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VIRREINATO

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VIRREINATO

https://www7.uc.cl/sw_educ/historia/america/html/1_2_1.html

Capitulaciones de Santa Fe

Privilegios concedidos por los Reyes Católicos a don Cristóbal Colón, otorgadas el 17 de
abril de 1492. Mediante éstas Colón tendría hereditariamente el Almirantazgo, el Virreinato
y la Gobernación.

El Almirantazgo implicaba mando y jurisdicción sobre flotas y tripulaciones, es decir, sobre


"los fechos e cosas e contratos que pertenecen a la mar". El Almirante debía ser obedecido
como si fuese el mismo rey. Como virrey y gobernador tenía jurisdicción ordinaria plena y
estaba encargado, en nombre del rey, de la buena gobernación de las tierras por descubrir.

El virreinato constituyó la máxima expresión


territorial y político-administrativa que existió
en la América española y estuvo destinado a
garantizar el dominio y la autoridad de la
monarquía peninsular sobre las tierras
recientemente descubiertas.

El primer virreinato otorgado en América


recayó en don Cristóbal Colón como parte de
las concesiones que la Corona le hizo en las
Capitulaciones de Santa Fe, antes de iniciar su
primer viaje rumbo a las Indias. Sin embargo,
el virreinato colombino fue de corta duración,
extinguiéndose definitivamente en 1536. En
cambio, se establecieron en 1535 y 1543, los
dos grandes virreinatos de Nueva España y del
Perú, unidades que subsistieron durante todo
el período colonial.

El virreinato estuvo encabezado por la


figura del virrey, representante personal
y especie de alter ego ("el otro yo") del
monarca en las Indias. En los primeros
tiempos el nombramiento de virrey se
hacía de por vida, luego dicho mandato
se limitó a tres años y más tarde se
extendió gradualmente hasta los cinco
años.

El virrey, además, pertenecía a la nobleza


española cercana al monarca y ejerció la
autoridad suprema dentro de su
jurisdicción indiana. Fue el jefe civil y
militar dentro de su unidad
administrativa, dependiendo de él
también la justicia, el tesoro y los
aspectos seculares del gobierno
eclesiástico.

Así, el oficio de virrey incorporó a un


nivel superior todas las funciones de los
gobernadores: atribuciones de gobierno
(siempre se le designó virrey e
gobernador), militares (fueron
invariablemente capitanes generales),
hacendísticas (ordenadores del pago del
erario, más tarde titulados
superintendentes de la real hacienda) y
judiciales (fueron presidentes de la
Audiencia en la ciudad en que residían,
con jurisdicción disciplinaria sobre los
oidores, pero sin intervenir en pleitos y
sentencias, por no ser siempre letrados).

Este funcionario igualmente estaba


encargado de la conservación y aumento
de las rentas reales y nombraba a la
mayoría de los funcionarios coloniales
menores, laicos y eclesiásticos. Entendía
en primera instancia en todos los pleitos
referentes a los indígenas. También
reasignaba las encomiendas vacantes,
práctica ésta que dio lugar a muchos
celos y discordias.

La Real Audiencia fue el más alto


tribunal judicial de apelación en
las Indias, pues contó con
jurisdicción civil y criminal y una
amplia competencia extendida
incluso al ámbito eclesiástico. Esto
último debido a una de las
facultades que el Real Patronato
otorgó a la corona.

La creación de las Audiencias


indianas, tuvo como principal
objetivo reafirmar la supremacía
de la justicia del rey por sobre la
de los gobernadores.

Sobre la Audiencia sólo


estaba el Consejo de Indias,
al que únicamente se podía
recurrir en los casos de
mayor categoría. Al mismo
tiempo, este tribunal real
asesoró a la autoridad
política del territorio
asignado a su jurisdicción y
se constituyó en un
organismo consultivo de vital
importancia para los virreyes
y gobernadores.

Las Audiencias americanas


estaban organizadas, al
modo del Consejo de Indias,
como autoridades
colegiadas. Se componían de
letrados profesionales que,
en principio, fueron cuatro
oidores y un fiscal presididos
por el virrey o gobernador de
la zona. Con el transcurso del
tiempo el número de estos
funcionarios aumentó en los
territorios más extensos.
Cada año, rotativamente, un
oidor debía realizar viajes de
inspección y judiciales por las
provincias que formaban
parte de la jurisdicción de la
Audiencia.

La primera Audiencia indiana


fue establecida en Santo
Domingo en 1511. A partir de
1527 y hasta 1563, la
fundación de nuevas
Audiencias en México,
Panamá, Guatemala, Lima,
Guadalajara, Santa Fe,
Charcas, Quito y Chile, marcó
el proceso de la colonización
y del poder monárquico en
América. Su rango aumentó
al hacérselas depositarias del
sello real, tal como acontecía
en las cancillerías
peninsulares.

Gobernadores

El avance de los
conquistadores
españoles a través del
Nuevo Mundo y la
voluntad de permanecer
en él, obligó a la corona
a dividir el territorio en
unidades políticas
administrativas que se
denominaron
gobernaciones. Estas
generalmente fueron
otorgadas al jefe de la
hueste conquistadora
por medio de las
capitulaciones
respectivas, y en general,
confirmadas después por
el rey como premio y a la
vez como único medio
de mantener cierto
control sobre el
desarrollo de la
colonización. Al
comienzo del período
colonial este
nombramiento tuvo un
carácter hereditario.

Hubo muchos tipos de


gobernaciones
dependiendo de la
naturaleza del territorio
incorporado y del
número y la actitud de
la población nativa. Así,
por ejemplo, existieron
gobernaciones (Chile,
Guatemala, norte de
México) donde la
permanente resistencia
indígena convertía al
gobernador a su vez en
capitán general y a la
gobernación en
capitanía general.

El gobernador gozaba
de atribuciones de
gobierno y justicia,
tenía autoridad para
encomendar o repartir
indígenas y tierras,
poseía la jefatura militar
y se beneficiaba de los
productos de la región a
su cargo.
"La mano de obra constituyó el mayor problema de
las Indias", sostiene Manuel Lucena Salmoral. En el
transcurso de la era colonial los españoles
sometieron a sus súbditos americanos a distintas
formas de trabajo. Al mismo tiempo, la esclavitud
fue una fuerza laboral muy importante durante este
período.

En el contexto del proceso de conquista se esclavizó


al nativo, capturado en "guerra justa", para que
trabajara en la extracción de metales preciosos y
proporcionara alimento a los conquistadores. Las
presiones ejercidas por sectores de la Iglesia y la
disminución de la población indígena,
determinaron que la corona permitiese el ingreso
de negros africanos para que sustituyeran a la mano
de obra aborigen.

Los esclavos negros fueron empleados


fundamentalmente en los sistemas de plantación y,
en menor medida, en los lavaderos de oro. También
fueron requeridos para el servicio doméstico donde,
además, le otorgaban prestigio social a sus amos.

El sostén de la economía colonial fue el indígena


americano, considerado legalmente súbdito de la
corona y, por tanto, hombre libre. La categoría de
súbdito implicaba el pago de un tributo o, en su
defecto, un servicio personal a los representantes
de la autoridad monárquica en América.

En los dos primeros siglos coloniales la encomienda


reguló la fuerza de trabajo y la distribución de la
mano de obra. "La encomienda era una vieja
institución de carácter feudal, que establecía
servidumbre a los señores a cambio de protección
para los siervos. Se estableció entregando una
comunidad de indios a un español (benemérito) a
cambio de los servicios prestados por éste", explica
Lucena Salmoral.
El historiador Guillermo Céspedes del Castillo
agrega que "el beneficiario (encomendero) cobra y
disfruta el tributo de sus indios, en dinero, en
especie (alimentos, tejidos, etc.) o en trabajo
(construcción de casas, cultivo de tierras o cualquier
otro servicio); a cambio de ello, debe amparar y
proteger a los indios encomendados e instruirles en
la religión católica, por sí o por medio de una
persona seglar o eclesiástica (doctrinero) que él
mantendrá".

Por lo tanto, la encomienda no implicaba la


propiedad sobre los nativos; era una concesión no
heredable. Al quedar vacante (sin poseedor) ésta
volvía al monarca, quien podía retener a los
indígenas bajo administración real o entregarlos a
otro encomendero.

Paralelamente a la encomienda funcionó el sistema


del repartimiento forzado, que consistió en el
trabajo rotativo y obligatorio del indígena en
proyectos de obras públicas o trabajos agrícolas
considerados vitales para el bienestar de la
comunidad. Esta modalidad de trabajo se basaba en
reclutamientos laborales precolombinos, como
fueron el coatequitl mexicano y la mita peruana,
que los españoles aplicaron con un sentido
diferente al que tenía en las sociedades nativas.

Las encomiendas paulatinamente fueron perdiendo


su razón de ser, entre otros motivos, por la caída de
la población aborigen, la desaparición de los
conquistadores ávidos de recompensa y la paz que
imperó en la mayoría de las provincias. En cambio,
los repartimientos persistieron hasta el fin del
período colonial.
La corona fue incapaz de conceder encomiendas
indígenas al cada vez mayor número de españoles.
Por ello, muchos de éstos se vieron forzados a
recurrir a otras alternativas para proveerse de mano
de obra. Aparecieron de esa manera diversas
formas de peonaje y trabajadores libres
remunerados.

Especialmente desde finales del siglo XVI, estos


sistemas laborales predominaron en gran parte de
la América española. Mientras en las haciendas
laboraban peones, jornaleros y capataces, en las
minas obreros libres ofrecían sus servicios. En las
ciudades, por su parte, se constituyó una mano de
obra libre calificada, compuesta por plateros,
carpinteros, carreteros y gremios de artesanos en
general.

Todos las categorías laborales descritas -esclavismo,


encomienda, repartimiento, etc.- operaron de
manera muy diversa de acuerdo a costumbres y
regiones muy variadas. Por ello, las generalizaciones
no dan necesariamente cuenta de muchas
situaciones locales.

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