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Separarse Por Amor - Alicia Sanchez

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SEPARARSE POR AMOR

ALICIA SÁNCHEZ PÉREZ


© Alicia Sánchez Pérez [enero 2020].

Corrección: Álvaro Martín (www.sehacenlibros.com)


Maquetación: Fabiana Montiveros info@librepublicacion.com)
Fotografías: Jaume Parera (@jpareracasals)
Todos los derechos reservados.
DEDICADO a todas las personas valientes (en pareja o no) que están:
Dispuestas a atravesar los miedos que bañan nuestras relaciones, que
nos hacen unirnos a los demás, formar parejas y también separarnos.
Dispuestas a descubrir que EXISTE OTRA FORMA DE
RELACIONARSE unas con otras, en presencia y con la guía del Amor.
Dispuestas a asumir toda la responsabilidad de lo que sienten en cada
situación y con quien sea que tengan enfrente.
Dispuestas a descubrir la libertad y el Amor cuando no son conceptos
mentales.
Dispuestas a liberarse de condicionamientos sociales y culturales para
abrirse al camino de su propio corazón.
Estas personas podrán llevar el Amor allí donde vayan, a cualquier
relación (del tipo que sea) nutriendo a tod@s a su alrededor.
Llevarán dentro de ellas una auténtica revolución: EL AMOR.
Contenido
SEPARARSE POR AMOR
PRÓLOGO I
PRÓLOGO II
INTRODUCCIÓN
¿EN SERIO? ¿JUSTO AHORA QUE ESTAMOS BIEN?
CUANDO DESCUBRES QUE LAS RELACIONES DE PAREJA
ESTÁN BASADAS EN EL MIEDO A SEPARARSE
CAMINARLO JUNT@S
EXPLOSIONES DE DOLOR Y VUELTA AL SILENCIO
SEPARACIÓN SANADORA
SEPARACIÓN SÍ, RUPTURA NO
EL AMOR ES LIBRE
UN SALTO AL VACÍO
LOS MIEDOS
¿Que cómo va a ser tu vida ahora?
Personalmente me he sentido muy feliz de transmitirle a mi hija algo
que podría resumir así:
LO QUE DICE MI CULTURA FRENTE A LO QUE DICE MI
CORAZÓN
«HAY QUE PROTEGER A L@S HIJ@S». ¿DE QUÉ?, ¿DE LA VIDA?
EL MOMENTO DE DECIRLO A LOS HIJ@S SE DA
EL AMOR SIEMPRE INCLUYE
PERMITIR QUE EL VÍNCULO TOME OTRA FORMA
¿CELEBRARLO? ¿POR QUÉ NO?
Esta experiencia con la relación de pareja me está enseñando algo de
muchísimo valor (además de toda
ESTO SOLO PUEDE HACERSE A CORAZÓN ABIERTO
«DESPUÉS DE AMAR, SIGUE AMANDO»
EN REALIDAD, SEPARARSE ES «IMPOSIBLE»
INCLUIR SU «NUEVA VIDA» EN LA FAMILIA
LAS FORMAS QUE PUEDE TENER EL AMOR SON INFINITAS
EL AMOR ES UNA REVOLUCIÓN, LA ÚNICA
BREVE REFLEXIÓN
AGRADECIMIENTOS
PRÓLOGO I

Donde hay una revolución, hay revolucionarias. Alicia es una


revolucionaria de la conciencia.
He conocido a pocas personas que tengan el coraje de explorar los
límites de sus propias experiencias. Huyendo de formas, estructuras y
conceptos, Alicia se adentra en la vida «a pelo», con la valentía del que
salta al vacío con el miedo encima, pero con el anhelo de trascenderlo. No
es un mero ejercicio de atrevimiento, una desfachatez, una peineta al
sistema como hizo en sus tiempos anarcos. Lo hace todo por amor, por
entrega. Es un amor desde la acción, un «ama y haz lo que quieras» de san
Agustín.
Yo, a quien seduce el mundo simbólico, advierto en Alicia una guerrera
buscadora que ya alcanzó el compromiso de rendirse al amor y expandirlo.
Por eso, escucharla es amarla, porque todo lo que nace de ella es ese amor
que despierta amor e invita a actuar por amor.
Cuando lean este libro van a tener que cuestionarse de arriba abajo,
porque hablar de relaciones es hablar de lo que nos constituye. Ocurre que
aquello que nos constituye lo damos tan por hecho, por tan sabido, por tan
evidente, que se convierte en incuestionable. Sin embargo, no puede haber
crecimiento sin poner patas arriba nuestros viejos conceptos, viejas formas
y estructuras de personalidad anquilosadas. Por eso se teme a la
incertidumbre, al caos y, por encima de todo, a la pérdida de lo conocido.
Ahí es donde Alicia empuja con amor. Su ejemplaridad y la de su pareja
Ivan se convierten en camino para quien se atreva a explorar, sin métodos,
sin pautas, sin teorías ni grandes concepciones. A pelo. Abrazados al no
saber. Convencidos de una sola cosa: el amor, o es libre o no lo es.
Me quedo con el gran mensaje que se revela en su experiencia: que toda
forma que pueda contener una relación nazca primero del amor. Esa es su
revolución. El amor no se puede encajar en un a priori. Cuando un amor
debe encajar en estructuras previas, dependerá de ellas y no de su
naturaleza. Primero hay que ver qué hace el amor con nosotros, qué nos
pide, dónde siente que puede desplegarse con libertad. Es el amor el que
debe ordenarnos y no a la inversa. Eso me recuerda a Kant: «Yo no puedo
amar porque así lo quiera, y menos aún porque deba; un deber de amar es
algo absurdo». Por eso los guionistas de Juego de Tronos eligieron para el
final aquel diálogo que decía que el deber mata al amor, así como el amor
mata al deber.
[ÁM1]Cuando tengan a Alicia delante, ámenla, pero no se les ocurra
ponerle etiquetas a ese amor, no la juzguen, no intenten apoderarse de su
energía, no la imiten, no quieran entender sus ideas. Por ahí no la
encontrarán. Alicia es experiencia de Ser y no la busquen para nada más.
Dejemos que siga siendo una revolucionaria de la conciencia y una
mensajera del amor.

Xavier Guix
PRÓLOGO II

Alicia es una mujer extraordinaria, fuera de lo común. No desvelo nada


nuevo, lo sé. Por eso miro atrás y siento un agradecimiento inmenso por
todo lo vivido, por todo lo compartido. Y sé, en parte, que todo este
camino que se relata en el libro no podría hacerse de otro modo si no fuera
ella la otra integrante de la relación. Se aprende tanto a su lado…, pone las
palabras justas en los recovecos de tu ignorancia para dar luz a lo que te
está pasando. El conocimiento que transmite no es intelectual, es
experiencial, es algo que se integra dentro de tu Ser y ya no puedes obviar.
Es una mujer incómoda, extremadamente incómoda, nunca te adulará, no
te dirá lo que quieres oír, sino que te transmitirá su visión con total amor y
honestidad. No puedes sentirte ofendido porque no quiere ofender. Te ama
tanto que solo desea que seas consciente, que apartes la mirada fuera de ti
y que tu foco sea interno, que te veas, que te reconozcas en tu ignorancia,
en tu miedo, en el no saber aterrador, en que dejes que esa estructura
mental que te está haciendo sufrir se caiga, sea demolida; que la recojas
con amor y cariño para entregársela a la Vida, y que la Vida, en su inmensa
sabiduría y plan perfecto, te reconstruya, te lleve adonde a ella le plazca.
Cuando Alicia me pidió escribir el prólogo, mi respuesta fue: «Es todo
un honor». En aquel momento ya nos habíamos separado y se estaba
tejiendo una nueva forma de relacionarnos. Al fin y al cabo, este libro
también trata de mí, de nuestra experiencia en el proceso de separación. Y
ha sido tan intenso, bello y liberador lo sucedido que aún alucino por haber
podido hacer frente a toda la situación. Hubo momentos tan cruciales en el
proceso que parecíamos ser llevados. Personalmente, una de las frases que
más repetí durante la experiencia es: «Yo no puedo con esto, es demasiado
intenso y doloroso». Pero había una fuerza oculta que marcaba el guion del
momento que, milagrosamente, hacía que todo acabara en un estado de paz
y una consciencia de Amor inmensa. Algunos amigos no entendían el tipo
de relación que se estaba forjando durante el proceso —«Es raro», decían
—, y tenían razón, pero no podía dejar de relacionarme desde aquel
espacio nuevo que surgía; había tanta información allí que haberle dado la
espalda casi hubiera sido delito.
Diría que lo más crucial que he aprendido es que el Amor es Amor, y
por mucho que cambie de forma, por mucho que haya distancia, incluso no
comunicación, sigue siendo Amor, en mayúsculas. Y esto es algo que no
puede cambiar.

Ivan Pladevall
INTRODUCCIÓN
Este libro nace de una experiencia, así que no está lleno de teoría, ni de
ideas, no es un manual.
Aun sin ser un libro claramente práctico, puede resultar muy útil a las
parejas que deseen bucear en las profundidades de la verdad de sus
relaciones, pues la propuesta que aquí se hace es la de iniciar, en pareja, un
camino de pura sanación y transformación de los individuos.
El objetivo final del proceso que estoy a punto de compartir no es
«separarse», sino AMAR AL OTRO EN LIBERTAD Y CON LIBERTAD.
Esto puede significar una reformulación de la relación, o un
reenamoramiento, o una relación que va a más profundidad, o una
separación…
He descubierto que solo podemos amar de verdad al otro cuando no
tenemos miedo de perderlo. Y durante este proceso de conciencia os daréis
cuenta de cuánto miedo tenéis de perderos y de cuántas cosas hacéis o
dejáis de hacer para evitar la separación.
Sin darnos cuenta vamos renunciando a nosotros por miedo a que se
desmonte la estructura («la pareja») que hemos creado con ahínco durante
los años de relación.
Cada vez que estamos en crisis y nos vemos al borde de la separación
podemos entrever todo lo que se despierta: miedo a equivocarnos… Miedo
al qué dirán… Inseguridad… Pereza de asumir los cambios… Miedo a la
pérdida del confort… Desmontar nuestras vidas después de tantos años…
Miedo a no poder ser económicamente independiente… Miedo a que
nuestros hijos sufran… Miedo a que mi pareja conozca a otra persona…
¿¿Dónde se supone que está el Amor aquí??
Nosotros creíamos que nos amábamos hasta que nos dimos cuenta de
todo el miedo que escondíamos. Ahí empezó todo. Una vez que te das
cuenta, ya no hay vuelta atrás.
Separarse por Amor es una propuesta para parejas «estables» que estén
en crisis sin saber qué hacer con la relación y para parejas valientes que
deseen convertir su relación en un verdadero camino de conciencia y
sanación.
Los primeros no tienen nada que perder y tienen todo por ganar. Los
segundos solo tienen todo por ganar.
La propuesta es un camino de honestidad con nosotros y con el otro.
Empieza poniendo a la luz todo el miedo que hay en la relación, y, después
de atravesar juntos muchos momentos (a veces intensos), en los cuales se
abren heridas para poder ser sanadas, desembocamos en una gran
transformación de los individuos. Libres de miedo, ya pueden amarse de
verdad y tener la relación que quieran entre ellos.
¿Qué se puede obtener de un proceso así?
No puedo saber lo que obtendréis vosotros, pues la propuesta deja todo
en manos del Amor y cada pareja vivirá procesos y desenlaces distintos.
Pero puedo decir que en nuestro caso obtuvimos cosas como:

—Darnos cuenta de qué es lo que sostenía nuestra relación de pareja


estable. Además del cúmulo de obligaciones, responsabilidades y
compromisos, había tanto miedo que no veíamos el Amor.
—Descubrir los miedos que nos ataban, liberarnos de ellos y acompañar
al otro a liberarse también.
—Vernos como compañeros de proceso, caminar juntos la senda de la
sanación emocional de las heridas de cada uno.
—Liberarnos de nuestros conceptos cerrados de cómo tienen que ser las
parejas. Abrirnos a una relación que tenga sentido y coherencia con
nosotros mismos.
—Descubrir que hemos estado amando al otro de forma condicionada y
que eso en realidad no era Amor, aunque sea la forma más común de amar.
—Experimentar que podemos entregar nuestros procesos (del tipo que
sean) al Amor. Y, aunque suene muy abstracto, en realidad tiene resultados
concretos.
—Una verdadera transformación: pasamos de ser individuos temerosos
a individuos libres. Del amor condicionado al Amor verdadero.
—Crecimiento, crecimiento y más crecimiento.
—Sentir que lo importante no era ser o no ser pareja, sino el Amor. Que
lo importante es el Amor.

… y muchas otras cosas, a cada cual más valiosa, que iréis leyendo a lo
largo de este libro.
Después de casi un año recorriendo con mi compañero el proceso,
empecé a sentir el impulso de escribir este libro. Sentía tanta gratitud por
lo que estábamos descubriendo, por la vivencia tan extraordinaria que se
nos estaba regalando, que todo en mí me invitaba a escribirlo y
compartirlo como POSIBILIDAD para otras parejas e individuos.
Que las parejas se separen es algo que está a la orden del día, a nadie le
resulta extraño. Pero hay diferentes maneras de hacerlo, tan diversas como
número de parejas que se separan. Aun así, creo que podría resumir las
causas de la mayoría de las separaciones en una sola: «No queremos seguir
juntos».
El cómo, el porqué y las formas sí son múltiples. Pueden ser
desagradables, conflictivas, respetuosas, amistosas…
No querer estar juntos es un síntoma de que no es el Amor el que dirige
vuestra relación, sino los egos. Aunque os separéis de manera cordial y
desde el cariño, no estaréis recorriendo una profunda propuesta de
sanación, transformación, libertad y Amor.
Cuando dos individuos entregan su relación al Amor no pueden evitar
hacerse responsables de su propia infelicidad, insatisfacción, frustración…
Empiezan a descubrir todo el dolor que esconden y que proyectan en sus
parejas, así que dejan de culpabilizar al otro. Se dan cuenta de que «el
problema» no está en el otro, sino en un@ mism@, y de que la solución no
es separarse, sino transformarse a sí mism@.
En esencia solo veo dos tipos de separaciones: la egoica y la separación
por Amor. Las formas pueden ser múltiples, pero, esencialmente, o te
mueve el ego o te mueve el Amor.
Algunos indicadores de que estás inmerso en un proceso egoico son:

—Si tienes resentimiento hacia el otro, tengo que decirte que no estás
separándote por Amor.
—Si tu cabeza está llena de argumentos por los cuales tiene sentido
separarse, tengo que decirte que no estás separándote por Amor.
—Si crees que la solución es cambiar de pareja, no estás separándote
por Amor.

Todos estos pensamientos y sentimientos son propios de una separación


al uso: una decisión que toman los individuos que ya no están satisfechos
con sus relaciones.
Aunque te separes de buenas y mantengas una positiva relación con tu
ex, te habrás separado antes de haberte responsabilizado totalmente de la
insatisfacción, frustración o infelicidad que sintieras en tu relación.
La cuestión es que separarse sin tomar conciencia de todo el miedo que
vamos acumulando en nuestras relaciones hará que volvamos a repetir lo
mismo una y otra vez…
Nosotros no teníamos claro si queríamos separarnos o no, solo sabíamos
que debíamos atravesar los miedos para volver a ser libres y amarnos de
verdad. A partir de ahí, confiábamos en que se nos iría desvelando la
nueva forma que adquiriría nuestra relación.
En nuestro caso se abrió una posibilidad que nos era desconocida y
decidimos caminarla sin tener referentes. Quisimos descubrirla por
nosotros mismos.
No nos propusimos separarnos, sino liberarnos de los miedos para
descubrir la respuesta a la pregunta: «¿Qué tipo de relación tendríamos si
no tuviéramos miedo de separarnos?».
Esta no es una pregunta que tenga una respuesta intelectual ni
previsible, sino una pregunta que se habrá de caminar en forma de proceso
hasta que se vaya mostrando la respuesta. Se irá desvelando el desenlace a
medida que vaya produciéndose la sanación y la transformación de los dos
individuos.
«Poner nuestra relación en manos del Amor». Esto fue lo único que
decidimos y reafirmamos en muchos momentos en los que aparecían las
dudas y nuestra ignorancia sobre cómo seguir el proceso.
Ahí caminábamos los dos, vulnerables y algo temerosos de soltarnos.
Pero también con cierta curiosidad y confianza por lo que nos esperaba en
nuestras vidas.
Progresivamente veíamos que nos íbamos liberando de miedos, de ideas
preconcebidas… y nos íbamos llenando de agradecimiento mutuo. El
Amor iba imponiéndose en nosotros y en nuestra relación, que, poco a
poco, fue mostrándonos que ya no era de pareja.
Ahora somos padres, los mejores amigos, compañeros, casi hermanos…
Unidos por el Amor y felices de ser honestos con nosotros mismos.
En nuestros votos «matrimoniales» nos dijimos: «Te quiero libre y me
quiero libre. El día que no nos amemos así será que no nos estaremos
amando de verdad».
Todo lo que vais a leer a continuación es una experiencia volcada en
palabras, un sentir sobre papel…
Puede que no sea conocimiento estructurado que podréis usar paso a
paso, soy consciente de ello. Básicamente porque no se trata de una
técnica con pasos prácticos repetibles ni previsibles.
Aun así, sé que, página tras página, es posible que la propuesta os vaya
calando hasta que surja una decisión interna que diga «Sí, quiero» a esta
posibilidad de liberar los miedos de nuestras relaciones de pareja para que
vuelva a resurgir el Amor entre los individuos (vayan a ser pareja o no).
A medida que avanzábamos en nuestro proceso yo iba escribiendo lo
que descubría, las reflexiones, lo que experimentábamos y lo que me
parecía entender… Y así lo quiero compartir: vivencia en estado puro, tal
como se revelaba en cada momento.
Está escrito prácticamente «a chorro», sin filtrar. Fruto de la experiencia
surgía la escritura casi automática, y creo que, si la puliera demasiado,
perdería la esencia de texto vivo.
Por cierto, no esperéis que nuestro proceso y el vuestro se parezcan,
pues es posible que haya algunas cosas similares y otras muchas no.
Podéis esperar un proceso único, acorde con los dos individuos y
adecuado en tiempo e intensidad.
El Amor cuida del proceso y de los individuos. Suena difícil de creer,
pero, sí, es comprobable. El Amor se hará muy presente. Pero…mucho;
mucho.
¿EN SERIO? ¿JUSTO AHORA QUE
ESTAMOS BIEN?
Una separación por Amor suele darse en un momento en que la pareja
está bien, en que ambos aceptan la relación completamente (esto es algo
inconsciente la mayoría de las veces). Se puede traducir en una buena
amistad entre los dos, una época en la que todo está calmado, se está
cómod@, se ha asumido lo que hay plenamente y, por tanto, no se necesita
nada más, no surge la necesidad de cambiar nada, de mejorar, sino que hay
aceptación y valoración del otr@.
Puede ocurrir en un «buen momento» (cuando no estáis en plena crisis).
Y, aunque a nuestro sentido lógico le parezca una locura, desde donde yo
miro las relaciones tiene todo el sentido.
Una separación por Amor es una decisión que no toma la pareja, la toma
el AMOR.
Y el Amor no funciona bajo los esquemas del ser humano, sino que
tiene otro proceder. El Amor ama sin complejos, sin establecimientos, no
le importa la etiqueta que nos pongamos: «pareja», «amistad»… Si le
permites SER como es, el Amor desplegará la forma en que quiere amar a
esa persona. Y también hará caer todas las estructuras que has creado
alrededor de él (siempre y cuando lo permitas).
El Amor ha amado a tu pareja a través de ti y tú construiste una relación
de pareja, pues se supone que eso es lo que «son» las personas que se
aman, que se enamoran, que se sienten atraídas y que tienen relaciones
sexuales. En nuestra cultura, eso se llama «pareja».
No lo estoy juzgando, simplemente describo lo que hacemos.
Pero ¿por qué separarnos cuando estamos bien?
Desde mi punto de vista tiene tanto sentido… Me explico:
En general, tengo la impresión de que la vida nos hace una propuesta de
crecimiento, sanación y transformación desde que nacemos hasta que
morimos.
A lo largo de nuestra vida vivimos situaciones que nos abren heridas y
nos ofrecen la oportunidad de mirar todo el dolor que brota, todo el miedo,
la frustración… o lo que sea que muestren. Nos dan la oportunidad de
tomar conciencia de ellas y respirarlas abriendo nuestro corazón a
sentirlas…
Pero en vez de hacer eso, hacemos lo contrario:
Se nos ofrecen situaciones que nos abren heridas (de nuestro pasado, de
nuestros ancestros, de nuestra alma…), y en cuanto empezamos a sentir
dolor, miedo, frustración o rabia, le echamos la culpa a quien «parece»
haber abierto nuestra herida (a quien parece habérnosla hecho). Una vez
hemos decidido quién es el responsable de nuestro dolor, cerramos nuestro
corazón a sentir y decidimos separarnos del que creemos que es el/la
culpable.
Esta sería una separación «al uso», una «separación egoica». Y no es lo
que yo he vivido ni lo que propone este libro.
¿Qué pasa cuando nos abrimos a sentir lo que muestra nuestra herida
sabiendo que quien tengo enfrente no es el causante, sino el acompañante?
Pues que un@ aprovecha cada situación de la relación para sanar
heridas, emociones enquistadas que estaban ocultas… Se hace un@
mism@ responsable de lo que está sintiendo y se permite sentirlo de
corazón, con total honestidad.
Cuando un@ hace eso repetidamente a través de su relación de pareja,
se siente bien con el otro. Nota que su relación tiene sentido. Hay respeto,
amistad, compañerismo, complicidad, consistencia. No se contempla la
opción de cambiar de pareja, aunque la relación tenga muchas carencias y
pese a que los individuos se sientan algo resignados o insatisfechos. Se
siente que hay un gran aprendizaje que compensa y, sobre todo, se sabe
que el otro no es el responsable de la infelicidad propia ni de la
frustración. Eres consciente de que, por más que cambies de pareja,
seguirás topándote con tus carencias, así que ya no centras la solución en
un cambio de persona, sino en la transformación propia.
De esta forma, vamos sanando todo aquello que se nos propone sanar a
través de esa persona hasta que llegamos al final de la propuesta.
No es algo que puedas prever ni decidir: OCURRE. Y se va haciendo
obvio progresivamente. No porque lo veas claro o lo sientas (tal vez habrá
quien sí), sino porque empiezan a ocurrir situaciones inevitables que
ponen sobre la mesa la posibilidad de ir soltándonos un@ del otr@ de
forma progresiva.
Entonces aparecerán el miedo, la inseguridad, las dudas, el
aferramiento…y también EL CRECIMIENTO.
CUANDO DESCUBRES QUE LAS
RELACIONES DE PAREJA ESTÁN
BASADAS EN EL MIEDO A SEPARARSE

Un día te llega el momento y se te cae la venda de los ojos. Analizas tu


relación de pareja y lo ves con una claridad arrolladora: esta se sostiene
por el miedo a separarte, y la de los demás, también.
La mayoría de la gente lo negaría, prefieren creer que no es verdad, pero
cuando entra la autohonestidad en tu vida… se te acabó el autoengaño.
Las relaciones de pareja están llenas de miedos: a estar sol@s, a
equivocarnos si nos separamos, a no poder salir adelante
económicamente… Muchos miedos concretos, pero en esencia al mismo
hecho: la separación.
El miedo a separarnos es lo que hace que en nuestras relaciones:

—Dejemos de ser nosotr@s mism@s.


—Finjamos que sentimos lo que no sentimos.
—No nos atrevamos a expresar honestamente nuestros sentimientos
respecto a la relación.
—Intentemos esforzarnos por acoplarnos mejor.
—Busquemos soluciones artificiales.

Nos da miedo afrontar la posibilidad de que, si soy totalmente honest@


con mi pareja, me deje. No solemos expresar cosas que sentimos, como:
«No me siento atraída por ti», «Me resulta una carga tener relaciones
sexuales a menudo», «No me siento desead@ y eso me frustra mucho»,
«Estoy sintiendo algo hacia otra persona», «No sé por qué seguimos
junt@s»…
Pero si un@ está abiert@ a afrontar la posibilidad de ser honest@ con
su pareja y expresar cosas como estas, se le mostrará claramente que su
relación está llena de miedo. Podrá empezar a ver que ha ido construyendo
una estructura alrededor de ella para evitar la separación. Una estructura
que va cayéndose y que no haces más que intentar sostener por todos los
medios posibles.
Cuando miras honestamente el panorama te das cuenta de algo muy
importante:
¿Dónde está el Amor aquí?
Muchas personas se habrán dado cuenta de esto y aun así seguirán con
su relación porque no se sienten capaces de afrontar el miedo. Tod@s lo
hemos hecho. Vamos postergando ese momento de revisarnos
profundamente, pero nos llega a cada un@ cuando estamos preparados, de
forma inevitable.
Y ese momento nos llegó después de casi quince años de relación. Fue
tan claro el descubrimiento… Apareció primero como un cuestionamiento
profundo de la relación y, luego, como la evidencia de que entre tanto
miedo y obligaciones ya no se veía el Amor.
De ahí surgió una decisión: «Si no es Amor, que no sea nada. Me planto.
Dejo de esforzarme por sostener esta estructura que se quiere desmoronar.
Me aparto, ya no la apuntalo más… Que se caiga todo, que se derrumbe
para, después, de entre las ruinas y las cenizas, ver lo que nace».
Personalmente sentía la necesidad de ver qué hacía el Amor con
nosotros una vez derruida la estructura. Esto puede sonar a cambios
bruscos y a drama, pero no, en realidad era un sentir interno muy fuerte.
Algo en mí quería abrirse paso desde dentro y era tan intenso que
exponérselo a mi compañero era urgente e inevitable.
Y así fue como una mañana, al despertarme, abrí los ojos, miré a mi
compañero y me escuché diciéndole: «Creo que nos estamos separando».
Yo misma me sorprendí al oírme, no era una frase que hubiera pensado,
no fue premeditado. Volví a cerrar los ojos, él también y seguimos
durmiendo un poco más.
Ahí empezó un proceso consciente que, en realidad, aún no ha
terminado (un año después). Probablemente nunca acabará porque
tenemos una hija en común y seguiremos compartiendo parte de nuestras
vidas. Seguiremos viendo cómo el Amor va proponiendo nuevas formas de
amarnos en función del momento de nuestras vidas del que se trate.
CAMINARLO JUNT@S
Esta propuesta que hace el Amor a las parejas «estables» desmonta
nuestro confort y la sentimos como una amenaza que pone en riesgo la
relación y, sobre todo, nuestra estabilidad. Así que nuestra primera
reacción será EL MIEDO.
En ese momento pueden pasar dos cosas:

1) que reaccionemos al miedo intentando proteger la relación.


2) que seamos conscientes de todo el miedo que tenemos a que se rompa
la relación.

La primera opción hará que encontremos en nuestras mentes


argumentos suficientes para sostenernos como pareja. Lo hablaremos y
buscaremos soluciones, encontraremos muchas razones por las que
permanecer en la relación…, y todo esto será muy sutil, será un
movimiento mental que busca protegerte, no busca la verdad.
¿Y cuál es la verdad?
La verdad no es que os tengáis que separar, la verdad es QUE TIENES
MUCHO MIEDO. Y son muy poc@s quienes deciden la opción 2):
afrontar, con total honestidad, el miedo que descubren.
La propuesta de este libro no es que las parejas se separen, sino que
decidan mirar todo el miedo que esconden y que sostiene la relación.
Cuanto más tiempo tiene la relación, más miedo hay (en general).
Las parejas que se deciden por la opción 1), la de reaccionar al miedo
protegiendo la relación, pueden hacerlo de forma negadora—«No, no, yo
te amo y quiero estar contigo, no lo hago por miedo»— o de forma sutil
—«No es por miedo, es que yo siento que no me tengo que separar».
Las formas en que aparecen los argumentos son múltiples, muy
diferentes y algunas incluso parecen sabias. Pero tienen algo en común que
hace que sean falsas: ESTÁS EVITANDO VER Y CRUZAR EL MIEDO A
SEPARARTE.
Quieres saltártelo, no caminarlo. Prefieres no contemplar la posibilidad
de separarte y ver el pánico que da. La cantidad de miedos que aparecen
relacionados con el «¿qué dirán?», el «¿qué voy a hacer sol@?», el «¿y
nuestr@s hij@s?», el «no puedo dejarl@ ahora», el «separarme es
abandonar la familia, ¡no puedo hacerle eso!» o el «no sé qué voy a hacer
sin él/ella».
Es impresionante todo lo que ves en tu cabeza cuando contemplas
abiertamente la posibilidad de separarte de una persona con la que llevas
muchos años y con la que, además, crees que podrías seguir porque estás
bien, acomodad@, acostumbrad@, hay amor, amistad… ¡Hay todo lo que
se supone que debe haber en una pareja!
Entonces, ¿por qué separarse?
Insisto, la propuesta no es atreverse a separarse, sino DARNOS
CUENTA DE TODO ESE MIEDO Y CAMINARLO. Atrevernos a soltar a
nuestras parejas para liberarnos de nuestro miedo a que nos dejen y
liberarnos de nuestra necesidad de seguir con ell@s.
ESTO NO VA DE SEPARARSE, VA DE SER LIBRES, DE AMARNOS
DE VERDAD.
Y una vez que empezamos a permitir que el verdadero AMOR entre en
juego, seremos testigos de la forma nueva que toma la relación de pareja.
Al principio dejará de tener una estructura clara, muchas veces os sentiréis
desorientados. Se hará muy evidente vuestra ignorancia respecto a lo que
está pasando y a lo que hay que hacer. Pero si la decisión de la pareja es
FIRME y van a CAMINARLO JUNT@S, este proceso se vuelve muy
sanador para ambos.
No estoy invitando a un proceso fácil, pero sí a un proceso de
conciencia enormemente transformador en el que habrá miedo («¿qué
ocurre?, ¿a dónde va esto?», no querer seguir el proceso); dolor (no voy a
poder con esto); ignorancia (no saber); frustración (no entender);
impotencia (no saber qué hacer); dudas sobre el proceso («¿esto es
realmente necesario?»). Pero también habrá rendición («ya no puedo
más»), entrega («que se ocupe el amor»), descubrimiento (se ven
claramente las bases sólidas de la relación: gran amistad, complicidad,
compañerismo…), mucha honestidad (se expresan cosas profundas que
nunca nos habíamos atrevido a decir por miedo y abrimos nuestro corazón
al otr@). Empieza una verdadera LIBERACIÓN Y TRANSFORMACIÓN
DE LOS INDIVIDUOS.
«Separarse» o reformularse como pareja no es algo que vayáis a decidir
vosotr@s hablando, sino que se os irá mostrando a través de los
acontecimientos. Sucede y se vuelve obvio progresivamente.
Es un movimiento que hace el AMOR cuando se lo permitimos (con o
sin miedo).
Por tanto, como este proceso no es racional, nuestro intelecto se va a
sentir muy perdido. En su lugar va a surgir una nueva guía, un sentir
interno lleno de fuerza, coraje y extraña claridad que os va a permitir
seguir de una forma misteriosa, como si algo «externo» os llevara.
Puedes tener una sensación muy rara (interna) de que está ocurriendo
algo adecuado, que es bueno, aunque la apariencia de la situación sea la
contraria: dolor, sentimientos desbordados, momentos de ansiedad, llegar
a nuestro límite, sentirnos agotad@s, que no podemos más con la
situación, dudosos, preocupados, frustrad@s, rabios@s…
Nos veremos en muchos momentos tocando nuestro límite interno, pero,
entonces, algo ocurre. El AMOR toma la situación en sus manos y suceden
los milagros: giros espectaculares de la situación, emociones que se
liberan hasta llegar a la paz, transformaciones repentinas, sanación
profunda de heridas, catarsis que acaban en un inmenso Amor y
complicidad hacia el otro… Abrazos honestos, encuentros de corazón a
corazón… Belleza, más belleza, honestidad y libertad.
Cuando ocurre esto y volvemos a sentir Amor hacia la otra persona,
empezamos a preguntarnos: «¿Qué somos?», «¿Nos queremos o no?»,
«¿Nos separamos o no?»… Y nos quedamos en un «lugar» en el que
sentimos que no avanzamos en la decisión que tenemos entre manos:
¿separarse o no?
Ya os he dicho que el Amor no actúa ni piensa en esos términos.
Seguiréis caminando a través de la incertidumbre y la ignorancia de lo que
es mejor hasta que los propios acontecimientos de vuestra vida muestren,
de forma evidente, el desenlace.
Y así es como el AMOR guía el proceso.
Cuando confiemos en que se nos está guiando y en que no debemos
temer al Amor, podremos descansar en este proceso. Y aunque sea intenso,
una rara claridad nos invitará a permanecer presentes en él ofreciéndonos
que lo vivamos.
Cuando dejamos de confiar en el Amor como fuerza «inteligente» y
proveedora de todo, no podemos descansar en el proceso. Dudaremos de
todo, nos preocuparemos por la situación, la temeremos, etc.
En nuestra experiencia pudimos ver como pasábamos de un estado a
otro en un segundo, y personalmente lo sentía de una forma tan evidente…
Conectada al Amor sentía claridad (que no era intelectual) en el pensar,
el sentir y el proceder. Desconectada del Amor sentía dudas, preocupación,
ganas de terminar con la situación…

En nuestro caso fue un proceso largo, no tuvimos que decidir nosotros si


nos separábamos o no porque llegó un momento en el que los dos fuimos
conscientes de que debíamos dejar de resistirnos a que nuestro Amor
tomara otra forma. A medida que nos abríamos y le perdíamos el miedo a
separarnos, iban surgiendo situaciones en la vida de cada un@ que nos
invitaban a una nueva propuesta: amarnos sin ser pareja.
Como de la nada, a los dos nos surgieron cosas fuera de nuestra relación
que nos mostraban que todo se estaba moviendo. Cosas que a lo largo de
casi quince años nunca habían ocurrido ni nos habíamos planteado. Cosas
que ninguno de los dos buscábamos y que el propio proceso de
transformación nos traía de forma inevitable para que lo viviéramos.
Aparecieron personas por las que empezamos a tener sentimientos.
Poco a poco fuimos dándonos cuenta de que nuestro amor no solo no
disminuía, sino que crecía. Tanto que queríamos que el otro experimentara
completamente aquello que le proponía la vida. Literalmente, nos
decíamos: «No quiero que renuncies a eso», «No te estaría amando de
verdad si te pidiera que no vivieras eso», «Siento una alegría muy grande
al ver que puedo amarte incluyendo lo que está pasando», «No te amo para
mí, te amo libre, siento que te amo de verdad».
El Amor, que está encerrado en una estructura de pareja, se libera y solo
en ese momento la forma que tome será la real, la que no está basada en
nuestros miedos.
Para cada relación será distinto, tanto el proceso como el desenlace.
Durante el camino se mostrará lo que realmente hay en forma de
complicidad, sinceridad, sentirse apoyad@, compañerismo, respeto,
amistad, amor… También se mostrará lo que no hay, la falta de solidez (en
el caso de una relación basada en la atracción, vacía de amistad). Saldrá a
la luz todo el «trabajo» hecho o no hecho en la relación, su riqueza o su
pobreza, su consistencia o su inconsistencia, etc.
Aun así, nada de esto decidirá el desenlace, solo amortiguará el camino,
lo hará más hermoso, más amoroso. El desenlace no es cosa vuestra, no es
una decisión individual, ni siquiera de pareja; lo has puesto en manos del
Amor, ¿recuerdas?
Eso sí, todo el Amor y la solidez del vínculo con esa persona son para
toda la vida aunque la relación tome otra forma. Lo que hay de verdad
siempre lo habrá. Nada esencial cambia ni se pierde.
Que los miembros de una pareja decidan hacer el duelo junt@s,
acompañar uno el dolor del otro, me parece un acto de Amor inmenso, de
verdadero Amor.
Nuestra experiencia nos mostró que son necesarias mucha
comunicación y ganas de abrir el corazón a sentirse profundamente
vulnerable. ¡Pudimos ver tantas cosas que había en nuestro interior!
Miedos, tristeza, frustración, el corsé social, contención, rabia…
Los dos sentados en la escalera, uno al lado del otro, respirando y
mirándonos para adentro. Llorando y en silencio, sin saber qué hacer. Tan
intenso y tan potente… Entregándonos al momento, siendo conscientes de
nuestra ignorancia respecto a lo que estaba ocurriendo y a la solución. Era
tan intenso que nos sobrepasaba. Pero allí estábamos, mirándonos de vez
en cuando con un gesto de «¿qué hacemos?», y el otro siempre respondía
con un «no sé». Nos sentíamos tan perdidos, tan desorientados, tan
desubicados… Había tanta humildad en esas situaciones, tanto
compañerismo…
Los dos entregados al «no saber», al misterio de la vida, confiando
(unas veces más que otras) en que las cosas se irían desvelando poco a
poco. Mientras, solo debíamos acoger todo lo que sentíamos y
descubríamos de nosotros mismos. Decidimos acompañarnos a sanar todas
las emociones encapsuladas, ayudando a nuestras individualidades a
crecer, a sanar, a liberarse de condicionamientos… Al fin y al cabo, A
AMARNOS.
El CÓMO hacerlo se fue mostrando progresivamente, se nos iba
desplegando un poquito cada día. Era tan sutil el movimiento, tan orgánico
que nos pasaba desapercibido. No éramos capaces de percibir claramente
los cambios mientras se daban, pues los cambios orgánicos muchas veces
son imperceptibles al ojo humano. A través del tiempo fuimos viendo
hacia dónde apuntaba nuestro camino.
EXPLOSIONES DE DOLOR Y VUELTA AL
SILENCIO
Es mejor que te avise: habrá intensidad.
Una separación guiada por el Amor será progresiva, no es una decisión
que se toma en un momento emocionalmente intenso. No es un arrebato
fruto del enfado, ni un portazo, ni un «¡Adiós, hasta nunca!».
Una separación consciente guiada por el Amor os invitará a los dos a
sanar todo lo que pueda ser sanado mientras se da el proceso de desplegar
la nueva forma. Esto significa que se os va a invitar a que lo hagáis
junt@s.
«¿El qué?, ¿separarnos?», te oigo decir…
No, separarse no es el objetivo. La finalidad real es transitar junt@s la
situación, el miedo que estáis viendo, la frustración, la impotencia, incluso
la rabia… Se os invita a un camino junt@s para la sanación individual.
Ivan y yo «íbamos de la mano» atravesando momentos de mucha
intensidad en los que no sabíamos qué hacer ni con nuestra relación ni con
nosotr@s mism@s.
Los dos guardamos imágenes en nuestras cabezas donde nos vemos
sentados en la escalera de casa, uno al lado del otro, en silencio, llorando,
desorientados y con una sensación brutal de no saber qué hacer.
En un año tuvimos muchos momentos así, pero cada uno de ellos nos
ofrecía una oportunidad de ser honestos con nuestros sentimientos y
compartirlos.
Muchas veces esto hacía saltar nuestras defensas y resentimientos, así
que salía el enfado y la frustración… Pero siempre, SIEMPRE, pasaba
algo curioso: cuando uno estaba muy emocional (sacando su dolor), el otro
se sentía firme y claro para estar presente sin apenas reaccionar. Siempre
uno de los dos permanecía más o menos sereno, escuchando y
acompañando el proceso del otro. Y siempre, SIEMPRE (a veces después
de una hora), el AMOR se acababa imponiendo y tomaba la forma de
humildad, de aceptación, de paz, de abrazo… de gratitud hacia el otro.
Ni Ivan ni yo nos sentíamos capaces de poder vivir nuestro proceso de
esta forma tan consciente, sanadora y amorosa. Nuestras cabezas a veces
nos sugerían que era una locura lo que estábamos haciendo, pero había
algo interno muy fuerte que nos empujaba a seguir y nos guiaba de
distintas formas (a veces sutil, a veces muy obvia). Sutil cuando no
sabíamos por qué, pero nos sentíamos tranquilos… Como si lo que nos
estaba pasando no fuera un drama.
Lo que sentíamos no tenía lógica, nos decíamos cosas que apuntaban a
la separación y a la vez sentíamos un Amor creciente el uno hacia el
otro…
También eran sutiles algunos espacios que se abrían justo en momentos
oportunos para que pudiéramos seguir con el proceso emocional. De
repente se anulaba una cosa o nuestra hija se quedaba en casa de alguien
justo en un momento en que hubiéramos tenido que cortar lo que
estábamos viviendo. Y una vez terminada la intensidad, la vorágine
emocional, y volvíamos a la paz en nuestros corazones…, cuando todo
volvía a un estado de reposo y silencio, sonaba el timbre de nuestra casa:
llegaba nuestra hija.
Llamadle casualidades o como cada un@ quiera, pero ni un solo día
ocurrió que los momentos para la sanación de nuestras emociones no se
pudieran dar por falta de tiempo o por no estar en el lugar adecuado. Todo
parecía estar «calculado» al milímetro…
Nuestra sensación era que todo nuestro mundo nos acompañaba, todo el
universo complementaba nuestro proceso… Era un proceso intenso,
doloroso a menudo y a la vez bello. Hermoso, muy hermoso.
Nos sentíamos a corazón abierto, desnudos, sin nada que esconder ni
proteger. La mayor parte del tiempo entregados al proceso (aunque en
muchos momentos surgían resistencias) y con una sensación de ser
HERMANOS, sí, de hermandad… difícil de expresar con palabras.
Insisto en algo importante:
Durante el proceso no intentábamos decidir si nos separábamos o no, lo
único que decidíamos era caminar el miedo que teníamos, la inseguridad
que veíamos, el dolor oculto, la sanación…, ya fuese que desembocáramos
en una reformulación de la relación de pareja o en la separación.
No tomábamos decisiones respecto a eso porque nos sentíamos
confusos. Por un lado, la incomodidad de no saber nos empujaba a sacar
conclusiones y a tomar una decisión. Pero, por otro lado, sentíamos
claramente que no debíamos tomarla nosotros, que queríamos seguir
caminando hasta que los propios acontecimientos externos fueran
mostrándonos el trabajo de sanación interna que estábamos haciendo y
hasta que el desenlace fuera obvio, evidente e irremediable.
La comprensión de que estás frente a una propuesta sanadora y permitir
que ocurra sin resistirse no se siente de la noche a la mañana. En nuestro
caso hubo un proceso de muchos meses acompañándonos y expresando
sentimientos de todo tipo. Muchos momentos fueron desagradables e
incómodos, pero la sensación de liberación que sentíamos al expresarlos e
integrarlos era tan grande que sabíamos que ese era el camino.
Permitimos que surgieran espacios para el dolor, la confusión, las
dudas, pero también para la conciencia, la claridad y la confianza. Y
acompañados por algo más grande que nosotr@s, nos sentíamos
sostenidos en ese camino.
Pudimos sentir LA VIDA, y ahora que somos libres del miedo, lo único
que nos apetece hacer es agradecernos lo vivido y compartir nuestras vidas
de otra forma. Seguir disfrutando de nuestro vínculo, de nuestra sólida
relación de padres, amigos, compañeros… En definitiva, seguir
amándonos.
SEPARACIÓN SANADORA
Sin duda, el proceso que hemos vivido (el que propone este libro) es
tal vez el proceso consciente más hermoso, intenso y sanador que haya
caminado junto a alguien.
Siempre estaré profundamente agradecida a Ivan por la experiencia. Él
podía haber elegido llenarse de orgullo y decirme: «Ahí te quedas». Pero
eligió, como siempre hemos hecho a lo largo de nuestra relación de pareja,
asumir lo que estaba pasando como una forma de crecer junt@s. Esa fue
nuestra decisión tanto al unirnos como a partir del momento que se nos
proponía enfrentar el reto de transitar el miedo a separarnos.
Nuestra relación siempre ha sido sanadora. Hicimos una elección
consciente de crecer juntos, de responsabilizarnos individualmente de
nuestras vidas, de sernos fieles a nosotros mismos y de usar todas las
situaciones de vida para compartir y aprender.
Elegimos una relación consciente en la que nunca habría culpables ni
víctimas, una relación de individuos libres y responsables.
Y así ha sido nuestra relación desde su inicio, también transitando este
cambio de forma (la separación), y así sigue siendo ahora como padres,
amigos, confidentes, cómplices, hermanos, compañeros…
Al unirnos nos decíamos: «Te amo libre. El día que no te ame así, no te
estaré amando». Y ahora, desde un nuevo formato en el que nos estamos
descubriendo diferentes, seguimos diciéndonos y sintiendo lo mismo: «Te
amo libre. Cualquier otra forma de amarte no es Amor en realidad».
Y aunque aún hay veces que dudamos de adónde nos lleva lo que
sentimos (porque todavía es muy reciente y sentimos mucho cariño y
respeto el uno por el otro), los acontecimientos son muy obvios y el sentir
también.
Hay algo dentro de nosotros que sabe que, a pesar del miedo de este
salto al vacío, estamos en el camino correcto.
A lo mejor tenemos que vivir cosas cada un@ por nuestro lado,
experiencias que no podemos vivir dentro de nuestro concepto de pareja…
y, tal vez, en un tiempo, nos volvamos a encontrar; o tal vez seremos los
mejores amigos; o tal vez los dos crearemos nuevas familias e iremos
todos juntos de vacaciones… ¿Quién sabe? ¡Resulta apasionante!
La propuesta clara de este proceso es:
¿Sois capaces de dejaros ir?
Tengo en el recuerdo conversaciones entrañables en las que los dos,
completamente emocionados y amorosos, nos decíamos cosas como:

—«No quiero que sacrifiques nada más por mí».


—«Quiero que vivas, que vivas la vida intensamente, aunque eso
signifique sin mí».
—«Tú tienes 40 años y yo 42. ¡Nos queda otra vida! Quiero que
disfrutes, que explores, que experimentes plenamente tu sexualidad,
sensualidad, aventuras, que compartas con otras personas… Que VIVAS
aquello a lo que estás renunciando para estar conmigo. ¿Qué AMOR puede
querer eso?».

Estaba muy claro: una parte de nosotros quería seguir juntos porque era
fácil, cómodo, ya estábamos acostumbrados, éramos amigos,
compañeros… Pero otra parte nos gritaba, nos rugía dentro de cada un@:
«Quiero vivir».
No pretendo decir que dentro de una relación de pareja estable no se
pueda vivir intensamente ni que tenga que ser insatisfactoria… Todo el
tiempo estoy poniendo sobre la mesa que lo que pretende este proceso es
que las parejas se liberen del miedo a separarse para que los individuos
sean verdaderamente libres.
A partir de ahí, el curso de los acontecimientos mostrará qué hacer con
la relación. Habrá parejas que dejarán de serlo, pero seguirán viviendo
juntos. Habrá parejas que se redescubrirán y fortalecerán su relación desde
el desapego y la libertad. Habrá parejas que separarán sus caminos
completamente. Habrá parejas que se abrirán a una relación abierta o
poliamorosa… Hay tantas formas posibles como parejas.
Lo que nosotros dos teníamos claro es que separarnos, sin cruzar el
miedo y la sanación que se nos proponía, no nos permitiría crecer ni
transformarnos internamente. Y que, por lo tanto, probablemente a la hora
de encontrarnos con otras personas caeríamos en los mismos errores y
acabaríamos en otra relación basada en el miedo a la separación.
Esta verdad nos ayudó a tomar la decisión de hacerlo de esta manera,
aun sin tener referentes que nos ayudaran a vivirlo. Quisimos confiar en
nuestras propias vidas y en la guía del Amor. Nuestras cabezas decían unas
cosas, pero nuestro corazón lo tenía claro: «Si no te amo libre, no te estoy
amando. Y “libre” no significa amarte haciendo lo que me da la gana, sino
amarte sin mis miedos, sin miedo a perderte».
SEPARACIÓN SÍ, RUPTURA NO
Una separación por Amor no es una ruptura, sino una continuidad, un
«seguir».
No se da a través de un enfado ni de resentimiento acumulado, por
tanto, no surge la necesidad de separarse físicamente hasta que se muestra
(de forma progresiva) el desenlace del proceso. A veces es tan incómoda
la situación que dan ganas de tomar una decisión para acabar con la
incertidumbre y no sabes por qué no la tomas. Se hace difícil en algunos
momentos.
Dentro de mí hay algo que me dice que separarse podría ser tan natural
y misterioso como unirse… Y no me refiero a libertinaje ni uniones y
separaciones compulsivas guiadas por el capricho instintivo, sino a
experimentar uniones y separaciones guiadas por el Amor.
Estas son necesariamente lentas, puesto que los procesos naturales-
orgánicos y sólidos lo son.
Cualquier relación o proceso guiado por el Amor será lento (puesto que
no es fruto de la mente, ni de los impulsos físicos, ni de carencias
emocionales) y será sanador (para tod@s l@s afectad@s).
Todo lo que es guiado por el Amor te invita a un camino de conciencia
en el que antes de unirte a otro se te propondrá verte a ti, darte cuenta de
las heridas que se abren para poder limpiarlas, abrazarlas e ir sanando…
De hecho, el Amor te invitará todo el tiempo (a través de la otra persona) a
un camino de sanación individual gracias a todo lo que te permite ver de
ti, de tus cavernas oscuras…
Curiosamente, una unión guiada por el Amor no se basa en la seducción
ni en la atracción física. Estas, aunque también pueden incluirse, no son la
causa. El Amor irá invitando a los dos individuos a observar sus fueros
internos, a asumirlos, a amarlos…, y a medida que van sanando y
permitiendo todos los movimientos internos que se generan, el Amor les
va acercando de forma paulatina y natural.
Así que no estoy hablando de que debería ser natural juntarnos con
quien nos dé la gana cada vez que el cuerpo nos lo pida y separarnos
cuando estemos hartos de esa relación. Tampoco quiero decir que esa
opción esté mal. Únicamente afirmo que no es mi opción ni la propuesta
de este libro.
Mi corazón me dice que puedo elegir siempre el AMOR, y al hacerlo
estaré eligiendo procesos lentos, conscientes, transformadores y sanadores
(para tod@s l@s implicad@s).
Corro el riesgo de que parezca que estoy invitando a hacer y deshacer
parejas cada vez que nos enamoremos o que estemos insatisfechos, pero
no estoy sugiriendo eso. Estoy invitando a procesos conscientes, guiados
por el Amor, y eso significa que puede ser que nuestra relación dure hasta
el final de nuestros días o puede que no, pero que no serán ni uniones ni
separaciones compulsivas fruto de impulsos y carencias emocionales.
Mi corazón me dice que puedo confiar en estos procesos internos; que
van traduciéndose en lo externo generando movimientos y que es así como
puedo caminar un inicio de relación con alguien o una separación; que son
movimientos con sentido propio, más allá de lo que piensan l@s
implicad@s, de lo que desearían que pasara, de sus gustos y disgustos.
Por encima de nuestras personalidades hay una corriente natural que
invita a unirse a alguien (cuando es el momento) o a dejar de ser pareja de
alguien (también cuando es el momento).
Paradójicamente, dejar de ser pareja no es dejar de estar unid@s, sino
permitir que el Amor muestre la nueva forma que toma el vínculo con él o
ella.
El Amor siempre suma, siempre incluye, y lo que está unido se
mantiene unido, solo cambian las formas en las que se expresa el vínculo.
Mi cultura no contempla, no valora procesos de este tipo. Mi cultura
mira las parejas como estructuras sociales convenientes y entiende el amor
como un sentimiento que puede iniciarse y acabarse: «Se nos acabó el
amor», dicen much@s cuando se separan.
Tal vez se refieran a «Se acabó la atracción física» o «Se me han
acabado las ganas de estar con él/ella» o «No l@ soporto más, ya no l@
quiero».
Este libro no apunta a una separación de ese tipo.
La mayoría de las rupturas de pareja se producen porque los individuos
no se aguantan más, porque ya no quieren estar juntos, porque creen que
necesitan otra cosa… Esta forma de separarse suele ser la culminación de
una crisis de pareja que ya no se sostiene más.
Por ejemplo, a veces se da porque un miembro de la relación se ha
enamorado de otra persona y, cuando lo ve claro, se separa sin haber sido
honesto con su pareja. Esto genera mucho dolor porque se ha ocultado lo
que estaba ocurriendo y, al enterarnos, algo importante se rompe. A no ser
que el susodicho abra su corazón y exprese (a quien ha sido su
compañer@) su dificultad y miedo de decírselo, su incapacidad, su
confusión… Y si hay honestidad y corazón abierto, lo que se diga será
sincero, y la otra persona, aunque esté dolida, podrá restablecer la
confianza, la unión… De nuevo, esto sería un proceso guiado por el Amor.
Cuando permites que tu relación sea guiada por el corazón, te das cuenta
de que donde ha habido Amor no puede dejar de haberlo y que, incluso en
pleno proceso de dejar de ser pareja (separarse), el Amor está muy
presente.
Sabes que estás caminando esta propuesta porque sigues amando (de
forma natural) a la persona que está dejando de ser tu pareja.
Nuestra sociedad llama «separarse» a «dejar de ser pareja por falta de
amor». Esto es una separación egoica. Solo el ego cree que el Amor puede
iniciarse y terminarse. Solo la relación puede tener inicio y fin, pero no el
Amor.
El Amor nunca separa, el Amor une. Lo que sí puede hacer el Amor es
invitar a dos individuos a dejar de ser pareja para experimentar su unión
de otra forma. No es una ruptura, es «seguir» de una manera nueva, que se
irá mostrando a través del tiempo.
Por tanto, una «separación» guiada por el Amor es permitir seguir
unid@s a través de otra forma. Es «seguir unid@s».
EL AMOR ES LIBRE
Yo asociaba la idea de «amor libre» al movimiento hippie, a un grupo
de personas dejándose llevar por la sensualidad y compartiendo
abiertamente su sexualidad…, pero esa no es mi experiencia de amor libre.
Esta responde más al descubrimiento de que solemos amar a los demás
de forma condicionada. La etiqueta que le ponemos a la relación es la que
marca cuánto amor nos vamos a permitir sentir. Y si empezamos a amar
demasiado a alguien que no debemos, nos censuramos. Cómo y cuánto
amamos va en función de cuánto amor recibimos.
No lo estoy juzgando, solo expreso una observación.
Yo creía que mi amor hacia Ivan era real, hasta que pude ver todo el
miedo que se escondía en ese «amor». En nuestra forma de amarnos no
había libertad, había condiciones, miedos…
Darme cuenta de esto y aceptarlo me permitió abrirme al Amor sin
imponerle mis condiciones. Ese fue el verdadero inicio de nuestro proceso.
Curiosamente, nadie diría que en nuestra relación de pareja no había
libertad, porque cada uno hacía y deshacía, teníamos muchos espacios
propios, nos relacionábamos con quien queríamos (no éramos celosos), no
nos pedíamos demasiadas explicaciones… Pero no es esa la libertad a la
que me refiero.

TE QUIERO LIBRE

En la celebración de nuestra unión nos dijimos «Te quiero libre», y


ahora hemos renovado esa decisión: nos queremos libres.
Te amo libre. Libre para que vivas tu vida, lo que tu vida te proponga:
conmigo o sin mí.
Te amo eligiendo en libertad, amándote a ti mismo, siéndote fiel a ti
primero, aunque eso signifique que no sea a mi lado.
Te amo siendo tú mismo, tan auténtico como puedas ser. De lo que
sienta a causa de ello me ocuparé yo.
Te amo viéndote reír, llorar, enfadarte conmigo.
No me debes nada, no tienes ninguna obligación conmigo ni con nadie.
La lealtad, la fidelidad, el compromiso…tienen sentido si surgen desde el
interior, no por imposición, no son obligaciones.
Te amo libre de condiciones y condicionamientos culturales. Te amo
sabiendo que puedes escuchar a tu corazón y seguirlo; que eres libre de
hacerlo; que no tienes nada que demostrarme ni demostrarte; que no se te
pide nada que no salga de tu corazón dar; que no es necesario llegar a
ninguna parte más que a ti mism@, y que amarte sin condiciones es el
camino para aprender a amarme y a amar a los demás.
No te esfuerces por sostener nuestro amor, ni nuestra relación, pues, si
tiene sentido, se sostendrá de forma natural por más momentos críticos
que pasemos. Te amo libre. Si en algún momento sientes que nuestro
camino juntos se acaba, compártelo conmigo y luego vuela. Si hay tristeza
y dolor, lo abrazaremos. Te amo así, libre.

ME QUIERO LIBRE

Lo mismo que quiero para ti, lo quiero para mí.


Me amo libre. Libre para vivir mi vida, lo que mi vida me proponga:
contigo o sin ti.
Me amo eligiendo en libertad, amándome a mi mism@, siéndome fiel,
aunque eso signifique que no sea a tu lado.
Me amo siendo yo misma, tan auténtica como pueda ser. De lo que
sientas a causa de ello tendrás que ocuparte tú.
Me amo viéndome reír, llorar, enfadarme contigo.
No te debo nada, no tengo ninguna obligación contigo ni con nadie. La
lealtad, la fidelidad, el compromiso…tienen sentido si surgen desde mi
interior, no por imposición, no son obligaciones.
Me amo libre de condiciones y condicionamientos culturales. Me amo
sabiendo que puedo escuchar a mi corazón y seguirlo; que soy libre de
hacerlo; que no tengo nada que demostrarme ni demostrar a nadie; que no
se me pide nada que no salga de mi corazón dar; que no es necesario llegar
a ninguna parte más que a un@ mism@, y que amarme sin condiciones es
el camino para aprender a amar a los demás.
No me esforzaré por sostener nuestro amor, ni nuestra relación, pues, si
tiene sentido propio, se sostendrá de forma natural por más momentos
críticos que pasemos. Me amo libre. Si en algún momento siento que
nuestro camino juntos se acaba, lo compartiré contigo y luego volaré. Si
hay tristeza y dolor, lo abrazaremos. Me amo así, libre.

TE LIBERO DE MÍ

Lo mismo que quiero para mí, lo quiero para ti.


Si estoy haciendo o diciendo alguna cosa que te mantenga «atado» a mí,
dejaré de hacerla y decirla en el instante en que sea consciente de ello.
Nada de mí debe pasar por encima de ti y de tu sentir profundo.
Me aparto para que puedas vivir aquello que sientas que debes o deseas
vivir, aunque eso signifique separar nuestros caminos.
Te libero de mis miedos: de perderte, de que no puedas salir adelante, de
que no seas capaz de superarlo, de que te enamores de otra persona…
Te libero de cualquier obligación que creas tener conmigo, de cualquier
compromiso que hayas adquirido al unirte conmigo o deuda que creas
tener.
Te libero de cualquier cosa que sientas hacia mí que no sea Amor.
Te libero de mi necesidad de poseerte, de que seas «mi» pareja. Te
libero de mis carencias, de mis expectativas, de mis deseos y de mis
miedos. Te libero de mí para que seas siempre tú.
Eres libre de ser como eres, de pensar como piensas, de sentir lo que
sientes, de hacer lo que haces… Encaje o no conmigo, me guste o no…
eres libre de mí.

ME LIBERO DE TI

Lo mismo que quiero para él, lo quiero para mí.


Si estás haciendo o diciendo alguna cosa que me mantenga «atada» a ti,
te lo diré para que seas consciente de ello y puedas dejar de hacerla y
decirla. Nada de ti debe pasar por encima de mí y de mi sentir profundo.
Te pediré espacio para poder vivir aquello que sienta que debo o deseo
vivir, aunque eso signifique separar nuestros caminos.
Me libero de tus miedos: de perderme, de que creas que no puedo salir
adelante, de que no me creas capaz de superarlo o de que me enamore de
otra persona…
Me libero de cualquier obligación que crea tener contigo, de cualquier
compromiso que haya adquirido al unirme contigo o deuda que crea tener.
Me libero de cualquier cosa que sienta hacia ti que no sea Amor.
Me libero de tu necesidad de poseerme, de ser «tu» pareja. Me libero de
tus carencias, de tus expectativas, de tus deseos y de tus miedos. Me libero
de ti para ser siempre yo.
Soy libre de ser como soy, de pensar como pienso, de sentir lo que
siento, de hacer lo que hago… Encaje o no contigo, te guste o no… soy
libre de ti.

TE QUIERO EN LIBERTAD

No nos despedimos, nos agradecemos lo vivido y seguimos. Nos


queremos. Solo estamos permitiendo que nuestro amor, amistad y respeto
tomen una nueva forma, que ya se va mostrando. La seguiremos
descubriendo sobre la marcha, a medida que la caminemos.
Aun no siendo «pareja», me siento libre de amarle, tal y como el Amor
lo hace. Incluso viéndole enamorado de otra persona, el Amor que siento
por Ivan está intacto. Y es mutuo.
Voy a usar una imagen que vale más que mil palabras:
He visto a los caballos cuando están en la cuadra y también he visto a
los caballos salvajes en las montañas. Los caballos siempre son hermosos,
y que estén en las cuadras los hace accesibles. Podemos relacionarnos con
ellos, acariciarlos, montarlos y disfrutar con ellos de ese modo. Se les
quiere mucho. Pero si alguna vez has visto caballos salvajes corriendo por
las lomas de la montaña, sabrás a lo que me refiero: LIBERTAD.
Así te amo yo, en libertad. Galopando por las montañas, descubriendo tu
propia vida fuera del cautiverio de las estructuras e ideas preconcebidas.
Sé libre, porque lo eres. Yo soy feliz de amarte así, EN LIBERTAD.
A lo largo de mi relación de pareja he visto a mi compañero contenido,
frustrado por no poder «correr en libertad» (sobre todo los últimos años), y
a mí misma también. Eso es cautiverio. Una vez que estemos los dos
corriendo en libertad, veremos si nos seguimos acompañando o se separan
nuestros caminos.
UN SALTO AL VACÍO
He aquí un verdadero salto al vacío.
No vas a cambiar una relación de pareja por otra (incluso aunque hayas
conocido a alguien). Se te va a proponer hacer las cosas de otra forma, un
gesto sin garantías… un salto al vacío.
Cambiar de persona solo traslada a otro lugar el problema de fondo y
posterga la sanación (al momento en que, de nuevo, hayas llenado de
miedo la nueva relación).
Una separación guiada por el Amor no te invita a elegir qué persona te
conviene más, sino que te propone un camino interno de liberación de
miedos, de cuestionamiento de creencias sociales y culturales, de sanación
de emociones enquistadas, de viejas heridas…
Un@ debe ocuparse únicamente de eso; si luego habrá o no habrá otra
persona, ya se verá.
Eso sí, quien aparezca ya estará en sintonía con nosotros, con lo que
hemos aprendido y transformado. Estará en la misma frecuencia.
Esto no va de crear una nueva estructura similar que nos devuelva la
seguridad y meta el MIEDO debajo de la alfombra otra vez. Esto va de
enfrentar el miedo a estar solos, a la falta de «amor» (como si eso
existiera…), a no saber qué hacer, de qué vivir (en caso de las personas
que han dependido económicamente de sus parejas), al qué dirán, al
sufrimiento de nuestros hijos, etc.
Cambiar una pareja por otra taparía alguno de estos miedos y, por
supuesto, haría muy fácil el proceso de separación, pero no habría
sanación.
«Límpiate» bien antes de empezar a relacionarte con otr@, indaga en ti
mismo todo lo que puedas sobre tus miedos, necesidades, frustraciones,
resentimientos, tu vacío… Ocúpate de tu individualidad antes de iniciar
otra relación de pareja.

Si no haces suficiente autoindagación,


te vuelves a encontrar con tu ex
en el cuerpo de tu nuevo novio.
Anónimo

Esto va de sanar, de permitir que aflore todo lo que yacía escondido


bajo la alfombra; de mirarlo, de aceptarlo, de compartirlo con quien estás
viviendo el proceso (si se presta), de abrazarlo, de llorarlo (si es necesario)
y de soltarlo después. Va de permitir que el Amor tome todo lo que surge y
lo ame. Va de que experimentes que el Amor ama por sí mismo y que
cualquier estructura que hayas creado alrededor del Amor o de tu pareja
es, en realidad, fruto de tu miedo.
El Amor no crea estructuras. Por lo tanto, una vez que dejáis que se
caiga todo ese imperio de confort que habíais creado entre los dos, lo que
queda indemne e intocable es el Amor.
Entonces podrás amar verdaderamente, sin artificios, simplemente
Amar. Es en ese punto cuando el pánico a saltar al vacío sin nada a lo que
agarrarte se transforma en sensación de que puedes volar. Y empiezas a
hacerlo. Pasas de sentir que caes en picado en el abismo a descubrir que
puedes volar, que hay corrientes que te llevan y que no hay
verdaderamente nada que temer, pues nada real está siendo amenazado,
simplemente se ha caído lo falso, la aparente seguridad…, y lo que queda
es el AMOR. No el de pareja (esa diferenciación no existe en realidad),
sino el AMOR, tan auténtico como es, tan íntegro como es, tan
incondicional como es.
Una vez tenemos a los dos individuos «disfrutando» (o, al menos,
aceptando) en sus respectivos saltos al vacío, el Amor desplegará la forma
en que aterrizaremos en el nuevo vínculo. Y una vez sanados y asimilado
el potencial que se nos está ofreciendo, una vez que integremos lo que
hemos estado transitando…, se dará lo siguiente, en forma de lo que sea…
Será un misterio que se irá desvelando paso a paso.
Lo que sí sabrás y en lo que puedes confiar plenamente es que la nueva
persona que aparezca te propondrá nuevos desafíos, nuevos retos (y lo hará
inconscientemente) para seguir creciendo.
La vida es eso. Crecer, crecer y crecer. Con o sin pareja.
Insisto: esto no va de cambiar una relación por otra, eso no permitiría la
sanación que se nos propone. Esto va de un salto al vacío, a ciegas. Va de
pasar de una relación «estable» llena de miedo a un relacionarse vivo que
a veces se parecerá a una cosa y a veces a otra (paradójicamente, es una
relación «estable» real).
A una «relación estable» la guían el raciocinio y las emociones, a un
«relacionarse vivo» lo guían el Amor y su misterio.
Debes experimentarlo por ti mismo, porque aprendes lo que vives, y es
tan liberador aprender que PUEDES DESCANSAR EN EL AMOR…
Entrégale constantemente la situación. Es un gesto interno con el que
reconoces tu ignorancia e impotencia respecto a la situación. Así que te
entregas al Amor y te apartas[1] un poco, A VER QUÉ PASA.
Es un atrevimiento brutal. Requiere de mucho coraje porque sueltas
todo lo que creías tener para no tener nada nunca más. Suena muy fuerte,
nadie querría elegir no tener nada, pero, en realidad, no se tiene nada,
nunca lo tuviste, la estructura ocultaba la verdad. La única diferencia real
es que ahora serás consciente. Vivirás la auténtica verdad de las relaciones.
Yo misma, que estoy escribiendo todo esto, ni siquiera sé si tendré el
valor de vivir (a lo largo de los años) lo que se me está mostrando ahora,
pero hoy esto es lo que estoy viviendo: un salto al vacío que empiezo a
disfrutar.
Da miedo. ¡Pues claro!
No se hace luchando, se hace llevando nuestra mente a un poco más de
silencio. ¿Cómo? Cada un@ debe encontrar sus recursos para entrar en
silencio. Por ejemplo:

—Pasear contemplando la naturaleza.


—Atender con mayor atención a lo que esté transcurriendo en nuestra
vida (no en la cabeza, sino en la vida real).
—Poner la máxima atención en aquello que estás haciendo (el guion de
la reunión de trabajo o fregando platos) y estar lo más presente que
puedas. Atendiendo esa actividad con todos tus sentidos.
—Leer libros que te inviten a ese silencio…, de meditación o
mindfulness, o el librito ilustrado La voz de tu cabeza, que de forma
sencilla muestra cómo callar la mente.
—Hacer trabajos manuales que capten toda tu atención y así también
entrar en silencio mental.
Debe de haber tantos recursos como personas… Ve indagando y
probando para encontrar los tuyos.
LOS MIEDOS
Es impresionante el esfuerzo que hace nuestra mente por ofrecernos
argumentos que justifiquen seguir junt@s para no tener que atravesar
completamente LA POSIBILIDAD de separarnos. Hay una parte de
nosotros que busca protegernos del posible sufrimiento, nos quiere
salvaguardar del cambio que amenaza nuestro confort, nuestra estabilidad.
Las parejas que se separan porque no se soportan no se darán cuenta del
miedo que esconden, porque la liberación instantánea que sienten al
separarse no permite ver lo que hay debajo. El problema es que, al no
darse cuenta, probablemente volverán a encontrarse en una situación
similar en la siguiente relación. Sin sanación solo hay repetición, porque
aquello que ocultamos seguirá pidiendo ser visto.
Algunos de los miedos que veréis asomar son muy obvios y otros muy
sutiles, pero el AMOR los irá poniendo a la vista uno a uno para que
podáis verlos. Ahora bien, sin honestidad no podréis ver ninguno de ellos y
solo surgirán excusas («Creo que es mejor hacer este proceso cuando mis
hijos sean más mayores») o argumentos («A mí nunca me ha importado lo
que piensen los demás»).
Para darnos cuenta de ellos necesitamos una firme voluntad de saber la
verdad de lo que escondemos en nuestra psique. Porque esos miedos que
permanecen a la sombra de nuestra inconsciente son, en realidad, lo que
nos mantiene presos. Así que tu voluntad de descubrir que estás preso de
lo que piensas y de ser libre de tus ideas preconcebidas debe ser muy
firme.
Ahí van algunos de los miedos que veréis asomar en vuestro proceso:

El qué dirán

No sospechábamos cuánto miedo a ser nosotr@s mism@s


escondíamos…
A medida que nos íbamos exponiendo al proceso, más cuenta nos
dábamos del miedo a que lo que estábamos haciendo y viendo no encajara,
a que fuera una locura —«¿Entregar vuestra relación al Amor? ¡¡Qué me
estás contando!! ¡¡Qué tontería es esa!!»— o que fuese difícil de creer
—«¿Que os separáis por Amor? ¿Qué os separáis porque os queréis?…
¡¡Anda ya!!».
Nos asustaba un poco que no se entendiera lo que estábamos haciendo,
así que decidimos no explicarlo para no vernos influenciados por otros
puntos de vista. Queríamos vivir el proceso a nuestra manera. Y después,
una vez visto el desenlace, ya afrontaríamos las opiniones o los
cuestionamientos.
Quisimos vivir nuestra propia experiencia y demostrarnos que podíamos
confiar en el Amor, que, aun pareciendo algo abstracto, tenía sentido
dejarnos guiar por él.
Nuestro miedo al qué dirán tenía que ver con la forma en la que
estábamos viviendo el proceso, a que nuestra manera de hacerlo no fuera
aprobada por los demás. Pudimos ver muchos pensamientos en nuestra
cabeza que probablemente serán los mismos que deberán afrontar la
mayoría de las parejas que se separan:

—La idea de que separarse es un fracaso de la pareja.


—Que te cuestionen la capacidad de gestionar la relación.
—El choque de creencias en tu familia (miedo a que no acepten tu
decisión, a que no te entiendan).
—Miedo a que la gente hable de ti y de tu relación.
—Miedo a no ser aprobados.
—Miedo a que te critiquen.
—Miedo a que consideren que sois unos egoístas que no piensan en sus
hijos.

Progresivamente, a medida que te acercas a la separación, van


apareciendo esos miedos que no son más que LA GRAN OPORTUNIDAD.
La oportunidad de atreveros a ser vosotros mismos, delante de quien sea.
Y ese atrevimiento pasa por perderle el miedo a no ser aceptad@s,
aprobad@s por alguien o tu sociedad (eso nos asusta, nos duele), y
simplemente mostraros como sois. Dejando de justificaros y conectando
con vuestro fuero interno para saber cuándo estáis siendo coherentes con
vosotros mism@s… y SEGUIR ESCUCHANDO vuestro sentir,
respondiendo únicamente a lo que experimentáis y descubrís por vosotros
mismos.
Atravesar el qué dirán es profundamente liberador.

«¿De qué voy a vivir? ¿Qué hago con mi vida?»


La dependencia económica

Hay miembros de parejas que dependen económicamente un@ del otr@,


y cuando se plantean separarse creen hacer un ejercicio sincero, pero sin
dar ningún paso que genere independencia económica individual.
Hay que atreverse a pasar de la dependencia a la independencia
económica y apoyarnos mutuamente para que así sea. De este modo,
afrontaremos una de las mayores ataduras. La situación económica es uno
de los motivos por los que nos quedamos en una relación, y cuando la
estabilidad de la pareja se derrumba, haremos lo que sea por restablecerla
para no afrontar el miedo a no poder salir adelante.
Una pareja honesta lo sabe, se da cuenta y, al ver que la dependencia
económica no les permite sentirse libres para caminar el desenlace de la
relación, se ponen manos a la obra. No para separarse, sino para apoyarse
en ir generando la independencia económica de sus dos miembros.
Por ejemplo, si tenían una empresa juntos, irán planteándose qué
movimientos han de hacer para que eso no les condicione. O si uno de los
miembros no trabaja, se dará cuenta de que, si se separa, no tendrá forma
de sustentarse y eso puede convertirse en una razón para no separarse, cosa
que deja al Amor fuera de la ecuación.
Las parejas que se toman en serio el camino de liberarse del miedo en
su relación comprobarán que habrá que dar pasos hacia la independencia
económica de sus miembros. Porque el miedo a no saber de qué van a
vivir, cómo se van a ganar la vida, de qué van a trabajar si llevan diez años
sin empleo… no les permite sentirse completamente libres y abiertos a la
forma nueva que tome el vínculo: encontrarán mil excusas y argumentos
por los cuales su relación debe seguir, sin darse cuenta de que habla su
miedo.
Dar pasos hacia su independencia económica les hará libres respecto a
sus miedos.

«¿Y ahora cómo va a ser mi vida?»


Pereza de que nuestra vida cambie, perder el
confort, la costumbre…

Estar en pareja puede volverse una costumbre. No somos conscientes de


lo cómodo que es.
Yo misma me di cuenta un día, después de unos meses de vivir
separados, de que estaba desbordada. Tenía esa sensación tan intensa y
desagradable de que no llegaba a todo. Me sentía sobrepasada: la logística
de mi hija, la casa, el jardín, mis cosas de trabajo, los compromisos con la
asociación cultural en la que estoy implicada… NO PODÍA CON TODO,
NO LLEGABA. Iba tirando hasta que un día exploté y me di cuenta de
algo: «Antes éramos dos. Ahora soy una». Algo tan obvio… y yo sin verlo.
«Dos personas llegan, pero yo sola, no». Así que debía abrirme a un
replanteamiento de mi propia vida: tener claras las prioridades, buscar
apoyos, delegar, cambiar de estilo de vida, etc. Ahí experimenté otro punto
de inflexión.
Estaba acostumbrada a ir en equipo cotidiano con alguien y llegar a
todo. Después tuve que reubicarme y actualizar mi estilo de vida a la
nueva situación. Pero en vez de renunciar a mi estilo de vida, fui
delegando las cosas de menor importancia para mí y así poder dedicarle el
tiempo a las que sí me nutren.
Puede que eches de menos a la persona o no, pero seguro que echarás de
menos «el equipo», ya sea para compartir gastos, responsabilidades,
compromisos, logística… Cada caso será diferente.
Algun@s lo notarán más en la economía porque separarse significará
bajar su nivel de vida, no disponer del confort que tienen. En esos casos, o
la relación está tan deteriorada que no se soporta o será difícil renunciar al
confort. Se es capaz de sostener una relación que no tiene sentido propio
por no perder nuestro estatus económico y social.
Hay quien, sin darse cuenta (y otr@s lo hacen a conciencia), elige el
confort y no el Amor.
Mi intención no es condenar esta ni ninguna otra opción. El propósito de
este libro es darnos cuenta de los miedos que nos atan a las relaciones y
las sostienen en el tiempo. Que seamos conscientes de lo que estamos
eligiendo por miedo. Simplemente. Al ser conscientes de ello, las cosas
irán tomando el rumbo hacia la libertad y el amor.
¿Que cómo va a ser tu vida ahora?
No lo sé. Es un misterio que irá desvelándose paso a paso. Nadie lo
sabe. Quienes están en pareja tampoco saben qué va a ser de sus vidas. Lo
que pasa es que entre dos todo parece superable, y renunciar a eso
significa afrontar el miedo a no poder seguir llevando la vida que llevas y
no ser capaz de hacer ciertas cosas sol@.
Paralelamente a las dudas, la pregunta «¿cómo va a ser mi vida ahora?»
también genera un sentimiento de mucha curiosidad. Parece que se te
vuelve a abrir el mundo, como si se te regalara otra oportunidad. Sientes el
miedo de no poder salir adelante solo y las ganas de empezar «otra vida».
Yo sentía claramente que se abría mi mundo. Veía crecer las ganas de
explorarlo y ver cómo mi vida iba a ir cambiando. Internamente tenía la
sensación de «Bonus Extra», como si me regalaran otra carta blanca para
hacer lo que quisiera, lo que sintiera…, una nueva vida en la que incluir a
las personas que son parte de mi vida, pero ampliando más mi mundo
relacional. Sentía la apertura de ese momento.
Pero la reacción a la pregunta «¿cómo va a ser mi vida?» depende de la
solidez individual que hayamos estado cultivando. Una persona
independiente (no solo económicamente, sino también emocionalmente)
reaccionará a esa pregunta sin temor. Con un «ya me buscaré la vida» o un
«siempre acabo saliendo de todo».
Una persona dependiente (emocional o económicamente)
probablemente reaccionará con miedo e inseguridad. Se dará cuenta de que
se siente frustrad@ por no saber a qué dedicarse ahora, arrepentid@ de
haber dejado su profesión, temeros@ por verse sin posibilidades de
trabajar, decepcionad@ de sí mism@… «¿Qué he hecho con mi vida?
Ahora no tengo nada»…
Estas personas sentirán mucho más apego a sus relaciones que las otras.
Y tenderán a sostener su relación en vez de empezar a caminar hacia su
propia independencia emocional y económica (vayan a separarse de sus
parejas o no).

«¿Y si me quedo solo?»


El miedo a la soledad

Este miedo no es obvio en tod@s, pero descubres que lo tienes una vez
que te has separado. Sin darte cuenta te descubres buscando pareja.
Tendría mucho más sentido que, después de quince, veinte o treinta años
de estar en pareja, un@ tuviese ganas de pasar un tiempo sol@. Tal vez
abrirse a conocer gente, tal vez experimentar con su sexualidad…, pero la
verdad es que descubres en ti mism@ un impulso inconsciente hacia la
búsqueda de pareja. Llevamos tantos años en compañía de alguien que nos
sentimos rar@s sin eso, y tendemos a sustituir una persona por otra en
cuanto tenemos la oportunidad.
Vivir acompañado (tener pareja) es una especie de éxito social. Lo sé
porque permanecer solter@ (sea por voluntad propia o porque no se
encuentra pareja) se vive socialmente como un fracaso, un «Pobre, no
tiene pareja». Es posible que no admitamos esto en nosotr@s, hay que ser
muy honest@ con un@ mism@ para darse cuenta. Pero al hacerte
consciente de ello, puedes actuar en libertad y caminar tu vida desde la
decisión individual de ser tú mism@, libre del condicionamiento social
inconsciente de tener pareja.
Una vez liberado del impulso inconsciente de buscar compañía (lo que
significa estar a gusto sol@), entonces podemos abrirnos y relacionarnos
con personas de forma sexo-afectiva o como amig@s, pero sin esperar
(secretamente) que sean nuestras parejas. Si no, buscaremos
inmediatamente a otra persona que cubra el «hueco» que ha dejado quien
se ha ido y estaremos construyendo una nueva relación basada en el
miedo.
Sin darnos cuenta, estaríamos repitiendo la historia: otra relación
estable basada en el miedo y no en el Amor.
También se observa que, cuanto más mayores somos, más se acentúa la
sensación de que tal vez no encuentres a otra persona. Eso hace que
vuelvas a mirar a tu pareja (de la que estás valorando separarte) con ojos
de «A ella ya la conozco y la quiero. Es buena persona». Buscas
argumentos que te permitan volver a elegirla. Y aparentemente esto es
genial, es reenamorarse, volver a elegir…, pero olvidando lo esencial:
¿qué sostiene esa decisión, el Amor o el miedo?
«¿Es correcto separarse? ¿Deberíamos seguir?»
Miedo a equivocarnos

La generación de nuestros padres (yo soy del 76) asumió un claro guion
de vida: encontrar pareja y un trabajo, ambos para toda la vida. Ell@s
viven estas dos cosas como un gran éxito, porque internamente eso está en
coherencia con las expectativas de su generación. Y aunque con el tiempo
en ell@s también se han dado muchas separaciones, no las han podido
vivir como algo natural, sino como un «fracaso» personal y social o como
algo traumático (muchas de ellas).
De su manera de vivir las relaciones de pareja a la nuestra ya ha habido
un salto evolutivo. En nuestra generación sí se contempla la posibilidad, y
aun así no vivimos ni las uniones ni las separaciones con plena
naturalidad, sino con conflictos internos.
Ivan y yo nos dimos cuenta de esto cuando empezamos a movernos
hacia la separación. Pudimos ver que nos parecía más correcto «superarlo
y seguir» que «dejarnos libres» (es como nosotros le llamamos).
Hay algo grabado en nuestro subconsciente que nos dice que separarse
no es correcto y eso condiciona nuestra experiencia. Al hacerlo, nos vimos
cruzando un conflicto interno.
Tampoco quiero decir que separarse me parezca mejor opción;
simplemente animo a que cada pareja lo descubra caminándolo asumiendo
todo lo que se despierta: los miedos, el condicionamiento social, etc., y
una vez cruzado todo eso que no nos permite elegir en libertad, veremos
qué surge y qué pasos nos invita a dar el Amor.
Si nos separamos o seguimos junt@s, si nos equivocamos
decidiéndolo… no son situaciones irrevocables- Todo es revisable
constantemente si las dos partes están siendo honestas con sus procesos
individuales.

«¿Qué pasará con nuestros hijos?»


Miedo a que nuestros hijos sufran
El miedo a que nuestros hij@s sufran puede parecer el más importante,
el que tiene más peso y mayor sentido. Creemos que nuestr@s hij@s
sufrirán si nos separamos y obviamos que, precisamente, pueden estar
sufriendo al no hacerlo. Ell@s internamente saben. No a ciencia cierta, ni
sabrían expresarlo, pero intuyen que estamos contenidos, que tenemos
miedo de expresarnos, que no nos atrevemos a soltarnos… También
intuyen si mentimos en nuestros sentimientos y comportamientos (eso sí
que lo sufren).
Sufren por vernos infelices en nuestras relaciones además de que, en el
futuro, ell@s probablemente reproducirán lo que hayan vivido. A través de
nosotros, nuestros hij@s van «aprendiendo» lo que es una relación de
pareja. Pongo el verbo aprender entre comillas porque lo que hacen es
asumir lo que ven y viven como una verdad que probablemente acabarán
reproduciendo sin darse cuenta, hasta que decidan vivirlo a su propia
manera (como estamos haciendo nosotr@s ahora).
En nuestro caso, Ivan y yo sentíamos internamente que lo que
estábamos mostrando a nuestra hija con nuestra experiencia iba mucho
más allá que cualquier discurso:

—Que lo más importante de una relación es el amor que se siente, y que


la forma que tenga la relación, su estructura, no es verdaderamente
importante.
—Que las personas, cuando estamos en pareja, tendemos a perder
nuestras individualidades y, por tanto, a perdernos en el otr@. Y que la
única forma de relacionarse de un modo sano y respetuoso para ambos es
ser honest@ con un@ mism@ y con el otro. Ser transparentes, aunque eso
signifique afrontar sentimientos ocultos, miedos que no queremos aceptar,
expectativas que nos aprietan…
—Que somos libres en el Amor. Que no debemos temer a los cambios
de forma que proponen nuestras relaciones, pues el Amor es lo que
siempre queda y es lo único que realmente importa.
—Que si no amamos al otro en libertad, no lo amamos en realidad. Que
amar no es poseer ni depender.
—Que la familia no tiene por qué romperse y que incluso puede
aumentar al incluir a las nuevas parejas de los padres y a sus hij@s (si los
hay). Que esto, lejos de ser traumático, puede ser algo enriquecedor y
proporcionar mayor equilibrio y alegría al «sistema».
—Que son libres de experimentar con las relaciones. De unirse y
separarse si sus procesos evolutivos con la otra persona ya están agotados.
Y que hacerlo de corazón (tanto el unirse como el «separarse»), les
garantiza seguir nutriendo y nutriéndose del vínculo. Y así con cada
vínculo, sea del tipo que sea (familiar, pareja, amistad…).
Personalmente me he sentido muy
feliz de transmitirle a mi hija algo que
podría resumir así:
«Berta, eres libre. No tengas nunca miedo de lo que sientes ni de
expresarlo. Puedes ponerlo todo en manos del Amor y te sentirás guiada
hacia procesos creativos, distintos de los preestablecidos más genuinos y
auténticos, mucho más en sintonía con tu propio Ser».
Berta sigue viendo que nos abrazamos, apoyándonos en todo (emocional
y logísticamente) en lo relativo a ella, disfrutando de nuestra amistad.
Incluso nos ve mejor, más relajados, más divertidos. Ve que nos
explicamos cosas, que nombramos a otras personas con naturalidad. Ve
complicidad, compañerismo… VE A DOS AMIGOS.
Antes de «separarnos», ella percibía (sin ser consciente) a dos personas
tensas que lidiaban consigo mismas y sus miedos, que no se atrevían a dar
el paso de soltarse completamente por miedo a perderse.
Ahora ve a dos individuos libres, que se aman en libertad, que no
necesitan tenerse, sino amarse y seguir caminando la nueva forma que
toma su relación. Nos ve felices de haber superado nuestros miedos y
apegos.
Descubrimos que el hecho de que nuestra hija sufriera o no la situación
dependía de nosotros; no de que maquillásemos bien la situación, sino de
que lo viviéramos coherentemente, escuchando nuestro interior y
expresándonos y actuando con Amor entre nosotros.
Supimos que ella sería el espejo que nos mostraría la verdad de cómo
estábamos llevando el proceso. Y así fue.
Ha sido una experiencia alucinante y aún lo es. Profunda, intensa,
apasionante y sanadora para tod@s. Aún lo es.
Ser padres es un reto constante y ser hij@, también. Así que nuestro
camino juntos sigue.
LO QUE DICE MI CULTURA FRENTE A
LO QUE DICE MI CORAZÓN
«Hasta que la muerte os separe».
Esta creencia religiosa la llevamos en nuestra psique y probablemente
por eso sentimos un conflicto interno cuando nos planteamos separarnos.
De forma inconsciente hay algo que nos dice que seguir juntos sería lo
correcto, y al empezar a separarnos sentimos que estamos haciendo algo
malo para nosotros, nuestros hijos, nuestros familiares… Parece como si
estuviéramos desobedeciendo una norma, como si fuera incorrecto.
Mirando esta misma creencia desde otro punto de vista, podría aceptarla
si el «hasta que la muerte os separe» se refiriera a una muerte psicológica,
un cambio radical que ha surgido desde el interior o la suma de un proceso
lento que te ha transformado internamente (una muerte y un renacimiento
interior).
Propongo cambiar esa creencia por otra: «La vida nos une a alguien para
caminar juntos una propuesta de aprendizaje hasta que la completamos».
Cada propuesta es distinta (en tiempo, intensidad, vivencias…) y
probablemente nunca conozcamos su propósito, forma parte del misterio
de la vida.
Mi corazón me dice que separarse es tan natural como unirse. Incluso
me dice que la posibilidad de separarse es imposible, ya estamos unidos
por un vínculo que no puede dejar de existir. Me dice que simplemente va
a surgir un nuevo marco en el que podrá seguir expresándose el Amor que
nos tenemos, el vínculo de pareja y también el familiar.
La sociedad dice que una separación es un fracaso, pero, desde mi punto
de vista, un «fracaso» sería no sabernos escuchar, no sabernos respetar, no
sabernos amar de otra forma y seguir en una relación por costumbre, por
sometimiento a una creencia o por miedo a separarnos.
Mi cultura (basada en la religión católica) me dice:
—Que una unión es «hasta que la muerte os separe» y que eso es lo
correcto.
—Que debemos mantenernos uno al lado del otro hasta el final, sea
como sea.
—Que «papá y mamá tienen que estar juntos». Que así protegemos a
nuestros hijos. Que es en esa estructura familiar donde estos se sienten
seguros y crecen sanos psicológica y emocionalmente. Que salirse de esa
premisa pone en riesgo la estabilidad de los menores.

No eres totalmente consciente del peso que tienen todas estas creencias
culturales, sociales y religiosas hasta que no te pones delante de una
situación que las desafía. Es absolutamente brutal la losa que llevamos en
nuestro subconsciente.
Al caminar este proceso conscientemente, no haces más que ver cuánta
culpa generan esas creencias, cuánto conflicto crean dentro de ti, cuánta
imposibilidad, contención, represión, falta de libertad… Se te hace muy
evidente el peso del condicionamiento, y traspasarlo solo puedes hacerlo
escuchando a tu corazón y con la gran fuerza que surge de ahí. Se siente
como un «¡Quiero ser libre!».
Mi experiencia me dice que es un acto que no puede forzarse; que llega
en el momento justo y que es completamente liberador; que es un acto de
profundo Amor hacia uno mismo y el sentir de tu corazón, y que es un
gran encuentro con el alma. Es un profundo acto de libertad.
Y es que «separarse» parece ir a contracorriente de una sociedad que
sigue afirmando que lo mejor es sostener estructuras fijas de cómo tienen
que ser las cosas y las relaciones.
En cambio, para nosotros dos ir a contracorriente sería ir en contra de lo
que sentimos: que ha sido una experiencia hermosa y que estamos
plenamente agradecid@s de habernos conocido y de haber caminado
juntos casi quince años. Superagradecidos de habernos regalado una hija
maravillosa y tantas cosas vividas, sentidas, reídas, lloradas, disfrutadas,
sufridas, hermosas, desafiantes…
La sociedad asocia el Amor a la «forma»: amor de pareja, amor-amistad
entre amigos… Se nos insinúa que, si hay «forma», hay amor, y que una
vez acaba la «forma» (separación), el amor también se acaba.
Obviamente a nuestra sociedad no le parecen bien todas las formas, sino
que tiene que ser una conocida y aceptada socialmente. Si no es así, se
cuestiona porque no se entiende.
A mí el corazón no me dice eso, sino que el Amor es Amor y que puede
(y, de hecho, lo hace) irse transformando pasando por diferentes formas
(algunas preestablecidas, otras no)… Que, aunque la forma cambie, el
Amor permanece intacto.
Mi corazón también me dice que puede que, en realidad, existan dos
tipos de «familia»: la socialmente reconocida (familia política, la que sale
en los documentos legales) y la interna del alma (con todas las personas a
las que nos mantenemos unidas por vínculos que se establecieron en algún
momento y que siguen uniéndonos). No tendrían por qué ser excluyentes.
Me gustaría tantísimo contribuir a mi sociedad diciendo y mostrando
que el Amor también suelta…, que el Amor libera…, que separarse
(soltarse como pareja) no es un fracaso, sino que puede ser un ACTO DE
AMOR EXTRAORDINARIO (hacia uno mismo y hacia el otro) y un acto
de RESPETO AL FLUIR DEL AMOR.
«HAY QUE PROTEGER A L@S HIJ@S».
¿DE QUÉ?, ¿DE LA VIDA?

Que creamos que debemos proteger a nuestros hij@s de una


«separación» indica varias cosas:

—Que nos solemos separar de forma impulsiva, generando situaciones


bruscas en nuestros hogares.
—Que no hacemos partícipes a nuestros hij@s de las cuestiones
importantes que les afectan también.
—Que damos por supuesto que una separación es una situación
traumática y que nuestros hij@s lo pasarán mal.
—Que creemos que una estructura convencional de familia da más
estabilidad a nuestros hij@s, es decir, que creemos que la «estructura» es
la que da estabilidad.
—Que creemos que los padres debemos proteger a nuestros hijos del
dolor, de la adversidad, de las situaciones difíciles… Que intentamos
protegerles en vez de mostrarles posibles maneras de vivir las situaciones
desafiantes, incómodas, dolorosas…

Esto no pretende decir que debemos exponer a nuestr@s hij@s a


situaciones adversas (¡No! ¡No! ¡No!) para que se desarrollen (¡No! ¡No!
¡No!), para hacerles fuertes (¡No! ¡No! ¡No!). Pero si estas aparecen en
forma de cosas de la vida, debemos hacerles partícipes, debemos vivirlas
como un equipo, pues el hecho de que los padres dejen de ser pareja es una
cuestión familiar.
Nuestros hijos sufrirán una separación si los padres no están en paz con
lo que están viviendo. Y estar en paz no siempre significa estar contento,
sino aceptar la situación: seguimos unidos aunque estemos dejando de ser
pareja.
«Papá y yo nos queremos mucho, pero aun así sentimos que nuestro
camino como pareja está terminando y necesitamos darnos este espacio.
Siempre vamos a estar unid@s gracias al Amor y gracias a ti». En nuestro
caso, nuestra hija fue la primera persona que supo que estábamos inmersos
en un proceso en el que podíamos redescubrirnos como pareja o dejar de
serlo.
En un lenguaje adaptado a una niña de ocho años, le explicamos que
algo debía cambiar en nuestra forma de relacionarnos, que necesitábamos
un poco de espacio para explorar lo que nos estaba ocurriendo…Y su
respuesta fue: «¿Vais a tomaros unas vacaciones de vosotros?».
Nosotros solo pudimos aplaudir su resumen.
Nos tomamos dos meses en los que nos dimos cierto espacio
(dormíamos en casas diferentes) y el cuidado de nuestra hija era
compartido. Nos sentó bien. Esa fase nos ayudó a decidirnos por vivir el
proceso juntos, caminando los dos de la mano. Así que volvimos a
convivir en la misma casa, abiert@s a que el camino nos llevase a
reencontrarnos como pareja o a dejar de serlo (y pasar a otra forma).
Nuestra hija estaba incluida en nuestro proceso. Incluirla significa que
estaba al corriente de nuestros movimientos de casas y también de por
dónde íbamos en nuestro proceso (obviamente adaptando la explicación a
lo que puede asumir una niña). Nada de argumentos complejos, a ella le
llegaba nuestro sentir, nuestros corazones. Le llegaba si en nosotros había
Amor o no, si había coherencia o no, si había paz o no… ENTENDIMOS
COMO PADRES QUE, CON LOS HIJOS, HAY QUE COMUNICARSE DE
CORAZÓN A CORAZÓN, quitar toda la verborrea mental e intelectual y
expresarse con los sentimientos y la honestidad.
Aunque los niños no entiendan intelectualmente los procesos adultos,
tienen un sentir muy claro. Su corazón, su intuición, les dice si lo que está
ocurriendo es «bueno» o «malo», y ese sentir es el que acaba
determinando si están bien o mal con la situación.
Y todo ocurre inconscientemente, a través del lenguaje no verbal. No les
llega lo que decimos (por muy elaborado que sea), les llega lo que somos,
lo que sentimos.
«Estar bien» no significa que estarán contentos, sino que estarán
confiando en los adultos. Y sentir eso… ¡ES LO MÁS PARA UNOS
PADRES!
Diría que no hay que proteger a nuestros hijos de una separación, sino
de nuestra falta de amor, gratitud y respeto hacia quien ha sido nuestr@
compañer@. Es esta la causa real de dolor en nuestros hijos.
Les causa mucha confusión si se sienten en medio de una batalla campal
de dos individuos resentidos que se culpan uno al otro de su falta de
felicidad. ¡Como si fuera posible que alguien tenga la culpa de que no seas
feliz!
Si los padres nos perdemos el respeto, a nuestros hijos les duele.
Si nos gritamos, a nuestros hijos les duele.
Si hablamos mal el uno del otro, a nuestros hijos les duele y les
obligamos a posicionarse en contra de uno de nosotros, cosa que es
imposible hacer sin dolor.
Y nuestros hijos no sufren:

—Si ven que estamos bien entre nosotros, que seguimos siendo amigos.
—Que, aunque no somos pareja, nos queremos y nos respetamos.
—Que hablamos bien el uno del otro.
—Que somos agradecidos el uno con el otro y nos facilitamos la
logística del día a día.
—Que nuestra relación con ellos (los hijos) sigue siendo la que era (en
esencia) y que nos tienen a su disposición cuando quieran expresar dudas,
preocupaciones o miedos.

Obviamente, en un primer momento (aunque haya respeto, amistad y


cariño) a nuestros hijos les duele la separación. Es lógico. Es un vuelco
para ellos y no saben qué significa, qué cambios supone, qué va a pasar…
Y de una forma que no puede ser más sencilla y sincera, te dicen: «No
quiero que os separéis».
Les da miedo que eso suponga un cambio que no puedan soportar, pero
a medida que van pasando los días, ven que no hay ningún riesgo para
ellos, que están cuidados, que seguimos ahí como padres, que pueden
contar con nosotros… Y que nosotros, como padres, podemos contar el
uno con el otro.
En nuestro caso, tuvimos cuatro conversaciones importantes con nuestra
hija:
1ª. Para explicarle lo que nos estábamos planteando. (Quisimos que ella
fuese la primera en saberlo).
2ª. Para decirle nuestra decisión: «Dejamos de ser pareja y vamos a
vivir en dos casas distintas».
3ª. Una en la que ella expresó lo que necesitaba de nosotros. Fue
impresionante ver la claridad (desde la máxima sencillez) con la que una
niña expone lo que cree necesitar. Y lo aceptamos. Era como si nos dijese:
«Para que yo pueda vivir mejor, necesito que vosotros hagáis…». Nos dio
una lección extraordinaria. Un regalo para unos padres. Obviamente no lo
expresó contenta, no todo lo hermoso está exento de dolor.
4ª. Bastantes meses después, le explicamos que ambos estábamos
conociendo a otras personas por las que teníamos sentimientos.

Además de estos cuatro momentos clave, vivimos muchos otros


cotidianos en los que compartir sus preguntas, sentimientos, miedos…
Aunque hay que decir que no fueron traumáticos (pese a que hemos
llorado todos), sino tiernos, llenos de inocencia y sensibilidad.
También hay que reconocer que, a veces, ella experimentaba
explosiones de dolor y rabia por otros motivos, y que al acompañarla en
sus emociones (sentada en silencio, a su lado) de repente se abría un
espacio de comunicación; al preguntarle «Cariño, ¿lo estás pasando mal
porque nos hemos separado?», ella se rendía a la evidencia: «SÍ», y se
acurrucaba a llorar su duelo abrazándome. «Lo entiendo, amor», le decía
yo, y seguíamos abrazadas hasta que algo en ella cambiaba. Se había
expresado, sus sentimientos habían sido reconocidos y algo en ella los
transformaba.
No puedo describir lo hermosos que son esos momentos, llenos de
ternura, complicidad, intimidad, de conexión de corazón a corazón.
Como padres, también entregábamos nuestra relación con Berta al
Amor. Por eso, frente a una situación de explosión emocional podíamos
entregarnos al momento, aunque no supiéramos lo que debíamos hacer.
Nos sentábamos a su lado, en silencio, y nos dedicábamos a escuchar y a
sentir, sentir y sentir. Y, entonces, el Amor se imponía, abriendo nuestros
corazones y dejándonos desnudos frente al resto. Desde ahí la
comunicación se daba de una forma no verbal y profundamente sanadora
para los tres.
Cada una de estas situaciones fue UN IMPRESIONANTE REGALO
FAMILIAR. Cada conversación y los momentos de compartir sentimientos
sin hablar han valido su peso en oro.
Aunque algunas constituyeron situaciones intensas (pues tus hijos te
mostrarán su dolor), fueron hermosas y permitieron que nos abriéramos
más, que nos volviéramos humildes de corazón y que aflorara el Amor en
forma de abrazos, caricias… por parte de los tres. Muy hermoso.
Una separación brusca no permite estos espacios, ni prepara a nuestros
hijos durante el proceso, ni genera espacios para que nos digan cómo se
sienten, expresando sus miedos…
Una ruptura brusca deja a los niños fuera del proceso, creyendo que así
les protegemos.
¿De qué les protegemos en realidad?
En una separación guiada por el Amor nuestros hijos también cuentan.
Tenemos que hacerlos partícipes adaptando el lenguaje a lo que pueden
entender… Deben tener un espacio en el que expresarse, llorar, sentirse
reconocidos…, en el que puedan preguntarnos lo que no entienden e
incluso cuestionarnos.
No hay que protegerlos, sino acompañarlos en su propio proceso de
asimilación y digestión de lo que está pasando. De paso, les estaremos
enseñando cosas tan importantes como:

—Que una separación puede ser un proceso natural y amoroso.


—Que una pareja la forman, básicamente, dos amigos.
—Que las emociones (del tipo que sean) se pueden expresar y
compartir; que todas son válidas.
—Que todos experimentamos miedo a lo desconocido.
—Que tiene sentido ser honesto con la gente a la que amas.
—Que después de una catarsis emocional hay un remanso de paz y de
ternura difícil de explicar.
—Que las situaciones difíciles también pueden afrontarse desde el
Amor.

¿Crees que deberíamos proteger a nuestros hijos de todo esto?


A mí me parece un regalo extraordinario que podamos ofrecerles esto a
través de nuestras vivencias. Les estamos mostrando la vida y
posibilidades de afrontar las adversidades desde la honestidad y el Amor.
Únicamente deberíamos protegerlos de nuestra inmadurez, de nuestras
faltas de respeto hacia los demás, de nuestra incapacidad de aceptar la
situación… En fin, de no elegir vivir el proceso (de la separación o de lo
que sea) desde el Amor.
También diría que es un error creer que son las estructuras las que
ofrecen estabilidad, es decir, ¿crees que tus hijos no sufren cuando ven que
sus padres no son capaces de afrontar el miedo a separarse? ¿Crees que no
les duele ver que estos no son capaces de tomar una decisión por miedo?
El dolor de nuestros hijos no siempre proviene de situaciones obvias
(discusiones, conflictos, gritos…), sino también de cosas que no se dicen,
pero que se transmiten de forma sutil, involuntaria e inconsciente.
La comunicación entre las personas se da, básicamente, de forma
inconsciente.
Cerca del 90 % de la comunicación es NO VERBAL[2]. O sea, lo que
dices no es lo que llega al receptor. Tus argumentos pueden ser brillantes
y, sin embargo, seguirán sin ser lo que el oyente reciba. Y este reaccionará
a lo que le ha llegado, no a lo que has dicho.
Por ejemplo: «Estoy enamorado de otra persona y lo mantengo oculto
porque tengo miedo de perderos», «Siento que esta relación se está
terminando, pero no me atrevo a decirlo por miedo a una mala reacción» o
«Sigo con esta relación porque es lo correcto. ¿Cómo voy a
cuestionármelo?¡Ni hablar! Hay que seguir».
Todo eso que nos circula por dentro y mantenemos oculto se expresa en
nuestros hogares de forma inconsciente, con nuestra presencia. Creemos
que lo que no decimos no es comunicado, pero no es cierto. Todo es
comunicado a través de nuestra presencia de forma inconsciente y los
receptores también lo captan de forma inconsciente.
Creemos que la comunicación verbal es la base de la comunicación,
pero… te recuerdo que ¡un 90 % no lo es! Así que ¡imagínate!
Todo eso que intentas ocultar a tu pareja e hijos se te escapa
inconscientemente a diario, y una parte de ellos lo sabe todo.
Si tienes un conflicto interno con lo que ocultas, ellos recibirán,
inconscientemente, que pasa algo raro, se sentirán confusos.
Si tienes paz con lo que sientes, ellos se sentirán seguros y tranquilos en
tu presencia.
No se trata de comunicar todo a tod@s, no es necesario, pero sí debes
ser honesto contigo mismo y observar cómo vives eso que ocultas (tus
miedos, dificultades…); debes atender a tu fuero interno, sobre todo si
observas que tienes un conflicto interior.
Puedes permitirte observar, atender, abrazar y entregar ese conflicto al
Amor. Podrás ir viendo que lo que era doloroso y estaba confuso pasa a
sentirse en paz.
Cuando obtenemos paz, cualquier acción que hagamos al respecto
(comunicar o no) será adecuada en cada momento.
Mi corazón me dice que es un error proteger a nuestros hijos de
momentos como estos que están llenos de Amor y libertad. Ell@s tendrían
que saber que el Amor no se acaba nunca, que solo cambia de forma, y
que, cuando te resistes a ese cambio, se genera mucho dolor en la pareja,
mucha frustración…
Nuestros hijos deberían saber que escuchar nuestro interior y
expresarnos tal como somos es lo que nos hace libres y auténticos.
Lo que nuestros hijos entiendan de la situación que estamos viviendo
depende de nosotros.
La sociedad, la cultura, la religión… hacen unas propuestas, pero cada
uno elige, y en nuestra familia queremos que mande el corazón, el Amor.
Y entregados a él van surgiendo el agradecimiento, la alegría y la libertad.
EL MOMENTO DE DECIRLO A LOS
HIJ@S SE DA
Puede parecer raro, pero sí, «los momentos se dan».
Estamos acostumbrados a decidir cuándo vamos a hacer las cosas de
forma planificada, del modo: «Esta tarde sin falta hablo con él».
Pero existe otra forma de proceder: no decidir cuándo vas a hacer algo y
dejar que el momento se dé.
Si uno está abierto y no está totalmente perdido en el mundo de sus
pensamientos, dándole vueltas a la idea de cuándo es el mejor momento, el
«espacio» para hacer lo que se precisa hacer se abrirá.
En un proceso guiado por el Amor todo tiene su momento adecuado y
no siempre coincide con el que tú planificas (de hecho, casi nunca). Estos
momentos no van con tu agenda, aunque tendrás la sensación de que
siempre son oportunos porque coinciden con realidades en las que hay
tiempo y espacio para que sucedan las cosas que necesitan suceder. En el
caso de hablar con tus hijos, también.
Primero habrá una decisión interna —«Es el momento de decírselo»—,
pero no lo haréis de forma impulsiva. Simplemente habréis reconocido
que vais a hacerlo, que sentís la necesidad y las ganas de decírselo.
De la misma manera que tampoco decidís cuando uno de vosotros va a
tener una explosión de dolor, no decidiréis cuándo es el mejor momento
para expresar a vuestros hijos lo que estáis viviendo. El momento se hará
obvio, ocurrirá una situación en la que os veáis inmersos y se abrirá un
espacio; puede ser a través de la intensidad (en medio de un arrebato de tu
hijo) o de un silencio que invite a hablar con él.
Es muy curioso y muy hermoso darse cuenta de que sí se puede confiar
en que los momentos aparezcan claramente y todo parezca acompañaros
en lo que estáis a punto de hacer y decir. Es como si todo el universo os
dijera: «Ahora, ahora es el momento. Adelante».
Se siente claramente la invitación, no de forma intelectual, sino que
surge como un impulso irrefrenable. No te preocupes por si no sabes ver el
momento: es inevitable. Se dará, sin más. Ocurre sin poder preverlo.
En nuestro caso, el momento de comunicarle a nuestra hija que nos
separábamos se dio de una forma tan obvia… No tuvimos dudas, ya que se
puso todo en bandeja.
Estábamos pasando unos días en Mallorca y una mañana, en una playa
espectacular, nos pusimos a hacer un volcán gigante. Ivan, sin querer, hizo
que una parte del cráter se cayera y nuestra hija se enfadó mucho.
Entonces él dijo algo así: «Lo siento Berta, pero, mira, a lo mejor ahora
que se ha derrumbado descubrimos que hay otra manera de hacerlo. Y a lo
mejor hasta mola más». De repente se generó un silencio e Ivan y yo nos
miramos, impactados por la situación y por lo que él acababa de decir. Los
dos sentimos claramente (no hubo ni un instante de duda) que ese era el
momento. Y LO HICIMOS.
Fue una experiencia muy hermosa. Ella escuchó. Nos escuchó a los dos
(que estábamos cogidos de la mano) y sin decir una palabra se rindió, nos
abrazó llorando…Y así pasamos mucho rato. Ella se abrazaba a uno
(mientras le cogía la mano al otro) y luego abrazaba al otro. Y nosotros
dos juntos, respirando la intensidad del momento, emocionados y
serenos… LO QUE ALLÍ HABÍA ERA AMOR, un Amor desbordante…
Ahora al escribirlo me vuelvo a emocionar.
No hay que ser unos expertos en gestión emocional, sino únicamente
elegir siempre el AMOR. Esto suena muy abstracto, pero no lo es. Elegir
ser guiado y entregar la situación al Amor os proveerá de acciones
oportunas, palabras adecuadas, espacios para sentir las emociones, fuerza
para afrontar la intensidad del momento, confianza y serenidad… Os
invitará a hablar con vuestros hij@s, pero desde el corazón, no con
discursos intelectuales. Y ellos podrán descansar en lo que sienten, aunque
en ese momento sea tristeza.
No temáis a sus sentimientos, dejad que los expresen. Ellos también son
libres de sentir lo que sienten y pensar lo que piensan. Sabemos que las
emociones son como olas: aparecen, suben de intensidad, llegan a su
máximo y luego se van desvaneciendo hasta desaparecer y transformarse.
Podemos acompañar a nuestros hijos estando a su lado, sin subirnos a su
ola. Sabiendo que toda esa emoción se pasará, permanecemos con ellos.
Los acompañamos sin cuestionar lo que sienten y sin intentar evitarlo;
todo lo escuchamos y reconocemos, y aprobamos sus sentimientos.
EL AMOR SIEMPRE INCLUYE
El Amor nunca resta, no es su naturaleza.
El Amor siempre incluye, siempre suma. Por eso, en un proceso de
separación guiado por el Amor, incluiréis también a vuestros hij@s,
padres, hermanos, suegros, nueras, amigos…
¿Qué significa incluirlos? ¿Cómo se hace?
No se hace, ocurre.
En nuestro caso, después de haber hablado por segunda vez con nuestra
hija, nos decidimos a continuar el camino de la separación «unida y
consciente» (ya no sabemos cómo llamarla, porque la palabra
«separación» no define nuestro proceso). Ahora tocaba ir a visitar a
nuestros padres para comunicárselo.
Fuimos juntos y nos expusimos frente a sus padres (y después frente a
los míos, el mismo día) cogidos de la mano y permitiendo que el Amor
hablara por nosotros.
Es difícil defender con argumentos una separación que no tiene razones
claras ni lógicas…, no hay intelecto que lo entienda. Pero no hablaron
nuestras cabezas, sino nuestros corazones. Y nos encontramos (en las dos
casas) que fueron los corazones de nuestros padres los que escucharon.
Pudieron verbalizar lo tristes que se sentían por la decisión, aunque la
respetaran. Y, sin entendernos (porque no habíamos dado señales de crisis
en los últimos tiempos), nos abrazaron y verbalizamos la gratitud, el
cariño y el respeto que nos tenemos.
Todos ellos son parte de nuestra familia, la que formamos a través de
nuestra hija, y eso es sagrado. Son sus abuelos, sus tí@s, y ahora, aunque
no son mis suegr@s ni mis cuñad@s, l@s quiero igual que antes. Son
personas a las que les agradezco inmensamente lo que hemos compartido
y que estén abiert@s a seguir compartiendo conmigo de otra forma nueva,
incluso cuando Ivan tenga otra pareja, pues al relacionarnos todos de una
forma viva, todo se irá reordenando. El Amor seguirá intacto.
Fue una experiencia muy liberadora expresar lo que estábamos viviendo
a nuestras familias. Íbamos juntos en el coche compartiendo cómo nos
sentíamos, los dos con una gran complicidad y compañerismo al
disponernos juntos a afrontar el miedo al qué dirán, a la reacción de
nuestros padres, a que se derrumbaran, a que nos cuestionaran o a que nos
hicieran sentir mal por nuestra hija…
Pero juntos nos sentíamos dispuestos a todo, capaces de asumir
cualquier reacción por triste o dolorosa que fuera.
Después de la primera visita y camino de la segunda, sentíamos una
alegría difícil de describir…
Gozo, un gran gozo y una gran liberación.
Reíamos. Nos sentíamos libres. LIBRES DEL MIEDO.
El Amor es Amor, no es miedo.
PERMITIR QUE EL VÍNCULO TOME
OTRA FORMA
No lo voy a negar: esto cuesta.
Permitir que el vínculo tome otra forma cuesta. Primero, porque
asociamos la forma al vínculo, es decir, creemos que lo que sentimos el
uno por el otro y lo que hemos construido lo perderemos si dejamos de ser
pareja.
Creemos que es la forma (la etiqueta y la estructura) la que da sentido y
cabida al Amor que sentimos. Y nos desubicamos cuando la estructura de
pareja se cae porque nos damos cuenta de lo incómodo y raro que es amar
sin saber «qué somos» (¿pareja?, ¿expareja?, ¿amigos?…). Es como si la
etiqueta decidiera la forma en que vamos a amarle. Por ejemplo: «Si solo
vamos a ser amigos con derechos, te voy a amar hasta “aquí”, pero si
vamos a ser pareja, entonces sí te voy a amar completamente».
Esta no es la propuesta de este libro. Lo que propongo es:

—Permitir que el Amor ame a través de ti y que sea el propio Amor (esa
fuerza que busca unir) el que defina cómo, en qué forma, con qué
características…
—Soltar tus argumentos y la necesidad de definir qué forma ha de
tomar el vínculo.

¿Cómo se hace eso?


Cada vez que te des cuenta de que dudas, que estés preocupado, sientas
malestar con la situación, tengas ganas de acabar ya con la
incertidumbre… puedes usar algún tipo de afirmación de forma repetida
como: «Entrego esta situación al Amor porque yo no sé qué hacer con
esto. El Amor sí» o «Que el Amor se manifieste en mi corazón y en el
corazón de todos los seres».
Tendrás que tirar de afirmaciones como estas muchas veces durante el
día, porque habrá numerosos momentos «insoportables» (son los que van
justo antes de las sanaciones y transformaciones profundas).
Al recordar la afirmación, el foco interno hace un movimiento con el
que devuelve la atención al AMOR. Si estamos dudosos, sufriendo o
preocupándonos, la razón es que nuestro foco está en otro lugar, no en el
Amor.
Se vuelve muy evidente: el Amor proporciona una sensación de
«sentido» difícil de explicar, de claridad incluso en la confusión, de
fortaleza para vivir lo que estás viviendo, de visión profunda…
Cuando el foco se desvía del Amor, empieza el miedo con sus
sugerencias, pensamientos, emociones, dudas, cuestionamientos,
preocupaciones… Perdemos el extraño equilibrio que nos proporciona el
Amor.
Puede resultar muy difícil permitir abiertamente que el Amor que
sentimos hacia nuestra pareja tome otra forma porque lo vivimos como
una pérdida, ¡pero no lo es!
De todas maneras, el Amor arrasará con tus impedimentos suavemente,
así que el cambio de forma será irremediable. Lo único que podrás elegir
es permitirlo o resistirte.
Lo que elijas marcará la diferencia entre una experiencia liberadora
(con mucha sensación de aventura) o dolorosa (con gran resistencia a lo
que está ocurriendo, por lo tanto, muy sufrida).
¿Permitirlo o resistirnos?
Tienes que saberlo: por más que intentes evitar el proceso, va a ocurrir
igualmente.
Permitirlo abiertamente te lleva a un espacio en el que el miedo se
vuelve libertad. No libertad de hacer lo que quieras, sino de ser lo que eres
y de que las cosas sean como quieran ser. Libertad también respecto a «tu
pareja» para que él/ella sea lo que tenga que ser, contigo o sin ti.
La liberas de ti y te liberas de ella, para relacionaros como dos
individuos libres y abiertos a sus propias vidas; ya sea viviéndola juntos
(como hasta ese momento) o de otra forma (abiertos y dispuestos a
experimentar).
De hecho, conozco diferentes tipos de parejas y familias compuestas por
individuos que se han permitido trascender sus condicionamientos sociales
y culturales para vivir sus relaciones a su propia manera, expresando su
Amor en la forma en que les pedían el corazón y su propia coherencia.
Diría que las formas que puede tener el Amor son infinitas y que cada
«pareja» encontrará la suya. De hecho, cada relación con alguien (sea de
pareja, de amistad, con tus hij@s…) encuentra su propia forma de
expresarse y de manifestarse.
Con nadie te relacionas de la misma forma, aunque en esencia sientas lo
mismo por cada uno: que los quieres.
El mismo Amor moldea tu relación con cada uno en coherencia con los
sentimientos de tu corazón. Y si te fijas, va cambiando el tipo de relación
que tienes con cada uno: aumentando o reduciendo la frecuencia con la
que os veis, la intensidad de los sentimientos, si te nacen ganas de verle o
no… Y si no fuerzas las relaciones, ellas mismas van modificándose de
forma natural.
Las relaciones deberían estar vivas, ser sanas y auténticas. Naturales.
Incluso permitiendo que las relaciones cambien sus «formatos», el
vínculo entre las personas permanece abierto e intocable. Está ahí.
Las relaciones mutan, los vínculos permanecen.
¿CELEBRARLO? ¿POR QUÉ NO?
Tal vez no sea una locura, aunque a gran parte de la sociedad se lo
parezca.
Celebrar habernos conocido, haber vivido tantas experiencias junt@s,
haber reído, afrontado, llorado… haber tenido a nuestr@s hij@s (un
auténtico regalo para toda la vida).
Sé que se puede sentir gratitud porque es de las primeras cosas que
experimenté al hacerse evidente que nos separábamos. Me sentía
superagradecida por todos los años compartidos y propuse despedirnos de
la forma «pareja» celebrándolo en un precioso lugar en la playa.
Pasamos horas riendo, llorando, recordando y agradeciéndonos.
También salieron sentimientos relacionados con no acabar de entender lo
que nos estaba ocurriendo; nos desconcertaba que sintiéramos tanto amor
el uno por el otro si nos estábamos separando. Era raro y a veces
parecíamos confundirnos: «¿Qué nos pasa?». Fue un día inolvidable.
También hicimos un viaje con nuestra hija. Cuatro días en una isla para
despedirnos de la forma que había tenido nuestra «familia» hasta entonces.
Quisimos esperar a que allí se diera el momento de hablar con ella para
expresarle que ya veíamos un desenlace del proceso (véase el capítulo «El
momento de decirlo a los hijos se da»). Fue una experiencia intensa y
hermosa también. Dimos valor a lo que habíamos vivido, acompañamos a
nuestra hija a recibir la decisión y soltamos nuestra idea de lo que era una
familia para experimentarnos de una forma más abierta y auténtica con
nuestros sentimientos profundos.
Se transformaba en nosotros el concepto sociocultural «familia» para
dar paso a una nueva posibilidad más abierta, más flexible y que incluyera
a tod@s a quienes amamos.
Sin tener ni idea de a qué nos referimos, pero totalmente abiertos a
experimentarlo.
Desde prácticamente el inicio del proceso yo sentía muchas ganas de
compartir el momento tan importante por el que estábamos pasando con
todos nuestros seres queridos. Me venía una imagen a la cabeza una y otra
vez: invitar a tod@s quienes asistieron a nuestra fiesta de unión para
compartir con ell@s el paso que estábamos dando. Sentía muchas ganas de
hacerles partícipes, de compartir lo que estábamos caminando y
descubriendo. Pero no lo hicimos así (aunque aún no lo descartamos), sino
que fuimos compartiéndolo en grupos más pequeños y también fue
hermoso. Siempre los dos juntos.
Cuando un «dejarse libres» no es un drama, sino un acto de amor y
libertad, tiene todo el sentido celebrarlo. Eso es lo que siento, a pesar de
que la sociedad opine que no tiene sentido.
Esta experiencia con la relación de
pareja me está enseñando algo de
muchísimo valor (además de toda la
riqueza del proceso que estoy viviendo):
Que los valores aprobados por la sociedad no tienen por qué ser los
míos; que sean aceptados por la mayoría no significa que sean mejores, y
que no necesito permiso para sentir lo que siento, ni para actuar como lo
siento. Esto también es libertad.
ESTO SOLO PUEDE HACERSE A
CORAZÓN ABIERTO
No hay otra forma. Aquí hay que sacar el alma al sol y comunicarse
con honestidad, con responsabilidad, con Amor.
Exponerse. Expresar cada un@ cómo se siente, los miedos que tiene,
cómo está viviendo la situación de incertidumbre, de no conclusión…
Si sois honestos con vosotros y con el otro, habrá muchos momentos
emotivos, muchos instantes en los que os sentiréis tan vulnerables y
frágiles… Son situaciones que suelen incomodarnos, pero están llenas de
corazón, tan hermosas, tan humanas, tan auténticas… Os mostrarán toda
vuestra desnudez, el uno frente al otro y los dos frente a la vida.
Momentos que primero son intensos. Suelen empezar con la explosión
de uno de los dos porque este no aguanta más la incomodidad de no saber
qué está pasando, ni hacia donde se dirige la situación, ni qué hacer. Esto
se traduce en un estallido emocional intenso y el otro, aunque tendrá
muchas ganas de reaccionar defendiéndose (opción 1) o atacándole
(opción 2), podrá elegir el Amor (opción 3): quedarse a escuchar y
acompañar, entregar lo que está ocurriendo al Amor, no tomarse el
arrebato del otro como algo personal, sino como un momento de sanación
del dolor que guardaba la otra persona. Entonces te sentirás extrañamente
sereno, presente y muy amoroso con quien está exponiendo su dolor y sus
heridas.
En otros momentos serás tú quien estalle y tu pareja también podrá
elegir: reacción emocional de ataque/defensa o entregar la situación al
Amor y permitir la sanación de tu dolor.
No te preocupes por cómo hacerlo, no hay que saber hacerlo. Ocurre.
No hay pasos definidos que se puedan aprender. Cada momento es
nuevo, es fresco y no sirven las listas de pasos teóricos. Solo funciona la
disposición, entregar todo lo que estás viviendo al Amor y permitir que las
cosas ocurran como este quiera que pasen, sin esperar resultados
concretos.
Mantente plenamente abierto a no decidir de forma racional y proactiva
el futuro de vuestra relación, sino, más bien, de forma receptiva acogiendo
con la menor resistencia aquello que el Amor va desplegando frente a
vosotros. Un verdadero paso a paso que no muestra largas distancias, solo
el paso siguiente. Y que, más que mostrarlo, simplemente ocurre, se da el
paso siguiente. Muchas veces lo haréis sin pensarlo, sin daros cuenta…
Pueden ser pasos tan pequeños e invisibles…
A veces los movimientos del Amor son tan orgánicos que resultan
imperceptibles para tu cerebro.
Sin un corazón abierto a sentir, a sanar y a amar, toda esta experiencia
que propone el libro no puede darse.
No hay que tener conocimientos, ni las cosas claras, ni formación en
gestión emocional…, únicamente la disposición de transitar un proceso
guiado por el Amor y un corazón abierto a sentir todo lo que surja (sin
saber dónde nos lleva ni aferrarnos a un resultado concreto).
A veces experimentaremos amor incondicional, a veces alegría interna,
a veces dolor en forma de autocompasión o resentimiento, frustración,
rabia, inseguridad, miedo… Pero sea lo que sea, estará pidiendo a gritos
ser amado, ser sanado por fin. Sabrás que cada uno de esos instantes de
sanación ha concluido porque se siente una inmensa paz, un inmenso
Amor, una gran belleza, un gran agradecimiento hacia la otra persona y un
fuerte sentir interno de que lo que está ocurriendo tiene sentido.
«DESPUÉS DE AMAR, SIGUE AMANDO»
(Canción Sra. Tomasa)

Cuando el otro «empieza a hacer su vida», duele. Sí, duele. En un


primer momento duele.
Socialmente llamamos «hacer su vida» al momento en que conoce a
otra persona. Creo que esto también es digno de análisis, parece que
socialmente la vida del individuo gira en torno al concepto de pareja.
No importa quién de los dos tenía más claro que había que dejar de ser
pareja: cuando ves que el otro empieza a sentirse bien sin ti, duele. No voy
a valorar si es correcto o no que así sea. Ya me he visto todos los
argumentos racionales que te dicen que no te debería doler que sea feliz
sin ti y también he visto los intentos de autodefensa que hace la mente
insinuándote: «Que le den», «Tú a lo tuyo», «Nadie le hará más feliz que
tú», etc.
Estos pensamientos vienen a mostrarte que tu orgullo se siente herido,
nada más. Puedes abrazar también eso. Pensarlo no te hace mala persona,
te hace humano. Abrazarlo te hace trascenderlo.
Lo enriquecedor de caminar junto a la otra persona todo el proceso es
que compartimos constantemente cómo nos sentimos, así podemos ver que
nos ocurre lo mismo y que la propuesta es idéntica para los dos: darnos
cuenta de lo que va por debajo de las apariencias y abrir nuestro corazón a
seguir sanando para amar al otro de verdad.
La propuesta de este libro es un camino compartido basado en la
honestidad; acompañarnos mientras nos vemos a nosotros mismos y nos
amamos con todo lo que descubrimos; aprender a amar al otro tal y como
lo hace el Amor.
Y sí, descubrir que el otro puede ser feliz sin ti es doloroso, pero solo en
un primer momento.
Todos creemos que amamos al otro de verdad. Todos creemos que
deseamos que el otro sea feliz. Lo creemos o lo queremos creer, pero la
realidad es que cuando dejas de ser pareja de alguien al que estás unido y
él empieza a conocer a otra persona… te quisieras alegrar por él, pero
duele. La verdad es que duele.
Puede que no duela en el caso de que ambos miembros de la pareja
estén conociendo a otras personas, así de simples somos: si yo estoy
contento, estoy contento por verte tan contento. Pero si yo no estoy
contento, me duele que tú lo estés.
En nuestro caso, incluso estando los dos empezando a explorar espacios
con otras personas, sentíamos el dolor de que el otro pudiera ser feliz sin
nosotros… Parece absurdo, ¿verdad?
Este descubrimiento no nos invita a sentirnos culpables, sino a ser
conscientes de nuestros mecanismos y reacciones mentales, de lo
inconsistentes que somos, y nos propone seguir sanando nuestras heridas.
Ahora toca esta que se abre: el dolor de que el otro sea feliz sin mí, el
orgullo herido.
En nuestro proceso, algunas veces nos decíamos cosas como: «Me duele
mucho verte bien. Quisiera que no me doliera, quisiera alegrarme por ti,
pero lo siento, me duele no ser la causa de que tú estés tan bien».
Un individuo en estado reactivo se ofendería si alguien le dijera algo así
y se defendería: «Pues vaya manera de quererme… ¿Quieres que esté
mal?».
Pero no es esto lo que ocurre en un proceso guiado por el Amor. O, al
menos, no en el nuestro.
Cuando uno de los dos decía algo así, el otro se sentaba a su lado y
lidiaba con sus propios movimientos internos (intentos de defenderse,
respirar, entregar todo al Amor y, entonces, de forma natural nos podíamos
escuchar sin juzgar. Los dos éramos conscientes de ese dolor en cada uno
de nosotros, así que nos permitíamos compartirlo sin atacarnos ni
defendernos.
Acompañando el dolor de esta forma, todo daba un giro y empezábamos
a decir cosas como: «Perdona por no poderme alegrar por ti», «Que me
duela no significa que esté mal lo que estás haciendo»…
Paradójicamente, hay mucho Amor en estas frases, hacia uno mismo y
hacia el otro.
Hay tanta verdad en esas situaciones, son tan sanadoras… Suelen acabar
en un abrazo que dice más que cualquier montón de palabras.
Sin darte cuenta, expresándote así ante tu pareja (aunque lo que estés
diciendo es que te duele que sea feliz sin ti) estás amándola y amándote.
Es una verdadera sanación. Ese dolor se irá disolviendo para dar paso a
una alegría interna que te permite sentirte feliz, no porque ella sea o no
feliz, sino feliz de amarle. Simplemente. Este movimiento del Amor os
hará sentir aún más unidos.
He descubierto que «unidos» y «pareja» no es lo mismo:

—Que hay muchas parejas en las que los individuos no están unidos,
pero viven la estructura de «pareja». Estas parejas huecas de verdadera
unión se separarán un día de un portazo con un «Olvídame», «Vete al
cuerno», «No te soporto», o no se separarán por miedo (podrán durar toda
la vida)… Pero no sabrán lo que es el Amor en realidad, ni hacia el otro ni
hacia sí mismos.
—Que se pueden tener relaciones (de pareja o no) guiadas por el Amor
en las que descubras que cada situación (agradable o desagradable) entre
dos personas es una invitación a sanarnos como individuos y un paso más
hacia la Unidad. Así pues, podemos decir que toda relación con alguien es
una invitación a unirnos con él/ella. La forma que tome esa unión se irá
desplegando progresivamente. Cuanto menos intervengas con tus ideas de
en qué tiene que transformarse, MÁS SENTIDO PROPIO[3] TENDRÁ esa
relación, más libertad y más conciencia de cómo el Amor ama a través
nuestro a los demás.

Los sentidos propios de las relaciones solo pueden ser vividos, pero no
siempre comprendidos.
EN REALIDAD, SEPARARSE ES
«IMPOSIBLE»
Aparentemente, las personas y las parejas se pueden separar.
Físicamente al menos. Vivirán en casas distintas y harán sus vidas por
separado.
Pero más allá de nuestra realidad cotidiana y del mundo de las formas,
la separación entendida como desaparición de un vínculo es imposible.
Cada vez hay más parejas que «escuchan» sus vínculos en vez de
cortarlos de raíz al separarse. Por eso existen, por ejemplo, experiencias de
personas que siguen viviendo juntas aunque hayan dejado de ser «pareja».
Todas las parejas deberían poder sentarse y hablar muchas veces con la
suficiente honestidad como para poner sobre la mesa cómo se siente cada
un@ y lo que de verdad les gustaría. Sin compararse con nadie y haciendo
oídos sordos a cualquier idea impuesta por la sociedad o etiquetas (ya sean
rígidas, convencionales o más abiertas…).
La pareja tiene que poder hablar de todo eso antes de decidirse, porque
tal vez la solución no sea una separación al uso. Hay muchísimas
combinaciones posibles, infinitas probablemente…
Algunos ejemplos:

—Vivimos juntos, pero sin ser pareja.


—Somos pareja, pero vivimos en diferentes casas.
—Vivimos separados, pero mantenemos la familia como algo intocable
(salir con nuestros hijos, vacaciones…).
—No vivimos juntos y no somos pareja, pero somos amigos abiertos al
sexo si nos place.
—Tenemos otras parejas u otras familias y vamos juntos de vacaciones.

Cada pareja debería poner sus normas, basarse en la honestidad de los


dos y en el consenso de lo que creen que es mejor para tod@s, o en lo que
es natural, o en la forma en que ellos sienten que deben hacerlo… Que
hablen sus corazones abiertos y puestos sobre la mesa.
Pero decidan lo que decidan, hagan lo que hagan, en último término no
hay separación real posible. El vínculo invisible existe para siempre. Hasta
la muerte y tal vez más allá, quién sabe.
Incluso aunque fuese una ruptura desagradable y uno de los miembros
de la pareja se diera a la fuga o bloqueara la comunicación, sería
imposible destruir el vínculo. Incluso si le odiásemos, seguiríamos
unid@s.
Cambiarán las formas de esos vínculos en función de los cambios en
vuestras vidas y de los nuevos escenarios, pero el vínculo invisible
(mental, emocional, energético, del corazón…) permanece. En ese vínculo
puede haber gratitud; o dolor, tristeza o rabia; o mucho cariño o
nostalgia…, pero no puede hacer desaparecer el vínculo que un día se
estableció.
Es posible incluso que los vínculos ya estuvieran creados antes de que
nos conociéramos y que, en realidad, cuando nos encontramos con esas
personas lo que ocurre es que les reconocemos (en alguna parte de nuestra
alma). Mi experiencia personal me dice que así es, pero no es algo que
pueda argumentar suficientemente. Es una experiencia.
Así que, en el fondo, es imposible separarse. Los vínculos que
establecemos en nuestras vidas duran para siempre en nuestro fuero
interno, aunque no los veamos, incluso aunque no queramos saber nada de
ellos.
Es más real decir que el vínculo que hay entre vosotros quiere tomar
otra forma «física», otra «estructura», que se quiere expresar de otra
manera. Si somos honestos (con nosotros mismos y con el otro) y nos
hemos estado comunicando de forma sincera (sobre lo que sentimos y
queremos), veremos cómo se despliega poco a poco la nueva forma que
toma ese vínculo…
Se trata de que no os resistáis a ese proceso, de que os dejéis llevar por
lo que os va ocurriendo, no por vuestros argumentos mentales.
El proceso de separarse por Amor no es una intelectualidad, es un
proceso que surge del Amor, por lo tanto, es creativo y lento. Tendréis que
ir observando lo que va ocurriendo en vuestras vidas a modo de
experiencias concretas o aparición de emociones, e ir entregándose muy a
menudo al Amor. Usando todo lo que surge para veros en el dolor del
otr@, para crecer juntos como personas, para aprender a afrontar tanto lo
grato como lo «desagradable».
Viviréis momentos muy duros en los que resulte difícil no saltar a la
defensiva. Son momentos donde ves que el otro está vomitando su rabia,
su tristeza, su dolor… Tú puedes elegir entre saltar y defender tu ego o
mirar más allá de ti y verle con su dolor. Esa rabia que muestra es dolor,
puro dolor…
Sé que parece muy difícil, pero te aseguro que puedes hacerlo. Cuando
veas al que ha sido tu compañero durante años expresando alguna emoción
fuerte, quédate ahí, a su lado, y abre tu corazón. No te defiendas, solo
mírale y siente su sufrimiento. La mayoría de las veces verás como la
situación acaba siendo muy sanadora. El Amor os va limpiando los
resentimientos, tristezas…
Al haber escrito este libro, puede parecer que nosotros hemos sabido
hacer este proceso de separarnos por Amor porque somos dos personas que
«nos hemos trabajado mucho», porque tenemos muchos recursos, bla, bla,
bla…, pero ¡NO! Te aseguro que ninguno de los dos se creía capaz de vivir
esta situación de esta manera tan sanadora, transformadora y amorosa.
A lo largo del proceso nos hemos visto muchas veces impotentes e
ignorantes. Sentados en la escalera de casa llorando, sin saber qué hacer
con la situación ni qué decir. Simplemente permanecíamos allí, en la
intensidad de la experiencia y de la nada; se daban las palabras, los
abrazos, el reconocimiento de la impotencia y también del Amor:

—«Quisiera enfadarme contigo, pero no me sale».


—«En realidad, yo creo que no deberías sacrificar nada de ti por estar
conmigo».
—«La verdad es que tengo mucho miedo de que nos separemos… ¿Qué
haré con mi vida?».

Surgen palabras tan honestas de esos espacios…


Es el corazón el que habla.
Reitero que nosotros tampoco nos creíamos capaces de vivirlo así. No
veíamos ni el paso siguiente.
No es un proceso intelectual, por tanto, es zigzagueante. Permanece
fuera de la vista de nuestro ego (que todo lo mira en línea recta). Es una
oportunidad constante para observar cómo el Amor sostiene lo que a
nuestros egos les parecía insostenible.
Y así, caminando juntos, hemos llegado a seguir amándonos de otra
forma. Con una gran complicidad nos decíamos: «Ahora sé que, si nos
separamos, no es por falta de Amor».
La paradoja más sorprendente fue darnos cuenta de cuánto Amor
sentíamos el uno por el otro durante todo el proceso de separación. Era
desbordante, tanto que muchas veces nos hacía dudar de lo que estábamos
haciendo…
«¿Quieres decir que nos tenemos que separar? ¿Por qué separarnos si
nos queremos tanto?».
No sabíamos respondernos. Solo teníamos un sentir interno claro de que
debíamos continuar caminando el proceso, de que, si no lo hacíamos, sería
por miedo. Ya en ese punto, no habría vuelta atrás:
«Por miedo no. Hagámoslo y, si es un error, nos daremos cuenta en unos
meses. Vivamos lo que se nos propone y dejemos la decisión al Amor».
Me di cuenta de algo que cambió la perspectiva de lo que estaba
pasando:
NO SOMOS UNA PAREJA QUE SE ROMPE, SOMOS DOS AMIGOS
QUE SOLO ESTÁN DEJANDO DE SER PAREJA.
¿A que cambia mucho visto así?
Si cambia la perspectiva, cambia la experiencia.
INCLUIR SU «NUEVA VIDA» EN LA
FAMILIA
Si alguien me hubiera dicho que me sentiría tan feliz de ver a Ivan
disfrutando de sus relaciones, no le hubiera creído. No tenía ni idea de que
un@ pudiera sentir tanta alegría de ver al otro experimentando, caminando
con otra persona. Y él tampoco creía que podría sentirse feliz de verme
enamorada. Para los dos ha sido todo un descubrimiento.
El proceso de caminar juntos la separación o reformulación de nuestra
relación de pareja fue tan progresivo y orgánico que permitió que
fuésemos sanando nuestro apego personal al otro. A los pocos meses de
empezar el proceso de ver nuestros miedos, comenzaron a aparecer
situaciones (sin buscarlas) con otras personas. Empezamos a sentir cosas
por personas nuevas en nuestras vidas, de una forma totalmente
inesperada, y decidimos compartir lo que nos estaba pasando y cómo lo
estábamos viviendo.
Ser sincer@s también removía sentimientos y miedos, pero pudimos ir
poco a poco integrando todo lo que íbamos compartiendo, sintiendo y
experimentando cada un@. Y mientras, el otro se iba abriendo a los
cambios también.
En un primer momento fue algo doloroso (véase el capítulo «Después
de amar, sigue amando»). Pero la transparencia entre nosotros fue
disolviendo los apegos y nos fue mostrando una unión que no necesita
tenerse, que no necesita poseerse ni consumarse. Y eso es lo que estamos
viviendo: AMOR, del que no necesita nada extra y que se expresa como
una gran amistad, honestidad y respeto.
Nos acompañamos como amig@s en nuestras respectivas experiencias
con otras personas, porque los dos nos sentimos supertorpes después de
quince años. Nos sentimos muy ignorantes de cómo hacer y vivir
relaciones sexo-afectivas y nos resulta divertido compartir nuestras
vivencias. Somos amigos y confidentes.
Todo esto también es posible que vaya cambiando a medida que
nuestras relaciones con otras personas sean más profundas, o tal vez no; lo
iremos caminando.
De momento lo que sí sentimos los dos son ganas de conocer a las
respectivas personas por las que tenemos sentimientos. Nos hace felices
vernos felices e ilusionados. Es muy hermoso vivirlo así, los dos estamos
perplejos. Ninguno creía que podríamos sentirnos así.
Nos amamos libres y nos hace felices vernos felices, con o sin estar
junt@s (eso ya no es importante, es anecdótico).
Al ser todo tan reciente, no puedo compartir cómo es el abrir la
estructura de familia para incorporar a parejas e hijos. Todo esto lo iremos
caminando y lo descubriremos sobre la marcha.
Los dos tenemos mucha curiosidad por seguir caminando el mundo del
Amor y las relaciones. Está siendo una verdadera escuela y sentimos que
todavía lo tenemos todo por descubrir. Tengo 43 años y siento que me
queda todo por descubrir, mucho que vivir todavía respecto a las
relaciones… ¿NO ES PARA SENTIRSE AFORTUNADA?
LAS FORMAS QUE PUEDE TENER EL
AMOR SON INFINITAS
La mayoría están por descubrir…
A raíz de vivir esta experiencia, me fui abriendo a conocer otras
realidades. Me sorprendía gratamente encontrar tantas personas que
habían sabido escucharse y permitir que sus relaciones de pareja mutaran.
Más lejos o más cerca de los condicionamientos sociales y culturales,
habían permitido que el Amor se impusiera en su relación, desplegando
una «forma» propia. La suya. Algunos ejemplos:

—Se separaron hace años, pero se dieron cuenta de que se querían


mucho. Después de estar un tiempo separados, seguían viendo que eran
muy amigos, que se entendían muy bien y que, como padres, eran un
equipazo. Así que decidieron volver a vivir juntos y convivir. Simplemente
no son pareja y tienen relaciones íntimas con otras personas.
—Se separó. Conoció a otro hombre y se enamoraron. Son pareja y
tienen un hijo. Con el marido anterior tiene otro hijo. Van de vacaciones
todos juntos. Los dos hombres se llevan genial y sus hijos los aprecian a
los dos. Al principio su hijo se sentía mal por querer al novio de su madre,
hasta que vio que su padre y él se hicieron amigos. Ella se siente muy feliz
con su familia tal y como es, aunque mucha gente no la entienda.
—Una pareja estable, dos personas que conviven juntas y que se
abrieron hace años a tener experiencias íntimas con otras personas. Siguen
haciéndolo. Aquellos con los que se relacionan conocen la situación. Ellos
dos sienten que esa es la forma de su relación de pareja.
—Una pareja que se separó para hacer cada uno su vida. Nueve años
después se reencontraron. Se dieron cuenta de que querían estar juntos y
así llevan más de veinte años.
—Parejas que viven cada uno en su casa durante todo el tiempo que
dura la relación. Conozco una que lleva así desde hace treinta años.
—Una pareja en la que el hombre pasa la mitad del año en otro país
trabajando. A los dos les va bien así. A él porque viaja y eso le da la vida.
A ella porque le encanta estar sola con su hijo, lo prefiere. Y esto no
significa que no quiera a su compañero.
—Dos personas que viven juntas, pero tienen habitaciones separadas.
Les parece importante tener su propio espacio, tanto dentro de la casa
como en sus vidas.
—Un hombre lleva veinte años relacionándose con un hombre casado.
Él le llama «mi compañero», pero el otro vive con su mujer en su casa.
Todos conocen la situación.
—Parejas que llevan cincuenta años juntos y se siguen eligiendo para
todo: convivencia e intimidad. Y muy contentos.
—Una señora acepta que su marido tenga amantes porque elige el
confort y estatus que le da su relación de pareja. Él y ella están de acuerdo.

Obviamente solo me parecen sanas las combinaciones que no ocultan a


ninguno de los implicados y que son el resultado de un proceso de
expresar las necesidades de cada uno, de asumir los miedos individuales y
de atreverse a cruzarlos. Después de eso, lo que ocurra será Amor. Y la
relación podrá tener una forma conocida o desconocida para los
individuos.
Aun poniendo sobre la mesa estas diferentes formas que puede tener una
relación, no puedo garantizar (porque desconozco los procesos internos)
que estén basadas en el Amor. Eso solo lo sabe cada uno, en su interior.
Hay que ser muy honesto para darse cuenta.
Bajo mi punto de vista, cualquier relación que se base en el miedo a
separarse, a estar solo o a perder confort no está guiada por el Amor.
No por tener una forma transgresora o aparentemente más abierta me va
a parecer mejor. No me interesan las etiquetas por nuevas que sean. No me
parece mejor una relación poliamorosa que una monógama, ni me parece
mejor una relación abierta que una convencional. No es la estructura ni la
etiqueta que tenga. Solo me importa si la ha moldeado el Amor o el miedo.
Algo me dice que al elegir etiquetas volvemos a encapsular la relación
(aunque sea de poliamor). Se pueden experimentar las relaciones desde
otro lugar, no decidiendo lo que deben ser, sino recibiendo, momento a
momento, la forma en la que el Amor las despliega para nosotros. Puede
sonar a caos o a Sodoma y Gomorra, pero nada más lejos de la realidad. El
Amor tiene su propio orden y cada una de nuestras relaciones, su propio
propósito.
¿Podemos cambiar una «relación» por un «relacionarnos» que no
necesite estructura ni etiqueta?
Es un desafío total…
Yo tampoco estoy segura de estar preparada para vivir en este nuevo
paradigma de las relaciones. Pero siento que ese es el camino y que mi
corazón me empuja a caminarlo.
EL AMOR ES UNA REVOLUCIÓN, LA
ÚNICA
Lo que viene a continuación no es una verdad, puesto que desconozco
LA VERDAD, pero sí es un descubrimiento propio que todo mi ser desea
compartir. Ahí va:
Amar es algo que ocurre, no que decides hacer. Amar no es decir «Te
quiero», ni siquiera «Te amo».
Amar es algo que ocurre más allá de las palabras y los gestos, es de otro
«mundo», proviene de otro lugar donde las «cosas» no son su apariencia ni
el concepto.
Amar es creatividad, no es una caricia al ego (aunque a veces puede
darse así…).
El Amor a veces es poco evidente porque no siempre emplea muestras
externas hacia el otro, pero l@s implicad@s suelen saber en lo más
profundo de ell@s que están siendo amad@s. Lo saben a pesar de las
apariencias, incluso a pesar de sus opiniones y sus juicios sobre lo que es
Amor y lo que no. A veces es tan profundo que resulta indetectable para un
ego que solo entiende de formas, etiquetas y estructuras.
El Amor es revolucionario, no suele encajar en estructuras. Es más, si le
permites atravesarte, las derrumbará/disolverá/dinamitará todas. Al
derrumbarse lo que pensábamos y creíamos, nos sentimos desolados,
perdidos, desubicados, incómodos… y no asociamos esos estados a lo que
entendemos por «Amor».
Pero sí, si se está derrumbando lo que creías saber, te lo aseguro, está
siendo el Amor invitándote a ser libre. Si le permites continuar su labor, se
irá haciendo visible, progresivamente, la transformación interna y externa
a la que se te está invitando.
El Amor no es tu idea de Amor. Tampoco es la mía. El Amor es
indescriptible, pero experimentable.
El Amor se vive, brota de todas partes, a través de todo; puede ser
percibido justo en el momento en que la mente se silencia y en cuanto
dejas de «pensar» en el Amor para vivir lo que el Amor es.
Cuando nos abrimos al Amor (y eso es una decisión que se toma
inconscientemente; es posible incluso que la tome el Amor) nos
enamoramos. Lo hacemos del Amor, pero solemos creer que nos
enamoramos de la persona… Y si lo creemos mucho, con el tiempo
convertiremos esa libre expresión del Amor en algo estructurado, en
dependencia emocional, y se llenará de miedo a la separación. Se
convertirá en puro miedo. Lo llamamos «relación de pareja».
Si ponemos nuestra atención en el Amor en vez de en la persona amada,
viviremos una «relación creativa», un «relacionarse vivo» con ella; un
vínculo que se manifiesta momento a momento, de una forma fresca, que
va desvelando solo el paso siguiente. Sin constructos mentales que
garantizan futuros (todos ellos falsos, aunque den seguridad), en la que el
ego y sus necesidades no pueden ser satisfechos… Una relación que es un
gerundio, un «relacionarse». No estás decidiendo la forma que ha de tener,
ni quién, ni cómo, ni cuándo… No te estás planteando nada más que poner
tu atención en el Amor (en el sentimiento) y apartar tus ideas (gesto
interno) dejando espacio para contemplar la manifestación natural del
Amor en ese vínculo.
Suena poco seguro, a relación llena de incertidumbre e inestabilidad,
pero solo será al principio, mientras los individuos aprenden a confiar
plenamente en el Amor como guía. Si se deciden a vivir la experiencia,
progresivamente (porque es un cambio de paradigma) caminarán
conociendo únicamente lo que se desvela en el momento, y eso no les
resultará incómodo, sino apasionante. No estarán creando una relación de
pareja desde su concepto, sino viviendo una propuesta de relación fuera de
sus conceptos.
El Amor nos invita a unas relaciones ubicadas en el presente, por tanto,
vivas y reales.
BREVE REFLEXIÓN

Esta es una propuesta del Amor para el Amor.


Después de un año, cuando alguien nos pregunta: «¿Estáis juntos?», ya
no nos sale decir que nos hemos separado, sino «Nos hemos dejado
libres». No se puede añadir nada más a eso… Es AMOR. Bueno, a veces,
para que se nos entienda tenemos que puntualizar: «Hemos dejado de ser
pareja».
Ahora sé que amar es un acto de libertad, donde las cosas y las
relaciones pueden ser lo que son cada una, sin tener la necesidad de
encapsularlas dentro de mis conceptos mentales y mis etiquetas, encajen o
no con las ideas de mi sociedad o incluso con las mías propias. YA NO ME
IMPORTA.
Amar al otro libre de nuestros miedos. Amarle en libertad (se esté en
pareja o no). Tú y él/ella en libertad. ESTO ES EL AMOR.
No hay que confundir «en libertad» con «solteros». La libertad no tiene
nada que ver con la forma que tenga la relación. No se es más libre por ser
poliamoroso, ni por tener una relación abierta… Ser libre o no es una
cuestión de miedo, no de formas ni etiquetas. Si has abierto tu relación por
miedo a perder el confort o estatus que tienes con tu pareja, tampoco es
libertad. Si mantienes relaciones poliamorosas, pero escondes miedo al
compromiso o a enamorarte perdidamente de alguien para evitar sufrir,
tampoco es libertad.
La libertad siempre tiene que ver con el miedo, no con las formas.
Mi voluntad es seguir el camino de SER AMOR y convertirme en la
forma en la que el Amor ama a cada una de las personas con las que me
relaciono.
Quiero comprobar, a través de mi propia experiencia, que dejar que el
Amor defina y dé forma a cada uno de los vínculos es la manera más
natural y genuina de relacionarme con los demás.
De hecho, descubrir que somos AMOR es culminar la experiencia
humana. Es lo máximo.
Después de este descubrimiento ya puedes tener relaciones, del tipo que
sean, de pareja o no, monógamas, polígamas, convencionales, abiertas.
Lo más importante es que no estarán sostenidas por el miedo, sino por
el Amor.
En realidad, este es el verdadero objetivo del libro, QUE
DESCUBRAMOS LO QUE SOMOS Y LO SEAMOS; QUE SEAMOS
AMOR Y NOS AMEMOS.
AGRADECIMIENTOS

Es obvio que, sin Ivan, yo no podría haber descubierto todo esto. Sin su
voluntad de caminar su propio proceso, yo tampoco podría haber
caminado el mío.
Por mí misma no podría haber visto cuánto miedo volcamos en las
relaciones, ni nuestra forma condicionada de amar. Mi gratitud hacia él es
infinita y también hacia la vida al ofrecerme a él como padre de nuestra
hija. Ha sido y es un gran compañero de vida (un largo tiempo como
pareja y, sin ser pareja, sigue siendo un compañero). Continuamos
queriéndonos, compartiendo los retos como padres y una amistad que nos
está sorprendiendo. Contamos el uno con el otro para facilitarnos la vida y
seguir compartiendo cómo el Amor se ocupa de cada uno de nosotros, de
nuestras vidas.
Indescriptible gratitud la que siento hacia mi hija Berta, que con solo
ocho años ha sabido enseñarnos que educar no es decirles a nuestros hijos
lo que tienen que hacer, educar es algo que ocurre. Que dos adultos
honestos consigo mismos y con el otro, que se hacen cargo de sus miedos,
de sus emociones y de sus heridas con Amor, ESTÁN EDUCANDO A SUS
HIJOS sin saberlo. Les estarán mostrando LA
AUTORRESPONSABILIDAD, LA LIBERTAD, LA HONESTIDAD, EL
RESPETO AL OTRO, LA CONFIANZA EN LA VIDA…
Les estarán mostrando lo que es EL AMOR en realidad.
¿Puedo ofrecerle algo mejor como madre? A mí no se me ocurre.
Agradezco mucho a Berta cómo ha recibido todo el proceso desde el
principio: ha mostrado un gran respeto hacia sí misma (lo hacía cada vez
que necesitaba expresarse o explotar) y también ha respetado lo que
nosotros estábamos viviendo.
Ella e Ivan me han mostrado lo que es SER FAMILIA y todo el
potencial de crecimiento que esta tiene para todos. Que podemos seguir
sintiéndonos familia sin que seamos pareja es un descubrimiento que ha
sido muy revelador para nosotros dos y también para Berta.
También siento una inmensa gratitud hacia nuestras respectivas
familias. Lejos de cerrarse y olvidar a quien ha formado parte de sus vidas,
han acogido nuestro desenlace PARA SEGUIR QUERIÉNDONOS.
En todos nosotros ha tenido que abrirse nuestro concepto mental de lo
que es una familia y, aunque ya no seamos «nuer@» ni «cuñad@»,
seguimos teniendo nuestro lugar cada uno, sin etiquetar pero intacto. Y no
me refiero a mantener una relación cordial, sino a AMOR. Sin tener miedo
de compartir desde el corazón incluso cuando otra persona ocupe el lugar
de «nuer@» y «cuñad@».
Las familias podemos incluir, aumentar y acoger a tod@s nuestros
miembros, siempre y cuando soltemos nuestra idea fija de lo que debe ser
una familia. Entonces podremos experimentar junt@s y sin prejuicios
cómo es NUESTRA FAMILIA, a nuestra manera.
Y doy gracias a la vida porque es un privilegio total haber vivido esta
experiencia que ha roto todos mis esquemas mentales sobre la pareja y la
familia. Ha sido un recorrido de más de un año caminando el
derrumbamiento de mi cárcel interna, del condicionamiento sociocultural,
y también de la sanación de mis heridas emocionales. Se ha podido liberar
todo aquello que me pesaba y que no me permitía vivir LIBREMENTE las
relaciones de pareja y las familiares del modo que me dice el corazón.
También quisiera dar las gracias anticipadas a las personas y parejas que
se atrevan a afrontar este proceso de sanación y liberación, pues de esa
forma estarán apostando por EL AMOR en vez de por el miedo. Esto es
una bendición para el individuo y para toda la humanidad…
Eligiendo un proceso así estaremos escogiendo sembrar en nuestras
«parcelas» lo mejor de nosotros, todo nuestro potencial individual y
también el de nuestras relaciones.
Ni el Amor ni el miedo se quedan solo en nuestras parcelas, siempre
trascienden, van más allá de nosotros. Así que al elegir el Amor como guía
de nuestras relaciones y de nuestras vidas, este podrá seguir
expandiéndose a toda la humanidad y por el planeta.
Lo más importante de una relación de pareja debería ser el AMOR, no la
relación.
Así pues, por mucha letra que haya en este libro, solo hay una cosa en
realidad: AMOR.
Infinitas

GRACIAS
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Otros libros de la autora:


«Tus deseos te están esperando» Libre Publicación.
«Detrás del rechazo». Mini-relato. Ebook. Libre publicación.
(Amazón).
«La voz de tu cabeza» (Ilustrado) Ed Zenith Planeta.
«Todo es posible» Ed Zenith Planeta
«Ser árbol» (librito ilustrado) Ed. Olé libros.
«El Experimento» (Guía de 60 días. Contiene cd) Ed. Olé libros.
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tod@s deberíamos poder hacerlo.

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[1]«Te apartas» significa que te retiras mentalmente de la situación,


dejas de añadir conceptos, ideas, creencias…

[2]«El 90 % de la comunicación es NO VERBAL»: el 50 % son los


gestos inconscientes, la postura corporal, y el 40 %, el tono de voz. A la
palabra le queda un triste 10 % de importancia en la comunicación.

[3]«Sentido propio» significa que los vínculos, las relaciones, tienen


sentido más allá de nosotros mismos, de nuestras preferencias, nuestras
expectativas, nuestros pensamientos acerca de ellas… Tienen un sentido
propio (un propósito) que resulta incognoscible para el ego y que se va
desplegando momento a momento como experiencia, no como
conocimiento intelectual.

[ÁM1]Creo que la frase no es exactamente así, y si va entrecomillada


debería ser exacta.

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