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Unidad 1

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Universidad Nacional de Tres de Febrero UNTREF VIRTUAL

Historia Americana

Unidad 1

Clase 1 - Evolución histórica de América Indígena

Introducción

Los restos humanos más antiguos encontrados en América tienen una antigüedad aproximada de
40.000 años y corresponden al Homo Sapiens. La investigación de sus orígenes dio lugar a una serie de
teorías, algunas de ellas hoy rechazadas o superadas y otras reconocidas como válidas. La variedad
lingüística y cultural de los aborígenes americanos generó especulaciones de mayor o menor seriedad y
difusión. El estado actual de los conocimientos establece que América fue poblada en diferentes
momentos, por grupos diversos que llegaron al continente con una amplia variedad de bagajes
culturales.

Estas poblaciones que se difundieron de norte a sur no conformaron un todo homogéneo. Las
excavaciones y expediciones arqueológicas han permitido encontrar y datar restos del utillaje de estos
pueblos y plantear su lento y gradual pasó del nomadismo con economía de subsistencia a una
organización de cazadores-recolectores. Las modificaciones climáticas de fines del Pleistoceno obligaron,
especialmente en Mesoamérica, a una modificación de la dieta que derivó en la recolección y
almacenamiento de semillas y la regularización del nomadismo.

Entre 6000 y 4000 a.C. algunos de los grupos humanos que habitaban América iniciaron el camino hacia
la agricultura, el progreso técnico y la sedentarización. Los primeros cultivos se desenvolvieron
fundamentalmente en tres áreas: el maíz en Mesomérica, la papa en las altas tierras andinas y la
mandioca en el Caribe. Este proceso no abarcó a todos los pueblos ni tuvo un desenvolvimiento
homogéneo.

Esa evolución de carácter heterogéneo constituye el material de estudio de esta primera


clase.

La bibliografía básica para este encuentro está compuesta por los cinco capítulos que
conforman la primera parte del volumen 1 de la Historia de América Latina editada por
Leslie Bethell y publicada por Crítica en Barcelona en 1998.

Se recomienda analizar con atenci ón los mapas incluidos en estos capítulos.

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El primer capítulo analiza la evolución histórica del área Mesoamericana en tanto el tercero
estudia la sociedad andina en los años previos a la conquista. Nuestro interés fundamental radica
en estas áreas. Los capítulos segundo, cuarto y quinto nos permiten ubicar y caracterizar a los
pobladores de otros territorios del continente americano, distinguiendo agricultores de cazadores
y recolectores, diferenciando formas de organización social y política y reconociendo rasgos
culturales originales.

Al trabajar sobre el área andina nos centramos especialmente en la organización política,


económica, social, cultural y religiosa del Tawantisuyu y su vinculación con las sociedades
preexistentes. En el segundo apartado completamos esta información con aspectos
relacionados al ayllu, célula básica de la organización andina. En el estudio de la historia
mesoamericana analizamos las profundas raíces de la civilización americana, las continuidades y
rupturas a través del tiempo y la organización política, económica, social, cultural y religiosa del
Imperio Mexica.

En el tercer apartado profundizamos un aspecto de la vida cultural revisando el sistema maya


de notación del tiempo.

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II. Núcleo temático

Chavín de Huantar, Paracas, Moche, Nazca, Recuay, Tiahuanaco y el Reino


Chimú constituyeron culturas que en diferentes tiempos y zonas, a partir del
año 1000 a.C., conformaron el mundo cultural andino.

El desarrollo de técnicas de orfebrería, textiles, cerámicas, arquitectura ornamental y


defensiva acompañaron al desarrollo agrícola y urbano de un área geográficamente muy
amplia y heterogénea. En esa zona, a mediados del siglo XV, el Tawantisuyu y su capital
Cuzco se hallaban en su período de esplendor. La formación y el mantenimiento del imperio
requirieron un ejército con servicio militar obligatorio, un amplio plan de propaganda previo a
la invasión, la imposición del culto solar y el quechua.

Organizado en cuatro suyu el imperio tuvo en el Sapa Inca su máximo jefe civil,
militar y religioso. Las unidades básicas las constituían los ayllu y estaban a cargo
de los curacas que distribuían los trabajos y se encargaban de las obras públicas.

La contribución en trabajo se denominaba mita y era una forma de reclutamiento


laboral.

Se considera que la mita, única demanda impuesta por el Estado sobre la


mayoría de sus súbditos, constituía la principal fuerza de trabajo incaica, básica
para la construcción y mantenimiento de la infraestructura del imperio y para
realizar los proyectos más importantes así como las actividades diarias. Las
tareas y obligaciones eran muy variadas.(1) El imperio no cobraba impuestos
pero la mita estaba reglamentaba en cuanto a edad, duración y tipo de trabajo.

Los ayllu tenían, antes de la expansión inca, el carácter de células primordiales


de la organización política, económica, cultural y religiosa. La posesión del
delimitado territorio era colectiva. Pero la distribución del espacio de los ayllu
implicaba una organización productiva vertical y abarcaba parcelas en diferentes
zonas geológicas con recursos complementarios.

Esta configuración en archipiélago o asentamiento disperso tenía como


sustento un ideal autárquico que requirió de un aparato de gestión, previsión
y contabilidad. Esta noción del dominio discontinuo implicó el control vertical
de diversos pisos ecológicos.

Los incas ampliaron y, al mismo tiempo, socavaron este sistema basado en la

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reciprocidad y la ayuda mutua. Construyeron terrazas de cultivo, mejoraron


las técnicas de riego y abono.

La economía estaba fuertemente regulada. Las tierras pertenecían al Inca y


era el Estado el que dirigía el trabajo de todo el imperio.

Estas características incidieron en la organización de los ayllu.

Los colonos, mitmaq en quechua, mantenían fácilmente las relaciones con su comunidad de
origen cuando las distancias eran cortas. A medida que se incrementó el poder de la
administración incaica el mitmaq estatal se transplantó a las nuevas zonas, se incrementaron
sus funciones y, paralelamente, se extendió en forma desmesurada la distancia entre el
núcleo y las colonias. De un área a otra “como parte de su estrategia para normalizar su
organización política local y su burocracia, y para superar la heterogeneidad cultural así como
para optimizar el uso de diferentes suelos ecológicos…” grupos enteros fueron movilizados.(2)

La lengua utilizada en el imperio era el quechua, pero esto no implicó que fuera la única
lengua vigente. Diversos grupos étnicos y lingüísticos subyacían por debajo de la estructura
imperial. La rápida expansión de este imperio alteró la antigua organización andina, generó
tensiones y en algunas regiones, fuertes resistencias.

(1) Villamarín, Juan y Judith Villamaría. “El trabajo indígena, su papel en la organización social y
política prehispánica y colonial” en Carmagnani, Marcello, Alicia Hernández Chávez y Ruggiero
Romano, coord. Para una historia de América III. Los Nudos (2). México D.F.: Colegio de México,
Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, 1999, 39.
(2) ibidem.

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III. Lectura crítica

Lee atentamente el texto trascripto a continuación. Reconoce los conocimientos mayas en


relación con la notación temporal y vincula este texto con la bibliografía indicada para la
clase, destacando el nivel científico alcanzado por esta civilización.

Notación del tiempo

“Las estelas, que reflejan una adoración del tiempo, se erigían previa la consulta
de los calendarios; calendarios de una maravillosa precisión, si tenemos en cuenta
que los mayas no conocían el vidrio, y por consiguiente desconocían cualquier
clase de óptica. También desconocían el reloj, el reloj de arena, la clepsidra, y
cualquier clase de instrumentos para registrar los lapsos de tiempo inferiores a la
jornada (horas, minutos, segundos), sin los cuales parece imposible obtener datos
astronómicos exactos.

Y sin embargo, la duración del año solar maya es más precisa que la de nuestro
año gregoriano: el año solar auténtico determinado por la astronomía moderna, de
365,2422 días; el año solar del calendario maya 365,2420 días; el año solar del
calendario gregoriano 365,2425 días. Mediante numerosas observaciones
nocturnas los mayas fijaron igualmente la fecha de las lunaciones, 29 y 30 días
alternativamente. Su calendario venusiano, 548 días, es igualmente de una
notable precisión, desde el momento en que la astronomía moderna fija en
583,920 días la duración de la revolución sinódica de Venus. Tales observaciones y
medidas nocturnas se efectuaban indudablemente con dos maderos cruzados,
como nos dicen los códices, sobre los cuales se apoyaba un largo tubo de jade que
permitía afinar la visual.

Además de su ingeniosidad, el secreto de las empresas astronómicas mayas reside


en la continuidad de las observaciones y en el meticuloso esmero empleado en la
notación. El Códice de Dresde, desde la página 51 hasta la 58, contiene nada
menos que 405 anotaciones relativas a las lunaciones, lo que implica
observaciones anotadas durante un plazo de treinta y tres años. En otros
documentos desaparecidos existían los registros de muchas observaciones
anotadas durante centenares de años.

Tal acumulación de datos astronómicos, metódicamente observados e


inventariados, indujo a los astrónomos mayas a establecer unas medias y a
trasladar las correcciones que tales medias suponían a los calendarios solares,
lunares y venusianos, logrando así una sorprendente y extraordinaria precisión de
cálculos.

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Las fechas mayas grabadas en las estelas no están representadas por años
solares, lunares o venusianos, sino por el número de días transcurridos desde un
punto de partida cronológico (baktun 13), establecido en un pasado bastante
remoto, puesto que su trascripción nos remonta al año 3113 a.d.JC.

Para contar y anotar los días, los mayas naturalmente imaginaron cifras. Un punto
expresa la unidad; una línea, cinco unidades. Más para cálculos de gran alcance
inventaron un sistema de posición: el cero. Los mayas fueron los primeros del
mundo en emplear el concepto del cero. Su sistema de cálculo era vigesimal, es
decir contaban de veinte en veinte, y su progresión numérica iba de abajo arriba.
Lo cual significa que el desplazamiento de una cifra –punto, línea o combinación
de ambas cosas – hacia lo alto multiplica automáticamente la misma cifra por
veinte. Así, un punto en el extremo inferior de la escala vigesimal tiene el valor de
una unidad; una línea el de cinco. En el primer grado de la hilera superior, el
punto se convierte en: 1x20=20, y la línea: 5x20=100. En el grado siguiente, el
segundo, un punto significa: 1x20x20=400, y la línea: 5x20x20=2000; en el
tercer grado, el punto tiene el valor siguiente: 1x20x20x20=8000, etcétera.

Para llegar al cómputo del tiempo basado en el año solar, los sacerdotes
astrónomos mayas modificaron ligeramente el valor de la escala vigesimal, pero
sólo por lo que respecta a la notación de las fechas. Cada grado lleva un nombre
particular y se identifica con un glifo especial.

= 1x20x18x20x20= 144,000 días, 400 años numéricos, o sea 1


baktun
= 1x20x18x20= 7200 días, o sea, 20 años numéricos, o también 1
katun
= 1x20x18= 3600 días, o sea, 1 año numérico, o también 1 tun
= 1x20= 20 días, o sea, un mes, o también 1 uinal
= 1 día, o también un kin.

Cuando hemos escrito que los mayas erigían una estela al final de cada katun, es
decir, cada veinte años, y al final de cada hotun, período de cinco años, debimos
precisar que se trataba de años numéricos de 360 días. Ese sistema de cómputo
del tiempo transcurrido, bastante convencional, fue el practicado por los mayas del
período clásico para precisar la fecha de erección de sus monumentos y esta
indicado con el término de «cuenta larga» o también «serie inicial». La progresión
matemática vigesimal hacia lo alto era ilimitada y todos los cálculos eran posibles.
En nuestro esquema nos hemos limitado al batkun, el siglo maya, porque las
notaciones del tiempo grabadas en los monumentos no van más allá, por lo
menos, empleándolo como múltiplo.

Por otra parte, diversas fuentes, y especialmente todos los cálculos y cómputos
inversos, nos enseñan que el punto cronológico de partida de los mayas era un
batkun 13. Se ha supuesto que esa remota fecha conmemorase quizá un suceso

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mítico – la creación del mundo – o que tuviese acaso un significado esotérico.


Ahora bien, hemos demostrado en uno de nuestros trabajos que baktun 13 era el
apelativo de un ciclo correspondiente a los límites del tiempo maya, tiempo
organizado y subdividido en un universo cuatripartito. De este modo se aclara la
leyenda de la América central que habla de la desaparición de los Cuatro Mundos,
o también de los Cuatro Soles; el advenimiento de la dicha fecha fatídica habría
provocado la desaparición de la civilización de los mayas clásicos y el abandono de
las grandes ciudades sagradas. Habría aterrorizado a la población del mismo
modo, aunque con efectos más amplios, que la llegada del año 1000 aterrorizó a
las gentes de nuestra Edad Media.

Es interesante observar que este desconcertante batkun 13 está representado por


Quiriguá, y esto sin sombra de equívocos, al frente de la inscripción jeroglífica de
la estela C, en su cara oriental. Hecho desacostumbrado, pero es que Quiriguá se
complace en detalles excepcionales.

Los glifos mayas tienen la particularidad de revestir dos formas para un mismo
asunto, ya sea la de una abstracción geométrica, que es la más habitual, ya sea la
de una cabeza de dios, de hombre o de animal. Las cifras anotadas generalmente
con puntos y líneas, se presentan también bajo forma de un glifo que representa
la cabeza del dios de la cifra en cuestión. Esta anotación es rarísima; y, sin
embargo, la encontramos en Quiriguá, en las estelas J y F. En cuanto a las
unidades de tiempo, un kin, un uinal, untun, o un katun, están indistintamente
representadas por glifos simbólicos, que no evocan en ningún detalle lo que
intentan expresar, o también por glifos cefalomorfos.

Ahora bien, en la estela D, en el bloque zoomorfo B y en el altar del bloque O, los


glifos de las unidades de tiempo están constituidos por seres humanos o por
animales reproducidos por entero. Una vez más Quiriguá se caracteriza por sus
excepciones.”

Pierre Ivanoff. Civilizaciones mayas y aztecas. Valencia, España: Mas-Ivars


editores, 1972, pp.46-49.

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IV. Guía de estudio

Al finalizar la lectura de la clase, la bibliografía básica, las lecturas complementarias y los


textos seleccionados se debe estar en condiciones de elaborar un discurso propio integrador
sobre las siguientes cuestiones:

a. Teorías sobre el poblamiento de América


b. Estado actual de los conocimientos con respecto al poblamiento de América
c. Evolución histórica del Área Mesoamericana. Organización del imperio azteca
d. Evolución histórica del Área Andina. Organización del Tawantisuyu
e. Características de los pueblos indígenas que habitaban sur y centro América

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V. Conclusión

El estudio de la América Precolombina implica una serie de problemas que subsisten hoy en
día. Nos limitaremos a comentar sólo algunos aspectos vinculados a esta temática.

Uno de los problemas, de larga data, es el saqueo, la destrucción intencional o


no, el abandono y la desidia gubernamental que gran parte de los restos
materiales de las civilizaciones americanas han padecido y padecen.

Otro se deriva directamente de la conquista y es el manejo de las fuentes escritas


provenientes de los conquistadores y sus visiones de la realidad americana que,
durante largos siglos, monopolizaron el conocimiento de la historia local.

Estos problemas requieren para su solución un intenso trabajo multidisciplinar


que involucre a historiadores, arqueólogos, etnólogos, lingüistas, entre otros y
una difusión de los conocimientos que permita revalorizar la cultura autóctona
americana e incida en las políticas de los diferentes estados.

Esta primera clase tiene por objetivos específicos el reconocimiento de la


variedad cultural americana y el conocimiento de sus características y
circunstancias previas al choque que implicó la llegada de los europeos al
continente.

América no estaba deshabitada en 1492 y tampoco estaba habitada por un


pueblo único con características homogéneas.

Culturas con formas artísticas y literarias originales, complejos sistemas de


escritura, avanzados conocimientos científicos se desenvolvían en el
continente. El conocimiento y reconocimiento de esta realidad es
imprescindible para la comprensión de la historia americana de los siglos
posteriores a su descubrimiento por parte de las potencias atlánticas
europeas.

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Clase 2 - La expansión peninsular y América.


Descubrimiento y conquista

Introducción

En la primera clase nos referimos específicamente a la evolución histórica de América


indígena.

En esta segunda clase nos detenemos en la expansión peninsular en su relación


con el continente americano, específicamente al descubrimiento y la conquista.

América fue incluida en el siglo XV en la expansión europea que afectó también a Asia y a
África. La realidad americana, múltiple y heterogénea, ya ha sido planteada. La conquista
implicó la implantación en el continente de formas de organización socioeconómicas vigentes
en Europa, algunas de ellas ya no válidas en el continente. Se recreó en América la sociedad
europea, sus ciudades y su sociedad compleja. Pero se necesitó una profunda adaptación a la
realidad local marcada por la pervivencia de antiguas estructuras sociales y económicas.

América abrió a los peninsulares las puertas para el enriquecimiento y la posibilidad de


obtener un lugar en la sociedad. La monarquía castellana generó una gran burocracia para
garantizarse el control económico y social pues le resultaba imprescindible monopolizar el
acceso a la riqueza. Consecuentemente, los conflictos jurisdiccionales fueron constantes e
intensos.

A los viajes emprendidos por Cristóbal Colón se sumaron los realizados por, entre otros
Alonso de Ojeda, Martín Alonso Pinzón, Rodrigo de Bastidas, que ampliaron los territorios
conocidos a Venezuela, las bocas del Amazonas, Panamá, etc. La búsqueda de un paso
interoceánico en las expediciones de Vasco Núñez de Balboa, Juan Díaz de Solís y Fernando
de Magallanes significó un avance notable en el proceso de expansión. Las primeras
fundaciones españolas, Navidad, La Isabela, Santo Domingo, Haití, Cuba constituyeron un
centro de irradiación. Desde allí se expandieron a Puerto Rico, el Darién, el Golfo de
Maracaibo, Panamá. Posteriormente, hacia La Florida, el Mar del Sur y México. Las islas del
Caribe constituyeron el núcleo inicial de la conquista y moldearon, en muchos aspectos, al
proceso expansivo y de dominación posterior.

El ciclo de grandes conquistadores tuvo en Hernán Cortés, conquistador de


México, y en Francisco Pizarro y Diego de Almagro, conquistadores del
imperio Incaico, sus máximos exponentes.
Tras estas victorias la corona procedió a la organización de los territorios.
En 1534 se creó el virreinato de México con Antonio de Mendoza y en 1542, el
de Perú con Blasco Núñez de Balboa, más extenso aún.
Entre los conquistadores debe incluirse también a Jiménez de Quesada que

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avanzó sobre Colombia en 1530, a Diego de Valdivia y a Villagra que


conquistaron Chile en 1550 y a Pedro de Mendoza, Juan de Ayolas, Domingo
Martínez de Irala en el Río de la Plata.

Además de las empresas castellanas debemos mencionar las expediciones francesas y


británicas en América del Norte y, fundamentalmente, las portuguesas. Ya en el siglo XIV la
expansión turca amenazaba el comercio oriental y llevó al portugués Enrique el navegante a
plantearse la posibilidad de circunnavegar África. Durante el siglo XV y con el respaldo de las
donaciones pontificias que les autorizaban a someter y esclavizar infieles los portugueses
avanzaron en su expansión que incluyó la isla de Madeira, las Azores, el cabo Bojador, el
cabo Blanco, la Isla de Cabo Verde. En 1488 Bartolomé Díaz arribó al Cabo de Buena
Esperanza y 1498 Vasco da Gama llegó a Calicut. Puerta de acceso al enorme centro
comercial que era la India. Este imperio luso-asiático-africano incluyó a partir del 1500 tierras
en América al arribar Pedro Álvarez de Cabral al Brasil. Los portugueses monopolizaban el
comercio con Oriente y lo controlaban con expediciones armadas. Se proveían de oro en
Guinea, Sudán y Brasil sin intermediarios. Su imperio se extendió a Ceilán, Malaca,
Sumatra, Java, Malucas e incluyó factorías en China y Japón. Sus centros principales fueron
Lisboa y Oporto.

La bibliografía básica para esta clase está compuesta por dos capítulos de la
segunda parte del volumen 1 de la Historia de América Latina editada por
Leslie Bethell y por un extracto, incluido en la Biblioteca de UNTreF Virtual,
de una de las cartas que Hernán Cortés escribió al Rey Carlos I en la que
describe a Tenochtitlán, capital del imperio azteca.

La lectura de este texto se completa con el documento incluido en el tercer


apartado que hace referencia a la conquista de Chile.

El capítulo 6 de la segunda parte del volumen 1 de la Historia de América Latina, obra


de J. H. Elliot, se refiere a la conquista y la colonización de la América española. Este
capítulo es fundamental para la comprensión de estos procesos y plantea temas que se
retoman en otras unidades posteriores, como el trabajo indígena y la organización
territorial.

El capítulo 8 remite a la colonización portuguesa del Brasil, sus características y etapas.


Su autor es H. B. Jonson. Estos capítulos permiten insertar el proceso de la conquista
en el contexto internacional, especialmente el peninsular y analizan la expansión
territorial y las formas de dominio previas a la conquista de América. Resulta
conveniente analizar los mapas correspondientes a esta etapa vinculándolos con los de
América indígena. Es fundamental al estudiar este período analizar las bases legales
que fueron consideradas fundamentos válidos para la conquista y que analizamos en el
segundo apartado. Debemos destacar también la vinculación Corona - actividad
privada, los viajes descubridores, la conquista de las diferentes áreas, la figura del
conquistador y la conformación de la hueste indiana, y la disputa por el dominio del
territorio.

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II. Núcleo temático

El descubrimiento de América planteó en forma inmediata el problema de la incorporación de


los territorios hallados. La anexión de estas tierras a la Corona de Castilla requería, además
del descubrimiento y la posesión, títulos que la avalaran.

En el siglo XV mantenía su vigencia aún la importancia del Papado en la confirmación y


concesión exclusiva de territorios, incluso poblados. Alejandro VI, de origen aragonés, era
Papa en ese período y a él acudieron los Reyes Católicos para garantizar su dominio sobre los
nuevos territorios.

La rapidez para iniciar las tratativas y la fuerza puesta en ellas apuntaban


fundamentalmente a frenar a Portugal, el rival más temido en ese momento.

Varios fueron los documentos provistos por el papado. La primera Bula Inter
caetera otorgada por Alejandro VI establecía la donación de islas y tierras
descubiertas y desconocidas hacia occidente que no estuviesen bajo dominio de
un príncipe cristiano con el deber de cristianizar a sus habitantes.

Una segunda Inter caetera siguió a la primera y en ésta a la donación se


incorporaba la demarcación territorial. Una línea imaginaria a 100 leguas al oeste
de las Islas Azores establecía la partición de los territorios entre las coronas de
Castilla y Portugal.

En su texto Alejandro VI especificaba:

Sabemos que ya hace tiempo teníais el propósito de explorar y descubrir algunas islas y
tierras firmes, remotas e incógnitas y por ningún otro descubiertas, con objeto de inducir a
sus habitantes a que adoren a nuestro Redentor y profesen la fe católica. (1)

Una tercera bula Inter caetera, la Eximiae devotionis que se firmó también en
1493, establecía contundentemente que los privilegios y facultades concedidos a
Castilla eran equivalentes a los otorgados en documentos similares a Portugal.
La Bula Dudum siquidem amplió la donación inicial hasta las tierras de la India.

Con estas bulas el Papa Alejandro no innovaba sino que continuaba una tradición pontificia.
En 1344 Clemente V había otorgado a Luis de la Cerda las Islas Canarias y en 1454 Nicolás V
había donado a Portugal islas y puertos en el continente africano desde el Cabo Bojador hasta
Guinea. Esta donación se había completado con otras realizadas en 1459 y 1481 que
imponían, también, la predicación del Evangelio a los naturales que habitaban las tierras

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concedidas.

El descubrimiento y las bulas papales no impidieron los conflictos entre castellanos y


portugueses. En 1479 ambas coronas habían firmado el tratado de Alcaçovas-Toledo que
establecía para Castilla las Islas Canarias y para Portugal el monopolio de explotación,
colonización y comercio de la costa occidental de Guinea y la posesión de las islas Azores y de
Cabo Verde. Producido ya el descubrimiento de América ambas coronas firmaron un nuevo
tratado en Tordesillas en junio de 1494 que pactó la línea divisoria a 370 leguas al oeste de
las islas de Cabo Verde, otorgando a Castilla la zona occidental y correspondiendo a Portugal
la zona oriental.

Además de estos documentos que buscaban garantizar el dominio de la Corona en


estas tierras, los reyes utilizaron diversos instrumentos para el control y la
organización de sus dominios. La Capitulación fue uno de los instrumentos jurídicos
que posibilitaron el control de funcionarios y territorios. Eran contratos en los que
se fijaban los fines, medios, ventajas y las condiciones exigidas por la corona.

En las Capitulaciones de Santa Fe constaban los títulos del rey y el permiso


para descubrir, conquistar y colonizar; las obligaciones del jefe de la
expedición, las mercedes reales y las condiciones que esas mercedes
imponían.

Otorgaban amplia libertad en cuanto a la organización e incluían el tema de la


conversión y evangelización, de los indígenas y el buen trato que debían
tenerse para con ellos.

Firmadas en Santa Fe, en un campamento frente a Granada, el 17 abril 1492


otorgaban a Cristóbal Colón los títulos de almirante vitalicio y hereditario a
perpetuidad de islas y tierras a descubrir; virrey y capitán general, con
posibilidad de presentar ternas y juez en las causas comerciales.

Obtenía un décimo de las ganancias que se acrecentaba con un octavo por la


aportación de un octavo de los gastos.

Realizado ya el descubrimiento, y a medida que avanzó la conquista, nuevos


documentos buscaron reglamentar funciones y funcionarios.

(1) LLorca, B., R. García-Villoslada, P. de Leturia y F.J. Montalban. Historia de la Iglesia


Católica.Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1960. Tomo III, 473

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III. Lectura crítica

Lee atentamente la carta trascripta a continuación. Vincula este texto con la bibliografía
indicada para la conquista de América.

1550 - Diego de Valdivia hace relación al Emperador de sus trabajos y


luchas para poblar Chile

“El mes de septiembre adelante, del mismo año 544, sabiendo la voluntad con que
el capitán y piloto Juan Bautista de Pastene había venido, y se me ofrecía a servir
a V. M. y a mí, en su cesáreo nombre y la autoridad que tenía de piloto y su
prudencia y experiencia de la navegación de esta mar y descubrimiento de tierras
nuevas, y todas las demás partes que se requerían para lo que convenía al servicio
de V. M. y al bien de todos sus vasallos y de esta tierra, le hice mi Teniente
general en la mar, enviándole luego a que se descubriese ciento cincuenta y dos
leguas de costa hacia el Estrecho de Magallanes y me trajese lenguas de toda ella,
y así lo puso por obra, y en todo el dicho mes, fue y vino con el recaudo que, de
parte de V. M. le encargué.

Oída la relación que el capitán y los que con él fueron, me daban de la navegación
que hicieron y posesión que se tomó, y prosperidad de la tierra, abundancia de
gente y ganado y las que las lenguas que trajo me dieron, trabajé de echar a las
minas la anaconcillas e indias de nuestro servicios que trajimos del Perú, que por
ayudarnos lo hacían de buena gana, que no fue pequeño trabajo, que serían hasta
quinientas personas y con nuestros caballos les acarreábamos la comida desde la
ciudad que está doce leguas de ellas, partiendo por medio con ellas, la que
teníamos para la sustentación de nuestros hijos y nuestra, que la habíamos
sembrado y cogido con nuestras propias manos y trabajo; todo esto se hacía para
poder tornar a enviar mensajeros a Vuestra Majestad a dar cuenta y razón de mí y
de la tierra, y al Perú, a que me trajesen más socorro para entrar a poblarla,
porque no llevando oro, era imposible traer un hombre, y aun con ello no se
trabajaría poco, cuando se sacasen algunos según la excepción y largura que han
tenido los españoles en aquellas provincias y fama que había cobrado esta tierra.

Anduvieron en las minas nueve meses de demora, sacáronse hasta sesenta mil
castellanos o poco más; acordé de despachar a las capitanes Alonso de Monroy y
Juan Bautista de Pastene con su navío, para que el uno por tierra y el otro por
mar trabajasen de traerme socorro de gente, caballos y armas, y en este navío
envié a un Antonio de Ulloa, natural de Cáceres, por ser tenido por caballero e
hijodalgo, por mensajero con los despachos para V. M.; en ellos daba relación de
lo que hasta allí había de que darla de mí, de la conquista, población y

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descubrimiento de la tierra; entre lo tres y otros dos mercaderes, que también


fueron a traer cosas necesarias, se distribuyó el oro que se había sacado para que
el Ulloa tuviese con qué ir a V. M. y los capitanes y los mercaderes algún resollo
para traer el socorro que pudiesen.

En lo que entendí con la gente que tenía, en tanto que parte de ella atendía al
sacar del oro y guardia de nuestras piezas, fue en poblar la ciudad de la Serena a
la costa del mar, en un muy buen puerto en el valle que se dice Coquimbo, por ser
en la mitad del camino que hay del valle Copiapo a donde está poblada la de
Santiago, que es la puerta para que pudiese venir la gente del Perú y a servir a V.
M. a estas provincias sin riesgo, y fui a ella y fundose el Cabildo y Justicia, y puse
un teniente y de allí, a los 4 de septiembre de 545 años, despaché a los
mensajeros y nao dicha, con quedar confiado, que, al más tardar, tenía repuesta
de Alonso de Monroy dentro de siete u ocho meses, y para esto llevó indios de
esta tierra que se ofrecían a venir del Perú a donde yo estuviese, con cartas, en
cuatro meses y en menos.

Hecho el navío a la vela de la ciudad de la Serena, dejando buena guardia en


ellas, di la vuelta a la de Santiago, el enero delante de 546; di orden de que se
tornase a sacar algún oro como en la demora pasada, porque ya aquel año se
cogió más número de trigo que los pasados y porque me pareció no podía tardar el
socorro, determiné entrar descubriendo cincuenta leguas la tierra adentro por ver
dónde podía poblar otra ciudad, venidos que fuesen los capitanes, que había
enviado, con gente; apercibí sesenta de caballo bien armados y a la ligera y puse
por obra mi descubrimiento, dejando recaudo para que se sacase oro en tanto que
iba y volvía con la ayuda de Dios, teniendo por mi estaba más lejos el principio de
la tierra poblada, de donde la hallé.

A 11 de febrero del dicho año partí y caminé hasta treinta leguas que era la tierra
que nos servía, y habíamos corrido; pasadas diez leguas adelante topamos mucha
población, y, a las dieciséis, gente de guerra, y nos salían a defender los caminos
y pelear, y nosotros corríamos la tierra, y los indios que tomaba los enviaba por
mensajeros a los caciques comarcanos requiriéndolos con la paz, y un día por la
mañana salieron hasta trescientos indios a pelear con nosotros, diciendo que ya
les habían dicho lo que queríamos y que éramos pocos y nos querían matar
Aquella misma noche, al cuarto de la prima, dieron sobre nosotros siete u ocho mil
indios y peleamos con ellos mas de dos horas, y se nos defendían bravamente,
cerrados en un escuadrón, como tudescos; al fin dieron lado y matamos muchos
de ellos, y al capitán que guiaba; matáronnos dos caballos e hirieron cinco o seis,
y a otros tantos cristianos; huidos los indios, entendimos, lo que quedaba de la
noche, en curar a nuestros caballos y a nosotros, y otro día anduve cuatro leguas
y di en río muy grande, donde entra el mar, que se llama Buibui, que tiene media
legua de ancho, y visto buen sitio donde podía poblar y gran cantidad de los indios
que había, y que no podía sustentar entre ellos con tan poca gente, y supe que

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toda la tierra de esta parte y de aquella del río venía sobre mí, y a sucederme
algún revés, dejaba en aventura de perderse todo lo de atrás, di la vuelta a
Santiago dentro de cuarenta días, que salí de él, con muy gran regocijo de los que
vinieron conmigo y quedaron a la guardia de la ciudad, viendo y sabiendo,
teníamos buena tierra cerca y tan poblada, donde les podía pagar sus trabajos en
remuneración de sus servicios.

Con mi vuelta aseguraron los indios, que servían a la ciudad de Santiago y los de
los valles que servía en la Serena, que estaban algo alterados con mi ida adelante
y tenía por cierto, según eran muchos indios y nosotros pocos, nos habían de
matar a todos y con esto estaban a la mira y en espera, para, en sabiendo algo,
dar sobre los pueblos, y tornarse a alzar; quiso Dios volver sus pensamientos al
revés; luego envié a la Serena, a que supiesen de mi vuelta con la nueva de la
buena tierra que había hallado, de que no se holgaron poco. El mayo adelante,
hice sembrar gran cantidad de trigo teniendo por cierto no podía tardar gente,
porque tuviésemos todos en cantidad de comer, y así hicimos, con la ayuda de
Dios, gran cantidad de sementeras.

Había siete meses que partieron mis capitanes al Perú, y no tenía nueva cierta de
ellos, y un barco que había hecho hacer para pescar en el puerto con redes, le
hice aderezar, de manera, que pudiesen ir al Perú, siete u ocho hombres cuando
conviniese.

Yo repartí esta tierra, como poblé la ciudad de Santiago, sin tener noticia
verdadera, porque así convino para aplacar los ánimos de los conquistadores, y
desmembré los caciques por dar a cada uno quien le sirviese, y como después
anduve conquistando la tierra, trayéndola en paz, tuve la relación verdadera y vi
la poca gente que había y que estaban repartidos sesenta y tantos vecinos, los
pocos indios que había, y a no poner este remedio, estuvieran ya disipados y
muertos los más; acordé para la perpetuación de los naturales y para la
sustentación de esta ciudad, porque es la puerta de la tierra adelante, y donde se
rehace la gente que ha venido y la que viniere a poblarla y conquistarla, de
reducir los sesenta y tantos vecinos en la mitad, entre éstos repartí todos los
indios porque tuviese alguna más posibilidad para acoger en su casa a los que
viniesen a ayudarlos; hícelo esto por la buena tierra que había descubierto, y que
podía dar muy bien de comer a los vecinos, que quité los pocos indios que tenían
para repartirlos en los que quedaron, certificando a V. M. no se podía hacer cosa
más acertada ni más provechosa para que la tierra se perpetúe y sustente a V. M.
y los naturales no se disipen.”

Colección de Diarios y Relaciones para Historia de los Viajes y Descubrimientos, t.


II, Págs. 13-16 en Fernando Díaz-Plaja. La historia de España en sus documentos.
El Siglo XVI. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1958, 254-357

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IV. Guía de estudio

Al finalizar la lectura de la clase, la bibliografía básica, las lecturas complementarias y los


textos seleccionados el alumno deberá estar en condiciones de elaborar un discurso propio
integrador sobre las siguientes cuestiones:

a. La península ibérica en los siglos XV y XVI.


b. Las bases legales: tratados, Bulas Pontificias y capitulaciones previas y
posteriores a 1492.
c. El descubrimiento de América. Descubrimientos castellanos.
d. La conquista del continente americano. El área mesoamericana y el área
andina. El Río de la Plata y Chile.
e. Los descubrimientos portugueses. Características de la colonización
portuguesa en sus diferentes etapas.
f. Las consecuencias del descubrimiento.
g. Avance de franceses, ingleses y holandeses en el continente.

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V. Conclusión

El descubrimiento y la posterior conquista del continente americano implicaron


consecuencias profundas y perdurables tanto para América como para Europa. El
comercio entró en una nueva etapa de desarrollo.

La economía peninsular en primer término y la europea luego recibieron el


impacto de nuevos productos como el maíz, la papa y el tabaco y abundante
riqueza, especialmente, en metales preciosos constituidos en interés primordial
del proceso expansivo. Este impacto incluyó inestabilidad monetaria, alza de
precios, una marcada inflación y una baja en valor del oro que afectó
profundamente a la economía peninsular. La moneda perdió poder
adquisitivo, los salarios sufrieron una baja real que desembocó en desequilibrio
y crisis social. El oro americano pasó por España rumbo a Londres, Rouen,
Ambéres y Ámsterdam, donde la inflación fue más
tardía y leve.

El descubrimiento y la conquista de América hicieron evidentes tanto el


agotamiento de las potencias mediterráneas como el surgimiento de las
potencias atlánticas. Este proceso se acompañó con el ascenso político de la
burguesía. El campo intelectual también sufrió cambios. Se modificaron las
concepciones geográficas vigentes hasta ese momento. Los campos de
estudio de la zoología y la botánica crecieron notablemente. Problemas
ideológicos y teológicos requirieron replanteos, estudio y reflexión.

En 1550 finalizó la fase fundamental de la conquista española. Para esa fecha el


imperio azteca ya había sido destruido y su territorio dominado. Idéntico
destino tuvo el imperio inca. Obispados, audiencias y virreinatos fueron creados
para la administración de tierras, bienes e individuos. Las tierras americanas se
transformaron para sus metrópolis en fuentes de materias primas y, también, en
salida de sus productos.

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Clase 3 - La organización de los territorios americanos.


Conquistados y conquistadores

Introducción

La conquista creó un nuevo orden social en América. Este orden se basó en la


dominación, la jerarquía y el entrecruzamiento de europeos, indígenas y africanos.

A la influencia ibérica debemos sumar las de más de 5 millones de africanos


occidentales que marcaron la cultura y la sociedad americana, fundamentalmente
en Brasil, el Caribe y Estados Unidos. Su influencia fue sensible también en
Colombia, Venezuela, México y América Central.

El sistema colonial tuvo sus raíces en la Edad Media peninsular marcada por la reconquista
cristiana culminada en 1492 cuando los Reyes Católicos tomaron el reino de Granada, último
residuo de la dominación musulmana en ese territorio. En este contexto de la España
medieval surgió el título de Adelantado. Los adelantados ganaban tierras moras y hacían
justicia en nombre del rey. Este cargo se aplicó luego en América. Organizaban las
expediciones a su cuenta y riesgo. Gobernaban en nombre del rey y participaban en las
rentas. Fundaban fortalezas para asegurar el dominio. Podían fundar también ciudades y
designar los cargos necesarios, dividir tierras y encomendar indígenas. Exentos de
impuestos, su sueldo salía de las ganancias de la jurisdicción. Eran gobernadores, capitanes y
alguaciles. Es decir que tenían poder administrativo, político, militar y judicial. El adelantado
debía contratar soldados y pobladores. La hueste indiana era la fuerza formada para alguna
empresa importante y se conformaba después de firmada la capitulación. Se prohibió en
América la entrada de judíos, moros, conversos recientes y penados por la inquisición.

Fue imposible crear leyes e instituciones en forma inmediata para la realidad americana. Por
tanto se adaptó a América el corpus legal e institucional peninsular, fundamentalmente, el
castellano. Desde 1505 las Leyes de Toro rigieron para Castilla y América. Luego, legisló el
Consejo de Indias en nombre del rey. Además, rigieron en estos territorios ordenanzas de los
virreyes, capitanes, audiencias y cabildos que debían ser aprobadas por el rey.

Los reinos de Indias se incorporaron formalmente con Carlos I y Felipe II que crearon lazos
vasalláticos. Estos reinos conformaron una unidad territorial como Aragón o Navarra. Por este
motivo se creó en 1523 el Consejo de Indias para su administración. El poder centralizado
generó la formación de una casta de burócratas que creció en número e importancia con el
transcurrir del tiempo. El descubrimiento, la conquista y la colonización constituyeron una
empresa de carácter nacional que combinó la acción privada con la estatal. Con la conquista
de América, España obtuvo “un imperio donde nunca se pone el sol”. En este dominio el

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control de los metales y el comercio fue esencial y el trabajo indígena fue su fundamento.

El acento está puesto en esta oportunidad en la organización del territorio americano


conquistado por castellanos y lusitanos y, especialmente, en las consecuencias que la
conquista tuvo para los indígenas americanos y los vínculos que se establecieron entre la
población local y los conquistadores.

La bibliografía básica para esta clase está compuesta por los capítulos que se
trabajaron en la clase anterior y el capítulo siete escrito por Nathan Watchel,
del mismo tomo de la Historia de América Latina editada por Leslie Bethell. En
ese capítulo Watchel analiza el proceso de aculturación, los efectos de la
cristianización, la visión de los vencidos y la crisis de desestructuración que la
derrota produjo.

Estos temas se vinculan con la propuesta planteada en la lectura


complementaria seleccionada para esta clase. En La conquista de América. El
problema del otro editado en México por Siglo XXI en 1990, su autor Tzvetan
Todorov analiza las causas de la derrota y describe el comportamiento
simbólico indígena.

Por su parte Rolando Mellafe en La esclavitud en Hispanoamérica publicado en


Buenos Aires por la Editorial Universitaria de Buenos Aires en 1987 analiza
los orígenes, causas, características, formas y evolución de la esclavitud en
América Latina.

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II. Núcleo temático

Los justos títulos

La distancia entre la metrópolis y las tierras conquistadas puso en jaque los principios del
humanismo cristiano. El derecho y la justicia se contraponían al afán de riqueza que primaba
en la Corona y los particulares que participaron en la empresa. Debemos distinguir entre
Derecho indiano, las nuevas leyes, y el Derecho indígena, que correspondía a la
población nativa.

Se realizaron varias codificaciones para organizar la legislación relativa a los territorios


americanos. En 1680 salió a la luz la Recopilación de las Leyes de Indias de Solórzano
Pereira, oidor de la Audiencia de Lima, que ordenaba 6377 leyes en 9 tomos. Esta
recopilación tuvo en cuenta los trabajos anteriores. Sucesivas modificaciones percibimos en
estas leyes con respecto a la situación de los indígenas tras la conquista.

La conquista destruyó el orden social prehispánico. Los indígenas debieron


someterse a un nuevo régimen. Este nuevo régimen incluyó su explotación
laboral.

La encomienda comenzó en La española con el repartimiento hecho por Cristóbal


Colón para compensar a los españoles que lo acompañaban. Los indígenas fueron
obligados a realizar tareas agrarias. La corona no lo aprobó. La encomienda fue
prohibida en 1503 y luego, reimplantada. La encomienda antillana evolucionó de un
servicio personal obligatorio, no remunerado a una situación en la que los
encomenderos no tuvieron freno en su poder. Nicolás de Ovando fue quien hizo de la
encomienda un sistema de avecindamiento y laboreo. Primero voluntaria y con
derechos, posteriormente, fue obligatoria, remunerada y no vitalicia.

Las Leyes de Burgos de 1513, establecieron dos períodos por año de cinco meses con
cuarenta días de descanso entre ellos. Los indígenas debían recibir salario, vivienda y
alimento y trabajar en una jornada limitada. En el continente, Hernán Cortés repartió
indígenas a pesar de la prohibición de 1523. Se argumentaba que no cumplía
solamente una función económica sino también socio-misional.

En 1524 se dictaron Ordenanzas “de buen gobierno” y “buen trato” que establecían
la necesidad de conversión y educación de los indígenas, la no exigencia de oro, la
exclusión del trabajo en minas y la necesidad de jornadas limitadas que incluyeran
períodos de reposo, entre otras condiciones. La primera encomienda fue vitalicia. En
1536 se extendió por dos vidas y luego hasta tres. Si bien, en 1542, las Leyes Nuevas
establecieron su abolición Carlos I la aceptó en varios sitios, incluso en el Río de la
Plata. En el siglo XVIII se la fue suprimiendo gradualmente con la intención de

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acaparar los tributos para la corona, excluyendo de su usufructo a los encomenderos.

La mita, como hemos visto en la CLASE 1, existía en algunas regiones de


América antes de la conquista castellana. Y continuó tras ella.
Era un sistema laboral que planificaba el trabajo de los indígenas y los
obligaba a prestar servicios a cambio de salario o exenciones impositivas.
Fue un sistema de alquiler forzoso de mano de obra con periodicidad y varió
según las circunstancias y las regiones. Fuente de numerosos abusos fue
objeto de restricciones.

En 1619 se establecieron castigos para quienes prolongaban el período de trabajo. La mita


minera fue la más dura de todas las aplicadas. Otras mitas fueron en obrajes. En terrenos
comunales o propiedades particulares incluyeron trabajo en telares cultivos, ganadería,
servicios de carga, construcciones, chasquis.

La posibilidad de obligar a los indígenas a trabajar y su contemporánea cristianización son


aspectos fuertemente vinculados. La obligación de evangelizar planteada en la Bulas Papales
de donación que hemos analizado en la CLASE 2 motivó la introducción en América de
órdenes religiosas. Al principio predominaron las órdenes mendicantes. Recién en 1568
ingresó en el continente la Orden de Jesús de reciente creación. Entre los religiosos que
llegaron a estas tierras podemos mencionar a estudiosos como el jesuita P. Acosta y el
franciscano Bernardino de Sahagún.

Algunos de estos religiosos, como Juan Ginés de Sepúlveda, avalaron


fuertemente el accionar de los conquistadores. Otros se transformaron en
defensores de los indígenas.

Se destacan, entre ellos, su iniciador el fraile dominico Antonio de


Montesinos, Fray Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria.

Este último, notable jurista y comentarista de la Summa Theológica, negó el


valor político de la donación papal.

Bartolomé de las Casas nació en Sevilla en 1474 y estudió leyes en Salamanca.


Llegó en 1502 a América, se ordenó sacerdote y en 1522 ingresó a la orden de
los dominicos. En Cuba, gobernada por Velásquez, inició su predica. En 1515 fue
recibido por Fernando el Católico en Sevilla y por el cardenal Cisneros y Adriano
de Utrecht en Madrid en 1516. Fue él, quién preocupado por los indígenas
propuso el ingreso de esclavos africanos a América. Al volver a América en 1544
fue muy mal recibido, y llegó a negar los sacramentos a quienes no renunciaran
al tráfico de indígenas. Sufrió atentados hasta que en 1547 se embarcó
definitivamente hacia España. Retirado en un convento, escribió Historia general
de las Indias y La destrucción de las Indias.

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III. Lectura crítica

Lee atentamente el texto trascripto a continuación y realiza un breve informe que vincule su
contenido con la bibliografía correspondiente a esta clase.

1552-La protesta de Las Casas por el trato a los indios, origen principal
de la “leyenda negra”

“Brevísima relación de la destrucción de las Indias”

“Descubriéronse las Indias en el año de mil cuatrocientos noventa y dos; fuéronse


a poblar el año siguiente de cristianos españoles, por manera que ha cuarenta y
nueve años que fueron a ellas cantidad de españoles; y la primera tierra donde
entraron para hecho de poblar, fue la grande y felicísima isla Española, que
seiscientas leguas en torno. Hay otras muy grandes e infinitas islas alrededor por
todas las partes de ellas, que todas estaban, y los vimos las más pobladas y llenas
de naturales gentes, indios de ellos, que puede ser tierra poblada en el mundo. La
tierra firme, que está de esta isla por lo más cercano doscientas y cincuenta
leguas, poco más, tiene de costa de mar más de diez mil leguas descubiertas, y
cada día se descubre más; todas llenas como una colmena de gentes, en lo que
hasta el año de cuarenta y uno se ha descubierto, que parece que puso Dios en
aquellas tierras todo el golpe o la mayor cantidad de todo el linaje humano. Todas
estas universas e infinitas gentes, a todo género crió Dios los más simples, sin
maldades ni dobleces, obedientísimas, fidelísimas a sus señores naturales y a los
cristianos, a quien sirven: más humildes, más pacientes, más pacíficas y quietas:
sin rencillas ni bullicios, no risosos, no querellosos, sin rencores, sin odios, sin
desear venganzas que hay en el mundo. Son asimismo las gentes más delicadas,
flacas y tiernas en complicación, y que menos pueden sufrir trabajos, y que más
fácilmente mueren de cualquier enfermedad; que ni hijos de príncipes y señores,
entre nosotros criados en regalos y delicada vida; no son más delicados que ellos,
aunque sea gente paupérrima, y que menos poseen ni quieren poseer de bienes
temporales, y por esto no soberbias, no ambiciosas, no codiciosas. Su comida es
tal, que la de los Santos padres en el desierto no parece haber sido más estrecha
ni menos deleitosa ni pobre. Sus vestidos comúnmente son en cueros, cubiertas
sus vergüenzas: y, cuando mucho, cúbrese con una manta de algodón, que será
como vara y media o dos varas de lienza de cuadra. Sus camas son encima de
una estera, y cuando mucho, duermen en unas como redes colgadas en lengua de
la isla Española llaman hamacas. Son eso mismo de limpios y desocupados y vivos
entendimientos, muy capaces y dóciles para toda buena doctrina, aptísimos para
recibir nuestra santa fe católica y ser dotados de virtuosas costumbres, las que
menos impedimentos tienen para esto que Dios crió en el mundo, y son tan

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importunas desde que una vez comienzan a tener noticia de las cosas de la fe
para saberlas y en ejercitar los sacramentos de la iglesia y el culto divino, que
digo verdad que han menester los religiosos para sufrirlos ser dotados por Dios de
don muy señalado de paciencia; finalmente, yo he oído decir a muchos seglares
españoles de muchos años acá, y muchas veces, no pudiendo negar la bondad que
en ellos ven; cierto, estas gentes eran las más bienaventuradas del mundo si
solamente conocieran a Dios. En estas ovejas mansas y de las calidades
susodichas, por su hacedor y criador así dotadas, entraron los españoles, desde
luego que las conocieron, como lobos y tigres y leones crudelísimos de muchos
días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte hasta
hoy, y hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas,
afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas y varias, y nunca
otras tales vistas ni leídas y oídas maneras de crueldad: de las cuales algunas
pocas abajo dirán, en tanto grado, que habiendo en la isla Española sobre tres
cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales de ellas doscientas
personas. La isla de Cuba es quizás tan luenga como desde Valladolid a Roma;
está hoy casi despoblada. La isla de San Juan y la de Jamaica, islas muy grandes
y muy felices y graciosas, ambas están asoladas. Las islas de los Lacayos que
están comarcanas a la Española y a Cuba por la parte del Norte, que son más de
sesenta con las que llamaban de Gigantes y otras islas grandes y chicas, y que la
peor de ellas es más fértil y graciosa que la huerta del Rey de Sevilla y las más
sana tierra del mundo, en las cuales había más de quinientas mil ánimas; no hay
hoy una sola criatura. Todas las mataron trayéndolas y por traerlas a la isla
Española, después que veían que se les acababan los naturales de ella. Andando
un navío tres años a rebuscar por ellas las gentes que había, después de haber
sido vendimiadas porque un buen espía no se movió por piedad para los que se
hallasen convertirlos y ganarlos a Cristo, no se hallaron sino once personas, las
cuales yo vi. Detrás más de treinta islas que están en comarca de la isla de San
Juan, por la misma causa están despobladas y perdidas. Serán todas estas islas de
tierra más de dos mil leguas, que todas están despobladas y desiertas de gente.
De la gran tierra firme somos ciertos que nuestros españoles, por sus crueldades y
nefandas obras, han despoblado y asolado, y que están hoy desiertas, estando
llenas de hombres racionales más de diez reinos mayores que toda España,
aunque entre Aragón y Portugal en ellos, y más tierra que hay de Sevilla a
Jerusalén dos veces, que son más de dos mil leguas.

Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son muertas en los dichos
cuarenta años, por las dichas tiranías e infernales obras de los cristianos, injusta y
tiránicamente, más de doce cuentos de ánimas hombres y mujeres y niños, y en
verdad que creo, sin pensar engañarme, que son más de cinco cuentos.

Dos maneras generales y principales han tenido los que allá han pasado, que se
llaman cristianos, en extirpar y raer de haz de la tierra aquellas miserandas

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naciones. La una por injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras. La otra


después que han muerto todos los que podrían anhelar o sospechar o pensar en
libertad, o en salir de los tormentos que padecen, como son todos los señores
naturales y los hombre varones (porque comúnmente no dejan en las guerras a
vida sino a los mozos y mujeres) oprimiéndoles con las más dura, horrible y
áspera servidumbre en que jamás hombres ni bestias pudieron ser puestas. A
estas dos maneras de tiranía infernal se reducen y se resuelven o subalternan
como géneros a todas las diversas y varias de asolar aquellas gentes que son
infinitas.

La causa porque han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de
ánimas, los cristianos, ha sido solamente por tener por su fin último el oro y
henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin
proporción de sus personas (conviene a saber) por la insaciable codicia y ambición
que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo, por ser aquellas
tierras tan felices y tan ricas, y las gentes tan humildes, tan pacientes y tan fáciles
a sujetarlas, a las cuales no han tenido más respecto ni de ellas han hecho más
cuenta ni estima (hablo con verdad por lo que sé y he visto todo el tiempo), no
digo que de bestias (porque pluguiera a Dios que como a bestias las hubieran
tratado y estimado), pero como y menos que estiércol de las plazas. Y así han
curado de sus vidas y de sus ánimas, y por estos todos los números y cuentos
dichos han muerto sin fe y sacramentos. Y éstas es una muy notoria y averiguada
verdad, que todos, aunque sean los tiranos y matadores, la saben y la confiesan,
que nunca los indios de todas las Indias hicieron mal alguno a cristianos, antes los
tuvieron por venidos del cielo, hasta que primero muchas veces, hubieron recibido
de ellos o sus vecinos muchos males, robos, muertes, violencias y vejaciones de
ellos mismos.”

C.D.I.H.E., t. 71 en Fernando Díaz-Plaja. La historia de España en sus


documentos. El Siglo XVI. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1958, 364-367.

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IV. Guía de estudio

Al finalizar la lectura de la clase, la bibliografía básica, las lecturas complementarias y los


textos seleccionados el alumno deberá estar en condiciones de elaborar un discurso propio
integrador sobre las siguientes cuestiones:

La organización institucional de la América hispana. Autoridades residentes


en la península y residentes en América. Funciones. Juicios de residencia y
Visitas.
La organización socioeconómica de la América española.
Iglesia y Corona. El Real Patronato.
La organización institucional de la América lusitana. Autoridades residentes
en la península y residentes en Hispanoamérica.
La organización socioeconómica del Brasil.
Los indígenas. La legislación protectora. El debate por los Justos Títulos. El
trabajo indígena. Encomienda, mita, repartimiento. La guerra justa.
La introducción de la esclavitud africana en América.

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V. Conclusión

La obtención de dominio y riqueza para la corona y el reparto del botín entre los
conquistadores pusieron al indígena y a su fuerza laboral en el centro del problema.
Entre su posición como vasallos libres y tributarios y la vigencia de la encomienda
como fuerza vertebradora de la colonización la situación indígena derivó en su
explotación como fuerza laboral. El descenso demográfico, en el área circuncaribe
primero, y en el continente luego, hizo evidente el fracaso de una legislación que
buscó, en teoría, limitar abusos.

La polémica fue intensa. La corona osciló entre los defensores de la “guerra


justa” y quienes atacaron a los encomenderos para defender a los indígenas.
Las Leyes de Burgos, el Requerimiento del Dr. Palacios Rubios, las Leyes Nuevas y las
Ordenanzas de Juan de Ovando forman parte de esta indefinición. Cristianizar resultaba
imprescindible para justificar la conquista y proteger a los nativos era prácticamente
imposible cuando el objetivo fundamental era incrementar las ganancias. Una de las
soluciones propuestas fue el ingreso de esclavos africanos al continente como fuerza
laboral.

El impacto de la conquista significó la desestructuración demográfica, social, cultural y


religiosa de amplias zonas del continente. Nuevas formas de tributo, la introducción de
la moneda y la economía de mercado afectaron profundamente la organización previa.
Esté proceso no fue homogéneo. Visibles diferencias existieron entre los estados
poderosos devenidos en centros de colonización y las zonas de frontera y su
prolongada resistencia. Estas diferencias marcaron el proceso colonizador y la
evolución histórica de los diversos territorios.

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