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El Catequista

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Directorio General para la catequesis

el catequista
La identidad
y la
vocación del
catequista
identidad y vocación del catequista

En la constitución del cuerpo de Cristo hay variedad de miembros y


misterio. Uno mismo es el espíritu, que distribuye sus diversos dones,
para el bien De la Iglesia, según sus riquezas y la diversidad de los
Ministerios (LG 7)
Por el Bautismo y la
Confirmación los cristianos nos
incorporamos a Cristo y
participamos en su oficio
sacerdotal, profético y real, y
nos convertimos en testigos del
anuncio del Evangelio.
Algunos pueden ser llamados a cooperar con el Obispo y los sacerdotes en el
ejercicio del ministerio de la Palabra, entre ellos, el “ministerio de la catequesis”
(CT 13).
Toda la comunidad cristiana es responsable del ministerio de la catequesis, cada uno según su condición
particular en la Iglesia. El catequista pertenece a la comunidad cristiana y es una expresión de la misma, es un
cristiano que recibe un llamado de Dios, para estar al servicio de la transmisión de la fe y para la tarea de ini-
ciar en la vida cristiana, siendo guiado y fortalecido por el Espíritu Santo, participando de la misión de Jesús
que conduce a sus dis- cípulos a la relación filial con el Padre.
El catequista es:
Testigo de la fe y custodio de
la memoria de Dios: al
experimentar la bondad y la
verdad del Evangelio en su
encuentro con la persona de
Jesús, el catequista guarda,
nutre y da testimonio de la
nueva vida que se deriva de Él
y se convierte en un signo
para los demás.
El catequista es:
Maestro y mistagogo: el catequista tiene la doble
tarea de transmitir el contenido de la fe y conducir
al misterio de la fe misma.
El catequista es:
Acompañante y educador: el
catequista es experto en el arte del
acompañamiento, tiene habilidades
educativas, sabe escuchar, se hace
compañero de viaje con paciencia,
ayuda a los hermanos a madurar en
la vida cristiana y a caminar hacia
Dios. Es un experto en humanidad.
El obispo es el
primer catequista
El Obispo es el principal responsable de cuidar
la transmisión del Evangelio y el depósito de la
fe; asegurar la inculturación de la fe; elaborar
un proyecto global; suscitar y sostener una
auténtica pasión por la catequesis; velar para
que los catequistas estén debidamente
preparados; y revisar los textos y las
herramientas y también los recursos necesarios
para la catequesis.
El presbítero en la catequesis
Colabora con el
Obispo y tiene la
responsabilidad de
animar, coordinar y
dirigir la actividad
catequística de la
comunidad que se le
ha confiado.
El presbítero en la catequesis
Los deberes del párroco, y en general de los presbíteros,
son: dedicarse a la catequesis de los fieles confiados a su
cuidado pastoral, aprovechando cada oportunidad para
proclamar el Evangelio; cuidar el vínculo entre la
catequesis, la liturgia y la caridad, dando importancia al
domingo como día del Señor y de la comunidad cristiana;
despertar en la comunidad un sentido de responsabilidad
hacia la catequesis y discernir las vocaciones específicas al
respecto; organizar la catequesis, con la colaboración de
los mismos catequistas, involucrándolos en las diversas
etapas; evitar subjetivismos en el ejercicio del sagrado
ministerio; como catequista de catequistas, cuidar la
formación de estos.
El diácono en la catequesis
Los diáconos están llamados a atender a la catequesis, a
participar en los programas de la catequesis y a anunciar
la Palabra.
Su acción puede desarrollarse entre privados de la
libertad, enfermos, ancianos, jóvenes con dificultades,
inmigrantes, etc. Tienen la tarea de animar a todos los
creyentes a una verdadera práctica de la caridad.
Los diáconos permanentes pueden participar en la
catequesis de las familias y en el acompañamiento de
situaciones que requieren especial atención y delicadeza.
Los consagrados al servicio
de la catequesis
La Iglesia convoca, de
manera particular, a las
personas de vida consagrada
a la actividad de la
catequesis, en la cual su
contribución original y propia
no puede ser remplazada por
sacerdotes o laicos: «Primer
objetivo de la vida
consagrada es el de hacer
visibles las maravillas que
Dios realiza en la frágil
humanidad de las personas
llamadas. Más que con
palabras, testimonian estas
ma- ravillas con el lenguaje
elocuente de una existencia
transfigurada, capaz de
sorprender al mundo» (VC
20)
Los laicos catequistas Los laicos, que
testimonio del Evangelio en
dan

diferentes contex- tos, tienen


la oportunidad de interpretar
los hechos de la vida de una
manera creyente, de hablar
de Cristo y de los valores cris-
tianos, de dar razones de sus
elecciones. Esta catequesis,
por así decirlo, espontánea y
ocasional, es de gran
importancia porque está
relacionada inmediatamente
con el testimonio de la vida.
La vocación al ministerio de
la catequesis surge del
sacramento del Bautismo y
se fortalece con la
Confirmación, sacramentos
por los cuales el laico
participa en el oficio
sacerdotal, profético y real de
Cristo.
Los padres creyentes, con su
ejemplo diario de vida, tienen la
capacidad más atractiva de transmitir
a sus hijos la belleza de la fe cristiana.
El mayor desafío es que los padres
superen la mentalidad tan común de
delegar a otros este empeño, siendo
ellos los primeros catequistas de sus
hijos.
La tarea de los padrinos es ser
apoyo en el compromiso educativo de
los padres. Su labor es «mostrar con
amigable familiaridad al catecúmeno
la práctica del Evangelio en la vida
individual y social, ayudarlo en las
dudas y ansiedades, dar testimonio y
cuidar el desarrollo de su vida
bautismal» (RICA 43).
Respecto al papel que cumplen los
abuelos en la catequesis: «La Iglesia
ha prestado siempre una atención
particular a los abuelos, reconociendo
que constituyen una gran riqueza
desde el punto de vista humano y
social, así como desde el punto de
vista religioso y espiritual» (Benedicto
XVI).
Las mujeres desempeñan un papel
valioso en las familias y comu-
nidades cristianas, ofreciendo su
servicio como esposas, madres,
catequistas, trabajadoras y
profesionales. Tienen como ejemplo a
María «modelo de aquel afecto
materno, con el que es necesario
estén animados todos los que en la
misión apostólica de la Iglesia
cooperan para regenerar a los
hombres».
muchas
gracias

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