Ilustracion
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Ilustracion
A lo largo del siglo xvi y siglo xvii, Europa se encontraba envuelta en guerras de
religión. Cuando la situación política se estabilizó tras la Paz de Westfalia (acuerdo
entre católicos y protestantes, 1648) y el final de la guerra civil en Inglaterra, existía un
ambiente de agitación que tendía a centrar las nociones de fe y misticismo en las
revelaciones «divinas», captadas de forma individual como la fuente principal de
conocimiento y sabiduría. En lugar de esto, la Era de la Razón trató entonces de
establecer una filosofía basada en el axioma y el absolutismo como bases para el
conocimiento y la estabilidad.
Este objetivo de la Era de la Razón, que estaba construido sobre axiomas, alcanzó su
madurez con la Ética de Baruch Spinoza, que exponía una visión panteísta del
universo donde Dios y la Naturaleza eran uno, en la línea de la expresión bíblica: ‘En Él
vivimos, nos movemos y existimos’. Esta idea se convirtió en el fundamento para la
Ilustración, desde Isaac Newton hasta Thomas Jefferson.
La Ilustración estaba influida en muchos sentidos por las ideas de Blaise Pascal,
Gottfried Leibniz, Galileo Galilei y otros filósofos del período anterior. El pensamiento
europeo atravesaba por una ola de cambios, ejemplificados por la filosofía natural de
Sir Isaac Newton, un matemático y físico brillante. Las ideas de Newton, que
combinaban su habilidad de fusionar las pruebas axiomáticas con las observaciones
físicas en sistemas coherentes de predicciones verificables, proporcionaron el
sentido de la mayor parte de lo que sobrevendría en el siglo posterior tras la
publicación de sus Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Pero Newton no
estaba solo en su revolución sistemática pensadora, sino que era simplemente el
más famoso y visible de sus ejemplos. Las ideas de leyes uniformes para los
fenómenos naturales se reflejaron en una mayor sistematización de una variedad de
estudios.
Otro destacado movimiento filosófico del siglo xviii, íntimamente relacionado con la
Ilustración, se caracterizaba por centrar su interés en la fe y la piedad. Sus partidarios
trataban de usar el racionalismo como vía para demostrar la existencia de un ser
supremo. En este periodo, la fe y la piedad eran parte integral en la exploración de la
filosofía natural y la ética, además de las teorías políticas del momento. Sin embargo,
prominentes filósofos ilustrados como Voltaire y Jean-Jacques Rousseau
cuestionaron y criticaron la misma existencia de instituciones como la Iglesia y el
Estado.
El siglo xviii vio también el continuo auge de las ideas empíricas en la filosofía, ideas
que eran aplicadas a la política económica, al gobierno y a ciencias como la física, la
química y la biología.
Los medios de que se valió el movimiento para su difusión fueron múltiples (entre
otros, las sociedades secretas, como la masonería), pero, en primer lugar, hay que
señalar las sociedades de pensamiento, específicas de la época, como los Amigos
del país en España, o conocidas ya antes, pero potenciadas ahora, como las
academias y los salones (estos en muchas ocasiones, regidos por «femmes de
lettres», como el influyente salón de los que Napoleón llamó «ideólogos» o Sociedad
de Auteuil). Otros vehículos de enorme importancia fueron la prensa periódica y la
internacionalización de las ediciones. Por otra parte, la independencia económica del
profesional de las letras, antes sujeto al mecenazgo, dio mayor autonomía a su
pensamiento.
Aunque existieron diversas tendencias entre los ilustrados (que, a veces, dieron lugar
a largas polémicas entre ellos —por ejemplo, en torno a problemas de la propiedad,
que enfrentó a fisiócratas y utópicos— y a enemistades duraderas, como la de
Diderot-Rousseau), reconocieron también una línea maestra común, que los hizo
solidarios en su lucha. Su arma es la razón, desprovista de contenido preestablecido
y convertida en un seguro instrumento de búsqueda, cuyo poder no consiste en
poseer, sino en adquirir (libido sciendi). Con ella luchan contra la superstición las
formas religiosas tradicionales y reveladas (llegando al deísmo o al ateísmo), al
argumento de autoridad y las estructuras políticas y sociales anquilosadas,
intentando eliminar cualquier elemento de misterio, extrañeza o milagro; es, por lo
tanto, una ideología antropocéntrica –Pope diría que «el estudio propio del género
humano es el hombre»–, llena de un optimismo activo frente al futuro, porque cree en
el progreso conseguido a través de la razón, en la posibilidad de instaurar la felicidad
en la Tierra y de mejorar a los hombres, de por sí buenos (Rousseau). En este sentido
es un movimiento entusiasta, basado no en un frío racionalismo, sino convencido de
que la sensibilidad, como aptitud para la emoción, es una potenciadora de la razón,
si viene guiada por la experiencia: «a medida que el espíritu adquiere más luces, el
corazón adquiere más sensibilidad», se lee en L’Encyclopédie (artículo “foible”). Al
mismo tiempo, la Ilustración, forma de pensamiento de una economía de
intercambio basada en el contrato comercial, tiene como rasgos distintivos el
individualismo, el igualitarismo formal, el universalismo iusnaturalista, la tolerancia y
el postulado de la libertad.
CARACTERÍSTICAS
En la segunda mitad del siglo xviii, pese a que más del 70 % de los europeos eran
analfabetos, la intelectualidad y los grupos sociales más relevantes descubrieron el
papel que podría desempeñar la razón, íntimamente unida a las leyes sencillas y
naturales, en la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana.
Idealismo: El buen gusto exige rechazar lo vulgar: no se cuenta con los criterios
estéticos del pueblo y la realidad que ofrece la literatura es mejor de lo que la
realidad es, es estilizada, neoclásica. El lenguaje no admite groserías ni insultos, y
busca el purismo, aunque con frecuencia se contagia de galicismos; no se
presentan crímenes ni críticas a un poder que es inmutable (no se trata, por
ejemplo, el tema del tiranicidio en el teatro, ni aparecen mezcladas las clases
populares con las elevadas por decoro, ni temas de mal gusto como
el suicidio (que solo aparecerá en el Romanticismo con el Werther de Goethe), y
todo es amable y elevado. Se excluye lo temporal y lo histórico, cualquier forma de
cambio "desde abajo" de la cosmovisión ilustrada.
LA FILOSOFÍA ILUSTRDA
La Ilustración se nutrirá filosóficamente de varios movimientos y corrientes del
pensamiento, empezando por el moderno del siglo xvii. Entre ellos, cabe destacar el
Antropocentrismo, el Racionalismo (René Descartes, Blaise Pascal, Nicolas
Malebranche, Baruch Spinoza, Gottfried Wilhelm Leibniz), el Empirismo (Francis
Bacon, John Locke y David Hume), el Materialismo (La Mettrie, D’Holbach), el
Hipercriticismo, el Pragmatismo, el Idealismo (George Berkeley e Immanuel Kant) y el
Universalismo. En los campos de la filosofía, metafísica, geometría, astronomía,
astrofísica, geografía, lógica, ética, derecho, estética, deontología, religión, ciencia,
política cabe destacar la obra de Immanuel Kant, que sigue teniendo sobrada
vigencia, en esos temas, hoy en día.
La política en la Ilustración:
En política surge el despotismo ilustrado que llevará pronto, aun a su pesar, a la teoría
de la separación de poderes. Se subordina el poder religioso al civil (secularización) y
dentro del religioso aparecen las primeras señales de independencia de las iglesias
nacionales respecto al absolutismo del papa (regalismo) y aparece el concepto de
contrato social que se hará fuerte con Rousseau y el socialismo utópico.
Para los ilustrados, el destino del hombre es la epicúrea felicidad, y la propia
Constitución de los Estados Unidos acogerá este propósito como uno de los
derechos de los ciudadanos. Hacia el final del siglo el liberalismo, con la Revolución
francesa a partir de 1789 aunque iniciado en Gran Bretaña de forma menos
traumática con las ideas de John Locke, Adam Smith, Thomas Paine, Jeremy Bentham
y John Stuart Mill, expande las conquistas sociales de la Ilustración por Europa y
Norteamérica, dándose fin al Antiguo Régimen.
La religión en la Ilustración:
Al replantearse de un modo hipercrítico todo el conocimiento anterior, la ilustración
mira de una nueva manera la religión e intenta quitarle cualquier resto de
superstición. La Historia de la Iglesia se examina de un modo más crítico, por
ejemplo: el padre Enrique Flórez desmonta así numerosas devociones, tradiciones y
creencias falsas y legendarias en su España sagrada, y el benedictino Benito
Jerónimo Feijoo hace algo muy parecido con lo que llama “errores comunes” con su
Teatro crítico universal. La predicación pedante cuyo propósito directo no es edificar y
corregir al creyente es satirizada así sin piedad por el jesuita español José Francisco
de Isla en su novela satírica Fray Gerundio de Campazas.
Bajo la luz de la razón los seglares realizan también las primeras formulaciones del
deísmo (Voltaire, Volney, Rousseau) y el ateísmo (Diderot, Holbach, La Mettrie) y se
esboza por primera vez un cierto comparatismo en la historia de las religiones (véase
religión comparada), que aparece, por ejemplo, en el relativismo de Voltaire. El
libertinismo (que no cree en los milagros) y el librepensamiento se extienden. Pero lo
fundamental es un laicismo que se va instalando con fuerza cada vez mayor en los
gobiernos de Europa como una consecuencia natural del Tratado de Westfalia (1648),
que consagró el fin del cesaropapismo; los mismos monarcas católicos empiezan a
ver los beneficios económicos que reportan el regalismo y las desamortizaciones
para el estado: se discute el excesivo papel que tenían las órdenes religiosas en las
universidades y su monopolio en la educación general, que hacía encauzasen los
mejores talentos hacia la carrera eclesiástica en vez de a las ciencias prácticas.
En 1759 el marqués de Pombal, ministro del rey portugués José I de Portugal, expulsó
a los jesuitas, últimos defensores del cesaropapismo, en lo que le siguieron la
mayoría de los países europeos (Francia, 1762; España, 1767; Parma, 1768; el propio
papa disuelve la Compañía en 1773). El emperador católico de Austria José II cerró
los claustros y los conventos para evitar el desperdicio de vidas que a su juicio
representaba la clausura… abriendo así además la vía para la secularización y
desamortización general de sus bienes. Carlos III produjo una expulsión que, en razón
de sus territorios, abarcaba no solo España sino toda la América hispánica y Filipinas.
Si ha sido discutida la gran transcendencia del perjuicio intelectual y académico de
esta expulsión, lo cierto en cualquier caso es que estos jesuitas hispánicos
contribuyeron decisivamente a una madura Ilustración cristiana desplegada desde
Italia, lugar de acogida de los miembros de esta orden española.
La Iglesia estaba sometida al Estado absoluto, lo cual generó conflictos en los países
católicos, ya que dependían a su vez de las decisiones del pontífice en Roma.
La Enciclopedia significó una ruptura del concepto histórico en favor de una visión
esquematizada. Sin embargo, por otra parte, la historiografía moderna y su
fundamentación epistemológica fue una de las grandes realizaciones ilustradas,
tanto desde el punto de vista del tratamiento del objeto como del método, lo cual
pretendió oscurecer el romanticismo.