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La Responsabilidad Contractual y Extracontractual

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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior

Universidad Nacional Experimental de los Llanos Centrales “Rómulo Gallegos”

Área: Ciencias Políticas y Jurídicas

Unidad Curricular: Obligaciones I

3er Año. Sección “2”

San Juan de los Morros – Edo. Guárico

La Responsabilidad Contractual y Extracontractual

Profesor: Integrantes:

Oscar Herrera Alvares Julio V-28.408.260

Alviarez Jose V-30.577.682

Diaz Rosy V-30.582.136

Lopez Denisse V-30.327.257

Rojas Ivanys V-30.669.226

Yanes Luis V-30.577.587

Octubre, 2024
La Responsabilidad Contractual y Extracontractual

Como definición, podemos decir que la responsabilidad civil se traduce en


la obligación de responder de los actos realizados personalmente o por otras
personas sobre las que se tiene control o autoridad, cuando estos actos causan
daños. Aunque no siempre, suele generar una indemnización económica.

La responsabilidad civil puede ser contractual o extracontractual. La


distinción teórica de ambos tipos de responsabilidad se presenta sencilla:

 La contractual es la que surge en el caso de incumplimiento de una


obligación previa entre las partes más allá de la órbita de lo estrictamente
pactado en el contrato.

 La responsabilidad extracontractual, por su parte, es aquella que deriva del


incumplimiento del principio general de no causar daño a otro.

La responsabilidad contractual permite distinguir con claridad entre la


obligación originaria incumplida y la obligación consistente en la responsabilidad
civil, que es una obligación nueva surgida del incumplimiento arbitrario por parte
del deudor del derecho de crédito del acreedor. Mientras que la otra, a esa
obligación autónoma, nueva, en que consiste la responsabilidad civil pero que no
corresponde con un deber preexistente, sino un deber general, un deber que
incumbe a cada individuo de la colectividad social de no causar daño a ninguna
otra persona.

Diferencias de Régimen Jurídico entre la Responsabilidad Contractual y la


Responsabilidad Extracontractual

1. Capacidad: La responsabilidad contractual supone e implica en el sujeto la


capacidad para obligarse y de otro modo no será posible hacer recaer
sobre él las consecuencias del incumplimiento de la obligación. Al efecto
indica el artículo 1349: “Nadie puede reclamar el reembolso de lo que ha
pagado a un incapaz, en virtud de una obligación que queda anulada, si no
prueba que lo que ha pagado se ha convertido en provecho de tales
personas”. Se refiere la norma a la obligación contraída por tales personas
y que nace viciada de nulidad relativa que puede hacer valer el incapaz. Y
si así lo hace y es declarada tal, no se puede reclamar el reembolso de lo
pagado, salvo que se convirtiera en su provecho. Es decir, dentro de los
límites que se haya enriquecido injustamente a expensas de la otra parte y
en la medida que el enriquecimiento subsista en el patrimonio del incapaz.
De manera que los términos en los cuales se trata dicha norma son muy
severos precisamente en protección al sujeto afectado por la incapacidad.
En materia, extracontractual por su parte, rige el artículo 1186 del CC: “El
incapaz queda obligado por sus actos ilícitos siempre que haya obrado con
discernimiento”. La capacidad delictual o para responder por hecho ilícito
viene dada por la capacidad natural asociada al discernimiento. Esto es, la
capacidad de entender y de querer que implica cierta madurez y un estado
de conciencia. La capacidad para distinguir lo bueno de lo malo, la
capacidad de darse cuenta uno mismo de lo que está haciendo, por qué lo
hace y las consecuencias. Tal capacidad falta en el niño y en el demente.
Pero la posee en principio el adolescente y el inhabilitado. Lo que exige la
ley para responder por hecho ilícito extracontractual es que el sujeto
cuando cometió el acto estuviere dotado de capacidad de entender y de
querer. El entredicho pudiera responder si se logra probar que actuó en un
intervalo de lucidez. De tal suerte que la capacidad delictual deriva de la
capacidad natural y no coincide necesariamente con la capacidad civil.

2. Daños Previsibles e Imprevisibles: La doctrina tradicional realiza otra


diferencia con base a que la responsabilidad contractual se limita a los
daños previsibles o que hayan podido preverse al momento de contraer la
obligación, y no se extiende a los daños imprevisibles salvo que medie dolo
de conformidad con el artículo 1274 CC. En tanto se afirma que en materia
extracontractual se extiende al daño imprevisible por la diferencia de las
circunstancias. Pero ello, a decir de Lagrange, constituye en esencia una
impropiedad. Porque precisamente, por no existir en tal materia una
relación preexistente previa entre las partes, entre acreedor y deudor de la
responsabilidad extracontractual, no puede hablarse de previsibilidad o de
imprevisibilidad del daño como sí acontece en materia contractual, en que
puede existir una previsión de cuál será el daño que pueda sufrir el
acreedor en caso de incumplimiento del deudor. A propósito de la
previsibilidad, no se ve por qué habría de mantenerse una regla distinta
para la extensión de los daños resarcibles. Y así se ha indicado que no
habría ninguna distinción fundamental a hacer, desde el punto de vista de la
reparación entre la responsabilidad contractual y la aquiliana.

3. Daño Moral: Algunos niegan la procedencia del daño moral en materia


contractual, a diferencia de la materia extracontractual, bajo el alegato del
elemento sistemático de la norma del 1196 CC. Y si bien esa ha sido una
postura de cierto sector de la jurisprudencia, desde el punto de vista teórico
estricto, aclaraba Lagrange, no existe ninguna razón para sostener eso,
pues la responsabilidad por daño moral cabe también por el incumplimiento
de una obligación en sentido técnico. Es precisamente en tal ámbito, donde
tal vez se hace mayormente evidente, como es el caso de la
responsabilidad médica.

4. Cláusulas de Exoneración y Limitación de la Responsabilidad: En materia


contractual se admiten dentro de las limitaciones derivadas de la autonomía
de la voluntad la posibilidad de cláusulas de exoneración y limitación de la
responsabilidad civil. En tanto que en materia extracontractual, la tendencia
tradicional apunta a negar la validez de cláusulas limitativas o de
exoneración de la responsabilidad como contrarias a las normas de orden
público aplicables en materia de responsabilidad extracontractual. Se
rechaza tal estipulación por contraria al orden público. Ejemplo de ello sería
una cláusula que indicara “no respondemos por hecho ilícito”.
5. Culpa Levísima: Se pretende sostener con base a una vieja doctrina que en
materia extracontractual el autor queda obligado inclusive por culpa
levísima, es decir, por la omisión del deber de diligencia máxima, aquella
que no es propia sino de los seres humanos extraordinariamente diligentes
y previsivos. Ello a diferencia de la responsabilidad contractual en que salvo
que por aplicación de la autonomía de la voluntad se pacte ésta
expresamente el patrón de referencia es la culpa leve en abstracto, esto es,
la diligencia que observaría el deudor medio, a saber, el buen padre de
familia (CC, art. 1270). La verdad, indicaba acertadamente Lagrange, que
no se encuentra en la ley base alguna para sostener la procedencia de la
culpa levísima en materia extracontractual, por lo que la tendencia moderna
ha de ser rechazar tal diferencia y juzgar con el mismo patrón de conducta,
a saber, la culpa leve en abstracto.

6. Solidaridad: En cuanto a la posibilidad de dirigirse a uno de los autores del


daño a reclamarle el pago del todo, hay una diferencia. En materia
contractual, sabemos que la solidaridad no se presume sino que precisa
pacto expreso, pues lo que ha de presumirse a falta de dicho pacto es la
mancomunidad (CC, art. 1223). En tanto que en materia extracontractual
rige el artículo 1195 CC que establece una solidaridad en la obligación de
reparar a cargo de los coautores del hecho ilícito.

7. Comunidad Conyugal: En materia contractual el cónyuge (marido o mujer)


comprometen la responsabilidad de los bienes comunes por las
obligaciones que contraiga como administrador de los mismos (CC, art.
168). En tanto que la responsabilidad civil por acto ilícito de un cónyuge no
perjudica al otro ni en sus bienes propios ni en su parte de los comunes
(CC, art. 167). Toda vez que la materia extracontractual por hecho ilícito se
considera personalísima, y prueba de ello es que las indemnizaciones
recibidas por tal son propias o exclusivas del cónyuge afectado (CC, 152,
num. 5).
8. Presunción de Culpa por el solo Incumplimiento del Deudor: Según
indicamos en materia contractual figura una suerte de presunción de culpa
derivada de la inejecución de la obligación, salvo que el deudor pruebe
causa extraña no imputable. La responsabilidad civil extracontractual
general por hecho ilícito (1185 CC) precisa de la prueba de la culpa del
agente del daño. Aunque veremos que existe tanto en materia
extracontractual como contractual, casos de responsabilidad objetiva ajenos
a la idea de culpa del agente y basados generalmente en la idea del riesgo-
provecho.

9. Requerimiento: Vimos al referirnos a la mora, que por lo general en materia


contractual se precisa el “requerimiento” u orden imperativa de pago salvo
aquellos casos en que no es posible mora, se precisa el “requerimiento” u
orden imperativa de pago, salvo excepciones, entre las que se ubica el
caso del “hecho ilícito”. Esto es, en materia contractual se precisa en
principio “requerimiento” o intimación al pago, a diferencia de la materia
extracontractual.

10. Ilicitud del Daño: En cuanto al objeto de la lesión, no habría diferencias


entre el ilícito contractual y el aquiliano. Ambos implicarían la transgresión
de un deber preexistente. La distinción sólo se reduciría a una cuestión
secundaria: en el ilícito aquiliano el deber recae en la generalidad de los
individuos, por corresponder a un derecho absoluto; ínterin que, el daño
contractual deriva de la violación de una obligación específica preexistente
por tratarse de un derecho relativo.

El Problema llamado “Cúmulo” de las Responsabilidades Contractual y


Extracontractual

Se alude a “cúmulo de responsabilidades”, no para referir a la concurrencia


de ambas responsabilidades (contractual y extracontractual) sino a la posibilidad
de optar por una u otra en caso de darse ambas. Siendo que realmente lo que
acontecería es una “opción” y no una “acumulación”. El asunto del cúmulo de
responsabilidades trata de responder las siguientes preguntas: ¿Cuándo el deudor
ha incumplido la obligación existe la posibilidad de hacer valer solo la
responsabilidad contractual o puede si lo prefiere invocar por tal incumplimiento
las reglas de la responsabilidad extracontractual? ¿Qué interés podría tener el
acreedor en invocar las reglas de la responsabilidad extracontractual? Pues por
ejemplo podría escapar de las cláusulas de exoneración o limitación de la
responsabilidad civil; podría (aunque discutido) pretender la reparación del daño
imprevisible, pretender la solidaridad pasiva (CC, art. 1195), evitaría tener que
constituir en mora al deudor, podría aprovecharse de las normas que rigen en
materia de guarda de cosas (CC, arts. 1192, 1193 y 1194). Pero podría acontecer
que el acreedor tuviera interés en mantenerse dentro de la responsabilidad
contractual para aprovecharse de la presunción de culpa del deudor respecto de
incumplimiento; embargar bienes de la comunidad conyugal; atenerse al domicilio
de elección escogido por las partes. A ello se refiere el problema del “cúmulo” de
responsabilidades, aunque la expresión indudablemente no es la apropiada, pues
sugiere una adición o aplicación conjunta, cuando en verdad no se trata de eso.
Pues no supone que el sujeto pueda acumular dos indemnizaciones por un mismo
hecho lo cual sería absurdo porque se trata de dos regímenes diferentes no
obstante la unidad de la responsabilidad civil. Más bien de lo que se trata es un
asunto de “opción”. En efecto, se trata de dilucidar si ante un mismo hecho puede
el sujeto tomar la vía de la responsabilidad civil contractual o por el contrario la de
responsabilidad extracontractual.

Cláusulas Convencionales sobre Responsabilidad

Las cláusulas convencionales sobre responsabilidad pretenden regular una


posible responsabilidad del deudor. Su objeto es establecer una regulación en tal
sentido, sin remitir exclusivamente a la regulación legal. Entre sus ventajas se
reseña que evita controversias o discusiones, aunque pueden servir también para
extender la responsabilidad del deudor (en supuestos de caso fortuito, fuerza
mayor o culpa levísima) así como atemperar la responsabilidad del deudor en
caso de incumplimiento. Son comunes en los contratos de adhesión. Tienen sus
ventajas e inconvenientes, aunque puede verse como un medio técnico dirigido al
cumplimiento de ciertos fines. Entre las desventajas se cita que puede favorecer la
negligencia del deudor. Indica el artículo 1.276 CC: “Cuando en el contrato se
hubiere estipulado que quien deje de ejecutarlo debe pagar una cantidad
determinada por razón de daños y perjuicios, no puede el acreedor pedir una
mayor, ni el obligado pretender que se le reciba una menor. Sucede lo mismo
cuando la determinación de los daños y perjuicios se hace bajo la fórmula de
cláusula penal o por medio de arras”.

Las Cláusulas de Exoneración Total o Parcial de Responsabilidad

A tales cláusulas se les reconoce validez dentro de los límites generales de


la autonomía de la voluntad. No se admite sin embargo la exoneración de la
responsabilidad en los siguientes supuestos:

1. Por Dolo o Culpa Grave (Art. 1506 C.C) por ser contrario al orden público y
ser manifestación de una carencia de voluntad de obligarse, según se
indicó a propósito de la culpa como requisito de la responsabilidad
contractual. No cabe pues exonerar por dolo o culpa grave.

2. Aquella referida a daños relativos al cuerpo u otros derechos


personalísimos, toda vez que estos conforman derechos irrenunciables
teñidos por la noción de orden público.

3. Violatorias del orden público entre las que cabe ubicar las cláusulas
“abusivas”, aquellas que vulneran la buena fe y el justo equilibrio de las
prestaciones. Siendo ejemplos de tales las que imponen plazos de
caducidad excesivamente cortos o pretenden requisitos de difícil
verificación, que acortan el lapso de prescripción, que imponen regulación
de jurisdicción, el sometimiento a arbitraje, la suspensión unilateral del
contrato o la renovación automática del mismo y las limitativas del derecho
a la defensa como la inversión de la carga de la prueba (así como imponer
domicilio de elección o renuncia al domicilio en contratos de adhesión). La
doctrina también ubica dentro de la noción de orden público la materia
relativa al consumo, a propósito de la improcedencia de cláusulas de este
tipo, que son comunes en los contratos de adhesión pero la ley especial
trata de minimizarlas. Se distingue también las cláusulas
“sospechosamente abusivas” que agravan la responsabilidad de la
contraparte del proponente de las condiciones generales de contratación.

4. Las relativas a obligaciones esenciales, esto es, aquellas que constituyan la


esencia o fundamento de la respectiva relación obligatoria. En efecto, la
doctrina extranjera ha indicado acertadamente que carecen de validez “las
cláusulas que excluyen la responsabilidad civil por incumplimiento del
contrato excluyen a la vez la obligación misma. La voluntad de las partes ha
sido no obligarse jurídicamente”. Con base a dicho criterio pudiera
concluirse que los casos de exoneración total de responsabilidad no
podrían versar sobre obligaciones esenciales sino sobre las accesorias,
esto es, aquellas que no sean determinantes en la esencia o cumplimiento
de la prestación principal que propicia el contrato en cuestión, porque lo
contrario refleja una ausencia de voluntad de obligarse. Tal sería el caso de
que el transportista pretende exonerarse en caso de no cumplir el
transporte.

5. Cuando el hecho califica como hecho ilícito, pues no cabe excluir por
acuerdo la procedencia de responsabilidad extracontractual, dada la
admisión del cúmulo de la responsabilidad.

6. Imposibilidad de dirigirse contra el patrimonio del deudor: en sentido


semejante a los anteriores se afirma que el citado principio de
responsabilidad patrimonial universal se configura con “carácter imperativo
(no dispositivo), por lo que no caben los pactos de exoneración de la
responsabilidad que le impidan al acreedor en caso de incumplimiento
dirigirse contra el patrimonio del deudor haciéndolo intocable.

La Cláusula Penal

Se manifiesta como un modo de responsabilidad distinto al legal, producto


de la autonomía de la voluntad, pues “la voluntad es su única fuente”. Constituye
una “preconstitución contractual de una responsabilidad patrimonial particular para
los casos de incumplimiento parcial, defectuoso, retraso o incumplimiento de una
obligación”. Se le denomina también “multa convencional” y configura un arreglo
anticipado de estimación de daños que pactan las partes. Se trata de un negocio
jurídico o una convención o estipulación accesoria por la cual una persona a fin de
reforzar el cumplimiento de una obligación, se compromete a satisfacer cierta
pretensión indemnizatoria si no cumple lo debido o lo hace tardía o irregularmente.
La cláusula penal también llamada pena convencional es una estipulación de
carácter accesorio por la que se establece una sanción, generalmente pecuniaria
para el caso de que el deudor incumpla o cumpla defectuosamente su obligación.

La cláusula penal tiene por objeto que los daños y perjuicios acarreados por
la mora o el incumplimiento de una obligación sean sustituidos por una pena
estipulada de antemano por las partes, y es una manera de evitar engorrosas
discusiones sobre la existencia o la entidad que realmente han alcanzado esos
daños, que podrían resultar difíciles de probar, pero han quedado ya «prefijados»
por voluntad de las partes”. De allí que algunos la califiquen también como
“valuación convencional del daño”. Constituye una suerte de indemnización
sustitutiva que tiene su base en la autonomía de la voluntad. La cláusula penal
presenta la particularidad de ser un medio de garantía que no requiere la
intervención de terceros ni la constitución de ningún derecho real para asegurar el
cumplimiento de una obligación, aunque no atribuye al acreedor un derecho real
de garantía. Presenta la ventaja de fijar anticipadamente el monto por el posible
daño, evitando discusiones y la intervención del Juez en la liquidación. La culpa no
es determinante, se funda en el riesgo de un daño. Se hace efectiva con el
incumplimiento, exime de probar el daño al acreedor. La cláusula penal no sólo
tiene por finalidad asegurar el cumplimiento de la obligación sino también prefijar
anticipadamente la indemnización por daños y perjuicios, evitando así la
incertidumbre de la cuantía de la indemnización. Es sumamente útil porque exime
al afectado de la necesidad de la prueba de la cuantía del daño.

La Seña o Arras

Se trata de uno más de los posibles mecanismos de refuerzo del crédito


con que cuenta el acreedor. Las arras denotan la idea de garantía, prenda o señal,
cuyo origen parece remontarse a las costumbres de los mercaderes hebreos,
cartagineses y fenicios. En efecto, se denomina arras o “señal” que viene a ser la
entrega de una cantidad de dinero u otra cosa fungible con motivo de la
celebración del contrato, a fin de asegurar su posición en el contrato. Precisa para
su perfección de la entrega de dinero o la cosa y de allí su carácter real, por lo que
no basta la promesa sino la efectividad. Su relación con la cláusula penal implica
que se trata de una función indemnizatoria pero no idéntica, ya que la cláusula
penal funciona por incumplimiento obligacional imputable al deudor, y las arras lo
hacen indemnizatoriamente cuando algunas de las partes se arrepiente y disuelve
la obligación, sin que haya caído en incumplimiento. Aunque se diferencia en que
las arras existen en beneficios de ambas partes en tanto que la cláusula penal
solo en beneficio del acreedor. Las arras no surgen como obstáculo a los efectos
del resarcimiento del daño mayor del acreedor: en cambio en la cláusula penal, su
propia existencia limita la indemnización al importe de la pena. Se indica que las
arras funcionan como una suerte de pago por renunciar al contrato que garantizan
pero que efectuado éste, bien puede el interesado acceder a demandar los daños
y perjuicios. No pueden estipularse a favor del que no es parte. Las arras se
clasifican en confirmatorias o penales y penitenciales o de retracción. Las arras
pueden ser confirmatorias o penales (cumple una función de prenda), operan
como prueba y señal de la existencia de un contrato, nada prejuzgan sobre la
cuantía de la indemnización, son inoperantes salvo la función que cumplen de
evidenciar obligación contraída. En caso de incumplimiento por quien las entregó,
éste las perderá y si el incumplidor es el que las recibe las devolverá dobladas.

Dispone el artículo 1263 CC: “A falta de estipulación contraria, lo que se da


en arras al tiempo de la celebración del contrato o con anterioridad a este acto, se
considera como garantía de los daños y perjuicios para el caso de contravención.
Si la parte que no ha incurrido en culpa no prefiere exigir el cumplimiento de la
convención, puede retener las arras que haya recibido o exigir el doble de las que
haya dado”. Se aprecia que se trata de una norma dispositiva por lo que las partes
pudieran disponer otra distribución de la pena para el caso de contravención.

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