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5.1 Jung Arquetipos, Otra Revisión

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En el libro: Estructura y dinámica de la psique (Structure and Dynamics of the Psyche), Carl

Jung propone la idea de que cada tipo de personalidad corresponde a uno de los 12 arquetipos —
conocidos como arquetipos jungianos—; los cuales, por cierto, nada tienen que ver con los signos del
zodiaco o la astrología.

Los arquetipos jungianos son algo así como la huella dactilar de nuestra personalidad, un modelo que
de algún modo filtra nuestra percepción del mundo y la expresa a través de un patrón de
comportamiento que, visto desde afuera, podría definirse como identidad.

Estos doce arquetipos universales expresan distintas facetas del inconsciente colectivo. Cada uno de
ellos, a veces de forma combinada, define quiénes somos —nuestras creencias, valores e
inclinaciones— a partir de cómo vemos el mundo.

Carl Jung sostiene que la verdadera realización del ser ocurre cuando nuestra profesión, trabajo,
familia, amigos, en definitiva, lo que hacemos con nuestra vida, está en equilibrio con el arquetipo que
gobierna nuestra personalidad. Por el contrario, cuando hay un conflicto entre lo que somos y lo que
hacemos, las cosas se tornan bastante inestables.

El Héroe:
El Héroe generalmente es percibido como un líder natural, alguien a quien se acude sin importar la
gravedad del problema. Por su parte, el Héroe cree con firmeza que puede lograr cualquier cosa si pone
su mente y su determinación en ella.

El Héroe también puede ser un individuo impaciente. No tolera la ambigüedad y es poco piadoso con
aquellos que no hacen nada para cambiar las cosas. A veces esto conduce a ciertas exageraciones, en
parte, debido a que el Héroe le teme profundamente a la vulnerabilidad, a la cual asocia con la
cobardía.

La necesidad de control es otro aspecto fundamental del Héroe. Rara vez comparte sus emociones, e
incluso puede ser percibido como alguien arrogante, con una agenda personal, que constantemente se
pone metas nuevas para el futuro. Sin embargo, otros arquetipos pueden considerarlo un tanto
superficial, egocéntrico, y hasta frívolo.

El Inocente:
Soñador, cauteloso, e incluso romántico en algunas actitudes. La fantasía ocupa buena parte de su
personalidad, y no siempre está completamente anclado en la realidad objetiva que lo rodea.

El Inocente suele expresarse con mucha libertad, aún sobre cuestiones que a otros arquetipos les
produciría ciertos reparos. Es idealista por naturaleza —lo cual no lo vuelve necesariamente
optimista—, sin importar las circunstancias adversas; aunque también es justo decir que evita los
conflictos y muchas veces adapta su comportamiento para no ser percibido como un soñador.

El Bondadoso:
Confiable, abierto, franco, el mayor deseo del Bondadoso es conectar con las personas que lo rodean.
Podemos verlo como el amigo del grupo, el núcleo, que con grandes esfuerzos lo concede todo para
mantener a los demás unidos, alguien a quienes todos estiman pero que pocas veces despierta el deseo.

Le da mucha importancia a las actitudes de los demás, a veces demasiada, y en ocasiones su forma de
comunicarse puede parecer un tanto forzada, como si buscara agradar incluso cuando sus interlocutores
claramente lo detestan.

Confía excesivamente en todo y en todos. Es incapaz de detectar la mentira más evidente.

El Bondadoso aspira a la igualdad, a relacionarse en un plano equilibrado con los demás, y


precisamente por eso su mayor temor es ser dejado de lado. Se esfuerza por ser alguien sólido, y sus
mayores virtudes son la empatía, la inteligencia, y un alto grado de modestia.

El Guardián:
El Guardián es, en esencia, la representación del altruismo, pero en cuyas fronteras se agitan sombras
bastante siniestras. Posee interminables reglas sobre lo que está bien y lo que está mal, y no duda en
imponerlas sobre los demás a nivel discursivo.

Es sobreprotector en todas sus relaciones. Se ofusca fácilmente frente a la ingratitud, real o imaginaria.
Generalmente es sensible, y hasta puede caer en sentimentalismos por situaciones de lo más absurdas.
Es extremadamente generoso y obsesivo en sus relaciones.

El Rebelde:
Inconformista, alternativo, salvaje, con poco anclaje en lo práctico, el Rebelde es la típica oveja negra
de la familia. Considera que las reglas son para los demás, y que están hechas para ser transgredidas.
Su mayor miedo es sentirse indefenso.

No olvida fácilmente. Si se siente atacado, el Rebelde invertirá todo el tiempo y el esfuerzo que sean
necesarios para obtener venganza.

El Rebelde busca reconocimiento, si tiene suerte, pero tampoco se siente insatisfecho si lo que consigue
es rechazo. La indiferencia de los demás lo perturba considerablemente.

En su necesidad por cruzar los límites el Rebelde puede llegar a lastimar a las personas que lo estiman,
pero en general en único dañado realmente por sus actitudes es él.

El Explorador:
Es individualista pero sin la necesidad de poner de manifiesto sus logros. No busca reconocimiento.

El Explorador vive únicamente para experimentar cosas nuevas. Aspira a una vida llena de emociones
y desafíos personales, y por lo tanto rehuye de las profesiones en las cuales deba trabajar en equipo.
El Explorador reacciona violentamente cuando se encuentra atrapado en una situación, ya sea un
trabajo o una relación de pareja. Su mayor debilidad es el alto estándar que se ha puesto para alcanzar
el placer y la felicidad.

El Creador:
Se dedica principalmente al arte: literatura, música, pintura, pero también a profesiones en las que
predomine la creatividad, como el diseño y la arquitectura.

En resumen: el Creador quiere crear, y sin ese ejercicio su vida le parece vacía de todo significado.

El Creador no necesariamente es un soñador, sino más bien alguien en cuya psique gobierna la
imaginación y un sutil entendimiento de la realidad. No soporta la hipocresía. Busca el cambio pero a
partir de sus propias iniciativas.

Su mayor defecto consiste en el perfeccionismo que rige sobre su vida artística, lo cual puede
conducirlo a perder confianza en sus habilidades. La palabra «mediocridad» es el peor insulto que
puede recibir.

El Amante:
Es la representación de la sensualidad. A todos atrae, y a todos enamora.

Paradójicamente, el Amante también es de enamoramientos repentinos y, muchas veces, inestables y


pasajeros.

El Amante genera en los demás el deseo de intimidad. No solo en términos físicos, sino también
sentimentales y emocionales. En síntesis: la gente quiere estar cerca suyo.

Por otro lado, el Amante suele decepcionarse rápidamente de los demás. Se aburre con facilidad, y casi
nunca está mucho tiempo en un solo lugar o con una sola persona.

El Sabio:
Es el erudito, el filósofo, el mentor, aquel que siempre tiene la palabra justa y una perspectiva de la
realidad que ayuda muchísimo a las personas que lo rodean.

Valora el conocimiento por sobre cualquier virtud física. Constantemente busca patrones y significados
en la realidad. Es de naturaleza intelectual e inquisitiva, muy cuidadoso, y rara vez se deja llevar por
impulsos. Todo en su vida es analizado y reflexionado con detenimiento.

El punto débil del Sabio es que piensa mucho y hace poco; es decir, su naturaleza contemplativa lo
conduce a una existencia más intelectual que física, lo cual en muchas ocasiones le hace posponer la
acción. La toma de decisiones no es lo suyo.
El Rey:
El Rey puede confundirse a menudo con el Héroe, pero aquel se gana su liderazgo con el ejemplo; en
cambio, el Rey se impone a través de una personalidad avasallante. Son pocos los que pueden decirle
no.

Anhela el poder, más que el control. Es responsable, emprendedor y capaz. Su presencia puede
incomodar a los demás, e incluso generar el deseo de agradar sin que se sepa realmente porqué.

Muchas veces asume la postura de una figura autoritaria y agresiva. Tiene una capacidad innata para
hacer sentir que nada de lo que se hace está bien. Ningún esfuerzo le parece suficiente.

En su fuero íntimo, el Rey es bastante temeroso. Ve conspiraciones en todas partes. Todo lo que ocurre,
según él, es para perjudicarlo.

El Comediante:
Inteligente, astuto, pero muy inseguro, el Comediante pone de manifiesto el absurdo de los demás sin
ningún reparo. En casos extremos, puede ser un excelente estafador.

Posee una gran facilidad de palabra, pero es inseguro para mostrar lo que realmente piensa. Huye del
aburrimiento como si se tratara de una plaga mortal. Otros arquetipos lo ven como alguien frívolo,
capaz de perder tiempo en cuestiones totalmente superfluas, y sin grandes ambiciones.

Si bien es cierto que el Comediante no se caracteriza por el trabajo duro, su propia vida interior es rica
e intensa. Nunca hace nada que no le satisfaga, y eso le permite vivir con una libertad absoluta.

El Mago:
Encantador, hechicero, sanador, el Mago posee una personalidad fuerte, determinada, aunque suele
caer en cierto grado de desesperación cuando las cosas no ocurren según lo previsto.

Es espiritual pero no religioso. Las normas no van demasiado bien con su personalidad, y es
extremadamente hábil para articular sus relaciones.

Posee una enorme capacidad para abstraerse de su entorno, de encerrarse en sí mismo y dejar afuera los
problemas. Tiene una intuición asombrosa, y sus consejos generalmente dan buenos resultados.

Los demás a menudo lo encuentran interesante, aunque no necesariamente atractivo, como si viniera de
un mundo diferente. Su percepción de la realidad es superior a la media, y por eso puede detectar
fácilmente tanto la mentira como la sinceridad.

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