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Acemoglu Laeconomaversus 2013

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LA ECONOMÍA VERSUS LA POLÍTICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE

POLÍTICAS PÚBLICAS
Author(s): DARON ACEMOGLU and JAMES A. ROBINSON
Source: Desarrollo Económico , ABRIL - DICIEMBRE 2013, Vol. 53, No. 209/210 (ABRIL -
DICIEMBRE 2013), pp. 3-26
Published by: Instituto de Desarrollo Económico Y Social

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/43748221

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Desarrollo

LA ECONOMÍA VERSUS LA POLÍTICA:


FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE
POLÍTICAS PÚBLICAS*

DARON ACEMOGLU" Y JAMES A. ROBINSON*"

El principal enfoque sobre el que descansa la recomendación de políticas


públicas en el terreno de la economía parte del reconocimiento de que la existencia
de fallas del mercado (como las externalidades, los bienes públicos, el monopolio y
la competencia imperfecta) crea un espacio para que intervenciones públicas que,
bien planeadas, pueden mejorar el bienestar social. Este presupuesto, ya presente en
Pigou (1912), fue más tarde elaborado por Samuelson (1947) y aún hoy sigue siendo
la base de la mayoría de los consejos de los economistas sobre las políticas públicas.
Por ejemplo, en la década del cincuenta, los primeros partidarios de la economía del
desarrollo recurrieron a ideas inspiradas en las fallas del mercado como fundamento
intelectual de la necesidad de que, en los países pobres, el Estado interviniera para
promoverei desarrollo (Killick, 1978). Aunque la creencia en la capacidad del Estado o
en la eficacia de la ayuda recibida ha tenido grandes vaivenes, los enfoques actuales
de los problemas del desarrollo tienen mucho en común con esa tradición tempra-
na, si bien ahora se han vuelto más sofisticados - p.ej., al reconocer las cuestiones
vinculadas con preferencias de segundo orden cuando contemplan expresamente
en el diseño de las políticas públicas las fricciones provenientes de la información
(v. gr., Townsend, 201 1); al poner de relieve la especificidad de las políticas públicas
apropiadas según el contexto (v. gr., Rodrik, 2007); o al destacar el papel de métodos
empíricos rigurosos para determinar qué tipo de intervenciones pueden resultar efica-
ces (v. gr., Banerjee y Duflo, 201 1 ). No obstante, en todos estos enfoques la referencia
a la actividad política como tal, está en gran medida ausente.
* Los autores desean agradecer los comentarios a este artículo de David Autor, Chang-Tai Hsieh,
Simon Johnson, John List, Suresh Naidu y Timothy Taylor. Desarrollo Económico agradece a Journal of
Economic Perspectives la autorización para la publicación de la presente versión en español. Traducción
de Leandro Wolfson.

" Profesor de Economía en la cátedra Elizabeth y James Killian del Instituto de Tecnología de
Massachusetts, Cambridge, Massachusetts. Dirección electrónica: daron@mit.edu.
"* Profesor de Administración Pública en la cátedra David Florence, Harvard University, Cambridge,
Massachusetts. Dirección electrónica: jrobinson@gov.harvard.edu.

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4 DARON ACEMOGLU Y JAMES A. ROBINSON

Este desdén por la actividad política suele justificars


de una de las tres maneras siguientes. La primera es
interesa (o están sometidos a incentivos para que les
social, es porque las políticas públicas socialmente e
en el poder o a ser reelegidos; tal es lo que sostiene
(1989, 1995) y Mulligan y Tsui (2006, 2008).
La segunda radica en considerar la actividad polít
que introduce obstáculos potencialmente graves pe
de políticas económicas (v. gr., Sachs, 2005; o el ar
según el cual las políticas económicas de Samuel Doe
catastróficas porque él no comprendía "lo que impli
La tercera justificación admite la importancia de
tiene que "una buena política económica equivale a u
de que las buenas políticas económicas son aquellas
presiones políticas (v. gr., Boycko, Shleifery Vishny, 1
pág. 261; Sachs et al., 2004). El corolario es el mism
mencionados: las buenas políticas económicas deben apoyarse sin vacilaciones,
en la seguridad de que no solo resolverán las fallas del mercado sino que además
liberarán fuerzas políticas beneficiosas (cualesquiera sean estas).
En este ensayo argumentaremos no solo que si el asesoramiento económico
hace caso omiso de la actividad política se vuelve peligroso, sino también que exis-
ten fuerzas sistemáticas que a veces convierten una buena política económica en
una mala estrategia política, lo cual a su vez puede acabar por ser perjudicial para
el bienestar económico obtenido. Por supuesto, no estamos diciendo que el ase-
soramiento económico debe abstenerse de identificar las fallas del mercado o de
encontrarles soluciones creativas, ni estamos sugiriendo un sesgo general contrario
a una buena política económica. Por el contrario, lo que sostenemos es que el análisis
económico debe identificar, en forma tanto teórica como empírica, las condiciones
en las cuales la actividad política y la política económica entran en conflicto, y luego
evaluar propuestas de gobierno que tomen en cuenta este conflicto y los retrocesos
a que puede dar lugar.
Nuestro argumento básico es sencillo: el equilibrio político vigente en un momento
dado puede no ser independiente de las fallas del mercado, sino que, por el contra-
rio, puede fundarse en éstas en un grado decisivo. Frente a un sindicato con poder
monopólico que quiere aumentar los salarios de sus afiliados, muchos economistas
aconsejarían suprimir o limitar la capacidad del sindicato para ejercer ese poder, y en
algunas circunstancias ésta es sin duda la medida de gobierno adecuada. Pero los
sindicatos no influyen únicamente en el funcionamiento del mercado laboral, sino que
tienen además importantes efectos en el sistema político. Históricamente, han cumplido
un papel clave en la creación de la democracia en muchas partes del mundo, sobre
todo en Europa occidental; han fundado, financiado o apoyado a partidos como el La-
borista británico o los partidos socialdemócratas escandinavos; y esto tuvo importantes
efectos en las políticas públicas y en el grado de presión tributaria y de distribución
del ingreso, equilibrando a menudo el poder político de los intereses empresariales
establecidos y de las élites políticas. Dado que una de las principales razones por las
cuales la gente se afilia a los sindicatos es que estos consiguen mejores salarios para

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LA ECONOMIA VERSUS LA POLITICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLITICAS PÚBLICAS 5

sus miembros, al reducir su poder de mercado probablemente se fomente la desin-


dicallzación; pero como de este modo se fortalece a grupos e intereses que ya eran
dominantes en la sociedad, esto puede alterar el equilibrio político en una dirección
que implique mayores pérdidas de eficiencia. Este caso ilustra una conclusión más
general, eje de nuestra argumentación: suprimir una falla del mercado, aun cuando
sea posible hacerlo, no necesariamente mejorará la asignación de recursos, debido
a sus efectos en los equilibrios políticos futuros. Para entender si es probable que la
mejore, no basta con centrarse en los costos y beneficios económicos de una política
pública determinada, sino que deben analizarse también sus consecuencias políticas.
Con el fin de desarrollar más cabalmente esta argumentación, propondremos
un marco teórico simple que aclara los vínculos existentes entre la política económica
y el equilibrio político. Destacaremos que, si se atiende a ciertas consideraciones
de economía política, el análisiseconómico de costos-beneficios no es suficiente, y
también que, en contraste con lo que afirman las teorías corrientes de las "segundas
preferencias", nuestro razonamiento brinda algunos indicios sobre los tipos de fallas
de mercado que, en caso de ser suprimidas, son más pasibles de ejercer efectos
nocivos en el equilibrio político. A nuestro entender, las políticas económicas que
fortalecen a los grupos ya dominantes en la sociedad - y que, a la inversa, debilitan
a sus opositores políticos - son las que necesitan ser analizadas más globalmente,
combinando la política con la economía, para evitar que sobrevengan consecuencias
políticas no deseadas.
A continuación examinaremos tres amplios mecanismos que generan circuns-
tancias en las cuales una buena política económica puede convertirse en una mala
estrategia política. En primer lugar, las rentas económicas existentes en un momento
dado pueden afectar el equilibrio político; las medidas de gobierno destinadas a en-
frentar las fallas del mercado pueden reducir las rentas económicas de ciertos grupos y
generar así consecuencias políticas no deseadas, en particular si las rentas suprimidas
son las de grupos que ya eran débiles, con lo cual el desequilibrio en el balance de
poder en la sociedad aumenta aún más. En segundo lugar, aunque no se modifiquen
las rentas, la distribución del ingreso puede afectar el equilibrio político, lo cual implica
que hay un motivo político adicional para no ignorar los efectos distributivos de las
políticas públicas que mejoran la eficiencia económica. Más concretamente, las me-
didas que generen un mayor aumento de la desigualdad muy probablemente tengan
corolarios políticos contraproducentes. En tercer lugar, las restricciones derivadas de
los incentivos políticos, que determinan los intereses que un político debe satisfacer
para mantenerse en el poder, pueden ser anuladas como resultado de remover las
fallas del mercado, causando así una contrarreacción política negativa. Para cada
uno de estos casos, daremos ejemplos ilustrativos de los mecanismos que operan.
Los mecanismos que destacaremos tienen un carácter meramente ilustrativo.
Nuestro propósito es demostrar que los problemas que pone de manifiesto nuestro
marco teórico han estado presentes en diversos episodios importantes, históricos y
actuales, y que existen notables denominadores comunes compatibles con un enfoque
básico de economía política - que vincule, en particular, las consecuencias políticas
contraproducentes de las políticas económicas que mejoran y refuerzan la situación
de grupos e intereses ya dominantes en la sociedad - . Para descubrir las principales
regularidades y lecciones que deja este enfoque, así como para enriquecer nuestra

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ß DARON ACEMOGLU Y JAMES A. ROBINSON

perspectiva sobre la interacción entre la economía y la pol


cunstancias (si es que existen algunas) pueden los econ
análisis la actividad política, será preciso llevar a cabo u
más sistemático de estas cuestiones.

Marco teórico

Para contribuir a aclarar estas ideas y a organizar el análisis de los mecanismos


en la sección siguiente de este artículo, consideremos un modelo de dos períodos.
Supongamos que en ambos períodos hay que establecer una política económica y
que no existen vínculos económicos entre uno y otro. Supongamos, además, que en
el primer período los políticos tienen cierta libertad de acción en cuanto a la adopción
de políticas públicas - esto es, que existe una "ventana de oportunidad" de modo
tal que las políticas públicas no están determinadas enteramente por los intereses
creados o por algún cálculo político - . En esta elección de política pública también
puede influir, asimismo, el asesoramiento de los economistas, destinado por ejemplo a
corregir alguna falla del mercado. En el segundo período, las políticas públicas serán
determinadas dentro de un equilibrio político preexistente.
Centrémonos, para empezar, en un mundo económico sin actividad política y sin
vínculos políticos o económicos entre los dos períodos. En ese mundo, las decisiones
de política pública del primer período pueden tomarse sin atender en absoluto a sus
potenciales efectos en el equilibrio político del segundo período. No obstante, la rea-
lidad nos indica que las decisiones adoptadas en materia de políticas públicas en el
primer período suelen fortalecer a algunos grupos y debilitar a otros, de manera tal
que probablemente afecten el equilibrio político en el segundo período. A su vez, el
equilibrio político afectará dichas decisiones en el segundo período1 . En consecuencia,
el objetivo de toda autoridad que desee maximizar el bienestar, así como el consejo
que darán los economistas, no debería ser simplemente resolver la falla del mercado
del presente, sino también atender a las repercusiones políticas de las decisiones
adoptadas en ese primer período2.
1 Matemáticamente, en un mundo de economía sin actividad política, si en los períodos x, y x2 las
medidas de gobierno son adoptadas independientemente con el objeto de maximizar el bienestar, rige la
sumatoria S ,2 „ , Wt(xt), donde W¡ es el bienestar social en el período t (y se deja de lado la desestimación
sin pérdida de generalidad). En este caso, el grado de bienestar social que maximizaria las medidas de
gobierno o el asesoramiento económico en el primer período sería x, sw , donde W' (x,sw) = 0.
2 Matemáticamente, puede pensarse que las medidas de gobierno en el segundo período están
determinadas por la fórmula x2 =% (p2), donde p2 es un índice de la distribución del poder político en el
segundo período. Esta distribución se halla determinada en parte por las políticas actuales, que pueden
sintetizarse como una función it, tal que p2 = Jt (x,), En contraste con la situación descripta en la nota 1,
en este mundo, donde las medidas económicas y la actividad política futuras son endógenas, regiría el
siguiente requisito (presuponiendo que haya diferenciabilidad):

W' (x.) + W'2(Ç(ji(x.))) ^<*<*1» = o


dp2 dx:
Por lo tanto, a menos que <±J dp2 = 0 (de modo tal que las medidas de gobierno futuras
independientes de la actividad política futura) o que chi / dx^ = 0 (de modo tal que la actividad polític
sea independiente de las medidas de gobierno actuales), el segundo término de esta ecuación no será
lo cual implica que el objetivo de las autoridades que desean maximizar el bienestar, y el asesor
de los economistas, no se limitarán a resolver las fallas actuales del mercado sino que además ten
cuenta la actividad política.

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LA ECONOMIA VERSUS LA POLITICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLITICAS PÚBLICAS J

Hasta aquí, la argumentación sería una versión política de la célebre second-best


caveat para el análisis de la política económica (Lancaster y Lipsey, 1956). Pero a
menudo hay algo más. Gran parte de los análisis de economía política hacen hinca-
pié en el papel que tiene el equilibrio del poder político en la sociedad, destacando
en particular que: 1) poder económico y poder político están ligados, y 2) el dominio
político de un grupo de interés en particular o de un segmento de la sociedad tendrá
efectos perjudiciales (v. gr. , Acemoglu y Robinson, 2012). En este sentido, las medi-
das de gobierno que fortalecen económicamente a los grupos ya dominantes, o que
debilitan a los grupos que intentan contraponérseles, muy probablemente inclinen
aún más el balance del poder político y tengan consecuencias contraproducentes e
indeseadas3. Por otra parte, las reformas económicas que dejan intactas las fuentes
políticas e institucionales causantes de las ineficiências, y, en cambio, solo se ocupan
de algunos de sus síntomas en forma superficial también corren el riesgo de que pro-
duzcan una contrarreacción política, ya que transgreden las restricciones derivadas
de los incentivos, destruyendo así los equilibrios o coaliciones políticas existentes.
Más adelante mostraremos que este ha sido un problema endémico de las reformas
introducidas en las políticas públicas de algunos países africanos, que en lugar de
encarar los problemas fundamentales de economía política que generan malas po-
líticas públicas, a menudo se centraron en las consecuencias de dichos problemas,
como deficientes políticas monetarias o fiscales.
Por supuesto, el diablo mete la cola en los detalles. ¿De qué manera las decisio-
nes actuales de política económica afectan los equilibrios políticos futuros? ¿De qué
manera los desequilibrios políticos afectan el grado de bienestar que puede alcanzar-
se en el futuro? Es evidente que estos efectos varían según el contexto político, por
ejemplo que éste sea democrático o no; pero argumentaremos que están presentes
en numerosos casos y que su importancia es primordial.

Importancia organizativa de las rentas económicas


Las rentas económicas generan incentivos para la formación de organizaciones,
en particular para apoderarse de esas rentas, sacar partido de ellas o protegerlas. La
existencia de tales organizaciones puede tener importantes consecuencias políticas.
Así, la eliminación de las fallas del mercado y de las rentas consiguientes modifica a
menudo las inversiones de individuos o grupos en determinadas organizaciones, y
por esta vía influye en el equilibrio político. Esta intuición nos sugiere que la política
económica debe tomar en cuenta (o al menos analizar) el efecto de las políticas pú-
blicas en la organización política de diversos grupos.

3 Teniendo en cuenta lo dicho en la nota 2, ante todo es necesario ordenar las medidas de gobierno
en forma tal que una x mayor favorezca a los grupos que ya son políticamente poderosos. Hecho este
ordenamiento, designemos como x,°y x2°las medidas de gobierno favorables al statu quo que se aplicarían
sin ninguna intervención. Supongamos que x2° > x2sw, de modo que en el futuro el statu quo ya tenga un
sesgo favorable a los políticamente poderosos, y por ende p2 aumenta (cambia en favor de los grupos
dominantes) cuando cambia xr Cualquier reforma de las políticas públicas que implique que x, > x,° (o
sea, que favorezca a los políticamente poderosos con relación al statu quo actual) tenderá a incrementar
p2 y a desplazar aún más el equilibrio político en el segundo período en beneficio de los políticamente
poderosos. Esto llevará a valores todavía más altos de x2 (aumentando así en el segundo período la brecha
entre las medidas de gobierno reales y las socialmente óptimas). Nuestro marco teórico indica que las
consecuencias políticas de esta clase de medidas deben estudiarse con sumo cuidado.

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Q DARON ACEMOGLU Y JAMES A. ROBINSON

Rentas, sindicalización y democracia


Casi siempre los sindicatos, al promover mayores sa
en comparación con los trabajadores no sindicalizados,
micas. También pueden generar otro tipo de distorsione
a los empleadores de adoptar ciertas tecnologías o práct
la eficiencia. De ahí que un consejo económico ortodoxo
los sindicatos tienen para obtener aumentos salariales. L
que deriva de la teoría económica, dice típicamente que
un papel en una distribución del ingreso más equitativa,
salarios de los trabajadores peor remunerados, o que las
monopsónico en la fijación de los salarios que los sindica
En el contexto de nuestro ma;co teórico, lo esencial
de gobierno que limite la capacidad de los sindicatos pa
reducirá, indirectamente, la actividad sindical - aunque
una mayor dificultad para la organización sindical - . E
reciben muchos trabajadores por su pertenencia a un s
ya no les parezca valioso continuar afiliados a él. Nuest
políticas públicas del presente habrán de afectar las inv
mañana y, por ende, la distribución del poder político
sindicatos - . Además, en muchas circunstancias, pese al poder que tienen los
sindicatos en el statu quo, el equilibrio de poder ya se ha inclinado a favor de los
grandes empleadores, de modo tal que el debilitamiento de los sindicatos inclina
aún más la balanza, lo cual puede tener costos dinámicos potenciales.
Esto deriva de que los sindicatos no solo pretenden mejores salarios o intentan
gravitar en la organización interna de las empresas; también desarrollan una gran
actividad política que tiende a afectar el equilibrio político. Una de las consecuen-
cias más importantes del poder político de los sindicatos es que en muchos países
cumplieron un rol importante en la creación y el fortalecimiento de las instituciones
democráticas, sobre todo en contextos no democráticos en los que prevalecía una
distribución muy desigual del poder político. La reciente bibliografía sobre los fac-
tores que influyen en la emergencia de las democracias se ha apartado de lo que
afirmaban trabajos anteriores, como el de Moore (1966), que subrayaban el papel
representado por la clase media o la burguesía, y en cambio han señalado que
con frecuencia ha sido la clase obrera, o los sectores pobres de la sociedad, los
que tuvieron un papel definitorio en el surgimiento y florecimiento de la democracia
(Rueschemeyer, Stephens y Stephens, 1992; Collier y Mahoney, 1997; Acemoglu y
Robinson, 2000, 2006). Estos trabajos sostienen que el grado de organización de
la clase obrera, o su capacidad para participar en acciones colectivas, es vital para
su capacidad de impulsar cambios institucionales. Dado que la tarea de los sindi-
catos consiste en organizar a los trabajadores, es lógico suponer que su presencia
facilita aquellas acciones colectivas que se orientan a un cambio de régimen. Gran
cantidad de estudios de casos y de investigaciones econométricas sustentan este
énfasis en el conflicto social (v. gr., Aidt y Jensen, 2012).
Algunos ejemplos de sindicatos que tuvieron un papel central en la democra-
tización comprenden desde la "primera ola de democratización" europea previa a

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LA ECONOMÍA VERSUS LA POLÍTICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLÍTICAS PÚBLICAS 9

la Primera Guerra Mundial (Eley, 2002), pasando por la lucha contra el apartheid
llevada a cabo en Sudáfrica por el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (su
sigla en inglés es COSATU), hasta la batalla librada en Polonia por Solidaridad
contra el régimen comunista. Uno de los casos más recientes y evidentes es la
formación del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil en 1979, que surgió en
el contexto de una huelga en la fábrica de camiones Scania, en San Bernardo.
El líder de los metalúrgicos de San Bernardo era un militante de 33 años llamado
Luis Inácio Lula da Silva y conocido popularmente como Lula, quien junto con
otros dirigentes organizó la primera de una serie de huelgas contra la dictadura
militar que estallaron en diversos puntos de Brasil. A primera vista, estas huelgas
se concentraban en mejoras de sueldos y condiciones laborales, pero, como luego
recordara Lula: "Creo que nunca pueden separarse los factores económicos de
los políticos. [...] La lucha era por el salario, pero al luchar por el salario la clase
obrera obtuvo un triunfo político" (citado por Keck, 1992, pág. 65). El PT, que se
creó un año después de esa huelga, ocupó un lugar en la vanguardia del exitoso
movimiento orientado a forzar la salida de los militares del poder político en Brasil.
En síntesis, las políticas públicas que reducen la eficacia de los sindicatos
en las negociaciones de salarios y condiciones laborales para sus miembros
reducen, a la vez, su poder político. Si bien tanto el COSATU como Lula lograron
construir organizaciones en medio de un entorno político hostil, la evidencia
empírica existente sugiere que los índices de sindicalización son sensibles a la
adopción de políticas gubernamentales que favorezcan la creación de un poder
monopólico y de rentas (Rothstein, 1992; Western, 1999; Schmitt y Mitukiewicz,
2012). Si el poder político de los sindicatos contribuye de manera significativa a
una serie de otros resultados económicos y políticos, corregir las fallas del mer-
cado laboral asociadas a los altos salarios promovidos por los sindicatos puede
resultar contraproducente.
Este enfoque puede aplicarse, asimismo, a la experiencia de los sindicatos
norteamericanos. A comienzos de la década de 1950 comenzó a decaer en Estados
Unidos la proporción de trabajadores sindicalizados. Sobre ello gravitó el efecto
de una opción de política pública; luego de que la Ley Nacional de Relaciones
Laborales (la ley Wagner, de 1935) y otras diversas medidas oficiales adoptada
durante la Segunda Guerra Mundial fomentaran el crecimiento de los sindicatos,
el entorno se volvió menos favorable a estos últimos cuando se sancionó la Ley
de Relaciones Obrero-Patronales (o ley Taft-Hartley, de 1947). Por otra parte, a
partir de la década del setenta las medidas de apertura comercial aumentaron
el nivel de competencia dentro de la economía norteamericana, socavando en
consecuencia la capacidad de un buen número de sindicatos del sector privado
para obtener mayores salarios. Más importante aún fue la postura antisindical del
gobierno de Reagan (Färber y Western, 2002). La disminución de la cantidad de
afiliados a los sindicatos pudo haber tenido diversas consecuencias económicas;
por ejemplo, como un factor relevante en el aumento de la desigualdad en los
ingresos (Western y Rosenfeld, 201 1). Aunque es menos seguro, también puede
haber influido en la explosión de las remuneraciones de los principales ejecutivos
de empresas (Di Nardo, Hallock y Pischke, 1997, 2000), así como en la rápida
desregulación del mercado financiero.

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-ļ O DARON ACEMOGLU Y JAMES A. ROBINSON

Consecuencias de la forma de explotación de los recurs


Es frecuente afirmar que las características específi
rales de un país tienen repercusiones de primer orden
en su actividad política. Según esta argumentación, los
minas profundas de Botswana tienen distintas consecu
política que los diamantes aluviales de Sierra Leona (Ro
consecuencias de los minerales no dependen tanto de s
cas, o de si su explotación está organizada eficienteme
económico, sino de las consecuencias políticas de la for
está organizada. Puede ejemplificárselo comparando la
tos aluviales de oro de Australia con los de diamantes de Sierra Leona. En ambos
casos, por motivos económicos básicos, el libre ingreso a la explotación minera
era ineficiente. La extracción de recursos naturales ofrece un claro ejemplo del
problema de la "congestión": cuanto más extraen todos, menos queda para cada
participante. Una manera de abordar esta falla de mercado es asignar derechos de
propiedad exclusivos sobre los recursos naturales a un gran productor, que podría
hacer planes de largo plazo y eliminar así la probable diseminación de las rentas
provocada por el ingreso excesivo a la explotación de ese recurso. Otra forma de
organizar la explotación minera es permitir que un gran número de individuos o de
pequeñas empresas se dediquen a la exploración, sujetas quizá al pago de una
tasa de inscripción o a otras contribuciones. El caso australiano indica que cuando
se dedican a la extracción un gran número de pequeños mineros independientes y
estos advierten que sus rentas se diseminan demasiado, terminan organizándose
políticamente como grupo, con lo cual favorecen en última instancia a que predo-
mine un contexto político más equilibrado y contribuyendo así al desarrollo de la
democracia. Por otro lado, la experiencia de Sierra Leona muestra cómo el predo-
minio de compañías mineras grandes y muy rentables, así como las luchas políticas
internas para controlarlas y beneficiarse de ellas, tiene con frecuencia implicaciones
negativas y antidemocráticas en la distribución del poder político.
En Australia, se descubrió oro primero en Nueva Gales del Sur, y más tarde,
en 1851, en el estado recientemente creado de Victoria. La reacción inmediata de
las élites políticas australianas fue tratar de prohibir su explotación, por el temor
de que las granjas y haciendas se quedaran sin trabajadores. Se decidió que sólo
se admitiría la extracción del oro luego de una exploración apropiada y de ceder
licencias a grandes empresas (Hirst, 2008, pág. 375). Pero el oro se encontraba en
tierras pertenecientes a la Corona británica y como tal era ajeno al control de las
élites que controlaban la asamblea legislativa de Nueva Gales del Sur, las cuales no
estaban en condiciones de prohibir la minería ni tampoco de asignar los derechos
de explotación a grandes grupos económicos. La inquietud del gobierno colonial
británico sobre el poder creciente de las élites económicas y políticas australianas
lo llevó a permitir que cualquiera pudiera obtener una licencia de explotación con
solo pagar treinta chelines mensuales. Aún cuando era una suma considerable,
no impidió que se desatara una enorme fiebre del oro. Al poco tiempo, la mitad de
los hombres de Victoria estaba trabajando en los yacimientos auríferos. De los 40
agentes de policía que había en Melbourne, 38 renunciaron para irse a buscar oro;

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LA ECONOMIA VERSUS LA POLITICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLÍTICAS PÚBLICAS -ļ -ļ

los barcos amarrados al puerto de la ciudad no pudieron partir debido a la deserción


de sus tripulantes (Blainey, 2006, pág. 40).
A medida que se multiplicaron los yacimientos mineros en Australia creció el
malestar respecto de las licencias, que debían pagarse se encontrara oro o no; ade-
más, se fijaron nuevas restricciones a las cantidades que los mineros podían declarar
como propias y aumentaron los castigos para los que no tenían licencia. Eso llevó
a que los mineros se organizaran a fin de proteger sus intereses y aumentaran sus
ingresos reduciendo el pago de las licencias. En 1854 crearon la Liga Reformista de
Ballarat en la localidad del mismo nombre, situada en medio de los yacimientos de
oro. En noviembre de ese año, los "cavadores" (como se llamaba a los mineros) de
Ballarat enviaron al gobernador una serie de "Resoluciones" muy inspiradas en los
planes de los cartistas, un movimiento obrero británico que aspiraba por entonces a
alcanzar una mayor participación política. (De hecho, el secretario de la Liga Refor-
mista de Ballarat, John Humffray, había sido un cartista en Gales antes de emigrar a
Australia). Entre sus demandas se incluían el sufragio de todos los hombres mayores
de edad, la supresión de los requisitos fijados para ser miembro del Consejo Legis-
lativo de Victoria y el pago de un sueldo a los miembros de dicho Consejo (Hirst,
2002, pág. 48). También exigían poner fin a las licencias de explotación y despedir
a los comisionistas que recaudaban los aranceles de las licencias en los propios
yacimientos. Un grupo de mineros, conducidos por Peter Lalor, decidió negarse a
pagar las licencias, armarse y levantar una barricada en la localidad de Eureka. El
3 de diciembre de 1854 la policía embistió contra la barricada y murieron treinta
cavadores y seis agentes del orden.
La reacción pública provocada por estos hechos de violencia llevó a que una
Comisión Real recomendara modificar el sistema de las licencias y fijar una cuota de
una libra esterlina por cada licencia anual. De acuerdo con la Constitución Victoriana
de 1 853, se consideraba que el poseedor de una licencia anual tenía riqueza suficiente
como para estar en condiciones de votar. Así, de la noche a la mañana todo cavador
dispuesto a pagar una libra esterlina - y muchos lo estaban - adquirió el derecho al
sufragio. Afin de calmar aún más a los mineros, el Consejo Legislativo se amplió para
incorporar a representantes de las minas de oro. En 1855, Humffray y Lalor, junto con
otros seis cavadores, fueron elegidos miembros del Consejo Legislativo de Victoria. En
marzo de 1856, el Consejo aprobó el que sería el primer sistema de sufragio secreto
del mundo. Los ocho mineros votaron a favor y la medida fue aprobada por 33 votos
contra 25 (Hirst, 2006).
El contraste entre la experiencia australiana, en la cual se creó una fuerza pro-
democrática a través de la organización misma de las minas, y la de Sierra Leona
es llamativo. En este último país, la prospección en busca de diamantes comenzó
en la década de 1920, y los primeros descubrimientos se hicieron en 1931. En 1933
se inició en la zona oriental del país una actividad minera en pequeña escala y en
1935 el gobierno colonial le concedió al Fondo de Selección de Sierra Leona (Sierra
Leone Selection Trust. SLST) los derechos prácticamente exclusivos de prospección
y explotación minera en todo el país. A fin de defenderse contra las actividades ile-
gales de explotación, el SLST formó su propia fuerza de seguridad. Al respecto, Van
der Lann (1965, pág. 79) formula en su estudio la siguiente pregunta. "¿Qué es mejor
para la economía de Sierra Leona: que los depósitos de diamantes sean explotados
en forma paulatina y continua por una compañía minera, o que sean rápidamente

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explotados por los cavadores?". A su juicio, el SLST era


un lado "porque la tasa de recuperación de los cavado
100% logrado por el SLST" (pág. 80), pero también por
generaba al gobierno una mayor recaudación.
Sin embargo, el aspecto realmente importante de la
en Sierra Leona no fueron los costos y beneficios econ
del SLST, sino sus consecuencias políticas. Mientras el
actividad de los cavadores ilegales, la organización de
impulsos democráticos que prevalecieron en Australia.
el movimiento independentista de la década del cincu
principales jefes tribales y otras élites favorecidas por
1952, cuando estos grupos comenzaron a controlar el C
no extender la explotación de las minas de diamante a
que optaron por cobrarle más impuestos a la SLST; a c
a reforzar los derechos monopólicos de esta compañía
explotación ilegal. El ministro de Minería a cargo de esta
futuro primer ministro y presidente corrupto de Sierra
cavadores ilegales se había vuelto tan enorme - eran p
Laan, 1965, pág. 65) - que las fuerzas de seguridad est
el monopolio del SLST se había limitado a dos zonas,
los primordiales yacimientos de Kono y Tongo. En otr
de explotación, pero no a los "foráneos" - entendiend
oriundos de la zona en la que se realizaría la explotaci
por un cacique tribal.
Naturalmente, como hemos señalado en Acemoglu
también otros factores históricos e institucionales que
del tipo de instituciones económicas y políticas incluyente
habrían estimulado el crecimiento económico de Sierra Leona. Pero los mecanismos
de acceso a los recursos naturales fueron un elemento clave por el cual, en el período
crítico de fundación de los primeros partidos políticos en el país, estos fueron creados
por las élites, en particular los "caciques supremos" y la gente vinculada a ellos, sin el
aporte general de las masas de Sierra Leona (Cartwright, 1970, brinda un panorama
al respecto). Luego de obtener la independencia, en 1961, estaban, pues, ya dadas
las condiciones para el establecimiento de un gobierno unipartidista y autoritario.

Consecuencias políticas de la desigualdad


La eliminación de una falla del mercado generalmente altera la distribución del
ingreso en la sociedad. Por ejemplo, si los sindicatos pierden en parte su poder mo-
nopólico, no solo flaquean como organización sino que (en ausencia de una sólida
competencia, al menos) las ganancias de las empresas aumentan. Lo típico es que
el ingreso se redistribuya, pasando de los trabajadores a los propietarios y gerentes
de las empresas. Este cambio influye, a su vez, en el resultante equilibrio político.
El efecto que tuvieron sobre el sistema político inglés las oportunidades co-
merciales que se abrieron para Gran Bretaña en el Atlántico durante el siglo XVII es
un ejemplo de cómo un cambio en la distribución del ingreso puede tener grandes
repercusiones en el futuro sistema político. En aquel entonces tales actividades co-

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LA ECONOMÍA VERSUS LA POLÍTICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLÍTICAS PÚBLICAS -| 3

merciales no eran monopolio de la Corona británica sino que estaban dominadas por
mercaderes independientes, aventureros y corsarios. Muchos de estos individuos se
enriquecieron enormemente gracias a dicho comercio, quienes eran contrarios al
absolutismo de los Estuardo y procuraron limitar las prerrogativas de la Corona. Con
la riqueza aumentó también su poder y su osadía: incluso lograron financiar ejércitos
para derrotar a la monarquía en la guerra civil de la década de 1640 y, más tarde,
durante la Revolución Gloriosa de 1688. Existe evidencia histórica y empírica que
demuestran la relación entre el surgimiento de instituciones inclusivas en Inglaterra y
Holanda y el auge de los comerciantes e industriales que se beneficiaron del comercio
en el Atlántico (ver Acemoglu, Johnson y Robinson, 2005; Jha, 2010). Es llamativo
que esta evolución institucional fuera muy diferente de la que se observó en España y
Portugal, donde el comercio a través del Atlántico estaba monopolizado por lós reyes,
que eran quienes asignaban las licencias para comerciar. En estos países, la riqueza
proveniente del comercio fue a parar a las arcas de la monarquía, fortaleciéndola
aún más y debilitando al Parlamento existente, contribuyendo así a inclinar en forma
persistente el balance del poder político que explica la falta de desarrollo económico
y político de esos países.

Dinero y política en Estados Unidos


La desregulación financiera que tuvo lugar en Estados Unidos en los últimos
treinta años (Johnson y Kwak, 2010) ilustra de qué manera una política económica
desentendida de sus consecuencias políticas puede ser nociva para el bienestar
general. El sistema de regulación financiera y bancaria surgido de la Gran Depresión
de los años treinta tenía muchas características irracionales desde un punto de vista
puramente económico. Entre ellas cabe mencionar la prohibición del comercio bancario
entre diferentes estados y la separación establecida entre la banca comercial y la de
inversión. Jayaratne y Strathan (1996), entre otros autores, han demostrado que la
supresión de estas restricciones bancarias estimuló un rápido crecimiento económi-
co. Estas reformas son consideradas aceptables por quienes se ocupan de las fallas
del mercado, en el sentido de que remueven distorsiones en parte provocadas por
medidas de gobierno anteriores. No obstante, al igual que otras políticas económicas
que tuvieron consecuencias políticas contraproducentes, tendieron a fortalecer a un
grupo que ya contaba con gran poder: el sector financiero.
La desregulación financiera comenzó con medidas de poca monta, como cuando
se puso fin, en 1975, a las comisiones fijas aplicadas al comercio bursátil. Luego, en
1 980, se abolió la Regulación Q, que limitaba las tasas de interés válidas para cuentas
de ahorro. Como argumentan Johnson y Kwak (2010), aunque en ese entonces el
sector bancario y financiero aún no era lo bastante poderoso como para conseguir toda
la desregulación que deseaba, lo era suficientemente como para bloquear cualquier
nueva regulación. Esto era importante debido a que ya habían comenzado a produ-
cirse grandes innovaciones en materia financiera. Por ejemplo, Salomon Brothers creó
el canje (swap) de tasas de interés en 1981. A medida que surgieron estos nuevos
instrumentos financieros y se fueron relajando cada vez más, tanto en los organismos
reguladores como en los tribunales, las normas que limitaban los servicios financieros
que podían brindar los bancos, el sector financiero creció y se volvió más redituable:
entre 1980 y 2005 sus ganancias aumentaron un 800 % en términos reales, en tanto

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■14 DARON ACEMOGLU V JAMES A. ROBINSON

que las del sector no financiero sólo se incrementaron en un 2


2010, cap. 3). Entre 1998 y 2007, las utilidades del sector finan
promedio el 30% del total de utilidades del sector privado.
financiero pasó de constituir el 3,5% del PBI a representar
A medida que los bancos crecían y se tornaban más lucr
vían más influyentes y agresivos. Comenzaron a hacer más lob
financiar más campañas electorales. En 1990, las donacione
las campañas políticas habían sumado 61 millones de dólar
sumaron 260 millones (la actividad económica que le segu
sus contribuciones a los políticos, la del sector de atención
100 millones de dólares en 2006). Desde luego, el aumento
aportes a las campañas no fueron las únicas fuentes del au
de las entidades financieras: una puerta giratoria conectaba
bramiento de las autoridades en Washington. También se p
como señalan Johnson y Kwaak (2010), una revolución in
académicos ligados a las finanzas, relacionada con el prec
financiero derivados, y se dieron a conocer numerosos estu
veniencia de la desregulación, todo lo cual fue interpretado
de la posición del sector financiero.
En este contexto, la desregulación financiera continuó
Ley Riegle-Neal de Servicios Bancarios Interestatales y de E
distendió las normas relativas a la actividad bancaria entre
serie de fusiones que, a su vez, dio origen a grandes banco
crearon J.P. Morgan Chase y Citicorp, y se transformó el Ban
la ley Gramm-Leach-Bliley codificó de hecho la demolición
barreras que aún existían entre la banca comercial y la de
como consecuencia de las decisiones de los organismos re
ya venían derrumbándose de a poco durante décadas. Per
importante fue el relativo a la evitación de las regulacione
haber alterado el modo en que los contadores y organismos
obligaciones de deuda garantizadas, basadas en los títulos r
y en las permutas de cobertura por incumplimiento crediticio
ofrecían compañías de seguros como el American Insuran
político de la actividad financiera acentuó, asimismo, el pr
en el mundo financiero - la inclinación de las grandes enti
riesgos en la seguridad de que, si las cosas empeoran, el Es
cate - . Estos cambios en las normas y el vacío regulatorio,
moral hazard, crearon un ambiente propicio para la asunc
que en definitiva habría de contribuir a provocar la crisis fin
En términos de nuestro marco teórico, esto ilustra cóm
podría haber estado dirigida a aumentar la eficiencia aumentó
y el poder político del sector financiero, que a la postre alteró
y asignaciones futuras en favor de la actividad de ese sec
potencialmente adversas para el resto de la sociedad. Dicho
análisis de estas políticas económicas que se centrara sólo e
económicos pero no tuviera en cuenta las consecuencias p
que provoca no haría sino subestimar muchísimo los costo

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LA ECONOMÍA VERSUS LA POLÍTICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLÍTICAS PÚBLICAS -| 5

Privatizaciones en Rusia

La mayoría de los economistas defienden las privatizaciones en la industria y


muy pocos argumentan que la propiedad estatal sea eficiente. Al igual que la desre-
gulación, se promueven las privatizaciones como una manera de mejorar la eficiencia
económica revirtiendo distorsiones ya existentes (impuestas por el Estado). Sin embar-
go, la privatización de empresas en Rusia en la década de 1990 fue otro ejemplo de
una política pública que tuvo gran repercusión en la distribución del ingreso, al crear
un grupo de individuos muy adinerados y promover cambios políticos significativos.
Estos efectos no solo tuvieron que ver con las consecuencias negativas directas de
esas políticas públicas, sino también con el potencial debilitamiento del proceso de
reformas económicas y con el retroceso a que dieron lugar, allanando el camino al
surgimiento del régimen autoritario de Vladimir Putin.
En el verano europeo de 1991, Boris Yeltsin ganó las elecciones en Rusia y
accedió a la recién creada presidencia. Su plataforma, con la cual derrotó a cuatro
candidatos comunistas y a un acérrimo nacionalista, incluyó un programa radical de
reformas orientadas al mercado. Para implementarlo escogió a Yegor Gaidar, quien
a su vez nombró a Anatoly Chubais al frente de las privatizaciones. De todas las
medidas que Yeltsin pensaba llevar a cabo, la privatización de los varios miles de
empresas estatales del país era quizá la más decisiva, no obstante lo cual no tenía un
plan claro para su implementación. Fueron Gaidar y Chubais quienes propusieron una
estrategia destinada a pasar a manos privadas los principales activos económicos
de la ex Unión Soviética.
A partir de la primavera europea de 1992, comenzaron a ser puestos en venta
pequeñas empresas, como tiendas y restaurantes. Los moradores de un departamento
podían convertirse en sus propietarios casi gratuitamente. Afines de ese año, Chubais
pasó a ocuparse de las grandes empresas. El equipo de Yeltsin trató de involucrar a
los ciudadanos en esta distribución inicial de los activos económicos. A las empre-
sas medianas y grandes se les exigió vender el 29% de sus acciones en subastas
de bonos, y en octubre de 1992 se emitieron bonos de un valor nominal de 10.000
rublos, que cada habitante adulto de Rusia podía adquirir en un banco local pagando
apenas 25 rublos. Para enero de 1993, el 97% de los rusos habían retirado sus bonos,
que podían venderse o utilizarse para la subasta de las acciones de una compañía
específica cuando fuera privatizada. La primera subasta de acciones tuvo lugar en
diciembre de 1992 y en total unas 14.000 empresas las realizaron, pero la mayoría
de los activos de estas empresas fueron a manos de sus trabajadores y gerentes.
La ley autorizaba a los trabajadores y gerentes a comprar con descuento el 51% de
las acciones con derecho a voto de una empresa, utilizando los propios fondos de
la empresa. En la práctica, la mayoría de los activos de las empresas privatizadas
pasaron a manos de su personal, con fabulosos descuentos.
La etapa más controvertida de la privatización - y, visto en retrospectiva, la más
perjudicial - fue el intercambio de préstamos por acciones iniciado en 1995. Las
acciones del Estado en doce empresas sumamente rentables del sector energético
se usaron como garantía para que los bancos otorgaran préstamos al Estado. Si los
préstamos no eran reembolsados (y el Estado nunca tuvo la intención de reembolsarlos),
los bancos tenían derecho a vender las acciones. Entre noviembre de 1996 y febrero
de 1997, se subastaron las acciones de varias grandes empresas, entre ellas Yukos,

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-ļ g DARON ACEMOGLU Y JAMES A. ROBINSON

Sidanko y Surgutneftegaz, y en todos los casos fuero


bancos, haciendo caso omiso de las ofertas externas o desestimándolas. Freeland
(2000) y Hoffman (2002) han pasado revista a estos acontecimientos y mostrado el
consecuente surgimiento de la nueva oligarquía. Este tipo de privatización no solo
enriqueció a los oligarcas y les dio enorme poder, sino que no logró crear un gran
número de pequeños accionistas. En 1994, los trabajadores de una empresa rusa
eran propietarios, en promedio, del 50% de su patrimonio; en 1999, este porcentaje
había caído al 36%. Hacia 2005, en el 71% de las medianas y grandes empresas
industriales y de comunicaciones un único individuo era dueño de la mitad de las
acciones (Treisman, 201 1 , págs. 223-24).
El principio rector de las privatizaciones lo proveyeron las consignas de una
economía de manual, según la cual Rusia debía hacer una transición desde la plani-
ficación centralizada y la estatización hacia una economía de mercado mucho más
eficiente. Esta era, sin duda, la opinión de muchos economistas en ese momento, y
el principal debate se centraba, no en si había que mantener o no la propiedad del
Estado, sino en la velocidad con que debían realizarse las privatizaciones (Aghion
y Blanchard, 1994). No se planteaba entonces que las privatizaciones podían crear
monopolios privados de consecuencias económicas aún peores que las de la pro-
piedad estatal, como sugirió Borenstein (2002) en el contexto de California - otros
varios autores, como Black, Kraakman y Tarassova (2000), Stiglitz (2002) y Goldman
(2003), han criticado las privatizaciones partiendo de argumentos puramente econó-
micos - . En los pocos casos en que los economistas consideraron las cuestiones de
economía política vinculadas con este proceso, no pensaron que las privatizaciones
podrían traer consecuencias políticas adversas. Por el contrario, se focalizaron en
ver de qué manera podía estructurarse la transición a fin de que la coalición política
que apoyaba las privatizaciones se mantuviera firme (Dewatripont y Roland, 1992),
o en considerar las limitaciones políticas que podrían dar lugar a diferentes tipos de
privatización (Shleifer y Treisman 2000). Una opinión generalizada era que los detalles
de la privatización en Rusia no tenían mucha importancia, opinión que derivaba en
esencia del argumento que postula que "una buena política económica equivale a una
buena estrategia política". Por ejemplo, Boycko, Shleifer y Vishny (1995, págs. 10-11)
afirmaban: "Al menos en Rusia, la influencia de la política fue la causa fundamental de
la ineficiência económica, por lo cual el principal objetivo de la reforma económica era
despolitizar la vida económica... Las privatizaciones promueven esa despolitización
porque despojan a los políticos del control sobre las empresas".
En verdad, existe evidencia de que las privatizaciones fueron buenas al comienzo
para la economía rusa, y hasta los oligarcas realizaron al principio considerables inver-
siones en sus nuevas empresas (Treisman, 201 1 ; Áslund, 2007, cap. 6). Por ejemplo,
Shleifer y Treisman (2004, pág. 29) se preguntan: "¿Acaso los oligarcas despojaron de
sus activos a las empresas que adquirían a través de las privatizaciones, en lugar de
invertir en ellas? Las declaraciones contables auditadas de estas compañías indican
que sus activos crecieron en forma espectacular, sobre todo después de 1998 [...] y
los principales oligarcas invirtieron en ellas centenares de millones de dólares por año".
Pero aquí nos interesa destacar las consecuencias políticas de las privatizaciones,
que probaron ser muy nocivas. Enriquecieron a un grupo de oligarcas inescrupulosos
y les dieron, en forma temporaria, un fuerte poder político, a punto tal que luego de las
privatizaciones la desigualdad social aumentó en Rusia de modo significativo. Lo que

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LA ECONOMIA VERSUS LA POLÍTICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLITICAS PÚBLICAS -| 7

es más importante, la desigualdad económica y política que generaron provocó una


reacción política contraria al proceso de reformas políticas y económicas en Rusia,
recreando a la postre el orden autoritario y consolidando una forma de "capitalismo
de amigos" dirigido por el Estado (ver un análisis teórico de este fenómeno en Guriev
y Sonin, 2008). Varios son los planos a través de los que es posible capturar cómo
evolucionó este equilibrio político. En primer lugar, las privatizaciones no lograron la
amplia distribución de activos que podría haber servido como sustento económico de
la naciente democracia y de políticas económicas socialmente deseables. En segundo
lugar, la distribución de los beneficios no solo fue limitada sino además ilegítima, ya que
el gran aumento de la desigualdad favoreció a aquellos que estaban bien conectados
políticamente. En tercer lugar, la concentración de activos económicos a que dio origen
este proceso y las enormes rentas al alcance de quien pudiera acapararlas hicieron
posible que la KGB, dotada de nuevos bríos bajo el liderazgo de Putin, recuperara
a la postre el control de la economía. Por último, las características del proceso de
privatización probablemente disuadió a los oligarcas de empeñarse en establecer
un mejor marco institucional (Sonin, 2003) y puede haber contribuido a alimentar el
apoyo popular que ha rodeado a la estrategia autoritaria de Putin.
En resumen, la experiencia de las privatizaciones en Rusia deja como saldo
que un enfoque puramente económico de la transición de la propiedad estatal a
la propiedad privada resultó lamentablemente inadecuado - así como también la
creencia de que "una buena política económica equivale a una buena estrategia
política" - . Todo indica, más bien, que las privatizaciones, sobre todo por la forma
que adoptaron, tuvieron un impacto crucial sobre la política rusa, y contribuyeron al
surgimiento de un régimen autoritario y represivo que gobierna una sociedad mucho
menos igualitaria que antes.

La violación a las restricciones que rigen sobre los incentivos políticos


Los políticos usualmente enfrentan restricciones derivadas de sus incentivos
políticos, los cuales determinan la utilidad esperada que un líder político en el poder
debe obtener para él u otorgar a intereses organizados a los efectos de asegurar su
permanencia en el poder. La supresión de las fallas del mercado sin reconocer y atender
a las fuentes principales de distorsión política e institucional puede violar tales restric-
ciones. Dicho de otra manera, una serie de medidas de gobierno que, desde el punto
de vista de los manuales de economía, pueden estar equivocadas, tal vez cumplan la
función de mantener unida a la coalición gobernante. En consecuencia, suprimir esas
fallas del mercado puede debilitar a las coaliciones existentes o afectar un equilibrio
político. El resultado puede ser el desarrollo de nuevas coaliciones o de nuevos tipos
de equilibrio que quizá reinstalen las anteriores fallas del mercado o generen otras
nuevas, porque son útiles para preservar la coalición gobernante o para generar
rentas para los líderes políticos. En nuestro estudio sobre el grado de independencia
de los bancos centrales en contextos institucionales débiles (Acemoglu, Johnson,
Querubín y Robinson, 2008) llamamos "efecto de vaivén" a esta clase de recreación
de las distorsiones previas. Más ominosamente, la consecuencia de transgredir las
restricciones derivadas de los incentivos políticos puede ser un período de conflicto
social que tenga un alto costo, o incluso una guerra civil. En este marco, abordar las
fallas del mercado sin prestar la debida consideración a las consecuencias políticas

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1 8 DARON ACEMOGLU Y JAMES A. ROBINSON

puede ser o bien ineficaz o bien contraproducente en cua


bienestar social general.

Reforma política, inestabilidad y violencia

La experiencia de Kofi Busia, primer ministro de Ghan


de que cualquier asesoramiento económico debe tener en
enfrentan restricciones políticas y que, al menos en est
económica no equivale necesariamente a una buena estra
Busia llegó al gobierno en 1969, luego de que la junta militar que había
derrocado en 1966 al gobierno cada vez más autocrático de Kwame Nkrumah
decidiera dejar el poder. Busia se encontró enseguida con una profunda crisis
económica, originada en políticas expansivas insustentables, controles distorsivos
de los precios implementados a través de juntas de comercialización y un tipo
de cambio sobrevaluado. Pero estas medidas no habían sido adoptadas porque
los dirigentes de Ghana, Busia incluido, creyeran que fuera una buena política
económica o una manera de desarrollar el país. Por el contrario, se las eligió para
hacer frente a las restricciones políticas. Las políticas económicas expansivas y
la sobrevaluación del tipo de cambio permitieron a Busia y a sus predecesores
transferir recursos a los grupos urbanos. También los controles de precios se
fundaban en una sólida lógica política - el primero en verlo fue Bates (1981) en
su obra clásica - : las distorsiones del mercado y los controles de precios generan
valiosas rentas que luego pueden ser destinadas a la construcción de apoyos
políticos. La política de precios adoptada en Ghana esquilmó a los agricultores,
facilitando el acceso a alimentos baratos a las poblaciones urbanas más pode-
rosos políticamente, y generó ingresos fiscales que permitieron financiar el gasto
público (y a su vez llenar los bolsillos de los políticos).
En su conjunto, estas medidas volvieron inevitables las crisis de balanza
de pagos, la escasez de divisas y la recesión económica. Para los organismos
financieros internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Interna-
cional, el problema y su solución eran bien claros: había que eliminar las políticas
distorsivas. Enfrentado con una crisis económica y con la presión internacional,
Busia tuvo que ceder y el 27 de diciembre de 1971 firmó un acuerdo con el FMI,
que incluía una gran devaluación de la moneda del 44%. Más allá de evaluar la
lógica económica de estas reformas desde el punto de vista de los manuales de
economía, lo cierto es que las consecuencias políticas fueron desastrosas. A la
devaluación le sucedieron las revueltas populares, el descontento generalizado y
las manifestaciones callejeras. Dos semanas después de anunciar la devaluación,
Busia fue derrocado por un golpe militar, que de inmediato dio marcha atrás con
la devaluación. En efecto, los controles oficiales de precios y salarios, el tipo de
cambio y las juntas de comercialización constituían los elementos centrales de
la red de patronazgo político en Ghana, y cualquier político que se enajenara la
confianza de esta red resultaba vulnerable tanto en las urnas como frente a los
militares.

La combinación de una reforma de las políticas públicas seguida de una ola


de violencia no es excepcional de Ghana. Como han señalado Flerbst (1990) y Reno
(1995, 1998), en todos los países del oeste de África ha prevalecido un patrón similar.

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LA ECONOMIA VERSUS LA POLITICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLÍTICAS PÚBLICAS -ļ g

De hecho, una de las razones por las que las reformas de política pública son tan
poco frecuentes en África es porque los políticos saben que es previsible que origine
un quiebre del sistema político (Van de Walle, 2001).
En este sentido, el análisis realizado por Reno (1995, 1998) sobre Sierra Leo-
na es elocuente. Tras la llegada al poder en 1968 de Siaka Stevens, ex ministro de
Minería, y su Partido del Congreso de Todo el Pueblo, surgió una coalición política
basada en la creación y reparto de rentas. Stevens manejó con suma destreza la
distribución de dichas rentas y el patrimonialismo, manipulando instituciones políti-
cas tradicionales como los cacicazgos y logrando el apoyo masivo de la población
gracias a los empleos públicos, el patronazgo y las rentas. Stevens estuvo al frente
del gobierno hasta 1985, fecha en la que transfirió el mando al sucesor que él mismo
había elegido, Joseph Momoh, quien continuó en el cargo hasta ser destituido por
un golpe militar en 1992. En los cuarenta años que transcurrieron entre el fin de la
guerra civil y la redemocratización del país en 2002, casi no se brindaron bienes
públicos a la población. Las carreteras quedaron hechas pedazos, las escuelas
desaparecieron, las emisores oficiales de televisión dejaron de transmitir en 1987
(cuando el Ministerio de Información vendió el transmisor), y en 1989 se cayó una torre
que emitía señales de radio hacia el exterior de la capital, Freetown, con lo cual se
puso fin a dichas transmisiones (Reno, 2003, pág. 48). La Junta de Comercialización
de la Producción de Sierra Leona tenía el monopolio de todas las exportaciones de
granos y pagaba precios muy bajos a los agricultores - alrededor del 40% de los
valores prevalecientes en el mundo (Davies, 2007) - . El tipo de cambio fue sobre-
valuado, con lo cual se generó un gran mercado negro. El PBI per cápita cayó en
forma permanente desde principios de la década de 1970 en adelante, y al término
de la guerra civil, alrededor del año 2000, había llegado al 40% del nivel registrado
en la época de la independencia del país (Davies, 2007).
Irónicamente, según sostiene el propio Reno (1995, 1998), las tentativas de
mejorar las políticas económicas de Sierra Leona llevadas a cabo por la comunidad
internacional tuvieron la consecuencia indeseada de intensificar la violencia y conducir
al país a una sangrienta guerra civil. Sierra Leona acudió al FMI en 1979, iniciando a
partir de entonces una larga serie de negociaciones. A medida que la economía del
país iba desmoronándose, en la década del ochenta, la necesidad del gobierno de
obtener recursos externos fue en rápido aumento, pero según Reno (1995), para el
presidente Momoh el problema era que "en este contexto, la responsabilidad fiscal y
las reducciones presupuestarias no hicieron sino agudizar la urgencia por hallar otros
medios de asegurarse la lealtad de sus partidarios" (pág. 156). Más importante aún,
"Momoh estaba perdiendo los recursos que le permitían mantener el control político.
A medida que la pérdida de ingresos fiscales y las medidas de austeridad impuestas
por el FMI fueron eliminando algunos sectores de la burocracia estatal que habían
sobrevivido [. . .] los aliados de Momoh ya no tuvieron acceso a los antiguos beneficios,
y buscaron otros modos de sustentarse [...] El presidente perdió entonces el control
de la desobediencia. [...] La reforma de las 'malas políticas públicas' ya no podía
restituirle el control político ni bloquear las 'energías empresariales', que ahora tenían
como objetivo eludir su autoridad" (pág. 161).
En suma: las bienintencionadas políticas económicas impuestas por los asesores
económicos que querían subsanar las fallas de mercado y las distorsiones en las
políticas públicas despojaron al presidente Momoh de los instrumentos que había

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20 DARON ACEMOGLU Y JAMES A. ROBINSON

utilizado para construir su base política de apoyo. As


una estrategia política distinta, utilizando la coacción
comprar adeptos. En enero de 1990, Momoh lanzó la
co", que fue de hecho un intento de recurrir al ejér
minas de diamantes. Carente a la sazón de los elemen
antes utilizados, como los empleos y los contratos d
coacción para tratar de apoderarse de las rentas que
resentimiento que esto provocó en la zona oriental de
sangrienta guerra civil que duró diez años (Richards
Momoh era claramente extractivo, corrupto y represi
le siguió no era el objetivo buscado ni un resultado
análisis de Reno pone de relieve hasta qué punto pue
políticas perjudiciales cuando se impone una reforma d
el equilibrio político ni las restricciones derivadas de
países donde se aplican.

Las rentas públicas y el "Estado natural"


El libro de North, Wallis y Weingast (2009) también d
el apotegma según el cual "una buena política económ
trategia política" es una falacia, y lo hace con una ser
dentro de lo que los autores denominan "Estado natu
dirigido a explicar el desarrollo económico, argumenta
sica entre dos tipos de regímenes sociales: por un lad
se caracterizan por la democracia, el desarrollo econ
y dinámica en la que actúan muchas organizaciones, d
sociales impersonales, incluido el estado de derecho,
están garantizados; por el otro lado, están los regímen
terizados por un bajo crecimiento económico, un pequ
y unas relaciones sociales marcadas por los privilegi
irregular de la ley y derechos de propiedad no garantizad
si bien todos los regímenes sociales se construyen con
y el uso de la violencia, lo hacen de distintas manera,
en los incentivos y el desarrollo económicos. En partic
régimen de acceso limitado, donde la clave para cont
creación de rentas. Haciéndose eco del análisis de Bate
dicen lo siguiente (pág. 17):
La creación sistemática de rentas mediante el acceso limitado al Estado natural no es mera-
mente una forma de llenar los bolsillos de los miembros de la coalición dominante, sino el med
esencial para controlar la violencia. La creación de dichas rentas, así como los límites fijad
a la competencia y el acceso a las organizaciones, son aspectos centrales de la naturale
del Estado, de sus instituciones y del grado de bienestar social. Al limitar solo a los miembro
de la coalición gobernante la capacidad de crear organizaciones contractuales, los interese
de las élites poderosas quedan ligados en forma directa a la supervivencia de la coalición,
con lo cual se aseguran su apoyo permanente.
En el mundo del "Estado natural" o en los regímenes "de acceso limitado", qu
según estos autores es el modelo general de la economía política en los países po
bres, una buena política económica no equivale casi nunca a una buena estrategi

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LA ECONOMIA VERSUS LA POLITICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLITICAS PÚBLICAS 2 1

política. Como afirman North, Wallis, Webb y Weingast (2013, pág. 18): "Dado que
las élites saben que la violencia reducirá sus rentas, no tienen incentivos a luchar. Por
otra parte, cada élite comprende que las demás élites enfrentan incentivos similares.
Así pues, el sistema político de un Estado natural manipula el sistema económico de
modo de generar rentas que garanticen el orden político". Y luego resumen su argu-
mentación diciendo (pág. 7): "El resultado contrafáctico apropiado de una supresión
de las rentas no es una economía competitiva de mercado [...] sino una sociedad en
la que reinan el desorden y la violencia".

Conclusiones

Hay entre los economistas un amplio consenso - aunque no siempre se lo


declare explícitamente - de que las políticas públicas deben siempre, en lo posible,
buscar la manera de reducir o suprimir las fallas del mercado y las distorsiones. En
este ensayo hemos argumentado que esta conclusión es con frecuencia incorrecta,
porque deja de lado la política. En rigor, el equilibrio político existente puede depen-
der en forma decisiva de la presencia de tal o cual falla del mercado. Las reformas
económicas puestas en práctica sin una adecuada comprensión de sus consecuen-
cias políticas pueden reducir en un grado significativo la eficiencia económica en
vez de promoverla.
El argumento que proponemos se vincula con la clásica advertencia de Lancaster
y Lipsey (1956) acerca de las "segundas preferencias", aunque difiere de ella por dos
razones. En primer término, el centro de nuestro razonamiento no es la interacción
entre las diversas fallas del mercado, sino las implicancias de las reformas actuales
de las políticas públicas sobre el equilibrio político futuro. En segundo término, nuestro
enfoque no señala simplemente que cualquier reforma económica podría afectar de
modo adverso dicho equilibrio. Aunque todavía hay mucho que estudiar para des-
entrañar los vínculos entre las políticas económicas y los equilibrios políticos futuros,
hemos insistido (basándonos en ideas básicas de la economía política) en poner
particular cuidado en el análisis del efecto político de las reformas que modifican la
distribución del ingreso o de las rentas en la sociedad de modo tal de beneficiar a
los grupos que ya ostentan un poder significativo. En tales circunstancias, incluso
políticas económicas bienintencionadas podrían inclinar aún más el balance de poder
político en favor de los grupos dominantes, con consecuencias negativas para los
equilibrios políticos futuros.
Desde luego, no somos los primeros en destacar que es importante tener en
cuenta la economía política de las medidas de gobierno, ni que las consideraciones
de costo-beneficio estrictamente económicas son insuficientes para evaluar las polí-
ticas públicas porque se desentiende de la dimensión política. Desde la década del
ochenta, una literatura muy vibrante en el ámbito de la economía política ha procurado
desarrollar modelos efectivos acerca de cómo se deciden dichas medidas, lo cual
implica también establecer modelos de la actividad política y del proceso de toma
de decisiones (para un panorama general sobre este tema, consúltese Drazen, 2000;
Persson y Tabellini, 2000; Besley, 2007; Acemoglu y Robinson, 2006). A pesar de ello,
los análisis actuales de economía política o bien dejan de lado esta cuestión, o bien
señalan que, siempre que sea políticamente factible, deben suprimirse las fallas del
mercado. Dixit (1997) y Drazen (2002) han sostenido que el asesoramiento sobre po-

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líticas públicas (o el de naturaleza institucional) debe ten


que las políticas públicas forman parte del equilibrio polí
que este asesoramiento debe ser moderado por las re
incentivos políticos a los que se enfrentan aquellos q
cierto es que, por lo que sabemos, nunca se expuso en
tación como la que hemos desarrollado aquí. Para ava
que ella abre entendemos que es preciso contar con un
análisis de la política económica, basado expresamen
gran parte, los fundamentos conceptuales, teóricos y
de esa índole son una tarea para el futuro.

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LA ECONOMIA VERSUS LA POLITICA: FALLAS EN EL ASESORAMIENTO SOBRE POLÍTICAS PÚBLICAS 23

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26 DARON ACEMOGLU Y JAMES A. ROBINSON

RESUMEN

El enfoque corriente de la adopción de Los autores esbozan un marco simple para el


medidas de gobierno y del asesoramiento sobre estudio de los efectos de las políticas económicas
políticas económicas deja de lado, implícita oactuales en los equilibrios políticos futuros - e
indirectamente en los resultados económicos - .
explícitamente, la actividad política y la economía
política y sostiene que, en lo posible, deben Ilustran luego, con una serie de ejemplos,
suprimirse rápidamente todas las fallas dellos mecanismos mediante los cuales podrían
mercado existentes. El presente trabajo explica concretarse dichos efectos. El mensaje central
por qué dicho proceder puede ser incorrecto: del al artículo es que las medidas económicas de
gobierno deben basarse, para ser sólidas, en
dejar de lado la actividad política, se desentiende
del efecto de la supresión de dichas fallas en un cuidadoso análisis de la economía política e
los equilibrios políticos futuros y en la eficiencia
incorporar su influencia en los equilibrios políticos
económica, lo cual puede ser muy negativo. futuros-.

SUMMARY

The standard approach to policy-makingWe first outline a simple framework for the study
and advice in economics implicitly or explicitlyof the impact of current economic policies
ignores politics and political economy, and on future political equilibria and indirectly on
maintains that if possible, any market failurefuture economic outcomes. We then illustrate
should be rapidly removed. This essay the mechanisms through which such impacts
might operate using a series of examples.
explains why this conclusion may be incorrect;
because it ignores politics, this approach The main message is that sound economic
is oblivious to the impact of the removal of policy should be based on a careful analysis
market failures on future political equilibria andof political economy and should factor in its
economic efficiency, which can be deleterious. influence on future political equilibria.

REGISTRO BIBLIOGRÁFICO

ACEMOGLU, Daron y ROBINSON, James A.


"La economía versus la política: fallas en el asesoramiento sobre políticas públicas". DESARROLLO
ECONÓMICO - REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES (Buenos Aires), vol. 53, N° 209-210, abril-
diciembre 2013 (pp. 3-26).
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<Economía política> <Política>. Clasificación JEL: P16, P48, O20.

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