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ANALISIS

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INTRODUCCION

La mayoría de los individuos no actúa consistentemente. Bajo ciertas


circunstancias una persona puede actuar inteligentemente y en otras actuar
como una persona no tan inteligente. La única importante excepción a esta
regla es la de las personas estúpidas que normalmente muestran una fuerte
tendencia hacia un comportamiento estúpido en cualquier actividad o
empresa.

Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables


les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una
persona inteligente puede entender la lógica de un bandido. Las acciones de
un bandido siguen un modelo de racionalidad. El bandido quiere obtener
beneficios. Puesto que no es suficientemente inteligente como para imaginar
métodos con que obtener beneficios para sí procurando también beneficios a
los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo.
Ciertamente, esto no es justo, pero es racional, y siendo racional, puede
preverse. En definitiva, las relaciones con un bandido son posibles puesto
que sus sucias maniobras y sus deplorables aspiraciones pueden preverse y,
en la mayoría de los casos, se puede preparar la oportuna defensa.
RESUMEN

El profesor Carlo M. Cipolla, erudito historiador que ha investigado


intensamente la sociedad clásica romana, la sociedad medieval y muchas
otras de la antigüedad, está perfectamente cualificado para afirmar, como
hace, que el coeficiente es una constante histórica.

Si todos los miembros de una sociedad fuesen bandidos perfectos, la


sociedad quedaría en una situación estancada pero no se producirían
grandes desastres. Todo quedaría reducido a transferencias masivas de
riqueza y bienestar. Pero cuando los estúpidos entran en acción las cosas
cambian completamente. Las personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras
personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas y, por consiguiente,
la sociedad entera se empobrece.
DESARROLLO

La humanidad se encuentra en tan deplorable estado que debemos


andar con pies de plomo para no chocar continuamente con la estulticia y la
insensatez, esto lo podemos notar debido a que los seres humanos debemos
cargar con un peso añadido al del resto de los animales, provocado por un
grupo de personas que pertenecen al propio género humano. Este grupo,
que no se halla organizado ni se rige por ley alguna, consigue sin embargo
actuar en perfecta sintonía guiado por una mano invisible que impide el
crecimiento del bienestar y de la felicidad humana.

Es por eso que, Carlo M Cipolla establece las 5 leyes fundamentales


de la estupidez humana, y son las siguientes:

La primera de ellas es que siempre e inevitablemente cada uno de


nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el
mundo», es decir, que como reza la frase bíblica, stultorum infinitus est
numerus. Grande es nuestra sorpresa cuando caemos en la cuenta de que
personas que habíamos considerado racionales e inteligentes se revelan
como irremediablemente estúpidas.

La segunda ley reza sobre la probabilidad de que una persona


determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica
de la misma persona. El estúpido nace estúpido, por obra y gracia de la
Naturaleza, y su proporción es constante en todo grupo humano.

Todo ser humano queda enclavado en una de estas cuatro categorías:


incautos, inteligentes, malvados y estúpidos. La tercera ley dice que estos
últimos son aquellos que causan un daño a otra persona o grupo de
personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, incluso
obteniendo un perjuicio, algo absolutamente incomprensible para alguien
razonable que se resiste a entender cómo puede existir la estupidez.
Lo problemático es que la estupidez es muy peligrosa, puesto que a
las personas razonables les es complicado entender el comportamiento
estúpido. Mientras que podemos comprender el proceder de una persona
malvada (que sigue un modelo de racionalidad), no ocurre así con la
estúpida, frente a la que estamos completamente desarmados: su conducta
es imprevisible y su ataque no se puede anticipar. Además, el estúpido no
sabe que lo es. Esto conduce a Cipolla a enunciar la cuarta ley: Las
personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las
personas estúpidas.

La quinta y última ley indica que la persona estúpida es el tipo de


persona más peligrosa que existe, pues de su actuar no se sigue una vacua
nada, sino un peligroso vacío en el que cabe toda posibilidad.

La raíz de los problemas es la estupidez humana, la estupidez es


enemiga del bien más que la maldad. puede denunciar la maldad y prevenir
mediante el uso de la fuerza, pero ante la estupidez no puede protestar y
hacer nada mediante el uso de la fuerza. La persona estúpida está satisfecha
de sí mismo y, al irritarse fácilmente se vuelve peligrosa y lanzarse al ataque.
se requiere más cuidado al tratar con una persona estúpida que con una
maliciosa. para sacar lo mejor de la estupidez al que entender su naturaleza.

La estupidez en esencia no es un defecto intelectual sino moral. Hay


personas que son notablemente ágiles intelectualmente, pero estúpidos, y
otros intelectualmente aburridos, pero todo menos estúpidos. La impresión
no es que la estupidez sea un defecto congénito, sino que en determinadas
circunstancias las personas se vuelven estúpidas o mejor dicho permiten que
esto les suceda. parecería que la estupidez es quizás menos un problema
psicológico que sociológico.

El poder de uno necesita la estupidez del otro. La persona estúpida a


menudo es testaruda, pero, no significa que no sea independiente. Cuando
habla con un estúpido siente virtualmente que no está tratando con el como
persona sino con eslóganes, consignas cosas que se han apoderado de él
está bajo un hechizo, segado, maltratado y abusado en su propio ser.

Convertido en una herramienta sin sentido, la persona estúpida


también será capaz de cualquier mal, incapaz de ver que es malo. Una
liberación interna genuina es posible solo cuando la ha precedido una
liberación externa. Debemos abandonar todo intento de convencer a la
persona estúpida. Lo puede leer en la teoría de la estupidez de Bonhoeffer.

Es por eso, que actualmente vivimos una época violenta, muy violenta;
quizás tan violenta como otras épocas, sin embargo, la diferencia radica en
que la actual es una violencia estructural y mundial; que hasta la OMS retrata
como "epidemia mundial" en muchos de sus variados informes de situación.
En ese engendro imperial denominado (grandilocuentemente) como "el gran
país del norte", la ignorancia (junto con otras bestialidades, como el
supremacismo, el racismo y la xenofobia, etc.) adquiere ribetes
escandalosos, y más por la violencia que se ejerce directamente sobre
aquellos seres que los "ganadores" han determinado como "inferiores". Aquí,
un texto fechado en 1980 donde el genio de la ciencia ficción Isaac Asimov
hace una crítica mordaz sobre el culto a la ignorancia, un culto a un Dios
ciego y estúpido cual Azathoth, que se ha esparcido por todo el mundo, y
aquí tenemos sus consecuencias, las vivimos en nuestra cotidianeidad.

Queda que cada uno piense, cómo se comporta en cada momento y


qué resultado daría. A modo general, decir que por supuesto las personas
inteligentes hacen la mayor contribución a la sociedad como un todo. Pero,
tan feo como pueda parecer, los bandidos-inteligentes también contribuyen a
una mejora en el balance de la sociedad al ocasionar más ventajas que
daño, hablando en términos globales. Las personas desgraciadas-
inteligentes, aunque de manera individual pierden, también pueden tener
socialmente efectos positivos.
Sin embargo, cuando la estupidez entra en escena, el daño es
enormemente mayor que el beneficio a cualquiera. Esto comprueba por tanto
el punto de partida: el único factor más peligroso en cualquier sociedad
humana es la estupidez.

Como historiador, Cipolla señala que, en tanto el factor estupidez es


constante a través del tiempo, al igual que es constante a través del espacio,
una sociedad fuerte y/o en ascenso tiene un porcentaje mayor de gente
inteligente, en tanto una sociedad que declina, tiene un alarmante porcentaje
de bandidos con un fuerte factor de estupidez entre la gente en el poder, y un
igualmente porcentaje de desafortunados entre aquellos que no están en el
poder. El autor también observa que los inteligentes generalmente saben que
lo son, los bandidos también son conscientes de su actitud, e incluso los
desgraciados tiene una sospecha de que las cosas no les marchan. Pero las
personas estúpidas no saben que son estúpidas y esta es una razón más de
por qué son extremadamente peligrosos. Hay otra consecuencia a la primera
ley de Cipolla: en cada uno de nosotros hay un factor de estupidez, que
siempre es más grande de lo que suponemos.

Lo interesante de la definición de Carlo Cipolla sobre la estupidez, y


sobre la inteligencia también, estriba en el hecho de que no está basada en
un concepto abstracto sino en los resultados: una persona o un
comportamiento es estúpido o inteligente dependiendo de lo que suceda.
Esto tiene dos ventajas. La primera es que define a una persona, y al
comportamiento de esa persona, como estúpida, inteligente, bandido o
desafortunado, en base a los hechos, o, al menos en base a nuestro
entendimiento y definición de los hechos. La segunda, y aun de mayor
importancia, es que nos conduce a concentrarnos en el factor vital: no en la
estupidez por sí misma, sino en los daños que ocasiona.
Puede haber incontables tipos de comportamientos que son, o
parecen, “estúpidos” pero que son inocuos. Por ejemplo, el compartir una
diversión alocada con los amigos y carcajearse puede parecer estúpido a los
ajenos, pero de acuerdo con la teoría de Cipolla, tal comportamiento es
probable que sea clasificado como inteligente, en tanto que la alegría
compartida por las personas que están divirtiéndose sea más que los
inconvenientes o aburrimiento ocasionado a los demás. Generalmente la
inteligencia de tal comportamiento queda limitada a un momento de buen
humor, pero muy a menudo puede conducir a efectos más relevantes,
desencadenando ideas y cooperación en formas que no serían posibles en
un ambiente aburrido. Lo ridículo o alocado puede ser notablemente
inteligente, en tanto que lo serio puede ser bastante estúpido, a parte del
hecho de que el pensamiento innovador sea visto a menudo como alocado o
ridículo por las personas que no lo entienden.

Otros corolarios a la ley de Cipolla:

-Cuando la estupidez de una persona se combina con la estupidez de


otras, el impacto crece de manera geométrica; no se suman, sino que se
multiplican los factores individuales de estupidez.

-La combinación de la inteligencia en diferentes personas tiene menos


impacto que la combinación de la estupidez, porque, según la cuarta ley de
Cipolla, la gente no estúpida tiende a subestimar el poder de daño que tiene
la gente estúpida.

La estupidez no tiene cerebro, no necesita pensar, organizarse o


planear para generar un efecto combinado. En cambio, la combinación de la
inteligencia es un proceso mucho más complejo. Las personas estúpidas
pueden combinarse instantáneamente en un grupo o masa súper-estúpida.
Pero los inteligentes, para ser efectivos como grupo, solamente surge así
cuando se conocen bien entre sí y tienen experiencia en el trabajo en equipo.
Todo este análisis es esencialmente diagnóstico, no terapéutico. La
idea es que si nos damos cuenta de cómo funciona la estupidez, podríamos
controlar un poco mejor sus consecuencias. No podemos derrotarla del todo,
porque es parte de la naturaleza humana. Pero sus efectos pueden ser
menos graves si sabemos que existen, entendemos cómo funciona, y de
este modo, nos coge totalmente por sorpresa.

Otro elemento peligroso estriba en que el aparato del poder tiende a


colocar bandidos-inteligentes en la punta de la pirámide, algunas veces
bandidos-estúpidos, y ellos a su vez tienden a favorecer y proteger la
estupidez y mantener fuera de su camino lo más que puedan la verdadera
inteligencia. Y esto tiene unas consecuencias mucho más radicales. En
teoría, todos estamos más o menos de acuerdo, en estas latitudes, sobre el
hecho de que debería haber la menor cantidad posible de poder concentrado
en unas solas manos; y que quien tiene poder debería estar sujeto al control
de las demás personas. Este es el sistema al cual llamamos democracia, o lo
que en las organizaciones llamamos repartición de tareas, colaboración,
motivación, responsabilidad distribuida. Pero muchas son las personas que
no desean una verdadera libertad. La responsabilidad es un peso. Es más
cómodo ser secuaces, dejar la tarea de pensar y de decidir a los
gobernantes, jefes, dirigentes, intelectuales, gurúes de todo tipo,
personalidades televisivas, etc., y echarles a ellos la culpa si no estamos
contentos.

Por otro lado, hay un tipo particular de personas que ama el poder, les
da placer y gozo. Y como se dedican con más energía a los notables
esfuerzos y sacrificios necesarios para tener más poder, a menudo estas
personas llevan las de ganar. Debemos partir de la segunda ley de Cipolla,
hay tantos estúpidos en el poder como en el resto de la humanidad, y son
más numerosos de lo que creemos. Pero hay dos cosas que son diferentes:
la relación y la actitud.
Una definición fundamental en el método de Cipolla establece que los
resultados de un comportamiento no deben ser medidos desde el punto de
vista de quien hace las cosas, o no hace lo que debiera, sino desde el punto
de vista de quien sufre sus efectos. Por tanto, el daño o la ventaja son mucho
más grandes, en base al número de personas involucradas y a la intensidad
de las consecuencias de un acto o de una decisión. Si en una relación entre
iguales, una persona consigue una ventaja equivalente al daño que inflige a
algún otro, esta persona en la definición de Cipolla es un “bandido perfecto”,
mientras el otro es un perfecto desafortunado, y el sistema, en general,
permanece en equilibrio. Obviamente aquí no estamos hablando de una
diferencia de poder.

Cuando el poder influye en un gran número de personas, se pierde


todo equilibrio. Es mucho más difícil escuchar, entender, medir los efectos y
las percepciones. Hay un desfase que aumenta el factor de estupidez. Por
eso todos los estudios serios sobre los sistemas de poder ponen en
evidencia la necesidad de separar los poderes, para evitar que se instaure un
poder absoluto, es decir, un poder de extrema estupidez.

Las personas que no buscan el poder como tal, sino que vigilan más el
bien de los otros, tiene menos tiempo y energías para gastar en la conquista
del poder, o incluso para tratar de conservar el que tiene. Las personas
sedientas de poder, independientemente de sus efectos sobre la sociedad,
se concentrar en la lucha por el poder.

También las personas que comienzan con las mejores intenciones,


pueden ser constreñidas, con el tiempo, a dedicar más energías para
mantener o acrecentar su poder, hasta perder de vista sus objetivos iniciales.

Otro elemento que empeora las cosas es la megalomanía. El poder es


una droga. Las personas en el poder son inducidas a pensar que porque
están en el poder son mejores, más capaces, más inteligentes, más sabias
que el resto de los mortales. También están rodeados de cortesanos,
secuaces y oportunistas que refuerzan continuamente esta ilusión. El poder
es sexy. Hay una tendencia en la naturaleza de nuestra especie que hace
sexualmente atractivo a quien tiene poder, o parece tenerlo. Pese a que las
personas empeñadas en la lucha por el poder, usualmente tienen poco
tiempo y pocas energías para una sana vida sexual o para ocuparse de
emociones afectos o sentimientos.

Las personas que tiene o buscan el poder no son más inteligentes, ni


más estúpidas que las otras. Pero si seguimos el método de Cipolla, que
mide la estupidez y la inteligencia en base a los resultados vemos que hay
un desfase. El deseo de poder aumenta el factor de estupidez. El efecto
puede ser más o menos grande según la cantidad de poder, (es decir, la
importancia de los hechos influidos por el poder y el número de personas que
sufren sus consecuencias), y la intensidad de la competición por el poder.
Esta es la más relevante excepción de la segunda ley de Cipolla. Sigue
siendo verdad que la probabilidad de que una cierta persona sea estúpida es
independiente de cualquier otra característica de la misma persona. Pero el
poder, como sistema, es mucho más estúpido de cuánto puede serlo una
solo persona. La cuestión es que el poder puede ser limitado, controlado y
condicionado, pero no se puede eliminar. La humanidad necesita que alguien
gobierne. Las organizaciones necesitan personas que asuman
responsabilidades y esas personas tiene necesidad de un poco de poder
para desarrollar su tarea.
Como conclusión, debemos convivir con el poder y con su estupidez.
Pero eso no significa que debamos aceptarlo, tolerarlo o sostenerlo. Ni
confiar en palabras, promesas o intenciones declaradas. El poder no merece
ser admirado, reverenciado y ni siquiera respetado si no demuestra
inteligencia práctica en lo que hace a nosotros y al mundo. Por supuesto no
hay una solución universal y estandarizada que pueda resolver todos los
aspectos que tiene este problema. Pero hemos hecho la mitad del camino si
somos conscientes de su existencia y si no nos dejamos engañar o seducir
por el falso y a menudo mentiroso esplendor del poder.
CONCLUSION

El hecho de que la actividad y los movimientos de una criatura


estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales, no sólo hace
problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier
contraataque. Y hay que tener en cuenta también otra circunstancia: la
persona inteligente sabe que es inteligente; el bandido es consciente de que
es un bandido y el desgraciado incauto está penosamente imbuido del
sentido de su propia candidez. Pero al contrario que todos estos personajes,
el estúpido no sabe que es estúpido y esto contribuye en gran medida a dar
mayor fuerza, incidencia y eficacia a su poder devastador.
BIBLIOGRAFIA

Insolita. (2024, 28 agosto). Asimov: el culto a la ignorancia.


CURADAS. https://curadas.com/2024/08/27/asimov-el-culto-a-la-ignorancia/

Bueno, J. (2024, 16 julio). Culto a la ignorancia según Asimov. Julián


Bueno. https://www.julianbueno.com/culto-a-la-ignorancia-segun-asimov/

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