Si Tan Solo...
Si Tan Solo...
Si Tan Solo...
Tauriel era una ciudad muy pequeña, por lo que tenia pocos habitantes que se conocían entre ellos
a la hora de ir al trabajo u otros quehaceres cotidianos. Con el paso de los años, la ciudad se volvió
algo atractiva para Sunnyside, la nueva empresa que deseaba hacer negocios en ella, por ende,
nuevas personas se integrarían a la pequeña población de Tauriel.
Nadie adivinaría que, a tan solo dos meses de este cambio, comenzarían una serie de ataques a
los lugareños. Era apenas la tercera semana de mayo, y hasta el momento se registraron ocho
víctimas mortales. Pero, ¿quién sería capaz de hacer tal atrocidad?, aparte de Charles, por
supuesto. Charles era uno de los nuevos trabajadores de Sunnyside, que se había mudado a la
ciudad. Era un tipo relativamente bajo, y algo pasado de peso. Solía caminar en silencio, siempre
solo. O por lo menos, ninguna persona lo vio relacionarse con alguien. E incluso se llegó a decir
que había estado en la cárcel, prueba de ello eran los diversos tatuajes alrededor de su cuerpo.
Definitivamente tenía que ser él quien estaba detrás de los incidentes.
Eran las diez de la noche, a esta hora cuatro personas, dos civiles y dos policías se encontraban
en la cabina del metro de regreso a casa. Nada fuera de lo cotidiano, excepto porque todos estaban
alertas ante cualquier sospechoso. De pronto, las puertas se abrieron en la próxima parada para
permitir el ingreso de dos nuevos pasajeros. El carismático Simón, también parte de los nuevos
trabajadores de Sunnyside quien era muy amable y conocido por todos por sus increíbles
habilidades sociales. El otro pasajero, para mala suerte de todos, era Charles. Quien entró con su
famosa cara de pocos amigos, pasando de largo para sentarse al fondo, completamente solo. Pudo
notar inmediatamente las miradas acusadoras de todos en el metro.
- Hey Simón, ven aquí – llamó uno de los pasajeros señalando el sitio vacío de su costado
- Qué amable eres – exclamó Simón sentándose – tuvimos tanto trabajo el día de hoy, que
por poco no llego a casa a dormir
- No hay de que – comentó alegremente – la verdad no entiendo cómo puedes trabajar junto
con el tal Charles – continuó – toda la ciudad sabe que él es el causante de los asesinatos.
Desde que él llegó, nuestra ciudad ha caído en desgracia.
- ¿Qué tan seguro estás de que se trate de él? – preguntó con cierta ironía en su voz
- Pues con sólo verlo, uno puede darse cuenta – afirmó
Luego de unos minutos, el metro llegó a la siguiente parada. Charles se levantó de su sitio, caminó
como siempre sin mirar a nadie, y bajó. Detrás de él, le siguieron los dos policías. Inmediatamente
se pudo sentir cierto sentimiento de alivio. Todos estaban a salvo. O por lo menos eso creían.
Nadie pudo prever lo que pasaría a continuación.
El buen Simón se levantó de su asiento, miró con cierto placer a los dos pasajeros que quedaban,
apuntando con su arma cargada, dispuesto a cometer un nuevo ataque.
Si tan sólo los seres humanos entenderíamos cuánto pueden engañar las apariencias de las
personas o cosas, quizás así dejaríamos de acusar a los Charles y nos centraríamos más en
sospechar de los Simones.