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Pasos-Lope de Rueda

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LOPE DE RUEDA

-Los turrones de
Alicante
-Las aceitunas

LOS TURRONES DE ALICANTE

DALAGÓN- ¿¡Será posible, será posible que esto haya ocurrido!?


PANCORVO- ¿Será posible, será posible?

DALAGÓN- Pero, ¿Qué dices tu, sinvergüenza?

PANCORVO- Nada señor, estoy ayudándole a quejarse.

DALAGÓN- Ah, si es así entonces muchas gracias. ¡Es que es


increíble!

PANCORVO- ¡Increíble, señor, increíble!

DALAGÓN- ¿Pero tu crees que es verdad?

PANCORVO- Verdad verdadera señor.

DALAGÓN- ¿Pero estás seguro de que es verdad?

PANCORVO- Y tan seguro, verdad, verdad y verdad.

DALAGÓN- ¡Ay que rabia!

PANCORVO- Ay madre, que rabia que sea verdad.

DALAGÓN- Entonces no hay mas remedio, tenemos que admitirlo,


¿Tu también lo admites?

PANCORVO- Si señor... un momento, ¿qué es lo que tengo que


admitir?

DALAGÓN- Pues que has sido tu el que se ha comido las dos


tabletas de turrón de Alicante que yo tenía encima de la mesa.

PANCORVO- Ah, no,no,no,no... ¡eso no es verdad!

DALAGÓN- Ah, ahora dices que no es verdad... vamos a ver si así


confiesas. (Lo coge por el cuello como queriéndole estrangular)
PANCORVO- AH, AH, AH!!!... Así no voy a poder hablar...

DALAGÓN- Tienes razón, a ver así si confiesas. (Le estira de una oreja)

PANCORVO- ¡Suélteme señor, suélteme que le diré quién se ha


comido los turrones!
DALAGÓN- Venga, ¡habla!

PANCORVO- Voy, voy que me ponga la oreja en su sitio que de poco


me la despega.
(Dirigiéndose al borde del escenario para evitar que alguien les escuche) Periquillo,
Periquillo se los ha comido.

DALAGÓN- ¿Periquillo?

PANCORVO- Si señor, yo se muy bien que a Periquillo le encantan


los turrones, que se los come sin pan ni nada.

DALAGÓN- ¡Periquilloooo!

PERIQUILLO- ¿Qué quiere señor?

DALAGÓN- ¿Que qué quiero? Toma goloso ladrón!, Toma, toma y


toma. (Corriendo detrás de él)

PERIQUILLO- pero señor, ¿Por qué me pega así?

DALAGÓN- ¿Y aún lo preguntas? ¡Por tragón!

PANCORVO-Eso, ¡por glotón!

DALAGÓN- Que te has comido dos tabletas de turrón de Alicante


que había encima de la mesa.

PERIQUILLO- ¿Yo?, pero..., ¿Quién ha dicho eso? ¡Eso es mentira


señor!

DALAGÓN- Éste lo dice.


(Periquillo hace gesto de ir a pegar a Pancorvo)

PANCORVO- ¿Yo?, ¿Yo he dicho eso? Pues si lo he dicho, ya no lo


digo, porque Periquillo es muy bueno y no creo que hiciese algo así.

PERIQUILLO- ¡Que mal amigo eres!, ay, mis costillas, ay, mi


espalda...

PANCORVO- Perdóname amigo, ¿Quieres que te haga un masaje?


DALAGÓN- ¡Dejaos de masajes ahora y llamar a Gasconcillo!

PERIQUILLO Y PANCORVO- ¡Gasconcilloooo!

GASCONCILLO- ¿Que, que, que pasa se, se señor?

PERIQUILLO- Yo creo que ha sido él señor, porque si se come las


palabras al hablar, por fuerza se come los turrones que vea por ahí.

GASCONCILLO- Pe, pe, pero que pa, que pa que pa....

PERIQUILLO- Dice que qué pasa señor.

DALAGÓN- ¿Que qué pasa? Miras lo que pasa... (comienza a darle golpes en
la espalda y la cabeza y él huye alrededor de la mesa)

GASCONCILLO-¡Soco, soco, soco socorroooo!

PANCORVO- ¡Déle señor que bien se lo merece!

PERIQUILLO-¡Déle, déle fuerte!

DALAGÓN- ¡Toma medias palabras toma tu merecido!

GASCONCILLO- Pe, pe, pero por, por, por...

DALGÓN- ¿Que por qué? Por haberte comido mis turrones de


Alicante.

GASCONCILLO- Je, Je, Je...

DALAGÓN- Y encima se ríe, toma.

GASCONCILLO- Je, Je, Jesús, que paliza. Que, yo, no, que yo no, los
co, co co...

PERIQUILLO- Si, si que tu si te los co, te los co te los co.

PANCORVO- A ver... (Le abre la boca para verle la dentadura como a los caballos.) No
creo que haya sido él amo, porque tiene los dientes limpios.

GASCONCILLO- Se, se, seréis ma, ma, malas per, per, per...
PERIQUILLO- No te pongas así que nosotros tuvimos el mismo
recibimiento.

DALAGÓN- ¡Acabemos con esto de una vez! ¿Quién se ha comido


mis turrones?
(Coge de las orejas a Pancorvo) Contesta o te arranco las orejas.

PANCORVO- Señor, que yo no he visto nada, que fue Gasconcillo el


que se fue de aquí el último, él habrá visto algo. Gasconcillo, ven
aquí, ¿A ti no te parece que el que se comió los turrones fue
Guillermino?

GASCONCILLO- Gui, gui, gui, se co, se co...

PERIQUILLO- Se comió los turrones.

GASCONCILLO- No, una buti, buti, buti, butifarra.

PERIQUILLO- Pues está claro, si se comió la butifarra, de postre se


comería los turrones.

DALAGÓN- ¡Guillerminooooooo!

GUILLERMINO- ¿Que quiere señor?

DALAGÓN- ¿Que qué quiero? (Comienza a pegarle, y los demás animan a Dalagón)
¡Toma, toma, toma...!

GUILLERMINO- ¿Pero a que fin me pega señor?

DALAGÓN- Con el fin de hacerte daño, ladrón.

GUILLERMINO- Pero, señor, no sea bruto, dígame al menos que es


lo que he hecho para merecer semejante paliza.

PANCORVO- Ya te lo voy a decir yo, que no se te puede fiar nada de


comer, que eres un tragón.

GUILLERMINO- Pero, ¿Qué cosa?

PERIQUILLO- ¿Que cosa? Los turrones de Alicante del señor, que


estaban encima de la mesa.
GUILLERMINO- ¿Los turrones?, Pero señor ¿No me pidió que se los
diese y usted mismo los metió al cajón del mueble de la despensa
delante de mi?

DALAGÓN- Ay... ay que dice la verdad (Va a comprobarlo y sale con los
turrones) ay que cabeza tengo..., pues que ya no me acordaba, ¿pero
habéis visto que descuido más tonto?

GUILLERMINO- Tonto, tonto, pero pues la paliza que me ha dado no


ha sido tonta.

GASCONCILLO- No te que, no te que, no te quejes que mis ri, que


mis ri, que mis ri...

PERIQUILLO- Para tontos los golpes que me he llevado yo en la


espalda...

PARCORVO- Y yo ya no siento las orejas, que me las ha hecho una


talla más grande.

DALAGÓN- (Muy conciliador) Bueno, bueno, no os pongáis así por un


despiste de nada... ¿Que os parece si os reparto entre todos los
turrones y así olvidamos esta tontería?

PANCORVO- (Cogiendo los turrones) Pues a mí, me tocarán más que me


he llevao más golpes.

GUILERMINO- Pa ti todos, que yo no quiero ni verlos.

GASCONCILLO Y PERIQUILLO- Ni yo, ni yo...


(Pancorvo se lleva a parte a sus compañeros)

GUILLERMINO- ¿Queréis que le demos su merecido? (Los demás asienten)


Señor, Quieres, lo hemos pensado mejor, y aceptamos los turrones
como regalo, si quiere los turrones para repartirlos están debajo de
la mesa.

(Dalagón se mete debajo de la mesa y los demás comienzan a darle golpes mareándolo,
jugando hasta que finalmente le dan golpes entre todos alrededor de la mesa corriendo)
FIN

LAS ACEITUNAS
TORRIBIO- ¡Bendito sea Dios! Vaya tormenta nos ha cogido en el
monte, que manera de llover. ¡Miguelilla, Miguelilla!

MAGÍN- Parece que no haya nadie padrino, ¡Eh! ¿Es que no hay
nadie?

TORIBIO- ¡Miguelilla!, ¿Dónde te has metido?

MIGUELILLA- ¡Jesús padre que manera de gritar! Que va usted a


echar la casa abajo.

TORIBIO- ¿Dónde está tu madre?, si se puede saber.

MIGUELILLA- Pues cosiendo en casa de la vecina.

TORIBIO- Jolín con las costuras de las narices, anda ves a llamarla.
(Miguelilla sale y en seguida entras las dos)

ÁGUEDA- Pues vaya fajo de leña que habéis cogido, si no vale dos
duros.

MAGÍN- Hombre madrina, no diga usted eso que si supiera lo que


nos hemos sudad para cogerla…

MIGUELILLA- Y además, mire madre como viene de mojada, esto no


sirve para nada.

TORIBIO- Pues con la tormenta que nos ha caído, ¿Cómo quieres


que venga?

MAGÍN- Desde luego, de desagradecidos está el mundo lleno.

ÁGEUDA- En fin…, venga Miguelilla hazles un par de huevos fritos


para cenar.

MAGÍN- Eso, eso, espabila un poco…

MIGUELILLA- ¡Tú te callas inútil!

ÁGUEDA- ¡Vale ya!, ¡Tú a callar y tú a trabajar! (Miguelilla sale de escena)


Ay marido, que abandonada me tienes. Mira que nunca te acuerdas
de plantarme eso olivos que nos dio el tío Plácido ¿eh?
TORIBIO- ¡Ala, y ahora me sale con esas…!

ÁGUEDA- Pues hombre, si te insisto es porque ahora es el tiempo


de plantar los olivos!

TORIBIO- Y como ahora es tiempo, pues ahora los he plantao.

ÁGUEDA- Ay Toribio. ¿De verdad?

TORIBIO- Que si mujer, que hace un par de días que los planté con
el tío Plácido.

MAGÍN- Si madrina, si, y están más majos que majos.

ÁGUEDA- ¡y que alegría Toribio!

MIGUELILLA- Ala, ya está la cena.

ÁGUEDA- ¿Sabéis que he pensao? Pues que esos olivos que acabáis
de plantar, de aquí a cinco o seis años nos darán cuatro o cinco
fanegas de aceitunas, que si vamos plantando por aquí y poR allá…
de aquí a veinte años tendremos un olivar hecho y derecho.

MIGUELILLA- Pues si que es verdad mamá, ¡que bien! ¿Verdad?

MAGÍN- Que hartón de ganar dinero nos vamos a dar padrino.

TORIBIO- Nosotros cogeremos las aceitunas, tú las lavarás y la


Miguelilla las venderá en el mercao. Y oye bien Miguelilla, no las
vendas por menos de catorce dineros el kilo.

MIGUELILLA- Si padre.

ÁGUEDA- ¿Pero qué dices a catorce dineros?, Escúchame bien


Miguelilla, ¡las venderemos a veinte dineros el kilo!

MIGUELILLA- Si madre.

TORIBIO- ¡Tu siempre tan avariciosa!


(Entran Candelaria y Cristóbal)
CRISTOBAL- Buenas noches, ¿qué os pasa que gritáis de esa
manera?

CANDELARIA- Se os oye desde la otra punta de la calle.

ÁGUEDA- Mi marido que quiere vender el kilo de aceitunas a


catorce dineros… ¿Tú te crees?

CRISTOBAL- Mujer, pues no es mal precio.

CANDELARIA- ¿Cómo que no es mal precio? ¡Cristóbal eso es


regalao!

ÁGUEDA- Pues eso decía yo.

TORIBIO- Ay que ver estas mujeres lo avariciosas que son.

CANDELARIA- ¿Avariciosas? Pero que queréis ¿regalar las aceitunas


al vecindario?

CRISTOBAL- Mujer una cosa es regalar y otra es abusar. ¡A catorce


dineros es un precio justo!
(Entra Elena)

ELENA- Madre, que viene la Paulina a ver si le prestamos un poco


de pan.

EMILIA- Y una tacita de aceite.

CANDELARIA- Jolín con la Paulina, unas veces por a y otras por b,


siempre tiene que estar pidiendo.

MIGUELILLA- Es verdad, aquí también pasa a pedir cosas cada dos


por tres.

PAULINA- ¿Hablaban de mi, vecinas?

ELENA- No, no… que decíamos que ahora mismo vamos vecina.

EMILIA- Si, si que ahora le traemos lo que nos ha pedido. (Salen)

PAULINA- Ay dejadme que me siente un poco que estor huesos me


están matando.
CRISTOBAL- De tomos modos vecino si usted vende las aceitunas a
catorce dineros…

PAULINA- ¿A catorce dineros el kilo de aceitunas? Entonces yo me


las quedo todas.

ÁGUEDA- ¡De ninguna manera! Si le interesan las aceitunas tendrá


que pagarlas más caras.
(Entran Elena y Emilia con el pan y el aceite)

TORIBIO- Pero bueno… ¿Quién manda en esta casa, el hombre o la


mujer?

ÁGUEDA- Aquí manda quien tiene razón, ¡y esa soy yo!


(Entran Don Esteban y Doña Maruja)

ESTEBAN- Pero bueno, ¿Qué pasa? ¿Qué manera es esa de gritar?


MARUJA- Sois unos ordinarios, ¡Qué horror! Más os valdría
sosegaros un poco y hablar como gente educada.

ÁGEDA- Uy… los finos del barrio…

ELENA- Nada señor Esteban que, Toribio quiere vender a catorce


dineros el kilo de aceitunas…

EMILIA- Y Águeda lo quiere vender a veinte dineros.

MARUJA- Pero no hay que pegarse por eso hombre….

ESTEBAN- Por cierto Toribio, a catorce dineros, yo me quedaría con


todas las aceitunas.

PAULINA- ¡De eso nada, que yo las he pedido antes!

CRISTOBAL- Bueno, que yo por ese precio también me quedaría


unas cuantas…

MIGÍN- Tranquilos, tranquilos que habrá aceitunas para todos.

ÁGUEDA- Para todos o para nadie, ¡porque a menos de veinte


dineros yo no las vendo!
MÉDICO- Pero bueno, ¿Qué pasa aquí? ¿Ha pasado algo y no me he
enterado?

MARUJA- Pues no ha pasado, pero va a pasar así que no se aleje


doctor que alguno de estos le va a dar un infarto.

MÉDICO- Pero me quieren ustedes explicar….

MARUJA- Pues Toribio que vende las aceitunas a catorce dineros el


kilo y Águeda….
MÉDICO- ¿A catorce dineros el kilo? Entonces yo también quiero
unos cuantos kilos.

ÁGUEDA- ¡Ni hablar! ¡A menos de veinte dineros de aquí no sale ni


una aceituna!

MIGUELILLA- Tranquilícese madre que le a dar algo.

TORIBIO- Pero bueno, ¡Aquí mando yo y se hará lo que yo diga!


(Entra el cura)

CURA- Pero ¿se puede saber que es este griterío?


¿Este es el buen ejemplo que os he dado? Vergüenza os tendría
que dar.

ÁGUEDA- Ay, Don Eusebio, mi marido que es un descastado y


quiere vender las aceitunas… vamos que va llevar mi casa a la
ruina.

TORIBIO- No le haga caso Don Eusebio que yo sólo quiero vender


las aceitunas a un precio justo.

CURA- Pero bueno, me podéis explicar ¿qué pasa con las aceitunas?

MÉDICO- Nada padre que no se ponen de acuerdo en el precio, y


como a nosotros que somos los compradores nos gusta más el
precio de Toribio, estábamos aquí discutiendo quién se lleva las
aceitunas a casa porque todos las queremos comprar.

PAULINA- Pero yo estaba primeo.

ESTEBAN- Y eso qué importa, yo me llevo más kilos que usted y por
eso me tendrá que atender a mí antes.
CRISTOBAL- De eso nada porque…

CURA- ¡Silencio! A ver vamos a poner orden. Vamos a ver, ¿de qué
tamaños son las aceitunas?, Porque no es lo mismo un calibre que
otro.

TORUBIO- Pues….

CURA- Y ¿Dónde están? Así las vemos calculamos los kilos e


intentamos hacer un reparto justo, ¿no les parece?

ESTEBAN- Claro, claro…

CRISTOBAL-A ver las aceitunas….,

PAULINA-Porque si las vamos a comprar…,

MÉDICO-Pues si… yo querría verlas.

ÁGUEDA- El caso es…

TODOS- ¿Qué?

TORIBIO- Que acabamos de plantar los olivos…

CANDELARIA- Así que resulta que las aceitunas aún no están ni en


el árbol y aquí estamos todos discutiendo por comprarlas.

ELENA- Tanto follón para nada.

EMILIA- Se ve cada cosa en este mundo

PAULINA- Trae el pan y el aceite que eso si que está seguro que me
voy a hacer la cena… habrase visto….

(Salen todos de escena murmurando y muy malhumorados. En escena se quedan Águeda,


Toribio, Miguelilla y Migín con cara de circunstancia.)

FIN

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