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La Guerra de los Mil Días: una masacre oblonga
- Juan José Ortiz Román
Gracias a la clase pasada, después de haber tratado el tema de la historia detrás de la Regeneración y la Constitución de 1886, con personajes como Rafael Núñez o Miguel Antonio Caro, me quedan claros los motivos de revolución liberal para La Guerra de los Mil Días. En octubre de 1899, el liberalismo del interior del país marchó hacia Santander para enfrentar el gobierno conservador de Manuel Antonio Sanclemente, dando así inicio, el 17 de octubre de ese mismo año, a la guerra civil más larga de la nación (o no nación, depende del punto de vista a la pregunta: ¿es Colombia una nación?): la Guerra de los Mil Días o de los Tres Años. En dicho conflicto, los liberales, organizados en guerrillas, y que además contaban con la represión y administración del Estado conservador, se vieron obligados a raptar armamento del enemigo y a utilizar bastante el machete, que incitó la violentización de la guerra. Por otro lado, la participación de las mujeres fue bastante amplia y se vio reflejada en la preparación de alimentos, el cuidado y la consolación de los heridos en combate; o en el caso de las mujeres de ciudad sirviendo como informantes y espías, financiando con municiones o víveres y hasta donando sus blancas ropas para que sean usadas como gasas. A estas mujeres ligadas a la historia con esta participación se les conocían como “las Juanas”. Desafortunadamente, los niños también intervinieron en la contienda siendo obligados a servir en los mandos o huyendo de casa para luchar en las filas persiguiendo la figura del héroe. Respecto a la guerra per se, Santander fue escogido como un punto crucial para la revolución liberal debido a factores como: - Su tradición guerrera y unanimidad liberal. - La magnificación de problemas socioeconómicos que causaban mayor tensión en el territorio. - La espera de reciprocidad por la ayuda prestada al movimiento venezolano Cipriano Castro por parte de los liberales santandereanos que les dieron hombres y armas. - Su geografía que permitiría el ingreso de dotaciones desde el exterior, la expansión del movimiento y complicaría las operaciones militares del bando contrario.
A pesar de que el liberalismo carecía de unidad de mando, lo que provocó la
imposición de tres personalidades con su ejército propio: Benjamín Herrera, Justo Durán y Rafael Uribe Uribe, fueron sumando pequeñas victorias debido a conflictos internos conservadores que llegaron al punto en el que los primeros disparos de la guerra fueran entre ellos mismos.
Esa misma situación de dificultades internas, ahora en el partido liberal, les
costaría una importante pérdida en la batalla de Piedecuesta. Los conservadores esperaban el ataque de los liberales, que tenían al 50% de sus hombres desarmados y el coronel Matriz del ejército de Uribe procedió por su propia cuenta, iniciando una calamidad liberal. De inmediato Uribe encomienda al coronel Marcos Arango suspender las operaciones de Matriz, pero este se tomó su cantimplora de aguardiente y, al llegar ebrio al campo de batalla y ver a los muertos y heridos, provoca que sus soldados entren al combate.
Después de la derrota, se encuentran los ejércitos liberales, que sumaban 3600
hombres, mientras que el ejército legitimista sumaba 6000, y se movilizan buscando salida de auqella situación cuando son interceptados por el oponente en el puente de La Laja. Así es como se inicia un combate de suma importancia, ya para el 16 de diciembre Uribe Uribe se impone la imposible tarea de conquistar el puente y darse paso entre las líneas enemigas, tarea que cumple exitosamente y propicia un duro golpe al ejército conservador.
Dicho acto es “militarmente inexplicable”, en palabras de Jaramillo, el cual
justifica que dicha hazaña se dio gracias al deseo del gobierno de prolongar la guerra, deseo que es explicado con hechos como donaciones de municiones al liberalismo cuando carecía de estas o el telegrama del ministro de guerra en el cual ordenaba al general Villamizar a dejar pasar la revolución porque el gobierno necesitaba alargar el estado de las cosas. Todos estos acontecimientos demuestran otra vez que la separación entre los partidos y entre el país en general no es y nunca ha sido tan marcada ni tan estricta, y que se resalta la pregunta si los partidos son en realidad aliados o enemigos. Definitivamente la historia es una ciencia que estudia el presente narrando los hechos del pasado.