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21 de Mayo

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La guerra en el mar se inició más al norte.

El 21 de mayo de 1879 se libró el Combate


Naval de Iquique. En el conflicto, el monitor peruano Huáscar hundió a la corbeta chilena
Esmeralda, y Perú perdió el buque Independencia, que encalló y se rindió en Punta
Gruesa, bajo el fuego de la Covadonga.

¿Qué pasó en el Combate Naval de Iquique?

En él se enfrentaron el monitor peruano Huáscar, al mando del capitán de navío Miguel


Grau Seminario, y la corbeta chilena Esmeralda, al mando del capitán de fragata Arturo
Prat Chacón. El resultado de esta acción fue el hundimiento de la corbeta chilena y el
levantamiento del bloqueo del puerto de Iquique.

¿Qué pasó el 21 de mayo en Iquique?


La embajada de Chile en El Salvador a través de su Agregaduría de Defensa conmemoró
este día con un solemne acto, el 135 Aniversario de la Batalla Naval de Iquique ocurrida
el 21 de mayo de 1879, donde en acto heroico muere el Capitán de Fragata Arturo Prat
Chacón, junto a toda la Plana Mayor de la Corbeta “Esmeralda”

Combate Naval de Iquique - 21 de mayo de 1879


La Guerra del Pacífico, o como muchos expertos la llaman “Guerra del Salitre”, en virtud
a que el propósito de los intereses externos era el salitre ubicado en esas zonas del
Pacífico peruano, fue un conflicto armado acontecido entre 1879 y 1884, que enfrentó a
Chile contra los aliados Perú y Bolivia.

El combate naval de Iquique tuvo lugar en la bahía de Iquique, el miércoles 21 de mayo


de 1879. Este fue uno de los primeros y tal vez el más importante ocurrido durante la
campaña naval de la Guerra del Pacífico. Por el lado peruano, estuvo al mando del
monitor Huáscar el capitán de navío Miguel Grau Seminario; por el lado enemigo, se
encontraba la corbeta chilena Esmeralda, al mando del capitán de fragata Arturo Prat
Chacón.

BLOQUEO DEL PUERTO PERUANO DE IQUIQUE


Lo que registra esa página de la historia, evidencia que la escuadra chilena había
efectuado el bloqueo del puerto peruano de Iquique con la finalidad de hostilizar desde
allí los puertos peruanos, por lo que el levantamiento del bloqueo y el hundimiento de la
corbeta chilena, hacen de este, uno de los acontecimientos más importantes de esa
guerra.

Corría el año 1879, Chile ya había declarado la guerra al Perú, y el gobierno peruano
había tomado las medidas necesarias para organizar los buques de su escuadra, hacer
los pertrechos correspondientes y, formar y adiestrar a las tripulaciones. La Escuadra
Peruana, compuesta por la fragata Independencia y el monitor Huáscar, y acompañados
por los transportes Chalaco, Limeña y Oroya, partió con dirección a Arica el 16 de mayo
al mando del capitán de navío Miguel Grau, desde el puerto del Callao, sede de la
Primera División Naval Peruana.

Coincidentemente, ese día partió de Iquique la escuadra chilena al mando del


contralmirante Juan Williams Rebolledo, con dirección al Callao. Su plan consistía en
abatir a los buques peruanos en el propio puerto del Callao, por sorpresa, mientras que
sus corbetas, Esmeralda y Covadonga, sostenían el bloqueo del puerto peruano de
Iquique.

Durante la travesía, se había recibido la noticia que la escuadra chilena había dejado
Iquique con dirección al norte, por lo tanto, por unanimidad se decidió que los blindados
Independencia y Huáscar se dirigieran esa misma noche a Iquique, para enfrentar a las
naves chilenas.

EL COMBATE
Los buques peruanos dejaron Arica la noche del día 20, arribando a Iquique a las 0800
horas del día 21, decididos a librar el primer combate naval de la Guerra del Pacífico.

Al notar la presencia de las naves peruanas, la Covadonga emprendió la huida, más no


así la Esmeralda, ya que por la rotura de una de sus calderas su andar había quedado
reducido a sólo tres millas, debiendo permanecer en el puerto por esa razón.

El capitán de navío Grau, antes de romper fuegos arengó a la tripulación formada en


cubiertas con estas palabras: “Tripulantes del Huáscar, ha llegado la hora de castigar a
los enemigos de la patria y espero que lo sabréis hacer, cosechando nuevos laureles y
nuevas glorias dignas de brillar al lado de Junín, Ayacucho, Abtao y 2 de mayo. ¡Viva el
Perú!”. La banda de guerra dejó oír el toque de zafarrancho y enseguida el monitor
rompió fuego.

Una granada hizo impacto sobre la Covadonga que intentaba huir, logrando perforar su
casco. Grau ordenó al capitán de navío Guillermo More, quien se encontraba al mando
de la Independencia, que vaya tras ella, mientras él mismo se encargaba de batir a la
Esmeralda, que permaneció en el puerto.

La intención inicial de Grau era capturar a la corbeta, pero viendo que esta se empeñaba
en combatir, decidió atacarla. El buque chileno se encontraba cercano a la costa, y
temiendo Grau que sus disparos pudieran hacer impacto en la población, así como lo
impreciso de sus tiros por falta de práctica de los artilleros del Huáscar, tomó la decisión
de espolonear a la Esmeralda, y se lanzó audazmente sobre ella. El primer espolonazo la
tocó en el costado de babor y luego recibió otro en la amura (parte de los costados del
buque en donde se estrechan para formar la proa) de estribor que le abrió un gran
boquete. Ambas embestidas dejaron seriamente dañada a la corbeta.

En el impactó, el comandante de la Esmeralda, capitán de fragata Arturo Prat, cayó


sobre la cubierta del Huáscar, hallando una pronta muerte. Mientras tanto, su buque
recibió un tercer espolonazo en el centro que lo partió en dos, hundiéndose la Esmeralda
de inmediato.
Fue esta la primera ocasión en que Grau mostró su gran sensibilidad humana, ya que no
sólo evitó dañar a la población civil, sino que, en un magnánimo gesto que lo enaltece,
hizo cuanto estuvo a su alcance para salvar a los náufragos de la Esmeralda.

PRECURSOR DEL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO


Los botes del Huáscar recogieron así a 62 sobrevivientes de una tripulación de 198
hombres, que sobre la cubierta del buque lanzaron un estentóreo grito: ¡Viva el Perú
generoso! A bordo del Huáscar hubo de lamentarse la muerte de un valeroso y
competente oficial, el teniente segundo Jorge Velarde, quien cayó por las balas
enemigas, demostrando hasta sus últimos momentos un gran sentido del cumplimiento
del deber.

Es por esta razón que el “Caballero de los mares”, como fue llamado desde entonces
Grau, fue declarado unánimemente por la Sociedad Peruana de la Cruz Roja como
“Precursor Calificado del Derecho Internacional Humanitario en el Combate Marítimo”,
en virtud a la grandeza de su sentido de humanidad al ordenar el salvamento de los
enemigos chilenos que se encontraban náufragos.

Pero mientras el Huáscar se había encargado de la Esmeralda con éxito, la caza de la


Covadonga por parte de la Independencia no tendría iguales resultados. Cuando la
fragata blindada peruana intentaba dar alcance a la Covadonga que huía pegada a la
costa, encalló en un lugar llamado Punta Gruesa. Un arrecife que no estaba señalado en
las cartas náuticas abrió la quilla de nuestra mejor fragata en momentos en que se
preparaba para espolonear a la nave enemiga. El buque, dañado irremediablemente, se
inclinó sobre su costado de estribor, empezando a hundirse.

La Covadonga, al percatarse de lo ocurrido a nuestra fragata, detuvo su huida, dio media


vuelta y regresó a atacar al buque peruano, que se defendió hasta que el agua inundó
las cubiertas y ya no le fue posible combatir. Entonces, se arrojaron al agua las
embarcaciones para salvar a los sobrevivientes, que fueron recogidos tres horas más
tarde, cuando el monitor Huáscar llegó al lugar del siniestro.

De hecho, la historia siempre tiene diferentes miradas. Una de ellas, la del Comandante
John B. Rodgres, de la Fragata norteamericana «Pensacola», resulta siendo curiosa, e
irremediablemente sesgada, para todo peruano. Rodgres, supuestamente al haber
presenciado el Combate Naval de Iquique, expresó: «Desde que hay mar y hay Marina,
jamás había presenciado nada más grande y heroico, que la conducta de Prat y sus
compañeros”, en un afán por desmerecer la impecable conducta de Grau y sus hombres.
Sin embargo, no solo la historia chilena – que ha valorado a Grau por sus virtudes
militares y caballerosidad para el combate -, sino la prensa internacional, han reconocido
en el “caballero de los mares” a un guerrero hábil, valiente y digno.

Las señales son varias y variadas, a la hora de repasar las virtudes del capitán de navío
Miguel Grau, quien no dudó en emplear todos los recursos disponibles de la nave a su
mando, para cumplir el objetivo de hundir al enemigo. Pero son, su actitud magnánima,
al rescatar a los náufragos enemigos; y sus dotes de caballero, al haber enviado días
después del combate las prendas personales del comandante Prat a su viuda – que él
hubiera podido conservar como trofeo de guerra -, hechos que acreditan el liderazgo que
hoy luce en el pedestal de la historia peruana.
Iquique, que representó el inicio de la guerra y la apertura del escenario bélico en el
mar, fue la oportunidad para que ese bautismo de fuego irradie en los marinos de hoy un
ejemplo de impecable conducta militar, soportado por las cualidades que esos hombres
de mar – liderados por el hoy reconocido como el peruano del milenio -, supieron poner
generosamente al servicio de esa campaña, mostrando una gran capacidad marinera y
la firme convicción de defender a la patria por encima de los intereses personales y la
propia vida; este es el más alto honor al que puede aspirar un marino.

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