C Viii: Apítulo
C Viii: Apítulo
C Viii: Apítulo
Capítulo VIII
LA REFORMA JUDICIAL EN MÉXICO:
¿DE DÓNDE VIENE?, ¿HACIA DÓNDE VA?*
I. Introducción
Durante las dos décadas anteriores, los países de América Latina se han visto
forzados a reorientar sus políticas económicas hacia mercados cada vez más
abiertos e integrados, y muchos de ellos han retornado a la democracia des-
pués de un periodo de gobierno militar o, como en el caso de México, des-
pués de décadas de gobierno autoritario. En este contexto, la reforma judicial
y el Estado de derecho se consideran como elementos indispensables para
consolidar la liberalización económica y la democratización política.793 En
consecuencia, muchos países latinoamericanos han iniciado un proceso de
transformación de sus sistemas judiciales, frecuentemente con la promoción
y el apoyo de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Uni-
dos (USAID) y los organismos financieros internacionales, como el Banco
Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. Si bien los resultados no
han sido satisfactorios hasta ahora,794 es improbable que el proceso de refor-
ma se detenga por completo, en la medida que se siga viendo como pieza de
un proceso más amplio de modernización institucional.
En México, el Poder Judicial, más que tercer poder, era considerado
un poder de tercera, es decir, que no actuaba en relación de paridad con
el Ejecutivo y el Legislativo, sino que ocupaba un tercer sitio en términos
de autoridad institucional, prestigio social y recursos económicos. En otro
trabajo he intentado documentar de qué manera los factores históricos, las
realidades políticas y los constreñimientos operativos contribuyeron a la de-
*
El autor agradece los comentarios y observaciones de José Antonio Caballero, Miguel
Carbonell, José Ramón Cossío, Joaquín González Casanova, Jacqueline Martínez; del mismo
modo agradece también las numerosas observaciones de los editores del texto en inglés, en
especial a Erik Jensen. Por último, se declara en deuda con María Antonia Mendieta Bello por
su inestimable ayuda para obtener y procesar los datos que se presentan en el Cuadro 8.2.
793
Carothers (1998).
794
Hammergren (1998, 21 y ss.), Prillaman (2000, 8, 163 y ss.), Pásara (2002, 369 y ss.).
317
bilidad relativa del Poder Judicial en México hasta tiempos recientes.795 Sin
embargo, el descuido oficial de la administración de justicia empezó a cam-
biar paulatinamente en los años ochenta. En 1987, por ejemplo, se produjo
una reforma constitucional que no solamente confirió mayores facultades a
la Suprema Corte de Justicia y al Poder Judicial de la Federación, sino que
también incorporó en la Constitución garantías y lineamientos mínimos
para los Poderes Judiciales de las entidades federativas. Pero lo más impor-
tante es que el Poder Judicial de la Federación comenzó a recibir mayores
recursos financieros, si bien en un inicio esto fue producto de una decisión
presidencial y no de la política judicial. Así, el ex presidente Miguel de la
Madrid nos ofrece el siguiente testimonio sobre la relación del Ejecutivo con
el Poder Judicial federal durante su periodo de gobierno (1982-1988):
De la Madrid (1998, 24, 25). A partir de este testimonio podría sentirse la tentación de
796
pensar que las convicciones o caprichos personales del Presidente de la República fueron la
razón principal para que se incrementaran los recursos del Poder Judicial. Sin embargo, es
un hecho que el gobierno del presidente De la Madrid no sólo puso en marcha la liberaliza-
ción económica, sino que llevó adelante una política bastante sistemática de reforma jurídica
y judicial. Véase Sáenz Arroyo (1988, 137-296).
Véase Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, México, 9ª época, vol. VIII, octubre
797
Corte de Justicia y que muestran tanto el nuevo poder que ésta ha adquirido
como sus límites:
En 1999, el presidente de la Suprema Corte, con el apoyo de los demás
ministros, logró convencer al Presidente de la República y al Congreso de la
Unión de la aprobación de una reforma constitucional que revertía algunos
aspectos importantes de la reforma judicial de 1994, sometiendo al Conse-
jo de la Judicatura Federal al control de la propia Corte. De este modo, la
Suprema Corte recobró parte de la autoridad e influencia dentro del Poder
Judicial de la Federación que había perdido a manos del Consejo. Debe
hacerse notar que el Presidente de la República en aquel entonces era el
mismo que propuso la reforma de diciembre de 1994.
A fines del mismo año, la Suprema Corte, por iniciativa propia,799 esta-
bleció una comisión integrada por jueces federales, abogados y académicos
que se encargaría de elaborar un proyecto de nueva Ley de Amparo. La
comisión trabajó arduamente durante un año, analizando y sistematizando
varios cientos de propuestas presentadas por la profesión jurídica. El pro-
yecto elaborado por la comisión fue presentado y discutido en un congre-
so jurídico nacional a fines del 2000 y, después de una revisión a cargo de
los ministros mismos, se hizo llegar a las instancias correspondientes.800 El
proyecto contiene importantes innovaciones técnicas, pero el aspecto más
significativo es que se propone dar mayor fuerza a las resoluciones del Poder
Judicial a través de la declaración general de inconstitucionalidad y de la
llamada declaración de interpretación conforme. Aunque la doctrina se ha
pronunciado desde hace tiempo sobre la conveniencia de estos cambios,801
hasta comienzos de 2003 ni el Presidente de la República ni los miembros
Congreso de la Unión habían adoptado formalmente el proyecto. Este re-
chazo tácito a la aprobación del proyecto de la Corte puede deberse a la
existencia de temas públicos de mayor urgencia, así como a la necesidad de
examinar con cuidado la propuesta misma, pero quizá se deba también a
una cierta resistencia a otorgar aún mayor poder y más recursos a los tribu-
nales federales.
Finalmente, a fines del año 2000, el presidente de la Suprema Corte,
ministro Genaro David Góngora Pimentel, empezó a señalar públicamente
su desacuerdo con el proyecto de presupuesto judicial para el año 2001. En
su informe de labores correspondiente a ese año dijo lo siguiente:
Véase el análisis detallado del proyecto de nueva Ley de Amparo de Zaldívar Lelo de
801
Larrea (2002).
Lo diré muy claro: hacen falta más recursos personales y materiales, esto es, más dinero en
el presupuesto, para contar con más jueces, más tribunales, mayor capacitación del personal
y más herramientas modernas, como computadoras y otros instrumentos de trabajo [...] Sin
exagerar, tenemos un presupuesto más que tercermundista, si consideramos
que no alcanza ni el 1% respecto del Presupuesto de Egresos de la Federa-
ción, mientras las necesidades son enormes en materia de planta judicial, ins-
talaciones y materiales de trabajo. Además, resulta políticamente escandaloso
que en un Estado cada vez más desarrollado, incluso miembro de la OCDE,
sus tribunales de justicia sigan a la cola de los presupuestos públicos y, como
consecuencia, no se diferencian en muchos aspectos de los de principios de
siglo.802
Como primera evaluación de los tribunales agrarios establecidos en 1992, véase Zepe-
804
da (1999). Concha Cantú y Caballero Juárez (2001) ofrecen el primer estudio socio-jurídico
panorámico de los Poderes Judiciales de las entidades federativas. Véase también Sarre y Ló-
pez Ugalde (2002), el cual examina la eficiencia de los Poderes Judiciales locales en el cobro
de créditos y deudas monetarias.
Prillaman (2000, 16). Estos tres criterios son utilizados también por Concha Cantú y
805
806
Esto es lo que trata de mostrar el panorama sobre el cambio jurídico en México entre
1970 y 1999 que ofrecen López Ayllón y Fix-Fierro (2000).
807
Así, varios de los testimonios recogidos en López Ayllón y Fix-Fierro (2000, 218-219).
808
Así, en relación con los ministros de la Suprema Corte de Justicia Cossío (2002, 139
y ss.).
Véase PAN (1994, 12, 4), PRD (1994, 24), PRI (1994, 134 y s.). Sin decirlo abierta-
812
mente, tanto el PAN como el PRD parecían estar reaccionando a la creciente percepción de
problemas de corrupción al interior del Poder Judicial federal. Como indicio de ello podría
tomarse, por ejemplo, el notable aumento de quejas administrativas contra jueces y magis-
trados federales entre 1991 y 1992, número que pasó de 58 a 165 (Cossío Díaz 1996, 72).
Esto es confirmado por el ministro Juan Díaz Romero (1997, 32 y ss.), quien también
813
lo era entonces y fue nuevamente designado en 1995, y por José Ramón Cossío (2002, 63
n. 105), quien se desempeñaba como coordinador de asesores de la presidencia de la Cor-
te. En febrero de 1994, uno de los ministros circuló entre sus colegas un documento en el
que opinaba sobre las propuestas de reforma elaboradas por la Comisión de Gobierno y
Administración de la Suprema Corte. El documento concluía que tales propuestas tenían
dos defectos principales: en primer lugar, eran demasiado generales y no se apoyaban en
datos relacionados con los problemas que habían sido identificados, ni en las peticiones que
se estaban planteando; en segundo término, se limitaban a cambios procesales en asuntos
de amparo, desatendiendo así la necesidad de “transformaciones sustanciales” que había
manifestado la comunidad. El grupo de trabajo que creó Zedillo para estudiar esta cuestión
retomó algunas de las propuestas de los ministros y desechó otras, particularmente las que se
referían al gobierno y la administración del Poder Judicial de la Federación.
814
Véase “Oportuna y positiva iniciativa para reformar el sistema judicial”, en La Jorna-
da, 7 de diciembre de 1994.
815
La Jornada, 14 y 15 de diciembre de 1994.
816
Puede verse un panorama de los cambios en Fix-Zamudio y Cossío Díaz (1996, 548 y ss.).
817
Véase “Iniciativa de reformas de los órganos del Poder Judicial de la Federación”, en
Fix-Zamudio y Cossío Díaz (1996, 583-584). La afirmación de que el rezago era práctica-
mente inexistente requiere algún matiz. De acuerdo con las estadísticas publicadas por la
Suprema Corte de Justicia, al 1º de diciembre de 1994 había todavía 2 mil 366 asuntos de
su competencia pendientes (SCJN 1995, Anexo, 429). Por supuesto, hay una gran distancia
entre este número y el tremendo rezago de casi 38 mil asuntos pendientes que se acumularon
ante la Suprema Corte en los años cincuenta (Fix-Zamudio y Cossío Díaz, 1996, 583).
818
Que el Poder Judicial y la Suprema Corte no eran totalmente inmunes a la corrup-
ción lo demuestra un sonado caso en el que dos magistrados de circuito fueron destituidos
y procesados por haber aceptado dinero para dejar libre a un homicida. En relación con el
caso, también se presentaron cargos contra un ministro de la Corte, quien renunció y salió
del país. Recientemente este exministro fue detenido en Texas, en los Estados Unidos, y su
extradición a México estaba pendiente de resolución.
Raymundo Rivapalacio, “El Fujimori azteca”, Reforma, 12 de diciembre de 1994.
819
1994. Granados Chapa agregó que era preferible destituir a los ministros en lo individual.
Por el contrario: más bien se cuestionaban las “capacidades jurídicas” de al menos sie-
821
te de ellos, porque habían hecho una carrera más política que jurídica. Véase “Evitar el uso
político de la Corte, fin de la iniciativa presidencial”, La Jornada, 14 de diciembre de 1994.
Un exministro, Salvador Rocha Díaz, quien había renunciado a su cargo en la Corte para
convertirse en senador, señaló, de acuerdo con la prensa, que los “nombramientos políticos”
no eran un problema significativo. Sin embargo, ante el hecho de que a los ojos de algunos
tales nombramientos podían contribuir a distorsionar el desempeño de la Corte, consideró
que los cambios que se proponían eran “sanos”. Véase “Niegan excesos en nombramiento
de ministros”, Reforma, 14 de diciembre, 1994
Barra Mexicana, Colegio de Abogados, “La reforma al Poder Judicial”, Excélsior, 15 de
822
diciembre de 1994.
En México no es obligatoria la pertenencia a una barra de abogados para ejercer la
823
profesión. Por tanto, las barras o colegios de abogados existentes son organizaciones volun-
tarias y relativamente débiles. La mayoría de las veces, su compromiso con el progreso de
la profesión y del Estado de derecho es, en el mejor de los casos, precario. De acuerdo con
Concha Cantú y Caballero Juárez (2001, 217) varios presidentes de Tribunales Superiores
de Justicia dijeron que la mayoría de los colegios de abogados eran organizaciones poco
representativas que claramente tenían objetivos políticos y que por eso florecían de manera
particular en época de elecciones. Estos colegios no cumplían ningún papel significativo res-
pecto de la administración de justicia y el sistema jurídico del estado. Sobre este punto puede
verse también el Capítulo XIII en este volumen.
Véase “Divide a ministros reforma judicial” y “Preocupan despidos en la Suprema
824
Por supuesto, la Suprema Corte había tratado de hacer de su invisibilidad pública una
826
pretende?”, Excélsior, 13 de diciembre de 1994 y Elisur Arteaga Nava, “Una nueva reforma
judicial”, Reforma, 11 de diciembre de 1994.
La reforma judicial de 1994 estableció un Consejo de la Judicatura para el Poder
828
Judicial de la Federación y el del Distrito Federal de acuerdo con el modelo europeo. Sin
embargo, hasta 1994 un solo estudioso (Héctor Fix-Zamudio) había publicado trabajos de
importancia sobre esta institución.
Véase, por ejemplo, Ignacio Burgoa Orihuela, “Reforma Judicial”, Excélsior, 11 de
829
diciembre de 1994.
Algunos de los constitucionalistas más distinguidos han expresado opiniones bastante
830
críticas sobre esta reforma. Véase Carpizo (2000a) y Cossío Díaz (2001a).
las entidades federativas de todo el país empezaron a sufrir una serie de pre-
siones tanto del interior de sus localidades como del exterior, para transfor-
mar el funcionamiento de sus instituciones judiciales. Aun cuando la reforma
federal de 1994 no constituyó un modelo de cambio único para todo el país,
sin duda fue el detonante que expuso la evidente necesidad de reconstituir el
papel de estas instituciones.833
Los ministros parecen más dispuestos a dar conferencias y entrevistas y a expresar sus
831
tribunales federales que son de naturaleza materialmente judicial y que gozan de autonomía
para dictar sus fallos, pero formalmente se ubican en la esfera del Poder Ejecutivo federal.
Recientemente ha habido discusiones sobre la conveniencia de incorporarlos formalmente al
Poder Judicial de la Federación.
Concha Cantú y Caballero Juárez (2001, 12).
833
2. La gran transformación
Tabla 8.1
México: Indicadores sociales
(1940 y 1990)
834
Véase al respecto Ferrer MacGregor (2003).
3. El viraje económico
838
López Ayllón (1997a, 203 y ss.).
839
Véase Zamora (1993).
Un breve resumen de todas las reformas electorales entre 1963 y 1996 puede hallarse
841
una reforma electoral de fondo. Dicha reforma (1990), y otras que la siguie-
ron en 1993 y 1994, giraron en torno a la independencia del organismo
encargado de la organización de las elecciones, la confiabilidad del registro
de electores, y los mecanismos para resolver las controversias electorales.
Si bien en esos años el PRI ya había empezado a perder apoyo electo-
ral —este partido reconoció por primera vez la pérdida de una gubernatura
(Baja California) en 1989—, se encontraba lejos todavía de estar dispuesto
a ceder el poder. Los conflictos post-electorales se multiplicaron en varios
estados y el Presidente de la República tuvo que intervenir en varios de ellos
como árbitro de última instancia, forzando la renuncia del candidato del
PRI, presuntamente ganador, y la designación de gobernadores interinos
que fueran aceptables para la oposición.
1994 fue un año trágico. El 1º de enero, el mismo día que entraba en
vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, un movimiento
guerrillero indígena en el estado del Chiapas declaró la guerra al gobierno
mexicano. El 23 de marzo, el candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo
Colosio, fue asesinado en la ciudad de Tijuana, en la frontera con los Es-
tados Unidos. Se sucedieron otros episodios violentos más, como el secues-
tro de un prominente banquero. No resulta sorprendente, entonces, que la
seguridad pública y la eficiencia del sistema de justicia se convirtieran en
temas importantes de las plataformas electorales de los partidos ese año.
La reforma judicial de 1994 intentó abordar algunas de estas preocupa-
ciones. Sin embargo, los cambios relativos a la integración y competencia de
la Suprema Corte siguen siendo un tanto enigmáticos. ¿Por qué un régimen
autoritario que siempre había podido controlar el poder y la independencia
del Poder Judicial se veía de repente dispuesto a otorgarle un nivel más alto
de autoridad e influencia? ¿Cuáles eran los intereses y los incentivos detrás
de la propuesta de transferir a los tribunales una parte del enorme poder
que había amasado el régimen durante décadas? Si bien resulta comprensi-
ble que el régimen se viera forzado a hacer concesiones crecientes a la oposi-
ción política a través de sucesivas reformas electorales, no había una moti-
vación igualmente fuerte y visible para hacer lo mismo a favor de un Poder
Judicial que no estaba exigiendo de manera activa una mayor participación
en el proceso político.
Al respecto se ofrecen varias explicaciones. Por ejemplo, se ha dicho
que la reforma de 1994 fue el resultado de la creciente preocupación del
régimen por el deterioro de su apoyo electoral. En consecuencia, la reforma
se habría promovido no sólo como medio para reforzar su legitimidad, sino
también como una especie de “póliza de seguro” para los “malos tiempos”
que podrían venir, es decir, la pérdida del poder.842 Pero si bien es cierto que
el electorado del PRI había estado disminuyendo desde hacía tiempo843 y
que los eventos de 1994 habían causado preocupación sobre el posible re-
sultado de la elección, después de ganar tanto la Presidencia como ambas
cámaras del Congreso con mayoría casi absoluta (48 por ciento), el régimen
y el PRI no tenían razones inmediatas para temer la pérdida del poder en
un futuro cercano. La evidente preocupación por la independencia de la
Suprema Corte frente a las influencias políticas, que se tradujo en nuevos
requisitos para la designación de los ministros, también podría hablar a
favor de la hipótesis de la “póliza de seguro”.844 Pero las limitaciones que
se impusieron a las nuevas facultades de control constitucional de la Corte
(mayoría supercalificada para la anulación de leyes con efectos erga omnes,
exclusión de las leyes electorales de dicho control) da mayor crédito a la idea
de que el régimen no estaba buscando seriamente una protección anticipa-
da para los malos tiempos.
Una explicación alternativa encuentra la clave en el tipo de facultades
que se otorgaron a la Suprema Corte, como la de examen “abstracto” de
las leyes,845 así como en los intereses de los actores políticos involucrados en
el proceso de la transición democrática.846 Tal explicación sostiene que esas
facultades serían empleadas
por los políticos autoritarios reformistas y por los grupos democratizadores,
respectivamente, para (1) incrementar la percepción de legitimidad democrá-
tica de un régimen autoritario en crisis y (2) como estrategia antiautoritaria
en el intento de lograr la sujeción jurídica de las elites políticas autoritarias al
Estado de derecho.847
Finkel (1997).
842
Ramseyer (1994) sostiene que los políticos favorecerán la independencia judicial sola-
844
porque no se origina en una controversia real. Así, a diferencia del requisito de los “casos y
controversias” del artículo III de la Constitución de la Estados Unidos, en una acción “abs-
tracta” el demandante (por lo común una minoría parlamentaria o un partido político) no
tiene que demostrar una lesión a sus intereses o derechos para interponerla, sino solamente
la posible contradicción entre la Constitución y la disposición general impugnada (véase el
artículo 105, fracción II de la Constitución).
Schatz (1998).
846
848
Schatz (1998, 218).
849
Schatz (1998, 238).
Hay en México, si así se puede decir, una “tradición” de “decidir sin resolver” los con-
850
flictos (Magaloni y Negrete, 2000), es decir, que la interpretación formalista de los requisitos
procesales se traduce en el sobreseimiento de un alto porcentaje de demandas sin que se
resuelva el fondo. Así, por ejemplo, la tasa de sobreseimiento de los amparos indirectos ante
los juzgados de distrito a comienzos de los noventa era de casi 80 por ciento (CIDAC, 1994,
cap. 2). El estudio de CIDAC mostró una clara correlación entre la tasa de sobreseimiento, la
carga de trabajo y el rezago. De este modo, el sobreseimiento se utilizó como válvula de esca-
pe para las crecientes cargas de trabajo en vista de las restricciones financieras que impedían
establecer un número suficiente de juzgados. Pero no siempre son los jueces los responsables
de esta situación. Los abogados y sus clientes interponen muchas veces los amparos como
medio para dilatar otros procedimientos y generar mayores costos a la contraparte. Tampoco
pretenden lograr una resolución de fondo, sino sólo una suspensión. Esto sucede, por ejem-
plo, con los automóviles ilegalmente importados al país. Una supensión le permite al dueño
seguir circulando un tiempo más, a sabiendas de que el amparo se sobreseerá finalmente
por no poder demostrar la legal estancia del vehículo en el país. En lo que se refiere a la
Suprema Corte, vemos que una parte significativa de las acciones de inconstitucionalidad y
controversias constitucionales interpuestas después de 1995 (más del 40 por ciento) han sido
sobreseídas. Pero no en todos los casos es una política deliberada de la Corte, sino el resulta-
do de falta de cuidado de la parte actora.
Schatz (1998, 237 y s.).
851
sentido, el recurso a la Suprema Corte sería un arma de doble filo que había
que domesticar.
Formulada en términos de la teoría de juegos, una explicación más refi-
nada parte de la hipótesis de que la transición de un sistema de partido hege-
mónico hacia un sistema pluripartidista competitivo crea incentivos para que
tanto los miembros del partido gobernante como de la oposición cuestionen
la autoridad política del Presidente de la República.852 En efecto, en casos
de conflicto político agudo, como sucedía en los conflictos postelectorales, el
Presidente ya no puede actuar como árbitro indiscutido, pues tiene incenti-
vos para favorecer tanto a la oposición (para ganar legitimidad hacia el exte-
rior, por ejemplo) como a su propio partido (para preservar sus posiciones de
gobierno). En cualquiera de ambos casos, tanto si favorece sistemáticamente
a unos frente a otros, como si lo hace de manera alternada, su autoridad se
deteriora. Por tanto, el Presidente encuentra cada vez más dificultades para
desempeñar el papel de árbitro de última instancia, y los políticos tienen que
empezar a buscar otras posibilidades para resolver sus conflictos.
La hipótesis señalada plantea la siguiente pregunta: ¿cuáles son las con-
diciones políticas bajo las cuales los políticos decidirían otorgar a los tribu-
nales la facultad de actuar como “jugadores con veto constitucional”?853 La
respuesta es que estarían dispuestos a delegar tales facultades a los tribu-
nales bajo la premisa de que éstos serán “obedientes” a los intereses de los
gobernantes, lo cual significa que tendrían que decidir en contra de quienes
cuestionen el poder de aquéllos. Claro está que esto no puede saberse de
antemano, y las reglas formales impiden predecir los resultados.
Entre los diferentes equilibrios a que puede conducir el juego, el más
interesante es aquel en el que (1) el Presidente decide delegar poder en la
Suprema Corte creyendo que ésta será obediente; (2) la Corte resuelve en
contra de los demandantes (pues ésta es la única conducta que puede mo-
tivar la delegación de poder), y (3) los demandantes aceptan la resolución
creyendo que proviene de un tribunal independiente. Sin embargo, en un
mundo incierto, un tribunal establecido de este modo puede decidir volver-
se independiente y dictar sus resoluciones en consecuencia.854
Magaloni y Sánchez Galindo (2001, 13). Cabe aclarar que se trata aquí de una expli-
853
cación de tipo político. Desde el ángulo jurídico es evidente que se trata del perfeccionamiento
de los instrumentos de control constitucional, es decir, los medios para hacer efectivas las
normas constitucionales y marcar límites a la política. Sin embargo, desde la perspectiva
política, se trata de la continuación de la política por medios jurídicos.
854
Magaloni y Sánchez Galindo (2001, 17). Las garantías judiciales permiten, en efecto,
que los cálculos políticos en el nombramiento de los ministros pudieran verse frustrados.
Fix-Fierro (2003b).
856
Por ejemplo, el decreto que estableció el horario de verano, impugnado por el Go-
857
bierno del Distrito Federal (a cargo del PRD); la suspensión temporal de los impuestos a
los productos que utilizan alta fructuosa en lugar de azúcar, impugnada por el Congreso; el
reglamento que permite mayor inversión privada en la generación de energía eléctrica, im-
pugnado por el Senado; el decreto que expropió algunos ingenios azucareros a fines de 2001,
etcétera. Se dijo también en la prensa que el gobierno federal canceló el proyecto de nuevo
aeropuerto para la ciudad de México porque, entre otras razones, los proyectos de resolución
(que ya no se conocerán públicamente) eran contrarios a la posición del gobierno. Final-
mente, no resulta claro que la resolución más reciente de la Corte sobre la llamada reforma
indígena, en la que negó tener facultades para revisar la constitucionalidad de la reforma a la
Constitución, aun por razones de procedimiento, haya sido dirigida contra el gobierno, pero
ciertamente será motivo de bastante turbulencia política.
casos aquélla no parece haber tenido otra opción que la de anular políticas
mal concebidas y defendidas.
La sentencia que anuló las reformas al Reglamento de la Ley del Ser-
vicio Público de Energía Eléctrica que el gobierno introdujo en 2001 para
permitir un mayor volumen de generación de electricidad a cargo de parti-
culares, es sólo un ejemplo que muestra bien las dificultades de pronunciar
un juicio simple en estas cuestiones.858 En primer lugar, la controversia no
se resolvió de modo unánime,859 sino por el voto de una mayoría de ocho
ministros, mientras que los otros tres ministros consideraron que las disposi-
ciones impugnadas eran constitucionales.860 Sin embargo, la mayoría estuvo
dividida. Cinco ministros consideraron que las disposiciones impugnadas
eran inconstitucionales no sólo porque fueran más allá de lo dispuesto por
la Ley861 —que fue aprobada en 1992 por la mayoría que tenía entonces
el PRI en el Congreso de la Unión— sino porque eran contrarias a los
artículos 25, 27 y 28 de la Constitución, dando entender así que las dispo-
siciones legislativas mismas que permiten la participación limitada de los
particulares en la generación de electricidad podrían ser inconstitucionales
también.862
En consecuencia, la resolución de la Corte ha tenido el efecto político
de hacer prácticamente inevitable la reforma constitucional para permitir
mayor inversión privada en el sector de la energía eléctrica, como lo preten-
de el gobierno del presidente Fox.863 Los principales partidos de oposición,
midad.
Conviene hacer notar que las reformas impugnadas solamente podían ser anuladas
860
por el voto de al menos 8 ministros, de acuerdo con el artículo 105, fracción I, de la Consti-
tución.
Éste fue el principal argumento del Senado para impugnar las reformas.
861
Cossío Díaz y Cortés Campos (2002, 31) critican la resolución de la Corte señalando
862
que ésta redefinió la materia litigiosa por la vía de la suplencia de la queja, que no tenía ca-
bida en la controversia, a fin de poder introducir su interpretación de los artículos 25, 27 y
28 de la Constitución.
Para dar un giro más a esta enredada historia, en 1999 el presidente Zedillo envió al
863
Congreso una iniciativa que proponía la apertura del sector eléctrico a la inversión privada
en términos muy similares a los que propone actualmente el gobierno del presidente Fox. La
iniciativa logró el apoyo a regañadientes de su propio partido, el PRI, pero encontró oposi-
ción en el PAN y el PRD, por lo que no se aprobó.
868
Fix-Fierro (1999a) y Cossío Díaz (2001a).
869
Eisenstadt (1999).
1. Independencia y responsabilidad
A. Independencia
Véase un tratamiento mucho más amplio del papel de los juristas académicos del IIJ-
871
Schwarz (1977).
873
do, de acuerdo con el modelo de los Estados Unidos. La edad límite para
el nombramiento de los ministros era de 65 años y debían retirarse forzo-
samente al cumplir los setenta. A partir de 1995, el Presidente debe enviar
una terna para cada una de las vacantes y corresponde al Senado hacer el
nombramiento después de escuchar a los candidatos en audiencia pública.
Ahora el nombramiento es por un periodo único de quince años.875
Las nuevas reglas tienen el propósito de desincentivar los nombramien-
tos “políticos” y la utilización de la Corte como trampolín hacia otros car-
gos. La Constitución dispone en la actualidad que los candidatos a ser mi-
nistros de la Suprema Corte no hayan ocupado altos cargos públicos, como
los de secretario de Estado, Procurador General de la República, diputado
federal o senador, etcétera, en el año anterior a la designación.876 Igualmen-
te, los ministros no podrán ocupar ninguno de estos cargos durante un pe-
riodo de dos años después de su retiro de la Suprema Corte.877
Por lo que se refiere a los Poderes Judiciales de los estados y el Distrito
Federal, la reforma constitucional de 1987 dispuso que los magistrados que
fueran ratificados después de un primer periodo en su cargo no podrían ser
removidos de él, salvo por causa de responsabilidad en términos del título
respectivo de la Constitución.878 Durante algún tiempo ocurrió con alguna
frecuencia que se evadiera esta disposición en virtud de la no ratificación de
los magistrados. Pero recientemente la Suprema Corte ha otorgado amparo
a los magistrados locales que han sido privados de su cargo después de dos
o más periodos, al determinar que en ese caso habían sido ratificados im-
plícitamente y por ello no podían ser privados de sus puestos y que, en todo
caso, toda resolución de no ratificación tendría que fundarse y motivarse.879
Además de las reglas anteriores, los estados han adoptados disposicio-
nes similares a las de la Constitución Federal. Algunos estados están ex-
perimentando con diversas alternativas de “despolitización” de los nom-
bramientos de magistrados del Tribunal Superior o Supremo Tribunal de
Justicia; así, mediante la selección previa por el Consejo de la Judicatura
sobre la base de los méritos profesionales de los candidatos (por ejemplo,
Artículo 96 de la Constitución.
875
Artículo 116, fracción III; artículo 122, C, Base Cuarta, fracción I, de la Constitución.
878
Entre otras resoluciones similares, véase el amparo en revisión 2021/99. José de Jesús
879
Rentería Núñez, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, 9ª época, vol. XIII, enero 2001,
497 y ss. Varios estados han adoptado el modelo federal y han dispuesto que los magistrados
ocupen el cargo por un periodo único no renovable, haciendo una interpretación cuestiona-
ble de la Constitución federal y desconociendo las diferencias entre un tribunal constitucio-
nal y un tribunal ordinario.
Fix-Fierro (1999b).
880
Ramseyer (1994).
881
Hasta 1994 existía una carrera judicial informal en el Poder Judicial de la Federación:
882
los jóvenes reclutas ascendían la jerarquía de cargos judiciales hasta el cargo de secretario en
la Suprema Corte, desde donde podían ser propuestos por un ministro para el nombramien-
to de juez y, más tarde, de magistrado. Una excelente descripción de los méritos y defiencias
de este sistema puede verse en Cossío Díaz (1996). En los estados había un sistema similar,
pero mucho más precario.
cha Cantú y Caballero Juárez (2001, 147) tenía la percepción de que el Poder Judicial no
tenía ninguna participación en la aprobación del presupuesto.
Tabla 8.2
Presupuesto judicial federal
(1970-2002)
La Constitución del Estado de Baja California (artículo 57) dispone que el Poder Judi-
885
cial del Estado recibirá al menos dos por ciento del presupuesto respectivo, pero acto seguido
anula prácticamente la garantía, pues el Poder Legislativo puede reducirlo si hay causa jus-
tificada. La Constitución del Estado de Jalisco (artículo 57) dispone que el presupuesto del
Poder Judicial no podrá ser inferior al del año anterior, ajustado a la inflación.
Tabla 8.3
Presupuesto judicial total de las entidades federativas
(1997-2001)
Variación
Año Nominal % Presu-
porcentual
(N$) puesto local
año anterior
1997 2 176 458 261 1.42 —
1998 3 300 189 521 1.41 +51.6%
1999 4 037 351 434 1.47 +22.3%
2000 4 900 193 744 1.30 +21.4%
2001 6 714 111 633 1.40 +37.0%
Fuente: Sarre y López Ugalde (2002, anexos 6 y 7).
Según los datos anteriores, entre 1997 y 2001 los presupuestos judiciales
de las entidades federativas se han incrementado de manera importante, lle-
gando en algún caso hasta el 541 por ciento en términos nominales, con un
aumento promedio del 190 por ciento.886 Como porcentaje del presupues-
to de egresos local, sin embargo, los presupuestos judiciales muestran una
notable variación entre estados durante el periodo, aunque el promedio no
llega al 1.5 por ciento y no ha variado en realidad.
A pesar del significativo aumento a los presupuestos judiciales locales,
persiste una enorme disparidad con el presupuesto judicial federal. Vale la
pena hacer notar que si bien en el año 2000 el presupuesto judicial sumado
de todas las entidades federativas equivalía al 79 por ciento del presupuesto
del Poder Judicial de la Federación, al año siguiente (2001) esa proporción se
había reducido al 50 por ciento. Otra medida de las grandes diferencias pre-
886
La inflación acumulada para el periodo no llegó a 40 por ciento.
B. Responsabilidad
Los ministros de la Suprema Corte solamente pueden ser sometidos a juicio político
890
Los Poderes Judiciales locales, en especial los que cuentan con un Consejo de la Ju-
894
dicatura, han introducido disposiciones similares. Véase Concha Cantú y Caballero Juárez
(2001, 105 y ss.).
Artículos 98 y siguientes de la LOPJF.
895
Las visitas “ordinarias” se realizan dos veces por año (LOPJF, artículo 101). Actual-
896
mente, solamente se realiza una visita presencial, mientras que la segunda se sustituye me-
diante un informe detallado que rinden jueces y magistrados. El Consejo ordena visitas
especiales cuando está por resolverse la ratificación de algún juez o magistrado.
Artículos 119 y siguientes de la LOPJF.
897
trados de Circuito son nombrados por un periodo de seis años, al término del cual, si son
ratificados o promovidos, pasan a ser inamovibles, y sólo pueden ser removidos por causa de
responsabilidad.
entre las estimaciones que recibió se calcula que “la corrupción afecta en
un porcentaje que oscila entre un 50 y un 70% del total de los jueces a nivel
federal”, añadiendo que el Consejo de la Judicatura “nunca ha sancionado
a un juez federal por corrupción” (párrafo 63). En su respuesta pública, la
Suprema Corte de Justicia señala la evidente falta de congruencia y lógica
de estas estimaciones, así como su vaguedad, pero desaprovecha la opor-
tunidad de ofrecer información precisa sobre las sanciones disciplinarias a
jueces y magistrados.899
¿Qué tan responsable es el Poder Judicial como institución ante otros
órganos públicos? La sola idea de que los otros poderes pretendan inmis-
cuirse en sus asuntos internos provoca fuertes reacciones entre los funcio-
narios judiciales. Por ejemplo, tanto durante la campaña electoral como
después de su elección como presidente, Vicente Fox mencionó repetidas
veces su idea de que el Poder Judicial tiene que “rendir cuentas”. Con toda
seguridad estaba pensando en mejores controles presupuestales y en la ne-
cesidad de mayor transparencia en el funcionamiento de los tribunales,900
pero algunos juzgadores interpretaron sus declaraciones como un intento
de controlar sus resoluciones, una posibilidad que rechazaron, con razón,
como intolerable.
El nuevo Instituto Federal de Expertos de Concursos Mercantiles (IFE-
COM), un órgano auxiliar del Consejo de la Judicatura Federal encarga-
do de seleccionar administradores expertos en procedimientos de quiebra,
ofrece un buen ejemplo de los límites que la rendición de cuentas por el
Poder Judicial tiene a los ojos de los mismos jueces. De acuerdo con la Ley
de Concursos Mercantiles que lo creó, publicada en mayo de 2000, el Ins-
tituto estaba obligado a presentar informes semestrales de sus actividades
al Congreso de la Unión. La Junta de Gobierno del Instituto sometió una
consulta al Consejo respecto a si tal obligación era compatible con la in-
dependencia judicial. El presidente del Consejo, quien es al mismo tiempo
presidente de la Suprema Corte, transmitió la consulta al Pleno en el mes
de julio del mismo año. La Corte examinó el problema desde la perspectiva
constitucional y concluyó, menos de tres meses después, que el Congreso
carecía de facultades para establecer tal obligación para un Instituto que
pertenece al Poder Judicial de la Federación. Por tanto, si el Instituto tenía
la obligación de informar de sus actividades, debía hacerlo ante el Conse-
jo y la Corte, aunque podía enviar una copia del informe al Congreso de
Véase, por ejemplo, la nota periodística “Detectan en SCJN pagos irregulares”, Refor-
903
sentaron al Congreso una iniciativa de reforma a la ley que obligaría al Poder Judicial federal
a publicar todas sus resoluciones.
Cappelletti (1989, 79).
906
2. Eficiencia
A. Procesos de crecimiento
Tabla 8.4
Número de Juzgados de Distrito y Tribunales
de Circuito en relación con la población
(1930-2002)
Población Población/tribunales
Año JD TCC TUC
(en miles) (en miles)
JD TCC TUC
1930 46 6 16 552 360 2 759
1940 46 6 19 653 427 3 276
1950 46 5 6 25 791 561 5 158 4 299
1960 48 6 6 34 923 728 5 821 5 821
1970 55 13 9 48 225 877 3 710 5 358
1980 92 21 12 66 846 727 3 183 5 571
1990 148 66 30 81 249 549 1 231 2 708
1995 176 83 47 91 120 518 1 098 1 939
2000 217 138 56 97 400 448 705 1 739
2001 252 154 60 99 100 393 644 1 652
2002 264 165 63 100 785 382 611 1 600
Fuente: Cálculo propio con datos de Cossío Díaz (1996) y los Informes anuales de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación 1970-2002.
Notas: La población para 2001 y 2002 es estimada. JD= Juzgados de Distrito. TCC= Tri-
bunales Colegiados de Circuito. TUC= Tribunales Unitarios de Circuito.
Tabla 8.5
Carga de trabajo de los tribunales federales
(1970-2002)
Fuente: Informes anuales de la Suprema Corte de Justicia de la Nación 1970-2002. La carga de tra-
bajo de los Juzgados de Distrito incluye solamente amparos indirectos. La carga de trabajo
de los Tribunales Unitarios de Circuito incluye solamente apelaciones en asuntos federales.
guardaban hacer treinta años, al menos por lo que se refiere a los Juzgados
de Distrito y Tribunales Unitarios de Circuito.
En relación con los Poderes Judiciales de las entidades federativas, desa-
fortunadamente carecemos de datos que nos permitan establecer una com-
paración similar entre cargas de trabajo y número de tribunales. Hay indi-
cios, sin embargo, de que dichos Poderes Judiciales están llevando a cabo
una estrategia de crecimiento similar, a fin de revertir décadas de crecimien-
to inexistente o muy modesto.910
B. Consejo de la Judicatura
Cossío opina que era más bien una división entre dos grupos de ministros lo que llevó
913
este volumen.
González Placencia (2002, 71).
916
Algunos jueces de primera instancia de los estados que he tenido oportunidad de en-
917
trevistar señalan que el Consejo de la Judicatura está más pendiente de sus problemas y
necesidades de lo que lo estaba anteriormente el Tribunal Superior de Justicia.
Cfr. Concha Catnú y Caballero Juárez (2001, 54 y ss.).
918
Concha Cantú y Caballero Juárez (2001, 69 y s.) sostienen la afirmación contraria: que
920
3. Acceso
del Consumidor fue de unos 5 mil pesos en el año 2000, lo que significa que no vale la pena
reclamar judicialmente cantidades inferiores a ésta. Fix Fierro y López Ayllón (2001b).
Tabla 8.6
Número de “acciones” de los defensores públicos
y asesores jurídicos federales
(1998-2002)
Fuente: Elaboración propia con datos tomados de los Informes anuales de labores de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación 1998-2002.
Nota: En el rubro de asesoría jurídica, la orientación procede cuando el asunto no es com-
petencia del Instituto, canalizándose al interesado a la institución competente. La asesoría
corresponde a la elaboración de un dictamen técnico jurídico sobre la viabilidad de la in-
tervención del Instituto. La representación implica el patrocinio legal pleno que se otorga el
solicitante que cumple con los requisitos del caso.
4. Recursos humanos
¿Tiene el Poder Judicial en México los jueces que requiere para que rin-
da frutos la reforma judicial? No se trata aquí meramente de la cuestión de
las capacidades personales y profesionales de los jueces, ni hablamos de pro-
poner simplemente un perfil ideal al que deban conformarse a través de la
formación y la selección adecuadas. Resulta bastante evidente que las nue-
vas expectativas que la sociedad mexicana está dirigiendo a los tribunales
requieren jueces que se conduzcan de una manera más accesible, abierta y
responsable. Pero entonces la pregunta relevante es si la reforma judicial está
generando los incentivos apropiados no sólo para la formación y selección de
los jueces que se necesitan ahora, sino también para su adecuado desempeño,
dadas las restricciones organizacionales existentes. Antes de contestar esta
pregunta, debemos echar una mirada a los perfiles personales y profesionales
de los jueces federales. El cuadro 8.1 muestra el perfil profesional de los mi-
nistros de la Suprema Corte que han desarrollado una carrera judicial previa:
Cuadro 8.1
Ministros de la Suprema Corte con carrera judicial
previa en el Poder Judicial de la Federación
(1984, 1993 y 1996)
927
Concha Cantú y Caballero Juárez (2001, 204 y s.).
Entre 1984 y 1996, los ministros de la Suprema Corte fueron sustituidos dos veces casi
929
por completo por retiro y renuncia. El presidente de la Madrid (1982-1988) hizo diecinueve
nombramientos (73 por ciento de la composición de la Corte de entonces). El presidente Sa-
linas de Gortari (1988-1994) hizo 11 nombramientos (42 por ciento). Después de la reforma
de 1994, solamente dos ministros fueron designados nuevamente al cargo.
Cappelletti (1989, 138, 142 y ss.).
930
931
Gudiño Pelayo (1991, 265). Cossío Díaz (2002, 114 y ss.) describe la teoría constitucio-
nal desarrollada por la Suprema Corte entre 1940 y 1994 como “minimalista”, queriendo
decir con ello que la Corte redujo voluntariamente su propia capacidad de llevar a cabo un
control constitucional efectivo.
ral ha hecho algunos nombramientos con base en concursos de méritos, no de oposición. Sobre
la carrera judicial federal, con abundantes y útiles datos cuantitativos, véase Báez Silva (2002).
Báez Silva (2001, 38).
933
Véase, por ejemplo, el Acuerdo General 24/2001, que fija las bases para el Décimo
934
Tabla 8.7
Nombramientos de jueces de Distrito
y magistrados de Circuito
(1995-2002)
Fuente: Elaboración propia con datos tomados de la página Web del Consejo de la Judica-
tura Federal, http://www.cjf.gob.mx. e Informe anual de labores de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación 2002.
ción libre, abierto a candidatos externos al Poder Judicial federal, para ocu-
par 50 plazas de jueces de Distrito, pero solamente fueron designados tres
aspirantes externos.935 A fines de 2002, el Consejo convocó nuevamente a
dos concursos libres para nombrar jueces y magistrados, abiertos en parti-
cular a los magistrados de los otros tribunales federales y Poderes Judiciales
locales, pero es improbable que a través de ellos ingrese al Poder Judicial
federal un número elevado de aspirantes externos, quienes se encuentran
naturalmente en desventaja frente a los candidatos que ya son miembros del
Poder Judicial federal.
Como sucede en el caso de los ministros de la Suprema Corte, resulta
conveniente buscar elementos adicionales que nos permitan identificar el
nivel de cambio o de continuidad en el proceso de nombramiento y en las
actitudes de los jueces federales. Por fortuna, contamos con algunos datos
interesantes que pueden resultar de utilidad en este sentido. El Cuadro 8.2
muestra datos sobre los perfiles personales y profesionales de los jueces de
Distrito y magistrados de Circuito en 1984 y en 2002:
Cuadro 8.2
Perfiles personales y profesionales
de los jueces de Distrito y magistrados de Circuito
(1984 y 2002)
935
Báez Silva (2002, 97).
Fuente: Elaboración propia con datos del Consejo de la Judicatura Federal, página Web:
<http://www.cjf.gob.mx>, visitada en mayo y junio de 2002 y febrero y marzo de 2003; Presi-
dencia de la República (1984) y Poder Judicial de la Federación (1989; 1993; 1996), así como
los Informes anuales de labores de la Suprema Corte de Justicia de la Nación 1970-2002.
938
Según datos obtenidos de los informes estadísticos anuales de la Asociación Nacional
de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), entre 1991 y 2001, el
porcentaje de estudiantes matriculados en escuelas de derecho privadas aumentó del 17 al
45 por ciento. Véase también el capítulo XII en este volumen.
939
Estos cambios se pueden detectar ya en el primero concurso de oposición interno para
el nombramiento de jueces de Distrito realizado en 1996. Primeramente, el concurso dio
oportunidad de concursar a muchos secretarios, especialmente de provincia, que conforme
al sistema anterior quizá nunca la hubieran tenido, ya fuera porque no laboraban en la Su-
prema Corte o porque no tenían vínculos con los ministros. Sin embargo, de los 62 jueces
designados en esa oportunidad, solamente diez (16 por ciento) eran secretarios en la Corte.
El concurso favoreció también a los secretarios de órganos mixtos, es decir, no especializados,
pues los exámenes se refieren a todas las materias jurídicas. Lo anterior se desprende de un
informe estadístico interno del Instituto de la Judicatura Federal al cual se tuvo acceso.
940
Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación (1995), artículo 110.
los obstáculos que puede generar una concepción legalista de la función ju-
risdiccional, un juez dependiente a la vez de su “moral” y de su condición de
funcionario subordinado y un arbitrio judicial no acotado, el modelo de pro-
fesionalización que se ha intentado en los últimos años generará resultados
limitados.943
947
Según informa Báez Silva (2002, 115), a fines de 2001 la remuneración neta mensual
de un magistrado de Circuito iba de unos 93 mil a 126 mil pesos; la de un juez de Distrito,
de 77 mil a 93 mil pesos; la de secretarios de juzgados y tribunales, de 27 mil a 35 mil pesos.
Sobre las percepciones judiciales locales, que son muy variables, véanse los datos en Sarre y
López Ugalde (2002, anexos).
948
Véase también CIDAC (1994, cap. 1).
949
SHCP (1995, cap. 2).
—— Acceso a la justicia
—— Rendición de cuentas y transparencia
—— Reforma procesal, incluyendo medios alternativos
—— Relación entre tribunales federales y locales a través del amparo
judicial
—— Enseñanza del derecho, incluyendo la formación judicial
—— Profesión jurídica
Concha Cantú y Caballero Juárez (2001, 164 y s.). Véase el capítulo XI en este vo-
950
lumen.
a partir de sus propios intereses, pero existen también otros intereses rele-
vantes, como los de los abogados, sus clientes, y la sociedad en general. Así,
por ejemplo, un reciente sondeo realizado por el periódico Reforma entre
abogados, despachos y barras de 23 estados, muestra que la gran mayoría
de los entrevistados (86 por ciento) está de acuerdo con la situación actual,
mientras que sólo una pequeña minoría desearía que se restrinja o se supri-
ma el amparo contra resoluciones judiciales locales.951
En consecuencia, si las soluciones radicales no son posibles ni deseables,
entonces México debería aspirar a lograr una organización judicial en la
que el grueso de los asuntos sea tramitado de manera eficiente y justa por
los Poderes Judiciales estatales, como sucede en los Estados Unidos, mien-
tras que los tribunales federales, además de conocer de los asuntos federales
ordinarios, ejercerán únicamente un control selectivo de las resoluciones ju-
diciales locales. Ello requerirá, sin embargo, que la sociedad considere a los
Poderes Judiciales locales, y a la profesión jurídica, como instituciones legí-
timas y eficaces. Otra consecuencia importante de la problemática del am-
paro judicial es que la reforma judicial ya no puede plantearse como asunto
interno que cada Poder Judicial puede resolver para sí, sino que plantea la
urgente necesidad de diseñar soluciones que incluyan de manera integral al
plano federal y al local.952
Las dos últimas asignaturas también ameritan un breve examen, por-
que por lo regular no forman parte de la actual discusión sobre la reforma
judicial. No obstante, fácilmente se puede argumentar que ambas tienen
consecuencias importantes para ella.953
En México, la enseñanza del derecho sigue siendo muy tradicional.
En términos generales, se ha estancado, reproduciendo modelos teórico-
jurídicos del siglo XIX. La mayoría de los profesores no actualiza sus co-
nocimientos y rara vez están familiarizados con los métodos de enseñan-
za más modernos. Según diversos observadores, la enseñanza del derecho
era bastante satisfactoria hasta los años sesenta y principios de los setenta,
cuando la matrícula en las universidades públicas empezó a crecer de ma-
nera masiva, lo que se tradujo en un marcado declive en la calidad de la
enseñanza.954
¿Hasta qué punto las deficiencias de la enseñanza del derecho afectan
el desempeño del Poder Judicial? No lo sabemos a ciencia cierta, pero pode-
Ambos temas se examinan de manera más actualizada y amplia en los capítulos XII y
953
ANUIES (2001).
955
ANUIES (2001).
956
Al momento de escribir estas líneas, hay varias iniciativas de reforma legal y consti-
960
V. Epílogo en 2019
Dieciséis años después de redactados los apartados que anteceden a este epí-
logo, algunas de las tendencias esbozadas anteriores han continuado (como
el crecimiento y la especialización del Poder Judicial de la Federación), pero
también ha habido otros cambios en materia de reforma judicial. Si retoma-
mos la lista de cambios pendientes, conforme al apartado anterior, veremos
que en algunos ha habido reformas y transformaciones significativas:
Garapon (1996).
961
otros tres ordenamientos nacionales (una nueva categoría legislativa en nuestro orden ju-
rídico) son la Ley Nacional de Mecanismos Alternativos de Solución de Controversias en
Materia Penal (DOF de 29 de diciembre de 2014), las Ley Nacional de Ejecución Penal
(DOF de 16 de junio de 2016) y la Ley Nacional del Sistema Nacional de Justicia Penal para
Adolescentes (misma fecha de publicación de la ley anterior).
Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República (DOF de 14 de diciembre de
963
2018).
DOF de 24 de febrero de 2017.
964
legal enviadas por el Presidente de la República a las cámaras del Congreso de la Unión en
abril de 2016. A la fecha se han aprobado y publicado dos reformas constitucionales sobre
justicia cotidiana: la relativa a mecanismos alternativos de solución de controversias, mejora
regulatoria, justicia cívica e itinerante y registros civiles (DOF de 5 de febrero de 2017), y
la relacionada con la solución de fondo de los conflictos y la competencia legislativa sobre
procedimientos civiles y familiares (DOF de 15 de septiembre de 2017). Sobre el concepto y
las reformas en materia de justicia cotidiana véase Martín Reyes (2018).
Véase, por ejemplo, Fix-Fierro y Suárez Ávila (2015) y Súarez Ávila y Fix-Fierro
967
(2018).
En febrero de 2014, varios senadores de diversos partidos presentaron ante el Senado
968