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BUAP
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Jessica Vianney Islas González
El proceso
Taller de expresión oral y esc.
El proceso ¿De que se le acusa?, pese a que, por más que le damos vueltas a la novela, no se nos explica. Y es que los humanos nos negamos al no tener una razon. Al principio de la novela, también el protagonista está seguro de que es un error , y así mientras la novela sigue secuencia, lo ha asumido al menos un poco. En el proceso, K. ha intentado llegar con autoridades superiores que le puedan explicar su culpa y así él pueda mostrar su inocencia. pero nunca logra llegar a autoridades superiores sumergido en una burocracia abrumadora El proceso desmonta el entramado de la realidad. Por un error, alguien es condenado. Es más común de lo que se cree, las cárceles están llenas de estos errores infames. Pero esta lectura es la más bondadosa. La que nos permitiría dormir un poco tranquilos. Sólo basta con tener una suerte promedio para, tal vez, no sacarnos la lotería invertida y ser víctimas de la desgracia. Pero ¿qué tal si en realidad no existe un tribunal superior? Es decir, K busca llegar a algo que no existe. Por medio de Josef, Kafka se burla del libre albedrío, ese sofisticado juguete con el que la naturaleza se divierte a costa de nosotros. A través de sus páginas acompañamos al protagonista en una angustiante trama en la cual jamás sabrá de qué se le acusa. Desde el primer capítulo, asumimos que es una novela muy lenta. Pensamos que la historia va muy lento Otra de las sorpresas es que resulta una multimetáfora que complejiza nuestras preguntas sobre el mundo. Así sea el lector un adolescente en patineta o un viejo sabio, todos encontrarán en la trama algo parecido a una broca taladrándoles el cerebro. Asumimos que para recibir castigo debemos ser culpables. Es una de las bases en que está estructurada la sociedad. Pero ¿y si no fuera así? ¿Si el castigo no estuviera relacionado con una culpa? Y no me refiero a una equivocación. Sino que, simple y llanamente, no hay una relación causal entre culpa y castigo. Entonces sería perfectamente lícito y natural ser castigado sin haber hecho nada malo. Esto difuminaría los bordes de la vida cotidiana y la pesadilla. Y tal vez así es en realidad.
La única salida que en principio se le ofrece es la que le proporciona un pintor humilde
y zarrapastroso, Titorelli, retratista de jueces del tribunal. Éste será quien le brinde mayor cantidad de información concreta y organizada, pero una vez que lo escuche, K. habrá comprendido que su proceso puede ser infinito. Ante él se presentan tres posibilidades: la absolución real, la absolución aparente y el aplazamiento ilimitado. Pero no hay nadie que pueda determinar la absolución real, sólo el Tribunal Supremo, al que nadie tiene acceso, ni siquiera los abogados. Lo único, por tanto, que se puede obtener son remisiones periódicas de la culpa, plazos que separan cada vez más al procesado de su destino final. Hay un momento en el que la culpa desencadenante -que no sabemos cuál es- ya se ha borrado de las perspectivas del juicio. Una vez que la máquina de la justicia se ha puesto en marcha, desaparece para siempre la posibilidad de la inocencia, todos los procesados son culpables. El proceso nos permite entender hasta donde pueden llegar los regímenes autoritarios y las consecuencias del ejercicio arbitrario del poder sobre los derechos de los individuos; la corrupción de los entes judiciales; la violación de las garantías procesales y, lo más interesante, la presencia de una sociedad inerme que vive y asume con naturalidad situaciones absurdas y logra adaptarse a ellas para sobrevivir. Los aspectos jurídicos que podemos resaltar en esta obra son muchos. La literatura nos ayuda a entender las instituciones jurídicas de una manera más cercana, directa y El proceso de Kafka es un ejemplo claro de ello pues refleja la necesidad de que ciertos valores y principios sobre los que se fundamenta el Estado constitucional o Estado de derecho deben necesariamente estar presentes. En El Proceso, Kafka revela lo que sucede cuando el poder de un Estado no respeta ni cumple el principio de seguridad jurídica; así, un sujeto que ha llevado una vida normal, es arrestado y condenado por algo que desconoce; no sabe cuál de los comportamientos que pudo haber realizado a lo largo de su vida ocasionó el hecho de su juzgamiento y persecución. Esta situación le produjo un estado de angustia, indignidad, soledad, desasosiego sin tener posibilidad alguna de defenderse, pues al no comprender de qué se le acusaba, mal podía tener argumentos para salvarse; lo que vive es el limbo: un estado anímico y psicológico en el que se tiene la certeza de que algo sucederá, que se intuye que será terrible pero que no se sabe cuándo ni cómo va a llegar. Otro de los principios y valores fundamento de los ordenamientos jurídicos basados en un Estado de derecho y que es inexistente en la obra que se comenta, es el debido proceso. Este supone la obligatoriedad del Estado y sus poderes públicos de que en el ejercicio del poder respeten de manera irrestricta la norma, lo cual conlleva a que cada vez que se vinculan con el ciudadano han garantizar un conjunto de derechos: el derecho a la defensa; la presunción de inocencia; el derecho a la segunda instancia; a ser oído con todas las debidas garantías en un tiempo razonable; a ser juzgado por los jueces naturales; y, finalmente, el derecho a no declarar contra sí mismo. Lo que se pretende con este valor es que cualquier ciudadano sometido al juicio o a la autoridad del poder público, sea judicial o administrativo, tenga el derecho de participar en un cauce procedimental previamente establecido, dentro del cual se le de la oportunidad no sólo de conocer las razones que originaron las actuaciones objeto de su juzgamiento, sino que pueda expresar las consideraciones de hecho y de derecho que crea oportunas alegar; así como aportar las pruebas pertinentes que soporten sus razonamientos y que el órgano decisor las tome en cuenta A Josef K. nunca se le dice de qué se le acusa, no puede por tanto defenderse pues en realidad está siendo juzgado por un sistema inquisitivo de un régimen político autoritario y déspota. Como consecuencia de ello, es lógico que sea víctima de una detención arbitraria, de una intromisión indebida a su domicilio, que tenga que transitar por un lentísimo trámite judicial, que todos los personajes que le rodean no presuman su inocencia, y que finalmente sea sujeto de una condena perpetrada por una autoridad criminal.