Fix 10
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TOMO X
TOMO X
TUTELA JUDICIAL Y DERECHO PROCESAL
CAPÍTULO XXXIII
DEBIDO PROCESO Y TUTELA JUDICIAL
VII
VIII CONTENIDO
CAPÍTULO XXXIV
ACTUALIDAD PROCESAL
CAPÍTULO XXXV
PRUEBA
CAPÍTULO XXXVI
DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
Su
. .ma
. rio
. . ge
. ne
. .ral. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 703
La ciencia del derecho procesal constitucional.
Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en
sus cincuenta años como investigador del dere-
cho. Tomo X. Tutela judicial y derecho procesal,
editado por el Instituto de Investigaciones Jurídi-
cas de la UNAM, se terminó de imprimir el 29
de agosto de 2008 en Formación Gráfica, S. A. de
C. V., Matamoros 112, col. Raúl Romero, 57630
Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México. Se
utilizó tipo Times New Roman de 9, 10 y 11 pun-
tos. En esta edición se usó papel cultural 70 x 95
de 50 kilos para las páginas interiores y cartulina
couché de 162 kilos para los forros; consta de
1,000 ejemplares.
PRÓLOGO
HÉCTOR FIX-ZAMUDIO
Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
DE LA UNAM*
Apenas hay palabras para expresar el orgullo que significa para mí —co-
mo hijo, como discípulo, como jurista mexicano, y como sucesor del ho-
menajeado en la dirección del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
UNAM— escribir unas palabras de presentación para esta obra que debe
considerarse excepcional por muchos motivos, lo que el lector descubrirá
fácilmente. Tampoco las hay para describir la gran dificultad que signifi-
ca este empeño, que fácilmente puede fracasar en mi caso, por exceso o
por defecto, en la ponderación de los méritos académicos y personales de
Héctor Fix-Zamudio y de todo lo que le debe nuestro Instituto. Ésa es
una tarea que otros habrán de realizar con mejor fortuna. Por ello, deseo
intentar una reflexión distinta, que estoy seguro que él mismo aprobaría,
pues siempre ha insistido en que sus méritos son compartidos. Me pre-
gunto entonces lo siguiente: ¿cuáles son los factores “estructurales” y
“culturales”, y no solamente personales o circunstanciales, que ayudan a
explicar por qué Héctor Fix-Zamudio representa mejor que nadie los va-
lores académicos y éticos que cultiva el Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas? Y ¿por qué su figura y el Instituto han llegado a tener la influencia
y el prestigio del que gozan actualmente en el mundo jurídico-político de
México e Iberoamérica, principalmente?
En un interesante y provocador ensayo sobre la profesión jurídica me-
xicana y lo que llaman sus “estrategias internacionales”, dos sociólogos
del derecho, Yves Dezalay y Bryant Garth, identifican al Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM (IIJ) como una institución forma-
XI
XII FIX-ZAMUDIO Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Más adelante, Dezalay y Garth señalan que varios miembros del IIJ,
pertenecientes a una nueva generación, se incorporaron al gobierno en
distintos momentos:
6 Véanse los informes anuales de labores del director del IIJ, publicados a partir de
1980 en el Boletín Mexicano de Derecho Comparado (consultables en www.bibliojuridi-
ca.org).
7 Menciono como ejemplos de tales proyectos, entre otros, la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos comentada (1985, con 19 ediciones hasta 2006), el
Diccionario Jurídico Mexicano (1982, dos ediciones y numerosas reimpresiones), la
Enciclopedia Jurídica Mexicana (2002) y la Latinoamericana (2006), y los Derechos del
pueblo mexicano (obra patrocinada por la Cámara de Diputados del Congreso de la
Unión, también con varias ediciones).
8 Esta actividad de expansión se ha manifestado, sobre todo, en la celebración de
numerosos convenios de colaboración con instituciones nacionales y extranjeras, median-
te los cuales se acuerdan diversas formas de cooperación académica, como la realización
de congresos y otros eventos, la publicación de revistas y libros en coedición, la elabora-
ción de estudios y análisis jurídicos, la impartición de diplomados y cursos de maestría y
doctorado, etcétera.
En relación con lo anterior, resulta indispensable mencionar que la fundación del Insti-
tuto Iberoamericano de Derecho Constitucional en México en 1975, así como el hecho de
que la presidencia la han ocupado dos juristas mexicanos —Héctor Fix-Zamudio y Jorge
Carpizo— y de que su sede se encuentra en el propio IIJ, ha resultado crucial para cimen-
tar el prestigio académico del IIJ en el continente americano y en Europa occidental.
XVI FIX-ZAMUDIO Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
9 Véase “Discurso del Lic. Manuel Gual Vidal, Director de la Escuela Nacional de
Jurisprudencia, en la inauguración del Instituto de Derecho Comparado de México el 7
de mayo de 1940”, en Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto (ed.), XXV Aniversario del Insti-
tuto de Derecho Comparado de México (1940-1965), México, UNAM, 1965, p. 140.
PRÓLOGO XVII
Puede decirse que, entre los investigadores del Instituto, fue Héctor
Fix-Zamudio quien mejor recibió, de manos de su maestro más cercano y
querido, don Niceto Alcalá-Zamora y Castillo (1906-1985), y quien más
profundizó, desde sus primeros trabajos, esta herencia fundacional, mis-
ma que muy pronto lo puso en contradicción con los juristas que recha-
zaban las “teorías jurídicas extranjerizantes” que se cultivaban en el
Instituto. Entre ellos destaca don Ignacio Burgoa Orihuela, quien era un
reconocido profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM y autor de
un prestigioso manual sobre el juicio de amparo mexicano.11 No se trata-
ba de una mera diferencia de criterio jurídico, de la dilucidación de teo-
rías jurídicas “correctas” o “falsas”, sino de una visión particular sobre el
derecho y los estudios jurídicos mismos, y quizá en ello haya influido la
mayor o menor distancia de los participantes frente al establishment jurí-
dico-gubernamental de entonces. En todo caso, los comparatistas del
Instituto no creían estar haciendo nada extraordinario, pues simplemente
consideraban que había que tomar en cuenta los avances generales de la
ciencia jurídica para entender mejor el derecho nacional. Después de to-
do, los creadores de las instituciones jurídicas nacionales más importan-
tes habían sido juristas profundamente interesados en las experiencias de
otras latitudes, y ellos mismos estaban conscientes de estar adaptando lo
que creían mejor de esas experiencias para la solución de los problemas
nacionales. Se entiende, por ello, que los representantes del nacionalismo
jurídico hayan percibido como muy incómoda una actitud intelectual
que, por ser meramente académica y no ideológica, constituía una crítica
demoledora de los mitos y prejuicios que sostenían.
nido una orientación menos fuerte hacia los temas económicos y, en general, del derecho
privado.
16 Esta es una de las razones por las que Dezalay y Garth hablan de “estrategias in-
ternacionales”.
17 Sobre la legitimidad que ofrece el derecho en un contexto de transición, veáse
Fix-Fierro, Héctor y López-Ayllón, Sergio, “Legitimidad contra legalidad. Los dilemas
de la transición jurídica y el Estado de derecho en México”, Política y Gobierno, cit., no-
ta 14.
PRÓLOGO XXI
Héctor FIX-FIERRO*
1 La Justicia, t. XXVII, núms. 309 y 310, enero y febrero de 1956, pp. 12300-12313
y 12361-12364.
2 Foro de México, núm. XXXV, febrero de 1956, pp. 3-12.
3 La Justicia, núm. 317, t. XXVII, septiembre de 1956, pp. 12625-12636.
4 La Justicia, núm. 318, t. XXVII, octubre de 1956, pp. 12706-12712.
5 Revista de la Facultad de Derecho de México, t. VI, núm. 24, octubre-diciembre
de 1956, pp. 191-211.
XXIII
XXIV PREFACIO
6 Estudios en homenaje al doctor Héctor Fix-Zamudio, en sus treinta años como in-
vestigador de las ciencias jurídicas, México, UNAM, III ts., 1988.
7 Liber amicorum: Héctor Fix Zamudio, San José, Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, II ts., 1998.
PREFACIO XXV
XXXIII
XXXIV SEMBLANZA
3
4 ITALO AUGUSTO ANDOLINA
giunzionale di cui all’articolo 186 ter) sulla falsariga di quanto già pre-
visto nel rito del lavoro dall’articolo 423. Si tratta ancora di provve-
dimenti sommario-provvisori di condanna aventi un’efficacia che può
proiettarsi ben oltre l’eventuale fenomeno di estinzione del giudizio di
plena cognitio cui funzionalmente accedono, senza con questo mutare la
propria efficacia in quella di “accertamento” (diversamente da quanto ac-
cade per la ordinanza post-istruttoria disciplinata dall’articolo 186 qua-
ter). Anche per queste misure a carattere sommario-anticipatorio, esclusa
la stabilità propria del giudicato (nonostante un diverso, seppur minorita-
rio, orientamento dottrinario), la ultrattività dell’efficacia esecutiva ne
evidenzia il carattere di “autonomia” rispetto al procedimento di plena
cognitio nel quale pure si inseriscono. “Autonomia” che in misura più o
meno marcata contraddistingue tutti i provvedimenti appena elencati, ma
che è particolarmente avvertito in quello che può essere indicato oggi
quale unico esempio, nell’ordinamento italiano, di giurisdizione somma-
ria finalizzata alla produzione di un provvedimento di condanna con im-
mediata efficacia esecutiva, ma privo dell’attitudine al giudicato, previsto,
limitatamente alla materia societaria, dall’articolo 19 d.lgs. num. 5/2003, a
mente del quale, a chiusura di un procedimento caratterizzato dalla sum-
maria cognitio ed al ricorrere di determinati presupposti speciali di am-
missibilità, può essere pronunciata un’ordinanza che, se non impugnata,
non è destinata a dar luogo ad un accertamento vincolante ai sensi dell-
’articolo 2909 CC, pur fornendo già al creditore un titolo esecutivo giu-
diziale, la cui sussistenza è destinata a divenire incontestabile, senza es-
sere vincolante circa i profili di merito.
Può dunque a ragione ritenersi che nel sistema italiano sono presenti
ormai e coesistono due modelli di processo civile:
1 Cfr. in tal senso Cassazione S.U., num. 2287/98, Cassazione, num. 11582/02, Cas-
sazione, num. 9484/02; Cass. num. 24265/04, nonché, più di recente, Cassazione S.U. 28
settembre 2006, num. 22216. In quest’ultima pronuncia i giudici di legittimità chiarisco-
no che la decisorietà dei provvedimenti camerali sussiste non solo quando il giudice sta-
tuisce su un diritto o status risolvendo un conflitto di interessi tra soggetti contrapposti,
ma anche quando compone conflitti, la cui soluzione porta non alla prevalenza di una de-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 11
742 CPC, non sarebbero tuttavia prive dei requisiti sostanziali della deci-
sorità e della definitività, purché siano revocabili e modificabili non per
qualsiasi motivo, ma solo limitatamente a fatti sopravvenuti che facciano
venir meno i presupposti che avevano giustificato la loro emanazione. In
sostanza, talune decisioni godrebbero di un regime di stabilità tale da
renderle idonee ad un giudicato rebus sic stantibus ed il loro rigetto po-
trebbe ledere irreversibilmente l’interesse protetto dalle norme che le
contemplano.2
Anche rispetto alle misure cautelari non è mancato in dottrina un
orientamento,3 rimasto invero isolato, che le ha ritenute impugnabili con
il ricorso straordinario per cassazione, sulla base del rilievo che tali prov-
vedimenti incidano su diritti soggettivi e spesso anche in maniera irrever-
sibile.4 Al pari dei provvedimenti camerali, anche dette misure sarebbero
idonee a spiegare efficacia di giudicato rebus sic stantibus, in quanto, in
base all’articolo 669 decies (come modificato dalla legge num. 80/2005),
possono essere modificate e revocate o per mutamenti nelle circostanze
(e quindi per sopravvenienze) oppure per fatti anteriori, ma di cui si sia
acquisita conoscenza solo posteriormente alla loro emissione. Ne segui-
rebbe perciò una vera e propria preclusione per quei fatti anteriori già
allegati ed esaminati in sede di adozione del provvedimento oppure
rispetto ai quali manca la prova della loro conoscenza successiva.
In realtà, di tutt’altro avviso è la giurisprudenza prevalente, che è cos-
tante nell’escludere il rimedio di cui all’articolo 111 costituzionale av-
verso i provvedimenti cautelari in ragione della loro provvisorietà e stru-
mentalità rispetto al giudizio di merito.5 E, comunque, non va trascurato
che detti provvedimenti, a differenza di quelli camerali, sono destinati ad
essere assorbiti dalla sentenza di merito; il che basta a rendere poco con-
VII. BIBLIOGRAFIA
I. INTRODUCCIÓN
En el momento de escribir estas líneas a mediados de la primera década
del dos mil con ocasión del homenaje al profesor doctor Héctor Fix-Zamu-
dio, el fenómeno conocido internacionalmente como mobbing, por sus pa-
tentes implicaciones en diversas disciplinas como entre otras el derecho
constitucional y procesal, está siendo objeto de una cada vez más amplia
atención doctrinal y paralelamente son cada vez más habituales pronuncia-
mientos jurisprudenciales al respecto. Ahora bien, la actitud desviada acti-
va o pasiva del empresario, o la actitud negativa de otros empleados, con
el fin principal de deshacerse de un trabajador o empleado sin percibir in-
demnización, no parece que represente nada nuevo en la práctica de los
centros de trabajo. Sin embargo, su atención doctrinal es relativamente
nueva, de hecho el primer estudio doctrinal sobre este fenómeno data de
principios de los años noventa.1
15
16 JOSÉ BONET NAVARRO
2 Sobre esta incidencia, véase Sáez Navarro, Ma. C., “Algunas cuestiones sobre el
mobbing en el trabajo (Comentario a la STSJ de Navarra, del 30 de abril de 2001)”,
Aranzadi Social, núm. 10, 2001, BIB 2001\1012.
3 Sobre las diversas posibilidades de tutela no necesariamente jurisdiccionales, pue-
de verse Cavas Martínez, F., “El acoso moral en el trabajo “mobbing”: delimitación y he-
rramientas jurídicas para combatirlo”, Actualidad Jurídica Aranzadi, núm. 555, 2002,
BIB 2002\2027. En cuanto a su incidencia y medidas preventivas, véase Menchón Sán-
chez, E., y Manzano Sanz, F., “La prevención del acoso moral en la empresa”, Boletín de
Prevención de Riesgos Laborales, núm. 1, BIB 2004\604. También Sáez Navarro, Ma.
C., idem.
4 Sobre la misma específicamente, Blanco Barea, Ma. J., y López Parada, J., “La vía
penal integrada en el tratamiento de urgencia del acoso moral en el trabajo”, Sentencias
de TSJ y AP y otros tribunales, núm. 22/2001, BIB 2002\75.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 17
5 Las dificultades para objetivar el mobbing son patentes, como pone de manifiesto la
STSJ Madrid, núm. 837/2003 (Sala Social, sección 2a.), del 21 octubre de 2003 (AS
2004\453), porque “aparecen implicadas, por un lado, las intenciones de los presuntos
agresores con sus conductas y, por otro, la atribución que, de esas intenciones realiza el tra-
bajador afectado, coincidiendo los expertos en salud mental en afirmar que en la problemá-
tica en que se puede ver envuelta la víctima, el objeto de análisis lo constituye la realidad
psicológica del trabajador afectado”.
6 Véase una referencia al concepto científico, legal y jurisprudencial de “acoso labo-
ral”, Cavas Martínez, F., op. cit., nota 3.
18 JOSÉ BONET NAVARRO
7 Como pone de manifiesto la STSJ Castilla-La Mancha, núm. 2328/2003 (Sala So-
cial, sección 1a.), del 23 diciembre de 2003 (AS 2004\613), “naturalmente, no toda acti-
tud destemplada en el desarrollo de la actividad laboral puede merecer el calificativo de
acoso moral. Se impone, por consiguiente, distinguir, claramente, lo que constituyen con-
ductas de verdadera hostilidad y persecución encubiertas de lo que puede constituir sim-
ple desacuerdo o exigencia rigurosa de determinado comportamiento laboral, que respon-
den a inevitables y naturales confrontaciones en el ámbito de la relación humana y, más
específicamente, de la surgida del contrato de trabajo”. Sobre el tema, véase Cordero
Saavedra, L., “La delimitación entre el acoso moral y las tensiones laborales (comentario
a la sentencia del Juzgado de lo Social núm. 7 de Murcia, del 7 de marzo de 2003)”,
Aranzadi Social, núm. 6/2003, BIB 2003\781.
8 Para la STSJ Galicia (Sala Social, sección 1a.), del 30 octubre de 2003 (AS
2004\240), “aunque no existe una definición legal de acoso moral, se puede destacar, de
acuerdo con los estudios doctrinales más solventes, los siguientes elementos básicos de esa
conducta: a) la intención de dañar, ya sea del empresario o de los directivos, ya sea de los
compañeros de trabajo; b) la producción de un daño en la esfera de los derechos personales
más esenciales; c) el carácter complejo, continuado, predeterminado y sistemático”.
9 STSJ Sevilla, Andalucía, núm. 1298/2004 (Sala Social), del 19 abril de 2004 (AS
2004\ 2057). Véase el comentario a esta misma sentencia, por Marín Moral, I., “El despi-
do de una abogada de UGT por motivos de acoso moral, con derecho de la actora a optar
entre la readmisión o la indemnización”, Aranzadi Social, núm. 12/2004, BIB 2004\629.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 19
15 Indica la STSJ Castilla-La Mancha, núm. 2328/2003 (Sala Social, sección 1a.), del
23 diciembre de 2003 (AS 2004\613) que “el acoso moral debe tener, siempre, unos per-
files objetivos como son los de las sistematicidad, la reiteración y la frecuencia, y al pro-
pio tiempo, otros subjetivos como son los de la intencionalidad y el de la persecución de
un fin. Son, por tanto, elementos básicos de este anómalo proceder humano, de una parte,
la intencionalidad o elemento subjetivo, orientado a conseguir el perjuicio moral de otro,
requisito, éste, siempre exigido en este irregular comportamiento o actitud y, de otra par-
te, la reiteración de esa conducta de rechazo que se desarrolla de forma sistemática du-
rante un período de tiempo”.
16 Así, estimo que no cabría excluir otras finalidades como la de lograr el someti-
miento psicológico del trabajador para obtener rendimientos o trabajos más allá de la es-
tricta relación laboral o en condiciones sociales limitadas o nulas.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 21
17 Como señala la STSJ Galicia (Sala Social, sección 1a.), del 5 abril de 2004 (AS
2004\1803), y del mismo órgano, del 18 julio 2003 (AS 2004\1735), las actitudes de hos-
tigamiento“conducen al aislamiento del interesado en el marco laboral, produciéndole
ansiedad, estrés, pérdida de autoestima y alteraciones psicosomáticas, y determinando en
ocasiones el abandono de su empleo por resultarle insostenible la presión a que se en-
cuentra sometido. Se trata de forma de estrés laboral que se caracteriza por tener su ori-
gen —más que en el trabajo— en las relaciones interpersonales que se producen en el se-
no de la Empresa”. También la STSJ Comunidad Valenciana (Sala Social, sección 1a.),
del 30 abril de 2003 (AS 2004\1426) afirma que la “situación de hostigamiento o acoso
de tal entidad que llega a provocar síntomas psicosomáticos y reacciones anormales o de
estrés hacia el trabajo, causados por actitudes hostiles (…) Entre las consecuencias del
hostigamiento se señalan la ansiedad, perdida de la propia autoestima, producción de en-
fermedades como la úlcera gastrointestinal y depresión”.
18 Esta referencia la recoge múltiple jurisprudencia, entre otras, el TSJ STSJ Sevilla,
Andalucía, núm. 1298/2004 (Sala Social), del 19 abril de 2004 (AS 2004\2057); mismo ór-
gano, núm. 1299, 2004 (Sala Social), del 19 abril de 2004 (AS 2004\2051) y núm. 3185,
2003 (Sala Social, sección 1a.), del 17 octubre 2003 (AS 2004\1455); así como STSJ Co-
munidad Valenciana (Sala Social, sección 1a.), del 30 abril de 2003 (AS 2004\1426).
22 JOSÉ BONET NAVARRO
23 Dice la STSJ Burgos, Castilla y León, núm. 466/2004 (Sala Social, sección 1a.),
del 6 julio de 2004 (AS 2004\2074) que “no debe considerarse por ello acoso moral
(mobbing) los ataques puntuales y de duración limitada, que tienen otras vías para ser
sancionados o erradicados. Asimismo, es preciso para que estemos ante acoso moral, que
la conducta abusiva del empresario, u otro trabajador de la empresa, ponga en peligro el
empleo y denigre el puesto de trabajo del trabajador igual, inferior o superior agredido”.
Asimismo la STSJ Sevilla, Andalucía, núm. 1298/2004 (Sala Social), del 19 abril de
2004 (AS 2004\2057), recuerda que “la presencia de cualquier conflicto no determina la
presencia de un hostigamiento laboral, porque, como sostiene la doctrina especializada,
los conflictos son inevitables, pero no estamos hablando aquí sin embargo del conflicto,
sino de un tipo de situación comunicativa que amenaza infligir al individuo perjuicios,
psíquicos y físicos”. Con todo, el acoso moral y el mobbing se encuentran íntimamente
relacionados, tal y como resalta la STSJ Galicia (Sala Social, sección 1a.), del 30 octubre
de 2003 (AS 2004\240), señalando que “el conflicto y el acoso moral no son realidades
correlativas. Por un lado, todo conflicto no es manifestación de un acoso moral, de donde
la existencia de acoso moral no se prueba con la simple existencia de un conflicto. Por
otro lado, la ausencia de un conflicto explícito no elimina la existencia de acoso moral, al
resultar factible su manifestación externa en un conflicto larvado, aunque, unido a otros
indicios; la existencia de conflicto explícito puede ser un indicio —ciertamente no deter-
minante a la vista de la posibilidad de conflicto sin acoso moral— de la existencia de un
acoso moral”.
24 Como indica la STSJ Sevilla, Andalucía, núm. 1298/2004 (Sala Social), del 19
abril de 2004 (AS 2004\2057), “el mobbing es un proceso de destrucción; se compone de
una serie de actuaciones hostiles, que, tomadas de forma aislada, podrían parecer incluso
anodinas, pero cuya repetición constante tiene efectos perniciosos”.
24 JOSÉ BONET NAVARRO
25 La gravedad o intensidad podrá derivar de muchos actos leves o de pocos graves. Co-
mo indica la STSJ Sevilla, Andalucía, núm. 1298/2004 (Sala Social), del 19 abril de 2004
(AS 2004\2057), y también del mismo órgano la núm. 1299/2004 (AS 2004\2051), “en oca-
siones la conducta es prolongada en el tiempo y se compone de actos de intensidad hostil
moderada o baja, en otras el período es breve y los actos son de especial intensidad o grave-
dad”. O en otros términos, como pone de manifiesto la STSJ Castilla-La Mancha, núm.
2328/2003 (Sala Social, sección 1a.), del 23 diciembre de 2003 (AS 2004\613), puede ser en-
tendido como “«el sometimiento sin reposo a pequeños ataques repetidos» o, también, desde
un punto de vista laboral ya, como «una degradación deliberada de las condiciones de traba-
jo» (declaración de la Asamblea Nacional Francesa del 14 de diciembre de 1999)”. Y en este
último sentido, y hasta palabras, la STSJ Extremadura, núm. 765/2003 (Sala Social, sección
1a.), del 16 diciembre de 2003 (AS 2004\653).
26 El mobbing puede ser calificado como horizontal o vertical, en este último caso, de
arriba a abajo o viceversa. Dice la STSJ Galicia (Sala Social, sección 1a.), del 5 abril de 2004
(AS 2004\1803), y también del mismo órgano, del 18 julio 2003 (AS 2004\1735), que “los
mecanismos del mobbing —en sus variedades vertical y horizontal— (…) pueden tener por
sujeto activo tanto a compañeros de trabajo (mobbing horizontal) como al personal directivo
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 25
(«bossing»), el que incluso puede ser sujeto pasivo mobbing vertical); aunque sin duda, el
más característico y usual es el que parte de una relación asimétrica de poder”. O, como ex-
plica la STSJ Comunidad Valenciana, núm. 2466/2003 (Sala Social, sección 1a.), del 11 ju-
nio de 2003 (AS 2004\964), “debe darse una relación asimétrica de poder. Éste no tiene por-
qué ser necesariamente jerárquico, puede ser también de experiencia adquirida, etcétera. Y
puede ser en ambos sentidos, del «poderoso» al «débil», del «débil» al «poderoso», o entre
trabajadores del mismo rango jerárquico”.
27 La STSJ Extremadura, núm. 765/2003 (Sala Social, sección 1a.), del 16 diciembre
de 2003 (AS 2004\653), recoge conceptos provenientes del derecho comparado cuando
manifiesta que “se define en la legislación italiana como «actos y comportamientos hosti-
les que suman las características de violencia y la persecución psicológica en el ámbito
laboral de las relaciones de trabajo», y también como «los actos realizados y los compor-
tamientos mantenidos por empleadores, además de por sujetos que asumen funciones o
tareas en posición supraordenada o de igualdad de grado en relación con el trabajador,
orientados a dañar a estos últimos y que son desarrollados con carácter sistemático, dura-
dero y con evidente predeterminación» (Proyecto de Ley número 6.410 de la Cámara de
los Diputados de Italia, artículos 1.1 y 1.2). En Francia se viene a definir genéricamente
el acoso moral como «la degradación deliberada de las condiciones de trabajo». La Carta
Social Europea del 3 de mayo de 1996, alude al acoso moral como «actos condenables o
explícitamente hostiles dirigidos de modo repetido contra todo asalariado en el lugar de
trabajo» y la Comisión Europea, el 14 de mayo de 2001, determina como característica
esencial del acoso, «los ataques sistemáticos y durante mucho tiempo de modo directo o
indirecto». Por último las Directivas de la Unión Europea 43/2001, del 29 de junio y la
78/2001, del 27 de diciembre, al referirse al acoso moral desde la perspectiva de la igual-
dad de trato en el empleo y con independencia del origen étnico, lo considera como una
conducta de índole discriminatoria que atenta contra la dignidad de la persona y crea un
entorno discriminatorio, hostil, degradante, humillante y ofensivo”.
28 Como señala la STSJ Castilla-La Mancha, núm. 2328/2003 (Sala Social, sección
1a.), del 23 diciembre de 2003 (AS 2004\613), el “concepto de acoso moral puede verse
reforzado a la luz de las definiciones de acoso relacionada con el sexo del artículo 2.2 de
la Directiva 76/207/CEE, que es una definición paralela —y casi idéntica en su literali-
dad— a la de acoso relacionado con el origen racial o étnico del artículo 2.3 de la Direc-
tiva 2000/43/CE del Consejo, del 29 de junio de 2000, relativa a la aplicación del princi-
pio de igualdad de trato de las personas independientemente de su origen racial o étnico,
y a la de acoso, contenida en su artículo 2.3, relacionado con alguno de los motivos de
discriminación de la Directiva 2000/78/CE del Consejo, del 27 de noviembre de 2000,
relativa al establecimiento de un marco general para la igualdad de trato en el empleo y
la ocupación. El artículo 2.3 Directiva 2000/43/CE dispone que “El acoso constituirá dis-
criminación a efectos de lo dispuesto en el apartado 1 cuando se produzca un comporta-
miento no deseado relacionado con el origen racial o étnico que tenga como objetivo o
26 JOSÉ BONET NAVARRO
29 STSJ Galicia (Sala Social, sección 1a.), del 5 abril 2004 (AS 2004\1803), y del
mismo órgano, del 18 julio de 2003 (AS 2004\1735).
30 STSJ Las Palmas, Canarias, núm. 457/2004 (Sala Social, sección 1a.), del 19 ma-
yo de 2004 (AS 2004\2079).
31 STSJ Comunidad Valenciana, núm. 2466/2003 (Sala Social, sección 1a.), del 11
junio de 2003 (AS 2004\964).
28 JOSÉ BONET NAVARRO
32 STSJ Galicia (Sala Social, sección 1a.), del 30 octubrede 2003 (AS 2004\240).
33 STSJ Madrid, núm. 837/2003 (Sala Social, sección 2a.), del 21 octubre de 2003
(AS 2004\453).
34 Jurisprudencia que a su vez ha sido recogida en un gran número de resoluciones
judiciales como, por ejemplo, las SSTSJ Sevilla, Andalucía, núm. 1299/2004 (Sala So-
cial), del 19 abril de 2004 (AS 2004\2051); del mismo órgano y fecha (AS 2004\2057);
del mismo órgano, del 17 octubre de 2003 (AS 2004\1455); Cantabria, núm. 296/2004
(Sala Social, sección 1a.), del 17 marzo de 2004 (AS 2004\1050), y Comunidad Valen-
ciana, núm. 2005/2003 (Sala Social, sección 1a.), del 14 mayo de 2003 (AS 2004\1233).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 29
pora al trabajo tras baja médica durante dos o tres meses, con sentencia de-
sestimatoria de modificación de condiciones de trabajo.47
En fin, he de resaltar de nuevo que el problema en el caso concreto de
quien estime sufrir mobbing será determinar si los hechos concretos a los
que está sometido tienen la suficiente entidad cuantitativa y cualitativa
para su valoración judicial como constitutiva de una situación de presión
laboral tendenciosa. Estos hechos pueden tener una multitud de manifes-
taciones,48 desde las más burdas a las más sibilinas, y, además, adquiri-
rán definitiva relevancia en el concreto conjunto de hechos sufridos. Esta
circunstancia implica que ante un concreto conjunto de hechos solamente
será posible hacer una previsión aproximada de las posibilidades de obte-
ner una resolución estimatoria, pues la consideración de los mismos den-
tro de los parámetros cuantitativos y cualitativos de lo que un juzgador
determinado puede considerar como constitutivo de mobbing, será el re-
sultado de su valoración en el contexto de una jurisprudencia no siempre
uniforme. A tal efecto, aunque resulte paradójico, desde un punto de vis-
ta de tutela judicial del empleado, convendrá a éste que los hechos sean
numerosos, revistan la mayor gravedad y, sobre todo, que sea posible su
acreditación.
49Sobre su relevancia constitucional, véase García Pechuán, M., “La justicia ante los
nuevos restos para la Constitución socieconómica española: la cuestión del mobbing o
acoso moral en el trabajo”, Consideraciones prácticas sobre derecho, justicia y Ley de
Enjuiciamiento Civil, Valencia, CIDP, 2004, pp. 59-72.
50 Por ejemplo, la STSJ Extremadura, núm. 765/2003 (Sala Social, sección 1a.), 16
diciembre 2003 (AS 2004\653), se refiere a “conductas todas estas tendentes a menosca-
bar la dignidad personal del acosado, derecho que aparece recogido en nuestra Constitu-
ción (artículo 10), y que resalta el Estatuto de los Trabajadores en sus artículos 4.2.c), 18,
20.3 y 39”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 33
51 Dice la STSJ Aragón núm. 1005/2003 (Sala Social, sección 1a.), del 6 octubre de
2003 (AS 2004\1731), que el mobbig opera “produciendo un daño progresivo y continuo
a su dignidad (…) La «dignidad del trabajador» como atributo de la persona se encuentra
expresamente reconocido en el artículo 10 de la Constitución, que señala que la dignidad
de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la per-
sonalidad, el respeto a la Ley y a los derechos de los demás, son fundamento del orden
político y de la paz social. Se ha definido la dignidad personal por el Tribunal Constitu-
cional (SS núm. 53/1985 del 11 de abril o 120/1990 del 29 de junio), como un valor espi-
ritual y moral inherente a la persona que se manifiesta singularmente la autodetermina-
ción consciente y responsable de la propia vida y que lleva consigo la pretensión al
respeto por parte de los demás”. Y con los mismos términos, la del mismo órgano, núm.
752/2003, del 30 octubre de 2003 (AS 2003\2227); así como la STSJ Las Palmas, Cana-
rias, núm. 457/2004 (Sala Social, sección 1a.), del 19 mayo de 2004 (AS 2004\2079).
52 En palabras de la STSJ Las Palmas, Canarias, núm. 457/2004 (Sala Social, sección
1a.), del 19 mayo de 2004 (AS 2004\2079), “como ha dicho esta Sala en sentencia del 28
de abril de 2003 recurso 1460/2002 el atentado a la dignidad de la persona, sin más, al no
ser derecho fundamental sino principio inspirador del ordenamiento jurídico, no sería tu-
telable a través del procedimiento especial. A tal fin es preciso que la agresión afecte a la
integridad física y moral (artículo 15 CE), al derecho al honor (artículo 18.1 CE) a la li-
bertad de comunicación (artículo 20.1 CE) al derecho a no sufrir discriminación (artículo
14 CE) en suma, a concretos derechos fundamentales inspirados en los valores de respeto
a la dignidad y libre desarrollo de la personalidad”.
34 JOSÉ BONET NAVARRO
53 Según la STSJ Galicia (Sala Social, sección 1a.), del 5 abril de 2004 (AS 2004\1803),
y en los mismos términos la del mismo órgano, del 18 julio de 2003 (AS 2004\1735), “es
contrario al principio de igualdad de trato, tal como se define en los artículos 3, 4 y 5 de la
Directiva Comunitaria 76/207 (9 febrero), vulnera el derecho a la integridad moral y la inter-
dicción de tratos inhumanos o degradantes que consagra el artículo 15 CE, y en el ámbito
normativo laboral desconoce el derecho que a todo trabajador reconoce el artículo 4.2.e) ET,
para que se le respeten su intimidad y la consideración debida a su dignidad”. También, entre
otras, las SSTSJ Comunidad Valenciana, núm. 2466/2003 (Sala Social, sección 1a.) del 11
junio de 2003 (AS 2004\964); Sevilla, Andalucía, núm. 3185/2003 (Sala Social, sección 1a.),
17 octubre 2003 (AS 2004\1455).
54 Gimeno Lahoz, R., op. cit., nota 20, p. 186.
55 Ibidem, p. 190.
56 Como recuerda Gimeno Lahoz, R., ibidem, pp. 219-220, solamente sería viable es-
te procedimiento si no se entiende vulnerado exclusivamente el artículo 10 CE, por no
contenerse formalmente entre los derechos de especial protección, en cuyo caso procede-
ría estimar la inadecuación de procedimiento.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 35
A. Orden social
ello, una eventual absolución del empresario por falta de pruebas no im-
plicará per se desestimación de la pretensión basada en mobbing.
La demanda habrá de expresar con claridad los elementos constituti-
vos de la pretensión, que, en el supuesto que nos ocupa, implicará la des-
cripción de los hechos integrantes de la situación de presión laboral ten-
denciosa denunciada. Esta demanda iniciará un procedimiento calificado
con carácter urgente y preferente (artículo 177.1 de la LPL), integrado
por los trámites contenidos en los artículos 177 a 180 de la LPL.
En cuanto a la adopción de medidas cautelares, la remisión del artículo
181 a los artículos 178 y 179 de la LPL, debidamente adaptadas y en rela-
ción con la regulación general de las medidas cautelares previstas en los ar-
tículos 721 y ss. de la Ley de Enjuiciamiento Civil (en adelante LEC), no
parece que presente dudas la posibilidad de solicitar medidas cautelares.58
Como particularidad especialmente reseñable está la inversión de la
carga probatoria una vez constatada la concurrencia de indicios de que se
ha producido una situación de presión laboral tendenciosa (artículo 179.2
de la LPL). De ahí la capital importancia que adquiere el relato, acredita-
do, de las concretas situaciones producidas y que, valoradas en su con-
junto, permitan considerar indiciaria o presumiblemente la existencia de
mobbing, salvo que se acredite que las intenciones eran justificadas o en
todo caso ajenas al hostigamiento.
En principio, en los supuestos de vulneración de derechos fundamen-
tales quedan excluidos los actos de disposición, en virtud del artículo 3.5
ET en relación con el artículo 245 de la LPL, incluidos los que pueden
suponer una finalización anormal del procedimiento como la renuncia,
desistimiento, allanamiento o transacción,59 salvo que se pronuncie de-
clarando la inexistencia de infracción de derecho fundamental alguno.
La sentencia, en caso de ser estimatoria, tendrá plena eficacia ejecuti-
va desde el momento en que se dicte, sin que la interposición de recursos
B. Orden “contencioso-administrativo”
62 Para algunos autores, como Aramendi Sánchez, P., “Acoso moral: su tipificación ju-
rídica y su tutela judicial”, Aranzadi Social, núm. 2/2002, nota 28, la única solución real,
la más eficaz aunque no la única para el acosado pasa por la ruptura de la relación laboral,
siempre que la integridad física de la víctima haya sido alterada. En cambio, para otros au-
tores como Gimeno Lahoz, R., ibidem, pp. 226 y ss., desde luego no puede considerarse un
triunfo total para el trabajador haber obtenido la extinción de la relación laboral conforme
al artículo 50 del ET, por cuanto, en última instancia, era lo buscado por el acosador. Sien-
do que lo ideal es que no se llegara a esta consecuencia.
63 Sobre esta cuestión resulta de obligada lectura la STS, Sala Cuarta, del 11 marzo
de 2004, considera que la indemnización que procede del artículo 50 del ET está ya tasa-
da y no cabe su cuantificación. Pronunciamiento que favorece que este tipo de reclama-
ción se reconduzca a la vía civil, en la que sí es posible la cuantificación de los daños
efectivamente sufridos. No obstante, otros pronunciamientos, como la STSJ Cantabria,
núm. 296/2004 (Sala Social, sección 1a.) del 17 marzo de 2004, AS 2004\1050, han se-
ñalado que “como ya dijo alguna otra Sala de lo Social (STSJ de Castilla-La Mancha, del
28 de mayo de 2002), «con el actual régimen normativo, que sin duda podría ser mejora-
ble al hacerlo más específico, es posible, realizando una aplicación del mismo acorde con
la realidad social actual, como es exigencia del artículo 3.1 del Código Civil, dar respues-
ta a las situaciones de persecución, maltrato psicológico o acoso laboral que se puedan
producir, tanto en el ámbito público como privado. Ello debe insistirse, no sólo a través
de la posibilidad extintiva, sino también mediante el derecho a otras indemnizaciones
adicionales, que pueden ser compatibles con las estrictamente tasadas por la Ley (para un
caso particular, STS del 12 de junio de 2001, o STJCE del 2 de agosto de 1993, caso
Marshall, quizá extrapolable a otros supuestos), o la calificación como contingencia de
origen laboral de la situación de perturbación psicofísica o el desgaste psicológico (bur-
40 JOSÉ BONET NAVARRO
nout) producidos por el acoso (STSJ de Navarra, del 30 de abril de 2001), con las conse-
cuencias legales a ello inherentes»”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 41
66 Sobre la distinción de la prescripción con la caducidad, por todos, véase Puig Bru-
tau, J., Caducidad y prescripción extintiva, Barcelona, Bosch, 1986, pp. 8 y ss., 93 y 105
y ss.; Gómez Corraliza, B., La caducidad, Madrid, Montecorvo, 1990, pp. 26 y 511 y ss.
67 Gimeno Lahoz, R., op. cit., nota 20, p. 200.
68 Ibidem, p. 202.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 43
69 Ibidem, p. 211.
44 JOSÉ BONET NAVARRO
5. Medidas cautelares
Sergio CHIARLONI*
I. PREMESSA
49
50 SERGIO CHIARLONI
2 “Il nuovo articolo 111 della Costituzione e il processo civile”, Rivista di Diritto
Processuale, 2000, pp. 1010 y ss.; “Giusto processo e fallimento”, Rivista Trimistale di
Diritto e Procedura Civile, 2003, p. 453. Analogamente orientati Didone, “Appunti sul
giusto processo di fallimento”, Il nuovo articolo 111 della Costituzione e il “giusto pro-
cesso” in materia civile, a cura di B. Capponi e V. Verde, Atti del convegno di Campo-
basso (26 febbraio 2000), Napoli, 2002, p. 105; Monteleone, “Il processo civile alla luce
dell’articolo 111 costituzionale”, Giust. civ., 2001, p. 523 ritiene che il nuovo articolo
111 abbia un’efficacia dichiarativa e non costitutiva, avendo reso esplicito ed incontro-
vertibile ciò che già costituiva il presupposto implicito del nostro sistema giudiziario;
parzialmente in questo senso sono anche Bove, “Articolo 111 costituzionale e “giusto
processo civile”, Rivista di Diritto Processuale, 2002, p. 482 il quale afferma che “con la
riforma costituzionale in oggetto si sono esplicitate o chiarite meglio garanzie del proces-
so già in precedenza ricavabili per implicito dall’impianto costituzionale”; e Cecchetti,
voce “Giusto processo”, Enc. Dir., aggiornamento, vol. V, Milán, 2001, p. 618 il quale
ritiene che le uniche norme autenticamente nuove introdotte nell’articolo 111 sono quelle
contenute nei commi 4 e 5, relative al processo penale.
3 E’ interessante notare che, occupandosi del processo penale, Ferrua, “Il processo
penale dopo la riforma dell’articolo 111 della Costituzione”, Quest. giust., 2000, 30 asse-
risce senza mezzi termini da un lato la necessità dell’introduzione della garanzia riferita
al contraddittorio nella formazione della prova (garanzia che non si applica al processo
civile) e, dall’altro, la superfluità delle altre regole “confusamente affastellate” nell’arti-
colo 111 costituzionale e destinate a suscitare più che a risolvere problemi.
52 SERGIO CHIARLONI
4 Corte costituzionale 28 maggio 2001, num. 167 (ordinanza), Giur. it., 2001, p. 2233,
con nota di Didone, Giusto processo, imparzialità del giudice e opposizione allo stato pas-
sivo: la Consulta non ci ripensa; Corte costituzionale 31 maggio 2001, num. 176 (ordinan-
za), ivi, 2001, p. 2014, con nota di Didone, La terzietà del giudice nell’articolo 146 l.f.
5 Cfr., per esempio, Lanfranchi, Giusto processo civile e procedimenti decisori som-
mari, Turín, 2001, pp. 40 y ss.
6 Cfr. la nota 12.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 53
Da molti lustri si aggira nelle stanze degli studiosi lo spettro della somma-
rizzazione del processo civile.7 Qualunque strumento può sembrar buono
per esorcizzarlo. Perché non approfittare anche della novità rappresentata
dal nuovo testo dell’articolo 111, avanzando un argomento come quello fin
qui analizzato?
Per carità, sono l’ultimo a negare che la disciplina di alcuni procedi-
menti camerali, specie in materia di famiglia, sia fonte di problemi, an-
che relativamente alle garanzie costituzionali.8
Dico anche, tuttavia, e con assoluta convinzione, che il ricorso a parole
d’ordine apparentemente seducenti, ma in realtà fuorvianti e imprecise, sia
in sé che nella loro furia generalizzatrice, non aiuta a risolvere i problemi.
Qui occorre ben altro. Occorre esercitare l’analisi il più possibile paziente
su ogni singola norma bilanciando l’esigenza imprescindibile della velocità
nel provvedere tipica di gran parte dei procedimenti camerali (si pensi alla
declaratoria dello stato di abbandono di un minore) con l’altrettanto impres-
cindibile esigenza di salvaguardare diritti fondamentali delle parti che po-
trebbero venire lesi da un’errata ricostruzione degli interessi in giuoco da
parte dell’organo giurisdizionale (si pensi alla correlativa posizione dei geni-
tori naturali).
In questo contesto solo le garanzie del diritto di difesa e del contrad-
dittorio ci possono aiutare a dirimere tra normativa sufficientemente ana-
litica e normativa troppo sintetica, quando si tratta di attribuire un qual-
che potere discrezionale al giudice nella conduzione del processo. Non
aiuta il ricorso alla regolazione per opera della legge. E neanche aiutano
le persistenti lamentele contro la sommarietà dei procedimenti camerali,
stucchevoli quando vengano declamate in generale, senza un’analisi accura-
ta delle relative situazioni processuali.
Nella grande maggioranza dei casi i procedimenti camerali non sono
affatto sommari, nel senso che alla parola viene dato dal legislatore. Non
siamo in presenza né di una cognizione superficiale, né di una cognizio-
ne parziale. La cognizione è piena, talora pienissima, si potrebbe dire, es-
7 Tra gli scritti più significativi ed impegnati indirizzati ad esorcizzare lo spettro mi li-
mito a ricordare gli antesignani Lanfranchi, La cameralizzazione del giudizio sui diritti, in
Giur. it., 1989, IV, c. 332 y ss. e Cerino Canova, “Per la chiarezza di idee in tema di procedi-
mento camerale e di giurisdizione volontaria”, Rivista di Diritto Civile, 1987, pp. 475 y ss.
8 Preoccupazioni al riguardo circolano da tempo. Cfr., per tutti, da ultimo Proto Pi-
sani, “Garanzia del giusto processo e tutela degli interessi dei minori”, Quest. giust.
2000, pp. 467 y ss.
56 SERGIO CHIARLONI
9 Taruffo, “La prova dei fatti giuridici”, Trattato Cicu-Messineo, vol. III, t. 2, sez.I,
Milán, 1992, p. 468.
10 Proto Pisani, Usi e abusi della procedura camerale ex articolo 737 ss. CPC (ap-
punti sulla tutela giurisdizionale dei diritti e sulla gestione di interessi devoluta al giudi-
ce), Rivista di Diritto Civile, I, 1990, pp. 393 y ss.
11 Denti, “I procedimenti camerali come giudizi sommari di cognizione: problemi di
costituzionalità ed effettività della tutela”, Rivista Trimistale di Diritto Processuale Civi-
le, 1990, p. 1105. vari nuovi riti per le liti societarie?”, Corr. giur., 2000, p. 566.
12 Cfr. Trocker, “Il valore costituzionale del “giusto processo”, Il nuovo articolo 111 de-
lla Costituzione e il giusto processo civile, a cura di M. G. Civinini e C. M. Verardi, Atti del
Convegno dell’Elba 9–10 giugno 2000, Milán, 2001, p. 41, che afferma come il giusto pro-
cesso non possa dirsi violato perché ci si trova in presenza di un processo a ridotta rigidità
formale. Contra, Proto Pisani, Giusto processo e valore della cognizione piena, Rivista di Di-
ritto Civile, 2002, I, p. 280; ID, “Il nuovo articolo 111 costituzionale e il giusto processo
civile”, Foro It., 2000 V, c. 242 y ss., dove sostiene che “questo modulo processuale è ade-
guato all’esercizio da parte del giudice di talune attribuzioni non contenziose ma certamente
(anche se arricchito del c.d. diritto alla prova, eccetera) non è conforme a Costituzione se ap-
plicato per la tutela giurisdizionale (destinata a sfociare nel giudicato formale e sostanziale)
dei diritti o status” o, come evidenziato nell’articolo dello stesso Autore, Garanzia del giusto
processo e tutela degli interessi dei minori, cit., 467 ss., a procedimenti a tutela dei minori
suscettibili di incidere su situazioni soggettive forti quale la potestà parentale; nello stesso
senso si esprime anche Civinini, “Il nuovo articolo 111 della Costituzione e il “giusto proces-
so civile”. Le garanzie”, Il nuovo articolo 111 della Costituzione e il giusto processo civile,
cit., 272 e 276; Costantino, ibidem, 262 e 270, il quale, in un’ottica de jure condendo afferma
le necessità di rivedere quelle ipotesi in cui la tutela dei diritti è integralmente affidata al pro-
cedimento camerale. Mentre De jure condito, ponendo l’attenzione sulle nuove “garanzie
procedimentali minime” introdotte dall’articolo 111 costituzionale, individua fra queste an-
che la preventiva conoscenza del meccanismo procedimentale. Da ciò consegue, egli affer-
ma, la necessità di uniformare le prassi locali negli uffici giudiziari, ricordando che fra i com-
piti dei presidenti di sezione, ex articolo 47 quater d. leg. 20 marzo 1998 num. 51, vi è di
curare “lo scambio di informazioni sulle esperienze giurisprudenziali all’interno della sezio-
ne”, così da perseguire l’applicazione uniforme delle regole processuali all’interno del mede-
simo ufficio.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 57
13 In una direzione analoga a quella qui argomentata, scrivendo che non “vi è un vin-
colo costituzionale ad evitare di prevedere riti che lasciano margini di elasticità e di discre-
zionalità al giudice nell’organizzazione delle scansioni endoprocessuali”, cfr. Consolo, “Un
giudice specializzato e vari nuovi riti per le liti societarie?”, Corr. giur., 2000, p. 565.
58 SERGIO CHIARLONI
19 Per il rilievo che la cognizione sommaria dei fatti rilevanti non può determinare
prevenzione distruttiva dell’imparzialità quando si tratti di apprezzare quei medesimi fat-
ti a cognizione piena cfr. Tarzia, “Il processo di fallimento e l’imparzialità del giudice”,
Rivista di Diritto Processuale, 1997, pp. 24 y ss.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 63
per irragionevole durata, con il pericolo che anche nei confronti di questi ultimi venga in
futuro chiesto il risarcimento per violazione dell’articolo 6o. della convenzione.
24 Ferrua, op. cit., nota 17.
25 Vale forse la pena di ricordare l’intenzione polemica che sottendeva la formula,
quasi ad insinuare che il processo fino ad allora fosse stato ingiusto. Aveva per obbiettivo
il processo penale. Ma apparteneva al folklore delle istituzioni e sarà presto dimenticata.
Può interessare forse il commentatore politico o lo studioso dei costumi, interessati a
comprendere i motivi profondi di un’evoluzione politico-culturale e normativa indirizza-
ta a rendere sempre più difficile l’attuazione del dovere statuale di punire in certi settori
della criminalità. Non interessa il giurista positivo.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 65
29 Cfr., con particolare vigore Taruffo, Poteri probatori delle parti e del giudice in
Europa, in questa rivista, 2006, pp. 476 y ss.: “l’ideologia secondo la quale il processo
deve tendere a concludersi con decisioni giuste appare coerente con un’interpretazione
non formalistica e non meramente ripetitviva della clausola costituzionale del “giusto
processo”; Braccialini. “Spunti tardivi sul giusto processo”, Questione giustizia, 2005, p.
1208: “quando diciamo giusto processo, ci riferiamo solo a regole processuali a garanzia
del contraddittorio, oppure abbiamo anche in mente obiettivi sostanziali del processo e ci
preme che esso sia reale strumento di realizzazione dei diritti e non solo il sistematico
strumento per renderli ineffettivi? E il giudice è solo l’arbitro di questa partita spesso ad
armi impari, o non dovrebbe essere il garante del suo giusto risultato, cioè la realizzazio-
ne in concreto del diritto calpestato? Secondo me questo è il contributo concettuale più
significativo di tutto l’articolato, il suo stimolo più fecondo; questa è la domanda inevasa
che ancora dovrebbe mettere in mora la dottrina processualcivilistica.”; Pivetti e Nardin,
Un processo civile per il cittadino (Lineamenti di una proposta di riforma della procedu-
ra civile), www.magistraturademocratica.it, inserito nel dicembre 2005: “occorre anche
che il processo si svolga in modo tale da tendere ad una decisione giusta, oltre che solle-
cita. “Giusto processo”, infatti, non significa esclusivamente processo conforme alle altre
regole specifiche e agli altri principi espressamente consacrati nel nuovo articolo 111 o in
altre norme costituzionali riguardanti il processo” Ma vedi altresì Di Majo, La tutela civi-
le dei diritti, Milán, 2001, vol. III, p. 7; Carratta, “Prova e convincimento del giudice nel
processo civile”, Riv. Dir. Proc., 2003, pp. 36 y ss.; Pivetti, “Per un processo civile gius-
to e ragionevole”, Il nuovo articolo 111 della costituzione e il giusto processo civile cit.,
p. 63. Per un accenno alla connessione tra giusto processo e dovere di verità delle parti
cfr. Comoglio, Etica e tecnica del “giusto processo”, Turín, 2004, p. 276.
30 Senza, cioè, voler negare fondamento alle tesi di quei teorici anglosassoni della
giustizia procedurale che pongono l’accento anche sulla valorizzazione per così dire in-
terna delle garanzie processuali, concepite dal punto di vista della soddisfazione dei par-
tecipanti per la correttezza del trattamento ricevuto. Per indicazioni bibliografiche al ri-
guardo cfr. Bertolino, op. cit., nota 28, pp. 62 y ss.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 67
31 Di forza epistemica del contraddittorio parla Ferrua, op. cit., nota 17, pp. 91 y ss.
32 Per un’analisi delle teorie anglosassoni della giustizia procedurale basate sull’accura-
tezza del risultato Cfr. Bertolino, op. cit., nota 28, pp. 104 y ss. E per un’analisi delle contra-
rie teorie che in materia di giurisdizione concludono nel senso che non rileva la qualità della
decisione che conclude il processo cfr. Taruffo, La prova dei fatti giuridici. Nozioni generali,
Milán, 1992, pp. 7 y ss.
33 Cfr., per questo rilievo, Ferrua, op. cit., nota 17, p. 67
68 SERGIO CHIARLONI
34 Per una recente analisi della attuale disciplina della discovery inglese, dove vengo-
no evidenziate le caratteristiche della disclosure, con l’attenzione rivolta a supposti pro-
blemi di riconoscimento ed esecuzione che i relativi provvedimenti potrebbero incontrare
negli ordinamenti continentali, cfr. Zuffi, “La disclosure inglese: aspetti comparatistici e
transnazionali”, Corr. giur., 2007, pp. 35 y ss.
35 In un saggio di grande acutezza, L’avvocato e la verità, ora in Il processo civile
nello stato democratico, Napoles, 2006, pp. 131 y ss., Cipriani sottopone a serrata critica
un mio vecchio lavoro dove sostenevo alquanto provocatoriamente che parti e avvocati
nel processo civile italiano hanno “un consolidato diritto di mentire”, senza che per gli
avvocati si ponga neppure un problema di deontologia professionale. Riconosco di avere
esagerato nella forma e prendo atto che ora l’articolo 14 del nuovo codice deontologico
degli avvocati prevede per loro un dovere di verità. Tuttavia rimane il fatto che nel nostro
ordinamento non esiste un dovere di verità per le parti sottoposte all’interrogatorio (op-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 69
portunamente previsto con forme loro peculiari oltre Manica e oltre Atlantico) e che per
quanto riguarda gli avvocati è facile prevedere la non applicazione in sede disciplinare
della ricordata norma del codice deontologico. La bella analisi di Cipriani sulla dialettica
processuale quando vede protagonisti bravi e leali professionisti mi trova ovviamente del
tutto d’accordo, anche se sulla “parzialità istituzionale” dell’avvocato non si possono ig-
norare i rilievi di Taruffo, Involvement and Detachment in the Presentation of Evidence,
in The Eyes of Justice a cura di R. Kevelson, Nueva Cork, 1993, pp. 272 y ss.
36 Per una pluralità di ragioni, attentamente esaminate da Bertolino, op. cit., nota 28,
pp. 162 y ss.
37 Cappelletti, La testimonianza della parte nel sistema dell’oralità. Contributo alla
teoria della utilizzazione probatoria del sapere delle parti nel processo civile, Milán.
1969, vol. II, pp. 236 y 380.
38 Cfr., ad esempio, Langbein, “The Historical Origins of the Privilege Against Self
Incrimination at Common Law”, Mich. Law Rev., 1994, pp. 1047 y ss., citato da Bertolino,
op. cit., nota 28, p. 166, nota 87. A meno di non correre il rischio di cadere nella fallacia na-
turalistica, non serve osservare in contrario che non avrebbe senso parlare di una “peculiarità
penalistica” del principio nemo tenetur, in quanto esso costituirebbe “solo un sfacettatura di
una ben più generale guarentigia della parte di ogni fenomeno processuale” Così Consolo in
Postilla… sed (e quando) magis amica veritas?, Corr. giur., 2007, p. 45. Va peraltro ricorda-
to che anche a parere di Consolo, questa “guarentigia” è scalfibile, sia pure con prudenza, ad
esempio introducendo il dovere di verità a carico di determinate parti: “società che attinge al
mercato dei capitali e tenuta alla trasparenza informativa, ente pubblico soggetto all’accesso;
produttore di beni di largo consumo; associazioni pro bono attrici in processi di rilevanza co-
llettiva, curatele fallimentari”, Una discreta tipologia, non c’è dubbio. Mancano tuttavia indi-
cazioni su sanzioni adeguate per la violazione dell’obbligo. Non mi pare che la responsabilità
aggravata, cui si accenna sia sufficiente, vista anche la ricorrente ritrosia nella sua applicazio-
ne per i casi in cui è attualmente prevista.
70 SERGIO CHIARLONI
40 In Poteri probatori delle parti e del giudice in Europa, cit., nota 29, pp. 452 y ss.
41 Contra, ancora recentemente Cipriani, Sulle prove nel processo civile. Ora in Il
processo civile nello stato democratico, cit., pp. 236 y ss. che ritiene il c.d. principio di
disponibilità delle prove una sorta di manifestazione necessaria dell’onere della prova.
Ma se concordiamo nel fatto che la regola dell’onere della prova non ha a che fare con i
diritti processuali delle parti, ma è una regola di giudizio per il giudice, ci rendiamo subi-
to conto che la tradizionale manifestazione linguistica della regola non si oppone alla sua
applicazione alle prove assunte d’ufficio, come rischio della mancata prova. Cfr, peraltro,
per qualche precisazione che va nel senso di ammettere in qualche caso le prove d’uffi-
cio, Cipriano, “L’autoritarismo processuale e le prove documentali”, Il giusto processo
civile, 2007, p. 293.
72 SERGIO CHIARLONI
Quanto infine alla parità delle armi benvero che la Corte costituziona-
le scrive in un suo recente provvedimento42 che essa risulterebbe violata
in quanto l’esercizio del potere ufficioso, una volta esauriti i poteri delle
parti di formulare istanze istruttorie, finirebbe “per aggirare, in favore di
una parte e in danno dell’altra, gli effetti del maturarsi delle preclusioni”.
Ma ci troviamo qui in presenza di un ricorso enfatico a grandi principi
per occultare problemi e preoccupazioni di bassa cucina. Un vizio antico
della cultura giuridica, non solo italiana. Nessuna garanzia costituzionale
per le parti può ritenersi violata dall’esercizio di un potere istruttorio uf-
ficioso che riapre i termini per le deduzioni probatorie a favore di tutte le
parti secondo quanto già previsto dal vecchio terzo comma dell’artico-
lo184 (ora, con la riforma del 2006, dall’ottavo comma dell’articolo
183).43 Affermare che il provvedimento ufficioso che ammette la prova
“aggira” le preclusioni “a favore” di una parte e “a danno” dell’altra sig-
nifica preoccuparsi del fatto che la parte che ha torto in fatto e che spera
di vincere la causa per l’errore commesso dall’avversario nel non dedu-
rre in tempo la sua prova viene “danneggiata” dal successivo intervento
del giudice. Tutto ciò non ha a che fare con le garanzie costituzionali,
bensì con la vetusta concezione del processo come un giuoco dove non
vince la parte che ha ragione, ma la parte che si può avvalere del campio-
ne, cioè dell’avvocato, più abile. Una concezione da tempo superata ne-
gli ordinamenti continentali e, come è ben noto, in via di superamento
nei due più importanti ordinamenti di common law, che si vanno orien-
tando, attraverso diversi meccanismi, in direzione di un aumento dei po-
teri di controllo del giudice per meglio assicurare la giustizia delle deci-
sioni.44
42Cfr. Corte costituzionale 14 marzo 2003, num. 69 (ordinanza), Giur. It., 2003, pp.
1330 y ss. con mia nota, Poteri istruttori d’ufficio del giudice civile: le sirene dell’ideo-
logia liberista inducono la Corte Costituzionale in un errore di interpretazione del diritto
positivo.
43 Cfr., nello stesso senso, Taruffo, Poteri probatori, cit., nota 29, p. 479.
44 Cfr., con riferimento agli Stati Uniti, Resnik, “Managerial judges”, 96 Harw. Law
Rev., 1982, pp. 446 y ss.; Marcus, “Discovery Containment Redux”, Boston Coll. Law Rev.,
num. 39, 1998, pp. 747 y ss.; con riferimento all’Inghilterra Zuckerman, “Reform in the Sha-
dow of Lawyers’ Interests”, Reform of civil rocedure a cura dello stesso e di Cranston,
Oxford, 1995, pp. 62 y ss.; Jolowicz, “The Woolf Report and the Adversary System”, Civ.
Just. Quart., num. 15, 1996, pp. 198 y ss.; Andrews, “A New Civil Procedural Code for
England: Party-Control, “Going, Going, Gone”, Civ. Just. Quart., num. 19, 2000, pp. 23 y ss.
EL DEBIDO PROCESO Y SU PROYECCIÓN
SOBRE EL PROCESO CIVIL EN AMÉRICA LATINA
Eduardo OTEIZA*
El alcance del debido proceso, noción que emplearé aquí como equiva-
lente de tutela judicial efectiva, proceso justo, garantía de acceso a la jus-
ticia, derecho a ser oído legalmente ante los tribunales, proceso equitati-
vo, igualdad de armas, fair trial o defensa en juicio, ha evolucionado
progresivamente1 y guarda relación con el valor que se le asigne a la so-
73
74 EDUARDO OTEIZA
marcando una lenta pero sólida tendencia. Como sostiene Tribe,4 se trata
de un valor clave de la vida democrática, ya que confiere a los individuos
o grupos, contra los cuales las decisiones gubernamentales operan, la
oportunidad de participar en el proceso en el cual esas decisiones son to-
madas; esa posibilidad significa un reconocimiento de la dignidad de las
personas que participan de dicho proceso. El debate procesal representa
un valor de interacción humana en el cual la persona afectada experimen-
ta la satisfacción de participar en la decisión que vitalmente le concierne
y alimenta la expectativa de recibir una explicación de las razones sobre
la decisión que habrá de afectarla. El individuo pasible de coacción no es
manipulado, sino que es partícipe de un diálogo en el que se lo trata de
convencer —así como él trata de convencer de la posición contraria—
sobre la procedencia del acto de coacción.5
Hasta el novecientos se consideraba que el Estado debía garantizar el
derecho al debido proceso ante la amenaza de una restricción a la liber-
tad en el marco de un enjuiciamiento penal. Si bien las Cartas Constitu-
cionales del ochocientos reconocían la importancia de un debido proce-
so en materia civil,6 la protección era consagrada con mayor fuerza y
detalle en el marco de un proceso penal. En la segunda mitad del nove-
cientos los textos constitucionales comienzan a prestar mayor atención
a la serie de recaudos que los Estados deben cumplir para garantizar el
debido proceso civil. Contemporáneamente las declaraciones Universal
y Americana de Derechos Humanos incorporan nuevos requisitos para
dar por cumplida la obligación interna e internacional de los Estados de
respetar el derecho al debido proceso penal y civil. El Convenio Euro-
peo para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fun-
damentales, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el
Pacto de Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas expanden la
noción de debido proceso en materia penal y civil y agregan órganos de
protección encargados de realizar una lectura del alcance de los dere-
chos humanos y condenar los incumplimientos de los Estados.
4 Tribe, Lawrence H., American Constitutional Law, 2a. ed., Mineola, Nueva York,
The Foundation Press, 1988, pp. 666 y ss.
5 Idem, le asigna un valor instrumental al constituirse en un mecanismo adecuado
para asegurar que las leyes sean aplicadas en forma imparcial y ecuánime.
6 Hablaré de proceso civil como noción amplia y diversa del proceso penal.
76 EDUARDO OTEIZA
7 “Marbury vs. Madison” (1803), trad. consultada: Miller, Jonathan, Gelli, María
Angélica y Cayuso, Susana, Constitución y poder político. Jurisprudencia de la Corte
Suprema y técnicas para su interpretación, Astrea, 1987, t. I, p. 5.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 79
Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativa, pública-
mente y dentro de un plazo razonable, por un Tribunal independiente e
imparcial, establecido por la Ley, que decidirá los litigios sobre sus dere-
chos y obligaciones de carácter civil o sobre el fundamento de cualquier
acusación en materia penal dirigida contra ella. La sentencia debe ser pro-
nunciada públicamente, pero el acceso a la Sala de Audiencia puede ser
prohibido a la prensa y al publico durante la totalidad o parte del proceso
en interés de la moralidad, del orden publico o de la seguridad nacional en
una sociedad democrática, cuando los intereses de los menores o la protec-
ción de la vida privada de las partes en el proceso así lo exijan o en la me-
dida considerada necesaria por el Tribunal, cuando en circunstancias espe-
ciales la publicidad pudiera ser perjudicial para los intereses de la justicia.
tículo 7o. de la Carta dispone que: 1. Todo individuo tiene derecho a que sea visto su ca-
so, lo cual implica: a) derecho de apelación a órganos nacionales competentes contra ac-
tos que violen sus derechos fundamentales reconocidos y garantizados por los convenios,
leyes, ordenanzas y costumbres vigentes; b) el derecho a ser considerado inocente hasta
que un tribunal competente demuestre su inocencia; c) el derecho a la defensa, incluido
el derecho a ser defendido por un abogado de su elección; d) el derecho a ser juzgado
dentro de un plazo de tiempo razonable por un tribunal imparcial. Véase en http://www.
acnur.org/biblioteca/pdf/1297.pdf.
10 Enmendado por los protocolos adicionales números 3, 5, 8 y 11, mayo de 1963, 20
de enero de 1966, 19 de marzo de 1985 y 28 de noviembre de 1996, respectivamente.
11 Janis, Mark, Kay, Richard y Bradley Anthony, European Human Rights Law. Text
and Materials, Oxford University Press, 1995, p. 375.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 81
vs. Italia (serie A, núm. 119), se decidieron 65 casos en los cuales se en-
contró que se había violado el artículo 6.1 en procesos que excedían el
tiempo razonable con respecto a casos civiles en distintas regiones de Ita-
lia. La frecuencia de dichas violaciones, según la Corte de Estrasburgo,
demostraba que no se trata de incidentes aislados. Ellos reflejaban una si-
tuación continua no remediada por el Estado italiano.
En el caso Immobiliare Saffi vs. Italia15 la Corte de Estrasburgo hizo
referencia a la idea de efectividad de la ejecución de los procesos judicia-
les. Allí los denunciantes reclamaban por la imposibilidad de lograr recu-
perar una vivienda dada en alquiler y denunciaban que la sentencia dicta-
da en su beneficio no podía ser ejecutada. La Corte Europea recordó que
el derecho a un tribunal podría ser ilusorio si los sistemas legales domés-
ticos permitieran que una decisión final y obligatoria resultara carente de
operatividad. Sería inconcebible que el artículo 6.1 describa en detalle
las garantías procesales conferidas a los litigantes sin proteger la imple-
mentación de las decisiones judiciales. La ejecución de las decisiones da-
das por cualquier tribunal debe ser vista como parte integrante del proce-
so de acuerdo con los propósitos del artículo 6o. (Hornsby vs. Grecia, del
19 de marzo de 1997, Reports of Judgments and Decisions 1997-II, 40).
Otro importante antecedente del derecho europeo en el plano transna-
cional está dado por la carta de derechos adoptada en Niza que tiene vi-
gencia desde diciembre de 2000, que refiere a los valores adoptados por
la Unión Europea. El artículo 45 de dicha Carta expresa que:
Si bien las citadas garantías son similares a las consagradas por el ar-
tículo 6.1, el espacio que llena la Carta es esencial dentro de la Unión
constituyéndose como sostiene Andolina16 en un auténtico bill of rights de
para alcanzar sus objetivos, el proceso debe reconocer y resolver los facto-
res de desigualdad real de quienes son llevados ante la justicia. Es así co-
mo se atiende el principio de igualdad ante la ley y los tribunales, ...y a la
correlativa prohibición de discriminación. La presencia de condiciones de
desigualdad real obliga a adoptar medidas de compensación que contribu-
yan a reducir o eliminar los obstáculos y deficiencias que impidan o re-
duzcan la defensa eficaz de los propios intereses. Si no existieran esos me-
dios de compensación, ampliamente reconocidos en diversas vertientes del
chos humanos, Ediar, 2000. Albanese, al analizar el desarrollo de la interpretación del Sis-
tema Interamericano de protección de los derechos humanos, marca con acierto que el
artículo 8o. de la Convención constituye una vía apta para el ejercicio eficaz del derecho a
la jurisdicción, una garantía de un buen proceso, sea civil, penal, laboral, fiscal o de cual-
quier otro carácter, una garantía de una buena administración de justicia y establece las
condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada defensa de las personas cuyos
derechos u obligaciones se encuentran a consideración de la justicia (p. 22).
21 Opinión Consultiva sobre Estados de emergencia, párrafo 28. Las decisiones de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos pueden consultarse en: http://www.corteidh.
or.cr/.
22 Sentencia del 29 de enero de 1997, párrafo 74.
23 Sentencia del 8 de marzo de 1998, párrafo 149.
24 Sentencia del 31 de enero de 2001, párrafo 70.
25 Opinión Consultiva sobre el derecho a la información sobre la asistencia consular
en el marco de las garantías del debido proceso legal, párrafo 119.
86 EDUARDO OTEIZA
28 Reitera la doctrina del caso de la Comunidad Myagna (Sumo) Awas Tigni. Sentencia.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 89
40 Artículo 26.
41 Artículo 229.
42 Artículo 5o., LXXIV.
43 Artículo 26.
44 Artículo 26.
45 Artículo 5o., LXXVIII, según la enmienda constitucional 45 del 2004.
46 Artículo 41.
47 Artículo 257.
48 Artículos 193 y 194.
49 Artículo 193.
50 Artículo 93, IX.
51 Artículo 139, inciso 5o.
52 Artículo 93, XIII, según la enmienda constitucional 45 del 2004.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 91
56 Sobre el Código Modelo ver la obra dirigida por Schipani, Sandro y Vaccarella, Ro-
mano: Un “codice tipo” di procedura civile per l’America Latina, Padova, CEDAM, 1990.
Menciono los siguientes aportes de interés editados en la obra de referencia: Berizonce, Ro-
berto, Código-tipo y reforma del proceso civil en América Latina: entre el Derecho común y
el derecho uniforme (Anterproyecto de Código-tipo del proceso civil para América Latina),
pp. 29-40, Gelsi Bidart, Adolfo, Código Tipo y reforma del proceso en América Latina: en-
tre Derecho común o uniforme, pp. 41-61, De Miguel, Carlos, Notas sobre las garantías pro-
cesales del Código-tipo Iberoamericano, pp. 61-69, Ortells Ramos, Manuel, Código-tipo y
reforma del proceso entre Derecho común y Derecho uniforme en América Latina,
pp.69-103, Fazzalari, Elio, Il Codice —tipo e i valori del processo—, pp. 103-111.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 93
95
96 LUIS FERNANDO SOLANO C.
queña región: el panorama que se nos presenta hoy es otro al que se tenía
hará escasos 30 años atrás, cuando, dicho en términos muy generales,
apenas estaban por terminarse graves conflictos internos en diferentes
países. Y esto viene a colación porque, como sabemos, por aquellos días
nuestros sistemas judiciales eran frágiles y muy supeditados a fuerzas ex-
ternas a ellos, que se reflejaban al menos en cuestiones tan esenciales co-
mo los modos de nombramiento de jueces y juezas (acceso a la función
jurisdiccional), así como en las condiciones fácticas y jurídicas en que se
desempeñaban.
Fue una época en la que claramente el poder político, el poder econó-
mico, el poder militar, el propio poder de las jerarquías judiciales, para
mencionar los más gravitantes en la materia, desempeñaban un papel ac-
tivo y sobre todo, muy negativo en relación con el trabajo de jueces y
juezas.1
Esa importante situación histórica fue determinante, por ejemplo, para
que en los planes de Paz concertados (Guatemala y El Salvador específi-
camente), el tema de la justicia fuera uno de los ejes sobre los que se an-
ticipaban cambios y mejoras para un nuevo escenario en democracia en
nuestros países. Sin obviar, que aun hoy, escuchamos voces calificadas
exigiendo mayor cumplimiento a los compromisos que en estas materias
se firmaron en la década anterior.
Cito un primer caso de mi personal experiencia en actividades de ca-
pacitación en la región centroamericana.
En 1994, estando un grupo de magistrados en la oficina del recién
nombrado presidente de la Corte Suprema de Justicia de Honduras, el
abogado Miguel Rivera Portillo, entre tantos aspectos que se comenta-
ban, nos explicaba que cuando llegó a ocupar ese cargo, todavía existía
en su oficina un teléfono rojo que directamente conectaba con la Pre-
menciona expresamente. Dispone la norma que nadie será juzgado sino por
autoridad competente, con apego a los procedimientos legales y sin que
pueda ser juzgado dos veces por los mismos hechos.
En este hermano país ha sido la jurisprudencia la que ha dado el paso
de incorporar el de tutela judicial, señalando que es parte de aquél.
3 Couture, E. J., Fundamentos del derecho procesal civil, Buenos Aires, Ediciones
De Palma, 1987, p. 148.
4 Veinte años de jurisdicción constitucional en España, Valencia, Editorial Tirant lo
Blanch, Instituto de Derecho Público Comparado, Universidad Carlos III, 2002, p. 155.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 101
6. Amplitud conceptual
7 Cordón Moreno, Faustino, “El derecho a obtener tutela judicial efectiva”, Dere-
chos procesales fundamentales, Madrid, Consejo General del Poder Judicial, Escuela Ju-
dicial, Manuales de Formación Continuada, 2004, p. 215.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 103
A. Eficacia formal
Pero por otra parte, todo conflicto jurídico decidido por los tribunales
ha de tener esa eficacia que impida —de principio— abrir nueva discu-
sión sobre el mismo tema. Lo dicho por un juez, es última palabra. Con
las excepcionalísimas previsiones de carácter universal, como el (mal)
llamado recurso de revisión, que se concede más bien con nuevos ele-
mentos a mano, que hagan variar lo ya decidido previamente, en aras de
satisfacer el principio mismo de justicia que debe presidir toda sentencia
jurisdiccional.
B. Eficacia material
Tenemos aquí otro aspecto consustancial a lo que los jueces deciden,
y es que debe cumplirse en los propios términos que lo establezca la par-
te dispositiva de la misma sentencia. La autoridad suprema de los jueces
es un principio fundamental de todo Estado de derecho y requisito sine
qua non de la vigencia de la libertad y del respeto de los derechos funda-
mentales.
Aceptar —o tolerar— lo contrario, implicaría que todas las garantías
de que hablamos, se estrellen con una realidad adversa que impida o difi-
culte el más cabal e inmediato acatamiento de los fallos judiciales.
Por cierto que, a casi quince años de funcionar la casación con los crite-
rios atrás señalados, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha con-
denado a Costa Rica por incumplir la Convención, estimando que por más
informalidad con que se haya adoptado el recurso de casación, lo que el de-
recho internacional de los derechos humanos exige, es un recurso que per-
mita más amplitud al debate y una revisión plenaria de lo resuelto en prime-
ra instancia.11
Costa Rica ha debido adaptarse a las exigencias del alto tribunal, cuya
sede, precisamente, se encuentra en el país.
1. Panamá
A. Un primer caso
B. Segundo caso
2. Nicaragua
En la sentencia núm. 146, de 10:30 horas del 21 de diciembre de
2004, la Sala de lo Constitucional de la CSJ declaró con lugar un recurso
de amparo planteado contra el presidente de la República. Me parece que
cabe resaltar de esta sentencia el que sostiene que las exigencias del de-
bido proceso y de tutela judicial efectiva, son derechos oponibles ante los
tribunales y ante la administración pública.
Y aquí, como en otros ejemplos que encontramos en la región, se pro-
duce una asimilación de debido proceso con la tutela judicial, cuando se
dice:“En el presente caso, no le queda duda a esta Sala de lo Constitucio-
nal la irrefutable violación del debido proceso, esto es, el principio de tu-
tela judicial efectiva contenido en el artículo 34 numerales 8 y 9, y ar-
tículo 52 de la Constitución Política; así como el principio de igualdad
procesal, artículos 27 y 48 de la CN”.
3. Guatemala
A. Un primer caso
B. Segundo caso
Es la sentencia de la Corte de Constitucionalidad, del 14 de marzo de
2006. Es un amparo contra la Cámara de Amparo y Antejuicio de la Cor-
te Suprema de Justicia.
Aquí, en el apartado de la violación que se denuncia, la Corte señala:
el principio jurídico del debido proceso, no obstante lo cual, la Corte
concluye que se dio “una vulneración al derecho a la tutela judicial debi-
da”, que exige la emisión de resoluciones fundamentadas en ley y respal-
dadas por las constancias procesales.
El criterio resulta claro, no así (al menos en principio) la vía por la que
se llega a este dispositivo, señalando que en el caso concreto la costum-
bre no podía aplicarse, como lo hizo el tribunal accionado.
Lo que sí es cierto, es que a la luz de la jurisprudencia de la Corte de
Constitucionalidad, el dictado de sentencias sin sustento legal, no funda-
das en derecho, resulta ilegítimo y violatorio del derecho a la tutela judi-
cial efectiva.
12 El caso Barrios Altos vs. Perú, sentencia de la Corte del 14 de marzo de 2001, es
un magnífico ejemplo de ese panorama que simplemente dejo esquematizado en esta pre-
sentación. Pero está claro que hay otras muchas, de similar importancia, dictadas por la
CIDH.
13 Valga citar la importantísima sentencia de esa Corte, del 24 de agosto de 2004, so-
bre la aplicación retroactiva de la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, y
la nulidad de las leyes de perdón, olvido y punto final.
DERECHO FUNDAMENTAL A UN PROCESO
CON TODAS LAS GARANTÍAS (ARTÍCULO 24.2
DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA): OBLIGATORIEDAD
DE UNA SEGUNDA INSTANCIA PENAL Y EXIGENCIA
DE INMEDIACIÓN Y CONTRADICCIÓN EN LA PRÁCTICA
DE LAS PRUEBAS POR EL ÓRGANO DE APELACIÓN.
LAS SENTENCIAS DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
70/2002 y 167/2002
Entre las profundas (y, por otra parte, inevitables) reformas que ha veni-
do padeciendo nuestra vieja Ley de Enjuiciamiento Criminal (LeCrim.,
117
118 ISABEL TAPIA FERNÁNDEZ
2 Cfr., por todos, Calderón Cuadrado, La segunda instancia penal, Aranzadi, 2005.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 121
11 Véase, por ejemplo, las SSTC 145/1987, del 23 de septiembre; 21/1993, del 18 de
enero; 157/1995, del 6 de noviembre; 230/1997, del 16 de diciembre; 96/1998, del 13 de oc-
tubre.
12 Cfr., a modo de ejemplo, las SS TC 124/1983; 323/1993; 102/1994; 152/1998;
120/1999, etcétera.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 129
Por ello, “tratándose de la prueba testifical que por esencia exige in-
mediación y paralelamente contradicción real o potencial, sólo puede lle-
varse a cabo una nueva y distinta valoración si se cumplen las exigencias
16 “A mi juicio —se dice en este voto particular—, esa importante doctrina de la que
partimos ha de ser objeto de aplicación en función de las circunstancias concurrentes,
proyectadas siempre a las especificidades del proceso penal, que son comunes a la sen-
tencia citada y a la que es objeto de ese voto particular. En efecto, no hay ningún incon-
veniente, o por lo menos los existentes son válidamente salvables, en que otro tipo de
pruebas, siempre bajo la exigencia de los principios que son comunes a la actividad pro-
batoria, especialmente en el proceso penal, se valoren de manera distinta por uno u otro
juez, según las apreciaciones —que habrán siempre de razonarse— (artículo 120.3 CE)
que cada uno extraiga de ellas. Pero respecto a la testifical no cabe decir lo mismo. Como
consecuencia del principio de oralidad… surge en la fase probatoria la exigencia de in-
mediatividad —todo se tiene que probar en el juicio oral y sólo en él, salvo excepciones
muy cualificadas que no son del caso—. En presencia del juzgador y únicamente con in-
mediatividad y contradicción se puede obtener la convicción de culpabilidad y funda-
mentar la sentencia”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 131
18 Cito, como resumen de todas ellas, una de las más recientes Sentencias del Tribu-
nal Constitucional, la 360/2006, del 18 de diciembre, la cual, después de aludir a la con-
solidada doctrina constitucional, iniciada en la STC 167/2002, del 18 de septiembre, la
resume así: “El respeto a los principios de publicidad, inmediación y contradicción, con-
tenidos en el derecho a un proceso con todas las garantías, impone inexorablemente que
toda condena se fundamente en una actividad probatoria que el órgano judicial haya exa-
minado directa y personalmente en un debate público, en el que se respete la posibilidad
de contradicción, por lo que, cuando la apelación se plantee contra una sentencia absolu-
toria, y el motivo de apelación concreto verse sobre cuestiones de hecho suscitadas por la
valoración o ponderación de pruebas personales de las que dependa la condena o absolu-
134 ISABEL TAPIA FERNÁNDEZ
ción del acusado, resultará necesaria la celebración de vista pública en la segunda instan-
cia para que el órgano judicial de apelación pueda resolver, tomando conocimiento direc-
to e inmediato de dichas pruebas. En aplicación de esta doctrina hemos dicho que el
respeto a los principios de publicidad, inmediación y contradicción, que forman parte del
referido derecho fundamental, exige que el Tribunal de apelación oiga personalmente los
testimonios de los testigos y la declaración de los acusados, dado el carácter personal de
estos medios de prueba, a fin de llevar a cabo su propia valoración y ponderación y co-
rregir la efectuada por el órgano de instancia. De acuerdo con esta misma jurisprudencia
la constatación de la anterior vulneración determina también la del derecho a la presun-
ción de inocencia, si los aludidos medios de prueba indebidamente valorados en la segun-
da instancia son las únicas pruebas de cargo en las que se fundamenta la condena”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 135
judicial señale día para la vista. También podrá celebrarse vista cuando, de
oficio o a petición de parte, la estime el Tribunal necesaria para la correcta
formación de una convicción fundada. La celebración de vista será obliga-
toria siempre que, solicitada por alguna de las partes, se funde en la im-
pugnación de pruebas personales y se solicite la revocación de sentencias
absolutorias o una agravación de la pena impuesta al condenado.
21 Advierta el lector que el citado Proyecto de Ley del 27 de enero de 2006 reforma
también los motivos de apelación, suprimiendo el “error en la apreciación de la prueba”
que contiene el artículo 790 de la LECrim. Si no se puede controlar en apelación los he-
chos y las pruebas, pienso que el prelegislador está ideando un recurso de apelación limi-
tado a los solos errores procesales o de aplicación de ley sustantiva, pero no a los errores
de hecho. Con ello, el sistema entero de la apelación no ha hecho otra cosa que retroce-
der; pues si no es posible la revisión de los hechos en la apelación, volveremos a cuestio-
narnos la adecuación de esta norma con el sistema de garantías establecido en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
LA IMPARCIALIDAD JUDICIAL
Con las limitaciones que surgen obvias del escaso conocimiento que
aún hoy se tiene de la historia jurídica antiquísima, creo factible afirmar
que en un principio todo conflicto intersubjetivo de intereses1 terminaba
—no podía ser de otra forma— por la fuerza que un coasociado ejercía
sobre otro más débil.
Así era que, frente a la existencia de un conflicto, la solución sólo se
lograba con la realización de un acto de fuerza.
En otras palabras: usando la razón de la fuerza.
143
144 ADOLFO ALVARADO VELLOSO
2 Por tanto: si las partes aceptan de consuno un hecho y, así, tal hecho está fuera del
litigio, el juez debe aceptarlo aunque no le guste y le conste que no coincide con lo ver-
daderamente acaecido en el plano de la realidad social.
148 ADOLFO ALVARADO VELLOSO
Tanto es así que lo que hoy podría llamarse proceso penal común fue
acusatorio desde antes del siglo XII en numerosos países de Europa.
Para la mejor comprensión del tema en estudio, cabe recordar que el
sistema dispositivo (en lo civil) o acusatorio (en lo penal), se presenta
históricamente con los siguientes rasgos caracterizadores:
3 No como ocurre en los países de América, en los que la declaración ante el juez
muestra una suerte de divertido deporte de las partes procesales, en absurda posición de
descarada mentira. Claro está, esto se hace por indebida interpretación de la garantía
constitucional que establece que nadie está obligado a declarar en contra de si mismo...
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 149
1. Los antecedentes
A raíz de las nuevas tareas encomendadas por el Concilio de Letrán
(1215) a la organización episcopal inquisitorial creada por Decreto Ad
abolendum para que cesaran de una vez y drásticamente las recurrentes
herejías que abundaban en la época, el sistema conocido como medio de
discusión se convirtió con el tiempo en método de investigación.
El sistema operó por medio de frailes que hacían indagación buscando
pecadores a fin de lograr de ellos su confesión4 y el consiguiente arre-
pentimiento con el firme propósito de no volver a pecar.
Andando el tiempo, el papado logró tener notable injerencia en los go-
biernos seculares a quienes disputó el ejercicio del poder civil, momento
en el cual se decidió convertir en delitos eclesiales a algunas actividades
que hasta ese entonces eran meros pecados, generándose así la conocida
como inquisición papal o inquisición medieval
A este efecto se utilizó el método ya conocido por la inquisición epis-
copal: nuevamente se procuró obtener la confesión y el arrepentimiento
pues, a la postre, se buscaba la reconciliación del pecador con la Iglesia.
Sólo que ahora se lograba por medio de la tortura, para ayudar al alma a
arrancar el pecado de su seno, y la condena por herejía se acompañaba
con la orden de absoluta expropiación de los bienes del condenado.
Ahora sí aparece un nuevo método de enjuiciamiento muy alejado en
su estructura de aquél que la pacificación de los pueblos supo conquistar
y que ya presenté con una figura triangular que siguió practicándose pa-
ra todo lo que no fuera delito.
Porque ese método era practicado por una organización conocida co-
mo Inquisición, pasó a la historia con el nombre de sistema inquisitorio
(opuesto a acusatorio) o inquisitivo (opuesto a dispositivo). Y así se lo
conoce hasta hoy.
4 Hablo de la confesión como sacramento religioso, que consiste en la declaración
de los pecados cometidos que hace libremente el penitente a su confesor, con sincero
arrepentimiento del pecado cometido y el firme propósito de no volver a pecar.
150 ADOLFO ALVARADO VELLOSO
Hasta aquí, lo que surge evidente de la simple visión del método descrito.
Para comprender el planteo del tema, lo primero que cabe hacer es re-
cordar qué se entiende por principios procesales: se trata, simplemente,
de puntos de partida.
Pero así como nadie puede caminar hacia ninguna parte (siempre que
lo haga tomará una dirección: hacia adelante, hacia atrás, etcétera), ese
punto de partida debe ser visto en función de lo que se pretende hallar o
lograr al llegar (en el derecho privado esto se llama causa eficiente y
causa fin).
Si lo que el legislador procesal desea es regular un medio pacífico de
debate dialéctico entre dos antagonistas en pie de igualdad6 ante un terce-
ro que heterocompondrá el litigio,7 formular los principios necesarios pa-
ra lograrlo implica tanto como trazar las líneas directivas fundamentales
5 Colegas de toda una vida, ya que he sido magistrado judicial del sistema inquisito-
rial durante más de treinta años.
6 Para descartar el uso de la fuerza.
7 Si es que no se disuelve por alguna de las vías posibles de autocomposición.
154 ADOLFO ALVARADO VELLOSO
10 Por eso es, precisamente, que en el sistema inquisitivo no puede hablarse con pro-
piedad de una imparcialidad judicial en razón de que el juez es, al mismo tiempo, el acu-
sador... Es decir: juez y parte. Idéntica reflexión cabe hacer respecto del juez de lo civil
dentro del sistema que le permite subrogar a la parte procesal en la tarea de confirmar.
11 Los jueces de América en general no han sido preparados para actuar con impar-
cialidad. En rigor, una gran mayoría ignora en qué consiste esa destreza (cual la denomi-
na importante magistrado chileno), así como cuál es su verdadera esencia o las variadas
situaciones en las cuales el concepto queda vulnerado y, con él, la garantía del debido
proceso.
Antes bien, la cultura paternalista que al mejor estilo Macondo nos han impuesto
los parámetros autoritarios que rigen desde siempre en este sufrido sur del continente, ha-
156 ADOLFO ALVARADO VELLOSO
Pero hay algo más: la palabra imparcialidad significa varias cosas di-
ferentes a la falta de interés que comúnmente se menciona en orden a de-
finir la cotidiana labor de un juez.
Por ejemplo:
ce que los jueces en general vean como correctas las actitudes propias que cumplen a dia-
rio para tratar de igualar la desigualdad natural de las partes procesales en homenaje
—otra vez— a una difusa meta de Justicia que bien pueden llegar a lograr. Pero ilegíti-
mamente.
El problema surge, a no dudar, del doble papel protagónico de juez y parte que el
sistema inquisitivo acuerda al juzgador.
Así ocurre hasta hoy en la mayor parte de América con los jueces laborales y los jueces
de menores, encargados desde siempre de obviar la desigualdad del trabajador frente al
patrón y la del menor en situación de abandono, cuyo interés superior deben privilegiar a
todo trance.
Estoy convencido de que esa notable desigualdad real debe ser paliada. Pero no
por el juez, encargado final de asegurar la igualdad jurídica de las partes procesales.
Antes bien, podrá ser cuidada por defensores ad hoc, por asesores en el litigio que proce-
dan promiscuamente con los representantes de los menores y de los trabajadores, por mu-
chos y variados funcionarios —acepto a todos los que imagine el lector— quienes se de-
diquen con exclusividad a ello. Pero insisto: nunca por el juez pues, al desnivelar la
igualdad jurídica para lograr una supuesta y nunca alcanzable igualdad real, logra sólo
desequilibrar el fiel de la balanza de la Justicia y hacer ilegítima su sentencia. Por justa
que sea en los hechos... y para el sentir del propio juzgador.
Tal vez toda esta execrable actitud paternalista provenga de mal copiar sin medi-
tarlo la función de los jueces penales que procesan y juzgan en el sistema inquisitivo, en
el cual tienen el deber de aplicar siempre la ley más benigna y de introducir oficiosamen-
te el conocimiento de hechos que configuran excepciones cuando el reo no las ha opuesto
(por ejemplo, lo sobreseen por amnistía no obstante que el amnistiado no haya hecho va-
ler la respectiva defensa en el juicio).
Como cruel corolario final de toda esta exposición, recuerdo que habitualmente
soy interrogado por algunos jueces que, aceptando mis parámetros lógico-interpretativos
y académicos, afirman no compartirlos en el campo de la Justicia, pues ese criterio asép-
tico de la imparcialidad que pregono no sirve para prevenir la desigualdad de la parte
más débil que no pudo contratar al abogado de renombre que asiste a su contrario y, por
eso, deben ayudar para que el joven y poco preparado letrado efectúe una defensa correc-
ta y, llegado el caso, suplirlo (con lo cual la ayuda ya no es para la parte débil sino para
el abogado ignorante).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 157
VII. CONCLUSIÓN
hace lo que a ellas les corresponde hacer en todo proceso: afirmar, pre-
tender y probar los hechos afirmados para convencer al juzgador de su
existencia.
La conclusión se refuerza a poco que se advierta que en todo proceso
inquisitorial se privilegia al Estado en detrimento del individuo, por el
predominio que en él tiene la figura del juez y, como tal, totalitario: por
eso es que, en su esencia, es método de investigación.
Por lo contrario, en el proceso acusatorio el predominio lo tiene la fi-
gura de las partes, a cuyo servicio se pone el Estado (por medio del juez)
para que ellas puedan debatir en situación de paridad. Por eso es que, en
su esencia, es método de discusión.
A CONSTITUCIONALIZAÇÃO DO PROCESSO NO DIREITO
BRASILEIRO
159
160 JOSÉ CARLOS BARBOSA MOREIRA
I. INTRODUCCIÓN
169
170 RAMIRO BEJARANO GUZMÁN
Las ideas que se pretenden desarrollar en este breve ensayo, sólo po-
drán entenderse en el concierto internacional, si se hace memoria de lo
que ha acontecido en el derecho constitucional a partir de 1885, fecha a
partir de la cual las fuerzas conservadoras de entonces vencieron a los li-
berales en la batalla de La Humareda, de ingrato recuerdo.
En efecto, a partir de la independencia de España y hasta 1885, al
igual que en las demás nacientes repúblicas latinoamericanas, Colombia
vivió permanentes periodos de crisis institucionales, reflejadas en incon-
tables guerras y muchas constituciones políticas. Desde el federalismo
hasta el centralismo, y viceversa, inspiraron la débil nación que surgió de
las cenizas de la conflagración con el ya decadente imperio español.
La batalla de La Humareda le puso no sólo fin a una de las tantas gue-
rras internas, sino que además selló el triunfo de una fracción conserva-
dora, oscurantista y confesional, que con la fuerza de las armas un año
después impuso una Constitución que organizó el país como una repúbli-
ca centralizada, en la cual además ningún respeto merecieron las liberta-
des públicas, que en criterio de los vencedores se habían desbordado en
el derrotado régimen del Olimpo Radical manejado por los liberales.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 171
Artículo 86. Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los
jueces, en todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y
sumario, por sí misma o por quien actúe a su nombre, la protección inme-
diata de sus derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que
éstos resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cual-
quier autoridad pública.
La protección consistirá en una orden para que aquel respecto de quien
se solicita la tutela, actúe o se abstenga de hacerlo. El fallo, que será de in-
mediato cumplimiento, podrá impugnarse ante el juez competente y, en todo
caso, éste lo remitirá a la Corte Constitucional para su eventual revisión.
Esta acción sólo procederá cuando el afectado no disponga de otro me-
dio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo tran-
sitorio para evitar un perjuicio irremediable.
En ningún caso podrán transcurrir más de diez días entre la solicitud de
tutela y su resolución.
La ley establecerá los casos en los que la acción de tutela procede con-
tra particulares encargados de la prestación de un servicio público o cuya
conducta afecte grave y directamente el interés colectivo, o respecto de
quienes el solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión.
174 RAMIRO BEJARANO GUZMÁN
2. Acción de cumplimiento
Artículo 87. Toda persona podrá acudir ante la autoridad judicial para
hacer efectivo el cumplimiento de una ley o un acto administrativo. En
caso de prosperar la acción, la sentencia ordenará a la autoridad renuente
el cumplimiento del deber omitido.
Estos tres institutos, bien pueden catalogarse como la coraza del ciudada-
no para salvaguardar sus derechos fundamentales y también los de la comu-
nidad, por lo que, al menos en el caso de las acciones de tutela, las popula-
res y las de grupo, también es preciso reconocer que cambiaron por
completo la actitud del hombre corriente frente a su carta política.
Los hombres de Estado del mundo moderno, que viven más de la apa-
riencia personal que logren situar en la retina de sus pueblos, para lo cual
manipulan y tergiversan el arte de las encuestas, también tienen averi-
guado que quien en Colombia aspire a tener una aceptación en las masas,
lo único que no se le puede ocurrir ofrecerles es reducir o abolir la tutela.
El día que eso pase, muy probablemente habrá también concluido la ca-
rrera política de quien hubiese osado conculcar la acción de tutela.
Otro tanto también ha significado en el firmamento jurídico colombia-
no, la elevación a rango constitucional de las acciones populares y de
grupo (acciones colectivas) consagradas como instrumentos para prote-
ger los derechos e intereses colectivos y también los derechos de un gru-
po de personas que hayan sufrido daños provenientes de una misma cau-
sa. Justo es reconocer que estas acciones ya existían entre nosotros antes
de la carta política de 1991, las populares desde el mismo código civil, y
las de grupo o clase, por haberse adoptado en estatutos autónomos y es-
pecializados. No obstante lo anterior, el haberles atribuido rango consti-
tucional, sin duda las convirtió en los invaluables instrumentos que hoy
le permiten al ciudadano pedir la protección de los derechos de la
comunidad y también los individuales lesionados por una causa común
padecida por un número plural de personas.
En efecto, a través de las acciones populares, el ciudadano también
averiguó que tenía a su alcance un instrumento procesal para defenderse
buscando la protección de los derechos e intereses colectivos al goce de
un ambiente sano, a la moralidad administrativa, a la existencia del equi-
librio ecológico y el manejo racional de los recursos naturales, el goce
del espacio público, la defensa del patrimonio público, la defensa del pa-
trimonio cultural de la nación, la seguridad y salubridad públicas, el ac-
ceso a una infraestructura de servicios públicos que garantice la seguri-
dad pública, la libre competencia económica, la prohibición de fabricación
de armas químicas, biológicas o nucleares, los derechos de los consumido-
res y los usuarios, etcétera.
El procedimiento de la acción popular fue también concebido bajo la ins-
piración de breve y sumario, con la posibilidad del decreto y práctica de
unas medidas cautelares innominadas que a criterio del juez permitan la pro-
tección inmediata del derecho e interés colectivo amenazado o vulnerado.
Las acciones de grupo (o clase) a su turno han servido a un número
plural de personas que dicen haber sufrido un daño patrimonial prove-
niente de una misma causa y que participe de unos mismos elementos de
178 RAMIRO BEJARANO GUZMÁN
V. CONCLUSIÓN
181
182 LUIS ALFREDO BRODERMANN FERRER
— Causa.
— Sujetos.
— Objeto (inmediato y mediato).
ESQUEMA 1
Singular
Subjetivo
Acción individual
Legítimo Plural o litisconsorcio
Colectivo
Determinada
Acción colectiva
Indeterminada o difusa
En el caso del interés legítimo dado que se requiere de una lesión sub-
jetiva, se seguirán los lineamientos clásicos antes expuestos.
Cuando el interés es colectivo, también se seguirán dichos lineamien-
tos clásicos en tratándose de intereses individuales homogéneos y de in-
tereses colectivos determinados, en virtud de que, igualmente, se requie-
re de lesión subjetiva.
Empero, en dichos supuestos colectivos, se debe distinguir que la legi-
timación se regirá por los principios de representación in utilibus y se-
cundum eventum litis.31
difusos colectivos e individuales en brasil Un modelo para países de derecho civil, Méxi-
co, UNAM, 2004, p. 99.
32 La pretensión se traduce en la voluntad para trasladar la causa o el interés jurídico ma-
terial (hecho específico jurídico) a la composición, ya sea en su plano paraprocesal (mediante
mecanismos como son la transacción o el arbitraje) o, en su ámbito procesal (mediante la ac-
ción para la tutela jurisdiccional que se desarrolla en el proceso). La definición más reconoci-
da en materia de litigio (pretensión litigiosa que deviene de una transgresión o violación al
derecho subjetivo protegido), es la del gran maestro Carnelutti, quien la define como: “…la
exigencia de la subordinación del interés ajeno al interés propio…”. Carnelutti, Francisco,
Sistema de derecho procesal civil, México, Cárdenas, 1998, t. I, p. 44.
33 Atento a lo que consideraba el maestro Calamandrei, denominándolas como las
garantías jurisdiccionales, menciona en su obra tres principales y una accesoria, a decir,
la correspondiente a la declaración de certeza como la formulación del hecho específico
jurídico (coincidencia del hecho específico legal con el real), bajo el silogismo judicial,
que el juez siempre tiene que producir en toda sentencia, ya sea a favor de la pretensión
(positiva) o a favor de la excepción (negativa), formulando en este último caso lo que se
conoce como el interés absolutorio; por otra parte, la relativa a la constitución de un nue-
vo estado jurídico, como en el caso de la adopción, divorcio, y cualquier otra circunstan-
cia que se requiera de una declaración jurisdiccional para lograr un cambio de estatus ju-
rídico; por último, dentro de las principales, la que el autor considera como de
transgresión al precepto jurídico y que no es más que la concerniente a la condena en su
doble naturaleza directa o indirecta (como se explica en la cita siguiente), por otra parte,
tenemos a la accesoria también llamada por el autor como garantía de garantías y que es
la cautelar en su doble aspecto, real (como el embargo), personal (como el arraigo). Al
efecto, consúltese la obra de este gran jurista Instituciones, cit., nota 7, pp. 139-159.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 195
ESQUEMA 2
· Clásica
Subjetiva · Legítima
Individual · Homogénea
Legitimación Colectiva
Subjetiva
determinada
ad causam Transindividual
Objetiva Difusa
Transindividual
dental (véase el artículo 517 fracción I del CPCDF). Para mayor abundamiento se debe
de consultar la obra del gran maestro Calamandrei, ibidem, pp. 145-148.
35 Tenemos entre otros ejemplos, para los derechos subjetivos, los intereses clásicos
tanto derechos correlativos como derechos potestativos cuya clasificación se ha mencio-
nado en este ensayo (véase el párrafo relativo a la cita 26, al igual que sus comentarios);
así mismo, los intereses legítimos, los cuales en nuestro derecho mexicano están esen-
cialmente relacionados con los actos administrativos (véase párrafo relativo a la cita 28 y
los criterios jurisprudenciales mencionados en la misma), en el entendido de que como se
menciona en dichos criterios el interés legítimo requiere siempre de una afectación en la
esfera del agraviado (lesión subjetiva); los intereses individuales homogéneos (colecti-
vos), en México solamente están reconocidos en los derechos de los consumidores, a tra-
vés de la acción de grupo establecida en el artículo 26 de la Ley Federal de Protección al
Consumidor (LFPC); por cuanto a los intereses colectivos determinados, en México sola-
mente encontramos como Acción colectiva con efectos erga omnes determinados la rela-
tiva al juicio de inconformidad previsto por el artículo 49 de la Ley General del Sistema
de Medios de Impugnación en Materia Electoral para la anulación de votación en las
elecciones a nivel federal. Al efecto el doctor Cipriano Gómez Lara en su ponencia “Una
acción de clase en materia electoral federal en México”, publicada en las memorias de las
XIII Jornadas Iberoamericanas de derecho procesal, México, UNAM, 1993, pp. 297-305;
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 197
Por su alcance:
La sentencia será favorable (expectativa) o desfavorable (perspectiva).
En efecto, el hecho de que ejerzamos la acción bajo el supuesto de que
siempre se requiere de un título, ya sea subjetivo (posición clásica), legí-
timo o colectivo (posición moderna), no significa tener la razón o que se
logre por ello una sentencia favorable.
Chiovenda al criticar a sus adversarios alemanes Plósz y Degenkolb
(cuando señalaban que para el ejercicio de la acción se requería título), lo
hizo analizando la acción desde el punto de vista de su contenido (posi-
ción concreta), más no por cuanto a su alcance (posición abstracta).
Cuando uno ejerce la acción mediante la interposición de una deman-
da, lo único que, en su caso, se le otorgará al accionante por haber de-
resalta a dicha acción como la única colectiva determinada en México. En efecto, los dere-
chos humanos de solidaridad que se mencionan en la cita 27 de este ensayo, como entre
otros de protección a colectividades y grupos minoritarios y vulnerables, indígenas, mu-
jeres y niños (artículo 4o. de la Constitución); así como la dignidad de los individuos,
grupos y clases sociales (artículo 25 de la Constitución), solamente hasta ahora pueden
ser protegidos a través de intereses subjetivos individuales, mediante acciones de la mis-
ma naturaleza. Sin embargo, una vez que en México se dé una reforma integral para las
acciones colectivas, se podrá legislar en las codificaciones correspondientes la protección
de estos grupos en lo conducente. Consúltese el ensayo de mi autoría titulado “Los efec-
tos de la sentencia en las acciones colectivas”, Alegatos, México, UAM-AZC, núm. 63,
mayo-agosto, 2006, pp. 335-356.
36 La única acción colectiva difusa, de naturaleza abstracta reconocida en nuestro de-
recho mexicano es la acción de inconstitucionalidad prevista en la fracción II del artículo
105 constitucional. Al efecto, consúltese al doctor Héctor Fix-Zamudio en su obra Estu-
dio de la defensa de la Constitución en el ordenamiento mexicano, México, Porrúa,
2007, pp. 231-246; así como a Camazano, Joaquín, La acción de inconstitucionalidad,
México, UNAM, 2000, pp. 51-59.
Por otro lado, los derechos humanos de solidaridad relacionados con intereses di-
fusos como del desarrollo de la actividad económica nacional; al pleno ejercicio de la li-
bertad y a la paz pública (artículo 29 de la Constitución), y, al patrimonio artístico y cul-
tural y al medio ambiente sano (artículo 27 de la Constitución), actualmente sólo se
protegen bajo acciones individuales basadas en el interés legítimo de naturaleza subjeti-
va, estando pendientes de una reforma integral para que se puedan proteger mediante ac-
ciones colectivas que van más acorde a su naturaleza. Al efecto, nuevamente me remito
al ensayo de mi autoría titulado Los efectos de la sentencia, cit.
198 LUIS ALFREDO BRODERMANN FERRER
37 Así, bajo dicha ficción, el texto de los artículos primero de la legislación civil pro-
cesal, tanto federal como del Distrito Federal, los cuales son coincidentes en establecer
que “Sólo puede iniciar un procedimiento judicial o intervenir en él, quien tenga interés
en que la autoridad judicial declare o constituya un derecho o imponga una condena, y
quien tenga el interés contrario…”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 199
38 En este sentido, cuando el juez en la práctica señala que quedó probada la acción,
debería en su lugar decir que quedaron probados los hechos constitutivos de la acción, así
lo sostiene Ovalle Favela en su libro Teoría general…, cit., nota 17, pp. 167 y 168. Pode-
mos agregar siguiendo la posición del Maestro Ovalle que el juez debe precisar más bien
que la acción es fundada, porque se demostraron o probaron sus elementos constitutivos.
39 Así lo sostienen entre otros, Chiovenda, op. cit., nota 4, pp. 176-182; Calamandrei,
op. cit., nota 7, pp. 301-303, y Alsina, Hugo, Las cuestiones prejudiciales en el proceso
civil, EJEA, 1959, pp. 1-4.
40 Calamandrei, ibidem, pp. 261-273.
41 Liebman, Eficacia y autoridad… cit., pp. 76-78.
200 LUIS ALFREDO BRODERMANN FERRER
Prejudicialidad Judicialidad
acción acción
Primer paso Segundo paso Tercer paso
Cuestiones
formales de Causa Excepciones propias
la acción Contraderechos
Defensas Defensas
dilatorias perentorias
• Interés clásico
Lesión subjetiva • Interés legítimo
(Concreta) • Interés individual homogéneo
Contenido • Interés colectivo determinado
Alcance Expectativa
Interés o
EJERCICIO o
(Abstracta)
Posibilidad Perspectiva
Propia
Contraderecho
(Concreta)
Excepción
Libertad de cuestionar los
Acción
BIBLIOGRAFÍA
1. Libros
2. Revistas
3. Legislación
4. Criterios jurisprudenciales
I. ENCUADRE
No cuento con muchos años en la docencia, desde el año dos mil, soy do-
cente por convicción, profesor de asignatura por oposición de la materia
de Derecho procesal civil en la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional Autónoma de México, pero ello no significa que sepa enseñar.
¿Cómo enseño?, me pregunto, tal como me lo enseñaron a mí, y ¿cómo
fue?, fue así: i) en clase leyendo códigos, leyes y artículos de éstos, reci-
biendo una cátedra en donde se incluye la experiencia personal del maes-
tro(a), que consistía en una exposición oral de las unidades que contenía
la materia, poca participación de los alumnos(as) y menos de los maes-
tros(as) para fomentarla, se tomaban apuntes de lo que se escuchaba y en
ocasiones existía dictado; ii) fuera de clase, cuando menos yo, nunca me
acerqué a un maestro y tampoco ellos a mí;. iii) la enseñanza-aprendizaje
209
210 RODOLFO BUCIO ESTRADA
1. Tipos de conocimiento
2. Niveles aplicación
2 Ayala, Laura Elena, Reencuentro con el alumno desde algunas teorías de la peda-
gogía, México, Universidad Pedagógica Nacional, 1996, p. 15.
3 Hernández Franco, Juan Abelardo et al., Nuevos perfiles de la educación jurídica
en México, México, Universidad Panamericana, Porrúa, p. 63.
4 Carretero, Mario, Constructivismo y educación, Argentina, Aique, 1993, pp. 17-32.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 217
2. Teoría de Piaget
4. Teoría de Vygotsky
V. LA PEDAGOGÍA INTERACTIVA
1. Los resúmenes
Se utilizan tanto para la enseñanza, cuando son elaborados por el pro-
fesorado, como para el aprendizaje, cuando son elaborados por el alum-
nado. Utilizarlos como estrategia de enseñanza consistirá, no en que los
elabore el profesorado para dárselos al alumnado, facilitando la enseñan-
za, sino en que los elabore el alumnado a partir de las lecturas que el pro-
fesorado proporcione para el aprendizaje de los contenidos curriculares.
Un resumen constituye una versión breve de un contenido curricular
que el alumnado tendrá que aprender. La regla general para llevarlo a ca-
bo es que el alumnado aprenda a identificar, de un texto, los puntos so-
bresalientes del mismo y después las palabras claves del texto, para que
una vez seleccionados los puntos sobresalientes y las palabras claves, se
elabore una especie de vista panorámica. Los resúmenes sirven para: en-
fatizar la información importante, organizar e integrar la información ad-
quirida y facilitar el aprendizaje por efecto de la repetición.
Algunas recomendaciones para la elaboración de los resúmenes, se-
rán: i) elaborarlos como esquemas (numerando las ideas principales) re-
presentándolos con llaves o cuadros sinópticos; ii) se debe de suprimir lo
trivial o de importancia secundaria, así como información importante pe-
ro que sea redundante y repetitiva; iii) es posible sustituir contenidos par-
ticulares, por ideas o conceptos más generales y que engloben a todos los
primeros; iv) construir las ideas principales del texto, por separado, y
continuar con las secundarias, en el supuesto de que no estén claras las
ideas principales o secundarias se determinarán por inferencia o deduc-
ción, hecho lo anterior es necesario integrar la información principal con
la secundaria en un orden lógico y significativo.
ceso y procesos civiles, mercantiles; estos dos conceptos se unen con pa-
labras como, “pueden ser”. Los conceptos están representados por cír-
culos y las palabras de enlace se expresan a través de líneas. A continua-
ción se presenta un ejemplo sobre el tema de las excepciones; aclarando
que los círculos son cuadrados y las flechas son líneas.
224 RODOLFO BUCIO ESTRADA
3. La interpretación jurídica
Enrique Vescovi10 nos dice que según los autores que la efectúan, hay
tres clases de interpretación, a saber: la legislativa (la que hace el legisla-
dor con una nueva ley que aclare el sentido de lo que quiere interpretar),
la judicial, y la doctrinaría (la que hacen los particulares que no tienen
ninguna función pública tales como abogados, profesores, etcétera). Asi-
mismo, que los medios de interpretar, son también tres, a saber: mediante
el elemento gramatical o literal, mediante elemento histórico y el ele-
mento lógico, que consiste en investigar la razón de la ley, su finalidad o
motivo que la hizo nacer. Y por último, hace referencia a que hay cuatro
métodos y escuelas de interpretación: la tradicional o clásica (utiliza el mé-
todo exegético, cuya finalidad es descubrir la intención que el legislador
puso en la norma y de coincidir con el sentido de la ley con la intención
del autor); histórica o evolutiva (afirma que la ley tiene vida propia e in-
dependiente y por tanto la interpretación que se haga de la ley se debe
adaptar a la necesidades del momento); lógica sistemática (se interpreta
la ley en su conjunto como un todo orgánico, de ahí que su significado
no depende, necesariamente, de lo que las palabras expresan en sí mis-
mas, sino también, de lo que se disponga dentro del ordenamiento jurídi-
co en el que se encuentren) y la escuela del derecho libre.
4. El caso
VIII. EL GRUPO
IX. EL PROFESORADO
tar dispuesto a conocer algo más que los nombres de sus alumnos, es de-
cir, cómo son, qué quieren, qué hacen y de dónde vienen; viii) propiciar
el aprendizaje significativo, procurando en el aula una tranquilidad y ma-
gia para lograr tal fin; ix) amar su materia para lograr recrear el cono-
cimiento y llegar a crear un nuevo conocimiento; x) propiciar la auto-eva-
luación del alumnado dejando a un lado la evaluación repetitiva o reproduc-
tiva del conocimiento.
¿Qué permite que el profesorado sea un facilitador y detonador del co-
nocimiento? Teresa Mauri12 propone lo siguiente:
Para que el alumnado aprenda conceptos se requiere disposición del
profesorado para:
a) Activar las ideas previas del alumnado, es decir, el profesorado de-
be facilitar que el alumnado manifieste y argumente sus ideas y
creencias; debatir las opiniones o contrastarlas a fin de que se lle-
gue a tomar conciencia de sus propias representaciones, ideas y
creencias, lo que permitirá al profesorado fomentar lo bueno y sen-
tar las bases para cambiar las concepciones inadecuadas.
b) Establecer un vínculo entre lo ya adquirido por el alumnado y el
nuevo conocimiento, para ello deberá esforzarse en preparar un
puente accesible.
c) El contenido del nuevo conocimiento debe transmitirse en la forma si-
guiente: i) una introducción que haga las veces de puente entre lo ya
conocido y lo nuevo; ii) que dicho vínculo o puente sea lógico, pu-
diendo utilizar, según sea el caso, el método inductivo o deductivo;
iii) que haya un nivel de abstracción a las habilidades y conocimien-
tos del alumnado; iv) que la cantidad de información nueva sea la ne-
cesaria para que haya tiempo de asimilarla y hacerla propia; v) fomen-
tar la elaboración de resúmenes del nuevo conocimiento, mapas
conceptuales, o cualquier otra herramienta de enseñanza para observar
cómo se adquiere el conocimiento por el alumnado; vi) propiciar que
el alumnado aplique el nuevo conocimiento a una realidad o a la pro-
pia y pueda constatar la aplicabilidad del nuevo conocimiento; vii) lle-
var a cabo actividades de síntesis; viii) propiciar la verbalización del
nuevo conocimiento, mediante intercambio de ideas, planteamiento
12 Coll, César y Mauri, Teresa, Constructivismo en el aula, 9a. ed., España, Graó,
1989, pp. 65-100.
230 RODOLFO BUCIO ESTRADA
X. EL ALUMNADO
XII. BIBLIOGRAFÍA
Federico CARPI*
235
236 FEDERICO CARPI
Today I would say that a fifth period should be added, which can be
recognized not only by the features of the economy —which cannot but
have an influence on the most common way to resolve commercial dis-
putes, apart from ordinary proceedings— but also by specific juridical as-
pects.
The New York convention of 10 June 1958, on the recognition and
execution of foreign arbitration awards, was ratified by most countries of
the world,2 and has, partly in virtue of its jurisprudential applications, be-
come the standard text on the subject and has a powerful influence on
national legislation.
Amongst European Union members, the increasing number of forms
of economic and political integration cannot, in my opinion, but lead to
legislative change, which must be inspired by the potential harmoniza-
tion of internal arbitration law too,3 at least of the basic principles not in
contrast with specific features of each single legal system. As regards
those features, it should be noted that they can represent an impediment
to the standardization of regimes, more so in the case of proceedings be-
fore the ordinary judicial authority,4 than for proceedings before an arbi-
tration court, which is freed from the concept of national sovereignty, in
order to be subjected to the free decision of the parties undergoing arbi-
tration.
It is generally held that in the course of the 20th century, the relation-
ship between arbitration and ordinary justice evolved from an idea of
competition, which created hostility, to one of tolerance, and is now
moving towards collaboration.5 People speak of the judge’s complemen-
2 Also by the People’s Republic of China, with the law of 2 December 1986, official
accession on 22 January 1987 with two reservations, which came into force on 22 April
1987, so it can be said, as regards the number of people to whom it is applicable too, that
the New York Convention is one of the sets of regulations with the widest international
application.
3 Certainly much more so than the European Convention on International Commer-
cial Arbitration, adopted in Geneva on 21 April 1961, implemented in Italy with law
num. 418 of 10 May 1970, both for its limited range of application and for its scanty con-
crete incidence.
4 On the problems of the shaping of civil procedure law cfr. Kerameus, “Necessity
of and Limitations to Procedural Unification”, Essays in Honour of Jack Jacob.
5 Lalive Poudret,b Raymond, Le droit de l’arbitrage interne et internationale en
Suisse, Lausanne, 1989, pp. 271 y ss.; Goldman, L’action complementaire des juges et
des arbitres en vue d’assurer l’efficacité de l’arbitrage commercial international in 60
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 237
tary action, and this implies a trend towards equality, which has in recent
years replaced the rivalry between the said judge and the arbitrators,6 in
recognition of the considerable social usefulness of the alternative means
of resolving disputes.
The judge’s role is no longer simply that of guardian of public order,
especially in international arbitration, nor does he confine himself to en-
forcing the arbitration award.
The marked independence of arbitration and its efficacy mean, partic-
ularly with a view to collaboration, that the judge is not limited to guar-
anteeing the results ex post, by means of exequatur or the law of judicial
appeal against an arbitration award, but also and most importantly helps
to ensure that the resolution of the dispute is in conformity with the law,
in the firm conviction that the protection offered by arbitration proceed-
ings should be as efficacious and as effective as possible, not only con-
cerning the implementation of the award, but also the course of the pro-
ceedings, the expression of the due process of law (the right of defence),
the right to evidence, and the use of provisional, preventive and satisfac-
tory remedies.
It may seem paradoxical to state that “The law of private arbitration
is concerned with the relationship between the courts and the arbitral
process”.7
It is however significant that the regulation of this relationship, with a
view to collaboration, has left its mark on major reforms, such as the law
of international arbitration in Switzerland, contained in chapter 12 of the
federal law on private international law of 18th December 1987, which
came into effect on 1st January 1989, or the spanish law num. 36 of 5 De-
cember 1988, amended in 2003. But we shall return to that briefly later.
It should however be said that even during a period of history de-
scribed as competitive-hostile, the needs of life proved stronger than leg-
islative obstacles and expressed themselves through the parties’ contrac-
tual autonomy. The “caractère fortuit dû à un accident de l’histoire” of
ans après, París, Régard sur l’avenir, 1984, pp. 271 y ss.; David, L’arbitrage dans le
commerce international, París, 1982, pp. 74 y ss.; and in general the Atti of the Vl Inter-
national Congress in Mexico.
6 Ibidem, p. 274.
7 Mustill and Boyd, The Law and Practice of Commercial Arbitration in England,
Londres, 1989, p. 3.
238 FEDERICO CARPI
the distinction between the various forms of arbitration,8 the end shows
itself in terms of the relationship between ordinary judge and arbitrators.
However, international arbitration has always had greater aspirations
to independence, due to its obvious tendency to seek shelter from a sin-
gle national legislative system. Both the French legislator of 1981 and
the Swiss one mentioned, chose the liberal path through a mass of ad hoc
regulations. But the growing proceduralisation and the urge to regulate
and provide for every act, have led a discerning scholar of the subject to
wonder, almost by way of provocation, whether pressures towards new
forms of arbitration are not emerging, a sort of contractual international
arbitration.
The current era, when the ordinary judge/arbitrator relationship is one
of tolerance, has brought independence in internal arbitration too.
But there are signs that this “tolerant” spell is coming to an end: in It-
aly with law num. 28 in 1983, amended in 1994 and again in 2006 the ju-
risdictional award was set free from the Court’s exequatur. It is no lon-
ger necessary for a judge to intervene for the arbitrators’ decision to be
born, alive and kicking. The decision is freed from the control of the
Court, which assists, with state power, only to give the award a binding
nature. When the award stands on its own two feet, there is much discus-
sion as to what its “mandatory” efficacy is. But stand it does. The period
of “probation” is over.
For its part, jurisprudence backed by considerable doctrine clearly
confirms the independence of the arbitration clause.9
We have seen that this general relationship between arbitrator and
judge is to be found in a number of recent laws of European countries,
laws that show that the “period of tolerance” is over, which is also true
of the recent Italian law on arbitration reform in 2006.
8See para 4.
9Cassation, section un., 18 May 1978, num. 2392, Mass. Foro. it., 1978, c. 460;
Cass., 28 October 1973, num. 2801, idem 1973, c. 787; Schizzerotto, op. cit., p. 134;
Zaccheo, “Contratto e clausola compromissoria”, Rivista Trimistale di Diritto e
Procedura Civile, 1987, pp. 423 y ss. and ivi citations.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 239
judge, if the party against whom the ruling has been made does not submit
to it of his own free will.
It should be emphasised that the power of initiative is given directly to
the arbitrators, and not to the party in favour of whom the ruling has
been made.
Article 184 allows a similar request for the judge’s cooperation “for
the execution of the probatory proceeding”. The broad wording means
collaboration can be used for any investigative need, although with the
limitation —which is not really a limitation, but an obvious conse-
quence— that the judge will apply domestic legislation.
As if the broad wording of articles 183 and 184 were not enough,
Swiss law also contains an all-encompassing universally applied rule,
which has aptly been called a “clause paraplui”.13 According to article
185, “further judicial collaboration” is permitted: it would be interesting
to hear of the first cases of this in action. So far, it cannot be excluded
that the law might also be used for the unification of a number of arbitra-
tion proceedings, or for third party intervention, although these are not
expressly provided for.
13 There has already been wide and particularly competent elaboration of the doc-
trine: apart from the already mentioned commentary of Lalive, idem; Walter, “L’arbitrato
internazionale in Svizzera”, Rivista Trimistale di Diritto e Procedura Civile, 1989, pp.
517 y ss.; Reymond, “La nouvelle loi Suisse et le droit de l’arbitrage International.
Réflexions de droit compare”, Rev. Arb., 1989, pp. 385 y ss.; Budin, La nouvelle loi
suisse sur l’arbitrage international, 1988, pp. 51 y ss.; Bucher, Le nouvel arbitrage inter-
national en Suisse, Basel-Frankfurt, 1988 (1989 german edition); Samuel, The New Swiss
Private International Law Act, in International and Comparative Law Quarterly, 1988,
pp. 681 y ss.; Habscheid, “Il nuovo arbitrato internazionale in Svizzera”, Rivista di
Diritto Processuale, 1989, pp. 738 y ss.
14 See Aschauer, “Il nuovo diritto austriaco dell’arbitrato”, Riv. Arb., 2006, pp. 237 y ss.,
and citations therein; Zeiler, Schiedsverfahren, Vienna-Graz, 2006; Kloiber, Rechberger,
Oberhammer, Haller, Das neue schiedsrecht, Vienna, 2006.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 243
The same can be said of the Danish Arbitration Act 2005 (Law num.
553 of 24 June 2005), which is also based on the Uncitral model law: ar-
ticle 16 grants independence to arbitral jurisdiction; article 27 provides
for the assistance of the ordinary judge in taking evidence and to request
the Court of Justice of the European Communities to give a ruling thereon.15
In Belgium the law of 27 March 1985 on international arbitration
acted on a proposal made by Marcel Storme in 1981, and confirmed the
state judge’s lack of jurisdiction to hear an application for the cancella-
tion of an arbitrators’ award which has no connection with Belgium.
Article 1696 of the judicial code provides for judicial assistance from
the Tribunal de premiPre instance; article 1697 confirms the jurisdiction
of the arbitral Court to decide on its own jurisdiction.
In Germany, the Arbitral Proceeding Reform Act came into force on 1
January 1998, and the subsequent amendments made necessary by the
ZPO reform of 27 July 2001 and by the Law of Contracts Reform Act of
26 November 2001, were incorporated into the tenth book of ZPO.16
17 Bolard, “Les principes directeurs du procès arbitral”, Riv. Arb., 2004, p. 511;
Derains, “La practique de l’administration de la preuve dans l’arbitrage commercial in-
ternational”, Riv. Arb., 2004, pp. 781 y ss.; Kassis, L’autonomie de l’arbitrage commer-
cial international, París, 2005.
18 Devolve, “Présentation du texte proposé par le comité français de l’arbitrage pour
une réforme du droit de l’arbitrage”, Riv. Arb., 2006, pp. 491 y ss.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 245
VIII. CONCLUSIONS
Moreover, the judge still has a dual role: on the one hand as guarantor of
the effects of arbitration, on the other, in providing assistance, because of the
arbitrators’ lack of means of coercion appropriate to their judicial powers.20
An improved understanding of their reciprocal functions, and of their
independence,21 may strengthen that solid relationship, which is at the
same time guarantee for the parties and of the efficiency of the instrument
for dispute resolution. And it may also help to stop criticism being levelled
at appeals against the award, thus thwarting the outcome of arbitration.
It is in this sense that the constant, discreet presence of the judge
should be viewed; he can be called on not only and not so much by the
parties, but by the arbitral college itself, especially where the law in force
is least adequate, that is in the middle phase of arbitration, the probatory
inquiry, and in the issuing of interim measures.
Wouter L. de VOS**
I. INTRODUCTION
It is well known that the jury developed on English soil and that it be-
came an outstanding feature of the Anglo-American trial procedure. The
institution also had a determining influence on the other characteristics
of the anglo-american system. In essence this entails that the trial is a
continuous process during which oral evidence, in conformity with the
rules of admissibility, is presented directly to the Court.
What is not well known is the exact origin of the jury. The reason is that
its origin is shrouded in the darkness of the Middle Ages in England. An un-
known author remarked succinctly that “its origin is lost in the night of
time”.2 In order to glean some facts surrounding the birth of the jury it is
247
248 WOUTER L. DE VOS
necessary to go back in history to the latter half of the 12th century in Eng-
land, when Henri II, count of Anjou, ruled over this domain and large parts
of present-day France.3
The birth of the jury must be seen against the background of the anar-
chy that prevailed in England in the period prior to Henri II’s succession
to the throne in England in 1154. This turmoil is vividly described by
Windeyer:
The stern rule of the Conqueror, the harshness of his infamous son Rufus,
and the more just, but not less oppressive government of Henry I kept the
feudal baronage subject to the monarchy. Those Kings established their
peace throughout England, the peace of a grim, and often cruel, despo-
tism. But the disruptive forces of feudalism broke loose as soon as the
sway of the monarchy was relaxed; and, during the wretched reign of
Stephen, England experienced anarchy and civil war at their worst. Great
barons became lawless and independent of the Crown. From their castles
they plundered the lands of their unfortunate neighbours. Their dungeons
they filled with unhappy victims who had no redress against the tortures
and horrors inflicted on them. For ‘nineteen long winters’ the people of
England suffered under many masters the miseries which the Anglo-Saxon
Chronicle in its last chapters so pathetically records.4
Although Henri II did not speak English and made regular trips to his
domains in France he is regarded as one of England’s greatest kings.5
3 This journey back in time can be achieved with the assistance of inter alia.
Pollock and Maitland, History of the Law of England, vol. 1, 1898; Barker An Introduc-
tion to English Legal History (1990); Windeyer Lectures on Legal History (1957); and
Clermont Principles of Civil Procedure (2005). Although the epic novel by Ken Follett
entitled Pillars of the Earth (1989) is not a legal source the historical setting depicted in
the book accords with the legal sources. The mammoth story that unfolds in this book
gives a fascinating account of the social chaos that prevailed on the eve of Henri II’s as-
cension to the throne in England. Knowledge of this anarchy gives one insight into the
steps that Henri II took upon his assumption of power, which led to the birth of the jury
in England.
4 Lectures on Legal History 47. As mentioned above in num. 3, Follett Pillars of the
Earth is also instructive in this regard.
5 Windeyer Lectures on Legal History, num. 4.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 249
Henri II was a mere 21 years old when he became the King of England.6
But he had such formidable personal attributes that his tender age did not
deter him from asserting his authority from the outset. Apart from restor-
ing orderly government to England he made a lasting contribution to the
establishment of the common law in England.7 Clermont gives a succinct
description of Henri II’s outstanding abilities: “Henry II was able to play
such a key part in legal history because he was an exceptional person. He
was a man of action and learning, impetuous and charming of splendid
physique and overwhelming will”.8
However, the author also added that Henri II had certain fatal short-
comings, which impacted negatively on his reign: “[H]is temper and
other negative aspects of his temperament got him involved in the 1170
murder in the cathedral of his chancellor and archbishop, Thomas à
Becket. These two old friends had fallen out in a dispute over jurisdic-
tion, namely whether royal or ecclesiastical courts would try ‘criminous
clerks’ or clergy accused of crime”.9
Despite this faux pas Henri II is remembered for his lasting contribu-
tion to the development of the law in general and procedural law in par-
ticular. Under his reign the system of royal writs developed and the royal
courts were established where the common law was shaped within the
framework of the writ system.10
On Henri II’s assumption of power his first task was to restore order
to the land and to keep the peace. In order to achieve this it was neces-
sary to obtain information about inter alia the following —crimes that
had been committed—, people who had been dispossessed of land, who
the rightful owners of certain land were and what the customs in a certain
place were.11 The means Henri II employed to obtain this kind of infor-
mation was the norman inquest, a “prerogative right of the Frankish
kings”.12 The king or a royal official would go to a certain neighbour-
hood and summon a group of men —“the best and most trustworthy”—
to give true answers under oath to questions put to them.13 It is clear that
the information that these men supplied was based on their own knowl-
edge of events in the district.14
In due course the inquest procedure became an important mechanism
in deciding legal disputes. The king used it and later conferred this pre-
rogative right on his subjects.15 From and early stage the practice arose to
call up twelve honest men to give true answers under oath to questions
put to them. So, for example, such a body of men from the district could
be called and sworn (jurata) to tell the truth concerning a dispute relating
to land between the church and the king.16 It seems evident that the name
“jury” is derived from jurata.
As alluded to above, one of the great legacies of Henri II was the es-
tablishment of the royal courts at Westminster, where the common law
was shaped over the following centuries.17 He also appointed itinerant
judges who visited the counties to dispense justice. The judges now be-
came the officials who called upon the body of neighbours to say the
truth under oath.18
I pause here to mention that the frankish inquest procedure, which was
taken to England by the norman conquerors, never developed further on
french soil. In fact, it disappeared because it was “overwhelmed by the
spread of the romano-canonical procedure” during the Middle Ages
when darkness settled over Europe.19 Therefore, if it were not for the
norman invasion and the employment of the Frankish inquest by Henri II
the jury would never have been born. Pollock and Maitland state aptly:
“[B]ut for the conquest of England, [the Frankish inquest] would have
perished and long ago have become a matter for the antiquary”.20
13 Pollock and Maitland, ibidem, num. 141. See also Windeyer, Lectures on Legal
History 60.
14 Cfr. op. cit., nota 12, Windeyer 62.
15 Pollock and Maitland, 144.
16 Cfr. Pollock and Maitland, num. 141. See also Windeyer, Lectures on Legal His-
tory, num. 60.
17 Clermont Principles of Civil Procedure, pp. 12-16
18 Pollock and Maitland, History of English Law, pp. 154-156.
19 Ibidem, 141.
20 Idem.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 251
It should be clear from this brief historical survey that the jury, which
has been described as a “‘palladium of [English] liberties’ is in its origin
not English but Frankish, not popular but royal”.21
I do not intend to trace the further development of the jury in England
in any detail, because it is now the appropriate moment to turn to events in
France. Suffice it to say that the jury underwent a gradual but dramatic
change of character during the five centuries after the reign of Henri II.
White describes this development as follows:
with others until they were agreed”.26 The process of sequestration was
enforced so strictly, according to Baker, that the members of the jury
“became as prisoners to the Court”.27
One of the outstanding features of the ancien regime in France was the
“oppressive and secretive judicial system that routinely employed torture...,
which aroused the most acute sense of popular grievance”.29 The Revolution
of 1789 was, therefore, not only aimed at overthrowing the monarchy under
Louis XVI but also at radically transforming the judiciary. The idea of a
jury trial in the English mould had already been popularised amongst the le-
gal fraternity and intellectuals, prior to the Revolution, by Montesquieu and
other commentators.30 The revolutionary fathers saw in the English jury an
important popular institution, which involved the ordinary people in the ju-
dicial process and contained the power of the judiciary.31 It is, therefore, not
surprising that they embraced this institution with enthusiasm and intro-
duced both a grand jury (jury d’accusation) and a petty jury (jury de
jugement) based on the English model.32 There were even proposals for the
introduction of a civil jury but the Constituent Assembly rejected them.33
Soon after Napoleon became emperor of France in 1804 he abolished
the grand jury but for rather obscure reasons he retained the petty jury.34
Although it is not quite clear what his motives were, the most probable
reason for retaining the jury trial was that he regarded the jury as a
means to limit the powers of the judiciary. In Napoleon’s words “a judge
26 Idem.
27 Idem.
28 My exposition of the developments in France under par 3 and 4 relies mainly on
Munday “Jury Trial, Continental Style”, 1993 Legal Studies, p. 204. For the modern-day
position in France, see also Bell, Bayron and Whittaker Principles of French Law, 1998,
p. 44; West, Desdevises, Fenet, Gaurier and Heussaff, The French Legal System: an In-
troduction, 1992; Dadomo and Farran The French Legal System,1993, pp. 200-202.
29 Munday 1993, Legal Studies, pp. 205 y 206.
30 Ibidem, 206.
31 Idem.
32 Idem.
33 Idem.
34
Ibidem, pp. 206 y 207; Hawkins (ed), op. cit., nota 6, p. 537.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 253
with jurisdiction to determine both matters of fact and law would be too
powerful”.35
An important feature of the jury trial in France was that it was per-
ceived as a judgment by the people.36 And since the people were sover-
eign it was decreed as early as the year 1791 that there was to be no ap-
peal against a jury’s verdict.37
The Court in which the jury was introduced and in which it became a
permanent feature is called the cour d’assises38 This is the Court that
hears the most serious cases, like murder and rape.39
The jury model that was introduced in France after the Revolution ad-
hered to the English approach by recognising a strict division between
law and fact, which fell within the domain of the judges and the jury re-
spectively.40 As was the case in England, the jury consisted of twelve
members and initially the idea was that they should deliberate on their
own and strive to come to a unanimous verdict.41 However, the French
jury soon started diverging from the English model. As far as a unani-
mous verdict is concerned, it happened from the outset.
the case could be decided by a majority of the jurors and judges.43 This
early tradition to allow judges to intervene in the deliberations of the jury
led to further legislative changes to the french model.
In the first half of the 19th century the jury gained the right to express
themselves on extenuating circumstances and thereby to influence the
sentence imposed by the collegial Court. In 1824 the legislature first al-
lowed the jury to make a recommendation on extenuating circumstances
to persuade the Court to impose a lenient sentence.44 This was followed
by a law of 1832 that allowed the jury to make a finding on extenuating
circumstances, which was binding on the Court.45 Since sentence was re-
garded as a matter of law the jury’s indirect say on sentence was per-
ceived as an encroachment on the terrain of the judges.46 In my view this
was the first step in the direction of allowing the jury to take part in the
decision on sentence.
In 1881 an important reform was introduced, when the legislature
abolished the authority of the presiding judge of the cour d’assises to de-
liver a summing up (le resumé) to the jury. The legislature took this step
because judges apparently abused their authority in this regard.47
The next development took place in 1908 when a law was passed that
allowed the jury, having been “deprived of the guidance of a sum-
ming-up, to invite the presiding judge to join them in their retiring room
to answer any questions they might have”.48 At this point in time, in the
words of Munday, “the Rubicon was crossed”.49 This paved the way for
laws passed in 1932 and 1941, which obliged the judges to retire together
with the jury to deliberate on both questions of guilt and sentence.50
43 Ibidem, p. 208.
44 Ibidem, p. 210.
45 Idem.
46 Idem.
47 Ibidem, p. 211.
48 Idem.
49 Idem.
50 Ibidem, p. 212.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 255
The principle of twelve jurors survived until 1941, when it was re-
duced to six. In 1945 the number was increased to seven and, finally, in
1958 it was settled at nine. It was also enacted that at least eight mem-
bers of the Court had to agree to deliver a verdict of guilty.51 Since the
judicial component of the Court consists of three judges it means that a
conviction can only ensue if a majority of the lay jurors concurred in the
decision.52
4. Full circle
It should be apparent from the above survey that the jury in France
has come full circle. It made its way in embryo form from french soil to
England in the 11th/12th centuries and then in the late 18th century,
when the jury had reached maturity in England, it was transplanted from
english soil back to France.
cepted, the next question would be, how many people should sit in the
Court of appeal.
I do not intend to go into the detail of this debate and all the proposals.
Suffice it to say that the notion of the “sovereignty of the people”55 won
the day. This thorny issue was finally resolved with a statute of 2000,
which provides for a cour d’assises d’appPl consisting of three judges
and 12 jurors.56 By providing for three more people in this Court due
weight was clearly given to the voice of the populace.
VI. CONCLUSION
Konstantinos D. KERAMEUS**
Colleagues and friends have come over to Athens in order to examine mod-
ern problems and trends pertaining to provisional relief. Indeed, the more
provisional the persistence and effect of a judicial measure, the more peren-
nial the scholarly discourse thereon is likely to become. Recent publications,
congresses, working group projects, reports, or colloquia do confirm what
otherwise might seem as a professional distortion or a logical paradox. In
search for an explanation for this explosion of interest, attention is drawn to
the remark that, since provisional adjudication is short-lived but concen-
trated, passing away but incisive, such sharp-edged weapon has to be well
considered, particularly beforehand. Thus, intellectual focusing may make
up for what is lacking in actual practice in terms of duration and perseveren-
ce. Awareness of efficience of provisional relief produces an incentive to-
wards reflection down to the roots. Time saved on legal effects must be
spent on their choice and preparation. As T. S. Eliot wrote (Four Quartets:
Burnt Norton II 89), “Only through time time is conquered”.
There may be a second reason, why provisional measures have come
to attract, across national boundaries and legal families’ classifications, a
growing interest of proceduralists around the globe. This is the increas-
ing relevance of time in civil litigation —indeed in any litigation—. It
belongs to traditional wisdom that provisional measures are considered
or granted mainly because ordinary adjudication is everywhere ex-
tremely slow. In an ideal world which, among other things, would in-
257
258 KONSTANTINOS D. KERAMEUS
II
First, one wonders what the genuine requirements are for provisional
measures to be taken. They generally depend on making likely, on the
one hand, the existence and extent of the main claim and, on the other
hand, an imminent danger which, unless some provisional relief is
granted, may well frustrate any subsequent adjudication. Much relies,
however, on the adequate mixture of these two ingredients. In truth, they
are not only disparate, but also divergent. Showing here a cause of action
is not essentially different for what is expected from the plaintiff in regu-
lar adjudication as well. Of course, the required standard of proof may be
lower than otherwise. But is such evidence-related distinction enough to
justify and support an overall division between provisional and ordinary
adjudication? Precisely on this point, some systems go further so as to
highlight the division and enhance the distinctiveness of provisional
measures. In those systems no provisional measure may result in satisfy-
ing the main claim. What is proposed under this approach is to make pro-
visional adjudication not only easier but shorter as well vis-B-vis ordinary
adjudication. Even under the just enunciated conditions of easiness in ac-
cess and reduction in scope, provisional measures are still qualified as be-
longing to adjudication rather than administration. By contrast, strengthen-
ing the second requirement of provisional measures, to wit the need to face
an imminent danger, brings the whole field away from adjudication. If,
and to the extent that, the function of provisional measures consists in
confronting imminent dangers, then what we are talking about becomes a
kind of judicial police rather than judicial cognition. The ambivalence
between judicial cognition and judicial police, between reflection under
the law and reaction against the force of facts permeates the whole area of
provisional measures and predicates the answers to particular problems.
III
The second issue pertains to what might be called the struggle be-
tween revocability versus stability of provisional measures. Of course,
they are called provisional in a double sense: not only because they can-
not stand against regular adjudication and its results, but also because
they are provisional among themselves as well, that is because they may
be revoked, modified, expanded or reduced if the circumstances under
which they were granted in the first place have changed. How far should
alterability of provisional relief go? The question includes at least two
260 KONSTANTINOS D. KERAMEUS
aspects, a more theoretical and a more practical one. Under the former,
one wonders whether mistakes in the law in the original grant may be
reviewable on the basis of a request for modification, i.e. whether such
modification may assume the function of appellate review as well. Under
the latter practical aspect, interest is focused on how quick judges should
be in entertaining requests for revocation or modification of provisional
relief. Any judicial protection, including the provisional one, must be ac-
companied by a certain degree of stability. The fundamental problem lies
in striking a reasonable balance in order to keep provisional relief in
equal distance away from the temptations of self-righteous rigidity and
unreflected fluidity.
IV
VI
I. EL AYER
*
Professor de derecho procesal en Argentina.
1
Véase Goldsshmidt, El derecho internacional privado.
2
Basado en la Teoría territorialista del mundo jurídico, 4a. ed., núm. 74, pp. 145 y 201.
263
264 GUALBERTO LUCAS SOSA
jurista patriota debe poner en fuga,2 sobre lo cual Werner Goldschmit hacía
prevalecer desde el punto de vista ideológico, el valor justicia, a los fines de
su aplicación.
Algo similar ocurría con la Constitución nacional, donde a la manera
de un culto religioso, había que descartar una supremacía o equiparación
sobre la misma, a semejanza de un tabú jurídico.
Era el punto de vista de los soplos renovadores del derecho constitu-
cional, con la independencia de las que fueran las colonias, inglesa con la
Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica de 1787, a través de
un modelo, que influyera en las Constituciones latinoamericanas, como
ocurriera en Argentina y México, en el sentido que los tratados interna-
cionales pasaban a adquirir la categoría de leyes federales que se inserta-
ban en un principio en el mismo nivel que las Constituciones.
ración de los daños que le hayan sido causados por los Estados responsa-
bles de tales acciones.
En Honduras, durante los años 1981 a 1984 un número de personas,
entre 100 y 150, desaparecieron sin que de muchas de ellas se hubiera
vuelto a tener noticia alguna.
Y tales desapariciones tenían un patrón similar, que se iniciaba me-
diante el secuestro violento de las víctimas, muchas veces a la luz del día
y en lugares poblados, por parte armados, vestidos de civil y disfrazados
que actuaban con aparente inmunidad, en vehículos sin identificación
oficial y con cristales polarizados, sin placas o con placas falsas.
Esas personas eran vendadas, llevadas a lugares secretos e irregulares
de detención. Eran interrogadas y sometidas a vejámenes, crueldades y
torturas. Algunas ellas fueron finalmente asesinadas y sus cuerpos ente-
rrados en cementerios clandestinos.
Las autoridades negaban sistemáticamente el hecho mismo de la de-
tención, el paradero y la suerte de las víctimas, tanto a sus parientes, abo-
gados y personas o entidades interesadas en la defensa de los derechos
humanos, como a los jueces ejecutores en recursos de exhibición perso-
nal hechos. Esa actitud se produjo inclusiva en casos de personas que
después reaparecieron en manos de las mismas autoridades, que sistemá-
ticamente, habían negado tenerlas en su poder o conocer de su suerte.
En virtud de ello, y aunque no existiera ningún texto convencional en vi-
gencia, aplicable a los Estados partes en la Convención que emplee esa cali-
ficación, se consideró que la doctrina y práctica internacionales han califica-
do muchas veces las desapariciones como un delito contra la humanidad.5
Y se acotó, que por graves que puedan ser ciertas las infracciones y
por graves que puedan ser exactas las acciones y por culpables que pue-
dan ser los reos de determinados delitos, no cabe admitir que el poder
pueda ejercerse sin límite alguno o que el Estado pueda valerse de cual-
quier procedimiento para alcanzar sus objetivos, sin sujeción al derecho
o a la moral. Ninguna actividad del Estado puede fundarse sobre el des-
precio a la dignidad humana.
La desaparición forzada de seres humanos constituye una violación
múltiple y continuada de numerosos derechos reconocidos en la Conven-
ción y que los Estados partes están obligadas a respetar y garantizar. El
273
274 VÍCTOR MORENO CATENA
guirse reglas que eran, por lo general, bastante estrictas. No sólo lo acre-
dita la frase cervantina, sino que es un principio que está presente en las
leyes permanentemente, como se ve desde la Ley de Partidas.
Sin embargo, lo cierto es que la realidad histórica ha ido desdiciendo to-
zudamente durante siglos este principio que, como mucho, llegaba a ser de
aplicación a las clases sociales más altas, porque para el común de los
mortales la garantía de la libertad resultaba una pura entelequia, un anhelo
más veces que pocas desmentido por la práctica de los gobernantes.
Sin duda alguna, cuando en la actualidad se analiza la situación del dere-
cho a la libertad de los individuos y los casos en que el Estado puede legíti-
mamente privarles de ella, en razón del cumplimiento de una pena de priva-
ción de libertad o a causa de una medida adoptada durante un proceso penal,
se está pensando en la más grave de las medidas o de las sanciones que el
Estado puede imponer al individuo por consecuencia de la comisión de un
delito. Pero en el siglo XIX las cosas eran bien distintas: el catálogo de pe-
nas, que en la actualidad se reducen prácticamente a las sanciones económi-
cas y a la privación o limitación de la libertad (más las penas de trabajos en
beneficio de la comunidad que ha introducido el Código Penal español de
1995), junto con las inhabilitaciones y suspensiones, estaba constituido en
épocas anteriores por una tipología notablemente variada.
Sirva de muestra la exposición minuciosa y crítica que sobre las penas
hizo en 1782 don Manuel de Lardizábal y Uribe,1 en cuya obra sobre esta
materia se dice que “Cuatro son los objetos principales de las penas: la
vida del hombre, su cuerpo, su honra y sus bienes. Conforme a estos cua-
tro objetos pueden dividirse las penas en capitales, corporales, de infa-
mia, y pecuniarias”, y dentro de las corporales, que son “aquéllas que
afligen el cuerpo, ya causando dolor, ya privando de ciertas comodida-
des, ya causando algunas incomodidades”, se encuentran las de mutila-
ciones de miembros, azotes, presidios y arsenales, cárcel y extrañamiento
del reino.
Al hacer referencia al tránsito de los derechos fundamentales por el si-
glo XIX, conviene comenzar señalando cómo esas convulsas décadas de
la historia española se abrieron con unos hechos políticos de gran rele-
vancia, que marcaron en buena medida lo acontecido en los años siguien-
1 Discurso sobre las penas: contraído a las leyes criminales de España para facili-
tar su reforma, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002, edición digital
basada en la de Madrid, Joaquín Ibarra, 1782.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 275
2 En su Curia Philipica, 1a. y 2a. ed., parte III, párrafo 11, 1761, t. I.
276 VÍCTOR MORENO CATENA
guardar los presos, e non para fazerles enemiga, nin otro mal, nin darles
pena enella”.5
En esta misma línea, como señalaba Lardizábal en 1782: “la cárcel no
se ha hecho para castigo, sino para custodia y seguridad de los reos, sin
embargo suele imponerse por pena en algunos delitos, que no son de mu-
cha gravedad. Por esto, por la privación de libertad y por las incomodida-
des y molestias que indispensablemente se padecen en ella, pueden con-
tarse entre las penas corporales aflictivas”.
Pero sigue diciendo que “si se atiende a las vejaciones y malos tratamien-
tos, que los abusos introducidos por la codicia, dureza y mala fe de los sub-
alternos hacen padecer a los miserables que tienen la desgracia de estar allí
encerrados, deberá reputarse por una de las más graves”.6
En esos momentos del último tercio del siglo XVIII comienza tímida-
mente en España a plantearse el problema de la humanización de los cas-
tigos, lo que desembocaría en que el artículo 297 de la Constitución de
Cádiz dispusiera que las cárceles están para “asegurar, y no para moles-
tar á los presos”.
Antes, en la Instrucción de lo que deberán observar los Corregidores
y Alcaldes Mayores del Reyno, del 15 de mayo de 1788, se especificaba
en el punto VIII que:
Artículo 1o. Ningún español podrá ser preso sino por delito que merezca
ser castigado con pena capital, o que sea corporis aflictiva.
Artículo 2o. Para poner preso a un español debe preceder una informa-
ción sumaria del hecho que deba ser castigado con pena corporis aflictiva, y
darse auto de prisión. El juez que proceda de otra suerte, por el mismo he-
cho será destituido de su empleo, a menos que el reo sea aprehendido in fra-
ganti; pero aun entonces deberá procederse a formalizar la sumaria inmedia-
tamente.
Artículo 3o. Preso un ciudadano, y apareciendo de la causa que no pue-
de imponerse pena corporal, se le pondrá en libertad dando fiador, aunque
la pena que haya de sufrir sea de destierro; porque no presentándose a
cumplir la sentencia, tiene que vivir errante, que es pena aún más dura.
Artículo 5o. Ninguno podrá ser detenido preso más de veinticuatro ho-
ras sin que se le diga la causa de su prisión, que se halle justificada suma-
riamente, y que se le instruya del nombre de su acusador.
Artículo 7o. Cualquier persona que se halle presa sin saberse quién la
prendió, por qué causa y con qué motivo, deberá ser puesta en libertad in-
mediatamente sin costas; y averiguado el que haya cometido este atentado,
se le castigará con suspensión de su empleo por un año, y resarcimiento de
daños.
8 En España el Tribunal del Santo Oficio, creado en 1227 por el papa Gregorio IX
para la defensa de la fe, fue introducido por los reyes católicos en Castilla desde Cataluña
y Aragón, con un marcado sentido regalista, y subsistió hasta 1820 (en 1813 fue abolido,
pero lo reintrodujo Fernando VII en su primer periodo absolutista).
9 En 1835 se disolvió la Santa Hermandad, creada por los reyes católicos para perse-
guir los delitos contra las personas y contra la propiedad cometidos con violencia o en
despoblado, a la que se había dotado de un gran poder.
10 Álvarez, Alonso, “El derecho de seguridad personal y su protección en las dos pri-
meras etapas liberales”, Anuario de Historia del Derecho Español, 59, 1989.
280 VÍCTOR MORENO CATENA
tre las gentes del foro; sin embargo, dicha aspiración no se cumplió, co-
mo es bien sabido, hasta el Decreto de unificación de fueros de diciem-
bre de 1868.11
Además, había que terminar con la arbitrariedad judicial, para lo cual
era imprescindible contar con normas jurídicas claras y precisas, para lo-
grar de esa manera, por un lado, la vinculación del juez a la ley y, por otro
lado, que las normas sirvieran como garantía para el ciudadano, porque en
aquellos momentos hasta la seguridad jurídica elemental, que supone la
elección de la ley aplicable, quedaba al criterio de cada uno de los jueces,
no siempre técnicos, que habían de moverse en un mundo de reglas jurídi-
cas informe y proceloso, integrado por disposiciones que iban desde las
Leyes de Partidas a la Nueva Recopilación o a la Novísima Recopilación,
o por las glosas y los comentarios de los autores.
Los preceptos de la Constitución de 1812 contenidos en el capítulo 3o.
del libro 5o., “De la administración de justicia en lo criminal”, se hicieron
eco de estas garantías fundamentales de la libertad, y así se dispuso que:
Artículo 287. Ningún español podrá ser preso sin que preceda información
sumaria de hecho, por el que merezca, según la ley, ser castigado con pena
corporal, y asimismo un mandamiento del Juez por escrito, que se le noti-
ficará en el acto mismo de la prisión.
Artículo 290. El arrestado antes de ser puesto en prision será presenta-
do al Juez siempre que no haya cosa que lo estorbe, para que le reciba de-
claracion; mas si esto no pudiere verificarse, se le conducirá á la Carzel en
calidad de detenido y el Juez le recibirá la declaracion dentro de las veinte
y quatro horas.
Artículo 292. En fraganti todo delinqüente puede ser arrestado, y todos
pueden arrestarle, y conducirle á la presencia del Juez; presentado ó pues-
to en custodia, se procederá en todo como se previene en los dos artículos
precedentes.
Artículo 293. Si se resolviere que el arrestado se le ponga en la Carzel,
ó que permanezca en ella en calidad de preso, se proveherá auto motivado,
y de él se entregará copia al Alcalde para que la inserte en el libro de pre-
sos, sin cuio requisito no admitirá el Alcalde á ningun preso en calidad de
tal baxo la mas estrecha responsavilidad.
12 Idem.
282 VÍCTOR MORENO CATENA
Constitución de 1812, que muy pronto fue derogada: justo dos años des-
pués, en 1814, con la vuelta de Fernando VII, para volverse a poner en
vigor en el trienio constitucional de 1820-1823.
Precisamente el Decreto de las cortes sancionado el 28 de septiembre
de 1820 reguló el régimen de la detención o prisión de cualquier español,
y dispuso en cuatro artículos que para proceder a la prisión de una perso-
na es necesaria “la información sumaria del hecho”, aunque no haya
prueba plena ni semiplena de quién sea el autor del delito (artículo 1o.),
siempre que se trate de un hecho castigado por la ley con pena corporal y
haya algún indicio para imputar a una persona (artículo 2o.). Por otra
parte, si la urgencia o complicación impiden la “información sumaria del
hecho que debe proceder” o el “mandamiento del Juez por escrito que
debe notificarse en el mismo acto de la prisión”, podrá el juez mandar
detener a cualquier persona que le parezca sospechosa, mientras hace con
la mayor brevedad posible la precisa información sumaria. Esta deten-
ción no es prisión (artículo 4o.), ni podrá durar más de veinticuatro ho-
ras, ni efectuarse en la cárcel.13
Pues bien, con los referidos vaivenes políticos del propio reinado de
Fernando VII, en contra de lo dispuesto en la Ley de 1820, podía leerse
en 1833, durante la regencia de María Cristina, que la policía, que se ha-
bía creado diez años antes, debía:
Artículo 5o. Por ahora y hasta que alguna establezca oportunamente todas
las garantías que debe tener la libertad civil de los españoles, á ninguno de
ellos podrán ponerle o retenerle en prisión ni arresto los tribunales o jue-
ces sino por algun motivo racional bastante en que no haya arbitrariedad.
Artículo 6o. A toda persona arrestada o presa, que no lo esté por razon
de pena correccional aplicada ó de juicio ya pronunciado, se le deberá re-
cibir declaracion sin falta alguna dentro de las veinte y cuatro horas de ha-
llarse en la prision ó arresto, como ordena la ley recopilada, y si fuera im-
posible hacerlo por otras urgencias preferentes del servicio público, se
expresará el motivo en el proceso, y cuidará el juez de que dentro de dicho
término se informe al preso ó arrestado de la causa porque lo está y del
nombre del acusador, si le hubiere, recibiéndose la declaracion tan pronto
como ser pueda.
Artículo 7o. A ninguna persona tratada como reo se la podrá mortificar
con hierros, ataduras ni vejaciones que no sean necesarias para su seguri-
dad; ni tampoco tenerla en incomunicacion, como no sea con especial or-
den del juez respectivo, el cual no lo podrá mandar sino cuando lo exija la
naturaleza de las averiguaciones sumarias, y por solo aquel tiempo que sea
realmente necesario.
Artículo 11. En cualquier estado de la causa en que resulte ser inocente
el arrestado ó preso, se le pondrá inmediatamente en libertad sin costas al-
gunas; debiendo serle concedida tambien, pero con costas y bajo fianza ó
caucion suficiente, en cualquier estado en que, aunque no resulte su ino-
cencia aparezca que no es reo de pena corporal. Solo cuando lo fuere por
algun otro delito, se suspenderá la soltura en estos casos.
2. La detención
Como toda medida cautelar, debe cumplir la detención con los presu-
puestos del fumus boni iuris y del periculum in mora, que presentan en
este caso alguna particularidad digna de mención.
En lo que hace a la apariencia de buen derecho, a la detención ha de
preceder siempre la imputación, es decir, quien practique la detención ha
de tener conocimiento de la existencia de un hecho delictivo y de la posi-
ble responsabilidad criminal de la persona a quien detiene. De esta for-
mulación legal se extraen dos consecuencias de gran importancia: en pri-
mer lugar, que no se puede detener para ver “si ha pasado algo”, como
un medio de investigación, sino que la detención sólo puede practicarse
si se entiende que efectivamente se ha producido un delito, pues es una
medida cautelar. En segundo lugar, que la detención sólo resulta proce-
dente para garantizar la responsabilidad penal por delito; por consi-
guiente, es claro que no se puede detener a un presunto responsable ci-
vil, porque el sacrificio del derecho a la libertad que se impone con la de-
tención excede con creces de su ámbito de responsabilidad.
Esta limitación implica también que no se puede detener por simples
faltas, como se dispone en el artículo 387 LECRIM 1872, 647, Compila-
ción 1879 y artículo 495 LECRIM 1882, porque entonces se quebranta-
ría también el principio de proporcionalidad, dado que la pena máxima
que cabría imponer en la sentencia de condena dictada en el juicio de fal-
tas, por estas infracciones menores, no acarrearía la privación de libertad
del condenado, quien entonces se vería paradójicamente sometido, para
asegurar su responsabilidad penal, a una medida más gravosa que la que
al final se le pudiera llegar a exigir con la más rigurosa de las sentencias
por su actuación.
Además de la existencia de una imputación previa, para que la deten-
ción resulte válidamente practicada se exige que haya algún peligro para
el proceso penal si no se adopta. En efecto, esto significa que la deten-
ción es procedente sólo cuando se haya evidenciado la voluntad del dete-
nido en eludir la justicia (porque se haya fugado), o cuando se actúe para
impedir un delito que se vaya a cometer, o inmediatamente después de su
comisión, o cuando quepa presumir que el imputado no comparecerá a la
presencia judicial cuando sea llamado. Por otro lado, también significa
que si se pueden ordenar medidas menos gravosas o restrictivas de dere-
chos, como citaciones a comparecencia o la prestación de garantías, de-
ben preferirse a la privación de libertad que la detención supone, aunque
sea de muy corta duración.
290 VÍCTOR MORENO CATENA
22 Como se dice en las SSTS del 27 de enero y 5 de febrero de 1885, “la legitimidad
de una detención no depende de la realidad jurídica de un delito que en la ocasión de co-
meterse no puede juzgarse por falta de elementos y de competencia, sino de los caracte-
res del hecho, de los cuales racionalmente pueda inferir tal calificación el funcionario a
quien la ley deja en aquel momento su apreciación para el efecto urgente de suspender la
libertad del ciudadano”. Véase Medina y Marañón, Leyes penales de España, Madrid,
1891, p. 99.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 291
23 Eso explica que en la Constitución española de 1978 se haya fijado un plazo máxi-
mo absoluto para la detención preventiva, que se fija en setenta y dos horas (artículo
292 VÍCTOR MORENO CATENA
3. La prisión provisional
27 De acuerdo con la opinión de Reus, sostenía Aguilera de Paz, ibidem, pp. 200 y
201, que la prisión debe tener como precedente el procesamiento. Aunque sea ya en
1946, recordaba la memoria de la Fiscalía del Tribunal Supremo de ese año que “en vista
de los artículos 384 y 503 de la LECRIM, fuera del caso excepcional del artículo 499, no
se puede acordar la prisión sin procesamiento”. Sin embargo, en contra se pronuncia en
la época franquista Soto Nieto, “La prisión y libertad provisionales vistas por un juez”,
Revista de Derecho Procesal, 1955, pp. 591 y ss.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 295
31 Cfr. Pisapia, Compendio di procedura penale, Padua, 1975, pp. 234 y ss.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 301
Pues bien, desde ningún punto de vista puede atribuirse a la prisión pro-
visional la función de anticipar la pena, ni desde el prisma sancionatorio,
ni desde la perspectiva intimidatoria o ejemplar: sólo partiendo de la pre-
sunción de culpabilidad —de que el imputado sea, sin más, culpable— se
puede justificar su reclusión con fines de intimidación o de ejemplo, que-
brantando la presunción de inocencia en cuanto regla de tratamiento. El
hecho de que el imputado haya de ser considerado no culpable, obliga a no
castigarle por medio de la prisión provisional, y eso quiere decir que ésta
ni puede tener carácter retributivo de una infracción que aún no se halla ju-
rídicamente establecida (STC 128/1995).
Tampoco es defendible que la prisión provisional deba cumplir la fun-
ción de calmar la alarma social que haya podido producir el hecho de-
lictivo, cuando aún no se ha determinado quién sea el responsable. Sólo
razonando dentro del esquema lógico de la presunción de culpabilidad
podría concebirse la privación de libertad en un establecimiento peniten-
ciario, el encarcelamiento del imputado, como instrumento apaciguador
de las ansias y temores suscitados por el delito. Una idea de esta natura-
leza resulta insostenible en un sistema constitucional como el español,
que acoge un riguroso respeto por los derechos de los ciudadanos y pro-
clama la presunción de inocencia. La vía legítima para calmar la alarma
social —esa especie de “sed de venganza” colectiva que algunos parecen
alentar y por desgracia en ciertos casos aflora— no puede ser la prisión
provisional, encarcelando sin más y al mayor número posible de los que
prima facie aparezcan como autores de hechos delictivos, sino una rápida
sentencia sobre el fondo, condenando o absolviendo, porque sólo la reso-
lución judicial dictada en un proceso puede determinar la culpabilidad y
la sanción penal.
Su naturaleza de medida cautelar impide también atribuir a la prisión
provisional el papel de instrumento de la investigación penal, de modo
que el juez estuviera facultado para ordenar el ingreso o salida del esta-
blecimiento penitenciario en función de la actitud que adopte el imputa-
do en el proceso, o de su disposición al esclarecimiento de los hechos;
sin duda alguna, esa utilización de la prisión provisional como impulsora
del descubrimiento del delito, para obtener pruebas o declaraciones, ha
de rechazarse de plano, pues una concepción de este tipo excede los lími-
tes constitucionales (véase STC 128/1995), y colocaría a la investigación
penal así practicada en un lugar muy próximo a la tortura indagatoria.
Por eso dice la Ley que no se justificaría la prisión provisional por el
304 VÍCTOR MORENO CATENA
5. La libertad provisional
311
312 CARLOS PARODI REMÓN
1 Montero Aroca, Juan, “Los poderes del juez en el proceso civil”, Teoría unitaria
del proceso, Rosario-Argentina, Iuris, 2001, p. 219.
314 CARLOS PARODI REMÓN
del derecho menos rígida y formalista, que asigna rango preferente a la so-
lución justa del conflicto a través del rol activo del juzgador, quien para
resolver los litigios ha de acudir a la metodología de los “tópicos jurídi-
cos” a los fines de llegar a la solución equitativa o mas aceptable, aunque
siempre tomando como marco de referencia a la ley.4
Este planteamiento resulta de gran interés para el análisis del tema que
estamos estudiando, pues, según la opinión citada, no se trata ya sólo de
determinar cual es más conveniente, el activismo o el garantismo, sino
que el dilema se relaciona con la búsqueda de la justicia a través de la
aplicación de la ley, mediante una u otra opción, haciéndose referencia
nada menos que al Tribunal de Nuremberg, cuya actuación puede seña-
larse como un caso paradigmático en lo que corresponde a la eterna dis-
yuntiva entre el derecho natural y el derecho positivo.
Conocida es la versión que de dicho Tribunal ofrece el tratadista ar-
gentino Carlos Santiago Nino al reflexionar sobre la ley y la justicia, de-
fendida la primera por el juez Cayo y la segunda por el juez Sempronio.
Se trata de determinar si la ley debe ser aplicada rígidamente, tal como
está escrita, o si debe buscarse la justicia, siempre a través de la ley, pero
sustentada en los principios de moral y de ética, que debieron inspirarla.5
La histórica alternativa entre el derecho natural y el derecho positivo,
incluyendo el comentario a la versión de Nino ha sido analizada por el
autor.6
Es por demás sugestivo tratar el tema activismo vs. garantismo y rela-
cionarlo con el problema derecho natural vs. derecho positivo. En efecto
¿qué debe lograr el juez? ¿La aplicación de la ley o la tendencia a la jus-
ticia? Y para una u otra opción, qué es preferible ¿el activismo o el ga-
rantismo?
En el desarrollo del tema ofrecemos las alternativas que vayan sur-
giendo a través de su análisis.
Pero no se agota en estos comentarios el repaso del marco que cubre
este asunto. En los últimos tiempos ha surgido en la doctrina una corrien-
7 Montero Aroca, Juan, El nuevo proceso civil (Ley 1/2000), Valencia, Tirant Lo
Blanch, 2000, pp. 53 y 54.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 317
13 Montero Aroca, Juan,”El proceso civil llamado social como instrumento de justi-
cia autoritaria”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal, núm. 6, p. 20.
14 Idem.
15 Ibidem, p. 28.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 319
16 Parodi Remón, Carlos, El derecho procesal del futuro, Lima, 1996, pp. 134 y ss.
322 CARLOS PARODI REMÓN
agregar que menos aún guarda conexión o afinidad con cualquier tipo o
versión del totalitarismo ni el decisionismo.
Se incluye también en esta reflexión el llamado “decisionismo”, ver-
sión mencionada en los últimos tiempos y que concibe al juez como to-
dopoderoso que admite cualquier pedido que se le formula, llegando mu-
chas veces al abuso y hasta el absurdo, como sería ignorar la existencia
del proceso, lo que podría ocurrir en las medidas denominadas “autosa-
tisfactivas”. Una cosa es el activismo, que presupone una saludable di-
rección del proceso por el juez para lograr la igualdad procesal de las
partes y otra que el magistrado actúe abusivamente en el ejercicio de la
función jurisdiccional, lo cual devendría inevitablemente en el indebido
favorecimiento de una parte en detrimento de la otra, llegándose así a
una desigualdad procesal de las partes que es precisamente lo contrario
de aquello a lo cual está obligado, es decir un tratamiento equitativo a
aquellas.
— No al decisionismo.
— No al totalitarismo.
— No al autoritarismo.
— Sí a un activismo eficaz, honesto y responsable, que posibilite la
igualdad de las partes en el trámite del proceso.
cias sociales que debe proyectar toda resolución judicial, se advierte una
diferencia sustancial.
Es harto conocido que toda sentencia consta de tres partes inherentes a
su naturaleza, en el fondo y en la forma. La expositiva, la considerativa y
la resolutiva. No es necesario detallar cada una de ellas, pues la primera
es la narración de los actuados, la segunda se refiere a la motivación de
la resolución y la tercera a su sentido, es decir, determina el éxito del de-
mandante o del demandado.
La motivación de la sentencia es una garantía constitucional y obvia-
mente también legal, como es de verse del artículo 139 inciso 5 de la
Constitución Política y de los artículos 50 inciso 6 del Código Procesal
Civil y 12 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. En la parte resolutiva el
juez decide el conflicto de intereses y se pone fin a la instancia.
Ahora bien, es obvio que las tres partes tienen la misma importancia,
pues no se concibe, incluso desde un punto de vista elemental y hasta de
sentido común, que se tome una determinación de envergadura sobre los
derechos de otra persona, sin señalar clara e indubitablemente las razones
para ello, y la decisión, que es la razón de ser de la función jurisdiccional.
Hemos sostenido que la motivación de la sentencia es un deber inelu-
dible del magistrado y que está en la misma base del Estado y de la so-
ciedad. Incluso nos hemos referido a la conveniencia y necesidad que las
resoluciones del tribunal superior, cuando se confirman las venidas en
apelación de los juzgados de primera instancia o especializados, no se li-
miten a ratificar los fallos inferiores, sino que abunden en su sustenta-
ción, agregando otros fundamentos o, por lo menos, glosándo los del
juez.
Oportunamente, se ha promulgado la Ley núm. 28489 del 11 de abril
de 2005 cuyo texto, precisamente incide en el aspecto mencionado, co-
rroborando la tesis mencionada, al modificar el artículo 12 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial y establecer lo siguiente:
Todas las resoluciones, con exclusión de las de mero trámite, son motiva-
das, bajo responsabilidad, con expresión de los fundamentos en que se sus-
tenten. Esta disposición alcanza a los órganos jurisdiccionales de segunda
instancia que absuelven el grado, en cuyo caso, la reproducción de los fun-
damentos de la resolución recurrida, no constituye motivación suficiente.
324 CARLOS PARODI REMÓN
18 Perelman, Charles, citado por Mabel de los Santos, op. cit., nota 4, p. 241.
19 Morillo, Augusto Mario, ibidem, nota 11.
20 Storme, Marcel, ibidem, notas 12 y 15.
21 Ibidem, p. 251.
328 CARLOS PARODI REMÓN
22 Picó i Junoy, Joan, “El derecho procesal entre el garantismo y la eficacia: un deba-
te mal planteado”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal, núm. 4, pp. 257.
23 Comoglio, Luigi Paolo, ibidem, núm. 4, p. 38.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 329
Sin embargo, sobre este mismo asunto y en una polémica con Giovan-
ni Verde, expresa Montero: “Debe quedar claro que en las páginas de mi
libro no he imaginado ni soñado que en un sistema autoritario la atribu-
ción de poderes al juez se justifique solo si, al mismo tiempo, se priva de
ellos a las partes, por cuanto que en el reparto de facultades no hay que
32 Couture, Eduardo J., Fundamentos del derecho procesal civil, 3a. ed. Buenos Ai-
res, Depalma, 1958, p. 289.
33 El derecho procesal del futuro, p. 191.
336 CARLOS PARODI REMÓN
Después de que en buena medida todos hemos seguido por ese camino, en
alguna publicación, que hoy debe calificarse de pecado de juventud, la
mayor parte inconscientemente y deslumbrados por el mito, aunque no po-
demos negar que incurrimos en negligencia por no someter a la crítica in-
telectual propia e irrenunciable lo que se nos ofrecía, algunos hemos em-
pezado a recapacitar sobre el modelo de juez que está implícito en algunas
ideologías y sobre lo que ese modelo significa de supervivencia de con-
cepciones autoritarias y estamos procurando poner distancia ideológica e
intelectual de por medio. Nos estamos preguntando por ejemplo, como pu-
dimos desconocer que la distinción entre juez espectador, juez dictador y
juez director que hizo Alcalá Zamora, tenía su origen, incluso terminológi-
camente en la Exposición de Motivos del Código Fascista de 1940.34
34 Se refiere al Código italiano de ese año, Montero Aroca, Teoría unitaria del pro-
ceso, p. 240.
35 Alvarado Velloso, Adolfo, citado por Picó y Junoy, op. cit., nota 22, p. 259.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 337
40 Véscovi, Enrique, Teoría general del proceso, Bogotá, Temis, 1999, p. 89.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 343
En la LEC del 2000, el aumento de las facultades del juez sobre los presu-
puestos procesales se manifiesta en que, en la audiencia previa, puede pro-
ceder de oficio al control de todos los presupuestos procesales. Según el
artículo 416.1, el Tribunal resolverá en esa audiencia sobre cualesquiera
circunstancias que puedan impedir la válida prosecución y termino del
proceso mediante sentencia sobre el fondo.
Y agrega:
Queda claro que esta opción no puede ni debe darse en todos los ca-
sos. Depende de la naturaleza de cada proceso, de la oportunidad de la
convocatoria y especialmente de la visión del juez que con conocimiento
pleno del expediente, estime conveniente el llamado a las partes y posi-
ble la conciliación.
Conviene señalar que el Código Procesal Civil Modelo para Ibero-
américa, lo reconoce expresamente al disponer en el artículo 33 inciso 5,
que el Tribunal está facultado, “para disponer en cualquier momento la
presencia de los testigos, de los peritos y de las partes, para requerirles
las explicaciones que estime necesarias al objeto del pleito”.
En igual sentido, el inciso 5 del artículo 24 del Código General del Pro-
ceso del Uruguay, que señala como una de las facultades del Tribunal, la
misma que estamos analizando, incluso con texto similar al anterior.
Este deber del juez es una clara manifestación del activismo y en cier-
to modo una respuesta concreta a la creencia sempiterna, muchas veces
cierta, de la dilación injustificada de los procesos, y es también la forma
más idónea para graficar el ámbito que corresponde al derecho material y
al derecho procesal y que justifica la conveniencia del activismo (proce-
sal), sin incidir en el derecho material de las partes, garantismo (civil).
El derecho material es privado y sagrado y nadie, menos el Estado,
puede ni debe interferir en él. Esta es una premisa que no se discute. La
respaldan los textos constitucionales y legales y hasta el sentido común.
Por lo demás, la historia así lo confirma. Un ejemplo sencillo de su acep-
tación lo constituye la expropiación. A este respecto no puede ser más
claro el artículo 70 de la Constitución peruana de 1993, como lo eran
también los artículos 124 y 125 de la Constitución de 1979.
Los bienes, cualesquiera que sean y cualquiera fuera la persona que
los detenta, son propios y nadie puede inmiscuirse. Es el derecho de pro-
piedad. Incluso, la concepción, ya no tan moderna, de que debe usarse en
armonía con el interés social y, que ha tenido sanción legislativa, en el
caso peruano, el citado artículo 70 constitucional (pues “bien común” co-
mo “bien social” tienen el mismo significado) y el artículo 923 del Códi-
go Civil de 1984, que explícitamente habla de “interés social”, no incide
348 CARLOS PARODI REMÓN
43 Ibidem, p. 216.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 349
les son los motivos para que permanezca ese “status” en la forma de
administrar justicia, que es imprescindible remontar, para eliminarlos o
atenuarlos, so pena de que la falta de credibilidad en los jueces se incre-
mente hasta límites alarmantes, que hagan imposible la vida en común y
un mínimo de paz social.
A partir de la ubicación de esos factores se podría determinar con co-
nocimiento de causa cual debe ser la actitud del juez en la tramitación de
los procesos que mejor pueda superarlos, el activismo o el garantismo
para recuperar, aún que fuere progresivamente, la confianza de los ciuda-
danos y la paz y el equilibrio sociales.
Tales causales pueden ser los siguientes:
Ha dicho Devis:
Agregamos nosotros:
46 Devis Echandía, Hernando, citado por Carlos Parodi Remón, op. cit., nota 16, ci-
ta 160.
47 Ibidem, p. 122.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 357
48 Montero Aroca, citado por Carlos Parodi Remón, ibidem, pp. 59 y 60, citas 67 y 68.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 359
49 Ibidem, p. 247.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 361
el fondo del asunto, resolver en forma definitiva, pero en esta opción actúa
como instancia y no como Corte de Casación; sólo ejerce funciones pro-
pias de ésta cuando anula la sentencia por errores in procedendo y dispone
el reenvío a la Corte de Apelaciones, para que enmiende el error que oca-
sionó la nulidad, tal como lo establece el artículo 396 del CPC.
Desenvolviendo el esquema legal, si la Corte actúa en sede de instan-
cia, como se lee textualmente en sus resoluciones, ya no es casación. Y
en el caso de los errores in procedendo y el consecuente reenvío, se trata
de una clara nulidad con el nombre de casación; basta recordar el artículo
1133 del Código de Procedimientos Civiles de 1912, anterior al vigente,
para percatarse de ello.
La aplicación tradicional del recurso de casación conduce a verdade-
ras sutilezas legales, las que demuestran palmariamente que su objetivo
es preservar el texto legal tal como está concebido, sin importar, si me-
diante esa vía, se tiende o no a la justicia. La jurisprudencia casatoria así
lo demuestra, pretendiéndose cumplir de ese modo con los fines de los
recursos mencionados en el artículo 384 del Código Procesal Civil.
La cita de algunas ejecutorias nos brinda convicción sobre lo expuesto.
52 Idem.
53 Idem.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 363
VII. CONCLUSIONES
367
368 JAIRO PARRA QUIJANO
2 Parra Quijano, Jairo, Manual de derecho probatorio, 15a. ed., Bogotá, Librería El
Profesional, 2006, p. 719.
370 JAIRO PARRA QUIJANO
5 Idem.
6 Andrés Ibáñez, Perfecto, Garantismo. Una teoría crítica de la jurisdicción.
7 Es bien importante tener en cuenta en la actividad probatoria, lo que dice el gran
pensador colombiano, Estanislao Zuleta: Se debe invertir la proposición de san Juan en
su Evangelio y a poner exactamente la proposición contraria: No es verdad aquello de
que “la verdad os hará libres”, porque faltaría todavía saber quién la tiene. Más bien es
verdad lo contrario: la libertad os hará veraces, os obligará a tener que demostrar. No os
permitirá refugiaros en una autoridad.
372 JAIRO PARRA QUIJANO
Interpretando entonces el artículo 347 del CPP hay que entender que
esas entrevistas, sólo pueden ser utilizadas para fines de impugnación; es
decir, para desacreditar la credibilidad del testigo. Ejemplo: el testigo di-
jo antes de la audiencia en una entrevista recogida en un documento por
la Fiscalía, que el día ocho de octubre a las diez de la mañana se encon-
traba en un centro comercial y presenció determinado hecho. Y ahora en
la audiencia dice que ese día y a la hora indicada, se encontraba durmien-
do en su casa. La declaración anterior sirve para desacreditar la credibili-
dad del testigo, para que el juez valore su testimonio teniendo en cuenta
ese motivo, pero no se puede tener como prueba sustantiva para tener por
acreditado que se encontraba en el centro comercial. Si la utilizamos co-
mo prueba sustantiva, iríamos contra el texto legal, pero mucho más gra-
ve contra la estructura como fue concebido el interrogatorio al testigo, en
la Ley 906 de 2004.9
¿Qué es lo que impide tenerla, como prueba sustantiva?:
dica El Ministerio Público que le hizo, entonces debe partirse en el juicio oral y público
de dicha negativa. (Tribunal de Casación Penal, voto 644-2000 del 21 de agosto de
2000), cita tomada de Código Procesal comentado de Javier Llobet Rodríguez.
14 Teeteto o de la ciencia.
15 Freud, Sigmund, Obras completas. El “block maravilloso” (1924-1925), 3a. ed.,
Madrid, Biblioteca Nueva, p. 2811. Utiliza la metáfora de un ”block maravilloso”, pero
lo más importante es que concibe la memoria en acción y efecto dice: “en el Block Mara-
villoso, la escritura desaparece cada vez que suprimimos el contacto entre el papel recep-
tor del estímulo y la lámina de cera que guarda la impresión. Esta circunstancia coincide
con una idea que hace tiempo nos hemos formado sobre el funcionamiento del aparato
psíquico perceptor, pero que nunca habíamos expuesto. Hemos supuesto que desde el in-
terior son constantemente enviadas al sistema receptor y retiradas de él inervaciones de
carga psíquica. En tanto que el sistema se mantiene investido de energía psíquica recibe
las percepciones acompañadas de conciencia y transmite el estímulo a los sistemas mné-
micos inconscientes. Pero cuando la carga de energía psíquica es retraída de él, se apaga
la conciencia y cesa la función del sistema. Es como si lo inconsciente destacase, por me-
dio del sistema receptor y hacia el mundo exterior, unos sensibles tentáculos y los retraje-
se una vez comprobados los estímulos. En nuestras hipótesis adscribimos las interrupcio-
382 JAIRO PARRA QUIJANO
ria en actividad, trabajando, sobre todo cuando dice: “En tanto que el siste-
ma se mantiene investido de energía psíquica recibe las percepciones
acompañadas de conciencia y transmite el estímulo a los sistemas mnémi-
cos inconscientes. Pero cuando la carga de energía psíquica es retraída de
él, se apaga la conciencia y cesa la función del sistema”.
No importa la clase de metáfora que se emplee para explicar la memo-
ria: una cera del alma, un block maravilloso, lo cierto es que relacionada
con el principio al cual nos estamos refiriendo, ella es concebida en acti-
vidad. En el artículo 17 del CPP colombiano se lee: …“En todo caso, el
juez velará porque no surjan otras audiencias concurrentes, de modo que
concentre su atención en un solo asunto”. Y Como si lo anterior no fuera
suficiente, se lee en el inciso 3 del artículo 454 del CPP colombiano lo
siguiente: “si el término de suspensión incide por el transcurso del tiem-
po en la memoria de lo sucedido en la audiencia y, sobre todo de los re-
sultados de las pruebas practicadas, esta se repetirá. Igual procedimiento
se realizará si en cualquier etapa del juicio oral se debe cambiar el juez”.
El Código Procesal Penal chileno, apunta en el mismo sentido cuando
en el inciso 3 del artículo 283 regla: “La suspensión de la audiencia o la
interrupción del juicio oral por un periodo que excediere de diez días im-
pedirá su continuación. En tal caso, el Tribunal deberá decretar la nuli-
dad de lo obrado en él y ordenar su reinicio”.
El principio de concentración estrechamente relacionado con el princi-
pio de inmediación, tiene como objetivo fundamental que lo que el juez
retenga de las pruebas practicadas lo sea en forma sucesiva; de tal mane-
ra, que le permite ir haciendo el trabajo de comparación y ensamble.
Cuando se dice en el artículo 454 del CPP colombiano:
La audiencia del juicio oral deberá ser continua…”, es lo mismo que se di-
ce en el artículo 282 del Código Procesal Penal de la República de Chile,
en los siguientes términos: “Continuidad del juicio oral. La audiencia del
juicio oral se desarrollará en forma continua y podrá prolongarse en sesio-
nes sucesivas hasta su conclusión. Constituirán para estos efectos, sesio-
nes sucesivas, aquellas que tuvieren lugar en el día siguiente o subsiguien-
te del funcionamiento ordinario del Tribunal.
nes que en el Block Maravilloso provoca una acción exterior al efecto de una
discontinuidad de las inervaciones, y en lugar de una supresión real del contacto supone-
mos una insensibilidad periódica del sistema perceptor…”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 383
21 Idem.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 387
Ahora bien, el artículo 438 del mismo Código enlista unos casos como los
únicos en los cuales es admisible la prueba de referencia. No obstante, di-
cha norma no puede interpretarse aisladamente, sino en el marco constitu-
cional y en armonía con la sistemática probatoria del nuevo régimen de
procedimiento penal, uno de cuyos fines superiores consiste en la búsque-
tiene por haberla oído de otra persona tiene que esforzarse, por conseguir
a la persona que contó el hecho como presenciado por ella, o buscar
pruebas que apuntalen el dicho de la persona. En Colombia no se pueden
confiar en la prueba de referencia, por cuanto, si no se consiguen pruebas
distintas y con fuente distinta a la prueba de referencia se debe absolver.
Solicitud de la prueba de referencia. Si la prueba de referencia consta por
escrito o en un video narrativo y el fiscal quiere utilizarla de conformidad
con lo que indica el numeral 5 del artículo 337 del CPP, deberá transcribir
lo contenido en el documento o en el video y además, deberá aclarar que (es
excepcional la prueba de referencia), que es prueba de referencia y mostrará
los documentos que acrediten cualquiera de las causales que indica el artícu-
lo 438 del CPP, y la autenticidad.
En la audiencia preparatoria el juez resolverá si la admite. Cuando se
trate de solicitud de la defensa sucede otro tanto, y se debe tener en cuen-
ta el artículo 359 del CPC (audiencia preparatoria). Cuando se trate de
testigo de oídas, se debe hacer la manifestación que se está dentro de esta
especie de testimonio y acompañar la prueba para acreditar alguna de las
causales del artículo 438 del CPP.
No se debe sorprender a la otra parte y mucho menos al juez, con una
prueba de referencia que no haya sido anunciada en la forma que se ha in-
dicado, ello sobre todo, para evitar la supuesta controversia en la audien-
cia, de conformidad con el artículo 402 del CPP y artículo 12 del CPC.
Como se valora la prueba de referencia. Si la declaración se encuentra
documentada, lo primero que hay que estudiar es la integridad de ese ob-
jeto, si no se encuentra alterado, tachado, roto, manchado de forma que
le quite claridad. Se trata de un documento, pero de naturaleza declarati-
va, de tal manera que también debe aparecer acreditada su autenticidad,
para así tener seguridad que el contenido del mismo no ha sido alterado,
que no es oscuro o ambiguo (artículo 432 del CPP).
Si ese estudio arroja un resultado positivo, se procede a enjuiciar lo
narrado, teniendo en cuenta las pruebas que se haya practicado para de-
sacreditar ese testimonio o al testigo y todo de conformidad con lo que se
estudió con anterioridad y teniendo en cuenta el artículo 404 del CPP. Si
la declaración se encuentra en un video, se debe tener en cuenta que el
video no haya sido editado, lo mismo que las grabaciones, etcétera.
Esta especie de la prueba de referencia, está contenida en un objeto,
por ello ese objeto puede ser enjuiciado como se ha indicado, y a su vez
390 JAIRO PARRA QUIJANO
25
Artículo 297 del Código Procesal Penal de la República de Chile.
PRINCÍPIOS PROCESSUAIS E PRINCÍPIOS
DE DIREITO ADMINISTRATIVO.
NO QUADRO DAS GARANTIAS CONSTITUCIONAIS
393
394 ADA PELLEGRINI GRINOVER
ão, por exemplo, à concessão de serviços públicos, por meio das agências
reguladoras.
Todas as decisões administrativas proferidas pelos referidos tribunais
podem ser submetidas ao controle do Poder Judiciário, sob o aspecto da
legalidade —entendida esta em sentido amplo, compreensivo, por exem-
plo, da motivação e do desvio de poder e de finalidade— e, excepcional-
mente, até do mérito do ato administrativo.
O presente estudo analisa a atuação da administração nos processos
administrativos não jurisdicionais, sendo a expressão “processo adminis-
trativo” sempre utilizada, no texto, no sentido de processo (porque ban-
hado pelo contraditório) não jurisdicional.
1 Sobre a evolução da cláusula do due process of law, nos Estados Unidos, do pro-
cesso penal ao processo civil, véase Pellegrini Grinover, Ada, As garantias constitucio-
nais do direito de ação, São Paulo, RT, 1973, pp. 39-42.
2 Sobre a evolução da cláusula, do processo jurisdicional ao processo administrati-
vo, no direito comparado, véase Andréa Ferreira, Sérgio de, “A garantia da ampla defesa
no direito administrativo processual disciplinar”, Revista de Direito Público, vol. 19, pp.
60 y 61, 1972.
3 Ibidem, p. 62.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 395
LVI. Ninguém será privado da sua liberdade ou de seus bens sem o devido
processo legal.
LV Aos litigantes, em processo judicial ou administrativo, e aos acusa-
dos em geral serão assegurados o contraditório e a ampla defesa, com os
meios e recursos a ela inerentes.
4 Cfr. Pontes de Miranda, Comentários à Constituição de 1967, vol. V, pp. 222 y 223.
5 Cfr. Pellegrini Grinover, Ada, op. cit., nota 1, pp. 133-7 e 153-8.
6 Cfr. Andréa Ferreira, Sérgio de, op. cit., nota 2, p. 63.
7 Cfr. Pellegrini Grinover, Ada, “Garantias do contraditório e da ampla defesa”, Jor-
nal do Advogado, São Paulo, OAB, 175-9, nov. 1990; id., “Do direito de defesa em in-
quérito administrativo”, O processo em evolução, Río de Janeiro, Forense Universitária,
1996, pp. 81 y 82.
396 ADA PELLEGRINI GRINOVER
Não pode ficar imune a tais garantias o direito à prova, que nada mais é
do que uma resultante do contraditório: o direito de contradizer provando.
E assim como o contraditório representa o momento da verificação con-
creta e da síntese dos valores expressos pelo sistema de garantias constitu-
cionais, o modelo processual informado nos princípios inspiradores da
Constituição não pode abrir mão de um procedimento probatório que se
desenvolva no pleno respeito do contraditório12 (cursivas del autor).
11 Cfr. Magalhães Gomes Filho, Antonio, Direito à prova no processo penal, São
Paulo, RT, 1997, pp. 169 y 170.
12 Cfr. Pellegrini Grinover, Ada, O processo em evolução, Río de Janeiro, Forense
Universitária, 1996, p. 54.
398 ADA PELLEGRINI GRINOVER
lar, tanto será viciada a prova colhida sem a presença do juiz, quanto
aquela colhida sem a presença das partes. Daí, inclusive, poder afir-
mar-se que, ao menos em princípio, não têm eficácia probatória os ele-
mentos informativos se a respectiva colheita não contar com a possibili-
dade real e efetiva de participação dos interessados, em relação aos quais
se pretende editar provimento de caráter vinculante que possa atingir a
esfera jurídica de terceiros.13 Tomo a liberdade de voltar a invocar minha
anterior manifestação: “E é importante salientar que o princípio da inefi-
cácia das provas que não sejam colhidas em contraditório não significa
apenas que a parte possa defender-se em relação às provas contra ela
apresentadas: exige-se, isso sim, que seja posta em condições de partici-
par, assistindo à produção das mesmas enquanto ela se desenvolve”14
(cursivas del autor).
Nessa mesma linha, já tive oportunidade de destacar a relevância do
contraditório, “entendido como participação das partes no momento da
produção das provas. Trata-se, agora, das atividades dirigidas à Consti-
tuição do material probatório que vai ser utilizado pelo órgão jurisdicio-
nal na formação de seu convencimento”. Lembramos, então, que a re-
levância de tais atividades tem sido posta em destaque pela doutrina
universal, de que é ilustração o pensamento de Franco Cordero segundo
quem “il contraddittorio (seriamente inteso come participazione dei con-
tendenti alla formazione delle prove) è condizione di ogni atto di forma-
zione della prova’ porque ‘non sono prove quelle formate fuori del con-
traddittorio” (cursivas del autor). Ou, ainda, a lição de Luigi Paolo
Comoglio, para quem “L’accertamento e la valutazione dei fatti dedotti
in giudizio a fondamento di una pretesa devono scaturire dal contraddit-
torio dinanzi all’organo giudicante”15 (cursivas del autor).
Ainda afirmei que “a exigência do contraditório, na formação e pro-
dução das provas, vem desdobrada, na experiência jurisprudencial e na
lição doutrinária de diferentes países, em diversos aspectos, assim resu-
midos por Giuseppe Tarzia: a) a proibição de utilização de fatos que não
tenham sido previamente introduzidos pelo juiz no processo e submeti-
la parte contra quien se opone una prueba debe gozar de oportunidad procesal
para conocerla y discutirla, incluyendo en esto el ejercicio de su derecho de
contraprobar, es decir, que debe llevarse a la causa con conocimiento y au-
diencia de todas las partes; se relaciona con los principios de la unidad y la
comunidad de la prueba, ya que si las partes pueden utilizar a su favor los
medios suministrados por el adversario, es apenas natural que gocen de opor-
tunidad para intervenir en su práctica, y con el de la lealtad en la prueba, pues
ésta no puede existir sin la oportunidad de contradecirla.18
Entre nós, esse último aspecto foi bem examinado por Antonio Carlos
de Araújo Cintra, para quem:
19 Idem.
20 Ibidem, pp. 124 y 125.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 401
significa que, admitida uma prova por decisão judicial, a participação dos
interessados nos procedimentos de sua produção deve ser ativa e efetiva.
Assim, se se tratar de provas pré-constituídas, suficiente será a possibilida-
de de manifestação sobre a legalidade ou idoneidade do material probató-
rio introduzido; mas, no caso de provas que se formam no próprio proce-
dimento, as partes devem ter oportunidade de acesso a todos os atos de
sua elaboração, formulando questões às testemunhas ou peritos, obtendo
e contestando informações e, ainda, podendo oferecer a contraprova23
(cursivas del autor).
21 Cfr. Araújo Cintra, Antonio Carlos de, Comentários ao Código de Processo Civil,
(artigos 332 a 475), Río de Janeiro, Forense, 2000, vol. IV, p. 244.
22 Cfr. Magalhães Gomes Filho, Antonio, op. cit., nota 11, pp. 169 y 170.
23 Idem.
402 ADA PELLEGRINI GRINOVER
sempre que novas provas venham aos autos—, mas principalmente a efeti-
va apreciação, pelo juiz, das provas introduzidas em observância ao direi-
to a prova e, em contrapartida, a não consideração, para fins de decisão,
das provas inadmissíveis ou daquelas introduzidas sem respeito ao con-
traditório24 (cursivas del autor).
E mais:
Tudo isso, como dito, afigura-se válido tanto para o processo no âmbi-
to jurisdicional quanto na seara administrativa. Na lição de Celso Anto-
nio Bandeira de Mello, vigora perante a administração o chamado princí-
pio “da ampla instrução probatória, o qual significa, como muitas vezes
observam os autores, não apenas o direito de oferecer e produzir provas,
Assim, prossegue,
No perfil colaborativo, sobressai o objetivo de propiciar a impessoalidade,
pela igual oportunidade, dada aos sujeitos entre si, e a sujeitos ante a
Administração, de apresentar alegações, provas, pontos de vista, etcétera.
Expostos, às claras, todos os elementos de uma situação, torna-se mais fá-
cil a tomada de decisões objetivas, sem conotações pessoais; caso estas
26 Cfr. Bandeira de Mello, Celso Antônio, Curso de direito administrativo, 6a. ed.,
São Paulo, Malheiros, 1995, p. 283.
27 Cfr. Medauar, Odette, op. cit., nota 9, p. 104.
404 ADA PELLEGRINI GRINOVER
30 Cfr. Pellegrini Grinover, Ada, A marcha do processo, Río de Janeiro, Forense Uni-
versitária, 2000, pp. 442 y 443.
31 Cfr. Rangel Dinamarco, Cândido, A instrumentalidade do processo, São Paulo,
Malheiros, 1996, p. 93.
32 Não se trata, evidentemente, quer pela sua natureza, quer pelos seus efeitos, de coisa
julgada. Mas impõe, em grande medida, a irretratabilidade do provimento (Cfr. Araújo
Falcão, Amílcar de, Introdução ao direito administrativo, Río de Janeiro, 1960, p. 60).
406 ADA PELLEGRINI GRINOVER
33 Cfr. Bandeira de Mello, Celso Antônio, Curso de direito administrativo, 9a. ed.,
São Paulo, Malheiros, 1997, p. 91.
34 Cfr. Lopes Meirelles, Hely, Direito administrativo brasileiro, 28a. ed., São Paulo,
Malheiros, 2003, p. 653.
35 Cfr. STJ, RESP 472.399-AL, Rel. Min. José Delgado.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 407
Embora não haja paralelismo entre sentença judicial e coisa julgada admi-
nistrativa entende-se que o ato definitivo da administração goza de uma
imutabilidade que se expressa na autovinculação da Administração como
conseqüência da obrigatoriedade do ato, bem como na noção de irrevo-
gabilidade pela própria Administração, a fim de salvaguardar os interes-
ses dos particulares destinatários do ato (proteção da confiança e da se-
gurança).
40 Ibidem, p. 222.
41 Cfr. Canelutti, Francesco, Sistema di diritto processuale civile, Padova, Cedam,
1936, pp. 309 y 310.
42 Cfr. Amaral dos Santos, Moacyr, Comentários ao código de processo civil, artigos
332 a 475, Río de Janeiro, Forense, 1976, vol. IV, pp. 483 y 484.
43 Cfr. Rangel Dinamarco, Cândido, Fundamentos do processo civil moderno, São
Paulo, Malheiros, 2001, vol. II, p. 1044.
410 ADA PELLEGRINI GRINOVER
E acrescenta:
46 Cfr. Miranda Coutinho, Jacinto Nelson de, “A natureza cautelar da decisão de ar-
quivamento do inquérito policial”, RePro 70/53-55.
47 Cfr. Greco Filho, Vicente, Manual de processo penal, São Paulo, Saraiva, 1991, p. 89.
48 Cfr. Souza Nucci, Guilherme de, Código de processo penal, 2a. ed., São Paulo,
RT, 2003, p. 93.
49 Cfr. Miranda Coutinho, Jacinto Nelson de, op. cit., nota 46.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 413
51 Cfr. Bandeira de Mello, Celso Antônio, Curso de direito administrativo, 14a. ed.,
São Paulo, Malheiros, 2002, p. 96.
52 Cfr. Medauar, Odette, op. cit., nota 28, pp. 89 y 90.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 415
53 Cfr. Bandeira de Mello, Celso Antônio, op. cit., nota 26, pp. 54-56.
54 Cfr. Bandeira de Mello, Celso Antônio, op. cit., nota 51, pp. 104 y 105.
55 Cfr. Bandeira de Mello, Celso Antônio citado por Mauro Roberto Gomes de Mat-
tos, em “Princípio do fato consumado no direito administrativo”, Revista de Direito
Administrativo, vol. 220, 2000, pp. 199 y 200.
416 ADA PELLEGRINI GRINOVER
E mais:
E destaca:
A segurança jurídica tem muita relação com a idéia de respeito à boa-fé.
Se a Administração adotou determinada interpretação como a correta e a
aplicou a casos concretos, não pode depois vir a anular atos anteriores, sob
o pretexto de que os mesmos foram praticados com base em errônea inter-
pretação. Se o administrado teve reconhecido determinado direito com
base em interpretação adotada em caráter uniforme para toda a Adminis-
tração, é evidente que a sua boa-fé deve ser respeita. Se a lei deve respei-
tar o direito adquirido, o ato jurídico perfeito e a coisa julgada, por respei-
to ao princípio da segurança jurídica, não é admissível que o administrado
56 Cfr. Bandeira de Mello, Celso Antônio, “Aplicação da lei no tempo em direito ad-
ministrativo”, Revista de Direito Administrativo, vol. 134, 1978, p. 18.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 417
57 Cfr. Zanella Di Pietro, Maria Sylvia, Direito administrativo, 15a. ed., São Paulo,
Atlas, 2003, pp. 84 y 85.
58 Cfr. Canotilho, J. J., Direito constitucional, Coimbra, Almedina, 1991, p. 384.
59 Cfr. Lopes Meirelles, Hely, Direito administrativo brasileiro, 26a. ed., São Paulo,
Malheiros, 2001, pp. 90 y 91.
60 Cfr. Valle Figueiredo, Lucia, Curso de direito administrativo, 5a. ed., São Paulo,
Malheiros, pp. 52-54.
418 ADA PELLEGRINI GRINOVER
64 Ibidem, p. 162.
65 CJCE, 19 de maio de 1983, Mavridis c. Parlement, Rec., p. 1731.
66 Matthieu, trabajo cit., p. 163. O caso julgado pela Corte era a relativa ao “particu-
lar”, o servidor, o qual tinha do direito constitucional legislado a fundada esperança de
poder perceber, independentemente de “teto”, a remuneração legal e legitimamente esta-
belecida para seu cargo ou função, incluída a hipótese de acumulação, o mesmo se dizen-
do quanto a pensões, vantagens pessoais, etcétera. Pena que o Brasil não seja membro da
Comunidade Européia...
67 Op. cit., nota 63, pp. 215 y ss.
68 Ibidem, p. 215.
420 ADA PELLEGRINI GRINOVER
421
422 FRANCISCO RAMOS MÉNDEZ
haber existido para dejar sin reformar cualquier otra de las instituciones
procesales, como, por ejemplo, los juicios especiales. No cabe descartar
que la reforma de la jurisdicción voluntaria obligue a reformar a su vez al-
gunos aspectos de la nueva LEC.
res de estrategia profesional a que antes me refería. ¡Quién diría que el se-
cretario judicial no tiene nada que hacer en la oficina judicial, que da abas-
to con las tareas que ahora tiene encomendadas, que está cruzado de
brazos todo el día, que necesita más asuntos para sobrevivir profesional-
mente y que la asunción de los actos de jurisdicción voluntaria colma sus
aspiraciones de mejora profesional o de apetencia de servicio a la comuni-
dad! Si todo ello es cierto, pues désele y a otra cosa.
Viendo la cuestión con una cierta distancia, a uno se le antoja que el se-
cretario está llamado a desempeñar un mejor papel en la oficina judicial,
—por qué no la jefatura—, y que su cometido más idóneo sería el de la bue-
na gestión de la oficina para que, de verdad, funcionara con algunos crite-
rios mínimamente empresariales. Un secretario, en mi opinión, necesitaría
más MBAs y menos “procesal”. Desde luego, por mucho que se cierren los
ojos, un acto de jurisdicción voluntaria encomendado al secretario deja de
ser “jurisdiccional”, si le quedaba algo en origen. No debe olvidarse que es
la figura del “juez” la que está insita en la decisión de atribuirle una determi-
nada actividad, sin que esta observación suponga mengua alguna de la com-
petencia personal o profesional del secretariado.
Marcel STORME*
I. INTRODUCTION
437
438 MARCEL STORME
1. Première instance
1 Bankowski, Z. K., Hutton, N. R., Mc. Manus, J. J., Lay justice?, Edinburgh, 1987,
pp. 2 y 3.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 439
publicité. Les uns, en effet, soulignent qu’ils cherchent à évitér les éclats:
ils s’efforcent de résoudre les problèmes à l’amiable (ce qui répond à l’es-
prit de l’institution), sans les présenter à l’audience publique. D’autres, au
contraire, travaillent au grand jour, et même en plein air. Allant plus loin,
les auteurs soviétiques recommandent aux tribunaux civiques de faire lar-
gement usage de la presse locale, de la radio, de la télévision.
La solution de cette antinomie dépend du point de vue auquel on se
place. L’intérêt du coupable est assurément du côté de la discrétion. Mais
alors on sacrifie l’effet exemplaire et l’action préventive sur le public.
Comme cette action se lie au but même des tribunaux civiques, il est pro-
bable que la publicité l’emportera, et que le nombre des litiges diminuera
par voie de conséquence.
Une autre antinomie affecte le caractère des tribunaux civiques.
On veut, d’une part, qu’ils ne se laissent pas contaminer par le formalis-
me, la juridicité, la déformation professionnelle. Pour bien remplir ce rôle, il
faut (sauf paradoxe) qu’ils ignorent le droit, pour n’écouter que leur cons-
cience.
Mais d’autre part, on se plaint de voir les tribunaux civiques abandon-
nés à eux-mêmes par les syndicats (qui doivent les organiser) et par les
tribunaux ordinaires. Or, la tâche des tribunaux civiques devient de plus
en plus vaste et difficile. Leur compétence ne cesse de croître, les mesu-
res (morales, disciplinaires, civiles, pénales) qu’ils peuvent prendre se
multiplient, le règlement organique a déjà fait l’objet de plusieurs amen-
dements et de commentaires doctrinaux.
Si bien qu’on se demande si, par la force des grands nombres, les tri-
bunaux civiques ne vont pas évoluer en tribunaux de juristes, comme le
firent, par exemple, les juges de paix créés par la Révolution française.
Il faut signaler enfin la betriebliche Einigungsstelle dans la BRD
(l’ancienne Allemagne de l’Est) où des laïcs essayaient de trouver une
solution pour le bon fonctionnement d’une entreprise.
2. Appel
Dans son rapport remarquable notre collègue Bulgare Zivko Stalev (So-
fia) a attiré notre attention sur un aspect très important des juges laïcs: leur
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 441
décision peut-elle être attaquée par la voie de l’appel et à qui cet appel
est-il soumis?4
Il ressort de cette étude que pratiquement toutes décisions sont appe-
llables et que l’appel est soumis soit à un tribunal composé uniquement
de juges professionnels soit à un tribunal mixte, composé de juges pro-
fessionnels et laïcs.
La conclusion est claire : en règle générale l’appel est entre les mains
de juges professionnels. Une première instance entre les mains de juges
laïcs est presque toujours suivie d’une deuxième instance, qui est domi-
née par des juges professionnels.
1. Le jury
2. Les assesseurs
Appel
8 Pour le monde ibero-américain: Morello, A. M., “El rol de los participantes legos
en el litigio”, Papel e organizaçâo de magistrados e advogades mas sociedades contem-
porâneas, Coïmbra-Lisboa, 1991, pp. 344 y ss. V. en outre, Habscheid, W. J., Introduzio-
ne al diritto processuale comparato, Rimini, 1985.
9 “Necessité et légitimité de la justice constitutionnelle”, en Favoreu, L. (ed.) Cours
constitutionnelles européennes et droits fondamentaux, París, 1982, p. 467.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 445
10 Ibidem, p. 390.
11 V. à ce sujet Taniguchi, Y., “Jurists and paraprofessionals”, Storme, M., Towards
a Justice with a human face, Antwerpen, 1978, pp. 497 y ss.; V. également: Stalev, Z.,
op. cit., nota 4, pp. 336 y ss.
446 MARCEL STORME
IV. CONCLUSIONS
13 Sic Ost, F., “Entre jeu et providence, Le juge des relations économiques”, en Jac-
quemin, A. y Remiche, B., Les magistratures économiques et la crise, Crisp Bruxelles,
1984, pp. 39 y ss., p. 52.
14 (L’arbitrage peut être considéré comme une sorte de juridiction non professionne-
lle : Stalev, Z., op. cit., nota 4, pp. 333 y ss.
448 MARCEL STORME
Monsieur le juge, je viens d’acheter une télévision couleur chez Jef Pee-
ters, magasin de vente radio-télévision, sur la Grand’Plance à Deinze. Cet-
te télévision ne fonctionne pas bien: les images se succèdent continuelle-
ment. Il me faut une nouvelle télévision.
Cher Monsieur Van Dam, cela m’étonne qu’un vendeur réputé comme
Peeters refuse de remplacer votre télévision.
Monsieur le Juge, il ne sait pas que ma télévision ne marche pas!
I. PRELIMINAR
II. INTRODUCCIÓN
No hay todavía un catálogo de instrumentos procesales que podamos
citar con rigor y que contemple un largo listado de juicios, presupuestos,
estrategias o políticas a seguir para revisar, perfeccionar, cambiar o abo-
451
452 GONZALO URIBARRI CARPINTERO
1 Véase mi libro Derecho arbitral mexicano, México, Porrúa, 2006, pp. 25-32.
454 GONZALO URIBARRI CARPINTERO
camente advertir que uno de los “peros” que ciertos sectores de la profe-
sión oponen al arbitraje es la falta de imperium del árbitro para ejecutar
el laudo arbitral ante el incumplimiento del mismo por la parte que per-
dió y que por ello el laudo no es más que una declaración de particulares,
además de que existe cierta “sensación” de que el laudo no es una sentencia.
Al respecto, podemos afirmar que ambas percepciones son desde luego
erróneas; el laudo es una decisión que resuelve la controversia con efectos
vinculativos y es ejecutable, si no por el árbitro sí lo es por el juez al que
se acuda a solicitar la ejecución en caso de incumplimiento.
El laudo arbitral, desde el punto de vista objetivo, es válido en tanto
que un juez no lo declare nulo o niegue su ejecución porque: no se haya
notificado debidamente la designación de un árbitro o de las actuaciones
arbitrales; el laudo se refiera a controversias no previstas en el acuerdo
de arbitraje o exceda sus términos; que el objeto de la controversia no sea
materia arbitrable o que el laudo sea contrario al orden público. Subjeti-
vamente, el laudo se anularía por un juez si: alguna de las partes no era
capaz al celebrar el acuerdo arbitral o si la composición del tribunal
arbitral no se sujetó al acuerdo celebrado por las partes.
Podemos afirmar que, en principio, el laudo es inapelable y por tanto
definitivo. En cambio, la sentencia del juez es naturalmente apelable o
impugnable.
En ciertas materias: mercantil, el Código de Comercio no dispone me-
dios de impugnación; laboral, la ley del trabajo no prevé ningún recurso
contra los laudos del tribunal y en otros, como el arbitraje financiero y el
del consumidor pueden ser impugnados por juicio constitucional (amparo)
porque las leyes especiales que los regulan así lo disponen o porque la ju-
risprudencia de los tribunales federales así lo ha determinado. Es menester
reiterar que no pueden equipararse los procesos arbitrales y jurisdiccional
estatal pues ambos, aunque son medios heterosolutivos de controversias,
divergen en el tratamiento del litigio y no sólo en el cambio o sustitución
de juzgadores.
Finalmente, la obligatoriedad del laudo implica la cosa juzgada; pero
además, el laudo no impugnado o hacerlo fuera de tiempo daría como lu-
gar la preclusión para demandar la nulidad del mismo. Sin embargo, el
Código de Comercio prevé que al momento de solicitar la ejecución del
laudo, la autoridad judicial puede denegarla si el mismo fue emitido en
defecto del cumplimiento del compromiso arbitral o si la controversia no
era arbitrable y evidentemente, si fue contrario al orden público. Si final-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 459
mente se manda su ejecución por cumplir con todos los requisitos, es cla-
ro que el laudo será tenido como cosa juzgada.
Ante el panorama descrito, la expectativa que debe generar la aplicación
y uso de los medios alternativos de solución de controversias tiene que ser
de confianza e incluso de esperanza, ya que conforme transcurra el tiempo,
(esperamos que no mucho) la opinión pública se dará una idea más clara y
sin ambages de la utilidad y eficacia que significan estos medios alternos,
debidamente difundidos y explicados en su máxima dimensión.
1. Antecedentes históricos
con juicios orales, que, lógicamente, deben ser públicos. Pero lo que no
ha sido discutido en los medios jurídicos, es si debe o no haber jurado
popular, sino solamente se ha debatido la oralidad. El tema del jurado,
estimo, deberá esperar un buen tiempo hasta que la oralidad predominan-
te haya sido implantada en su totalidad; los jurados son un sistema que
trae consigo muchas aristas que pulir. El jurado común es generalmente
un individuo que al no ser perito en derecho, forma o puede llegar a for-
mar historias sobre los casos antes de que se emita el veredicto, pues su
poca formación jurídica (pues posee un legajo de información diversa,
entre la que se incluyen sus creencias, actitudes hacia el mundo y muchí-
simos prejuicios) le hace ver las cosas desde el punto de vista más emo-
cional que racional,7 (el jurado “siente”, el juez “razona”) circunstancias
que no ayudarían mucho a resolver una controversia o juzgar a una per-
sona, al menos no en nuestro medio. Por ello es mejor aplazar la posibili-
dad de establecer jurados en un futuro más lejano, cuando nuestra socie-
dad evolucione hacia un estrato más educado y formal.
2. Concepto de oralidad
7 Mauet, Thomas A., Trial Techniques, 7a. ed., Nueva York, Wolters Kluwer, 2007.
8 Goldberg, Steven H., Mi primer juicio oral, Buenos Aires, Heliasta, 1994, pp. 18
y 19.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 465
9 “El juicio oral en el proceso penal”, Jus Revista del Poder Judicial de Baja Cali-
fornia, año 1, vol. 1, núm. 2, diciembre 1997, p. 6.
10 Dossier “Hacia la oralidad en el proceso civil”, Sistemas Judiciales, Buenos Aires,
año 4, núm. 7, 2004, p. 23.
466 GONZALO URIBARRI CARPINTERO
11 Curso de derecho procesal civil, México, Oxford University Press, 1997, pp. 430-432
12 Ibidem, p. 430.
13 Ibidem, p. 433.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 467
14 Idem.
15 Idem.
468 GONZALO URIBARRI CARPINTERO
16 Derecho procesal civil, 9a. ed., México, Oxford University Press, 2004, pp. 19, 20
y 44.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 469
Para extirpar de los hábitos forenses esa tendencia al bel canto que ha de-
sacreditado entre los jueces la oralidad, sería preciso que las Salas de justi-
cia no fuesen demasiado vastas, y que el lugar de los abogados estuviese
muy próximo al de los magistrados, de modo que el defensor pudiese,
mientras habla, leer en los ojos de sus togados oyentes la hilaridad o el
disgusto que suscitan en ellos algunos de sus artificios retóricos.
3. Publicidad
17 Elogio de los jueces escrito por un abogado, México, Oxford University Press,
2004, p. 34.
18 Op. cit., nota 11, p. 441.
470 GONZALO URIBARRI CARPINTERO
1. Artículo 14
2. Artículo 16
Obligación de que toda persona que sea detenida por el Ministerio Pú-
blico sea conducida inmediatamente ante una autoridad jurisdiccional.
Impedir la incomunicación de una persona privada de su libertad.
3. Artículo 17
4. Artículo 18
19 Para conocer más de los medios alternativos, véase mi libro Derecho arbitral me-
xicano, México, Porrúa, 2006, pp. 8-18.
472 GONZALO URIBARRI CARPINTERO
sos en que se pueda sustituir por una sanción diversa (tratamiento en li-
bertad o trabajo a favor de la comunidad).
5. Artículo 19
6. Artículo 20
7. Artículo 21
VI. CONCLUSIONES
Carlos A. VALLEFÍN*
477
478 CARLOS A. VALLEFÍN
yendo hasta donde encuentra límites” y “para que no se pueda abusar del
poder, es necesario que, por disposición de las cosas, el poder detenga al
poder”.
La llamada división de poderes “es considerada desde el siglo XVIII,
en un sentido especial, como contenido necesario de una Constitución li-
beral y auténtica”, contenido que es “la garantía orgánica contra el abuso
del poder del Estado”, de lo que se sigue que “allí donde no se ha intro-
ducido o donde se ha suprimido, domina eo ipso, según esta concepción,
el despotismo, el absolutismo, la dictadura”.2
Sin embargo, el principio asumió una concepción bifronte a uno y otro
lado del Atlántico: Francia y los Estados Unidos de América se erigieron
en paradigmas, en cierto sentido, antitéticos.
En aquélla, por razones históricas nacidas de la desconfianza hacia el
Ancien Regime, una de las primeras leyes de la Revolución —la del
16/24 de agosto de 1790, en alguna medida reiterada cinco años después,
por la ley del 16 Fructidor de año III— dispuso que “las funciones judi-
ciales son distintas y permanecerán siempre separadas de las funciones
administrativas; los jueces no podrán, bajo pena de prevaricación, pertur-
bar de cualquier manera que sea las operaciones de los órganos adminis-
trativos ni citar ante ellos a los administradores por razón de sus funcio-
nes”. Esta concepción del principio de división de poderes hizo entonces
que se sustrajera a la administración del control de los tribunales judicia-
les y que, tras larga evolución, quedara en manos de un organismo admi-
nistrativo que es el Consejo de Estado.3
francesa: formular la conclusión de que han ejercido sobre ella un cierto influjo, es proce-
der como historiador”. Al texto francés, opone el artículo XXX de la Constitución de Mas-
sachussets que dice así: “In the government of this commonwealth, the legislative departa-
ment shall never exercise the executive and judicial powers, or either of them; the executive
shall never exercise the legislative and judicial powers, or either of them; the judicial, shall
never exercise the legislative and excecutive powers, or either of them; to end it may be a
government of laws, and not of men”. Véase autor citado, La Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, trad. de Adolfo Posada, México, Universidad Nacional Autó-
noma de México, 2000, pp. 104 y 148.
2 Schmitt, Carl, Teoría de la Constitución, trad. de Francisco Ayala, Madrid, Alian-
za Editorial, 1982, capítulo IV, II, 2, p. 60.
3 Weil, Prosper, Le droit administratif, 14a. ed., París, Presses Universitaires de France,
1991, pp. 6 y ss.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 479
4 Hamilton, Alexander, Madison, James y Jay, John, The Federalist Papers, Nueva
York, núm. 78, Bantam, p. 395.
5 Schwartz, Bernard, Administrative Law, 3a. ed., Boston-Toronto, Little, Brown
and Company, 1976, pp. 429 y 470.
6 Fallos 33:162.
480 CARLOS A. VALLEFÍN
7 La Corte Suprema dijo en “Fallos” 1:317 que la jurisprudencia de los Estados Uni-
dos de Norteamérica, “debe servirnos de guía para interpretar nuestra Constitución”. Y,
en “Fallos” 33:162 señaló que “tanto la doctrina de los expositores, como la sanción de la
jurisprudencia de las Cortes Americanas de Justicia”, “tiene importancia decisiva entre
nosotros” pues su derecho federal “es nuestro propio derecho constitucional”.
8 La legitimación, la existencia de una cuestión justiciable, el agotamiento de la vía
administrativa previa y el plazo en el que se debe deducir la acción.
9 Las medidas cautelares, previas, contemporáneas o ulteriores a la interposición de
la demanda.
10 La distinción entre facultades regladas y discrecionales de la administración cobra
importancia en el punto y en qué medidas estas últimas pueden ser revisadas sin menos-
cabo del principio de división de poderes.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 481
tenga,11 son los problemas que dominan el estudio del contencioso admi-
nistrativo.12
Entre todos éstos y a los fines de este trabajo hemos escogido detener-
nos en el estudio de la etapa cautelar. Pero nuestra preferencia no es ca-
sual. Hoy el plazo para la decisión de los pleitos se computa en años. Los
actos y las omisiones de los poderes públicos, cada vez con mayor fre-
cuencia e intensidad, amenazan o lesionan derechos fundamentales. Las
consecuencias de esta actuación se traduce en la existencia de daños gra-
ves o irreparables. En este contexto la suerte de una pretensión cautelar
aunque, como tal, no sella el destino del caso puede, en ocasiones, deter-
minar el desistimiento de la acción o acrecentar las posibilidades de un
acuerdo obviando la necesidad de llegar a la sentencia final. Su admisión
o su rechazo cobran, en algún sentido —y como se procurará explicar—
una importancia mayor que el mismísimo pronunciamiento de fondo.
1. En general
15 El artículo 12, primera parte, de la Ley 19.549 establece que el “acto administrati-
vo goza de presunción de legitimidad”. Ello significa —seguimos aquí la síntesis de Mai-
ral, Héctor A., op. cit., nota 12, pp. 774-776— “considerarlo válido a partir de su naci-
miento y hasta tanto se haya declarado judicialmente su ilegitimidad”. La jurisprudencia
ha derivado de esta presunción “la falta de necesidad de que la justicia declare legítimo el
acto para que éste produzca efectos”, “el acatamiento debido al acto por los particulares”,
“la improcedencia de la revisión de oficio” y “la necesidad de alegar y probar la ilegiti-
midad”. La segunda parte del artículo 12 dispone que “su fuerza ejecutoria —se refiere a
la del acto administrativo— faculta a la administración a ponerlo en práctica por sus pro-
pios medios, a menos que la ley o la naturaleza del acto exigieren la intervención judi-
cial”. Explica Agustín A. Gordillo —Tratado de derecho administrativo, 4a. ed., Buenos
Aires, Fundación de Derecho Administrativo, 1999, t. III, V-53/54— que “la ejecución
‘por sus propios medios’ como expresamente autoriza el artículo 12, se trata de los casos
en que: a) sea factible ejecutar el acto por la administración en lugar de hacerlo el intere-
sado (el retiro de una instalación ubicada en un bien del dominio público; el retiro por la
grúa policial de un automóvil mal estacionado), o b) en que sea admisible forzar mate-
rialmente por la coerción al individuo (el agente de policía que toma a una persona y la
detiene por la fuerza)”. Pero, por ejemplo, exigirán “la intervención judicial” —utilizan-
do los términos de la ley— “la ejecución de una multa” que “no puede hacerla la admi-
nistración procediendo ella misma a vender los bienes del particular en subasta pública y
retener el importe que se le debe: debe iniciar la acción judicial pertinente para la ejecu-
ción del crédito”. Por último, esta misma norma establece que esta característica “impide
que los recursos que interpongan los administrados suspendan su ejecución y efectos, sal-
vo que una norma expresa establezca lo contrario”. “Expreso como es el texto del artícu-
lo 12” —expresa Juan Francisco Linares— “nada cabe ya sino lamentarlo, y hacer votos
porque la administración no asuma, como regla, la de rechazar por sistema todo pedido
de suspensión”. Véase su Derecho administrativo, Buenos Aires, Astrea, 1986, p. 331 y
las remisiones de la nota 27.
16 Chinchilla Marin, Carmen, La tutela cautelar en la nueva justicia administrativa,
Madrid, Civitas, 1991, pp. 28 y 29.
17 El artículo 23 inciso “a” dice que podrá ser impugnado por vía judicial un acto de
alcance particular “cuando revista calidad de definitivo y se hubieren agotado a su res-
pecto las instancias administrativas”. Mairal —op. cit., nota 12, pp. 318 y 319 y 320 y
321— recuerda que los objetivos que la doctrina nacional enumera con relación al agota-
miento de la vía administrativa “tienen en mira, algunos, el interés de la Administración
(darle una oportunidad para corregir sus errores, promover el control de la actuación de
484 CARLOS A. VALLEFÍN
sus órganos inferiores) y otros el interés del Poder Judicial (facilitar su tarea obligando a
las partes a concretar la controversia antes de acceder a sus estrados)”. El agotamiento es
visto con simpatía por parte de la doctrina —recuerda— y por la jurisprudencia. La Corte
Suprema lo ha elevado a la categoría de principio esencial en materia de recursos conten-
cioso-administrativos. La Cámara Federal del fuero ha destacado ‘su múltiple finalidad
en cuanto tiende a dar a la administración la oportunidad de revisar el caso y, eventual-
mente, revocar el error facilitando el control de legitimidad y conveniencia por parte de
los órganos superiores, y de tal modo, asegurar una oportunidad para que defienda más
eficazmente el interés público confiado a su custodia’”. La práctica revela que, a veces,
es utilizado ritualmente con la desviada finalidad de postergar o frustrar el necesario con-
trol judicial sobre el comportamiento administrativo. La situación es aun más grave cuan-
do este requisito del agotamiento de la instancia administrativa se extiende a la acción de
amparo, desnaturalizando tanto el sentido del recaudo como la finalidad de la acción. So-
bre esto último, consúltese Morello, Augusto M. y Vallefín, Carlos A., El amparo. Régi-
men procesal, 4a. ed., La Plata, Platense, 2000, p. 29 y sus remisiones.
18 Parada Vázquez, José Ramón, “Privilegio de la decisión ejecutoria y proceso con-
tencioso”, La administración y los jueces, Caracas, Editorial Jurídica Venezolana-Mar-
cial Pons, 1988, p. 142 y aparecido originariamente en la Revista de Administración Pú-
blica, Madrid, núm. 55, p. 65.
19 Berizonce, Roberto O., Derecho procesal civil actual, La Plata-Buenos Aires, Pla-
tense-Abeledo-Perrot, 1999, p. 172.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 485
22 García de Enterría, Eduardo, La batalla por las medidas cautelares. Derecho comuni-
tario europeo y proceso contencioso-administrativo español, Madrid, Civitas, 1992, pp. 277
y 278. Se refiere a la Cámara de los Lores en Inglaterra, al Tribunal Supremo de España, al
Consejo de Estado francés y al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas.
23 Grau, Armando E., “Suspensión del acto administrativo y medida de no innovar
contra el Estado”, Revista Jurídica de Buenos Aires, 1965, p. 239.
24 Véase Vallefín, Carlos A., Protección cautelar frente al Estado, Buenos Aires, Le-
xisNexis-Abeledo-Perrot, 2002, capítulo IX.
25 En el marco de una grave crisis económica que obligó al gobierno nacional a res-
tringir la disponibilidad de los depósitos de dinero efectuados en los bancos públicos y
privados y frente al creciente número de órdenes judiciales que, a título cautelar, impo-
nían la devolución de dichos depósitos, el Congreso de la Nación sancionó —entre
otras— la Ley 25.587. El artículo 1o. dispuso que en los pleitos sobre la materia “sólo se-
rá admisible la medida cautelar reglada por el artículo 230 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación cuando existiese el peligro de que si se mantuviere o alterare, en
su caso, la situación de hecho o derecho, la modificación pudiere interferir en la senten-
cia o convirtiere su ejecución en imposible o ineficaz. En ningún caso las medidas caute-
lares que se dispongan podrán tener idéntico objeto que el perseguido respecto de lo que
deba ser materia del fallo final de la causa, ni consistir en la entrega bajo ningún título
al peticionario de los bienes objeto de la cautela”. La Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Contencioso Administrativo Federal, Sala II, in re “Grimberg, Marcelo Pablo”, sen-
tencia del 25 de junio de 2002 declaró inconstitucional este precepto por encontrarlo
“violatorio de las garantías consagradas en los artículos 1o., 16, 18, 31, 43 y 75 inciso 22
de la Constitución Nacional y los artículos 8o. y 25 de la Convención Americana de Dere-
chos Humanos”, destacando que “la efectividad de la tutela judicial se halla muchas veces
condicionada por la eficacia de los medios procesales a través de los que se intenta la con-
servación del derecho o situación jurídica litigiosa durante la sustanciación del proceso”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 487
no puede inferirse que quede libre el legislador de todo límite para dispo-
ner o no medidas de aquel género o para ordenarlas sin condicionamiento
constitucional alguno. La tutela judicial ha de ser, por imperativo constitu-
cional, ‘efectiva’, y la medida en que lo sea o no ha de hallarse en la sufi-
ciencia de las potestades atribuidas por Ley a los órganos del poder judi-
cial para, efectivamente, salvaguardar los intereses o derechos cuya
protección se demanda.
Énfasis agregado. Véase infra nota 30 y la nota 258 de nuestro trabajo citado en nota 24 y
alli la remisión al caso “Yakus” (321 U.S. 414) resuelto por la Suprema Corte de Estados
Unidos, que explica la extensión y límites de la competencia del Congreso en materia caute-
lar en dicho país.
26 Long M., Weil P., Braibant G., Devolvé P. y Genevois B., Les grands arrêts de la
jurisprudence administrative, 11a. ed., París, Dalloz, 1996, p. 712, núm. 22. La bastardi-
lla nos pertenece.
488 CARLOS A. VALLEFÍN
En consecuencia —concluyó—
para rechazar este criterio sostuvo que: a) ningún tribunal puede detener el
tiempo ni lograr siempre que las circunstancias que rodean un caso no se
vean modificadas pero, dentro de estos límites, es razonable que el tribu-
nal pueda impedir que se consumen daños irreparables a las partes o al in-
terés público, derivado de la prematura ejecución de una decisión que lue-
go puede ser hallada ilegal; b) por esta razón siempre se ha sostenido que
dentro del tradicional repertorio de instrumentos a disposición de los jue-
ces se hallaba la posibilidad de dictar medidas cautelares en tanto estuvie-
ra pendiente la solución del litigio; c) si la corrección de los errores de de-
recho cometidos por la administración ha sido confiada a los tribunales, la
30 Esta decisión, los comentarios de los autores y las tendencias legislativas en los
Estados Unidos sugieren una posición menos terminante que la sostenida por los tribuna-
les españoles, según señalamos supra. Una cosa es sostener que el dictado de las medi-
das cautelares no depende de una específica autorización y otra, afirmar que la negativa
del legislador —o algún tipo de limitación, añadimos— deviene inconstitucional. Véase
Strauss, Peter L., Rakoff, Todd, Schotland, Roy A. y Farina, Cynthia R., Administrative
Law, 9a. ed., Nueva York, The Foundation Press, Inc., 1995, p. 1120, nota 1. Entre noso-
tros, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires sostuvo que la facul-
tad de dictar medidas cautelares “deriva de la misma función jurisdiccional y, aun cuan-
do en ciertos casos está expresamente autorizada por la ley, la ausencia de una norma
que la reglamente no impide su ejercicio, el que queda librado entonces al prudente arbi-
trio judicial” (Véase “Acuerdos y Sentencias” 1957-IV-138). Énfasis agregado.
31 Podría hablarse aquí —para utilizar aquí la misma figura— de la amparización de
los procesos. El desarrollo de esta idea, los recaudos contra la inflación en la promoción
de amparos y la devaluación del instituto por un uso inadecuado, puede hallarse en More-
llo, Augusto M. y Vallefín, Carlos A., El amparo..., cit., nota 17, capítulo XXIV y sus
remisiones.
490 CARLOS A. VALLEFÍN
32 Tarzia, Giuseppe, “La tutela cautelare”, Varios Autores, Il nuovo processo caute-
lare, Padúa, Cedam, 1993, p. XXXII.
33 Ibidem, p. XXXIII.
34 Idem.
35 Véase la disidencia del juez Fortas en el caso “Gardner” 387 U.S. 167.
36 “Fallos” 321:1252, la cita corresponde a p. 1299, considerando 25, que invoca el
precedente norteamericano “Schlesinger” (418 U.S. 208).
37 “Fallos” 262:267.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 491
V. CONCLUSIONES
38 “Fallos” 241:291.
39 La Corte en la expresión en bastardilla dice el amparo constitucional. Utilizamos
la licencia de sustituir un texto porque mutatis mutandi el obiter del Tribunal puede apli-
carse en el ámbito que estudia este trabajo.
40 Afirmación esta última —reconocemos— cuestionable, más compatible con el de-
recho norteamericano que con las ideas dominantes en el derecho europeo.
ACCESSO ALLA GIUSTIZIA, ADR, PROSPETTIVE
Vincenzo VIGORITI*
* Università di Firenze.
1 Sull’ADR la letteratura è sterminata. Indicazioni bibliografiche sono agevolmente
reperibili in Rete per cui non pare necessario riproporle qui. In generale, a livello euro-
peo, ved. il sito www.eurocivil.info ed ivi notizie sulle judicial cooperation in civil mat-
ters in the European Union.
493
494 VINCENZO VIGORITI
2La versione finale della proposta è stata diffusa il 22 ottobre 2004: Vigoriti, V.,
“La proposta di Direttiva Europea sulla mediation”, Rass.forense, 2005, pp. 360 ss.;
Ghirga, M. F., Conciliazione e mediazione alla luce della proposta di direttiva europea,
Riv. dir. proc., 2006, pp. 463 ss., ed ivi amplissimi riferimenti. Attualmente l’iniziativa è
sottoposta al Parlamento europeo (ref. COD/2004/0251) col titolo judicial cooperation in
civil and commercial matters: resolution of disputes by use of mediation. Il 12 gennaio
2005, il Council of the Union si è espresso a favore dell’approvazione, chiedendo solo
una precisazione del concetto di “contenzioso crossborder”, e l’affermazione specifica
del principio di sussidiarietà.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 503
Roland ARAZI*
I. INTRODUCCIÓN
507
508 ROLAND ARAZI
5Morillo, Augusto M., El proceso civil moderno, Buenos Aires, Librería Editora
Platense, 2001.
6 Kemelmajer de Carlucci, Aída, “Las escuchas telefónicas en la experiencia judi-
cial”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, núm. 14, p. 77.
7 Gimeno Sendra, Vicente, “Las intervenciones telefónicas en la jurisprudencia del
T. C. y T. S.”, Derecho procesal en vísperas del siglo XXI, Buenos Aires, Ediar, 1997,
pp. 425 y ss.
8 Véase, Lorenzetti, Ricardo L., “El juez y las sentencias difíciles”, Revista Jurídica
Argentina La Ley, 1998-A.1039.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 511
1. Examen genético
2. Allanamientos y requisas
3. Control de alcoholemia
4. Escuchas telefónicas
colocar de manera ilegal dispositivos que permitan escuchar todas las con-
versaciones de terceros titulares de líneas telefónicas, violar domicilios o
invadir el derecho a la intimidad (artículo 1071 bis. Código Civil) deben
ser admitidas como medio de prueba, aun cuando la parte a quien se pre-
tende oponer desconozca que se estaba grabando la conversación, que lo
estaban fotografiando en ámbitos públicos o filmando.
35 Borda, Guillermo A., Tratado de derecho civil, Parte general, 7a. ed., Buenos Ai-
res, Perrot, 1980, t II, p. 190.
36 Edwards, Carlos E., Garantías constitucionales en materia penal, Buenos Aires,
Astrea, 1996, p. 133.
522 ROLAND ARAZI
7. Prueba informática
III. CONCLUSIÓN
Afirma José I. Cafferata Nores que los actos procesales que vulneren las
garantías constitucionales carecen de los efectos que las leyes de acuerdan,
no tendrán validez, son nulos y no susceptibles de convalidación.42 Coincido
con este autor cuando afirma que en el proceso penal la nulidad no puede
ser invocada para hacerla valer en perjuicio del imputado.
I. INTRODUCCIÓN
527
528 JOAN PICÓ I JUNOY
1. Introducción
7 De igual modo, cfr. las SSTC 173/2000, del 26 de junio (foja 3); 175/1994, del 7
de junio (foja 4); 205/1991, del 30 de octubre (foja 3) et al.
8 Sobre el favor probationes, véase Muñóz Sabaté, Ll., Fundamentos de prueba ju-
dicial civil. LEC 1/2000, Barcelona, J. Ma. Bosch, 2001, p. 38.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 531
pone una nueva perspectiva y una sensibilidad mayor en relación con las
normas procesales atinentes a ello, de suerte que deben ser los Tribunales
de justicia los que deben proveer a la satisfacción de tal derecho, sin des-
conocerlo u obstaculizarlo, siendo preferible en tal materia incurrir en un
posible exceso en la admisión de prueba que el de su denegación.
la garantía del artículo 24.2 del derecho a la defensa, consiste en que las
pruebas pertinentes propuestas sean admitidas y practicadas por el Juez o
Tribunal y al haber sido constitucionalizado impone una nueva perspecti-
va y una sensibilidad mayor en relación con las normas procesales atinen-
tes a ello, de suerte que deban los Tribunales de justicia proveer a la satis-
facción de tal derecho, sin desconocerlo ni obstaculizarlo. 9
B.
11 En este sentido, véase también las SSTC 35/1997, del 25 de febrero (fundamento
jurídico 5); 1/1996, del 15 de enero (fundamento jurídico 2); 233/1992, del 14 de di-
ciembre (fundamento jurídico 2); 94/1992, del 11 de junio (fundamento jurídico 3);
52/1989, del 22 de febrero (fundamento jurídico 2) 149/1987, del 30 de octubre (funda-
mento jurídico 2). Al respecto, véase las reflexiones que se efectúan en el punto 2.B.1
del epígrafe IV.
12 Cfr. las SSTC 210/1996, del 17 de diciembre (fundamento jurídico 3); 38/1996,
del 11 de marzo (fundamento jurídico 2); 65/1993, del 1o. de marzo (fundamento jurídi-
co 3); 39/1988, del 9 de marzo (fundamento jurídico 2); 5/1988, del 7 de marzo (funda-
mento jurídico 4); 162/1986, del 17 de diciembre (fundamento jurídico 2); 60/1985, del
6 de mayo (fundamento jurídico 4), o la 65/1983, del 21 de julio (fundamento jurídico
4).
13 En este sentido, véanse las SSTC 104/1997, del 2 de junio (fundamento jurídico
4); 79/1997, del 21 de abril (fundamento jurídico 4); 152/1996, del 30 de septiembre
(fundamento jurídico 2); 149/1996, del 30 de septiembre (fundamento jurídico 2);
117/1990, del 21 de junio (fundamento jurídico 3); 3/1987, del 21 de enero (fundamento
jurídico 2), o la 62/1986, del 20 de mayo (fundamento jurídico 2).
534 JOAN PICÓ I JUNOY
un perito judicial, por ser de extremo interés tal designación y ello habida
cuenta de las circunstancias del caso”, lo cual debe conducir, de modo inevi-
table, a la desestimación de la solicitud de designación de perito formulada.15
artículo 1255 del repetido cuerpo legal establece como valladar a la libertad
de pacto.16
1. Introducción
A. Concepto
B. Contenido
cisión del conflicto que es objeto del proceso”. De igual modo, véanse la STC 37/2000,
del 14 de febrero, foja 3 y el ATC 155/2000, del 14 de junio (foja 2).
19
Ibidem, pp. 54 y ss.
20 Al respecto, véanse Goubeux, G.: “Le droit a la preuve”, La preuve en droit, Bruselas,
Émile Bruylant, 1981, p. 281; Perrot, R., “Le droit à la preuve”, Effektiver Rechtsschutz und
Verfassungsmässige Ordnund-Effectiveness of Judicial and Constitutional Order, Bielefeld,
Gieseking-Verlag, 1983, pp. 102 y 103; Walter, G., “Il diritto alla prova in Svizzera”, Rivista
Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, IV, 1991, pp. 1192 y 1198, y Taruffo, M., Il diritto
alla prova nel processo civile, Rivista di Diritto Processuale, I/1984, p. 78.
21 La Ley 163/2001.
538 JOAN PICÓ I JUNOY
22 En esta línea, véanse también las SSTS del 1o. de octubre de 1994 (RA 7441); 30
de abril de 1994 (RA 2950), y la del 18 de mayo de 1993 (RA 3561).
23 En la doctrina de nuestro TC se reitera, de igual modo, la idea de que el derecho a
la prueba consiste en que las pruebas pertinentes sean admitidas y practicadas. En este
sentido, cfr. entre otras las SSTC 236/2002, del 9 de diciembre (fundamento jurídico 4);
165/2001, del 16 de julio (fundamento jurídico 2); 73/2001, del 26 de marzo (fundamen-
to jurídico 2); 246/1994, del 19 de septiembre (fundamento jurídico s 3 y 5); 206/1994,
del 11 de julio (fundamento jurídico 2); así como las 59/1991, del 14 de marzo (funda-
mento jurídico 2); 205/1991, del 30 de octubre (fundamento jurídico 3); 211/1991, del
11 de noviembre (fundamento jurídico 2), y la 1/1992, del 13 de enero (fundamento jurí-
dico 5).
24 Sobre este particular, la STC 183/1999, del 11 de octubre (fundamento jurídico 4)
destaca que “la falta de práctica de una prueba admitida equivale a su inadmisión inmotiva-
da”, y la 147/1987, del 25 de septiembre (fundamento jurídico 3), indica: “[...] el efecto de la
inejecución de la prueba es o puede ser el mismo que el de su inadmisión previa [...]. Objeti-
vamente, pues, ello equivale a una inadmisión”. Esta doctrina se reproduce en la SSTC
37/2000, del 14 de febrero (fundamento jurídico 4); 26/2000, del 31 de enero (fundamento
jurídico 2); 217/1998, del 16 de noviembre (fundamento jurídico 2); 50/1988 del 22 de mar-
zo (fundamento jurídico 3) y en el ATC 2156/1988, del 22 de mayo.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 539
28 En este orden de ideas, véase igualmente la STS del 8 de mayo de 1992, funda-
mento jurídico 3 (RA 3893).
29
La cursiva es mía.
30 Así, Taruffo, M., op. cit., nota 21, p. 106; Andolina, I., y Vignera, G., Il modello costi-
tuzionale del processo civile italiano, Turín, Giappichelli, 1990, p. 97, y Cavallone, B., “Crisi
delle «maximen» e disciplina dell´istruzione probatoria”, Rivista di Diritto Processuale,
1976, pp. 686 y 687.
31 A modo de ejemplo, podemos citar la STC 325/1994, del 12 de diciembre, en cuyo
fundamento jurídico 3 establece: “[...] la motivación de las Sentencias como exigencia cons-
titucional (artículo 120.3 C.E.) que se integra sin violencia conceptual alguna en el derecho a
una efectiva tutela judicial, ofrece una doble función. Por una parte, da a conocer las refle-
xiones que conducen al fallo, como factor de racionalidad en el ejercicio del poder y a la vez
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 541
facilita su control mediante los recursos que procedan”. Esta doctrina la encontramos, de
igual modo, en el ATC 389/1982, del 15 de diciembre (foja 1), y en las SSTC 61/1983, del
11 de julio (foja 3); 111/1985, del 11 de octubre (foja 1); 109/1992, del 14 de septiembre (fo-
jas 3 y 4); 159/1992, del 26 de octubre (foja 3), y 174/1992, del 2 de noviembre (foja 2); en-
tre otras. Para el estudio de esta jurisprudencia constitucional, me remito a mi trabajo Las ga-
rantías constitucionales del proceso, cit., nota 1, pp. 60-65.
32 De faltar esta motivación estaremos en presencia, según la doctrina del TS, ante un
supuesto de “incongruencia omisiva” (cfr. las SSTS del 7 de marzo de 1992, foja 2, RA
2006; 7 de marzo de 1994, foja 5, RA 2196, o la de 1 de febrero de 1990, foja 4, RA 649).
33 Para su estudio véase Jiménez Conde, F., “La apreciación conjunta de las prue-
bas”, Escritos en homenaje al profesor Prieto-Castro, Madrid, Editora Nacional, 1979,
pp. 207-280.
34 Véase mi trabajo El derecho a la prueba en el proceso civil, cit., nota 2, pp. 28 y 29.
35 Cfr. las SSTS del 5 de junio de 1998, foja 3 (RA 4275), o la del 29 de mayo de
1997, foja 2 (RA 4117).
542 JOAN PICÓ I JUNOY
chos ya es suficiente,36 pues puede entenderse que el resto han sido valora-
dos negativamente. En este sentido, el artículo 218.2 LEC se refiere a la
motivación de las sentencias, indicando que éstas “se motivarán expresando
los razonamientos fácticos y jurídicos que conducen a la apreciación y valo-
ración de las pruebas”. De igual modo, la jurisprudencia, al analizar el deber
de motivar las sentencias, entiende que en la perspectiva concreta probatoria
la facultad de los órganos jurisdiccionales de apreciación y valoración de
las pruebas comporta que tal apreciación y valoración se lleven efectiva-
mente a cabo; a lo que cabe añadir que no basta con calificar de forma
abstracta un hecho como demostrado, sino que es preciso la explicación de
las causas determinantes de dicha decisión, pues por constituir la prueba el
apoyo de la sentencia no es admisible obviar su análisis.37
1. Introducción
A. La pertinencia
39
El derecho a la prueba en el proceso civil, cit., nota 2, pp. 39-115.
40 De igual modo, véanse las SSTC 73/2001, del 26 de marzo (foja 2), o la 26/2000,
del 31 de enero (foja 2). Sobre el límite de la pertinencia de la prueba, véanse in extenso
mi trabajo ibidem, pp. 43-60.
544 JOAN PICÓ I JUNOY
B. La utilidad
41 Así, la STS del 16 de junio de 1992, foja 1 (RA 5397) señala que: “La conclusión
anticipada de innecesariedad (de la prueba) puede llevar consigo una carga peligrosa de
indefensión si se establecen precipitadas decisiones”, y la de 22 de enero de 1992, foja 3
(RA 289), igualmente destaca que: “De todas formas se trata de un problema de límites y
equilibrio en tanto que los Tribunales por inclinación natural consideran muchas veces
impertinentes lo que a su juicio es inútil o irrelevante, con lo que peligrosamente puede
estar anticipando, precipitadamente, una postura en clara indefensión de la parte”.
42 En este sentido, véase Muñóz Sabaté, L., Técnica probatoria (Estudios sobre las
dificultades de la prueba en el proceso), 4a. ed., Barcelona, Praxis, 1993, p. 89.
546 JOAN PICÓ I JUNOY
c. La licitud
3. Límites extrínsecos
A. Límites genéricos
48 Cfr. mi trabajo El derecho a la prueba en el proceso civil, cit., nota 2, pp. 63-115.
49 De igual modo, véanse las SSTC 19/2001, del 29 de enero (fundamento jurídico
4); 186/2000, del 10 de julio (fundamento jurídico 4); 173/2000, del 26 de junio (fun-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 549
B. Límites específicos
damento jurídico 3); 140/2000, del 29 de mayo (fundamento jurídico 4); 96/2000, del
10 de abril (fundamento jurídico 2); 37/2000, del 14 de febrero (fundamento jurídico
3); 33/2000, del 14 de febrero (fundamento jurídico 2); 26/2000, del 31 de enero (fun-
damento jurídico 2); 181/1999, del 11 de octubre (fundamento jurídico 3); 52/1998,
del 3 de marzo (fundamento jurídico 2); 1/1996, del 15 de enero (fundamento jurídico
2); 94/1992, del 11 de junio (fundamento jurídico 3); 211/1991, del 11 de noviembre
(fundamento jurídico 2); o el ATC 155/2000, del 14 de junio (fundamento jurídico 2).
550 JOAN PICÓ I JUNOY
lidamente, pues para ello debe estar “en el pleno ejercicio de sus dere-
chos civiles” (artículo 7.1 de la LEC), razón por la cual entendemos que
el interrogatorio deberá realizarse con su representante legal. 53
b. Interrogatorio de testigos
53 De igual modo, véase Montero Aroca, J., La prueba en el proceso civil, 3a. ed.,
Madrid, Civitas, 2002, p. 173.
54 Véase al respecto, mi comentario al artículo 361 de la LEC “Idoneidad para ser
testigos”, Comentarios a la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, cit., p. 1963.
55 Esta es la solución adoptada en distintos ordenamientos procesales civiles euro-
peos, y la que se recoge en nuestra normativa procesal penal, ibidem, pp. 1964 y 1965.
552 JOAN PICÓ I JUNOY
persona es capaz de percibir sensaciones de algún tipo, por muy débiles que
sean, su declaración deberá ser posible y valorable libremente por el juez.
En el artículo 363 de la LEC nos encontramos con una norma que tie-
ne por rúbrica “Limitación del número de testigos”, lo que puede inducir
erróneamente a pensar que en dicha norma existe un límite a esta prueba
respecto a su admisión. Sin embargo, en su apartado primero, tan sólo se
recoge una norma distributiva del pago de los gastos que se deriven de su
práctica, estableciendo que respecto a unos mismos hechos discutidos, el
coste del cuarto y siguientes testigos corresponde a la parte que los haya
propuesto.56 El segundo apartado del artículo 363 de la LEC establece que
el tribunal que hubiere escuchado el testimonio de al menos tres testigos en
relación con un hecho discutido, podrá obviar las declaraciones testificales
que falten, referentes a ese mismo hecho, si se considera suficientemente
ilustrado con las ya emitidas. Tampoco en esta norma se impide la admisión
de la prueba testifical, sino su práctica, por lo que el juez no puede denegar
dicha prueba efectuando juicios probabilísticos sobre la futura declaración
de los testigos. En cualquier caso, esta previsión normativa resulta censura-
ble en la medida en que puede frustar el derecho a la prueba al no permitir
la declaración del cuarto y sucesivos testigos. En la medida en que se desco-
noce el contenido de las futuras declaraciones testificales, el juez debería
abstenerse de negar la práctica de esta prueba. En mi opinión, a pesar de que
el juez ya esté convencido de un hecho, la declaración de nuevos testigos
puede aportarle datos que le hagan recapacitar sobre el convencimiento pro-
visional ya adquirido, motivo por el cual debería procurar lograr la plena
eficacia a esta prueba y permitir la declaración de todos los testigos propues-
tos. Finalmente, si el juez entiende que en la práctica de esta prueba existe
una actuación maliciosa de una parte, al objeto, por ejemplo, de dilatar in-
justificadamente la duración del juicio, podrá rechazar la declaración del tes-
tigo aplicando los artículos 247.2 de la LEC y 11.2 de la LOPJ.
b) En segundo lugar, respecto a la forma en que deben realizarse las
preguntas, el artículo 368.1 LEC exige que se formulen en sentido afir-
mativo, con la debida claridad y precisión, y sin incluir valoraciones ni
calificaciones.57
56 Para una crítica de esta norma me remito al comentario que realizo del artículo
363 de la LEC, “Limitación del número de testigos”, ibidem, pp. 1969 y 1970.
57 Sobre el particular, véase mi comentario al artículo 368 de la LEC “Contenido y
admisibilidad de las preguntas que se formulen”, ibidem, pp. 1981 a 1983.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 553
58 Así, véase Picó i Junoy, J., El derecho a la prueba en el proceso civil, cit., nota 2,
p. 353, nota 231.
59 Otros preceptos constitucionales recogen el secreto profesional como un derecho a
no declarar sobre los hechos concernientes al mencionado secreto. Se trata del artículo
24.2.II, con referencia a los procesos penales, y del artículo 20.1.d, respecto a los perio-
distas y demás profesionales de los medios de difusión, sobre datos e informaciones lo-
grados en el ejercicio de sus funciones.
60 En este sentido, Michavila Núñez configura el secreto profesional como “una mani-
festación concreta del más amplio derecho a la intimidad personal y familiar”, por lo que
554 JOAN PICÓ I JUNOY
los, la LO 1/1982, del 5 de mayo, que desarrolla el artículo 18.1 CE, prevé
en su artículo 7.4 como “intromisión ilegítima” en tales derechos “la reve-
lación de datos privados de una persona o familia conocidos a través de la
actividad profesional u oficial de quien los revela”. Junto a dicha previsión
encontramos el artículo 2.2 de la misma Ley, que permite la declaración y
revelación de los secretos, bien en virtud de una autorización prevista ex-
presamente en la ley, o bien mediante el consentimiento expreso del titular
de los mencionados derechos. De esta normativa se deducen las tres si-
guientes consideraciones: primera, toda persona goza del derecho funda-
mental a la intimidad personal (artículo 18.1 de la CE), lo que se materiali-
za o concreta, en nuestro caso, en el derecho a que no se revelen, por
terceros, datos privados o secretos a los que se ha tenido acceso en virtud
de una actividad profesional u oficial (artículos 18.1 de la CE en relación
con el artículo 7.4 de la LO 1/1982);61 segunda: la posibilidad de revelarse
los citados datos secretos se subordina a la existencia de una autorización
expresa de la ley o del sujeto que los ha confiado (artículo 2.2 de la LO
1/1982), y tercera: debido al carácter “expreso”, tanto de la autorización
legal como del consentimiento del titular del derecho a la intimidad, debe-
rá rechazarse toda declaración reveladora de secretos realizada con omi-
sión de tales exigencias, al producirse la vulneración del mencionado dere-
cho a la intimidad. En consecuencia, entiendo que dicha declaración no
—sigue indicando el autor— es “la protección del derecho a la intimidad del depositante del
secreto la clave de bóveda de la institución”, “El artículo 24 de la Constitución y el derecho
al secreto profesional: una visión unitaria de la institución”, Revista Española de Derecho
Administrativo, núm. 56, octubre-diciembre 1987, pp. 538 y 547.
61 Obviamente, como ha destacado la jurisprudencia del TS, la presente limitación pro-
batoria no es absoluta, es decir, no imposibilita toda eventual declaración de un testigo que
pueda guardar secretos de una de las partes litigantes, sino sólo la declaración referente a este
último extremo. Así, respecto al carácter restrictivo del derogado artículo 1.247. 5 del Código
Civil (CC) (de contenido similar al aquí examinado) cfr. la STS de 12 de noviembre de 1985,
fundamento jurídico 2 (RA 5578), o la del 5 de marzo de 1981, considerando 2 (RA 899),
en la que se indica: “ [...] toda vez que si ciertamente el citado núm. 5 del artículo 1.247, en
relación con el artículo 1.245, ambos del CC, establece la inhabilidad, por disposición de la
ley, de ”los que están obligados a guardar secreto, por su estado o profesión, en los asuntos
relativos a su profesión o estado", la incapacidad que al respecto implica no es absoluta, en el
sentido, en lo que se refiere al Abogado, de que el mero hecho de serlo pueda ser rechazado
tanto a priori como en las manifestaciones testificales que haya rendido, sino relativa, depen-
diente de que por la índole de las preguntas que se hubieren formulado y contestado afecten a
un real y efectivo secreto profesional [...]”. De igual modo, cfr. la STS del 2 de abril de 1971,
considerando 1 (RA 1563).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 555
deberá “surtir efecto”, esto es, no podrá ser tenida en cuenta por el órgano
jurisdiccional para fundamentar su sentencia, en virtud del artículo 11.1 de
la LOPJ y 283.3 de la LEC, al constituir éste un supuesto de prueba ilícita.
A modo de conclusión, entiendo que del desarrollo orgánico del artículo
18.1 de la CE se deriva una matización respecto al carácter genérico del lí-
mite probatorio previsto en el artículo 371 de la LEC, pues es admisible y
eficaz la declaración que un testigo realice sobre datos o informaciones
acerca de los cuales deba guardar secreto, cuando ello se prevea ex lege o
exista una autorización expresa del titular del derecho a la intimidad. En
caso contrario, el debido respeto a este derecho justifica el presente límite
a la prueba testifical, y la consecuente prohibición del juez de valorar el
testimonio logrado vulnerando el derecho fundamental a la intimidad.
Y, en segundo lugar, la limitación probatoria puede producirse cuando
el testigo alegue que los hechos por los que se le pregunta pertenecen a
materia legalmente declarada o clasificada como de carácter reservado o
secreto. En este caso, el tribunal podrá denegar la formulación de la pre-
gunta formulada o, si lo considera necesario para la satisfacción de los in-
tereses de la administración de justicia, podrá requerir al órgano compe-
tente el documento oficial que acredite el carácter reservado o secreto de la
materia sobre la que se ha preguntado al testigo. Dicha petición se hará
mediante providencia, lo que pone de manifiesto la voluntad del legislador
de que el juez se limite a formular dicha petición, sin que motive o razone
la necesidad de la declaración testifical para la justa resolución del litigio.
Si el citado órgano determina que dicha materia no tiene el carácter reser-
vado o secreto, el testigo deberá contestar a las preguntas que se le formu-
len; si, por el contrario, certifica dicho carácter, el juez sólo podrá unir a
los autos el documento remitido por el citado órgano y dejar constancia de
las preguntas afectadas por el secreto oficial. La presente regulación nor-
mativa es sumamente deficiente e insatisfactoria, y en la medida en que ya
he tenido ocasión de manifestarme con profundidad de razonamientos en
otro lugar, me remito a lo ya indicado en dicho estudio.62
Para concluir los límites a esta medio probatorio debo referirme a dos
normas que establecen una injustificada limitación al derecho a la prueba.
a)
62 Véase mi comentario al artículo 371 de la LEC “Testigos con deber de guardar se-
creto”, op. cit., nota 15, pp. 1992-1998.
556 JOAN PICÓ I JUNOY
c. Prueba documental
63 A mayor abundamiento, es posible mantener la tesis planteada por Chozas Alonso, se-
gún la cual el artículo 51 Código de Comercio ha sido derogado tácitamente por la Disposi-
ción Derogatoria de la Ley 1/2000, La prueba de interrogatorio de testigos en el proceso ci-
vil, Madrid, La Ley, 2001, p. 88.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 557
infracción del derecho a la prueba. En esta línea, la SAP de Baleares del 1o. de febrero de
1994 (fundamento jurídico 3), destaca que “la aportación, en período probatorio, del docu-
mento en el que el demandado intentaba fundar la excepción de pago ha sido extemporá-
nea”, razón por la cual resulta correcta su inadmisión (cfr. Tribunal, núm. 3, 1994, p. 840).
67 Evidentemente, la preclusión de esta posibilidad no comporta la inadmisión de la
demanda, así como tampoco que deba inevitablemente dictarse una sentencia desfavo-
rable sobre el fondo, pues como observa Montero Aroca, op. cit., nota 65, p. 62, “a la
largo del proceso puede producirse alguna contingencia que permita, a pesar de la falta
de los documentos, el éxito de la demanda [por ejemplo, el demandado reconoce el he-
cho constitutivo en la contestación o lo admite en la confesión”].
68 En este sentido, el artículo 269.1 de la LEC imperativamente establece: “Cuando con
la demanda, la contestación o, en su caso, en la audiencia previa al juicio, no se presentara al-
guno de los documentos… no podrá ya la parte presentar el documento posteriormente, ni
solicitar que se traiga a los autos...”.
69 Al respecto, véanse mis trabajos El principio de la buena fe procesal, Barcelona,
J. Ma. Bosch, 2003, pp. 157 y 158, y “Aproximación al principio de la buena fe procesal
en la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil”, Revista Jurídica de Cataluña, núm. 4, 2001,
pp. 958 y 959.
70 En este sentido, la STS del 18 de diciembre de 1991, fundamento jurídico 2 (RA
9400), casa y anula la de instancia por permitir “la introducción de un documento funda-
mental para el derecho del actor, autor de tal conducta, fuera del período expositivo del
pleito, sin justificar, que se halla en las circunstancias previstas en la LECiv (artículo 506),
ni por tanto con posibilidad de que la otra parte litigante alegue lo que crea oportuno (ar-
tículo 508 de la LECiv), y fuera del período probatorio también [...] cúmulo de irregulari-
dades, generadoras de indefensiones por doquier para la recurrente, que esta Sala tiene el
deber de reparar”. De igual modo, la SAP de Baleares del 1o. de febrero de 1994 (funda-
mento jurídico 3), destaca que el principio de la preclusión en la aportación de documen-
tos va encaminado a evitar la indefensión, proscrita en el artículo 24 de la Constitución
(cfr. Tribunal, núm. 3, 1994, p. 840).
De igual modo, Montero Aroca, op. cit., nota 65, pp. 47 y 48, afirma que “la finali-
dad o razón de ser de la especialidad del artículo 504 de la LEC de 1881 (más el artículo
503.2, en su segundo inciso), atiende a la igualdad entre las partes, en el sentido de que no
puede producirse indefensión para algunas de ellas. Lo que se trata es de evitar que una par-
te presente los documentos fundamentales en que apoya su pretensión o resistencia en un
momento procesal en que la otra no puede probar en contra (dice la sentencia del Tribunal
Supremo del 8 de octubre de 1963) o, desde un punto de vista complementario, lo que se tra-
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 559
ta es de lograr que cada parte sepa, en la fase de alegaciones, cuál es la justificación docu-
mental en que apoya su pretensión o resistencia la contraria (dice la Sentencia del Tribunal
Supremo del 5 de noviembre de1965)”.
71 Para un estudio más extenso de esta norma me remito a mi comentario al artículo
318 de la LEC, “Modo de producción de la prueba por documentos públicos”, op. cit.,
nota 15, pp. 1849 a 1855.
72 De este modo, la STS del 9 de marzo de 1999, fundamento jurídico 1 (RA 2142) des-
taca que la obligación de aportar in limine litis los documentos no alcanza a “los documentos
precisos para desvirtuar las excepciones opuestas por los demandados, pues en otro caso se
causaría indefensión”; la de 9 de marzo de 1994, fundamento jurídico 1 (RA 2205), afirma
que los artículos 504 y 506 de la LEC no se infringen cuando el actor aporta documentos pa-
ra destruir las excepciones opuestas por el demandado, manifestando que “no puede negarse
al demandante la posibilidad de probar hechos tendentes a desvirtuar alegaciones de la parte
demandada”. De igual modo, la STS del 16 de junio de 1991, fundamento jurídico 1 (RA
5389), sostiene la eficacia probatoria de la documentación no aportada con la demanda “en-
caminada a combatir las alegaciones de su adversario, que ni conocía anticipadamente, ni po-
día preverlas presuntivamente”; y la STS del 2 de junio de 1990, fundamento jurídico 1 (RA
560 JOAN PICÓ I JUNOY
4724), manifiesta que “la prohibición contenida en el artículo 506 de la Ley de Enjuiciamien-
to Civil [...] no afecta, por tanto, a los (documentos ) que se presentan para destruir las excep-
ciones opuestas por el demandado [...] al tratarse de documentos no fundamentales sino diri-
gidos a desvirtuar las excepciones y alegaciones formuladas de contrario cuya entrada en
autos es admisible en periodo probatorio”; la del 7 de marzo de 1990, fundamento jurídico 1
(RA 1675), afirma que cuando “se trate de documentos presentados con posterioridad a la
demanda que tengan por objeto destruir las excepciones opuestas por la parte demandada, su-
puesto en el que, al admitirlos, no se infringe el artículo 506 de la LEC [...]”; y la del 14
de febrero de 1989, fundamento jurídico 1 (RA 836), indica que el artículo 504 de la
LEC no afecta a los documentos “tendentes a desvirtuar la oposición de la parte contra-
ria, esto es, para atacar las excepciones o contestación de los demandados”.
73 Al respecto, véase la STS del 16 de abril de 1990, foja 1 (RA 2761) y la de 1o. de ju-
lio de 1960, considerando 1 (RA 2616).
74 Así, por ejemplo, véase la STS del 24 de octubre de 1994, foja 7 (RA 7681) y la del
16 de julio de 1991, foja 1 (RA 5389).
75 En este sentido se pronuncian expresamente, si bien con referencia a las diligencias
para mejor proveer de los artículos 340 y ss. de la LEC de 1881, las SSTS del 24 de enero de
1990, foja 2 (RA 21); 24 de marzo de 1990, foja 2 (RA 1725), o la de 8 de octubre de 1990,
foja 2 (RA 7480).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 561
d. Dictamen pericial
79
De igual modo, cfr. Blasco Soto, M. C., “La asistencia pericial gratuita en la LEC
de 2000”, La Ley, núm. 5188, 21 de noviembre de 2000, p. 3.
80
Salvo que sea titular del derecho a la asistencia jurídica gratuita (al respecto, véase
los artículos 6o. de la LAJG y 38 y 39 del Reglamento de la Ley de Asistencia Jurídica
Gratuita).
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 563
81 Igualmente crítico se muestra Esparza Leibar para quien “da la impresión que el
mero hecho de pagar (de forma quizá algo incontrolada) soluciona cualquier problema en
esta materia. Mientras que la circunstancia de no hacerlo, no como consecuencia de una
actitud obstruccionista o de falta de lealtad procesal, sino por un desacuerdo que puede
ser legítimo, acarrea graves consecuencias en relación con la actividad probatoria, en
concreto con el dictamen pericial. Ello puede incidir negativamente en el principio de
igualdad (desigualdades desde el punto de vista económico) que la Ley de Asistencia Ju-
rídica Gratuita, aún suponiendo un gran avance, no puede absolutamente garantizar”, El
dictamen de peritos en la Ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil, Valencia, Tirant lo
Blanch, 2000, p. 139.
82
Éste es el plazo para efectuar la contestación a la demanda (artículo 404).
564 JOAN PICÓ I JUNOY
e. Reconocimiento judicial
Para la admisión de esta prueba, el artículo 353 de la LEC sólo exige al
solicitante que exprese los extremos principales sobre los que quiere que
se realice el reconocimiento judicial, e indique si concurrirá al acto con al-
guna persona técnica o práctica en la materia. Sobre este último extremo,
no es necesario identificar dicha persona en la audiencia previa o el juicio,
83
La prueba pericial en el proceso civil español, cit., nota 79, pp. 162-164.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 565
Stephen GOLDSTEIN*
I. INTRODUCTION
569
570 STEPHEN GOLDSTEIN
7 Supra, nota 1.
574 STEPHEN GOLDSTEIN
by the ALI nor by UNIDROIT, but are only “the reporters model imple-
mentation of the Principles...”.8
In terms of constitutional norms of civil procedure we can now evalu-
ate whether the Principles as adopted have achieved the desired goals of
finding the correct balance between abstractness and particularization, as
well as avoiding constitutional norms unique to given systems and har-
monizing different manifestations of constitutional norms based on uni-
versal norms of due process or natural justice, by referring to the univer-
sal norm, rather than its specific manifestations in different procedural
systems.
But before doing so we must expand on the discussion above about the
difficulties of the harmonization of constitutional norms and discuss
briefly the primary prior statement of constitutional norms of civil proce-
dure: article 6(1) of The European Convention for the Protection of Hu-
man Rights and Fundamental Freedoms of November 4, 1950, (hereinafter
“article 6(1) of the European Convention”), its progeny and the jurispru-
dence interpreting it.
right does not reflect a general norm of due process or natural justice and
could not be harmonized with other systems that do not contain such a
constitutional norm.
This, of course, does not mean that the civil jury could be easily done
away with in the United States. It would take a constitutional amendment
to do so in terms of the federal judicial system and the judicial systems
of the States that have a similar right in their Constitutions. This is a
most formidable task and there is no indication that it will be accomplish.
In general, however, there are very few examples of constitutional
norms that do not reflect at all a universal norm of due process or natural
justice. Most of the constitutional norms in most systems do reflect such
universal norms. On the other hand, I can think of no examples of the third
category, i. e., where the given constitutional norm is the only is the only
possible manifestation of the universal norm. In the vast majority of cases,
a given constitutional norm is only one of a number of possible manifesta-
tions of such a universal norm.
The implications of this understanding for harmonization projects are
most important. Very specifically drawn Rules that endeavor to choose
one manifestation of the universal norm, to the exclusion of others, as the
harmonized rule will inevitably run afoul of the constitutional norms of
one or more of the procedural systems involved. On the other hand, ac-
ceptance of the universal norm as the guiding harmonized principle
which may be manifested in different, but equally legitimate, ways in
different procedural systems not only solves the problem but also greatly
advances the understanding of the universal norm.
Moreover, it would appear that both the ALI and the UNIDROIT bod-
ies involved in adopting the Principles were aware of this writer’s analy-
sis of this most important consideration in harmonizing constitutional
norms.10
An excellent example of the approach to harmonization of constitu-
tional norms advocated by this writer is to be found in the jurisprudence
10 See the preface contained in the published version of the Principles, supra, nota 1,
xxxi-xxxiv and xxxiii, which quotes this writer’s statement in the text above about the dif-
ferent types of constitutional norms and the need to harmonize them pursuant to the gen-
eral norm of due process or natural justice reflected in the particular manifestations of the
general norm as that statement was contained in the article, supra, nota 2, pp. 793 and 794,
which Preface was written by Jorge A. Sanchez-Cordero Davila who is described expressly
as a Member of the governing council of UNIDROIT and ALI member.
576 STEPHEN GOLDSTEIN
11 Although the English text of article 6(1) uses the word “tribunal” not “court”, this
is generally accepted to be a mistaken translation of the French word “tribunal”, which
clearly means a first instance court. Compare the use of the word “tribunal” in the french
text of the Principles as the translation for the word “court” in the english text. In the
english text of article 6(1) the word “tribunal” was used apparently because of its surface
parallelism to the French term “tribunal”, with no intent to mean anything other than the
French text, i. e., a first instance “court”. This has been understood by all the authorities
including the ECHR. See S. Goldstein, the Oxford monograph, supra, note 4, at 27. Thus
for the remainder of this paper we will refer to article 6(1) as if it used the word “court,”
not “tribunal”.
12 Goldstein, S., “Administration of Justice and Financial Means”, in Law in Motion,
Blainplain, R. (ed.), R., Kluwer Law International, The Hague, 1997, p. 211; see also, the
Oxford monograph, supra, nota 4, pp. 25-34.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 577
which came into force on October 21, 1986 and the Protocol Ouagadougou,
from June 9, 1998.
While, as stated above, the Principles should be more specific than the
very general text of article 6(1), and they also include norms that are not
constitutional in nature, article 6(1) and its interpretation by the ECHR
are a good basis for comparison with the constitutional norms expressed
in the Principles.
13 Since the Principles are meant to apply only in the regular court system, it is not
necessary to discuss the very interesting jurisprudence of the ECHR concerning what
kind of judicatory entity other than an ordinary court is sufficiently court-like so as to
qualify as an independent and impartial court within the meaning of article 6(1). See
Goldstein, S., op. cit., nota 12, pp. 218-223; id., op. cit., nota 4, pp. 26-34.
578 STEPHEN GOLDSTEIN
14 Hereinafter the Principles and sub-Principles will be referred to by the initial “P”.
15 See Goldstein, S., “Contrasting Views of Adjudication: an American-Israeli Com-
parison”, in Liepold, D., Luke, W. and Yoshino (eds.), Gedachtnisschift fur Peter Arens,
1993, pp. 169-186; Goldstein, S., “The Role of Supreme Courts, Regional Report: Com-
mon Law Countries”, in Yessiou-Faltsi, P. (ed.), The Role of Supreme Courts at the Na-
tional and International Level Reports for the Thessaloniki International, Colloquium
21-25 May 1997, Thessaloniki, 1998, pp. 279-359.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 579
16 For further discussion of common law managerial judge, see, Goldstein, S., op.
cit., nota 11, pp. 225-229; id., “The Wolff Report and its Critics in a Comparative Per-
spective”, Oxford, University of Oxford, The Institute of Comparative and European
Law, pp. 1-17.
17 See, Galanter, M., “...A Settlement Judge, not a Trial Judge: Judicial Mediation in
the United States ”, 12 Journal of Law and Society 1-18, 1985; Levin, A. L. and Golash,
D., “Alternative Dispute Resolution in Federal District Courts”, 37 Univ. of Fla. L. Rev.
29, pp. 41 y 42; Resnick, J., “Many Doors? Closing Doors? Alternative Dispute Resolu-
tion and Adjudication”, 10 Joiutnal of Dispute Resolution, pp. 211, 229-235.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 581
Thus, two things have changed in recent years. First, in common law
jurisdictions, such as Israel and the United States, where judges have in
practice long been involved in inducing settlement, such involvement has
received official recognition in legislation and rules of civil procedure as
a legitimate part of the judicial role.18 Even more significantly, in Eng-
land where judges have not been traditionally involved in inducing set-
tlements, the recent English procedural reforms resulting from the Woolf
Report have made judicial promotion of settlement one of the corner-
stones of the new, 1998, High Court Rules of Civil procedure.19
Thus, it is not surprising that the Principles, reflecting the current
norms of both common law and civil law procedure, provide that “the
court, while respecting the parties’ opportunity to pursue litigation,
should encourage settlement between the parties when reasonably possi-
ble”. P.24.1. The Commentary on this Principle (P-24A) states that “the
proviso «while respecting the parties» opportunity to pursue litigation’
signifies that the court should not compel or coerce settlement among the
parties. However, the court may conduct informal discussions of settle-
ment with the parties at any appropriate times”. Note that this Commen-
tary does not prohibit the judge from encouraging settlement as long as
such “encouragement” does not amount to compulsion or coercion. Thus,
a judge is encouraged to initiate settlement discussions and even attempt to
persuade reluctant parties to settle. This is, indeed, a most positive attitude
to judicial promotion of settlements.
The only remaining question in this regard is whether a judge who has
attempted, actively but unsuccessfully, to encourage settlement is thereaf-
ter barred from determining the case on the merits on the grounds that his
activities have created a “reasonable ground to doubt... [his] impartiality”.
Despite the universal concern for judicial impartiality, jurisdictions
differ as to what extent of a judge’s involvement in an unsuccessful at-
tempt to induce a settlement creates a reasonable ground to doubt his im-
partiality. One variable is the extent to which the jurisdiction wants to
encourage judges to be involved extensively in preliminary aspects of
cases. Another is the extent to which the jurisdiction wishes to support
its judges in promoting settlements. This is so since a judge presiding
18 See sources, cited supra, nota 18; Goldstein, S., “Civil Procedure–Israel”, Interna-
tional Encyclopedia of Laws, 3a. ed., 2007, p. 108.
19 Goldstein, S., op. cit., nota 16, pp. 16-25. Rule 1.4 (f) of the Rules of Civil Proce-
dure for England and Wales 1998.
582 STEPHEN GOLDSTEIN
2. A Fair Hearing
While the term “fair hearing” as such does not appear in the Princi-
ples, they do contain a number of aspects of a fair hearing, such as proce-
22 See Goldstein, S., op. cit., nota 4, pp. 21 y 22.
23 Compare Comment R-3B in the Reporters’ suggested Rules which states that for
transnational commercial litigation in jurisdictions that adopt such Rules “it would be
convenient that a specialized court or division of court be established in a principal com-
mercial city, such as Milan in Italy or London in the United Kingdom. Committing dis-
putes under these rules to specialized courts would facilitate development of a more uni-
form procedural jurisprudence”. We would note that the Reporters’ suggested Rules do
not contain anything related to the P.1.5, but are rather attached to a general Rule (3.1).
which provides that “proceedings under these Rules should be conducted in a court of
specialized jurisdiction or in the forum’s first-instance courts of general jurisdiction”.
We would emphasize again that the Reporters’ suggested Rules have no official status
since they were expressly and purposefully not adopted, neither by the ALI nor by
UNIDROIT.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 585
dural equality of the pasties (P.3), the right to engage a lawyer (P.4.) and
due notice and the right to be heard (P.5).We will focus herein on the
first of these, i. e., P.3, Procedural Equality of the Parties which states as
follows:
1. The Court should ensure equal treatment and reasonable opportu-
nity for litigants to assert or defend their rights.
2. The right to equal treatment includes avoidance of any kind of illegal
discrimination, particularly on the basis of nationality or residence.
The Court should take into account difficulties that might be encoun-
tered by a foreign party in participating in litigation.
3. A person should not be required to provide security for costs, or
security for liability for pursuing provisional remedies, solely be-
cause the person is not a national or resident of the forum state.
4. Whenever possible, venue rules should not impose an unreason-
able burden of access to court on a person who is not a habitual
resident of the forum.
As seen above, article 6 (1) does not contain an express equality norm.
Yet procedural equality can be understood as included in the concept of a
fair hearing. P.3, therefore, quite properly, represents an express specifi-
cation of the general article 6 (1) constitutional norm.24
P. 3.1.1 is clear and needs no explanation.
In P.3.2 we see again the emphasis on transnational litigation. Yet in
this case such emphasis does not distort the Principle, since, despite the
emphasis on discrimination against foreigners, all forms of “illegitimate
discrimination” are prohibited. This is made clear by the Commentary
which provides: “Illegitimate discrimination includes discrimination on the
basis of nationality, residence, gender, race, language, religion, political or
other opinion, national or social origin, birth or other status, sexual orien-
tation, or association with a national minority” (Comment P-3A).
This is not true as to P.3.3 and P.3.4, which deal only with foreign liti-
gants and appear to give them unjust advantages. On its face P.3.3 ap-
pears to be only a specific example of discrimination against foreigners
24 Compare Rule 1.1. of the new english Rules of Civil Procedure, 1998, which pro-
vides, inter alia,: “(1) These Rules are a new procedural code with the overriding objec-
tive of enabling the court to deal with cases justly. (2) Dealing with cases justly includes
so far as practicable – (A) ensuring that the parties are on an equal footing...”.
586 STEPHEN GOLDSTEIN
Some jurisdictions require a person to provide security for costs, or for lia-
bility for provisional measures, in order to guarantee full compensation of
possible future damages incurred by an opposing party. Other jurisdictions
do not require such security, and some of them have constitutional provi-
sions regarding access to justice or equality of the parties that prohibit such
security. Principle 3.3 is a compromise between these two positions and
does not modify forum law in that respect. However, the effective responsi-
bility of a non-national or nonresident for costs or liability for provisional
remedies should be evaluated under the same general standards.
25 Comment P-25 A states that this is the view in most legal systems, it is not the
rule, for example, in China, Japan and the United States.
26 For further discussion of this provision and other provisions of the Principles con-
cerning preliminary relief, see S. Goldstein, “Revisiting Preliminary Relief in light of the
ALI/UNIDROIT Principles and the New Israeli Rules”, to be published in 3 Studia in
Honorem of Professor Pelayia Yessiou-Faltsi, Athens-Thessaloniki, 2007.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 587
27 That this is the rationale for the Israeli law on this point is further reinforced by
the existence of a special Israeli provision concerning security for costs as to limited lia-
bility corporations. This provision, found in sec. 353 A of the Companies Law, 1999,
provides that the court may impose security for costs on corporate plaintiffs, both domes-
tic and foreign, unless it finds that the circumstances involved in the particular case do
not justify requiring such security or the corporation proves that it has the ability to pay
the defendant’s costs if the latter wins the case.
28 The ALI position expressed in P.3.3 may have been influenced by the fact that, to
the best of our knowledge, the United States is not a signatory to the above mentioned
Hague conventions.
29 P.3.3. also, of course, applies to security for liability for pursuing provisional rem-
edies. However, this is not further discussed neither in the Commentary to P.3.3 nor in
the Principle or Commentary concerning liability for preliminary relief, P.8.3. This prob-
ably reflects the lack of rules or jurisprudence on this point and, indeed, we have not
found any in our research. In our view, however, the same analysis as to security for
costs applies, mutatis mutandi, also to security for liability for preliminary relief. For an
analysis of the strong connection between costs and liability for damage caused by pre-
liminary relief, see Goldstein, S., “The Problematic Nature of Preliminary Relief: A
Comparative Analysis Based on the Israeli Experience”, III Studi in ONore di Vittorio
Denti, Pavia, 1994, 181.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 589
P-3E goes on to state that “a venue rule that would impose substantial in-
convenience within the forum state should not be given effect when there is
a more convenient venue and transfer of venue within the forum state
should be afforded from an unreasonably inconvenient location”. This state-
ment is obviously correct but why limit its application to foreign litigants?
This appears to be another vestige of the historical limitation of the
Principles to transnational litigation. In our view P.3.4 would be quite
acceptable if it simply stated: “Whenever possible, venue rules should
not impose an unreasonable burden on any person”. As such it should be
part of a more general Principle concerning access to courts. Such a Prin-
ciple is notably missing from the Principles. In addition to questions of
venue, it might include such matters as court filing fees, the right to rep-
resentation by counsel, include State provided counsel in unique situa-
tions,30mandatory, mediation or arbitration, etcetera.31
3. A Public Hearing
Unlike P.3.3 and P.3.4 which are directed expressly at transnational liti-
gation, the Principle concerning public hearings, P.20, like P.3 that con-
cerns independence, impartiality, and qualifications of the court and its
judges, is correctly more general in its application.
20 Public Proceedings:
20.1. Ordinarily, oral hearings, including hearings in which evidence is
presented and in which judgment is pronounced, should be open to the
public. Following consultation with the parties, the court may order that
hearings or portions thereof be kept confidential in the interest of justice,
public safety or privacy.
20.2 Court files and records should be public or otherwise accessible to
persons with a legal interest or making a reasonable inquiry, according to fo-
rum law.
20.3 In the interest of justice, public safety, or privacy, if the proceedings
are public, the judge may order part of them to be conducted in private.
20.4 Judgments, including supporting reasons, and ordinarily other or-
ders, should be accessible to the public.
That, is in civil law jurisdictions the public hearing right meant histor-
ically that oral hearings be public. Publicity and orality have never meant
that civil litigation in civil laws jurisdictions is conducted exclusively, or
even primarily, in public oral hearings. Rather these procedures are typi-
cally conducted by the transmission of written materials, with only an
occasional oral hearing or hearings.
In contrast, the common law trial is an oral happening. Thus, paradoxi-
cally, despite the difference as to express constitutional norms requiring
public hearings, common law proceedings are, in fact, generally more pub-
lic than are civil law proceedings.
P.20.1 does not require oral hearings; it only requires that when they
are held, they should, ordinarily, be open to the public. In contrast the
ECHR has held that article 6(1) in some unique situations does require
that there be oral hearings. However, in practice this has been applied al-
most exclusively to litigation before judicial bodies that are not courts.37
Since the Principles apply only to courts, the drafters correctly, in our
view, did not use the public hearing norm as requiring the holding of oral
hearings where they are not otherwise held.38
In regard to the publicity norm not in the context of oral hearings,
P.20.2 opt for a publicity norm, albeit somewhat limited, as to court re-
cords, despite the fact, as suggested above, that this is not the norm in
some civil law jurisdictions. As stated by the Commentary, P-20A:
37 Goldstein, S., op. cit., nota12, pp. 240-259. There is also language in some opinions
of the ECHR that the publicity right might require oral hearings on appeal. However, we
know of no cases in which it has been held that this requirement was breached. Ibem.
38 On the level of non-constitutional norms, the Principles in P.19 attempt to reach a
compromise between common law and civil law procedures as to oral versus written pre-
sentations.
592 STEPHEN GOLDSTEIN
There are, however, even additional Principles that emphasize the norm
of the need for disputes to be determined promptly. P.11.2 provides that
“the parties share with the court the responsibility to promote a fair, efficient
and speedy resolution of the proceeding.P.14.1 states that” commencing as
early as practicable, the court should actively manage the proceeding, exer-
cising discretion to achieve disposition of the dispute fairly, efficiently, and
with reasonable speed. Finally in this regard, P.23.1 provides that “upon
completion of the parties’ presentations, the court should promptly give
judgment...”.
Following the constitutional norm expressed in article 6(1) that a per-
son’s human rights in civil litigation includes the determination of his
cause “within a reasonable time, these Principles reflect the widely ac-
cepted view that justice delayed is justice denied”.43 Indeed, Hebrew ter-
minology refers to delayed justice as “torture of the law”, thereby em-
phasizing most strongly the gravity of the harm to the litigants.44
As stated in the Comment to P.7, P.7B : “Prompt rendition of justice
is a matter of access to justice and may also be considered an essential
human right...”.
In construing article 6, the ECHR has held that resolving civil litiga-
tion within a reasonable time is of extreme importance for the proper ad-
V. CONCLUSIONS
597
598 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
I. INTRODUCCIÓN
Por otra parte, aún cuando no contamos con convenciones sobre la te-
mática procesal en las seis CIDIPs celebradas3 podemos afirmar que se
rebasan el número de convenios de La Haya sobre este mismo tema.
Por lo que se refiere a la CIDIP I4 encontramos:
3 González Martín, Nuria, “La protección internacional del menor en el ámbito ame-
ricano: especial consideración a las CIDIPs”, Perspectivas del derecho de familia en el
siglo XXI, XIII Congreso Internacional de Derecho de Familia, abstracts aceptados, Sevi-
lla y Huelva, del 18 al 22 de octubre de 2004, España, El Monte, p. 133. Idem, ponencia
completa en disco compacto. González Martín, Nuria, “La Convención Interamericana
sobre el Derecho Aplicable a los Contratos Internacionales”, en Calvo Caravaca, A. L. y
Carrascosa González, J. (dirs.), Estudios sobre contratación internacional, Madrid, Co-
lex, 2006, pp. 245 y ss.
4 La doctrina mexicana señala que “asistieron delegados de veinte países y entre los
observadores se contó con la presencia de Canadá. Esta Conferencia, no obstante su corta
duración, fue fructífera y dentro de su marco se aprobaron seis convenciones”. Cfr., Si-
queiros, J. L., “Actualización de la metodología en la enseñanza iusprivatista”, Jurídica,
núm. 29, 1999, p. 480 y Siqueiros, J. L., “El aporte del sistema interamericano al desarro-
llo del derecho internacional privado”, Revista Mexicana de Derecho Internacional Pri-
vado, octubre de 1996, p. 37.
5 Asimismo, la doctrina mexicana señala respecto a esta segunda CIDIP que “estu-
vieron representados veinte países, pudiéndose afirmar que el nivel académico de las de-
legaciones fue superior al observado en la CIDIP anterior. Se trabajó a ritmo acelerado y
como producto de sus deliberaciones se aprobaron los textos de ocho convenciones”.
Idem.
6 Esta Convención Interamericana no está a la fecha positivizada por México. Este
es un dato que confirma nuestra incomprensión sobre la política convencional mexicana,
la incorporación de instrumentos convencionales al ordenamiento jurídico mexicano.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 601
18 Como señala la doctrina “el Comité Jurídico Interamericano (CJI) es uno de los ór-
ganos de mayor antigüedad en el sistema interamericano”. Siqueiros, J. L., “El Comité
Jurídico Interamericano y su función como cuerpo consultivo de la OEA”, Revista Mexi-
cana de Derecho Internacional Privado, núm. 5, octubre 1998, p. 3. Siqueiros hace un
interesante análisis de la función consultiva de este Comité.
19 La doctrina señala que “en cumplimiento de sus finalidades el Comité ha emitido
cerca de doscientas opiniones, informes, proyectos y recomendaciones. El aporte de ese
órgano ha sido, en términos generales, de alta calidad científica, tanto en su función con-
sultiva como en el desempeño de sus tareas codificatorias del derecho internacional”. Ibi-
dem, p. 5.
20 Respecto a la posibilidad de crear un órgano permanente la doctrina ha señalado
que “una propuesta en este sentido choca con la triste realidad de los pocos recursos eco-
nómicos de los órganos de la OEA, derivado directamente de la falta de compromiso de
los Estados parte.
(…). No es arriesgado suponer ante la pasividad de los Estados parte sobre la si-
tuación precaria de estos órganos, que la creación de un órgano permanente de la CIDIP
no se encuentra dentro de las prioridades de los estados miembros de la OEA”, véase Rá-
bago Dorbecker, M., op. cit., nota 15, p. 169.
606 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
34 Fernández Rozas, J. C., y Sánchez Lorenzo, S., op. cit., nota 27.
35 Véase Calvo Caravaca, A. L., y Carrascosa González, J., Derecho internacional
privado, 2a. ed., Granada, Comares, 2000.
36 www.hcch.net/e/status/stat12e.html.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 611
37 Fernández Rozas, J. C., y Sánchez Lorenzo, S., op. cit., nota 27; idem.
612 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
49 Tal y como expresa Silva Silva, este documento quedó en los textos de la negocia-
ción. Practical Handbook on the Operation of the Hague Convention of March 18, 1970
on the Taking of Evidence Abroad in Civil or Comercial Matters, Maarten Kluwer`s
Internationale Uitgeversondernemning, Antwerpen-Apeldoorn, 1984. Péreznieto, L. y
Silva Silva, J. A., Derecho internacional privado. Parte especial, 2a. ed., México,
Oxford University Press, 2006, p. 573.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 619
50 Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa González, J., op. cit., nota 36, p. 444.
620 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
51 Ibidem, p. 445.
622 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
52 Aguilar Benítez de Lugo, Mariano et al., op. cit., nota 45, p. 148.
53 Ibidem, p. 148.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 623
decir, estimó que la notificación por sustitución, podía desplegar sus efec-
tos frente a la Volkswagen alemana. Es más, y siguiendo de nuevo a Calvo
y Carrascosa expresan textualmente que de la sentencia se infiere:
a) Aunque el derecho interno no puede prevalecer sobre el derecho inter-
nacional, de un análisis del texto del Convenio y, en especial, de su artícu-
lo 1 se desprende que éste no contiene una definición de la “notificación al
extranjero”. Por consiguiente, corresponde al Estado del foro establecer
cuándo es necesaria una notificación al extranjero. Dado que el estatuto
long arm de Illinois reconocía el efecto inmediato de la notificación a tra-
vés de una sociedad filial de la empresa demandada (subsidiary service)
no cabe plantearse siquiera que dicha notificación sea inexcusable confor-
me al Convenio de La Haya de 1965; b) el Convenio de La Haya de 1965
prescribe la notificación que es obligatoria en su ámbito de aplicación, pe-
ro no precisa éste. Recurriendo al preámbulo, como instrumento interpre-
tativo del Convenio, se advierte que el objetivo que persigue no es otro
que asegurar la defensa en tiempo útil. Ésta, exigencia del due process, se
puede conseguir no sólo por los medios previstos en él, sino también me-
diante una filial efectivamente controlada por sociedad matriz radicada en
el extranjero.54
54 Calvo Caravaca, A. L. y Carrascosa González, J., op. cit., nota 36, pp. 445 y 446.
55 Ibidem, p. 407.
56 Diario Oficial de la Federación del 12 de febrero de 1990.
624 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
Por otra parte, la comisión rogatoria debe tener como contenido los
datos de la autoridad requirente y autoridad requerida, identidad y direc-
ción de las partes, naturaleza y objeto de la instancia; exposición sumaria
de los hechos y pruebas que hayan de obtenerse, según el artículo 3o. de
la Convención.
Como ejecución de la comisión rogatoria tenemos que expresar que, a
tenor del artículo 6o., se regulan distintos aspectos relativos a su remi-
sión de oficio por la autoridad requerida incompetente a la autoridad ju-
dicial competente de su Estado. También, y en relación con la ejecución,
se considera la información acerca de la fecha y lugar de ejecución de la
comisión rogatoria, artículo 7o.
El artículo 8o. establece que todo Estado contratante podrá declarar
qué miembros del personal judicial de la autoridad requirente de otro
Estado contratante pueden asistir a la ejecución de una comisión rogato-
ria y esta medida puede ser sometida a la autorización previa de la autori-
dad competente designada por el Estado declarante.
Asimismo, el artículo 9o. de la Convención al referirse a la práctica de
la prueba, expresa que se realizarán según las leyes del país requerido, no
obstante, la autoridad requirente puede solicitar que se aplique un proce-
dimiento especial, excepto si este procedimiento es incompatible con la
ley del Estado requerido o es imposible su aplicación debido a la práctica
judicial del Estado requerido o por dificultades prácticas. La comisión
rogatoria debe ser ejecutada con urgencia.
La práctica de la comisión rogatoria, por otra parte, podrá ser denega-
da según el artículo 12, cuando en el Estado requerido la ejecución no
corresponda a las atribuciones del Poder Judicial; cuando el Estado re-
querido la juzgue de tal naturaleza que suponga un atentado a su sobera-
nía o a su seguridad. Por el contrario, no se puede denegar la ejecución
de una comisión rogatoria por el solo motivo de que la ley del Estado re-
querido reivindique una competencia judicial exclusiva en el asunto en
cuestión o no conozca vías de derecho que respondan al objeto de la de-
manda presentada ante la autoridad requirente.61
Otra de las formas de práctica de la comisión rogatoria, tal y como ha-
bíamos adelantado, es mediante funcionarios diplomáticos o consulares
de un Estado contratante que puedan, en el territorio de otro Estado con-
61 Péreznieto, L., Derecho internacional privado. Parte general, 8a. ed., México,
Oxford, 2003, p. 222.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 627
62 Calvo Caracava, A. L. y Carrascosa González, J., op. cit., nota 27, p. 451.
628 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
63 Ibidem, p. 452. De hecho, España, por ejemplo, a tenor del artículo 23 de la Con-
vención expresó que “no acepta las comisiones rogatorias derivadas del pre-trial disco-
very of documents conocido en los países del common law”.
De hecho, “la Comisión especial de 1978 sobre el funcionamiento del Convenio
señaló que reinaba una grave equivocación sobre la noción de “pre-trial discovery of do-
cuments”, así, y tras las explicaciones de los expertos de Estados Unidos y de Reino Uni-
do, la Comisión expresó el deseo de que los Estados parte en el Convenio o los que llega-
sen a serlo retirasen o no hicieran esta reserva o incluso la restringieran por declaración a
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 629
gional logra unir dos familias, la del common law y la del civil law. En
este sentido y como expresa la doctrina “la afirmación tradicional según
la cual la unificación del derecho sólo es factible en el marco de una mis-
ma familia jurídica, una de las justificaciones habitualmente empleada
para elaborar las clasificaciones, cae ante la fuerza de la realidad”.65 Rea-
lidad que vemos se desvanece en el ejemplo materializado por la CIDIP.
Así, no todo son puntos reprochables en estas convenciones. En este sen-
tido, la doctrina suma a las limitaciones de cualquier Convenio, con in-
dependencia del foro de codificación del que proceda, la existencia de
una lentitud que queda manifestada en dos etapas procesales diferentes:
la primera, en las tareas preparatorias y negociaciones previas a la cele-
bración de cada conferencia; la segunda, materializada en el proceso de
incorporación de los Estados a las convenciones. 66
Una vez presentados los puntos débiles de estos instrumentos conven-
cionales corresponde analizarlos en detalle.
Antes de abordar nuestro objeto de estudio, debemos afirmar que no
somos partidarios de empezar analizando los antecedentes históricos que
sobre este tema pudieran ser hitos de referencia. Así, no nos remontare-
mos al antecedente que supuso el Tratado de Lima de 1878 el cual es ca-
lificado por la doctrina como el texto que “consagró la aplicación de la
lex fori en materia procesal” y al cual se le recuerda como el primer in-
tento de acuerdo de carácter estrictamente jurídico aun cuando su tras-
cendencia práctica fue escasa.67 De esta manera, sin detenernos en los an-
tecedentes remotos de estas convenciones interamericanas, nuestra
atención se centrará en el análisis de las más recientes, en concreto en las
convenciones que proceden de la CIDIP y que presentan una temática de
cooperación procesal y asistencia judicial internacional. Igualmente ad-
vertimos que tampoco analizaremos el panorama que la cooperación pro-
65 Fernández Arroyo, D. P., op. cit., nota 15, p. 22. En torno a las similitudes cada
vez más patentes entre familias jurídicas, véase González Martín, Nuria, op. cit., nota 25.
66 Fernández Arroyo, D. P., op. cit., nota 22, p. 187.
67 Pallarés, B., “Cooperación procesal internacional relativa a la notificación en el
extranjero de documentos judiciales en materia civil”, Revista Mexicana de Derecho
Internacional Privado, núm. 8, abril 2000, p. 7. En esta misma línea de afirmaciones en-
contramos a Siqueiros, J. L., op. cit., nota 5, p. 33. Este autor señala que la falta de tras-
cendencia mencionada por Pallarés se debió a que solamente Perú lo ratificó. Véase, asi-
mismo Pereznieto Castro, L., op. cit., nota 12, pp. 74 y 77.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 631
68 Para adentrarse en este tema se recomienda la lectura de Pallarés, B., ibidem, pp.
12-38.
69 Ibidem, p. 175.
70 Cfr., Maekelt. T. de et al., Derecho internacional privado, Materiales para el es-
tudio de la carrera de derecho, Caracas, 2000, t. I, p. 88.
632 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
temática que guía los trabajos de este foro de codificación. Tras el aban-
dono de la idea de una codificación omnicomprensiva se dedica al estu-
dio de temas concretos y especializados. Asistimos a una codificación
caracterizada por la focalización temática. Ahora bien, y a pesar de lo an-
terior, la doctrina ha señalado varias dificultades en “la fase de codifica-
ción idealista” de este foro como la escasez de trabajos preparatorios,
amplias agendas para cortas sesiones, peso de los factores políticos, pre-
dominio de los intereses particulares estatales, etcétera; ante esta situa-
ción, la doctrina propone que “para subsanar estas dificultades y facilitar
la aplicación de las convenciones interamericanas debería crearse una ju-
risdicción especial o por lo menos, una sala especial de un tribunal ya
existente (superior) que cuente con jueces preparados y que puedan desa-
rrollar y uniformar modernas soluciones consagradas en las convencio-
nes”.71 Propuesta que estimamos, actualmente, de difícil implementación.
La segunda nota es la visualización de dos etapas, a saber, una primera
etapa donde la unificación se hace a través de convenios (CIDIP I a V) y
una segunda etapa donde la unificación deja de lado esta herramienta y se
decanta por el uso de la ley modelo y un documento uniforme sobre trans-
porte terrestre. Se observa de este modo un cambio en el modus operandi de
la CIDIP el cual va de la utilización de técnicas de codificación “duras” a
técnicas de codificación “blandas”.72 Cambio que puede venir motivado por
los defectos congénitos que los instrumentos convencionales presentan y
que pueden llegar a ser superados por otros instrumentos que igualmente
persiguen y consiguen la unificación del derecho. En este sentido encontra-
mos las leyes modelo que vienen a representar un instrumento que supera
las deficiencias mencionadas respecto a los instrumentos convencionales.
Así, la ley modelo, elaborada por expertos, de igual calidad técnica que las
convenciones, se incorporan y positivizan en los ordenamientos jurídicos de
los diferentes Estados como parte de su normativa autónoma, común. De es-
ta forma el cambio y evolución que llega a representar estos instrumentos
mejoran las expectativas y la calidad “de vida” de las convenciones. Soste-
nemos, en este orden de ideas, que una ley modelo no requiere ratificación
por parte de los Estados interesados, ni un número determinado de ratifica-
ciones para que ésta entre en juego.73 En este sentido estos instrumentos se
71 Ibidem, p. 106.
72 Fernández Arroyo, D. P., op. cit., nota 9, p. 170.
73 Ibidem, p. 158.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 633
74 Idem.
75 Siqueiros, J. L., “La Conferencia de La Haya y la perspectiva latinoamericana”,
Boletín de la Facultad de Derecho, México,núm, 16, 2000, p. 211, y “El aporte del siste-
ma interamericano al desarrollo del Derecho Internacional Privado”, cit., nota 5, p. 38.
634 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
81 Ibidem, p. 101.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 637
82 Pallarés, B., op. cit., nota 68, pp. 5 y 6. En este sentido señala que “resulta enton-
ces inevitable el recurso a los acuerdos internacionales, como fuente normativa apta para
asegurar la aplicación de soluciones técnicas uniformes entre los ordenamientos de los
Estados contratantes”.
83 Distinta denominación que es permitida, por ejemplo por el artículo 2 fracción I de
la ley sobre celebración de tratados vigente en la República mexicana.
En este sentido afirma: artículo 2o. Para los efectos de la presente Ley se entenderá
por: I. “Tratado”: el convenio regido por el derecho internacional público, celebrado por
escrito entre el Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos y uno o varios sujetos de dere-
cho internacional público, ya sea que para su aplicación requiera o no la celebración de
acuerdos en materias específicas, cualquiera que sea su denominación, mediante el cual los
Estados Unidos Mexicanos asumen compromisos”.
En este mismo sentido encontramos el artículo 2o. fracción I el Convenio de Viena
sobre Derecho de los Tratados.
638 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
1. CIDIP I
los Estados partes en esta Convención podrán declarar que extienden las
normas de la misma a la tramitación de exhortos o cartas rogatorias que se
refieran a materia criminal, laboral, contencioso-administrativa, juicios ar-
bitrales u otras materias objeto de jurisdicción especial. Tales declaracio-
nes se comunicarán a la Secretaría General de la Organización de los Esta-
dos Americanos.
86 Para una mayor información, consúltese el capítulo que el prof. Jorge Alberto Silva
dedica en Silva Silva, J. A., “Cooperación procesal internacional”, González Martín, N.,
Lecciones de derecho internacional privado mexicano. Cooperación procesal internacio-
640 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
nal mexicana; derecho penal internacional mexicano, derecho mercantil internacional me-
xicano, derecho laboral internacional mexicano y derecho administrativo internacional
mexicano, México, UNAM-Porrúa, 2007 (en prensa).
87 Este artículo debe ponerse en clara relación con el contenido de los artículos 6o.,
7o. y 8o. de la Convención que comentamos. Artículo 6o.: “Cuando los exhortos o cartas
rogatorias se transmitan por vía consular o diplomática o por intermedio de la autoridad
central será innecesario el requisito de la legalización”.
Artículo 7o.: “Los tribunales de las zonas fronterizas de los Estados Partes podrán
dar cumplimiento a los exhortos o cartas rogatorias previstos en esta Convención en for-
ma directa, sin necesidad de legalizaciones” y artículo 8o. Los exhortos o cartas rogato-
rias deberán ir acompañados de los documentos que se entregarán al citado, notificado o
emplazado, y que serán: a. Copia autenticada de la demanda y sus anexos, y de los escri-
tos o resoluciones que sirvan de fundamento a la diligencia solicitada; b. Información es-
crita acerca de cual es el órgano jurisdiccional requirente, los términos de que dispusiere
la persona afectada para actuar, y las advertencias que le hiciere dicho órgano sobre las
consecuencias que entrañaría su inactividad; c. En su caso, información acerca de la exis-
tencia y domicilio de la defensoría de oficio o de sociedades de auxilio legal competentes
en el Estado requirente”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 641
los Estados Partes en esta Convención podrán declarar que extienden las
normas de la misma a la tramitación de exhortos o cartas rogatorias que se
91 Ibidem, p. 193.
644 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
93 Boutin I., G., Derecho internacional privado, 2a. ed., Panamá, Maitre Boutin,
2006, p. 908.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 647
Los requisitos de publicidad del poder (artículo 4o.) así como los efec-
tos y ejercicio de éstos (artículo 5o.) se sujetan a la ley del Estado en que
éste se ejerza.
De conformidad con el artículo 6o.
en todos los poderes el funcionario que los legaliza deberá certificar o dar
fe si tuviere facultades para ello, sobre lo siguiente: a) La identidad del
otorgante, así como la declaración del mismo acerca de su nacionalidad,
edad, domicilio y estado civil; b) El derecho que el otorgante tuviere para
conferir poder en representación de otra persona física o c) La existencia
legal de la persona moral o jurídica en cuyo nombre se otorgare el poder;
d) La representación de la persona moral o jurídica, así como el derecho
que tuviere el otorgante para conferir el poder.
2. CIDIP II
95 Prueba que se afirma que consiste en copias certificadas de textos legales con indi-
cación de su vigencia, o precedentes judiciales.
96 Prueba que se afirma que consiste en dictámenes de abogados o expertos en la
materia.
97 Designación y posible cambio que se debe hacer de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 9o. de este instrumento.
650 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
cada Estado Parte quedará obligado a responder las consultas de los demás
Estados Partes conforme a esta Convención a través de su Autoridad Cen-
tral, la cual podrá transmitir dichas consultas a otros órganos del mismo
Estado. El Estado que rinda los informes a que alude el artículo 3 (c) no
será responsable por la opinión emitida ni estará obligado a aplicar o hacer
aplicar el derecho según el contenido de la respuesta proporcionada. El
Estado que recibe los informes a que alude el artículo 3 (c) no estará obli-
gado a aplicar o hacer aplicar el derecho según el contenido de la
respuesta recibida.
100 Crítica que por ejemplo cabe perfectamente respecto al convenio bilateral entre
México y España sobre reconocimiento y ejecución de sentencias judiciales y laudos ar-
bitrales del año 1989.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 655
Dos notas extraemos, la primera que, como viene siendo habitual se es-
tablece la necesidad de revisar la competencia del juez de origen, del juez
sentenciador, con el fin de reconocer y ejecutar su pronunciamiento. De
esta forma la Convención se alinea con las anteriores, enmarcándose nue-
vamente en la ausencia de un principio de confianza a la hora de otorgar
eficacia extraterritorial a un pronunciamiento. Ahora bien, la necesidad de
revisión de la competencia judicial internacional directa a la hora de otor-
gar el reconocimiento y ejecución se hace de manera muy escueta, no dán-
dose criterios o pautas. En segundo lugar, respecto al correctivo de orden
público encontramos nuevamente su parquedad, su imposibilidad de ate-
nuación, su falta de clasificación en nacional e internacional y su ambigüe-
dad al solicitar nuevamente notoriedad.
Esta Convención prevé de manera muy escueta los siguientes puntos im-
portantes: a) la posibilidad de otorgar eficacia total o parcial a los pronun-
ciamientos judiciales y arbitrales (artículo 4o.); b) el mantenimiento del re-
conocimiento del beneficio de pobreza (artículo 5o.); c) el reconocimiento
de la máxima lex fori regit processum (artículo 6o.); d) la posibilidad de ha-
cer reservas siempre que ésta verse sobre una o más disposiciones específi-
cas y que no sea incompatible con el objeto y fin de la Convención (artículo
10). Es necesario detenernos en el artículo 5o. el cual justifica la crítica que
hacíamos al inicio del comentario de este instrumento. En este sentido, cree-
mos que no tiene cabida en el sistema arbitral hablar de “beneficio de pobre-
za”, si por algo se caracteriza el sistema arbitral de impartición de justicia es
por ser un sistema caro, de previo pago. La inclusión de la cláusula de bene-
ficio de pobreza, de justicia gratuita, supone una desvirtuación del sistema
arbitral y demuestra que esta Convención estaba pensando en un sistema de
impartición de justicia público, no privado como viene a ser el arbitraje. El
beneficio de pobreza es reconocido únicamente en la vía judicial mas no en
la arbitral. Lo anterior justifica la separación en dos Convenciones de estos
pronunciamientos y su necesidad de reconocerlos y ejecutarlos a través de
instrumentos independientes.
656 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
3. CIDIP III
esta Convención sólo es aplicable en los casos regulados por los artículos
anteriores y no rige en las siguientes materias: a. Estado civil y capacidad
de las personas físicas; b. Divorcio, nulidad de matrimonio y régimen de
los bienes en el matrimonio; c. Pensiones alimenticias; d. Sucesión testa-
mentaria o intestada; e. Quiebras, concursos, concordatos u otros procedi-
mientos análogos; f. Liquidación de sociedades; g. Cuestiones laborales;
h. Seguridad social; i. Arbitraje; j. Daños y perjuicios de naturaleza extra-
contractual, y k. Cuestiones marítimas y aéreas.
Falta entonces ver cómo se lleva a cabo a través de este instrumento di-
cha relación de complementariedad. De esta forma esta Convención esta-
blece cuáles deben ser los parámetros y criterios competenciales que debe
haber reunido el juez de origen en orden a dar eficacia extraterritorial a sus
pronunciamientos. Volvemos, una vez más, a la revisión de la competen-
cia del juez de origen por el juez requerido para dar eficacia extraterrito-
rial. Lo anterior por la falta del principio de confianza que señalábamos sí
existía en el contexto europeo. De tal manera que el juez requerido para
dar eficacia extraterritorial, sin revisar el fondo de la decisión y su confor-
midad o inconfomidad con la misma, revisará la competencia del juez de
origen. Para esta revisión el artículo 1o. de este instrumento establece cuá-
les son los puntos de conexión, que basados en un principio de proximidad
razonable, deben haber sido la guía para la declaración de la competencia
judicial internacional del juez de origen. El incumplimiento de dichos cri-
terios conllevará necesariamente la negación del otorgamiento de la efica-
cia extraterritorial del pronunciamiento. Veamos cuáles son estos criterios
competenciales, estos foros de atribución de competencia judicial civil in-
ternacional:
privado, que las actividades que originaron las respectivas demandas se ha-
yan realizado en el Estado Parte donde fue pronunciada la sentencia, o 4. En
materia de fueros renunciables que el demandado haya aceptado por escrito
la competencia del órgano jurisdiccional que pronunció la sentencia; o si, a
pesar de haber comparecido en el juicio, no haya cuestionado oportunamen-
te la competencia de dicho órgano. B. En el caso de acciones reales sobre
bienes muebles corporales debe satisfacerse uno de los siguientes supuestos:
1. Que, al momento de entablarse la demanda, los bienes hayan estado si-
tuados en el territorio del Estado Parte donde fue pronunciada la sentencia,
o 2. Que se diere cualquiera de los supuestos previstos en la sección A de
este artículo. C. En el caso de acciones reales sobre bienes inmuebles, que
éstos se hayan encontrado situados, al momento de entablarse la demanda,
en el territorio del Estado Parte donde fue pronunciada la sentencia. D. Res-
pecto de acciones derivadas de contratos mercantiles celebrados en la esfera
internacional, que las Partes hayan acordado por escrito someterse a la juris-
dicción del Estado Parte donde se pronunció la sentencia, siempre y cuando
tal competencia no haya sido establecida en forma abusiva y haya existido
una conexión razonable con el objeto de la controversia.
101 En el caso mexicano no contamos con un grupo de materias que, de manera expre-
sa, se consideren como “exclusivas” de los tribunales mexicanos. Lo anterior supone des-
dibujar la urgencia y necesidad de este artículo 4o. convencional. Ahora bien, lo anterior
no obsta a que pongamos a trabajar la interpretación jurídica y alcancemos la conclusión
de que lo referente a los bienes inmuebles debe ser considerado como competencia ex-
clusiva.
660 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
En este sentido el artículo 5o. señala el requisito del efecto de cosa juzgada
(formal y material) así como el hecho de que sean susceptibles de reconoci-
miento o ejecución en todo el territorio del Estado parte donde fueron pro-
nunciadas.
En otro orden de ideas podemos afirmar la continuidad en la generosidad
prevista en su cláusula de compatibilidad. En ese sentido el artículo 8o. se-
ñala, como ya lo hicieran las anteriores Convenciones que: “las normas de la
presente Convención no restringen las disposiciones más amplias de con-
venciones bilaterales o multilaterales entre los Estados Partes en materia de
competencia en a esfera internacional, ni las prácticas más favorables que
éstos puedan observar con relación a la eficacia extraterritorial de las senten-
cias extranjeras”.
El resto de las cláusulas diplomáticas presentan la misma redacción
que las anteriores convenciones interamericanas.
104 Pallarés, B., op. cit., nota 68, pp. 11 y 12. En este sentido la doctrina recurre al ar-
tículo 59 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados que a la postre señala
que: “terminación de un tratado o suspensión de su aplicación implícitas como conse-
cuencia de la celebración de un tratado posterior.
1. Se considerará que un tratado ha terminado si todas las partes en él celebran ul-
teriormente un tratado sobre la misma materia y: a) se desprende del tratado posterior o
consta de otro modo que ha sido intención de las partes que la materia se rija por ese tra-
tado; o b) las disposiciones del tratado posterior son hasta tal punto incompatibles con las
del tratado anterior que los dos tratados no pueden aplicarse simultáneamente.
2. Se considerará que la aplicación del tratado anterior ha quedado únicamente
suspendida si se desprende del tratado posterior o consta de otro modo que tal ha sido la
intención de las partes”.
662 GONZÁLEZ MARTÍN / RODRÍGUEZ JIMÉNEZ
VII. CONCLUSIONES
Durante los siglos XVIII y XIX se inició el proceso que Gregorio Pe-
ces-Barba denomina de positivación de los derechos humanos.1 Estos de-
rechos, que surgieron a partir de las propuestas de los filósofos iusnatura-
listas y de las ideas de la Ilustración como derechos inherentes a la
naturaleza humana, como derechos naturales inalienables e imprescripti-
bles, van ha encontrar su reconocimiento en las declaraciones de dere-
chos de Inglaterra, de 1689, y de los Estados que se formaron de las co-
665
666 JOSÉ OVALLE FAVELA
7 Comoglio, Luigi Paolo, “Valori etici e ideologie del ‘giusto processo’ (modeli a
confronto)”, Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, núm. 3, septiembre de
1998, p. 893. Este articulo fue incluído en el libro del autor, Etica e tecnica del “giusto
proceso, Turín, Giappichelli, 2004. Las citas estarán referidas a la publicación original
del artículo.
8 Esa fue la expresión que se utilizó en la reunión de la Association International
des Sciences Juridiques celebrada en Florencia, en septiembre de 1971, a iniciativa de la
Associazione Italiana di Diritto Comparato y del Istituto Florentino di Diritto Comparato.
Los informes nacionales y regionales fueron publicados con el título Fundamental gua-
rantees of the parties in civil litigation/Les garanties fundamentales des parties dans le
procèss civil, Nueva York, Milán-Dobbs-Ferry, 1973. Y es también la que se emplea en
el libro editado por Taruffo, Michele y Varano, Vicenzo, Diritti fondamentali e guistizia
civile in Europa, Turín, Giappichelli, 2002.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 669
cuando la Constitución establece que nadie debe ser condenado sin forma de
proceso (due process of law, en su sentido más estricto), consagra implícita-
mente el principio de que nadie puede ser condenado por un proceso cual-
quiera, es decir por una farsa de proceso, de esos tan increíblemente frecuen-
16 Ibidem, p. 177.
17 La influencia de Couture en la doctrina procesal se advierte, entre otros, en los si-
guientes artículos: Bertoloni Ferro, Abraham, “Acerca de los principios fundamentales
del proceso penal”, Revista de Derecho Procesal, Buenos Aires, núm. I, 1951; Lovato,
Isaac, “Principios constitucionales del derecho procesal”, Boletín de la Sección de Inves-
tigaciones de Derecho Comparado, Quito, Universidad Central del Ecuador, enero-mar-
zo de 1953; Liebman, Enrico Tullio, “Diritto costituzionale e processo civile”, Revista di
Diritto Processuale, núm. I, 1953.
18 Rivista di Diritto Processuale, núm. I, 1954.
19 Cfr. Vittorio Denti, “Valori costituzionali e cultura processuale”, en Pizzorusso,
Alessandro y Varano, Vincenzo (eds.), L’influenza dei valori costituzionali sui sistema
giuridici contemporanei, Milán, Giuffrè, 1985, p. 814.
20 Fix-Zamudio, Héctor, Constitución y proceso civil en América Latina, México,
UNAM, 1974.
672 JOSÉ OVALLE FAVELA
26 “Ningún hombre libre podrá ser detenido ni preso, ni privado de sus derechos o de
sus bienes, ni declarado fuera de la ley ni exiliado, ni perjudicado de cualquier otra for-
ma, ni usaremos de la fuerza contra él ni enviaremos a otros que los hagan, sino en virtud
de un juicio legal de sus pares y según la ley de la tierra”. El texto en inglés fue tomado
del sitio de Internet http://britannia.com/history/magna 2.html.
27 Cfr. Gillingham, John, “The Early Middle Ages”, en Morgan, Kenneth O. (coord.),
The Oxford history of Britain, Oxford, Oxford University Press, 2001, pp. 149 y 150.
28 Cfr. González, Nazario, Los derechos humanos en la historia, México, Alfa Ome-
ga Grupo Editor, 2002, p. 34.
29 Cfr. Vigoriti, Vincenzo, “Due process of law”, Studi Senesi, Siena, Facoltà di Giu-
risprudenza dell’Univertità, 1988, vol. 1, pp. 383 y 384.
674 JOSÉ OVALLE FAVELA
All persons born or naturalized in the United States, and subject to the ju-
risdiction thereof, are citizens of the United States and of the State whe-
rein they reside. No State shall make or enforce any law which shall abrid-
ge the privileges or immunities of citizens of the United States; nor shall
any State deprive any person of life, liberty, or property, without due pro-
cess of law; nor deny to any person within its jurisdiction the equal protec-
tion of the laws.34
30 Cfr. Idem, Garanzie costituzionale del processo civile, Milán, Giuffrè, 1973, p. 27,
nota 6.
31 Ibidem, p. 28.
32 Ibidem, pp. 28 y 29.
33 “Ninguna persona podrá… ser compelida a declarar contra sí misma en ningún juicio
criminal, ni será privada de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso legal”.
34 “Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y sometidas a
su jurisdicción son ciudadanos de los Estados Unidos y de los Estados en que residen.
Ningún Estado podrá dictar ni dar efecto a cualquier ley que limite los privilegios o in-
munidades de los ciudadanos de los Estados Unidos; tampoco podrá Estado alguno privar
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 675
A pesar que el due process of law nace como una garantía de toda per-
sona para no ser privada de la vida, la libertad o la propiedad sino me-
diante un proceso legal que se apegue a los principios establecidos en la
Constitución y en el common law, es decir, como una garantía procesal
(adjective due process of law), la interpretación de la Suprema Corte nor-
teamericana y la doctrina han considerado que esta garantía también pro-
tege a las personas en contra de disposiciones legislativas que no hayan
tenido una regular y correcta elaboración, o que no resulten justas y razo-
nables (sustantive due process of law). En este último sentido, el sustan-
tive due process of law se suele identificar con the law of the land.35
Fue precisamente la enmienda XIV el fundamento para que John
Marshall Harlan, miembro de la Suprema Corte norteamericana de 1877
a 1911, sostuviera que, a través del due process of law, el Bill of Rights
introducido en 1789 en la Constitución Federal es obligatorio no sólo pa-
ra los tribunales federales, sino también para los tribunales de los Esta-
dos, criterio que ha venido siendo acogido por la Suprema Corte, sobre
todo a partir de la segunda mitad del siglo XX.36
Vincenzo Vigoriti sostiene que en el término due se encierra toda la
fuerza de la expresión. Este término “alcanza a comunicar algo más que
una simple exigencia de corrección del proceso, que se propone como una
obligación ética de justicia a observar en cualquier sector no sólo procesal.
Es precisamente en este sentido que el due process —y precisamente el
sustantive due process—asumirá, en un cierto periodo, un papel central en
la experiencia norteamericana”.37
En su aspecto procesal, como adjective due process of law, esta garantía
funciona, en primer término, como garantía de un proceso correcto (fair
trial) que asegure el respeto del principio de contradicción y los demás dere-
chos procesales, entre los cuales destacan los siguientes: a) el derecho a ser
informado oportunamente del posible acto de privación de derechos y a con-
tar con una oportunidad razonable para preparar la defensa; b) el derecho a
Bajo la influencia del due process of law, y tomando como base los dere-
chos humanos reconocidos tanto en la Declaración Universal de las Nacio-
nes Unidas de 1948, el Convenio Europeo de Derechos Humanos de 1950 y
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, así como en
su propia Constitución de 1948, la doctrina italiana ha desarrollado el con-
cepto del proceso justo o equitativo.40
Las divergencias se iniciaron a partir de las distintas traducciones que
se hicieron del artículo 10 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. Este precepto reconoce a toda persona el derecho a ser oído,
en condiciones de plena igualdad, por un tribunal independiente e impar-
cial, en una fair and public hearing, según la versión inglesa; en una
equa e pubblica udienza, conforme a la traducción italiana; a ser oída pú-
blicamente y con justicia, en la española; a que su causa sea entendue
équitablement et publiquement, en la francesa.
El artículo 6.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos también
ha recibido diferentes versiones en sus traducciones al español y el fran-
cés, así como al inglés y al italiano. Mientras en la versión oficial en
francés se habla del droit à un process équitable y en la española del de-
Luigi Paolo Comoglio sostiene que las fórmulas sintéticas que identifi-
can al paradigma del modelo internacional del processo equo, ragionevole
e giusto, son los siguientes: a) la igualdad de las partes; b) la independen-
cia e imparcialidad de los jueces, cortes y tribunales, preconstituidos por la
ley; c) la publicidad de las audiencias y del pronunciamiento de las deci-
siones judiciales; d) el derecho de acceso y de recurso efectivo a los órga-
nos estatales de justicia, sin alguna discriminación irracional; e) el contra-
dictorio y la defensa técnica en el juicio; f) el derecho a la prueba, y g) la
duración razonable del proceso.45
El concepto del giusto processo fue introducido en el artículo 111 de la
Constitución italiana, por la ley constitucional del 23 de noviembre de
1999, número 2. Los dos primeros párrafos del artículo 111 fueron aproba-
dos en los siguientes términos: “La giurisdizione si attua mediante il gius-
to processo regolato dalla legge. Ogni processo si svolge nel contraddit-
torio tra le parti, in condizioni di parità, davanti a giudice terzo e
imparziale. La legge ne assicura la ragionevole durata”.46
Es claro que esta reforma debe ser entendida dentro del conjunto de
garantías establecidas en el texto original la Constitución de 1948, parti-
cularmente en los artículos 24 y 25 y en el propio artículo 11. El artículo
24, que reconoce los derechos de acción y de defensa en juicio,47 ha sido
uno de los principales fundamentos constitucionales sobre los cuales se
ha desarrollado el análisis de las garantías fundamentales del proceso ci-
vil en Italia.48
mismo autor en colaboración con Vigoriti, Vincenzo, “I diritti costituzionali delle parti
nel processo civile italiano”, Rivista di Diritto Processuale, núm. 4 de 1971; Comoglio,
Luigi Paolo, La garanzia costituzionale dell’azione ed il processo civile, Padua, Cedam,
1970; Denti, Vittorio, “Il diritto di azione e la Costituzione”, Rivista di Diritto Proces-
suale, núm. 1 de 1964; Trocker, Nicolò, Processo civile e Costituzione, Milán, Giuffrè,
1974, y Andolina, Italo y Vignera, Giuseppe, Il modelo costituzionale del processo civile,
Turín, Giappichelli, 1990.
49 Comoglio, Luigi Paolo, “Le garanzie fondamentali del «giusto processo»”, Jus.
Revista di Scienze Giuridique, núm. 3, septiembre-diciembre de 2000, p. 340. Este artícu-
lo fue incluido en el libro del autor, Etica e tecnica del “giusto proceso, Turín, Giappi-
chelli, 2004. Las citas estarán referidas a la publicación original del artículo.
50 Comoglio, op. cit., nota 7, pp. 898 y 899. La misma actitud advierte el autor en los
ordenamientos de la tradición del common law, en donde el due process of law “no es
cualquier proceso que se limite a ser extrínsecamente fair (es decir, correcto, leal o regu-
lar, sobre el plano formal, conforme a la law of the land), sino un proceso que sea intrín-
secamente equo e giusto, conforme a los parámetros ético-morales aceptados por el co-
680 JOSÉ OVALLE FAVELA
mún sentimiento de los hombres libres de cualquier época y país, en cuanto se revele
capaz de realizar una justicia verdaderamente imparcial, fundada en la naturaleza y la ra-
zón” (p. 899).
51 Trocker, Nicolò, “Il nuovo articolo 111 della costituzione e il ‘giusto processo’ in
materia civile: profili generali”, Revista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, núm.
2, junio de 2001, p. 386.
52 Este artículo dispone lo siguiente: “A todos é assegurado o acesso ao direito e aos
tribunais para defesa dos seus direitos e interesses legalmente protegidos, não podendo a
justiça ser denegada por insuficiência de meios económicos”.
53 Entre otros autores, podemos mencionar a Nosete, José Almagro, Constitución y
proceso, Barcelona, Bosh, 1984; Chamorro Bernal, Francisco, La tutela judicial efectiva.
Derechos y garantías procesales derivados del artículo 24.1 de la Constitución, Barcelona,
Bosch, 1994; Gimeno Sendra, Vicente, Constitución y proceso, Madrid, 1988; González
Pérez, Jesús, El derecho a la tutela jurisdiccional, 3a. ed., Madrid, Civitas, 2001; Gutié-
rrez-Alviz, Faustino Conrado y López López, Enrique (coords.), Derechos procesales fun-
damentales, Madrid, Consejo General del Poder Judicial, 2005; Oliva Santos, Andrés de la,
Sobre el derecho a la tutela jurisdiccional. La persona ante la administración de justicia:
derechos básicos, Barcelona, Bosch, 1980; Picó i Junoy, Joan, Barcelona, J. M. Bosch,
1997.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 681
57 Lozano, José María, Tratado de los derechos del hombre, México, Imprenta del
Comercio, de Dublán y Compañía, 1876, p. 143.
58 Semanario Judicial de la Federación, Quinta Época, t. XLVIII, p. 3479, “INQUILI-
NATO EN EL ESTADO DE YUCATÁN, INCONSTITUCIONALIDAD DE LA LEY DE”.
59 Idem, Quinta Época, t. V, septiembre de 1919, p. 417, “ADMINISTRACIÓN PÚBLICA”.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 683
nal, y XIV, para todo tipo de proceso, que fueron hechas en 1789 y 1868,
respectivamente, a la Constitución norteamericana de 1787. Se debe te-
ner en cuenta, sin embargo, que la garantía del due process of law es en-
tendida con un alcance mucho mayor en los Estados Unidos, en donde
no es sólo una garantía de carácter procesal (y que integra lo que llaman
el adjective due process of law); sino que es, sobre todo, la garantía para
que la ley se elabore y aplique en forma justa, razonable y con apego a
los principios fundamentales del derecho privado y a la Constitución (el
sustantive due process of law).
En México se utiliza preponderantemente la expresión garantía de au-
diencia para designar el derecho que el artículo 14 de la Constitución de
1917 otorga a toda persona para que, previamente a cualquier acto de au-
toridad que pueda llegar a privarla de sus derechos o posesiones, se le dé
una oportunidad razonable de defenderse en juicio, de probar y de alegar
ante tribunales independientes, imparciales y establecidos con anteriori-
dad en la ley.67 Aunque en principio la garantía de audiencia pareciera
estar otorgada al demandado, los principios de igualdad de las partes y
de contradicción imponen al juzgador el deber de otorgar a la parte acto-
ra las mismas oportunidades razonables para exponer su pretensión, para
probar y para alegar. Expresar su acción o su excepción, ofrecer y apor-
tar pruebas, alegar y recibir una resolución fundada, motivada y con-
gruente, son las cuatro formalidades esenciales del procedimiento que,
de acuerdo con la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia, debe
cumplir todo proceso para cumplir con la garantía de audiencia.68
72 Comoglio señala como antecedentes del primer párrafo del artículo 47 de la Carta,
los artículos 8o. de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, 13 del Convenio
Europeo de Derechos Humanos y 19 de la Declaración de los Derechos y de las Liberta-
des Fundamentales, adoptada por el Parlamento Europeo el 12 de abril de 1989. Cfr. Co-
moglio, Luigi Paolo, “L’effettività della tutela giurisdizionale nella Carta dei Diritti Fon-
damentali dell’Unione Europea”, en Taruffo, Michele e Varano, Vincenzo, op. cit., nota
8, pp. 231 y 232. Este articulo fue incluído en el libro del autor, Etica e tecnica del
“giusto proceso, Turín, Giappichelli, 2004. Las citas estarán referidas a la publicación
original del artículo.
73 Trocker, Nicolò, “La Carta dei diritti fondamentali dell’Unione Europea ed il pro-
cesso civile”, Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, núm. 4 de 2002, p. 1175.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 689
1. Principio de contradicción
78 Cfr. Picardi, Nicola, “Audiatur et altera pars. Le matrice storico-culturali del contrad-
dittorio”, Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile, núm. 1, marzo de 2003, p. 10.
79 Ibidem, pp. 8 y 9.
80 Calamandrei, después de afirmar que el proceso no es un monólogo sino un diálo-
go, un cambio de proposiciones, de respuestas y de réplicas, escribe: “En esto consiste la
dialéctica, que es el carácter más precioso y típico del proceso moderno...” Y más ade-
lante, agrega: “En realidad, la dialéctica del proceso es la dialéctica de la democracia par-
lamentaria...” op. cit., nota 65, pp. 150, 151 y 155. En sentido completamente contrario,
Emilio Betti, en pleno auge del fascismo, señalaba: “la falta efectiva del contradictorio
no se encuentra en contraste lógico con el objeto del proceso, porque la actuación de la
692 JOSÉ OVALLE FAVELA
ley, a través de una decisión justa, se puede obtener aun sin la colaboración de las par-
tes”. Cfr. Picardi, Incola, “L’esame di coscienza del vecchio maestro”, Rivista di Diritto
Processuale, núms. 2-3 de 1986, p. 542.
81 Perelman, Chäim, La lógica jurídica y la nueva retórica, trad. de Luis Díez-Pica-
zo, Madrid, Civitas, 1979, p. 105.
82 Wyness Millar, Robert, Los principios formativos del procedimiento civil, trad. de
Catalina Grossman y prólogo de Eduardo J. Couture, Buenos Aires, Ediar, 1945, p. 47.
83 Cfr. Chamorro Bernal, op. cit., nota 52, pp. 112 y 137.
84 Liebman, Enrico Tullio, Manuale di diritto processuale civile, 5a. ed., Milán,
Giuffrè, 1980, p. 10. Elio Fazzalari sostiene que la nota esencial que caracteriza al proce-
so, es su carácter dialéctico o contradictorio. Istituzioni di diritto processuale, 6a. ed.,
CEDAM, Padua, 1992, pp. 82-84.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 693
En cuanto a la igualdad, no debe creerse por tal el que los grados de poder
y de riqueza sean absolutamente los mismos, sino que el primero esté al
abrigo de toda violencia y que no se ejerza jamás sino en virtud del rango
y de acuerdo con las leyes; y en cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano
sea suficientemente poderoso para poder comprar a otro, ni ninguno bas-
tante pobre para sentirse forzado a venderse...85
85 Rousseau, Jean Jacques, El contrato social, trad. Enrique Azcoaga, Madrid, Sarpe,
1983, p. 89.
86 Bobbio, Norberto, Igualdad y libertad, trad. de Gregorio Peces-Barba, Barcelona,
Paidós, Universidad Autónoma de Barcelona, 1993, pp. 72-73.
87 Idem, “Igualdad y dignidad de los hombres”, cit., nota 2, p. 47. Las cursivas son
nuestras.
694 JOSÉ OVALLE FAVELA
Los autores del párrafo segundo previeron que el juicio o proceso tiene
que seguirse ante tribunales previamente establecidos; que en tal juicio se
deben respetar las formalidades esenciales del procedimiento y aplicarse
las leyes expedidas con anterioridad al hecho. Estos requisitos han sido
ampliamente analizados e interpretados por la jurisprudencia de Suprema
Corte de Justicia, la cual ha denominado al derecho fundamental contenido
en el citado párrafo segundo, garantía de audiencia, nombre que corres-
ponde a la tradición española95 y a la mexicana.96 Cabe advertir que en el
artículo 17 de la Constitución mexicana también se consagra el derecho a
la tutela jurisdiccional en términos muy similares a los expuestos en el
apartado 5.97
Sólo en fecha más reciente la doctrina mexicana ha empezado a utili-
zar la expresión debido proceso legal,98 en sustitución al de garantía de
audiencia, e incluso una reforma constitucional introdujo expresamente
aquella expresión.99
pues con esa reforma se abolieron los pocos supuestos en los que el artículo 22 de la pro-
pia Constitución permitía que se aplicara la pena de muerte.
95 Cfr. Almagro Nosete, op. cit., nota 52; Chamorro Bernal, op. cit., nota 52, pp.
132-139; González Pérez, op. cit., nota 52, pp. 240-242, y Ramos Méndez, Francisco,
“La influencia de la Constitución en el derecho procesal civil”, Justicia, núm. 83, Barce-
lona, Bosch, núm. I, 1983, pp. 30 y 31.
96 El artículo 31 del Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexica-
na, sancionado en Apatzingán el 22 de octubre de 1814, disponía: “Ninguno debe ser juz-
gado ni sentenciado, sino después de haber sido oído legalmente”. Para un análisis de la
garantía de audiencia en la doctrina y la jurisprudencia, véase Ovalle Favela, op. cit., no-
ta 53, pp. 100-128.
97 El artículo 17 de la Constitución dispone lo siguiente: “Ninguna persona podrá ha-
cerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho./ Toda persona
tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para im-
partirla en los plazos y términos que fijen las leyes, emitiendo sus resoluciones de mane-
ra pronta, completa e imparcial. su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia,
prohibidas las costas judiciales./ Las leyes federales y locales establecerán los medios ne-
cesarios para que se garantice la independencia de los tribunales y la plena ejecución de
sus resoluciones. /Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter puramente civil”.
Sobre el derecho a la tutela jurisdiccional en el artículo 17 constitucional, véase Ovalle
Favela, op. cit., nota 53, pp. 411-417.
98 Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, “Ejercicio de las garantías constitucionales sobre la efi-
cacia del proceso”, op. cit. nota 23, y García Ramírez, Sergio, “El debido proceso legal.
Concepto general y regulación en la Convención Americana sobre Derechos Humanos”,
Boletín Mexicano de Derecho Comparado, núm. 117, septiembre-diciembre de 2006.
99 Por decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación del 12 de diciembre
de 2005, se adicionó un párrafo sexto al artículo 18 de la Constitución, para prever que
698 JOSÉ OVALLE FAVELA
en “todos los procedimientos seguidos a los adolescentes se observara la garantía del de-
bido proceso legal”.
100 Cfr. Gozaíni, Osvaldo Alfredo, Derecho procesal constitucional. El debido proce-
so legal, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, 2004.
101 Cfr. Morillo, Augusto M., El proceso justo. Del garantismo formal a la tutela
efectiva de los derechos, Buenos Aires, Librería Editora Platense, Abeledo Perrot, 1994.
102 Así lo sostuvimos en nuestro artículo “Garantías constitucionales del proceso”,
XXV Congreso Colombiano de Derecho Procesal, Bogotá, Universidad Libre, 2004, pp.
716 y ss.
103 Cfr. Pellegrini Grinover, Ada, “As garantias constitucionais do processo”, Novas
tendências do directo processual de acordo com a Constituiçâo de 1988, Rio de Janeiro,
1990, pp. 1 y 2, y Silva, José Afonso da, Constituciones iberoamericanas. Brasil, Méxi-
co, UNAM, 2006, p. 63.
104 Cfr. Osuna Patiño, Néstor, Constituciones iberoamericanas. Colombia, México,
UNAM, 2006, p. 37.
105 El artículo 5o., LXXIII de la Constitución brasileña prescribe: “Qualquer cidadão
é parte legítima para propor ação popular que vise a anular ato lesivo ao patrimônio pú-
blico ou de entidade de que o Estado participe, à moralidade administrativa, ao meio am-
biente e ao patrimônio histórico e cultural, ficando o autor, salvo comprovada má-fé,
isento de custas judiciais e do ônus da sucumbência”. El artículo 88 de la Constitución
colombiana estatuye: “La ley regulará las acciones populares para la protección de los
derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y
la salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la libre competencia econó-
mica y otros de similar naturaleza que se definen en ella. /También regulará las acciones
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 699
originadas en los daños ocasionados a un número plural de personas, sin perjuicio de las
correspondientes acciones particulares”.
106 Couture, Eduardo J., Proyecto de Código de Procedimiento Civil con exposición
de motivos, Buenos Aires, Depalma, 1945, p. 49.
107 A los que llamó de iniciativa del proceso, dirección, impulso procesal, igualdad,
libertad de formas, probidad, economía y concentración.
108 El texto de las bases puede ser consultado en Fix-Zamudio, op. cit., nota 20, pp.
107-110.
109 Cfr. Miguel y Alonso, Carlos de, “Notas sobre las garantías procesales del Códi-
go-Tipo iberoamericano”, Sandro Schipani y Romano Vaccarella, Un “Códice Tipo” di
Procedura Civile per l’America Latina, Padua, Cedam, 1990, pp. 61-67.
700 JOSÉ OVALLE FAVELA
110 Comoglio, Luigi Paolo, “Garantías mínimas del «proceso justo» civil en los orde-
namientos hispano-latinoamericanos”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal,
núm. 2 de 2002. Este artículo también se publicó en el libro del propio Comoglio, Etica e
tecnica del “giusto processo”, Turín, Giappichelli, 2004, en el cual, además, se incluye
tanto la versión española como la italiana de las Bases constitucionales mínimas del pro-
ceso civil ‘justo’ para América Latina. La versión española se publicó en español en la
revista argentina El Derecho, Diario de Doctrina y Jurisprudencia, 6 de octubre de 2003.
ESTUDIOS EN HOMENAJE A HÉCTOR FIX-ZAMUDIO 701
TOMO I
EPISTOLARIO
703
704 SUMARIO GENERAL
CAPÍTULO I
TEORÍA GENERAL DEL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL
TOMO II
CAPÍTULO II
TRIBUNALES, CORTES Y SALAS CONSTITUCIONALES
CAPÍTULO III
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL Y JURISDICCIÓN ORDINARIA
CAPÍTULO IV
TRIBUNALES CONSTITUCIONALES Y DEMOCRACIA
TOMO III
CAPÍTULO V
JUSTICIA Y CONTROL CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO VI
CONTROL DIFUSO
“Lo confuso del control difuso de la
Constitución. Propuesta de interpreta-
ción del artículo 133 constitucional” José de Jesús GUDIÑO PELAYO
“El control difuso de la constitucionali-
dad en Venezuela: el estado actual de la
cuestión” José Vicente HARO GARCÍA
“El artículo 133 de la Constitución Polí-
tica de los Estados Unidos Mexicanos,
como instrumento de interpretación
constitucional de jueces de legalidad
(posible aproximación a un control difu-
so de la constitucionalidad de carácter Olga SÁNCHEZ CORDERO DE
legítimo en México)” GARCÍA VILLEGAS
CAPÍTULO VII
CONTROL CONSTITUCIONAL LOCAL
TOMO IV
CAPÍTULO VIII
DERECHOS FUNDAMENTALES Y JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO IX
PROTECCIÓN HORIZONTAL DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
CAPÍTULO X
PROTECCIÓN JURISDICCIONAL DE LOS DERECHOS SOCIALES
CAPÍTULO XI
BLOQUE DE CONSTITUCIONALIDAD
TOMO V
CAPÍTULO XII
EL JUEZ CONSTITUCIONAL
“Algunas acotacionnes sobre los poderes
de interpretación de los jueces constitu-
cionales a las normas y principios consti-
tucionales. Interpretación jurisprudencial
en derecho venezolano” Alberto BAUMEISTER TOLEDO
“Jueces constitucionales. Un poder incó-
modo” Andrés BORDALÍ SALAMANCA
“El juez constitucional como legisla-
dor positivo y la inconstitucional refor-
ma de la Ley Orgánica de Amparo en
Venezuela mediante sentencias inter-
pretativas” Allan R. BREWER-CARÍAS
“Acerca de la legitimidad democrática
del juez constitucional” Jaime CÁRDENAS
“El juez constitucional como garante de
los derechos fundamentales del hombre” Constancio CARRASCO DAZA
“El juez constitucional. Los riesgos de su
vocación expansiva y algunos posibles Eloy ESPINOSA-SALDAÑA
límites a su accionar” BARRERA
“El juez constitucional español: comen-
tarios a un proyecto de reforma” Ángela FIGUERUELO BURRIEZA
“Il giudice tra ética, diritto e legge” Pierfrancesco GROSSI
“Se i giudici creino diritto” Riccardo GUASTINI
“Juez y Poder Judicial en el Estado de
derecho” Norbert LÖSING
“El poder de los jueces” Clemente VALDÉS S.
718 SUMARIO GENERAL
CAPÍTULO XIII
SENTENCIA CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO XIV
JURISPRUDENCIA Y PRECEDENTE CONSTITUCIONAL
TOMO VI
CAPÍTULO XV
INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO XVI
INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL Y DERECHO INTERNACIONAL
CAPÍTULO XVII
JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL ELECTORAL
TOMO VII
CAPÍTULO XVIII
HÁBEAS CORPUS
CAPÍTULO XIX
AMPARO
CAPÍTULO XX
HÁBEAS DATA Y PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES
CAPÍTULO XXI
OMBUDSMAN Y PROCEDIMIENTO DE INVESTIGACIÓN DE LA SUPREMA CORTE
TOMO VIII
CAPÍTULO XXII
CONTROL CONSTITUCIONAL DE LEYES
CAPÍTULO XXIII
CONFLICTOS ENTRE PODERES Y ÓRGANOS DEL ESTADO
CAPÍTULO XXIV
INCONSTITUCIONALIDAD POR OMISIÓN LEGISLATIVA
CAPÍTULO XXV
JUICIO POLÍTICO Y FUERO PARLAMENTARIO
CAPÍTULO XXVI
CONTROL JURISDICCIONAL DE LA REFORMA CONSTITUCIONAL
CAPÍTULO XXVII
RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO
TOMO IX
CAPÍTULO XXVIII
DERECHO INTERNACIONAL Y JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL
TRANSNACIONAL
CAPÍTULO XXIX
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS
CAPÍTULO XXX
TRIBUNAL EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS
CAPÍTULO XXXI
CORTE PENAL INTERNACIONAL
CAPÍTULO XXXII
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA
TOMO X
CAPÍTULO XXXIII
DEBIDO PROCESO Y TUTELA JUDICIAL
CAPÍTULO XXXIV
ACTUALIDAD PROCESAL
CAPÍTULO XXXV
PRUEBA
CAPÍTULO XXXVI
DERECHO PROCESAL CIVIL INTERNACIONAL
TOMO XI
CAPÍTULO XXXVII
ADMINISTRACIÓN Y PROCURACIÓN DE JUSTICIA
CAPÍTULO XXXVIII
ESTADO FEDERAL Y AUTONÓMICO
CAPÍTULO XXXIX
ACTUALIDAD CONSTITUCIONAL
TOMO XII
CAPÍTULO XL
MINISTERIO PÚBLICO Y DERECHO PENAL
CAPÍTULO XLI
DERECHO (CONTENCIOSO) ADMINISTRATIVO
CAPÍTULO XLII
DERECHO DE LA INFORMACIÓN
CAPÍTULO XLIII
DERECHO FISCAL
“Alcance de los principios materiales de
justicia tributaria en el sistema tributario
mexicano: la capacidad contributiva, la
igualdad y la proporcionalidad tributa- Marco César GARCÍA BUENO y
ria” Gabriela RÍOS GRANADOS
“Interpretación de la materia tributaria
en México” Manuel L. HALLIVIS PELAYO
CAPÍTULO XLIV
DERECHO INDÍGENA
CAPÍTULO XLV
DERECHO LABORAL
CAPÍTULO LXVI
DERECHO PRIVADO, INFORMÁTICA Y TELECOMUNICACIONES