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El Psicopata Integrado

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EL PSICÓPATA

VICENTE GARRIDO EL PSICÓPATA INTEGRADO


«La psicopatía es una manera de ser. El (o la)
psicópata tiene un modo peculiar de pensar,
LE HAS ENTREGADO TU CORAZÓN. TRABAJA CONTIGO.
de emocionarse y de actuar. Su pensamiento LE VOTAS EN LAS ELECCIONES. ES UN PSICÓPATA,
es egocéntrico y centrado en lo que desea:
PERO TÚ NO LO SABES. ¿QUIERES APRENDER CÓMO

INTEGRADO
todo lo demás es irrelevante o como mucho
secundario. No toma decisiones basándose IDENTIFICARLO, MANEJARLO Y DEFENDERTE?
en principios morales, sino en su capacidad
Se estima que alrededor de un 1 por ciento de la población se encuentra en
estratégica de hacerle conseguir lo que desea.
el espectro alto de la psicopatía. Toda persona está capacitada para detectar
Sus emociones negativas (ira, hostilidad,
desprecio, envidia) son intensas, las
emociones positivas (empatía, compasión,
y neutralizar a un psicópata integrado, siempre y cuando disponga del cono-
cimiento adecuado y haga un uso inteligente de las emociones para hacerles
frente. Con más de veinte años de investigación, Vicente Garrido desmonta
EN LA FAMILIA, LA EMPRESA Y LA POLÍTICA
sentido de la justicia, amor, lealtad) son
mitos y brinda un análisis claro y accesible sobre el perfil del psicópata infil- CL AV E S PARA NEU T RALIZ ARLO
muy débiles o inexistentes. En cuanto
trado, aquel que no comete delitos graves de violencia, pero se camufla, mani-
a comportamiento, cuidará su imagen
pula y causa un daño significativo en la vida personal y en las instituciones de
y tratará de engañar y seducir a quien le
convenga. Llegado el momento podrá usar
la sociedad. El experto criminólogo te ofrece aquí las herramientas necesarias VICENTE GARRIDO GENOVÉS
para reconocerlo y defenderte de él. Aprenderás a identificar sus actitudes y es catedrático de Educación y Criminología
la violencia psíquica, física o la que le provea
modos de actuar, a mejorar tus relaciones y entornos laborales y a reconocer en la Universidad de Valencia. Sus estudios
su cargo (si lo ostenta) para satisfacer
a los políticos con rasgos importantes de psicopatía, contribuyendo así a una sobre la infancia desadaptada, la criminalidad
su motivación esencial: el poder. […] Un
sociedad más sana y segura. violenta y la psicopatía son referencia para
236 mm

psicópata integrado es un individuo que


académicos y profesionales. En Ariel ha
no ha sido definido como un criminal o como
publicado Cara a cara con el psicópata,
un psicópata por parte de la sociedad, pero
Los hijos tiranos: El síndrome del Emperador,
que es responsable de una gran cantidad «Útil, impactante, esclarecedor. Una lectura que puede
Nuevos perfiles criminales, True Crime:
de sufrimiento en el mundo. […] Espero literalmente cambiarte la vida.»
La fascinación del mal; con Patricia López
que con este libro te hagas las preguntas
adecuadas acerca de tus valores y el tipo
CARLOS QUÍLEZ El rastro del asesino, El enigma Bretón
y Crímenes sin resolver; con Virgilio Latorre
de personas con el que te quieres relacionar «Los psicópatas que dan más miedo no están en la cárcel, sino
El silencio de los corderos: Una exploración
[…] quiero que sientas esperanza, energía caminando entre nosotros. No te pierdas el análisis del maestro.»
del mal y más recientemente El monstruo
y coraje. Que puedas sacar conclusiones
JORDI WILD y el asesino en serie: De Frankenstein a
importantes para ti, tu vida profesional
Hannibal Lecter.
y familiar, y tu rol como ciudadano.» «Un libro indispensable para protegerse de esas personas sin empatía,

VICENTE
capaces de manipularnos y destrozarnos sin remordimientos.»

CRISTINA LÓPEZ SCHLICHTING

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GARRIDO Diseño de la cubierta: Planeta Arte & Diseño
Ilustración de la cubierta: © Eiko Ojala
Fotografía del autor: cortesía del autor

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EL PSICÓPATA
INTEGRADO
EN LA FAMILIA, LA EMPRESA Y LA POLÍTICA
CLAVES PARA NEUTRALIZARLO

VICENTE GARRIDO

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Primera edición: septiembre de 2024

© Vicente Garrido Genovés, 2024


© Ilustraciones del interior: Paola Grande (@miss_littlebig)

Derechos exclusivos de edición en español:


© Editorial Planeta, S. A., 2024
Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona
Editorial Ariel es un sello editorial de Planeta, S. A.
www.ariel.es
www.planetadelibros.com

ISBN: 978-84-344-3792-0
Depósito legal: B. 12.118-2024

Impreso en España

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Índice

Introducción: El problema del 1 por ciento maligno . . 13

Capítulo 1: Se presenta el psicópata . . . . . . . . . . . . . . . 27


El submarino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
Variedades del psicópata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Qué es la psicopatía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
La psicopatía y otros conceptos relacionados . . . . . 43
Las mujeres psicópatas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
La inteligencia de los psicópatas y su capacidad
de leer la mente ajena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
La capacidad de cambio del psicópata . . . . . . . . . . 52

Capítulo 2: Perfil psicológico del psicópata integrado 53


El psicópata es un superviviente. . . . . . . . . . . . . . . . 53
El psicópata controlado y el impulsivo . . . . . . . . . . 56
Miedo y ansiedad como base de la empatía . . . . . . 61
La empatía de los psicópatas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
El cirujano de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
Las emociones de los psicópatas . . . . . . . . . . . . . . . 73
La comunicación del psicópata . . . . . . . . . . . . . . . . 77
El comportamiento del psicópata . . . . . . . . . . . . . . 80

Capítulo 3: El psicópata en las relaciones afectivas


y familiares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Identificar al psicópata: una ventana a su mente . . 87

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El comportamiento del psicópata
y sus indicadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
El sistema de vigilancia frente al psicópata . . . . . . . 97
La intuición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
El autoconocimiento y el diálogo interior. . . . . . . . 103
Observación descriptiva y el diálogo
con personas de confianza . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
El psicópata persevera en su naturaleza . . . . . . . . . 110
Los hijos en riesgo de psicopatía . . . . . . . . . . . . . . . 112

Capítulo 4: El psicópata en la empresa


y las organizaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
El psicópata como líder destructivo . . . . . . . . . . . . . 122
Los psicópatas corporativos también pueden
matar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
Los psicópatas «visionarios» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Hannibal Lecter va al trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
La psicopatía como modelo social . . . . . . . . . . . . . . 138
La identificación del psicópata en la empresa . . . . 142
Prevención y control de la psicopatía
en la empresa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Amor de padres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

Capítulo 5: La patocracia: El psicópata en la política . 161


El gobierno de los psicópatas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
Por qué la política es tan atractiva para
el psicópata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
Democracia imperfecta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
Asesinato en Malta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
Populismo, autoritarismo y psicopatía . . . . . . . . . . . 173
Maquiavelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 174
Dos psicópatas primarios: Donald Trump
y Vladímir Putin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Identificando al líder político psicópata . . . . . . . . . 189
Un ejercicio para los lectores: el tablero
del psicópata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202

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¿Por qué los políticos psicópatas tienen tantos
seguidores? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205

Capítulo 6: La lucha contra el psicópata . . . . . . . . . . . 211


Viktor Frankl y Josef Mengele . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
Los fundamentos de la superación
del encuentro con la psicopatía: la logoterapia
de Viktor Frankl . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214
La voluntad de sentido nos impele a la acción . . . . 217
Actuar de modo trascendente . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
Autodistanciamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220
El relato del héroe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
Cara a cara con el psicópata . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Una sociedad debilitada: la cultura terapéutica . . . 238
La resiliencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
La prevención en los niños con predisposición
a la psicopatía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249

Epílogo: El ojo del huracán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251


El psicópata y su relato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 252
El psicópata en las relaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255
El psicópata en la empresa y las organizaciones . . . 257
La patocracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259
El ojo del huracán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263

Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 269

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Capítulo 1

Se presenta el psicópata

¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro mañana, el


que ya está o se fragua bajo la cara que enseñas o bajo
la careta que llevas, y que me mostrarás tan solo cuan-
do no lo espere?

Javier Marías, Tu rostro mañana

El submarino

Axel es delgado; mira nerviosamente, con ojos escrutadores.


En torno a los treinta años, me cito con él en una cafetería
en Valencia, junto a la plaza de la Virgen, llena de palomas,
mucha gente transitando y algunos turistas que se hacen fo-
tos. Es una tarde de abril, no hay mucha gente en el local y
podemos hablar sin que nadie nos oiga, lo que es importan-
te porque, según me ha comunicado en varios correos inter-
cambiados en los últimos meses, está muy angustiado: pue-
de que él sea un psicópata y —esto es con mucho lo
peor— «quizás quiera matar a alguien».
Normalmente no me hubiera citado con él: una regla
que tengo es declinar en principio todas las ofertas de gen-
te de toda España que me solicita reunirse conmigo en
persona o por internet, con objeto de contarme algo «muy
importante». Procuro solucionar las consultas por correo

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electrónico, y solo accedo excepcionalmente a encuentros
virtuales o presenciales después de haberme asegurado de
que el solicitante del contacto no alberga intenciones ma-
lévolas y que mi intervención puede marcar la diferencia.
Pero este hombre, después de un toma y daca prolongado,
se ganó mi atención, así que ahí estaba con él, dispuesto a
escucharle.
«¿Conoce la historia del submarino, en Dinamarca?», fue
lo primero que me preguntó, después de un apretón de ma-
nos y agradecerme que hubiese aceptado el encuentro. Al
cabo de unos segundos le dije que sí, cómo no, uno de los
crímenes más interesantes del presente siglo cometido en
Europa. Kim Wall era una periodista sueca de treinta años
que trabajaba por su cuenta y que tenía una amplia ex-
periencia. Había escrito reportajes de investigación desde
Uganda, Sri Lanka o Cuba para medios importantes, y en su
formación figuraban títulos académicos de Londres y Nueva
York. El 14 de agosto de 2017 concertó una cita con Peter
Madsen, inventor de un submarino de tamaño reducido
para uso privado. Madsen era bien conocido por la opinión
pública danesa, ya que confluía en él una imagen poliédrica
y un punto enigmática, resultado de sus apariciones en los
medios como un genio extravagante, capaz de inventos im-
probables, al tiempo que tenía ese aire de inconformista
que nos atrae por no seguir la vida preconfigurada por el
sistema.
Supongo que a Kim, que se afanaba en buscar aquello
que «estaba detrás de la noticia», según declaró luego su
padre, le atrajo tanto la personalidad de Madsen como el
invento del submarino. Así pues, cuando el danés la invitó a
dar una vuelta en su Nautilus, ella ni se lo pensó. ¿Cómo
sería tener un submarino propio, como el que dispone de
un barco, y poder desplazarse debajo de la superficie del
mar para viajar a los diferentes puertos de destino? Por des-
gracia, la aventura tuvo un final del todo inesperado. Kim
no volvió a aparecer viva. Según contó Madsen a la policía,

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al poco tiempo de zarpar del puerto de Copenhague, el sub-
marino se hundió. Madsen fue rescatado a la mañana si-
guiente, pero no se encontró rastro alguno de Kim, hasta
que un ciclista descubrió su torso mutilado en una playa el
21 de agosto. Después de una exhaustiva y épica búsqueda,
la policía fue capaz de recuperar en el mar la cabeza, las
piernas y la ropa de la periodista.
Madsen ofreció diversas y estrambóticas explicaciones
para dar cuenta de lo sucedido en el submarino y de cómo
acabó el cuerpo de Kim en esas trágicas circunstancias, pero
el tribunal no le creyó. La condena tras el juicio fue de cade-
na perpetua, algo inusual en Dinamarca, bajo los cargos de
agresión sexual, tortura y asesinato. La defensa de Madsen
calificó el relato del fiscal como «una historia de miedo
construida sin pruebas», solo suposiciones. Pero el estado
del cadáver hablaba por sí solo: si Kim había muerto «por
accidente», según declaró el acusado, ¿por qué trocearlo y
pretender que nunca se recuperara? Madsen aún sobresaltó
a la opinión pública en una siguiente ocasión, cuando, tras
tomar como rehén a la psicóloga de la cárcel, logró alcanzar
la puerta y huir campo a través. Por fortuna, solo estuvo li-
bre unas horas.1
«Sí, me acuerdo del caso del submarino», le dije a mi
acompañante. «Pues bien —siguió—, yo vivo con una chi-
ca desde hace un año, y a veces... me he sorprendido a mí
mismo pensando en..., ya sabe..., en matarla. No me puedo
quitar de la cabeza que Madsen tuvo que pensar mucho so-
bre lo que hizo antes de hacerlo..., ¿comprende?» Siguió
contándome que pensaba en eso en forma de flashes que le
venían súbitamente, ocupando su mente, y que, cuando
esto pasaba, se quedaba absorto. Le venían imágenes del
cuerpo de su chica partido; otras veces, de este flotando en
el mar. ¿Era él un psicópata? ¿Su pareja corría peligro? Lo
tranquilicé diciendo que era muy improbable que fuera un
psicópata homicida, porque si lo fuera no estaría angustia-
do por esas visiones ni, desde luego, me hubiera puesto

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sobre aviso. Comprendí que su problema era otro; sin duda
tenía una personalidad desajustada y probablemente un
trastorno obsesivo, pero lo que procedía era asegurarse de
que nadie resultara herido. Como no podía confiar en que
él hiciera lo que yo quería que hiciera, estuve convencién-
dole durante un buen rato para que me permitiera ayudarle:
le dije que no era un psicópata pero que aun así necesitaba
ayuda profesional. Así que le pedí que llamara a su compa-
ñera para que tuviera una breve conversación conmigo, a
lo que accedió; al fin y al cabo —dijo, de modo algo incon-
gruente con la situación que le había llevado ante mí— ella
también me conocía por mis apariciones en televisión, así
que «le dará una grata sorpresa si la llama». Así lo hice, y
pude aconsejarla sobre lo que tenía que hacer. Ella me ase-
guró que lo haría y que se pondría en contacto conmigo si
lo veía necesario. Seguí conversando con Axel un rato más,
y, antes de despedirnos, le recomendé calurosamente que
siguiera los pasos que le había indicado en relación con su
obsesión.
Hasta la fecha creo que nada irreversible ha sucedido: la
pareja de Axel no se puso en contacto conmigo. Ignoro si
continúan juntos, pero mi seguimiento de la sección de su-
cesos en los medios no me ha puesto sobre la pista de lo que
podría haber sido un homicidio derivado de este caso.
En este capítulo me detengo a presentar la psicopatía y sus
variedades en términos de su reconocimiento por parte de la
sociedad. También me encargo de asociar la psicopatía con
otros conceptos relacionados pero diferentes. A continua-
ción, me ocupo de una serie de cuestiones que son motivo de
confusión y debate entre los investigadores y el público inte-
resado en este ámbito, lo que incluye, entre otros aspectos, la
psicopatía en las mujeres.

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Variedades del psicópata

Psicópatas criminales identificados

El caso de Peter Madsen es un ejemplo de un psicópata cri-


minal que estalla de modo inopinado con un crimen de
gran violencia. Estos individuos suelen tener un ambiente
normalizado, más allá de los problemas o tensiones que pue-
da haber en sus hogares (y que comparten millones de per-
sonas). Un ejemplo más cercano fue el homicidio múltiple
cometido por Patrick Nogueira en Pioz (Guadalajara), don-
de por mero despecho hacia sus tíos acabó con sus vidas, así
como con las de sus dos primos. Otras veces el crimen es el
medio o instrumento de un producto tardío de la ambición,
como ocurre en los casos de los psicópatas que, hartos de
estar escasos de dinero, deciden cometer un asesinato para
lucrarse y poder seguir su tren de vida desenfadado. Fue el
caso de Óscar, a quien entrevisté en prisión como conse-
cuencia de un estudio que estaba realizando. Óscar había
estado varios años en Sudamérica realizando «muchos nego-
cios de aquí para allá», según me dijo. Tenía treinta y dos
años, y hacía dos que había sido condenado por el homici-
dio de un (aparentemente) socio de una nueva aventura
empresarial que había buscado tras regresar de su periplo
americano. Todo parece indicar que dicha operación nunca
llegó a existir, y que Óscar lo mató cuando este le exigió los
200.000 euros que le había prestado para financiar el su-
puesto negocio. Pasé un rato «divertido» con él; era dichara-
chero y ocurrente, y me contó muchas anécdotas de sus años
americanos, en los que resultaba evidente que su única pre-
tensión fue vivir sin trabajar, muchas veces de mujeres adi-
neradas y otras de préstamos y pequeñas estafas que nunca
le reportaron más consecuencias que quizás tener que huir
apresuradamente de donde estaba residiendo. La relación
con su familia era inexistente desde hacía muchos años. Él
me dijo que el homicidio que le llevó tras las rejas fue justifi-

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cado, porque, según me refirió con mucho énfasis y gesticu-
lando: «Yo le dije que ahora no podía devolvérselo, que esta-
ba invertido en espera de sacar una rentabilidad que nos
diera una mejor chance de empezar nuestro negocio. Pero él
se volvió como loco, cogió un cuchillo y me atacó. Solo me
defendí». La policía encontró en su domicilio 30.000 euros;
supuestamente era lo que le quedaba del dinero de su socio.
Nunca explicó qué había pasado con esa supuesta inversión,
ni cómo se había gastado el dinero restante.
La figura 1 muestra un gráfico donde vemos las varieda-
des del psicópata. Estos dos ejemplos —el asesino múltiple
de Pioz y Óscar— ilustrarían la categoría de los psicópatas
que se revelan tardíamente mediante «crímenes explosivos
o instrumentales tardíos».

Figura 1. Clasificación de los psicópatas.

No obstante, el tipo criminal más habitual de los psicópa-


tas que pisan la cárcel es el del delincuente crónico, que
surge en un ambiente de marginación, que desafía las nor-

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mas sociales desde la infancia o la adolescencia y que pro-
gresa hacia la edad adulta acumulando delitos y condenas.
Antonio Anglés, el asesino principal de las jóvenes de Alcàs-
ser (Valencia), a las que secuestró, torturó, violó y asesinó
junto con Miguel Ricart, es el ejemplo paradigmático de la
casilla correspondiente a «criminales de carrera». Los psicó-
patas son los más versátiles, violentos y reincidentes de entre
los delincuentes habituales.2 Su potencial de violencia pue-
de ser muy grande si forman parte —como secuaces o como
líderes, pero sobre todo en este último caso— de bandas de
crimen organizado, lo que les daría acceso a poder infligir
un gran daño a muchos individuos, ya sea por medio del
tráfico de personas o de drogas, redes de explotación sexual
y otras actividades criminales, por desgracia en auge gracias
al mercado globalizado del que disfrutamos. Sin duda Pablo
Escobar sería un buen representante del poder destructivo
del líder psicópata de un cartel poderoso.

Psicópatas integrados

Ahora bien, si la prevalencia de la psicopatía se estima en


torno al 1 por ciento de la población, es evidente que mu-
chos no son delincuentes habituales, ni mucho menos asesi-
nos o asesinos seriales, como podría entenderse de la imagen
que se deriva de los medios de comunicación y los productos
culturales (singularmente, literatura, series de televisión y
películas).
En realidad, la mayoría de los psicópatas son del tipo
integrado, lo que significa que, a pesar de que tienen una
personalidad con los rasgos típicos de la psicopatía, no ha
existido —por su círculo de relaciones o por el Estado a tra-
vés de su identificación como delincuentes— un proceso de
identificación como tales. A su vez, el subtipo integrado pre-
senta diferentes posibilidades, que vamos a explorar a con-
tinuación.

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Empezando por la casilla de su izquierda tenemos a los
psicópatas integrados criminales que ocultan una violencia
muy grave o insidiosa («criminales ocultos no reconocidos»).
Su familia y amigos no saben que es un psicópata que, de
forma oculta, comete crímenes graves. Sabemos por los me-
dios y la cultura popular que los violadores y asesinos seriales
en muchos casos tienen una vida normalizada, con familia,
empleo y amigos, lo que explica la habitual sorpresa con que
reaccionan los que les frecuentaron al saberse que tenían
una «doble vida» en la que cometían actos abyectos e ilegales.
También incluiríamos aquí a una parte de los que agreden
recurrentemente a sus parejas o a sus hijos (puesto que no
todos los agresores familiares son psicópatas), muchas veces
mediante una agresión psicológica permanente más que con
la violencia explícita. Un ejemplo paradigmático de esa «do-
ble vida» de psicopatía integrada, donde el crimen se escon-
de tras una fachada virtuosa, es el que sigue a continuación.
No conocí personalmente ni tuve relación alguna con
Martín Vigil, un sacerdote que alcanzó una gran fama como
escritor y orientador espiritual de varias generaciones de la
época franquista, pero su capacidad de abusar de numero-
sos jóvenes mientras llevaba a cabo de modo tan público y
exitoso su apostolado mediante su presencia en los medios
me hace sospechar que la psicopatía bien podría ser su diag-
nóstico. Aunque son varios los casos de abusos sexuales co-
metidos por sacerdotes que han tenido grandes repercusio-
nes en diferentes países del mundo, la investigación llevada
a cabo por el periodista Íñigo Domínguez supuso una gran
conmoción para muchos de los españoles (y fieles de Suda-
mérica, adonde también llegaban sus libros) que tuvieron
en Martín Vigil a un faro del cristianismo más moderno y
social. Pero todo era fachada. El escritor Antonio Muñoz
Molina dijo a este respecto:3

El depredador tiende con destreza su trampa y espera pa-


ciente a que caiga en ella la víctima. Su ventaja no es la fuerza

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física, sino la astucia de elegir la presa más débil. En un piso
del barrio de Salamanca que imaginamos antiguo y caverno-
so, el maestro escribía cartas y tendía cebos, experto tejedor
de su tela de araña, y aguardaba el sonido del timbre, la llega-
da del elegido —en algún caso también la elegida—, el desig-
nado de antemano, el más herido, el más necesitado de lo
que el maestro le había prometido, el profeta impostor, el
lobo bajo una piel de cordero.

Tal y como relató Íñigo Domínguez en uno de sus artícu-


los,4 Sandra era una chica de quince años con problemas
que había leído el libro más famoso de Martín Vigil, La vida
sale al encuentro, publicado en 1955 y un superventas duran-
te décadas, el cual le produjo un enorme impacto. Según le
contó Sandra a Domínguez:

Mi familia era complicada. Me refugiaba en la lectura. El li-


bro me tocó muchísimo. Me imaginaba qué me diría a mí el
protagonista del libro, el padre Urcola, cómo me ayudaría con
mis problemas. Y había algo llamativo en sus libros: al final apa-
recía su dirección y su teléfono. Vivía en Madrid, en la calle Ve-
lázquez. Así echaba la caña para pescar a sus víctimas. Así acaba-
mos muchos menores en sus manos, sobre todo chicos, pero
también alguna chica, como yo. [...] Él fijaba las citas, lo tenía
organizado, yo era la chica de los jueves. Me decía que no lo
comentara con nadie, porque los adultos no iban a entender
lo nuestro, que era muy especial. Y era sacerdote, era famoso, muy
culto, hablaba muy bien, te convencía de que era algo correcto.

Martín Vigil murió olvidado, junto con sus otrora tan


populares libros, hace más de diez años en una residencia
de ancianos, pero como apunta Muñoz Molina: «Todavía
hay personas marcadas para siempre por ese delito sin excu-
sa que es la vulneración y el abuso de los indefensos».
Sin embargo, aunque los delitos que podemos llamar
«convencionales» de los psicópatas criminales (identifica-

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dos) y de los psicópatas criminales ocultos (integrados) sean
lamentables y una gran lacra para la sociedad, no podemos
despreciar de ningún modo la violencia y destrucción que
puede provenir de este otro grupo de psicópatas integrados,
que conforman la casilla siguiente del gráfico: los que ejer-
cen la política o lideran empresas y consorcios financieros,
particularmente los primeros, así como los líderes de sectas
destructivas. Estos psicópatas pueden estar ocultos de dos
modos.
La primera forma de ocultamiento incluye a poderosos
hombres de negocios o líderes de corporaciones, y se resu-
me en que, porque son individuos que tienen un gran pres-
tigio social y una gran capacidad para el fingimiento y la
manipulación, nadie se imagina que, tras su facha de éxito,
se esconde alguien cuya única pretensión es la de robar o
estafar, principalmente. Fue el caso de Bernard Madoff, que
tenía engañados a inversores de todo el mundo y a la Comi-
sión de Valores de Nueva York mientras realizaba la mayor
estafa piramidal de la historia de Estados Unidos (Madoff y
otros serán analizados en el capítulo 4).
Como veremos en su momento, si bien los empresarios
poderosos no tienen la capacidad de cometer los crímenes
de los políticos psicópatas, su potencial de dañar a la socie-
dad es también enorme. Además del caso citado de Bernard
Madoff, en años transcurridos en el presente siglo han sali-
do a la luz otros casos de empresas que, como Enron, han
provocado grandes males en la economía de muchos países
(y con ello, mucho sufrimiento en los ciudadanos), debido
a que contaban con psicópatas como responsables y directo-
res ejecutivos de los consejos de administración. Y aunque la
gravedad de sus acciones no influya sobre la economía mun-
dial, con frecuencia el resultado de sus prácticas ilegales es
la ruina de los accionistas e inversores en la firma, lo que
puede alcanzar a miles de personas.
El segundo modo de ocultamiento incumbe a los políti-
cos y a los líderes de sectas. Ambos tienen en común que

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muestran su psicopatía y muchos de sus desmanes (e incluso
crímenes) de modo público, o al menos no se esfuerzan de-
masiado en ocultarlos, pero su audiencia —la gente a la que
supuestamente tratan de beneficiar— no les considera ni psi­
cópatas ni criminales. En el caso de los políticos, piensa en
Donald Trump o en Vladímir Putin (que se analizan en el
capítulo 5). El primero es muy probable que vuelva a ser
presidente de Estados Unidos en noviembre de 2024, lo que
nos revela que para al menos la mitad de sus ciudadanos
Trump es un tipo estupendo. Y en el caso de Putin, muchos
rusos le apoyan sin fisuras. Los ejemplos de esto son abru-
madores en la historia: para Alemania, la Unión Soviética y
para China, Hitler, Stalin y Mao Zedong, respectivamente,
fueron caudillos mesiánicos en su tiempo, mientras que en
la actualidad hay un consenso unánime entre los historiado-
res acerca de que fueron despiadados psicópatas responsa-
bles de crímenes contra la humanidad.
Por desgracia, esos ejemplos han tenido continuidad has-
ta nuestros días y a estos líderes les han seguido muchos
otros, como Sadam Huseín, Gadafi, Idi Amin, Pol Pot, Mi-
lošević o Rafael Trujillo. Si el líder de un país es un psicópata,
su capacidad de destrucción no tiene igual, particularmente
si están al frente de un régimen autocrático o dictatorial, ya
sea heredado o impuesto por este.
Por lo que respecta a los líderes de sectas, un ejemplo
muy notable fue el del reverendo Jones, responsable último
de la masacre de sus fieles en Jonestown en 1978, en La Gu-
yana. La historia, por desgracia, nos ha deparado otros mu-
chos ejemplos, como el protagonizado por el autoproclama-
do «cordero del apocalipsis» David Koresh, quien en 1993
consiguió exterminar a sus propios fieles de la secta de los
davidianos (con la ayuda inestimable de las autoridades fe-
derales de Estados Unidos, que no supieron manejar adecua-
damente la crisis),5 o más modernamente la secta conocida
como NXIVM (léase «Nexium») que tenía como integrante
destacada a la popular actriz por su papel en la serie Small­

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ville, Allison Mack, encargada de reclutar esclavas sexuales
para su jefe, Keith Raniere.6 En las sectas, la gente seducida
por el psicópata es mucho menor que en la política, pero al
igual que ocurre con los ciudadanos que apoyan a un presi-
dente psicópata, sus integrantes consideran al líder como
alguien excepcional, y solo cuando escapan y se liberan de
las creencias irracionales que albergaban son capaces de ver
la realidad, dando lugar muchas veces (pero no siempre) al
apresamiento del líder y su posterior condena penal e iden-
tificación como psicópata.

Dos tipos de psicópatas integrados no delincuentes

Finalmente, siguiendo la fila de los psicópatas integrados,


vemos que hay dos tipos de psicópatas no criminales o delin-
cuentes. El primero agrupa a los psicópatas «funcionales»,
sujetos que tienen los rasgos de la psicopatía pero que no
ostentan poder en la sociedad ni han cometido delitos. Esto
no implica que sean inofensivos: dada la naturaleza de la
personalidad psicopática, su falta de conexión emocional y
ausencia de sentimientos de culpa asociados a los principios
morales hacen de ellos una fuente de infelicidad y de mise-
ria existencial para los que forman su círculo de relaciones
familiares y conocidos (no escribo «amigos» porque rara vez
llegan a tenerlos o los pierden cuando estos se hartan de
soportarlos). Son personas que no aportan nada a la calidad
de vida de los que los tratan: maridos que mienten de forma
reiterada, que se sirven de los otros para su propio benefi-
cio, que manipulan para obtener ventajas en el trabajo, que
ven a los hijos como un medio de aparentar ser buenas per-
sonas y padres pero que en verdad no les importan, que
usan la amenaza o tácticas de descrédito para controlar su
ambiente más cercano, ya sea en el hogar o en el empleo.
También es habitual que en su juventud hayan cometido
actos denigratorios contra otras personas más débiles, como

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bullying en la escuela, o haber abusado de indigentes o de
gente «diferente».
El último grupo incluye a los psicópatas «exitosos», cuya
realidad está por ver, por más que hay una parte de la inves-
tigación actual que asegura que es posible que un psicópata
tenga éxito en la escala social y al mismo tiempo no cause un
mal a la sociedad. Es lo que se conoce en el debate académi-
co como sujetos poseedores de «rasgos adaptativos» de la psi-
copatía. En mi criterio, un psicópata puede triunfar en la so-
ciedad, no me cabe duda —y muchos de los ejemplos que he
mencionado son de personas que habían triunfado de modo
clamoroso—, pero eso no excluye que su legado sea muy
dañino para el conjunto de ciudadanos. En otras palabras, el
adjetivo «exitoso» aplicado a gente como Madoff o Trump es
inadecuado, porque a pesar de su éxito social son seres fraca­
sados para el bien común. (El ejemplo de Ray Dalio que sigue
en breve es un ejemplo de psicópata de «éxito» que resulta
ser un fracaso para la sociedad.)
Soy de los que creen que este psicópata de éxito no exis-
te, que en el caso de que tenga éxito de verdad (y por ello
hemos de entender que contribuye al bien de la comunidad
aunque persiga disponer de estatus y bienes) se trata de un
falso psicópata, y que confundimos la presencia de determi-
nados rasgos de la psicopatía —que, de forma generalmente
reducida, presentan muchas personas en el mundo— con la
existencia del síndrome de la psicopatía, puesto que para tener
ese diagnóstico se hace necesario que el individuo tenga casi
todos los síntomas que lo configuran de modo permanente
y en alto grado.

Ray Dalio

Cualquiera que conozca a Ray Dalio solo por sus resultados


económicos podría calificarlo de «exitoso». Dalio es el titán
detrás del fondo de inversiones más grande del mundo, pro-

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piedad de Bridgewater Asociados. El periodista de investiga-
ción Rob Copeland ha descrito su vida en una obra reciente,
y resulta demoledora, relatando el ascenso al poder que
otorga el dinero de un hombre mediocre que en su camino
humilló y pisoteó a cuantos tuvieron la desgracia de trabajar
para él.7
Dalio empezó siendo el cadi de un exclusivo club de golf,
y gracias a su aparente inteligencia y buen carácter logró, a
través de los contactos, estar bajo la protección de una familia
poderosa. Después de pasar por la escuela de negocios, Dalio
se hizo popular por predecir repetidamente inminentes co-
lapsos económicos y por ofrecer un fondo (Bridgewater) que
dejaría a buen recaudo las inversiones. Una previsión tan re-
currente de futuras catástrofes necesariamente tenía que co-
sechar algunos aciertos, así que con la ayuda de unas buenas
inversiones realizadas en los años noventa y en la década de
los dos mil consiguió posicionar bien a su fondo, y, cuando
vino el derrumbe de 2008, este se quedó como el más impor-
tante del mundo.
Ahora bien, lo que realmente resulta revelador de Dalio
es lo que Copeland relata acerca de cómo dirigía su negocio
y las prácticas que introdujo. Entre ellas estaban las dos si-
guientes: grabar las interacciones de los empleados y poste-
riormente someterlas a feroces revisiones en sesiones para
todos donde no se escatimaba la crítica mordaz y devastado-
ra, en aras de conseguir una «transparencia radical»; y pro-
veer a cada empleado de una tarjeta o cromo semejante a
los de béisbol, donde figuraban una serie de habilidades
profesionales que eran puntuadas por sus propios colegas, y
entre las cuales se encontraban las de acosar e informar a la
dirección de los «errores» de los compañeros, conductas
que eran premiadas por la dirección.
Sería apropiado decir que el clima laboral era paranoico
e implacable con los más débiles de espíritu. Dalio dejaba
ocasionalmente informes privados «olvidados» en algún lu-
gar, y vigilaba cuáles de sus empleados se paraban a mirarlos

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para reprenderles severamente. En una ocasión, al encon-
trar unas gotas cerca de su urinario privado, encargó al jefe
de seguridad que hiciera una investigación exhaustiva para
hallar al responsable de ese ultraje. En otra ocasión despidió
al personal encargado del aparcamiento de la empresa por
diseñar tarjetas para su acceso que, a su juicio, eran demasia-
do grandes. Pero lo más grave era la humillación ritual que
se producía en las sesiones públicas donde se enjuiciaban a
los empleados que habían cometido alguna falta «grave»,
como haber dicho alguna mentira acerca de su vida personal
o no haber podido completar una tarea que desde el princi-
pio se antojaba imposible. En las faltas consideradas «más
graves» el escenario adoptaba el tono de un juicio criminal,
donde era frecuente que el sometido acabara lloriqueando.
Las sesiones se grababan y se revisaban posteriormente para
que sirvieran de escarmiento.
Bien, es posible que Dalio haya hecho ganar dinero a sus
inversores, y, de hecho, él mismo es un hombre de gran éxi-
to desde el punto de vista de que es muy rico. Pero ¿estamos
dispuestos a considerarlo un personaje digno de ser imita-
do? ¿Podemos decir de verdad que este hombre no es dañi-
no para la sociedad? En mi criterio una persona que actúa
de este modo no puede ser considerado un psicópata que
contribuye al bien común; el éxito es el poder que consigue
y el dinero que proporciona a sus inversores, pero el fracaso
humano es más notable y profundo al humillar sistemática-
mente a sus trabajadores.
Llegados a este punto se hace necesario entender mejor
qué es la psicopatía, así como lo que no es, y para ello me
detengo en analizar los rasgos que la definen y otras cuestio-
nes que a menudo son objeto de discusión o incluso dan
lugar a creencias falsas. No obstante, en el capítulo siguiente
se profundiza más acerca del modo de pensar, sentir y ac-
tuar del psicópata, en un encuentro más «cercano».

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