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Nkrumah OUA

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Discurso de Kwame Nkrumah dado en la víspera de la fundación de la OUA (24 de

mayo de 1963)

“Estoy feliz de estar aquí en Addis Abeba en esta ocasión sumamente histórica. Traigo
conmigo las esperanzas y los saludos fraternales del gobierno y el pueblo de Ghana.
Nuestro objetivo es la unión africana ahora. No hay tiempo que perder. Debemos unirnos
ahora o perecer. Estoy confiado de que con nuestro esfuerzo concertado y determinación,
sentaremos aquí las bases para una unión continental de Estados Africanos.
Un continente entero nos ha impuesto el mandato de sentar las bases de nuestra unión en
esta conferencia. Es nuestra responsabilidad ejecutar ese mandato creando, aquí y ahora, la
fórmula sobre la cual la superestructura requerida se pueda erigir.
En este continente no nos ha tomado tanto tiempo descubrir que la lucha contra el
colonialismo no termina con la obtención de la independencia nacional. La independencia
es sólo el preludio para una nueva y más comprometida lucha por el derecho de conducir
nuestros propios asuntos económicos y sociales; de construir nuestra sociedad de acuerdo
con nuestras aspiraciones, libres de controles e interferencias neocolonialistas destructoras
y humillantes.
Desde el comienzo nos han amenazado la frustración, donde un cambio rápido es
imperativo, y la inestabilidad, donde el esfuerzo sostenido y el gobierno estable son
indispensables.
Ningún acto esporádico ni ninguna resolución piadosa pueden resolver nuestros problemas
presentes. Nada funcionará, excepto la acción conjunta de un África unida.

Unirse o hundirse
Hemos alcanzado ya la etapa en la que debemos unirnos o nos hundiremos en esa condición
que ha hecho que América Latina, sin quererlo, sea la presa desesperada del imperialismo
después de un siglo y medio de independencia política.
Nosotros hemos surgido como un continente independiente en una era diferente, con un
imperialismo más fuerte, más cruel, con más experiencia y más peligroso en sus
asociaciones internacionales. Nuestro avance económico demanda el fin de la dominación
colonialista y neocolonialista en África.
Pero tal como entendimos que el modelado de nuestros destinos nacionales requería de
cada uno nuestra independencia política e invertimos toda nuestra fuerza en este logro, así
tenemos que reconocer que nuestra independencia económica reside en nuestra unión
africana y requiere la misma concentración sobre el logro político.
La unidad de nuestro continente, no menos que la independencia de cada país, se demorará,
si por cierto no la perdemos, al codearnos con el colonialismo.
La unidad africana es, por sobre todo, un reinado político que sólo puede ganarse a partir de
medios políticos. El desarrollo social y económico de África se dará una vez que se alcance
el reinado político, y no de manera inversa.
¿No es acaso la unidad la que puede forjarnos en una fuerza efectiva, capaz de crear nuestro
propio progreso y de hacer nuestro valioso aporte a la paz mundial?
¿Qué estado africano independiente, quién de ustedes aquí, afirmará que su estructura
financiera e instituciones bancarias están completamente sujetas a su desarrollo nacional?
¿Qué estado afirmará que sus recursos materiales y humanos están disponibles para sus
propias aspiraciones nacionales? ¿Cuál negará una importante decepción y desilusión con
respecto a su desarrollo agrario y urbano?
Inestabilidad y frustración
En África independiente, ya estamos volviendo a experimentar la inestabilidad y frustración
que existían bajo el poder colonial. Estamos aprendiendo rápido que la independencia
política no es suficiente para deshacernos de las consecuencias del poder colonial.
El movimiento de masas del pueblo de África para liberarse de ese tipo de régimen no fue
sólo una revuelta en contra de las condiciones que éste impuso. Nuestra gente nos apoyó en
nuestra lucha por la independencia porque creyeron que los gobiernos africanos podían
curar las enfermedades del pasado de una manera que nunca podría haberse conseguido
estando bajo el poder colonial.
Si, entonces, ahora que somos independientes permitimos que existan las mismas
condiciones que existían en los días de la colonia, todo el resentimiento que derrocó al
colonialismo será movilizado en contra nuestra.
Los recursos están. Está en nosotros administrarlos para el servicio activo de nuestra gente.
A menos que hagamos esto concertando nuestros esfuerzos, dentro del marco de nuestra
planificación combinada, no progresaremos al ritmo demandado por los acontecimientos de
hoy día y el ánimo de nuestra gente. Los síntomas de nuestros problemas crecerán y los
problemas en sí devendrán crónicos. Será entonces demasiado tarde incluso para que la
unidad africana nos asegure estabilidad y tranquilidad en nuestras labores por un continente
con justicia social y bienestar material.
Ciertamente, nuestro continente supera a todos los otros en cuanto a potencial energía
hidroeléctrica, que algunos expertos diagnostican como el 42% del total mundial. ¿Qué
necesidad tenemos de seguir siendo extractores de madera y de agua para las áreas
industrializadas del mundo?
Se dice, por supuesto, que no tenemos capital, ni experiencia industrial, ni comunicaciones
ni mercados internos, y que no podemos ni siquiera ponernos de acuerdo entre nosotros
sobre cómo utilizar mejor nuestros recursos para nuestras propias necesidades sociales. Aún
así, todos los mercados bursátiles en el mundo están preocupados por el oro, diamantes,
uranio, platino, cobre y mineral de hierro africanos.
Nuestro capital nos abandona para irrigar todo el sistema de la economía Occidental. El
cincuenta y dos por ciento del oro en Fort Knox en este momento, donde EE.UU. almacena
sus lingotes, se cree ha tenido su origen en nuestras costas.
África provee más del 60% del oro mundial. Una gran cantidad de uranio para energía
nuclear, de cobre para la electrónica, de titanio para proyectiles supersónicos, de hierro y
acero para industrias pesadas, de otros minerales y materia prima para industrias más
livianas -el poderío económico básico de las potencias extranjeras- vienen de nuestro
continente.
Los expertos han estimado que sólo la cuenca del Congo puede producir suficientes granos
para satisfacer los requerimientos de cerca de la mitad de la población del mundo entero, y
aquí nosotros seguimos hablado sobre regionalismo, sobre gradualismo, hablando de hacer
las cosas paso a paso. ¿Están ustedes asustados de tomar el toro por las astas?
Durante siglos, África ha sido la vaca lechera de Occidente. ¿No fue nuestro continente que
ayudó al mundo Occidental a construir su riqueza acumulada?
Tenemos los recursos. Fue el colonialismo en primer lugar que nos impidió acumular
capital; pero hemos sido nosotros que fallamos en utilizar por completo nuestro poder en la
independencia para movilizar nuestros recursos para el despegue más efectivo al profundo
desarrollo económico y social.
Hemos estado demasiado ocupados atendiendo a nuestros estados por separado como para
entender del todo la necesidad básica de nuestra unión, enraizada en un propósito, una
planificación y un esfuerzo comunes. Una unión que ignora estas necesidades
fundamentales no será sino farsa. Es sólo al unir nuestra capacidad de producir con la
producción resultante que podemos amasar capital. Y una vez que empecemos, el ímpetu
crecerá. Con el capital controlado por nuestros propios bancos, y sujeto a nuestro propio y
verdadero desarrollo industrial y agrícola, avanzaremos.
Acumularemos maquinaria y estableceremos acerías, fundiciones y fábricas de hierro,
uniremos los estados de nuestro continente con comunicaciones por tierra, mar o aire.
Telegrafiaremos de un lugar a otro, llamaremos por teléfono de un lugar a otro y
sorprenderemos al mundo con nuestra energía hidroeléctrica, drenaremos ciénagas y
pantanos, limpiaremos las áreas infestadas, alimentaremos a los desnutridos y libraremos a
nuestra gente de parásitos y enfermedades.

Camellos y burros, no en esta era


Está dentro de las posibilidades de la ciencia y la tecnología hacer que incluso el Sahara se
transforme en un vasto campo de vegetación verde para desarrollos agrarios e industriales.
Vincularemos radio, televisión y grandes imprentas para sacar a nuestra gente de la
oscuridad del analfabetismo.
Hace una década, estas habrían sido palabras visionarias, fantasías de un soñador. Pero esta
es la era en la que la ciencia ha trascendido los límites del mundo material, y la tecnología
ha invadido los silencios de la naturaleza.
El tiempo y el espacio han sido reducidos a abstracciones insignificantes. Máquinas
gigantescas hacen rutas, arrasan con bosques, cavan represas, establecen aeródromos;
camiones y aviones monstruosos distribuyen bienes; enormes laboratorios elaboran
medicamentos; se realizan complicadas investigaciones geológicas; y se construyen
poderosas estaciones eléctricas y fábricas colosales -todo esto a una velocidad increíble.
El mundo no se mueve más por caminos de tierra o en camellos y burros.
No podemos permitir que nuestras necesidades, nuestro desarrollo, nuestra seguridad,
marchen al paso de los camellos y los burros. No podemos permitirnos no cortar la maleza
crecida a base de actitudes anticuadas que obstruyen nuestro acceso a la modernidad, al
logro de la más amplia e inmediata independencia económica y a la posibilidad de que
nuestro pueblo tenga el nivel de vida más alto.
Incluso para otros continentes que no disponen de los recursos de África, esta es la era que
vislumbra el final de la necesidad humana. Para nosotros esta es una simple cuestión de
conocer con certeza nuestro patrimonio mediante el uso del poder político de la unidad.
Todo lo que necesitamos es desarrollar con nuestra fuerza unida los cuantiosos recursos de
nuestro continente.
¿De qué le sirve al agricultor la educación y la mecanización, de qué le sirve el capital para
el desarrollo, a menos que podamos asegurarle un precio justo y un mercado disponible?
¿Qué han ganado con la independencia política el campesino, el trabajador y el agricultor, a
menos que les aseguraremos una ganancia justa por su trabajo y un nivel de vida más alto?
A menos que podamos establecer grandes complejos industriales en África, ¿qué han
ganado con la independencia política el trabajador urbano y aquellos campesinos de tierras
superpobladas? Si ellos deben continuar desempleados o en puestos no calificados, ¿qué
provecho obtendrán de tener mejores posibilidades de educación, de entrenamiento técnico
y la energía y ambición que la independencia nos permite darles?
No hay casi ningún estado africano sin un problema de frontera con sus vecinos adyacentes.
Sería inútil para mí enumerarlos porque ya son familiares para todos nosotros.
Pero permítanme sugerir que esta reliquia fatal del colonialismo nos llevará a una guerra de
uno contra otro en la medida que nuestro desarrollo industrial se expanda en forma no
planeada y descoordinada, tal como pasó en Europa.
Habremos peleado en vano por la independencia a menos que logremos detener el peligro
mediante el mutuo entendimiento en temas fundamentales y mediante la unidad africana,
que tornarán obsoletas y superfluas las fronteras existentes.
Sólo la unidad africana puede curar esta herida abierta por las disputas limítrofes entre
nuestros varios estados. El remedio para estas enfermedades está en nuestras manos. Está
frente a nosotros en cada barrera aduanera, nos grita desde cada corazón africano. Al crear
una verdadera unión política de todos los estados independientes de África, con poderes
ejecutivos para la dirección política, espero que podamos afrontar cada emergencia y cada
complejidad.
Esto es así porque hemos emergido en la era de la ciencia y la tecnología donde la pobreza,
la ignorancia y la enfermedad ya no son los amos, sino los enemigos retirados de la
humanidad.
Por sobre todo, hemos surgido en un tiempo en el que una masa de tierra continental como
África, con su población llegando a los 300 millones, es necesaria para la capitalización y
el beneficio económico de las técnicas y los métodos de producción modernos.
Ninguno de nosotros que trabaje solo e individualmente puede lograr satisfactoriamente el
más completo desarrollo.
Ciertamente, en estas circunstancias, no será posible dar una ayuda adecuada a los intentos
de nuestros estados hermanos en las condiciones más dificultosas, por mejorar sus
estructuras económicas y sociales. Sólo un África unida funcionando bajo una unión
gubernamental puede movilizar con fuerza los recursos materiales y morales de nuestros
estados por separado y hacer uso de ellos con eficiencia y con energía para posibilitar un
cambio rápido en las condiciones de nuestra gente.

Debemos unirnos
Debemos unirnos. Sin sacrificar necesariamente nuestras soberanías, grandes o pequeñas,
nosotros podemos aquí y ahora forjar una unión política basada en la defensa, los asuntos
exteriores, una diplomacia y una ciudadanía común, una moneda africana, una zona
monetaria africana y un banco central africano. Debemos unirnos para lograr la total
liberación de nuestro continente. Necesitamos un sistema de defensa común con un alto
mando africano para asegurar la estabilidad y la seguridad de África.
Nuestra propia gente nos ha otorgado esta tarea sagrada y no podemos traicionar su
confianza fallándoles. Destruiremos las esperanzas de nuestro pueblo si mostramos la
menor duda o demora en afrontar de manera realista la cuestión de la unidad africana.
Necesitamos una planificación económica unificada para África. Hasta que el poder
económico de África no esté en nuestras manos, las masas no tendrán una preocupación
real ni un interés real por salvaguardar nuestra seguridad, por asegurar la estabilidad de
nuestros regímenes, y por invertir su fuerza en pos de la satisfacción de nuestros objetivos.
Con nuestros recursos, energías y talentos unidos tenemos los medios, tan pronto como
mostremos la voluntad de transformar las estructuras económicas de nuestros estados de la
pobreza a la riqueza y de la desigualdad a la satisfacción de las necesidades de la población.
Sólo sobre una base continental podremos planear la utilización apropiada de todos
nuestros recursos para el completo desarrollo de nuestro continente.
¿De qué otra forma retendremos nuestro propio capital para nuestro propio desarrollo? ¿De
qué otra forma se establecerá un mercado interno para nuestras propias industrias?
Al provenir de zonas económicas diferentes, ¿cómo romperemos con la moneda y las
barreras comerciales entre estados africanos, y de qué manera los estados económicamente
más fuertes podrán asistir a los más débiles y menos desarrollados?
Es importante recordar que el financiamiento independiente y el desarrollo independiente
no pueden tener lugar sin una moneda independiente. Un sistema monetario que se apoya
en los recursos de un estado extranjero está, ipso facto, sujeto al comercio y a los arreglos
financieros de ese país extranjero.
Dado que tenemos tantas barreras aduaneras y monetarias, como resultado de estar sujetos a
diferentes sistemas monetarios de poderes extranjeros, esto ha servido para ensanchar la
brecha entre nosotros dentro de África. ¿Cómo pueden, por ejemplo, comunidades y
familias relacionadas comerciar y apoyarse unas a otras con éxito, si se encuentran ellas
mismas divididas por fronteras nacionales y restricciones monetarias?
La única alternativa abierta para ellas en estas circunstancias es usar moneda de
contrabando y enriquecer a los rufianes nacionales e internacionales que se aprovechan de
nuestras dificultades económicas y financieras.

Moneda común, ciudadanía común


Hoy día, ningún estado africano independiente por sí sólo tiene la posibilidad de seguir un
curso de desarrollo económico independiente, y muchos de nosotros que hemos tratado de
hacerlo casi nos hemos arruinado o hemos tenido que retornar a los brazos de los anteriores
gobernantes coloniales. Esta posición no cambiará a menos que tengamos una política
unificada que funcione a nivel continental.
El primer paso hacia nuestra economía cohesionada sería una zona monetaria unificada con
una inicial paridad común acordada para nuestras monedas. Para facilitar este arreglo,
Ghana podría cambiar a un sistema decimal.
Cuando encontremos que el arreglo de una paridad común fija funcione con éxito, no
habría razón para no instituir una moneda común y un único banco emisor.
Con una moneda común proveniente de un banco emisor común deberíamos ser capaces de
sostenernos por nosotros mismos, porque tal arreglo estaría respaldado por completo por la
combinación de los productos nacionales de los estados que componen esta unión. Después
de todo, el poder adquisitivo depende de la productividad y de la explotación productiva de
los recursos naturales, humanos y físicos de la nación.
Mientras aseguremos nuestra estabilidad mediante un sistema de defensa común y nuestra
economía sea orientada más allá del control foráneo mediante una moneda común, una
zona monetaria y un banco central emisor, podemos investigar los recursos de nuestro
continente.
Podemos empezar a establecer si en realidad somos el más rico y no, como se nos ha
enseñado a creer, el más pobre de los continentes.
Podemos determinar si poseemos el mayor potencial en energía hidroeléctrica y si podemos
vincularla con fuentes de energía a nuestras industrias. Podemos proceder a planear nuestra
industrialización en una escala continental, y construir un mercado común para cerca de
300 millones de personas.
Una planificación continental común para el desarrollo industrial y agrícola de África es
una necesidad vital.
Recibiremos muchas bendiciones si nos unimos o muchos desastres si continuamos
desunidos. El momento histórico que nos ha traído a esta asamblea es un momento
revolucionario. Este es el momento para decidir.
Las masas del pueblo de África están clamando por la unidad. Las personas de África
llaman a la ruptura de las fronteras que las mantienen separadas. Ellas demandan un fin a
las disputas fronterizas entre estados africanos hermanos- disputas que surgen de las
barreras artificiales generadas por el colonialismo. El propósito del colonialismo fue
dividirnos. Fue el propósito del colonialismo dejarnos con nuestras reivindicaciones
fronterizas y rechazar nuestra fusión étnica y cultural.
Nuestro pueblo llama a la unidad para no perder su patrimonio en el servicio perpetuo del
neocolonialismo. En su ferviente puja por la unidad, él entiende que sólo su realización
dará un sentido completo a su libertad y a nuestra independencia africana.
Es esta determinación popular que debe movernos a una unión de los estados africanos
independientes. En la demora reside la amenaza a nuestro bienestar, a nuestra misma
existencia como estados libres.
Se ha sugerido que nuestro acercamiento a la unidad debería ser gradual, que debería darse
por pasos. Este punto de vista concibe a África como una entidad estática con problemas
“congelados” que pueden ser eliminados uno por uno y que cuando estén todos eliminados,
entonces podremos juntarnos y decir: “Ahora todo está bien, permítannos ahora unirnos.”
Esta visión no toma en cuenta el impacto de las presiones externas. Tampoco toma
conocimiento del peligro que la demora puede profundizar nuestros aislamientos y
exclusividades, que puede acrecentar nuestras diferencias y nos puede separar y hacer caer
en la red del neocolonialismo, de esta manera, nuestra unión se convertirá en una esperanza
difusa y el gran plan de la total redención de África se perderá, tal vez, para siempre.

Los peligros del regionalismo


También se dice que nuestras dificultades pueden resolverse simplemente mediante una
gran colaboración a partir de una asociación cooperativa en nuestras relaciones
interterritoriales. Esta forma de contemplar nuestros problemas niega una concepción
apropiada de sus interrelaciones y mutualidad. También niega la fe en un futuro para el
avance africano en la independencia africana. Traiciona un sentido de solución al apoyarse
continuamente en fuentes externas a través de acuerdos bilaterales para ayudas económicas
y de otro tipo.
El hecho es que aunque hemos estado cooperando y asociándonos unos con otros en varios
campos de acción común, incluso antes de la época colonial, esto no nos ha dado la
identidad continental y la fuerza política y económica que nos ayudaría a manejar de forma
efectiva los problemas serios que nos confrontan en el África de hoy en día.
En lo que a la ayuda foránea concierne, un África unida debería estar en una posición más
favorable para atraer la asistencia de fuentes extranjeras. Existe la ventaja más contundente
que este arreglo ofrece en el hecho de que la ayuda vendría de cualquier lugar a un África
unida porque nuestro poder de negociación se tornaría infinitamente mayor. No
dependeremos más de fuentes restringidas. Tendremos el mundo para elegir.
¿Qué estamos buscando en África? ¿Estamos buscando estatutos concebidos a la luz del
ejemplo de las Naciones Unidas? ¿Acaso un tipo de Organización de Naciones Unidas
cuyas decisiones se enmarcan sobre la base de resoluciones que en nuestra experiencia a
veces han sido ignoradas por los estados miembros? ¿Donde se forman agrupamientos y se
ejercen presiones en concordancia con los intereses de los grupos implicados?
¿O la intención es que África debería tornarse una organización laxa de estados basada en
el modelo de la Organización de los Estados Americanos, en el que los estados más débiles
pueden estar a merced de los más fuertes o más poderosos política o económicamente y
todos a su vez a merced de una nación o un grupo de naciones externas más poderosas? ¿Es
este el tipo de asociación que queremos para nosotros en el África unida de la que todos
hablamos con tanto sentimiento y emoción?
Todos nosotros queremos un África unida, unida no sólo en nuestro concepto de lo que la
unidad connota, sino unida en nuestro deseo común de empujar todos juntos hacia adelante
al tratar con todos los problemas que pueden resolverse de la mejor manera sólo a partir de
una base continental.
Hoy nos reunimos aquí no como ghaneses, guineanos, egipcios, argelinos, marroquíes,
malianos, liberianos, congoleses o nigerianos, sino como africanos. Africanos unidos en
nuestra determinación por permanecer aquí, hasta que hayamos acordado los principios
básicos de un nuevo acuerdo para la unidad entre nosotros que nos garantice, a nosotros y a
nuestro futuro, un nuevo arreglo de gobierno continental.
Si triunfamos en establecer un nuevo conjunto de principios como la base de un nuevo
estatuto para el establecimiento de la unidad continental de África y la creación de un
progreso social y político para nuestra gente, entonces, desde mi punto de vista, esta
conferencia debería marcar el fin de nuestros varios agrupamientos y bloques regionales.
Pero si fallamos y dejamos que esta gran e histórica oportunidad se nos escurra de las
manos, entonces dejaremos el camino libre a una división y disenso mayores entre
nosotros, lo que el pueblo de África nunca nos perdonará. Y las fuerzas y movimientos
populares progresistas dentro de África nos condenarán. Por lo tanto, estoy seguro de que
no les fallaremos.
Para ello, pongo a su consideración lo siguiente:
Como primer paso, una declaración de principios que nos una y cohesione, donde deberían
establecerse las bases para la unidad; a la que todos debamos adherir con fe y lealtad.
Como segundo y urgente paso para la realización de la unificación de África, debe
establecerse un Comité de Ministros de Relaciones Exteriores para toda África. Este comité
debería establecer en nombre de los jefes de nuestros gobiernos, un cuerpo permanente de
oficiales y expertos que ideen una maquinaria para el gobierno de unión de África.
Este cuerpo de oficiales y expertos debería estar formado por dos de los más brillantes
cerebros de cada estado independiente africano. Los varios estatutos de los agrupamientos
[regionales] existentes y otros documentos relevantes podrían también estar a disposición
de los expertos y oficiales.
Debemos asimismo decidir un sitio donde trabaje este cuerpo de oficiales y expertos que
sea la nueva sede o capital de nuestro gobierno de unión. Algún lugar central en África
podría ser la sugerencia más justa, ya sea en Bangui, en la República Centroafricana o en
Leopoldville (Kinshasa) en Congo. Mis colegas probablemente tengan otras propuestas.
El Comité de ministros de relaciones exteriores, oficiales y expertos debería tener el poder
de establecer:
1. Una comisión para diseñar una constitución para un gobierno de la unión de Estados
Africanos.
2. Una comisión para idear un plan continental para un programa económico e industrial
unificado o común para África; este plan debería incluir propuestas para establecer:
● Un mercado común para África
● Una moneda africana
● Una zona monetaria africana
● Un banco central africano
● Un sistema de comunicación continental
3. Una comisión para tratar los detalles para una política exterior y diplomacia comunes.
4. Una comisión para planear un sistema de defensa común.
5. Una comisión para elaborar propuestas para una ciudadanía común africana.

ÁFRICA DEBE UNIRSE”

Nota final
Veinticuatro horas después del discurso de Nkrumah, las 32 naciones africanas reunidas en
Addis Abeba no hicieron todo lo posible para conseguir una unión fuerte de Estados
Africanos. En lugar de ello, aceptaron una organización débil -la Organización de la
Unidad Africana (OUA)- cuyo estatuto fue firmado ese mismo día (25 de Mayo de 1963)
por los siguientes países:
Alto Volta [Burkina Faso], Argelia, Burundi, Camerún, Congo (Brazzaville) [República del
Congo], Congo (Leopoldville) [República Democrática del Congo], Costa de Marfil, Chad,
Dahomey [Benín], Etiopía, Gabón, Ghana, Guinea, Liberia, Libia, Madagascar, Malí,
Marruecos, Mauritania, Níger, Nigeria, República Árabe Unida (Egipto), República
Centroafricana, Ruanda, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Tanganyika
[Tanzania], Togo, Túnez y Uganda.

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