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Cartas Pastorales 111315

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Cartas Pastorales

Silvia Castellanos

a) Desde hace tiempo viene llamándose a éstas Cartas Pastorales, tomando la metáfora del
cuidado pastoril de los rebaños y aplicándola al pastoreo de la comunidad cristiana. Es un
nombre que recoge una de las imágenes más conocidas de Jesús en el Evangelio, la del
"Buen Pastor". Las tres cartas forman un bloque homogéneo y se presentan como instruc-
ciones escritas de Pablo a dos íntimos colaboradores suyos, Timoteo y Tito, que se encuen-
tran al frente de las Iglesias de Éfeso y Creta respectivamente.

Según L. Alonso Shöekel a partir del siglo XIX se empezó a cuestionar la autenticidad
paulina de éstas cartas. Desde entonces se ha ido acrecentando la duda, de tal modo que en
la actualidad son muy escasos los biblistas que atribuyen su autoría a Pablo. Se piensa, más
bien, que son obra de un discípulo suyo de la siguiente generación, que las escribe alrede -
dor del año 100.

Recurriendo al procedimiento de pseudonimia, muy en boga en aquella época, éste discí-


pulo anónimo personifica a Pablo, dando forma de carta a sus instrucciones y escogiendo
como destinatarios dos personajes insignes del círculo paulino. Probablemente se sentía
heredero legítimo de Pablo; o quizás los rivales citaban a Pablo deformando su enseñanza.

Nada de lo dicho pone en duda el valor canónico de éstas cartas. Son parte integrante del
Nuevo Testamento y así son reconocidas por todas las confesiones cristianas.

Situación de la comunidad cristiana a las que se dirigen:

Nos situamos en la segunda o tercera generación cristiana. El ímpetu por Evangelizar de


las primeras décadas da lugar a la necesidad de consolidar y mantener las iglesias locales en
la tradición y enseñanza de los apóstoles o el depósito de la fe. Las comunidades necesitan
que se nombren líderes responsables, competentes y de confianza, que sepan mantener el
orden y la concordia, y regular el culto. Son iglesias que en su incipiente institucionaliza-
ción se sienten amenazadas por desviaciones doctrinales, que ponen en peligro la memoria
de Jesús y por consiguiente la praxis cristiana.

Las cartas reiteran el adjetivo sano\a para referirse a la ortodoxia; hablan de la "verdad",
repiten que "algunos se han apartado de...". Es difícil identificar esas herejías o doctrinas
peligrosas. Entre ellas se encontraban probablemente la de los "judaizantes", una fuerza
menor, todavía activa, con sus prohibiciones alimenticias (1 Tim 4,3), su insistencia en la
circuncisión (Tito 1,10), sus fábulas judías (Tt 1,14), o sus controversias sobre la ley (Tt
4,9). Más peligroso era el impacto del "gnosticismo", que se había infiltrado en las comuni-
dades, cuyas doctrinas esotéricas provenientes de la doctrina griega estaban falseando el
mensaje cristiano con ideas tales como la maldad del mundo material y por tanto la conde-
nación en bloque de toda la actividad sexual; la negación de la humanidad de Cristo; la afir-
mación de dos dioses uno creador y otro salvador, y cosas por el estilo, que podemos adivi-
nar oyendo las refutaciones del autor, aunque no las menciona por su nombre.

Desde el punto de vista histórico, las cartas pastorales nos suministran datos preciosos
para conocer la vida y los problemas de las iglesias post-apostólica formadas por la tercera
generación cristiana. Son comunidades que viven la presencia de Jesús en los sacramentos
y en la liturgia, muy exigentes con sus líderes y responsables, a los que comienzan ya, a
llamar obispos y diáconos y reciben la autoridad apostólica por la imposición de manos".

b) Vamos a seguir a Benedicto XVI para desarrollar la Eclesiología y la concepción de los


ministerios en las Cartas Pastorales compartiendo sus palabras en la Audiencia del día
Miércoles 28 de enero del 2009:

El trabajo lleva el título de Estructura de la Iglesia- Escritura y Tradición: " Las últimas
cartas del epistolario paulino, de la que quiero hablar hoy, se llaman Cartas Pastorales, por-
que se enviaron a algunas figuras de pastores de la Iglesia: dos a Timoteo y una a Tito, es-
trechos colaboradores de San Pablo. En Timoteo el apóstol veía casi un alter ego; de hecho,
le encomendó misiones importantes (en Macedonia cf Hch 19,22; en Tesalónica cf 1 Tes.
3,6 ; en Corinto cf. 1 Cor. 4,17; 16,10-11), y después escribió de él un elogio halagador
"Pues a nadie tengo de tan iguales sentimientos que se preocupe sinceramente de vuestros
intereses" (Flp 2,20). Según la historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea, del siglo IV,
Timoteo fue después el primer obispo de Éfeso (cf. 3,4). En cuanto a Tito también él debió
ser muy querido por el apóstol, que lo define explícitamente "lleno de alo...mi compañero y
colaborador" (2 Cor 2, 17-23) más aún, mi verdadero hijo en la fe común" (Tt 1,4). A Tito
le habían encargado un par de misiones muy delicadas en la Iglesia de Corinto, cuyo resul-
tado reconfortó a San Pablo (cf. 2 Cor 7, 6-7. 13; 8, 6). Seguidamente, por cuanto sabemos,
Tito alcanzó a San Pablo en Nicópolis, en Epiro, en Grecia (cf. Tt 3,12) y después fue en -
viado por él a Dalmacia (cf. 2 Tm 4,10). Según la carta dirigida a él después fue obispo de
Creta (cf. Tt 1,3).

Las cartas dirigidas a estos dos pastores ocupan un lugar muy particular dentro del Nuevo
Testamento. La mayoría de los exégetas son hoy del parecer que estas cartas no habrían
sido escritas por San Pablo mismo, sino que su origen estaría en la "escuela de San Pablo",
y reflejaría su herencia para una nueva generación, tal vez integrando algún breve escrito o
palabras del apóstol mismo. Por ejemplo, algunas palabras de la 2 carta a Timoteo, parecen
tan auténticas que sólo podrían venir del corazón y de los labios del apóstol.

Sin duda la situación eclesial que emerge de éstas cartas es diversas de los años centrales
de la vida de San Pablo. Él ahora, retrospectivamente, se define a sí mismo "heraldo, após-
tol y maestros de los paganos, en la fe y en la verdad (cf. 1 Tim 2,7; 2 Tim, 1,11) se presen-
ta como uno que ha obtenido misericordia, porque Jesucristo - así escribe - "quiso manifes-
tar primeramente en mi toda su paciencia para que yo sirviera de ejemplo a los que habían
de creer en él para obtener vida eterna" (1Tm 1,16). Por tanto, lo esencial es que realmente
en San Pablo, perseguidor convertido por la presencia del resucitado, se manifiesta la mag-
nanimidad del Señor para aliento nuestro, a fin de inducirnos a esperar y a confiar en la
misericordia del Señor, que a pesar de nuestra pequeñez puede hacer cosas grandes." Conti-
nua el Papa Benedicto XVI hablando del "gnosticismo" (cf. 1 Tm 2, 5-6; 2 Tm 6-8) y nos
dice el Papa Benedicto "a estas doctrinas se enfrenta el autor con dos llamadas de fondo.
Una consiste en la referencia a una lectura espiritual de la Sagrada Escritura ( cf. 2 Tm
3,14-17), es decir, a una lectura que se considera realmente como inspirada y procedente
del Espíritu Santo, para sacar de ella luz "para enseñar, convencer, corregir y educar en la
justicia (2 Tm 3,16)".
"Otro componente típico de estas cartas es su reflexión sobre la estructura ministerial
de la Iglesia. Ellas son las que por primera vez presentan la primera subdivisión de obispos,
prebísteros y diáconos (cf. 1 Tm 3, 1-3; 4,13; 2 de Tm 1,6; Tt 1, 5-9). En las Cartas Pastora-
les podemos constatar la confluencia de dos estructuras ministeriales distintas y así la cons -
titución de la forma definitiva del Ministerio de la Iglesia. En las cartas paulinas de los años
centrales de su vida, San Pablo habla de "obispos" (Flp 1,1), y de "diáconos" esta es la es-
tructura típica de la Iglesia que se formó en esa época en el mundo pagano. Por tanto, pre-
valece la figura del apóstol mismo y por eso sólo poco a poco se desarrollan los demás mi-
nisterios.

Sí, como he dicho, en las Iglesias formadas en el mundo pagano tenemos obispos y diáco-
nos, y no presbíteros, en la Iglesias formadas en el mundo judeo-cristiano los presbíteros
son la estructura dominante. En las cartas pastorales, al final las dos estructuras se unen:
aparece ahora el "obispo" (cf. 1 Tm 3, 2; Tt 1,7), siempre en singular, acompañado del ar-
tículo definido "el obispo". Y junto al "obispo" encontramos a los presbíteros y los diáco-
nos. También aquí es determinante la figura del apóstol, pero las tres cartas, como ya he
dicho, no se dirigen a comunidades, sino a personas: Timoteo y Tito, los cuales por una
parte aparecen como obispos, y por otra comienzan a estar en el lugar del Apóstol.

Así se evidencia en los orígenes la realidad que más tarde se llamará "sucesión apostólica".
San Pablo dice a Timoteo con un tono muy solemne: " No descuides el carisma que hay en
ti y que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del
colegio de presbíteros" (1 Tm 4,14). Podemos decir que en estas palabras aparece inicial-
mente también el carácter sacramental del ministerio. Y así tenemos lo esencial de la es-
tructura católica: Escritura y Tradición, Escritura y anuncio, forman un conjunto, pero a
esta estructura, por así decir doctrinal, debe añadirse la estructura personal, los sucesores de
los Apóstoles, como testigos del anuncio apostólico.

Por último, es importante señalar que en éstas cartas la iglesia se comprende a sí misma en
términos muy humanos, en analogía con la casa y la familia. Particularmente en 1 Tm 3, 2-
7 se leen instrucciones muy detalladas sobre el obispo, como estas: debe ser "irreprensible,
casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, ni bebedor ni
violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, que gobierne
bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad, pues si alguno no es
capaz de gobernar su propia casa, ¿ cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?. Además, (...)
es necesario que tenga buena fama entre los de afuera". Conviene notar aquí sobre todo la
importante aptitud para la enseñanza (cf. también 1 Tm 5,17), de la que se encuentran ecos
también en otros pasajes (cf. 1 Tm 6, 2; 2 Tm 3, 10; Tt 2,1), y además una característica
personal especial, la de la "paternidad". En efecto, al obispo se considera padre de la comu-
nidad cristiana (cf. también 1 Tm 3,15). Por lo demás, la idea de la Iglesia como "casa de
Dios" hunde sus raíces en el Antiguo Testamento ( cf. Nm 12,7) y se encuentra formulada
nuevamente en Hb 3, 2.6, mientras en otro lugar se lee que todos los cristianos ya no son
extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familiares de la casa de Dios
(cf. Ef 2,19).

Creo haber abordado desde las tres cartas la situación eclesial y ministerial de la Iglesia
con lo expuesto desde Benedicto XVI.

Con respecto a la situación de la mujer en 1 Tim encontramos una perícopa que solo los
libros muy viejos lo retransmiten 1 Tim 2, 8-15. Luis Alonso Shöekel llega a sostener que
"el autor transmite sus prejuicios y no la Palabra de Dios" y resalta que Jesucristo vino a
igualar a la mujer y al varón y que los comienzos de las comunidades cristianas paulinas
permitieron a la mujer no sólo predicar, ser diáconos (jamás se uso el término diaconisa) y
salir a misionar. Aguirre Monasterio en su obra sobre las primeras comunidades cristianas
abunda en ejemplo de mujeres que predicaron. Entre ellas nombra a Prisca que logró supe-
rar a Apolo que ocasionaba problemas en Corinto y varias y diversas mujeres que en pareja
con sus maridos salían a misionar, sostenían el culto y en algunos casos enumera parejas de
mujeres.

Más allá de todo esto y teniendo en cuenta la crítica de Shöekel al uso del texto bíblico del
génesis por parte del autor para fundamentar su opinión. Analizamos en primer lugar perso-
nalmente, que el autor vivió una época donde esa opinión sobre la mujer era común, recor-
damos que hubo épocas en que se negó a las mujeres y los hombres tener alma; y que aún
actualmente la sociedad no tiene claro si aceptar o no que las mujeres sean Ministros extra-
ordinarios de la comunión. Por lo demás desde el siglo XIX sabemos por los exégetas y
entre ellos cito al Padre Pierre Grelot que el génesis contiene diversas capas de sobreescri-
tura y que al capítulo dos del génesis que cita la perícopa (el cual tiene similitud con mitos
de la Mesopotamia sobre una diosa pagana que tiene relación con la imagen de la costilla)
de origen yavista; se le añadió posteriormente el capítulo 1 de fuente sacerdotal a fin de
justificar el descanso sabático donde Dios crea todo en seis días y descansa el séptimo y en
el sexto día se crea al hombre varón y mujer juntos. A pesar de ello todo, incluída la períco-
pa citada son Palabra de Dios desde que la Iglesia en el Concilio de Trento reconoce todos
estos libros como canónicos. Por lo que podemos no entender, pero no podemos decir junto
a Shöekel que no es Palabra de Dios.

Quedará entre las cuestiones abiertas, pero, no vamos a pedir un canon dentro del canon
como los protestantes que aún no descubren que hacer con las alusiones a los Ministerios
porque los cuestiona para ser católicos (ver Manucci). La Biblia debe ser aceptada en su
totalidad y alguna vez escuché al Padre Fortea manifestar que si la cita del Apocalipsis 22,
19 por estar en la última hoja de la Biblia se refiere al texto de todos los libros, así debemos
entenderla.

Qué hacemos con los ministerios de la mujer le aplicamos los capitulos 4, 5 de donde po -
demos sacar instrucciones de como elegir el servicio que podemos pedirles y que requisitos
aplicar para elegirlas. La primera de Timoteo tiene consejos hasta para los esclavos, ya que
en la época se logró difundir el Evangelio mediante la sumisión, el respeto y la obediencia
como virtudes cristianas. Cumplir con los deberes de estado. Ya que la 1 Carta de Timoteo
que tiene la estructura de una Epístola, semejantes a las de Pablo, además de tratar de los
ministerios, habla de los más débiles a los que pide sumisión incluso en la injusticia: las
mujeres, los esclavos, las viudas, a las cuales diferencia para ver cuáles están a cargo de la
Iglesia y cuales pueden servir como consagradas a la Iglesia.

Las mujeres en la Iglesia siempre hemos encontrado nuestro lugar, adorando, orando, en la
enseñanza de la Palabra y en el Ministerio extraordinario de la Comunión, no obstante la
dificultad de algunos para entender. Muchas han destacado en Teología, cuando el Señor
cargó su cruz no lo abandonaron, cuando el Señor se apareció lo hizo primero a una mujer
que envió en misión sobre los apóstoles a decirles que había resucitado y dónde lo verían.
Los hombres tardaron en creer, la mujer no necesita "poder" ni título para evangelizar, amar
y servir al Señor. Edith Stein, quien fuera feminista antes de su conversión, cuando le pre-
guntaron que pensaba del feminismo después de su conversión, manifestó que ya no le inte-
resaba. Así se manifiesta la santidad.

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