Via Crucis 2024
Via Crucis 2024
Via Crucis 2024
El Papa Francisco está promoviendo la sinodalidad como el estilo propio de los bautizados.
Para ello, se requiere ante todo una conversión espiritual que integre valores esenciales del
Evangelio. Este via crucis propone descubrir en los misterios de la Pasión de Cristo algunos de
los rasgos necesarios para vivir esta dimensión de la Iglesia.
Introducción
Esta madrugada, como cada Viernes Santo, nos disponemos a acompañar a Jesús en su
via crucis, en su camino hacia la cruz. Es un tránsito que el Señor recorre en una
sobrecogedora soledad, apenas mitigada por el encuentro con algunos rostros amigos: su
Madre, Verónica, un grupo de mujeres, Simón de Cirene, Juan… Aún así, ninguna de
estas presencias acalla la soledad del Salvador, profunda, intensa, libremente asumida
quizá por eso que los sabios han llamado «una sorprendente ley de la historia», según la
cual «quienes más soledad han soportado, más compañía han suscitado; quienes más se
han adentrado en la noche, más han sabido de la luz del día; quienes más silencio han
cultivado, más palabras vivas han tenido»1.
«Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde» (Jn 13, 36), le
había dicho Jesús a Pedro durante la Última Cena. Nosotros vivimos ya en ese «más
tarde» anunciado, en el momento en que, con Pedro y bajo Pedro, nos hacemos
compañeros del Señor. Ser cristianos es, sencillamente, caminar juntos al lado de Cristo,
haber acogido con gozo la llamada a estar con él en ese itinerario que recorre,
atravesando la muerte, hasta llegar a la gloria de la Resurrección. Por eso con razón
decía san Juan Crisóstomo que la Iglesia, el conjunto de los bautizados, tiene nombre de
sínodo, palabra griega que significa «camino que se hace con otros»2.
Para caminar juntos, con el Señor y en el Señor, necesitamos ser capaces de reconocer
su voz, de discernir su presencia y su voluntad, de dejarnos llevar por donde él quiera
guiarnos. En este via crucis pedimos la gracia de saber escuchar lo que el Espíritu nos
dice, personalmente y en comunidad, a fin de ser verdaderamente Pueblo de Dios
peregrino en la Historia, continuador de la misión de Cristo.
PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Meditación
Capacidad de silencio.
Impresiona contemplar el silencio de Jesús en su pasión. Cuando comparece ante el
Sanedrín, el sumo sacerdote, sorprendido por ello, le pregunta: «“¿No tienes nada que
responder? ¿Qué son esos cargos que presentan contra ti?”. Pero él callaba, sin dar
respuesta» (Mc 14, 60b-61). Llevado ante Herodes, el rey «le hacía muchas preguntas
con abundante verborrea; pero él no contestó nada» (Lc 23, 9). Pilato llega casi a
considerar un desacato que no abra la boca. Contrasta fuertemente ese silencio de
Cristo, que apenas va a decir unas pocas palabras esenciales, con el retumbante clamor
de sus acusadores: los gritos que exigen su crucifixión, las calumnias levantadas en su
contra, la indignación de los dirigentes judíos, la prepotencia del procurador romano…
Hablan mucho quienes, prisioneros de su ideología, quieren justificar con argumentos lo
que en el fondo saben que no son más que prejuicios o intereses. Hablan mucho los que,
cerrados a la verdad, no quieren escuchar ni dejarse cuestionar por la eterna novedad de
un Dios que siempre nos sorprende. Hablan mucho, en fin, aquellos que desean imponer
su voluntad en vez de acoger humildemente los designios del Padre.
Oración
Señor, tu silencio nos interpela. Ayúdanos a imitarlo, para saber escuchar tu voz en los
hermanos. Enséñanos a custodiarlo, para ir más allá de las pasiones que agitan nuestro
corazón. Que no hablemos precipitadamente y que, cuando lo hagamos, seamos
capaces, a ejemplo tuyo, de dar testimonio de tu verdad; para que nunca seamos
nosotros, sino tú, el centro de nuestros planteamientos. Sólo así caminaremos juntos, en
pos de ti.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS CARGA CON LA CRUZ
2
Meditación
Empatía.
Cuando Jesús coge la cruz, está poniéndose en nuestro lugar. Él es inocente; aquél que,
pese a que «no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca» (Is 53, 9), sin
embargo «fue contado entre los pecadores» (Is 53, 12). Él, el Hijo de Dios, se hace
cargo de las culpas de los hijos de los hombres. Él, el verdadero y nuevo Adán, acepta
asumir las consecuencias de un pecado original que no le afectaba, para liberarnos a
nosotros de aquella maldición en la que habíamos incurrido con nuestras faltas y de la
que no podíamos salir por nuestras propias fuerzas.
Sólo quien está dispuesto a ponerse en el lugar del otro puede, en realidad, caminar con
él. ¡Cuántas veces, y con cuanta agresividad, cerramos nuestro corazón al hermano! Nos
creemos superiores, nos resultan intolerables sus planteamientos. Hay ocasiones en las
que llegamos incluso a sentir repugnancia de que los demás puedan sospechar que
pensamos como él. Cuando esto pase, miremos a Cristo abrazado a la cruz, y pidámosle
la gracia de saber ponernos en lugar del hermano, incluso del que discrepa de nosotros.
Oración
Señor Jesús, al coger la cruz tiendes los lazos de la verdadera fraternidad. Eres más
grande que el dolor, que el pecado, que la maldición, que la muerte. Por eso no temes
abrazarte a ellos y, de este modo, ligarte íntimamente a nosotros y unirnos a todos en ti.
Concédenos la gracia de saber ponernos siempre en lugar de nuestros hermanos, para
caminar juntos contigo hacia la gloria de la resurrección.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
TERCERA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Meditación
Humildad.
Ver a Cristo por tierra destaca ante nuestros ojos la humildad de Dios. El que hizo todo
cuanto existe, el «Santo, Fuerte e Inmortal», como lo aclamamos en la liturgia del
Viernes Santo3, cae bajo el peso de un madero, agotado por el cansancio, los azotes y las
Oración
Señor Jesús, tú, siendo de condición divina, no has retenido ávidamente el ser igual a
Dios; al contrario, te has despojado de ti mismo, tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres. Reconocido como hombre por tu presencia, te has
humillado a ti mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Concede a todos tus fieles el don de la verdadera humildad para caminar juntos, contigo
y como tú.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
CUARTA ESTACIÓN
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
Meditación
Escuchar la Palabra.
Subiendo al Calvario, Jesús encuentra a su Madre. Sus miradas se cruzan y quizá, en
medio del dolor, el Señor esbozara una sonrisa. Él, nuevo Adán, realiza este momento
cumbre de la redención del mundo acompañado de María, la nueva Eva. Su camino
hacia la cruz, el camino salvador de la humanidad, no lo recorre solo. Lo acompaña, ya
hasta el final de los tiempos, su Madre, en quien, como modelo de la Iglesia, nos
reconocemos todos los discípulos, reunidos bajo su manto.
4 Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia,
Roma 2019, 112: «Una actitud esencial en el diálogo sinodal es la humildad, que propicia la obediencia
de cada uno a la voluntad de Dios y la recíproca obediencia en Cristo».
4
María fue elogiada por escuchar la Palabra de Dios y cumplirla (cf. Lc 11, 28). Su
actitud quedó clara el día en que el ángel le anunció que iba a ser la Madre del Mesías:
«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). El mismo
Cristo, Hijo eterno, en su humanidad aprendió de María a escuchar la voz de su Padre
celestial. Lo hizo atendiendo a sus lecciones sobre la Sagrada Escritura, sobre cómo ésta
no era letra muerta que narraba gestas pasadas, sino algo tan vivo que sigue moviendo
los corazones. Lo hizo adquiriendo esa actitud interior tan característica de la Virgen,
capaz de sopesar el paso de Dios por la vida cotidiana, y que el Evangelio describe
afirmando que «María conservaba todas estas cosas meditándolas en el corazón» (Lc 2,
19; cf. 2, 51). Hagámoslo también nosotros ahora, en medio de las circunstancias que
nos toca vivir, en nuestras familias y comunidades, incluso en los momentos de
sufrimiento, porque a través de él habla Dios y puede ser escuchado por quien está
interiormente abierto a su voz.
Oración
Señor, que María nos enseñe cada día a leer la Biblia con ánimo orante, en el mismo
Espíritu en que fue escrita5. Que bajo su mano podamos descubrir cómo el Padre nos
sigue hablando a través de ella. Que adquiramos de tu Madre la virtud de meditar con el
corazón, pues «no el mucho saber harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar las
cosas internamente»6. Que, guiados por su dulce compañía, podamos descubrir el amor
de Dios también en los momentos de dolor.
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
QUINTA ESTACIÓN
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
Meditación
Providencia.
A simple vista, todo parecía casualidad. Aparentemente, daba la casualidad de que Jesús
estaba ya tan mal que necesitaba ayuda para poder llegar vivo al Calvario.
Aparentemente, fue casualidad que Simón de Cirene, y no otro, acertara a pasar por ahí
justo en ese momento. Aparentemente, sería también casualidad que sus hijos fueran
después miembros reconocidos de la comunidad cristiana y por eso el evangelista los
Oración
Señor, la mano de tu Padre continúa guiando la historia. A través de lo inesperado, su
voluntad amorosa sigue abriéndose paso en medio del mundo. Aviva en nosotros la
virtud de la esperanza. Que nunca nos dé miedo lo imprevisto, sino que lo descubramos
como una oportunidad para descubrir tu voluntad. Que confiemos en que, incluso detrás
de lo no programado, de lo inesperado, está tu invitación a que te conozcamos, te
amemos y te sirvamos para que salga adelante tu Plan de salvación: que todos los
hombres tengan vida en abundancia, especialmente los pobres y los que sufren.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
SEXTA ESTACIÓN
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Meditación
Reconocer mociones.
Para caminar con Jesús hay que aprender a escuchar su voz, a discernir su presencia y
su palabra, a ver su rostro en lo más profundo de nuestro corazón. Para ello es necesario
saber reconocer sus mociones. Se trata de percibir cuándo una idea o el impulso para
tomar una decisión vienen realmente de Dios y no son el resultado de nuestra mera
7 Cf. G. BIFFI, Omelia nell’ottantesimo compleanno al Santuario della Madonna di San Luca, en
https://www.youtube.com/watch?v=KRiyGYYTxUY, visitado el 7 de marzo de 2024.
8 FRANCISCO, Audiencia general, 7 de septiembre de 2022.
6
reflexión racional o una insinuación del diablo. Uno de los signos es que se
experimentan en el alma los frutos del Espíritu que san Pablo enumera en la carta a los
Gálatas. Se imprimen en el interior de una manera honda y estable, semejante, en cierto
modo, a la impresión de la faz de Cristo en el velo de Verónica. No se trata de
sentimientos o vivencias pasajeros, tan livianos como el polvo que se adhiere
superficialmente a un lienzo y se desprende con facilidad. Es algo que nos afecta en la
entraña más íntima de nuestra alma, y que lleva siempre consigo la imagen del
Crucificado. Son verdaderos si nos van configurando en lo concreto de nuestra vida con
Jesús: pensar como él, sentir como él, vivir como él. Se percibe claramente que una
moción viene del Espíritu cuanto más nos acerca a hacer nuestro el deseo de san
Ignacio: «por imitar y parecer más actualmente a Cristo nuestro Señor, quiero y elijo
más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobios con Cristo lleno dellos que
honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue
tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo»9.
Oración
Señor, nuestra sociedad concede mucho valor a sentimientos superficiales. Nosotros
sabemos que tú hablas al corazón y queremos reconocer tu voz. Enséñanos a distinguir
qué afectos proceden de ti y cuáles tienen otros orígenes. Marca la imagen de tu cruz tan
profundamente en nuestro interior, que sólo deseemos entregarnos por amor, contigo y
como tú.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
SÉPTIMA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Meditación
Espíritu.
Jesús vuelve a caer. Agotado por el esfuerzo, jadeante, respira sobre la tierra del
camino. La escena nos recuerda el relato del Génesis. En él se presenta a Dios soplando
sobre el barro. Gracias a ese aliento divino, que es el Espíritu Santo, lo que hasta
entonces no era más que frágil materia se llena de vida y nace el ser humano.
¡Cuántas veces nuestras decisiones, proyectos y empresas han mostrado su
inconsistencia! Hemos querido hacer cosas buenas, movidos por la mejor intención e
Oración
Ven, Espíritu Santo. Sin ti Dios está lejos; Cristo queda en el pasado; el Evangelio es
letra muerta; la Iglesia, una simple organización; la autoridad, una dominación; la
misión, una propaganda; el culto, una mera evocación; la vida cristiana, una moral de
esclavos. En cambio, contigo, el cosmos se levanta y gime en el parto del Reino; el
hombre lucha contra la carne; Cristo está presente; el Evangelio es fuerza de vida; la
Iglesia, signo de comunión trinitaria; la autoridad, un servicio liberador; la misión, un
gozoso Pentecostés; la liturgia, memorial y anticipación; y la vida humana es
divinizada10.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Meditación
El puesto de la mujer.
No sabemos exactamente quiénes eran las mujeres que, según el evangelio, «se
golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él» (Lc 23, 27). ¿Eran plañideras
profesionales, quizá damas piadosas que simplemente se escandalizaban ante cualquier
ejecución pública o se trataba de aquel grupo que acompañaba a Jesús y «le servían con
sus bienes» (Lc 8, 3)? Probablemente hubiera de todo; pero sin duda estaban también
estas últimas, ya que san Lucas nos informa de que, una vez muerto el Señor, «las
mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y
cómo había sido colocado su cuerpo» (Lc 23, 55). Estas discípulas, por tanto, mostraron
10 Cf. IGNACIO DE LATAKIA, Discurso a la III Asamblea Mundial de las Iglesias (julio 1968), citado por
R. CANTALAMESSA, El canto del Espíritu. Meditaciones sobre el Veni Creator, Madrid (PPC) 1998, 67.
8
más valor que la mayoría de los apóstoles, estando junto al Maestro en lo más duro de
su Pasión y en su cruz.
Muchas mujeres han sido a lo largo de los siglos, y siguen siendo hoy, esenciales para la
transmisión del Evangelio. ¡Cuántas madres y abuelas enseñan a rezar a sus hijos y
nietos, cuántas esposas reconducen a Cristo a sus maridos, cuántas religiosas consagran
su vida al Señor, cuántas catequistas inician en la fe, cuántas visitadoras socorren a los
enfermos, cuántas voluntarias realizan y sostienen la caridad de la Iglesia, cuántas
profesionales dan testimonio de la Resurrección en su trabajo y ambientes, cuántas
bautizadas coordinan servicios diocesanos, cuántas son verdaderas «santas de la puerta
de al lado»11 que nos edifican a todos! Una Iglesia que busca la voluntad del Señor, que
camina como Pueblo de Dios, no deja de dar gracias por estas hermanas, de escucharlas,
de reconocer su valor y potenciar su misión.
Oración
Señor, te damos gracias por la inmensa cantidad de mujeres que son tus compañeras,
testigos valientes y eficaces de tu resurrección. Te pedimos perdón si a veces, por
influencia de la cultura que nos rodea o del pecado que a todos nos ata, se han sentido
minusvaloradas. Señor, tú has querido contar con varones para el ejercicio esencial del
ministerio apostólico, pero no por ello dejas de llamar a hombres y mujeres para que
desempeñen otras misiones, igualmente necesarias para el bien común de la Iglesia y de
la humanidad. Te damos gracias por la diversidad de tu Pueblo y sus diferentes
vocaciones.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Meditación
Buscar la voluntad del Padre.
La tradición ha contado tres caídas de Jesús en el camino de la cruz. Pero los evangelios
transmiten que ya había caído anteriormente, cuando en Getsemaní se postra y ora entre
sudores de sangre (cf. Lc 22, 44).
Oración
Señor Jesús, cada ser humano ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a
Dios y mediante esto salvar el alma 12. Concédenos que nada nos aparte de ese servicio
santo. Danos luz para conocer la voluntad del Padre y la fuerza necesaria para
cumplirla, sabiendo que en ella radica nuestra alegría y nuestra victoria.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
DÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (6, 4-10)
Nos acreditamos en todo como ministros de Dios, con mucha paciencia en tribulaciones,
infortunios, apuros; en golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin
comer; procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad; con el Espíritu Santo
y con amor sincero; con palabras verdaderas y la fuerza de Dios; con las armas de la
justicia, a derecha e izquierda; a través de honra y afrenta, de mala y buena fama; como
impostores que dicen la verdad, desconocidos, siendo conocidos de sobra, moribundos
que vivimos, sentenciados nunca ajusticiados; como afligidos, pero siempre alegres,
como pobres, pero que enriquecen a muchos, como necesitados, pero poseyéndolo todo.
Meditación
Oración
Con san Ignacio, decimos: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi
entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo distes; a Vos,
Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor
y gracia, que ésta me basta14.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
UNDÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
V:/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
R:/ Que por tu Santa Cruz redimiste el mundo.
Meditación
Testimonio.
La crucifixión del Señor nos ha llegado a través del testimonio de quienes estuvieron
presentes. Ellos no hablan de teorías ni inventan historias. Se hacen garantes de lo que
han visto y oído (cf. 1Jn 1, 3). Pero son testigos de una manera especial. El evangelista
san Juan, por ejemplo, no se limita a levantar acta de unos acontecimientos. También
13 FRANCISCO, Encuentro con los representantes de los medios de comunicación, Roma 16 de marzo de
2013.
14 S. IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, 234.
11
acredita que esos hechos cambiaron su vida. Él, que hasta entonces había sido un simple
pescador de Galilea, recibió de tal forma el encuentro con Cristo, que pasó a ser
universalmente conocido como «el discípulo a quien Jesús amaba» (cf. Jn 13, 23 et
passim), heraldo del Evangelio por el mundo entero. El testigo de la fe se deja
transformar por ella, en una experiencia que no es meramente subjetiva. Se interpreta
desde la objetividad de la Sagrada Escritura y puede hacer a los otros partícipes de lo
que él mismo ha vivido. San Pablo VI escribió que «el hombre contemporáneo escucha
más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que
enseñan es porque dan testimonio»15. Para caminar juntos como Pueblo de Dios,
discerniendo la voluntad del Padre, más decisivo que compartir ideas es poner en
comunión la experiencia de Cristo recibida en la fe.
Oración
Señor, tu Espíritu Santo nos ayuda a percibirte y amarte. Gracias a Él no eres para
nosotros el mero recuerdo de un pasado lejano, ni el protagonista de una novela
ejemplar, ni una hipótesis necesaria para construir un sistema moral. Danos tu Espíritu
para que podamos descubrirte presente, vivo a nuestro lado, modelando con ternura
nuestro corazón desde la entrega de tu vida en la cruz. Concédenos siempre ese Espíritu
que nos abra los ojos de la fe para descubrirte, para ser tus testigos valientes en medio
del mundo, para gustar siempre el gozo tu compañía y gozar de su consuelo.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
DUODÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
V:/ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos
R:/ Que por tu Santa Cruz redimiste el mundo.
Meditación
Pasión por Cristo.
Durante la Última Cena, Jesús mismo quiso explicar el sentido de su muerte. Él la
acepta como la prueba suprema del inmenso amor con que nos ama. Es decisivo
comprender esto. A veces nosotros podemos preguntarle a Dios: «Si tanto nos quieres,
¿por qué todavía nos permites morir?». Ciertamente, llegará un día, cuando Cristo
15 S. PABLO VI, Discurso a los miembros del Consejo de Laicos, 2 de octubre de 1974; cit. en Evangelii
nuntiandi (1975) 41.
12
retorne, en que los muertos resuciten y se acabe la muerte para siempre. Eso sucederá;
pero no ahora. Si en este momento Dios nos librara del morir, tendríamos claro que Él
existe, que es poderoso y bueno. Pero todavía no habríamos descubierto cuál es la
medida de su amor. También un amo concede regalos a sus siervos. Sin embargo, Dios
nos ha querido hacer sus amigos. Y para ello tenía que compartir todo lo que nosotros
somos y tenemos, incluso en lo que más nos asusta, en donde nos sentimos más solos,
en donde parece que se oscurece toda alegría: en el tener que morir. La prueba de que
Dios nos ama no es que nos libre de la muerte, es que muere con nosotros y por
nosotros. Lo percibió incluso un autor tan alejado de la Iglesia como José Luis
Sampedro cuando puso en boca de uno de sus personajes que «me sería más fácil creer
en un Dios incapaz de morir; pero me sería más difícil poner en sus manos mi
esperanza»16.
Si se comprende esto, entonces uno accede a todo lo que significa la fe; también al
hecho de ser Pueblo que peregrina unido en el discernimiento de la voluntad del Padre.
Lo decisivo en este camino es intentar corresponder con todo el corazón, con toda el
alma y todas las fuerzas, a ese amor infinito que Dios nos ha mostrado en Cristo.
Oración
Señor, lo que sea; pero contigo. Donde sea; pero contigo. Con quien sea; pero siempre
contigo. Tú nos has amado hasta el extremo. Tú, el Eterno, nos has querido hacer tus
amigos. Tú te has puesto a nuestro lado, y has transitado hasta por las cañadas oscuras
de la muerte que todos quisiéramos evitar. Has bajado a nuestro infierno para disolver
su oscuridad con la luz de tu presencia. Jesús, tú eres nuestro cielo, nuestro bien, nuestra
delicia, nuestro todo. Concédenos la gracia de corresponderte amándote inmensamente.
Y jamás permitas, Señor, que nos separemos de ti.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
JESÚS ES DESCENDIDO DE LA CRUZ Y PUESTO EN BRAZOS DE SU MADRE
Meditación
Sentir con la Iglesia.
El cadáver de Jesús es acogido por María. El dolor por la muerte de su Hijo es para ella
la espada que le atraviesa el alma, ésa que le fue anunciada proféticamente cuando,
16 J.L. SAMPEDRO, El río que nos lleva, Barcelona (Destino) 1993, 100.
13
recién nacido, lo llevó al templo (cf. Lc 2, 35). En su corazón materno se acompasa el
grito del propio sufrimiento con el de todos los discípulos que en ese momento se
sienten fracasados, desorientados, sin rumbo. Pero al mismo tiempo, singular y
misteriosamente, ella mantiene viva la llama de la esperanza. Cuando nadie sabe qué
hacer, dónde ir, cómo responder, María preserva la certeza de que Dios no ha dicho la
última palabra, de que su amor es más fuerte que la muerte (cf. Cant 8, 6), de que la
Vida terminará triunfando.
En nuestro caminar juntos en pos de Cristo, discerniendo la voluntad del Padre, habrá
momentos de dudas, de oscuridad. La sensación de fracaso forma también parte del
camino. Cuando esto suceda, acudamos a la Iglesia, que está representada en María, la
Madre del Señor. No estamos unidos sólo los miembros de un grupo determinado.
Somos, en realidad, parte de la gran comunidad de los bautizados, extendida por toda la
Tierra y a lo largo de los siglos. Dios no se contradice, por eso nunca se cuestionan las
materias definidas dogmáticamente, sino que se acogen con religioso obsequio de
voluntad. Refugiarse en el regazo de María supone para nosotros actualmente ponernos
confiadamente en los brazos amorosos de nuestra Santa Madre, la Iglesia.
Oración
Señor, con san Ignacio te pedimos: concédenos la gracia de sentir con la Iglesia, de
armonizar con su corazón materno. Que, para en todo acertar, aceptemos con gusto
decir ser negro lo blanco que creemos ver si la Iglesia Jerárquica así lo determina;
creyendo que entre tú, Cristo esposo, y la Iglesia, tu esposa, es el mismo Espíritu quien
nos gobierna y rige para la salvación de nuestras almas17.
Dios te salve…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO
Meditación
Esperanza.
La descripción que san Juan hace de la sepultura de Cristo está ya preparando el
corazón de los lectores para la gran sorpresa que acontecerá al tercer día. El huerto
remite al jardín del Edén. Cristo, el nuevo Adán, va a abrir de nuevo el camino al
Oración
Señor Jesús, reaviva en nosotros la virtud de la esperanza. Que desde ella ni nos
gloriemos de nuestros aciertos ni nos deprimamos por nuestros errores. Nada pesa lo
que la gloria que un día se nos descubrirá (cf. Rm 8, 18), y que tú nos has regalado a
través de tu resurrección.
Padre nuestro…
Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mí. Bendita y alabada sea la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y los dolores y lágrimas de su Santísima Madre.
Amén.
15