Ya iba por la mitad del capitulo cuando de repente la persona que tenía a lado me
tocó el hombro, sacándome del mundo solitario en donde me había sumido.
Confundida me saqué los auriculares y le pregunté qué pasaba, como respuesta
tuve a su mirada que me indicaba hacia una compañera mía que se encontraba a
centímetros de la puerta. Volví a preguntar que pasaba, tan desprevenida de lo
que la vida estaba planeando para que me sucediera. Si en esos momentos
hubiese tan solo pensado en cómo se desarrollaría todo a continuación, estoy
segura que en mi siguiente cumpleaños, el deseo que le pediría a las velas sería
que ese instante se repitiera infinitas veces. Tantas veces sea posible.
¨Juan te busca¨ salió de sus labios, dejándome helada, con la respiración nerviosa
y con un leve sonrojo en mis mejillas. Lo primero que cruzó por mi mente fue si
había escuchado bien ¿Ella dijo Juan?
Sí recordaba a aquel chico de cabello marrón oscuro, con auras misteriosas y
copión de canciones para subir a historias. Recordaba sus ojos puestos en mí el
domingo pasado mientras cantaba la canción de Tamara Castro, pero ¿Qué quería
el de mí? ¿Qué buscaba?
Mientras me levantaba de mi asiento también creí que podía tratarse de una
confusión, había dos con el mismo nombre en mi curso, podría ser eso, estaba
segura de que cuando saliese afuera y me viera, diría que en realidad él se refería
a la otra Cande. Así que me tranquilicé y salí.
Y, en ese momento, volvimos a conectar nuestras miradas cómplices que
seguramente una y mil veces pasadas se habrían encontrado, pero que no
revelaban ningún tipo de información.
Mis sospechas de una posible confusión fueron descartadas en cuanto flexionaste
tu brazo y dejaste expuestos a dos caramelos de envoltorio colorido. Fruncí mi
ceño y volví a mirarte, dijiste que eran para mí. No sabía muy bien qué decir o
cómo reaccionar en una situación como esa. Con una considerable vergüenza
sobre mí, los agarré y te agradecí.
Si fuese posible explicar el mejunje de sensaciones que se extendieron por cada
parte de mi cuerpo con el rozar de nuestras manos, si pudiera tan solo entender
cómo esos sentimientos llenaban con rapidez cada hueco de mi ser fundido en
tristeza, cómo fue la manera en que tuve mil deja vú juntos, te juro que te lo
explicaría en este párrafo, pero lamentablemente estas insignificantes letras
formadoras de palabras no pueden ni acercarse a lo valioso e inefable que fue ese
momento.
No quería que esos segundos terminasen, quería quedarme hasta que las
manillas del reloj anunciaran el fin del mundo y el inicio de una nueva vida
distópica. Si ese día alguien se acercaba a mi con preguntas tontas como ¿Si
tuvieras un superpoder cuál sería? Estoy segura que contestaría: El poder detener
el tiempo y quedarse en ese momento para siempre.
Cuando entre al aula después de despedirme de vos, seguido de un
agradecimiento, todos los presentes esperaban ansiosos a que yo contase quién
era el chico lindo de sexto año que me había regalado caramelos el último día de
la semana de la dulzura. Quise responder algo coherente a todas esas
indagaciones, pero la sonrisa de oreja a oreja que tenía me dificultaba un poco
esa tarea. Aunque poniéndome a pensar en este momento, no se me ocurre que
hubiese contestado a todo lo que me preguntaban, o cómo me hubiese defendido
de las cargadas que también había recibido.
Fue un momento feliz, una desconexión de lo que estaba sintiendo en esas
semanas, algo que vino a salvarme y todavía no podía darme cuenta.
Más no todo fue llevadero ese día, una voz de alguien resonó en mi cabeza todo
ese fin de semana de clases, pensaba que lo había hecho a propósito por la
pésima relación amistosa que compartíamos en esos tiempos. ¨Igual Juan regala
cosas todo el tiempo, a mi amiga también le regaló caramelos¨.
¿Había sido así realmente? ¿Había sido tan tonta de creer que era a la única
persona que estabas interesado en regalar cosas? Obvio…No era una conocida
tuya, ni mucho menos una amiga. Capaz sólo estabas siendo un chico agraciado
que buscaba una amistad. O que no buscaba nada a cambio.
Mi cabeza se carcomía todos los días después de ese dicho momento. Intentaba
apagar el deseo de querer escribirte agradeciendo una vez mas por los caramelos,
contarte sobre lo mucho que disfruté comiéndolos y pensando, también, si guardar
sus envoltorios por si en algún momento nuestra historia se desarrollaba. Pensaba
en lo loca que estaba al tener eso en mi mente, pero no era mi mente la que lo
sugería, era mas bien el ser dentro mío que se contentaba de haberte vuelto a
encontrar en otro espacio-tiempo.
No podía estar un minuto mas sin saber sobre vos, no podía aguantar el hecho de
querer conocerte y volver a tocar tus manos, volver a sentir ese calor que me
generabas cuando me observabas con tus ojos fijos. Quería que fuese mas fácil,
si hubieses subido una historia a tu cuenta de Instagram me hubieses facilitado el
trabajo de iniciar una charla, pero no, de hecho, me dificultaste más al no haberme
contestado por dos días. Si decir que mi mente ya maquinaba antes, encontrarme
en ese momento se consideraría avaricia.
Me replanteé mucho lo que había pasado, eran como un texto inentendible que, a
pesar de leerlo un millón de veces, seguías sin encontrarle la vuelta.
La felicidad de mis papas era abundante tras conseguir una reacción positiva de
viajar a nuestra casa de Herradura, recuerdo estar en el agua divirtiéndome con la
compañía de mi papa y mi hermano, quienes lograron despejar un poco del
montón de inquietudes que abundaban mi cabeza. Fui cansada a acostarme
después de esa tarde de pileta, ni bien mi cuerpo toco la cama, Morfeo se apoderó
de mis sueños.
Lo que no esperaba encontrar en las notificaciones de inicio en mi celular, eran
esos mensajes de voz que me dejaste cuando yo transitaba la madrugada con
mucho cansancio, y probablemente un hilo de baba saliendo de mi boca
manchando la almohada.
No fue hasta la mañana del siguiente día que los vi, a mis ojos todavía se les
dificultaba estar abiertos, pero en cuanto leí tu nombre en la pantalla se abrieron
como si hubiese visto a un sapo grande y aplastado en mi patio. Aunque si tengo
que comparar ambas situaciones diría que hasta el propio sapo se sorprendería
por no haber reaccionado como siempre lo hago, tu mensaje se había vuelto el top
número uno en llevarse el agitar de mi respiración.
Mi mamá destacó la linda sonrisa que se dibujaba en mi cara mientras estaba con
ellos todo el día, cómo no iba a parecerme al lienzo mas feliz y alegre de cualquier
pintor si vos me habías contestado.
AMOR SURGIENDO
Eran las cuatro de la tarde cuando le avisé a mis amigas que se prepararan para
salir conmigo al Paseo Ferroviario, recuerdo haberles dicho que hacía minutos
atrás estuve hablando con vos y que habías mencionado el stand de comida que
tenían con tu curso en esas fechas de ferias. Dijiste que pasara por allá y te
comprara algo, obviamente acepté y contaba con que mis amigas me
acompañasen en toda esa travesía. Ellas aceptaron gustosas porque además de
eso, también teníamos que pasar por el stand de Ivana y nuestros amigos.
Llegada la hora, emprendimos camino con mis dos amigas Azul y Gabi, y con mi
hermano Lea de chofer quien también ya estaba enterado e informado de todo
este loco día que estaba por ser. Él se reía de todas las conspiraciones que salían
de nuestras bocas, pero su carcajada fue extremadamente limpia y sincera en
cuanto fue el viaje de vuelta a casa. Pobre Lea, estoy segura que en esos
momentos se había arrepentido de haberme comprado tantos libros de romance
por Mercado Libre, que solo fomentaba mi idea de un amor apasionadamente
puro.
Empecé narrando desde el comienzo. Llegamos a la feria, todos los alrededores
desde mi perspectiva se coloreaban de tonos representativos a la felicidad. Mis
ojos parecían dos pequeñas cámaras que esperaban captar cualquier hallazgo
que viviese a partir de los siguientes instantes, Azul a ese paso ya empezaba a
decirme que me tranquilizara, pero ¿Cómo podía hacerlo? Era imposible sabiendo
que un estudiante vendiendo tras su stand resultarías ser vos. En mi mente se
revelan los recuerdos de tu figura apareciendo detrás de varios de tus compañeros
que también se encontraban trabajando, recibiéndome con una sonrisa tranquila y
unas vibras tan pacificas que puedo jurar que me hubiese puesto a dormir ahí
parada enfrente tuyo. Nos dimos un torpe beso en las mejillas, se me viene el
sentimiento de como se sonrojaron en cuento sentí tu rostro tan cerca del mío; tu
aroma fue una fragancia fresca que bañaba todos mis sentidos, un olor que se
queda registrado en la cabeza de cualquiera, tan plácido y electrizante.
Me saludaste y me diste las dos bolsas de pochoclos que anteriormente se la
había pedido a una chica que, previo a todo nuestro encuentro, ya se encontraba
atendiendo. Las agarré, te agradecí y eso fue todo. Lea suspiró, ¨ ¿Tanto para
eso? Pensé que valió la pena que me despiertes para llevarte y traerte ¨, yo le
sonreí y le dije que todavía me faltaba más de la mitad de todo para que la historia
que estaba contando terminase.
Mientras nos dirigíamos al puesto de Ivana, Azul y Gabi me bombardeaban de
preguntas de cómo había sido todo, obvio que para ellas todo lo que les conté les
había parecido poco y casi nada, todo lo contrario a mí, que me sentía como si ya
me hubiesen pedido matrimonio en los parques de Harry Potter. Pero a pesar de
toda mi emoción, también esperaba más, esperaba como mínimo dos o tres
interacciones más. Las horas siguieron pasando, el sol le había cedido su paso a
la luna, que junto con ella trajo su cielo oscuro; nosotras nos encontrábamos en el
Hotel de Turismo porque nos había agarrado ganas de ir al baño, estando ahí mi
mente voló y todo ese lugar que estaba muy silencioso se llenó de nuestras risas y
comentarios graciosos que nos surgían a medida que contábamos cosas, pero
dejé de prestar atención cuando mi celular se iluminó y dejó en evidencia tus
mensajes preguntándome si quería caminar un rato con vos. Se los mostré a mis
amigas contenta y rápidamente fuimos hasta el Paseo Ferroviario de nuevo.
Sentía una fresca brisa en mi rostro a medida que avanzaba hacia nuestro
encuentro, mis pasos eran apresurados y nerviosos, pero no los culpaba en lo
absoluto, ellos estaban tan ansiosos de guiarme hacia vos y por fin concretar el
inicio de nuestra unión. Había mucha gente recorriendo la gran feria, quizá
muchos iban hablando distraídos, otros simplemente viendo y analizando cosas
para comprar, pero a mi mente le daba igual porque lo único que pensaba era en
tu silueta que ya se asomaba a lo lejos.
Estabas hablando con alguien, ahora mismo no recuerdo bien quien era, pero
tampoco me importaba, a decir verdad, yo solo me concentré en la linda sonrisa
que me regalaste al verme. Hubo un segundo saludo y este si fue con menos
torpeza, aunque en mis pensamientos declaraban culpable a la fuerte música de
fondo que se mezclaba con múltiples murmullos de los al rededores, por no poder
escucharte bien.
No quería perderme ni la más mínima monosílaba que saliera de tu boca, quería
poder deleitarme con el pronunciar de cada oración que formulabas, y no hubo
persona más contenta que yo cuando mencionaste tu idea de perdernos en algún
lugar donde esos propósitos se cumplirían. Nuestro andar cobró otra perspectiva
cuando sólo era tu voz en todo mi mundo, era sólo la tuya con cada flexionar de
nuestras rodillas, con cada pisar de nuestros zapatos, sólo tu voz resonando en
mí.
Mis pestañas no evitaban derretirse al cerrar de mis párpados, trataba de
parpadear lo menos posible para poder presenciar cada mueca que se dibujaba
en tu rostro a medida que contabas una y mil historias, es por eso que las
condené a un fuerte ardor por impedir que cumplieran su propósito. Yo sé que
ellas tampoco podrían objetar mis intenciones, pero yo si me imaginaba con
vestimenta de juez, declarando culpable a los segundos que pasaba perdiéndome
lapsos de vos.
A ese paso la brisa que me cubría como un velo y me parecía fresca, ya tampoco
podía llevarse con ella el rubor de mis mejillas. Esta vez culpo a tus ojos por eso,
la forma en la que me observabas después de interrogarme con preguntas, hacía
que mi mente se quedara en blanco; no había mucho que yo pudiera contarte, a
diferencia de vos, pero si ya aquella información era escasa, con las nubes
borrosas apoderándose de mi mente, se volvía mucho peor.
Me avergonzaba no poder hablarte mucho sobre cosas que me interesaban en
ese momento, sobre cosas que pensé que esperabas escuchar por mí. No sé,
capaz esperabas encontrarte con una talentosa chica deportista, con alguien con
un carácter más fuerte, con atributos envidiables, y una vida social llena de cosas
interesantes, créeme que yo también esperaba dártelo, esperaba con todo mi
corazón poder explayarme hablando sobre lo genial que me iba en algún deporte,
en lo bien que se me daba cocinar, en la historia graciosa del porqué me cambié
de colegio por querer probar algo nuevo y no por la verdadera razón por la cual
me cambié. Sólo te pude dar una historia social bastante triste que me estuvo
afectando a gran parte de mi vida, te pude dar una chica que se quedaba callada
con el pasar de los días dejando que le falten el respeto como si nada por no
saber defenderse, a la que siempre miraba las mismas películas y elegía los
mismos sabores de helado. Te di a la chica que se consideraba tan igual al resto,
a esa que se sentía tan sola y mal.
Pero así de ordinaria y para nada interesante como me sentía, esa misma noche
me hiciste sentir la persona más afortunada de todo el mundo en el que vivimos.
Vos quisiste saber de esa chica a la que no le gustaba probar cosas nuevas por
miedo, quisiste hablar con la Cande de ese entonces que había huido
cobardemente de un colegio en el que la maltrataban, sin juzgarla ni un segundo;
Sin saberlo me estabas regalando la noche mas tranquila y sonora que mi mente
había presenciado desde hacía mucho tiempo.
Y sentados en el pasto verde, donde un paisaje boscoso y nocturno nos
asechaba con su presencia a lo lejos, quise poder agradecerte por lo lindo y
amable que estabas siendo conmigo. Por haberme ofrecido una invitación al
paseo que lo empezó todo, a ese por el que cada vez que voy a dormir pido por
volver a revivirlo, aunque sea en mis insignificantes sueños. Cuánto lo extraño,
cada segundo.
No puedo evitar querer que leas algo de lo que esa chica feliz escribió para vos
esa noche tras llegar a su casa, después de que Lea y sus amigas la hayan
escuchado atentos a la emoción con la que contaba todo con lujo de detalle sin
evitar querer derretirse a la mitad de cada momento. Me bajé del auto con la
inspiración picando mis dedos, no veía la hora de acostarme y dejar a que la
magia de mi sentir se apodere de todo y empiece a fundirse en un mundo de arte
que se volvería eterno en una aplicación del celular. Así que a continuación esta
lectura te va a servir también como una máquina del tiempo, que te va a mandar a
lo que cierto diez de julio del dos mil veintidós, declaré para vos:
“Tu mirada sobre mí, mis comentarios y tus risas contagiosas, tus incontables
anécdotas, mis ojitos achinados, tu respiración agitada, tus preguntas interesadas;
tus dulces labios moviéndose al compás de tu charla, tus manos nerviosas, tus
besos en mis cachetes, mis cachetes sonrojados. Tu interés continuo, tus metas y
sueños, tus músicas y libros, tu todo, todo de vos, me gusta, y me hacen sentir
merecedora de tu atención. “
OBSERVANDO EL FUTURO
Quién iba a creer que esa iba a ser nuestra actual rutina de día a día, una Cande
despeinada y somnolienta feliz de encontrarse con un mensaje tuyo deseando
buenos días desde la distancia. Vos en Córdoba y yo en Formosa, diferenciando
sólo que en ese Julio te encontrabas en una fugaz visita a tu hermana, y no como
ahora que es tu actual hogar. Deseo todos los días al despertarme que sea sólo
esa visita y que pronto vas a volver a pasar tus tiempos conmigo disfrutando de
nuestra compañía presencial, y no que tu estadía allá por el momento es
permanente.
Eran días conmovedores, recordaba despertarme temprano en la mañana y la
primera actividad por cruzar mi mente era agarrar el celular para revisar si había
recibido algún mensaje tuyo. los pliegues de mis labios se ensanchaban en cuanto
tu nombre sobresalía con notificaciones en la pantalla, teniendo de mis favoritos a
tus audios, en donde podía volver a escuchar tu voz. Me alegrabas cada mañana
que podía empezar a hacer mis cosas con tus audios de fondo en donde me
relatabas cada travesura tuya allá en Córdoba.
Me sentía extraña, no podía evitarlo, pero te extrañaba, y era extraño admitir eso.
No te conocía prácticamente nada, no habíamos compartido tanto, pero no podía
esperar a que me dijeras que ya estabas de nuevo en la ciudad para poder verte
de nuevo. Lo ansiaba cada célula de mi cuerpo.
Mientras tanto me conformaba con lo bien que se sentía que en tus pensamientos
aparezca mi presencia cada que veías algo que te recordaba a mí. Una hoja
anaranjada del suelo, que desprendida de su árbol yacía a la espera del encuentro
con tus ojos, y una sonrisa tuya por recordarme tras ese vivaz objeto cuyo
propósito fue cumplido. Puedo imaginarme la secuencia tuya recorriendo esas
grandes y alborotadas calles, cruzando por alguna acera alborada en donde los
feriantes exhibían sus artesanías u objetos sin tanta importancia a precios
considerables; nada captando tu atención, sólo una serie de posters que
reposaban quizá en alguna mesa con demás mercancía, se me ocurren libretas de
caricaturas o algún que otro sticker, pero tu mirada se posó en ese poster, ese en
el que se divisaba mi banda favorita. Las lágrimas hacen un recorrido salado por
mis mejillas al recordar lo que sentí en cuanto, después de insistir mucho, me
mandaste un video que significó tanto. Tu dedo cliqueando el enviar de esa
recopilación en donde me mostrabas aquel poster de los Beatles, hizo estragos en
mi estómago. Vos te acordaste de mí en el momento en que lo viste, recordaste
nuestra charla acerca de lo que me gustaba escuchar, tuviste en cuenta a la chica
insignificante que se estaba empezando a enamorar de vos. Y cómo no.
También recordaste la magia y lo mucho que me gustaba, recordaste esa tarde en
donde mientras tomábamos café, te obligué a hacerte el test de casas de
Hogwarts. Mi lindo Hufflepuff, te agradezco tanto que te hayas tomado el tiempo
de escuchar mis únicas charlas y me hayas contentado con todos esos regalos
que atesoro con el máximo amor que puedo tener acumulado en todo el cuerpo
mío.
Me estabas acostumbrando bastante a la rutina de tenerte en mi vida todos los
días, era un sueño del cuál no quería despertar jamás, un amor naciente que
crecía con cada segundo corriendo en el contador del tiempo, un amor que quería
guardarlo en una caja y custodiar que su andar sea eterno, aunque ni esa palabra
demuestra lo duradero que anhelo que sea nuestro amor. Pero era imposible no
recordarme siempre que quizá mis deseos eran imposibles de cumplir, no con el
saber de que tu futuro nos respiraba en la nuca erizando nuestra piel que pronto
ya no se tocaría más.
Pasaba muchas horas encerrada en mi mente debatiendo si aquello era lo más
conveniente, si el empezar a amarte era lo que correspondía hacer, si era lo que
podía dejarme llevar. Traté de buscar algún error tuyo, algo que me hiciera dejar
de verte como ya te estaba viendo, algo que me ayudase a que lo que se estaba
por venir en realidad jamás pasara, pero no hubo nada, fue un formulario sin
llenar, un espacio en completo blanco que nunca se utilizaría. El único margen que
completaste tan rápido, como si te tratases de un corredor profesional en algún
maratón, fueron los huecos desechos de mi paz perturbada, ese espacio si lo
rellenaste, de hecho, lo reconstruiste con mucha esperanza y sin mucho esfuerzo.
Usaste un hilo especial, uno que se caracteriza por ser muy resistente así también
como incapaz de poder llegarse a desligar de los otros pedazos de lana.
La mano de obra que utilizaste para construirlo te tardó sólo semanas, o
analizándolo bien, ni un sólo recuento de veinticuatro horas. Sanaste a esa chica
que conociste ese día de feria. Sanaste a esa chica que se sorprendió al verte
parado en la puerta con caramelos en las manos. A esa que cantaba en aquel
escenario intentando olvidar su pasado oscuro que la perseguía constantemente.
Sanaste a la chica que se encuentra escribiéndote esto.
Rechacé todo el miedo que amenazaba en mi pecho, y esperé eufórica volver a
verte. Los días pasaron y con ellos llegaron las cosquillas en todo mi cuerpo con el
saber de que en un par de horas me encontraría nuevamente contorneando cada
detalle de tu rostro al hablarme de todo lo nuevo que viviste en tu viaje de una
semana, que desde mi perspectiva había durado una infinidad. Estaba nerviosa,
me reproché todo el viaje a nuestro encuentro, la manía ansiosa de comer todas
mis uñas, ojalá no lo hayas notado, aunque todas esas preocupaciones
desaparecieron en cuanto te contemplé esperándome sentado con un equipo de
mate a lado de tus pies. De él sobresalía una lámina enrollada, junto con una
bolsa que aguardaba ser atacada por mis curiosas manos que se morían por ver
su interior.
Cuando te saludé me morí de ganas de poder rodearte con mis brazos y sentir el
calor de nuestros cuerpos pegados el uno con el otro. No nos hubiera hecho mal
considerando el frío que hacía en esa época del año. Me derrito con el pensar que
nuestras almas tuvieron su rencuentro en circunstancias tan gélidas.
Olerte destensó cada musculo rígido que me constituía, y del que ni siquiera me
había dado cuenta. Tu voz presencial causó olas de placer en toda mi columna
vertebral, que poco a poco se deslizó por toda mi sangre y se instaló cual
huésped. Me preocupé en no tartamudear.
El cielo ocurrente fue testigo de todo mi cuerpo que abundaba calor, y
apiadándose de mi nos cubrió de una pequeña llovizna fría, pero no logró que el
calor se apagase, lo multiplicó por mil al incitarme a pensar en como se sentiría
tus grandes brazos abrazando mi cuerpo pequeño que a propósito empezaba a
temblar, no sé si por cómo te veías con esas gotas de agua resbalando por tu
cabello oscuro mientras me hablabas animado o por la brisa fresca que ya la lluvia
empezaba a levantar. Indiferentemente, lo agradecía.
Las gotas empezaban a tornarse más fuertes, a ese paso ya podía sentir como
por fuera mi cuerpo reaccionaba, a pesar de que por dentro yo era el mismísimo
interior de un volcán a punto de hacer erupción. La gente que nos rodeaba con
centímetros no tan prominentes, ya empezaba a desaparecer con destino a sus
casas, y entre charla y charla, lo único que hacía de chaperón para nosotros era
ese aguacero. Preguntaste si me gustaría caminar a algún lugar más cerrado,
accedí gustosa y nos emprendimos a un camino oscuro y solitario que nos guío al
puerto de La Costanera, ahí donde se encontraba inclusive mas desalojado.
Recuerdo ese frío viento que congelaba mis manos, me hubiese gustado agarrar
las tuyas y tener de excusa el querer calentarlas, reprocho no haberlo hecho. Y
también reprocho no haber iniciado un beso, quizá podría usar esa misma excusa
de querer calentar, pero esta vez, mis labios.
Nuestras conversaciones no tenían mucho sentido, pero me gustaba sentir que ya
había más confianza entre ambos, tanto que me hiciste saber tus intenciones de
matarme en un apocalipsis zombi. La picardía en tu tonada al joderme con eso me
ponía los pelos de punta, ya empezábamos a crear nuestros chistes internos.
Poco después fuimos a la plaza del que hoy consideramos ¨Nuestro Lugar¨, nunca
había ido hasta allá, menos de noche y sin nadie transitando, pero vos me hacías
sentir segura y con eso ya me bastaba. En el camino usé la excusa de haber
escuchado un ruido extraño que me asustó, para acercarme a vos, ese era el
único objetivo que tenía, y se sintió tan bien que no me molestaría volver a
mentirte con eso para mantenerme tan cerca tuyo como sea posible.
Estuvimos un buen rato en las hamacas, donde en más de una ocasión me
impulsaste haciendo contacto con mi cintura, fue algo muy tierno, digno de algún
párrafo de los libros de romance que Jane Austen hubiese escrito. Nosotros
seriamos los protagonistas perfectos de cualquier historia de amor, nunca pensé
que me sentiría, así como en un libro.
Disfrutamos de un poco más de charla, me contaste cosas de tu infancia ya que
estábamos muy cerca de donde hiciste la escuela primaria, me gustó mucho saber
más sobre tu vida, me hizo sentir que también de cierta forma confiabas en mí. Y
nunca odié tanto a mi hermano como ese día, porque interrumpió la burbuja feliz
en la que ya me estaba encantando estar. Tuve que despedirme de vos, no sin
antes desear que no sea el último encuentro que tuviésemos, ya quería volver a
sentirme en un mundo que fuese solo tuyo y mío. Que fuese sólo nuestro.
Agradecí a la lluvia por escoltarnos en esa velada tan linda y significativa para mi
antes de dormirme, esperando que algún otro día se nos una nuevamente
otorgándonos momentos inefables como el que tuvimos ese día.
LA CASITA AMARILLA
No puedo evitar recordar cada vez que paso por ese lugar, todos los besos
nerviosos que nos regalamos cierto tres de septiembre. Era un día también frío,
vos vestías tu característico buzo naranja que pensas que no me gusta, pero que
en realidad adoro y espero poder robarte algún día; yo tenía un buzo negro que no
me resguardaba del viento fresco que fue participe omnisciente de nuestros inicios
románticos. Pero sólo un beso tuyo bastó para que mi cuerpo se sintiese tibio y
cálido como si estuviera cubierta por muchas mantas polares. Fueron torpes,
cautelosos, primerizos, pero fueron el sello de una alianza que comenzaba con
pasos insertos a una realidad que era nuestra. Que firmó el inicio de un camino
afable que hasta día de hoy recorremos gustosos. Fue tocar el cielo con mis
propias manos, fue un fresco vaso de agua en un insoportable desierto caluroso,
fue la emoción de encontrar un trébol de cuatro hojas y de observar un colorido
arcoíris después de una feroz tormenta. Fundirme en tus labios se siente como
una braza de fuego intenso, como si todo mi cuerpo estuviese expuesto a un
sentimiento de adrenalina constante. Y si hubiese sabido como se sentía probarte,
no hubiese dudado en aproximarme hasta vos y proclamar la unión jovial, todas
esas veces que el miedo ganó a mi deseo. Como lo fue ese día en donde la
soledad era nuestra única compañía, o tal vez cuando nos mediábamos a través
de un abrazo acogedor tapados con un abrigo que llevé, que después olió a vos y
jamás lo quise lavar. Se me ocurre también cuando parados observábamos el río y
tu acercamiento era excelente para plantarte un beso mío. Si tan sólo hubiera
sabido, ya no sería una cobarde. Pero aún así agradezco esa faceta de actores
que adquirimos en esa casa, teniendo de excusa el querer representar ese sticker
gracioso que yo amaba y vos no. Agradezco estar en ese pequeño balcón en
donde nuestras bocas danzaron en un compas cariñoso y lleno de significado,
agradezco que cada vez que paso por ahí y veo esa casa, me reconoce por
atestiguar todos esos momentos que recuerdo con nostalgia y mucha ternura. Lo
agradezco yo y mis labios que te extrañan.
LOS SÁBADOS
Si decir que cada día que pasaba junto a vos eran los mejores, entonces me
quedo corta. Una típica frase, pero que refleja de manera exacta cómo se siente
perdurar en el tiempo con esa presencia tan lumínica tuya.
Esperaba paciente que llegase cada sexto día de la semana, cada sábado en el
que mi ser interior se relajaba y se fundía en la felicidad de poder llamarte mío,
porque ya eras mío, eras esa única persona en la que pensaba todo lo que el
tiempo despierta me permitía pensar, eras el chico al que cada que lo veía me
moría de ganas de plantar mis labios en los suyos y crear juntos un mundo donde
nada más importaba; rogaba a todo aquel que cumpliese plegarias, que ese sentir
de pertenencia que lograba sentir con vos, sea siempre por vos en la eternidad
absoluta.
Nunca hubo propuesta de que nuestras almas se elijan a partir de una cierta
fecha, tampoco lo esperaba, a decir verdad, porque lo nuestro no se engloba en
propuestas tenues que incapaces son de proyectar todo aquello que pasa por
nuestras mentes al mirarnos, lo nuestro es y siempre será la fluidez de los actos
que cometemos cada vez que inicie un nuevo día. La alarma que resonaba en
toda mi pieza no sólo anunciaba el tener que empezar mi rutina nuevamente, sino
también recordaba el aumento masivo de mi amor por vos, ese que jamás va a
decaer ni disminuir.
Volviendo a lo de mis días mágicos, ojalá pudieras haber visto a esa Cande que
empezaba sus mañanas de la manera más alegre que se podía, pero como
haberme visto es imposible, con gusto te lo voy a describir:
Normalmente mis fines de semanas empezaban bastante temprano, odiaba que
eso pasase puesto que era mayor la probabilidad de que estuviera ansiosa desde
horas muy prematuras, pero no había mucho por hacer porque sabía que sería
casi imposible volver a retomar mis sueños, por lo que me decidía sentarme en mi
cama, quizá echar un bostezo y seguido de eso apoyar mis pies en el frío suelo en
busca de mis pantuflas. Después de volver del baño agarraba mi celular en busca
de algún mensaje tuyo, mientras me cepillaba los dientes dejaba volar mi mente
en conspiraciones de posibles recados ¿Me habrías puesto solamente un hola?
¿Me habrías invitado a salir a algún lugar? ¿O sólo me respondiste algo que
anteriormente te había mandado pero que no me contestaste? No importaba cuál
de esas cosas podría ser, porque ya con el celular en la mano, con cualquiera de
ellas, ya me encontraba sonriendo.
Mis ojos se iluminaban más que el brillo de la pantalla, mi corazón bailaba el ritmo
de un tango romántico, y mi respiración se la creía por cuan agitada estaba.
Planeaba en mi mente la posible vestimenta que usaría para que me veas, me
levantaba de mi asiento y me sumergía por horas y horas en búsqueda de la
prenda perfecta. Podría ser aquel vestido negro con círculos blancos, o quizá
algún top que podría usar con jean por si más tarde refrescaba…Cualquiera
estaba bien. Mis deseos sólo eran entrar en tu mente con el objeto de mi esencia,
quería vestirla adecuadamente para que tus sentidos vuelen y se pierdan en algún
lugar buscando la razón del porqué te atraías tanto a ésta. Espero haberlo
logrado, aunque sea alguna vez.
Ya peinada y perfumada me marchaba de mi pieza, mirándola en cada uno de sus
rincones, sabiendo que al volver sería mi cómplice y fiel testigo de las vibras
renovadas con las que después de verte traería. Tocaba la puerta de mi hermano
esperando su positiva orden, irrumpía en ella esperando su opinión a como iba,
siempre respondía que estaba linda, pero no me importaba tanto, no se
comparaba a cuando al llegar hasta tu encuentro, yo me encontraba con las
miradas tuyas que por mas que no me decías nada, ellas hablaban por vos.
Haciendo una gran mención a mi hermano Lea, que paciente me llevaba hasta
vos, escuchando los avances que teníamos sábado tras sábado, le agradezco de
por vida su gran serenidad. Le doy gracias de que cada vez que le pedía un
consejo ponía más despacio su música y atento buscaba las palabras para
asistirme en todas mis inquietudes, como lo fue aquella vez cuando volviste de
Córdoba y debatíamos si estaba bien confesarte el pronto sentimiento de
extrañarte que experimenté, el dijo que si, que estaba bien sacarlo de adentro y
que lo ibas a tomar con terneza, pero no me animé y se burló de mi cuando me
buscó de regreso. Al llegar al destino de siempre, La Plaza San Martín, me
preguntaba la hora en la que me tenía que buscar y me deseaba suerte antes de
que yo cerrase la puerta del auto, era una re confianza la que me daba y ahora
que recuerdo todas esas veces, me fue de mucha ayuda en muchos momentos en
los que tuve que caminar de punta a punta ese lugar hasta llegar a vos.
Creo que eran los peores momentos del día, sin contar el momento de
despedirnos, ser recorrida por tu mirada inconclusa desde lejos me ponía más que
nerviosa. Casi siempre me esperabas sentado, y desde mi visión alejada rogaba al
cielo que no sintieras aún mi presencia y me quedaras mirando. Aunque con el
pasar del tiempo eso se fue esfumando por la confianza que traías a mi vida, y de
pasar de sentirme obstruida por tus ojos, ahora me siento una modelo
extremadamente linda, caminando por su pasarela, teniendo de fotógrafo a tu
mirada que desprende el más agradable sentimiento fogoso.
Estando con vos no podía dejar de pensar en lo mucho que anhelé encontrarte,
cada palabra que salía de tu boca era la poesía más sensitiva que alguna vez
escuché. Mirarte consistía en ser espectador de la obra de arte más simbólica de
toda una exposición. Tocarte era el sentir de volverse loco por querer más y olerte
era el remate de toda esa locura.
Movías mi mundo, lo ponías de cabeza, le dabas vueltas, eras el controlador de la
montaña rusa de emociones que se prendían en mi interior. Eras y vas a ser
siempre la razón de mi cuerpo inquieto, de mi mente que no duerme por siempre
estar pensando en ambos juntos, eras el destinatario de todas mis miradas, el
dueño de todas mis canciones, de todos mis versos. El chico que me enseñó a
probar cosas nuevas, el que con cada salida me hacía degustar un sabor de
helado distinto. El que me hizo entender que mi rareza era lo que me hacía
diferente del resto, que era buena y no tenía de qué avergonzarme. El que cada
que lo miro prende en llamas cada rincón de mí, apacigua cada caos de mi mente,
inicia deseos, despega metas, acompaña en cada cosa.
La mezcla de tristeza y felicidad con la que volvía a casa después de cada
sábado, me dejaba con un sabor de querer volver a verte, de que ansiaba que los
días pasasen volando para volver a tenerte para mí. Para volver a escucharte,
para volver a mirarte, a tocarte, a oler ese aroma que te caracteriza y que me
gusta embriagarme. Pero a la vez detestaba que los días pasasen y pasasen,
porque con cada sábado por pasar, un reloj de arena imaginario me recordaba la
fecha en la que tu presencia se iría y me arrancaría todos esos propósitos. Todos
esos sábados.
DISTANCIA
Después de otro largo periodo separados, hoy te tengo conmigo, hoy puedo
permitir que nuestros cuerpos se encuentren en un abrazo, puedo sentir a tus
brazos como un refugio en el cual me encanta resguardarme. Puedo aprovechar
de copiar el tiempo de tu respiración, puedo crear melodías en mi mente con el
sonido de nuestras risas, puedo también detallar cada detalle tuyo con mis ojos,
puedo verlo desde tan cerca, con tanta claridad. Puedo contar cada lunar
impregnado en tu piel, fantaseando con aquella leyenda de que fueron esos los
lugares en donde más te besaba en alguna vida anterior, imaginándome donde
podrían encontrarse esas manchitas futuras al volver a cambiar de vida.
Estoy tan agradecida con el destino, y tan segura que va a hacer hasta lo
imposible para que siempre demos los mismos pasos, a la misma dirección, que
nos hará tomar el camino que nos guía a nuestro encuentro. Que se contentará
una vez que la ruta sea caminada por nosotros juntos a la par. Que nos mirará y
acompañará en todas y cada una de nuestras vivezas.
Pero ahora puedo decirte que el existir junto a vos en este momento es y siempre
será el motivo de todas mis alegranzas, el motivo de todos los pliegues en mi cara
que forman sonrisas, la razón de querer seguir pelando mis batallas, superar mis
obstáculos, todo con intención de siempre encontrarte.
Siempre te voy a encontrar, quizá de una forma distinta…Puede ser como alguna
piedra preciosa tirada en el suelo, en algún estanque nadando con mis iguales los
patos, puede ser también como un envoltorio de Flynn Paff, un oso perezoso
colgado en un árbol, un aparato que nebuliza la mucosidad, una canción de tus
bandas favoritas, el poster de un personaje del mundo mágico, una serie de chicos
con plata, una fuente de fideos mostacholi con mucho queso, incluso como una
hamburguesa. Variedad de formas que podrían representarme, pero todas ellas
con el mismo objetivo de siempre buscarte y hacerte feliz, en una infinidad de
vidas.