Ponencia CLEU
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Resumen
A partir de ello, el presente trabajo apunta a indagar los principales hitos constitutivos
y actores intervinientes e de la política de seguridad de la Provincia de Buenos Aires durante
las últimas dos décadas. Del mismo modo, se busca relevar las competencias institucionales
en materia de seguridad y sus impactos más significativos en el plano municipal. En este
marco, el artículo apunta a reconstruir de manera exploratoria el proceso y a examinar los
alcances generales de la política de seguridad a nivel provincial y municipal en términos de
los enfoques más amplios considerados.
Introducción
En este sentido, seguridad pública y seguridad ciudadana son conceptos diferentes que
no deben confundirse. Seguridad pública alude a una concepción monopólica del Estado, que
se concreta funcionalmente en los servicios que prestan los diferentes cuerpos de policía,
además del sistema de justicia, con la finalidad de mitigar los comportamientos violentos y
las diferentes clases de delincuencia; en tanto, el concepto de seguridad ciudadana –si bien
coincide en la búsqueda de seguridad frente a la amenaza de hechos violentos o delictivos– se
diferencia en que participan otros actores sociales además del Estado. El concepto de
seguridad ciudadana apunta así a considerar, no sólo el combate contra la delincuencia, sino
también la creación de un ambiente favorable para la convivencia con eje en la prevención y
en la mejora de las condiciones sociales existentes (Ayos y Dallorso, 2011; Galvani, Mouzo y
Ríos, 2010; Wacquant, 2009; Kessler, 2009a, 2009b; Frederic, 2008; Sozzo, 2008, 2000 y
1999; Kaminsky, 2005; De Marinis, 2004; Daroqui, 2003; Pegoraro, 2001).
sostenimiento de las condiciones para el pleno ejercicio de todos los derechos fundamentales
por parte de todos los integrantes de la sociedad.
3
Ver CAF (2014); PNUD (2013).
La idea de seguridad ciudadana nos pone de cara a dos paradigmas que son opuestos
entre sí: el paradigma punitivo y el paradigma de la gestión del conflicto. El paradigma
punitivo entiende la conflictividad social como un desorden o desequilibrio de la armonía
social. Según este paradigma, una política de seguridad es una política de restablecimiento
del orden interno del Estado. Este enfoque ha estado presente en el diseño e implementación
de la política de seguridad durante largos períodos de la historia argentina del siglo XX, sobre
todo desde fines de la década de 1950 hasta el fin de la última dictadura cívico militar, en
1983. A lo largo de esas décadas, los gobiernos militares y la última dictadura cívico militar
que implantó el terrorismo de Estado, impusieron la idea de que las fuerzas armadas y las
fuerzas de seguridad (por entonces bajo mando militar), tenían que garantizar “la seguridad
nacional" frente a “enemigos internos' que –según la visión de estos gobiernos ilegales–
buscaban subvertir las bases tradicionales de la “Nación Argentina”.
Los gobiernos que adoptan este enfoque no buscan resolver ni el origen ni las causas
de los conflictos que provocan las diferencias y las desigualdades sociales, y, en cambio,
despliegan métodos violentos y autoritarios de intervención o, en otras palabras, un modo
punitivo de afrontar los conflictos. Se trata de un abordaje esquemático, simplista y lineal.
Las causas de la delincuencia son múltiples. Las investigaciones han mostrado que no
existe una causa única sino una serie de causas interrelacionadas. En realidad, estas causas se
pueden agrupar, tal como lo hace UN-Hábitat, en tres categorías principales: las sociales, las
institucionales y las que tienen que ver con el entorno urbano y físico.
En una segunda etapa, los propios intendentes municipales comenzaron a darse cuenta
de que debían proveer de algunas soluciones, para no quedar atrapados en las quejas
generalizadas. Comienza la etapa de cooperación entre los municipios y, en particular, las
fuerzas policiales, ya sea aportando dinero para la compra de combustible, complementando
La Constitución Nacional fue modificada por última vez en el año 1994. En este
marco, entre otras reformas relevantes cabe destacar la consagración expresa de las
autonomías municipales (art. 123 CN).
La autonomía constituye la potestad que tiene un Estado para regirse mediante normas
y órganos de gobierno propios. En lo que atañe específicamente a los municipios, la
Constitución Nacional precisó las dimensiones a definir: el plano institucional, que supone la
facultad de dictar su propia constitución; el político, importa elegir sus autoridades y
En relación al caso bonaerense, rige el Decreto Ley 6769/1958, “Ley Orgánica de las
Municipalidades”. Esta define cuáles son los órganos de gobierno que conforman cada
municipalidad, la forma de elección de sus funcionarios, sus atribuciones, competencias y
deberes. Así las cosas, dicha norma establece un régimen de autarquía para los municipios
bonaerenses, violatoria de la autonomía prevista en el art. 123 CN (Mariucci Vázquez, 2017).
Sobre esta pugna, Iturburu (2012) señala que en muchas oportunidades el avance de
los municipios sobre competencias provinciales o federales resulta ser una respuesta a la
presión de la ciudadanía y de los medios de comunicación masiva.
Claramente, la seguridad se destaca en este punto. Así las cosas, las competencias de
los gobiernos municipales en materia de seguridad han ido avanzando por etapas. En este
sentido, describe Binder que en una primera etapa, las autoridades municipales se limitaron a
tomar nota del malestar ciudadano e intentaron sumarse a los reclamos, buscando constituirse
en un canal hacia las autoridades provinciales o nacionales, las únicas responsables de los
problemas de seguridad. No obstante, este modo de afrontar el problema duró poco en razón
del malestar ciudadano frente a la falta de respuestas concretas. En una segunda etapa, los
intendentes municipales comenzaron a reconocer que debían proveer algunas soluciones a la
criminalidad para no quedar coptados por las quejas generalizadas. Es así que comienza la
etapa de cooperación entre los municipios y las fuerzas policiales, ya sea aportando dinero
para la compra de combustible, complementando el sueldo con horas extras de vigilancia o
donando equipos. De una u otra manera, el municipio se involucró en el desarrollo de la
política de seguridad, ya vista como una política de gran influencia en la calidad de vida de
los vecinos. En esta etapa, “los municipios quedaron atrapados en un tipo de gasto
improductivo”. Explica Binder sobre este punto que aquellos aportes de combustible en rara
ocasión se convertían en un patrullaje inteligente y orientado por problemas comunitarios. A
su vez, el poder del municipio no aumentó significativamente por tales aportes. Por el
contrario, la relación real de poder y el manejo de las fuerzas policiales siguió transitando
caminos grises. Finalmente, señala el jurista la situación actual, en la que muchos intendentes
consideran que si no aumentan su intervención en el diseño y ejecución de la política de
seguridad de sus municipios y, en particular, no aumentan sus facultades de coordinación y
control sobre las instituciones actuantes en sus territorios, pagarán políticamente los costos
del malestar ciudadano. Indica Binder que estamos en el inicio de una nueva época donde la
necesidad social y política debe ser orientada a clarificar y definir cuáles son los instrumentos
con los que cuenta un gobierno local para desarrollar este nuevo tipo de política y cómo
lograr potenciar su principal activo: el conocimiento local sobre la conflictividad y la
violencia (Binder, 2016).
Por su lado, la participación de los gobiernos municipales era nula, más allá de los
regulares reclamos que pudieran efectuar a los miembros de la policía o autoridades del
gobierno provincial.
En este marco, el primer hito que implicó un paso hacia la descentralización formal de
la administración de la seguridad hacia las estructuras locales se dio en 1997, a partir de la
promoción de la conformación de Foros Comunitarios de Seguridad, como así también la
creación de la figura del Defensor de la Seguridad. 5
4
La “Ley de Ministerios” (Ley 11.175), publicada el 11 de diciembre de 1991, establecía el ejercicio del poder
ejecutivo provincial a través de cinco ministerios: Gobierno y Justicia; Economía, Producción; Salud y Acción
Social; y Obras y Servicios Públicos.
5
Decreto 328/97 (B. O. 25/02/1997), derogado por la Ley 12.154 (B. O. 11/08/1998).
6
Sin perjuicio de la facultad de la Secretaría de Seguridad del gobierno bonaerense de crearlas en aquellos sitios
que sean de interés para la política de seguridad y prevención provincial (art. 3º).
Por su parte, sus funciones eran mínimas. Se limitaban a ser el marco de reuniones
con funcionarios de la policía bonaerense para tratar cuestiones e inquietudes atinentes a la
seguridad local, como así también a elegir al defensor de seguridad.
Cabe destacar que la creación de tales organismos tuvo como uno de sus propósitos
sustanciales lograr la “reinserción” de la policía bonaerense en la sociedad, además de
reforzar el control comunitario. 7
Va de suyo que la sanción de esta norma no debe tomarse como un hecho aislado. Por
el contrario, para su lectura ha de tenerse en cuenta que integrantes de la policía bonaerense
se encontraban sospechados de participar del atentado a la AMIA 8 y que un mes antes de la
sanción del decreto, el 25 de enero de 1997, se había producido el asesinato del reportero
gráfico José Luis Cabezas, crimen en el que estuvieron involucrados policías bonaerenses 9 y
que generó una gran conmoción social.
Así las cosas, la policía bonaerense, órgano encargado de brindar seguridad, padecía
una seria crisis institucional y de confianza, siendo percibida como protagonista del problema
por parte de la sociedad (Estévez, 2000). En tal sentido, según un relevamiento efectuado por
el Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría en 1998 sobre pobladores de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires, en aquel entonces el incremento
de la inseguridad era percibido como el principal problema del país después del desempleo.
Asimismo, en 1997 la seguridad pasó a ocupar el segundo lugar entre las demandas sociales,
mientras que en 1996 era el sexto. 10
7
Considerandos del decreto recuperados de: http://www.gob.gba.gov.ar/legislacion/legislacion/97-328.html
8
Ataque terrorista que tuvo lugar el 18 de julio de 1994 en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA)
que tuvo como consecuencia el asesinato de 85 personas y más de 300 heridos.
9
Fueron condenados ocho imputados, tres de ellos funcionarios de la Policía de la Provincia de Buenos Aires al
momento del crimen. Ver CELS. Informe sobre el juicio oral y público del reportero gráfico José Luis Cabezas.
Recuperado de https://www.cels.org.ar/web/wp-content/uploads/2016/10/informe-causa-Cabezas.pdf
10
Centro de Estudios Unión Para la Nueva Mayoría, La seguridad pública, Editorial Centro de Estudios Unión
para la nueva Mayoría, Buenos Aires, 1998, citado en Saín, M. Democracia, Seguridad Pública y Policía. La
Así las cosas, también para dar respuesta a tal estado de crisis, mediante el decreto
4506/97 (B. O. 30 y 31/12/1997) el gobernador Eduardo Duhalde dispuso intervenir la
Policía de la Provincia de Buenos Aires por noventa días (luego fue prorrogada por cuarenta
y cinco más) con el propósito de llevar adelante la reorganización establecida por la
mencionada ley de emergencia. Designó como interventor al entonces diputado Luis
Lugones.
reforma del sistema de seguridad y policial en la Provincia de Buenos Aires en Seminario Las reformas
policiales en Argentina. Buenos Aires, 1 y 2 de diciembre de 1998. Documentos de trabajo, p. 4.
11
La Ley 11.880 que declaró a la Policía de la Provincia de Buenos Aires en estado de emergencia por un año se
limitó a permitir la remoción y desplazamiento de agentes, como así también reasignar partidas presupuestarias.
12
Se trató de una entidad autónoma y de carácter técnico que tenía a su cargo el seguimiento del proceso de
reestructuración del sistema de seguridad y la elaboración de planes, proyectos y propuestas tendientes a
establecer políticas en la materia (art. 1). León Arslanian fue designado como su presidente y Alberto Binder
como director operativo.
Aquel instituto trabajó en paralelo a la labor de la Comisión Bicameral de Seguimiento y Fiscalización de las
Políticas de prevención del Delito, Seguridad, Criminalística, Criminología e Inteligencia, creada por la Ley
12.068 y que tenía como objetivo ejercer el control directo y permanente de las tareas, medidas y normas a
implementar para la reorganización del sistema de seguridad, como así también participar en la elaboración de
todas los proyectos de ley a que diere lugar la reorganización del sistema de seguridad.
No obstante, la Ley 12.154 (B.O. 11/08/1998), que receptó esa y otras propuestas de
modificación del sistema provincial, cercenó lo atinente a la participación comunitaria. En tal
sentido, si bien estableció que “el pueblo de la Provincia de Buenos Aires es el sujeto
fundamental de la seguridad pública” (art. 10), y creó para la participación comunitaria foros
de seguridad vecinales, municipales y departamentales, además de la figura de los defensores
municipales de seguridad, su objeto quedó limitado al control del desempeño de las policías
provinciales y la elaboración de propuestas (ver títulos III y IV de la Ley 12.154).
13
En este esquema, los “Foros Vecinales de Seguridad” tendrían actuación en el ámbito territorial de cada
comisaría y estarían compuestos por “aquellas organizaciones o entidades comunitarias no gubernamentales, de
reconocida participación social e interesada en la seguridad pública y que actúen en dicho ámbito territorial”.
Asimismo, se los dotaba de un amplio espectro de funciones vinculadas a la seguridad pública de la vecindad.
Los “Foros Municipales de Seguridad” actuarían en el territorio de cada municipio y estarían integrados por “un
representante titular de cada Foro Vecinal de Seguridad que actúen en dicho ámbito territorial; el Defensor
Municipal de la Seguridad; el titular del departamento ejecutivo del Municipio, o representante designado por
éste; miembros del departamento deliberativo del Municipio, conforme criterios de proporcionalidad en la
representación partidaria; representantes de organizaciones o entidades comunitarias y sectoriales de carácter
municipal; y un representante de instituciones religiosas, conforme lo establezca la reglamentación”. Sus
funciones serían análogas a las de los Foros Vecinales de Seguridad pero a nivel municipal. Por su lado, los
“Consejos Departamentales de Seguridad” actuarían en el territorio de cada departamento judicial bonaerense y
estarían integrados por “un representante de los Defensores Municipales de la Seguridad de los Municipios
componentes del departamento judicial; un diputado provincial y un senador provincial; dos titulares de los
departamentos ejecutivos de los Municipios componentes del departamento judicial, conforme criterios de
rotatividad y representatividad respecto del conjunto de los titulares de los departamentos ejecutivos
componentes de dichos ámbitos; el Fiscal de Cámaras del departamento judicial; un representante del Colegio
de Abogados del departamento; un representante del Colegio o Asociación de Magistrados del departamento; un
representante de las Cámaras Empresariales del departamento; un representante de las asociaciones gremiales de
trabajadores del departamento; un representante de los Colegios Profesionales del departamento; y un
representante de instituciones religiosas”. Tendrían también amplias funciones sobre políticas de seguridad. A
su vez, se proponía la creación de la figura de “Defensor Provincial de la Seguridad” con el objetivo de defender
los derechos de los habitantes de la provincia en relación a actos u omisiones por parte de organismos del estado
bonaerense vinculados a la seguridad pública que cercenen sus derechos, como así también fiscalizar el
funcionamiento de la seguridad pública. Para realizar su labor, el defensor provincial estaría facultado para
desarrollar cualquier tipo de investigación tendiente a esclarecer hechos, controlar el funcionamiento policial,
confeccionar y remitir los informes y las recomendaciones pertinentes a las autoridades provinciales. A su vez,
tendría “plena autonomía funcional y política” y duraría 5 años en el cargo. Sería designado y removido por la
legislatura bonaerense con el voto de las dos terceras partes de los miembros de cada cámara. Por último, la
iniciativa proponía la creación del “Defensor Municipal de la Seguridad” con la misma misión del defensor
provincial pero para ser desarrollada en el ámbito de cada municipio. El Defensor Municipal de la Seguridad
también tendría “plena autonomía funcional y política” y duraría en el cargo 4 años. Sería nombrado por el
Defensor Provincial de la Seguridad en base a una terna elevada por los respectivos foros municipal de
seguridad y podría ser removido por estos con el voto de las dos terceras partes de sus miembros (Saín, 1998, p.
27-30).
Una causa de su errática actuación radica en que los foros han sido convocados desde
los actores institucionales, por lo que su configuración fue sustancialmente impactada por sus
propias ideas y objetivos (Palmieri y Wagmaister, 2009). De tal modo, se promovió dejar al
margen visiones divergentes que, separadas de dogmas producto de la labor profesional,
pudieran efectuar aportes novedosos para abordar la problemática de la criminalidad.
Sobre este punto, sostiene Sozzo que la investigación empírica existente en nuestro
país sobre el funcionamiento de los foros, como así también de otros espacios análogos, dan
cuentas que la participación en ellos es extraordinariamente selectiva: se trata
sustancialmente de individuos de clase media, más bien mujeres que varones y, en términos
generales, siempre adultos e incluso adultos mayores (Sozzo, 2009).
Por su lado, Sozzo (2009) también da cuenta de otra importante falencia en los foros.
Señala que estos espacios de interacción se han transformado en lugares donde se efectúan
planteos de reclamos específicos en lugar de servir para la construcción de un diagnóstico
sobre el problema de la inseguridad, circunstancia que lleva a la deformación del sistema de
participación comunitaria (Sozzo, 2009):
Así las cosas, se advierte que el esquema de los foros de seguridad establecidos por la
Ley 12.154 se han subvertido, ya sea desplazando de hecho a importantes sectores de la
sociedad, ya sea convirtiéndose en canales para efectuar reclamos particulares.
policiales existentes (330). Finalmente, cabe recalcar que ningún foro departamental había
sido creado (Palmieri, Filippini y Thomas, 2001).
Sin perjuicio de sus errantes resultados, debe destacarse esta iniciativa como otro
paso, al menos formal, hacia la participación de la comunidad y de los gobiernos municipales
en la gestión de la seguridad pública. 14
Así las cosas, refiere Sozzo que el PNPD adoptó el modelo de “prevención integrada”,
que prevé en cada intervención una combinación entre técnicas enmarcadas en estrategias de
prevención social, dirigidas a incidir en las causas sociales del delito, y estrategias de
prevención situacional ambiental, que persiguen reducir las oportunidades de cometer delitos
(Sozzo, 2008).
En esta línea, se estableció como elemento clave el rol activo de los habitantes y las
organizaciones no gubernamentales en cada comunidad local, en estrecha cooperación con
14
Sobre este último aspecto cabe recalcar las siguientes atribuciones del gobierno municipal, establecidos en la
Ley 12.154: confección por parte de los intendentes municipales de los registros de organizaciones y entidades
comunitarias no gubernamentales a integrar los foros vecinales y municipales (arts. 15 y 20); participación de
autoridades municipales como invitados en los foros vecinales para tratar cuestiones y asuntos atinentes a la
seguridad pública del ámbito vecinal (art. 16, inc. g); integración por parte de los intendentes (o un agente
delegado) de los foros municipales, al igual que de miembros de los concejos deliberantes.
15
Mediante las resoluciones conjuntas MJDH N° 768/00 y MI N° 56/00.
A su vez, se reconocía el rol imprescindible de los municipios para lograr uno de los
objetos basales del programa: la descentralización del abordaje de la seguridad, lo que
permitiría ajustar los lineamientos estratégicos a las particularidades de cada ciudad (Ayos,
2009a). En esta línea, teniendo en cuenta la gran diversidad cualitativa de los municipios que
se emplazan a lo largo y ancho del país, se estableció que todo proceso de participación en el
marco del plan debería cumplir lineamientos básicos con el propósito de encauzar las
medidas con una base que garantice la intervención de la ciudadanía y de los gobiernos
locales. 16
Desarrollando los dos puntos anteriores, explicaba con claridad Ciafardini (2004): 17
El Plan se propone armar una red, en cuyo centro se encuentre [una] mesa
metropolitana o [una] mesa nacional de prevención del delito, que esté comunicada con
los gobiernos locales y que a su vez llegue incluso hasta la gente, en lo que llamamos
"consorcio de seguridad".
Esta estrategia busca que los distintos sectores del gobierno, de la ciudadanía y de las
policías se amalgamen en una sociedad única, en una integración de lo social, en una
voluntad común. Es una estrategia democrática participativa, donde lo institucional y lo
social se juntan para abordar democráticamente el problema de la inseguridad. No se
trata de que la población se involucre en la acción de seguridad, pero sí en el
diagnóstico y en la información para que la policía -que es la que tiene el monopolio de
16
Tales como informar a los habitantes acerca de los alcances de la participación previstos en el plan; crear
mecanismos permanentes de participación ciudadana y los actores gubernamentales en cada una de las
comunidades locales; promover una convocatoria abierta para que todos los habitantes tengan la posibilidad de
participar y generar espacios para la deliberación e intercambio en los mecanismos permanentes de participación
entre la sociedad civil y los actores gubernamentales.
17
Mariano Ciafardini fue coordinador general del Plan Nacional de Prevención del Delito entre 2000 y 2007,
por resolución conjunta nro. 56 y 768 de fecha 15 de agosto 2000.
la fuerza, y debe tenerlo- pueda realizar las acciones que la población verdaderamente
demanda y no las que demanda un sector, generalmente en perjuicio de otros. (p. 148)
El caso más extendido del plan fue el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que a
su vez fue el primero en implementarse (a partir del 2 de agosto del 2000).
No obstante, su ejecución no fue eficiente. Al respecto, Sozzo indica que los objetivos
no fueron cumplidos, sino que se distorsionaron en su implementación.
Señaló el autor como primera falencia una falla estructural, ajena a la gestión del
gobierno de la Ciudad: la falta de especialistas en prevención del delito. Más allá de esta
falla, no achacable al gobierno de la Ciudad, Sozzo subraya que, aún con la incorporación de
otros profesionales, no se siguieron los lineamientos de selección diseñados por el PNPD sino
que primaron acuerdos políticos partidarios (Sozzo, 2008).
18
Con el Consejo Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia, para intercambiar información y utilizar más
eficientemente los recursos dirigidos a jóvenes que habían estado en institutos de menores, por un lado, y con el
Ministerio de Trabajo, Empleo y Formación Laboral de la Nación, por otro, a través del cual se gestionaron
Planes de Emergencia Laboral con cien beneficiarios a ser utilizados en el desarrollo de intervenciones de
prevención social.
19
Estos grupos de trabajo se diferenciaron de los talleres en tres aspectos: su cotidianidad. Mientras que los
talleres eran “acontecimientos”, las reuniones grupales constituían un trabajo cotidiano entre operadores y
destinatarios. En segundo término, los grupos eran más abiertos en cuanto a los temas a tratar, “los cuales
aparecen como resultado de una interacción operador-destinatario informal y espontánea”. Por último, el
objetivo de los grupos no era el de informar, sino que se produzca en los destinatarios una reflexión crítica sobre
sus preocupaciones y prácticas a partir de la dinámica de la discusión orientada por la coordinación de los
operadores hacia cuestiones entendidas como fundamentales (Ayos, 2009b, p. 142).
mencionados por Sozzo, a los que ya hemos hecho referencia sobre la intervención
comunitaria.
En este punto podemos afirmar que si bien tanto el PNPD y el PCV constituyeron
medidas que avanzaron en la descentralización de la ejecución de políticas de seguridad
pública, dando lugar a la intervención de gobiernos locales y a las comunidades emplazadas
en esos territorios, no fueron exitosas. En este sentido, su ejecución fue distorsionada en tanto
se convirtieron en espacios para la remediar conflictos aislados en lugar de marcos para
diseñar y llevar adelante planes de acción a mediano o largo plazo que logran solucionar los
problemas de fondo en materia de seguridad, como era propuesto.
Así las cosas, mediante dicha norma se incluyó, además de la policía comunal de
seguridad, al intendente municipal como componente del sistema de seguridad pública (art.
2). A su vez, estableció que el titular del departamento ejecutivo integre el Consejo Provincial
de Seguridad Pública de acuerdo a lo previsto en el artículo 8° de la Ley 12.154 (art. 3).
intendente, a ser ratificado por ordenanza municipal (art. 5). Asimismo, estableció que dichas
policías dependan funcionalmente del intendente de cada municipio involucrado, sin
perjuicio del mantenimiento de su dependencia orgánica del Ministerio de Seguridad
bonaerense (art. 6).
En junio de 2010, los 24 municipios del Gran Buenos Aires habían suscripto al
programa, que en la actualidad funciona en los 135 partidos bonaerenses.
20
Corresponde señalar que la Ley 13.210 fue derogada por la 13.482 (B. O. 28/06/2006), “Ley de unificación de
las normas de organización de las policías de la Provincia de Buenos Aires”, no obstante lo cual se mantuvieron
las reformas mencionadas.
Sobre el programa, las autoras expresan que, entre otros resultados, generó un impulso
al desarrollo de las “policías municipales”, como así también dio lugar a la implantación de
agentes de las fuerzas de seguridad en los municipios adheridos. En este caso, el límite de los
municipios continuó siendo su falta de control formal sobre las agencias policiales. 21
Así las cosas, aquellas medidas (a las que se le agregan otras tales como la
incorporación de cámaras de monitoreo y otras tecnologías) llevaron a cimentar una óptica de
21
Con la salvedad de las policías comunales.
la seguridad vinculada a un mayor control del espacio público. En tal esquema, “más cámaras
de seguridad y más policías en las calles se presentan como la solución a un problema cuyos
presupuestos no son puestos en cuestión”. De esa manera, la noción de seguridad que
vislumbra el programa se basa en las caracterizaciones tradicionales de “inseguridad urbana”,
en tanto se dirige a la persecución de delitos callejeros concebidos como amenaza al espacio
público que procura “recuperar” con la participación de la ciudadanía (Cañaveral, Galvani y
Ríos, 2013).
Se dispuso que tales unidades de policía actúen como policía de seguridad en aquellos
municipios de más de setenta mil habitantes que adhieran mediante un “Convenio Específico
de Conformación y Cooperación” suscripto por el intendente y ratificado por Ordenanza
Municipal (art. 3º).
Aun así, además de las ya mencionadas, la norma estableció una serie de atribuciones,
también de relevancia, que dan participación a los gobiernos locales.
Sobre este punto, cabe advertir que, si bien se da lugar al gobierno municipal en la
incidencia de la planificación de seguridad policial mediante el diseño del programa
operativo, al no ser de cumplimiento obligatorio, la intervención de municipal se ve
difuminada.
22
En tal sentido, se estableció que sus funciones son “a) Realizar actividades de observación, patrullaje y
vigilancia, en las zonas delimitadas por el sistema de seguridad establecido a nivel provincial; b) Efectuar la
prevención primaria, con un conocimiento cabal del sector barrial sobre el cual trabaja; c) Implementar
mecanismos de disuasión frente a actitudes y hechos delictivos o contravencionales; d) Hacer cesar la comisión
de delitos y contravenciones e impedir sus consecuencias; e) Intervenir en los conflictos relacionados con la
violencia de género, a cuyo fin serán dotados con un sistema de comunicaciones diferenciado, vehículos
identificables, participación de personal femenino, y los recursos materiales necesarios para un efectivo
tratamiento de dicha problemática; f) Impedir que los hechos delictivos o contravencionales, tentados o
cometidos, produzcan consecuencias delictivas ulteriores; g) Establecer una relación estrecha con la comunidad
en la labor preventiva; h) Colaborar con las tareas de análisis preventivo, en base a mapas delictivos que se
deberán confeccionar y mantener actualizados; i) Coordinar el esfuerzo policial con el resto de los agentes que
intervienen en la comunidad; j) Prestar auxilio u orientación, en la medida de lo necesario, a todo vecino que así
lo requiera” (art. 8º).
En este aspecto, destaca Rodríguez (2019) que la policía local cuenta aún con escasa
regulación en cuanto a la definición de sus funciones, delimitación de facultades y
responsabilidades entre las autoridades provinciales y de cada uno de los municipios
intervinientes.
Por último, corresponde señalar que mediante el art. 34 de la Ley 14.807 (B. O
25/01/2016) se creó para el ejercicio fiscal de 2016 el “Fondo Municipal de Fortalecimiento
de la Seguridad y otros servicios asociados”, hasta la suma de tres mil millones de pesos.
Por su lado, en cuanto a la inversión en tecnología, se subrayó que con los fondos los
municipios incorporaron cámaras de seguridad que duplicaron cuantitativamente las
existentes hasta entonces, llegando a un número cercano a los 27.000 equipos de filmación
(Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, 2017).
Consideraciones finales
A lo largo del trabajo es posible evidenciar en líneas generales los vaivenes que tuvo
la política de seguridad en la Provincia de buenos Aires durante el período seleccionado
Cómo refiriéramos, la tensión entre la propuesta punitivista (propuestas de mano dura) y la de
seguridad ciudadana se ha visto reflejada en intentos de apertura a la participación social y al
involucramiento de la sociedad en la prevención de la violencia y el delito y la policialización
de la problemática enfatizando la represión como respuesta institucional.
23
Registros de la Dirección Provincial de Coordinación Municipal y Programas de Desarrollo sobre
transferencias a municipios. Disponibles en
https://www.gba.gob.ar/economia/direccion_provincial_de_coordinacion_municipal_y_programas_de_desarroll
o/transferencias_municipios
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