De La Subjetividad en El Lenguaje
De La Subjetividad en El Lenguaje
De La Subjetividad en El Lenguaje
Benveniste
Empieza poniendo en tela de juicio la visión simplista del lenguaje como instrumento de
comunicación1. Si bien los hombres no han dado con un medio mejor ni siquiera tan eficaz
para comunicarse, también hay medios no lingüísticos que posibilitan la comunicación
(gestos, mímica).
*Benveniste diferencia lenguaje de discurso el discurso es lenguaje puesto en acción.
Es ingenua la visión de un período original en el que los hombres han ido elaborando el
lenguaje. Esto es pura ficción. Nunca llegamos al hombre separado del lenguaje ni jamás
lo vemos inventarlo. Es un hombre hablante el que encontramos en el mundo, un hombre
hablando a otro, y el lenguaje enseña la definición misma del hombre.
Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto; porque el solo lenguaje
funda en realidad, en su realidad que es la del ser, el concepto de “ego”.
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Además, al hablar de instrumento se tiende a disociar del hombre la propiedad del lenguaje. Más adelante
señala que la palabra sí parece asumir una función instrumental o vehicular. Pero para que la palabra
garantice la “comunicación” es preciso que la habilite el lenguaje, del que ella no es sino actualización.
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Es un hecho notable que entre los signos de una lengua, del tipo, época o región que sea,
no falten nunca los “pronombres personales”. Una lengua sin expresión de la persona no
se concibe.
Ahora bien, estos pronombres se distinguen en esto de todas las designaciones que la
lengua articula: no remiten ni a un concepto ni a un individuo.
No hay concepto “yo” que englobe todos los yo que se enuncian en todo instante en boca
de todos los locutores, en el sentido en que hay un concepto “árbol” al que se reducen
todos los empleos individuales de árbol. El “yo” no denomina, pues, ninguna entidad
léxica. Estamos ante una clase de palabras, los “pronombres personales”, que escapan al
estatuto de todos los demás signos del lenguaje. ¿A qué yo se refiere? A algo muy
singular, que es exclusivamente lingüístico: yo se refiere al acto de discurso individual en
que es pronunciado, y cuyo locutor designa.
“Yo” es un término que sólo puede ser identificado en la instancia de discurso, y que
no tiene otra referencia que la actual. La realidad a la que remite es la realidad del
discurso. Es en la instancia de discurso en que yo designa el locutor donde éste se enuncia
como “sujeto”. Es por esto que el fundamento de la subjetividad está en el ejercicio de la
lengua.
El lenguaje está organizado de tal forma que permite a cada locutor apropiarse de la
lengua entera designándose como yo.
Los pronombres personales son el primer punto de apoyo para este salir a luz de la
subjetividad en el lenguaje. De estos pronombres dependen a su vez otras clases de
pronombres, que comparten el mismo estatuto. Son los indicadores de la deixis,
demostrativos, adverbios, adjetivos, que organizan las relaciones espaciales y temporales
en torno al “sujeto” tomado como punto de referencia: “esto, aquí, ahora”, y sus
numerosas correlaciones “eso, ayer, el año pasado, mañana, etc.” Tienen por rasgo común
definirse solamente por relación a la instancia de discurso en que son producidos, es decir
bajo la dependencia del yo que en aquélla se enuncia.
Fácil es ver que el dominio de la subjetividad se agranda más y tiene que anexarse la
expresión de la temporalidad. Cualquiera que sea el tipo de lengua, por doquier se aprecia
cierta organización lingüística de la noción de tiempo. Una lengua distingue siempre
“tiempos” y siempre la línea divisoria es una referencia al “presente”. Ahora, este
“presente” a su vez no tiene como referencia temporal más que un dato lingüístico: la
coincidencia del acontecimiento descrito con la instancia de discurso que lo describe. El
asidero temporal del presente no puede menos de ser interior al discurso. Y no hay otro
criterio ni otra expresión para indicar “el tiempo en que se está” que tomarlo como “el
tiempo en que se habla”. El tiempo lingüístico es sui-referencial. En último análisis la
temporalidad humana con todo su aparato lingüístico saca a relucir la subjetividad
inherente al ejercicio mismo del lenguaje.
El lenguaje es pues la posibilidad de la subjetividad, por contener siempre las formas
lingüísticas apropiadas a su expresión, y el discurso provoca la emergencia de la
subjetividad. El lenguaje propone en cierto modo formas “vacías” que cada locutor en
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ejercicio de discurso se apropia, y que refiere a su “persona”, definiendo al mismo tiempo
él mismo como yo y una pareja como tú. La instancia de discurso es así constitutiva de
todas las coordenadas que definen el sujeto.
La instalación de la “subjetividad” en el lenguaje crea, en el lenguaje y –creemos- fuera
de él también, la categoría de la persona.
Ejemplos. Al decir “yo creo, yo supongo, yo presumo que…” indico que adopto
determinada actitud ante el enunciado que sigue. Hay un indicador de subjetividad. Da a
la afirmación que sigue el contexto subjetivo –duda, presunción, inferencia- propio para
caracterizar la actitud del locutor hacia el enunciado que profiere. Esta manifestación de
la subjetividad no adquiere su relieve más que en la primera persona.
Se discernirá mejor aún la naturaleza de esta “subjetividad” considerando los efectos de
sentido que produce el cambio de las personas en ciertos verbos de palabra. Son verbos
que denotan por su sentido un acto individual de alcance social: jurar, prometer,
garantizar, certificar, etc. Yo juro es una forma de valor singular, por cargar sobre quien
se enuncia yo la realidad del juramento. Esta enunciación es un cumplimiento: “jurar”
consiste precisamente en la enunciación yo juro, que liga a Ego. Las consecuencias
(sociales, jurídicas, etc.) de mi juramento, de mi promesa, arrancan de la instancia de
discurso que contiene juro, prometo. La enunciación se identifica con el acto mismo. Mas
esta condición no es dada en el sentido del verbo; es la “subjetividad” del discurso la que
la hace posible. Se verá la diferencia reemplazando yo juro por él jura. En tanto que yo
juro es un comprometerme, él jura no es más que una descripción, en el mismo plano que
él corre, él fuma. El mismo verbo según sea asumido por un “sujeto” o puesto fuera de la
“persona”, adquiere valor diferente. Es una consecuencia de que la instancia de discurso
que contiene el verbo plantee el acto al mismo tiempo que funda el sujeto.
APUNTES
*Deícticos modos de marcar la subjetividad
¿Qué es la deixis? (“señalar”, en griego) yo muestro, indico (señalamiento)
Todo el sistema de la mostración y del señalamiento tiene que ver con la proximidad del
sujeto.
Tenemos adj. demostrativos, adverbios, expresiones deícticas (“cuando vuelvas”)
Son deícticos porque está en relación e/ yo – tú tiene que ver con el universo
compartido e/ yo – tú. Depende del momento de la enunciación.
Deícticos tienen que ver con las categorías de: distancia y tiempo
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“Yo no sé si allá van a encontrar lo que buscan. Es más, creo que hoy por hoy es casi
imposible irse de acá sin consecuencias.”
Yo – sé (presente, 1ra p.); allá: de acuerdo e/ yo – tú; creo: 1ra p., “hoy por hoy”: frase
hecha, no deíctico; acá: deíctico, posición del yo.
Marcas de relación entre yo – tú
1) Juan dijo: en mi casa nadie levanta la voz.
2) Juan dijo que en su casa nadie levanta la voz. (discurso indirecto, diferido)
“su” y “levanta” están organizados en torno a un “yo” que está fuera de la enunciación
(alguien está diciendo lo que Juan dijo)
Los deícticos cambian en función de quién está hablando.
*Casos temporales. La deixis se puede ver en: tiempos verbales, posesión, adverbios
(temporales, espaciales)
¿Cómo cambia el tiempo y el espacio en función de estas categorías?
Ejemplo. Nueva York, 18 de octubre 1992
Juan le dice a María: “Mañana viajamos en tren desde acá”.
¿Cómo se llenan? Mañana: 19 de octubre. Viajamos: Juan y María. Acá: Nueva York
Tres deícticos: mañana, viajamos, acá
*Deixis: no sólo se organiza en función del yo – tú. También los deícticos tienen que ver
con palabras vacías, palabras que no dicen nada en sí mismas. Se van a llenar de
significado de acuerdo con la enunciación.