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Ilustracion

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LA ILUSTRACIÓN

El término Ilustración se refiere específicamente a un movimiento intelectual


histórico. Existen precedentes e incluso una propia Ilustración
en Inglaterra y Escocia a finales del siglo XVII, como inmediatamente después en
Alemania, si bien en su vertiente política el movimiento se considera originalmente
francés. La Ilustración francesa tuvo una expresión estética,
denominada Neoclasicismo, a diferencia de la alemana, prototípicamente Gotthold
Ephraim Lessing, que se alejaba por completo de esta, a la que despreciaba.
Desde Francia se expandió un tipo de ilustración sociopolítica por
toda Europa y América renovando especialmente los criterios políticos y sociales.
La Estética como disciplina es una de las grandes invenciones dieciochistas, inglesa
(Francis Hutcheson y los empiristas) y sobre todo alemana (especialmente a partir
de Alexander Gottlieb Baumgarten).

Siglo xvii: la era de la Razón

Según muchos historiadores, los límites de la Ilustración han alcanzado la mayor


parte del siglo xvi, aunque otros prefieren llamar a esta época la Era de la Razón.
Ambos períodos se encuentran en cualquier caso, unidos y emparentados, e incluso
es igualmente aceptable hablar de ambos períodos como de uno solo.

A lo largo del siglo xvi y siglo xvii, Europa se encontraba envuelta en guerras de
religión. Cuando la situación política se estabilizó tras la Paz de Westfalia (acuerdo
entre católicos y protestantes, 1648) y el final de la guerra civil en Inglaterra, existía un
ambiente de agitación que tendía a centrar las nociones de fe y misticismo en las
revelaciones «divinas», captadas de forma individual como la fuente principal de
conocimiento y sabiduría. En lugar de esto, la Era de la Razón trató entonces de
establecer una filosofía basada en el axioma y el absolutismo como bases para el
conocimiento y la estabilidad.

Este objetivo de la Era de la Razón, que estaba construido sobre axiomas, alcanzó su
madurez con la Ética de Baruch Spinoza, que exponía una visión panteísta del
universo donde Dios y la Naturaleza eran uno, en la línea de la expresión bíblica: ‘En Él
vivimos, nos movemos y existimos’. Esta idea se convirtió en el fundamento para la
Ilustración, desde Isaac Newton hasta Thomas Jefferson.

La Ilustración estaba influida en muchos sentidos por las ideas de Blaise Pascal,
Gottfried Leibniz, Galileo Galilei y otros filósofos del período anterior. El pensamiento
europeo atravesaba por una ola de cambios, ejemplificados por la filosofía natural de
Sir Isaac Newton, un matemático y físico brillante. Las ideas de Newton, que
combinaban su habilidad de fusionar las pruebas axiomáticas con las observaciones
físicas en sistemas coherentes de predicciones verificables, proporcionaron el
sentido de la mayor parte de lo que sobrevendría en el siglo posterior tras la
publicación de sus Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Pero Newton no
estaba solo en su revolución sistemática pensadora, sino que era simplemente el
más famoso y visible de sus ejemplos. Las ideas de leyes uniformes para los
fenómenos naturales se reflejaron en una mayor sistematización de una variedad de
estudios.

Siglo xviii: el inicio de las revoluciones

El siglo xviii constituye, en general, una época de progreso de los conocimientos


racionales y de perfeccionamiento de las técnicas de la ciencia. Fue un período de
enriquecimiento que potenció a la nueva burguesía, si bien se mantuvieron los
derechos tradicionales de los órdenes privilegiados dentro del sistema monárquico
absolutista. Sin embargo, la historia del siglo xviii consta de dos etapas diferenciadas:
la primera supone una continuidad del Antiguo Régimen (hasta la década de 1770), y
la segunda, de cambios profundos, culmina con la Revolución estadounidense, la
Revolución francesa y Revolución Industrial en Inglaterra.

Esta corriente abogaba por la razón como la forma de establecer un sistema


autoritario ético. Entre 1751 y 1765 se publicó en Francia la primera Encyclopédie, de
Denis Diderot y Jean Le Rond D’Alembert, que pretendía recoger el pensamiento
ilustrado. Querían educar a la sociedad, porque una sociedad culta que piensa por sí
misma era la mejor manera de asegurar el fin del Antiguo Régimen (el absolutismo y
las dictaduras se basan en la ignorancia del pueblo para dominarlo). En su redacción
colaboraron otros pensadores ilustrados como Montesquieu, Rousseau y Voltaire. Por
lo demás, existen lados oscuros en la Ilustración enciclopedista francesa: de una
parte aquello que se refiere a ciertos aspectos plagiarios en la realización de la
Enciclopedia como proyecto intelectual y las circunstancias confusas que la
rodearon; de otra el extremado y gratuito proceso sanguinario a que
innecesariamente condujo, razón esta que llevó a Friedrich Schiller a rechazar la
carta de ciudadano de París y elaborar una teoría de la revolución sin violencia.[19]

Los líderes intelectuales del movimiento enciclopedista se consideraban a sí mismos


la élite de la sociedad, cuyo principal propósito era liderar al mundo hacia el
progreso, sacándolo del largo periodo de tradiciones, superstición, irracionalidad y
tiranía-despotismo (periodo que ellos creían iniciado durante la llamada Edad
Oscura). Este movimiento trajo consigo el marco intelectual en el que se produciría la
Guerra de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa, así como el
auge del capitalismo y el nacimiento del socialismo. Frente a la dominante música
del barroco europea, las artes en Francia responderán al movimiento Neoclásico y
Rococó.

Otro destacado movimiento filosófico del siglo xviii, íntimamente relacionado con la
Ilustración, se caracterizaba por centrar su interés en la fe y la piedad. Sus partidarios
trataban de usar el racionalismo como vía para demostrar la existencia de un ser
supremo. En este periodo, la fe y la piedad eran parte integral en la exploración de la
filosofía natural y la ética, además de las teorías políticas del momento. Sin embargo,
prominentes filósofos ilustrados como Voltaire y Jean-Jacques Rousseau
cuestionaron y criticaron la misma existencia de instituciones como la Iglesia y el
Estado.

El siglo xviii vio también el continuo auge de las ideas empíricas en la filosofía, ideas
que eran aplicadas a la política económica, al gobierno y a ciencias como la física, la
química y la biología.

En la historia nada es casual, un hecho es la consecuencia inevitable de otros que lo


precedieron. La Revolución francesa, si bien tuvo otras causas, no hubiera sido
posible sin la presencia del iluminismo que, poniendo luz sobre el oscurantismo de la
Edad Media se alejó de los dogmas religiosos para explicar el mundo y sus
acontecimientos, para hacerlos a la luz de la razón.
El iluminismo tampoco hubiera existido de no haberlo precedido un debilitamiento
del poder de la Iglesia a causa de la reforma protestante, que dividió al mundo
cristiano; y del humanismo, movimiento filosófico que centró en el hombre el objeto
de las preocupaciones terrenales, quitando a la religión ese privilegio y desechando
el teocentrismo.

CONTEXTO SOCIAL, DIFUSIÓN Y PENSAMIENTO


Ya se ha dicho que, socialmente, la Ilustración se halla inscrita en el ámbito de la
burguesía ascendente, pero sus animadores no fueron ni todas las capas burguesas,
ni solamente estas. Por un lado, tuvo sus adversarios en determinados sectores de la
alta burguesía comercial (como, por ejemplo, el dedicado al tráfico negrero), y, por
otra parte, ciertos elementos del bajo clero o de la nobleza cortesana (caso del conde
de Aranda en España, o de los Argenson en Francia), e incluso el propio aparato
estatal de despotismo ilustrado (Federico II, Catalina II, José II), la apoyaron, aunque,
en este último caso, en sus manifestaciones más tímidas y, muchas veces, como
simple arma de política internacional.

Los medios de que se valió el movimiento para su difusión fueron múltiples (entre
otros, las sociedades secretas, como la masonería), pero, en primer lugar, hay que
señalar las sociedades de pensamiento, específicas de la época, como los Amigos
del país en España, o conocidas ya antes, pero potenciadas ahora, como las
academias y los salones (estos en muchas ocasiones, regidos por «femmes de
lettres», como el influyente salón de los que Napoleón llamó «ideólogos» o Sociedad
de Auteuil). Otros vehículos de enorme importancia fueron la prensa periódica y la
internacionalización de las ediciones. Por otra parte, la independencia económica del
profesional de las letras, antes sujeto al mecenazgo, dio mayor autonomía a su
pensamiento.

Aunque existieron diversas tendencias entre los ilustrados (que, a veces, dieron lugar
a largas polémicas entre ellos —por ejemplo, en torno a problemas de la propiedad,
que enfrentó a fisiócratas y utópicos— y a enemistades duraderas, como la de
Diderot-Rousseau), reconocieron también una línea maestra común, que los hizo
solidarios en su lucha. Su arma es la razón, desprovista de contenido preestablecido
y convertida en un seguro instrumento de búsqueda, cuyo poder no consiste en
poseer, sino en adquirir (libido sciendi). Con ella luchan contra la superstición las
formas religiosas tradicionales y reveladas (llegando al deísmo o al ateísmo), al
argumento de autoridad y las estructuras políticas y sociales anquilosadas,
intentando eliminar cualquier elemento de misterio, extrañeza o milagro; es, por lo
tanto, una ideología antropocéntrica –Pope diría que «el estudio propio del género
humano es el hombre»–, llena de un optimismo activo frente al futuro, porque cree en
el progreso conseguido a través de la razón, en la posibilidad de instaurar la felicidad
en la Tierra y de mejorar a los hombres, de por sí buenos (Rousseau). En este sentido
es un movimiento entusiasta, basado no en un frío racionalismo, sino convencido de
que la sensibilidad, como aptitud para la emoción, es una potenciadora de la razón,
si viene guiada por la experiencia: «a medida que el espíritu adquiere más luces, el
corazón adquiere más sensibilidad», se lee en L’Encyclopédie (artículo “foible”). Al
mismo tiempo, la Ilustración, forma de pensamiento de una economía de
intercambio basada en el contrato comercial, tiene como rasgos distintivos el
individualismo, el igualitarismo formal, el universalismo iusnaturalista, la tolerancia y
el postulado de la libertad.

CARACTERÍSTICAS
En la segunda mitad del siglo xviii, pese a que más del 70 % de los europeos eran
analfabetos, la intelectualidad y los grupos sociales más relevantes descubrieron el
papel que podría desempeñar la razón, íntimamente unida a las leyes sencillas y
naturales, en la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana.

Para entender correctamente el fenómeno de la Ilustración hay que recurrir a sus


fuentes de inspiración fundamentales: la filosofía de Descartes -basada en la duda
metódica para admitir solo las verdades claras y evidentes- y la revolución científica
de Isaac Newton, apoyada en unas sencillas leyes generales de tipo físico. Los
ilustrados pensaban que estas leyes podían ser descubiertas por el método
cartesiano y aplicadas universalmente al gobierno y a las sociedades humanas. Por
ello la élite de esta época sentía enormes deseos de aprender y de enseñar lo
aprendido, siendo fundamental la labor desarrollada por Diderot y D’Alembert
cuando publicaron la Encyclopédie raisonée des Sciences et des Arts entre 1751 y
1765, inspirada por los principios laicos y materialistas de la burguesía francesa y
completada en 1764 con el crítico Dictionnaire philosophique, de Voltaire. La obra
Ensayo sobre el gobierno civil de John Locke es una de las precursoras.[20]

Como característica común hay que señalar una extraordinaria fe en el progreso y en


las posibilidades de los varones y mujeres para dominar y transformar el mundo. Los
ilustrados exaltaron la capacidad de la razón laica para descubrir las leyes naturales y
la tomaron como guía en sus análisis e investigaciones científicas. Defendían la
posesión de una serie de derechos naturales inviolables, así como el reformismo
frente al abuso de poder del absolutismo y la rigidez de la sociedad estamental del
Antiguo Régimen; fue precisamente el fracaso de este reformismo el que convirtió a la
Ilustración en Liberalismo al estallar la Revolución francesa. Criticó la intolerancia en
materia de religión, las formas religiosas tradicionales y al Dios castigador de la
Biblia, y rechazó toda creencia que no estuviera fundamentada en una concepción
naturalista de la religión. Estos planteamientos, relacionados íntimamente con las
aspiraciones y valores laicos y materialistas de la burguesía ascendente, penetraron
en otras capas sociales potenciando un ánimo crítico hacia el sistema económico,
social y político establecido por los estamentos nobiliario y clerical que culminó en la
Revolución francesa.

Antropocentrismo: Hay un nuevo Renacimiento en que todo gira en torno al ser


humano y en particular en torno a su razón material y sensible de forma aún más
pronunciada que en el siglo XVI, aunque el papel que entonces representó Italia lo
desempeña esta vez Francia. La fe se traslada de Dios al hombre: hay confianza y
optimismo en lo que este puede hacer, y se piensa en que el progreso (surge en
este siglo la palabra) humano es continuo e indefinido, (Condorcet escribe
su Cuadro de los progresos del espíritu humano) y los autores modernos son
mejores que los antiguos y los pueden perfeccionar. Se formuló la filosofía
del optimismo (Leibniz) frente al pesimismo característico de la Edad Media y
el Barroco. La sociedad se seculariza y la noción de Dios y la religión empieza a
perder, ya definitivamente (como había empezado a mediados del XVII con la Paz
de Westfalia), la importancia que en todos los órdenes había tenido hasta ahora; se
desarrolla una cultura exclusivamente laica e incluso antirreligiosa y anticlerical.
Empiezan a formularse las expresiones más tolerantes de
espiritualidad: nihilismo libertario (Casanova, Pierre Choderlos de
Laclos), Masonería, deísmo (Voltaire), agnosticismo; incluso se formulan ya
claramente las propuestas del ateísmo (Pierre Bayle, Baruch Spinoza, Paul Henri
Dietrich) y el libertinismo, expuesto por algunos personajes de novelas
escandalosas de la época (Marqués de Sade, etc.). La atención a los aspectos más
oscuros del hombre constituye lo que se ha venido a llamar "la cara oscura del
siglo de las luces".

Racionalismo: Todo se reduce a la razón y la experiencia sensible, y lo que ella no


admite no puede ser creído. Durante la Revolución francesa, incluso se rindió culto
a la «diosa Razón», que se asocia con la luz y el progreso del espíritu humano
(Condorcet). Las pasiones y sentimientos son un mal en sí mismos. Todo lo
desprovisto de armonía, todo lo desequilibrado y asimétrico, todo lo
desproporcionado y exagerado se considera monstruoso en estética.

Hipercriticismo y su subsecuente reformismo: Los ilustrados no asumen sin crítica


la tradición del pasado: con la Enciclopedia se replantean todo el conocimiento
anterior filtrándolo a la luz de la razón y desdeñan cuanto no se somete a los
principios laicos y materialistas que esta impone. Por ello desdeñan
toda superstición y superchería (los "errores comunes" de Benito Jerónimo Feijoo),
incluyendo a menudo la religión. Los consideran signos de oscurantismo y de una
sociedad periclitada: es preciso depurar el pasado de todo lo que es oscuro y poco
racional para construir una sociedad mejor y más pura. Se usa la literatura (el
teatro, la fábula, la sátira) para corregir los defectos de la sociedad y mejorarla
(castigat ridendo mores, "corrige riendo las costumbres", escribe Horacio): se educa,
no se entretiene sino para conseguir lo primero. La tragedia expone los funestos
resultados de la pasión o sentimiento fuera de control; la comedia ridiculiza los
defectos morales del ser humano; la fábula suministra ejemplos de conductas útiles
y prudentes y antiejemplos opuestos. La historia se empieza a documentar con
rigor; las ciencias se vuelven exclusivamente empíricas y experimentales; la
sociedad misma y sus formas de gobierno comienzan a ser sometidas a la crítica
social, lo que culmina en las revoluciones al fin del periodo. Hay un enorme deseo
de utopía política, que Jean-Jacques Rousseau formula con su concepto
de voluntad general para inspirar gobiernos más justos;
igualmente, Montesquieu exige una justicia mejor preconizando el principio
de separación de poderes; la revolución americana declara buscar la felicidad aquí
en la tierra y proclama el derecho democrático a elegir los gobernantes frente al
modelo monárquico. Empieza a hablarse de constituciones. Se crean sociedades
para mejorar todas las disciplinas (academias científicas como la Royal Society,
bibliotecas públicas, museos, Sociedades económicas de amigos del país...), las
ciencias (Isaac Newton, Leibniz, Georges Louis
Leclerc, Linneo, Lavoisier, Euler, Franklin), la medicina (vacuna, primeros intentos
de higienización), la tecnología (máquina de vapor, pila voltaica, reinvención de
la porcelana, lanzadera volante, lámpara de
gas, cronómetro, termómetro, sextante), la economía (Adam Smith) avanzan
notablemente gracias a esta preocupación, por lo que hay un gran crecimiento
demográfico.

Pragmatismo: Solo lo útil merece hacerse; se desarrolla la filosofía


del Utilitarismo preconizada por Jeremías Bentham, que halla un principio ético
general en la felicidad enunciada por Epicuro, bajo la fórmula de «la mayor
felicidad para el mayor número de gente». Las literaturas y las artes en general han
de tener un fin útil, que puede ser didáctico (enseñanza), moral (depurar de las
insanas pasiones) o social (sátira de las malas costumbres, para corregirlas). De ahí
que entren en crisis géneros como la novela o que se cultiven las novelas de
aprendizaje y que se pongan de moda las fábulas, las enciclopedias, los ensayos,
las sátiras, los informes y en general los géneros ensayísticos. El teatro pretende
corregir las costumbres con la comedia y limpiar de pasiones el alma con
la tragedia. Es esta la Poética finalista del Neoclasicismo francés, comúnmente
rechazada por el Empirismo inglés y la Ilustración alemana.

Imitación: La mímesis se hace relativa a la mathesis cartesiana. La originalidad se


considera un defecto en el restrictivo neoclasicismo francés, que no supo asumir
a Shakespeare, y se estima que se pueden lograr obras maestras «con receta»,
imitando lo mejor de los autores grecorromanos (clasicismo o neoclasicismo), que
se constituyen en modelos para la arquitectura, la escultura, la pintura y la
literatura. El academicismo impera en el terreno artístico y sofoca toda creatividad
en Francia y toda cultura sujeta a su influencia El buen gusto es el criterio principal y
se excluye lo imperfecto, lo feo, lo decadente, lo supersticioso y oscuro, la violencia,
la noche, las pasiones desatadas y la muerte. El teatro debe someterse a las reglas
de las tres unidades, no ya estatuidas por Aristóteles sino un tanto burdamente
simplificadas: unidad de acción, lugar y tiempo; es más, los franceses añaden la
unidad de estilo. Inglaterra mediante la estética empirista y, en especial, Alemania,
es decir, los pivotes representados paradigmáticamente por Lessing y Kant,
definirán una posición evolucionada, que rechazará frontalmente todo teatro
francés, y la propuesta de la originalidad del genio.

Idealismo: El buen gusto exige rechazar lo vulgar: no se cuenta con los criterios
estéticos del pueblo y la realidad que ofrece la literatura es mejor de lo que la
realidad es, es estilizada, neoclásica. El lenguaje no admite groserías ni insultos, y
busca el purismo, aunque con frecuencia se contagia de galicismos; no se
presentan crímenes ni críticas a un poder que es inmutable (no se trata, por
ejemplo, el tema del tiranicidio en el teatro, ni aparecen mezcladas las clases
populares con las elevadas por decoro, ni temas de mal gusto como
el suicidio (que solo aparecerá en el Romanticismo con el Werther de Goethe), y
todo es amable y elevado. Se excluye lo temporal y lo histórico, cualquier forma de
cambio "desde abajo" de la cosmovisión ilustrada.

Universalismo: El molde generalizador y objetivizador de la razón conduce a los


ilustrados a asumir una tradición cultural cosmopolita, a asumir la relatividad
cultural (Cartas persas de Montesquieu, críticas a la diversidad de las religiones
de Voltaire, gusto por el exotismo de los libros de viajes) y funden todo tipo de
tradiciones en la horma grecorromana que les sirve de fuente principal. Sienten
interés por lo exótico, pero no lo asumen, porque buscan en él lo específicamente
humano y universal. Y como la tradición literaria más universal es la clásica y el
academicismo francés la ha incorporado, todo lo francés se pone de moda y
poseer la lengua francesa se transforma en un signo de distinción: el arte y la
cultura francesa influye en Alemania, España y Rusia y sus lenguas se llenan
de galicismos. Se habla de "las Grecias, las Romas y las Francias" porque no existe
(aún) el subjetivo nacionalismo romántico ni la teoría de los caracteres nacionales y
se siguen los géneros puros e intemporales del clasicismo grecolatino: la fábula,
la tragedia, la comedia, la oda, la elegía, la égloga o pastoral, la sátira, el poema
didáctico o moral y se arrinconan géneros propios de otras culturas barrocas como
la tragicomedia lopesca o el drama isabelino, o de aire medieval como la comedia
de santos o el auto sacramental, modelos desviados y apartados del clasicismo
universal. Es más, el universalismo ilustrado empieza a elaborar utopías de
gobierno colectivo cuyo choque con la realidad desencadenará la Revolución
francesa. Por otra parte, la Ilustración inglesa, empirista, y la Ilustración alemana, de
tendencia idealista, promoverán una filosofía y un arte, sobre todo esta última, de
mucho mayor calado que el formado por el neoclasicismo francés. De raíz
española, si bien en gran medida transterrada a Italia por la expulsión jesuita de
1767, fue la importante y tardía Ilustración española o hispánica, universalista y
comparatista encabezada por Juan Andrés, el lingüista Lorenzo Hervás, el
musicólogo Antonio Eximeno y los grandes botánicos y los filipinistas y
americanistas.

Racismo científico: durante la Ilustración se instituyó la idea de poligenismo en el


que cada raza tenía un origen independiente, frente al monogenismo bíblico de un
único origen. Henri de Boulainvilliers, Voltaire y otros ilustrados fueron los
precursores de las teorías de la existencia de una raza superior.

LA FILOSOFÍA ILUSTRDA
La Ilustración se nutrirá filosóficamente de varios movimientos y corrientes del
pensamiento, empezando por el moderno del siglo xvii. Entre ellos, cabe destacar el
Antropocentrismo, el Racionalismo (René Descartes, Blaise Pascal, Nicolas
Malebranche, Baruch Spinoza, Gottfried Wilhelm Leibniz), el Empirismo (Francis
Bacon, John Locke y David Hume), el Materialismo (La Mettrie, D’Holbach), el
Hipercriticismo, el Pragmatismo, el Idealismo (George Berkeley e Immanuel Kant) y el
Universalismo. En los campos de la filosofía, metafísica, geometría, astronomía,
astrofísica, geografía, lógica, ética, derecho, estética, deontología, religión, ciencia,
política cabe destacar la obra de Immanuel Kant, que sigue teniendo sobrada
vigencia, en esos temas, hoy en día.

Todo el movimiento filosófico tiene su expresión en el resto de los órdenes de la vida


social nacional y europea.

La política en la Ilustración:
En política surge el despotismo ilustrado que llevará pronto, aun a su pesar, a la teoría
de la separación de poderes. Se subordina el poder religioso al civil (secularización) y
dentro del religioso aparecen las primeras señales de independencia de las iglesias
nacionales respecto al absolutismo del papa (regalismo) y aparece el concepto de
contrato social que se hará fuerte con Rousseau y el socialismo utópico.
Para los ilustrados, el destino del hombre es la epicúrea felicidad, y la propia
Constitución de los Estados Unidos acogerá este propósito como uno de los
derechos de los ciudadanos. Hacia el final del siglo el liberalismo, con la Revolución
francesa a partir de 1789 aunque iniciado en Gran Bretaña de forma menos
traumática con las ideas de John Locke, Adam Smith, Thomas Paine, Jeremy Bentham
y John Stuart Mill, expande las conquistas sociales de la Ilustración por Europa y
Norteamérica, dándose fin al Antiguo Régimen.

Acaba progresivamente la sociedad estamental que se viene arrastrando desde el


feudalismo y emerge una nueva clase social, la burguesía, que adquiere conciencia
de su poder económico y su impotencia política, de forma que conquistará el
gobierno de su destino a lo largo del siglo siguiente a través de diversas revoluciones
(1820, 1830, 1848) en que va ampliando su presencia en los órganos políticos del
estado relegando a la aristocracia a un papel subalterno.

En el ámbito de la jurisprudencia, Cesare Beccaria (1738-1794) publicó en Livorno en


1764 Dei delitti e delle pene,[23] obra que sienta las bases de la moderna ciencia
criminal. Beccaria establece la gravedad de los delitos y la proporción de las penas a
partir de los principios de la filosofía ilustrada francesa y la teoría contractualista y
utilitarista (J. Locke). El jurista italiano entiende el delito como violación del orden
social y la pena como una defensa del mismo. En Dei delitti e delle pene plantea
también una dura crítica a los métodos judiciarios de la época (como la tortura o la
pena de muerte, “ni útil ni necesaria”). Algunos legisladores europeos asimilaron la
lección de Beccaria: Catalina II de Rusia, por ejemplo, promovió una reforma del
código penal inspirada en la obra del filósofo italiano.

La religión en la Ilustración:
Al replantearse de un modo hipercrítico todo el conocimiento anterior, la ilustración
mira de una nueva manera la religión e intenta quitarle cualquier resto de
superstición. La Historia de la Iglesia se examina de un modo más crítico, por
ejemplo: el padre Enrique Flórez desmonta así numerosas devociones, tradiciones y
creencias falsas y legendarias en su España sagrada, y el benedictino Benito
Jerónimo Feijoo hace algo muy parecido con lo que llama “errores comunes” con su
Teatro crítico universal. La predicación pedante cuyo propósito directo no es edificar y
corregir al creyente es satirizada así sin piedad por el jesuita español José Francisco
de Isla en su novela satírica Fray Gerundio de Campazas.
Bajo la luz de la razón los seglares realizan también las primeras formulaciones del
deísmo (Voltaire, Volney, Rousseau) y el ateísmo (Diderot, Holbach, La Mettrie) y se
esboza por primera vez un cierto comparatismo en la historia de las religiones (véase
religión comparada), que aparece, por ejemplo, en el relativismo de Voltaire. El
libertinismo (que no cree en los milagros) y el librepensamiento se extienden. Pero lo
fundamental es un laicismo que se va instalando con fuerza cada vez mayor en los
gobiernos de Europa como una consecuencia natural del Tratado de Westfalia (1648),
que consagró el fin del cesaropapismo; los mismos monarcas católicos empiezan a
ver los beneficios económicos que reportan el regalismo y las desamortizaciones
para el estado: se discute el excesivo papel que tenían las órdenes religiosas en las
universidades y su monopolio en la educación general, que hacía encauzasen los
mejores talentos hacia la carrera eclesiástica en vez de a las ciencias prácticas.

En 1759 el marqués de Pombal, ministro del rey portugués José I de Portugal, expulsó
a los jesuitas, últimos defensores del cesaropapismo, en lo que le siguieron la
mayoría de los países europeos (Francia, 1762; España, 1767; Parma, 1768; el propio
papa disuelve la Compañía en 1773). El emperador católico de Austria José II cerró
los claustros y los conventos para evitar el desperdicio de vidas que a su juicio
representaba la clausura… abriendo así además la vía para la secularización y
desamortización general de sus bienes. Carlos III produjo una expulsión que, en razón
de sus territorios, abarcaba no solo España sino toda la América hispánica y Filipinas.
Si ha sido discutida la gran transcendencia del perjuicio intelectual y académico de
esta expulsión, lo cierto en cualquier caso es que estos jesuitas hispánicos
contribuyeron decisivamente a una madura Ilustración cristiana desplegada desde
Italia, lugar de acogida de los miembros de esta orden española.

En los países protestantes, el pietismo de August Hermann Francke y Nicolaus


Ludwig von Zinzendorf, que propugnaba una religiosidad puramente espiritual y
personal, se enfrentó igualmente a la ortodoxia clerical establecida más mundana. La
religión se empieza a contemplar a través de criterios científicos y laicistas como si se
estudiara a la naturaleza misma y desde un punto de vista utilitarista que abandona
las viejas y supersticiosas concepciones. Para la mayoría de los filósofos, la
ilustración incluía un rechazo del cristianismo tradicional. Y la aparición de estas
tendencias laicas culminó con la Revolución francesa. Inversamente, un espíritu
universal como el de Leibniz da un gran apoyo a la creencia en Dios con su Théodicée
(1710).

En un siglo caracterizado por la soberanía de la razón, el Ensayo sobre el


entendimiento humano (1690) de John Locke reclamaba pruebas de los dogmas
religiosos y entabló un combate general contra el dogmatismo. En Inglaterra, el
repudio de la tradición religiosa acrítica había derivado rápidamente hacia el deísmo,
que ya solo reconocía a Dios, a la virtud y a la inmortalidad como los tres
fundamentos de una religión natural universal; la obra del primer deísta John Toland
Christianity not Misterious (1696) había señalado el punto de partida de este
movimiento que, en el siglo xviii, contó a Gotthold Ephraim Lessing, a Voltaire y a
Volney como a sus principales adeptos.

Pero la tendencia intelectual más radical en el “estudio” de la religión fue el


materialismo francés del siglo xviii. En 1745 un médico, Julien Offray de La Mettrie,
publica su Histoire naturelle de l’âme (“Historia natural del alma”), en la que llega a la
conclusión de que esta es material. Aunque la obra fue quemada por mano del
verdugo a causa del mandato del Parlamento del París, el autor desarrolló su teoría y
publicó en 1747 su libro principal, L’Homme Machine, en que define al hombre como
una máquina y defiende ostensiblemente un materialismo ateo. Federico el Grande lo
llamó a su Academia de Berlín, donde el filósofo acudió de buen grado, ya que era
perseguido en Francia por sus concepciones políticas, reputadas de peligrosas. Su
seguidor, el barón de Holbach, expuso las teorías del materialismo francés en su
Système de la Nature (1770) mezclándolos con los restantes elementos de la
doctrina empírica, el Sensualismo de Condillac, el Determinismo ateo de Denis
Diderot y la moral del egoísmo preconizada por Helvetius, llegando a la conclusión de
que, en realidad, nada existe fuera de la materia eterna de la que provienen todos los
movimientos de los cuerpos y que, por consiguiente, la concepción de Dios es inútil y
la religión es una invención de los curas para aprovecharse ellos únicamente de la
moral, por lo que solo puede perjudicar al bienestar del pueblo. Sus ideas, divulgadas
por el grupo que Jean-Jacques Rousseau llamó coterie holbachique, empezaron a
calar seriamente entre los pensadores libres y ya el propio Rousseau había defendido
una religiosidad natural en su “Profesión de fe del vicario saboyano”, dentro de su
Emilio. “Por vez primera se produce un rechazo firme de toda religión revelada en
nombre del materialismo puro y una nueva visión del mundo se enfrenta a la
concepción teológica que hasta entonces había sido válida”[25] Algunos philosophes
incluso, como Charles-François Dupuis, reducen la idea de Jesucristo a la de un mito
solar.
Por otra parte, sociedades secretas como la Francmasonería, los Rosacruz y los
Iluminati identificaban a Dios como un laico arquitecto racional del universo y
condenaban la religión como una superstición vulgar; lo importante para ellos era
construir el templo de la humanidad sobre las bases de la caridad activa y la ética
como categorías superiores a toda religión. La primera gran logia masónica se fundó
en Londres en 1717 y en 1723 James Anderson escribió sus Constituciones o
estatutos. La masonería se propagará por todo el mundo y, por ejemplo, tendrá una
gran importancia en la secesión y constitución de la primera república presidencial
del siglo xviii: los Estados Unidos, que no reconoce ninguna religión como oficial.
Incluso algunos eclesiásticos y monarcas fueron masones, como Federico el Grande,
e intelectuales como Wieland, Goethe y Lessing, entre muchos otros, fueron
masones.

Se difunde una concepción más espiritual, personal y sobre todo tolerante de la


iglesia. La religión se convierte en un compromiso personal con Dios que abandona
las imposiciones dogmáticas e institucionales de las iglesias, que, según los
ilustrados, ocupan el lugar verdadero de Dios. La Ilustración se caracterizaba por la
pluralidad y la tolerancia. La tolerancia es el principio que exponen Voltaire y Lessing
en sus obras. Voltaire escribirá que “en un país donde hay una sola religión, no se
puede vivir; en donde hay dos, hay guerra civil; pero en Inglaterra, donde hay treinta,
existe paz”. Y Lessing, en su drama Natán el Sabio (1779), proclamó el evangelio del
amor tolerante en su forma más pura y en su Erziehung des Menschengeschlechtes
(“Educación del género humano”, 1780) trata además de resolver la contradicción
entre la revelación y la razón, explicando que la ética es la última meta de todas las
religiones. Convivirán ortodoxos, católicos y protestantes; deístas y partidarios de la
llamada religión natural que llama a Dios "Ser supremo” y al que incluso consagró un
ara o altar en Nôtre Dame durante la Revolución francesa. Pero también había ateos y
nihilistas o libertinos (el marqués de Sade, Choderlos de Laclos, Restif de la
Bretonne), también llamados pirrónicos o llanamente descreídos.

La Iglesia estaba sometida al Estado absoluto, lo cual generó conflictos en los países
católicos, ya que dependían a su vez de las decisiones del pontífice en Roma.

Las Artes y las Ciencias en la Ilustración:


Si la Ilustración francesa permanece consustancial al Neoclasicismo, según antes
quedó referido, la inglesa y el Empirismo se constituyen en importante esfera
prerromántica y preidealista en los más diferentes campos del saber, al margen de
las ciencias experimentales y la sociales que entonces se atisban. La Ilustración
alemana será, en las artes, fundamento de la inmediata Romantik, tras el Sturm und
Drang.

En física, óptica y matemáticas, los avances son decisivos gracias a las


contribuciones de sir Isaac Newton y otros estudiosos. Igualmente en botánica. Surge
la economía política como ciencia moderna gracias a las aportaciones de los
fisiócratas y sobre todo del liberalismo de Adam Smith y su monumental obra La
riqueza de las naciones. Para la visión del mundo es importante que la geografía
terminase de cartografiar todo el globo, a excepción de los círculos polares y algunas
regiones de África.

La Enciclopedia significó una ruptura del concepto histórico en favor de una visión
esquematizada. Sin embargo, por otra parte, la historiografía moderna y su
fundamentación epistemológica fue una de las grandes realizaciones ilustradas,
tanto desde el punto de vista del tratamiento del objeto como del método, lo cual
pretendió oscurecer el romanticismo.

En Italia el reformismo ilustrado se entrecruzó con la gran tradición humanista de


matriz renacentista: los resultados de más relieve se enmarcan en los ámbitos de la
teoría política y jurídica (el antes referido Cesare Beccaria, los hermanos Alessandro y
Pietro Verri, Antonio Genovesi, Gaetano Filangieri o Francesco Mario Pagano) y la
historiografía,[27] tanto civil (Ludovico Antonio Muratori, en cuanto precursor) como
literaria (Girolamo Tiraboschi). La Storia della letteratura italiana de Tiraboschi, obra
paradigmática de la erudición dieciochesca italiana, es el primer gran ejemplo de
historia literaria nacional en Europa.

La Ilustración universalista española, importante para la geografía y las exploraciones


desde tiempos anteriores a sus precursores más inmeditos Pedro Murillo Velarde y
Jorge Juan, culminará la creación de la Comparatística moderna, tanto desde el punto
de vista de la historiografía universal de las letras y las ciencias (Origen, progresos y
estado actual de toda la literatura) por Juan Andrés, como de la lingüística (Catálogo
de las lenguas de las naciones conocidas) por Lorenzo Hervás,[28] que contó con una
gran red intercontinental de colaboradores, y la musicología universal por Antonio
Eximeno. Las importantes obras de la Ilustración universalista española se publican
originalmente en Italia y en lengua italiana. Por otra parte, la Escuela española, ya
inicialmente interesada por la física y la meteorología, especialmente a partir de las
obras de Andrés, originó una tradición de estudios meteorológicos, también sísmicos,
fundamental que alcanzaría posteriormente sus grandes maestros y descubridores
en las figuras de Benet Viñes y Federico Faura, creadores de los observatorios de La
Habana y Manila.

El pensamiento de la Ilustración entresaca de la marcha efectiva de la ciencia desde


la época de su restauración la prueba concreta, directa, convincente, de que esta
unión y conciliación de 10 positivo y lo racional no es antojadiza, sino algo
alcanzable, un ideal que se puede cumplir con todo rigor.

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