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4 Serpiente GN 3

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LA SERPIENTE DEL PARAÍSO.

Una víbora que habla

Un enigma siempre ha intrigado a los lectores de la Biblia en el relato de Génesis 3: qué significa la
serpiente tentadora la mujer en el jardín de Edén. El Génesis afirma que se trataba de un simple
animal del campo, uno más de los creados por Dios (3,1). Pero poco después la serpiente
conversa con Eva. ¿Cómo pudo hablar, si era una víbora? ¿Y cómo podía tener una inteligencia
superior a la del hombre (como dice en 3,5)? No puede ser un animal real. ¿Quién era entonces?

Algunos sostienen que sí era un animal real pero que estaba poseído por el Diablo para engañar a
Eva. Pero si la serpiente era sólo un instrumento del Diablo, ¿por qué Dios la castiga a ella
haciendo que se arrastre sobre su vientre y coma polvo por el resto de su vida (3,14), en vez de
castigar al Diablo? Una segunda creencia, la más común entre los lectores de la Biblia, es que aquí
la serpiente no era un animal real sino un símbolo del Diablo, una imagen, un disfraz literario del
autor para referirse a este ser maligno, que fue quien en realidad tentó a nuestros primeros padres
en el Paraíso.

Pero esta solución choca con una gran dificultad, y es que en ninguna otra parte del Génesis se
nombra al Diablo. Más aún, el Diablo (o Satanás, que es lo mismo) es un personaje desconocido
para los autores de los libros bíblicos más antiguos; por eso jamás aparece en el Pentateuco, ni en
los libros históricos, ni en los libros proféticos. ¿Cómo podía conocerlo el autor de este capítulo del
Génesis? Los actuales estudios bíblicos afirman, por lo tanto, que aquí no se trata del Diablo.

Un tercer grupo de pensadores sostiene que la serpiente no es ningún personaje concreto, sino un
símbolo de los malos deseos y de los placeres sensibles. Así, el pecado original habría consistido
en una transgresión de tipo sexual, y la serpiente no sería más que un símbolo sexual. Por eso se
insiste tanto en que Adán y Eva "estaban desnudos". Pero esta hipótesis es inadmisible, pues el
mismo Génesis dice que Dios santificó y bendijo el matrimonio cuando le ordenó a la primera
pareja: "Sean fecundos y tengan muchos hijos, llenen el mundo y gobiérnenlo" (1,28). No hay,
pues, connotaciones sexuales en el pecado original. ¿Quién es entonces esta serpiente?

¿Y todo por una manzana?

El enigma de la serpiente nos lleva a un segundo problema: ¿qué pecado cometieron Adán y Eva
en el Paraíso? Popularmente se responde que comieron una manzana prohibida. Pero conviene
notar, ante todo, que en ninguna parte del relato se menciona manzana alguna. ¿De dónde salió la
idea de esta fruta? Viene del texto en Latín de la Biblia, en esta lengua manzana se dice "malus", y
mal se dice "malum". Y como Adán y Eva comieron el fruto del mal (malum), se pensó que habían
comido una manzana (malus). Hoy, las Biblias ya no están en latín sino en castellano, y se dice
que no comieron una manzana sino "un fruto" malo.

¿Por comer un simple fruto Dios los castigó? Si fuera así, lo sucedido en el paraíso fue solo ¡un
fatal error gastronómico! Pero como sabemos que la serpiente es un símbolo (ya que no puede
tratarse de un animal real), también el fruto prohibido tiene que ser simbólico. ¿Pero símbolo de
qué? Si aclaramos quién es la serpiente, descubriremos también cuál fue el pecado del paraíso.

La serpiente simboliza a algún personaje o realidad entendible para los lectores de aquella época,
porque si no, éstos se habrían quedado sin comprender el mensaje. Ahora bien, por los modernos
estudios bíblicos y arqueológicos sabemos que la serpiente, en aquella época, era el símbolo de la
religión cananea, que los israelitas encontraron en la Tierra Prometida. ¿Por qué los cananeos
emplearon como símbolo de la divinidad a la serpiente, cuando para nosotros es un animal dañino
y peligroso? Porque los pueblos antiguos veían en ella tres cualidades.

Primera, la serpiente tenía fama de otorgar la inmortalidad, pues cambiaba de manera constante
de piel y tenía perpetuo rejuvenecimiento. Segunda, garantizaba la fecundidad, ya que vive
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arrastrándose sobre la tierra, que para los orientales representaba a la diosa Madre, fecunda y
dadora de vida. Y tercera, transmitía sabiduría, pues la falta de párpados en sus ojos y su vista
penetrante hacía de ella el prototipo de la sabiduría y las ciencias ocultas. Por eso el Génesis la
presenta como "el más astuto de todos los animales del campo" (3,1).

Estas tres características hicieron de la serpiente el símbolo de la sabiduría, la vida eterna y la


inmortalidad, no sólo entre los cananeos sino en muchos otros pueblos, como los egipcios, los
sumerios y los babilonios, quienes empleaban la imagen de la serpiente para simbolizar a la
divinidad que adoraban, cualquiera fuera ella.

Una religión más seductora

¿Y qué les sucedió a los israelitas con la religión cananea? Para entenderlo es necesario tener en
cuenta las circunstancias históricas por las que atravesaron.
Los hebreos fueron durante siglos un pueblo nómada. Y desde antiguo el Dios que los
acompañaba siempre era el Dios del desierto, de las montañas, de lo desolado y agreste.

Era un Dios trashumante, que viajaba y se movilizaba junto con el grupo o el clan a todas partes, a
fin de protegerlos de los peligros que entrañaba este tipo de vida. El Dios de los hebreos era, pues,
especialista en los problemas del desierto: los cuidaba en caso de ataque de tribus enemigas (Ex
17,8), los ayudaba a encontrar agua entre las rocas (Ex 17,1), los guiaba para hallar alimento en
medio del páramo (Ex 16), enviaba plagas contra los pueblos opresores (Ex 7,1), se mostraba
poderoso y terrible en los truenos y rayos (Ex 19,16-19), velaba por la justicia y el orden en el
campamento (Ex 21,22).

Y Dios amparaba con tanta delicadeza a su pueblo, que durante el día se transformaba en una
inmensa nube (para taparles el sol y evitarles la insolación), y durante la noche en una columna de
fuego (para iluminarlos en la oscuridad) (Ex 13,21). El Dios de los hebreos era práctico y experto
en cuestiones de trashumancia, y un excelente acompañante y protector del pueblo. Pero a partir
del contacto con los cananeos, los asirios, lo babilonios, los persas… pueblos mucho más
evolucionados y desarrollados que ellos, empezaron a cambiar.

Los israelitas quienes por siglos fueron nómadas ahora conocen a los cananeos quienes llevaban
siglos instalados en la tierra, y eran sedentarios, conocían muy bien la agricultura, y vivían de los
frutos del campo, de las viñas y del producto de sus ganados. El dios de ellos se llamaba Baal y el
dios que les proporcionaba las lluvias, la cosecha y la fertilidad de los campos. Y lo representaban
de ordinario con una serpiente, símbolo de la vida y de la inmortalidad, o también con un toro
(Becerro).

Baal tenía una compañera femenina, la diosa Asherá, diosa del amor y de la fecundidad. Y según
las creencias cananeas, Baal y Asherá mantenían permanentes relaciones para asegurar la
fecundidad de la tierra, de los rebaños y de los seres humanos. Por eso todas las fiestas religiosas
cananeas estaban relacionadas con la cosecha.

¿Y cómo le rendían culto los cananeos a sus divinidades? Mediante la prostitución sagrada. En
efecto, al ser un pueblo agrícola, los cananeos pensaban que la fertilidad del campo y el éxito de la
cosecha, su principal fuente de vida, dependían de la unión sexual de Baal con su esposa Asherá.
Y había que reproducir, aquí en la tierra, esas relaciones, a fin de mantener la fecundidad. Para
ello acondicionaban pequeñas habitaciones al lado del templo, y allí los cananeos actualizaban
aquellas relaciones divinas, con prostitutas sagradas en los templos.

En un principio la religión cananea no significó ningún problema para los israelitas. Ellos tenían en
claro que sólo Yahvé era su Dios, el que los había sacado de Egipto y los había acompañado a lo
largo del desierto durante años, cuidándolos y protegiéndolos. Pero a medida que pasaban los
años y se volvían sedentarios, los hebreos empezaron a buscar el dios de los campos y de las
cosechas. El Dios, originario del desierto, ¿entendería de las lluvias, los trabajos del campo y la
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cría del ganado? Este Dios solitario, sin esposa ni experiencia en la fecundidad, ¿podría ayudarlos
a ellos ahora, en su nueva tarea de agricultores? Era preferible dejarlo y acudir a alguien con
mayor experiencia en las cosechas, como Baal y su esposa.

Había que actualizar a Dios

Además, la religión cananea era muy sencilla y fácil de cumplir. Consistía en ceremonias rituales.
No incluía ninguna exigencia moral, ni compromiso personal, ni conversión alguna, ni obligaba a
practicar la justicia, el amor o el respeto a los demás. Bastaba con la prostitución sagrada, un rito
mágico y supersticioso, para agradar a Dios y obtener la bendición de las cosechas. Semejante
religión era más agradable que las duras exigencias de la Ley de Dios. Es fácil, pues, imaginar el
serio peligro que la religión cananea comenzó a significar para los hebreos, herederos de la
austera religión de Moisés.

Fue así como, poco a poco, si bien Yahvé siguió siendo el gran Dios nacional, a la hora de
asegurar la fertilidad del suelo y la regularidad de las lluvias empezaron a volverse hacia la
serpiente, símbolo de Baal. Comenzaron a visitar sus templos, a participar de sus ritos, y a
introducirse furtivamente en las chozas de las prostitutas sagradas durante las grandes fiestas. El
culto a las divinidades de la fertilidad fue, durante siglos, una permanente tentación para los
israelitas. A veces con más fuerza, otras con menos, lo cierto es que Baal y Asherá terminaron
seduciendo a los israelitas, que honraban a Yahvé, pero rendían culto apasionado a Baal y Asherá.

Así estaban las cosas, cuando un escritor anónimo, durante el exilio de Babilonia (587-538 aC) o
poco después, decidió escribir un relato (Gen 2-3), para denunciar los peligros de la religión
cananea entre sus hermanos israelitas. Según él, la sociedad toda (Adán y Eva) debería vivir en un
Paraíso. Pero vivía en medio de injusticias, hambre, dolores, muerte.

Y la causa de todos estos males no era otra que la serpiente, la religión cananea, que llevaba al
pueblo a refugiarse en meros ritos exteriores y a olvidar las elevadas exigencias de la Ley de Dios.
A buscar la protección de Dios y la felicidad no a través de una vida moral, justa, honesta, al
servicio a sus hermanos, sino mediante meras prácticas fetichistas. ¿Y por qué dice el autor del
Génesis que la serpiente lleva a "comer del árbol de la ciencia del bien y del mal"? En hebreo decir
"el bien y el mal", equivale a decir "todo", "todas las cosas". Y como una de las prácticas cananeas
consistía en consultar a los adivinos y hechiceros para conocer las cosas futuras, algo inaudito
para un buen israelita que sabía que el futuro del ser humano está sólo en manos de Dios y no de
un adivino, al pecado del Paraíso lo describe como el de pretender "conocer el bien y el mal", es
decir, todo el futuro del hombre.

La Serpiente y Satanás

El autor del Génesis quiso referirse a los males presentes en su sociedad por causa de la religión
cananea. No habla de un hecho sucedido en los orígenes de la humanidad, ni pretendía culpar a
una pareja determinada por los males que existían en el mundo. Si presenta este pecado como
cometido en los orígenes, es para decirle a los lectores que ese pecado (el de seguir a la religión
cananea) está en el origen, en la raíz de los otros males sociales. Y les advierte sobre las
posibilidades futuras (las de construir un Paraíso), que se están perdiendo por su mal proceder.
Con el transcurso de los siglos desapareció la religión cananea, y entonces la serpiente perdió su
primitivo sentido y pasó a ser para la mentalidad judía un símbolo del mal, del adversario divino, del
pecado.

Cuando en el exilio de Babilonia los israelitas conocieron la figura de Satanás o Diablo, lo


identificaron con su símbolo del mal, la serpiente del Paraíso. Y por eso, varios siglos después del
Génesis, el libro de la Sabiduría dice: "Por envidia del Diablo entró la muerte en el mundo" (2,24).
Ésta es la primera vez que la serpiente del Paraíso, que en el Génesis representaba a la religión
cananea, aparece identificada con el Diablo. Y desde entonces esta idea se popularizó entre
nosotros. También el Apocalipsis, cuando habla del Dragón (es decir, el poder político enemigo de
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Dios), dice que es el Diablo y la Serpiente (12,9; 20,2). Todo enemigo de Dios será, desde ahora,
el Diablo y la Serpiente.

Nuestra serpiente

El autor del Génesis supo encontrar una respuesta a los grandes males de su tiempo. Descubrió
que la pobreza, las injusticias sociales, los problemas laborales, los dramas familiares, la vida
misma del pueblo, podrían ser distintas si no anduviesen detrás de aquella serpiente.

Denunció, así, la inexcusable responsabilidad de la gente frente a las miserias que se vivían. No
era voluntad de Dios la tragedia de la sociedad, sino decisión de los israelitas volcados hacia la
religión de los cananeos. Y peor aún, ellos no parecían percatarse ni ver la gravedad. La serpiente
era una voz seductora que, sin que el pueblo se diera cuenta, lo llevaba a abandonar la Ley de
Dios, perdiéndose en la magia y en una religiosidad solo exterior y fetichista.

Hoy el Génesis nos invita a descubrir lo mismo. A hacer una lista de los males que nos rodean, y
tomar conciencia de que también a nosotros se nos está colando una serpiente, que con voz
seductora habla a nuestro pueblo, a nuestra gente, a nuestros gobernantes, a nuestros dirigentes,
para alejarnos de la Ley de Dios. Que nos lleva a construir una sociedad mezquina, de miseria, de
opresión, de injusticias, de niños abandonados, de mujeres sometidas, de gentes sin trabajo, de
corrupción social, insolidaria, mientras nos sentimos religiosos porque practicamos devociones y
ritos exteriores. Descubrirla a tiempo es el gran desafío. Para desenmascararla, para no escucharla
más. Para que por fin amanezca el Paraíso.

Para el diálogo

1-¿Cuáles son las opiniones que se dan sobre la identidad de la serpiente del paraíso? ¿Qué
inconvenientes presentan?
2-¿A quién simboliza, en realidad, la serpiente?
3-¿Por qué aparece la advertencia de la religión cananea en este relato?

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