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Estas en Mi Playlist - Paula Hernandez

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ESTÁS EN MI PLAYLIST

Paula Hernández
Estás en mi playlist
© de la obra Paula Hernández Canas
Primera edición, marzo de 2024
ISBN: 9798873605620
Sello: Independently Published

paulahdzcanas@gmail.com
Instagram: @itspaulahdz

Créditos de las imágenes de la portada: Meum Mare / Stephen Niemeier /


Wendy Wei

Créditos de las imágenes interiores por orden de aparición: Sketchify / Amy


Udani / Canva Layouts

No se permitirá la reproducción total o parcial de este libro, ni su


incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por
cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación o por
otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de su autor. La infracción de los
derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad

intelectual (art. 270 y siguientes del Código Penal) .


A aquellas personas
que forman parte de
la playlist de mi vida.
1 – SOMETHING BIG

OLIVIA

Estoy atacada. Atacada de los nervios.


¿En qué momento pensé que sería una buena idea irme a
pasar el verano a otro país? Lo sé, es una pregunta con una
respuesta muy clara: estoy loca, loca de remate.
Todo esto lo digo porque un día vi un anuncio. Era una
oferta de empleo dirigida a jóvenes para experimentar una
inmersión lingüística. Vamos, que lo del trabajo es una excusa
muy mala para estar fuera de casa y viajando todo el
verano. Como no tengo nada mejor que hacer, me apunté y
hoy empieza mi aventura.
De las diferentes opciones que había, me ha tocado
Vernazza, una de las Cinque Terre de Italia. ¿Hablo algo de
italiano? La verdad es que no, pero no pasa nada, podría ser
peor. He estudiado con una de esas aplicaciones para aprender
idiomas y ya sé decir mi nombre y los años que tengo. Poco a
poco.
Estoy con mis padres en el aeropuerto. Muy nerviosa, por
supuesto, no hace falta que lo diga. También iba a
acompañarme mi novio Hugo, pero lo dejamos ayer. No estoy
triste ni nada porque ya lo he ido viendo venir en los últimos
meses. Todo iba tan bien como siempre hasta que me di cuenta
de que me había comentado algunas cosas a lo largo de este
año que se contradecían entre sí y todo empezaba a cojear.
En fin, que habíamos intentado arreglarlo después de eso,
pero esto de irme todo el verano tampoco era un punto a
nuestro favor porque dejó caer que no sabía si iba a poder
tener tanta paciencia como para esperar tres meses. Así que,
aquí estoy, con un peso que me he quitado de encima.
Además, me siento mucho más tranquila porque cada vez que
me mandaba algún mensaje me ponía nerviosa y mi cabeza iba
a mil por hora pensando en qué responderle.
Dejando lo de, ahora mi exnovio, Hugo, aparte, tiro de mi
maleta que, sin exagerar —o igual un poco sí—, pesa más que
yo. A mi espalda también llevo una mochila en la que he
metido un montón de cosas por si acaso porque tengo miedo a
aburrirme. Llevo mi portátil, un par de libros, y alguna que
otra cosa más para poder entretenerme. Aunque luego lo más
seguro es que no vaya a usar nada de eso porque o me dormiré
o miraré por la ventanilla. No es un viaje de los más largos,
pero, hay veces, sobre todo cuando estoy ansiosa por llegar,
que el tiempo se me hace eterno.
Los nervios también traen consigo que necesite encontrar
un baño con urgencia. Dejo todo el equipaje con mis padres
para ir mucho más ligera. Trato de seguir las señales con la
mayor atención posible para no perderme hasta que llego a mi
destino.
Por suerte, no hay fila, cosa que me parece muy extraña.
Como me sorprende que no haya nadie en el baño de mujeres,
me asomo también al de hombres para comprobar si allí hay
alguien e intentar averiguar si se puede entrar o no.
La curiosidad mató al gato.
Cuando doy un paso hacia el interior, mi cara se estampa
con el abdomen de alguien.
—Perdona —digo apresuradamente y trato de calmar el
susto que me he llevado.
El chico me ignora y sale a paso ligero. Tan ligero que ni
me ha dado tiempo a fijarme en él. Solo sé que era muy alto y
que, al pasar, deja un rastro a colonia que me descoloca un
poco.
Vuelvo al baño que me pertenece antes de sufrir algún que
otro encontronazo más. Al entrar me llega un olor a lejía que,
junto a la colonia, van a hacer que me dé algo. Sigo teniendo
el baño para mí sola cuando voy a lavarme las manos.
Cuando salgo de aquí me encuentro con un grupo de
personas que antes no estaban y dan mal rollo. Van todos
vestidos de negro de arriba a abajo. ¿No saben que ha
empezado el verano y que se llevan los colores vivos y
alegres? En fin.
Intento esquivarlos sin que me vean a poder ser porque,
repito, dan muy mal rollo, parecen una secta. Vuelvo a oler
otra vez esa colonia. El chico con el que me he chocado debe
de estar por aquí, en este grupo. De manera muy casual, me
agacho para atarme los cordones de una zapatilla que justo se
me han desatado. Al poner la oreja me doy cuenta de que no
están hablando en español, sino en inglés. Dentro de lo que
cabe, he tenido la suerte de que hablen ese idioma y no otro
porque soy una persona curiosa, que no cotilla, y así puedo
entender su conversación. Un hombre mayor parece estar
echándoles la bronca a otros dos. No creo que sea con el que
he chocado porque su estatura no es la misma. Supuestamente,
no han protegido a alguien y en el baño una chica se ha
chocado con él y lo ha podido ver.
¿Están hablando de mí? Claramente. Nunca me había
sentido tan famosa.
Otro de ellos añade que puede ser muy peligroso si ahora
la chica del baño, o sea, yo, difunde que el misterioso que se
echa medio bote de colonia está aquí en este aeropuerto. Lo
peor de todo es que dicen también que alguien se podría
enterar de hacia dónde se dirige.
Un momento, ¿qué? Hay algo que me estoy perdiendo.
¿Es peligroso? No estoy entendiendo nada de esta
conversación.
Dejo de enredar con el cordón de la zapatilla y ando todo
lo rápido que puedo hacia donde están sentados mis padres
antes de que me hagan algo por ser la principal sospechosa.

—Hija mía, has tardado tanto que ya íbamos a ir uno de


los dos a buscarte —comienza la conversación mi madre con
cierta preocupación.
—Tranquila, es solo que me ha costado encontrar el baño
—miento de forma piadosa.
Pasamos una hora más sentados en las duras sillas de las
salas de espera de los aeropuertos hasta que llega el momento
de despedirnos. Habíamos venido con tanta antelación por si
acaso. Temíamos llegar tarde y perder el vuelo. Ahora ha
llegado la situación que se lleva repitiendo toda esta última
semana, el momento de muchos abrazos y alguna que otra
lágrima, y eso que yo no suelo ser muy sensible.
Lo que a mí me motiva es que, a pesar de todo, pase lo
que pase, va a ser una experiencia única. Si es una mala
experiencia, solo serán tres meses. Y, por otro lado, si es una
buena experiencia, podré repetir y hasta atreverme a ir durante
un periodo de tiempo más largo la próxima vez.
Como no podía ser de otra manera, al pasar por el arco del
control de seguridad, este empieza a pitar sin sentido. Me he
asustado, aunque supiese que no llevo nada ilegal pero bueno,
me han hecho una prueba un tanto extraña y he podido seguir
a lo mío para recoger mis cosas e ir a la puerta de embarque.
Al haber facturado la maleta, voy mucho más ligera solo
con la mochila. Queda una hora y media antes de tener que
embarcar. Lo primero que hago es pensar en una manera para
matar el tiempo y no se me ocurre algo mejor que comer. No
sé qué dirían otras personas, pero yo creo que cualquier
momento es bueno para comer algo. Da igual si es dulce o
salado. Una sonrisa triunfal por haber dado con el plan ideal se
dibuja en mi rostro sin darme cuenta de ello hasta que un señor
me mira como si estuviera loca y cambio mi expresión facial
en cuestión de segundos.
Voy andando deprisa y concentrada. Voy deprisa porque
quiero sentarme a comer y concentrada porque debo aprender
el camino para después saber regresar. Esto último va a ser
más complicado porque hay muchos giros.
Entro en la primera cafetería que encuentro, aunque está
abarrotada. Según la fila avanza muy poquito a poco, leo las
grandes pantallas con los precios y la comida hasta que llega
mi turno. Pido un cappuccino y la camarera me da un ticket
con el número del pedido para que espere a que su compañero
me lo prepare. No esperaba que fuese a ser tan grande.
Además, casi se me cae un poco al cogerlo porque está lleno
hasta el borde del vaso.
Me siento en la primera mesa que veo libre. Doy un sorbo
y saco el móvil de la mochila para hacer que el tiempo pase
más rápido. Veo que tengo una notificación nueva. Es Sara, mi
mejor amiga desde que éramos pequeñas:
SARA: Buen viaje!!! ✈
Me hizo prometerle que todos los días le mandaría un
mensaje o la llamaría para no echarnos tanto de menos.
Poniéndome sentimental, va a ser una de las personas a las que
más extrañaré en estos meses. Hablamos hasta que debo
volver a la sala del aeropuerto porque queda poco para que
abran las puertas de embarque.
Como era de esperar, una pantalla se ilumina y llama mi
atención. En amarillo y sobre un fondo azul está escrito el
nombre de la ciudad en la que aterrizará mi avión. Camino
hacia la puerta de embarque mientras saco el billete del vuelo
y mi documento de identidad. Cuando vuelvo a levantar la
vista del bolsillo de mi mochila de donde he sacado eso, veo
que se ha formado una fila larguísima de personas. Un par de
azafatas con una sonrisa de oreja a oreja se colocan en el
mostrador y empiezan a comprobar nuestra documentación
para hacer el check in.
Al igual que se ha acumulado un gran número de personas
se comienza a escuchar revuelo hacia el final de la fila. La
gente señala y cuchichea, aunque no me entero sobre qué. El
revuelo va avanzando hacia el principio de la fila hasta que se
acerca hacia donde yo estoy. Me giro en su dirección y veo al
mismo grupo de personas vestidas de negro que he encontrado
al salir del baño. El chico de la colonia se salta la fila con una
azafata que lo acompaña. El resto de las personas vestidas de
negro se van en otra dirección. Debe de ser alguien conocido
si todo el mundo se ha comportado así.
Estoy esperando para subir al avión. Juego con el asa de la
mochila buscando estar entretenida pero no hay manera de que
los nervios me abandonen. La fila comienza a avanzar y piso
el primer escalón. Según voy subiendo escalón tras escalón
trato de calmar mi respiración, pero a esta le gusta llevarme la
contraria e ir descompasada.
Arriba, con las manos llenas de cosas, busco mi sitio sin
mucho éxito porque tengo que volver hacia atrás al darme
cuenta de que me he pasado el número de mi asiento.
Al fin, cuando todos estamos sentados, una azafata
empieza a hablar en varios idiomas: en inglés, en español y en
el idioma que me voy a cansar de escuchar este verano, el
italiano. Explica y nos enseña todo lo que debemos hacer en
caso de accidente o simplemente durante el vuelo.
En las dos horas que ha durado el viaje he estado
ensimismada viendo las nubes por la ventanilla. Desde arriba
eran igual que el vapor que sale de la ducha y esa imagen me
ha ayudado a relajarme. También he visto montañas con las
cimas nevadas. En resumen, mi galería se ha llenado de fotos
del cielo, las nubes y las montañas con la ventana del avión
como marco.
Estoy yendo de camino hacia fuera del aeropuerto para
coger un taxi. Va a ser la primera vez que practique un idioma
fuera del ambiente del instituto. Me da un poco de respeto,
pero creo que me puedo defender bien. Los idiomas siempre
me han gustado. Además de aprender inglés en el instituto, he
estado estudiando por mi cuenta italiano para poder
defenderme por aquí. También he estudiado latín y griego
clásico lo que me ha llevado a descubrir el origen de muchas
lenguas indoeuropeas y encontrar sus similitudes. De hecho,
en unos días sabré si me han admitido en la universidad de mi
ciudad para estudiar el Grado en Lenguas Modernas.
Camino por un pasillo estrecho que conduce hacia la
salida y en la esquina, cuando voy a girar hacia la derecha, me
choco con alguien que iba demasiado rápido y, por cosas de la
física —de las que ni me acuerdo ni es algo importante ahora
mismo—, como él es más alto que yo, soy la que pierde el
equilibrio y cae al suelo.
¿Por qué hoy todos los golpes me los llevo yo?
Por lo menos esta vez sí me da tiempo a ver con quién he
chocado. Juraría por su colonia que es el chico del grupo
misterioso, aunque se ha cambiado de ropa. Ahora no va
vestido de negro, lleva un chándal gris, una gorra con las
iniciales de Los Ángeles bordadas en rojo y unas gafas de sol
que prácticamente le ocultan la cara.
Me resulta algo familiar. Me quedo mirándolo fijamente
sin ningún disimulo durante unos segundos. Aun así, no
consigo saber de quién se trata.
2 – I don’t even know your name

Liam

Solo queda una canción. Una canción para despedir la gira


más larga que he hecho hasta ahora. No voy a decir que pisar
casi cien escenarios de estadios diferentes de todo el mundo ha
sido una mierda. Siento que cada vez que daba un concierto en
uno de ellos una parte de la magia de todo esto desaparecía.
Todo ha llegado a convertirse en una rutina y me doy cuenta
de que mi voz llega al micrófono de forma mecánica sin sentir
ni una de las palabras que no tendrían que haber salido de mi
boca sino de mi corazón. A todo esto, se suma que se ha
disipado la ilusión con la que empecé.
Ahora, todo el Allegiant Stadium de Las Vegas grita mi
nombre pidiendo una canción más y, como llevo haciendo
todos estos meses de gira, lo hago. Canto una más intentando
emocionar, procurando sentirla, cosa que la música ya no me
provoca.
Las primeras notas salen de mi guitarra y de manera
automática mi cuerpo empieza a moverse al son del compás.
Mientras canto pienso en si todas las personas que están ahí en
las gradas pueden notar o no que incluso ellas parecen
entender mejor la canción que yo mismo, que soy quien la ha
compuesto.
Toco los últimos acordes y me despido del escenario sin
saber si alguna vez más volveré a estar aquí. Siempre sabemos
cuándo va a ser nuestra primera vez haciendo algo, pero casi
nunca sabemos cuándo será la última.
—Sácame de aquí —ruego a William, o Will para los que
le conocemos, mi representante.
—¿Ni siquiera te vas a despedir de tus músicos? —solo él
es la persona que más puede regañarme y hacer que le quiera a
partes iguales.
—Ya les he dado las gracias por todo antes de salir al
escenario. No quiero seguir aquí. Este estadio será el puto
estadio de los más grandes en los que he cantado, pero me está
dando claustrofobia.
—Vale, no te pongas así.
—Lo siento, Will. Me fastidia mucho darme cuenta de que
todo lo que empezó siendo un sueño puede convertirse en una
pesadilla.
Y lo que acabo de decir me hace sentir peor aún si cabía la
posibilidad. El concierto de esta noche ha sido una auténtica
basura. No he podido disfrutarlo y eso, por muy profesional
que yo pueda ser, el público lo percibe. Es lo que pasa cuando
tienes una profesión en la que no se puede apreciar lo que esté
pasándote en tu vida personal. Todas esas personas han pagado
para verte dándolo todo y así hay que hacerlo, aunque ya no
sienta la misma euforia y adrenalina. En ningún momento he
podido olvidar que esto era una despedida. Aunque los fans no
lo saben todavía porque eso lo anunciaremos en las próximas
horas. De momento, voy a dejar la música y no tengo fecha de
regreso. Quiero desconectar, evadirme y poder crear algo
nuevo que vuelva a provocar en mí todas las emociones que
sentía antes.
Cuando le comuniqué a mi equipo esta decisión no hubo
ninguna persona que estuviera conforme. Me decían que debía
aprovechar el tirón y no me podía permitir hacer una pausa tan
larga. Sin embargo, es algo que necesito, ya no doy más de mí.
No les ha quedado otra opción que aceptar que iba a tomarme
un tiempo. La única condición que he aceptado ha sido que
cada dos o tres semanas se programe una reunión para tener un
seguimiento y no perder el rumbo de mi carrera.
Will se ha encargado de buscarme un sitio donde
quedarme para desaparecer durante un tiempo. Hacia allí es
donde voy ahora.
«Que sea un sitio normal, por favor. No quiero una suite,
ni tener empleados durante este tiempo» fueron las palabras
que le dije y, por lo visto, se las ha tomado a rajatabla. Voy de
camino a un pueblo costero con las fachadas de colores en
Europa del que nunca había escuchado hablar.
Después de haber hecho escala en Madrid, voy caminando
por el aeropuerto de mi destino final. Me resulta muy extraño
ir solo y sin nadie que me respalde o no tener a ningún
periodista que esté a punto de meterme el micrófono en la
boca por las ansias de sonsacar información.
Durante el vuelo he tenido que cambiarme de ropa y
ponerme mi gorra y gafas de sol para ir de incógnito porque en
la fila de embarque de Madrid la gente ha empezado a
señalarme y menudo escándalo se ha montado. Así, si me han
hecho fotos o me buscan al bajar del avión, tardarán más en
reconocerme y con suerte me dará tiempo a salir de aquí y que
no vean hacia dónde me dirijo.
Tiro de mi maleta sumergido en mis pensamientos hasta
que, al doblar la esquina, alguien aparece de repente chocando
conmigo. Es otra vez la misma chica con la que me he topado
al salir del baño. Allí seguía con mi equipo, pero ahora no.
Espero, por mi seguridad, que no me haya seguido hasta aquí.
No es la primera vez que alguien me acorrala por la calle y no
me extrañaría que pasara algo similar una vez más.
«Que no grite al verme, que no grite» suplico para mis
adentros. Saldría corriendo como he hecho antes en el baño,
pero la pobre se ha dado un buen golpe contra el suelo, sus
pertenencias han salido volando por los aires y no puedo hacer
como si nada.
—Lo siento, ¿estás bien? —me agacho para ayudarla a
recoger todo lo que se le ha caído.
—Sí, perdóname. No sé qué me pasa hoy, ya me he
chocado dos veces en lo que llevamos de día —me confiesa
con cierta timidez y no hace falta que me lo prometa.
Pienso en dos cosas: a) es muy despistada y, b) no tiene ni
idea de quién soy porque no me ha reconocido.
Sin saber el motivo, la segunda opción me gusta. Desde
que saqué mi último disco no puedo salir tranquilo a la calle.
Si no hay alguien que me reconozca es igual porque están los
paparazzi invadiendo mi privacidad. El último año ha sido
muy caótico con la gira, todas las entrevistas y las sesiones de
fotos, las grabaciones de videoclips o anuncios publicitarios y
viajando de un lado a otro sin parar. Ya no sé si alguien está
conmigo porque soy yo, el Liam de siempre, o porque soy
Liam Brown, el famoso cantante de pop. Que ella no haya
mencionado nada que tenga relación con eso último me
proporciona mucha tranquilidad y me permite sentirme un
chico del montón.
—Gracias por ayudarme, que vaya todo bien —su voz me
saca de mis pensamientos.
—Buenas noches —musito cuando ya ha avanzado y está
a unos pasos de mí.
Se gira para dedicarme una dulce sonrisa y me pilla
desprevenido.
Sigo mi camino con la mente en cualquier otro sitio menos
en el planeta Tierra.

Parpadeo lentamente. La luz ya entra por la ventana de lo


que es mi nuevo apartamento. Estiro el brazo hacia la mesita
de noche para coger el móvil. Son las siete y media de la
mañana. Entre el cambio de hora, todo lo que dormí en ambos
vuelos y que anoche me acosté nada más llegar ya no tengo
sueño.
Me pongo de pie, voy hacia una de las maletas que he
traído con toda la ropa que ha cabido dentro y saco un chándal.
He aprendido a ser discreto por supervivencia.
Como ayer llegué de noche a este pequeño pueblo no
tengo nada de comida y tengo que salir si quiero desayunar
algo. Busco en mi móvil una cafetería cercana y la primera
que aparece es Coffee & Music. Está en la esquina de la calle y
tiene buenas reseñas así que no tardo más en decidirme y bajo
allí.
Antes de entrar me pongo una gorra y unas gafas de sol
para que sea más difícil reconocerme. No son las mismas de
ayer. Voy combinándolas de manera aleatoria para complicarlo
todo más.
Cuando abro la puerta una canción a todo volumen me
sacude los tímpanos. Ahora entiendo el porqué del nombre de
este lugar. Debe de ser tan temprano que está casi vacía, solo
hay dos chicas sentadas en una mesa de la esquina. Yo elijo
sentarme en la otra punta. En mi camino hacia allí, escucho
unos vasos de cristal que chocan contra mí y después con el
suelo. Casi de inmediato, mi camiseta empapa su contenido
frío
—Madre mía —una voz femenina y dulce dice algo que
no entiendo.
Al levantar la vista hacia ella veo que se trata de la misma
pelirroja con la que choqué en el aeropuerto. Se queda en
silencio mirando mi camiseta blanca que se ha teñido de
marrón. Después, cuando levanta la mirada hacia mis ojos, su
cara se tiñe completamente de rojo al ver que soy yo otra vez.
—Lo siento mucho —comienza a hablar ahora en inglés
porque fue en el idioma que le hablé yo en el aeropuerto—, es
la primera vez que me dejan sola y ya la he liado. Voy a por
algo para secarte, perdón.
Habla y se va tan rápido que no me deja tiempo para decir
nada. Me agacho para recoger los vasos de café que han ido a
parar al suelo con esa sensación extraña que se me quedó
también ayer cuando la chica de la melena de fuego
desapareció delante de mí tal y como acaba de ocurrir.
Lo único que he logrado esta vez es leer su nombre en la
plaquita que lleva en la camiseta. Ya sé cómo se llama. La
chica pelirroja que se choca siempre y accidentalmente
conmigo es Olivia.
3 – Three empty words

Olivia

¿Se puede saber qué hace aquí esta persona? No me puedo


creer que tenga tan mala suerte.
«Lo siento mucho». Siempre esas tres palabras vacías. Así
es como empiezan todas nuestras conversaciones, si es que se
les puede llamar así.
Lo que más rabia me da de este chico es que su cara me
suena un montón, pero sigo sin saber de qué, a pesar de haber
estado dándole millones de vueltas a la cabeza. Tiene unos
ojos almendrados preciosos. Sus labios son finos y tiene una
sonrisa de anuncio con unos dientes resplandecientes y
perfectamente alineados. Me parece muy atractivo y eso que
no he tenido tiempo para contemplarlo tanto como me gustaría
básicamente porque me da vergüenza mirarlo a los ojos
después de haberme chocado con él y haberle tirado los cafés
por encima.
Para que no me echen del trabajo en mi primer día, voy a
por algo que pueda solucionar el desastre del que me declaro
la clara responsable.
Al regresar al sitio del fatídico accidente me doy cuenta
de que sigue allí. No se ha movido. Le entrego un trozo muy
largo de papel y vuelvo a pedir perdón por milésima vez.
—Por cierto, muchas gracias por no haberme chillado
como un energúmeno.
—No te preocupes, todos tenemos días torpes —trata de
tranquilizarme con su perfecta sonrisa que me contagia al
instante no sé si por lo que ha dicho o por otra cosa.
—Los dos sabemos que lo mío no es solo un día torpe —
rio y doy por seguro que también me sonrojo porque he
hablado más de la cuenta—. Tengo que volver a trabajar —
sentencio de inmediato antes de que le dé tiempo a decir algo
más y desaparezco de aquí.
Veo a Amber al otro lado de la barra preparando de nuevo
los dos cafés que he tirado antes. Ella es la encargada de esta
cafetería y en lo que llevamos de la mañana me ha parecido
muy simpática y agradable.
—Ya veo que has conseguido que el cliente no se vaya
enfadado, así me gusta —me guiña un ojo y sigue andando
con los nuevos cafés en su respectiva bandeja—. ¡Tómale
nota! No te quedes ahí parada —me dice elevando la voz
desde casi la otra punta de la cafetería y eso hace que me dé un
poco de vergüenza volver a acercarme a él.
—Hola, otra vez —comienzo con una sonrisa tímida—,
¿qué quieres tomar?
—¿Qué me recomiendas?
—Los croissants tienen muy buena pinta —afirmo casi sin
pensar y dejándome llevar por mi parte golosa porque es mi
primer día, en realidad no sé qué recomendarle.
—Vale, pues ponme dos y un café, por favor.
—Entendido, enseguida lo traigo.
Estoy preparando su pedido cuando Amber se pone a mi
lado mirando hacia él de forma disimulada. Intento seguir
concentrada en lo que estaba haciendo, pero así es un poco
difícil. Amber parece notarlo y comienza a hablar.
—¿Sabes quién es?
—¿Ese chico?
—Claro, Olivia.
—No sé, me suena su cara, pero será porque nos vimos en
el aeropuerto —me niego a decir que fue porque nos
chocamos y en una de ellas hasta me caí al suelo.
—¿Que os visteis en el aeropuerto? En fin, da igual.
Parece que Amber se da por vencida conmigo, no entiendo
muy bien el porqué. Sabe que soy nueva aquí, no debería
sorprenderle que no conozca a la gente del pueblo. Aunque es
cierto que aun así me deja con el runrún en la cabeza.
Salgo a dar una vuelta por la tarde tras haber descansado
un poco después de mi primer día de trabajo. Ha sido una
buena primera vez. A pesar de que he tenido que retener
mucha información en un espacio de tiempo limitado, creo que
me resultará fácil coger el ritmo de la cafetería en unos días.
Voy andando por las estrechas calles hasta que encuentro
un supermercado. Necesito comprarme algunas cosas básicas
que no me cabían en la maleta o que no podía llevar en el
avión. Doy varias vueltas por los pasillos porque como tienen
una distribución distinta a la que estoy acostumbrada y,
además, lo pone en italiano, me cuesta dar con todo lo que
quiero comprar.
También meto en el carrito algo de comida y alguna que
otra cosa de chocolate porque lo necesito para vivir.
—¡Cuidado! —escucho gritar a alguien y no puedo evitar
pegar un salto y que se me caiga al suelo lo que tenía en la
mano.
Me giro y veo de quien se trata. Es el mismo de siempre:
el chico misterioso que se echa medio bote de colonia y va con
un grupo de personas vestidas de negro de arriba a abajo con
el que me he chocado ya tres veces.
—¿Te parece gracioso? ¡Mira qué susto me has dado! —
digo señalando el paquete de spaghetti que ahora van a ser
fideos para la sopa.
Se ríe descontroladamente y me cuesta mantener mi seria
expresión.
—Tenía miedo de que te chocaras conmigo otra vez.
Sin saber si debería reírme o no por su ingenioso chiste,
sigo andando y le doy con mi hombro en su brazo para darle
un pequeño empujón. Se nota la diferencia de altura.
—Ups, perdona —pido disculpas entre risas.
Es grave, teniendo en cuenta que tendría que conocerlo,
según Amber, ni siquiera sé cuál es su nombre. Antes de ir a la
caja a pagar las cosas y regresar a casa vuelvo a dar unas
vueltas más en busca del chico desconocidamente conocido
hasta que doy con él.
—Un momento, no me has dicho cómo te llamas.
Parece pensarse la respuesta. Es tan reservado y
misterioso que parece que quiera ocultar algo tan sencillo
como decir su nombre.
—Liam —declara después de unos segundos que me han
resultado un tanto largos.
—Espero que termines genial el día, Liam —me despido
porque parece que le incomoda que le pueda hacer más
preguntas.
—Gracias e igualmente.
Y con nuestras típicas y breves conversaciones en las que
no saco ninguna información clara sobre él, cada uno vuelve a
ir por su camino.
Al llegar al apartamento llamo a Sara tal y como
acordamos para contarle cómo ha ido mi primer día por aquí.
Primero le hago un tour enseñándole cada rincón donde voy a
vivir este verano. Es un apartamento pequeño, aunque para mí
sola es perfecto. Cuenta con dos habitaciones, una sala de
estar, una cocina y un baño. Después de hacerle un recorrido
con la cámara por todos los espacios me siento en el sofá para
poder hablar tranquilamente y porque ya no aguanto más de
pie.
—Lo primero de todo —comienza Sara—, ¿estás bien?
Me refiero, no hace ni tres días que lo dejaste con Hugo.
—Sí, de verdad. Ya sabes que no nos quedaba mucho más.
—Vale, pues ya no vuelvo a ser yo la que saque el tema.
Si en algún momento necesitas hablar, me dices.
—Claro, no te preocupes. ¿Tú qué tal? ¿Qué has hecho
hoy?
—No mucho, he estado recuperando el sueño perdido por
los exámenes finales.
Yo en ese aspecto no puedo decir lo mismo porque tuve
ansias por venir nada más acabar la evaluación y aún no he
descansado demasiado. A la vista está que llegué ayer y hoy
ya he empezado a trabajar en la cafetería.
—He estado viendo una peli a la hora de comer. Te la paso
porque te va a encantar —le recomiendo.
—Vale. Ahora tengo que irme a hacer unos recados que
me ha mandado mi madre. Esta noche después de cenar la veo
y comentamos.
—Genial, ¡hasta mañana!
Nos despedimos y aprovecho para empezar a deshacer las
maletas y ordenar todo esto a mi gusto.
4 – Understand

Liam

Solo llevo aquí dos días y ya me siento diferente.


Agradezco no tener ninguna presión ni obligaciones. Espero
que esto me ayude a encontrar de nuevo lo que me gusta
hacer.
Me como una manzana y salgo del apartamento para ir a
dar un paseo por la playa.
De camino, saco el móvil del bolsillo y hago una
videollamada con Arya y James. Ellos son mis dos mejores
amigos de toda la vida. Nos conocemos desde que éramos
pequeños. Ellos, junto a mi familia, son esas personas que me
ayudan a tener los pies en la tierra y traerme de vuelta al
mundo real todas las veces que sean necesarias.
—¡Hola, tío! ¿Qué tal por tu paradero desconocido? —
saluda James a su manera.
—Eso, eso, que nos tienes desinformados —le sigue Arya.
Me gusta que con ellos no tenga que ocultar nada. Puedo
hablar sin pensar en que mis palabras pueden malinterpretarse
o cualquier cosa típica de las entrevistas.
—¿Os acordáis de lo que os conté de la chica con la que
choqué en los dos aeropuertos? —veo que asienten y lo tomo
como una señal para continuar con mi historia—. Está aquí. El
primer día me dio por ir a una cafetería a desayunar porque no
tenía nada de comida en el apartamento y me moría de
hambre. Y, bueno, trabaja allí y me tiró dos cafés encima.
—¿Qué dices? —Arya está demasiado sorprendida
como para decir cualquier otra cosa.
—Seguro que es una hater —añade James con tono
jocoso.
—Esperad, eso no es lo importante. Lo que de verdad
tenéis que saber es que hablamos un poco. En realidad, no fue
nada del otro mundo sino lo típico que se le dice a alguien a
quien acabas de empapar de un líquido con cafeína. Y —sigo
relatando mientras recuerdo cómo me he sentido todas las
veces que he tenido la oportunidad de intercambiar alguna
palabra con ella—, lo mejor de todo es que fui el chico más
normal del mundo. No tiene ni idea de quién soy. ¡Hasta me
preguntó mi nombre!
—No me lo puedo creer, Liam. No puede estar tan
desubicada. ¿No notaste que hiciera nada raro? —James es al
que menos le ha sorprendido la novedad, sé que dice esto para
protegerme y hacerme ver todo desde el lado más objetivo
posible.
—De verdad que no. Se comporta tal cual ella parece ser.
Incluso pasa de mí.
—¿Perdona? —interrumpe Arya— ¿Cómo que pasa de ti?
Y, aún más importante, ¿por qué ha sonado a que eso te ha
dolido?
—No vayas por ahí.
—A mí también me ha dado la impresión de que no
quieres que pase de ti —inquiere James con una sonrisa
maliciosa.
No añado nada más sobre el tema. Espero a que empiecen
a hablar de otra cosa y, mientras tanto, piso por primera vez
desde que estoy aquí la arena húmeda y fría de la playa.
—¿Os podéis creer que el otro día en el gimnasio perdí las
llaves de la taquilla y el chico que había en la recepción no me
la quería abrir? Decía que nunca me había visto por allí y que
no se fiaba. A ver, vale que no voy mucho pero no soy
invisible. En fin, tuve que hacerle una lista de lo que había
dentro de mi taquilla antes de que la abriese para comprobar
que era mía.
—Lo que no te pase a ti no le pasa a nadie —añade Arya a
la historia de James y me sacan una sonrisa.
—Ahora te toca a ti contarnos algo, Arya —le pide James.
—¿Qué queréis que os cuente?
—Sabes de sobra lo que le tienes que contar a Liam.
—¿Cómo? —irrumpo después de haber permanecido en
silencio durante un rato— ¿Ya lo sabes, James?
—No, no —se hace el tonto como si no lo conociese lo
suficiente.
Esperamos a que Arya hable, aunque al principio no
parece que vaya a hacerlo porque tarda en comenzar.
—Mi novia me ha propuesto tener una relación abierta.
Los dos se quedan callados y miran fijamente a la
pantalla. Supongo que están esperando a que sea yo el que
diga algo porque ellos ya lo habrán hablado si James ha dicho
que Arya tenía que contarme algo.
—No me lo esperaba. No sé qué decirte. ¿Qué quieres
hacer?
—Es que estoy un poco dividida. Por un lado, pienso en si
yo tendré algo que ver para que ella quiera hacer eso. A lo
mejor no soy suficiente.
—Eso nunca lo pienses —interviene James.
—Lo mismo te digo y, ¿por otro lado? —inquiero para
animarla seguir expresando lo que siente.
—No sé cómo lo haría. No tengo ni idea de cómo me
sentiría en el caso de tener una relación así. Yo estoy genial
con la relación que ya tenemos.
—¿Has hablado con ella?
—¿De qué? —responde Arya y se puede percibir un poco
de desilusión en su voz.
—De cómo te sientes y las dudas que tienes. Seguro que
puede entenderlo o darte su opinión de por qué quiere hacerlo.
Cuantas menos dudas queden en el aire, mejor podréis
sobrellevarlo las dos y después tomar la decisión.
—Pienso igual que Liam —interviene James tras un
tiempo.
—Vale, chicos, os haré caso. Hablaré mañana con ella.
—Espero que todo continúe igual de bien que antes.
Cualquier cosa nos llamas. Os tengo que dejar que se me va a
hacer tarde para ir a la cafetería a desayunar.
—¿Solo a desayunar o vas a ver si puedes hablar con
alguien?
—A desayunar, Arya —dejo claro sabiendo lo que está
insinuando.
De fondo, se escucha como James se está partiendo de
risa. Nos despedimos antes de terminar la videollamada y yo
hago lo que me toca: desayunar.
Entrando a la cafetería me doy cuenta de que se me ha
olvidado la gorra. Parece una tontería, pero ya he podido
comprobar que si no la llevo las demás personas me pueden
ver y reconocer con mayor facilidad. Me da pánico que esto se
llene de fans porque no tendríamos la seguridad suficiente para
poder tener la situación bajo control.
Esperando que no pase eso, me siento en la misma mesa
del otro día, en la esquina. Olivia no tarda en venir hacia aquí.
Observo su larga coleta pelirroja meciéndose de un lado al otro
con cada paso que da.
—Buenos días, ¿qué quieres tomar? —pregunta con una
sonrisa.
—Hola, ¿no me preguntas qué tal ni nada?
—Liam, estoy trabajando —me recuerda señalando el
lugar.
—Pero nadie se entera si hablamos de algo.
—¿No te parece suficiente que ayer te tirara dos cafés
encima?
—Me temo que sí.
—Entonces déjame seguir trabajando.
—Vale, ponme un café y un muffin de chocolate, por
favor.
—De acuerdo.
Me ha extrañado mucho que Olivia no quisiera hablar de
nada hoy. Ayer fue muy agradable conmigo y de repente su
actitud ha cambiado totalmente. Espero que no le hayan
echado la bronca por mi culpa.
Mi primer impulso cuando enciendo el móvil es abrir la
aplicación de Instagram. Le doy a la sección del corazón para
ver las miles de notificaciones que tengo en mi última
publicación. Se trata del comunicado oficial explicando que
voy a tomarme un descanso. Empiezo a leer los comentarios y
me reconforta que la mayoría de las personas, incluyendo
compañeros y compañeras de la industria musical, me apoyan
y llenan los comentarios de corazones. Sin embargo, hay veces
que es inevitable dejar que lo negativo te influya y todo se tiña
de color negro. Algunos de esos comentarios son: «con la gira
ya les ha chupado a sus fans todo el dinero que necesitaba»,
«se cansa y luego dirá que ama la música» o «tómate un
descanso infinito que no queremos que nos vuelvan a sangrar
los oídos».
Estoy a punto de desinstalar la aplicación para que sea un
descanso de verdad y no tener ningún contacto con
comentarios que me puedan herir cuando Olivia llega y eso se
queda a medio hacer porque cierro la aplicación a toda prisa
para que no pueda ver nada.
—Perdona si antes he sido muy borde. Me he dado cuenta
después. No era mi intención.
—No te preocupes. Tienes razón, estás trabajando. ¿Te
han dicho algo sobre lo de ayer? Si necesitas que diga que fue
mi culpa lo hago.
—No, no ha sido eso. Mi encargada me dijo que lo había
solucionado bien logrando que no te fueras de aquí enfadado.
—Menos mal. ¿Habías ido a Madrid de vacaciones? —
trato de sacar tema de conversación, aunque sé que tiene que
ser breve. Me mira con una cara extraña así que tengo que
especificar más—. Lo digo porque estabas en ese aeropuerto.
—Ah, no. Soy de allí. ¿Tú eres de aquí?
—He venido a pasar el verano —espero haber esquivado
la pregunta sin necesitar decir «sí» o «no».
—Genial, con razón hay personas que te conocen si
veraneas por aquí.
¿Qué? No ha podido decir eso. «Respira hondo, Liam» me
digo a mí mismo tratando de calmarme antes de entrar en
pánico. Vale, ha dicho que hay gente que me conoce, pero no
ha dicho nada más y esas personas tampoco han dicho nada.
Tengo que llamar a Will lo antes posible para solucionar esto e
irme de aquí si es necesario.
—¿Liam? —se preocupa Olivia que lleva un rato
mirándome y no me había dado cuenta de que seguía ahí—
¿Estás bien?
—Sí, sí, gracias.
—Em, vale, pues voy a seguir trabajando, luego nos
vemos.
Por su manera de decir eso último, soy consciente de que
sabe que no estoy bien, aunque le haya dicho lo contrario.
Le doy el primer sorbo a mi bebida y de inmediato
empieza a sonar una de mis canciones por todos los rincones
de esta cafetería. Perfecto, es lo que me faltaba para que la
mañana siga mejorando. La canción es Understand. La
compuse en un momento en el que fui consciente de lo
importante que es tener los pies en la tierra y de que estaba
cumpliendo un sueño. No se me debe olvidar el camino que
siempre he querido recorrer.
Estoy tarareando la melodía de la canción
inconscientemente hasta que me doy cuenta y freno en seco
cruzando los dedos y esperando que nadie se haya dado
cuenta.
Al acabar de desayunar salgo de la cafetería. Busco con la
mirada a Olivia, pero no la encuentro. Por desgracia, supongo
que tendré que esperar a verla en otro momento. Cuando abro
la puerta de la cafetería me topo con Will que está ahí enfrente
sentado.
—Te estaba esperando —afirma lo obvio mientras viene
caminando hacía mí.
—¿Qué haces aquí?
Antes de que responda me espero lo peor. Se supone que
no tendría que haber venido y que solo nos veríamos en las
reuniones. Si está aquí es porque ha pasado algo y podría ser
relacionado con lo que me ha dicho Olivia. Ella cree que la
gente del pueblo me conoce porque vengo todos los veranos.
La realidad es que ni siquiera había escuchado el nombre de
este sitio alguna otra vez.
—Tengo que proponerte algo.
—Te escucho —estoy impaciente.
—Ayer nos reunimos todo el equipo de la discográfica y
hemos ideado una estrategia para que sigas siendo el número
uno sin sacar música —no me gusta la forma que está tomando
esto, pero le dejo continuar sin interrumpir porque confío en él
—. Hemos hecho un casting y tenemos contratada a una chica
para que tengáis una relación falsa. Así saldrás en todas las
portadas de las revistas e incluso puede servirnos como excusa
de que también te estás tomando un tiempo para dedicárselo a
tu relación.
—No sé qué cojones se os pasa por la cabeza.
—Liam Brown —dice con tono autoritario—, piensa muy
bien lo que dices y lo que haces si quieres que tu carrera en la
música siga teniendo éxito. Te recuerdo que después del parón
sacaremos un single y si entonces no mantienes las mismas
cifras significará que la gente se ha olvidado de ti. Y si esa
gente, que es la que hace que seas quién eres, se olvida de ti, la
discográfica también lo hará.
—¿Cómo eres capaz de decirlo sin que te importe?
—Es lo que hay, mañana quiero tu respuesta.
Se vuelve a poner las gafas de sol y se va de camino a su
coche. No entiendo el giro inesperado que esto acaba de dar.
En teoría, yo me ausentaba con una única condición: agendar
reuniones con el equipo periódicamente.
Sin saber lo que está pasando por mi cabeza me siento en
un banco cercano para intentar aclarar todas esas ideas.
Reflexiono acerca de lo que me acaba de decir Will, aunque
tampoco necesito darle muchas vueltas. Tengo demasiado
claro que no quiero aceptar esa propuesta. Durante estos dos
años me han ayudado a no tener que mostrar nada de mi vida
personal para protegerla, ¿por qué ahora quieren deshacer todo
eso?
5 – Nervous

Olivia

—Sigo sin creerme que no sepas quién es Liam —se


muestra incrédula Amber—. ¿Tampoco sabes quién es el
hombre que ha venido a hablar contigo?
—De verdad que no. Me ha dicho cosas muy raras.
¿Cómo me van a pagar por hacerme fotos por la calle? Debe
de ser una estafa.
Amber suspira y decide cambiar de tema dándose por
vencida con esto de Liam.
—Quería decirte que esta noche voy a salir de fiesta con
mis amigas. Vente si quieres y te las presento. Necesitas
conocer a más gente para estar aquí o te aburrirás como una
ostra.
—Tienes razón, no me vendría nada mal. Me lo pienso y
te mando un mensaje a mediodía.
—Vale, genial.
Cerramos la cafetería después de una tranquila mañana en
la que no ha venido mucha gente. El siguiente turno ya es para
la tarde. Cuando salimos veo a Liam sentado allí enfrente. No
entiendo por qué sigue aquí si supuestamente se había ido hace
unas horas. Nuestras miradas se cruzan y entre que Amber nos
mira a uno y a otro de una manera extraña y Liam ya está raro
de por sí, me siento incómoda.
—Te dejo con él —me dice Amber con un tono bajito y se
va dedicándome una sonrisa.
—¿Pasa algo? —inquiero cuando Amber ya está lo
suficientemente lejos para no poder escuchar lo que decimos.
—Prefiero no hablar de ello.
Sigue con la mirada fijada en el suelo. Me siento a su lado
mirando hacia el mismo punto.
—¿Por qué dices que la gente me conoce?
—Amber, la chica con la que he salido y la encargada,
dice que no entiende cómo puede ser que no sepa quién eres.
Ya le he dicho que es la primera vez que vengo aquí y que no
te había visto antes. Bueno, antes sí, en el aeropuerto, pero eso
ya lo sabemos. Se me escapa una risa nerviosa con eso último
y él también sonríe un poco y niega con la cabeza en signo de
que no puede ser que esa forma de habernos conocido sea
verdad.
—¿Solo eso?
—Sí, no hemos hablado nada más de ti.
Asiente mirando al mismo punto de antes y ya que hoy me
estoy atreviendo a todo le pido su Instagram para poder seguir
hablando en otro momento ya que ahora me tengo que ir para
hacer algunos recados y que me dé tiempo de ir después a la
fiesta con Amber y sus amigas.
Se remueve incómodo buscando las palabras exactas que
decir, pero sigo hablando antes de que la situación se vuelva
más embarazosa de lo que ya es.
—O el número. O el correo, si quieres que todo sea súper
formal —voy añadiendo las distintas maneras que se me
ocurren para poder comunicarnos.
—¿Podemos quedar directamente?
—Vale, sí, como en los viejos tiempos —trato de quitar
hierro al asunto, pero a él no le hace gracia.
Nos despedimos y pienso que le tengo que contar esto a
Sara de inmediato. Nada más llegar a casa y poner el móvil a
cargar hago una videollamada con ella.
—Tía, por todo lo que me has contado, ese chico no sabe
cómo acercarse a ti. Además, ¿no dices que es guapísimo?
¡Aprovecha y vive un amor de verano!
Me quedo a cuadros con la charlita que me acaba de dar
—¿En serio crees que está intentando ligar?
Ella siempre lo ve todo de una manera muy positiva.
Aunque no estoy segura de si esto ahora mismo es positivo o
negativo.
—Olivia, no sé cuándo te darás cuenta de estas cosas.
¡Está súper claro!
—No sé, Sara. Todo es muy raro y encima tengo que
hablar en otro idioma si quiero comunicarme con él.
—Así practicas, no pongas excusas.
—Pero si de verdad estuviera interesado hubiera sido él el
que me hubiera pedido mi número o algo para poder seguir
hablando. Aun así, parecía que no me lo quería dar cuando lo
he hecho yo. En fin. ¿Tú tienes alguna novedad que contarme?
—Te voy a dejar que cambiemos de tema, pero solo
porque te va a parecer muy fuerte lo que me está pasando.
—¿Y por qué tardabas tanto en contármelo?
—Ya verás, te vas a quedar con la boca abierta —Sara me
tiene acostumbrada a ese nivel de hype así que espero con
paciencia a que llegue al quid de la cuestión—. Un día me
llegó un mensaje en mi cuenta pública de Instagram
respondiendo a una historia que había subido. Decía: «qué
buena pinta tiene esa pizza, ¿la has hecho tú?», pero en inglés.
A lo que yo respondí: «sí, jajaja». Pues te vas a reír, a lo tonto
empezamos a hablar y no fue hasta las tres de la mañana que le
dije que me iba a dormir. Cuando me desperté por la mañana
leí otro mensaje que decía: «Oye, solo quería agradecerte
haber aparecido en mi vida. Siento una conexión bastante
fuerte contigo (aunque sea pronto) y me has parecido alguien
súper interesante y dulce».
—¿Perdona? Ese chico va a la velocidad de la luz. ¿En su
perfil no hay nada que te parezca extraño?
—No. Es que yo también me sentía así. Y eso fue hace
tres semanas y aún seguimos hablando. Todas las noches
hablamos.
—¿De dónde es para que tengáis que hablar en inglés?
—De Estados Unidos.
—Madre mía…
—Ya, eso pensé yo, pero siento que es especial. Los temas
de conversación salen solos.
—No pierdes nada por hablar con él, pero piensa que no lo
conoces realmente. No sabes cómo es su sonrisa, sus gestos, ni
siquiera sabes cómo de alto es. Y, otra cosa, ¿cómo encontró tu
perfil? Es todo bastante raro y que te diga que siente una
conexión por haber intercambiado unos cuantos mensajes…
—Gracias por ese golpe de realidad. Tienes razón, pero
ahora mismo es como si todo lo físico no importara y solo
quisiera saber más y más de él. No sé cómo me encontró, le
preguntaré.
—Ten cuidado.
—Iré poco a poco, no te preocupes.
—Vale, tengo que dejarte, voy a salir de fiesta con una
compañera de la cafetería y sus amigas. Necesito seguir
ordenando este sitio y hacer la comida.
—¡Pásatelo genial!
—Gracias.
—Te quiero.
—Y yo

Pongo algo de blush y highlighter en mis pómulos y ya


estoy lista para salir.
Enfundada en mi vestido negro ajustado y con una
apertura que permite ver mi pierna izquierda cuando esta se
adelanta al caminar, salgo de mi apartamento y sigo las
indicaciones que me ha proporcionado Amber para llegar a su
casa. Vive muy cerca de la cafetería. Tan solo tengo que cruzar
la calle y girar la esquina. Llamo al timbre y me abre con el
cepillo de la máscara de pestañas en la mano.
—¡Hola! —me saluda también con un abrazo—. No te
esperaba tan puntual. Estaba preparándome con mucha calma.
—Tranquila, te espero lo que haga falta.
—Ahí está la cocina —me indica señalando una de las
habitaciones—, cógete lo que quieras de la nevera.
Acepto la invitación y hago lo que me ha dicho. Me
sorprende que tenga las cosas perfectamente organizadas. Hay
un recipiente de cristal para cada cosa: la fruta y verdura, los
lácteos, la carne, el pescado y muchas otras cosas. Del
recipiente de cristal con las bebidas, me cojo un batido de
chocolate.
Me siento aquí en la cocina para esperarla porque tampoco
sabría a qué otra parte puedo ir. No tarda demasiado en bajar.
De hecho, no me ha dado tiempo a terminar de beber el batido.
—¿Te gusta? —pregunta sobre su vestido con cierta duda
dando una vuelta sobre sí misma un poco cortada.
—Estás guapísima, Amber.
Me sonríe de vuelta y salimos hacia la discoteca del
pueblo donde Chloe y Kate, sus amigas, ya nos están
esperando.
Por el camino, Amber me cuenta varias cosas sobre ellas
para que las vaya conociendo. Me cuenta hasta un drama que
tuvieron. Hace cinco meses más o menos, Chloe y Kate
tuvieron un lío y Amber se quedó en medio de las dos. Parecía
que el grupo de tres amigas se iba a disolver, pero, al final,
después de muchas peleas y discusiones, la amistad ha sido
más importante para ellas y el resto lo han dejado en el pasado.
Escucho todas las historias que me cuenta con mucho
interés por todo el cotilleo que hay en ellas hasta que llegamos
a la discoteca y, como ya sabíamos, allí están las protagonistas
de todas las historias que me ha narrado.
—¡Hola, Olivia! —me saluda Chloe con un abrazo.
—Encantada —se acerca también Kate para saludarme.
Con las presentaciones oficiales hechas por Amber,
entramos.
Mis oídos tardan en acostumbrarse al estridente sonido de
los altavoces. El estilo de música es diferente al que estoy
acostumbrada a escuchar en este ambiente. No reconozco
ninguna canción de las que suenan, pero eso pasa a un
segundo plano cuando Amber se encuentra con su exnovio. Lo
sé porque Kate me lo cuenta. Ellos hablan de algo que no llego
a escuchar, aunque por la expresión corporal de Amber, no
parece estar cómoda con esta situación.
Cuando se separan, Amber vuelve con nosotras como si
nada hubiera pasado. Chloe y Kate, que son las que mejor la
conocen, no preguntan nada, así que opto por no hacerlo
tampoco. Vamos a pedir algo para beber. Nos lo estamos
pasando bien, pero con mi nueva rutina y todos los cambios
repentinos que esta ha traído consigo estoy bastante cansada y
no aguanto demasiado tiempo. Ellas intentan convencerme
para que me quede un rato más, pero les digo que otro día más
y mejor. Antes de irme, Chloe y Kate me dan sus números y
hacemos un grupo de WhatsApp las cuatro para quedar otra
vez.
Lo primero que hago nada más salir es sentarme en un
banco. Así como lo digo. Llevo unos tacones nuevos y creo
que me están haciendo rozaduras porque me duelen los pies
más de lo normal. Clavo la mirada en el horizonte y se pueden
distinguir las olas del mar chocando con la orilla gracias a la
tenue luz de las farolas. Me gusta este pueblo porque si hay
silencio siempre se escucha el oleaje. Por las mañanas cuando
voy temprano a la cafetería y no hay demasiado barullo
también disfruto de ese sonido.
—¿Qué haces aquí sola? ¿Estás bien?
Su voz me saca de mis pensamientos y me da un susto
porque estaba demasiado concentrada con todo lo relativo a la
playa.
—Perdón, no pretendía asustarte.
—Tranquilo, es solo que acabo de salir de aquí —señalo
con la cabeza hacia atrás mostrando la discoteca a nuestras
espaldas— y estaba disfrutando del silencio tan tranquila que
tu voz ha sonado muy alta.
6 – Mercy

Liam

—¿Me haces un hueco? —pregunto con cierta inseguridad


que no estoy acostumbrado a mostrar.
—Sí, claro —se mueve hacia un lado del banco y continúa
hablando después de estar un rato en silencio, ambos con la
mirada perdida en el horizonte—. Me gusta este pueblo. Todos
parecen ir a lo suyo.
—A mí también. ¿Por qué has salido de la discoteca?
—Estaba cansada, me duelen los pies y ha habido
demasiada socialización hoy.
Mira hacia abajo con preocupación y entonces vuelve a
mirarme y, fijándome bien, distingo el brillo de sus ojos a
pesar de la oscuridad.
—Te los cambiaría por mis deportivas, pero creo que
tengo el pie más grande y te rompería los tacones.
Eso le hace reír.
—Creo que no es la mejor idea que he escuchado —
añade.
—¿Dónde vives?
—A unos diez minutos de aquí —responde con cautela.
—¿Vives cerca de la playa? Porque tengo una idea.
—Sí, no en primera línea, pero bastante cerca.
—Podríamos ir nadando, aunque a lo mejor tampoco es la
mejor idea que te han dado.
—No, no lo es —ríe—. Mejor descansamos un poco y
luego ya podré andar.
Ambos nos reímos y entonces acepto su plan.
Caminamos recto hacia la orilla para sentarnos allí. Justo
antes de pisar la arena se quita los tacones y yo hago lo mismo
con mis zapatillas. La arena está húmeda y fría lo que provoca
que un escalofrío me recorra de arriba a abajo. Ahora nuestra
diferencia de altura se nota muchísimo más porque ha pasado
de llevar sandalias con algo de plataforma o los mismos
tacones a estar completamente descalza.
—¿Qué hacías por la calle tan tarde? —me pregunta y esta
vez sí que tengo una respuesta sincera.
—Quería dar un paseo ahora que no está el sol y no hace
tanto calor.
Parece que Olivia aprovecha la soledad y la tranquilidad
que nos brinda la playa para hacerme una pregunta detrás de
otra.
—Si solo pudieras viajar a un sitio el resto de tu vida,
¿qué lugar elegirías?
Esa pregunta me hace pensar. Siempre estoy viajando,
aunque no me apetezca o no me produzca ningún interés el
sitio al que vaya. Puede ser que viajar también se haya
convertido en todas esas cosas que hago de manera automática
y que ya no disfruto igual que antes.
—A mi casa. Allí es donde están las personas que me
importan —me decido a contestar.
—Qué bonito. Yo iba a decir una ciudad y me iba a quedar
tan ancha. Mejor no digo nada.
—Sí, sí, tú también tienes que contestar, sino no es justo.
—Venga, vale. Teniendo en cuenta que parto de mi casa y
siempre volvería allí —parece que lo intenta arreglar—, iría
mil veces a Berlín.
—Me gusta esa ciudad —añado pensando en todas las
veces que he estado, pero que en realidad no he disfrutado
como si hubiera ido de viaje por ocio como sé que es a lo que
ella se está refiriendo.
—Esta es muy típica, pero, si solo pudieras llevar tres
cosas a una isla desierta, ¿cuáles serían?
—Sí, es demasiado recurrente —afirmo recordando todas
las veces que ya me la habían preguntado en alguna entrevista
—. Creo que me llevaría mi guitarra, porque me gusta la
música —me atrevo a decir—, una navaja, muy útil para
cualquier cosa, y una canoa para dar algún que otro paseo por
la orilla.
—Muy bien pensado. Nunca se me había ocurrido lo de la
canoa. De hecho, así también puedes regresar de la isla.
—Es que ponte en la situación de que de verdad ocurriera,
hay que tenerlo todo muy bien pensado y planificado.
—Ya veo —asiente—. Mi siguiente pregunta es si
prefieres los juegos individuales o en equipo.
—Te toca contestar primero —la reto.
—¡Oye! —se queja—, he sido yo quien ha hecho la
pregunta.
—El orden de los factores no altera el producto.
—Contesto, pero que sea la primera y última vez —me
mira desafiante y levanto mis manos como signo de que eso ya
lo veremos—. Yo prefiero los que son individuales. Estoy más
acostumbrada a ello y prefiero competir antes que tener que
cooperar.
—Vaya, vaya… Ya jugaremos a algo a ver si eso de
competir se te da bien.
—Que no se te ocurra intentar ganarme porque no lo vas a
conseguir. Advertido quedas.
—Repito, ya lo comprobaremos. Yo prefiero los juegos en
equipo. Hice rugby en el instituto y compartir esos momentos
con todos los que formábamos el equipo era lo mejor.
—¡Qué guay!
Entre pregunta y pregunta conseguimos conocernos algo
más. La intimidad de la noche hace que responda lo que de
verdad pienso y siento sin tener que ocultar ciertas cosas por el
qué dirán.
—¿Me guardarás el secreto? —necesito saber, antes de
responder a su última pregunta.
7 – Aftertaste

Olivia

—Te guardaré el secreto —prometo a Liam.


—Mi helado favorito es el de fresa. No te rías por favor,
sé que suena muy infantil.
Pero, como no podía ser de otra manera, cuando me pide
que no me ría ya lo estoy haciendo.
—Oye, he dicho que no te rías.
—Lo has dicho muy tarde —sigo partiéndome de risa.
—¿Y el tuyo, Olivia?
—El de turrón —contesto convencida.
—Puaj, ¿y te ríes de mí? ¿Qué helado es ese?
—No menosprecies el helado de turrón porque es el mejor
y punto.
—Tendré que probarlo.
—Sí, ¿sabes si lo venden aquí?
—Ni idea.
—Pues si no lo sabes tú que eres el que conoce este
sitio…
Su cara es un tanto extraña durante unos segundos. Digo
que dura tan poco tiempo porque parece ser experto en
disimular lo que está pensando. Me podría dar algunos trucos
para aprender a hacer lo mismo.
—Olivia, me ha encantado pasar este rato contigo, pero
debería ir volviendo. Se me ha hecho muy tarde —dice para
dar por concluido este momento en el que de verdad
estábamos conociéndonos.
—Vale, yo también me vuelvo ya —añado.
Andamos juntos en silencio durante un rato hasta que
nuestros caminos se dividen. Nos despedimos y me quedo con
las ganas y esperando que se repita pronto otra situación como
esta.
Al llegar a mi apartamento mando un mensaje de audio a
Sara con las últimas novedades. Sé que estará durmiendo y
que probablemente lo escuche mañana así que no espero su
respuesta y me voy yo también a dormir porque mañana tengo
que ir a la cafetería.

Madrugo una vez más para ir a trabajar. Me estoy


acostumbrando a esto de levantarme tan pronto antes de lo que
imaginaba y ya no me disgusta tanto.
Llego a la puerta de la cafetería, pero la persiana aún
está bajada. Amber, que tendría que haber llegado antes que yo
para abrir, no está aquí. Me siento en uno de los bancos que
hay al lado a esperar. Aprovecho para responder algunos de los
mensajes que tengo de esta mañana. El que más me sorprende
es una captura de pantalla de los mensajes que se han enviado
Sara y el chico desconocido que vive en la otra punta del
mundo. En esos mensajes, se puede leer cómo él le dice que va
a ir a pasar unos días a Madrid. Así que Sara le dice que
podrán verse porque ella también estará allí. Me alegro mucho.
Al menos podrán verse y conocerse de verdad.
También responde a mi audio contándole todo lo que pasó
ayer en nuestro paseo nocturno por la. Nos hicimos, o le hice,
muchas preguntas. Algunas eran estúpidas, pero había otras
mucho más profundas y que espero no arrepentirme de haberle
contado porque no me suelo abrir tanto de primeras con una
persona.
No sé cuál es la razón, pero él me ha transmitido algo que
me hace tener más facilidad para hablar de muchas cosas.
Sin embargo, no creo que eso sea algo que también le
ocurra a él porque, aunque en ocasiones se mostraba cómodo,
había otras veces que notaba que no quería responder.
Cuando al fin llega Amber, abrimos la cafetería y el día
comienza como cualquier otro. Lo que me gusta de tener una
rutina es que todo queda organizado. Ahora sé lo que va a
pasar en las próximas horas y eso logra calmarme y tener todo
bajo control.
Lo demás son todo sorpresas. A veces buenas. Otras veces
no tanto. Hoy una de ellas llega en forma de carta y otra
cuando menos me lo esperaba.
8 – Stiches

Liam

Han venido a recogerme en coche para llevarme a la


oficina en la que nos reuniremos en menos de una hora. Tengo
que confesar que estoy muy nervioso. No solo por lo que me
puedan decir sino también por estar con el equipo al completo.
Entiendo que ellos trabajan para mí y que si yo no hago nada
se quedan sin trabajo, pero tampoco es fácil para mí. En todo
el tiempo que llevo de desconexión solo he sido capaz de
escribir un par de estrofas de una canción.
Miro por la ventanilla y pienso en dos de las personas que
siempre han estado ahí y con los que parece que no ha pasado
el tiempo desde que íbamos al instituto. Escribo a James y
Arya para que me ayuden a relajarme.
James es el primero en contestar. Para ayudarme a pensar
en algo distinto a la reunión me cuenta que hace bastantes días
mandó un mensaje a una chica. No se esperaba que esta
respondiera, pero sí que lo hizo y desde entonces no hay un día
en el que no se intercambien mensajes. Hasta ahí es una
historia muy bonita pero lo bonito se acaba cuando me cuenta
que cada uno vive en un continente distinto y que es muy
difícil poder verse solo a través de una pantalla.
Arya no se une a la conversación por el chat grupal por lo
que intuyo que estará ocupada haciendo cualquier otra cosa.
Hablando con James el tiempo pasa muy rápido y cuando
me doy cuenta el conductor me está abriendo la puerta para
que salga del coche y entre a la oficina que está justo en frente.
Los nervios vuelven rápidamente hacia mí.
Subo por el ascensor y cuando las puertas se abren me
encuentro a Will esperándome. Me saluda amistosamente.
Algo que le recrimino porque la última vez que nos vimos
parecía otra persona completamente distinta y no tuvo ninguna
sensibilidad.
Cuando entro a la sala de reuniones se respira un ambiente
algo tenso. No es el ambiente al que todos estamos
acostumbrados. No es el mismo aire que se respiró cuando
anunciamos la última gira, una gira mundial. En esa reunión
todo eran celebraciones. La de hoy sé que no va a ser nada
fácil.
Will empieza enseñando las estadísticas de mis redes
sociales y, obviamente, han bajado demasiado con respecto a
las cifras que había antes. La solución no me sorprende porque
ya me la había comentado Will hacía dos semanas. Han
pensado que para recuperarlas podría tener una relación falsa
con alguien. De esa forma no solo habría más actividad en mis
redes sociales, sino que también los medios de comunicación
publicarían noticias y así me mantendría en el foco de
atención. Lo que pasa es que cuando hablan de esto Olivia
viene a mi mente y sin saber muy bien por qué no puedo
aceptar. Ese es el momento en el que tengo que aguantar las
miradas asesinas de parte del equipo.
Will intenta bajar un poco la tensión y pasa al siguiente
punto de la reunión. Al acabar el verano habrá un concierto
benéfico y la organización quiere contar conmigo para que mi
nombre aparezca en el cartel. No quiero decir que no a esta
propuesta porque sé que estos eventos son realmente
importantes, no obstante, necesito reflexionar y pensar si seré
capaz de subirme a un escenario de nuevo. Me informan de
que tengo una semana para darles la respuesta definitiva y
acabamos con la reunión dejando sobre la mesa el tema del
siguiente disco que como también se puede intuir, el equipo
quiere sacarlo lo antes posible.
Bajo, de nuevo por el ascensor, pero esta vez acompañado
por Will.
—Tío, ahora como amigos. ¿Qué tal vas con todo? —se
interesa para mi sorpresa.
—Voy mucho mejor. Allí paso desapercibido y echaba de
menos algo así.
—¿Has vuelto a componer? Te lo pregunto sin presión, de
verdad.
—Sí y no. Lo he intentado y ha salido algo, pero no sé si
con eso dará ni siquiera para una canción.
—Bueno, con calma. De momento la discográfica apuesta
por ti así que puedes estar tranquilo. Y si algún día dejara de
hacerlo tienes el apoyo de los fans que son los que realmente
nos permiten estar hablando de estos asuntos.
—Gracias, Will. Cuando apareciste por allí pensaba que
no iba a poder confiar más en ti, pero sé que solo haces las
cosas por mi bien.
—Gracias a ti, Liam. Me voy corriendo que tengo otra
reunión ahora mismo. Cuídate mucho.
—Igualmente, nos vemos pronto.
Y con sentimientos encontrados porque hacía más de tres
semanas que no me reunía con el equipo, me subo de nuevo al
coche para regresar a Vernazza.
Durante el trayecto tengo tiempo para reflexionar.
Aceptaré lo del concierto benéfico. Aún quedan un par de
meses y estoy seguro de que me encontraré algo mejor
respecto a subirme a los escenarios. Le mando un mensaje a
Will aceptando la propuesta antes de que se me olvide.
9 – A little too much

Olivia

Estimada Olivia ,
el equipo de Record Music te
escribe para informarte de que has
sido una de las personas
seleccionadas para participar en una
campaña publicitaria del cantante de
pop del momento.
La campaña consiste en haceros
alguna fotografía juntos mientras
realizáis cualquier actividad de ocio.
La duración de la campaña es de los
meses que quedan de verano, es decir,
de julio a agosto.
Te dejamos nuestro número de
teléfono para que puedas llamarnos si
estás interesada y darte más
información.
Gracias por la atención.
Recibe un cordial saludo.

El equipo de Record
Music
Ayer llegó a la cafetería una carta para mí. La sorpresa de
Amber fue notable pero la mía aún más. No sé quién me habrá
enviado este sobre que estoy a punto de abrir. Era algo que no
esperaba. De hecho, solo las personas más cercanas a mí saben
que trabajo en Coffee & Music, la misma gente que también
tiene la dirección de mi apartamento si me tuvieran que enviar
algo.
Leo todo alguna que otra vez más sin dar crédito. Supongo
que tiene relación con aquel hombre que vino hace unos días a
la cafetería. Me sigue pareciendo un tanto extraño ya que ni
siquiera le facilité información sobre mí. Otro motivo por el
que esto no me convence es que odio la música pop. ¡Todas
esas canciones son iguales! ¿Cantante de pop del momento?
Eso suena a alguien prepotente, maleducado y que no sabe ni
freír un huevo.
Le hago una foto para mandársela a Sara. No le cuento
nada más, simplemente se la mando esperando a que me
conteste lo más sincero que se le pase por la cabeza.
Dejo la carta encima de la mesa de la cocina y me preparo
para salir. Es la primera vez que Liam y yo hemos quedado.
Esa fue la segunda sorpresa que recibí ayer. Nunca hemos
hecho algo que no haya sido encontrarnos por la calle o
servirle el desayuno. Hasta que ayer me lo volví a encontrar en
la calle cuando iba de regreso de la cafetería a casa y me
propuso la idea.
Va a hacer casi un mes desde que llegué a aquí. He hecho
planes con Amber, Chloe y Kate en varias ocasiones, pero
nunca he salido del pueblo.
Nuestro lugar de encuentro hoy es la estación porque
hemos decidido coger un tren y visitar otro pequeño pueblo
pintoresco que hay a media hora.
En mi mochila meto lo básico y un poco de comida y una
sudadera por si refresca. Siempre que voy de excursión suelo
llevar de todo por si acaso porque tengo miedo a lo que pueda
pasar y así voy más tranquila.
Si tuviera su número o alguna otra forma de contactar con
él le avisaría de que ya estoy llegando. Como no es así, lo que
hago es ponerme justo en la puerta para que podamos vernos
fácilmente.
No tengo que esperar mucho porque llega enseguida.
—Buenos días —me saluda y nos damos un abrazo.
Para la sorpresa de nadie, va con su característico outfit de
la gorra con las gafas de sol que le tapan toda la cara. Sé que
es Liam porque ya lo tengo muy visto en la cafetería y sabía
que vendría, sino igual no lo hubiera reconocido.
—¿Vamos a por los billetes? —digo sin darle más
importancia a que no puedo verle la cara casi nunca.
Asiente y vamos hacia allí hasta que ve la fila de personas
que hay en las taquillas y percibo su suspiro. Miro a Liam para
descubrir si le pasa algo y aprovecha para pedirme que las
compre yo porque necesita ir al baño. Un problema debe de
tener este chico con el baño si tiene que ir siempre a todas
horas. Una cosa es que llevásemos un rato aquí pero no, ¡acaba
de salir de casa!
Por suerte la fila avanza rápido y no tardo demasiado en
conseguir los billetes. Busco a Liam con la mirada, aunque no
logro encontrarlo. Me quedo aquí que es donde nos hemos
visto la última vez para que me vea. Como tarde más de diez
minutos vamos a perder el tren porque ya están anunciando
por megafonía tanto el número de andén y como que el tren se
está aproximando.
Verme sola en las estaciones o aeropuertos aún me sigue
haciendo sentir extraña. Hasta ahora siempre que había viajado
lo había hecho acompañada. De momento no diría que es una
mala experiencia ir sola, pero es verdad eso de que las
personas te miran con pena. Que no vaya con nadie en algunos
momentos no significa que nadie me quiera. Simplemente hay
veces que elijo disfrutar conmigo misma.
—Ya estoy —oigo su voz a mis espaldas y me saca de mis
pensamientos.
—Corre, tenemos que ir al andén número tres.
—No hace falta correr.
—No estoy dispuesta a perder el tren porque siempre
tengas que ir al baño.
—Era una urgencia.
Por si no fuéramos ya lo suficientemente tarde, un hombre
se pone a hablar con Liam. Le pregunta si se puede hacer una
foto con él y le da a entender que está muy triste por su
retirada y que espera que se recupere pronto. A todo esto,
Liam actúa de la manera más natural. Como si lo normal fuera
hacerte selfies con las personas por la calle.
—¿Eres deportista? —trato de averiguar cuando el
hombre ya está lejos de nosotros.
—¿Perdón? —Parece que mi pregunta le ha parecido muy
extraña.
—¿Eres deportista y te has retirado?
—Ah, no.
—Entonces, ¿por qué ese hombre estaba tan triste?
—Se habrá confundido de persona.
—¿Y en vez de decírselo te haces una foto con él? —Yo
no quepo en mí de toda la incertidumbre que esto me está
causando.
—No iba a quitarle la ilusión.
—Claro, mejor mentirle.
—Ay, Olivia… Es una mentira piadosa y todos nos hemos
quedado contentos.
—Lo que tú digas.
Cuando el tren llega con un suave rugido, subimos a bordo
y encontramos un vagón tranquilo. Nos acomodamos sin
mediar palabra desde nuestra última conversación. El tren se
pone en marcha y el paisaje a través de la ventana se convierte
en un cuadro de campos verdes.
—Espero que ese pueblo sea tan encantador como dicen
—comenta Liam mirando por la ventana y rompiendo el
silencio—. No entiendo por qué sigues molesta —añade al
darse cuenta de que no sigo la conversación.
—Es que parece que todo el mundo te conoce menos yo.
Así consigo que haya aún más tensión. Parecía imposible
que pudiera aumentar, sin embargo, lo ha hecho. Casi escucho
los engranajes de la cabeza de Liam funcionando.
—Además, te escondes detrás de esas gorras y gafas.
Venir aquí ha sido muy mala idea, Liam.
No puedo ver sus ojos, pero sí cómo traga saliva de
manera pesada. Gira la cabeza para mirar hacia su alrededor y
cuando ha comprobado que no hay nadie sentado a nuestro
alrededor se quita primero las gafas y luego la gorra. Me fijo
en su cara sin tener que disimular mucho ya que está
entretenido acomodándose el pelo.
Al dirigir su cabeza hacia mí y dedicarme una mirada
penetrante no sé qué hacer. No le quito la vista y por suerte
comienza a hablar.
—¿Podemos comenzar de nuevo?
Con esa pregunta decidimos dejar que el día fluya sin
tener un plan definido. El resto del trayecto es mucho más
agradable ya que hablamos de nuestras películas favoritas. En
lo único que coincidimos es en que nos gustan las películas
navideñas. Por lo demás, cada uno prefiere un género. Yo soy
más de terror y él de fantasía.
Al llegar, caminamos por los callejones con olor a comida
por las horas que son. Liam me ha prometido que no se
pondría las gafas, pero sí la gorra. He aceptado con la única
condición de que algún día me cuente por qué hace eso.
Visitamos las calles principales y sitios de interés que
hemos encontrado, hasta que estamos de acuerdo en descansar.
Buscamos un parque y en él encontramos un estanque
tranquilo y bancos bajo la sombra de árboles frondosos.
10 – Don’t be a fool

Liam

Mientras espero a que Olivia salga del baño pienso en lo


poco que ha faltado en varias ocasiones para que descubra
quién soy. Las personas que van por la calle nos miran y
murmuran entre ellos. Si alguno más se acerca a hablarme o
pedirme una foto sí que no voy a poder decirle a Olivia que se
habrá confundido porque ya sería mucha casualidad.
—Estoy lista —anuncia con una sonrisa cuando sale por la
puerta.
Vamos caminando hasta un banco que está enfrente del
estanque del parque. Ambos sacamos la comida que hemos
traído en nuestras mochilas y la saboreamos con el sonido de
las hojas de los árboles meciéndose por la ligera brisa.
—Este lugar es realmente encantador, tal y como se veía
en las fotos —comenta Olivia.
—Sí, me alegra que hayamos venido aquí juntos.
¿Eso he dicho? Igual me he pasado.
Dejando eso de lado, ahora la conversación fluye con
naturalidad y me doy cuenta de lo fácil que es estar con Olivia.
Su compañía es refrescante. Sin embargo, el constante
murmullo de la gente a nuestro alrededor me recuerda la
delicada línea que estamos cruzando.
De repente, un grupo de adolescentes se acerca con
miradas emocionadas en sus rostros. Susurran entre ellos y
lanzan miradas furtivas en mi dirección. Olivia parece notar la
atención. Por su expresión y cómo empieza a frotarse las
manos puedo intuir que sentirse observada es algo que le
incomoda. Yo no tardé mucho en acostumbrarme cuando la
mayoría de las personas que te miran es porque les encantas.
Aunque también he podido comprobar que a pesar de la
cantidad de veces que alguien te reconoce por la calle, ni la
mitad de ellas se acercan a saludar, pedir una foto o una firma.
Soy consciente de que para muchos soy alguien superior tan
solo por escribir canciones y tener millones de oyentes.
—¿Alguna vez habías viajado solo? —indaga Olivia
cuando el grupo de chicos se ha alejado lo suficiente y vuelve
a tener una expresión corporal relajada.
—Sí, ¿y tú?
—No, mi primera vez ha sido este verano. Pensaba que
iba a ser mucho más difícil.
—Ya ves que no. Lo único negativo es que hay que ir con
mucha antelación a los aeropuertos.
—Sí —se ríe—, literalmente estuve más tiempo esperando
en el aeropuerto que dentro del avión.
—Y si se puede saber, ¿qué hacías entrando al baño de los
chicos?
Sus mejillas empiezan a teñirse de un tono rosado y se ríe
con timidez.
—Nada, estaba tan vacío que quería comprobar si se podía
entrar.
Me rio al recordar el momento. Además, comentando esto,
decido ahorrarme la parte en la que yo nunca reservo o planeo
los vuelos. Tampoco hago filas. Las personas del equipo con
las que estoy en ese momento en el aeropuerto me llevan hasta
donde les han dicho que una azafata me recogerá para
llevarme hasta el avión. Suele depender de si llego con más o
menos antelación, pero o soy el primero o soy el último que
sube al avión para evitar cruzarme con el resto de las personas.
—¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta de viajar?
—pregunto a Olivia.
—Creo que no hay nada que no me guste. ¿A ti?
—A veces paso demasiado tiempo lejos de las personas a
las que quiero. Así es mi trabajo. Viajo tanto que pocas veces
lo hago por placer. Lo que más me gusta es el viaje de vuelta.
Su mano se posa con una caricia sobre la mía al notar mi
voz entrecortada cuando he dicho eso último. Nos quedamos
así en silencio disfrutando del momento. Aunque haya
personas a mi alrededor puedo ser yo mismo. No tengo que
fingir en cada momento como si lo que más ilusión me hiciera
es que irrumpan en mis momentos de tranquilidad para hacerse
una foto conmigo o decirme que la última canción que he
sacado es genial. Como si yo no la hubiera compuesto y no
supiera eso. Hacía demasiado tiempo que no me sentía así.
El sol comienza a ocultarse y el cielo se tiñe de un tono
anaranjado por unas partes y rosado por otras. Recogemos
nuestras cosas y comenzamos a caminar hacia la estación de
tren antes de que se nos haga tarde. Olivia quiere hacerle una
foto al cielo así que nos detenemos durante un instante y me
fijo en las pecas que salpican su rostro.
Ahora hay muy poca afluencia en la estación por lo que no
necesito esconderme en el baño como he hecho esta mañana.
En el trayecto de vuelta en el tren nos sentamos uno
enfrente del otro. Ambos contemplamos el paisaje que avanza
a toda velocidad por la grande ventana. También
intercambiamos alguna que otra mirada y sonrisa. Sin
embargo, en ningún momento necesitamos hablar para llenar
el vacío que crea el silencio.
Al llegar a mi apartamento, más inspirado que nunca, me
siento sobre la cama con mi guitarra. Cuando estoy con la
guitarra encuentro calma esté donde esté.
Toco unos acordes que me han venido a la cabeza
mientras observaba el paisaje por la ventana del tren con
Olivia a medio metro de mí. Antes de seguir jugando con más
melodías, necesito una libreta donde apuntar unos versos.

A veces me gustaría que lo posible fuera acariciar tus pecas.


A veces me gustaría que lo imposible fuera ahogarme como
aquel día en Las Vegas.

Las lágrimas luchan por salir por la impotencia y el estrés


que esta situación de componer me ha terminado generando.
Antes escribía letras de canciones sin fin. De hecho, hasta
tenían que seleccionarlas en la discográfica por mí. Yo era
incapaz de elegir una decena de canciones para un disco
cuando había escrito el triple.
A pesar del momento de inspiración que ha logrado que
tenga esos versos anotados no sé cómo continuar. Frustrado,
dejo la guitarra a un lado de la cama y me tumbo boca arriba.
No entiendo lo que me pasa.
El momento de silencio dura poco. Mi móvil comienza a
sonar y el nombre de Will aparece en la pantalla. Me debato
entre si debería descolgar o no. Finalmente lo hago.
—¡Hola! ¿Cómo estás, Liam?
—Bien, acabo de escribir algo. ¿Y tú?
—No sabes cuánto me alegro. Yo estoy bien. Te llamaba
para decirte que mañana se nos ha convocado a una reunión
urgente a todo el equipo. No esperan que vengas, pero me
apetecía decírtelo para mantenerte al corriente.
—¿Se sabe de qué vais a hablar? —se nota cierta
preocupación en mi voz.
—No, nadie tenemos idea de lo que nos quiere decir
Robert.
—Vale, gracias por llamarme.
—Mañana te cuento.
Cuelgo la llamada con algo de preocupación. No me
esperaba esta noticia en las últimas horas del día.
11 – Why

Will

—Olivia no ha respondido a la carta y han pasado ya tres


semanas —recalca Robert, director de la discográfica, como si
los demás no fuéramos conscientes de ello.
—No puedo hacer nada más —añado—. Primero fui a la
cafetería a hablar con ella y después le mandé la carta.
—Ofrécele más dinero.
—En la carta no había nada escrito sobre eso —añade
Nathalie, directora de publicidad, refiriéndose a la aplastante
cantidad que están dispuestos a pagar por ello.
—¿Puede explicarme alguien por qué no sabéis ni redactar
una buena propuesta? —se enfurece Robert.
Ninguno añadimos nada. Esta reunión está resultando muy
incómoda debido a que hay partes de la discográfica que no
están respetando el acuerdo que se hizo en un primer momento
con Liam. Con esto quiero decir que están presionando para
que al menos haya algo de qué hablar en torno a él. Sin
embargo, esto se les está yendo de las manos. Incluso han
mandado a una persona de la discográfica que Liam no conoce
para que pueda ver dónde va y qué hace. Por eso insisten en
Olivia. Ya que Liam no va a aceptar y nos lo ha dejado tan
claro, la segunda opción es que ella acceda a trabajar
conjuntamente ocultándoselo a él.
—No nos va a quedar otra opción. Le informaré de que no
solo sea consciente de qué hacen y adónde van, sino que
también les haga fotos o vídeos y se los mandaremos a las
revistas.
—Sabes que pueden denunciar —añade de manera sensata
y prudente Nathalie.
—No me importa. Entenderemos en ese caso la denuncia
como una inversión en la carrera de Liam Brown.
—Si eso ocurre dejo mi trabajo —sigue Nathalie.
—Ya sabes dónde está la puerta —responde Robert en un
tono fuera de lugar.
—Si Nathalie se va, yo también —me uno a ella como
símbolo de apoyo entre compañeros.
A Robert se le ponen las orejas rojas y nosotros, que le
conocemos demasiado bien, sabemos lo que significa. Que se
tiñan de un color así solo quiere decir una cosa y es que está
muy enfadado. No decimos nada más para no agravar la
tensión que se puede cortar con un suspiro desde el comienzo
de la reunión.
No puedo hacerle esto a Liam. Me dolió mucho tener que
decirle que sin la discográfica no era nadie aquel día en las
puertas de Coffee & Music y no voy a formar parte de esto si
es lo que va a ocurrir. Confía en mí desde que tiene diecisiete
años. Además, en esta última gira hemos pasado más tiempo
juntos que con nuestras respectivas familias.
La reunión continúa una hora más y pocos estamos de
acuerdo con cómo están girando las tornas.
Sé que le dije a Liam que le contaría las novedades
después de la reunión. Aun así, esto no se lo puedo decir. No
lo entendería y todo se complicaría mucho más. Será mejor
que siga cogiendo fuerzas para lo que se viene.
12 – Imagination

Olivia

—¡Cuéntame todo! —grita Sara eufórica nada más


descolgar la videollamada.
—Vale, pero no imagines cosas donde no las hay —le
advierto.
—Yo no imagino nada.
Hago una mueca demostrando que no estoy de acuerdo
con eso último que ha dicho y comienzo a relatar lo que
ocurrió durante todo el día de ayer.
—Bueno, pues el día comenzó un tanto extraño. Con
extraño quiero decir que no empezó nada bien —añado para
no dejar espacio a las dudas.
—¿Qué pasó? —al otro lado de la videollamada, Sara
no tiene paciencia.
—Al comprar los billetes me dejó sola. Se supone que
tenía que ir al baño, pero ¡acababa de salir de casa! Es peor
que un niño pequeño —Sara está tan atenta que su expresión
ni siquiera cambia, aunque estoy segura de que estará
pensando algo—. Después una persona le saludó y le dijo que
sentía mucho que se hubiera retirado y pensé que sería un
deportista o algo…
—Pero no —continúa ella por mí.
—Pero no —repito sus mismas palabras y no añado nada
más esperando a que comente algo antes de continuar con la
historia.
—¿Crees que podría haber sido algo relacionado con el
pueblo? Igual le conocía de eso.
—Entonces no le hubiera hablado en inglés.
—También es verdad. Me faltaba esa información —se da
cuenta de inmediato sin que le tenga que explicar nada más.
—Bueno, después de ese momento incómodo y que me
dijera que aquel hombre lo habría confundido con otra persona
todo fue mucho mejor. Lo único es que parece bastante tímido
y a veces hay que indagar mucho para que cuente algo. Eso sí,
el pueblo que visitamos era precioso. Luego te mando fotos
porque hice un montón.
—Sí, luego me enseñas. A ver, el chico es un poco
especial en el sentido de que no quiera darte su número o
nombre en las redes sociales. Pero también debemos tener en
cuenta que a lo mejor no es a lo que él esté acostumbrado así
que tampoco hay que rayarse, hace poco que os conocéis.
—Sí, si a mí lo único que me molesta es que todo el rato
esté pensando en qué decir.
—Dale su tiempo.
—¿Qué tiempo? El verano se acaba más rápido de lo que
nos gustaría.
—Tienes razón, pero recuerda el tiempo que nos costó a
nosotras también ser buenas amigas.
En eso no puedo rebatir nada porque tiene razón. Antes de
ser amigas éramos compañeras de clase, pero casi no
hablábamos entre nosotras. Cada una seguíamos estando en un
grupo de amigas distinto hasta que comenzamos a hablar
mucho más y llegamos a ser inseparables.
—Tú también tienes algo que contarme, ¿verdad? —
inquiero
—Sí, esta mañana he estado con el chico que conocí por
Instagram.
—¿Y? —pregunto para dar pie a que continúe relatando
todo lo sucedido.
—¿Qué quieres que te cuente?
—Tu sabrás, lo vuestro sí que tiene salseo.
En primer lugar, se pone roja como un tomate. En segundo
lugar, comienza a contarme que el chico llegó sobre las nueve
de la mañana al aeropuerto de Madrid. Tenían tantas ganas de
verse que el «pobre chiquillo» —palabras textuales de Sara—,
con el cambio de hora y todo dejó su maleta en el hotel y fue
hacía Gran Vía. Allí estuvieron caminando uno por cada acera
por lo que no conseguían encontrarse. Cuando por fin
estuvieron uno enfrente del otro todo lo que había pasado
mensaje a mensaje se reafirmó.
—Era más guapo que en las fotos.
—¿Solo eso?
—Bueno es que lo demás ya lo sabía. Luego fuimos al
Parque del Retiro a dar un paseo. Se me hizo muy corto, pero,
obviamente, si ha venido a pasar las vacaciones con su familia
tenía que irse con ellos. Espero que podamos vernos una
última vez antes de que se vaya.
—Ay, sí. Me parece súper curioso que siendo cada uno de
una punta te mandara un mensaje y hayáis conectado tanto.
¡Me alegro mucho!
—Gracias, Oli. ¿Qué vas a hacer hoy? No trabajas, ¿no?
—No, hoy tengo el día libre. Tendría que quedarme aquí y
poner una lavadora y limpiar un poco el polvo. Si me da
tiempo creo que iré a la playa.
—Sí, aprovecha que la tienes tan cerca.
—Pues te dejo, aprovecha lo que queda de tarde.
—Tú igual. ¡Besitos!
Al colgar la videollamada veo la hora en la pantalla de mi
móvil. Nos hemos pegado hablando un poco más de dos horas
y ni siquiera había sido consciente de ello.
Antes de empezar a hacer cosas abro un juego en el móvil
al que estoy enganchada. El juego consiste en ir tirando frutas
y cuando dos de ellas que son iguales se unen forman una
nueva fruta más grande. Así hasta que ya no caben en la
pantalla y se acaba la partida. Juego un par de veces y dejo el
móvil en la mesilla de la cama.
Conecto mis auriculares a la playlist aleatoria y camino
hacia el baño donde tengo un cesto con la ropa sucia. Con
muchas dudas sobre lo que se considera negro, de color o
blanco voy haciendo diferentes montones para poder meterlos
en la lavadora por separado. Al vivir con mis padres, esta no
es una tarea a la cual esté acostumbrada. Con los botones y
programas de la lavadora me ocurre lo mismo. Dudo de cuáles
pulsar y cuando comienza a dar vueltas solo espero que no le
pase nada a la ropa.
Mientras la lavadora acaba aprovecho para ordenar otras
cosas y preparar lo que me llevaré a la playa. Me pongo el
bikini más llamativo que tengo por ser fucsia. En la bolsa de
tela meto un libro y una toalla, además de una botella de agua
fría que he tenido en el congelador unas horas y una bolsita
con frutos secos.
Paso los últimos minutos que le quedan a la lavadora
sentada frente a ella viendo como los giros se ralentizan. Antes
de irme, dejo toda la ropa tendida para que se seque sin
demasiadas arrugas y con suerte no tenga que usar la planchar.
De camino a la playa no me encuentro con nadie. Aunque
lleve varias semanas aquí me sigue sorprendiendo la poca
actividad que hay por las tardes. Las personas suelen salir por
la mañana y por la tarde están en sus casas.
La arena, suave bajo mis pies descalzos, se filtra entre mis
dedos mientras camino hacia un rincón apartado. Con mi
toalla extendida y mi bolsa a un lado, me dejo caer.
El sol aún brilla e ilumina el cielo despejado con un
intenso tono azul. Las páginas del libro que acabo de abrir no
tardan en atraparme y mis pensamientos se desvanecen. Solo
quito la vista al escuchar a unas gaviotas y elevo la mirada
hacia el cielo para observarlas. Cuando vuelvo a dirigir mi
mirada hacia el libro veo sus siluetas proyectadas sobre la
arena.
Mientras perdía la noción del tiempo entre las páginas de
mi libro, una sombra se cierne sobre mí. Me encuentro con los
ojos familiares de Liam al mirar en su dirección.
—¿Molesto? —dice con una sonrisa tímida.
Dejo mi libro a un lado para decirle que no e invitarle a
sentarse a mi lado.
—¿Qué estás leyendo? —pregunta, sus ojos curiosos se
dirigen hacia el título escrito en la portada, aunque dudo que lo
entienda si solo habla inglés.
Le explico la trama, compartiendo detalles de la historia
con entusiasmo mientras él me escucha con atención.
—Nunca te había visto por aquí —afirma.
—Es verdad, creo que a partir de ahora vendré más.
—¿Te quedas conmigo para ver el atardecer?
¿Qué? Nunca había hecho planes para ver el atardecer y
no esperaba hacerlo con él. Hugo y yo no éramos nada
románticos. Siempre hacíamos los mismos planes por la gran
ciudad. Al ver mi cara de incertidumbre añade algo más.
—Lo digo porque desde aquí es increíble —comenta con
su mirada perdida en el horizonte que forman las olas.
Asiento con una sonrisa. El sol no tarda en sumergirse en
el mar tiñendo el cielo con tonos cálidos.
De vez en cuando noto la mirada de Liam sobre mí y
cuando dirijo la mía hacia la suya compruebo que mi
presentimiento era cierto. Esto se repite en varias ocasiones y
Liam comienza a mostrarse más inquieto, como si hubiera
algo que le gustaría decir, pero se lo está guardando. Aun así,
no me resulta un momento incómodo.
Sigo disfrutando del silencio a la vez que el cielo
oscurece. Al volverse negro por completo volvemos cada uno
hacia nuestro apartamento.
13 – Wonder

Liam

Desde aquí puedo ver como el sol vuelve a salir tiñendo el


cielo de colores cálidos. Ayer mientras se escondía estaba al
lado de Olivia. Me la encontré por casualidad en la playa y
compartimos un momento muy íntimo y bonito.
Ahora, con la guitarra en mis manos y la libreta abierta
por la última página en la que escribí algo, vuelvo a tocar los
acordes de esa parte. Tras varios intentos anoto algunos versos
más que me ha ido sugiriendo esta nueva canción. Me sigue
frustrando que no salga la letra de manera rápida como ocurría
antes. Después de seguir experimentando con la guitarra por
más de dos horas la vuelvo a guardar en su funda y me quedo
satisfecho por hoy.
Recibo un mensaje de audio de Will. Cuando empieza a
reproducirse noto algo raro en su tono de voz. Me cuenta que
la última reunión que han tenido no fue fácil y tampoco
llegaron a ningún acuerdo, pero no me da más detalles. Le
agradezco que me cuente eso, aunque le pregunto si hay algo
importante que debería saber. Parece que su mensaje se va a
hacer esperar. Mientras tanto decido llamar a Arya ya que hace
tiempo que no hablo con ella.
—¡Hola! —saludo inmediatamente después de que
descuelgue la llamada.
—¿Qué hora es allí? Estaba dormida —compruebo por su
tono de voz que es verdad.
—Es la una.
—Joder, Liam, aquí son las siete de la mañana.
—Perdón, quería saber cómo estás. No se me había
ocurrido pensar en la hora de allí. Te dejo para que sigas
durmiendo.
—Ya es igual, ya me has despertado. Estoy regular.
—¿Por?
—Al final Sophia y yo lo hemos dejado. Ya sabes lo de
que ella quería una relación abierta y yo no. No éramos
compatibles en ese aspecto.
—Vaya, lo siento mucho. Ojalá estuviera allí para darte un
abrazo.
—Gracias, Liam. La verdad es que nunca estás aquí
cuando pasa lo más importante —intenta bromear, pero ambos
sabemos que hay una gran parte de tristeza cuando dice eso
porque es cierto. Siempre me pierdo los momentos en los que
debería de estar allí, con las personas a las que quiero.
—Volveré pronto, te lo prometo.
—Eso espero —dice Arya con tono de amenaza.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti mientras tanto?
—¿Tienes alguna canción nueva?
—Todavía no, me está costando. Aunque te puedo enseñar
un trocito de una.
Arya es de las primeras personas que escuchan mi música
nueva antes de sacarla a la luz. Su opinión más sincera me
ayuda a ser exigente con mi trabajo e intentar ofrecer lo mejor
de mí. Vuelvo a tener la guitarra entre mis manos y le canto el
trozo de canción que tengo.
—¿Es sobre esa chica? —inquiere.
Me conoce demasiado bien y sabe el significado real que
hay detrás de cada letra. Eso es lo que ocurre cuando escribes
desde tus emociones. Todo es real.
—Sí, habla de Olivia.
—No sé qué está haciendo esa chica contigo, pero te está
viniendo muy bien pasar tiempo con ella —añade.
Me quedo en silencio sin saber qué responder. Arya
tampoco añade más y me tomo un tiempo para pensar acerca
de lo que me ha dicho.
—Si quieres te dejo para que sigas pensando en ella.
—¿Qué? No, no estaba pensando en nadie —intento
disimular para que no se note.
—Liam, te conozco demasiado como para saber que le
estabas dando vueltas a eso. Búscate alguna excusa para verla.
Un abrazo.
Y sin darme tiempo a ninguna réplica cuelga la
videollamada dejándome solo con mis pensamientos.

Llega la tarde y el mensaje de Will sigue haciéndose


esperar. Me genera inseguridad que no llegue porque siempre
responde al momento.
Para despejarme y no haber estado todo el día entre estas
cuatro paredes del apartamento salgo en dirección a la playa.
Mentiría si dijera que no espero encontrarme allí a Olivia
como ayer. De hecho, me dejo llevar por un impulso y decido
mandarle un mensaje para preguntarle si va a hacer algo esta
noche o si podemos hacer algún plan. Me dio su número de
teléfono hace unos días y todavía no le había escrito porque,
aunque confíe en ella, sigue habiendo una parte de mí que no
me deja mostrar del todo cómo soy.
Al contrario que el de Will, su mensaje sí que llega en
cuestión de segundos.
OLIVIA: Síí, claro. Dame media hora para prepararme
LIAM: Dónde quedamos??
OLIVIA: Podemos ir a los puestos que hay en el paseo
marítimo, todavía no los he visto. Me ha contado Amber que
los ponen solo una vez al mes.
LIAM: Vale, allí te espero.
OLIVIA: Genial!!!
Una sonrisa decora mi cara de forma inconsciente hasta
que veo mi reflejo en un espejo de la habitación y me doy
cuenta de ello. Esta vez no trato de esconderla, no hay nadie
mirando ni cuestionando mis actos.
Hace que vuelva a pensar sobre todo esto. Le doy una
vuelta tras otra a lo que estoy sintiendo porque no me había
pasado antes. Tampoco me puedo deshacer de mi vida como
cantante de éxito. Este verano pretendía descansar y
desconectar, pero de repente aparece Olivia, quien me mira
con otros ojos. Una mirada curiosa por conocer más de mí y
completamente ajena al frenesí en el que está sumergida mi
vida. A medida que todo esto avanza me replanteo una y otra
vez si debería vivir el momento y seguir conociéndola o si
quizá tendría que pensar en el futuro y ser sincero con los dos.
Ser honesto con ella para que sepa que la llegada del otoño
hará que todo esto se termine. Y conmigo para poder mantener
al margen mis sentimientos. Me aterra que Olivia se vea
arrastrada por mí al mundo mediático, donde todo queda
expuesto, porque no creo que podamos mantener esto bajo la
luz de la sombra durante mucho tiempo. Tarde o temprano
todo sale siempre a la superficie.
Con una camisa blanca y unos vaqueros salgo hacia el
paseo marítimo. Todas las dudas siguen rondando por mi
cabeza hasta que veo a Olivia viniendo hacia aquí con un
vestido verde que combina con el tono rojizo de su pelo. Ella
vuelve a transmitirme la calma que necesitaba en este
momento.
—Me ha alegrado ver tu mensaje. Cuando pasaron unos
días ya pensé que no me escribirías.
Antes de darme cuenta me veo respondiendo sin haber
pensado en qué decir. Comparto mis dudas sobre escribirle
explicándole que no sabía si le apetecería ir conmigo a algún
sitio después de aquella excursión exprés que hicimos la
última vez.
Vamos caminando entre los mercadillos que se alinean a
lo largo de la costa percibiendo la brisa que suele haber
cuando el sol comienza a esconderse en el horizonte.
—Liam, ¿has probado estos pasteles? —pregunta Olivia
señalando una pequeña pastelería que desprende un aroma
delicioso.
Niego con la cabeza y nos dirigimos hacia allí. Olivia pide
un sabor distinto al que me ha contado que probó una vez en
una cafetería junto a sus amigas Chloe y Kate. Espero a ver su
reacción para saber si comer uno igual o elegir otro diferente.
Todos los pasteles tienen una pinta estupenda. Son pequeñas
tartaletas con mermeladas de distintas frutas. Transforman la
bandeja donde están colocados en una superficie colorida y
llamativa. Al final, elijo el de albaricoque para no repetir los
que ya ha probado ella de fresa y manzana con canela. Me
encanta el sabor.
Después de esta parada para endulzar nuestro paladar
seguimos recorriendo puestos de antigüedades, joyas
artesanales y nos perdemos entre estrechos callejones llenos de
coloridas prendas confeccionadas a mano.
Llegamos al final del mercadillo con la sensación de haber
descubierto una pequeña parte de la historia y cultura de esta
región.
Encontramos un banco frente al mar donde sentarnos a
comer la pizza que hemos comprado para cenar.
—Me lo he pasado genial, Liam.
—Y yo, Liv —tenía muchas ganas de llamarla de esta
manera.
—¿Me has llamado Liv?
—¿No te gusta? —pregunto con algo de timidez e
inseguridad porque a lo mejor me he venido muy arriba.
—No está mal.
Sonrío agradecido por haber compartido este día con
alguien que aprecia la sencillez tanto como yo. En este
momento, los problemas y las dudas que tenía antes parecen
disiparse. Tal vez, encontrar un equilibrio entre mi mundo de
luces brillantes y la autenticidad de la vida diaria no es una
tarea imposible.
14 – Where were you in the morning?

Olivia

A la mañana siguiente me despierto con una sonrisa que se


niega a desaparecer. Mientras me preparo para ir a trabajar a la
cafetería pienso en la tarde que pasé ayer con Liam paseando
por el mercadillo del paseo marítimo.
Había sido genial. Recordaba el sonido de las olas, los
colores vibrantes de los puestos y la risa espontánea que
compartimos. Fue diferente. Liam parecía otra persona. Estaba
más abierto y hablador. Me había gustado esa versión de él.
Al llegar a la cafetería, saludo a Amber y me pongo el
delantal con una energía renovada. Mientras atiendo a los
clientes y preparo sus pedidos, mi mente divaga hacia el
mercadillo una y otra vez.
La mañana pasa a un ritmo lento. Estoy deseando llegar a
casa para contarle a Sara todas las novedades. Además, otro
motivo que ha podido provocar que el tiempo haya pasado tan
despacio es que Liam no ha venido. Una parte de mí estaba
esperando que entrara por esa puerta como cada mañana para
pedir su desayuno. Cada vez que suena la campana que hay
colocada sobre la puerta para avisar de que alguien entra o sale
mi mirada se dirige de forma inconsciente hacia allí.
Aprovecho el descanso para comer algo y revisar mi
móvil. Aparte de ver publicaciones veraniegas en las redes
sociales no encuentro nada que sea más interesante.
Salgo del cuarto para empleados y vuelvo a atender a los
clientes. Al pasar al lado de una mesa escucho cómo todas las
chicas allí sentadas cuchichean. Noto sus miradas sobre mí,
pero continúo haciendo mi trabajo intentando no distraerme.
Según va llegando la hora de cerrar la cafetería se queda
cada vez más vacía. Amber y yo vamos limpiando todas las
mesas que han quedado libres para adelantar el trabajo.
Cuando salen las últimas personas del local, voy al cuarto a
quitarme el delantal y prepararme para volver a casa.
De camino me encuentro con muchas más personas de las
que hay habitualmente. Me resulta extraño porque las calles
suelen estar tranquilas a estas horas del día.
Justo al entrar en casa recibo un mensaje:
LIAM: ¿Puedo llamarte?
15 – It’ll be okay

Liam

Las notificaciones de mi móvil logran despertarme. Nunca


lo pongo en silencio cuando me voy a dormir porque en
general no me suele molestar, pero hoy hace que lo encienda
para comprobar si todo está bien. He recibido, y siguen
llegando, más y más mensajes de amigos y de la prensa. Esta
última siempre encuentra una manera de hacerme llegar sus
noticias, aunque los bloquee de todas las maneras que se me
ocurren. Entiendo que es su trabajo, pero no me parece nada
justo.
Leo primero los mensajes de mis amigos, los de James y
Arya en concreto. Me dicen que han visto fotos en las que
salgo yo con una chica pelirroja que lleva un vestido verde
paseando por un mercadillo o sentados en un banco.
Se ha acabado la paz y la tranquilidad.
No contesto nada por el momento. Salgo del chat grupal
con James y Arya para escribir a Will y preguntarle qué
debería hacer, pero me doy cuenta de que ya lo ha hecho él, se
me ha adelantado.
WILL: Liam, esto se nos ha ido de las manos. Además de
verte con esa chica y haceros fotos, la gente ha descubierto
dónde estás y están yendo para allá. Será mejor que te quedes
en el apartamento hasta que todo se calme. Mucho ánimo
para estos días. Si necesitas algo me dices.
Mi corazón late con emociones encontradas. De nuevo la
fama y la música definen quién soy y qué es lo que debo hacer.
Tengo que quedarme encerrado entre estas cuatro paredes
porque si salgo a la calle no voy a poder ni caminar. Algo tan
sencillo como contemplar el atardecer sentado en la húmeda
arena de la playa se ha acabado.
Pienso en Olivia. No creo que a ella le guste estar en el
foco por todo lo que me ha dicho. Al igual que a mí, le está
sentando muy bien estar aquí, lejos de todo su mundo caótico,
y pudiendo descansar para volver en septiembre con la energía
recargada. No sé si ella habrá visto las fotos. Como las haya
visto mi identidad quedará revelada y todo estará perdido.
Pienso en llamarla porque necesito averiguar si sabe algo
de todo esto. Espero que podamos seguir como estábamos
ayer. Siendo nosotros. Siendo dos personas sin nada en común
pero que conectan de alguna forma.
Sé que hoy tiene turno en la cafetería así que antes de
mandarle un mensaje me pongo a ver una película que
transporte a mi mente lejos de este caos. La película que
siempre logra eso es El libro de la selva. Bagheera, Baloo y
Mowgli han estado siempre conmigo desde que tengo
memoria. Seguida de la primera veo la segunda parte. Cuando
esta última termina y tengo la cabeza más despejada, mando
un mensaje a Olivia.
Tarda poco en contestarme y me pide cinco minutos para
poder dejar las cosas que se lleva al trabajo en su sitio y
prepararse para ir haciendo la comida.
—¡Hola! —saluda muy sonriente por lo que no creo que
haya visto nada.
—¿Qué tal ha ido el trabajo?
—Ha faltado mi cliente estrella, pero quitando eso bien.
—Vaya, no habrá podido ir —no me resulta raro hablar de
mí en tercera persona. Así parece que me puedo esconder
detrás de las palabras.
—Ya, bueno, me hubiera gustado verlo.
Esas palabras hacen que algo dentro de mí se remueva. Es
muy difícil intentar llevar todo esto sin poder decirle nada.
Todo sería mucho más fácil si le dijera la verdad. Intento
mantener la compostura y encontrar las palabras correctas para
continuar la conversación.
—Me temo que no vas a poder verlo en unos días. Me ha
dicho que tiene unos asuntos de los que ocuparse.
—¿Qué asuntos son más importantes que venir a
desayunar a Coffee & Music?
—Me ha dicho que no te lo puedo decir.
Vale, espero que no siga preguntando porque entonces
todo se va a complicar mucho más. Espero que su imaginación
no vaya muy lejos y no piense algo que pueda perjudicarnos.
—Dile que es una pena.
—Lo haré. Seguro que él opina lo mismo.
—¿Sabes cuándo podré volver a estar a su lado?
—Tendré que preguntar.
La conversación no continúa mucho más. Me alivia que
no haya visto nada de momento y que todo siga como antes
entre nosotros, pero una sensación de incertidumbre y malestar
se asienta en mi corazón. Estoy decidido a hacer todo lo
posible para que nuestra conexión continúe a pesar de las
circunstancias.
Después de haber dejado en leído los mensajes de James y
Arya durante casi todo el día entro a nuestro chat grupal para
responder.
LIAM: Es ella, Olivia. No es ningún montaje. Acabo de
hablar con ella y no sabe nada, todavía…
Esto es una puta mierda.
Vuelvo a escribirle a Will para preguntar si sigue habiendo
mucho revuelo. La incertidumbre hace que quiera iniciar
sesión de nuevo en todas mis redes sociales, pero consigo
tener autocontrol y seguir desconectado de ellas. Estar entre
estas paredes me está generando más ansiedad. Como a
cualquier persona, lo que me vendría genial ahora sería salir a
que me dé el aire, el sol, relajarme con el vaivén de las olas.
Sin embargo, no puedo salir, estoy encerrado aquí esperando a
que algo que no depende de mí se solucione.
Tampoco me esperaba esto así que con los pocos
ingredientes que tengo en la cocina intento hacer algo para
cenar. Consigo encontrar recetas sencillas y justo con la
comida que tengo.
Tras haber cenado un poco sin ganas cojo la guitarra e
intento seguir escribiendo la canción. No me sale otra cosa que
no sea pensar en Olivia y en lo que me jode esta situación.
Emborrono una hoja de mi libreta con todas las ideas hasta
que consigo unos versos que me gustan y los paso a otra de las
hojas en limpio.

Con una foto la gente parecía saberlo todo cuando ni yo me


daba cuenta de mi sonrisa de bobo.
Ahora nos toca estar separados, pero ojalá solo estuviéramos
enamorados.

Cansado, guardo la guitarra en su funda y la libreta en una


estantería y me voy a dormir esperando que todo esto se
solucione lo antes posible.
16 – When you’re gone

Olivia

Han pasado tres días desde la última vez que vi a Liam.


Tampoco hemos vuelto a hablar desde aquella llamada en la
que me dijo que no vendría a desayunar en un tiempo. Todas
las mañanas en la cafetería y cuando camino por las calles
busco su rostro entre la multitud, esperando pasar tiempo junto
a él.
Mientras trato de entender por qué su ausencia me afecta
tanto, me doy cuenta de que no es solo su compañía lo que
extraño. Echo de menos las conversaciones y los momentos
que hemos vivido.
Al principio, intento negar mis sentimientos hacia él,
poniendo la excusa de que simplemente me siento sola en este
pueblo, pero, a medida que pasan los días, esos sentimientos se
vuelven más evidentes y difíciles de ignorar. Además, no estoy
sola. Tengo a Kate, Chloe y Amber.
Estoy pensando en él constantemente. Su sonrisa se ha
grabado en mi mente y su voz resuena en mis pensamientos.
¿Podría ser que él sienta lo mismo por mí?
La idea de que estos sentimientos no sean mutuos me
asusta.
Espero con impaciencia el día en que vuelva a verlo.
Aunque no pienso mencionarle nada de esto. De momento, no.
No, hasta que descubra si es recíproco.
Dejando todo el mar de emociones y pensamientos que
inundan mi cabeza me preparo para salir. Estoy emocionada
por la idea de pasar uno de mis días de fiesta de compras con
Kate y Chloe. Desde que Amber me las presentó, siempre
cuentan conmigo para algún plan como este. Amber suele
venir también pero hoy tenía un compromiso.
Me visto con algo cómodo y elegante a la vez.
Después de desayunar juntas vamos a la estación de tren
rumbo a un centro comercial que hay en la ciudad que tenemos
más cercana. Chloe tiene una lista de las tiendas a las que
quiere entrar porque ha estado mirando en sus páginas web y
procura comprar algo de ello.
La primera parada es en una pequeña tienda de accesorios,
donde Kate se enamora de un colgante dorado con perlitas de
colores que ha encontrado entre los estantes. En la siguiente
tienda de ropa, mientras Kate y Chloe se prueban algunas
prendas voy mirando y encuentro un vestido de un morado que
sé que va a resaltar el tono pelirrojo de mi pelo y mi piel clara.
Vuelvo hacia los probadores donde están ellas para
ponerme el vestido y enseñárselo.
—¡Chicas! ¿Qué opináis? —exclamo, girando sobre mí
misma para mostrarlo desde todos los ángulos.
—¡Te queda increíble, Oli! —asiente Kate con
entusiasmo.
—Sí, es perfecto para ti —añade Chloe sumándose a la
conversación cuando sale del probador.
Con una sonrisa de satisfacción, voy hacia la caja para
comprar el vestido.
Seguimos explorando más tiendas porque Chloe y Kate
aún no han encontrado algo que les convenza.
La mañana pasa muy rápido entre tienda y tienda y
consigo olvidarme de Liam por unos momentos. Hasta que
esperando a que las chicas salgan del probador desbloqueo el
móvil y me doy cuenta de que tengo un mensaje suyo. Me ha
pillado por sorpresa. No me había enterado de la notificación.
LIAM: ¿Podemos quedar en la playa? Necesito hablar
contigo
Por mi cabeza empiezan a pasar muchas opciones acerca
de lo que querrá decir. Al final prefiero no pensar demasiado
en ninguna para no crearme falsas expectativas de lo que
pueda pasar.
Cuando estoy a punto de contestarle, Kate sale del
probador y dejo el mensaje escrito sin presionar en el botón de
enviar.
—¿Qué escondes? —inquiere al darse cuenta de que
estaba haciendo algo en el móvil y que lo he apagado
corriendo en cuanto ella ha salido por esa puerta.
—Nada, nada —intento ocultar con mi poca capacidad de
disimulo.
—A mí no me engañas, Olivia. ¿Qué había en ese móvil?
—Vaaale, era un mensaje.
—¿De quién?
—De Liam, dice que quiere quedar para hablar de algo
conmigo.
Kate y Chloe, al igual que Sara desde la distancia, también
están informadas de todo lo que pasa en relación con Liam. Al
principio me costó abrirme con ellas para hablar de mis
sentimientos, pero después de pasar tantos momentos juntas ha
sido muy fácil contar con ellas para desahogarme sobre todo lo
que me pasa con él.
—¿Estás segura de que es para hablar? —se une a la
conversación Chloe a grito pelado desde su probador.
—¿Qué otra cosa iba a ser? —pregunto y con la cara que
pone Kate ya no necesito respuesta— Bueno, es igual. La
cuestión es que no sé de qué quiere hablar. Solo espero que me
diga por qué ha desaparecido estos días.
—A saber, tiene un comportamiento un tanto extraño
algunas veces —comenta Kate.
—Sí, estaría bien que nos lo presentaras algún día para
ponerle cara y saber a quién criticamos —vuelve a aportar
Chloe desde su probador.
—¡Calla y termina de vestirte ya —le grita de vuelta Kate
—, que llevamos aquí esperándote desde que hemos empezado
a hablar de esto!
Terminamos por sentarnos en el suelo de los probadores
para descansar porque Chloe aún tarda varios minutos más en
salir.
Después de una mañana de compras, vamos a comer algo
y me enseñan algunas partes de esta ciudad. También es
costera así que el estilo de las casas y todo es igual que el
pueblo. Tienen fachadas coloridas y en las partes altas se
puede distinguir entre los dos azules del cielo y del mar.
Después de comer no tardamos demasiado en volver.
Vamos de nuevo a la estación de tren y validamos nuestros
billetes de vuelta. Ya subidas en él, Chloe y Kate se sientan
juntas y yo en la fila de detrás. Ellas se duermen un rato. Yo
también estoy cansada, pero me debato entre contestar a Liam
para quedar hoy o si deberíamos quedar mañana.
Al final pienso en escribirle para vernos después de cenar
porque así podré descansar un poco y no irme a dormir
pensando en todas las posibilidades de lo que me podrá decir.
En lo que queda de viaje observo todo lo que pasa por la
ventana del tren. Cuando llegamos de vuelta al pueblo no tardo
en reconocerlo por las fachadas coloridas de las casas y el aire
salado que deja el mar. Aviso a Chloe y Kate de que hemos
llegado para que se despierten.
—Ha sido un día increíble —dice Chloe, con una sonrisa
que ilumina su rostro—. ¡Gracias por acompañarnos, Olivia!
—Sí, de verdad que ha sido genial —agrega Kate,
asintiendo con entusiasmo.
—Me ha encantado pasar el día con vosotras, tendremos
que repetirlo —respondo con una sonrisa sincera.
Nos despedimos en la estación y cada una va hacia su
casa. Mientras camino por las tranquilas calles del pueblo,
saco mi móvil y abro el mensaje de Liam.
LIAM: Me parece perfecto. Nos vemos a las 21?
Contesto de inmediato afirmando que allí estaré a esa
hora.
Después de haberme duchado con agua caliente para
relajarme e intentar calmar los nervios que se han apoderado
de mí, llamo a mis padres. Les cuento que hoy he pasado el día
en La Spezia con unas amigas y les enseño el vestido que me
he comprado. Ellos, con una sonrisa en la cara por saber que
estoy disfrutando, me relatan las últimas novedades que han
pasado en Madrid. Para un verano que me voy, me estoy
perdiendo todos los cotilleos. Hoy ceno con ellos al teléfono,
lo que también me ayuda a calmarme.
Cuando termino de cenar me despido de ellos y empiezo a
prepararme para encontrarme con Liam. Me miro en el espejo,
ajustando cada detalle de mi nuevo vestido, que he decidido
estrenar ahora. Mis manos tiemblan ligeramente por los
nervios mientras me cepillo el pelo. Hacía mucho tiempo que
no me ponía así de nerviosa. Espero que se me pase pronto.
Mi mente divaga entre la emoción y la ansiedad y me sigo
preguntando qué dirá Liam. Un suspiro se escapa de mis labios
mientras me observo una última vez en el espejo antes de salir.
Cojo el mismo bolso que me he llevado esta mañana
porque allí dentro ya tengo todo lo que necesito y emprendo el
camino hacia la playa. El aire fresco de la noche me
reconforta. Las estrellas brillan en el cielo oscuro, y el sonido
suave de las olas rompiendo en la orilla me acompaña en mi
camino.
Por fin, lo veo de pie caminando de un lado a otro por lo
que supongo que él también tiene cierta cantidad de nervios.
Me acerco a él decidida esperando encontrar respuestas a lo
que ha pasado durante estos días.
—Hola, Liam —saludo cuando estoy lo suficientemente
cerca.
Él se gira hacia mí con una sonrisa, y mi corazón da un
vuelco al verlo.
—Hola, Olivia —responde, con calidez en su voz.
Esta vez no nos abrazamos. Empezamos a caminar por la
playa sin rumbo.
El sonido del mar y la suave brisa crean una atmósfera
íntima y tranquila a nuestro alrededor, pero todas las
emociones que tenemos cada uno de nosotros brotando desde
nuestro interior interrumpen esa calma.
Continuamos caminando en silencio por un momento,
hasta que Liam rompe el silencio.
—Olivia, hay algo que quería decirte —dice deteniéndose
y mirándome a los ojos con seriedad.
Mi corazón se acelera ante su tono de voz. Me preparo
para lo que pueda venir a continuación.
17 – Look up at the stars

Liam

El sonido de las olas parece intensificarse cuando su


mirada seria repara en mí esperando a que le diga algo que sé
que lleva esperando saber todos estos días en los que he
desaparecido.
—¿Qué es lo que quieres decirme? —pregunta tratando de
mantener la calma.
Me tomo un momento antes de responder, buscando las
palabras adecuadas.
—Quería decirte que… —comienzo haciendo un gran
esfuerzo por que la voz suene lo menos temblorosa posible—,
que desde que te conocí, siento que hay algo especial entre
nosotros. Y no puedo dejar de pensar en ti, en todo lo que
compartimos y en lo feliz que me haces.
Su rostro comienza a irradiar alegría y la tensión que había
estado sintiendo se disipa al ver su reacción.
—Liam, yo también siento lo mismo —confiesa con una
sonrisa—. Eres una persona especial para mí.
Nos quedamos así, mirándonos el uno al otro, perdidos en
el brillo de nuestras miradas bajo la luz de la luna. El sonido
del mar parece fundirse con el latido de nuestros corazones,
creando una melodía única que solo nosotros podemos
escuchar y que me gustaría hacer canción. La brisa juega con
su melena pelirroja meciéndola en todas las direcciones.
Mis labios se curvan en una sonrisa, sintiendo que estamos
compartiendo algo más que la simple belleza del entorno.
Acaricio y sujeto su mano con suavidad, gesto que envía un
escalofrío a través de mí. Escalofrío que se acentúa cuando su
mirada repara en mis labios, cada vez más cerca de los suyos.
Apenas a milímetros un estallido en el cielo nos asusta
haciendo que nos alejemos y nos trae al mundo real de nuevo.
Al mirar en su dirección vislumbramos fuegos artificiales
sobre el mar. Compartimos nuestra sorpresa y nos sentamos
cerca de la orilla para disfrutar de los destellos que colorean el
cielo.
Cuando acaban, todo se ha recubierto de un humo gris.
Olivia aprovecha para hacerme la pregunta para la que no
estoy preparado.
—¿Por qué dejaste de hablarme durante estos días?
—Prefiero explicártelo en otro momento, es una historia
larga.
—Vale, pero no te vas a librar de hacerlo.
—No, en algún momento lo sabrás, te lo aseguro.
Asiente con una sonrisa tranquila. En mi interior estoy
deseando que no haga más preguntas al respecto. No las hace,
se queda en silencio mirando al horizonte. La miro en varias
ocasiones y, por primera vez en mucho tiempo, siento algo de
incomodidad porque no sé cómo salir de esta burbuja donde
siempre me guardo algo para mí por miedo a que los demás
sepan más cosas de las que me gustaría.
—¿En qué estás pensando? ¿Es por lo que te acabo de
decir? —intento averiguar.
—Sí.
Y no añade nada más a su respuesta.
—Mañana nos vemos y te lo cuento —termino aceptando
que merece saber toda la verdad.
Sé que ha notado miradas cuando está conmigo o que le
han preguntado si me conoce. Tampoco tiene que ser fácil para
ella, quien se está mostrando tal y como es, que yo le oculte
una gran parte de mi vida. No nos queda otra que tener una
gran conversación sobre este tema.
—Me parece bien. Ahora no me apetece seguir aquí. Voy
a irme a descansar.
Percibo en su mirada algo de tristeza y aunque no me
guste verla así prefiero no insistir.
—Vale, nos vamos si es lo que quieres.
Me levanto y le tiendo la mano para ayudarle. La acepta y
no nos soltamos cuando ya está de pie. Seguimos andando con
nuestras manos unidas hasta que llegamos a una calle donde
cada uno debe seguir hacia un lado distinto.
—Desde aquí —digo haciendo referencia al lugar porque
nos estamos en un sitio alto desde el que vemos los tejados de
muchas casas—, se ven muy bonitas las estrellas.
—Sí. Una vez leí un libro en el que decían que ver las
estrellas era como observar el pasado porque su luz tarda en
llegarnos de segundos a miles de años.
—Quiero leer ese libro.
—Estoy segura de que te gustaría. Buenas noches, Liam.
—Buenas noches, Liv.
Y esta vez se va sin darme un abrazo de esos a los que ya
me había acostumbrado. Algo que hace que no me vaya feliz a
dormir a pesar de haberle dicho lo que siento por ella y
haberme quitado un pequeño peso de encima.
18 – Fallin’ all in you

Olivia

Mi mañana empieza como cualquier otra cuando tengo


que trabajar. Me despierto con la alarma de mi móvil, que
suena en tres ocasiones porque siempre la pospongo. Voy a la
cocina a prepararme el desayuno. Continúo mi rutina en el
baño dándome una ducha, lavándome los dientes y
recogiéndome el pelo en una coleta alta. Después vuelvo a mi
habitación para vestirme, coger mi bolso y salir hacia la
cafetería.
Sin embargo, hoy hay una cosa que diferencia este del
resto de días. Todo lo que ocurrió ayer ha hecho que Liam y
yo hayamos compartido lo que sentimos el uno por el otro. Si
me lo llegan a decir cuando nos conocimos, cuando parecía
que no quería ni decirme su nombre, no me hubiera creído ni
una sola palabra.
Voy a trabajar con un ánimo diferente al del resto de días.
Aunque quedaran cosas por hablar, estoy feliz. Cuando llego
Amber ya está allí también así que me acerco para saludarla.
—¡Buenos días!
—¡Buenos días! —me saluda de vuelta—. Qué contenta
vienes.
—Sí, es que ayer los fuegos artificiales me pillaron por
sorpresa y los vi.
—Claro, es que era la fiesta de Santa Margarita de
Antioquía. Todos los 20 de julio hay fuegos artificiales aquí —
explica ante mi desinformación. Parecía un lugar pequeñito
donde no había mucho que descubrir, pero sigo aprendiendo
más y más cada día que pasa.
—No lo sabía, ¡qué guay!
—¿Fuiste sola?
—No, justo había quedado con Liam y los vimos juntos.
—Ah, muy bien —dice con intención de alegrarse, pero su
tono y la expresión facial parece que sea al contrario.
Con la conversación acabada voy a la pequeña habitación
con taquillas para ponerme el delantal y salir a atender a los
primeros clientes que se acercan a desayunar. Al ser un sitio
turístico, cada día tenemos clientes distintos. Atiendo a dos
chicas francesas, las primeras que me han pedido un croissant
bien pronunciado en lo que llevamos de verano. Cuando voy a
prepararles su desayuno vuelvo a estar junto a Amber. Las
últimas palabras que nos hemos dedicado han sido las de la
conversación de primera hora de la mañana. Desde que le he
dicho que vi los fuegos artificiales con Liam ha empezado a
comportarse de una manera muy extraña y que no logro
entender.
La primera parte del día transcurre de manera ajetreada,
pero lo agradezco. Así pasa más rápido. Voy a la habitación de
las taquillas para guardar el delantal y coger mi bolso para
volver a casa. Pienso en decirle algo a Amber para averiguar
qué ha podido pasar, pero cuando me voy ya ha llegado
nuestra compañera que está a mediodía y no queda ni rastro de
ella. Es algo que me enfada porque, después de haber estado
juntas casi todas las mañanas y haber quedado junto a Kate y
Chloe para hacer planes más informales, creo que tenemos la
confianza suficiente como para poder hablar si le ha molestado
algo.
Decido no dejar que eso cambie mi humor porque Liam va
a venir a mi casa a comer. Paso por la pizzería donde he
dejado esta mañana un par encargadas porque sabía que sino
no me iba a dar tiempo para cocinar.
Dejo todo preparado después de haber ordenado algunas
cosas que estaban por el medio. También aprovecho este ratito
para llamar a mi madre, con quien ya hace algunos días que no
hablo directamente, solo habíamos intercambiado mensajes.
La verdad es que, aunque esté muy bien aquí, les echo de
menos a menudo.
Me estoy dando cuenta de que a lo mejor no soy una
persona tan fría como pensaba y sí que necesito un abrazo de
mis padres o mis amigas de vez en cuando. Con suerte, he
encontrado personas con las que poder compartir algunos
momentos.
Llaman al timbre. No dudo, tiene que ser él. Voy a abrir la
puerta con una sensación de nervios. Yo estoy contenta dentro
de lo que cabe, pero desconozco el estado de ánimo con el que
vaya a venir él. Ayer no me apeteció continuar pasando más
tiempo allí en la playa. Mentiría si dijera que no me molesta
que siga ocultando cosas. Aunque es verdad que mostró una
parte más sentimental y eso se lo agradezco.
Lo espero con la puerta abierta y, por suerte, no tarda
demasiado tiempo en subir las escaleras. Lo primero que hago
es cerciorarme de su expresión facial y corporal. No parece
que le haya afectado lo que ocurrió ayer, sin embargo, su
perfecta y radiante sonrisa hoy brilla por su ausencia.
—¿Un abrazo? —pregunto esperando que acepte para que
no haya una situación incómoda.
—Estoy listo para contarte todo y no ocultarte nada más
—declara y se acerca para darme ese abrazo al que estamos
acostumbrados que sea nuestra forma de saludo.
—Me alegro mucho, Liam. Es bastante difícil conocerte si
no me explicas algunas cosas porque entonces no entiendo
muchas de tus actitudes —me sincero—. ¿Me lo cuentas
mientras comemos? No quiero que se enfríen las pizzas.
—Sí, mejor. ¿Cómo ha ido el día? —se interesa.
—Un poco extraño. Amber parecía enfadada o molesta
conmigo.
—¿Ha podido ser porque fuisteis al centro comercial sin
ella?
—No, lo sabía. Ella también estaba cuando Kate propuso
la idea.
—Qué raro.
—No quiero irme de aquí y que las cosas se queden sin
solucionar —digo pensando en que ya me quedan pocas
semanas para regresar a Madrid.
—Se le pasará.
—Eso espero.
Las pizzas desaparecen rápidamente de sus cajas de
cartón. Me levanto para traer un helado de postre y me
encuentro a Liam mirándome de arriba a abajo desde el marco
de la cocina.
—¿Quieres una foto? —le ofrezco.
—¿Qué?
—Nada, nada —contesto riéndome ante su cara de no
haber entendido lo que quería decir.
Le doy su helado y volvemos a la mesa para terminar de
comer.
—Ha sido una comida muy italiana, pizza y gelato —
afirma.
—Ovviamente —contesto en el idioma propio de la
ocasión.
—¿Qué significa eso?
—¿Estás en Italia y no sabes ni una palabra? —le
reprocho.
—Si hablo en inglés, me entienden. Y sé decir: mamma
mia, pizza, allora y ciao.
—Madre mía, qué barbaridad.
—Oye, no te rías, cada uno tenemos nuestros talentos y
capacidades.
—Ah, ¿sí? ¿Qué talento tienes tú? —le reto.
—Canto.
—¿Bien o mal?
—Compruébalo tú misma —saca su móvil de su bolsillo y
comienza a sonar una canción tocada por un piano. Para mi
sorpresa, empieza a cantar.
Es. Toy. A. Lu. Ci. Nan. Do.
—¿Bien o mal? —repite mi pregunta.
Me quedo unos instantes en silencio porque sigo flipando.
No solo canta bien, canta muy bien.
—No me esperaba esto. Además, hace poco descubrí esa
canción que acabas de cantar y la tengo en bucle. ¿Por qué no
me lo habías dicho antes?
—No es ningún secreto.
—No te estoy entendiendo.
—Tengo que decirte algo, tengo miedo porque no sé si te
va a gustar lo que vas a escuchar y solo espero que lo nuestro
no cambie por esto porque puede ser muy difícil a veces —
dice del tirón y casi sin respirar.
—Cuéntame lo que sea porque no te estoy entendiendo
nada de nada.
—¿Segura? Es que no quiero que te asustes y te vayas.
Me inclino hacia él. Paso una de mis manos por su nuca,
acariciando su pelo para después agarrar su mano fuerte.
—Asústame —susurro muerta de miedo y ansiosa a la vez
por saber de qué está hablando.
—Soy cantante —soy consciente de que mi expresión
pasa de ser una de inquietud a una de sorpresa y después a otra
que no sé definir—. Me pareció muy raro que no me
reconocieras en ningún momento de los que chocamos así que
intenté acercarme un poco a ti. Siempre me has hecho y haces
sentir especial cuando estoy a tu lado. No hay nada de mala
intención en ti. Todo lo haces pensando antes en cómo le
puede sentar a los demás, antes que pensar en ti. Cuando llevo
gorra es para que no me reconozcan. Y no, no soy un
deportista de élite que se ha retirado ni la persona que me ha
reconocido se ha equivocado. No sé cómo tú no tienes ni idea
de quién soy.
—Vale. Espera. Déjame pensar un momento. Estás
diciendo muchas cosas.
—Tienes razón, perdóname.
—¿Eres Liam Brown?
—Eso es lo que he dicho.
—Y, entonces, ¿me estás diciendo que eres el cantante
favorito de mi mejor amiga, Sara?
—Eso solo lo podéis confirmar vosotras —se sonroja.
—Madre mía, no me lo puedo creer.
—¿De verdad que ni siquiera te sonaba?
—Sí, claro que me sonó un montón tu cara cuando te vi,
pero como me pasa con más personas tampoco le di más
vueltas. No sabía que estás en mi playlist.
—No quise decir nada al principio porque debía ir con
cuidado. Si necesitas tiempo para asimilar todo esto te dejo
sola.
—No, no, mejor si estás aquí para poder hablar. Ahora
estoy en shock, pero luego tendré muchas preguntas.
—Vale, entonces me quedo. Voy a tirar el papel de mi
helado.
Asiento y le doy el mío para que lo deje también en la
papelera. Nunca me ha caído bien ningún cantante del estilo de
Liam y ahora resulta que me estoy enamorando de uno de
ellos. Además, me produce inseguridad porque yo soy una
chica del montón que cuando acabe el verano volverá a
Madrid a estudiar una carrera. Por otro lado, él hará lo que sea
que hagan los cantantes cuando no están de gira o cualquier
otra aparición pública.
Como no quiero seguir pensando en todas las cosas
negativas que tendría seguir teniendo sentimientos hacia Liam,
voy a la cocina a reencontrarme con él.
—¿Te has perdido de camino a la papelera? —quiero
saber mientras voy allí porque hace bastante rato que se ha
ido.
Cuando entro a la cocina me doy cuenta de que está
leyendo una carta. Vale, no. No es una carta cualquiera. Es la
carta que me mandó una discográfica a principios del verano.
Puedo escuchar el clic que hacen mis neuronas en el cerebro
cuando acaban de conectar los hilos. Ahora todo empieza a
cobrar sentido en mi cabeza.
—Sabías todo, ¿verdad? —inquiere al verme allí. Su cara
ha cambiado, incluso lo noto más pálido.
—Ni siquiera les respondí. Solo la guardé ahí. No tenía ni
idea de que tú eres cantante y mucho menos de que esa era tu
discográfica y que querías tener una relación falsa con tal de
tener fama.
—No me puedo creer que haya confiado en ti. ¿Sabes
cuánto cuesta conocer al Liam de verdad?
Ya volvía a estar entre nosotros el Liam que oculta todo
detrás de una fachada.
—Creo que tú no sabes ni qué es la confianza. Si confiaras
en mí estarías creyéndome porque te estoy diciendo que no
tenía ni idea de nada.
—Es igual, déjalo. Me voy, no me apetece estar aquí más
tiempo.
—No, no te vas —impido que salga de la cocina
moviéndome hacia la puerta—. Te repito las veces que haga
falta que yo no te conocía. No me vas a dejar de mentirosa. Y
mucho menos conocía a ese hombre que vino a ofrecerme
miles de euros por estar con un cantante. ¿Desde cuándo las
mujeres somos un objeto que se puede comprar para satisfacer
el capricho de otros?
—Eso no es lo que yo pienso, ni lo que he planificado.
Nada de esto tenía que ver conmigo.
—Muy bien me parece. No voy a ser yo la que te tenga
que creer a ti. Igual sí que es mejor que te vayas. Pero vete
para no volver.
—Sabía que no ibas a entender nada de esto. No tendría
que habértelo contado.
—Lo estaba entendiendo perfectamente hasta que has
tenido que desconfiar de mí. Aunque, ¿sabes qué hubiera sido
mejor? No habernos conocido. Si fueses tú el que dijese la
verdad estarías un poco conmovido —recalco porque nunca
había querido meterme con su falta para expresar las
emociones hasta ahora—. Ya veo que no es el caso. No te
importaré mucho entonces. Vete ya de aquí.
Coge todas sus cosas y se va dando un portazo. Hoy no
está siendo un buen día y de lo único que tengo ganas es de
llorar.
Enciendo mi móvil para escribir «Liam Brown» en el
buscador. La pantalla se llena de noticias recientes en las que
aparece una foto de Liam junto a mí. Me quedo de piedra. ¿Y
si él era quien sabía todo y ahora que se acaba el verano no les
interesa seguir con esto y por eso le ha venido genial la excusa
para irse enfadado?
Las lágrimas tardan poco en empezar a brotar y no las
puedo parar.
19 – If I can’t have you

Liam

El coche de la discográfica pasa a buscarme muy


temprano porque hoy tenemos otra de esas reuniones. No me
llevo nada del apartamento, no hará falta. Tan solo cojo mi
móvil con su cargador y salgo vestido con un chándal porque
no me apetecía hacer nada más.
Pensaba que ayer arreglaríamos todo y que no habría más
secretos entre Olivia y yo. O por lo menos así fue hasta que
encontré la dichosa carta en la que le proponían tener una
relación falsa con un cantante. Si aceptó significa que todo
este tiempo ha sabido realmente quién era y todo ha sido una
mentira.
Solo en momentos como estos echo en falta que vinieran
mis estilistas para vestirme y maquillarme. Sobre todo, para
tapar las ojeras que tengo de no haber podido dormir en toda la
noche.
Saludo al chófer y subo al coche sin ganas de hablar con
nadie. Si antes me apetecía poco ir a estas reuniones hoy me
apetece menos. Solo espero que no me pregunten por nuevas
composiciones porque la única canción que tengo terminada
habla de Olivia y no quiero cantarla hoy.
Para hundirme más en la miseria, vuelvo a instalarme
todas mis redes sociales y ver las interacciones que hay por allí
antes de que Nathalie, del departamento de marketing y
publicidad, saque su tablet para enseñarme los números rojos
de las estadísticas.
Entro a cada uno de mis perfiles de las distintas
plataformas y, como siempre, hay comentarios buenos y
malos, pero hoy solo me fijo en que también aparecen aquellas
fotos en las que Olivia está a mi lado. Las denuncio para
intentar que el algoritmo deje de mostrármelas. En los
mensajes privados hay más de lo mismo. Visto el panorama,
vuelvo a cerrar todas estas aplicaciones y me centro en mirar
el mar por la ventanilla.
Al llegar al lugar de las reuniones me reciben Will y
Robert, quienes llevan trasladándose aquí en todas las
ocasiones desde Estados Unidos solo porque prefieren hacer
las reuniones de manera presencial y no mediante
videollamadas.
—Buenos días, Liam —me saludan con un apretón de
manos y comenzamos a caminar hacia el edificio lleno de
oficinas, donde han reservado una de ellas.
Allí sentados, no tarda en aparecer el resto del equipo en
una gran pantalla, conectando con nosotros a través de
videollamadas.
—Hemos pensado —comienza Will— que, para romper el
hielo e ir cogiendo ritmo podemos empezar eligiendo el
repertorio para el concierto benéfico. Tenemos que pasarles ya
las canciones para que puedan organizar todo y que los
músicos empiecen a ensayar.
—De acuerdo —se escucha a Nathalie por los altavoces.
—¿Tienes alguna preferencia, Liam? —se interesa Robert.
—Yo haría las más emblemáticas, así la gente las conoce y
las puede cantar.
Como ocurre siempre, hay una discusión sobre todo lo que
cualquiera dice. Unos abogan por que hagamos lo que he
dicho, pero otros defienden la idea de que sería mejor cantar
en exclusiva algún tema nuevo para ir creando expectación.
Les digo con total sinceridad que todavía no tengo una canción
lo suficientemente avanzada como para poder llevarla al
escenario en poco más de un mes. Así que, al final, por ese
motivo, terminamos decantándonos por las canciones más
famosas de toda mi carrera.
La reunión continúa durante casi dos horas más en las que
me cuesta estar atento por la noche de sueño que me falta. Se
debaten temas muy variados desde si deberían contratar
compositores que me hagan alguna canción mientras yo acabo
las mías hasta estrategias de marketing para revivir mis redes
sociales. Por lo menos ya no son ideas tan descabelladas como
una relación falsa.
Por suerte la reunión concluye y Will me acompaña hasta
abajo para volver a subirme al coche que me llevará de vuelta.
Ninguno de los dos comenta nada durante estos segundos.
Cuando la puerta del ascensor se abre me quedo muy
sorprendido al ver allí a Amber. Sus ojos, abiertos como
platos, muestran la misma sensación que tengo yo. Mira a Will
y después a mí como si fuéramos los jugadores de un partido
de tenis. Se percibe su incomodidad. Will y yo salimos y ella
entra. En ese cruce es cuando nos saludamos con una ligera
sonrisa y me doy cuenta de que pulsa el botón número cinco,
la misma planta en la que acabamos de estar nosotros.
—¿La conoces? —quiere saber Will.
—Sí, es amiga de Olivia y encargada de la cafetería donde
voy algunos días a desayunar.
—Esa chica, Olivia, ¿por qué has dicho su nombre con ese
tono?
—¿Con qué tono? —intento disimular.
—Liam, te conozco demasiado bien, hemos pasado
muchas horas juntos. No me digas que esas ojeras son por ella.
—Vale, sí.
—¿Habéis peleado?
—De hecho, igual tú y toda la discográfica lo sabéis mejor
que yo —pierdo las formas, pero es que ya llevo demasiado
tiempo aguantando las ganas—. He visto la carta que le
mandasteis.
—Liam, yo…
—¿Tú? —no le dejo terminar—. Tú también lo sabes
todo, ¿verdad?
—Tienes que saber la verdad. Yo no estaba de acuerdo, y
muchas más personas del equipo tampoco, pero no quedaba
otra. Era para salvar tu carrera como cantante. Sabes lo difícil
que es mantenerse en la cima.
—Y la mejor forma era traicionarme de esa manera, no se
os ha podido ocurrir nada mejor.
—De verdad, lo pensamos por tu bien. Además, ella no
aceptó.
—¿No aceptó? —repito sus dos últimas palabras para
confirmar lo que acabo de oír porque como sea así significa
que ayer metí la pata hasta el fondo.
—Por eso acabas de ver a Amber. Cuando Olivia no
aceptó, no nos quedó otra que recurrir a ella.
—¿Y las fotos? —todo está empezando a cobrar sentido
en mi cabeza. Cuando veo que no quiere contestar a mi última
pregunta, doy por hecho la respuesta—. Espero que puedas
solucionarlo o no va a hacer falta que hagáis nada más por mi
carrera que ya acabo con ella yo solo.
—¡Liam! —grita, pero voy decidido hacia el coche y no
me pienso achantar. No quiero pasar más tiempo rodeado de
personas en las que creía que confiaba.
20 – I know what you did last summer

Olivia

Descubrir que Liam es cantante me impactó, pero aún fue


peor todo lo que vino a continuación.
Verme en esas imágenes tomadas cuando nosotros no nos
estábamos dando cuenta me hace reflexionar mucho. Me
cuesta creer que todo haya podido ser una mentira porque
puedes mentir con palabras, pero ¿con el lenguaje no verbal?
No hace falta recurrir a las fotos para haber sido
consciente de las miradas cómplices, los gestos de afecto o las
sensaciones que emergían de nuestro interior. Eso no se puede
fingir.
Además, también pienso en que un cantante, de cierta
manera, puede ser un actor. Con esto quiero decir que, al igual
que interpreta las canciones en cualquier momento sin tener
que sentir eso necesariamente, puede actuar como si hubiera
sentido algo por mí.
Llamé a Sara en cuanto me pude tranquilizar un poco. No
le conté la parte de que Liam es ese cantante que tanto le
gusta. No quise que ese hecho pudiera condicionar lo que me
diría si fuera otro chico cualquiera. La parte de la historia que
le conté es que creía que cuando se acabara el verano todo esto
también se iba a acabar porque él se volvería a donde sea que
viva y yo a Madrid, que no nos íbamos a volver a ver y que
nada habría servido. Sara fue muy sincera conmigo en eso.
Concordó en que iba a ser difícil, aunque intentó sacarle el
lado positivo, como siempre intenta, y me intentó animar
defendiendo que no era algo imposible. Aun así, me quedé con
ganas de contarle toda la otra parte.
Tengo suerte de que hoy no tenga que ir a trabajar porque
así tengo tiempo para seguir pensando en estas cosas que solo
van a hacer que me hunda más, pero bueno, también necesito
un tiempo de estar mal antes de poder volver a seguir con mi
vida. Si los malos momentos no existiesen, no podría haber
buenos.
Voy a cocinar un bizcocho con fresas que tengo en la
nevera a punto de que haya que tirarlas porque ya no tienen un
color tan vivo como deberían. Sigo la receta, que empleo
siempre, al pie de la letra y vierto la mezcla en el molde.
Después de meterlo al horno, me quedo la media hora que
tarda observando cómo crece mientras pienso en mis cosas. Le
doy más vueltas a lo mismo una y otra vez hasta que el horno
empieza a pitar en señal de que el tiempo programado ya ha
pasado. No tengo ganas ni siquiera de estirar el brazo para
apagar el molesto pitido.
Corto un trozo y espero a que se enfríe mientras me doy
una ducha con agua caliente para relajarme. Cuando salgo y
me envuelvo en la toalla me doy cuenta de que la pantalla de
mi móvil está encendida por la llegada de un mensaje nuevo.
Lo cojo para ver de quién se trata, pero es un número
desconocido que no tengo agregado en mis contactos. Aúno
las pocas fuerzas que tengo y abro la imagen para ver de qué
se trata.
No me he visto en el espejo, pero estoy segura de que
hasta la cara me ha cambiado de color. Es una captura de
pantalla. En ella se ve cómo una persona le manda a quien me
está escribiendo las fotos que nos hicieron a Liam y a mí. En
el pie de la imagen pone: «fotos conseguidas». Lo peor de
todo no es que una persona anónima me haya mandado quién
es el autor o la autora de eso, lo peor es que reconozco la foto
de perfil.
Amber es la fotógrafa.
Hago una captura de pantalla a la misma por si acaso, para
que no se borren las pruebas.
Me visto para salir y voy en busca de Liam por todo el
pueblo. Necesito encontrarlo para que vea esto y me crea.
También me siento muy mal por todo lo que le dije ayer. La
rabia me pudo y no controlé lo que estaba saliendo por mi
boca.
21 – Never be alone

Liam

Tengo que ir a pedirle disculpas ya o será más difícil que


me perdone según pasa el tiempo.
Me cambio de ropa al llegar de la reunión con lo primero
que pillo del armario, cojo una manzana de la cocina para ir
comiéndomela por el camino y salgo corriendo hacia su
apartamento.
El pueblo se recorre en menos de diez minutos, sin
exagerar, de una punta a otra. Aunque vaya a llegar enseguida,
camino todo lo rápido que mis piernas y todas las personas que
hay paseando por la calle me lo permiten.
Llamo al timbre cuando llego al portal, pero no obtengo
respuesta y no consigo que alguien me abra la puerta.
Compruebo la hora para asegurarme con certeza de que no
estará en la cafetería trabajando. Me siento en el escalón de la
puerta esperando que entre o salga en algún momento para
poder hablar con ella.
El tiempo se me hace eterno. Escribo a Arya y James en
busca de aprobación externa porque según paso más minutos
aquí, más ridícula me parece la idea de que Olivia me vaya a
perdonar después de todo lo que le dije. Asimismo, pienso en
la posibilidad de que ella supiera algo. Amber es su amiga por
lo que no me extrañaría que se haya enterado de toda la
parafernalia que ha montado la discográfica.
—Te estaba buscando —levanto la vista del móvil y me
reconforta ver que es ella—. Sé lo de las fotos. Me ha llegado
esta mañana una prueba de quién nos las hizo —me muestra la
pantalla de su móvil con la clara evidencia de ello, aunque no
la necesito.
—Lo sé —aseguro—. Perdón.
—No, tú no tienes que pedir perdón si no has hecho
nada malo.
—Sí, sí que lo he hecho. Desconfié de ti de inmediato
sin ni siquiera preguntarte primero. Además, Amber…
—Me ha engañado —no me deja terminar, comienza a
llorar y no puedo resistirme a darle un abrazo.
Extiendo mis brazos con suavidad, rodeándola con
cuidado mientras sus sollozos se intensifican. Siento el
temblor de su cuerpo contra el mío. Noto su fragilidad y
quiero transmitirle toda la fuerza que tengo para ofrecerle.
Deslizo mis manos con ternura por su espalda, intentando
tranquilizarla.
—Estoy aquí, Liv —susurro y mis palabras son apenas
audibles en medio del llanto.
Con el tiempo, sus sollozos se van calmando.
—No me atrevo a contárselo a Chloe y Kate.
Sus palabras se entrecortan porque su respiración sigue
agitada.
—Es normal, date tiempo.
Me duele verla así, tan vulnerable y herida por una
traición que de cierta forma yo he causado.
—Ni se te vuelva a ocurrir ocultarme algo tan fuerte
como ser cantante o que nos hayan hecho una foto —me
reprocha separándose un poco del abrazo para mirarme con los
ojos acuosos.
—Te lo prometo.
Volvemos a darnos otro abrazo. Esta vez más leve. Es en
este instante cuando me doy cuenta de que las palabras pueden
ser efímeras, pero el poder de un abrazo trasciende cualquier
barrera.
—Me da mucho miedo que cuando el verano acabe todo
esto se acabe —confiesa aún con los ojos rojos, pero mucho
más calmada.
—A mí también. Lo que más me preocupa es que me has
conocido siendo un chico normal —hago una pausa pensando
en cómo continuar esto—. Cuando empiece a trabajar, estaré
semanas o meses de un lado para otro, la prensa se enterará de
que estamos juntos e invadirán tu privacidad y muchas otras
cosas. Estar conmigo tiene un precio caro que pagar. Mis
amigos y familia sufren las consecuencias.
—No me has tranquilizado. Esperaba que me dijeses que
todo va a salir bien.
—Vamos a pasar de vernos todos los días a una vez al mes
como mucho.
—Creo que es mejor que no sigas —se ríe levemente
dándome a entender que estoy fastidiando todo—. Dime lo
bueno que tiene.
—Que tú seas el motivo de mis canciones —por cómo se
queda de impactada deduzco que no esperaba esa respuesta—.
He traído también una entrada para que puedas venir a
Londres. En un mes hay un concierto benéfico y voy a
participar.
—No me lo perderé por nada del mundo.
El momento está cargado de una electricidad sutil pero
palpable mientras Olivia y yo nos miramos. Hay una energía
especial, una que solo nosotros podemos percibir.
Entonces, sin previo aviso, nuestros labios se encuentran
en un beso que parecía estar escrito desde mucho antes de que
sucediese. Eliminando cualquier duda o temor que pueda
existir entre vosotros.
El tiempo parece detenerse y el mundo se desvanece a
nuestro alrededor dejándonos solos en nuestra propia burbuja
de felicidad y complicidad.
22 – Summer of love

Olivia

1 mes más tarde

Vuelvo a estar en el aeropuerto de Madrid. Aquí es donde


chocamos por primera vez. Me da la sensación de que han
pasado un montón de cosas desde entonces.
Miro hacia el pasado y recuerdo un verano lleno de
momentos inolvidables. Ese pueblecito costero en Italia con
las fachadas de colores ha visto crecer un amor que ha
sobrevivido al verano, la fuerte amistad que sigo manteniendo
con Kate y Chloe, y, sobre todo, ha visto mi crecimiento
personal.
Cuando volví, una parte muy grande de mí había
cambiado. No era solo por haber conocido a esas personas tan
maravillosas, sino que estar sola en un nuevo sitio me había
permitido salir de la burbuja en la que estaba inmersa y
conocer una parte de mí que no sabía que existía.
Ahora sé que puedo pasar tiempo a solas conmigo misma,
viajando o viendo una película, y me lo paso igual de bien que
acompañada. Es decir, ahora que sé que yo sola estoy bien, me
he dado cuenta de que, si decido compartir mi tiempo con
otras personas, sea con aquellas que me aportan algo positivo.
Cuando el verano terminó, yo volví a Madrid. He
empezado el grado de Lenguas Modernas, tal y como quería
hacer cuando emprendí mi aventura. Me gusta mi nueva rutina
de ir a la universidad y conocer a nuevas personas.
Por otro lado, Liam volvió a Estados Unidos para grabar
las nuevas canciones que había compuesto durante el verano.
Yo no me las puedo sacar de la cabeza, son perfectas. No lo
digo solo porque algunas de ellas tengan que ver con nosotros.
Quedan pocas semanas para que pasen a ser del mundo entero.
Pero, de momento, hoy es el concierto benéfico. En unas horas
estaré viéndolo cantar en un escenario por primera vez porque,
sin saberlo, me he convertido en su mayor admiradora.
Algo que también ha cambiado en mi vida es que ahora
hay personas que me reconocen por la calle. Madrid es muy
grande, pero a veces tengo la sensación de que todo el mundo
sabe quién soy. Supe que era una consecuencia directa de estar
con Liam, pero ni siquiera el miedo puede hacer que cambie lo
que siento por él. Aunque hayamos estado este mes en dos
partes del mundo distintas, ambos hemos sacado algunos
momentos durante la semana para poder hablar por lo menos
durante unos minutos.
Subo al avión rumbo a Londres con un huracán de
emociones y sentimientos dentro de mí. Quedan horas.
Durante el despegue froto con mis dedos la cadenita dorada
con una caracola que me regaló junto a la entrada del
concierto. La caracola representa todas esas veces que nos
vimos en la playa teniendo de fondo la melodía de las olas
deslizándose por la orilla. Además, también fue en aquel lugar
cuando compartimos todo lo que sentíamos por primera vez.
No consigo dormirme durante el vuelo.
Estoy nerviosa.
Atacada.
Atacada de los nervios, mejor dicho.
En el momento de aterrizar se me hace eterno el tiempo de
espera hasta que podemos salir del avión. Cuando abren las
puertas, cojo mi maleta y adelanto a todas las personas que
tengo enfrente. No puedo esperar más, necesito salir de aquí la
primera.
En la salida, me espera Will. Es la única persona que Liam
ha mantenido en su equipo de trabajo después de todo lo que
pasó y de haber perdido la confianza en el resto e incluso en la
discográfica. Ver que entre nosotros había una conexión
especial es lo único que hicieron de manera correcta. Liam
solo le ha perdonado a él.
—¡Hola, Olivia! —se acerca a darme un abrazo— Me
alegro mucho de volver a verte y que esta vez sea en son de
paz.
—Lo mismo digo, Will —me doy cuenta por cómo me
tiembla la voz, que realmente estoy muy nerviosa.
—¿Cómo ha ido el vuelo? —se interesa— Deja que te
lleve la maleta.
—Gracias. Ha ido bien. Se me ha caído el móvil y se ha
roto la pantalla, pero por lo menos sigue funcionando.
—Vaya, espero que eso no sea ninguna señal de nada. No
te va a tranquilizar que te lo diga, pero Liam estaba muy
nervioso cuando me he ido para venir a buscarte. No puede
esperar más para verte.
—¿Está ya en el estadio? —quiero saber—. Le he
mandado un mensaje al aterrizar, pero no lo ha leído.
—Tranquila, ahora está haciendo la prueba de sonido. Así,
cuando lleguemos ya habrá terminado y podréis estar juntos
hasta que tenga que prepararse para el concierto.
—¡Genial! Gracias por todo, Will —le agradezco también
volviendo a darle un abrazo.
Llegamos al aparcamiento y subimos a un coche negro
con los cristales de la parte trasera tintados. Sé que este es el
tipo de coche en el que va Liam y miro a todos lados para
recoger la mayor información posible y entender mejor cómo
es su mundo y su día a día porque aún hay cosas que
desconozco.
Una hora después, veo por la ventanilla el impresionante
Wembley Stadium. Nunca había estado en un estadio y no me
llego a imaginar cómo será esto dentro de unas horas cuando
su interior esté repleto de miles de personas.
El coche se mete por una entrada de garaje y aparca para
que podamos salir.
—Olivia, ¿estás lista? ¿Necesitas algo antes de subir? —se
preocupa Will mientras habla por una radio para avisar de que
hemos llegado.
—No lo sé. Creo que no.
—Vale, pues allá vamos. Por aquí —me señala hacia uno
de los ascensores.
Al salir del ascensor comenzamos a andar por un largo
pasillo lleno de puertas en las que hay carteles con nombres de
cantantes muy conocidos. No me creo que yo esté aquí tan
cerca de todos ellos. Estoy tan ensimismada leyendo cada
letrero que no me doy cuenta de que Will se para y me choco
con él. Mira hacia una de las puertas. Cuando miro en su
dirección, veo escrito en mayúsculas «Liam Brown» y me da
un vuelco el corazón.
—Está dentro —me anuncia Will, pero me lo tiene que
repetir porque no le he escuchado—. Os dejo a solas hasta la
hora de comer. Ahora subo tu maleta.
Se vuelve a ir por donde hemos venido y me quedo aquí
sola frente a la puerta del camerino de Liam.
Con los nervios a flor de piel golpeo con mis nudillos la
puerta.
—Adelante —escucho la voz de Liam al otro lado de la
puerta y eso hace que un escalofrío me recorra de arriba a
abajo.
Tiro de la manivela con suavidad. Lo veo allí sentado y
estoy a punto de caerme al suelo de la emoción.
Al verme, su sonrisa ilumina todo a su alrededor. Mi
corazón da un vuelco, y una oleada de alivio me invade al
verlo después de tanto tiempo.
—¡Olivia! —exclama él, extendiendo los brazos para
abrazarme.
Corro hacia él dejando que su calor me envuelva, que su
aroma, ya familiar, me reconforte. Nos abrazamos con fuerza,
como si tratáramos de fundirnos en uno solo, como si el
tiempo que pasamos separados se desvaneciera con cada latido
de nuestros corazones.
Cuando finalmente nos separamos, sus ojos encuentran los
míos, y en ellos veo el reflejo de todo lo que siento por él. Sin
decir una palabra, sin necesidad de explicaciones, nos
acercamos lentamente, nuestros labios buscándose en un
anhelado beso.
Es suave al principio, apenas un roce de labios, pero
pronto se convierte en algo más. Nuestros besos se vuelven
más profundos, más apasionados, como si tratáramos de
recuperar todo el tiempo perdido en ese único momento de
conexión.
Es como si el mundo entero se desvaneciera a nuestro
alrededor, dejándonos a solas en este pequeño rincón de la
realidad.
Cuando nos separamos, el aire está cargado de electricidad
y emoción. Estamos juntos de nuevo, y en este momento, eso
es lo único que importa.
—¡No esperaba que llegaras tan pronto! —dice con
sorpresa.
—No me iba a perder ni un segundo de esto.
—Estás… estás increíble.
Aunque llevamos ya bastante tiempo conociéndonos y no
sea la primera vez que me lo diga, no puedo evitar sonrojarme
ante comentarios suyos como este.
Después de nuestro dulce reencuentro, Liam sugiere que
conozca a James y Arya, que se encuentran en una cafetería.
Aún estoy flotando en una nube de felicidad por estar con
Liam de nuevo. Asiento emocionada y ansiosa por conocer a
unas personas tan importantes para él.
Liam toma mi mano con ternura mientras salimos de su
camerino y caminamos por el pasillo. Cada paso que damos
juntos refuerza la sensación de que estamos juntos en esto,
enfrentando el mundo de la fama con mi mundo, uno sencillo
en el que hago cosas como cualquier otra chica de mi edad.
Llegamos a la cafetería y Liam los busca con la mirada.
Cuando da con su mesa caminamos hacia allí para
encontrarnos con ellos.
—James, Arya, os presento a Olivia —dice Liam,
tomando mi mano y atrayéndome hacia él.
Nos damos un abrazo. Me siento acogida por su
amabilidad instantáneamente. La energía entre los tres es
palpable, una mezcla de complicidad que me llena de alegría.
—Es un placer conocerte, Olivia —dice James.
—Liam ha hablado mucho de ti —añade Arya.
—También me ha hablado mucho de vosotros —respondo,
sintiéndome afortunada de formar parte de este círculo de
amistad tan especial.
—Espera, te presento también a mi novia, está pidiendo
allí —dice señalando hacia la zona de catering.
Vamos caminando hacia allí cuando distingo a la
perfección de quién se trata.
—¿Sara? —grito desde la distancia.
No me puedo creer que ella esté aquí. O sea, me dijo que
iba a venir a Londres para ver a ese chico y habíamos quedado
mañana para dar una vuelta juntas por aquí, pero ¿qué?
—¿Os conocéis? — dice James.
—Somos mejores amigas.
—¿Tú no aterrizabas dentro de dos horas? —dice Sara
eufórica y se sale de la fila saltando una valla para saludarme.
—Al final, gracias a Will, he podido coger otro vuelo para
llegar antes.
—Bueno, pues ya no hace falta que te diga que James es
el mejor amigo de Liam —dice entre risas nerviosas—. Yo me
he enterado hoy también. Resulta que esto era una sorpresa.
—Y tanto.
Nos quedamos calladas por un instante hasta que
rompemos a reír por lo surrealista que resulta la situación y las
caras de James y Liam al darse cuenta de que nos conocemos
y que no se hayan enterado de nada de lo que hemos dicho.
Nos quedamos charlando animadamente durante un rato,
compartiendo risas y anécdotas mientras el tiempo parece
detenerse a nuestro alrededor hasta que Liam debe de ir a
prepararse para salir al escenario.
Nosotros vamos a esperar a una zona reservada de las
gradas donde tenemos una visión completa del escenario y
vemos a los artistas que actúan antes que Liam desde una
posición privilegiada.
No puedo evitar emocionarme cuando sale Liam. Ha
compartido conmigo todas las inseguridades que le invaden
mientras se sube a un escenario y empatizo con él. Todos,
desde este rincón de las gradas hasta el final del estadio,
gritamos sus canciones.
Tras cantar dos de ellas, hace una pausa para hablar sobre
la causa benéfica y dar paso a la última canción.
—Este tema está sin acabar, pero os lo quiero cantar
porque la he escrito pensando en una persona. Es la primera
vez que viene a un concierto a escucharme así que espero estar
haciéndolo bien y no decepcionarte. Es para ti, Liv.
Mi corazón se para.
Escucho la canción muy atenta, concentrándome en la
letra y todo lo que quiere decir. Todo el mundo a mi alrededor
desaparece, es como si solo me la estuviera cantando a mí.

A veces me gustaría que lo posible


fuera acariciar tus pecas.
A veces me gustaría que lo imposible
fuera ahogarme como aquel día en Las Vegas.

Con una foto, la gente parecía saberlo todo.


Yo no me daba ni cuenta de mi sonrisa de bobo.

Ahora nos toca estar separados,


pero ojalá solo estuviéramos enamorados.

Todo comenzó en un terrible momento,


donde ya no sabía qué me quedaba dentro.
Tú, tú me has ayudado a descubrirlo,
tan solo tenía que reconstruirlo.

Nunca imaginé lo que siento contigo,


en tu mirada hay un mundo infinito.
Entre susurros cómplices,
secretos compartidos.
FIN
Agradecimientos
Es la segunda vez que empiezo a escribir esto y sigue
siendo igual de difícil que la primera.
Siempre tengo que agradecerle a mi familia su apoyo
incondicional haga lo que haga y pase lo que pase. Os quiero
muchísimo.
A mis mejores amigas. Tengo mucha suerte de tener a mis
propias Saras.
Muchas gracias a mis lectoras cero. A Selva
(@selva_palacios) por tus críticas constructivas y tu
honestidad para hacer una historia mejor. A Rosa
(@entremontonesdelibros) por tus detalladas anotaciones y
sacar tiempo para leer la novela. A Noa (@booksbynivi) por
todos esos mensajes de emoción y por tratar esta novela con
tanto cariño. Me hace muy feliz que seáis una parte de esta
historia.
Gracias a ti. Gracias por haber llegado hasta aquí y estar
leyendo esto. Por ayudarme a cumplir mi sueño. Por darle una
oportunidad a la historia. Espero de corazón que te haya
gustado.
Un abrazo enorme de esos a los que Olivia y Liam nos han
acostumbrado.
Sobre la autora
Paula Hernández Canas nació en Zaragoza (España) en
2004. Actualmente, estudia el Grado en Magisterio en
Educación Infantil.
En febrero de 2023 publicó su primera novela: Cuando
mires las estrellas. Una historia juvenil romántica que tiene
lugar entre los pasillos del instituto y las paredes vecinas de las
casas de Maia y Rubén.
En marzo de 2024 ha publicado su segunda novela: Estás
en mi playlist. Una historia veraniega y romántica que trata los
nuevos comienzos y los amores de verano.
Y esta lista seguirá creciendo porque siempre tiene alguna
idea en mente que escribir.
Además, le gusta leer, pasar tiempo en familia y con sus
amigos, viajar a cualquier parte del mundo y patinar.

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