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Emile Benveniste

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Emile Benveniste

En el texto «De la subjetividad del Lenguaje» Benveniste


comienza con el siguiente interrogante:

«Si el lenguaje es un instrumento de


comunicación, ¿a qué se debe semejante
propiedad?»
A esta pregunta propone dos respuestas:

• En primer lugar, sostiene que el lenguaje se emplea para la


comunicación porque los hombres no han dado con un medio
mejor, ni más eficaz para comunicarse.
• En segundo lugar - explica Benveniste – el lenguaje presenta
ciertas disposiciones que lo tornan apto para transmitir algo y
provocar cierto comportamiento.

Pero hablar de instrumento, de medio es oponer hombre y


naturaleza y el lenguaje está en la naturaleza del hombre.
Nunca llegamos al hombre separado del lenguaje, ni jamás
vemos inventarlo.
Es en y por el lenguaje que el hombre se constituye como sujeto,
porque el solo lenguaje, funda la realidad del ser, el concepto de ego.
Es por esta razón que Benveniste niega la idea que sostiene que el
lenguaje es un instrumento de comunicación fabricado como producto
cultural.
Para Benveniste el lenguaje no es un producto cultural instalado en
una realidad externa al hombre sino una parte de su propia naturaleza
y un elemento constitutivo de su subjetividad.
La subjetividad de la que habla Benveniste es la capacidad del locutor
de plantearse como sujeto de su discurso, entendiendo por discurso
al “lenguaje en acción”.
El lenguaje es posible porque cada locutor se sitúa como sujeto y remite a sí mismo como
“Yo” en su discurso.
En virtud de ese “yo”, inmediatamente se plantea otra persona, exterior a ese “yo”, que se
vuelve su eco al que ese “yo” funda como “tú”.

Seguidamente Benveniste se plantea cómo el lenguaje logra fundar esa subjetividad, y


repara en el hecho notable que en ninguna lengua falten los pronombres personales. Una
lengua sin expresión de la persona no puede ser concebida.

Estos pronombres no remiten a un concepto preciso dado. No hay concepto “yo” que
englobe a todos los “yo” que se mencionan en un momento, en el sentido que si hay un
concepto de “árbol” al que se reducen todos sus empleos.
• Los pronombres personales son un tipo de palabras que
escapan al estatuto de los demás signos de la lengua, ya que
se refieren a algo que es exclusivamente lingüístico: “yo” se
refiere al acto individual en que es pronunciado, y cuyo locutor
designa.

• Es un término que no puede ser identificado más allá de la


instancia discursiva.

• La realidad a la que remite es la realidad del discurso. A este


tipo de signo, Emile Benveniste define como deícticos.
• Vemos entonces como el lenguaje está organizado de tal manera
que permite a cada locutor apropiarse de la lengua designándose
como Yo, y situando frente a sí mismo, un tú que es su destinatario.

• Los pronombres personales son el primer punto de apoyo para


expresar la subjetividad. De estos dependen otros pronombres que
son indicadores de deixis, como los pronombres demostrativos, los
adverbios, los verbos y los adjetivos, que en su totalidad organizan
las relaciones espaciales y temporales en torno al sujeto del
discurso. Estas signos a los que Benveniste denomina deícticos,
tienen por rasgo común definirse solamente por relación a la
instancia de discurso en que son producidos.
• Se proponen así formas vacías que cada locutor en ejercicio del discurso se
apropia, y refiere a su propia persona, definiendo, caracterizando, situando
temporal y espacialmente, un Yo y un Tú del discurso. Los deícticos sólo existen
en la red de significados que la enunciación crea y en relación con el aquí y
ahora del locutor.
Teoría de la enunciación
La enunciación es poner a funcionar el lenguaje por un acto individual de utilización.

El discurso es producido cada vez que se habla, que se da una manifestación de la


enunciación. El discurso o enunciado es el producto de la enunciación.

La enunciación siempre es subjetiva. Por el contrario, en la práctica científica se procura


eliminar o atenuar todos los rasgos individuales de la enunciación.

La enunciación puede definirse en relación al lenguaje como un proceso de apropiación. El


locutor se apropia del aparato formal y enuncia su posición, declarándose a sí mismo como
enunciador de ese mensaje.
Inmediatamente, implanta a otro delante de sí, al que postula como
alocutario o destinatario de esa enunciación.
Como ya vimos hay que remarcar que tanto enunciador como
destinatario son internos al enunciado, a la instancia discursiva.
Diferente es lo que ocurre con emisor y receptor que son externos al
enunciado, pueden coincidir, o no, con el enunciador y destinatario, y
pueden ser, o no, personas concretas.

La presencia del enunciador en su enunciación hace que la


instancia de discurso constituya un centro de referencia interna, cuya
función es poner al locutor en relación constante con su enunciación y
con el destinatario.
Las implicaciones, el compromiso, del sujeto de la enunciación en su
enunciado se determinan según el lugar donde el enunciador pone la
autoridad de lo que expresa.
Benveniste define estas actitudes del locutor respecto a su enunciado como
modalidades de la enunciación y distingue las siguientes modalidades:
• Declaración: enunciación construida para brindar una determinada
información. “Juana ha comenzado a trabajar” (Verdad objetiva –
Enunciador y destinatarios no especificados)
• Interrogación: enunciación construida para suscitar una respuesta.
“¿Juana ha comenzado a trabajar?) (Interrogante - Enunciador y
destinatarios no especificados)
• Intimación: enunciación que implica una obligación, una relación
imperativa. “Por favor, averiguá si Juana ha comenzado a trabajar” (Orden
– Enunciador no especificado, Destinatario: Tú/vos, individual)
• Aserción: enunciación que implica una certidumbre respecto al
contenido del enunciado. “Es cierto que Juana ha Comenzado
a trabajar” (Afirma y da certeza - Enunciador y destinatarios no
especificados)
• Posibilidad / Duda: enunciación que implica una falta de
seguridad del enunciador respecto al contenido del enunciado.
“Es probable que Juana haya comenzado a trabajar” (No brinda
certeza - Enunciador y destinatarios no especificados
• Deseo: enunciación que implica un interés por parte del
enunciador de que algo ocurra. “Me gustaría que Juana
comenzara a trabajar” (Intencionalidad, Enunciador: Yo,
individual, a mi me gustaría… Destinatario, no especificado)
• La utilización de la tercera persona, y la no aparición explícita
del enunciador y destinatario implica un menor grado de
compromiso por parte del enunciador. Puede hablarse también
de tipo de enunciación que en algunos caso es mucho más
formal, impersonal y distante.

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