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Carga de La Prueba en El Proceso Civil, Laboral y Familiar

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Carga de la prueba

en el proceso civil,
laboral y familiar

Introductoria:
Derecho
Procesal I

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Carga de la prueba
en el proceso civil,
laboral y familiar

Responde a la pregunta ¿quién debe probar? Se trata de determinar cuál


de los sujetos que actúan en el proceso debe producir la prueba materia del
debate, o sea, la distribución del onus probando.
En el proceso civil, eminentemente dispositivo, son reglas para que las
partes produzcan la prueba de los hechos, con la finalidad de demostrar la
verdad de sus respectivas proposiciones. Carga de la prueba significa
entonces, una conducta impuesta a uno o a ambos litigantes para que
acrediten la verdad de los hechos por ellos alegados.
La carga de la prueba (onus probando) constituye pues como toda carga
procesal, un imperativo del propio interés, una circunstancia de riesgo;
quien omite probar, no obstante la regla que pone tal actividad a su cargo,
no es pasible de sanción alguna, quedando expuesto a la perspectiva de una
sentencia desfavorable.
En otro aspecto, también es una regla para el juzgador o regla de juicio, en
cuanto implica cómo debe resolver cuando no existe la prueba de los hechos
sobre los cuales debe basar su decisión.
La ley procesal debe distinguir anticipadamente entre las partes la fatiga
probatoria, determinando las circunstancias que el actor y el demandado
deben acreditar, según las proposiciones formuladas por ellos en el juicio.
Concepción clásica
Las reglas sobre la carga de la prueba son aquellas que tienen por objeto
determinar cómo debe distribuirse, entre las partes, la actividad consistente
en probar los hechos controvertidos que son materia de litigio. Mantiene
aún su vigencia, con algunas modificaciones, aunque existen situaciones
complejas, donde el problema de determinar quién debe probar se hace de
muy difícil solución. Trataremos de establecer, en síntesis, las cargas o
responsabilidades de cada uno para lograr zanjar dicha dificultad.
Generalmente, se puede analizar la existencia de tres clases de hechos; los
constitutivos, los impeditivos y los extintivos, que funcionan de la siguiente
manera en el tema que nos ocupa:
Al actor le incumbe la prueba de los hechos constitutivos de su pretensión,
atribuyéndosele el carácter constitutivo al hecho específico del que surge,

 
 

 
 

en forma inmediata, el efecto jurídico pretendido. Así, por ejemplo, en un


contrato de compra venta, el actor deberá probar la existencia de dicho
contrato, como asimismo, las demás circunstancias que lo tipifican, por
ejemplo: cosa vendida, precio, etc.
En cuanto a los hechos impeditivos, como regla le corresponde su prueba al
demandado.
Siguiendo el ejemplo anterior, podemos decir que son hechos impeditivos la
existencia de un vicio en el consentimiento o la incapacidad de los
contratantes, correspondiendo la prueba de su existencia a quien los invoca
como fundamento de su defensa. De la misma manera, corresponderá al
demandado probar la existencia de los hechos extintivos, que en relación al
supuesto citado, será, por ejemplo: el pago del precio o cualquier otro
medio extintivo de las obligaciones (Art. 724 del C. Civil).
Si bien generalmente estos hechos deben ser probados por el demandado,
existen supuestos en que los hechos impeditivos y extintivos deberán ser
probados por el actor, cuando constituyeren el fundamento de su
pretensión, pues existen situaciones en las que un hecho impeditivo o
extintivo funda una demanda; en tal caso, el actor deberá probar el hecho
que impidió la constitución de una relación jurídica o que la extinguió,
como sucede cuando se solicita la nulidad de un acto jurídico,
correspondiéndole al actor la prueba del error, dolo, violencia o cualquier
vicio de la voluntad en que funda la demanda.
Como consecuencia de lo expresado, podemos concluir que, tal como lo
sostiene la doctrina, cada parte soportará la carga de la prueba respecto de
los hechos a los que atribuye la producción del efecto jurídico que pretende
(Palacio).
La Legislación Procesal Civil de la Provincia de Córdoba (ley 8465) no
incluye normas generales que fijen pautas de distribución de la
responsabilidad probatoria, con excepción del Art. 548 C.P.C.Cba., referido
al juicio ejecutivo: corresponderá al demandado la prueba de los hechos en
que funde las excepciones. En cambio, el Art. 377 del C.P.C.N. expresa que
“cada una de las partes deberá probar el presupuesto de hecho de la norma
o normas que invocare como fundamento de su pretensión, defensa o
excepción”.
Reformulación
Modernamente, se ha ido desarrollando en la doctrina y jurisprudencia, un
movimiento de cambio que tiende a atenuar en el proceso civil su marcado
perfil dispositivo, por otro de tipo publicístico o inquisitivo que otorga al
juez un rol más activo o protagónico en el proceso.
Se hace necesario, como consecuencia de ello, adaptar las tradicionales
reglas de distribución de la carga probatoria que expresáramos
precedentemente, a las necesidades que impone esta nueva tendencia. De
esta manera surge lo que se ha dado en llamar “teoría de la carga probatoria
dinámica”, cuya regla de distribución, básicamente, puede ser expresada de
la siguiente manera: la carga de acreditar determinado hecho, debe recaer
sobre el litigante que se encuentre en mejores condiciones de producirla.
Es decir, se atenúa el rigorismo de los principios llamados clásicos y
encuentra su máxima expresión en aquellos supuestos donde la prueba, o
parte de ella, resulta inaccesible a una de las partes, supongamos al actor,
(por ej., los casos de mala praxis médica, simulación, etc.) En estos casos, se
impone la carga probatoria, a quien se encuentre en mejores condiciones de  
probar; todo ello en virtud de los principios de la lógica, justicia, igualdad  

 
 

de partes antes la ley y solidaridad. Además, es necesario que concurra otra


circunstancia determinante: que la parte se encuentre en reales
posibilidades de probar, ya que de lo contrario, atribuir responsabilidad de
prueba a quien no tiene esa posibilidad, carecería de todo sentido.
Adviértase también, que no debe confundirse este sistema con el de la
inversión de la carga de la prueba, aunque presenta ciertas similitudes. En
el último de los nombrados, esa inversión proviene de la ley (Art. 39 del
C.P.Laboral de Cba. –Ley Prov. Nº 7987-, Art. 509 Inc. 2 C.P.C.Cba.), pero
en el sistema de la reformulación, se trata de un sistema que,
circunstancialmente, permite que esa responsabilidad probatoria sea
atribuida a una u otra parte; tal como ya lo hemos señalado.
Sin discutir la justicia del sistema, el problema se presenta porque en la
actualidad no existe en nuestra legislación procesal, normas precisas que
den seguridad jurídica al justiciable en este sentido, y que determinen cómo
y cuándo el juzgador ha de atribuir esa responsabilidad probatoria a una de
las partes en un caso concreto.

Responsabilidad probatoria en el proceso


penal

En nuestro sistema penal, las doctrinas precedentemente enunciadas


resultan inaplicables por cuanto:
El estado de inocencia impide que se obligue al imputado a aportar prueba
acerca de aquella y mucho menos sobre su culpabilidad. No tiene el deber
de probar nada.
Nuestro sistema reposa en el carácter público del interés represivo, por lo
que la obligación de investigar la verdad y de aportar en consecuencia las
pruebas necesarias, incumbe al Estado a través de sus órganos
predispuestos, sin que la actividad probatoria y el objeto de la prueba
puedan encontrar límites derivados de la conducta de las partes. La
responsabilidad que nace para el Ministerio Público por imperio de la ley
8123 durante la etapa del juicio, por la cual el ofrecimiento de prueba es de
su exclusiva competencia, no pudiéndola suplir el tribunal de oficio, no
responde a la teoría de la carga probatoria pues el fiscal, objetivamente, está
obligado a efectuar dicho ofrecimiento, de la misma forma que el juez está
obligado a juzgar.
La actividad probatoria en el proceso penal no es una simple verificación,
desde que ésta presupone una afirmación previa, y lo que se pretende es 
reconstruir objetiva, imparcial, histórica y libremente el hecho hipotético 
que supone delito.

 
 

Bibliografía de referencia
Ferreyra de De la Rúa, A. &González de la Vega de Opl,C. (2003) Teoría
General del proceso, Tomos I y II., Córdoba: Edit. Advocatus,

Palacio, L.E.(2010) Manual de Derecho Procesal Civil. Buenos Aires. Abeledo


Perrot,

Vescovi, E. (1999) Teoría General del Proceso, segunda Edición. Santa Fé de


Bogotá, Colombia: Editorial Temis

 
 

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