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Práctica 5

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PRÁCTICA 5: EL VALOR

EDUCATIVO DE LAS
HUMANIDADES
No es ninguna sorpresa si se afirmase que la mayoría de la población separa (y
casi enfrenta) a la concepción que tienen los individuos de “ciencia” (que normalmente
no suele distar mucho de los parámetros que contemplan las matemáticas, física,
biología, química, etc.) de las humanidades. Es innegable que todas estas áreas y su
desarrollo suponen un gran avance para el ser humano en como nos desplazamos, los
tratamientos que recibimos cuando enfermamos, el desarrollo de curas o medicamentos
especializados, etc. No obstante, no por ello es imposible que las humanidades también
puedan cambiar vidas ya que, de hecho, lo hacen.

Hay un gran número de científicos que han cambiado el desarrollo de la historia


de la humanidad y de la naturaleza humana. Como seguro que se ha notado ya, el
término “humano” se ha utilizado ya varias veces en esta práctica y es que no se nos
puede olvidar que, en última instancia, estamos hablando de personas. Seres que, en
plural, son el foco de las humanidades. Esta disciplina está definida de esta manera por
el Diccionario de la Real Academia Española de la siguiente manera: “conjunto de
disciplinas que giran en torno al ser humano”, y después procede a dar algunos ejemplos
como la filosofía, literatura o historia. ¿Qué área de conocimiento va a entender mejor al
ser humano que la que gira en torno a él? Las consideradas ciencias nos ayudan en
muchos aspectos, pero, como dice el entomólogo y biólogo estadounidense Edward O.
Wilson, son las humanidades las que definen al ser humano. Y, además, son más que
capaces, incluso necesarias, para cambiar la vida de las personas.

Como menciona la profesora, traductora e intérprete Ingrid Cobos en un caso


que expone de cooperación entre las humanidades y la biología sanitaria, no puede
haber ciencia sin humanidades ni humanidades sin ciencia. A priori esta cooperación
puede sonar incluso irreal, no obstante, ambas disciplinas comparten el interés por el ser
humano desde diferentes puntos de vista.

El tratamiento y prevención de las enfermedades están incluidos en los Objetivos


de Desarrollo Sostenible establecidos por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La mejor forma en este sentido de prevenir es saber y estar enterado de los síntomas,
protocolos de actuación, posibles medidas, tratamientos, etc. En definitiva: el paciente
necesita información. Muchos pacientes sin relación personal con los conocimientos
sanitarios buscan esa información en Internet, en lugares donde el rigor científico brilla
por su ausencia. Con esto no quiero decir que no haya información fiable en internet,
sino que la mayoría de ella no es accesible a muchas personas por estar plagada de
tecnicismos o encontrarse en otros idiomas. Por lo tanto, esto supone una brecha de
información y de acceso al conocimiento científico.
Sin embargo, la solución se muestra clara: traducir y adaptar esos textos
existentes para acercarlos a la población. Esto se encuentra muy en consonancia con un
aspecto de la práctica anterior donde comentaba las alianzas interdisciplinares entre
varias áreas de conocimiento para facilitar su acercamiento a las personas y luchar
contra esa brecha de conocimiento.

Ingrid Cobos en este momento aboga por desenredar ese lenguaje complejo y
adaptar el lenguaje para la sociedad, a modo de herramienta preventiva. Para ello lo
primero es ahondar en esa brecha de información y para ello se hace necesario analizar
las necesidades de información de la ciudadanía. Posteriormente, se seleccionan los
artículos de rigor científico para que los lingüistas y traductores trabajen sobre el
material para generar un producto final que puede tener forma de comic, ilustración o de
infografía. Entramos entonces en el terreno de la medicina gráfica y es que este tipo de
materiales tienen una importancia crucial en la comunicación médico-paciente y en la
formación tanto de personal sanitario como de las personas con inquietudes cercanas al
tema. Las viñetas generadas pueden, sobre todo, tranquilizar al ver que los síntomas que
se tienen son normales y poder ver gráficamente representado (lo cual siempre resultará
más clarificador que los abrumadores e interminables textos en letra pequeña) el plan de
actuación para evitar el desarrollo de la enfermedad. Además, todos estos recursos son
fácilmente adaptables al mundo infantil con video-cuentos, comics o infografías
adaptadas dependiendo de la edad de los niños.

Todo esto viene a decir que las humanidades no están tan alejadas del resto de
disciplinas (ni siquiera de aquellas con las que se enfrenta gracias al típico conflicto de
ciencias versus letras). De hecho, si sabemos ver y analizar cada una poniendo atención
en su objeto nos daremos cuenta que las dos tienen al ser humano como foco de sus
estudios y, lejos de estar enfrentadas, están irremediablemente destinadas a cooperar.
Las humanidades educan más allá de enseñar en historia, historia del arte, literatura,
etc., ayudan a que esa brecha de conocimiento se desvanezca, hacen mucho más
accesible la información que demanda la sociedad y la ofrecen en un lenguaje claro y
amable que, a fin de cuentas, cambia la vida de las personas y nos hace pensar en las
humanidades como una herramienta transformadora de la sociedad y que complementa
la parte científica.

Por otra parte, me gustaría hacer referencia al artículo titulado “Los saberes del
docente. Una perspectiva desde las humanidades y las ciencias sociales” escrito por la
profesora Concepción Barrón. Este artículo trata sobre los saberes fundamentales que
conviene que todo profesor tenga según las humanidades y las ciencias sociales para
que la enseñanza que lleve a acabo sea efectiva en la sociedad de hoy en día, la cual
avanza hacia la complejidad, la globalización, la diversidad y la incertidumbre. En
relación con esto, se pone la importancia en el diálogo, la reflexión y una construcción
del conocimiento donde todos tomen parte.

Al fin y al cabo, el fin último de la educación es formar a los alumnos para la


convivencia en la sociedad y aprender a vivir con los demás. Podríamos incluso tener la
visión de la misma como una herramienta al servicio de la sociedad. No obstante,
además de preparar para la sociedad, la educación también tiene que traer valores. Cada
persona tiene grandeza innata en ella y una de las funciones del profesor es detectar
cómo extraer eso de cada alumno, pero, para ello, se ha de hacer una labor muy difícil:
encontrar la manera de llegar a cada persona. Esto está fundamentado en el hecho de
que no vas a aprender nada de alguien a quien no quieres, y mucho menos te va a
motivar. Los alumnos tienen la capacidad y la motivación dentro de ellos, pero hay que
encontrar la manera de llevarla al aula.

Hoy nuestro profesor nos ha comentado que una alumna suya había dicho la
frase “¡Qué bien trabajamos cuándo queremos!” y me ha parecido tremendamente
ilustrativa para destacar el papel de la motivación dentro del aula. Como propone
Concepción Barrón en su artículo se pueden establecer una serie de competencias para
acercar a los alumnos los fines de la educación, todos ellos basados en poner al alumno
como protagonista de su propio aprendizaje pero para ello es necesario que la intención
de aprender venga de él mismo, volviendo de nuevo al tema de la motivación y las
ganas de formarse del propio alumno como primer motor del aprendizaje, siendo
necesario saber cómo despertar en cada uno esa disposición a aprender. No obstante, el
docente siempre debe tener en cuenta para evitar su frustración que esta es una tarea que
no depende enteramente de su labor. Si un alumno se empecina en que ya sabe todo o
que no quiere estar ahí o que no quiere aprender, el profesor puede abordarlo desde mil
perspectivas distintas pero la experiencia de ese alumno va a ser muy inferior a los que
se muestren motivados.

En este momento vuelvo a las humanidades en la educación, cuyo cometido es


aportar conocimientos, habilidades e instrumentos con el objeto de ampliar los
horizontes de progreso en los propios alumnos y, consecuentemente, de los miembros de
la sociedad para que estos puedan plantear opciones de mejora, trabajar en proyectos o
estrategias de acción y participar activamente en la sociedad. Además, específicamente,
las humanidades y las ciencias sociales son especialmente determinantes para planificar
y orientar estrategias para abordar políticas públicas, para la participación ciudadana y
para tener una opinión pública informada. Todo esto lo que viene a decir que hay que
buscar una contribución a la formación de un pensamiento complejo y crítico y unos
valores que se comprometan con la realidad social del momento.

Por lo tanto, es fácilmente deducible el valor tan grande que poseen las
humanidades y ciencias sociales en educación, que las coloca casi como referentes en la
formación de profesores y alumnos. Esta formación, en cualquier caso, lo que busca es
dar aprendizajes de valor y, sobre todo, que sean significativos, es decir, que tengan
aprovechamiento. Y, además, siempre se ha de saber acerca de las prácticas actuales de
cambio e innovación. Una ciencia puede llegar hasta donde la llevemos nosotros y para
eso se ha de estar enterado de las proyecciones a futuro de la misma: para innovar (pues
es la innovación lo que produce el cambio, y no al revés).
Finalmente, para terminar esta práctica me parece pertinente hablar del valor de
la reflexión dentro de lo que se está realizando. Una reflexión crítica sobre el propio
trabajo es beneficioso independientemente del área en la que se trabaje y, en el caso de
la educación, independientemente de si se ofrece o si se recibe el aprendizaje.

Con la propia crítica del trabajo realizado, en el caso de que yo mismo sea
profesor, puedo buscar que el alumno no sea espectador de la clase, sino protagonista,
que es lo que se pretende lograr. Y, además, avanzar con mi aportación hacia una
educación de calidad en los saberes dados, no de cantidad. Pues, bien es sabido, que lo
que no se construye con esfuerzo de ambas partes (en este caso profesor y alumno)
termina siendo endeble (y de poca calidad), y lo endeble, con el tiempo, cae.

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