OBSAL-Informe #16 (Noviembre-Diciembre de 2021)
OBSAL-Informe #16 (Noviembre-Diciembre de 2021)
OBSAL-Informe #16 (Noviembre-Diciembre de 2021)
Caribe insular
Los logros de Cuba, las crisis
de Haití y los procesos de
soberanía y descolonización
Mesoamérica
Giro a la izquierda,
trumpismo
migratorio y rol de
China en la región
Cono Sur
Elecciones en el
centro, conflictos
sociales a su
alrededor
Los Andes
Las dos caras de la cordillera: un
2021 marcado por las calles y las
urnas
Resumen
Panorama general: Entre las nuevas cepas y la
agudización de las viejas desigualdades
Imperialismo e integración. El globalismo
agresivo de Biden: de la COP 26 a la Cumbre
para la Democracia
En perspectiva
Índice
1. Resumen 4
8. En perspectiva 38
1. Resumen
Con un segundo año pandémico que logró un descenso de casos y de muertes a medida
que avanzó la vacunación —aunque en un marco de desigualdad entre los diferentes
países y regiones—, las luchas sociales y las confrontaciones políticas aparecieron en
toda su diversidad hacia fin de año.
Estas incluyen especialmente a los colectivos de mujeres y diversidad, organizados en
torno a la lucha por la igualdad de géneros; a los pueblos originarios, en defensa de sus
tierras; a las poblaciones que luchan contra el saqueo y la contaminación de las corpora-
ciones extractivas; a los y a las migrantes y a toda una gama de actividades de defensa de
una vida digna. Son atravesadas, desde ya, por las agendas institucionales en las cuales
se definen los principales resortes de poder legal en cada país. Todo ello, a su vez, se da
en el marco de las disputas geopolíticas globales y continentales, que condicionan la
resolución de los diferentes conflictos, en ocasiones de manera decisiva.
En este sentido, el bimestre noviembre/diciembre cierra un año 2021 intenso, que en
algunos casos llenó de sorpresas el escenario político y en otros confirmó tendencias,
en el marco de una crisis cada vez más evidente de las democracias representativas, que
alcanza con particular intensidad a los proyectos neoliberales, aunque no únicamente.
Se puede decir que en general, durante el año, las elecciones favorecieron a las fuerzas de
izquierda, tendencia que se acentuó en las últimas semanas con los resultados de Chi-
le, Honduras, Venezuela y Nicaragua. En este país, luego de las elecciones el gobierno
inició el proceso para abandonar la OEA, luego de denunciar la injerencia del organis-
mo dirigido por Luis Almagro. Por otro lado, la derecha pareciera no haber alcanzado
sus objetivos en sus intentos de asedio a varios gobiernos de izquierda, como sucedió
recientemente en Bolivia, Perú y Cuba, además de las propias Venezuela y Nicaragua.
Sin embargo, la dinámica contiene un nivel importante de fragmentación y por lo tan-
to, de incertidumbre. Si de elecciones hablamos, en casi todos los casos los números
aparecen bastante cercanos entre los diferentes partidos o frentes en pugna. Además,
aparecen importantes variaciones en los meses previos a las citas electorales. Esto se
suma a resultados contradictorios con la tendencia predominante, como es el caso del
triunfo del banquero Guillermo Lasso en Ecuador, a principios de año —gobierno que
de todos modos afronta un número creciente de dificultades económicas y sociales en
estos meses—; y la derrota del Frente de Todos en las legislativas de Argentina, ante la
alianza de derecha que fracasó en el gobierno en 2015-2019.
4 A su vez, aparecen indicios de impugnación a la democracia liberal, como el crecimiento
de la abstención y una mayor volatilidad y fragmentación política. Por otro lado, en el
terreno social, el desarrollo de luchas por el territorio no pocas veces se contrapone a las
legislaciones y a las acciones institucionales que desoyen a sus supuestos representados.
Entre estas últimas se puede mencionar los conflictos por territorio en Paraguay, Chile
y Argentina, en todos los casos con raíces en el despojo a los pueblos originarios. Tam-
bién los conflictos contra el extractivismo, como sucedió en los últimos días del año en
Chubut, en la Patagonia argentina, cuando la lucha de la población obtuvo un triunfo
muy importante: el gobierno provincial se vio obligado a retroceder en la sanción de una
ley al servicio de las corporaciones mineras.
Las desiguales relaciones de fuerza entre el centro imperial y la periferia aparecen de
forma constante en casi todas las situaciones, aunque con diferentes caras. Pueden tener
el rostro de una empresa minera, forestal o del agronegocio en alianza con legisladores,
intendentes, gobernadores, presidentes. Puede ser un organismo financiero orientado
por EE. UU. como es el Fondo Monetario Internacional, en discusión con el actual go-
bierno argentino por la deuda que legó el gobierno anterior, encabezado por Mauricio
Macri. Puede asumir la forma de medidas coercitivas unilaterales, como sucede con
EE. UU. respecto a Cuba y a Venezuela. Puede hegemonizar una Cumbre “por el cli-
ma”, como sucedió con la COP 26 en Escocia. Puede convertirse en una Cumbre “por
la democracia”, con el objetivo de marcar el terreno de juego y aislar a los adversarios
de EE. UU. —centralmente, los gobiernos del ALBA-TCP en el continente; China y
Rusia en el resto del mundo— respecto a otros gobiernos, incluidos aquellos con rasgos
progresistas moderados como México y Argentina.
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2. Entre las nuevas cepas y la agudización
de las viejas desigualdades
En nuestro último informe, en el examen de la situación epidemiológica en América
Latina y el Caribe, señalamos que las amenazas de una nueva ola de contagios tras
la llegada de la nueva cepa Delta de la COVID-19 a la región no se habían cumpli-
do y que, desde el último pico de mediados de septiembre, el número de contagiados
y fallecidos disminuyó hasta alcanzar a fines de octubre los niveles de mayo pasado.
Ciertamente, esta relativa contención de la nueva ola pandémica estaba vinculada a los
avances de la vacunación.
Este proceso de vacunación ha seguido avanzando: al 18 de diciembre, ya en el cierre
del presente informe, en Sudamérica un 76% de la población estaba vacunada (62% con
dos dosis, 14% con una sola) y en México un 63% (51% y 12%). Pero nuestra región
también se ve atravesada por la profunda desigualdad en la distribución de las vacunas y
en las políticas sanitarias. Así, en la misma fecha, por ejemplo Haití cuenta con solo un
1% de vacunados (0,6% y 0,4%); Jamaica un 24%; y Guatemala un 35%.
Hemos examinado las causas de esta criminal desigualdad en informes anteriores, re-
señando particularmente las resistencias de las corporaciones farmacéuticas y de los
gobiernos de los países ricos a las demandas de los países del Sur y de las organizaciones
y movimientos populares, que planteaban la urgencia de liberar las patentes de estas
vacunas. Pero las patentes no se liberaron, el mecanismo COVAX fue boicoteado y las
donaciones no pasaron de gestos geopolíticos. De esta manera, mientras que casi el 57%
de la población mundial recibió al menos una dosis; en EE. UU. y la Unión Europea la
cifra se eleva al 72% y en los países de ingresos bajos disminuye al 7,6%. Reescribiendo
la parábola del rey Midas, la concentración de las vacunas en los países ricos —y su con-
tracara de carencias en el Sur— suscitó la aparición de una nueva cepa —la Omicron—.
El primer brote de ella ha sido en el sur de África. Vale la pena destacar que la nueva
cepa es más contagiosa que las anteriores y tal vez con capacidad para superar algunas
de las barreras que proveen las vacunas. Detectada a principios de noviembre en Bot-
suana, arribada semanas después al "viejo continente", esta cepa ha sido en parte la res-
ponsable de la nueva ola pandémica que azota a EE. UU. y a Europa. En este continente
se concentra hoy más del 50% de los nuevos contagios registrados a nivel mundial, con
picos en el Reino Unido, Francia, Dinamarca, Noruega y Finlandia.
En este contexto, casi reeditando lo señalado en el informe anterior, la llegada de esta
nueva variante a Nuestra América interroga sobre si, con similar derrotero al de los
países del norte, también aquí experimentaremos una nueva ola pandémica. En ese sen-
tido, el número de contagios y fallecimientos a nivel regional está creciendo lentamente
aunque partiendo de niveles bajos, en un cuadro heterogéneo donde se mezclan los
ascensos de las últimas semanas en Argentina y en Bolivia y las disminuciones en Brasil
y en México. Al 18 de diciembre, sólo Trinidad y Tobago se encontraba cerca del pico
histórico y en el resto de los países, salvo Bolivia, el número de contagios no llegaba a
superar el 39% de dicho pico.
Esta situación no oculta que la región ha sido en estos años la más afectada por la pan-
demia a nivel global —concentrando más del 30% de la mortalidad con poco más que
el 8% de la población— pero otorga en la actualidad mayor centralidad a la crisis social
y económica. Recordemos que América Latina y el Caribe experimentó una desacele-
ración económica histórica en 2020 con una contracción del producto interno bruto
(PIB) en torno al 7%. En esa dirección, las estimaciones para este año evalúan un cre-
cimiento de alrededor del 6%, que no recupera lo perdido en el pasado y con niveles de
pobreza y pobreza extrema que se encuentran en su punto más alto en los últimos veinte
y doce años, respectivamente.
A lo largo del año hemos reseñado —en base a diferentes informes de CEPAL, OXFAM
y otras fuentes— la profundidad que alcanzó en nuestros países el proceso de desigua-
lación social en el contexto de la pandemia, con la acentuación de las hambrunas y las
carencias alimentarias. En esta dirección, la difusión del Informe sobre Desigualdad
Global 2022 elaborado por el World Inequality Lab ratifica, una vez más, la magnitud
de la desigualdad global y regional, señalando que el 10% más rico de la población mun-
dial recibe actualmente el 52% del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre
de la población gana el 8,5%. Las desigualdades mundiales de riqueza son incluso más
pronunciadas siendo que la mitad más pobre de la población mundial apenas posee el
2% del total de la riqueza; mientras que el 10% más rico posee el 76%. Por otra parte,
en la comparación entre regiones, América Latina y el Caribe se ubica tercera, luego de
Medio Oriente y del África Subsahariana, donde el 10% más rico se apropia del 55% de
los ingresos disponibles. Dicho informe señala además que estas desigualdades globales
se acercan a los niveles de principios del siglo XX, cuando el imperialismo europeo se
encontraba en su cúspide.
En este contexto, el Banco Mundial ha señalado que “las previsiones de crecimiento
para los próximos dos años [para nuestra región] caen por debajo del 3 por ciento, un
regreso a las tasas de crecimiento bajas de la década de 2010, generando preocupación
de una nueva década perdida en términos de desarrollo”. Una perspectiva de corto plazo
que, según el FMI, depende de la evolución de la pandemia, los precios de las materias
primas, las condiciones financieras mundiales y el grado de demanda reprimida del
sector privado.
En la misma dirección, estos organismos internacionales destacan sus preocupacio-
nes por el incremento de la deuda pública —más de 10% con respecto a 2019— y la
inflación —con sus raíces globales y el repetido diagnóstico neoliberal que señala a la
8 emisión y el déficit fiscal como los responsables. A ello se suma, afirman estos organis-
mos, la disminución de la confianza ciudadana en los gobiernos y partidos políticos y
la magnitud de las tensiones y descontento social, elementos que plantean un escenario
muy complejo hacia adelante. Ante este contexto, tanto el Banco Mundial como el FMI
vuelven a plantear la necesidad de llevar a cabo de forma urgente las “reformas muy
postergadas” en el ámbito de la infraestructura, la educación, la salud, la política ener-
gética, así como la reducción del déficit fiscal y el control monetarista de la inflación.
Se reiteran, una vez más, las reformas estructurales que ya habían inspirado la última
oleada neoliberal desde, por lo menos, el año 2015. También la tentativa de usar las cri-
sis como catalizadoras de esas políticas. Por otra parte, la CEPAL promueve su paquete
de reformas, aunque en este caso con mayor signo social, en su informe “Perspectivas
Económicas de América Latina 2021”, elaborado junto a la OCDE (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico), el Banco de Desarrollo de América
Latina (CAF) y la Comisión Europea, y propone para ello “repensar el contrato social
en la región, sugiriendo cuatro principios para guiar un proceso que genere amplios
consensos: conciliar los intereses de todas las partes; contextualizar para adaptar a las
circunstancias; compensar a los más afectados por las reformas; y comunicar bien el
impacto de las mismas”.
Diagnósticos y propuestas formulados por los organismos internacionales ante una
Nuestra América signada también por un ciclo de luchas sociales y por el triunfo de
coaliciones progresistas —los últimos en Honduras y Chile— que plantean, como lo
examinamos a continuación, otros desafíos para los pueblos y las perspectivas emanci-
patorias.
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"Blah, Blah, Blah", intervenciones en las calles de Glasgow durante la COP 26 (fotografía vía AP)
3. Imperialismo e integración
Cumbre de ALBA-TCP
El 14 de diciembre se celebró en La Habana la XX Cumbre de jefes de Estado y de
Gobierno de la Alianza Bolivariana para los pueblos de América - Tratado de Comer-
cio de los Pueblos. En la declaración final, los temas destacados fueron el rechazo a
las medidas coercitivas unilaterales, así como “la actuación injerencista en los asuntos
internos de los Estados del secretario general de la Organización de Estados Ameri-
canos” y “la utilización de estrategias de guerra no convencional contra los gobiernos y
líderes progresistas de la región”. Entre estas estrategias, los mandatarios destacaron los
“procesos judiciales políticamente motivados (lawfare), la manipulación con fines des-
estabilizadores de los derechos humanos, la campaña de propaganda y desinformación,
el uso malicioso de las tecnologías de la información y la comunicación y los ataques
cibernéticos, entre otros”.
Tensiones en el Mercosur
El 17 de diciembre se realizó —en formato virtual— la Cumbre de presidentes del
Mercosur. Como una muestra de las diferencias en su interior, el comunicado final solo
fue firmado por Argentina, Brasil y Paraguay. Uruguay no lo firmó, en desacuerdo con
un párrafo donde los gobiernos se comprometen a revisar el Arancel Externo Común
(AEC), sin considerar la posición uruguaya de “flexibilizar” las reglas y permitir los
acuerdos de libre comercio individuales con otros países. El año 2022 es clave por las
elecciones en Brasil, lo cual seguramente impactará en el rumbo de este bloque econó-
mico, que pareciera estar cada vez más a la deriva.
Noticias de la ONU
En noviembre tres noticias destacadas vincularon a la ONU con América del Sur. Por
un lado, el reconocimiento de Nicolás Maduro como legítimo gobierno de la Repúbli-
ca Bolivariana de Venezuela. Solo 16 de 193 países se opusieron, algo que evidencia la
pérdida de legitimidad del gobierno fake de Juan Guaidó, cuya existencia se reducía al
plano internacional. Por otro lado, el Comité contra la tortura de la ONU declaró como
“paramilitares” a la Unión de Jóvenes Cruceñistas y la Resistencia Juvenil Cochala, gru-
pos terroristas con activa participación en la dictadura, respecto a Bolivia, y en los más
recientes intentos por poner en movimiento al campo del golpismo. Por último, exper-
tos de la ONU se mostraron “alarmados” ante la violencia carcelaria en Ecuador.
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Asamblea de ALBA Movimientos en 2022
La Articulación de Movimientos hacia el ALBA informó que la III Asamblea conti-
nental se realizará en Argentina entre el 27 de abril y el 1º de mayo de 2022. Consul-
tado para este informe, Gonzalo Armúa, secretario operativo continental, señaló que la
reunión, que reunirá a decenas de organizaciones
marcará un nuevo momento para que la Articulación se plantee nuevos desafíos y siga
trabajando en pos de la unión de la Patria Grande, con más organización, mejores
herramientas de intervención e incorporando nuevas banderas de lucha. Continuando
siempre con el horizonte de un socialismo indoafroamericano, para y desde los pue-
blos.
Finalmente Colombia, el único país de la región andina que no se midió en las urnas
en 2021, se midió principalmente en las calles durante el Paro Nacional de abril, mayo
y junio, donde la crisis social y humanitaria se agravó de manera escandalosa, como de-
nunciaron numerosas Misiones de Observación y Verificación de Derechos Humanos
que viajaron al país, donde se encontraba inclusive una Misión de Verificación de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Las decenas de manifestantes asesi-
nados por la fuerza pública, más los centenares de heridos producto de la represión po-
licial engrosaron la ya dramática lista de líderes, lideresas y firmantes de paz asesinados
en 2021 que a diciembre rondan las 206 personas.
En ese marco, inició la carrera preelectoral con la conformación de coaliciones que bus-
can presentarse a los comicios legislativos de marzo y presidenciales de mayo de 2022.
Dentro de estas destaca por un lado la coalición político-electoral del Pacto Histórico
36 que contiene partidos políticos y organizaciones sociales del campo popular del país,
como las figuras de Gustavo Petro y Francia Márquez; el llamado sector de “centro”,
protagonizado por el Partido Verde, también construyó por su parte la coalición Centro
Esperanza, con figuras cercanas al uribismo y agrupadas principalmente por su recha-
zo a una posible candidatura de izquierda como la de Gustavo Petro, y finalmente, la
articulación —con una interna álgida— de los diferentes sectores del uribismo, que
después de una disputa por ser el o la elegida para continuar el legado del ex presidente
Uribe Vélez, terminaron optando por Óscar Iván Zuluaga por sobre la senadora Maria
Fernanda Cabal. Vale la pena recordar que Zuluaga ya fue candidato presidencial por el
uribismo, en 2014, y perdió las elecciones contra Juan Manuel Santos.
Según la última encuesta publicada por Invamer, Gustavo Petro obtendría en cualquier
escenario —con diferentes candidatos por las demás coaliciones— más del 42% de
los votos. Estas mediciones se hacen, sin embargo, antes de que se realicen consultas
internas en varias de las coaliciones sobre quienes serán finalmente sus candidatos a la
presidencia, y toman los nombres de quienes se imponen en cada una de ellas. El avance
de la carrera electoral se da en el marco de una encuesta que reveló que el 69,8% de las
y los colombianos desaprueban la gestión del presidente Iván Duque.
En el mes de noviembre se cumplieron cinco años de la firma de los Acuerdos de Paz
entre el Estado colombiano y la entonces insurgencia de las FARC - EP que, a pesar
de continuar siendo un acuerdo sin implementar por parte del gobierno de Iván Duque
—que ha incumplido sistemáticamente sus compromisos—, han inaugurado un nuevo
momento político en el país, sin el cual no podría comprenderse la envergadura de las
movilizaciones desde 2016 en adelante. En ese marco, el secretario general de Naciones
Unidas, António Guterres, llegó al país para realizar la verificación del cumplimiento
del acuerdo, en la que afirmó que el presidente Duque y la comunidad internacional tie-
nen la obligación moral de evitar la repetición de la violencia. Asistieron a un acto orga-
nizado por la Jurisdicción Especial para la Paz, tribunal que ha sido clave para conocer
la responsabilidad del Estado y la Fuerza Pública en los crímenes de lesa humanidad
cometidos en el país, y que ha sido insistentemente atacada por el partido de gobierno
y en especial por el ex presidente Uribe Vélez.
En el contexto de este quinto aniversario, el secretario de Estado de EE. UU. Antony
Blinken anunció en un comunicado que el Departamento de Estado revocó “la desig-
nación de las FARC como organización terrorista extranjera", ya que "tras un acuerdo
de paz de 2016 con el gobierno colombiano, las FARC fueron disueltas y desarmadas
oficialmente. Ya no existen como organización unificada dedicada al terrorismo o acti-
vidades terroristas, o con la capacidad o intención de hacerlo".
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8. En perspectiva
Como hemos señalado de forma recurrente a lo largo del año, la situación política
continental es altamente dinámica e inestable. Esto se expresa en múltiples sorpresas,
marchas y contramarchas, avances y retrocesos que a veces aparecen sumando a una
tendencia, otras contradiciéndola. Los acontecimientos políticos, que se relacionan de
forma compleja, tienen su origen tanto en la actividad de los pueblos como en una di-
námica global donde existen múltiples actores de peso. Poco o mucho, todas las fuerzas
inciden en el escenario.
A nivel mundial la humanidad atraviesa una crisis civilizatoria que pone en peligro
la reproducción material de la vida y de la naturaleza de la que somos parte. Además,
estamos ante una transición hegemónica de occidente a oriente, de Estados Unidos a
China, que tiene importantes implicancias geopolíticas.
Tres hechos distinguen a América Latina y el Caribe en el plano internacional. Por una
parte, ha sido la región más castigada por la COVID19 concentrando, por ejemplo,
más del 30% de la mortalidad mundial, con solo el 8,4% de la población. Por otro lado,
experimentó la mayor retracción del PBI durante 2020, con una modesta recuperación
en 2021 que no alcanza a compensar la pérdida anterior. Finalmente, castigada por una
mayor desigualdad social y por la pauperización social, ha sido un territorio atravesado
también por un intenso proceso de conflictividad social que tensionó las relaciones en-
tre la calle y el Estado, acentuando en varios países la crisis de representación.
Las movilizaciones populares pusieron a prueba la capacidad de unidad de los partidos
políticos para encarar los procesos electorales. Los triunfos en Perú, Nicaragua, Hon-
duras, Venezuela y Chile, a lo que se suma la resistencia heroica del pueblo cubano y la
experiencia descolonizadora en Barbados, acentúan la hipótesis de una posible nueva
oleada progresista en el continente, abierta en torno a 2018-2019 con los triunfos de
López Obrador en México y del Frente de Todos en Argentina.
Con una activa resistencia por parte de los sectores más conservadores, en los últimos
meses el movimiento feminista ha logrado importantes conquistas de derechos. Des-
pués de la legalización del aborto a fines de 2020 en Argentina, hubo una “ola” de deba-
tes al respecto en distintos países del continente (Venezuela, Honduras, Chile, México,
Colombia) con distintos tipos de avances y particularidades, pero con un claro efecto
de la marea verde. Pareciera que esto va a continuar y profundizarse en 2022, más si los
gobiernos que vienen ganando elecciones (como en Chile y en Honduras) son de tinte
progresista y en algunos casos ya se han expresado a favor de la ampliación de derechos.
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Con diferente intensidad, aunque atravesando todo el continente, también las luchas
en defensa del territorio y por la ecología crecen en sectores urbanos, expresadas en
conflictos antes grandes proyectos extractivos, como sucedió en Argentina en el cierre
del año, así como en disputas sobre las ciudades, el transporte, los servicios públicos, los
espacio verdes y contra los grupos económicos del sector inmobiliario.
Otro de los sujetos más dinámicos del continente es el movimiento indígena. Los pue-
blos originarios de Nuestra América vienen luchando hace más de quinientos años
contra el despojo y saqueo de sus territorios, en defensa de los bienes comunes y por el
reconocimiento de la plurinacionalidad, tal como se está exigiendo en Chile, en Perú,
en Guatemala y en Honduras. Como actor político, es innegable su potencialidad, como
lo muestran —no exentos de contradicciones y no siempre en el mismo sentido— los
casos de Bolivia, Perú y Ecuador.
Una eventual segunda ola progresista, en palabras de García Linera, encuentra impor-
tantes desafíos en un contexto de crisis social, económica, ecológica y política. Las es-
trategias desestabilizadores por parte del imperialismo y de los sectores dominantes de
cada país, como es natural, buscan condicionar a los gobiernos progresistas. Además, la
derecha latinoamericana busca reagruparse y tiene con qué hacer frente a las diferentes
batallas. Así lo indican algunos recientes triunfos electorales, como en las presidenciales
de Ecuador y en las elecciones intermedias de Argentina, y en general la existencia de
un margen ajustado en las disputas en cada país.
En el 2022 estarán en juego dos contiendas electorales claves para la región, que podrán
acentuar o atenuar la tendencia. Nos referimos a Colombia, que elegirá presidente el
próximo 29 de mayo y a Brasil, que hará lo propio el 2 de octubre. Si se diera tanto una
victoria de Gustavo Petro (u otro candidato o candidata del Pacto Histórico) en Co-
lombia y luego el triunfo de Lula en Brasil —ambos eventos anunciados por diversos
sondeos, cuando todavía faltan varios meses—, entonces se confirmaría con creces la
existencia de un cambio de etapa. Pero para hacer afirmaciones tajantes todavía falta
mucho. Ya hemos visto que algunos pocos meses, a veces semanas, pueden cambiar to-
talmente las evaluaciones previas.
A lo largo de los informes fuimos analizando una constante: América Latina y el Cari-
be está en una dura disputa, cada vez más abierta. En ese contexto, y sin desconocer las
dificultades, el año 2021 cierra con un presente esperanzador y con preguntas abiertas
de cara al futuro. La primera es efectivamente respecto al ciclo político: ¿Estamos ante
un cambio de etapa? En paralelo, hay otras igualmente relevantes: ¿Cúal será la relación
que tendrán entre sí los gobiernos progresistas y de izquierda de la región? ¿Se fortale-
cerán los organismos de integración latinoamericana? ¿Emergerán nuevos liderazgos?
¿Qué pasará con la OEA y con la CELAC? ¿Cómo se desarrollarán los procesos de
vinculación económica regional, como es el caso del Mercosur, con fuertes tensiones?
¿Qué otros modos de asociación económicas avanzarán y sobre qué bases? En síntesis:
¿Qué formas adoptará la confrontación global en curso y cómo afectará a la región?
Creemos que 2022 tendrá mucho para decirnos. Ojalá que los nuevos vientos de cam-
bio con que cierra 2021 lleven hacia el nuevo año mejores condiciones de vida para el
continente. El presente es de esperanza, aunque —o tal vez porque– el futuro está en 39
disputa. Como dijera Salvador Allende en su último discurso: “La historia es nuestra y
la hacen los pueblos”.
Este Informe es elaborado por el equipo del OBSAL (Observatorio de
la Coyuntura de América Latina y el Caribe) integrado por Laura
Capote, Marcelo Depieri, Mauricio Ferolla, Leticia Garziglia, José
Seoane y Fernando Vicente Prieto de las oficinas Argentina y Brasil
del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
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americalatina@thetricontinental.org
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