Cronica Martinez de Hoz
Cronica Martinez de Hoz
Cronica Martinez de Hoz
Doi: https://doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.co/disertaciones/a.9618
Volumen 14, Número 2 / Julio-diciembre 2021
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Para citar este artículo: Borrelli, M., & Epiro, A. (2021). En defensa del bolsillo popular: El diario Crónica
y la economía argentina durante los años de Martínez de Hoz (1976-1981). Anuario Electrónico de Estu-
dios en Comunicación Social “Disertaciones”, 14(2), 1-23. https://doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.
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RESUMEN
En este artículo se analiza la cobertura periodística que realizó el diario argentino Crónica sobre los asuntos
económicos entre marzo de 1976 y marzo de 1981, periodo durante el cual José Alfredo Martínez de Hoz fue el
ministro de Economía de la última dictadura militar argentina (1976-1983) e intentó llevar adelante una serie de
transformaciones fuertemente regresivas para los sectores populares, cuyos intereses eran representados por
el diario. La metodología empleada es cualitativa y apunta a describir los recursos enunciativos puestos en juego
por el medio en su construcción noticiosa. Se eligieron ciertos momentos económicos considerados clave durante
el periodo analizado. El artículo concluye que Crónica expresó una posición de fuerte defensa de los intereses de
los sectores populares, sin que ello implicara una postura abiertamente confrontativa contra el gobierno militar
o las autoridades económicas, hacia las cuales, en este último caso, dejó entrever un juicio crítico a través de la
voz de otros actores afectados por estas políticas.
Palabras clave: diario Crónica; dictadura militar argentina; Martínez de Hoz; prensa
argentina.
ABSTRACT
This article assesses the press coverage of the Argentine newspaper Crónica regarding financial affairs taking place
between March 1976 and March 1981, the period during which José Alfredo Martínez de Hoz served as Minister of
Economy of the last Argentine military dictatorship (1976–1983) and attempted to adopt a series of highly regressive
transformations for the popular sectors, whose interests were represented by the abovementioned journal. The study
used a qualitative methodology, aimed at describing the expository resources at stake by the media through its news
reporting. Specific economic events regarded as “key” over the period under assessment were selected for this study.
The article concludes that Crónica strongly advocated the interests of the popular sectors, without implying a publicly
confrontational attitude against the military government or the economic authorities regarding which, in the latter case,
it insinuated a critical judgment by giving voice to other actors affected by these policies.
RESUMO
Este artigo analisa a cobertura jornalística que o jornal argentino Crónica fez sobre a economia entre março de
1976 e março de 1981, período em que José Alfredo Martínez de Hoz foi ministro da Economia da última ditadura
militar argentina (1976- 1983) e tentou realizar uma série de transformações fortemente regressivas para os setores
populares, cujos interesses eram representados pelo jornal. A metodologia utilizada é qualitativa e visa descrever
os recursos enunciativos colocados em jogo pelo meio de comunicação na construção da notícia. Para efeitos
do estudo, foram escolhidos alguns momentos econômicos considerados “chave” durante o período analisado.
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O artigo conclui que Crónica expressou uma posição de forte defesa dos interesses dos setores populares, sem
implicar em uma postura abertamente confrontativa ao governo militar ou às autoridades econômicas, a quem,
neste último caso, sugeriu um juízo crítico através da voz de outros atores afetados por essas políticas.
En este artículo se analiza la cobertura que realizó el diario argentino Crónica sobre los asuntos económicos entre
marzo de 1976 y marzo de 1981, periodo durante el cual José Alfredo Martínez de Hoz fue el ministro de Economía
de la última dictadura militar argentina (1976-1983) e intentó llevar adelante una serie de transformaciones fuer-
temente regresivas para los sectores populares, cuyos intereses eran representados por el diario. Como se analiza,
la dictadura militar se había propuesto “refundar” la sociedad y la política argentinas, para lo cual llevó adelante
un programa clandestino de represión contra opositores políticos y grupos guerrilleros conocido como Terrorismo
de Estado; a su vez, intentó plasmar una serie de modificaciones radicales en el ámbito económico a través de las
políticas de su primer ministro de Economía.
Si bien diversos estudios han avanzado en la investigación sobre la actuación de la prensa argentina durante
el periodo dictatorial (entre otros: Blaustein & Zubieta, 1998; Díaz, 2002; Borrelli, 2016; Saborido & Borrelli, 2011;
Schindel, 2012), el diario Crónica es un objeto escasamente estudiado, más aún en relación con las cuestiones
económicas. Tal vez esta vacancia se deba a cierto desdén hacia los medios destinados a los sectores populares
o considerados “sensacionalistas”, por su lejanía de una posición enunciativa como especialista. En todo caso, el
diario sostuvo una posición explícita en la arena mediática y fue reconocido en su relevancia por el propio actor
militar, por entender que en sus páginas podía medirse el “estado de ánimo” de una parte importante de la sociedad
argentina (Sivak, 2013, p. 320).
Creación del empresario de medios Héctor Ricardo García, Crónica fue el matutino con más ejemplares vendi-
dos en la antesala del golpe militar de marzo de 1976 y, por ende, un periódico de referencia para amplias franjas
de la población, tanto trabajadores como sectores de menores recursos. A diferencia de los diarios nacionales
más “tradicionales” (como La Nación, La Prensa o, incluso, Clarín), su relevancia no se debe a ser considerado un
órgano de influencia en el establishment, ni en los círculos políticos y militares, sino a su asunción explícita de la
representación de los trabajadores y los sectores populares argentinos, que se expresaba desde su eslogan de
presentación: “Firme junto al pueblo”. De allí que uno de los interrogantes que este trabajo intentará responder es
de qué manera Crónica describió y construyó desde sus páginas una política económica que afectó negativamente
a tales sectores y cuya representación el diario asumió como un eje de su identidad discursiva.
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Aspectos metodológicos
El objetivo principal de este artículo es analizar la cobertura de Crónica sobre los asuntos económicos durante
el periodo 1976-1981, con Martínez de Hoz al frente del Palacio de Hacienda. Para ello se seleccionaron cinco
momentos considerados clave dentro del periodo: 1) el inicio de la gestión de Martínez de Hoz y sus primeras
medidas (marzo-abril de 1976); 2) el proceso de alza de las tasas de interés vinculado a la Reforma Financiera
(noviembre-diciembre de 1977); 3) el anuncio de nuevas medidas “antinflacionarias” (diciembre de 1978-enero de
1979); 4) el inicio y las repercusiones de la crisis financiera de 1980 (marzo-abril de 1980), y 5) la retirada del ministro
de la función pública en el contexto de una profundización de la crisis financiera (marzo de 1981).
Los objetivos centrales fueron analizar las posiciones enunciativas y las operaciones de sentido puestas en
juego sobre la cuestión económica, así como identificar las continuidades y diferencias en la posición de Crónica
entre los momentos seleccionados. Debido a la inexistencia de una sección de editoriales en Crónica —en cuanto
género específico que presenta la posición institucional de un medio de comunicación—, el objeto de estudio prin-
cipal será la cobertura periodística sobre los asuntos económicos en los momentos seleccionados. Para dar cuenta
de la cobertura se estudian algunos de los aspectos que señala Peralta (2009, p. 15) para este tipo de análisis, como
ser los tematizados en relación con un acontecimiento; las modalizaciones, énfasis y palabras utilizadas, o la
cesión del espacio enunciativo a diversas “voces” y testimonios, entre los principales. Además, hemos focalizado el
estudio a partir de analizar las operaciones básicas que hacen al temario de un medio de comunicación: la inclusión,
la exclusión y la jerarquización de la información (De Fontcuberta, 2011, pp. 51-71).
Crónica nació el 29 de julio de 1963 con la intención de cubrir un vacío en el abanico de prensa de la época; según
su director y fundador Héctor Ricardo García: “hacía falta un diario estridente, con grandes letras en la primera
página, con titulares muy fuertes al estilo de los diarios centroamericanos, porque los nuestros eran todos dema-
siado tranquilos” (citado en Ulanovsky, 2005, pp. 220 y 221). Retomaba la estela dejada por el vespertino Crítica,
que había dejado de editarse en 1962, y del que adoptó el formato del logo de su marca (Fernández, 2018, p. 28).
En su versión inicial se publicó como un vespertino en formato tabloide destinado a disputar el público lector
con su competidor directo, el diario La Razón (otro vespertino fundado en 1905). Su puntal de crecimiento fue la
sección “Policiales” y una reivindicación de lo “popular” que, como se ha dicho, se leía desde su eslogan “Firme
junto al pueblo”.
El diario se inscribía en una larga tradición de prensa sensacionalista, surgida entre fines del siglo xix y
principios del xx en Estados Unidos (Alonso, 2007, p. 5; Schulze Schneider, 2004) y que para el caso latinoamericano
continuaba tradiciones populares residuales, vigentes ya en el siglo xix en las gacetas de Argentina, las liras de
Chile o el melodrama del folletín (Barbero, 1987, pp. 190-192). En Crónica se evidenciaba en los grandes titulares,
la escritura sencilla y fácil de entender, así como en un uso “coloquial, callejero con expresiones comunes de repe-
tida aparición” (Alonso, 2007, p. 5) y un estilo narrativo “impregnado de una retórica que apuntaba a la conmoción
y que con cierta frecuencia recurría a la ironía y al humor, sobre todo en la sección deportiva” (Pereyra & Iriondo,
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2011, p. 2). Estas características distintivas no menoscabaron la cobertura de los asuntos “serios”: la política
(local, nacional e internacional) y la economía fueron temas de máximo interés y tuvieron un espacio destacado
en el diario.
Hacia 1973, García era dueño de un emporio multimediático: diario, revista, canal de tv, radio, teatros, una
grabadora de discos y una productora. Pero luego el conglomerado entró en crisis y el director debió desprenderse
de varios productos. En diciembre de 1974, Crónica sufrió la clausura impuesta por el gobierno peronista de María
Estela “Isabel” Martínez de Perón (1974-1976), con la excusa que Crónica había realizado un llamado para recuperar
las Islas Malvinas que se consideró desestabilizador, aunque para García detrás de la decisión había estado la
intención de quedarse con el diario del en ese entonces poderoso José López Rega, ministro de Bienestar Social y
secretario privado de la presidenta (García, 2012, pp. 89 y 90). Ante la clausura, García publicó el diario Última Hora
y en agosto de 1976, después del golpe militar de marzo, la nueva publicación le dejó su lugar nuevamente a
Crónica, que en el periodo 1976-1981 contó con tres ediciones diarias: una matutina (la “primera”) y dos vespertinas
(la “quinta”, que aparecía cada tarde, y la “sexta”, publicada a la noche).
La tapa de Crónica ofrecía una cantidad variable de noticias y en el interior había un agrupamiento informal en
secciones, ya que no estaban individualizadas como tales, por lo cual en una misma página podían convivir noticias
políticas y económicas o de informaciones generales y policiales. Existían dos espacios de jerarquización adicionales:
la página central —que permitía un desarrollo más amplio— y la contratapa. Como se ha mencionado, Crónica no
contaba con un espacio editorial ni de opinión explícita sobre la actualidad y eran escasas las notas o fotos firmadas.
Desde la clausura de diciembre de 1974 dejó de haber registro de la circulación de Crónica por parte del Instituto
Verificador de Circulaciones; para ese último año de 1974, el promedio diario del matutino fue de 364 456 ejemplares
(el de la quinta era menor, 248 642). Le ganaba en la mañana a uno de los diarios de mayor circulación de la Argentina,
Clarín (que tiraba 356 976). Para 1980, la circulación de Crónica era estimada en 426 000 ejemplares, detrás ya de Clarín,
que trepaba a 529 800 ejemplares (citado en Varela, 2001, p. 52). Según su director, la tirada máxima del diario
en los años de estudio de este trabajo fue el 26 de julio de 1978, durante el Mundial de Fútbol de 1978, disputado en
Argentina y ganado por el seleccionado nacional, cuando llegó al 1 057 858 ejemplares entre todas las ediciones.
Estado de la cuestión
El acercamiento a Crónica tiene una primera referencia ineludible en la voz de su creador, quien en 1993 publicó
una primera versión de sus memorias (García, 1993), que amplió tiempo más tarde (García, 2012). Allí pueden
consultarse datos e informaciones para reconstruir la historia del medio, con énfasis en las relaciones que su
mentor fue tejiendo con el poder político de turno.
Desde el ámbito académico, Pereyra e Iriondo (2011) han analizado el vínculo entre el particular lenguaje del
diario y su derrotero histórico. Desde su punto de vista, la irrupción de Crónica en el abanico de la prensa argentina
reinauguró “la tendencia populista en el periodismo argentino”, luego de que la prensa gráfica descuidara al
lectorado trabajador al unísono que la proscripción del peronismo en la política argentina desde 1955 a 1973 los
marginaba del debate público. Por su parte, la tesis de maestría de Fernández (2018) se enfoca en analizar cómo
tematizaron las notas y titulares del diario al actor sindical durante el gobierno peronista de Héctor Cámpora
(mayo a julio de 1973).
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En los últimos años, numerosas tesinas de grado han analizado la posición enunciativa de Crónica durante el
periodo 1976-1983, aunque sin enfocarse en la cuestión económica, sino en ciertos acontecimientos de amplia
repercusión pública. Feierstein (2012) analizó el discurso de Crónica y Diario Popular —destinado también a un
público similar— en torno al Mundial de Fútbol de 1978. En ese contexto, Crónica se develó como “un hincha más”,
que se consustanció abiertamente con el discurso oficial de la Junta Militar gobernante y celebró el triunfo depor-
tivo en clave nacionalista. Marotta (2016) realizó un estudio comparativo de diarios argentinos durante el Mundial
de Vóley de 1982 jugado en Argentina, dentro del cual concluye que Crónica interpretó los festejos por el tercer
puesto del seleccionado argentino como un “desahogo social”, en un contexto de descomposición del poder mili-
tar y una gravosa situación socioeconómica. Por último, Bolumburu Pereira (2014) observa a Crónica durante la
guerra por las Islas Malvinas entre Argentina y el Reino Unido en el otoño-invierno de 1982 y verifica que el diario,
alineado fuertemente con las autoridades militares, exacerbó los rasgos simbólico-dramáticos de un enunciador
nacionalista y patriótico que apuntó a la emotividad.
Para el estudio de los discursos de la prensa argentina sobre la política económica de Martínez de Hoz en el
ministerio de Economía, se destaca el trabajo de Borrelli (2016), quien estudia la política editorial del matutino
Clarín, en ese momento alineado con las ideas desarrollistas y que mostró una creciente crítica hacia las políticas
del Ministerio de Economía, a la par que mantenía el apoyo a las Fuerzas Armadas en el poder. Por su parte, Sidicaro
(1993), en el marco de un amplio trabajo que analiza los editoriales del tradicional diario La Nación desde 1909 a
1989, dedica un capítulo a su posición enunciativa durante la dictadura militar y particularmente hacia su mirada
sobre las cuestiones económicas en el periodo. Aunque se reconocía como parte del mismo campo liberal reivin-
dicado por Martínez de Hoz, La Nación se muestra fuertemente crítico de su gestión, por cuanto mantuvo un alto
gasto público y habilitó un sistema financiero altamente especulativo.
El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas argentinas depusieron al gobierno de Isabel Perón, quien sufría una
profunda crisis de legitimidad en un contexto signado por el aumento de la violencia política, una creciente crisis
económica y una parálisis institucional que obturaba la resolución negociada de los conflictos (Novaro & Palermo,
2003). Los militares que tomaron el poder consideraban que la sociedad argentina debía ser disciplinada, pues los
conflictos políticos, sociales y laborales se habían desmadrado. Uno de los instrumentos principales del proyecto
refundacional de la dictadura fue un plan sistemático de secuestros masivos de opositores políticos en centros
clandestinos de detención, posterior tortura, asesinato y desaparición física en una vasta represión ilegal que pro-
dujo miles de desaparecidos. No solo tenía como objetivo silenciar definitivamente a los opositores y desterrar la
movilización popular que había caracterizado a la política argentina, sino también lograr un férreo disciplinamiento
social para implementar la reconversión material de la sociedad argentina.
Ese hálito refundacional también reverberó en la política económica impulsada por el ministro de Economía
Martínez de Hoz, que tenía un objetivo preciso: revertir el proceso por el cual Argentina se había embarcado en una
industrialización que los sectores liberales juzgaban como “artificial”, cuyo resultado había sido el crecimiento
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“distorsionado” de un sector productivo ineficiente y el surgimiento de una clase obrera que se había constituido
en un factor perturbador para la acumulación de los sectores dominantes. Era imprescindible entonces el retorno a
una economía abierta en la que el papel del Estado disminuyera drásticamente en importancia y el mercado recu-
perara su rol como asignador de recursos. Este análisis iba acompañado de una sobrevaloración de las cuestiones
monetarias y financieras, cuya consecuencia fue la transformación del sector financiero en el principal actor del
nuevo escenario económico, a partir de lo cual los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros fueron los
principales beneficiarios de los cambios introducidos (Schvarzer, 1986).
En Martínez de Hoz confluían el ánimo restaurador dictatorial y el espíritu liberal del establishment, que abogaba
por el final del proteccionismo y apoyaba al mercado como distribuidor de recursos. La posición militar, en tanto, era
paradójica: pedían un Estado mínimo —así lo hacían en su discurso—, pero también defendían un Estado fuerte en
la “reeducación” de la sociedad. Posteriormente, la orientación económica de Martínez de Hoz generó tensiones
con los sectores “estatistas” e “industrialistas” de las propias Fuerzas Armadas que se oponían al objetivo de reducir
las capacidades económicas del Estado y al disciplinamiento del sector industrial (Canelo, 2008). De hecho, esta
oposición se convirtió en uno de los principales obstáculos para que el ministro pudiera concretar sus planes originales
de reducción del peso estatal en la economía.
Los últimos meses del gobierno de Isabel Perón estuvieron signados por la incertidumbre económica que, para
la vida cotidiana de los sectores populares, se expresó en una alta suba de los precios1 y en el desabastecimiento
de productos de primera necesidad. Crónica describió este panorama con urgencia y tono dramático, desta-
cando que el “pueblo argentino” asistía “despavorido” a los aumentos de precios (Crónica, “Recuadro del terror”,
6/3/1976, p. 1). En las sucesivas ediciones se tomaron casos puntuales de aumentos y escasez de productos,
en rubros que el diario entendía formaban parte de los consumos habituales de su lectorado. Por ejemplo, al
acercarse a la carnicería, Crónica usaba un tono hiperbólico2 que se hizo habitual: “El desabastecimiento de
carne y otros productos en esta ciudad, agravado por un mercado negro en ciernes, ha adquirido características
alarmantes, casi catastróficas” (Crónica, “Récord de la carne en precio y escasez”, 11/3/1976, pp. 10 y 11). El diag-
nóstico era grave, ya que la remarcación de precios era la “enfermedad de moda” (Crónica, “Urge dar solución
al problema del escolar”, 12/3/1976, p. 8) y se atravesaba “la psicosis del encarecimiento” (Crónica, “La carne al
‘rojo vivo’”, 15/3/1976, pp. 10 y 11).
En el inicio escolar de marzo de 1976 el diario recalcaba que el tema que dominaba las conversaciones entre
madres era “el precio de los útiles, de la ropa y de los alimentos” (Crónica, “Empiezan las clases: ¡A estudiar
precios!”, 17/3/1976, p. 4). Y en un juego discursivo, donde apelaba a la ironía y la ficción, aleccionaba al “hombre
de la casa”: “Si su señora lo manda a la feria no vaya: los precios lo volverán loco”. En la nota jugaba con una ficción
1 La inflación de 1975 fue del 182,8 % (Ferreres, 2005, p. 450) y a fines de marzo de 1976 la tasa anual de
inflación equivalente era superior al 700 % (Novaro y Palermo, 2003, p. 62).
2 La hipérbole es la “forma de enfatizar algo mediante la exageración o aumentando las propiedades de un
objeto” (Zecchetto, 2010, p. 26).
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donde una mujer había “designado” a su marido como “alto comisionado ante los ministerios de Panadería,
Carnicería y Despensa” y le había espetado: “Tomá la bolsa y andá a hacer las compras”. El hombre había cumplido
la orden; pero había regresado al hogar con la billetera vacía, por lo cual era reprendido con un “Esto se acabó.
Acabás de ser exonerado del cargo” (Crónica, “Si su señora lo manda a la feria no vaya: los precios lo volverán
loco”, 22/3/1976, p. 3). Con una apelación a los recursos del cuento y en tono costumbrista, Crónica describía con
ironía y humor las dificultades del costo de vida.
Tras el golpe militar del 24 de marzo de 1976, el discurso del diario se volvió antitético al que antecedía al
cambio de autoridades. Si antes había agitación social, protestas e inconvenientes económicos, ahora se evi-
denciaba cierta vuelta a la tranquilidad y a la “normalidad”. Así, predomina un tono elogioso hacia el gobierno
de facto, donde el cambio político por sí mismo es presentado como el causante de las mejoras y de la vuelta al
orden en todos los aspectos, incluido el económico. En efecto, Crónica remarcaba que el solo anuncio del gobierno
militar sobre que aplicaría “drásticas medidas punitivas” a quienes causaran desabastecimiento o aumentaran
los precios de la canasta básica más de lo debido había obrado de “inmediato” para “esclarecer” el “enrarecido
panorama especulativo que se vivía en los últimos tiempos”, en una nota que no por casualidad adoptaba el título
apelativo (en cuanto llaman la atención sobre el hecho que se informa; Núñez Lavedèze, citado en De Fontcuberta,
2011, p. 156): “¡Aparecen alimentos!” (figura 1) (Crónica, “¡Aparecen alimentos!”, 26/3/1976, p. 2). Hacia fin de mes
ya se consideraba “afianzado el proceso de reabastecimiento de comestibles en todo el país” (Crónica, “Los precios
en el tobogán, 30/3/1976, p. 3) y se configuraba “un vasto movimiento tendiente a paliar los efectos sobre el
consumidor de menores recursos, de la grave crisis económica que soporta la Argentina” (Crónica, “Bajan precios
en Interior”, 1/4/1976, contratapa). En ese contexto, las primeras medidas anunciadas por Martínez de Hoz formaban
parte de ese clima de sanación y fueron descritas como una “Reparación de la economía” (Crónica, “Reparación de
la economía”, 3/4/1976, pp. 8 y 9). Téngase en cuenta que Martínez de Hoz recurrió inicialmente a un plan ortodoxo
de estabilización: congeló los sueldos por tres meses, liberó los precios, desdobló el tipo de cambio (el comercial,
con una subida gradual, quedaría emparejado con el financiero), aumentó la presión tributaria y subió las tarifas.
Todo ello enmarcado en un discurso que proponía reducir y hacer más eficiente al Estado para liberar a las fuerzas
productivas del mercado.
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El otro elemento relevante de esta primera etapa fue la construcción discursiva de la idea de la “herencia”.
En lo ateniente al aumento de precios, Crónica era enfático en que la responsabilidad recaía exclusivamente en
el gobierno anterior: “El actual proceso es herencia —pesada herencia— de los desaciertos y corrupción que
imperaban en el país. Esos errores, fomentados desde los más altos niveles de la función pública, repercutieron
lógicamente en los niveles inferiores y, de esta forma, la distorsión llegó a ser total” (Crónica, “Batalla frontal
contra el alza constante de precios”, 25/4/1976, p. 3). En ese marco, el gobierno aparecía en un rol activo para
remediar los problemas que no había generado, por ejemplo, cuando se subrayaba que libraría “una batalla
frontal contra el incesante aumento de los precios” (Crónica, “Batalla frontal contra el alza constante de precios”,
25/4/1976, p. 3).
En las nuevas circunstancias políticas luego del golpe de Estado, que para la prensa en general logró descom-
primir una situación explosiva, el espesor discursivo de Crónica se acható y observamos cierta identidad entre su
discurso y el gubernamental, cuya práctica en el ámbito económico fue avalada en un principio.
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El núcleo central de la política de Martínez de Hoz comienza a esbozarse con la Reforma Financiera iniciada en junio
de 1977. La reforma arbitraba la creación de un mercado financiero de corto plazo libre de regulaciones, en el
marco de una mayor apertura de la economía (que implicaba reducir aranceles a la importación de ciertos produc-
tos y la apertura a los capitales extranjeros). Junto con la reforma se puso en práctica una política “antinflacionaria”
que incluyó una política monetaria ortodoxa restrictiva (es decir, que circulara menos moneda) que estimulará una
inusitada alza de la tasa de interés hacia fines de 1977 y deviene en un proceso recesivo que se extiende hasta abril
de 1978 (Basualdo, 2006, p. 132; Frenkel & O’Donnell, 2008, p. 129; Schvarzer, 1986, p. 70).
Si bien la desregulación del mercado financiero y la avidez que se inicia para capturar fondos a altas tasas
de interés no es tema central de la cobertura de Crónica, de todas maneras hace referencia a la cuestión con un
discurso específico sobre el asunto. A inicios de noviembre de 1977 apeló a su tono dramático característico para
hablar de la “fiebre de las tasas”, y aunque reconocía que el tema tenía “sus bemoles” —por lo cual recurría didác-
ticamente a “los que entienden del tema”, de los cuales se excluía el propio diario— (Crónica, “Guerra de las tasas:
desconcierto y calma”, 2/11/1977, p. 4), también era consciente de que se trataba de un “juego especulativo de
concretar depósitos a breves plazos con intereses desusados que lesionan la economía” (Crónica, “Fiebre de las
tasas: se calmó el ambiente”, 1/11/1977, p. 6).
Sobre este “juego especulativo” reconocía que no todos los “jugadores” eran iguales. Por una parte, se encon-
traban los “grandes capitales”, que colocaban grandes sumas de dinero con un mero “tubazo[3] telefónico, sin tanto
alboroto, a intereses realmente siderales” (Crónica, “Guerra de las tasas: desconcierto y calma”, 2/11/1977, p. 4). Por
otra, los “pequeños ahorristas”, que para no perder poder adquisitivo lo invertían en bancos o financieras; pequeño
ahorrista que para Crónica estaba justificado en su accionar (“Cuanto más modesto es, el ahorrista busca el mayor
interés”) y al que inclusive aconsejaba con cierto paternalismo al advertir que “no debe ir a ciegas con su dinero a la
boca del tramposo voraz” (Crónica, “Ahorristas”, 1/12/1977, p. 1), en referencia a algunas entidades financieras poco
éticas. Un tono pedagógico que puede explicarse por la lejanía del tema para los sectores populares.
En ese contexto que seguía con preocupación, el diario se permitió una mirada irónica y moderadamente
crítica hacia la conducción económica. Ante la declaración del secretario de Coordinación Económica, Guillermo
Walter Klein (un virtual viceministro de Economía), sobre que el sistema de tasas libres había significado “una
defensa” de los ahorros para el pequeño ahorrista, Crónica titulaba con moderada ironía: “Klein: la economía
argentina está funcionando en forma muy sana…” (12/12/1977, p. 5). Los puntos suspensivos (al igual que otros
signos, de uso habitual para marcar posiciones enunciativas) eran utilizados aquí como un recurso expresivo del
diario que sentaba una posición editorial, que en este caso ponía de manifiesto su disconformidad con la declaración,
así como destacaba el exceso de optimismo del funcionario.
Donde sí hallamos una mirada explícitamente crítica del diario fue sobre la situación salarial y la inflación, dos
temas acuciantes para su lectorado. Sobre la cuestión salarial, Crónica enfrentaba incluso a las autoridades en un
inusual registro analítico: “Para que una política salarial resulte coherente [...] hacen falta determinados puntos
de arranque. Y esos puntos de arranque son los que hasta ahora no han sido visualizados en ningún momento,
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ni siquiera como propuestas válidas” (Crónica, “Incógnita sobre salarios”, 28/11/1977, p. 5). Sin paritarias y con el
Estado como actor que establecía los porcentajes de incremento, para Crónica era ineludible la responsabilidad
gubernamental en este ámbito. Pero no era todo el gobierno por igual, sino que la responsabilidad era circunscrita
al Ministerio de Economía: “El salario real de la gran masa de trabajadores está deprimido según la expresión de la
calle y del ámbito oficial laboral, no lo está de acuerdo a las manifestaciones provenientes del sector conductor de
la economía” (Crónica, “Incógnita sobre salarios”, 28/11/1977, p. 5). De esa manera, Crónica marcaba dos brechas
que aislaban al Palacio de Hacienda: la que lo distanciaba del hombre común (“la calle”) y la que lo enfrentaba a
otras instancias gubernamentales, como el Ministerio de Trabajo, conducido en ese momento por el general Horacio
Liendo, un militar que parecía más propenso al “diálogo” con los sindicalistas.
Al abordar la cuestión inflacionaria, la responsabilidad se desplazaba del ámbito gubernamental al de los
empresarios y los comerciantes, aunque entendía que sus actitudes respondían a una “política económica equivo-
cada de muchos años atrás” y un mercado “aún distorsionado” (Crónica, “¡Pobres bolsillos! Fiebre de aumentos”,
28/12/1977, pp. 4 y 5). Para Crónica, estos sectores desarrollaban una “agotadora lucha” por ver “quién aumen-
taba primero” y, por ejemplo, consideraba que los comerciantes aplicaban “aumentos desvergonzados” sobre los
productos de las fiestas navideñas de fines de 1977 o, inclusive, especulaban acaparando productos como la sidra
para venderla a un costo mayor (Crónica, “Comerciantes no marcan, ‘remarcan’”, 10/12/1977, p. 6). Ante esto, el
“hombre de la calle” era una víctima pasiva que miraba “azorado cómo su sueldo se escapa rápidamente de sus
bolsillos” (Crónica, “¡Pobres bolsillos! Fiebre de aumentos”, 28/12/1977, pp. 4 y 5).
El aumento de precios de los consumos populares fue abordado también con ironía y cierta resignación. Una
importante subida de los cigarrillos hacía que “los viciosos” tuvieran “plena conciencia de esta descomunal trepada
que paraliza las manos cada vez que hay que meterlas en el bolsillo” (Crónica, “El ‘humo’ espanta”, 6/11/1977, p. 5).4
En las vísperas de la Navidad de 1977 se preguntaba desde un titular “Nochebuena… ¿y quién podrá poner regalos
en el árbol?”, explicando luego que los precios de los regalos habían “escalado el Aconcagua” (en relación con
la montaña más alta de América, ubicada en la Cordillera de los Andes) (Crónica, “Nochebuena… ¿y quién
podrá poner regalos en el árbol?”, 23/12/1977, p. 6). También el sentido metáforico reaparecía al describir que
la billetera “gime día a día porque ya no le queda ni un peso para guardar” (Crónica, “Canasta: está indexada”,
10/11/1977, p. 6). Los tonos hiperbólicos habituales de su titulación marcaban lo abrupto de los aumentos:
“Aumentó todo” (figura 2) rezaba el diario desde su tapa en letra catástrofe a fines de 1977 (Crónica, “Aumentó
todo”, 27/12/1977, p. 1). Y un titular interior se apiadaba del “bolsillo”, ese espacio del pantalón donde el “hombre
de la calle” llevaba su dinero y estaba sufriendo: “¡Pobres bolsillos! Fiebre de aumentos” (Crónica, 28/12/1977,
pp. 4 y 5) (figura 3).
4 En el caso de los cigarrillos la denuncia sobre el actor empresario es activa, más aún porque se trataba
de empresas definidas como “multinacionales” que “monopolizaban” el mercado (Crónica, “El ‘humo’
espanta”, 6/11/1977, p. 5).
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Figura 3. Crónica apela al tono hiperbólico para señalar lo abrupto de los aumentos de precios
Para retratar esta situación, Crónica potenciaba el vínculo cercano, casi mimético, entre enunciador y enun-
ciatario. En algunos casos, utilizaba el nosotros inclusivo para marcar la simetría con su lectorado (como cuando
afirmaba por los aumentos de fin de 1977 que “tenemos que soportar todo esto”) (Crónica, “Comerciantes no
marcan, ‘remarcan’”, 10/12/1977, p. 6), y en otros se ubicaba como representante y defensor de los intereses
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populares. Por ejemplo, frente a la demanda de productores de leche para obtener precio libre y que les elimina-
ran un impuesto, afirmaba: “En nuestra condición de consecuentes defensores de los intereses de las más
humildes capas de población, diríamos ‘una sí y otra no’” (Crónica, “Tamberos piden precio libre y que les saquen
un impuesto”, 9/11/1977, p. 5). Sectores populares que en esta situación aparecían bajo una doble negatividad:
desprotegidos y desposeídos.
En resumen, si bien lo que ocurría en el sistema financiero hacia fines de 1977 causó preocupación, aparece
como un ámbito un tanto extraño para Crónica y sus lectores. Donde sí son claros los perjuicios para el “pueblo con-
sumidor” es en el ámbito de los salarios y los precios de artículos de primera necesidad o consumos con un fuerte
peso simbólico en relación con el bienestar, como los navideños. En la cuestión salarial, el Palacio de Hacienda es
presentado como principal responsable; pero los incrementos de los precios son adjudicados a los empresarios
y los comerciantes, mientras que el Ministerio de Economía parece más un espectador que por ahora ofrecía pre-
visiones técnicas optimistas para el año 1978, las que aunque eran recibidas con recaudos por Crónica también
se esperanzaba en que serían “altamente auspiciosas” que se cumplieran (Crónica, “Calculan 60 % de inflación”,
24/12/1977, contratapa).
Bajo el manto de la persistencia inflacionaria (durante 1978 fue del 175,5 %) (Ferreres, 2005, p. 450), Martínez de
Hoz anunció el 20 de diciembre de 1978 una nueva estrategia “antinflacionaria” que fue presentada como una
etapa de “profundización y ajuste” de la política económica en curso (Clarín, “Un plan antiinflacionario de 8 meses
anunció Martínez de Hoz”, 21/12/1978, pp. 12 y 13). El nuevo plan ponía el eje en el manejo de dos variables: la
paridad cambiaria y los aranceles. Dentro de este enfoque se articularía una tasa de cambio pautada a futuro
sobre la base de una devaluación decreciente en el tiempo —implementada a través de lo que posteriormente se
popularizó como la “tablita”—, la apertura importadora con la profundización de la disminución de la protección
arancelaria y el libre flujo de capitales. En definitiva, la estrategia intensificaba la apertura económica y la libe-
ralización del mercado de capitales (Canitrot, 1980, p. 33).
El diagnóstico de Crónica hacia fines de 1978 ponía de relieve que las autoridades económicas no encontra-
ban el rumbo, ya que no habían podido poner freno a la inflación (“¿Y la ‘antiinflación’?”, se preguntaba desde un
titular [figura 4]), el salario real se hallaba en “grave deterioro”, y el sector industrial, en “recesión” (Crónica, “¿Y la
‘antiinflación’?”, 4/12/1978, pp. 10 y 11). Eso obligaba al Palacio de Hacienda a tomar nuevas decisiones, como las
comunicadas por el ministro. Ante el anuncio, Crónica se limitaba a listar las medidas con un lenguaje referencial y
las encuadraba dentro de una continuidad, por cuanto estaban “destinadas a profundizar el programa económico”
(Crónica, “Salarios: 4 % más por mes”, 21/12/1978, p. 5). Pero en otra nota dejaba entender que a corto plazo todo
seguiría igual para el lector de Crónica, a quien le traducía las iniciativas macroeconómicas al lenguaje de “la calle”:
“En los primeros 8 meses del 79, aumentos al por mayor” (volanta); “¡Linda forma de amargar las fiestas!” (titular)
(Crónica, 22/12/1978, p. 6). Nuevamente, un titular apelativo que incitaba a la emoción para predisponer cierta
lectura, en un tema como vimos sensible para su lectorado. En otra nota, el diario avanzaba en una explicación:
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[…] nuevos aumentos con el nuevo año parecen sugerir que [...] no habrá nueva vida para los asalariados
que durante los doce meses últimos cargaron sobre sus espaldas el sacrificio impuesto por una política
económica de consumo restringido como pocas veces en la historia del país. (Crónica, “Combustibles y
tarifas”, 5/1/1979, p. 6)
Figura 4. Hacia fines de 1978, Crónica vira hacia una mirada más crítica sobre el Ministerio de Economía
Por una parte, como se denota en toda la cobertura hacia fines de 1978, observamos un desplazamiento en
la adjudicación de responsabilidad por la situación inflacionaria, que ahora sí es sindicada en parte a la “política
económica”. Por otra, vale destacar la mención al “sacrificio”, un concepto que era recurrentemente aludido públi-
camente por Martínez de Hoz pero en un tono positivo, en tanto su política económica exigía ciertos esfuerzos para
arribar a una economía más sólida. Sin embargo, aquí Crónica discute implícitamente con ese sentido y marca, por
el contrario, un claro signo de agotamiento popular: sacrificio es sufrimiento.
El distanciamiento con el ministro se marcaba también a través de la ironía. Cuando Martínez de Hoz aduce
que la baja actividad económica de 1978 se había debido a los pronósticos apocalípticos opositores que anuncia-
ban un “caos”, lo cual había hecho en su visión “que la gente jugara a la inflación”, Crónica agregaba: “Si una frase
como esa [el anuncio del caos] es capaz de alterar toda una política económica nacional, esperamos que alguien
lance ahora otra capaz de producir alteraciones contrarias” (Crónica, “Combustibles y tarifas”, 5/1/1979, p. 6).
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Por último, en paralelo a ese distanciamiento con la figura ministerial se observa un crecimiento en las
páginas del diario de las voces críticas hacia la política económica provenientes del campo político, social y
económico. Un “coro crítico” y polifónico que reúne a industriales nacionales, sectores del agro, del Partido
Justicialista, la Unión Cívica Radical y a diversos gremios (pero no aún en las páginas del diario a las Fuerzas
Armadas) que en general apuntan a los efectos negativos de la política económica.5 Así, la voz crítica de Crónica
se fortalece con voces ajenas, pero sin la necesidad de confrontar directamente con el ministro ni menos aún
con las autoridades militares.
Las medidas anunciadas a fines de 1978 dieron lugar a un proceso especulativo que explota a principios de 1980.
Durante 1979, ingentes capitales entran a la Argentina aprovechando la combinación de sobrevaluación del peso
con altas tasas de interés, en el marco de un proceso de valorización financiera en un mercado atravesado por la
volatilidad, el cortoplacismo y el crecimiento del endeudamiento público y privado con el exterior. Entre marzo
y abril de 1980 estalló la crisis financiera que, visto en perspectiva, marcó un punto sin retorno para la estrategia
económica. A partir del cierre del Banco de Intercambio Regional (bir), el 28 de marzo de 1980 —una de las enti-
dades que más depósitos había captado en los últimos meses por sus altos rendimientos— y de otras entidades
financieras, se quebró la confianza en el sistema financiero y se desataron violentamente todas las tensiones pro-
vocadas por las medidas impulsadas en los años previos.
De manera similar a la cobertura del alza de tasas de interés en 1977, Crónica trató la temática como ajena a su
horizonte de interés y se apegó a la mirada oficial, que intentó ser tranquilizadora. Ante el premonitorio cierre de
la financiera Promosur a inicios de marzo, se indicaba a través de la voz de un funcionario de Economía que no era
“representativo de un mercado financiero básicamente estable y sano” (Crónica, “Promosur: revocan permiso”,
8/3/1980, p. 9). Y si bien los problemas en el bir quedaron consignados en un recuadro de emergencia en tapa
(figura 5) (Crónica, “Liquidan el Banco de Intercambio Regional”, 29/3/1980, p. 1) y se lo catalogaba como el “mayor
colapso financiero en la historia de los bancos argentinos” (Crónica, “bir: apresuran la liquidación”, 31/3/1980,
p. 7), nuevamente se impone la voz oficial que asegura que el incidente en realidad “fortalece” al sistema, al depu-
rarlo de alguna manera de aquellas entidades que habían tenido malas prácticas financieras. En Crónica, entonces,
la coyuntura prevalece sobre la mirada en perspectiva: las caídas de entidades financieras son tratadas como
casos particulares donde se verifican manejos inescrupulosos, no como una crisis sistémica ni como un efecto
vinculado a las decisiones económicas de las autoridades.
5 Véanse, entre otras: Crónica, “Agro contra política económica” (14/12/1978, p. 5); Crónica, “Federación
Económica bonaerense: ‘Martínez de Hoz ya ha fracasado’” (12/12/1978, p. 8); Crónica, “Perette: el minis-
tro debe rectificar” (21/12/1978, p. 5); Crónica, “Preocupación gremial por salarios” (24/1/79, p. 6); Crónica,
“Industriales metalúrgicos critican rebaja de arancel” (28/1/1979, p. 5).
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Figura 5. Crónica anuncia en su tapa la liquidación del banco que inició la crisis financiera
Donde Crónica toma un rol más activo es en la crisis que azota a la industria nacional (ahogada por la rece-
sión, la competencia de productos importados y el alza del costo del dinero por la especulación financiera) y
que enfrenta a empresarios y trabajadores por la conflictividad laboral. Como parte de su contrato de lectura,
el diario toma partido por los trabajadores y visibiliza el reclamo sindical con fotografías de los trabajadores en
conflicto (figura 6), así como privilegia las fuentes gremiales y de los asalariados para informar. Algunos conflic-
tos puntuales, como el caso de la empresa textil La Bernalesa, son abordados a través de una “serie” de notas
durante julio de 1980, cuando Crónica se involucra ofreciendo anticipos y siguiendo el tema con detalles para
asegurar una resolución favorable para sus trabajadores. La anterior preocupación por la inflación y los salarios
ahora se desplaza a un ámbito aún más urgente: el desmoronamiento de la estructura industrial y el consiguiente
problema del empleo.
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Figura 6. Uno de los tantos conflictos laborales cubiertos por Crónica hacia 1980
Para marzo de 1981 debía cumplimentarse el recambio presidencial dentro de la propia dictadura, por lo cual el
general Jorge Videla deja la presidencia en manos del general Roberto Viola. Este había dejado trascender que no
continuaría con el rumbo económico impuesto por Martínez de Hoz, lo cual terminó de confirmarse a inicios de
febrero de 1981, cuando se devaluó el peso en un 10 %, una medida a la que tenazmente se había opuesto Martínez
de Hoz, ya que significaría el final de su estrategia ligada a la “tablita”. Esta decisión, forzada por las que serían las
nuevas autoridades, aceleró vertiginosamente las “corridas” hacia el dólar, la reducción drástica de reservas del
Banco Central, la subida exorbitante de las tasas de interés pasivas y la profundización de la fuga de capitales, que
ofrecieron un telón de fondo caótico para la retirada de Martínez de Hoz de la función pública.
En este escenario, Crónica diferenciaba tres sectores. Del lado de los que tenían su comprensión estaban,
nuevamente como a fines de 1977, los “pequeños ahorristas”, que “una vez más” estaban entre “los castigados”
y que “en medio del desbarajuste económico, tratan de defender sus pesitos, buscando refugio en la divisa
norteamericana”. También, desde ya, “los asalariados”, en una situación “más grave todavía”, ya que apenas
podían “solventar las necesidades más imperiosas” y por lo tanto estaban “excluidos de estas preocupaciones
por asegurar eventuales ahorros”. En el lado opuesto se encontraba la figura que representaba por antonomasia
al que se había aprovechado de las circunstancias: el “especulador”. Este, a diferencia del asalariado, contaba
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con los ahorros suficientes para invertir en moneda extranjera (o en depósitos a plazo fijo) y sacar el mayor
rédito financiero de la situación de descalabro que se vivía (Crónica, “Política económica para embaucadores”,
14/4/1980, p. 5).
Ante la devaluación del peso, que estaba causando “estragos en la economía casera” (Crónica, “El dólar, con
tendencia alcista, y los precios…”, 5/2/1981, p. 5), Crónica volvía a posar su preocupación sobre la evolución de los
precios. Si bien el asunto dominaba el temario económico, no había ejemplos ilustrativos. No parecía necesario
ofrecerlos, ya que en el universo compartido de la enunciación la conclusión era obvia y fatal: “El comercio ‘le da’
a la remarcación” (Crónica, “Dólar: reflejo en los precios”, 4/2/1981, p. 5).
En este ámbito, como siempre, los roles se reparten de forma binaria: los afectados, los sectores populares,
no pueden reaccionar ante “los comerciantes inescrupulosos, enemigos de la economía popular” que entablan
“entre sí una feroz competencia”. Nuevamente, Crónica se posicionaba como defensor de los intereses popu-
lares y dejaba en claro, además, que el sufrimiento popular era el propio: “Desconocemos el ganador. Pero sí
sabemos quiénes fueron los perdedores o quiénes padecieron en carne y bolsillo propios, esa desenfrenada e
insensata carrera: usted, nosotros, todos. [...] Como siempre, el que perdió fue el pueblo”. El título —“Remar-
cación: ‘show’ en pleno auge”— refería a un espectáculo donde al pueblo solo le cabía ser espectador pasivo,
víctima de los aumentos de precios, porque “usted y nosotros, de brazos cruzados, impotentes, soportamos
estoicamente esta nueva andanada de aumentos” (Crónica, “Remarcación: ‘show’ en pleno auge”, 9/2/1981,
p. 6). Esta identificación volvía a acercar a Crónica al discurso de los sectores populares en detrimento de los
especialistas. Cuando los economistas vaticinan una mejora en la producción, reina el escepticismo: “Mientras
llegue ese dichoso momento —si es que llega algún día— el sacrificio, una vez más, recaerá principalmente —o
al menos de un modo más manifiesto— en la sufrida masa trabajadora” (Crónica, “Y el dólar se va, se va… Ayer, el
cierre a $2.365”, 12/2/1981, p. 7).
El diario reiteraba su estrategia enunciativa de eludir la confrontación directa con Martínez de Hoz, pero
informaba con profusión sobre la condena hacia el equipo económico de ese “coro crítico” y polifónico construido
en sus páginas desde fines de 1977: partidos políticos, sindicalistas, empresarios y hasta un jefe de la Marina, arma
que desde el inicio de la dictadura había mostrado su recelo hacia el ministro (Crónica, “Durísima crítica de jefe
naval al equipo económico”, 9/2/1981, p. 4). Esta pluralidad de voces ya no son expresiones aisladas y esporádicas.
Su sola enunciación es relevante: tienen un carácter noticioso propio. Y hasta se les suele agrupar debajo de un
mismo título cuando responden a medidas gubernamentales. Esta construcción noticiosa legitima la idea de
cierta unanimidad en el escenario político y social en torno a la absoluta desaprobación de la política económica
que finalizaba.
Ante el alejamiento del ministro, Crónica revalida la acre ironía con que lo despidieron los sectores sindicales.
El diario titulaba retomando un textual de la agrupación sindical Central Nacional de Trabajadores (cnt), para
remarcar la cercanía entre el funcionario y los capitales estadounidenses: “cnt: ‘Mister Joe, misión cumplida’”
(figura 7) (Crónica, 13/3/1981, contratapa). El título, que recurría al inglés para remarcar la vinculación entre el fun-
cionario y los capitales estadounidenses, indicaba una continuidad entre el diario y la cnt. En otra nota, el efecto
de sentido buscado es diáfano: “Júbilo de trabajadores” (figura 8) (Crónica, 28/3/1981, p. 9), titulaba el diario para
informar sobre la celebración por el fin de la era Martínez de Hoz por parte de los sindicatos del seguro y bancario,
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que habían lanzado “papelitos” en el centro porteño por la buena nueva.6 El epíteto extranjerizante reaparecía en
la noticia, ya que el diario indicaba que se habían lanzado “volantes con leyendas irónicas destinadas al ministro,
como ‘Bye Bye Joe, hasta nunca más. (firmado:) los trabajadores argentinos” o “gracias por los servicios prestados
a la patria, Joe. (firmado:) Rockefeller” (en relación con el banquero estadounidense David Rockefeller, de confesa
amistad con el ministro).
Figura 7. Crónica revalida la opinión del “coro crítico” para despedir a Martínez de Hoz en marzo de 1981
6 Otros titulares enfatizaban el mismo sentido: Crónica, “Demos gracias a Dios que se van” (6/3/1981, p. 6);
Crónica, “Con un gran baile será celebrada la salida del equipo económico” (21/3/1981, p. 8).
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En definitiva, sin apelar a un discurso propio de denuncia, Crónica eligió mostrar la potencia de ese “coro crítico”,
con el que en ciertos momentos pareció mimetizarse (como cuando tituló retomando las irónicas palabras
sindicales). En todo caso, no era Crónica la que opinaba, sino que “mostraba” el abanico de oposiciones a la política
económica de amplios sectores de la vida nacional que, en última instancia, explicaban su fracaso (figura 9).
Conclusiones
En la cobertura noticiosa analizada, se han distinguido tres grandes líneas noticiosas: la vinculada a la política
oficial del Palacio de Hacienda, la asociada a sus efectos en la economía cotidiana y la posterior conformación de
un “coro crítico” opositor a las autoridades económicas. Sobre las dos primeras, se trataba de universos diferentes,
con sus escenarios y lenguajes propios. El primero era el ámbito de los funcionarios, los técnicos y las oficinas de
gobierno, donde Crónica le cedió la palabra al discurso oficial. El segundo, el de la economía diaria, es aquel donde
Crónica tomó un rol activo al erigirse como defensor de los sectores populares. No se trataba del terreno de las expli-
caciones técnicas y largoplacistas de las autoridades, sino de las urgencias del “hombre de la calle”, del “sentido
común” de la gente de a pie, como el ama de casa o el trabajador que testimoniaban los problemas económicos
diarios que debían afrontar. Allí entonces Crónica denuncia la escalada inflacionaria o que los salarios pierden
capacidad de compra; informa sobre las martingalas del pequeño ahorrista para no perder frente al alza de la tasa
de interés y la devaluación del peso, y registra, y se involucra, en los conflictos laborales generados por la debacle
industrial. Los escenarios privilegiados donde construye estas noticias son “la calle”, donde el hombre común se
las ingenia día a día para lidiar con la realidad económica; el hogar o la despensa, donde el ama de casa debe aguzar
su inventiva ante la aceleración de precios; la “city” (en relación con el lugar del centro porteño donde estaban las
principales sucursales de bancos y entidades financieras), donde se vive “en caliente” la crisis financiera, o la fábrica,
donde los trabajadores pelean por sostener el ingreso o su puesto de trabajo.
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A partir de 1978/1979, los efectos negativos de la política económica sobre los actores vinculados al mercado
interno argentino dieron lugar a la tercera línea que hemos mencionado. El diario apeló aquí a una jerarquiza-
ción noticiosa que privilegió a una polifonía de voces opositoras al ministro. No eligió la confrontación directa
y a título propio con las autoridades económicas, sino que les otorgó espacio y legitimidad a los sectores direc-
tamente perjudicados (empresarios, trabajadores, etc.) y los políticos opositores. Este sesgo crítico se vigorizó
hacia marzo de 1981 con la retirada del ministro, cuando el diario ofreció sus páginas y legitimó a quienes
denunciaron la gravedad por la situación socioeconómica y retrató los “festejos” de los trabajadores por el fin de
la era Martínez de Hoz.
Desde la perspectiva de análisis del diario, se trazó durante el periodo estudiado una suerte de línea imaginaria
maniquea donde “de este lado” se ubicaron los sectores populares, los humildes, los trabajadores o el pequeño
ahorrista; en definitiva, el “pueblo consumidor” que Crónica defendía, y el que en las noticias que informaban
sobre la economía diaria solían aparecer como fuentes privilegiadas. Del otro lado hallamos a los comerciantes y
empresarios que remarcaban o los grandes inversores que especulaban, a los que el diario denunció. Los milita-
res no aparecieron representados desde un rol activo en la situación económica; en todo caso, fue el Palacio de
Hacienda el que, en un principio, pero de forma muy moderada, apareció como responsable de ciertos problemas
puntuales, por ejemplo, la cuestión salarial.
En su estar “firme junto al pueblo”, Crónica sobreactuó su defensa de esos sectores populares y puso en juego
un amplio arsenal de recursos enunciativos, donde se destacó la titulación hiperbólica e irónica. La hipérbole apa-
reció cuando se trataron las novedades de la economía cotidiana que afectaban los intereses populares. Ya al inicio
del periodo estudiado hallamos este recurso, cuando la remarcación de precios era la “enfermedad de moda”, y
después del golpe militar, cuando las autoridades prometían una “batalla frontal” contra los precios. Si el discurso
oficial, sobre el cual se replegó el diario en las definiciones económicas, fue fríamente transportado a la página
del diario, los males que enfrentaban los sectores populares en sus incursiones al mercado despertaron las más
profundas emociones de Crónica. Así, la hipérbole se extiende en un entramado metafórico en el que abunda la
exageración, en un gesto que permite asignar roles, remarcar diferencias y profundizar distancias sociales. Por su
parte, la ironía reforzó el lazo cómplice entre los sectores populares y el diario, que a través de ella definía a los
actores que no eran “el pueblo”: los comerciantes, los grandes empresarios y los banqueros. También se dirigió a
las autoridades económicas, en críticas esporádicas y sutiles, pero crecientes. El uso de puntos suspensivos para
referir a las declaraciones de Klein en 1977 remarca las diferencias con la voz oficial, y en diciembre de 1978 el
objeto de la ironía es Martínez de Hoz, cuando se ridiculiza de manera indirecta la declaración oficial sobre que los
pronósticos opositores son los responsables de la inflación descontrolada.
El diario utilizó también otros recursos enunciativos: los signos de exclamación, la letra estilo catástrofe, las
metáforas simples y pedagógicas (“Los precios en el tobogán”; la “fiebre” de las tasas de interés) o los titulares
apelativos que llamaban la atención de su lectorado y renovaban el lazo entre enunciador y enunciatario. Incluso
se apeló, con tono lúdico, a la ficción y la técnica narrativa para dar cuenta de ciertas noticias, como el constante
aumento de los precios de los alimentos. Estos recursos retóricos, junto a las adjetivaciones, los comentarios y
el uso de la primera persona armaron un terreno fértil para la profundización de la matriz simbólico-dramática y la
apelación a lo emocional para empatizar con los sectores populares (Sunkel, 2002).
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DISERTACIONES
Comunicación y controversias sociocientíficas en salud y medio ambiente
Doi: https://doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.co/disertaciones/a.9618
Volumen 14, Número 2 / Julio-diciembre 2021
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Sin embargo, junto con esta narración, también sobrevoló cierta resignación ante una realidad construida
como apabullante, en el marco de una perspectiva que no se propuso una crítica política de la realidad social y
donde las relaciones sociales (por ejemplo, entre empresarios y trabajadores, o entre gobernantes y gobernados)
fueron naturalizadas sin cuestionamiento. En definitiva, Crónica pudo dar cuenta de los pesares que transitaron
los sectores populares durante estos años, pero sin ofrecer una mirada más integral o política donde el gobierno
militar apareciera más involucrado por los avatares de la economía cotidiana, de manera que la interpretación de
lo que ocurría en ese ámbito quedó desvinculado de procesos políticos más amplios.
Referencias
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DISERTACIONES
Comunicación y controversias sociocientíficas en salud y medio ambiente
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