Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Testigos de Cristo Como Mesias: Leccion 4

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 7

Leccion 4

Testigos de Cristo
como Mesias
Sabado de tarde, 19 de oetubre

Todos los rayos de luz que brillan en las Escrituras apuntan a


Jesueristo y dan testimonio de e l , entrelazando las Escrituras del
Antiguo y del Nuevo Testamento. Cristo es presentado como e! autor
y consumador de su fe, Aquel en quien se centran sus espcranzas de
vida eterna. "Porque de tai mancra amo Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigenito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna"...
Jesueristo es el conocimiento del Padre, y Cristo es nuestro gran
Maestro enviado de Dios. Cristo ha declarado en el se.xto capitulo
de Juan que el es ese pan enviado del cielo. " D e cierto, de cierto os
digo: E l que cree en m i tiene vida eterna" (I 'lindamentals of Christian
Education, p. 383).

Jesus dijo [a los escribas y tariseos]: " N o quereis venir a m i para


que tengais vida". "Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz
y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas". "Vosotros
cnviasteis mensajeros a Juan, y el dio testimonio de la verdad. Pero yo
no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que voso-
tros seais salvos". Ees pide que recuerden la profunda conviccion que
habia en cllos a causa de los mensajes de Juan. Dijo: " E l era antorcha
que ardia y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo
en su luz. Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las
obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que
yo hago, dan testimonio de m i , que el Padre me ha enviado. Tambien
el Padre que me envio ha dado testimonio de m i . Nunca habeis oido su
voz, ni habeis visto su aspecto, ni teneis su palabra morando en voso-
tros; porque a quien el envio, vosotros no creeis".
E l testimonio del Padre se habia dado. " Y Jesiis, despues que fue
bautizado, subio luego del agua; y he aqui que los cielos le fueron
abiertos, y vio al Espiritu de Dios que descendia como paloma, y venia
sobre e l ; y he aqui una voz del cielo que decia: Este es mi Hijo amado,
en quien tengo complacencia" (The Signs of the Times, 13 de noviembre
13, 1893, parrafo2).

A l emprender la gran obra de su vida terrenal, Jesus eligio a cinco


discipulos: Juan, Andres, Simon, Felipe y Natanael. Estos hombres fue-

26
ron llamados de sus humildes ocupaciones para acompafiar al Salvador
en su ministerio, recibir sus ensefianzas divinas y ser testigos de sus
poderosos milagros, para que los publicaran al mundo.
Iban a celebrarse unas bodas en C a n a de Galilea. L o s contrayentes
eran parientes de .lose y Maria. Cristo sabia de esta reunion familiar, y
que alii se reunirian muchas personas intluyentes, por lo que, en com-
pafiia de sus discipulos recien nombrados, se dirigio a C a n a . E n cuanto
se supo que Jesus habia acudido al lugar, se le envio una invilacion
especial a el y a sus amigos. A s i se lo habia propuesto, y por eso honro
la tlesta con su presencia {Rcdcmplion: Or the Miracles ofC'hrisI, the
Might One. mi, p 7,).

Domingo, 20 de o c t u b r c : E l testimonio de J u a n el B a u t i s t a

Habia una gran obra designada para el proleta Juan, pero no habia
ninguna escuela en la tierra a la cual pudiera asistir. Debia adquirir su
conocimiento lejos de las ciudades, en el desicrto. l as liscrituras del
Antiguo Testamento, Dios y la naturaleza que cl habia creado debian
ser sus libros de estudio. Dios estaba capacilando a Juan para su obra de
prepararel camino del Sehor. Su alimento era simplemcntc langostas y
miel silvcslrc. L a s coslumbrcs y las practicas dc los hombres no debian
ser la edueacion de esle hombre. L a preoeupacibn por lo mundaito lu)
debia al'ectar en nada la formacion de su caraelcr...
E l buscaba el favor de Dios, y el Espiritu Santo descansaba sobre
el, y encendio en su corazon un ardiente ccio dc hacci la gran obra
dc llaniar a la gente al arrepentimiento y a una vida mas elcvada y
mas santa. Juan se estaba capacitando mcdiantc las privaciones y las
dilkultades para disciplinar dc tal mancra todas sus facultades lisicas
y mentales, que pudiera sostenerse entre las gentes tan inconmovible
frente a las circunslancias como las rocas y moiitanas del desicrto que
lo habian rodeado durante treinta ahos (Comcntarios de Elena ( i . de
White en Comentario hihiico adventista del se/ninio dia, t. 5, p. 1090).

L a nifiez, juventud y edad adulta de Juan se caraeterizaion poi la


lirmc/a y la fuerza moral. Cuando su voz se oyo en el desicrto dieicn-
do: ".^pareiad el camino del Sehor, enderezad sus veredas". Mateo ?>:}.
Satanas temio por la seguridad de su reino. E l caracter pecaminoso del
pecado se revelo de tal mancra que los hombres temblaron. Quedo que-
brantado el poder que Satanas habia ejercido sobre muchos que habian
estado bajo su dominio. Habia sido incansable en sus esfuerzos para
apartar al Bautista de una vida de entrega a Dios sin reserva; pero habia
fracasado. No habia logrado veneer a Jesiis. E n la tentacion del desicrto,
Satanas habia sido derrotado, y su ira era grande. Resolvio causar pesar
a Cristo hiriendo a Juan. Iba a hacer sufrir a Aquel a quien no podia
indiicir a pecar (El Deseado de todas las gentes, pp. 195, 196).

E l testimonio de Juan habia sido positivo, habia sido dado con

27
poder, en la demostracion del Espiritu. Habia dado testimonio de lo
que sus ojos habian visto, de lo que sus oidos habian oido, de lo que
sus manos habian tocado, de la palabra de vida. Jesiis dijo: "Otro es el
que da testimonio acerca de m i , y se que el testimonio que da de m i es
verdadero". L o s escribas y fariseos habian creido entonces las palabras
de Juan, pero el orgullo y la incredulidad obraron en sus corazones
segiin la disposicion de Satanas, y se manifestaron la envidia, los celos
y el odio franco contra Cristo.
Jesiis dijo a sus discipulos: " S i yo no hubiera venido, ni les hubiera
hablado, no tendrian pecado... S i yo no hubiera venido, ni les hubiera
hablado, no tendrian pecado... Pero cuando venga el Consolador, a
quien yo os enviare del Padre, el Espiritu de verdad, el cual procede del
Padre, el dara testimonio acerca de m i " (The Signs of the Times, 13 de
noviembre, 1893, parrafo 4 ) .

Lunes, 21 de oetubre: E I Cordero de Dios

Cuando, en ocasion del bautismo de Jesiis, Juan le senalo como el


Cordero de Dios, una nueva luz. resplandeeio sobre la obra del Mesias.
L a mente del profeta fue dirigida a las palabras de Isaias: " C o m o cor-
dero fue llevado al matadero". Isaias 53:7. Durante las scmanas que
siguieron, Juan estudio con nuevo interes las profecias y la ensefianza
de las ceremonias de los sacriticios. No distinguia claramente las dos
fases de la obra de C r i s t o —como sacrificio doliente y como rey ven-
cedor—, pero veia que su venida tenia un significado mas profundo
que el que discernian los sacerdotes y el pueblo. Cuando vio a Jesiis
entre la muchedumbrc, al volver el del desicrto, esperii conlladamen-
te que daria al pueblo alguna serial de su verdadero caracter... pero
Jesiis no pronuncio una palabra ni dio serial alguna. No respondiiS al
anuncio que hiciera el Bautista acerca de e l , sino que se mezcio con
los discipulos de Juan sin dar evideneia externa de su obra especial, ni
tomar medidas que lo pusiesen en evideneia (El Deseado de todas las
gentes, p. 110).

A l dia siguientc, Juan vio venir a Jesiis. C o n la luz de la gloria de


Dios descansando sobre e l , el profeta extendio las manos diciendo: " H e
aqui el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es del
que dije: Tras mi viene un varon, el cual es antes de mi: . . . y yo no le
conocia; mas para que fuese manifestado a Israel, por eso vine yo bau-
tizando con agua... V i al Espiritu que descendia del cielo como paloma,
y reposo sobre el. Y yo no le conocia; mas el que me envio a bautizar
con agua, Aquel me dijo: Sobre quien vieres descender el Espiritu, y
que reposa sobre e l , este es el que bautiza con Espiritu Santo. Y yo le
v i , y he dado testimonio que este es el Hijo de Dios". Juan 1:29-34 (El
Deseado de todas las gentes, p. 110).

[Juan] sabia que era al Redentor del mundo a quien habia bautiza-

28
do. E l Espiritu Santo descendio sobre el, y extendiendo la mano, senalo
a Jesus y exciamo: " H e aqui el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo".
Nadie de entre los oyentes, ni aun el que las pronuncio, discernio el
verdadero significado de estas palabras, "el Cordero de Dios". Sobre el
monte Moria, Abraham habia oido la pregunta de su hijo: "Padre mio...
(,D6nde esta el cordero para el holocausto?" E l padre contesto "Dios se
proveera de cordero para el holocausto, hijo mio". Genesis 22:7, 8. Y
en el carnero divinamente provisto en lugar de Isaac, Abraham vio un
simbolo de Aquel que habia de morir por los pecados de los hombres.
E l Espiritu Santo, mediante Isaias, repitiendo la ilustracion, prot'etizo
del Salvador: "Como cordero I'ue llevado al matadero", "Jehova cargo
en el el pecado de todos nosotros" (Isaias 53:7, 6 ) {El Deseado de todas
las gentes, p. 8 7 ) .

Martes, 22 de oetubre: Los dos discipulos de J u a n

Pedro, Santiago y Juan buscaban todas las oportunidades dc poncr-


se en contaeto intimo con el Maestro, y su deseo les fue otorgado. Dc
los doce, la rclacibn dc cllos con cl Maestro liic la mas intima. Juan solo
podia hallar satisfaccibn cn una intimidad aiin mas cstrccha, y la obtu-
vo. lin ocasion dc la primcra cntrcvista junto al Jordan, cuando .Andres,
habiendo oido a Jesus, corrio a buscar a su hcrniano, Juan pcrmanccib
quieto, extasiado cn la mcditacion dc temas maravillosos. Siguib al
Salvador siempre, como oidor absorto y ansioso...
Juan anhelaba amor, simpatia y compahia. Sc accrcaba a Jesiis, sc
sentaba a su lado, se apoyaba en su pecho. A s i como una llor bcbc del
sol y del rocio, el bebia la luz y la vida divinas. Contempio al Salvador
con adoracion y amor hasta que la semejanza a Cristo y la comunion
con el llegaron a constituir su linico deseo, y cn su caracter sc rcncjo el
caracter del Maestro (La edueacion, p. 87).

Dejando a Juan, [los dos discipulos] sc fueron en pos dc Jesiis. LJno


de ellos era Andres, hermano de S i m o n ; el otro Juan, el que iba a ser
el evangelista. Estos fueron los primeros discipulos dc Cristo. Movidos
por un impulso irresistible, siguieron a Jesiis, ansiosos de hablar con
el, aunque asombrados y en silencio, abrumados por el signilicado del
peiLsamiento: " / , E s este el Mesias?"
Jesiis sabia que los discipulos le seguian. Eran las primicias de su
ministerio, y habia gozo cn el corazon del Maestro div ino al ver a estas
almas respondcr a su gracia. Sin embargo, volviendose, les preguntii:
"/,Quc buscais?" Queria dejarlos libres para volver atras, o para expre-
sar su deseo.
Ellos eran conscicntes de un solo propositi"). L a presencia dc Cristo
llcnaba su pcnsamiento. Exclamaron: " R a b i . . . <,d6nde moras?" En una
breve cntrcvista, a orillas del camino no podian recibir lo que anhc-
laban. Deseaban estar a solas con Jesiis, sentarse a sus pies, y oir sus

29
palabras. "Diceies: V e n i d y ved. Vinieron, y vieron donde moraba, y
quedaronse con el aquel di'a" {Exaltad a Jesus, p. 162).

Si Juan y Andres hubiesen estado dominados por el espiritu incrc-


dulo de los sacerdotes y gobemantes, no se habrian presentado como
discipulos a los pies de Jesiis. Habrian venido a el como criticos, para
juzgar sus palabras. Muchos cierran asi la puerta a las oportunidades
mas preciosas. No sucedio asi con estos primeros discipulos. Habian
respondido al llamamiento del Espiritu Santo, manifestado en la predi-
cacion de Juan el Bautista. Ahora, reconocian la voz del Maestro celes-
tial. Para ellos, las palabras de Jesiis estaban llenas de refrigerio, verdad
y belleza. Una iluminacion divina se derramaba sobre las enscnanzas
de las Escrituras del Antiguo Testamento. L o s multilaterales temas de
la verdad se destacaban con una nueva luz (El Deseado de todas las
gentes, p. 112).

Miercoles, 23 de oetubre: Felipe y Natanael

" E l siguientc dia quiso Jesiis ir a Cialilca, y halla Felipe, al cual


dijo: Sigucmc". Felipe obcdecio al mandato, y en scguida se piiso
tambien a trabajar para C risto (/;'/ Deseado de todas las gentes. p. I 13).

Felipe llamo a Natanael. Este iiltimo habia estado entre la muche-


dumbrc cuando el Bautista sciialo a Jesiis como el Cordero de Dios.
A l mirar a Jesiis, Natanael quedo desilusionado. <.Podia ser el Mesias
este hombre que llevaba seiiales de pobrcza y de Irabajo? Sin embargo,
Natanael no podia decidirse a rechazar a Jesiis, porque el mensaje de
Juan le habia convencido en su corazon.
Cuando I clipc lo llamo. Natanael se habia retirado a un tranquilo
huerto para meditar sobre el anuncio de Juan y las profecias concernien-
tes al Mesias. Estaba rogando a Dios que si el que habia sido anunciado
por Juan era el Libertador, se lo diese a conocer, y el Espiritu Santo
descendio para impartirle la seguridad de (|uc Dios habia visitado a su
pueblo y le habia su.seitado un cucrno de salvaeion...
E l mensaje: " l l e m o s hallado a Aquel de quien escribio Moise's en
la ley, y los profetas", parecii) a Natanael una respuesta directa a su
oracion. Pero la fe de Felipe era aim vacilante. Anadio con cierta duda:
"Jesiis, el hijo de Jose, de Nazaref". L o s prejuicios volvieron a levan-
tarse en cl corazon de Natanael. lixclamo: "(.De Nazaret puede haber
algo de bueno?"
Felipe no entro en controversia. Dijo: " V e n y ve. Jesiis vio venir a
si a Natanael, y dijo de el: He aqui un verdadero israelita, en el cual no
hay engano". Sorprendido, Natanael exciamo: "i,Dc dondc me conoces?
Respondio Jesiis, y dijole: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas
debajo de la higuera te v i " .
Esto fue siificiente. E l Espiritu divino que habia dado testimonio
a Natanael en su oracion solitaria debajo de la higuera, le hablo ahora

30
en las palabras de Jesiis. Aunque presa de la duda, y cediendo en algo
al prejuicio, Natanael habia venido a Cristo con un sincero deseo de
oir la verdad, y ahora su deseo estaba satisfecho. S u fe siipero a la de
aquel que le habia Iraiilo a Jesiis. Respondio y dijo: " R a b i , tii eres el
Hijo de Dios; ni eres cl R c y dc Israel" (El Deseado de todas las gentes,
pp. 113, 114).

Si Natanael hubiese confiado en los rabinos para ser dirigido,


nunca habria hallado a Jesiis. Viendo y juzgando por si mismo, fue
como llego a ser discipulo. A s i sucede hoy dia en el caso de muchos a
quiencs los prejuicios apaitan dc lo bucno. iCuan difcrcnlcs scrian los
resultados si cllos quisicran venir y vcrl
Ninguno llcgani a un conocimicnlo Salvador dc la verdad mientras
confie en la direccion de la autoridad humana. C o m o Natanael, nece-
sitamos estudiar la Palabra de Dios por no.sotros mismos, y pcdir la
iluminaciiSn del Espiritu Santo. Aquel que vio a Natanael debajo dc la
higuera. nos vera cn el lugar secreto de oracion. Los angclcs del mundo
de luz cstiin cerca de aquellos que con humililad solicitan la direccion
divina (El Deseado de todas las gentes, p. 114).

Jueves, 24 de oetubre: E l testimonio de Nicodemo

Lu gran verdad dc la conversion del corazon por c l lispiritii Santo


es presentada en las palabras que Cristo dirigiera a Nicodemo: " D e cier-
to, de cierto te digo, que el que no naciere otra vcz, no puede ver el reino
de D i o s . . . L o que es nacido de la carnc, carne es; y lo que cs nacido
del lispiritu, espiritu cs. No te maravilles de que te dije: O s es nccesario
naccr otra vez. E l viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas
no sabes de donde viene, ni a donde vaya: asi es todo aquel que cs naci-
do del Espiritu". Juan 3:3-8 (Palahias de vida del gran Maestro, p. 70).

Nicodemo era miembro del Sanedrin, y con otros habia sido con-
movido por la ensefianza de Jesus. A l prcsenciar las maravillosas obras
de Cristo, se habia apoderado de el la conviccion dc que esc era el
enviado dc Dios. Por cuanto era dcmasiado orgulloso para rcconoccr
abiertamente su simpatia por el Maestro galiico, habia procurado tcncr
una cntrcvista secreta. E n esa cntrcvista, Jesus le habia expuesto el plan
de la salvaeion y su mision en el mundo; sin embargo Nicodemo habia
seguido vacilante. Oculto la verdad en su corazon, y por tres anos hubo
poco IVuto aparente. Pero aunque Nicodemo no habia reconocido publi-
camcnlc a Cristo, repetidas veces habia desbaratado en el Sanedrin las
maquinaciones de los sacerdotes de destruirlo. Cuando al lln Cristo fue
crucificado. Nicodemo recorder las palabras que le habia hablado en la
entrcvisla noclurna cn cl Monte dc las Olivas: " C o m o Moiscs Icvanto
la sctpicnlc cn cl desicrto, asi es nccesario que el Hijo del hombre sea
levantadt)" (Juan 3:14); y vio en Jesus al Redentor del mundo.
En compania de Jose de Arimatea, Nicodemo habia sufragado los

31
gastos de la sepultura de Jesiis. L o s discipulos habian temido mostrarse
abiertamente como seguidores de Cristo, pero Nicodemo y Jose habian
acudido osadamente en su auxilio. L a ayuda de estos hombres ricos
y honrados era grandemente necesaria en esta bora de tinieblas. Ellos
habian podido hacer por su Senor muerto lo que hubiera sido imposible
para los pobres discipulos; y su riqueza e intluencia los habian protegi-
do, en gran medida, de la malicia de los sacerdotes y gobemantes (Los
hechos de los apdstoles, pp. 85, 86).

Hay muchos que pretenden servir a Dios, pero que no lo conocen


por experiencia. S u deseo de hacer la voluntad divina se basa en su pro-
pia inclinacion, y no en la profunda conviccion impartida por el Espiritu
Santo. Su conducta no armoniza con la ley de Dios. Profesan aceptar a
Cristo como su Salvador, pero no creen que el quiere darles poder para
veneer sus pecados. No tienen una relacion personal con un Salvador
viviente, y su caracter revela defectos asi heredados como cultivados...
L a unica esperanz.a para estas almas consiste en que se realice en
ellas la verdad de las palabras de Cristo dirigidas a Nicodemo: " O s es
nccesario nacer otra vez". " E l que no naciere otra vez, no puede ver el
reino de Dios". Juan 3:7, 3 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 29).

Viernes, 25 dc oetubre: Para estudiar y meditar

A fin de conocerle, "Herido por nuestras rebeliones", 2 de marzo,


p. 67.

Mensajes selectos, " I d bajo la higuera", t. I , pp. 484, 4 8 5 .

32

También podría gustarte