Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Qué Es El Poder

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

¿QUÉ ES EL PODER?

Hay distintos tipos de poder, diferentes contextos en los que el poder se despliega, y
diferentes perspectivas para interpretarlo. Por eso, más que una respuesta a la pregunta ¿qué
es el poder?, es posible ofrecer aproximaciones y reflexiones sobre los modos en los que el
poder puede ser entendido.

Se nombra el término poder de muchas maneras y con sentidos disímiles. A algunos


fenómenos naturales se los denomina poderosos cuando se dice que "la erupción de un volcán
nos muestra todo su poder" y puede llegar a dañar seriamente las viviendas, las ciudades, las
rutas y los caminos. El poder se refiere, además, a una modalidad de posesión o tenencia de
algo, por ejemplo, cuando se dice: "Tengo las pruebas en mi poder". El mismo concepto, al ser
utilizado en combinación con ciertos adjetivos, permite nombrar diferentes situaciones: el
"poder absoluto" suele remitir a la falta de limitaciones externas y el "poder adquisitivo" alude
a la capacidad económica para adquirir bienes y servicios.

Pero el uso más habitual del término refiere a la facultad que alguien tiene para ejecutar algo o
mandar, es decir, la posibilidad de que otro haga lo que se le pide. Así, el poder se vincula
también con el ejercicio de la autoridad.

En general, cuando se habla del poder en este sentido, se refiere a algo externo a las personas,
a algo que se sufre pero que no se ejerce. El poder parecería estar en otro lugar o en un lugar
al que no se tiene acceso. Desde esta perspectiva, tienen poder los gobernantes de un país, las
autoridades de una escuela, los directivos de una empresa, los sindicalistas, los conductores
televisivos; y el resto son solo espectadores o víctimas de las maneras en las que otros ejercen
dicho poder.

Ahora bien, ¿alguien es dueño del poder? El que lo posee, ¿lo tiene para siempre? ¿Existen
sujetos carentes de poder? Quien obedece a otros, ¿no tiene el poder de dejar de obedecer? Si
es así, ¿por qué obedece quien obedece? En la búsqueda de respuestas a estas preguntas se
establecen relaciones entre el término poder y otros conceptos como la libertad y los
condicionamientos sociales. ¿Es libre quien obedece o solo es libre quien manda a los demás?
El ejercicio del poder ¿se opone al ejercicio de la libertad? ¿Se puede ser libre si estamos
condicionados por las decisiones, imposiciones y presiones de otros?

El poder de la libertad

Los seres humanos están fuertemente condicionados por las cosas que les pasan. Podríamos
decir que esas "cosas que les pasan" ejercen cierto poder sobre las personas. A veces, se
puede llegar a pensar que esas condiciones impiden que las personas sean libres. ¿De qué
condiciones se está hablando?

El condicionamiento por el lugar donde se vive. No es lo mismo vivir en una zona con clima
templado que en una zona muy fría. El clima es un factor que obliga a las personas a realizar
de- terminadas acciones para sobrevivir o para des- plegar sus proyectos individuales y
colectivos.
⚫ El condicionamiento biológico: las posibilidades son distintas si se trata de personas jóvenes
o de mayor edad o si las personas se encuentran sanas o sufren alguna enfermedad.

Las acciones de quienes nos rodean también imponen condiciones, por lo que se pide, se
ordena, se exige o por lo que las personas esperan de los demás.

⚫Las personas están condicionadas por la cultura en la que viven. Esa cultura es el mundo de
lo producido por nuestros semejantes: las obras artísticas, los productos tecnológicos, las
instituciones, las normas y las costumbres.

No se puede entender nada de lo que alguien haga o deje de hacer sin advertir todos esos
condicionamientos. Hasta podríamos afirmar que las acciones que se realizan son modos de
responder a ellos. Ahora bien, esos modos de responder pue- den ser distintos en cada
individuo y pueden variar, incluso, en un mismo individuo en diferentes momentos. Por
ejemplo, dos individuos que sufren una enfermedad similar pueden transitar- la de modo muy
diferente. Esto indica que la acción humana se encuentra condicionada, pero no determinada.

De este modo, la acción humana se enfrenta a límites, pero es libre, en la medida en que esos
límites no son absolutos. Esos condicionamientos o restricciones que se ejercen sobre los
individuos de una sociedad, sean naturales o culturales, no anulan la libertad de las acciones.
En realidad, cuando se afirma que la acción humana es libre se pretende afirmar que el ser
humano puede responder a su situación de diversas maneras, siendo consciente de las
circunstancias que rodean su acción y de sus posibles consecuencias.

El ser humano no es libre de elegir lo que le pasa, pero sí es libre de responder a lo que le pasa.
Y al responder a lo que le pasa, está ejerciendo su propio poder. Entonces, existen condiciones
provenientes del poder de la naturaleza, de las cosas, de las otras personas, pero, a su vez, los
individuos también pueden ejercer poder sobre ellas.

El ejercicio de la libertad es un ejercicio de poder. Es la posibilidad de poder modificar lo que


es dado, es la forma de lograr romper las determinaciones y crear algo nuevo. Los seres
humanos son producto de la cultura en la que nacen y viven, pero también son productores de
cultura.

El ser humano tiene siempre la posibilidad de crear y crearse, operando sobre las condiciones
que lo afectan. Cada sujeto es un ser social, pues solo existe en y por la sociedad. Por eso, sus
valores y su identidad no son creaciones personales logradas en soledad. Sus modos de
percibir, pensar, valorar, actuar fueron aprendidos en esa sociedad. Sin embargo, el sujeto
tiene la capacidad de salirse de la mera reproducción de lo aprendido, en tanto puede rechazar
una idea que ha recibido. Tiene la posibilidad de cuestionar de manera re- flexiva las
instituciones existentes, y de ejercer poder (junto con otros sujetos) para modificar esas
instituciones.

El miedo a la libertad

Las personas pueden ser víctimas de poderes externos y, también, pueden ejercer poder sobre
el medio que los rodea y sobre los demás.
En este caso, se los considera actores o autores de tales acciones. Es decir, se asume que las
personas son responsables.

La responsabilidad implica conocer el contexto en el que se actúa, entender el significado y la


utilidad de cada acción, prever las posibles consecuencias y ajustar el comportamiento a partir
de esa previsión. Además, la responsabilidad incluye la posibilidad de responder por lo que se
hace, hacerse cargo de lo hecho ante los demás, con fundamentos y argumentos. Por eso, la
persona que no quiere hacerse responsable de lo que hizo se excusa alegando desconocer el
contexto o las con- secuencias de su accionar ("yo no sabía", "no me di cuenta" o "jamás
pensé"), o negando el haber sido actor ("yo no fui" o "fue sin querer"), o indicando que la
responsabilidad recae en otros ("me ordenaron hacerlo", "todo el mundo lo hace así", etc.).
Ser responsable es estar dispuesto a responder por los propios actos. Pero ser responsable no
es lo mismo que ser culpable. Somos responsables de nuestros errores, aciertos o fracasos,
pero solo somos culpables de las faltas que hemos cometido premeditadamente y sabiendo
que eran faltas. No aceptar la propia responsabilidad es rene- gar de la propia libertad. Esta
actitud de renuncia

FACHADA DE LIBERTAD

Al adaptamos a las expectativas de los demás, al tratar de no ser diferentes, logramos acallar
aquellas dudas acerca de nuestra identidad y ganamos así cierto grado de seguridad. Sin
embargo, el precio de todo ello es alto. La consecuencia de este abandono de la
espontaneidad y de la individualidad es la frustración de la vida. Desde el punto de vista
psicológico, el autómata, si bien está vivo biológicamente, no lo está ni mental ni
emocionalmente. Al tiempo que realiza todos los movimientos del vivir, su vida se le escurre
de entre las manos como arena. Detrás de una fachada de satisfacción y optimismo, el hombre
moderno es profundamente infeliz, en verdad, está al borde de la desesperación.

El poder en las relaciones sociales

Cuando los filósofos, sociólogos o politólogos se preguntan por las características del poder, se
interesan por el poder en su dimensión social. Es decir, intentan comprender el poder que
ejercen unos seres humanos sobre otros.

El poder es un fenómeno social, ya que surge en la relación que establecen las personas cuan-
do actúan juntas. Si estas personas se separan y se dispersan, el poder desaparece. Si una
persona ejerce poder en un grupo determinado, pierde ese poder cuando el grupo se disuelve.
Esto significa que nadie tiene poder en soledad, que el poder surge y se construye en esa
relación.

Un modo de entender el poder es concebirlo como la capacidad de las personas o grupos para
obtener una conducta determinada de otras personas o grupos. Un padre tiene poder sobre su
hijo cuando logra que su hijo se comporte como él quiere que lo haga (que se higienice, que
estudie, etc.). Un maestro tiene poder sobre sus alumnos si logra que cumplan sus
indicaciones. Un gobernante tiene poder sobre sus gobernados si logra que ellos acepten sus
medidas o actos de gobierno.

Desde esta perspectiva, el poder tiene un carácter relacional que vincula a personas o grupos
en una relación de mando y obediencia. Lo esencial de este fenómeno es la bilateralidad, ya
que mando y obediencia se suponen recíprocamente (no hay mando sin obediencia, ni
obediencia sin mando). La relación de poder tiene siempre, en diversas medidas, coerción por
parte de quienes mandan y consentimiento por parte de quienes obedecen. Quien obedece
desarrolla un comportamiento deseado por quien ordena. Ese comportamiento puede estar
basado en el miedo a la fuerza o en el deseo de evitar un mal mayor, pero no es un
comportamiento absolutamente obligado, que solo se explique por la fuerza que se ejerce
sobre él, sino que está dotado aunque sea de un mínimo de voluntariedad. Es decir, quien
obedece podría no hacerlo, podría negarse y resistir.

Los instrumentos del poder

Si se entiende el poder como una relación de mando y obediencia, habría que preguntarse por
qué algunos logran mandar y por qué otros obedecen. Un modo de responder a esa pregunta
es describir los medios que el poder utiliza para lograr obediencia.

Poder condigno

El poder condigno utiliza el castigo o la amenaza del castigo. A través de este medio obtiene la
obediencia, ya que impone a las preferencias del individuo o del grupo una alternativa lo
suficientemente desagradable o penosa como para que sean abandonadas esas preferencias.

Se pueden encontrar ejemplos de este tipo de poder en sistemas que han consagrado la
esclavitud o distintas formas de trabajos forzados. Por ejemplo, el galeote (la persona
condenada a remar en las galeras) tenía una indudable preferencia por eludir su fatigoso
trabajo, pero la perspectiva de los latigazos que le esperaban era lo suficientemente
desagradable como para realizar el esfuerzo de remar.

El Estado ejerce este poder al implementar sanciones explícitas a aquellas conductas que se
prohiben: la cárcel o la imposición de multas, por ejemplo, son castigos para delitos e
infracciones.

También el poder condigno se ejerce de modos más sutiles, por ejemplo, cuando un individuo
que es integrante de un grupo se abstiene de decir lo que piensa y acepta la opinión de los
otros porque el rechazo que espera de ellos, si expresa-

Poder condicionado

El poder condicionado se ejerce influyen- do en las creencias de quienes deben aceptar este
tipo de poder. Los medios utilizados son complejos: la persuasión, la educación, la
manipulación, el adoctrinamiento. A través de estos medios, las personas internalizan y
aceptan con convencimiento las normas y los valores transmitidos por quien ejerce ese poder.
De este modo, los sujetos reconocen como necesario y natural un orden de cosas. No lo
aceptan por temor, sino por aceptación espontánea, en general, ni siquiera es consciente o
deliberada. El poder condicionado se ex- presa en reglas muy internalizadas acerca de lo que
es correcto o incorrecto en la sociedad de la que forma parte cada uno.

En algunos casos, este poder condicionado es ejercido desde diferentes sectores que quieren
in fluir en la población y modificar sus creencias básicas.
Poder compensatorio

El poder compensatorio obtiene la sumisión o la obediencia otorgando alguna recompensa


afirmativa de algo valioso para el individuo que se somete. La alabanza es una forma simbólica
de poder compensatorio.

Otro fenómeno político que se relaciona con el poder compensatorio es la corrupción: por
ejemplo, un funcionario toma una medida que favorece los intereses económicos de una
empresa y luego se descubre que ese funcionario recibió dinero de esa empresa. En ese caso,
el poder compensatorio de una parte de la sociedad sobre una parte del gobierno invierte la
relación de poder en beneficio de un sector.

El poder simbólico

Aunque el poder sea dictatorial y se ejerza por medio de la fuerza, la amenaza del castigo o el
castigo mismo, necesita recubrir sus acciones con palabras, discursos y símbolos. Todo poder
necesita la adhesión de quienes se someten a él, pero esa adhesión nunca es absoluta, sin
fisuras o definitiva, porque siempre habrá quienes se opongan y se resistan a ese poder,
noticias y escenas asociadas a robos y crímenes que suceden en distintos puntos del territorio
nacional. Si el discurso de la (in)seguridad se impone, si la población adopta el mensaje según
el cual la inseguridad frente a los delitos es el principal problema a resolver,

Para que el poder sobre otros se sostenga, precisa al menos la adhesión de buena parte de
quienes deben obedecerlo. La fuerza por sí sola es insuficiente para garantizar el
mantenimiento de un poder determinado. Sin consenso, ese poder se debilita y se disuelve,
aunque tenga una enorme capacidad para aplicar la fuerza.

Por supuesto, esto que vale para cualquier tipo de poder es mucho más evidente en el caso de
un poder democrático. Cuando un poder se ejerce democráticamente, los gobernantes
necesitan la aprobación explícita de la mayoría de la población, a través del voto, para
continuar gobernando, y quienes pretenden acceder al gobierno disputan esa adhesión.

El poder simbólico y los discursos sociales

El poder necesita legitimarse. Para ello, precisa que quienes se sometan a él compartan cierta
visión de la realidad, cierta interpretación sobre los problemas que atañen a esa realidad, y
cierto consenso sobre las medidas más adecuadas para resolver esos problemas.

Un ejemplo actual es el llamado discurso de la seguridad. Según ese discurso, el problema más
grave que se vive en el país es el de la inseguridad frente al delito en la vida cotidiana. El
término inseguridad no remite a cualquier tipo de incertidumbre o miedo, sino al sentimiento
referido a la posibilidad de ser víctima de un delito. Algunos medios de comunicación masiva
pueden favorecer dicho discurso a través de la reiteración de

Un modo utilizado por distintos poderes del enemigo exterior, interior o del otro ame- para
generar cohesión es el de construir la figunazante. De este modo, al aceptar que existe la
amenaza de un ataque de ese enemigo, el grupo o sociedad delega en el poder la tarea de to-
mar los recaudos necesarios para su protección y genera una unión o cohesión producto de
dicha amenaza.
Los símbolos

Además de los mensajes y los discursos, también los símbolos buscan generar sentimientos de
adhesión a una ideología o proyecto determinados y adquieren una gran importancia como
integradores del sentido de pertenencia a un grupo social y político. Ninguna práctica de poder
(social o política) pue- de permanecer y legitimarse en el tiempo sin un universo simbólico que
la sustente.

El poder político que estuvo a cargo de la construcción y consolidación del Estado-nación tuvo
la necesidad de ofrecer un discurso homogéneo sobre la historia del país. En consecuencia, la
creación de símbolos que representaran la identidad nacional como la bandera, el escudo, el
himno, buscaban, mediante su uso reiterado y planeado, alcanzar la cimentación de va- lores a
un tipo de identidad nacional.

Algunos de los símbolos denotan poder o autoridad. El uso de estos símbolos por par- te de los
agentes políticos y administrativos de un Estado les permite expresar su capacidad para
gobernar y ejercer la soberanía depositada por la población en sus dirigentes. Un ejemplo es el
bastón de mando presidencial, que fue uno de los elementos que dio forma a la figura
presidencial y su representación de poder y autoridad frente al resto de la población.

La legitimidad del poder

La legitimidad del poder consiste en la existencia de un grado de consenso de una parte de la


población, que asegure la obediencia y, solo en casos excepcionales, recurrir a la fuerza. El
poder se basa y se sostiene en ese consenso, en la creencia de la legitimidad de ese poder.
Puede afirmarse que cuanta más legitimidad construya un poder, menos necesidad tendrá de
utilizar la fuerza o de amenazar con su uso. El uso extremo y reiterado de la fuerza por parte
de un poder determinado puede ser visto como signo inequívoco de su debilidad y de su poca
legitimidad.

La creencia en la legitimidad de un poder o de un régimen asegura la capacidad de este poder


para hacer cumplir sus decisiones, pues creer en la legitimidad de un poder equivale a
otorgarle el derecho

⚫ Legitimación que apela a la tradición

Legitimación que apela al carisma del lider: se basa en la creencia según la cual un individuo
posee alguna característica o aptitud que le otorga una particularidad en el ejercicio del poder.
Se trata de un poder ejercido por líderes que se oponen a la tradición y que crean un orden
nuevo. Un ejemplo de líder carismático fue Adolf Hitler.

•Legitimación que apela a la observancia de las leyes: es un modo despersonalizado de


entender la legitimidad. Los gobernantes y sus políticas son aceptados por cumplir las normas
del régimen, respetando los procedimientos que se deben llevar a cabo. Los Estados
democráticos se basan en este tipo de legitimación: los candidatos a gobernar deben cumplir
ciertos requisitos, y respetar las normas que regulan el ejercicio del poder.

En la historia reciente se pueden encontrar ejercicios de poder que, si bien fueron aceptados
como legitimos por una porción importante de la población gobernada, generaron conflictos
suma- mente graves y violaron los derechos de gran número de personas. El caso más
emblemático fue el nazismo. Su líder, Adolf Hitler, apeló a su carisma y a distintas estrategias
discursivas para generar consenso, como la idea de la amenaza judía.

El poder de la ideología

El término ideología es uno de los conceptos más complejos del pensamiento político, por que
se utiliza con matices diferentes y significados prácticamente opuestos entre si.

En general, se considera la ideología como un conjunto de ideas sobre la realidad social en


tanto sistema, cargado de valoraciones que pueden pretender su perpetuación (por ejemplo,
en las ideologías conservadoras), su transformación (por ejemplo, en las ideologias
revolucionarias o reformistas) o el regreso a algún sistema previo (ideo- logias reaccionarias).
También se puede observar la ideología como pensamiento socialmente condicionado. En este
sentido, la ideología suele incluir alguna representación sobre el sistema social existente y un
programa de acción o expectativa de lo posible en el futuro mediato.

Se atribuyen ideologías características a di- versos grupos, clases sociales o vertientes cultura
les. Asimismo, se habla de "la ideología de la clase media" o la "ideología protestante" para
referirse a diversos sistemas de pensamiento.

La ideología sería, entonces, un rasgo identitario, no siempre visible para quienes adscriben a
él, pero observable desde fuera de esos grupos. La ideología de grupo justifica los actos
persona- les o colectivos de los miembros y puede explicar la realidad desde un punto de vista
particular, que a veces se expresa en refranes o dichos. Por ejemplo: "Haz el bien sin mirar a
quién", "el casado casa quiere", "al que madruga, Dios lo ayuda".

Diferentes autores de mediados del siglo xx comenzaron a analizar las ideologías como un
problema de comunicación social que requiere análisis y evaluación. Para pensadores de la Es-
cuela de Frankfurt, la ideología distorsiona la comunicación, en función de intereses de la
dominación social. Ellos iniciaron estudios sobre los modos en que las ideologías influyen en
las sociedades mediante los nuevos medios de comunicación, la propaganda, la violencia y la
represión.

También podría gustarte