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El Poder Psiquiátrico Resumen

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Contenido

EL PODER PSIQUIÁTRICO ................................................................................................................... 1


Clase 7 de noviembre....................................................................................................................... 1
CLASE 14 DE NOVIEMBRE ............................................................................................................... 5
CLASE 21 NOVIEMBRE .................................................................................................................. 13
Clase del 28 de noviembre de 1973 ............................................................................................... 16
Clase del 5 de diciembre de 1973 .................................................................................................. 23
Clase del 12 de diciembre de 1973 ................................................................................................ 28
Clase 19 de diciembre .................................................................................................................... 32
CLASE 9 DE ENERO ....................................................................................................................... 38
Clase 16 de Enero de 1974............................................................................................................. 43
CLASE DEL 23 DE ENERO DE 1973 ................................................................................................ 50
Clase del 30 de enero de 1974: ...................................................................................................... 56

EL PODER PSIQUIÁTRICO

Clase 7 de noviembre
El tema que les propongo este año es el poder psiquiátrico, para establecer cierta discontinuidad, aunque
no total, con respecto a las cosas de las que les hablé los dos últimos años.
“Querría que esos hospicios se construyeran en bosques sagrados, lugares solitarios y escarpados, en medio
de las grandes conmociones, como en la Grande·Chartreuse, etc. A menudo sería útil que el recién llegado
bajará por intermedio de máquinas, que atravesará, antes de llegar a su destino, lugares cada vez más
novedosos y sorprendentes, y que los ministros de esos lugares usaran vestimentas particulares. Aquí es
conveniente lo romántico, y muchas veces me dije que habría se podido aprovechar esos viejos castillos
pegados a cavernas que atraviesan una colina de una a otra parte, para llegar a un pequeño valle risueño
[ ... ] La fantasmagoría y los otros recursos de la física, la música, las aguas, los relámpagos, el trueno, etc,
serían empIcados uno [tras otro y, es de suponer, con no poco éxito sobre el común de los hombres”

Como ven, cierto orden, cierta disciplina, cierta regularidad aplicadas incluso en el interior mismo del
cuerpo son necesarias para dos cosas.
Por un lado, para la constitución misma del saber médico, pues, sin esa disciplina, sin ese orden, sin ese
esquema prescriptivo de regularidades, no es posible hacer una observación exacta. La condición de la
mirada médica, su neutralidad, la posibilidad de ganar acceso nI objeto, en suma, la relación misma de
objetividad, constitutiva del saber médico y criterio de su validez, tiene por condición efectiva de
posibilidad cierta relación de orden, cierta distribución del tiempo, el espacio y los individuos.
En esa dispersión reglada encontramos el campo a partir de! cual es posible la relación de la mirada médica
con su objeto, la relación de objetividad, la relación que se presenta como efecto de la dispersión primera

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consumida por el orden disciplinario. En segundo lugar, este orden disciplinario, que en el texto de Pinel
aparece como condición para una observación exacta, es al mismo tiempo condición de la curación
permanente; vale decir que la misma operación terapéutica, esa transformación sobre cuya base alguien
considerado como enfermo deja de estarlo, sólo puede llevarse a cabo dentro de la distribución reglada
del poder. La condición, entonces, de la relación con el objeto y de la objetividad del conocimiento médico,
y en condición de la operación terapéutica, son iguales: el orden disciplinario. Pero esta especie de orden
inmanente, que pesa sin distinción sobre todo el espacio del asilo, está en realidad atravesado,
fmcgramente animado de cabo a rabo por una disimetría que lo lleva a asociarse -y a asociarse de manera
imperiosa- a una instancia única que es a la vez interna al asilo y el punto a partir del cual se efectúan el
reparto y la dispersión disciplinaria de los tiempos, los cuerpos, los gestos, los comportamientos, etc.

Esa instancia interior al asilo está dotada al mismo tiempo de un poder ilimitado al que nada puede ni debe
resistirse. Dicha instancia, inaccesible, sin simetría, sin reciprocidad, que funciona entonces' como una
fuente de poder, elemento de la disimetría esencial del orden, que lleva a éste a ser siempre un orden
derivado de ulla relación' no recíproca de poder, pues bien, es desde luego la instancia médica que, como
verán, funciona como poder mucho antes de funcionar como saber.
Entonces, ¿cómo se presenta esta instancia del poder disimétrico y no limitado que atraviesa y anima el
orden universal del asilo? Aquí tenemos cómo se presenta en el texto de Foderé, el Traité du delire, que
data de 1817, ese gran momento fecundo en la protohistoria de la psiquiatría del siglo XIX; 1818 es el año
de aparición del gran texto de Esquirol el momento en que el saber psiquiátrico se inscribe dentro del
campo médico y a la vez gana su autonomía como especialidad:

“Un hermoso físico, es decir, un físico noble y varonil, es acaso, en general, una de las primeras condiciones
para tener exito en nuestra profesión; es indispensable, sobre todo, frente a Los locos, para imponer des.
Cabellos castaños o encanecidos por la edad, ojos vivaces, un-concineme orgulloso, miembros y pecho
demostrativos de fuerza y salud, rasgos destacados, una voz fuerte y expresiva: tales son las formas que,
en general, surten un gran efecto sobre individuos que se creen por encima de todos los demás. El espíritu,
sin duda, es el regulador del cuerpo; pero no se lo advierte de inmediato y requiere las formas exteriores
para arrastrar a la multitud”

Pero en esa primera mirada a partir de la cual se entabla la relación psiquiátrica, el médico es en esencia
un cuerpo; más precisamente, es un físico, una caracterización determinada, una morfología determinada,
bien definida, en la que se destacan el desarrollo de los músculos, la amplitud del pecho, el color del pelo,
etc. y esa presencia física, con estas cualidades, que actúa como cláusula de disimetría absoluta en el orden
regular del asilo, hace que éste no sea, como nos lo dirían los psicosociólogos, una institución que funciona
de acuerdo con reglas; en realidad, es un campo polarizado por una disimetría esencial del poder, que,
entonces, torna su forma, su figura, su inscripción física en el cuerpo mismo del médico.
Ese poder del médico, por supuesto, no es el único que se ejerce; el poder no es nunca lo que alguien tiene,
y tampoco lo que emana de alguien. El poder no pertenece ni a una persona ni, por lo demás, a un grupo;
sólo hay poder porque hay dispersión, relevos, redes, apoyos recíprocos, diferencias de potencial,
desfases, etc.
En consecuencia, alrededor del médico tenemos toda una serie de relevos, los principales de los cuales son
los siguientes:
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● Los vigilantes a quien Fodéré reserva la tarea de informar sobre los enfermos, ser la mirada no armada,
no erudita, una especie de canal óptico a través del cual va a funcionar la mirada erudita, es decir, la mirada
objetiva del propio psiquiatra. Esa mirada de relevo, a cargo de los vigilantes, es también una mirada que
debe recaer sobre los sirvientes, e5m es, los poseedores del último eslabón de la autoridad. El vigilante,
entonces, es a la vez el amo de los últimos J.1l10S y aquel cuyo discurso, la mirada, las observaciones y los
informes deben permitir la constitución del saber médica.
● Los sirvientes, poseen un muy curioso poder. En efecto, el sirviente es el último relevo de esa red, de
esa diferencia de potencial que recorre el asilo a partir del poder del médico; es, por lo tanto, el poder de
abajo. Pero no está simplemente abajo por ser el último escalón de esa jerarquía; también está abajo
porque debe estar debajo del enfermo. No debe ponerse tanto al servicio de los vigilantes que están por
encima de él como al servicio de los propios enfermos; y en esa posición de servicio de los enfermos no
deben hacer, en realidad, más que el simulacro de dicho servicio. En apariencia obedecen sus órdenes, los
asisten en sus necesidades materiales, pero de tal manera que, por una parte, el comportamiento de los
enfermos pueda ser observado desde atrás, desde abajo, en el nivel de las órdenes que pueden dar, en vez
de ser mirados desde arriba, como lo hacen los vigilantes y los médicos. En cierto modo, por ende, los
sirvientes darán vuelta en torno a los enfermos y los mirarán en el plano de su cotidianidad y, de alguna
manera, en la cara interna de la voluntad que ejercen, de los deseos que tienen; y el sirviente va a informar
lo que es digno de nota al vigilante, quien a su vez lo informará al médico. Tendrá la misión de no hacer lo
que el enfermo pide, remitiéndose para ello a la gran autoridad anónima que es b del reglamento e, incluso,
a la voluntad singular del médico.

Y si retomamos lo que el mismo Pinel decía sobre la posibilidad de obtener una observación en el asilo,
veremos que esa observación, garantía de la objetividad y la verdad del discurso psiquiátrico, sólo es
posible en virtud de una distribución táctica relativamente compleja; digo "relativamente compleja"
porque lo que acabo de señalar es aún muy esquemático. Pero, de hecho, si hay en efecto ese despliegue
táctico y deben tomarse tantas precauciones para llegar, después de todo, a algo tan simple como la
observación, se debe muy probablemente a que en ese campo reglamentario del asilo hay algo que es un
peligro, una fuerza.
Si llegamos a una disposición táctica semejante, es sin duda porque el problema, antes de ser o, más bien,
para poder ser el problema del conocimiento, de la verdad de la enfermedad y de su curación, debe ser un
problema de victoria. A quien debe dominar es al loco.

Hasta fines del siglo XVIII, en términos generales decir que alguien era loco, atribuirle locura, siempre era
decir que se engañaba, en qué sentido, sobre qué puma, de qué manera, hasta qué límite se engañaba; en
el fondo, lo que caracterizaba a la locura era el sistema de creencia. Ahora bien, a principios del siglo XIX
vemos aparecer de manera muy repentina un criterio de reconocimiento y atribución de la locura que es
absolutamente distinto; iba a decir que se trata de la voluntad, pero no es exacto; en realidad, lo que
caracteriza al loco, el elemento por ,el cual se le atribuye la locura a partir de comienzos del siglo XIX,
digamos que es la insurrección de la fuerza, el hecho de que en él se desencadena cierta fuerza, no
dominada y quizás indomable, y que adopta cuatro grandes formas según el ámbito donde se aplica y el
campo en el que hace estragos. Tenemos la fuerza pura del individuo a quien, de acuerdo con la
caracterización tradicional, se denomina "furioso". Tenemos la fuerza en cuanto se aplica a los instintos y
las pasiones, la fuerza de esos instintos desatados, la fuerza de esas pasiones sin límite; y esto caracterizar:l
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justamente una locura que no es una locura de error, una locura que no implica ilusión alguna de los
sentidos, ninguna f...-dsa creencia, ninguna alucinación, y se la llama manía sin delirio. En tercer lugar
tenemos una suerte de locura que se adosa a las ideas mismas, que las trastorna, las vuelve incoherentes,
las hace chocar unas contra otras, y a esto se denomina manía.
Tenemos la fuerza de la locura cuando se ejerce, ya no en el dominio generaL de las ideas así sacudidas y
entrechocadas, sino en una idea específica que, finalmente, encuentra un refuerzo indefinido y va a
inscribirse obstinadamente en el comportamiento, el discurso, el espíritu del enfermo; es lo que recibe el
nombre de melancolía o de monomanía. y la primera gran distribución de esa práctica asilar a principios
de siglo XIX se transcribe con mucha exactitud lo que pasa en el interior mismo del asilo, es decir, el hecho
de que ya no se trata en absoluto de reconocer el error del loco sino de situar con toda precisión el punto
en que la fuerza desatada de la locura lanza su insurrección: cuál es el punto, cual es el ámbito, con respecto
a qué va a aparecer y desencadenarse la fuerza para trastornar por completo el comportamiento del
individuo.
La táctica del asilo en general y, de una manera más particular, la táctica individual que aplicará el médico
a tal o cual enfermo en el marco general de ese sistema de poder, se ajustará y deberá ajustarse a la
caracterización, la localización, el ámbito de aplicación de esa explosión de la fuerza y su
desencadenamiento.
Pinel la terapéutica de la locura es "el arte de subyugar y domesticar, por así decido, 31 alienado,
poniéndolo bajo la estricta dependencia de un hombre que, por sus cualidades físicas y morales, tenga la
capacidad de ejercer sobre él un influjo irresistible y modificar el encadenamiento vicioso de sus ideas".
El principio de la estricta dependencia del enfermo con respecto a cierro poder; ese poder sólo puede
encarnarse en un hombre y únicamente en un hombre, quien lo ejerce no tanto a partir y en función de
un saber como en función de cualidades físicas y morales que le permiten desplegar un influjo sin límites,
un influjo irresistible. Sobre la base de esto resulta posible el cambio del encadenamiento vicioso de las
ideas, esa ortopedia moral, por darle algún nombre, a partir de la cual la curación es factible. Por eso, en
definitiva, en esta proto práctica psiquiátrica encontramos escenas y una batalla como acto terapéutico
fundamental.

En la psiquiatría de la época vemos distinguirse con mucha claridad dos tipos de intervenciones:
● Una que, durante el primer tercio del siglo XIX, es objeto de una descalificación constante y regular: la
práctica propiamente médica o medicamentosa.
● En contraste, el desarrollo de una práctica que se denomina "tratamiento moral", definido en primer
lugar por los ingleses, esencialmente por Haslam, y muy pronto adoptada en Francia.

La operación terapéutica que se formula en esos años, entre 1810 Y 1830, es una escena: una escena de
enfrentamiento. Esta escena de enfrentamiento puede asumir dos aspectos. Uno incompleto, por decirlo
de algún modo, y que es como la operación de desgaste, de prueba, no Bevada a cabo por el médico -pues
éste debe ser evidentemente soberano- sino por el vigilante.

La escena de la curación es una escena compleja.

De 1800 a 1830 psiquiatría llega por fin a inscribirse dentro de una práctica y un saber médicos a los cuales,
hasta entonces, había sido relativamente ajena. Suele pensarse que la psiquiatría aparece en ese
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momento, por primera vez, como una especialidad dentro del dominio médico.

CLASE 14 DE NOVIEMBRE
PSIQUIATRÍA MODERNA → inaugurada a principios del SXIX, famosa escena de Pinel, quien dispone que se
eliminen las cadenas dispone que se eliminen las cadenas que retienen a los locos furiosos en el fondo de
sus celdas; y esos locos, a los que se encadenaba porque se temía que, de dejarlos libres, dieran tienda
suelta a su furor, esos furiosos, apenas liberados de sus cadenas, expresan su reconocimiento a Pinel y
entran, por eso mismo, en el camino de la curación. Tal es entonces la que pasa por la escena inicial,
fundacional de la psiquiatría.

Hay otra escena que es importante porque presenta exactamente lo que por entonces era la práctica
psiquiátrica como manipulación reglamentada y concertada de las relaciones de poder. Texto de Pinel que
el que circuló en Francia y dio a conocer el asunto; esta sucedió en Inglaterra.

“un monarca (Jorge III) cae en la manía y, para que su curación sea más rápida y sólida, queda confinado
en un palacio aislado y se lo encierra solo en una recámara cuyos cristales y muros se cubren de colchones
para impedir que se hiera. Quien dirige el tratamiento le informa que ya no es soberano y le advierte que
en lo sucesivo debe mostrarse dócil y sumiso. Dos de sus antiguos pajes, de estatura hercúlea, quedan a
cargo de atender sus necesidades y prestarle todos los servicios que su estado exige, pero también de
convencerlo de que se encuentra bajo su entera dependencia y de que de allí en más debe obedecerlos. Un
día, el alienado, en su fogoso delirio, recibe con mucha dureza a su antiguo médico durante su visita y lo
embadurna con suciedades y basura, Uno de los pajes entra al punto a la recámara sin decir una palabra,
toma por la cintura al delirante, también reducido a un estado de mugre repugnante lo arroja con vigor
sobre un montón de colchones, lo desviste, lo lava con una esponja, le cambia la ropa y, mirándolo con
altivez, sale deprisa para retomar su puesto. Lecciones similares, reiteradas a intervalos durante algunos
meses y secundadas por otros medios de tratamiento, han producido una curación sólida y sin recaídas.”

Querría hacer un breve análisis de los elementos de esta escena. → Creo que lo que aparece en primer
lugar es, en el fondo, una ceremonia, una ceremonia de destitución, una especie de coronación al revés en
la cual se indica con mucha claridad que se trata de poner al rey bajo una dependencia cocal; recuerden
las palabras: “todo el aparato de la realeza se desvanece”, y el médico, que en cierto modo es el operador
de ese descoronamiento, esa desacralización, le informa de manera explícita que “ya no es soberano”.
Decreto de destitución, el rey queda reducido a la impotencia.

Incluso los colchones son importantes → Esos colchones son lo que aísla al rey del mundo externo y, al
mismo tiempo, le impiden tanto escuchar y ver como comunicar sus órdenes al exterior; Y en lugar del
cetro, de la corona, de la espada, sólo están los “colchones” que lo encierran y lo reducen, en el sitio en
que se encuentra, a lo que es, es decir, a SU CUERPO.

No hay, por consiguiente, caída de un poder soberano bajo otro poder soberano, sino paso de un poder
soberano, decapitado por la locura que se apoderó de la cabeza del rey y descoronado por esa especie de
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ceremonia que indica al monarca que ha perdido su soberanía, a un poder distinto, Y bien, en lugar de ese
poder decapitado y descoronado se instala un poder anónimo múltiple, macilento, sin color, que es en el
fondo el poder que llamaré de la disciplina. Un poder del tipo de la soberanía es reemplazado por un poder
que podríamos calificar de disciplina y cuyo efecto no consiste en absoluto en consagrar el poder de
alguien, sino en recaer únicamente en su blanco, SOBRE EL CUERPO y la persona misma del rey
descoronado, al que ese nuevo poder debe hacer “dócil y sumiso”.

- El poder soberano → se manifiesta a traves de los símbolos de la fuerza resplandeciente del individuo
que lo posee.

- El poder disciplinario → es un poder discreto, repartido; es un poder que funciona en red y cuya
visibilidad sólo radica en la docilidad y la sumisión de aquellos sobre quienes se ejerce en silencio.

→ Esto es, creo, lo esencial de la escena, el afrontamiento, la sumisión, la articulación de un poder soberano
con un poder disciplinario.

¿Quiénes son los agentes de ese poder disciplinario? Se dice que son dos antiguos pajes de estatura
hercúlea.

Á título de hipótesis, y bajo reserva de error, diré que esa relación de los pajes hercúleos con el rey loco y
despojado debe compararse con ternas iconográficos. Me parece que la fuerza plástica de esta historia se
debe en parte al hecho de que, justamente, en ella hay elementos de la iconografía tradicional en la que
se representa a los soberanos. El rey y sus servidores son tradicionalmente representados de dos formas.

Una es la representación del rey guerrero, con coraza, en armas, el rey que despliega y pone de manifiesto
su omnipotencia. y junto a él, por debajo, sometidos a esa suerte de poderío aplastante, personajes que
son la representación de la sumisión, la debilidad, la derrota, la esclavitud, eventualmente la belleza. Ésa
es, por decirlo de algún modo, una de las primeras oposiciones que encontramos en la iconografía del
poderío real.

Tenemos otra posibilidad. Se trata del rey, que está, en contraste, despojado de todos los signos visibles e
inmediatos de la fuerza física; el rey únicamente cubierto por símbolos de su poder, el armiño, el cerro, el
globo y luego, debajo de él o como acompañantes, la representación visible de una fuerza que le está
sometida: los soldados, los pajes, los servidores que son la representación de una fuerza, pero una fuerza
que en cierto modo es comandada en silencio por conducto de esos elementos simbólicos del poder: cetro,
armiño, corona, etc. Me parece que, en líneas generales, así se representan en la iconografía las relaciones
del rey con los servidores: siempre en la modalidad de la oposición, pero con la forma de estas dos
oposiciones.

En la escena relatada por Pinel, encontramos los mismos elementos, pero en este caso desplazados y
transformados por completo. Por una parte tenemos la fuerza salvaje del rey, que ha vuelto a ser la bescia
humana, el rey que está exactamente en la posición de esos esclavos sometidos y encadenados a quienes
veíamos en la primera de las versiones iconográficas que les mencionaba; y frente a ello, la fuerza
contenida, disciplinada, serena de los servidores. En esta oposición del rey convertido en fuerza salvaje y
los servidores que son la representación visible de una fuerza disciplinada, creo que tenemos con claridad
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el punto de conexión entre una soberanía en proceso de desaparición y un poder disciplinario que está
constituyéndose y encuentra su propio rostro → en esos pajes mudos, musculosos, suntuosos, obedientes
y todopoderosos.

¿cómo ejercen sus funciones esos servidores hercúleos? Se dice que están ahí para servir al rey; están
destinados a cubrir el servicio de sus “necesidades” y su “estado”, Ahora bien, me parece que en lo que
podríamos llamar poder de soberanía el servidor está, en efecto, al servicio de las necesidades del
soberano; debe satisfacer las exigencias y necesidades de su estado: es él, efectivamente, quien viste y
desviste al rey, se ocupa del servicio de su cuerpo, su limpieza, etc. Cada vez que el servidor se ocupa de
velar de ese modo por las necesidades y el estado del soberano, lo hace en esencia porque cal es la
voluntad de éste; es decir que la voluntad del soberano liga al servidor, y lo liga individualmente, en cuanto
es tal o cual servidor, a esa función consistente en asegurar el servicio de las necesidades y el estado. La
voluntad del rey, su estatus de rey, fijan al servidor a sus necesidades y su estado.

La relación de disciplina que vemos aparecer enseguida, el servidor no está en modo alguno al servicio de
la voluntad del rey, está al servicio de las necesidades y el estado del rey sin que intervengan ni la voluntad
ni el estatus del soberano; sólo las exigencias en cierto modo mecánicas del cuerpo fijan y determinan el
carácter del servicio prestado por el servidor. Desconexión, por consiguiente, entre la voluntad y la
necesidad, el estatus y el estado. Y el servidor sólo intervendrá como fuerza de represión, sólo abandonará
el servicio para convertirse en obstáculo a la voluntad del rey, cuando ésta se exprese por encima de sus
necesidades, por encima de su estado.

Este es a grandes rasgos el decorado de la escena; ahora querría pasar al EPISODIO MISMO → el episodio
de la confrontación con el médico: “Un día, el alienado, en su fogoso delirio, recibe con mucha dureza a su
antiguo médico durante su visita y lo embadurna con suciedades y basura. Uno de los pajes entra al punto
a la recámara sin decir una palabra, coma por la cintura al delirante…”

Luego de la escena de la caducidad, del descoronamiento, viene la escena del desecho, el excremento, la
basura. Se trata de la inversión total de ésta. Por fuerza, ese rey ya no tiene más que su cuerpo reducido
al estado salvaje, y por armas no tiene más que las deyecciones de su cuerpo, y justamente se sirve de ellas
contra su médico. Yo creo que, al hacerlo, el rey lleva a cabo una inversión concreta de su soberanía, ha
reemplazado su cetro y su espada por sus inmundicias, y porque reitera con ello un gesto que tiene su
significación histórica: arrojar barro e inmundicias a alguien es el gesto secular de la insurrección contra los
poderosos.

En consecuencia, tenemos aquí la inversión total de lo que es la función soberana, pues el rey hace suyo el
gesto insurreccional, no sólo de los pobres sino de quienes son los más pobres entre los pobres. En su
enfrentamiento con el poder médico que entra en la habitación donde se encuentra, el rey retoma ese
papel. La soberanía a la vez enloquecida e invertida contra la disciplina macilenta.

en ese momento interviene el paje mudo, musculoso e invencible, que entra, toma por la cintura al rey, lo
arroja sobre la cama, lo desnuda, lo lava con una esponja y se retira, como dice el texto, “mirándolo con
altivez”.

Aquí encontramos, el desplazamiento de los elementos de una escena de poder: el cadalso, la escena del
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supticio. Pero también aquí hay inversión y desplazamiento: mientras que quien atentara contra la
soberanía, le arrojara piedras e inmundicias, habría sido ejecutado, ahorcado y descuartizado según la ley
inglesa, pues bien, la disciplina que interviene ahora encarnada en el paje va, al contrario, a derribar,
desnudar, lavar, hacer del cuerpo algo limpio y verdadero al mismo tiempo.

En la historia de la psiquiatría se dará la relación con la Familia, pero más adelante y, por lo que puedo ver
hasta ahora, el momento en que se implanta un modelo familiar en la práctica psiquiátrica deberá
comprenderse por el lado de la histeria.

Verán igualmente que esa cura acerca de la cual Pinel dice, con un optimismo que los hechos desmentirán
a continuación, que ha “producido una curación sólida y sin recaídas”, se hace sin nada que pueda cumplir
el papel de descripción, análisis, diagnóstico, conocimiento veraz de lo que es la enfermedad del rey. En
esce caso, al igual que con el modelo de la familia, el momento de la verdad aparecerá más adelante en la
práctica psiquiátrica.

aquí vernos con mucha claridad un juego de elementos, que son estrictamente los del poder, puestos en
juego, desplazados, invertidos, etc., y ello al margen de toda institución. Y tengo la impresión, una vez más,
de que el momento de la inscitución no es previo a esas relaciones de poder. Me parece que la escena
pone bastante bien de relieve el basamento de relaciones de poder que constituyen el elemento nuclear
de la práctica psiquiátrica, a parir del cual, en efecto, veremos a continuación la erección de edificios
institucionales, el surgimiento de discursos de verdad y, también, la implantación o la importación de una
serie de modelos.

en la práctica psiquiátrica encontramos desde el origen algo así como un poder político; me parece que la
cosa es más complicada y, por otra parte, lo será cada vez más. Por ahora querría hacer una
esquematización. No se trata de cualquier poder político, son dos tipos de poder perfectamente distintos
y Correspondientes a dos sistemas, dos funcionamientos diferentes: la microfísica de la soberanía tal como
funcionaba en un gobierno posfeudal, preindustrial, y la microfísica del poder disciplinario, cuyo
funcionamiento constatamos en los diferentes elementos que les menciono aquí y que aparece, en cierto
modo, apoyada en los elementos desconectados, deteriorados, desenmascarados del poder soberano.

Transformación, por lo tanto, de la relación de soberanía en poder de disciplina. En el fondo, una especie
de proposición general que es la siguiente: “Sí estás loco, por más que seas rey, dejarás de serlo”, o bien:
“Por más que estés loco, no por eso vas a ser rey”. La proposición “No eres rey” está, a mi juicio, en el
centro de esa suerte de protopsiquiairía que intento analizar,

Me parece que “creerse rey” es, en esta práctica protopsiquiátrica y por consiguiente para todos los
discursos de verdad que van a conectarse con ella, el verdadero secreto de la locura. Y cuando vernos cómo
se analizaban en la época un delirio, una ilusión, una alucinación, erc., que alguien se creyera rey, es decir,
que el contenido de su delirio implicara suponer el ejercicio del poder real o, al contrario, que se imaginara
arruinado, perseguido o rechazado por toda la humanidad, poco importaba. Para los psiquiatras de esos
días, el hecho de imponer así esa creencia, oponerla a todas las pruebas, objetar incluso el saber médico,
querer imponerla al médico y en definiciva, a todo el asilo y cuestionar de tal modo toda otra forma de
certeza o saber, es una manera de creerse rey. Ya uno se creyera tey o miserable, “creerse rey” significaba,

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en el fondo, querer imponer esa certeza como una especie de tiranía a todos los que lo rodeaban; y en ese
aspecto, toda locura es una suerte de creencia enraizada en el hecho de ser el rey del mundo. Los
psiquiatras de principios del siglo xIX habrían podido decir que estar loco era tener el poder en la cabeza.
Y por otra parte, Georger consideraba que, en esencia, el gran problema de la psiquiatría era el siguiente:
“cómo disuadir” a quien se cree rey.

He insistido tanto en esta escena del rey por una serie de razones. En primer lugar, me parece que permite
comprender un poco mejor la otra escena fundadora de la psiquiatría de la que les hablé al principio, la
escena de Pinel y la liberación, En apariencia, la escena de Pinel en Bicérre, cuando entra en 1792 a las
celdas y saca las cadenas a tal o cual enfermo que estaba encerrado y encadenado desde hacía semanas o
meses, es exactamente lo opuesto de la historia del rey a quien encierran, ciñen y hacen vigilar por pajes
musculosos. En realidad, cuando las cosas se miran con más detenimiento, se advierte que hay una
continuidad entre ambas escenas.

Cuando Pinel libera a los enfermos encerrados en las celdas, se trata de establecer entre el liberador y los
recién liberados cierta deuda de reconocimiento que debe saldarse de dos maneras: En primer lugar, el
liberado va a pagar su deuda de manera continua y voluntaria, a través de la obediencia; por lo tanto, la
violencia salvaje de un cuerpo al que sólo retenía la violencia de las cadenas será reemplazada por el
sometimiento constante de una voluntad a otra. En otras palabras, quitar las cadenas es asegurar por
intermedio de una obediencia agradecida algo así como una sujeción. Y la deuda se enjugará de una
segunda manera, esta vez involuntaria por parte del enfermo a partir del momento en que quede
sometido, en que el pago voluntario y continuo de la deuda lo haya llevado a someterse a la disciplina del
poder médico, el juego mismo de esta disciplina y su mera fuerza provocarán su curación.

Como verán, en realidad esta escena de la liberación se la puede analizar como una relación de poder o
bien como la transformación de cierta relación de poder que era de violencia la prisión, la celda, las
cadenas: todo esto corresponde a la vieja forma de poder de soberanía en una relación de sujeción que es
una relación de disciplina.

Ésa es la primera razón por la cual conté la historia de Jorge III: me parece que inaugura toda una práctica
psiquiátrica

La otra razón por la cual la mencioné es que, a mi entender, la escena de Jorge III se inscribe en toda una
serie de escenas. Ante todo, en una serie de escenas que van a constituir esa práctica protopsiquiárrica.

→ Les presento ahora uno o dos ejemplos que muestran de una manera muy clara, que todas esas escenas
de curación (de la enciclopedia del SXIX) están emparentadas con la gran escena de la curación de Jorge III
(las puse pero no son necesarias leerlas)

● “Un militar, aún en un estado de alienación es asaltado de improviso por la idea excluyente de su
reincorporación al ejército”. Aunque se le ordena volver a la noche a su habitación, se niega a hacerlo. Una
vez instalado en ella, comienza a romper y ensuciar todo; en consecuencia, lo atan a la cama. Ocho horas
transcurren en ese estado violento y él parece por fin entrever que no es dueño de hacer sus caprichos. Á
la mañana, durante la ronda del jefe, adopta el tono más sumiso y, al tiempo que le besa la mano, dice:
“Me has prometido devolverme la libertad dentro del hospicio si estoy tranquilo; pues bien, re exhorto a
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cumplir su palabra”. Sonriente, el otro le hace saber el placer que experimenta ante esa dichosa vuelta a
sus cabales; le habla con suavidad y en ese mismo instante pone fin a todo apremio.
● Otro ejemplo: un hombre estaba dominado por la idea excluyente de “su omnipotencia”. Una sola
consideración lo detenía, el “temor a hacer desaparecer el ejército de Conde que, en su opinión, estaba
destinado a cumplir los designios del Eterno”. ¿Cómo lograr dominar esa creencia? El médico, por su parte,
acechaba “un extravío que lo pusiera en falta y autorizara a tratarlo con rigor”. Y he aquí en efecto que,
por fortuna, “un día que el vigilante lo reprendía por las suciedades y basuras que había dejado en su
habitación, el alienado se enfureció contra él con violencia y amenazó aniquilarlo. Era ésa una oportunidad
favorable de castigarlo y convencerlo de que su poderío era una quimera”
● Un ejemplo más: “Un alienado del hospicio de Bicétre, que no tiene otro delirio que el de creerse una
víctima de la Revolución, repite día y noche que está dispuesto a sufrir su suerte”. Como van a guillotinarlo,
ya no cree necesario ocuparse de su persona; “se niega a acostarse en su lecho” y permanece tendido
sobre el piso. El vigilante se ve obligado a recurrir al apremio: “Aunque atado con cuerdas a su lecho, el
alienado procura vengarse rechazando toda clase de alimentos con la obstinación más invencible.
Exhortaciones, promesas, amenazas: todo es inútil”. Sin embargo, al cabo de cierto tiempo el enfermo
tiene sed; toma agua, pero “aparta con dureza el caldo mismo que se le ofrece y cualquier otro alimento
líquido o sólido”. Hacia el duodécimo día “el vigilante le anuncia que, por mostrarse tan indócil, en lo
sucesivo va a privarlo del agua fría y la sustituye por un caldo graso”. Por fin la sed se impone y el enfermo
“toma con avidez el caldo”. A lo largo de los días siguientes comienza a comer alimentos sólidos y “recupera
así poco a poco todos los atributos de una salud firme y robusta”

En los inicios de la psiquiatría del siglo XIX, antes y, creo, de manera muy independiente de todas las
formulaciones teóricas, queda definida cierta táctica de manipulación de la locura que dibujaba de algún
modo la trama de relaciones de poder necesarias para esa especie de ortopedia mental que debía conducir
a la curación. La escena de Jorge IIl forma parte de esas escenas.

Creo que a continuación podríamos describir el futuro, el desarrollo, la transformación de esas escenas, y
ver cómo y en qué condiciones esas escenas protopsiquiátricas evolucionaron en una primera fase que
cabría llamar DEL TRATAMIENTO MORAL.

Con posterioridad, esa misma escena protopsiquiátrica modificada por el tratamiento moral sufrió una
considerable transformación en virtud de un episodio fundamental en la historia de la psiquiatría, que fue
a la vez el descubrimiento y la práctica de la hipnosis, y el análisis de los fenómenos histéricos.

Tenemos, desde luego, la escena psicoanalítica. Por último, la escena antipsiquiátrico. Es curioso, de todas
maneras, advertir la cercanía de la primera escena de la protopsiquiatría, la de Jorge III, con la que
encontramos en el libro de Mary Barnes y Berke.

Un día Mary trató de cerciorarse de mi amor por ella mediante una prueba definitiva. Se cubrió de mierda
y aguardó mi reacción. El relato que hace de ese incidente me divierte, pues estaba absolutamente segura
de que su mierda no podía repugnarme. Les aseguro que sucedió todo lo contrario. Cuando, sin sospechar
nada, entré a la sala de juegos y me abordó una Mary Barnes hedionda que parecía salida de una historia
de terror, el horror y el asco me embargaron. Mi primera reacción fue la huida. Me alejé a grandes pasos,
lo más rápidamente posible. Por fortuna no intentó seguirme. Habría sido capaz de golpearla. Recuerdo
10
muy bien mi primer pensamiento: “Es demasiado, Dios santo. Estoy harto. Á partir de ahora, que se cuide
sola. No quiero tener nada más que ver con ella”. Luego Berke reflexiona y se dice que, después de codo,
si él no se hace cargo, su relación con ella se terminará.

En el fondo, lo que me gustaría hacer este año es una historia de esas escenas psiquiátricas, teniendo en
cuenta lo que de mi parte es tal vez una hipótesis: que esa escena psiquiátrica y lo que se trama en ella, el
juego de poder, deben analizarse con anterioridad a todo lo que pueda referirse ya sea a organización
institucional, discurso de verdad o importación de modelos. Y querría estudiar esas escenas destacando
también una cosa:

- que la escena de Jorge III no sólo es la primera de una larga serie de escenas psiquiátricas sino que
históricamente forma parte de toda otra serie de escenas.

- En la escena protopsiquiácrica encontramos todo lo que podríamos llamar ceremonia de soberanía:


coronación, desposesión, sumisión, acatamiento, rendición, restauración, etc.; pero también la serie de
rituales de servicio que algunos imponen a los demás: dar órdenes, obedecer, observar reglas, castigar,
recompensar, responder, callarse. Encontramos la serie de procedimientos judiciales: proclamar la ley,
vigilar las infracciones, obtener una confesión, comprobar una falta, pronunciar una sentencia, imponer un
castigo.

- Por último, hallamos toda la serie de prácticas médicas y en esencia la gran práctica médica de la
crisis: acechar el momento en que ésta se produce, favorecer su desarrollo y su culminación, hacer que las
fuerzas de la salud se impongan a las otras.

Me parece que si se quiere hacer una verdadera historia de la psiquiatría, será necesario reinscribirla en
esta serie de escenas: escenas de ceremonia de soberanía, de rituales de servicio, de procedimientos
judiciales, de prácticas médicas, y de ningún modo plantear como aspecto esencial y punto de partida el
análisis de la institución.

Ahora, querría ver con más detalle esa escena protopsiquiárrica. Me parece que la escena de Jorge III
constituye un corte muy importante, en cuanto se aparta netamente de unas cuantas escenas que habían
sido hasta entonces la manera reglamentada y canónica de tratar la locura. En mi opinión, hasta fines del
siglo XVIII, la manipulación de la locura por los médicos había sido del orden de la estratagema de verdad.
Se trataba de constituir en torno de la enfermedad, de alguna manera como su prolongación, dejándola
fluir y siguiendo su evolución, una especie de mundo a la vez ficticio y real donde la locura iba a caer en la
trampa de una realidad que se había inducido insidiosamente. Voy a darles un ejemplo:

● Mr. ..., de 36 años, con un temperamento melancólico, pero sumamente consagrado al estudio, y sujeto
a accesos de tristeza sin causa, pasaba a veces noches enteras con sus libros y en esos momentos era sobrio
en extremo. Sus amigos le describieron en vano el perjuicio que haría con ello a su salud y su ama de llaves,
al insistir vigorosamente en que adoptara un régimen diferente, hizo brotar en él, la idea de que conspiraba
contra su vida. Mir. ... llegó incluso a convencerse de que ella había forjado el plan de matarlo por medio
de camisas envenenadas, a cuya influencia el hombre ya atribuía sus presuntos padecimientos. Nada pudo
disuadirlo de esa idea siniestra. Por fin, se decidió simular mostrarse de acuerdo con él. Se sometió una
camisa sospechosa a una sucesión de experiencias químicas realizadas en su presencia con muchas
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formalidades, y cuyo resultado se amañó para que probara la verdad de sus sospechas. El ama de llaves
fue objeto de un interrogatorio que, puso de manifiesto su culpabilidad, Se emitió contra ella una orden
de arresto ficticia que supuestos oficiales de justicia ejecutaron en presencia del enfermo, simulando
conducirla a la cárcel. Tras ello se celebró una consulta en debida forma en la cual varios médicos reunidos
insistieron en la necesidad de diversos antídotos que persuadieron por fin al enfermo de su curación. Se le
prescribió entonces un régimen y un modo de vida que lo protegería de toda posibilidad de recaída.

En una historia como ésta puede verse cómo funcionó una práctica psiquiátrica. En el fondo, se traca de
desarrollar, aun a partir de una idea delirante, una especie de laberinto absolutamente conforme al propio
delirio, homogéneo con la idea errónea y por el cual se hace pasar al enfermo.

Organización, por lo tanto, de un laberinto homogéneo con la idea delirante; y lo que se pone al final de
ese laberinto y va a producir justamente la curación, es una especie de salida bifurcada, una salida con dos
niveles.

Por una parte, habrá un acontecimiento que se produce dentro del propio delirio; es decir que, en el nivel
del delirio del enfermo, el encarcelamiento de la culpable sanciona la verdad de ese delirio, pero al mismo
tiempo asegura al enfermo que se ha liberado del elemento que, en aquél, es causa de su enfermedad.
Tenemos entonces esta primera salida, en el nivel mismo del delirio, que lo autentifica y pone a un lado lo
que en él actúa como causa,

Ahora bien, si eso pasa en el nivel del delirio, en otro nivel, el de los médicos y el entorno, la situación es
muy distinta. Al fingir encarcelar al ama de llaves se la pone fuera de juego, se la aparta del enfermo y éste,
así, queda protegido de lo que era causa de su enfermedad en la realidad, esto es, la desconfianza o el odio
que sentía por ella. De modo que en una sola y la misma operación se va a soslayar lo que es causa en el
delirio.

Era preciso que esa operación fuera la misma; es decir que se produjera al final del laberinto del propio
delirio, pues para los médicos resultaba muy claro que, si la criada hubiera quedado descartada, sin que se
la excluyera en cuanto causa en el interior del delirio, éste se habría reiterado. El enfermo se habría
imaginado que ella aún lo perseguía. A partir del momento en que se da sustancia al delirio, se le da
realidad, se lo autentifica y al mismo tiempo se suprime lo que es causa en él, a partir de ese momento se
generan las condiciones para eliminarlo. Y si esas condiciones para suprimir el delirio son al mismo tiempo
la supresión de lo que lo ha causado, se deduce que la curación está asegurada. Tenemos entonces
supresión de la causa del delirio, supresión de la causa en el delirio.

Tercer momento → cuando el enfermo cree efectivamente que el delirio era la verdad, cuando cree
suprimido lo que en el delirio era la causa de su enfermedad, tiene entonces la posibilidad de aceptar una
intervención médica. Su pretexto de curarlo de la enfermedad que el ama de llaves le había provocado, se
desliza en esa especie de brecha una medicación que es medicación en el delirio. Como ven, un elemento
de la realidad, el medicamento, también va a actuar en dos niveles:

- como medicación en el delirio y

- como terapéutica del delirio.


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Y esta especie de juego organizado alrededor de la ficción de verificación del delirio asegura efectivamente
la curación.

Y bien, ese juego de la verdad en el delirio y del delirio será suprimido por completo en la práctica
psiquiátrica inaugurada a principios del siglo XIX; y me parece que el surgimiento de la práctica disciplinaria,
esa nueva microfísica del poder, va a barrer todo eso e introducir los elementos nucleares de todas las
escenas psiquiátricas que se desarrollarán a continuación, y sobre las cuales se construirán la teoría y la
institución psiquiátricas.

CLASE 21 NOVIEMBRE
A mi entender, podríamos decir que la crítica institucional o cierta forma de crítica que se desarrolló a
partir de las décadas de 1930 1940, no se inició, al contrario, en un discurso psiquiátrico supuestamente
verdadero para deducir de él la necesidad de una institución y un poder médico, sino en la existencia de la
institución, en su funcionamiento, en su crítica, para poner de relieve, por un lado, la violencia del poder
mediático que se ejercía en ella, y por otro, los efectos de desconocimiento que perturban desde el
comienzo la verdad supuesta de ese discurso médico. Por lo tanto, en esa forma de análisis se partía de la
institución para denunciar el poder y analizar los efectos del desconocimiento.
Por mi parte, quería poner en primer plano el problema mismo del poder.

¿Cuál es el poder? La hipótesis que quiero proponer es que en nuestra sociedad existe el poder
disciplinario. Hay una modalidad mediante la cual el poder político y los poderes en general logran, en
última instancia, tocar los cuerpos, aferrarse a ellos, tomar en cuenta gestos, comportamientos, hábitos,
en síntesis, como todos esos poderes.
La segunda hipótesis es que el poder disciplinario, tiene una historia: pero tampoco existió siempre. Se
formó y siguió a través de la sociedad oxidental hasta nuestros días.
No se trata, desde luego, de analizar el funcionamiento de la psiquiatría a partir de su supuesto discurso
verdadero; pero creo que ni siquiera es posible hacerlo desde un análisis de la institución: el mecanismo
de la psiquiatría debe comprenderse sobre la base del funcionamiento de ese poder disciplinario.
Me parece que podemos oponer el poder de disciplinar a un poder que lo precedió históricamente y con
el cual, por lo demás, aquel se entrelazan durante mucho tiempo antes de triunfar. En contraste, entonces,
daré a ese poder precedente el nombre de poder de soberanía.
(no le convence el término “soberanía” por lo siguiente)
En relación de soberanía, el soberano sustrae productos, cosechas, objetos fabricados, etc. Y aunque no
va a devolver lo que está tomado, es una operación simétrica de reciprocidad se producirá gasto del
soberano, que puede adoptar ya sean forma del don, la de un servicio, como también de un gasto pagado:
Entonces tenemos un sistema de sustracción y gasto que a mi juicio caracteriza el poder de tipo soberano,
La sustracción siempre se impone con mucho al gasto, y la dismetría es tan grande que detrás de esa
relación de soberanía y el par simétrico sustracción-gasto vemos perfilarse la depredación, el saqueo y la
guerra.

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En segundo lugar la relación de soberanía siempre lleva, una marca de una anterioridad fundadora,
siempre mira hacia atrás, pero esto no impide que esa relación de soberanía deba actualizarse de manera
regular o irregular, y siempre se actualiza.
Tercera característica: no son isotrópicas. quiero decir que se entrecruzan unas con otras de una manera
que hace imposible establecer entre ellas un sistema tal que la jerarquía sea exhaustiva y planificada. En
otras palabras, las relaciones de soberanía son sin duda relaciones perpetuas de diferenciación, pero no
de clasificación: no constituyen un cuadro jerárquico unitario con elementos de significación.
La relación de soberanía no se aplica a una singularidad somática sino a una multiplicidad que, de alguna
forma, están por encima de la individualidad corporal.
La relación de soberanía aplica algo que es un poder político sobre el cuerpo, pero nunca pone de
manifiesto la individualidad.
Poder de soberanía y poder disciplinario se oponen:
En primer lugar, el poder disciplinario no pone en juego ese mecanismo, ese acoplamiento asimétrico de
la sustracción y el gasto. En un dispositivo disciplinario no hay dualismo ni asimetría: No está esa captura
fragmentaria.
En segundo lugar, el sistema disciplinario, para funcionar, no necesita ese juego discontinuo y ritual, más
o menos cíclico. No es discontinuo el poder disciplinario, implica, al contrario, un procedimiento de control
constante, en el sistema disciplinario uno no está a la eventual disposición de otra persona, sino
perpetuamente bajo la mirada de alguien.
El uso de la escritura me parece absolutamente esencial para que el poder disciplinario sea GLOBAL Y
CONTINUO. Podríamos estudiar como los centros de aprendizaje y los diferentes sistemas, los cuerpos, los
comportamientos y los discursos de la gente son rodeados poco a poco por un tejido de escritura, una
suerte de plasma gráfico que los registra. Se relaciona directamente la escritura con el cuerpo.
La visibilidad del cuerpo y la permanencia de la escritura van a la par y producen desde luego, lo que
podríamos llamar individualización esquemática centralizada.
Para que la disciplina sea siempre ese control, esa captura permanente y
global del cuerpo del individuo, creo que está necesariamente obligada a utilizar un instrumento que es la
escritura.
podríamos decir que la disciplina, con su exigencia de completa visibilidad, su constitución de los moldes
genéticos, esa suerte de continuum jerárquico que la caracteriza, apela
por fuerza a la escritura.
Una nueva relación, una relación directa y continua de la escritura con el cuerpo. La visibilidad del
cuerpo y la permanencia de la escritura van a la par y producen, desde luego, lo que podríamos llamar
individualización esquemática y centralizada.
La visibilidad continua y perpetua así garantizada por la escritura tiene un efecto importante: la extrema
prontitud de la reacción del poder de disciplina permitida por esta visibilidad que es constante en el sistema
disciplinario.
A diferencia del poder soberano que sólo interviene de manera violenta, de vez en cuando y con la forma
de la guerra, el castigo ejemplar o la ceremonia, el poder disciplinario podrá intervenir sin descanso desde
el primer instante, el primer gesto, el primer esbozo. El poder disciplinario tiene una tendencia intrínseca
a intervenir en el nivel mismo de lo que sucede, el momento en que la virtualidad se convierte en realidad;
siempre tiende a intervenir previamente, antes del propio acto si es posible, y lo hace a través de un juego
de
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vigilancia, recompensas, castigos y presiones que son intrajudiciales.
creo posible decir lo siguiente: ese principio panóptico -ver todo, todo el tiempo, a todo el mundo, etc)-
organiza una polaridad genérica del tiempo; efectúa una individualización centralizada cuyo soporte e
instrumento es la escritura, e implica, por último, una acción
punitiva y continua sobre las virtualidades de comportamiento que proyecta detrás del propio cuerpo algo
semejante a una psique.
Terminamos con la tercera característica del dispositivo disciplinario, que lo opone al dispositivo de
soberanía: los dispositivos disciplinarios son isotópicos o, al menos, tienden a la isotopía.
En primer lugar, en un dispositivo disciplinario, cada elemento tiene su lugar bien determinado; tiene
sus elementos subordinados y sus elementos superordinados.
La jerarquía 7.acción que observamos en el sistema disciplinario y militar hace suyas, transformándose, las
jerarquías disciplinarias que vemos en el sistema civil. En síntesis, la isotopía de esos diferentes sistemas
es poco menos que absoluta.
Isotópico quiere decir sobre todo otra cosa: en el sistema disciplinario, el principio de distribución y
clasificación de todos los elementos implica necesariamente un residuo; siempre hay, entonces, algo
"inclasificable”
¿cuándo apareció la categoría que llamamos a los delincuentes? Éstos, no los infractores, los
delincuentes como grupo inasimilable, como grupo irreductible, sólo podían aparecer a partir de la
existencia de una disciplina policial con respecto a la cual surgen. En cuanto al enfermo mental, es sin
dudas es el residuo de todos los residuos, el residuo de todas las disciplinas, aquel que, dentro de una
sociedad, es inasimilable a todas las disciplinas escolares, militares, policiales, etcétera.
Tenemos aquí una característica propia de esta isotopía de los sistemas disciplinarios: la existencia
necesaria de los residuos, que va a ocasionar, desde luego, la aparición de sistemas disciplinarios
complementarios para poder recuperar a esos individuos, y así al infinito. Como hay débiles mentales, es
decir, gente irreductible a la disciplina escolar, se van a crear escuelas para ellos. y luego escuelas para
quienes son irreductibles a las escuelas destinadas a los débiles mentales.
El poder disciplinario tiene la doble propiedad de ser anemizante,
vale decir, de poner siempre a distancia a una serie de individuos, exponer la anomia, lo irreductible, y de
ser siempre normalizador, inventar siempre nuevos sistemas de recuperación, restablecer siempre la regla.
Los sistemas disciplinarios se caracterizan por un trabajo constante de la norma en la anomia.
El principal efecto del poder disciplinario es lo que podríamos llamar la modificación exhaustiva de las
relaciones entre la singularidad somática, el sujeto y el individuo.
Un sistema disciplinario está hecho para funcionar por sí solo, y su responsable
o director no es tanto un individuo como una función ejercida por éste, pero que también podría ser
ejercida por otro, cosa que no sucede jamás en la individualización de la soberanía. Y, por otra parte, aun
el responsable de un sistema disciplinario está contenido dentro de un sistema más grande, que a su vez
lo vigila y en cuyo seno está disciplinado. Hay, entonces, borradura de la individualización en la cima. En
cambio, el sistema disciplinario implica, y esto me parece lo esencial, una individualización tendencial
muy fuerte en la base.
El poder disciplinario es individualizante porque ajusta la función sujeto a la singularidad somática por
intermedio de un sistema de vigilancia y escritura o un sistema panoptismo monográfico que proyecta por
detrás de la singularidad somática, como su prolongación o su comienzo, un núcleo de virtualidades, una
psique, y establece,
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además, la norma como principio de partición y la normalización como prescripción
universal para todos aquellos individuos así constituidos.

Clase del 28 de noviembre de 1973


VOY A COMENZAR con algunas observaciones sobre la historia de los dispositivos disciplinarios.
Lo que les describí era una especie de aparato, de maquinaria. Los dispositivos disciplinarios vienen de
lejos; están andados y funcionaron durante mucho tiempo en medio de los dispositivos de soberanía;
formaron islotes dentro de los cuales se ejercía un tipo de poder que era muy diferente de lo que
podríamos llamar para la época la morfología general de la soberanía.
¿Dónde existieron esos dispositivos disciplinarios? los encontramos en esencia en las comunidades
religiosas, o de las comunidades espontáneas. Ahora estos dispositivos disciplinarios, tal como los vemos
en las comunidades religiosas, en el fondo desempeñaron durante la Edad Media, y hasta el siglo XVI
inclusive, un doble papel.
Desde luego, dichos dispositivos disciplinarios se integraron al esquema general de la soberanía a la vez
feudal y monárquica; lo cierto es que funcionaron de manera positiva dentro de ese dispositivo más general
que los en los enmarca y sostenía y. en todo caso, los toleraba perfectamente. Pero también cumplieron
un papel crítico, un papel de oposición e innovación. Y creo que de manera muy esquemática puede decirse
lo siguiente: por una parte, en la Iglesia, a través de las elaboraciones e, incluso, las reactivaciones de los
dispositivos disciplinarios, se transformaron no sólo las propias órdenes religiosas sino también las
prácticas, las jerarquías y la ideología de la religión.
Una reforma como ,la que se produjo en los siglos XI y XlI O, mejor, la serie de reformas acaecidas en esa
época dentro de la orden benedictina, representa en el fondo un intento de arrancar la práctica religiosa
o la orden entera al sistema de soberanía feudal en cuyo interior estaba contenida e incrustada.
La gran forma cluniacense era una forma monástica que había sido investida y hasta parasitada. a tal
extremo por cluniacense era una forma monástica que había sido investida y hasta parasitada a tal extremo
por el sistema feudal, qué la propia orden de Cluny era en su totalidad, tanto en su existencia cómo en su
economía y sus jerarquías internas, un dispositivo disciplinario de soberanía. ¿En qué consistió la reforma
de Cister? la reforma cisterciense consistió en devolver a la orden cierta disciplina, reconstituir un
dispositivo disciplinario que se remitia a una regla más originaria y aparentemente olvidada; un sistema
disciplinario en el cual se recuperara ante todo la regla de la pobreza, la obligación del trabajo manual y
del pleno uso del tiempo, la desaparición de los bienes personales y los gastos suntuarios, la regulación del
régimen alimentario y la vestimenta, la regla de la obediencia interna, el fortalecimiento de la jerarquía. En
suma, vemos aparecer aquí todas las características del sistema disciplinario como un esfuerzo de
desvinculación de la orden monástica con respecto al dispositivo de soberanía que había atravesado y
corroído. Y gracias a ello, por otra pane, la orden de Ciscet pudo concretar una serie de innovaciones
económicas; gracias, justamente, a esa regla de pobreza esos sistemas jerárquicos, a esas reglas de
obediencia y trabajo y también a todo el sistema de anotación, comabilidad,
ctc., que estaban ligados a la práctica disciplinaria.
El papel crítico e innovador de los sistemas disciplinarios durante la edad media no se limita al ámbito de
la innovación económica, también lo tuvieron en el orden político. Los nuevos poderes políticos qué tratan
de salir a la luz a través del feudalismo Y a partir de los dispositivos de soberanía, poder centralizado qué

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son la monarquía y el papado intentan dotarse de instrumentos novedosos con respecto a los mecanismos
de soberanía, qué son de tipo disciplinario.
Vemos aparecer y constituirse, y ello desde la Edad media y mucho más en vísperas de la Reforma, grupos
comunitarios relativamente igualitarios y regidos, ya no por los dispositivos de soberanía, sino por
dispositivos de disciplina: una misma regla que se impone a todos de la misma manera, sin que haya entre
aquellos a quienes se aplica otras diferencias de estatus que las indicadas por la jerarquía interna del
dispositivo. Así, vemos aparecer muy pronto a los monjes mendicantes, que ya representan una especie
de oposición social a través de un nuevo esquema disciplinario.
Yjustamente en los siglos XVII y XVIll, por una suerte de extensión progresiva, de parasitación general de la
sociedad, vemos constituirse "sociedad disciplinaria", que sustituye a una sociedad de soberanía. Los
dispositivos disciplinarios tuvieron una serie de puntos de apoyo, En primer lugar, parasitación de la
juventud escolar que, hasta fines del siglo XV y principios del siglo XVI, había conservado su autonomía, sus
reglas de desplazamiento y vagabundeo, su propia turbulencia, así como sus lazos con las agitaciones
populares, la disciplinarización de esa juventud estudiantil, esa colonización de la juventud, fue uno de los
primeros puntos de aplicación y extensión del sistema disciplinario. En segundo lugar, veremos aparecer
en esa nueva pedagogía, es decir, la regla del enclaustramiento. El ejercicio pedagógico debe cumplirse
dentro de un espacio clausurado, un medio cerrado sobre sí mismo y con un mínimo de relaciones con el
mundo externo. En tercer lugar, uno de los principios del ejercicio ascético es que, si bien éste es cumplido
por el individuo mismo, siempre se realiza bajo la dirección constante de alguien que es el guía, el
protector, quien hace suya, en todo caso, la responsabilidad del rumbo de aquel que está comenzando su
propio camino ascético, vemos la idea de que el profesor debe seguir al individuo a lo largo de toda su
carrera. El guía ascético se convierte en el profesor de clase al cual el alumno está vinculado, sea durante
un ciclo de estudios.
Tenemos aquí un muy curioso esquema monástico y militar al mismo tiempo, que sirve de instrumento a
esa colonización de la juventud dentro de las formas pedagógicas. Presenciamos en ello, creo, uno de los
primeros momentos de esa colonización total de una sociedad, por medio de los dispositivos disciplinarios.
Encontraríamos otra aplicación de esos dispositivos disciplinarios en otro tipo de colonización ya no la de
la juventud, sino simplemente la colonización de los pueblos conquistados. Al parecer, esa
disciplinarización se hizo ante todo de una manera bastante discreta, marginal y, curiosamente, en
contrapunto con la esclavitud. En efecto, los jesuitas fueron adversarios -por razones teológicas y religiosas,
y también por razones económicas- de la esclavitud, quienes, en América del Sur, opusieron a esa
utilización, probablemente inmediata, brutal y muy consumidora de vidas humanas, a esa práctica de la
esclavitud tan costosa y tan poco organizada, otro ripo de distribución, control y explotación por un sistema
disciplinario. y las repúblicas de los guaraníes de Paraguay, calificadas de "comunis eran en realidad
microcosmos disciplinarios en los cuales había un sistema jerárquico cuyas llaves estaban en manos de los
propios jesuitas los individuos, las comunidades guaraníes, debían adoptar un esquema de
comportamiento absolutamente: obligatorio que les indicaba sus horarios, las horas de las comidas y del
descanso, y que los despertaba a la noche para que pudieran tener relaciones y hacer hijos a una hora fija.
Pleno empleo del tiempo.
Vigilancia permanente: cada uno tenía su vivienda; pero, a lo largo de todas ellas, había una especie de
acera que permitía mirar a través de las ventanas, y éstas, desde luego, no tenían postigos, para que
durante las horas de la noche se pudiera vigilar lo que hacía cada cual. También había, en particular, una
suerte de individualización, al menos en el nivel de la microcélula familiar, pues cada una de ellas recibía
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una vivienda, y el ojo de la vigilancia recae precisamente sobre ésta. una especie de sistema penal
permanente, un sistema de castigo absolutamente permanente, que recorría toda la existencia del
individuo y que, en cada instante, en cada uno de sus gestos o sus actitudes, era susceptible de señalar
algo indicativo de una mala tendencia, una mala inclinación, etc., y entrañaba, por consiguiente, un castigo.
El tercer tipo de colonización es de los vagabundos, los mendigos, los nómades, los delincuentes, las
prostitutas, etc., y todo el encierro de la época clásica. En todos esos casos se introducen los dispositivos
disciplinarios y se observa con mucha claridad que derivan directamente de las instituciones religiosas.
También son las instituciones religiosas, en este caso los jesuitas, una vez más, las que transfirieron su
propia disciplina a los países coloniales y la transformaron. En cuanto al sistema de encierro, esos
procedimientos de colonización de los vagabundos, los nómades, etc., aún adoptaba formas muy próximas
a la religión, lo que vemos aplicarse de manera progresiva en sectores cada vez menos marginales y más
centrales del sistema social es la versión exterior de las disciplinas religiosas.
Y luego, a fines del siglo XVII y en el siglo XVIII vemos aparecer sistemas disciplinarios, el ejército, desde
luego, ante todo con el acuartelamiento, que data de la segunda mitad del siglo XVIII, la lucha contra los
desertores, es decir, la constitución de fojas de servicios, y todas las técnicas de identificación individual,
esa segunda mitad del siglo XVIll, los ejércitos corporales, el uso del tiempo completo.
Después del ejército, toca a la clase obrera empezar a someterse a sistemas disciplinarios. Es el surgimiento
de los grandes talleres en el siglo XVIII; es la aparición, en las ciudades mineras o en algunos grandes centros
metalúrgicos a los que es preciso trasladar una población rural que es utilizada por primera vez y para la
aplicación de técnicas completamente nuevas formas disciplinarias impuestas a los trabajadores, con las
primeras ciudades obreras, como la de Creusot. Además, en esta misma época, aparece lo que fue el gran
instrumento de la disciplina obrera, la cartilla, impuesta a todos los trabajadores. Ningún obrero puede
desplazarse ni tiene derecho a hacerlo sin una cartilla indicando quién fue su empleador anterior y en qué
condiciones y por qué motivos lo que dejó, su cartilla que es, en cierto modo, la marca misma de todos los
sistemas disciplinarios que pesan sobre él. Por lo tanto y también aquí de manera muy esquemática, esos
sistemas disciplinarios aislados, locales, laterales, que se constituyeron en la Edad Media, comienzan a
abarcar entonces toda la sociedad mediante un tipo de proceso que podríamos llamar de colonización
externa e interna. A saber: la fijación espacial, la extracción óptima del tiempo, la aplicación y la explotación
de las Fuerzas del cuerpo por una reglamentación de los gestos, las actitudes y la atención, la constitución
de una vigilancia constante y un poder punitivo inmediato y, por último, la organización de un poder
reglamentario que, en sí mismo, en su funcionamiento, es anónimo, no individual, pero conduce siempre
a un señalamiento de los individuos sojuzgados. En líneas generales: cobertura del cuerpo singular por un
poder que lo enmarca y lo constituye como individuo, es decir, como cuerpo sojuzgado.
La cuestión de la acumulación de hombres, esto es: en paralelo con la acumulación de capital -y como
necesidad de ésta, cierta distribución de la fuerza de trabajo que estaba presente en todas esas
singularidades somáticas. Consisten, primeramente, en maximizar la utilización posible de los individuos:
para extender al máximo el mercado de trabajo a fin de asegurarse una reserva de desocupados que
permita una regulación hacia abajo de los salarios. Entonces, hacer utilizable a todo el mundo. En segundo
lugar, hacer utilizables a los individuos en su multiplicidad misma: hacer que la fuerza producida por la
multiplicidad de esas fuerzas individuales de trabajo sean al menos igual y, en la medida de lo posible,
superior a la suma de las fuerzas singulares. Permitir la acumulación no sólo de las fuerzas, sino también
del tiempo del tiempo de trabajo, del tiempo de aprendizaje, de perfeccionamiento, de adquisición de los
saberes y las aptitudes. Tal es el tercer aspecto del problema planteado por la acumulación de hombres.
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Esta triple función de las técnicas de acumulación de hombres y fuerzas de trabajo es la razón por la cual
se introdujeron, probaron, elaboraron y perfeccionaron los diferentes dispositivos disciplinarios.
A partir del desarrollo de la economía capitalista, en el momento, por consiguiente, en que se planteaba,
paralelamente y en conexión con la acumulación de capital, el problema de la acumulación de hombres,
para responder a esas necesidades económicas fue preciso distribuir a los hombres según técnicas muy
diferentes de las técnicas de clasificación. Hubo que utilizar lo que llamaré una táctica. La disciplina es una
táctica: una manera determinada de distribuir las singularidades, pero de acuerdo con un esquema que no
es clasificatorio, distribuirlas en el espacio, permitir acumulaciones temporales que puedan tener
concretamente una eficacia máxima en el plano de la actividad productiva. La distribución de los hombres
según esas necesidades ya no implicaba una taxonomía sino una táctica, "la disciplina". Las disciplinas son
técnicas de distribución de los cuerpos, los individuos, los tiempos, las fuerzas de trabajo. Y son justamente
esas disciplinas con esas tácticas, con el vector temporal que implican, las que irrumpieron en el saber
occidental durante el siglo XVIII y despacharon las viejas taxonomías, modelos de todas las ciencias
empíricas, al campo de un saber en desuso y quizás hasta parcial o totalmente desafectado.
El problema de la disciplina asilar en cuanto ésta constituye, creo, la forma general del poder psiquiátrico.
He intentado mostrar [que -y] cómo[-] lo que aparecía, de algún modo, sin disfraces, desnudo, en la
práctica psiquiátrica de principios del siglo XIX, era un poder cuya forma general es lo que he denominado
"disciplina”
Había una formalización muy clara y notable de esa microfísica del poder disciplinario, que encontramos
en El Panóptico de Bentham es un modelo de prisión inventado por Bentham en 1787, pero también para
un hospital, una escuela, un taller, una institución de huérfanos, etcétera, Bentham ni siquiera dice que es
un plan para instituciones; dice que es un mecanismo, un esquema que da fuerza a toda institución, una
suerte de mecanismo a través del cual el poder que actúa o debe actuar en una institución va a poder
cobrar la máxima fuerza. El panóptico es un multiplicador; es un intensificador de poder dentro de toda
una serie de instituciones. Se trata de lograr que la fuerza del poder sea la más intensa; su distribución, la
mejor, y su punto de aplicación, el más justo. Tales son, en el fondo, los tres objetivos : "su excelencia
radica en la gran fuerza que es capaz de dar a toda institución a la cual se aplique"." En otro pasaje afirma
"dar a quienes dirigen la institución una fuerza hercúlea" al poder circulante en la institución y al individuo
que posee o dirige ese poder. Y, es prodigioso porque constituye una nueva manera de dar al espíritu un
poder sobre el espíritu. "Fuerza hercúlea": es decir, una fuerza física que, en cierto sentido, se refiere al
cuerpo, pero de tal manera que, en el fondo, esa fuerza que ciñe el cuerpo, que pesa sobre él, no se utilice
nunca y esté dotada de una especie de inmaterialidad en virtud de la cual el proceso pase del espíritu al
espíritu, cuando en realidad lo que está en cuestión en el sistema del panóptico es, sin duda, el cuerpo.
Ese juego entre la "fuerza hercúlca" y la pura idealidad del espíritu es, creo, lo que Bentham buscaba en El
Panóptico.
Tenemos un edificio anular que constituye la periferia misma del panóptico: en él se disponen celdas que
se abren a la vez hacia el interior por una puerta vidriera y hacia el exterior por una ventana. En el contorno
interno de ese anillo tenemos una galería que permite circular e ir de una celda a otra. A continuación, un
espacio vacío y, en su centro, una torre, una especie de construcción cilíndrica de varios pisos y en cuya
cima hay una linterna, es decir, una gran habitación vacía con una estructura tal que, con sólo girar sobre
sí mismo, un observador puede mirar desde este emplazamiento central todo lo que ocurre en cada una
de las celdas. Ese es el esquema.

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En primer lugar, las celdas van a albergar un individuo, y uno solo; es decir que en ese sistema, válido para
un hospital, una prisión, un taller, una escuela, etc., se va a instalar una sola persona en cada uno de esos
lugares; cada cuerpo, entonces, tendrá su sitio. Fijación espacial, por consiguiente. Y en cada dirección que
la mirada del vigilante pueda tomar, en el extremo de cada una de ellas, se topará con un cuerpo. Las
coordenadas espaciales tienen, por lo tanto, una función individualizadora muy clara.
Esto hace que, en un sistema como el descrito, jamás haya relación con una masa, un grupo y ni siquiera,
en verdad, con una multiplicidad; sólo se tiene relación con individuos. Aunque es posible dar una orden
colectiva a través de un megáfono, que se dirigirá a todo el mundo a la vez y será obedecido por todo el
mundo a la vez, lo cierto es que esa orden colectiva jamás se imparte a otra cosa que individuos y jamás es
recibida sino por individuos puestos unos al lado de otros. De tal modo se suprimen por completo todos
los fenómenos colectivos, todos los fenómenos de multiplicidad. Y como dice Bentham con satisfacción,
en las escuelas ya nadie se "copiară", actitud que marca el inicio de la inmoralidad en los talleres ya no
habrá distracciones colectivas, canciones, huelgas, en las prisiones desaparecerá la complicidad y en los
asilos para enfermos mentales se eliminarán esos fenómenos de irritación colectiva, imitación, etcétera.
Como ven, toda esa red de comunicaciones grupales, todos esos fenómenos colectivos que, en una especie
de plan solidario, se conciben con un carácter tanto de contagio médico como de difusión moral del mal,
van a ser suprimidos por entero gracias al sistema del panóptico. Y estaremos ante un poder que será un
poder de conjunto sobre todo el mundo pero que sólo apuntará a series de individuos separados unos de
otros. El poder es colectivo en su centro, pero en punto de llegada nunca es otra cosa que individual.
Podrán ver, entonces, que tenemos ese fenómeno de individualización por la disciplina; individualiza a
aquellos sobre quienes recae.
En cuanto a la celda central, esa especie de linterna, les decía que era completamente vidriada: en efecto,
que la vigilancia pueda ejercerse de tal forma que los vigilados ni siquiera puedan saber si los vigilan o no:
no pueden ver si hay alguien en la celda central. El poder podrá ser entonces, íntegramente anónimo. El
director no tiene cuerpo, pues el verdadero efecto del panóptico consiste en ser de tal manera que, aun
cuando no haya nadie, el individuo en su celda no sólo se crea sino se sepa observado, que viva la
experiencia constante de encontrarse en un estado de visibilidad para una mirada, y sin importar que la
haya o no la haya. El poder, por consiguiente, está completamente desindividualizado. En el límite, esa
linterna central podría estar absolutamente vacía y el poder se ejercería de todas formas.
Desindividualización, desincorporación del poder, que ya no tiene cuerpo ni individualidad y puede ser
cualquiera. Por otra parte, uno de los aspectos esenciales del panóptico es que dentro de esa torre central,
no sólo no importa quién esté, sino que un subterráneo que va del centro al exterior permite entrar a
cualquiera en ella y dedicarse, si así lo quiere, a vigilar; es decir que cualquier ciudadano debe estar en
condiciones de vigilar lo que ocurre en el hospital, la escuela, el taller, la prisión.
Por otra parte, eso es lo que Bentham llama "democracia", pues cualquiera puede ocupar el lugar del poder
y éste no es propiedad de nadie, habida cuenta de que todo el mundo está autorizado a entrar a la torre y
vigilar el modo de ejercicio del poder, por lo cual éste está permanentemente sometido a un control. Por
último, el poder es tan visible en su centro como la gente en sus celdas; y, por eso mismo, el poder vigilado
por cualquiera significa la democratización de su ejercicio.
Otra característica del panóptico: en esas celdas, claro está, tenemos del lado interior una puerta vidriada
para permitir la visibilidad, pero del lado exterior hay igualmente una ventana, indispensable para que haya
un efecto de transparencia y que la mirada del ocupante del centro de la torre pueda penetrar todas las
celdas, ir de uno a otro lado y ver a contraluz, por consiguiente, todo lo que hace la persona -alumno,
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enfermo, obrero, preso, etc. alojada en la celda. De tal modo, el estado de visibilidad permanente es
decididamente constitutivo de la situación del individuo colocado en el panóptico. Podrán advertir,
entonces, que la relación de poder tiene esa inmaterialidad, pues el poder se ejerce simplemente en virtud
de un juego de la luz; se ejerce a través de la mirada que va del centro a la periferia y es capaz, a cada
instante, de observar, juzgar, anotar, castigar desde el primer gesto, la primera actitud, la primera
distracción. Ese poder no necesita instrumento; la mirada y la luz son sus únicos soportes.
Panoptico quiere decir dos cosas: que todo se ve todo el tiempo, pero también que todo el poder que se
ejerce nunca es otra cosa que un efecto óptico.
Para terminar, última característica del panóptico: ese poder está ligado a una extracción permanente de
saber; es decir que el centro del poder es al mismo tiempo un centro de anotación ininterrumpida, de
transcripción del comportamiento individual. Codificación y anotación de todo lo que hacen los individuos
en sus celdas; acumulación de ese saber, constitución de sucesiones y series que caracterizan a los
individuos; cierta individualidad escrita, centralizada, constituida según un molde genérico, forma el doble
documental, el ectoplasma escrito del cuerpo así colocado en su celda.
El efecto primordial de esa relación de poder es, por ende, la constitución de un saber permanente del
individuo, el individuo fijado en un espacio determinado y seguido por una mirada virtualmente continua,
que define la curva temporal de su evolución, su curación, la adquisición de su saber, su arrepentimiento,
etc. El panóptico es entonces, como pueden ver un aparato de individualización y conocimiento a la vez,
un aparato de saber y poder a la vez, que individualiza por un lado y, al individualizar, conoce y. De allí, por
lo demás, la idea de Benthans de hacer de él un instrumento de lo que llamaba una "experimentación
metafísica" creía posible, en efecto, utilizar el dispositivo del panóptico para hacer experiencias con los
niños.
El panóptico, como ven, es un esquema formal para la constitución de un poder individualizador y un saber
sobre los individuos. Creo que el esquema panóptico, los principales mecanismos que vemos los
reencontramos finalmente en la mayoría de esas instituciones que, con el nombre de escuelas, cuarteles,
hospitales, prisiones, establecimientos de educación vigilada, etc., son a la vez el lugar de ejercicio de un
poder y el ámbito de formación de un saber determinado sobre el hombre. A mi entender, el mecanismo
panóptico propone la trama común a lo que podríamos llamar el poder ejercido sobre el hombre en cuanto
fuerza de trabajo y el saber sobre el hombre en cuanto individuo. Así como existían poderes de tipo
disciplinario en las sociedades medievales, donde, sin embargo, prevalecieron los esquemas de soberanía,
del mismo modo aún podemos encontrar en la sociedad contemporánea muchas formas de poder de
soberanía, me refiero a la familia. A mi entender, es una especie de celda en cuyo interior el poder que se
ejercer no es, como suele sostenerse, disciplinario sino, por el contrario, un poder del tipo de la soberanía.
Creo que podemos decir lo siguiente: no es cierto que la familia haya servido de modelo al asilo, la escuela,
el cuartel, el taller, etc.; en efecto, no veo en su funcionamiento nada que permita señalar una continuidad
entre ella y las instituciones, los dispositivos disciplinarios a los que nos referimos. Ese anonimato del
poder, esa cinta de poder indiferencia. de que se desenvuelve de manera indefinida en un sistema
panóptico, es lo más ajeno que pueda haber a la constitución de la familia en la cual, por el contrario, el
padre, es el polo más intenso de la individualización, mucho más intenso que la mujer y los hijos. Por lo
tanto, tenemos aquí una individualización por la cima que recuerda y que es el tipo mismo del poder de
soberanía, absolutamente opuesto al poder disciplinario.
Segundo, en la familia tenemos una referencia constante a un tipo de lazos, compromisos y dependencia
que se ha establecido de una vez por todas con la forma del matrimonio o del nacimiento. Y lo que da su
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solidez a la familia es esta referencia al acto anterior, al estatus conferido de una vez y para siempre, los
mecanismos de vigilancia no hacen sino añadirse a ello, y aunque no actúen, la pertenencia a la familia
persiste. La vigilancia es un aspecto complementario en la familia; no es constitutiva, mientras que en los
sistemas disciplinarios la vigilancia permanente es absolutamente constitutiva del sistema.
Por último, en la familia hay todo un entrelazamiento de relaciones que podríamos calificar de
heterotópicas: entrelazamiento de los lazos locales y contractuales, de los lazos de propiedad, de los
compromisos personales y colectivos, que recuerda el poder de soberanía y no la monotonía, la isotopía
de los sistemas disciplinarios, es el residuo histórico de un sistema en el cual la sociedad estaba penetrada
en su totalidad por los dispositivos de soberanía. La familia me parece un elemento esencial, y que lo es
cada vez más, del sistema disciplinario. Creo posible decir lo siguiente: la familia, en cuanto obedece a un
esquema no disciplinario, a un dispositivo de soberanía, es la bisagra, el punto de enganche absolutamente
indispensable para el funcionamiento mismo de todos los sistemas disciplinarios. Es la instancia de
coacción que va a fijar de manera permanente a los individuos a los aparatos disciplinarios, que en cierto
modo va a inyectarlos en ellos. Si la obligación escolar ejerce su papel y los niños, los individuos, esas
singularidades somáticas, que dan fijadas y finalmente individualizadas dentro del sistema escolar, es
porque hay familia, porque tenemos ese sistema de soberanía que actúa en la sociedad con la forma de la
familia, la fijación del trabajo en el sistema disciplinario sólo se alcanzó gracias a que la soberanía misma
de la familia funcionó a pleno. En consecuencia, el primer papel de la familia con respecto a los aparatos
disciplinarios es esa especie de adhesión de los individuos a ellos.
La familia también tiene, creo, otra función; en cierto modo, es el punto cero donde los diferentes sistemas
disciplinarios se enganchan entre sí. Es el intercambiador, la confluencia que asegura el paso de un sistema
disciplinario a otro, de un dispositivo a otro. La mejor prueba es que, cuando un individuo es rechazado de
un sistema disciplinario por anormal. ¿dónde lo envían? A su familia. Cuando es sucesivamente rechazado
de varios sistemas disciplinarios por inasimilable, indisciplinable, ineducable, toca a la familia tomarlo a su
cargo: y en ese momento es ella, a su vez. la que tiene el papel de rechazarlo por ser incapaz de adherir a
ningún sistema disciplinario, y de eliminarlo, sea abandonándolo en la patología, sea dejándolo en manos
de la delincuencia, etc. La familia es el elemento de sensibilidad que permite determinar cuáles son los
individuos que, inasimilables para todo sistema de disciplina, no pueden pasar de uno a otro y, en definitiva,
deben ser expulsados de la sociedad para entrar en nuevos sistemas disciplinarios que están destinados a
ellos.
Una de las consecuencia es que cuando la familia se hace trizas, cuando deja de cumplir su función, no
tarda en introducirse -y esto se advierte con mucha claridad también en el siglo XIX- toda una serie de
dispositivos disciplinarios cuyo papel consiste en mitigar sus flaquezas: aparición de las casas para niños
expósitos y los orfelinatos.
Aquí tenemos, entonces, toda una [suerte) de trama disciplinaria, que se precipita cuando la familia falla y
constituye, por consiguiente, la avanzada misma de un poder controlado por el Estado en los casos en que
ya no hay familia; pero esa avanzada de los sistemas disciplinarios no se hace jamás sin referencia a ella ni
sin funcionamiento cuasi familiar o pseudofamiliar. Se trata, me parece, de un fenómeno muy
característico de la función necesaria de la soberanía familiar con respecto a los mecanismos disciplinarios.
Y en esa organización de los sustitutos disciplinarios de la familia, con referencia familiar, constatamos la
aparición de lo que llamaré la función psi, es decir, la función psiquiátrica, psicopatológica,
psicosociológica, psicocriminológica, psicoanalítica, etc. Cuando digo "función" no sólo aludo al discurso,

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sino a la institución y al propio individuo psicológico. Creo que ésa es, en verdad, la función de esos
psicólogos, psicoterapeutas, criminólogos, psicoanalistas, etc.
Consideren lo que pasó históricamente. La función psi nació, por su puesto, del lado de la psiquiatría; vale
decir que se originó a principios del siglo XIX, del otro lado de la familia, como si se tratara de su contracara
cuando un individuo escapa a la soberanía de la familia, se lo interna en el hospital psiquiátrico, donde la
cuestión consiste en adiestrarlo en el aprendizaje de una disciplina lisa y llana, del siglo XIX, veremos surgir
referencias familiares; y la psiquiatría va a presentarse paulatina mente como empresa institucional de
disciplina que permitirá la refamilia rización del individuo.
La función psi nació, entonces, como esa suerte de contracara de la familia. Esta solicitaba la internación;
el individuo quedaba sometido a la disciplina psiquiátrica y se suponía que la misión consiste en
refamiliarizarlo.
Después, poco a poco, la función psi se extendió a todos los sistemas disciplinarios: escuela, ejército, taller,
etc. Esto significa que desempeñó el papel de disciplina para todos los indisciplinables. Cada vez que un
individuo era incapaz de seguir la disciplina escolar, la del taller, la del ejército o, en última instancia, la de
la prisión, intervenia la función psi. Y lo hacía con un discurso en el cual atribuía a la laguna, a la flaqueza
de la familia, el carácter indisciplinable del individuo. Así vemos aparecer, en la segunda mitad del siglo XIX,
la imputación a la carencia familiar de todas las insuficiencias disciplinarias del individuo. Y por fin, a
comienzos del siglo XX, la función psi se convierte a la vez en el discurso y el control de todos los sistemas
disciplinarios. Es el discurso y la introducción de todos los esquemas de individualización, normalización y
sujeción de los individuos dentro de los sistemas disciplinarios.
De tal modo, se verifica la aparición de la psicopedagogia dentro de la disciplina escolar, la psicología
laboral dentro de la disciplina fabril, la criminología dentro de la disciplina carcelaria, la psicopatología
dentro de la disciplina psiquiátrica y asilar. La función psi, por lo tanto, es la instancia de control de todas
las instituciones y todos los dispositivos disciplinarios y al mismo tiempo emite, sin contradicción alguna,
el discurso de la familia. El elemento al cual remite, la verdad que ella constituye y forma y que designa
para ella su referencia, es siempre la familia. La función psi tiene como referencia constante la familia, la
soberanía familiar, y ello en la medida misma en que es la instancia teórica de todo dispositivo disciplinario.
No es sorprendente que el discurso de la familia, el más "discurso de la familia" de todos los discursos
psicológicos, el psicoanálisis, pueda funcionar desde mediados del siglo XX como el discurso de verdad a
partir del cual es posible analizar todas las instituciones disciplinarias.
El hecho de referirse a la soberanía de la relación familiar no significa escapar al mecanismo de la disciplina;
es, al contrario, reforzar ese juego entre soberanía familiar y funcionamiento disciplinario que me parece
muy característico de la sociedad contemporánea y de esa apariencia residual de soberanía en la familia,
que puede asombrar cuando se la compara con el sistema disciplinario pero que, en realidad, funciona en
contacto muy directo con él

Clase del 5 de diciembre de 1973


Eje central de la clase ------> Dedicado al Funcionamiento Asilar y su relación con la Familia.

● Expone el basamento disciplinario del Asilo.


● Se ocupa del funcionamiento del Asilo donde expone:

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A) que tiene una relación con la familia.

B) como sistema disciplinario, donde también es un lugar de cierto tipo de discurso de verdad.

Foucault expresa: “Con ello no digo en modo alguno que los otros sistemas disciplinarios no den lugar a
discursos de verdad y carezcan de relación con la familia; me parece que en el caso de la institución y la
disciplina asilares, la relación con ella es muy específica y está muy sobrecargada; por otra parte, no dejó
de transformarse a lo largo de todo el siglo XIX”

C) El discurso de verdad constituido en el asilo y la relación con la Familia se apuntan mutuamente, se


apoyan uno a otro y, en definitiva, generan un discurso psiquiátrico que se presentará como discurso de
verdad y cuyo objeto, punto de mira, campo de referencia, será en esencia la familia.

Foucault expresa: Esta dinámica presenta un problema que consiste en saber de qué manera el discurso
psiquiátrico, podrá convertirse en el discurso de la familia.

El problema del Asilo y la Familia

considera 3 testimonios de la ruptura del asilo con la familia:

1 El primero es la Forma jurídica de la reclusión psiquiátrica que gira en esencia alrededor de la ley de 1838
donde se rige la reclusión asilar, esa ley debe interpretarse como ruptura y desposesión de los derechos
de la familia con respecto al loco.

El procedimiento esencial, del elemento jurídico básico que permitía la toma de posesión del loco, la
caracterización y la designación de su estatus como tal era la interdicción.

La Interdiccion —> Es un procedimiento jurídico que era solicitado por la familia; es una medida de orden judicial
donde el efecto jurídico de ese procedimiento de interdicción consistía en la transferencia de los derechos civiles
del individuo interdicto a un consejo de familia, así también como el sometimiento del alienado al régimen de
curatela, se trataba de un episodio de derecho familiar convalidado por procedimientos judiciales

La reclusión es el resultado del procedimiento de interdicción era obtenida por la familia que lo solicitaba
cuando alguien había cometido una irregularidad, una infracción o un crimen cualquiera y se consideraba
que, en vez de ponerlo en manos de la justicia, era mejor encerrarlo.

La toma de posesión del loco es, por lo tanto, la interdicción, y ésta era un episodio del derecho familiar
convalidado por el procedimiento judicial.

La Ley de 1838

1 La primera es poner la reclusión por encima de la interdicción, es decir, que ahora el elemento esencial
en la toma de posesión del loco pasa a ser la reclusión.

2 La interdicción sólo se suma como complemento judicial, cuando sea necesaria, cuando la situación

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jurídica, los derechos civiles del individuo estén en riesgo o cuando ese individuo, por el contrario, pueda
comprometer la situación de su familia debido a los derechos de que dispone.

3 La interdicción ya no es sino un elemento accesorio de un procedimiento fundamental, que es ahora el


procedimiento de reclusión.

4 La aprehensión pasa por la reclusión; esto es, por la captura del propio cuerpo.

5 La pieza jurídica fundamental es ahora una verdadera captura, y ya no la desposesión de los derechos
civiles o los derechos familiares.

6 Quien se encarga de esa captura es por pedido de la familia, pero no es obligatorio que así sea.

7 La reclusión puede ser perfectamente decidida por la autoridad prefectorial redoblada por la autoridad
médica, sin que la familia le haya dado intervención alguna.

8 El individuo llega a un hospital público o privado con el diagnóstico o presunción de locura, sólo será
efectiva y designado como loco cuando alguien haya realizado una pericia de acuerdo con la autorización
recibida para ello por parte de la autoridad civil.

9 El loco ya no aparece, ya no se diferencia, ya no tiene un estatus con respecto al campo familiar, sino
dentro de un campo que se denomina técnico administrativo o médico estatal.

10 Ese campo constituido por el saber y el poder psiquiátrico y el poder administrativo designará al loco
como tal, con respecto a la familia sólo dispondrá de un poder relativamente limitado.

11 El loco aparece ahora como adversario social, como peligro para la sociedad, y ya no como el individuo
que puede poner en riesgo los derechos, las riquezas y los privilegios de una familia.

12 El mecanismo de esta ley de 1838 designa al enemigo social y, por eso, puede decirse que la familia
queda desposeída.

13 Fue preciso dar esa preeminencia a la reclusión sobre la interdicción, al poder científico estatal sobre el
poder familiar, para proteger a la vez la vida y los derechos de los allegados.

14 Adueñarse de un loco era, en definitiva, algo relativamente difícil; y durante todo ese período, el loco
podía efectivamente hacer estragos en su propio entorno.

15 El loco era un peligro para sus allegados era necesario protegerlo; de allí la necesidad de dar prioridad
al procedimiento de una reclusión rápida por encima del procedimiento de la interdicción.

16 Sucede que el poder del Estado se introduce en el sistema amplio de la familia, se apodera de una serie
de facultades antes pertenecientes a la familia extensa y para ejercer ese poder del que acaba de
apropiarse, se apoya sobre una pequeña célula familiar.

17 La pequeña célula familiar es una especie de zona de intensificación dentro de; esa gran familia que es
desposeída y soslayada y quien se apoya en esta es el poder técnico estatal.
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18 Todos los grandes asilos funcionaban desde hace ya 150 años sobre la base de esa forma jurídica, es
importante señalar que ésta no favorece los poderes familiares; al contrario, desposee a la familia de sus
poderes tradicionales jurídicamente, entonces, hay una ruptura entre el asilo y la familia.

Si tomamos la táctica médica, es decir, la manera misma como las cosas se desarrollan en el asilo, la regla
de saber técnico es que jamás se puede curar a un alienado dentro de su familia.

El medio familiar es absolutamente incompatible con el manejo de cualquier acción terapéutica.

La formulación de “Fodéré de 1817” a modo de referencia y ejemplo en el cual éste dice que la persona
internada en un asilo "entra a un mundo nuevo y en el que debe quedar completamente separado de sus
padres, amigos y conocidos".

Durante todo el transcurso de la terapéutica, es decir, de la operación médica que debe conducir a la
curación, cualquier contacto con la familia es perturbador y peligroso; en la medida de lo posible, es preciso
evitarlo. Se trata del principio del aislamiento.

En comparación con el espacio familiar, el espacio delineado por el poder disciplinario del asilo debe ser
absolutamente ajeno, esto quiere decir que el enfermo debe estar separado de su familia, sus amigos, sus
servidores; rodeándolo de extraños; modificando toda su manera de vivir.

Foucault indica las razones de lo antes expuesto:

1 El principio de la distracción, importante debajo de su aparente banalidad; para curarse: un loco nunca
debe pensar en su locura. Esto es el principio de disociación.

2 Segundo principio, la familia es señalada

Foucault expresa: “El motivo de eclosión del episodio de locura serán las contrariedades, las
preocupaciones de dinero, los celos amorosos, las penas, las separaciones, la ruina, la miseria, etc.; todo
eso desencadena la locura y no dejará de alimentarla”

Es preciso separar al enfermo de su familia para eludir ese soporte permanente de la locura que ésta
representa.

3 El concepto, introducido por Esquirol el de “sospecha sintomática”

Esto quiere decir que el alienado mental el humor del individuo se modificará: las sensaciones se alteran,
ya no ve las cosas con exactitud, deja de percibir los rostros, ya no entiende las palabras de la misma
manera; escucha voces, alucina.

El alienado no comprende la causa de todos estos cambios producidos en su cuerpo, y ello por dos razones:
por un lado, no sabe que está loco; por otro, no conoce los mecanismos de la locura.
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De tal modo, conectará a todo lo que lo rodea, no exactamente la extrañeza de sus impresiones, sino la
causa de esa extrañeza; considerará que el origen de ese malestar no es otra cosa que la malevolencia de
quienes están a su alrededor, y comenzará a tener sentimientos persecutorios, esto es lo que llama Esquirol
“sospecha sintomática” es el fondo contra el cual van a desarrollarse las relaciones del enfermo con su
entorno.

4 Dentro de cada familia existen relaciones de poder.

Foucault las llama “poder de soberanías” son incompatibles con la curación por dos motivos: el primero es
que esas relaciones de poder, de por sí, alimentan a la locura, es necesario privar a los individuos de la
situación de poder, de los puntos de apoyo de poder de que disponen en la familia.

El segundo es que el mismo poder médico es distinto del poder familiar y, la ambición es ejercerlo
concretamente y que se imponga al enfermo, es necesario dejar en suspenso todo lo relacionado con los
puntos de apoyo, relevos propios del poder familiar.

La entrada al asilo, la vida en el asilo, implican necesariamente la ruptura con la familia.

Si consideramos el presunto modo de curar del asilo, el transcurso de la curación en él, advertiremos,
también en este caso, que estamos extraordinariamente lejos de todo lo que puede ser la familia como
operador de curación.

La familia nunca debe entrar en juego; aún más, para llevar a cabo la curación, jamás hay que apoyarse en
elementos, disposiciones, estructuras que puedan, de una manera u otra, recordarla.

¿Qué factores curan en el hospital?

En esencia es una sola cosa: el hospital en sí.

El hospital cura porque es una máquina panóptica, cura en su carácter de aparato panóptico.

Se trata, en efecto, de una máquina de ejercer el poder, inducir, distribuir, aplicar el poder según el
esquema benthamiano, desde las disposiciones arquitectónicas propias del diseño de Bentham, podemos
encontrar cuatro o cinco elementos que son del orden mismo del panóptico benchamiano:

● La visibilidad permanente
● Principio de vigilancia central
● El principio del aislamiento, que también debe tener valor terapéutico.
● El asilo actúa en virtud del juego del castigo incesante, aplicado ya está por el personal.

Por lo tanto, revista, inspección, alineación en el patio, mirada del médico: estamos efectivamente en el
mundo militar.

De este modo funcionaba el asilo hacia la década de 1850, cuando, a mi juicio, asistimos a algo que indica
cierto desplazamiento.
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Hacia las décadas de 1850 Y 1860 empezamos a ver formularse la idea, ante todo, de que el loco es como
un niño; en segundo lugar, que es preciso ponerlo en un medio análogo a la familia, aunque no se trate de
ella, y tercero y último, que esos elementos cuasi familiares tienen en sí mismos un valor terapéutico.

Esta formulación, que el loco es un niño, la encontramos por ejemplo en un texto de Fournet en 1854 : El
loco debe ser tratado como un niño, y la familia, "la verdadera familia” en la cual reina el espíritu de paz,
inteligencia y amor"

Ejemplo que va mucho más allá del hospital psiquiátrico, de que la familia tiene valor terapéutico y es el
modelo concreto sobre el cual y a partir del cual se puede construir una ortopedia psicológica y moral.

Para ser claros, esto significa que hubo dos épocas de la psiquiatría: una en la cual se utilizaban cadenas y
otra, por el contrario, en la que se apeló a los sentimientos de humanidad.

Cuanto más riguroso es el sistema disciplinario, más numerosas son las anomalías e irregularidades. Ahora
bien, de esas irregularidades. ilegalidades y anomalías que el sistema disciplinario debía reabsorber, pero,
a la vez, no dejaba de provocar con su mismo funcionamiento, de esos campos de anomalías e
irregularidades, el sistema económico y político de la burguesía del siglo XIX extrajo una fuente de lucro,
por una parte, y de fortalecimiento del poder, por otra.

Aunque resulte notorio que la disciplina psiquiátrica, en su forma global, tiene el objetivo esencial de
apartar del circuito a una serie de individuos inutilizables en el aparato de producción, en otro nivel y una
escala más restringida y con una localización social totalmente distinta, se puede hacer de ella una nueva
fuente de lucro.

Clase del 12 de diciembre de 1973


-El psiquiatra como ''agente de intensificación" de lo real.

Articulación de la disciplina asilar y digamos, el modelo familiar. El asilo se había constituido como una
prolongación del modelo familiar, funcionó según un modelo de micro poder cercano a lo que podemos
llamar poder disciplinario, que en sí y en su funcionamiento es completamente heterogéneo a la familia.
la conjunción del modelo familiar con el sistema disciplinario es relativamente tardía,a partir de allí la
familia no sólo pudo llegar a ser un modelo en el funcionamiento de la disciplina psiquiátrica, sino sobre
todo convertirse en horizonte y objeto de la práctica de la psiquiatría.

Este fenómeno se produjo en el punto de cruzamiento de dos procesos que se apoyaron uno en otro: la
constitución de lo que podríamos llamar el lucro con anomalías e irregularidades, por un lado, y la
disciplinarización interna de la familia, por otro. Las instituciones con fines de lucro cuya meta esencial es
imponer un costo tanto a la anomalía como a su rectificación, por otra, la introducción de técnicas
psiquiátricas en el seno mismo de la familia, su puesta en acción en el interior mismo de la pedagogía
familiar, la soberanía familiar, adoptó poco a poco el aspecto de la forma disciplinaria. El ojo familiar se
convirtió en mirada psiquiátrica, mirada psicopatológica, mirada psicológica.La vigilancia del niño pasó a
ser una vigilancia con forma de decisión sobre lo normal y lo anormal; se comenzó a vigilar su

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comportamiento, su carácter, su sexualidad; y en ese punto vemos surgir, justamente toda esa
psicologización del niño en el seno mismo de la familia.

Los aparatos de control psiquiátrico ingresaron poco a poco en las familias y esos famosos
instrumentos de coerción física que encontrábamos en los asilos como atar las manos empiezan a
desplazarse y a ocupar un lugar en el interior de las familias. Desplazarse gradualmente y a ocupar un lugar
en el interior de la familia. El control de la talla, de los gestos, de la manera de comportarse, el control de
la sexualidad, los instrumentos que impiden la masturbación, etc., todo esto penetra en las familias a través
de un proceso de
disciplinarización, cuyo efecto será la transformación de la sexualidad del niño en objeto de saber, dentro
de la familia y debido a esa disciplinarización. El niño se convertirá en el centro, el blanco de la intervención
psiquiátrica de manera indirecta habida cuenta de que al adulto en cuanto loco, se lo interroga
precisamente sobre su infancia.
El asilo se desdobla, o, mejor, lanza una suerte de seudópodo, que recibe el nombre de "colonia". Esta
"colonia" está compuesta por una cierta cantidad de pensionistas del asilo, que tienen capacidades de
trabajo' y con el pretexto de que pueden ser útiles y que el trabajo,
de todos modos, es beneficioso para su curación, se los somete a un régimen muy estricto de labores
agrícolas. El segundo seudópodo que se conecta con la granja: para los pensionistas
ricos que no proceden del asilo de Clermont, sino que han sido directamente enviados por sus familias y
pagan un precio muy elevado, se establece una pensión que es de un tipo completamente distinto y
obedece a otro modelo, el modelo familiar.
Entonces, va haber una institución con tres niveles: el asilo de Clermont con su millar de enfermos, la granja
constituida por cien o ciento cincuenta hombres y mujeres encargados de trabajar y una pensión para
residentes que pagan y, además, están separados: los hombres viven en el edificio de la dirección con el
director del escablecirnienco, y las mujeres ricas viven en otro edificio.
Encontramos una serie de niveles, por una parte hay un circuito económico, subsidio departamental
asignado por el consejo general para los enfermos pobres; en segundo lugar, selección, entre esos
enfermos pobres, del número necesario y suficiente de personas para atender el funcionamiento de una
granja; con las utilidades de ésta se establece y mantiene la pensión en la cual residen unos cuantos
pensionistas que pagan, y
cuyo pago constituye el beneficio de los responsables del sistema general. Tenemos, por tanto, el siguiente
sistema: subsidio colectivo-trabajo-explotación-ganancia. En segundo lugar, podrán advertir que hay una
suerte de microcosmos social perfecto, una especie de pequeña utopía del funcionamiento social general.
El asilo es el ejército de reserva del proletariado de la granja: todos aquellos que, eventualmente, podrían
trabajar y, si no pueden; esperan el momento de hacerlo; de ser incapaces, vegeran en el asilo. El lugar
del trabajo productivo, representado por la granja, y por último la institución donde se encuentran quienes
se benefician con el trabajo y la ganancia. A cada uno de esos niveles corresponde una arquitectura
específica: del asilo, la de la granja. que en realidad es un modelo simado practicamente en el limite de la
esclavitud y la colonización.

Existen asimismo dos tipos de poder, el primero de los cuales se desdobla. Tenemos el poder disciplinario
tradicional del asilo, negativo, de algún modo, pues se trata de mantener tranquila a la gente, sin obtener
de ella nada positivo. Luego tenemos un segundo tipo de poder, también disciplinario pero modificado: el
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poder de la colonización, consistente en hacer trabajar a la gente; así, los alienados se dividen en escuadras,
brigadas, ete., bajo la responsabilidad y la vigilancia de un grupo de personas que los envían regularmente
a sus labores. Y por último el poder del modelo familiar, realizado en provecho de los pensionistas del
pequeño castillo (pensión). Para terminar, hay tres tipos de intervención o manipulación psiquiátrica,
correspondientes también a esos tres niveles. Uno es, por decirlo así, el grado cero de la intervención
psiquiátrica: el encierro liso y llano dentro del asilo. Segundo, una práctica psiquiátrica que es la obligación
de trabajar de los enfermos, con el pretexto de su curación: ergoterapia. Y tercero, la práctica psiquiátrica
individual, individualizadora y de modelo familiar, destinada a los pensionistas.

El elemento más importante y característico es, sin duda, la articulación del saber y el tratamiento
psiquiátricos con la obligación de trabajar de los pensionistas que son capaces de hacerlo. La clasificación
nosológica no está ligada a ninguna prescripción terapéutica, sólo sirve, al contrario, para definir la
utilización posible de los individuos en los trabajos que se les proponen. Así, los directores del asilo de
Clermom y de la granja de Fitz-James se dieron cuenta de que los maníacos, monomaníacos y dementes
eran aptos para las labores del campo y los talleres, el cuidado y la conducción de los animales y los
instrumentos aratorios. Por su parte, los imbéciles y los idiotas están encargados de la limpieza de los patios
y establos y de todos los transportes necesarios para el servicio. Este establecimiento representa a la vez.la
forma primera y el punto de consumación más perfecto del ajuste familia-disciplina, al mismo tiempo que
el despliegue de saber psiquiátrico como disciplina.

Ejemplo de curación clásica, es el caso de ese enfermo de Pinel que se creía perseguido por los
revolucionarios, en riesgo de ser citado a comparecer ante la justicia y, por consiguiente, bajo la amenaza
de sufrir la pena de muerte. Pinel lo curó organizando a su alrededor un pseudo proceso con falsos jueces,
en el cual fue absuelto, y gracias a eso se curó. La técnica clásica para curar consistía en hacerlo manifiesto
y tratarlo como tal.
El núcleo de la locura es una falsa creencia, una ilusión o un error. También suponen -esto ya es un poco
diferente- que bastará reducir ese error para que la enfermedad desaparezca. El procedimiento de
curación, por lo tanto, es la reducción del error, con la salvedad de que el error de un loco no es el error
de cualquier otra persona. La diferencia entre el error de un loco y el de un no loco no radica tanto en la
extravagancia misma de la idea. El loco es aquel cuyo error no puede reducirse mediante una
demostración; es alguien para quien la demostración no produce la verdad. Por consiguiente, será preciso
encontrar otro medio de reducir el error -pues la locura es, en efecto, el error- sin pasar por la
demostración. En lugar de atacar el juicio erróneo y mostrar que no tiene un correlato en la realidad -tal
como hace, en líneas generales, el proceso de la demostración-, se dará validez de verdad a ese juicio que
es falso y por el contrario, se transformará la realidad a fin de que se adapte al juicio insano, el juicio
erróneo. Ahora bien, cuando un juicio que era erróneo tiene en la realidad un correlato que lo verifica,
cuando el contenido de la mente coincide con el contenido de la realidad, ya no hay error y por lo tanto ya
no hay locura. Entonces no se manipulará el juicio falso ni se intentara rectificarlo y disiparlo por medio
de la demostración; al contrario, se disfrazará, se manipulará la realidad para ponerla, de algún modo, a la
altura del delirio; y cuando el juicio falso del delirio muestre tener un contenido real en la realidad, se
convertirá en un juicio verdadero y la locura dejará de ser locura. En consecuencia, se obliga a delirar a la
realidad para que el delirio ya no sea delirio; se desengaña a éste para que deje de engañarse. Se trata de

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incorporar la realidad al delirio bajo la máscara de figuras delirantes, con el objeto de que el delirio se llene
de realidad; por debajo de sus proposiciones falsas, o por debajo de la principal de ellas.

Mientras aquel que sólo es el amo de la verdad, el profesor, el sabio, manipula el juicio, la proposición, el
pensamiento, el médico es quien va a manipular la realidad a fin de que el error llegue a ser la verdad. En
ese tipo de operación, el médico es el intermediario, la persona ambivalente que mira por un lado, la
realidad y la manipula, y por otra, mira del lado de la verdad y el error y, se las ingenia para que la forma
de la realidad se ponga a la altura del error a fin de transformarlo en verdad. Manipula la realidad
haciéndole llevar una máscara; la hace un poco menos real, es quien irrealiza la realidad para actuar sobre
el juicio erróneo emitido por el enfermo.
Creo que podemos decir lo siguiente: el psiquiatra, tal como va a actuar en el espacio de la disciplina asilar,
ya no será en absoluto el individuo que mira por el lado de la verdad de lo que dice el loco; va a pasar por
el lado de la realidad, será el amo de la realidad. Ya no debe en modo alguno introducir la realidad en el
delirio; no debe ser el contrabandista de lo real como todavía lo eran Pinel y Mason Cox. El psiquiatra es
quien debe dar a lo real esa fuerza por la cual ese mismo real podrá apoderarse de la locura, atravesarla
por completo y hacerla desaparecer como taL Es quien debe asegurar a lo rcal para imponerse a la locura,
quien debe sacar a la locura el poder de sustraerse a lo rea1.
A partir del siglo XIX entonces el psiquiatra es un factor de intensificación de lo real y el agente de un
sobrepoder de lo real mientras en la época clásica era el agente de irrealización de la realidad.
Pese a la negligencia bastante grande que manifiesta con respecto a la elaboración teórica de su práctica,
la psiquiatría del siglo XIX no elude la cuestión de la verdad, pero en vez de situar la cuestión de la verdad
de la locura en el corazón mismo de la cura, en vez de permitir la eclosión del problema de la verdad en el
enfrentamiento médico y el enfermo, el poder psiquiátrico sólo plantea la cuestión de la verdad en sí
mismo. El problema de la verdad en lugar de estar en juego en la cura, fue resuelto de una vez y para
siempre por la práctica psiquiátrica, una vez que se atribuyó el estatus de una práctica médica y se dio
como fundamento el de ser la aplicación de una ciencia psiquiátrica.

Propondrá de manera provisoria la siguiente definición de poder psiquiátrico: el poder psiquiátrico es el


complemento de poder en virtud del cual lo real se impuso a la locura en nombre de una verdad poseída
de una vez por todas por ese poder con el nombre de ciencia médica, psiquiatría.
Es posible comprender a partir de esta definición provisoria, unos cuantos rasgos generales de la historia
de la psiquiatría en el siglo XIX.
En primer lugar la curiosa relación-falta de relación- entre práctica psiquiátrica y decirlo de algún modo los
discursos de verdad. En comienzos del siglo XIX la psiquiatría manifiesta un interés grande por constituirse
como discurso científico, pero ¿ a qué discursos científicos da lugar la práctica psiquiátrica? a dos tipos.
Uno lo podemos llamar discurso clínico o clasificatorio, nosológico; se trata de describir la locura como
una enfermedad o como una serie de enfermedades mentales las cuales cada una tiene su sintomatología.
En este aspecto, el discurso psiquiátrico que se conforma se propone como modelo médico clínico habitual,
se trata de constituir una suerte de analogon de la verdad médica.
En segundo lugar, antes que Bayle descubra la parálisis general (1822) comprobamos el desarrollo de todo
un saber anatomopatológico que plantea la cuestión del sustrato o los correlatos orgánicos de la locura, el
problema de su etiología, de su relación con lesiones neurológicas etc y que constituye ya no un discurso

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análogo al médico sino un discurso efectivamente anatomopatológico o fisiopatológico que debe servir
de garantía materialista a la práctica psiquiátrica.
La práctica psiquiátrica en el XIX se desarrolló de manera que manipulaba concretamente la locura y a los
locos en el asilo. Esta práctica se ponía bajo el signo y el aval de esos dos discursos, uno nosológico y
anatomopatológico. Se desarrollaba al abrigo de los discursos pero no se valía de ellos solo lo hacía por
referencia mediante un sistema de remisiones. Las distribuciones asilares, no tenían en cuenta esos dos
discursos.
Estos eran una especie de garantes de la verdad de una práctica psiquiátrica que quería que la verdad fuera
dada de una vez por toda y no se la cuestionara.
En líneas generales el poder psiquiátrico dice esto: entre la locura y yo la cuestión de la verdad nunca se
planteará por una razón sencilla, a saber: que yo, psiquiatra, ya soy una ciencia. Y si como tal tengo derecho
a interrogarme a mí misma sobre lo que digo, si es cierto que puedo cometer errores y me toca a mi sola,
en cuanto ciencia decidir si lo que digo es verdad o corregir el error cometido. Soy dueña , si no de la verdad
en su contenido , al menos de los criterios de la verdad.
Se trata de lo que un psiquiatra de la época llamaba “ los derechos imprescriptibles de la razón sobre la
locura” que eran para él los fundamentos de la intervención psiquiátrica.

Clase 19 de diciembre
El poder psiquiátrico- Una cura de Francois y sus elementos estratégicos: 1) el desequilibrio del poder. 2)
la reutilización del lenguaje. 3) el ordenamiento de las necesidades. 4) el enunciado de la verdad-el placer
de la enfermedad. El dispositivo asilar.

El poder psiquiátrico tiene la función de ser un operador de realidad, una especie de intensificador de
realidad frente a la locura.

Cura psiquiátrica de los años 1838-1840→ la cura no se desarrolla en absoluto porque la curación se espera
como una suerte de proceso automáticamente reactivo a partir de la combinación de cuatro elementos
que son: el aislamiento en el asilo, una serie de medicamentos de orden físico, una serie de coerciones
propias de la vida asilar: la disciplina, la obediencia a un reglamento,una alimentación determinada,horas
de sueño y de trabajo; instrumentos físicos de coerción, y por último, también una medicación psicofísica,
a la vez punitiva y terapéutica, como por ejemplo la ducha, el sillón rotatorio.(Estos elementos combinados
definían el marco de la cura, de la cual, sin proponer jamás una explicación ni una teoría, se esperaba la
curación).

1) El primer episodio de contacto entre el médico y su paciente en todos los asilos de la época es ese
ceremonial, esa demostración. inicial de fuerza, es decir, la demostración de que el campo de fuerzas en
el cual el enfermo se encuentra dentro del asilo está desequilibrado, se genera un mundo donde existe
cierta pendiente que jamás puede remontarse: en su cima, el médico; en el fondo, el enfermo, y a partir
de esta diferencia de altura va a poder desenvolverse el proceso mismo de la cura.

La misma debe comenzar con esa demarcacion de poder, se trata entonces del "principio de la voluntad
ajena", que podemos denominar "principio de Falret", el cual consiste en sustituir la voluntad del enfermo
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por una “voluntad ajena” ( el elemento portador de toda la realidad que va a imponerse al enfermo y cuya
tarea consistirá en tener influjo sobre la enfermedad, el soporte de esa realidad, debe ser la voluntad del
médico como voluntad ajena a la del enfermo y, además, estatutariamente superior e inaccesible a
cualquier relación de intercambio, reciprocidad, igualdad). Este principio tiene dos objetivos: establecer
una suerte de estado de docilidad que es necesario para el tratamiento y vulnerar la afirmación de
omnipotencia que, en el fondo, hay en la locura ( en toda locura, cualquiera que sea su contenido, hay
siempre cierta afirmación de omnipotencia, y a ello apunta el ritual primero de aserción de una voluntad
ajena y absolutamente superior.).

2) Reutilización del Lenguaje: se trata de corregir el delirio de las nominaciones polimorfas y obligar al
enfermo a devolver a cada uno el nombre en virtud del cual tiene su individualidad dentro de la pirámide
disciplinaria del asilo.

No se trata de transformar lo falso en verdadero en el seno de una dialéctica propia del lenguaje o la
discusión; a través de un juego de órdenes, de imposiciones que se formulan, simplemente se procura
volver a poner al sujeto en contacto con el lenguaje en su carácter de portador de imperativos: un uso
imperativo del lenguaje que se remite y se ajusta a todo un sistema de poder. Es el lenguaje propio del
asilo, es el lenguaje del amo en el cual debe dejarse ver como realidad toda esa trama de poder. El lenguaje
que vuelve a enseñarse al enfermo no le servirá para recuperar la verdad, el lenguaje que le obligan a
reaprender es un lenguaje que debe dejar traslucir la realidad de un orden, una disciplina que se le impone.

3) Esquirol consideraba que este sistema de orden, orden dada y orden obedecida, orden como mandato
y orden como regularidad, era el gran operador de la curación asilar. El poder psiquiátrico asegura el avance
de la realidad, su autoridad sobre la locura mediante el ordenamiento de aquéllas e, incluso, a través del
surgimiento de nuevas necesidades: por la creación, el sustento y la prolongación de una serie de
necesidades. Como es el caso de la comida: generar en el enfermo un estado de carencia cuidadosamente
alimentado: es preciso mantenerlo por debajo de una línea media de su existencia (debe ser
sobria,uniforme, no dada a voluntad sino en raciones que, en la medida de lo posible, deben estar
ligeramente por debajo de la media); la vestimenta: se tratará de "vestimenta de tela basta y sólida, pero
cortada según un mismo modelo y mantenida con aseo, que ahorrará las vanidades pueriles de la locura";
El trabajo: se inscribe como obligación, el trabajo asilar no es gratuito, es un trabajo remunerado, y ese
pago no es una concesión complementaria, la retribución debe ser suficiente para satisfacer unas cuantas
necesidades generadas por la carencia asilar fundamental (la insuficiencia de comida, pagarse tabaco,
postre).

La crisis médica que era una noción teórica, desapareció esencialmente entre fines del siglo

XIX, a causa del surgimiento de la anatomía patológica, que brindaba la posibilidad de poner de manifiesto,
en una lesión localizada dentro del organismo e identificable en el cuerpo, la realidad misma de la
enfermedad. Se podía establecer el diagnóstico diferencial de las enfermedades. Asignación orgánica de la
lesión, posibilidad de un diagnóstico diferencial. En psiquiatría, el problema no se refiere de manera alguna
al diagnóstico diferencial. Esto no es más considerado que una actividad superficial y secundaria en
comparación con la verdadera cuestión planteada en cualquier diagnóstico de locura; y esa verdadera
cuestión no es saber si se trata de tal o cual forma de locura. Y en este aspecto la posición de la psiquiatría
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es muy diferente de la posición de la medicina. En medicina, en rigor, es una cuestión a la vez relativamente
simple, el problema “enfermedad o no” solo puede plantearse con seriedad en los casos de disimulación
o delirio hipocondríaco. En psiquiatría, el campo diferencial en cuyo seno se efectúa el diagnóstico de la
locura está constituido por la escansión entre lo que es locura y lo que es no-locura: el diagnóstico de la
locura se efectúa en ese binario. La psiquiatría funciona, por lo tanto, según el modelo del diagnóstico
absoluto, y no del diagnóstico diferencial.

La psiquiatría, tal como comienza constituirse en el siglo XIX, se opone a la medicina, se trata de una
medicina en la que el cuerpo está ausente. Pero es preciso ponerse de acuerdo, porque es absolutamente
cierto que, por una parte, desde los inicios del desarrollo de la psiquiatría en el siglo XIX, se buscaron los
correlatos orgánicos. Hay una diferencia esencial: el problema en la actividad psiquiatría era saber si decir
tal o cual cosa, comportarse de tal o cual modo, escuchar tal o cual voz, etc, era la locura o no lo era.

El destino de la noción de crisis en medicina y psiquiatría:

El diagnostico absoluto y ausencia de cuerpo, todo esto hace que la liquidación de la crisis

medica que la medicina podía permitirse a causa de la anatomía patológica no fuera posible en el dominio
de la psiquiatría. Y el problema de la psiquiatría va a consistir precisamente en constituir, instaurar una
prueba o una serie de pruebas tal que pueda responder a la exigencia del diagnóstico absoluto, que inscriba
en el campo de la realidad o descalifique como irreal lo que supuestamente es la locura.

La prueba de realidad en psiquiatría y sus formas:

En la psiquiatra el momento esencial que va a puntuar, organizar y, al mismo tiempo, distribuir ese campo
de poder disciplinario del que les hablé hasta ahora es la prueba de realidad que, en el fondo, tiene un
doble sentido:

1) Trata de dar existencia como enfermedad o eventualmente como no enfermedad a los

motivos aducidos para una internación o una intervención psiquiátrica posible.

2) Es correlativa de la primera. Y, en cierto modo, mucho más importante. En efecto con

esta prueba se trata de dar existencia como saber médico al poder de intervención y el

poder disciplinario del psiquiatra.

La prueba de psiquiatría asumió tres formas posibles, para es aprueba en la realización de la enfermedad
que entroniza al psiquiatra como médico y hace actuar la demanda como síntoma: primero el
interrogatorio; segundo, la droga; tercero, la hipnosis.

1- La técnica del interrogatorio se trata, por su conducto, de fijar al individuo a su identidad,obligarlo a


reconocerse en su pasado, en una serie de acontecimientos de su vida. Hay otras funciones que son
otras tantas operaciones de realización de la locura. El interrogatorio realiza la locura de cuatro
maneras o por cuatro procedimientos:

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1. Interrogatorio psiquiátrico clásico: búsqueda de antecedentes, se pregunta cuáles han sido las
diferentes enfermedades que afectaron a sus ascendientes colaterales.Búsqueda muy curiosa en
esta época (1830-1840), el momento en que la vemos aparecer, puesto que no existe por entonces el
concepto de herencia patológica

.Se trata de extender a una escala pluriindividual la búsqueda de una serie de


signos,pródromos, pero sobre todo y esencialmente, de suplir la anatomía patológica. No se puede ni se
debe encontrar en el enfermo un sustrato orgánico a su enfermedad, se trata de hallar en el marco de su
familia. Es una especie de sustrato meta orgánico.

2. Búsqueda de los pródromos: los antecedes individuales, es intentar mostrar, que lalocura existía antes
de constituirse la enfermedad, mostrar que esos signos no eranaun la propia locura, sino sus condiciones
de posibilidad. Es necesario, por tanto,hallar signos tales que no sean propiamente patológicos, pues si lo
fueran habríaque decir que son signos de la enfermedad, elementos concretos de la enfermedad y no
meros pródromos.

La anomalía es la condición de posibilidad individual de la locura; y debemos establecer su existencia para


poder demostrar con claridad que lo que estamos tratando, lo que tenemos enfrente y queremos mostrar
precisamente como síntomas de locura es en efecto de orden patológico. Segunda operación del
interrogatorio, entonces: constitución de un horizonte de anomalías.

3. Organización de lo que podríamos llamar cruce o quiasma entre la responsabilidad yla subjetividad. El
interrogatorio psiquiátrico debe cuestionar las razones por las que el individuo se encuentra frente al
psiquiatra, y transformar esos motivos de presencia allí en síntomas.

4. Ordenamiento de la confesión central: es el presunto corazón de la locura, su núcleo,que el sujeto


interrogado no solo reconozca la existencia de ese foco delirante, sino que lo actualice concretamente
en el interrogatorio. Es preciso conseguir en el interrogatorio la actualización de la crisis misma, suscitar
la alucinación, provocar la crisis histérica. Es necesario poner al sujeto en una suerte de punto
de estrangulamiento, un punto en el cual se vea obligado a decir “estoy loco” y representar
efectivamente su locura. En ese momento, ya no puede escapar a sus propios síntomas.

La confesión extrema de la locura es en definitiva –aseguran los psiquiatras de esa época, y sin dudas
muchos otros aún en nuestros días- el punto de partida para que el individuo pueda liberarse de su locura.
La confesión en el enfermo, que constituye, a mi entender, el punto absolutamente central de la técnica
del interrogatorio psiquiátrico.

¿Cuál es la actividad del psiquiatra en un hospital modelo del siglo XIX? En primer lugar, la visita, el médico
recorre los diferentes servicios de su hospital para efectuar todas las mañanas la mutación de la disciplina
en terapéutica. La segunda actividad, el interrogatorio, consistente: dame tus síntomas, hazme de tu vida
unos síntomas y harás de mí un médico. Ambos ritos son por fuerza los elementos a través de los cuales
funciona el campo disciplinario.

¿Cómo puede hacerse para que el médico, en efecto, sea entronizado como tal? ¿Y cómo pueden las
operaciones que les he mencionado: transmutación de la demanda en síntomas, de los acontecimientos
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de la vida en anomalías, de la herencia en cuerpo? La dimensión magistral de la palabra que en el médico
es, simplemente aditiva, una manera de incrementar su prestigio y hacer un poco más veraces sus dichos,
en el caso del psiquiatra es mucho más esencial, es constitutiva de su poder médico. Para que esa palabra
efectúe en concreto las transmutaciones mencionadas es preciso que, al menos de tanto en tanto, esté
marcada ritual e institucionalmente por el rito de la presentación clínica del enfermo a los estudiantes.
Junto al interrogatorio, tenemos los otros dos operadores fundamentales de la medicalización, de la
realización de la locura como enfermedad: la droga y la hipnosis.

2- La droga: (s. XVIII) se ve aparecer un nuevo fenómeno, que es la utilización médico legal de la droga.
Drogas que eran en esencia el opio, el cloroformo, el éter. Esta utilización de la droga y la asimilación desde
el principio entre sus efectos y los síntomas de la enfermedad mental brindan al médico la posibilidad de
la producción de la locura, reproducción a la vez artificial. Tenemos, por lo tanto, una reproducción
provocada y auténtica de la enfermedad.

Se identifica entonces, gracias al hachís, el síntoma principal o, mejor dicho, el foco mismo a partir del cual
se desplegarán los diferentes síntomas de la locura. Mediante el hachís se puede, por lo tanto, reproducir,
señalar, reconstituir, ese “fondo” esencial de cualquier locura. Como ven, sin embargo, y es lo más
importante, ese “fondo” esencial de la locura se reproduce por intermedio del hachís, si, pero ¿en quién?
En cualquiera, y en este caso en el médico. La experiencia con esta droga brindará entonces al médico la
oportunidad de comunicarse directamente con la locura a través de algo distinto de la observación externa
de los síntomas visibles. El psiquiatra en nombre de su normalidad y de las experiencias que puede hacer
en cuanto psiquiatra normal pero intoxicado, posibilidad, sobre todo, de ver, decir la locura y dictarle su
ley.

¿Y qué es exactamente la locura? La locura, como intoxicación con hachís, es ese estado particular de
nuestro sistema nervioso en el cual las barreras de dormir o las de la vigilia, van a resultar rotas, o en todo
caso, serán traspasadas en una serie de lugares; y la irrupción de los mecanismos del sueño en la vigilia
provocará la locura.

La droga, por lo tanto, es el sueño inyectado en la vigilia: es, en cierto modo, la vigilia intoxicada por el
sueño. El hachís es una suerte de interrogatorio automático, y si el médico pierde poder en la medida en
que deja actuar la droga, el enfermo, por su parte, está preso en el automatismo de ésta, no puede oponer
su poder al del médico y lo que éste puede perder como poder lo recupera por el hecho de tener una
comprensión de interior mismo de la locura.

3- Magnetismo y la hipnosis: (s. XIX) En su origen, el magnetismo se utilizo esencialmente como un modo
de desplazamiento de la crisis. El magnetizador, en la práctica magnética de fines del siglo XVIII, era en lo
fundamental quien imponía su voluntad al magnetizado. El efecto del magnetismo, consistía en poner al
enfermo en un estado tal que pueda conocer efectivamente la naturaleza, el proceso y el término de su
enfermedad.

El primer intento de magnetismo, se dormía a un enfermo o una enferma y se le preguntaba cuál era la
enfermedad que padecía, desde cuándo, por qué motivos y cómo debía librarse de ella. En cierto modo,
por lo tanto, el diagnóstico médico se hacía en la apertura realizada por la práctica magnética.Hacia 1825,

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el magnetismo funciona como un complemento, una prolongación de la crisis clásica: conocer, hacer la
prueba de la enfermedad en su verdad. La verdadera inserción del magnetismo y la hipnosis en la práctica
psiquiátrica se producirá en 1843.

Los magnetizadores querían confiar a los enfermos y a su “lucidez” el poder y el saber médicos que, en el
funcionamiento mismo de la institución, solo podían corresponder al médico. En cambio la hipnosis fue
aceptada y penetro con bastante facilidad a partir de la década de 1860 en la práctica y psiquiátrica. La
hipnosis, abandona la vieja teoría del soporte material del magnetismo. Es decir que la hipnosis, adjudica
todos sus efectos a la sola voluntad del médico. Despoja al enfermo d la facultad de producir esa verdad
médica.

Se mostro la importancia de a hipnosis, n primer lugar por su efecto disciplinario: es sedativa, exactamente
como el interrogatorio y la droga. Desde que empieza a ser hipnotizado brindara al médico la posibilidad
de disponer como quiera del enfermo. La hipnosis permite, entonces, un modelado, un enderezamiento
de la conducta. También permite una anulación de los síntomas. Y por último, en el nivel mismo del análisis
y la modificación de las funciones, el hipnotizador puede tener influjo sobre el cuerpo del enfermo.

Vemos entonces definirse o, mejor, aparecer en esta hipnosis, tal como ahora se la acepta, el famoso
cuerpo del enfermo que hasta aquí estaba ausente de la práctica psiquiátrica. La hipnosis es lo que va a
permitir intervenir de manera efectiva sobre el cuerpo, en el nivel de los músculos, los nervios, las
funciones elementales. Es una manera más perfeccionada, mucho más consumada que el interrogatorio,
de dar al psiquiatra una autoridad concreta sobre el cuerpo del enfermo.

Estas diferentes técnicas de realización de la enfermedad: el interrogatorio, la hipnosis, y la droga. Son tres
maneras de realizar efectivamente la enfermedad, pero en el primero (interrogatorio), solo se hace en el
lenguaje, no pone al psiquiatra, salvo por el juego de las preguntas y respuestas, en comunicación interna
con los mecanismos de la locura, y segundo, no permite un influjo sobre el detalle del cuerpo del enfermo.
Con la droga, va a existir la posibilidad de ese influjo interno. Y en cuanto a la hipnosis, va a ser el
instrumento por medio del cual el psiquiatra tendrá autoridad sobre el funcionamiento mismo del cuerpo
del enfermo. Contamos entonces con los elementos sobre cuya base podrán constituirse y asumir una
importancia, cuando, en el seno mismo de la medicina clásica orgánica, aparezca una nueva definición o,
antes bien, una nueva realidad del cuerpo; es decir, cuando se descubra un cuerpo que no es meramente
un cuerpo con órganos y tejidos, sino con funciones, rendimientos, comportamientos; en síntesis, cuando
se descubra el cuerpo neurológico.

Gracias a la conexión con el nuevo cuerpo que acaba de ser descubierto por la medicina y las técnicas de
la hipnosis y la droga, existirá la posibilidad, de intentar por fin inscribir los mecanismos de la locura en un
sistema de conocimiento diferencial, en una medicina fundada esencialmente sobre la anatomía o la
fisiología patológica. Esta tentativa de inscripción de la locura en el seno de una sintomatología medica
general: una locura que, hasta ahora, se mantuvo siempre al margen por la ausencia de cuerpo, la falta de
diagnóstico diferencial.

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CLASE 9 DE ENERO
El poder psiquiátrico en su forma arcaica y elemental como un complemento de poder dado a la realidad
es ante todo una manera determinada de manejar, de administrar, es un régimen de aislamiento y
regularidad, uso del tiempo, sistema de carencias medidas, obligación de trabajar, etc. Es un régimen, pero,
al mismo tiempo una lucha contra algo que es la locura esencialmente concebida en el siglo XIX
Es dominación, tentativa de sojuzgamiento, la palabra más adecuada para describir ese funcionamiento
del poder psiquiátrico, es la noción de "dirección". Noción cuya historia tiene toda una serie de
connotaciones correspondientes a la práctica religiosa. La "dirección de conciencia" definió un campo
general de técnicas y objetos a la vez, el campo psiquiátrico importó algunas de esas técnicas y objetos, el
psiquiatra es alguien que dirige el funcionamiento del hospital y los individuos con la práctica de la dirección
¿Qué objetivo tiene esa "dirección"? dar a la realidad un poder apremiante, por un lado, que esa realidad
sea inevitable, imponente, hacerla funcionar como un poder. Se trata de un complemento a la realidad y
al mismo tiempo otro aspecto del poder psiquiátrico significa convalidar el poder ejercido dentro del asilo,
en cuanto es simplemente el poder de la propia realidad. ¿Qué pretende inducir el poder intraasilar, que
lo justifica? En nombre de la realidad misma, de ahí el principio de que el asilo debe funcionar como un
medio cerrado, absolutamente independiente con un poder absoluto. Pero este asilo, que está
enteramente separado, debe ser en sí mismo una reproducción de la realidad misma (las relaciones entre
la gente dentro del asilo, la representación del trabajo, del sistema de necesidades y economía) una
duplicación del sistema de la realidad dentro del asilo. La tautología asilar consiste, por ende, en dar poder
a la realidad y fundar el poder sobre la realidad.
¿Qué es lo que se introduce concretamente en el asilo con el nombre de realidad? ¿A qué cosa le damos
poder? ¿Qué es exactamente lo que hacemos funcionar como realidad? ¿A qué se da un complemento de
poder, y sobre qué tipo de realidad se funda el poder asilar?
¿Qué es lo que podemos identificar como la realidad en el "tratamiento moral" en general y en el
tratamiento mencionado en particular?
En primer lugar,la voluntad del otro. La realidad a la cual debe enfrentarse el enfermo, debe plegarse y por
la cual debe ser sojuzgado, es ante todo el otro, en cuanto centro de la voluntad y foco de poder, el Otro
en cuanto tiene y siempre tendrá un poder superior al del loco. El plus de poder está del otro lado: el otro
es siempre dueño de cierta parte de poder acrecida. Un segundo tipo u otro yugo de realidad para someter
al Otro: el nombre, la identidad, el pasado, la biografía recitada en primera persona y reconocida, la
obligación de la anamnesis Ésa es la realidad que se impone al loco. Tercera realidad: La realidad no real
de la locura y realidad del deseo que constituye la realidad de la locura y la anula como tal. En relación a la
realidad misma de la enfermedad ambigua, contradictoria, vertiginosa de la locura, mostrar con claridad
al loco que su locura es locura y que está efectivamente enfermo; someterlo a la inflexibilidad de su
enfermedad rea y al mismo tiempo, mostrarle que en su locura no está la enfermedad sino el defecto, la
maldad, la falta de atención, la presunción. El sujeto debe someterse a esa verdad. .La cuarta realidad es
todo lo que corresponde a las técnicas concernientes al dinero, la necesidad, el carácter imprescindible del
trabajo, al sistema de intercambios y utilidades.
Estos cuatro elementos que penetran en el asilo y, dentro de él, son los puntos sobre los cuales se articula
el régimen asilar, a partir de los cuales se establecen la táctica en la lucha asilar. Y el poder asilar se ejerce
para hacer valer esas realidades como [la] realidad. Me parece que la existencia de esos cuatro elementos
de la realidad es importante porque van a inscribir en la práctica psiquiátrica una serie de cuestiones que
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reencontraremos a lo largo de la historia de la psiquiatría En primer lugar, la cuestión de la dependencia,
el sometimiento al médico en cuanto poseedor de cierto poder insoslayable para el paciente. Inscriben la
práctica de la confesión, la anamnesis, el relato, el reconocimiento de sí mismo y a la práctica asilar el
procedimiento que planteará a toda locura la gestión del deseo a la vez secreto e inadmisible que la hace
existir realmente como tal. Por último, inscriben estos elementos el problema del dinero, de la
compensación económica, el problema de cómo subvenir sus propias necesidades cuando uno está loco;
a través de ellos vemos definirse que va a especificar al individuo curado. La curación es el proceso de
sujeción física cotidiana, inmediata, producida en el asilo, y que va a constituir como individuo curado al
portador de una cuádruple realidad, cuando hayan sido efectivamente recibidos por el individuo tratado.
El cuádruple sistema de ajuste que en sí mismo, por su afectación, cura y restituye al individuo sujeción
que se concreta dentro de un espacio disciplinario y gracias a él. En ese sentido, el asilo no difiere tanto de
los cuarteles, las escuelas, las prisiones, etc. Pero hay una diferencia esencial es que el asilo es un espacio
médicamente marcado. Hasta fines del siglo XVIII los lugares que servían para disciplinar las existencias
insanas, no eran lugares médicos. La curación del loco no se esperaba del médico ni se pedía a éste en
cuanto tal encuadramiento asegurado por un personal religioso no necesitaban un aval médico.
En el siglo XIX encontraremos la idea, por una parte, de que los locos necesitan una dirección, un régimen,
de que esa dirección debe estar en manos de un personal médico. ¿Cuál es esa exigencia de
medicalización? En el siglo XIX tenemos, por un lado, un desarrollo de las nosografías, las etiologías de las
enfermedades mentales, las investigaciones anatomopatológicas sobre las posibles correlaciones
orgánicas de la enfermedad mental, y por otro, el conjunto de los fenómenos tácticos de la dirección. Esa
distorsión entre lo que podríamos llamar una teoría médica y la práctica concreta de la dirección se
manifiesta 1) en la relación que podía haber entre los individuos encerrados en un hospital y el médico, en
cuanto individuo poseedor de un saber y capaz de aplicarlo al enfermo, era una relación infinitamente
tenue, aleatoria. 2) en la distribución concreta de los enfermos dentro del asilo que en esta época no tenía
nada que ver con el recorte nosográfico de las enfermedades mentales presentadas en la teoría, la división
que vemos la diferencia entre curables e incurables, obedientes e insumisos, capaces e incapaces de
trabajar, enfermos que deben ser objeto de una vigilancia constante o esporádica y enfermos que no
necesitan vigilancia alguna. 3)en el hecho de que todo lo que había sido definido como medicación posible
por la teoría médica o por el análisis se reutilizaba ya no con una finalidad terapéutica, sino en el marco de
una técnica de dirección, en cuanto eran los métodos de intervención desagradables para el enfermo, se
reencauzaron hacia un sistema directivo, es decir a título de castigo.
La utilización misma de los medicamentos fue, en general, la prolongación de la disciplina asilar en la
superficie del cuerpo o en su interior. Según la teoría significaba asegurar calmar el sistema nervioso del
enfermo para prolongar dentro de su cuerpo el sistema del régimen asilar, el régimen de la disciplina:
asegurar la calma que se prescribía en el interior del asilo y extenderla al cuerpo. El uso actual de
tranquilizantes responde a la misma finalidad. En todo momento, lo que se presentaba como saber
psiquiátrico, lo formulado en la teoría de la psiquiatría, sufría una reconversión en la práctica real, y no se
puede decir que ese saber teórico haya tenido jamás una influencia concreta sobre la vida asilar
propiamente dicha.
¿Qué quiere decir la marcación médica de ese poder asilar? ¿Por qué es necesario que sea un médico
quien lo ejerza?. La marcación médica es la presencia física del médico, su omnipresencia; la asimilación
del espacio asilar al cuerpo del psiquiatra. El asilo es el cuerpo del psiquiatra, su poder se ejercerá como si
cada parte del asilo fuera una parte de su propio cuerpo, esa asimilación se manifiesta de distintos modos.
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Ante todo, la primera realidad con la que el enfermo debe toparse es el cuerpo del psiquiatra. sea el día
de la llegada de éste o en el momento de comenzar el tratamiento, así como con el prestigio de ese cuerpo.
como elemento a través del cual va a pasar la realidad de todas las otras realidades; es el cuerpo al cual el
enfermo debe someterse. En segundo lugar, el cuerpo del psiquiatra debe estar presente por doquier. La
arquitectura del asilo es de tal manera que el psiquiatra pueda ver todo de una sola mirada y controlar la
situación de cada uno de sus pacientes está a cada instante y perpetuamente omnipresente en el asilo.
Abarca con su mirada, sus oídos y sus gestos todo el espacio asilar. Además el cuerpo del psiquiatra debe
estar en comunicación directa con todos los integrantes de la administración del asilo. En suma, podríamos
decir que el cuerpo del psiquiatra es el asilo mismo, la maquinaria del asilo y el organismo del médico
deben constituir una única y la misma cosa. En consecuencia, me parece que la necesidad de marcar
médicamente el asilo, que éste debe ser un lugar médico, significa que el enfermo debe estar ante el
cuerpo omnipresente del médico envuelto en el interior de él.
Para el buen funcionamiento del asilo, lo que hace que éste deba estar, por fuerza, marcado médicamente,
es el efecto de poder complementario dado, no por el contenido de un saber sino por la marca del saber,
aplicada con fuerza de ley. En otras palabras, el poder médico va a funcionar dentro del asilo, como poder
necesariamente médico, por las marcas que designan en él la existencia de un saber, y sólo por ese juego
de marcas, cualquiera sea el contenido efectivo del saber.
En segundo lugar, con la técnica del interrogatorio clínico en cierto modo, es preciso obtener del enfermo
una cantidad de informaciones de las que no se dispone, aquél no debe darse cuenta de que se depende
de él para conseguirlas. Es necesario conducir el interrogatorio de tal forma que el enfermo no diga lo que
quiera y, en cambio, responda a las preguntas no informan verdaderamente al médico; sólo dan asidero a
su saber, le brindan la oportunidad de explayarse; es preciso que advierta que cada una de sus respuestas
es significante dentro de un campo de saber ya constituido por completo en la mente del médico, juego
de significaciones que da al médico autoridad sobre el paciente
Tercero, siempre para constituir esas marcas de saber que van a hacer actuar al médico como tal, es
necesario hacer vigilar constantemente al enfermo, Por lo tanto, organización y puesta a disposición del
médico de un sistema completo.
Cuarto, siempre hay que poner en juego el doble registro de la medicación y la dirección Cuando un
enfermo ha hecho algo que se quiere reprimir se lo castiga pero haciéndole creer que tiene utilidad
terapéutica. Ese doble juego del remedio y el castigo, esencial para el funcionamiento del asilo, sólo puede
establecerse con la condición de que haya alguien que se presente como poseedor de la verdad
El último elemento por medio del cual el médico va a atribuirse las marcas del saber dentro del asilo es el
sistema de presentación clínica de enfermos, es decir el juego entre el examen médico y la actividad
profesoral donde el interrogatorio sirve para instruir a los estudiantes y donde el médico actúa en el doble
registro de examinador del paciente y educador de los alumnos.
¿Por qué hay que utilizar este método de la clínica? Primero, porque el médico debe mostrar al enfermo
que en torno de él hay una serie de personas, dispuestas a escuchar y por consiguiente, el enfermo no
puede dejar de comprobar que esa palabra del médico es respetada es decir el efecto de poder de su
palabra se multiplicará, gracias a la presencia. de los oyentes le da autoridad. Por otro lado, el estatus del
diálogo que el enfermo sostenga con el médico cambiará, a sus ojos, de naturaleza; comprenderá entonces
que en la palabra del médico se está formulando algo que es una verdad aceptada por todos. Tercero, la
clínica es importante porque consiste no sólo en interrogar puntualmente al enfermo, sino en hacer
delante de los estudiantes la anamnesis general del caso,en los interrogatorios se profundizará el enfermo
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verá desplegarse ante sí su propia vida, que va a tener realidad de enfermedad al ser presentada frente a
estudiantes de medicina. Para terminar, al desempeñar ese papel, al exhibirse en conjunto con el médico,
exponer su propia enfermedad y responder a sus preguntas, el enfermo, dice Falret, se dará cuenta de que
complace al profesional y, hasta cierto punto, le compensa el esfuerzo. Como verán, los cuatro elementos
de realidad vuelven a encontrarse en la clínica. la palabra del médico aparece como poseedora de un poder
más grande que la palabra de cualquier otro, y la ley de la identidad pesa sobre el enfermo, obligado a
reconocerla en todo lo que se dice sobre él, así como en la anamnesis que se hace de su vida, al dejarse
arrancar la confesión final de su locura, el enfermo reconoce, acepta la realidad de ese deseo loco que está
en la raíz de su mal. Y en cierta manera entra en el sistema de las satisfacciones, compensaciones etc.
En definitiva, el gran amplificador del poder psiquiátrico en la vida cotidiana del asilo va a ser ese famoso
rito de presentación clínica del enfermo. La enorme importancia institucional de la clínica en la vida
cotidiana de los hospitales psiquiátricos desde la década de 1830 hasta nuestros días se debe a que el
médico se erige en maestro de verdad. La técnica de la confesión y el relato se convierte en obligación
institucional, la realización de la locura como enfermedad adquiere el carácter de un episodio necesario y
el enfermo entra en el sistema de ganancias y satisfacciones obtenidas por el médico encargado de curar.
Así, vemos que las marcas de saber en la clínica y no el contenido son las que permitirán al alienista actuar
como médico dentro del asilo, ejercer en él un sobre poder absoluto e identificarse finalmente con el
cuerpo asilar Y para terminar, esas mismas marcas de saber permitirán al poder psiquiátrico desempeñar
su papel concreto de intensificación de la realidad
Creo que podríamos decir lo siguiente: por medio de esa identificación del cuerpo del psiquiatra y el lugar
asilar, ese juego de las marcas de saber y las cuatro formas de realidad que las atraviesan, puede señalarse
la formación de un personaje médico que es el polo inverso de otro personaje médico, el cirujano. En el
mundo médico del siglo XIX tenemos el polo quirúrgico que sobre la base de un contenido efectivo del
saber trata aquí de identificar en el cuerpo del enfermo cierta realidad de la enfermedad y valerse de las
propias manos y el propio cuerpo para anular el mal.En el otro extremo de este campo encontramos el
polo psiquiátrico, que actúa completamente diferente, a partir de las marcas de saber que califican al
médico hace funcionar el espacio asilar como un cuerpo que cura por su mera presencia, sus gestos, su
voluntad y, a través de ese cuerpo, dar un complemento de poder a la cuádruple forma de la realidad.
A modo de conclusión, llegamos a la paradoja de la constitución muy específica de un espacio de disciplina,
un dispositivo de disciplina, que difiere de todos los demás por estar médicamente marcado y esta
marcación médica es la introducción de un juego entre el cuerpo sometido del loco y el cuerpo
institucionalizado, extendido en la dimensión de una institución, del psiquiatra. La institución asilar no es
otra cosa que el conjunto de las regulaciones efectuadas por ese cuerpo con respecto al cuerpo mismo del
loco sometido dentro del asilo.
En este sentido podemos señalar uno de los rasgos fundamentales de lo que llamaré microfísica del poder
asilar: ese juego entre el cuerpo del loco y el cuerpo del psiquiatra que está por encima de él, que lo
domina, lo sobrevuela y al mismo tiempo lo absorbe. Eso caracteriza a mi juicio la microfísica del poder
psiquiátrico.
A partir de allí es posible identificar ciertos fenómenos. Ese poder protopsiquiátrico va a sufrir una
considerable transformación desde la década del 1850 y 1860. tenemos en el período comprendido entre
1840 y 1860, una suerte de difusión, de migración de ese poder psiquiátrico, que se expande a otros
regímenes disciplinarios. Hubo una diseminación del poder psiquiátrico como táctica de sujeción de los
cuerpos en una física determinada del poder, como poder de intensificación de la realidad, como
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constitución de los individuos a la vez receptores y portadores de realidad.
Volvemos a encontrarlo en lo que denominaré funciones psi: patológica, criminológicas, etc.
Reencontramos ese poder psiquiátrico, es decir, esa función de intensificación de lo real, siempre que es
necesario hacer actuar la realidad como poder. La escuela, por ejemplo, necesita al psicólogo cuando es
preciso destacar como realidad un saber que se da, y que deja de manifestarse ante quienes se propone
como real y, en consecuencia, debe intensificarse su realidad. La psicología escolar es necesaria en esta
doble condición; una psicología escolar que pone de relieve las aptitudes diferenciales de los individuos,
realidad de sus aptitudes, por una parte, y realidad de los contenidos de saber que él es capaz de adquirir,
por otra.Y el individuo aparecerá como individuo en el punto de articulación de esas dos "realidades"
definidas por la psicología escolar. Podríamos hacer el mismo tipo de análisis con referencia a las prisiones,
la fábrica, etcétera.
La función psicológica íntegramente derivada, desde un punto de vista histórico, del poder psiquiátrico, y
diseminada por otros lugares, tiene el papel esencial de intensificar la realidad como poder e intensificar
el poder haciéndolo valer como realidad. Éste es, a mi encender, el primer punto en el cual hay que insistir.
¿Cómo se produce esa diseminación? A partir del momento en que dentro del asilo se separó a los locos
y los idiotas, comenzó a definirse una institución en que el poder psiquiátrico,en la forma arcaica se puso
en acción. y a partir de esa forma mixta, entre la psiquiatría y la pedagogía, con la psiquiatrización del
anormal, el débil mental el deficiente, etc., se constituyó a mi entender todo el sistema de diseminación
que permitió a la psicología convertirse en una suerte de redoblamiento perpetuo de todo funcionamiento
institucional.
A continuación, a partir de esa protopsiquiatría hay otros fenómenos que también querría señalar
En primer lugar, algo esencial en la historia de la medicina, que es la aparición de la neurología, más
exactamente de la neuropatología. a partir del momento en que empezaron a disociarse de la locura unos
cuantos trastornos a los cuales podía atribuirse en concreto una fuente neurológica y una etiología
neuropatológica, que: permitía distinguir a quienes estaban enfermos en el plano corporal y aquellos en
quienes no se podía encontrar ninguna asignación etiológica. Lo cual planteaba el problema de la seriedad.
la autenticidad de la enfermedad mental; y comenzaba a circular la sospecha de si, después de todo, había
que considerar sería una enfermedad mental que no tenía correlación anatómica.
Y correlativamente a esa sospecha tenemos todo el juego de los enfermos que no dejaron de responder
en términos de verdad y mentira a lo que era el poder psiquiátrico, los enfermos respondían mediante un
juego que era el de la simulación, cuando los médicos aportaron un nuevo contenido de saber, que era el
saber neuropatológico, aquéllos respondieron mediante otro tipo de simulación que consistió, en líneas
generales, en la gran simulación de las enfermedades nerviosas: epilepsia, parálisis, etc.,atravesó
finalmente, como una lucha real entre médicos y enfermos toda la historia de la psiquiatría del siglo XIX.
Para terminar, el último punto es saber de qué manera se reiteraron, fuera de la institución asilar, los
principales elementos que vimos formarse dentro del poder psiquiátrico y que eran sus puntos de apoyo,
cómo se pusieron esos elementos en juego dentro de una práctica que se decía no psiquiátrica y era el
psicoanálisis, en el cual se advierte, empero, cuando se retoman sus distintos elementos, hasta qué punto
estaban éstos inscriptos en el interior mismo del poder psiquiátrico (y que] fue el juego del poder
psiquiátrico dentro de la disciplina asilar el que comenzó a aislarlos y a hacerlos surgir.
De modo tal que tenemos, por decirlo así, un triple destino del poder psiquiátrico. Luego de los años 1840-
1860 lo vemos persistir durante mucho tiempo en su forma arcaica en la pedagogía de la debilidad mental.
Lo encontramos en elaboración y actuante dentro de sí mismo en el asilo, por el juego de la neurología y
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la simulación. Y el tercer destino es su recuperación dentro de una práctica que no se presenta, sin
embargo, como exactamente psiquiátrica.

Clase 16 de Enero de 1974


Desde muy temprano hubo cierta difusión del poder psiquiátrico, una transmisión que es arcaica por su
fecha y tiene el efecto de transmitir una forma de ese poder que también lo es. En todo el siglo XIX el
soporte de la difusión del poder psiquiátrico fue en la infancia (en su psiquiatrización), en el niño mucho
más que en el adulto.

El principio de difusión de dicho poder debe buscarse por el lado de los pares: hospital-escuela, institución
sanitaria (institución pedagógica, modelo de salud) – sistema de aprendizaje. Canguilhem ha escrito
“Normal es el término mediante el cual el siglo XIX designara el prototipo escolar y el estado de salud
orgánica”. Esa difusión del poder psiquiátrico se hizo por el lado de la elaboración del concepto de
“normal”.

Esa psiquiatrización de la infancia se hubiera hecho por 2 caminos: por un lado el descubrimiento del niño
loco y, por otro, la puesta de manifiesto de la infancia como lugar de fundación, lugar de origen de la
enfermedad mental.

El niño loco aparece en el siglo XIX, lo vemos surgir en torno de la histeria, hacia la década de 1880 (Charcot)
y no entra en la psiquiatría por la vía regia del asilo sino a través de la consulta privada.

Las anamnesis, los relatos autobiográficos que el poder psiquiátrico obligaba a hacer a los enfermos
durante el siglo XIX, fueron los factores conducentes a la revelación de una relación fundamental,
privilegiada y fundacional entre la infancia y la locura. Cuando se pedía a los enfermos que contaran su
vida, era para aprehender en esa infancia una locura ya constituida o signos precursores, marcas de
tendencia a la locura que ya estigmatizaban la infancia, en la cual se buscaban señales de predisposición
hereditaria. Tampoco se interrogaba el contenido loco de la experiencia infantil. El niño loco, el niño en
cuanto objeto de psiquiatría aparece tardíamente, y la infancia, en su relación con la locura, no es
interrogada de manera precoz.

La psiquiatrizacion del niño pasó por un personaje muy distinto: el niño imbécil, niño idiota, a quien pronto
se calificaría de retrasado, es decir, un niño desde el cual se tomó la precaución desde el principio de aclarar
que no era un loco. La psiquiatrización del niño se hace por intermedio del niño no loco, y a partir de ello
se produce la generalización del poder psiquiátrico.

Podemos señalar 2 procesos que son muy divergentes: uno es la elaboración teórica de la noción de
imbecilidad o de la idiotez como fenómeno distinto de la locura. Es de orden teórico, puede analizarse
sobre la base de los textos médicos, observaciones y tratados de nosografía.

Hasta fines del siglo XVIII, lo que se denominaba imbecilidad, estupidez o idiotez, no tenía ningún carácter
distintivo con respecto a la locura en general. No era otra cosa que un tipo de locura, o bien, se definía la
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imbecilidad, estupidez, como una forma particular en toda una serie en la cual podíamos encontrar la
manía, melancolía y demencia. A lo sumo se puede identificar cierta cantidad de identificaciones según las
cuales la idiotez era una enfermedad más fácil de comprobar en los niños y la demencia solo se produciría
a partir de cierta edad.

Es sorprendente ver a la imbecilidad incluida dentro de la locura en una época en que la característica
esencial de esta era el delirio, es decir el error, la falsa creencia, la imaginación desvergonzada, la
afirmación sin correlato en la realidad. La imbecilidad se asimila por su naturaleza a una suerte de delirio
que ha llegado a su punto más agudo, el momento en que termina por desaparecer, cuando llevado a su
punto extremo de exasperación y violencia, cae sobre sí mismo, se hunde y se anula como delirio; lo hace
de manera tardía en la demencia, o bien mucho más precozmente en el caso de la idiotez. La imbecilidad
es el error del delirio, pero tan generalizado que no es capaz de concebir la más mínima verdad, de
formarse la más mínima idea; es el error convertido en obnubilación.

Jacquelin Dubuinsson plantea que el idiotismo es un estado de estupor o de abolición de las funciones
intelectuales, de cual resulta su embotamiento más o menos completo; a menudo también se le suman
alteraciones en las funciones vitales. Este tipo de alienados, desposeídos de las sublimes facultades que
distinguen al hombre pensante y social, quedan reducidos a una existencia puramente maquinal que
transforma su condición en abyecta y miserable. Sus causas son las mismas que en la demencia, de la que
el idiotismo solo difiere por una alteración más intensa y profunda de las funciones dañadas.

El idiotismo es la forma absoluta, total de la locura. Es el vértigo de la locura, y gira tan rápido sobre sí
mismo que ya no puede percibirse ninguno de los elementos de las creencias del delirio; es la ausencia de
color, por el remolino de los colores sobre sí mismos. En el idiotismo se circunscribe ese efecto de
obnubilación de todo pensamiento e incluso de toda percepción, que pese a la ausencia de síntomas, lleva
a concebirlo en esa época como una categoría del delirio.

En los textos psiquiátricos teóricos del principio del siglo XIX podemos fijar 2 grandes momentos de la
elaboración del concepto de idiotez. El momento caracterizado por Esquirol y sus textos de los años 1817,
1818, 1820 y el libro de Belhomme (1824); en este momento Esquirol define a la idiotez como un estado
en el cual las facultades intelectuales jamás se han manifestado o no pudieron desarrollarse lo suficiente;
y Belhomme reitera casi textualmente la misma definición, “la idiotez es un estado constitucional en el que
las funciones intelectuales no se han desarrollado nunca”.

Esta definición introduce a la noción de desarrollo, hace de este, o mejor de su ausencia el criterio distintivo
entre lo que será la locura y la idiotez, esta última se definirá con respecto al desarrollo. Esquirol y
Belhomme hacen del desarrollo un uso binario. Para ambos el desarrollo es algo que uno tiene o no, del
que se ha beneficiado o no; el individuo se desarrolla por el hecho mismo de tener voluntad o inteligencia,
o no se desarrolla en razón de carecer de ellas. La utilización del criterio de desarrollo permite una serie
de elaboraciones que son importantes para el relevamiento de este dominio teórico. En primer lugar
permite una distinción cronológica clara. Si la idiotez es una ausencia de desarrollo, se desprende de ello
que es necesario y normal que la locura sea algo aparecido desde el inicio, y esto en contraste con otras
formas de debilitamiento del pensamiento, el intelecto o la percepción, como la demencia que al igual que
otras enfermedades mentales solo aparecerá a partir de un momento determinado, en esencia a partir de
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la pubertad. En ese momento se plantea una distinción cronológica.

Segundo, una diferencia en el tipo de evolución. Al ser un no desarrollo, la idiotez es estable y esta
adquirida, el idiota no evoluciona. La demencia, a diferencia de la idiotez, será una enfermedad mental que
evoluciona, se agrava de año a año para luego estabilizarse durante un cierto tiempo y a la larga puede
curarse

Tercera diferencia, la idiotez siempre está ligada a vicios orgánicos de constitución, es el orden de la
imperfección, se inscribe en el cuadro general de monstruosidades. La demencia podrá estar acompañada
de cierta cantidad de lesiones que son accidentales, sobrevenidas en un momento determinado.

La última diferencia está en los síntomas. La demencia por ser una enfermedad tardía que sobreviene a
raíz de una serie de procesos y eventualmente de lesiones orgánicas, siempre tendrá un pasado, en ella
nunca dejaremos de encontrar restos de la inteligencia o del delirio, pero siempre quedara algo en el
pasado de este estado, sea positivo o negativo. En cambio, el idiota es alguien que no tiene pasado, alguien
en quien no queda nada, cuya existencia no ha dejado ni dejara nada en su memoria. Las formulaciones
canónicas de Esquirol planteaban que “en la demencia el hombre esta privado de los bienes que disfrutaba
antaño, es un rico empobrecido; el idiota siempre ha padecido el infortunio y la pobreza”.

Esta noción de desarrollo permite trazar una serie de distinciones y establecer cierta línea de clivaje entre
dos tipos de caracteres: los caracteres de algo que define a una enfermedad y los de algo que pertenece
al orden de la imperfección, la monstruosidad, la no enfermedad.

La segunda fase se da en torno a la década de 1840, vemos a Seguin proponer en su “Traitemeint moral
des idiots”, los conceptos fundamentales sobre cuya base la Psicología y la psicopatología del retraso
mental se desarrollarán a lo largo del siglo XIX. Hace una distinción entre los idiotas y los niños retrasados;
el idiota muestra interrupción del desarrollo fisiológico y psicológico; en cuanto al niño retrasado, no es
alguien cuyo desarrollo se ha interrumpido, es alguien que se desarrolla más lentamente que los niños de
su edad, esto establece entre él y ellos una diferencia enorme.

Estas dos definiciones aportan varias nociones que van a ser de peso en la práctica de la psiquiatrización
del niño.

En primer lugar, Seguin concibe al desarrollo como un proceso que afecta la vida orgánica y la vida
psicológica, es una dimensión a lo largo de la cual se distribuyen las organizaciones neurológicas o
psicológicas, las funciones, los comportamientos, las adquisiciones. Es una dimensión temporal y no una
suerte de facultad de la que uno esté dotado o no .

En segundo lugar, la dimensión temporal es común a todos. Nadie escapa de ella pero es una dimensión a
lo largo de la cual uno puede quedar detenido. El desarrollo es común a todo el mundo, lo es como una
especie de óptimo, una regla de sucesión cronológica con un punto ideal de culminación.

Tercero, esa norma de desarrollo tiene 2 variables: la primera es que podemos detenernos en tal o cual
estadio de esa escala, a lo largo de esa dimensión y el idiota es alguien que se ha detenido muy pronto en
un estadio determinado; mientras que la segunda ya no corresponde al estadio en el que la persona se

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detiene, sino a la velocidad con que recorre aquella dimensión, y el retrasado es alguien que sin haberse
quedado bloqueado en uno de los estadios, se ha visto frenado por una reducción de la velocidad. De allí
2 patologías que se completan, una como efecto final de la otra: una patología del bloqueo (que en este
caso será terminal) y una patología de la lentitud.

Vemos esbozarse una doble normatividad (4to). Por un lado, en cuanto el idiota es alguien que se ha
detenido en cierto estadio, la amplitud de la idiotez va a medirse en comparación con una normatividad
que será la del adulto: el adulto se presentara como el punto real e ideal a la vez de financiación del
desarrollo, funcionara como norma. Por otro, lado la variable de la lentitud se define con respecto a los
otros niños: un retrasado es alguien que se desarrolla mas lentamente de los demás; una media de la
infancia constituirá la otra normatividad con referencia a la cual se va a situar el retrasado. Todos los
fenómenos de la debilidad mental se situarán respecto de 2 instancias normativas: los adultos y los niños.

La idiotez y el retraso mental ya no pueden definirse como enfermedades (5to). En Esquirol la idiotez era
la ausencia de algo y por eso era posible categorizarla como una enfermedad. En Seguin el idiota y el
retrasado no son enfermos, es alguien que no ha salido de la norma o se ha situado en un grado menor de
lo que es la norma. El idiota es un tipo de niño sumergido dentro de una infancia que es la propia infancia
normal. No pueden considerarse como desviaciones enfermizas ya que se trata de variedades temporales,
variedades de estadios dentro del desarrollo normativo del niño.

De ahí se deducen una serie de consecuencias: si es verdad que el idiota o el retrasado es alguien
sumergido en el interior de la temporalidad de la infancia, se desprende de ello que la atención que debe
prestársele no diferirá en su naturaleza de la atención brindada a cualquier niño. La única manera de curar
a un idiota o a un retrasado es imponerle la educación misma con unas cuantas variaciones,
especificaciones de método. La terapéutica de la idiotez será la pedagogía misma.

Para Seguin esas interrupciones(6ta), ese retraso o esa lentitud se sancionan por una serie de fenómenos
que no aparecen, una serie de organizaciones que no vemos surgir, unas adquisiciones que el niño no es
capaz de hacer: esta es la vertiente negativa del retraso mental. Los fenómenos positivos son la puesta en
evidencia, la emergencia, la falta de integración de cierta cantidad de elementos que el desarrollo normal
habría debido englobar, o rechazar o integrar, eso que sale a la luz por la interrupción o la extrema lentitud
del desarrollo es el “instinto”. El instinto es el elemento correspondiente a la infancia. Seguin plantea que
la idiotez “es una imperfección del sistema nervioso cuyo efecto radical consiste en sustraer la totalidad o
parte de los órganos y las facultades del niño a la acción regular de su voluntad, así como en el librarlo a
sus instintos y apartarlo del mundo normal. El niño idiota o retrasado es un niño anormal.

Los instintos son a la anomalía lo que los síntomas son a la enfermedad. La anomalía tiene menos síntomas
que instintos, que son su elemento natural; el instinto como contenido concreto de la anomalía. El principio
de difusión del poder psiquiátrico es la confiscación de la nueva categoría de la anomalía por la medicina:
su psiquiatrización. Al mismo tiempo presenciamos un proceso inverso que es del orden de la
institucionalización: la introducción de la idiotez en el espacio psiquiátrico y su colonización por éste.

Durante toda la segunda mitad del siglo XIX vamos a encontrar a los niños idiotas colonizados dentro del
espacio psiquiátrico. Esta colonización no solo se efectúa mediante la inauguración de los pabellones en el

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espacio psiquiátrico sino que a partir de la decisión de 1840 por el ministro del interior, la cual plantea que
la ley de 1838 sobre la reclusión de los alienados vale igualmente para los idiotas: se trata entonces de una
categoría de alienados.

Es por esto que en el momento en el que se divide teóricamente la alienación e idiotez, tenemos una serie
de instituciones y medidas administrativas que asimilan lo que comienza a distinguirse.

Se puede pensar que esa distinción es el efecto de la organización de la enseñanza primaria de esa época.
Filtrados el retraso y la debilidad mental por la educación primaria, y así señalados los idiotas, que se
convierten en un problema dentro de los establecimientos escolares, se los empujara progresivamente a
los asilos. La enseñanza primaria generalizada cumple este papel de filtro a fines del siglo XIX, y las grandes
encuestas sobre la debilidad mental que se realizarán en esos días se desarrollarán en los medios escolares,
los elementos de investigación serán provistos por las escuelas, los interrogados en esas encuestas serán
los maestros, las preguntas se referirán a la naturaleza y las posibilidades de escolarización. La enseñanza
primaria sirve de filtro y referencia a los fenómenos del retraso mental.

En las décadas de 1830 y 1840 el problema de dónde poner a los niños no se plantea para escolarizarlos o
porque no se logró hacerlo, la cuestión de dónde ponerlos se plantea en función al trabajo de sus padres.
¿Cómo hacer para que el niño idiota, con los cuidados que exige, no sea un obstáculo para los padres que
trabajan? En 1830 se crearon las salas de asilo (las guarderías y los jardines). La organización de estos
establecimientos respondía en la época a la necesidad de liberar a los padres de la atención de los hijos
para permitirles incorporarse al mercado laboral. La misma preocupación animo a las personas que crearon
los establecimientos especializados para idiotas en este periodo.

Se decidió extender a los niños idiotas y pobres la aplicación de la ley de internación y asistencia a los
internados. La asimilación institucional entre idiota y loco se hace en virtud de la ambición de liberar a los
padres en vistas a un trabajo posible.

Parchappe llega a la siguiente conclusión “la alienación mental comprende no solo todas las formas y todos
los grados de locura, sino también la idiotez, que depende de un vicio congénito y la imbecilidad, que es
producto de una enfermedad posterior al nacimiento. Es preciso fundar asilos para recibir a todos los
alienados”

La alienación mental va a ser el concepto práctico sobre cuya base podrá incorporarse la necesidad de
internar, con los mismos mecanismos y en los mismos lugares asilares, a los enfermos mentales y a los
débiles mentales. La anulación práctica de la distinción entre idiotez y enfermedad mental tiene como
sanción el concepto de alienación mental.

El poder que se ejerce sobre los niños idiotas es exactamente el poder psiquiátrico en estado puro. La
educación de los idiotas y los anormales es el poder psiquiátrico en estado puro

¿Qué es el instinto? Es una forma anárquica de voluntad, una voluntad que se niega a organizarse a la
manera de la voluntad monárquica del individuo y que rechaza cualquier orden y cualquier integración a
un sistema; es una voluntad que “quiere no querer”. Es una serie indefinida de pequeños rechazos que se
oponen a toda voluntad del otro.
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El idiota es alguien que dice obstinadamente no, el loco es quien dice sí. El papel del maestro es muy similar
al papel del psiquiatra frente al loco: el psiquiatra debe dominar ese si y transformarlo en no y el papel del
maestro frente al idiota consiste en dominar ese no y hacer de él un sí de aceptación.

Un enfrentamiento del mismo tipo que encontramos en el poder psiquiátrico, que se da de forma de un
sobrepoder, constituido como en aquel poder, del lado del maestro. La educación especial debe plantearse
con respecto al cuerpo del maestro, como el cuerpo del psiquiatra. Seguin destaca y practica esa
omnipotencia del maestro en su cuerpo visible.

En primer lugar, intercepción de todo poder de la familia, el maestro se convierte en el amo absoluto del
niño, los padres tienen derecho al dolor y aquel a la autoridad. Es maestro de la aplicación de su método.
Es maestro en el plano de su cuerpo, debe tener como el psiquiatra, un físico impecable, debe mostrarse
físicamente impecable frente al idiota, como un personaje poderoso y a la vez desconocido.

El idiota debe hacer su educación conectado a ese cuerpo a la vez impecable y todopoderoso. Esa conexión
es física, por el cuerpo del maestro debe pasar la realidad misma del contenido pedagógico. Seguin hace
la teoría y la práctica de ese cuerpo a cuerpo del niño idiota y la omnipotencia del maestro.

¿Cómo puede enseñarse a un idiota a mirar? No se le enseña en principio a mirar las cosas, se le enseña a
mirar al maestro. Su acceso a la realidad del mundo, la atención que podrá prestar a las diferencias de las
cosas, comenzarán por la percepción del maestro.

El carácter del poder psiquiátrico es la organización de todo el poder en torno y a partir del cuerpo del
psiquiatra.

En tercer lugar, reencontramos en ese tratamiento moral de los niños idiotas la organización de un espacio
disciplinario como el del asilo; el aprendizaje de la distribución lineal de los cuerpos, los emplazamientos
individuales, los ejercicios de gimnasia, el empleo de tiempo completo ya que los niños deben estar
ocupados desde que se levantan hasta que se acuestan (trabajo).

¿Qué debe aportar, conllevar dentro del asilo para idiotas, ese poder psiquiátrico que se canaliza
íntegramente a través del cuerpo del maestro? No debe aportar otra cosa que el exterior, la escuela misma,
esa escuela a la que los niños no pudieron adaptarse y con respecto a la cual, fue posible designarlos como
idiotas.

Por una parte el poder escolar actúa como realidad con respecto al poder psiquiátrico, que la postula como
aquello con referencia a lo cual podrá señalar y especificar a quienes son retardados mentales, pero
también el poder psiquiátrico hace actuar la escolaridad dentro del asilo, afectada por un complemento
de poder.

Tenemos dos procesos: especificación teórica de la idiotez y anexión práctica por el poder psiquiátrico. El
acoplamiento de estos dos procesos que se orientaban en sentidos opuestos puede explicarse por una
razón económica, que está en el origen de la generalización del poder psiquiátrico. La ley de 1838 que
definía las modalidades de la internación y las condiciones de asistencia a los internados pobres, debía
48
aplicarse a los idiotas. La colectividad local era económicamente responsable de quienes estaban
internados. Para que un consejo general, una alcaldía o prefectura, aceptaran y sufragaran la internación
de un idiota, era preciso que el medico garantizara a la autoridad en cuestión, no solo que el idiota lo era
ni que era capaz de subvenir a sus necesidades, sino que lo calificara además de peligroso.

La noción de peligro se convierte en condición necesaria para hacer pasar un hecho asistencial como
fenómeno de protección y permitir que quienes estén encargados de la asistencia la acepten.

Es por esto que se comienza a internar a todos esos niños, se recorta la gran realidad del niño a la vez
anormal y peligroso. Los niños a quienes se debe encerrar, son más o menos débiles intelectualmente,
pero afectados de perversiones de los instintos.

Toda la familia constituida alrededor del idiota constituye la infancia anormal. La categoría de anomalía,
en el orden la psiquiatría en el siglo XIX, afecto solamente al niño; el niño fue portador de anomalías, y en
torno del idiota, de los problemas prácticos que planteaban su exclusión, se constituyó toda la familia que
conforma el campo general de la anomalía, en cuyo centro aparece el niño atrasado, el niño débil mental,
el niño idiota. La psiquiatría deja de ser el poder que controla y corrige a la locura, para empezar a
convertirse en el poder sobre el anormal, el poder de definir quién es anormal, controlarlo y corregirlo.

La disyunción entre niño loco y niño anormal es uno de los rasgos fundamentales del ejercicio del poder
psiquiátrico; sus principales consecuencias son:

Primero, la psiquiatría podrá conectarse con toda la serie de regímenes disciplinarios que existen a su
alrededor, en función de que solo ella es a la vez ciencia y el poder de lo anormal. Todo lo que es anormal,
la psiquiatría va a poder reclamarlas para sí.

Segundo, la psiquiatría como poder sobre la locura y sobre la anomalía va a verse en la obligación interna
de definir las posibles relaciones existentes entre el niño anormal y el adulto loco; por esto se elaboran dos
conceptos que van a establecer la conjunción, la noción de instinto y la noción de degeneración.

El instinto es el elemento natural en su existencia y anormal en su funcionamiento anárquico, anormal


cuando no es dominado, reprimido. El destino de ese instinto es lo que la psiquiatría va a tratar de
reconstruir poco a poco, desde la infancia hasta la adultez, desde la naturaleza hasta la anomalía y desde
la anomalía hasta la enfermedad. La psiquiatría va a esperar que el destino del instinto, del niño al adulto,
le proporcione la conexión entre el niño anormal y el hombre loco.

Se calificará de degenerado a un niño sobre el cual pesan los restos de la locura de sus padres o
ascendientes. La degeneración es el efecto de anomalía producido sobre el niño por los padres. El niño
degenerado es un niño anormal en quien la anomalía alcanza tal magnitud que, de darse una serie de
circunstancias determinadas y luego de una cierta cantidad de accidentes, amenaza derivar en locura. Es
en el niño la predisposición de la anomalía que va a hacer posible la locura del adulto, y la marca en forma
de anomalía de la locura de sus ascendientes.

Tercero, al estudiar el punto de partida y el funcionamiento de la generalización de la psiquiatría, nos


encontramos en presencia de esos dos conceptos: la degeneración y el instinto. Es así como vemos surgir

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el campo del psicoanálisis, el destino familiar del instinto.

Nos encontramos con el principio de generalización de la psiquiatría por el lado del niño y no del adulto, lo
constatamos en el recorte práctico del campo de las anomalías. En esa generalización a partir del niño y la
anomalía, vemos formarse lo que llegará a ser objeto del psicoanálisis.

CLASE DEL 23 DE ENERO DE 1973


El poder psiquiátrico se presenta como un poder en y por el cual la verdad no se pone en juego. En el
plano del funcionamiento disciplinario, el saber del psiquiatra es uno de los elementos mediante los
cuales el dispositivo disciplinario organiza en torno de la locura el sobrepoder de la realidad.

Tres métodos/instrumentos disciplinarios que dejan ver la cuestión de la verdad formulada a la locura
(en el mundo asilar del siglo XIX sobre el cual los historiadores de la psiquiatría guardaron silencio):
1) la práctica o el ritual del interrogatorio y la extorsión de la confesión
2) el procedimiento del magnetismo y la hipnosis
3) el uso de las drogas (éter, cloroformo,opio, hachís)

Esas tres técnicas son ambiguas, ya que actúan en dos niveles, a nivel disciplinario, y a nivel de la verdad
(saber-poder):

Por una parte, el interrogatorio (a nivel disciplinario) es una manera de fijar al individuo a la norma de
su propia identidad, un forma de sujetar al individuo tanto a su identidad social como a la atribución de
locura que su medio le ha otorgado. En este sentido, el magnetismo, se utilizó como coadyuvante del
poder físico, corporal, del médico. En ese espacio de extensión del cuerpo del médico dispuesto por el
asilo, en ese proceso que obliga a los engranajes mismos del asilo a transformarse en el sistema nervioso
del psiquiatra, ele tal modo que el cuerpo de éste se hace uno con el espacio asilar, pues bien, en ese
juego,el magnetismo, con todos sus efectos físicos, era una pieza en el mecanismo de disciplinariedad.
Así como también, las drogas eran (como las drogas actuales aún lo son), un instrumento disciplinario
del reino del orden, de la calma, de la imposición del silencio.

Y al mismo tiempo, por otra parte, esos tres elementos introdujeron consigo o acarrearon cierta
cuestión de la verdad, a despecho de lo que se esperaba de ellos. O quizás fue el mismo loco
interrogado, magnetizado, hipnotizado, drogado,quién planteó la cuestión de la verdad. El punto es que
los tres fueron, para Foucault, los elementos de fractura del sistema disciplinario, el momento en que
el saber médico, que aún era sólo una marca de poder, se vio en la necesidad de hablar, ya no
simplemente en términos de poder sino en términos de verdad.

Estatuto de la verdad: Foucault plantea que tenemos, actualmente, una tecnología de la verdad
demostrativa (constatable) que se funde con la práctica científica. Desde esta óptica podemos decir que
la verdad científica está siempre presente en cualquier cosa o debajo de cualquier cosa, y es por eso
mismo que se puede plantear la cuestión de la verdad con referencia a todo. En sí misma, la verdad
recorre el mundo entero sin ser jamás interrumpida. En ella no hay agujero negro. La dificultad de

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descubrirla constata nuestros límites para capturar dicha verdad. La verdad habita por doquier y en todo
instante se puede plantear la cuestión concerniente a ella, no hay nadie que esté exclusivamente
calificado para decir la verdad; tampoco hay nadie que, desde un principio, esté descalificado para
decirla, siempre que, por supuesto, tengamos los instrumentos necesarios para descubrirla, las
categorías indispensables para pensarla y el lenguaje adecuado para formularla en proposiciones. Allí
se inserta la cuestión de la tecnología de la demostración y va a decir que tenemos aquí cierta
postulación filosófico científica de la verdad que está ligada a una tecnología determinada de la
construcción o la constatación como derecho universal de la verdad para que sea considerada como tal
(es decir, verdadera).

Este estatuto de verdad sustituyó/colonizó a uno más antiguo, el de la VERDAD RAYO, esta es la
postulación de una verdad “del acontecimiento” dispersa, discontinua, interrumpida, que sólo habla o
se produce de tanto en tanto, donde quiere, en ciertos lugares; una verdad que no se produce por
doquier y todo el tiempo, ni para todo el mundo; una verdad que no nos espera. Verdad con geografía,
con una cronología propia y portadores específicos/privilegiados/exclusivos (trae el oráculo de Delfos
como ejemplo y hace paralelismo con la medicina vieja de la crisis, donde la enfermedad sólo podía ser
aprehendida en el momento en el que esta crisis sucedía, allí ⁸
aparecía la verdad de la enfermedad). En la práctica alquímica la verdad no está ahí, a la espera del
momento en que lleguemos a aprehenderla: la verdad pasa, pasa rápidamente, está ligada a la ocasión
y es preciso aferrarla. Los operadores de esta verdad discontinua son quienes poseen el secreto de los
lugares y los tiempos, quienes se han sometido a las pruebas de la calificación, aquellos a quienes la
verdad ha elegido para abatirse sobre ellos: los profetas, adivinos, inocentes, ciegos, locos, sabios, etc.
Esta verdad no es universal (refiere a que es una verdad dispersa, que se produce como
acontecimiento).
Verdad de lo que sucede, una verdad, por lo tanto, no dada en la forma del descubrimiento sino en la
forma del acontecimiento, una verdad que no se constata y, en cambio, se suscita, se rastrea, no se da
por medio de instrumentos, sino que se provoca por rituales, se capta por artimañas, se aferra cuando
surge la ocasión. En lo que le concierne no se tratará entonces de método sino de estrategia.

Quien accede a esta verdad no establece una relación del orden del objeto y el sujeto, no es, por ende,
una relación de conocimiento. Es, antes bien, una relación de choque, una relación del orden del rayo
o el relámpago; también una relación del orden de la caza, una relación, en todo caso, arriesgada,
reversible, belicosa, de dominación y de victoria y, por tanto, no de conocimiento sino de poder.

Lo que querría hacer, e intenté los años anteriores, es una historia de la verdad a partir de la verdad
rayo, tratar de privilegiar esta tecnología, ahora fundamentalmente rechazada, encubierta, desechada.
De la tecnología de la verdad acontecimiento, la verdad ritual, la verdad relación de poder, contra la
verdad descubrimiento, la verdad método, la verdad relación de conocimiento, la verdad que, por lo
tanto supone y se sitúa dentro de la relación sujeto-objeto. Me gustaría hacer valer la verdad rayo contra
la verdad cielo: mostrar, por una parte que esa verdad demostración -de la que es absolutamente inutil
negar la extensión, la fuerza, el poder que ejerce en nuestros días-, por lo identificada en su tecnología
con la práctica científica, deriva en realidad de la verdad ritual, de la verdad acontecimiento, de la

51
verdad estrategia, y que la verdad conocimiento no es, en el fondo, sino una región y un aspecto de la
verdad como acontecimiento y de la tecnología de esta verdad acontecimiento.
Mostrar que la demostración científica sólo es, en sustancia, un ritual, mostrar que el presunto sujeto
universal del conocimiento no es, en realidad,más que un individuo históricamente calificado según una
serie de modalidades, mostrar que el descubrimiento de la verdad es en realidad cierto modo de
producir la verdad. Reducir así lo que se presenta como verdad de constatación o verdad de
demostración al basamento de los rituales,el basamento de las calificaciones del individuo cognoscente,
el sistema de la verdad acontecimiento: eso es lo que llamaré arqueología del saber.
El reverso histórico de esta arqueología del saber, es la Genealogía del saber. La misma refiere al hecho
de que el estatuto de verdad científico de la demostración colonizó a la verdad ritual o rayo que terminó
por ejercer sobre ésta una relación de poder que quizá sea irreversible.

Lo que querría hacer ahora respecto de la psiquiatría es mostrar que la verdad del tipo acontecimiento
fue recubierta poco a poco, durante el siglo XIX, por otra tecnología de la verdad o, al menos, que se
intentó recubrir esa tecnología de la verdad acontecimiento, a propósito de la locura, con una tecnología
de la verdad demostrativa, de contrastación.

Foucault trae varios ejemplos para demostrar que la teoría de la verdad acontecimiento aún subsiste,
debajo de la teoría de la verdad demostrativa, en la arqueología y genealogía del saber. Uno de ellos es
el ejemplo de la alquimia, dice que, en el Fondo, lo que ésta hizo
jamás fue refutado efectivamente por la química, razón por la cual la alquimia no puede aparecer en la
historia de la ciencia como un error o un callejón sin salida científico ya que no responde y nunca
respondió a la tecnología de la verdad demostrativa; respondió de cabo a rabo a la tecnología de la
verdad acontecimiento o la verdad prueba.

Habla del saber alquímico para definir lo como un saber que siempre se pierde, incapaz de tener las
mismas reglas de acumulación que un saber de tipo científico: el saber alquímico debe recomenzar
constantemente, siempre de cero, es decir que cada cual debe recomenzar todo el ciclo de las
iniciaciones; en este saber no nos subimos sobre los hombros de nuestros predecesores. Y ese secreto,
tan secreto que ni siquiera se sabe que lo es, salvo si uno ha atravesado, justamente, en las iniciaciones
rituales, si está preparado o si la ocasión es propicia, pone sobre la pista de algo que se producirá o no
se producirá. Y el secreto, de todas maneras, volverá a perderse o, en todo caso, quedará enterrado en
algún texto o grimorio que un azar ha de poner nuevamente como una oportunidad, como el kairos
griego, en manos de alguien que pueda o no reconocer esa información.
Bien, todo esto corresponde a una tecnología de la verdad que no tiene nada que ver con la tecnología
de la verdad científica, y en ese sentido la alquimia no se inscribe de ningún modo en la historia de la
ciencia. Sin embargo, dentro de un saber que quizás no calificamos de científico, pero que de todos
modos rozó, habitó los confines de la ciencia y acompañó su nacimiento en el siglo XVIII -y me refiero a
la medicina-, esa tecnología de la verdad prueba o la verdad acontecimiento permaneció durante
mucho tiempo en el corazón de la práctica médica y en la relación que establecía establecía médico con
la enfermedad.

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Este conjunto de prácticas configura la noción de crisis de la medicina desde Hipócrates, previa a la
anatomía patológica.La noción de crisis entonces implicaba el momento en que amenaza decidirse la
evolución de la enfermedad, es decir cuando se corre un riesgo de vida o muerte o de paso a un estado
crónico. El momento de batalla o combate del cuerpo con lo que lo hace enfermar, el momento preciso
de su resolución, un momento de oportunidad, con una cronología propia e intrínseca en cada sujeto y
diferente según cada enfermedad.
En el momento en que se suscita la crisis, la enfermedad estalla en su verdad; no sólo se trata de un
momento discontinuo sino que, además, es el momento en que la enfermedad se produce en lo que es
su verdad propia, su verdad intrínseca. La crisis es la realidad de la enfermedad que, de alguna manera,
se convierte en verdad, y el médico debe intervenir precisamente en ese momento. Y es la crisis la que
define el modo de intervención del médico, el cual será el gerente de la crisis, para reforzar la naturaleza
y que el cuerpo gane el combate contra la enfermedad.

El paso de una tecnología de la verdad acontecimiento a la verdad demostración está ligado, por una
parte, a la extensión de los procedimientos políticos de la pesquisa. La pesquisa, el informe, el
testimonio múltiple, la superposición de informaciones, la circulación del saber desde el centro del
poder hasta su punto de culminación y su retorno, así como todas las instancias de verificación paralelas,
constituyeron gradualmente, poco a poco, a lo largo de la historia, el instrumento de un poder político
y económico que es el de la sociedad industrial; de ahí el afinamiento, la imbricación cada vez más
minuciosa de esas técnicas en el seno mismo de los elementos a los cuales solían aplicarse. A grandes
rasgos, el afinamiento que permitió el paso de una pesquisa esencialmente de tipo fiscal en la Edad
Media: saber quién cultiva, qué, quién es dueño de qué -a fin de extraer lo necesario- a la pesquisa de
tipo policial sobre el comportamiento de la gente, su manera de vivir, de pensar, de hacer el amor, etc.,
ese paso de la pesquisa fiscal a la pesquisa policial, la constitución de la individualidad policial a partir
de la individualidad, que era la única conocida por el poder medieval, todo eso es significativo del
afianzamiento de la técnica de pesquisa en una sociedad como la nuestra.

Además, no hubo sólo afianzamiento en el lugar sino ampliación a toda la superficie del globo, extensión
planetaria. Doble movimiento de colonización: colonización en profundidad que parasitó hasta los
gestos, el cuerpo, el pensamiento de los individuos, y colonización a escala de los territorios y las
superficies.

El otro proceso fue en cierto modo un proceso inverso, el acondicionamiento de la escasez de esa
verdad que es de todas partes y todos los tiempos; pero una escasez que ya no afecta la aparición, la
producción de la verdad, sino a aquellos que son capaces de descubrirla. En efecto, esa verdad universal,
esa verdad de todos los lugares y todos los momentos, esa verdad que cualquier pesquisa puede y debe
rastrear y descubrir acerca de cualquier cosa, está en cierto sentido al alcance de quienquiera.
Cualquiera puede tener acceso a ella porque ella está presente por doquier y siempre, pero es preciso
contar con las circunstancias necesarias, adquirir las formas de pensamiento y las técnicas que
permitan, justamente, llegar a esa verdad ubicua pero siempre profunda, siempre enterrada, siempre
de difícil acceso.
En consecuencia, habrá desde luego un sujeto universal de esa verdad universal, pero se tratará de un
sujeto abstracto pues, en concreto, el sujeto universal capaz de aprehenderla es escaso: se requerirá
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un sujeto calificado por una serie de procedimientos que serán precisamente los de la pedagogía y la
selección. Las universidades, las sociedades científicas, la enseñanza canónica, las escuelas, los
laboratorios, el juego de las especializaciones, el juego de las calificaciones profesionales, representan
una manera de manejar, con referencia a una verdad postulada por la ciencia como universal, la escasez
de quienes pueden tener acceso a ella. Para ser sujeto universal deberá contar necesariamente con la
calificación de algunos pocos individuos que podrán actuar de ese modo.

¿Qué pasa, entonces, en la psiquiatría?


Por un lado, es indudable que el hospital psiquiátrico, al igual que el hospital de medicina general, no
puede dejar de tender a eliminar la crisis. El hospital psiquiátrico, como cualquier otro hospital, es un
espacio de pesquisa e inspección, una suerte de lugar inquisitorial, y la prueba de verdad que no hace
falta en absoluto. No se necesita la prueba de verdad, no se necesita verdad alguna, ya sea obtenida
por la técnica de la prueba o por la de la demostración. Más aún, no sólo no se necesita sino que, en
rigor, la crisis como acontecimiento de la locura y el comportamiento del loco está excluida. ¿Por qué
está excluida? Por tres razones:
-En primer lugar, está excluida justamente por el hecho de que el hospital funciona como sistema
disciplinario, es decir, como sistema que obedece a un reglamento, prevé cierto orden, impone cierto
régimen del cual se suprime todo lo que tenga que ver con un desencadenamiento de la crisis furiosa y
violenta de la locura a partir de sí misma. Por otra parte, la principal técnica de esta disciplina asilar es
no pensar en eso ... No piense en eso; piense en otra cosa; lea, trabaje, vaya al campo y, sobre todo, no
piense en su locura. El espacio disciplinario del asilo no puede dar cabida a la crisis de locura.
-Segundo, el recurso constante a la anatomía patológica, que alrededor de 1825 comienza a utilizarse
en la práctica asilar, tuvo un papel de rechazo teórico de la crisis, nada permitía suponer o atribuir, en
todo caso, una causa física a la enfermedad mental. Si hay una verdad de la locura, con seguridad no se
encuentra en lo que dicen los locos y sólo puede estar en sus nervios y su cerebro. En esa medida, la
crisis como momento de la verdad de la locura, está epistemológicamente excluida por el recurso a la
anatomía patológica, esta última fue la cobertura epistemológica donde la verdad de la locura sería
descifrado mediante autopsias, luego de que el loco haya muerto.
-Tercera y última razón para rechazar la crisis: la relación entre la locura y el crimen. A partir de 1820-
1825 encontramos en los tribunales un muy curioso proceso por el cual los médicos -nunca por pedido
del ministerio fiscal o del presidente del tribunal, y con frecuencia ni siquiera por pedido de los
abogados- dan su opinión con referencia a un crimen, intentan de algún modo, reivindicar la
enfermedad mental. Frente a cualquier crímen, los psiquiatras se preguntan ¿no será acaso un signo de
enfermedad? Así construyen la muy curiosa noción de monomanía, que esquemáticamente quiere decir
lo siguiente: cuando alguien comete un crimen que no tiene ninguna razón de ser, ninguna justificación
desde el punto de vista de su interés, el mero hecho de cometerlo, ¿no será el síntoma de una
enfermedad cuya esencia es el propio crimen? ¿Una especie de enfermedad monosintomática que
tenga un solo síntoma expresado una sola vez en la vida del individuo, pero que sea precisamente el
crimen?. Todo para demostrar que todo loco es un posible criminal, y la determinación, la atribución de
una locura a un crimen era el medio de fundar el poder psiquiátrico, no en términos de verdad, pues no
se trata precisamente de verdad, sino en términos de peligro: estamos aquí para proteger a la sociedad
porque, en el corazón de coda locura, está inscripta la posibilidad de un crimen.

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En el nivel del funcionamiento global de esa atribución de locura al crimen, está la voluntad de los
psiquiatras de fundar su práctica en una defensa social, puesto que no pueden fundarse en la verdad.

Por lo tanto, podemos decir que el sistema disciplinario de la psiquiatría tiene, en esencia, el efecto de
hacer desaparecer la crisis. Esta no sólo no es necesaria: tampoco es querida, pues podría ser peligrosa;
la crisis del loco puede ser la muerte del otro. No la necesitamos, la anatomía patológica nos dispensa
de ella y el régimen del orden y la disciplina la convierten en indeseable.

Por un lado, tenemos necesidad de la crisis porque, en definitiva, ni el régimen disciplinario, ni la calma
obligatoria impuesta a los locos, ni la anatomía patológica han permitido al saber psiquiátrico fundarse
como verdad. De modo que ese saber, como complemento de poder, funcionó durante mucho tiempo
en el vacío y no podía dejar de procurar darse de acuerdo con las normas mismas de la tecnología
médica de la época ( de contrastación).
El psiquiatra funciona al nivel de atribuir la locura o enfermedad, de decir si uno está loco o no. Mientras
el punto en que funciona el saber médico general es el de la especificación de la enfermedad, el del
diagnóstico diferencial, en psiquiatría el saber médico funciona en el punto de la decisión entre locura
y no-locura, de la realidad o la no-realidad, o de la ficción del entorno que imagina, anhela, desea,
impone la imagen de la locura. Allí funciona el saber del psiquiatra y allí, también, funciona su poder.

Realidad o mentira, realidad o simulación.

De ello se deducen consecuencias. La primera es que para lograr resolver el problema, el hospital
psiquiátrico inventó literalmente una nueva crisis médica, una crisis que llamaré de realidad, jugada
entre el loco y el poder que lo interna, el poder-saber del médico. Éste debe encontrarse en posición de
árbitro con respecto a la cuestión de la realidad o no-realidad de la locura. De modo que la función
consiste en dar realidad a la locura, abrir para ella un espacio de realización. El hospital psiquiátrico está
ahí para que la locura se vuelva real, mientras que el hospital a secas tiene la doble función de saber
qué es la enfermedad y suprimirla. A partir de la decisión psiquiátrica concerniente a la realidad de la
locura, la función del hospital psiquiátrico es darle existencia como realidad. y aquí tropezamos con una
crítica de tipo institucional del hospital psiquiátrico, qué le reprocha justamente fabricar locos con gente
a quien se pretende curar.

El papel del poder psiquiátrico es realizar la locura en una institución cuya disciplina tiene por función,
precisamente, la eliminación de todas sus violencias, todas sus crisis y, en el límite, todos sus síntomas.
En sí misrna, la institución asilar de disciplina, tiene la función y el efecto de suprimir, no la locura, sino
sus síntomas, al mismo tiempo que el poder psiquiátrico ejercido en su interior y que fija a los individuos
al asilo tiene, por su parte, el papel de realizar la locura.
En suma, hay un ideal para ese funcionamiento doble del poder psiquiátrico que realiza la locura, de la
institución disciplinaria que se niega a escucharla, que nivela sus síntomas, que pule todas sus
manifestaciones,y ese ideal es el de la demencia.

El demente, por lo tanto, es quien responde exactamente al funcionamiento de la institución asilar,


pues, por la vía de la disciplina, se han pulido todos los síntomas en su especificidad: ya no hay ni
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manifestaciones, ni exteriorización, ni crisis. y, al mismo tiempo, el demente responde a lo que quiere
el poder psiquiátrico, porque realiza efectivamence la locura como realidad individual dentro del asilo.
El demente es, en efecto, el producto del doble juego de ese poder y esa disciplina.

La histeria fue la manera concreta de defenderse de la demencia; la única manera de no ser demente
en un hospital del siglo XIX consistía en ser histérico, esto es, oponer a la presión que aniquilaba y
borraba los síntomas, la constirución, la erección visible, plástica, de coda una panoplia de síntomas, y
resistir a la asignación de la locura como realidad a través de la simulaación. El histérico tiene magníficos
síntomas pero, en el momento en que su síntoma parece remitir a un sustrato orgánico, él muestra que
no hay sustrato y, por lo tanto, no es posible asignarlo al nivel de la realidad de su enfermedad, elude la
realidad de su enfermedad, está a contrapelo del juego asilar y, en esa medida, debemos saludar a las
histéricas como las verdaderas militantes de la antipsiquiatría.

Clase del 30 de enero de 1974:


He tratado de demostrar por qué la crisis médica desapareció, a causa del surgimiento de la
anatomía patológica que daba la oportunidad de constituir a partir de diferentes lesiones, el
diagnóstico diferencial de las enfermedades, es una asignacion organica de la lesion. La crisis se
convirtio en algo inutil, en la práctica el diagnóstico psiquiatrico, se desarrolla como diagnóstico
diferencial de tal enfermedad con respecto a tal otra, manía o melancolía, histeria o esquizofrenia,
etc. Pero todo esto no es más que una actividad superficial y secundaria en compración con la
verdadera cuestión planeada en cualquier diagnóstico de locura no saber si se trata de tal o cual
forma de locura, sino si es o no locura. Y en este aspecto me parece que la posición de la psiquiatría
es muy diferente de la posición de la medicina. En el dominio de la enfermedad mental se trata de
la mera escansión entre lo que es locura y lo que es no-locura, la psiquiatría funciona por lo tanto
según el modelo del diagnóstico absoluto y no del diagnóstico diferecial.

Segundo la psiquiatría tal como comienza a constituirse en el siglo XIX, se opone a la medicina, se
trata sin duda de una medicina en la que el cuerpo esta ausente, el problema que debía resolver no
consistía en saber si tal o cual comportamiento se referían a tal o cual forma de lesión, el problema
era saber era locura o no lo era. Por lo tanto que podemos decir que se trata de un diagnóstico
absoluto y ausencia de cuerpo, todo esto hace que la liquidación de la crisis médica que la medicina
podía permitirse a causa de la anatomía patológica, no fuera posible en el dominio de la psiquiarría,
y el problema de la psiquiatría va a consistir precisamente en constituir, instaurar una serie de
pruebas tal que pueda responder a la exigencia del diagnóstico absoluto, una prueba de realidad o
irrealidad. Mediante la anatomia patológica se sustituyeron la crisis médica clásica y su prueba por
procedimientos de verificación en la forma de la constatación y la demostración: esto fue la
posteridad medica y la posteridad psiquiátrica de la crisis clásica fue distinta, como no había campo
en cuyo interior para que esa constatación de la verdad fuera posible, la psiquiatría debió sustituir
la vieja crisis médica clásica por algo que, como ésta, era una prueba de realidad.

como resumen En la psiquiatría, el momento que va a puntuar y organizar ese campo de poder
disciplinario es la prueba de realidad que tiene doble sentido. Por una parte se trata de dar

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existencia como no enfermedad a los motivos aducidos para una internación intervención
psiquiátrica posible. La prueba psiquiátrica, por ende, es la prueba que llamare el desdoblamiento
administrativo médico: dar existencia a los motivos de la demanda como síntomas de enfermedad:
primera función de la prueba psiquiátrica

En cuanto a la segunda, es correlativa de ella con esta prueba se trata de dar existencia al saber
médico, al poder de intervención y el poder disciplinario del psiquiatra. Ahora es preciso hacer
funcionar ese poder disciplinario como poder médico y la prueba psiquiátrica va a ser aquella que,
por una parte, constituya como enfermedad el pedido de internación, y haga actuar como médico
a la persona a quien se otorga una de las facultades de decisión en la internación. En la medicina
orgánica, el médico formula oscuramente esa demanda, muestrame tus síntomas y te diré qué
enfermo eres, en la prueba psiquiátrica, la demanda del psiquiatra es mucho más gravosa, está
mucho más sobre cargada proporcióname síntomas, no para que yo sepa qué enfermo eres, sino
para que pueda ser un médico frente a ti.

Podemos decir que la prueba psiquiátrica es una perpetua prueba de entrada al hospital. ¿Por qué
no se puede salir del asilo? No se puede salir del asilo, no por que la salida esté lejos, sino porque la
entrada está demasiado cerca, si tomamos las cosas en el nivel del funcionamiento disciplinario en
él tenemos un sobre poder médico que es formidable porque, en definitiva, el médico se confunde
con el sistema, disciplinario, el hospital mismo es su cuerpo. Pero por otro lado tenemos un
prodigioso sobre poder del enfermo, pues es él quien, precisamente según su manera de sufrir la
prueba psiquiátrica, su manera de salir de ella, va a entronizar o no al psiquiatra como médico.

introducción general de esa prueba psiquiátrica:

Tres formas principales para esa prueba de la realización de la enfermedad:

1) El interrogatorio 2) La droga, y 3) La hipnosis.

En primer lugar la técnica del interrogatorio: se trata de fijar al individuo a su identidad, obligado a
reconocerse en su pasado, en una serie de acontecimientos de su vida, me parece que el
imerrogatorio realiza la locura de cuatro maneras, para comenzar, un interrogatorio psiguiátrico
clásico, empieza por los antecedentes significa preguntar al enfermo cuáles han sido las diferentes
enfermedades que afectaron a sus ascendientes, todas las enfermedades que puedan haber
padecido, ¿De qué se trata en el fondo? se trata de extender a la escala pluriindividual la búsqueda
de una serie de signos, pródromos, etc., pero sobre todo y esencialmente de suplir la anatomía
patológica, la ausencia de cuerpo o ese alejamiento del cuerpo del cual les hablaba, como no se
puede ni se sabe encontrar en el enfermo un sustrato orgánico a su enfermedad se trata de hallar
en el marco de la familia acontecimÍentos patoIógicos, la herencia es una manera de darle CUERPO
a la enfermedad, se recorta una suerte de gran cuerpo fantasmatico que es el de una familia
afectada pues si se transmiten significa que tienen un soporte material y al tenerlo, se llega al
sustrato orgánico de la locura, es una especie de sustratoo rneraorgánico, pero que constituye el
verdadero cuerpo de la enfermedad.

En segundo lugar tenemos la búsqueda de los pródromos, los antecedentes individuales, y esto es
otro aspecto muy constante del interrogatorio psiquiátrico informaciones sobre su vida, cuándo
estuyo enfermo, qué le sucedió, etc. En el dominio de la psiquiatría la búsqueda de antecedentes es
muy distinta, en el fondo, buscar antecedentes individuales es imentar mostrar, por un lado, que la
locura' existía antes de constituirse como enfermedad y al mismo tiempo, mostrar que esos signos

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no eran aún la propia locura, sino sus condiciones de posibilidad, signos anunciadores, marcas de
disposición de enfermedad, Lo cual significa, en el fondo, volver a inscribir la locura en el contexto
individual de lo que podemos denominar anomalía.

La anomalía es la condición de posibilidad individual de la locura; para poder demostrar que Es en


efecto de un orden patologico por ejemplo en el caso de Dossier Pierre Riviere cuando los médicos
intentaron determinar si Riviere era un enfermo mental o no, si estaba o no afectado por algo que
no se atrevían demasiado a llamar "monomanía" ¿cómo probar que esa conducta criminal era loca?
Había que resiruarla en un campo de anomalías; y ese campo de anomalías estaba compuesto por
una serie de elementos por ejemplo, de haber cortado de niño la cabeza de los repollos mientras
uno imaginaba ser el jefe de un ejército. Segunda operación del interrogatorio: constitucion de un
horizonte de anomalias. El tercer papel del interrogatorio es la organización de lo que podríamos
llamar cruce o quiasma entre la responsabilidad y la subjetividad. En el fondo de todo interrogatorio
psiquiátrico siempre hay una especie de transacción que tendría la siguiente forma , el psiquiatra
diría a quien está frente a el; estas aquÍ, sea por propia voluntad o sea traído por otro, vienes porque
hay quejas de ti. Dame tu síntoma y te sacaré la culpa. Esa suerte de transacción, es lo que se juega
en el fondo del interrogatorio psiquiátrico. El interrogatorio psiquiátrico debe cuestionar las razones
por las que el individuo se encuentra frente al psiquiatra y transformar esos motivos de su presencia
allí en síntomas.

4ta función del interrogatorio psiquiátrico - ordenamiento de la confesión central-.

El interrogatorio psiquiátrico tiene siempre cierta finalidad, y a su vez siempre se interrumpe en cierto
punto. El foco que el interrogatorio procura realizar es la forma extrema e irrecusable de la locura.
Que el interrogado no sólo reconozca la existencia de ese foco delirante, sino que lo actualice
concretamente en el interrogatorio. Forma de lograrlo -- 2 maneras. 1) Una confesión ritualmente
obtenida en ese interrogatorio: "¡Sí, escucho voces! ¡Sí, tengo alucinaciones!", "¡Sí, creo ser
Napoleón!". Y si no se trata de la actualización en la confesión, por la fijación del síntoma en primera
persona, es preciso conseguir en el interrogatorio la actualización de la crisis misma, suscitar la
alucinación, provocar la crisis histérica. Poner al sujeto en una suerte de punto de estrangulamiento
en el cual se vea obligado a decir "estoy loco" y a representar efectivamente su locura. Obligado a
decir: En efecto, soy aquel para quien se ha constituido el hospital psiquiátrico, aquel que necesita
la existencia de un médico. La doble entronización del individuo interno como enfermo y del
individuo internante como médico y psiquiatra.

Actúa la doble analogía con la confesión religiosa y la crisis médica: la confesión religiosa contribuye
al perdón, y la excreción en la crisis médica hace salir la sustancia morbífica. Punto de convergencia.
La confesión extrema de la locura es en definitiva el punto de partida para que el individuo pueda
liberarse de su locura = "Dame los motivos por los cuales te encierro; dame efectivamente los
motivos por los cuales te privo de tu libertad y, entonces, te liberaré de tu locura”. Entrelazamiento
entre el poder del médico y la extorsión de la confesión en el enfermo.

Constitución de una mimesis médica, el analogon de un esquema médico proporcionado por la


anatomía patológica: ese interrogatorio constituye en primer lugar un cuerpo por el sistema de las
asignaciones de herencia, primero da cuerpo a una enfermedad que no lo tenía, segundo, en torno
de esa enfermedad y para poder identificarla como tal, constituye un campo de anomalías; tercero,
fabrica síntomas a partir de una demanda; y cuarto y último, aísla, circunscribe, define un foco
patológico y lo muestra y actualiza en la confesión o en la realización de ese síntoma mayor y
nuclear.
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Gracias a un juego de manos, de intercambios, de promesas, de dones y contradones entre el
psiquiatra y el enfermo, vamos a tener una triple realización: realización de una conducta como
locura, en segundo lugar de la locura como enfermedad y realización, por último, del custodio del
loco como médico.

Interrogatorio = ritual completamente renovado del diagnóstico absoluto. Actividad del psiquiatra
en un hospital modelo del siglo XIX: 1 - la visita: iré, recorreré todos los engranajes del asilo, veré
todos los mecanismos del sistema disciplinario para transformarlos, en virtud de mi sola presencia,
en aparato terapéutico; en segundo lugar, el interrogatorio: síntomas: dame tus síntomas, hazme
de tu vida unos síntomas y harás de mí un médico. Ambos elementos a través de los cuales funciona
el campo disciplinario

Revigorización del rito del interrogatorio. Organiza justamente un espacio en el cual el alienista va
a estar marcado como médico por el mero hecho de que a su alrededor, en concepto de oyentes y
espectadores, están los estudiantes. El carácter médico de su rol y las operaciones de transmutación
ya aludidas son posibles si el coro y la masa de los estudiantes rodean al médico. Necesita la
existencia de esa suerte de corporeidad institucional que es la corona de los estudiantes atentos,
en torno del maestro, a las respuestas del enfermo. La dimensión magistral de la palabra / +
prestigio.

Las formas del interrogatorio han variado (en Leuret, formas mucho más sutiles). Este psiquiatra
inventó el interrogatorio mediante el silencio. No decir nada al enfermo, esperar que hable, dejarlo
decir lo que quiera = la mejor manera de llegar precisamente a la confesión focal de la locura.

Junto al interrogatorio, los otros dos operadores fundamentales de la medicalización, de la


realización de la locura como enfermedad: la droga y la hipnosis.

Droga: uso disciplinario que desde el siglo XVIII se daba a una serie de drogas. Luego va a florecer
un nuevo fenómeno, que es la utilización médico legal de la droga, para determinar si un sujeto era
o no un enfermo mental.

El episodio decisivo de todo esto fue, por supuesto, el libro -y la práctica- de Moreau de Tours. El
mismo cuenta que "él mismo" ha probado h droga, y que después de tomar una cantidad bastante
considerable en forma de papilla, pudo identificar en la intoxicación con esta sustancia una serie de
fases: 1) "sensación de dicha"; 2), "excitación; disociación de ideas"; 3) "error en cuanto al tiempo y
el espacio"; 4) "desarrollo de la sensibilidad, tanto desde el punto de vista visual como desde el
punto de vista auditivo: exageración de las sensaciones cuando se escucha música, etc."; 5) "ideas
fijas, convicciones delirantes"; 6) "lesión de los afectos", exageración de los temores, de la
excitabilidad, de la pasión amorosa, etc.; 7) "impulsos irresistibles", y 8) "ilusiones, alucinaciones".

Describe los distintos estadios podrán advenir que muy pronto, pasado el momento de la sensación
de dicha nos encontramos en el orden de la enfermedad mental: disociación de ideas, error con
respecto al tiempo y el espacio. Pero habría que analizarlo en el marco de una historia de la droga y
no de una historia de la enfermedad mental. Una reproducción provocada y auténtica de la
enfermedad.

Hasta la experiencia de Moreau de Tours, quien dictaba la ley de la locura era, desde luego, el
psiquiatra como individuo normal, pero la dictaba con la forma de una exclusión: estás loco porque
no piensas como yo; reconozco que estás loco en cuanto las razones valederas para mí no pueden

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penetrar en lo que haces. El psiquiatra como individuo normal dictaba la ley al loco con la modalidad
de esa exclusión, de esa alternativa. Pero he aquí que ahora, a partir de la experiencia con el hachís,
el psiquiatra va a poder decir: yo sé cuál es la ley de la locura, la reconozco justamente porque puedo
reproducirla en mí mismo; puedo, con la salvedad de cierras modificaciones como la intoxicación
con hachís, seguir en mí mismo y reconstituir todo el hilo de los acontecimientos y procesos que
caracterizan la locura. Puedo comprender lo que pasa; puedo aprehender y reconstruir el
movimiento auténtico y autónomo de la locura; soy capaz, entonces, de captarla desde adentro. De
ese modo se funda la famosa y absolutamente novedosa autoridad de la psiquiatría sobre la locura
que adopta la forma de la comprensión.

Designa el sueño. La experiencia del hachís da acceso al sueño, en cuanto mecanismo que puede
constatarse en el hombre normal y servirá precisamente de principio de inteligibilidad de la locura.
Parece, entonces, que dos modos de existencia moral y dos vidas han sido concedidos al hombre.
La primera resulta de nuestras relaciones con el mundo externo. La segunda no es sino el reflejo de
la primera y sólo se alimenta, en cierto modo, de los materiales que ésta le proporciona, pero es,
sin embargo, perfectamente distinta de ella. El dormir es como una barrera elevada entre ambas, el
punto fisiológico donde termina la vida exterior y comienza la vida interior

El hachís es una suerte de interrogatorio automático y si el medico pierde poder en la medida en


que deja actuar la droga, el enfermo, por su parte, está preso en el automatismo de ésta, no puede
oponer su poder al del médico y lo que éste puede perder como poder lo recupera por el hecho de
tener una comprensión del interior mismo de la locura.

El tercer sistema de pruebas en la práctica psiquiátrica de los dos primeros tercios del siglo XIX es el
magnetismo y la hipnosis.

La hipnosis adjudica todos sus efectos a la sola voluntad del médico. Sólo la afirmación de éste, sólo
su prestigio, sólo el poder que ejerza sobre el enfermo sin ningún intermediario, sin ningún supone
material, sin el paso de ningún fluido, ese poder, por sí solo, logra producir los efectos propios de la
hipnosis. En el braidismo, la hipnosis constituye el elemento dentro del cual el saber médico podrá
desplegarse. La hipnosis aparecía como la brecha a través de la cual el poder-saber médico podría
precipitarse y apoderarse del enfermo. La hipnosis permite, entonces, un modelado, un
enderezamiento de la conducta. También permite una anulación de los síntomas. en el nivel mismo
del análisis y la modificación de las funciones, el hipnotizador puede tener influjo sobre el cuerpo
del enfermo.

La hipnosis es lo que va a permitir intervenir de manera efectiva sobre el cuerpo, no simplemente


en el plano disciplinario de los comportamientos manifiestos, sino en el nivel de los músculos, los
nervios, las funciones elementales. Y por consiguiente, es una nueva manera mucho más
perfeccionada, mucho más consumada que el interrogatorio, de dar al psiquiatra una autoridad
concreta sobre el cuerpo del enfermo, es la primera vez que el cuerpo del enfermo, en su detalle
funcional, va a estar por fin al alcance del psiquiatra. El poder psiquiátrico va a aferrarse finalmente
a ese cuerpo que se le escapaba desde que se supo que la anatomía patológica nunca sería capaz
de dar cuenta del funcionamiento y los mecanismos de la locura.

Con estos diferentes instrumentos tenemos los elementos a partir de los cuales va a desarrollarse
lo que es el gran episodio central de la historia de la psiquiatría y la locura en el siglo XIX. Tenemos
entonces tres instrumentos: el interrogatorio, la hipnosis y la droga.

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El interrogatorio, la hipnosis y la droga son tres maneras de realizar efectivamente la enfermedad,
pero en el primero esa realización sólo se hace en el lenguaje, desde luego, y tiene sobre todo el
doble defecto de, primero, no poner al psiquiatra, salvo por el juego de las preguntas y respuestas,
en comunicación interna con los mecanismos de la locura, y segundo, no permitir un influjo sobre
el detalle del cuerpo del enfermo.

Con la droga, por el contrario, va a existir la posibilidad de ese influjo interno, esa especie de
complemento de poder dado al psiquiatra por el hecho de que éste cree, imagina ser capaz de
comprender los fenómenos de la locura; influjo interno, por consiguiente. En cuanto a la hipnosis,
va a ser el instrumento por medio del cual el psiquiatra tendrá autoridad sobre el funcionamiento
mismo del cuerpo del enfermo.

Luego de la desaparición de la gran esperanza neurológica, sólo contaremos con los tres elementos:
el interrogatorio –el lenguaje-, la hipnosis y la droga, con los cuales, sea en los espacios asilares o en
los espacios extraasilares, el poder psiquiátrico funciona aún en nuestros días.

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