Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Resumen Del VI Al XX

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE CORDOBA

MINISTERIO DE EDUCACIÓN
SECRETARÍA DE EDUCACIÓN
DGIPE
ISFD “LOS SAGRADOS CORAZONES”
VILLA HUIDOBRO
SANTA ROSSELLO 250
PROFESORADO DE EDUCACIÓN INICIAL
PROFESORADO DE EDUCACIÓN PRIMARIA

ESPACIO CURRICULAR: Formación Religiosa


FORMATO CURRICULAR: Trabajo de Campo Inicial, Seminario Primaria
CLASE 12 DE JUNIO.
ALUMNA: ALTAMIRANO VELAZQUEZ LUNA MARIEL

Resumen del VI al XX
VI. COMO SE POBLO
LA CASA “COMMENDA”
El 10 de agosto de 1837, Benita y sus compañeras se establecieron en la “Commenda” con
cuatro bolsas de paja, cuatro sillas, una lámpara, un libro de piedad, un crucifijo, una
estatua de la Virgen y cinco liras donadas por Monseñor De Mari. Ingresaron
solemnemente, rezaron y leyeron el reglamento. Ángela Pescio fue elegida superiora por su
sabiduría y bondad, y Benita fue nombrada Maestra de Novicias. A pesar de la falta de
experiencia en vida religiosa, se prepararon con entusiasmo, buscando a Dios y
fortaleciendo la fraternidad.

El 21 de octubre de 1837, en una ceremonia solemne, recibieron sus hábitos y nuevos


nombres: Benita se convirtió en María Josefa, Ángela en María Agustina, su hermana
Dominga en María Juana y Paulina Barla en María Teresa. Monseñor De Mari las instó a
vivir como esposas de Cristo.

Fundaron la congregación “Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia” y comenzaron a


enseñar en una escuela para niñas ricas y pobres. Aunque enfrentaron dificultades y
enfermedades, perseveraron con alegría. En 1839, tras dos años de noviciado, realizaron
su profesión religiosa, recibiendo la bendición del obispo. La comunidad creció y fue
sostenida por la Providencia divina y el apoyo del obispo.
VII. VINO NUEVO QUE
REBOSA DE LOS ODRES
Un grupo de cien alumnas estaba en crecimiento, lo cual planteaba un desafío de espacio
para las fundadoras. La Hna. Ma. Josefa deseaba una casa en vicolo del Vento, propiedad
de los marqueses Brignole Balbi de Génova. La comunidad también había crecido a siete
profesas y cuatro novicias y postulantes en tres años. La casa Balbi resolvería sus
problemas de espacio. Finalmente, los marqueses aceptaron alquilarla, comprendiendo que
era para una buena obra. La noticia fue celebrada por las Hermanas y las alumnas.

En 1840, la Hna. Josefa fue elegida líder por sus compañeras, destacando por su servicio y
liderazgo. La comunidad creció y enfrentó críticas y apoyo. Monseñor De Mari, un gran
apoyo para ellas, enfermó gravemente y murió en diciembre de 1840, dejando a la
comunidad desolada. Josefa, a pesar de su tristeza, se mantuvo fuerte y lideró con fe,
confiando en la Providencia. Monseñor De Mari les dejó una propiedad en su testamento,
pero había obstáculos legales para recibirla. A pesar de esto, la acción de Monseñor fue un
gran consuelo y muestra de apoyo divino para la comunidad.

VIII. EL PRIMER ENJAMBRE


SE DETIENE EN VERAZZE
Para que la nueva Congregación fuera legalmente apta para recibir la herencia, era
necesario que se le reconociera como persona jurídica. La Madre Josefa inició las gestiones
necesarias y se dirigió a los protectores y al Canónigo Ghigliazza, quienes, con entusiasmo,
presentaron al rey Carlos Alberto la petición de reconocimiento. En menos de seis meses,
obtuvieron el decreto del rey Carlos Alberto, que aprobaba el Instituto de las Hijas de la
Misericordia y les permitía aceptar el legado del Obispo Agustín María De Mari.

La vida cotidiana mejoró, aunque seguían los problemas menores de la obra. El legado
reafirmó la opinión positiva de muchos y desarmó parcialmente a los críticos. Con 800 liras
anuales, ningún Instituto podía sostenerse, pero el reconocimiento del Obispo y del Rey era
significativo.

La vida en las Hijas de la Misericordia se intensificó, las postulantes seguían llegando, y


Savona, sin Obispo tras la muerte de Monseñor De Mari, recibió al nuevo prelado Alejandro
Octaviano Riccardi. Proveniente de la corte de saboyana, Monseñor Riccardi tenía un trato
impecable y prudente, diferente del familiar Monseñor De Mari. Aunque al principio su
cortesía imponía cierta distancia, se sabía que era profundamente espiritual y dedicado a su
deber.

Las Hijas de la Misericordia obtuvieron audiencia con el nuevo Obispo, y aunque al principio
sintieron su distancia, pronto comprendieron su devoción y sacrificio. La Madre Josefa
encontró en él un corazón cálido y pronto lo consideraron un padre.

En 1842, el Instituto se expandió por primera vez. Varazze, un pueblo cercano a Savona,
solicitó la ayuda de las Hijas de la Misericordia para una escuela y un hospital. Aunque los
recursos eran escasos, la Madre Josefa aceptó la propuesta, enviando a tres hermanas,
incluida su hermana Ana, Hermana M. Angélica.
El 10 de septiembre de 1842, las hermanas partieron a Varazze, donde fueron recibidas con
calidez por la comunidad local. La Madre Josefa organizó la comunidad hospitalaria y se
quedó para apoyar a las hermanas y atender a los enfermos. Su trato amable y
comprensivo con los pacientes demostró ser crucial para su recuperación, enseñando a las
hermanas la importancia del amor y la comprensión en el cuidado de los enfermos.

La Madre Josefa también colaboró con el Padre Inocencio Rosciano en la elaboración de


las Reglas del Instituto, asegurándose de mantener el espíritu original de la Congregación, a
pesar de las críticas externas.

Durante este período de expansión y organización, la Madre Josefa recibió un mensaje


doloroso desde Savona.

IX. TODAS ENFERMAS, PERO NINGUNA PEOR


QUE LA MADRE ROSSELLO
Algunas Hermanas estaban enfermas y otras en riesgo de enfermarse, por lo que partió
inmediatamente. De trece hermanas, nueve estaban en cama con fiebre alta y solo cuatro
seguían en pie, pero en riesgo de contagio. Envió a Sor Agustina Pescio a Varazze para
ayudar y luego reunió a las tres hermanas saludables, encargándoles la escuela mientras
ella se ocupaba del resto. A pesar de la gravedad de la situación, se dedicó
incansablemente a cuidar a las enfermas, enfrentando incluso la pérdida de Sor Magdalena
Bafico.

Eventualmente, la Madre Josefa también cayó enferma debido al esfuerzo y la falta de


alimentación adecuada. Pasó por una grave enfermedad que duró tres años, durante los
cuales fue sometida a numerosas sangrías por el médico del Instituto. A pesar de esto,
logró recuperarse lentamente y fue enviada a la casa episcopal de Noli para su
convalecencia. Allí, experimentó una mejoría total, aunque llegó a ritmo lento.

En su regreso, enfrentó nuevas pérdidas y desafíos, pero también encontró consuelo en las
nuevas postulantes que se unían al Instituto. La Madre Josefa continuó su labor,
enfrentando divergencias internas sobre las Constituciones del Instituto y soportando la
partida de su Director espiritual, el canónigo Ghigliazza. A pesar de las dificultades, el
Instituto seguía atrayendo a jóvenes comprometidas y demostraba ser una entidad con
futuro prometedor.

X. CRECIMIENTO DEL INSTITUTO


Las Hermanas de la Misericordia (H.d.M.) recibieron el apoyo del Obispo, quien aprobó sus
Reglas y les entregó nuevas vestimentas más religiosas. Además, la señora Margarita Ferro
dejó un legado para la educación de niñas pobres, lo que permitió a las H.d.M. abrir una
nueva escuela en Savona. Esta iniciativa atrajo a muchas niñas, lo que llevó a fusionar esta
escuela con otra existente para aprovechar mejor los recursos.

En 1846, la Madre Rossello recuperó su salud y lideró un viaje a Sassello, donde las
Hermanas fueron recibidas con gran entusiasmo y se encargaron de un hospital y una
escuela. Al regresar a Savona, la Madre Rossello logró comprar la Casa Brignoli-Balbi para
el Instituto, asegurando su expansión. Sin embargo, también enfrentó la pérdida de dos
hermanas queridas, Marina y Ana Bosio, lo que le causó un profundo dolor. A pesar de las
dificultades, la obra del Instituto continuó creciendo y fortaleciéndose.

XI. AÑOS DRAMATICOS.


EL AMOR ACTIVO Y LA CONFIANZA EN DIOS
Entre 1845 y 1850, el Instituto de las Hijas de la Misericordia experimentó una consolidación
y expansión, mientras que la Madre Rossello pasó por una intensa maduración personal.
Durante este período, enfrentó tiempos difíciles y turbulentos, influenciados por el
anticlericalismo y la agitación social. La madre Rossello, conocida por su dulzura y habilidad
para reprender con amabilidad, enfrentó la rebeldía de las jóvenes internas, quienes se
vieron influenciadas por el entorno anticlerical y comenzaron a resistirse a la disciplina del
instituto. Esto llevó a la Madre Rossello a tomar la difícil decisión de permitir que algunas de
las internas regresaran a sus hogares. A lo largo de estas dificultades, la Madre Rossello
mostró una profunda espiritualidad y un inquebrantable amor a Dios, dedicándose
completamente a su obra y al bienestar de sus hermanas y las jóvenes a su cuidado. Su
vida estuvo marcada por una fuerte unión con Dios y un compromiso ferviente con su misión
apostólica, enfrentando todos los obstáculos con fe y amor.

XII. “SIN DOTE, PERO VIRTUOSAS”.


EL INSTITUTO SE RAMIFICA
Durante la década de 1850-60, la Madre Rossello se enfocó en aceptar postulantes
basándose en su virtud más que en su salud física o dote. La expansión del Instituto de las
Hijas de la Misericordia se aceleró con la aceptación de múltiples solicitudes para enviar
hermanas a hospitales y escuelas en varias localidades. A pesar de la pérdida de la
Hermana M. Agustina Pescio en 1850, la Madre Rossello continuó sus labores y recibió una
significativa herencia de Angela Monleone, que permitió la construcción de una nueva
capilla e instalaciones para el Instituto.

En 1854, la capilla fue inaugurada, aunque los proyectos financieros de la Madre Rossello
generaron controversia. Durante la epidemia de cólera de ese año, las hermanas se
ofrecieron voluntarias para asistir a los enfermos y trabajaron en lazaretos y hospitales en
diferentes regiones, manteniéndose mayormente inmunes al contagio. Además, las
Hermanas ayudaron a distribuir alimentos durante una escasez. La comunidad agradeció
sus esfuerzos, y su labor solidificó la reputación y expansión del Instituto.

XIII.LA LIBERACION DE LAS ESCLAVAS NEGRAS


En el siglo XIX, la Madre Rossello participó en una noble obra: la liberación de jóvenes
esclavas africanas. A partir de 1855, el Sacerdote Nicolás Olivieri, quien había dedicado su
vida a rescatar niños esclavos, colaboró con ella. Olivieri viajaba a Egipto para liberar a los
niños, confiándolos a seminarios y órdenes religiosas. La Madre Rossello, conmovida por su
labor, ofreció acoger a las niñas liberadas en su institución.

Desde su primer encuentro, la Madre Rossello recibió con entusiasmo a tres niñas en 1856,
cuidándolas y catequizándolas. Continuó recibiendo más niñas, incluso las más enfermas o
con defectos físicos, mostrando una especial predilección por ellas. Tras la muerte de
Olivieri en 1864, su sucesor, el Padre Blas Verri, continuó la colaboración con la Madre
Rossello, quien siguió acogiendo a las niñas liberadas.
Josefa Ranzani, colaboradora de Olivieri y Verri, se unió a la Madre Rossello en 1865 y
destacó la caridad y dedicación de la Madre hacia las niñas. En 1876, Ranzani se integró
oficialmente en el Instituto de la Madre Rossello, continuando la labor de rescate de niñas
esclavas y viviendo bajo la protección y cariño de la Madre Rossello.

XIV. “HACEMOS TANTO POR SALVAR


A LAS MORENITAS Y ¿QUE HACEMOS
POR NUESTRAS JOVENES?”
La Madre Josefa se preocupaba por las jóvenes pobres y sentía que el Instituto debía
ayudarlas más, ya que habían dejado de acoger a las muchachas más necesitadas.
Reflexionando sobre cómo resolver este problema, tuvo la idea de alquilar dos habitaciones
para ellas. A pesar de sus esfuerzos, las jóvenes no mejoraban debido a que volvían a su
ambiente al final del día. La Madre Josefa decidió que necesitaban una casa completa y,
tras recibir una donación inesperada, se sintió respaldada por la Providencia. Después de
algunas dificultades y negociaciones, logró adquirir una casa adecuada para su obra gracias
a su fe y la ayuda de benefactores, incluyendo el obispo y los hermanos Lamba Doria.

XV. “CASA DE LA PROVIDENCIA”


Después de firmar el contrato, se realizaron rápidamente todas las tareas para transformar
una casa construida por marqueses en la “Casa de la Providencia”. En poco más de un
mes, se hizo la mudanza, se limpió, se organizó y se decoró el lugar. La Madre Rossello y
las Hijas de la Misericordia fueron al Santuario de la Misericordia a agradecer y pedir ayuda
a la Virgen antes de inaugurar la casa. La inauguración fue celebrada con Misa y la casa
pronto recibió a sus primeras huéspedes.

Durante los primeros días, la casa enfrentó desafíos como la falta de muebles y utensilios
básicos, pero el espíritu de las residentes era alegre y contento a pesar de las dificultades.
Los problemas más grandes eran la falta de sábanas y zapatos para las chicas. La Madre
Rossello hizo esfuerzos para solucionar estos problemas, pero aún así algunas
permanecieron descalzas. Con el tiempo, logró conseguir zapatos para todas.

La Madre Rossello estableció el principio de “quien no trabaja, no come” para fomentar la


autosuficiencia entre las jóvenes. A pesar de la escasez de recursos y el trabajo
insuficientemente remunerado, las chicas aprendieron y trabajaron con dedicación. Sin
embargo, había preocupaciones económicas, especialmente con el pago de la primera
cuota de 15,000 liras. La Madre confiaba en la providencia divina y organizó una novena
para San José y la Virgen María.

Finalmente, gracias a la generosidad de Don Pirotti, quien le ofreció una donación


importante justo a tiempo, y a otras contribuciones, la Madre Rossello logró pagar la deuda
y asegurar la continuidad de la Casa.

XVI. VALE LA PENA EXTENDER LA MANO.


FRENTE A LOS TIEMPOS NUEVOS
El texto describe el impacto y los sacrificios realizados por la Madre Josefa Rossello y su
Instituto de la Misericordia para ayudar a jóvenes en situación de extrema necesidad. A
través de una serie de esfuerzos, incluyendo la creación de una lotería con el apoyo de la
comunidad local y la colaboración de destacadas familias y figuras como el Papa Pío IX,
lograron recaudar fondos para construir y mantener instalaciones que acogieran y educaran
a estas jóvenes. A pesar de enfrentar graves desafíos económicos y la amenaza de
supresión de las congregaciones religiosas en su época, la Madre Rossello continuó
expandiendo sus obras y consolidando su congregación. Su dedicación y capacidad para
superar dificultades ayudaron a mantener y hacer crecer el Instituto, que llegó a tener 35
escuelas y varios hospitales, demostrando un compromiso inquebrantable con su misión.

XVII. “¡VUELVE PRONTO, VUELVA PRONTO, MADRE!...”


No se crea que con esto hubiesen terminado las angustias y dificultades; al contrario, se
podría decir que, desde ciertos aspectos, estas se iniciaron precisamente entonces. Para
las Congregaciones docentes, sobrevivir significaba adaptarse a las nuevas disposiciones, y
hubo novedades. Los cambios no consistieron en violaciones de derechos, sino en una
adaptación que, en ciertos casos, podía parecer oportuna, pero constituyeron un esfuerzo
gravoso. Un primer desagrado se remontaba a 1862, cuando el Instituto de la Misericordia
fue reconocido como “obra pía”, lo que significaba apoyo estatal pero también la necesidad
de rendir cuentas anuales. Esto causaba notables complicaciones. La Madre Rossello,
confiada en la Providencia, había osado lo inosable, y el Señor le había concedido lograrlo
bien. ¿Cómo podía ser comprendida por inspectores precisos y cautelosos? Pesado
obstáculo para la Madre Josefa, que corría el riesgo de quedar frenada, y apuro grave para
sus revisores de cuentas.

En 1866-67, la Madre Rossello llevó a cabo una nueva obra que debió pasmar a los
revisores de cuentas: la Casa de la Providencia de Savona, con un éxito extraordinario. La
Madre Rossello, confiada en la Providencia, había adquirido una casa en Albisola, a pesar
de la resistencia inicial del propietario, el Señor Biancardi. Eventualmente, el Señor
Biancardi vendió la casa a un precio muy inferior al ofrecido por otros. Después de la
adquisición, la Madre Rossello colocó estatuas de la Madre de Misericordia y San José en
el atrio de la Casa Madre y consagró el Instituto a San José.

En 1866, cuando entró en vigor la ley de supresión y expropiación, la Madre Rossello


comenzó las restauraciones en la casa de Albisola, que se convirtió en la nueva Casa de la
Providencia. A pesar de las dificultades políticas, la casa fue abierta el 21 de noviembre de
1867. La Madre Rossello, con gran habilidad y determinación, trasladó a siete chicas a la
nueva casa, y en pocos meses, el número de chicas en Albisola aumentó
considerablemente. La Madre Rossello podía estar contenta.

XVIII. UN PEQUEÑO SEMINARIO


En tiempos difíciles para la Iglesia, con una escasez de vocaciones y una sociedad que las
desalentaba, Josefa Rossello sintió una profunda preocupación por la falta de sacerdotes
fervorosos. Aunque su éxito había sido en el campo de las vocaciones femeninas, se sintió
llamada a actuar para ayudar a los jóvenes que deseaban ingresar al sacerdocio pero
carecían de apoyo.
Decidió abrir una casa para jóvenes aspirantes al sacerdocio, a pesar de las dificultades
financieras y críticas. Compró y reformó casas para convertirlas en un seminario menor y
encontró un director para la obra. La Casa de los Clérigos se inauguró en 1869, ofreciendo
a los jóvenes un lugar para prepararse doctrinal y espiritualmente.

A pesar de enfrentar críticas y oposición, especialmente por parte del obispo Monseñor
Cerruti, quien temía que la iniciativa pudiera afectar al Seminario diocesano, Josefa
defendió su obra con humildad y fe. Finalmente, el obispo le dio su apoyo, y la obra
prosperó, produciendo sacerdotes comprometidos.

Josefa Rossello, a lo largo de su vida, experimentó la alegría de ver a los primeros


seminaristas convertirse en sacerdotes, a pesar de las pruebas y dificultades que enfrentó.

XIX. BAJO LA TORMENTA LAS HIJAS DE LA MISERICORDIA PERMANECEN


EN LA BRECHA. UNA TERCERA “PROVIDENCIA”
La presión política en Italia no solo afectó a las Congregaciones religiosas al expropiar sus
bienes, sino también a sus actividades, imponiendo nuevos esquemas ministeriales en
educación. Las escuelas fueron sometidas a un control estatal que uniformó métodos de
enseñanza, suprimiendo la libertad académica y dando preferencia a valores civiles sobre
los religiosos. A pesar de esto, la Madre Rossello y las Hijas de la Misericordia enfrentaron
estos desafíos con determinación, obteniendo los títulos requeridos y manteniendo su labor
en educación y asistencia, creciendo en número y expandiéndose internacionalmente.

Durante el período de 1860-1870, enfrentaron leyes anticlericales y dificultades logísticas,


pero su fe y confianza en Dios les permitieron superar estos obstáculos. La Madre Rossello
visitó Roma y recibió una audiencia con el Papa Pío IX, quien expresó su aprecio por su
trabajo. A pesar de la ocupación del Estado Pontificio y la pérdida de su influencia, la Madre
Rossello continuó con nuevas fundaciones, como la Casa de la Providencia en Légino,
estableciendo una escuela y un oratorio para las comunidades locales.

La generosidad del Arcipreste Queirolo permitió esta fundación, que se convirtió en un


refugio y una bendición para muchas personas. Aunque, tras la muerte del benefactor, hubo
problemas legales que resultaron en la pérdida de la propiedad, la labor de las Hijas de la
Misericordia continuó marcando una diferencia significativa.

XX. LA MADRE ROSSELLO Y MONSEÑOR ROSAZ


En 1872, el Padre Eduardo José Rosaz, un canónigo de Susa, busca ayuda para una obra
de caridad que le preocupa. En su esfuerzo por proporcionar refugio a jóvenes en peligro,
se enfrenta a dificultades para encontrar instituciones que las reciban. En busca de una
solución, contacta a la Madre Rossello en Savona, quien le promete enviar tres Hijas de la
Misericordia para ayudar. Mientras tanto, el Padre Rosaz enfrenta desafíos con el grupo
actual de jóvenes y la oposición de las directoras anteriores. Finalmente, las Hijas de la
Misericordia llegan a Susa en noviembre de 1872 y, con su apoyo, la obra se estabiliza y
crece, convirtiéndose en el Instituto de las Terciarias de San Francisco. Este instituto, que
se expande internacionalmente, refleja la colaboración entre las intenciones apostólicas del
Padre Rosaz y las de la Madre Rossello, enfocándose en la educación de jóvenes
necesitadas y asistencia a ancianos.

También podría gustarte