Práctica 5
Práctica 5
Práctica 5
EDUCATIVO DE LAS
HUMANIDADES
No es ninguna sorpresa si se afirmase que la mayoría de la población separa (y
casi enfrenta) a la concepción que tienen los individuos de “ciencia” (que normalmente
no suele distar mucho de los parámetros que contemplan las matemáticas, física,
biología, química, etc.) de las humanidades. Es innegable que todas estas áreas y su
desarrollo suponen un gran avance para el ser humano en como nos desplazamos, los
tratamientos que recibimos cuando enfermamos, el desarrollo de curas o medicamentos
especializados, etc. No obstante, no por ello es imposible que las humanidades también
puedan cambiar vidas ya que, de hecho, lo hacen.
Ingrid Cobos en este momento aboga por desenredar ese lenguaje complejo y
adaptar el lenguaje para la sociedad, a modo de herramienta preventiva. Para ello lo
primero es ahondar en esa brecha de información y para ello se hace necesario analizar
las necesidades de información de la ciudadanía. Posteriormente, se seleccionan los
artículos de rigor científico para que los lingüistas y traductores trabajen sobre el
material para generar un producto final que puede tener forma de comic, ilustración o de
infografía. Entramos entonces en el terreno de la medicina gráfica y es que este tipo de
materiales tienen una importancia crucial en la comunicación médico-paciente y en la
formación tanto de personal sanitario como de las personas con inquietudes cercanas al
tema. Las viñetas generadas pueden, sobre todo, tranquilizar al ver que los síntomas que
se tienen son normales y poder ver gráficamente representado (lo cual siempre resultará
más clarificador que los abrumadores e interminables textos en letra pequeña) el plan de
actuación para evitar el desarrollo de la enfermedad. Además, todos estos recursos son
fácilmente adaptables al mundo infantil con video-cuentos, comics o infografías
adaptadas dependiendo de la edad de los niños.
Todo esto viene a decir que las humanidades no están tan alejadas del resto de
disciplinas (ni siquiera de aquellas con las que se enfrenta gracias al típico conflicto de
ciencias versus letras). De hecho, si sabemos ver y analizar cada una poniendo atención
en su objeto nos daremos cuenta que las dos tienen al ser humano como foco de sus
estudios y, lejos de estar enfrentadas, están irremediablemente destinadas a cooperar.
Las humanidades educan más allá de enseñar en historia, historia del arte, literatura,
etc., ayudan a que esa brecha de conocimiento se desvanezca, hacen mucho más
accesible la información que demanda la sociedad y la ofrecen en un lenguaje claro y
amable que, a fin de cuentas, cambia la vida de las personas y nos hace pensar en las
humanidades como una herramienta transformadora de la sociedad y que complementa
la parte científica.
Por otra parte, me gustaría hacer referencia al artículo titulado “Los saberes del
docente. Una perspectiva desde las humanidades y las ciencias sociales” escrito por la
profesora Concepción Barrón. Este artículo trata sobre los saberes fundamentales que
conviene que todo profesor tenga según las humanidades y las ciencias sociales para
que la enseñanza que lleve a acabo sea efectiva en la sociedad de hoy en día, la cual
avanza hacia la complejidad, la globalización, la diversidad y la incertidumbre. En
relación con esto, se pone la importancia en el diálogo, la reflexión y una construcción
del conocimiento donde todos tomen parte.
Hoy nuestro profesor nos ha comentado que una alumna suya había dicho la
frase “¡Qué bien trabajamos cuándo queremos!” y me ha parecido tremendamente
ilustrativa para destacar el papel de la motivación dentro del aula. Como propone
Concepción Barrón en su artículo se pueden establecer una serie de competencias para
acercar a los alumnos los fines de la educación, todos ellos basados en poner al alumno
como protagonista de su propio aprendizaje pero para ello es necesario que la intención
de aprender venga de él mismo, volviendo de nuevo al tema de la motivación y las
ganas de formarse del propio alumno como primer motor del aprendizaje, siendo
necesario saber cómo despertar en cada uno esa disposición a aprender. No obstante, el
docente siempre debe tener en cuenta para evitar su frustración que esta es una tarea que
no depende enteramente de su labor. Si un alumno se empecina en que ya sabe todo o
que no quiere estar ahí o que no quiere aprender, el profesor puede abordarlo desde mil
perspectivas distintas pero la experiencia de ese alumno va a ser muy inferior a los que
se muestren motivados.
Por lo tanto, es fácilmente deducible el valor tan grande que poseen las
humanidades y ciencias sociales en educación, que las coloca casi como referentes en la
formación de profesores y alumnos. Esta formación, en cualquier caso, lo que busca es
dar aprendizajes de valor y, sobre todo, que sean significativos, es decir, que tengan
aprovechamiento. Y, además, siempre se ha de saber acerca de las prácticas actuales de
cambio e innovación. Una ciencia puede llegar hasta donde la llevemos nosotros y para
eso se ha de estar enterado de las proyecciones a futuro de la misma: para innovar (pues
es la innovación lo que produce el cambio, y no al revés).
Finalmente, para terminar esta práctica me parece pertinente hablar del valor de
la reflexión dentro de lo que se está realizando. Una reflexión crítica sobre el propio
trabajo es beneficioso independientemente del área en la que se trabaje y, en el caso de
la educación, independientemente de si se ofrece o si se recibe el aprendizaje.
Con la propia crítica del trabajo realizado, en el caso de que yo mismo sea
profesor, puedo buscar que el alumno no sea espectador de la clase, sino protagonista,
que es lo que se pretende lograr. Y, además, avanzar con mi aportación hacia una
educación de calidad en los saberes dados, no de cantidad. Pues, bien es sabido, que lo
que no se construye con esfuerzo de ambas partes (en este caso profesor y alumno)
termina siendo endeble (y de poca calidad), y lo endeble, con el tiempo, cae.