2 Parte de La La Prueba
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LA PRUEBA
CARGA DE LA PRUEBA
El principio de aportación de parte según nuestro derecho sirve, pues, para determinar que
son éstas las que tienen la carga de la prueba, no existiendo deber del juez de verificar (sin
perjuicio de que el juez pueda acordar de oficio la práctica de algunos medios de prueba, arts.
172, 183 y 191 del CPCYM); pero el principio de aportación no sirve para nada más y, en
concreto, no nos dice cómo debe distribuirse la carga de la prueba entre las partes. Con sólo
este principio para el juez es indiferente quién ha probado los hechos alegados.
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de ellas los ha alegado. Pues bien, el principio de adquisición procesal supone que, estando
los hechos correctamente alegados, cualesquiera hechos, y estando probados, el juez ha de
partir de ellos en la sentencia, sin referencia a cual de las partes los ha probado.
Hasta aquí la doctrina de la carga de la prueba no ha entrado en juego. Nos hemos limitado
a recordar que los hechos (los datos, si se quiere) alegados han de ser probados por las
partes. Esta doctrina nos debe responder a la pregunta, pero ¿cuál de las partes?
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Por este camino, indirecto para nosotros en este momento, la carga de la prueba se resuelve
en quién debió probar. Resulta así, pues, que la doctrina de la carga de la prueba produce
efectos en dos momentos distintos y con referencia a diferentes sujetos:
1) Con relación al juez sirve para que, en el momento de dictar sentencia y ante un hecho no
probado, decida cuál de las partes debe sufrir las consecuencias de esa falta de prueba.
En principio la sentencia será desfavorable a aquella parte que pidió un efecto jurídico
establecido en la norma cuyo supuesto de hecho no se probó. Siempre con relación al juez,
esta doctrina no sirve para que éste diga a las partes cuál de ellas debe probar; a lo largo del
proceso el juez no asume lo que podríamos llamar una función distribuidora de la carga de la
prueba; como hemos dicho, si un hecho está probado al juez no debe importarle quién realizó
la prueba (principio de adquisición), pues él cuestiona la carga sólo cuando falta la prueba de
un hecho y en el momento de la sentencia.
2) Respecto de las partes la doctrina sirve, y en la fase probatoria del juicio, para que sepan
quién debe probar un hecho determinado si no quieren que entre en juego el efecto anterior
(aunque se produce después en el tiempo).
Este efecto es el que nos importa ahora y respecto de él debemos examinar las reglas
existentes en nuestro derecho, reglas que son las mismas que, en su caso, aplicará el juez para
el supuesto de falta de prueba.
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c) El demandante debe probar las condiciones específicas para el nacimiento del derecho,
pero tampoco cabe imponerle la carga de probar que a lo largo de la vida de éste no ha surgido
algún hecho que lo ha extinguido; también aquí estaríamos ante una situación absurda.
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Por último hay que hacer referencia a lo que viene denominándose en la doctrina criterio de
la normalidad y facilidad probatoria. Mediante él se pone de manifiesto que es necesario
distribuir la carga de la prueba atendiendo, no tanto a una serie de principios teóricos o a la
posición que se ocupa en el proceso, cuanto a criterios prácticos y en concreto a la proximidad
real de las partes a las fuentes de prueba. Los criterios examinados antes responden ya en
buena medida a la facilidad del acceso a las fuentes de prueba; cuando se dice que
enfrentaríamos al demandante a una auténtica probattio diabolica (prueba diabólica) si
hubiera de probar la concurrencia de las condiciones generales del art. 1251 del Código Civil
o que no ha concurrido ninguna causa de extinción de la deuda, se está ya caminando en el
sentido que decíamos, y se trata ahora de profundizar en esa dirección para llegar a la
consecuencia de que, en ocasiones, debe invertirse la carga de la prueba, esto es, las
consecuencias de la falta de prueba, no como regla sino en los casos concretos.
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A) La distinción fuentes-medios
Con la expresión fuente de prueba nos estamos refiriendo a un concepto extrajurídico, a una
realidad anterior al proceso; los medios de prueba aluden a conceptos jurídicos, y sólo existen
en el proceso, en cuanto en él nacen y se desarrollan. Las fuentes de prueba son los elementos
que existen en la realidad, y los medios consisten en las actividades que es preciso desplegar
para incorporar las fuentes al proceso. La fuente es anterior al proceso y existe
independientemente de él; el medio se forma durante el proceso y pertenece a él. La fuente
es lo sustancial y material; el medio, lo adjetivo y formal (Sentís Melendo).
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hay que preguntarse ¿cuáles son éstos? Nuestro derecho positivo nos ofrece una enumeración
en el art. 128 del CPCYM:
Esta enumeración de los medios de prueba carece de rigor técnico, como veremos al
examinar los dos últimos números de la lista; baste ahora decir que los llamados medios
científicos de prueba no constituyen verdaderos medios, pues tendrán que entrar en el proceso
por otro de los medios, entendidos como actividad, y que las presunciones son un método de
prueba, y no un medio de prueba como tradicionalmente se ha venido enseñando.
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son los medios de prueba, entendidos como actividad que es preciso realizar para incorporar
la fuente al proceso, y éstos, después de la regulación legal, serán siempre numerus clausus
porque las únicas actividades procesales posibles son las legales, sobre todo si se tiene en
cuenta que la actividad jurisdiccional está sujeta al principio de legalidad.
VALORACIÓN DE LA PRUEBA
El destinatario de la prueba es, naturalmente, el juzgador; va ello implícito en el propio
concepto de prueba, tanto en la parte de éste que se refiere a su convencimiento psicológico
sobre la existencia o inexistencia de los datos aportados al proceso, como en aquella otra que
atiende a la fijación de los datos conforme a las normas legales. La valoración de la prueba
es, por tanto, misión del juez, pero para ello existen dos sistemas que suelen denominarse de
libre valoración y de prueba tasada o legal, aunque en algunos ordenamientos
iberoamericanos se ha tenido el gran acierto de no hablar de libre valoración sino de prueba
conforme a la sana crítica.
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Lo que ahora importa ahora es comprender que es el juego diferente de las máximas en la
valoración de la prueba, lo que determina que se esté ante un sistema libre (mejor llamado de
sana crítica) o legal (también denominado tasado). En el sistema libre o de la sana crítica la
ley deja al juez que aplique las máximas que éste ha adquirido por su experiencia en la vida,
y en el caso de que la máxima no sea común, sino especializada, le permite servirse de la
prueba pericial (por esto el experto o perito puede considerarse un auxiliar del juez). En el
sistema de prueba legal o tasada lo que la ley hace es establecer la máxima de la experiencia
en la propia norma (implícita o explícitamente), e imponerla al juez en el momento de la
valoración de la prueba. En el sistema mixto de nuestro proceso civil el juez se encuentra con
que en unos casos debe aplicar “sus” máximas de la experiencia, con base en las cuales se
convencerá o no de la realidad de una afirmación de hecho efectuada por la parte, pero en
otros casos su labor se limitará a comprobar si el hecho ha quedado o no fijado conforme a
lo que la ley dice, independientemente de su convencimiento. Con uno y otro sistema tendrá
que establecer en la sentencia cuales son los hechos que han sido probados.
b) Máximas de la experiencia legales
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proceda a aplicar esa máxima en el caso concreto, de modo que las reglas legales de
valoración de la prueba no son más que máximas de la experiencia que el legislador objetiva,
sin dejar que sea el juez el que determine la máxima de la experiencia que ha de aplicarse en
el caso. Es decir, las reglas legales de valoración de la prueba son máximas de la experiencia
legales.
Cuando el art. 186 del CPCYM dice que los documentos autorizados por notario o por
funcionario o empleado público en el ejercicio de su cargo, producen fe y hacen prueba plena,
lo que está haciendo es asumir esta máxima de la experiencia: se parte de la base de que los
notarios cuando hacen una escritura pública no mienten o alteran la verdad respecto de la
fecha en que se otorga, ni sobre la presencia de los otorgantes, ni respecto de lo que los
otorgantes le dicen, y por tanto el juez ante el que se presente esa escritura pública debe
otorgarle pleno valor probatorio (hace plena prueba) para dejar establecida la existencia del
hecho afirmado por una de las partes.
Estamos así ante una norma legal de valoración de la prueba, ante la plasmación en el Código
de una máxima legal de experiencia, ante la asunción por el legislador de una máxima de
experiencia. De la misma manera, y en previsión de que en alguna ocasión una de las partes
en el proceso afirme que el notario ha faltado a la verdad, el art. 186 sigue diciendo: queda a
salvo el derecho de esa parte para aducir la nulidad o falsedad del documento, pero entonces
sobre ella recaerá la carga de la prueba de la nulidad o de la falsedad
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Las reglas de la sana crítica no pueden estar codificadas, esto es, enumeradas en un código o
ley, y no pueden estarlo porque se corresponden con las máximas de la experiencia de la vida
misma. Cualquier persona sabe, por ejemplo, que es más creíble un testigo que no conoce a
ninguna de las partes en un proceso que otro testigo que es pariente de una de las partes. Esta
es una máxima de la experiencia que el juez --y estamos poniendo un ejemplo-- no puede
desconocer por poca experiencia de la vida que tenga. Cualquier persona sabe también --por
poner otro ejemplo—que los niños suelen cruzar las calles sin mirar y precipitadamente, y el
juez no podrá olvidar esta máxima a la hora de valorar la prueba sobre cómo se ha producido
un accidente de tránsito.
B) El sistema mixto
El problema principal que presenta un Ordenamiento como el guatemalteco es que en el
mismo conviven los dos sistemas de valoración.
a) Pruebas conforme a la sana crítica
El art. 128 del CPCYM establece la norma general de valoración: “Los tribunales, salvo
texto de ley en contrario, apreciarán el mérito de las pruebas de acuerdo con las reglas de la
sana crítica”, y luego establece esta misma norma de modo especial cuando se trata de los
medios de prueba: 1) Testigos: Art. 161: “Los jueces y tribunales apreciarán, según las reglas
de la sana crítica, la fuerza probatoria de las declaraciones de los testigos”, y 2) Expertos:
Art. 170: “El dictamen de los expertos, aun cuando sea concorde, no obliga al juez, quien
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debe formar su convicción teniendo presentes todos los hechos cuya certeza se haya
establecido en el proceso”, y que es una manera poco clara de decir también que debe estarse
a las reglas de la sana crítica. Si se atiende bien se advertirá que lo que el Código está diciendo
es que la norma general es la de la sana crítica, pero que existen algunas excepciones que han
de estar previstas expresamente en la ley. A saber:
Resuelta así, por tanto, que el sistema guatemalteco de valoración de la prueba es mixto,
pues en él se mezclan pruebas que se valoran de modo legal y pruebas que se valoran por el
juez conforme a la sana crítica.
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PROCEDIMIENTO PROBATORIO
Examinaremos después el procedimiento de cada uno de los medios de prueba, pero existe
una parte de ese procedimiento que es común a todos los medios. Esa parte es la que
expondremos aquí, pero antes conviene advertir que la prueba, y su procedimiento, no son
siempre necesarias. Ciertamente es muy extraño que se dé en la práctica un proceso sin
prueba, pero la posibilidad existe y el art. 123 del CPCYM alude al mismo cuando dice que
se abrirá a prueba el proceso si existen hechos controvertidos, lo que supone, en sentido
contrario, que si no hay hechos controvertidos no es necesaria la prueba. En el procedimiento
probatorio cabe distinguir las siguientes fases:
A) Petición de apertura a prueba del proceso Es un acto de parte por el que pide al juez
que en el proceso se realice prueba (con base en el principio de aportación de parte); se trata
de una petición general, que debe hacer el actor en el escrito de demanda (art. 106) y el
demandado en el de contestación a la demanda (art. 118). Realmente en esos escritos debe
hacerse algo más, por cuanto en ellos deben expresarse “las pruebas que van a rendirse”, pero
en la proposición de medios concretos de prueba está implícita necesariamente la petición de
apertura del proceso a prueba.
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En la resolución en que se acuerda la apertura a prueba, tendrá el juez que conceder a las
partes el término ordinario de prueba, que se fija en treinta días, si bien el mismo puede
ampliarse a diez días más, cuando sin culpa del interesado no hayan podido practicarse las
pruebas pedidas en tiempo, aunque la solicitud de prórroga debe hacerse, por lo menos, tres
días antes de que concluya el término ordinario, tramitándose como incidente.
b") Término extraordinario
Inicialmente el juez concederá siempre el término ordinario, que empezará a correr sin más,
a partir de la notificación a las partes, pero la parte que ha ofrecido pruebas que deben
practicarse o recibirse fuera de la República y que procedan legalmente puede solicitar y el
juez concederá el llamado término extraordinario, que no podrá exceder de 120 días; ese
término (en realidad, plazo) debe ser concedido por el juez en el tiempo que estime suficiente
y es siempre improrrogable
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E) Práctica de la prueba
Es aquí donde adquiere especial relevancia el procedimiento probatorio de cada uno de los
medios de prueba, pero aún así puede hacerse mención de una serie de normas generales que
se refieren a:
1) Presencia judicial:
El juez presidirá todos las diligencias de prueba, dice el art. 129 del CPCYM, y el art. 68 de
la LOJ lo refuerza diciendo que los jueces recibirán por sí todas las declaraciones y presidirán
todos los actos de prueba (aunque no especifica sanción). Si es posible que un Juez presida
la práctica de las pruebas y otro pronuncie la sentencia (por traslado, cese o muerte del
primero, por ejemplo), no cabe hablar de verdadera inmediación, pues el efecto principal de
ésta, derivado de la oralidad, es que un mismo Juez preside la prueba y dicta la sentencia.
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2) Audiencia o contradicción:
Todas las pruebas se practican con intervención de las partes, debiendo al efecto ser citadas
con dos días de antelación, por lo menos (art. 129). La falta de citación debe suponer nulidad
o, en palabras del Código, “no se tomarán en consideración”.
3) Publicidad:
La regla general es que todas las diligencias de prueba se practicarán en audiencia pública,
esto es, con total publicidad. Excepcionalmente los jueces podrán disponer que se practiquen
de manera reservada cuando, por su naturaleza, el tribunal lo juzgare conveniente
(art. 129).
4) Lugar:
En principio las pruebas se practicarán en el local del órgano jurisdiccional, aunque cabe la
posibilidad, en el reconocimiento judicial, de que el juez tenga que ir al lugar o terreno del
caso, y aún caben otros supuestos en la confesión (art. 132 CPCYM) y la prueba testifical
(arts. 155 y 156 del CPCYM).
Sin embargo es posible que la prueba se practique en lugar distinto y ante juez diferente del
que ha de dictar sentencia. El art. 170 de la LOJ admite, en general, que los magistrados
pueden encomendar a los jueces de primera instancia y éstos a los jueces menores la práctica
de las diligencias expresadas en el art. 68, esto es, los actos de prueba, cuando deban tener
cumplimiento en el lugar que no sea el de su respectiva residencia.
5) Documentación:
Las pruebas se practican de un modo mixto oral y escrito, pero en todo caso el acto ha de ser
documentado por el secretario que levantará acta, haciendo constar en ella su nombre, y
siendo responsable solidariamente con el juez o magistrado del contenido de los mismos (art.
68 de la LOJ).
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