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Via Crucis 2019

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PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE BETHARRAM

VIA CRUCIS 2019

INTRODUCCIÓN:
Toda la historia del pueblo hebreo, con su Antigua Alianza, fue una gran preparación
para la llegada del Mesías esperado.
Los profetas fueron voces que se encargaron de recordar al pueblo que el Mesías
debía venir y describieron con muchas imágenes cómo sería la era mesiánica.
Hace cientos de años Dios habló por medio de unos hombres que Él había escogido
para ser sus profetas. Estos hombres tenían una responsabilidad muy grande, la de
comunicar mensajes de Dios a la gente.
El profeta es un hombre, que tiene una conciencia clara de que es Dios quien le habla
y que es su portavoz del Señor. El aprende a leer los signos de los tiempos, mira a su
pueblo y está atento al mensaje de Dios.
Nosotros, somos un pueblo profético, que debe aprender a mirar su entorno y
aprender a leer, en el, los signos de los tiempos. Somos puente entre nuestros
hermanos, la realidad en la que vivimos y el Señor.
Reflexionemos hoy, en cada estación, el eco profético que encarna Jesús,
invitándonos a ser profetas y testigos de su amor.
Dice el profeta Zacarías:
Escucha, Josué, Sumo Sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan delante de ti –:
Yo suscitaré a mi servidor «Germen». Sí, esta es la piedra que pongo delante de
Josué: sobre esta única piedra hay siete ojos. Yo mismo voy a grabar su inscripción , y
voy a eliminar el pecado de este país en un solo día. (Zacarías 3,8-9)
Rezamos…

1° ESTACIÓN: ÚLTIMA CENA DE JESÚS CON SUS DISCÍPULOS

Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Y tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo

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dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; hagan esto en
memoria
mía». Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nueva
alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros» (Lc 22, 19–20).

¡Recordar es vivir!, así acostumbramos decir.


«Hagan esto en memoria mía…» (1 Corintios 11,24-25), les dice Jesús a los suyos en
la Última Cena. Cristo nos ha pedido que recordemos su vida, entrega total y
definitiva hasta la muerte. Quiere que nos reunamos a celebrar juntos su triunfo sobre
la muerte, hasta que venga de nuevo. Nos invita a que nuestra vida esté marcada por
el amor, el servicio y la unidad.
Hacer la memoria de Jesús es no solo recordar, sino hacer presente la gracia
salvadora de su pasión, muerte y resurrección. Es anunciar al mundo el amor infinito y
la misericordia eterna de Cristo por todos nosotros. Es proclamar el valor de ser
seguidores de Aquel que por su amor y entrega ha triunfado sobre el sepulcro. Es
pregonar la victoria de la luz y de la vida sobre las tinieblas y la muerte.
Jesús, antes de tomar entre sus manos el pan, recibe con amor a todos los que están
sentados en su mesa. Sin excluir a ninguno: ni al traidor, ni al que lo va a negar, ni a
los que huirán. Nos ha elegido como el nuevo pueblo de Dios. La Iglesia, llamada a ser
una.

Zacarías 9,9-11
¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey
viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno,
sobre la cría de un asna.
El suprimirá los carros de Efraím y los caballos de Jerusalén; el arco de guerra será
suprimido y proclamará la paz a las naciones. Su dominio se extenderá de un mar
hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra. En cuanto a ti, por la
sangre de alianza yo libraré a tus cautivos de la fosa sin agua.

GESTO DE PARTIR EL PAN


El gesto de partir el pan, hace presente la donación total y sin reservas de Jesús,
quien nos invita a compartir el alimento de vida y con él nuestra personas y valores.

SEGUNDA ESTACIÓN: EL BESO DE JUDAS


Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
«Les aseguro que uno de ustedes me entregará: Los discípulos se miraban unos a
otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús.

Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere». Él se reclinó
sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?». Jesús le respondió: «Es aquel al que
daré el bocado que voy a mojar en el plato». Y mojando un bocado, se lo dio a Judas,
hijo de Simón Iscariote.
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En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza
pronto lo que tienes que hacer». Pero ninguno de los comensales comprendió por qué
le decía esto. (Jn. 13, 21-28)
…Jesús le preguntó: —Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre?
(Lucas 22:48 )
En la Cena se respira un hálito de misterio sagrado. Cristo está sereno, pensativo,
sufriente. Judas se siente mal, su ambición ha cambiado, a precio de traición, al Dios
del Amor por el ídolo del dinero. Jesús lo mira y él desvía la mirada. Le llama la
atención ofreciéndole pan con salsa. Y le dice: «Lo que vas a hacer, hacelo pronto».
Desilusión: Si bien Judas no pensó que llegaría al punto de traicionar a quien era su
maestro, durante tres años estuvo con Jesús. Sin embargo tenía una lucha interior,
dejó de sentir esperanza y la desilusión comenzó a formar parte en su vida.. ¿Acaso
soy yo, Señor?
Todos en ocasiones somos unos Judas, cuando nos invade la desesperanza y la
desilusión. Cuando queremos tener todo bajo control y no nos damos tiempo de
vaciarnos y llenarnos de Dios, Abandonarnos en Él.
La gratuidad es lo que marca los vínculos, las personas y las cosas compartidas no
tienen precio. Judas no comprendió la gratuidad de su propuesta. Por eso los que
buscaban la seguridad y la clandestinidad para prender a Jesús. Pero la traición fue
con trato comercial. Y ésta fue fijada en “treinta monedas de plata.” que tenían que
ser siclos del templo, ya que deberían ser repuestos luego en él .El siclo del templo
equivalía a unos 10 denarios aproximadamente. El fijarse el precio de la venta en
treinta siclos se debe, seguramente, a un acto más de desprecio a Jesús, ya que,
según el Éxodo, se fija en “treinta siclos de plata” el precio que había de pagarse a un
dueño por un esclavo que se hubiese inutilizado.
El profeta Zacarías, en la analogía del pastor, hace referencia a la traición y el precio.

Después tomé mi bastón «Favor», y lo quebré para romper mi pacto, el que yo había
establecido con todos los pueblos. El pacto quedó roto ese día. Yo les dije: «Si les
parece bien, páguenme mi salario; y si no, déjenlo». Ellos pesaron mi salario: treinta
siclos de plata. Pero el Señor me dijo: «¡Echa al Tesoro ese lindo precio en que he sido
valuado por ellos!». Yo tomé los treinta siclos de plata y los eché en el Tesoro de la
Casa del Señor.Después quebré mi segundo bastón «Vínculo», para romper la
fraternidad entre Judá e Israel (Zac. 11, 10-14)

Rezamos…

TERCERA ESTACIÓN: NEGACIÓN DE PEDRO


Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Mientras Pedro estaba abajo en el patio llegó la criada del sumo sacerdote y, al ver a
Pedro calentándose, se le quedó mirando y le dijo: -También tú andabas con el
Nazareno, ese Jesús. El lo negó diciendo: -¡Ni sé ni entiendo de qué me hablas tú!
Salió fuera, al zaguán, y un gallo cantó. Pero la criada lo vio y volvió a decir a los allí
presentes: -Este es uno de ellos. El lo volvió a negar. Al poco rato, también ellos
empezaron a decirle: -Tú eres uno de ellos, seguro, eres galileo. Pero él se puso a
echar maldiciones y a jurar: -¡No conozco a ese hombre que decís! Y en seguida, por
segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras de Jesús: ‘Antes que el
gallo cante dos veces, me negarás tres’, y se echó a llorar” (Mc. 14, 66-72)

La expresión "canto del gallo" en aquellos tiempos se refería a un periodo de tiempo


específico de la noche, no al canto de un pájaro. Los romanos dividían la noche en
cuatro vigilias: el anochecer, la medianoche, el canto del gallo y el amanecer. El canto
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del gallo era la tercera vigilia de la noche, entre la medianoche y el amanecer. Los
judíos notaban el cambio entre una vigilia y la otra por el toque de una trompeta al
que los romanos llamaban "canto del gallo". Este toque de trompetas se realizaba dos
veces en la noche
Simón Pedro lo había reconocido como el Mesías y le había prometido con
vehemencia que lo seguiría hasta la muerte. Y ahora, este mismo Simón Pedro, acaba
de renegar no sólo de esa promesa, sino incluso de su propia patria, de su origen
galileo, de su humilde pasado de pescador. Simón el vehemente, el impetuoso, el de
gran corazón, sí, el primero en ponerse en marcha, en dejar las redes y seguir la
llamada, el primero en proclamar con la boca grande su fe. Tuvo que cantar el gallo
varias veces para que despertara Simón de su sueño de autosuficiencia y vehemencia
estéril. Entonces fue cuando se encontró con la mirada del Maestro y en la profunda
tristeza de aquellos ojos debió de reconocerse tal y como era en verdad, como somos
todos; débiles, desamparados, huérfanos... Simón debió gritar en su interior
“Ayúdame”, como aquella noche en el mar de Tiberiades; o lo que es lo mismo,
rompió a llorar, se hizo humilde …
Al pasar Jesús por uno de los patios, lo mira…, él se estremece recordando sus
palabras…, y llora con amargura su traición. La mirada de Dios cambia el corazón.
Pero hay que dejarse mirar.
El Señor nos mira para que, como Pedro, juntemos valor y seamos testigos
convencidos de lo que creen.

El profeta Isaías proclama, ante la desilusión del pueblo, un mensaje de esperanza

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban
en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Rezamos….

CUARTA ESTACIÓN: JESÚS, SENTENCIADO A MUERTE


Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían
gritando:
«¡Crucifícalo, crucifícalo!»
Él les dijo por tercera vez:
«Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la
muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el
griterío. “Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se
promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo:
Inocente soy de la sangre de este justo. Ustedes verán.”
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había
metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

“Lavarse las Manos”, alude al gesto de Pilatos que condenó a muerte a Jesús, para
luego proclamar su propia inocencia.
Era costumbre de aquella época, cuando alguno quería aparecer como inocente de
algún delito, tomar agua y lavarse las manos en presencia del pueblo.
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Pilato ha querido justificarse, porque se pone en el lugar de que se piense que él ha
querido dejar libre a un inocente, y culpa a los demás de que lo han obligado a tomar
una determinación de la cual no está de acuerdo, es decir, las circunstancias lo
intimaron a pronunciar sentencia contra el Señor. Ciertamente no lo condena. Y para
mayor aclaración, no solo no condena al acusado, se declara inocente.
Jesús hizo suyo todo el dolor del mundo. Al encarnarse, asume nuestra humanidad y,
con ella, las heridas del pecado. Lo que más impresiona es el silencio de Jesús. No se
disculpa, es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, fue azotado,
machacado, sacrificado.
En el silencio de Dios, están presentes todas las víctimas inocentes. Jesús calla en el
corazón de muchas personas que, en silencio, esperan la salvación de Dios.
Jesús, perfecto Dios y perfecto Hombre, es condenado a muerte por un hombre, por
un
juez injusto, cobarde, Poncio Pilato. Este quiere tranquilizar su conciencia y se lava las
manos
sabiendo que su sentencia es injusta.

Dice el profeta Isaías: El creció como un retoño en su presencia, como una raíz que
brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin
un aspecto que pudiera agradarnos.
Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al
sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo
tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras
dolencia, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. (Is
53,3-4)

GESTO: Bendición.- El agua que evade la realidad en Jesús se transforma en agua que
bendice y transforma la realidad

QUINTA ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON SU CRUZ


Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
«Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron
para crucificarlo» (Mc 15, 20).
«Y, cargando Él mismo con la cruz, salió al sitio llamado “de la calavera”» (Jn
19, 17).
Cruz no sólo significa madero. Cruz es todo lo que dificulta la vida. Entre las cruces, la
más profunda y dolorosa está arraigada en el interior del hombre. Es el pecado que
endurece el corazón y pervierte las relaciones humanas.
La cruz que ha cargado Jesús sobre sus hombros para morir en ella es la de todos los
pecados de la Humanidad entera. También los míos. Él llevo nuestros pecados en su
cuerpo. Jesús muere para reconciliar a los hombres con Dios. Por eso hace a la cruz
redentora. Pero la cruz por sí sola, no nos salva. Nos salva el Crucificado.
Cristo hizo suyo el cansancio, el agotamiento y la desesperanza de los que no
encuentran trabajo, así como de los inmigrantes que reciben ofertas laborales
indignas o inhumanas, que padecen actitudes racistas o mueren en el empeño por
conseguir una vida más justa y digna.

Dice el profeta Isaías: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros


dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él

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herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. (Isaías 53:4-5)

GESTO: LOS CHICOS, COMIENZAN A ARMAR EL CUERPO DE JESÚS


Rezamos…

SEXTA ESTACIÓN: JESÚS CAE BAJO EL PESO DE LA CRUZ


Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del profeta Isaías 53,5
Pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron.
Jesús cayó bajo el peso de la cruz varias veces en el camino del Calvario
La Sagrada Escritura no hace referencia a las caídas de Jesús, pero es lógico que
perdiera el equilibrio muchas veces. La pérdida de sangre por el desgarramiento de la
piel en los azotes, los dolores musculares insoportables, la tortura de la corona de
espinas, el peso del madero…, ¡no hay palabras para describir el dolor que Cristo
debió experimentar! Contempla a Jesús en el suelo y todos a su alrededor riendo con
sorna y dándole algún que otro puntapié para que se levantara. ¡Qué ridículo, qué
humillación, Dios mío!
Jesús sufre con todos los que tropiezan en la vida y caen sin fuerzas, para que,
apoyados en Él, y en quienes los socorren, se levanten.
Dice el salmo: Pero yo soy un gusano, no un hombre; la gente me escarnece y el
pueblo me desprecia; los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la
cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto». (Sal.22, 7–9).

GESTO El cireneo: Una Cruz en la que todos participamos. Los invitamos a escribir,
¿Qué le suma, cada uno, a la cruz de Jesús? Los chicos de catequesis llevan los
carteles que escribieron

Rezamos…

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SÉPTIMA ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA A LLEVAR LA CRUZ

Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.

«Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía


del campo» (Lc 23, 26). «Y lo forzaron a llevar su cruz» (Mt 27, 32).

Simón era un agricultor que venía de trabajar en el campo. Le obligaron a llevar


la cruz de nuestro Señor, no movidos por la compasión, sino por temor a que se les
muriese en el camino. Simón se resiste, pero la imposición, por parte de los soldados,
es tajante. Tuvo que aceptar a la fuerza. Al contacto con Jesús, va cambiando la
actitud de su corazón y termina compartiendo la situación de aquel ajusticiado
desconocido que, en silencio, lleva un peso superior a sus débiles fuerzas. ¡Qué
importante es para los cristianos descubrir lo que pasa a nuestro alrededor, y tomar
conciencia de las personas que nos necesitan!
Jesús se ha sentido aliviado gracias a la ayuda del Cirineo. Miles de jóvenes
marginados de la sociedad, de toda raza, condición y credo, encuentran cada día
cirineos que, en una entrega generosa, caminan con ellos abrazando su misma cruz.
Lectura del profeta Isaías 53,5
Pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron.

GESTO: LOS CHICOS, CONTINUAN ARMANDO EL CUERPO DE JESÚS

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OCTAVA ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.


Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 27-28

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y


lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no
lloren por mí,
lloren por ustedes y por sus hijos”» (Lc 23, 27–28).
Lloren, no con llanto de tristeza que endurece el corazón y lo predispone a producir
nuevos crímenes… Lloren con llanto suave de súplica, pidiendo al cielo misericordia y
perdón. Una de las mujeres, conmovida al ver el rostro del Señor lleno de sangre,
tierra y salivazos, sorteó valientemente a los soldados y llegó hasta Él. Se quitó el
pañuelo y le limpió la cara suavemente. Un soldado la apartó con violencia, pero, al
mirar el pañuelo, vio que llevaba plasmado el rostro ensangrentado y doliente de
Cristo.
La Verónica te ha buscado en medio de la gente. Te ha buscado, y al final te ha
encontrado. Mientras tu dolor llegaba al extremo, ha querido aliviarlo enjugándote el
rostro con un paño. Un pequeño gesto, que expresaba todo su amor por ti y toda su fe
en ti, y que ha quedado impreso en la memoria.
Señor Jesús, buscamos tu rostro. La Verónica nos recuerda que tú estás presente en
cada persona que sufre. Hace que te encontremos en los pobres, en tus hermanos
pequeños, para enjugar las lágrimas de los que lloran, hacernos cargo de los que
sufren y sostener a los débiles.
Ayúdanos a lavar de su rostro las marcas de la pobreza y la injusticia, de modo que tu
imagen se revele y resplandezca en ella.

Lectura del libro de los Salmos 27,8-9


Oigo en mi corazón: «Busquen mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas
tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no
me abandones, Dios de mi salvación.

GESTO: LOS CHICOS, CONTINUAN ARMANDO EL CUERPO DE JESÚS

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NOVENA ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
«Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte» (Mc 15, 24).
Mientras preparan los clavos y las cuerdas para crucificarlo, Jesús permanece de
pie. Un despiadado soldado se acerca y, tirándole de la túnica, se la quita. Las heridas
comenzaron a sangrar de nuevo causándole un terrible dolor. Después se repartieron
los
vestidos. Jesús queda desnudo ante la plebe. Le han despojado de todo y le hacen
objeto
de burla. No hay mayor humillación, ni mayor desprecio.
Los vestidos no sólo cubren el cuerpo, sino también el interior de la persona, su
intimidad, su dignidad. Jesús pasó por este bochorno porque quiso cargar con todos
los
pecados contra la integridad y la pureza, y murió para quitar los pecados de todos (Hb
9, 28).
Jesús padece con los sufrimientos de las víctimas de genocidios humanos, donde
el hombre se ensaña con brutal violencia, en las violaciones y abusos sexuales, en los
crímenes contra niños y adultos. ¡Cuántas personas desnudadas de su dignidad, de su
inocencia, de su confianza en el hombre!
Dice el salmo: Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies y me hunden en el polvo de la muerte. Yo puedo
contar todos mis huesos; ellos me miran con aire de triunfo, se reparten entre sí mi
ropa y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.
(Sal 22, 17-20)
GESTO: LOS CHICOS, CONTINUAN ARMANDO EL CUERPO DE JESÚS

Rezamos…

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DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a Él y a
los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda (Lc 23, 33).

Habían conducido a Jesús hasta el Gólgota. No iba solo, lo acompañaban dos ladrones
que también serían crucificados. Lo crucificaron; y, con Él, a otros dos, uno a
cada lado, y en medio, Jesús. ¡Qué imagen tan simbólica! El Cordero que quita el
pecado del mundo paga por los demás. El gran pecado del mundo es la mentira, y a
Jesús lo condenan por declarar la Verdad: su ser Hijo de Dios. La verdad es el
argumento para justificar la crucifixión. Es imposible describir lo que padeció
físicamente el cuerpo de Cristo colgando de la cruz, lo que sufrió al verse desnudo
crucificado entre dos malhechores y sentimentalmente, al
encontrarse abandonado de los suyos.
Jesús en la cruz acoge el sufrimiento de todos los que viven clavados a situaciones
dolorosas, como tantos padres y madres de familia, y tantos jóvenes, que, por falta de
trabajo, viven en la precariedad, en la pobreza y la desesperanza, sin los recursos
necesarios para sacar adelante a sus familias y llevar una vida digna.
Dice el profeta Isaías: “Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes
repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los
pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.
(Is. 53:12)

GESTO: LOS CHICOS, CONTINUAN ARMANDO EL CUERPO DE JESÚS

Rezamos…

UNDÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.


«Jesús, clamando con voz potente, dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.
Y, dicho esto, expiró» (Lc 23, 46).
«Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las

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piernas» (Jn 19, 33).

Era sábado, el día de la preparación para la fiesta de la Pascua. Pilatos autorizó


que les quebraran las piernas para acelerarles la muerte y no quedaran colgados
durante
la fiesta. Jesús ya había muerto, y un soldado, para asegurarse, le traspasó el corazón
con una lanza. Así se cumplieron las Escrituras: No le quebrarán ni un hueso.
El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por la mitad. Tembló la tierra… Es
momento sagrado de contemplación. Es momento de adoración, de situarse
frente al cuerpo de nuestro Redentor: sin vida, machacado, triturado, colgado…,
pagando el precio de nuestras maldades.
Jesús muere por mí. Jesús me alcanza la misericordia del Padre. Jesús paga todo
lo que yo debía. ¿Qué hago yo por Él?
Ante el drama de tantas personas crucificadas por diferentes discapacidades,
¿lucho por extender y proclamar la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida?
El profeta Zacarías, dice: Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de
Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí, En cuanto al que
ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán
amargamente como se llora al primogénito. (Zac. 12,10)

GESTO: LOS CHICOS, CONTINUAN ARMANDO EL CUERPO DE JESÚS

Rezamos…

DUODÉCIMA ESTACIÓN: EL DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ

Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.


Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús –pero secretamente,
por temor a los judíos– pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús.
Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también Nicodemo, el mismo que
anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que
pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con
vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que
tienen los judíos. En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una
tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos
el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. (Jn. 19, 38-
42).

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Con valentía y audacia, José de Arimatea pide a Pilato el cuerpo de Jesús, y ayudado
por Nicodemo bajan el cuerpo sin vida del Maestro, con gran ternura, piedad y mucho
amor. Y lo depositan en el regazo de la Virgen Madre que le había dado la vida
Cristo ha muerto y hay que bajarlo de la cruz. Acerquémonos a la Virgen y
compartamos su dolor. ¡Qué pasaría por su mente! «¿Quién me lo bajará? ¿Dónde lo
colocaré?» Y repetiría de nuevo como en Nazaret: «¡Hágase!» Pero ahora está más
unida a la entrega incondicional de su Hijo: «Todo está consumado». Entonces
aparecieron José de Arimatea y Nicodemo, que, aunque pertenecientes al Sanedrín,
no habían tenido parte en la muerte del Señor. Son ellos quienes piden a Pilatos el
cuerpo del Maestro para colocarlo en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que estaba
cerca del Calvario. Cristo hace suyos todos los fracasos de la Humanidad. El Hijo del
hombre ha sido eliminado y ha compartido la suerte de los que, por distintas razones,
han sido considerados la escoria de la Humanidad, porque no saben, no pueden, no
valen. Son, entre otros, las víctimas, que, con las llagas de su cruz, esperan que
alguien se ocupe de ellos.
Los que le querían buscaron un lugar digno. Ya no era un hombre, dejó de ser
peligroso: eran restos humanos. Jesús ya había triunfado, su lugar no era el sepulcro,
sino la plenitud de vida, de una vida nueva. Pero su cuerpo era la representación
cercana de aquel a quien se había amado. El sepulcro pasa de ser una realidad
relevante a ser un signo.
Dice el profeta Isaías: Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de
su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las
rebeldías de mi pueblo. Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con
los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca…A causa
de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo
justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Por eso le daré una parte
entre los grandes y él repartirá el botín junto con los poderosos. Porque expuso su
vida a la muerte y fue contado entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado
de muchos e intercedía en favor de los culpables. (Is. 53,8-12)

GESTO: LOS CHICOS, CONTINUAN ARMANDO EL CUERPO DE JESÚS

Rezamos…

DECIMOTERCERA ESTACIÓN: JESÚS EN BRAZOS DE SU MADRE


Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y
darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo
del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa
de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lc 1,30-33).
Tras la muerte de Jesús el protagonismo pasa a María. Ella tuvo al Niño Jesús en sus
brazos, sin entender el misterio de su presencia, guardando lo que sucedía en su
corazón, lo vuelve a tener en brazos cansados por la vida al niño hombre sin vida. Es
el momento de amigos, seguidores de Jesús de intervenir sin enfrentarse a las
autoridades que ya habían realizado su misión criminal. No existe más que la
inquietud de qué hacemos ahora con este cuerpo. ¡Quién no ha pasado por la
experiencia de tener bajo su mirada a alguien que se ha amado ya sin vida! La
muerte con su fuerte presencia nos descoloca. ¿Cómo vivir sin él? se preguntarían
discípulos amigos y amigas de Jesús, de María. Ha sido un fracaso todo.
¿Es el fin? María tiene en sus brazos a Jesús, es el fracaso, la desolación ¿Dónde está
mi esperanza?

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Con actitud filial, situémonos a su lado, y aprendamos a recibir a Jesús con la ternura
y amor con que ella recibió en sus brazos al cuerpo destrozado y sin vida de su Hijo.
«¿Hay dolor semejante a mi dolor?»
Y, mientras preparaban el cuerpo del Señor según se acostumbra a enterrar entre los
judíos para darle sepultura, María, adorando el Misterio que había guardado en su
corazón sin entenderlo, recuerda que tiempo atrás, al oír el anuncio del Ángel, había
contestado: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Ahora ve
que aquellas palabras se están cumpliendo en la palabra de la cruz. Porque es madre,
María sufre profundamente. No obstante, responde también ahora como respondió
entonces, en la anunciación: «Hágase en mí según tu palabra». De este modo,
maternalmente, abraza la cruz. En el camino hacia la cruz, María se manifiesta como
Madre del Redentor del mundo.

El profeta Isaías dirá: El Señor mismo les dará señal: He aquí que la virgen concebirá,
y dará a luz un hijo, y llevará por nombre Emanuel.”(Is. 7:14)

GESTO: LOS CHICOS, CONTINUAN ARMANDO EL CUERPO DE JESÚS

Rezamos…

DECIMOCUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO


Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.
«Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba
cerca, pusieron allí a Jesús» (Jn 19, 42).
«José de Arimatea rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se
marchó» (Mt 27, 60).
Por la proximidad de la fiesta, se dieron prisa en preparar el cuerpo del Señor para
colocarlo en el sepulcro que ofrecieron José y Nicodemo. El sepulcro era nuevo, a
nadie se había enterrado en él.
Una vez colocado el cuerpo sobre la roca, José hizo rodar la piedra de la puerta,
quedando la entrada totalmente cerrada. Si el grano de trigo no muere…
Y, después del ruido de la piedra al cerrar el acceso al sepulcro, María, en el silencio
de su soledad, aprieta la espiga que ya lleva en su corazón como primicia de la
Resurrección.

«Madre y Señora nuestra, que permaneciste firme en la fe, unida a la Pasión de tu


Hijo: al concluir este Vía Crucis, ponemos en ti nuestra mirada y nuestro corazón.
Aunque no somos dignos, te recibimos en nuestra casa, como hizo el apóstol Juan,
como Madre nuestra. Te acompañamos en tu soledad y te ofrecemos nuestra
compañía para seguir sosteniendo el dolor de tantos hermanos nuestros que
completan en su carne lo que falta a la Pasión de Cristo, por su cuerpo, que es la
Iglesia. Míralos con amor de madre, enjuga sus lágrimas, sana sus heridas y
acrecienta su esperanza, para que experimenten siempre que la Cruz es el camino
hacia la gloria, y la Pasión, el preludio de la Resurrección».
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El libro de Jonás anticipa el sepulcro de Jesús
El Señor hizo que un gran pez se tragara a Jonás, y este permaneció en el vientre el
pez tres días y tres noches. Entonces Jonás oró al Señor, su Dios, desde el vientre del
pez, diciendo: «Desde mi angustia invoqué al Señor, y él me respondió; desde el seno
del Abismo, pedí auxilio, y tú escuchaste mi voz. (Jonás 2,1-3)

GESTO: PRESENTAMOS EL CUERPO DE JESÚS ARMANDO

DECIMO QUINTA ESTACIÓN: LA RESURRECCIÓN

Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, que por tu santa cruz redimiste al mundo.

Pasado el sábado, María Magdalena y otras piadosas mujeres fueron muy de


madrugada al sepulcro. Llegadas allí observaron que la piedra había sido removida.
Entraron en el sepulcro y no hallaron el cuerpo del Señor, pero vieron a un ángel que
les dijo: «Buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí».

Poco después llegaron Pedro y Juan, que comprobaron lo que les habían dicho las
mujeres. Pronto comenzaron las apariciones de Jesús resucitado: la primera, sin duda,
a su Madre; luego, a la Magdalena, a Simón Pedro, a los discípulos de Emaús, al grupo
de los apóstoles reunidos, etc., y así durante cuarenta días. Nadie presenció el
momento de la resurrección, pero fueron muchos los que, siendo testigos
presenciales de la muerte y sepultura del Señor, después lo vieron y trataron
resucitado.
En los planes salvíficos de Dios, la pasión y muerte de Jesús no tenían como meta y
destino el sepulcro, sino la resurrección, en la que definitivamente la vida vence a la
muerte, la gracia al pecado, el amor al odio. Hace tan solo unas horas la tristeza
llenaba nuestra alma, todo se había convertido en oscuridad. Pero la luz brilla de
nuevo, y la muerte se ha hecho vida. Cristo vive. Cristo ha resucitado.

No habíamos perdido la esperanza porque resonaban sus palabras: Yo soy la


resurrección y la vida, y éstas se han convertido en una gloriosa realidad. Jesús está
vivo.
Está vivo para hacer viva nuestra fe, para hacer efectivas nuestras tímidas
esperanzas, está vivo para hacer realidad el más grande testimonio de amor que
vieron los siglos. Está vivo para decirnos que nuestra resurrección será un hecho tan
verídico como la suya propia.
Tu resurrección es la gran invitación a la alegría. El Señor resucitó ¡aleluya!
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GESTO: Los invitamos a que se llevan las cintas para recordar y hacer nudos por las
cosas personales que necesitan resurrección

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