Nkrumah OUA
Nkrumah OUA
Nkrumah OUA
mayo de 1963)
“Estoy feliz de estar aquí en Addis Abeba en esta ocasión sumamente histórica. Traigo
conmigo las esperanzas y los saludos fraternales del gobierno y el pueblo de Ghana.
Nuestro objetivo es la unión africana ahora. No hay tiempo que perder. Debemos unirnos
ahora o perecer. Estoy confiado de que con nuestro esfuerzo concertado y determinación,
sentaremos aquí las bases para una unión continental de Estados Africanos.
Un continente entero nos ha impuesto el mandato de sentar las bases de nuestra unión en
esta conferencia. Es nuestra responsabilidad ejecutar ese mandato creando, aquí y ahora, la
fórmula sobre la cual la superestructura requerida se pueda erigir.
En este continente no nos ha tomado tanto tiempo descubrir que la lucha contra el
colonialismo no termina con la obtención de la independencia nacional. La independencia
es sólo el preludio para una nueva y más comprometida lucha por el derecho de conducir
nuestros propios asuntos económicos y sociales; de construir nuestra sociedad de acuerdo
con nuestras aspiraciones, libres de controles e interferencias neocolonialistas destructoras
y humillantes.
Desde el comienzo nos han amenazado la frustración, donde un cambio rápido es
imperativo, y la inestabilidad, donde el esfuerzo sostenido y el gobierno estable son
indispensables.
Ningún acto esporádico ni ninguna resolución piadosa pueden resolver nuestros problemas
presentes. Nada funcionará, excepto la acción conjunta de un África unida.
Unirse o hundirse
Hemos alcanzado ya la etapa en la que debemos unirnos o nos hundiremos en esa condición
que ha hecho que América Latina, sin quererlo, sea la presa desesperada del imperialismo
después de un siglo y medio de independencia política.
Nosotros hemos surgido como un continente independiente en una era diferente, con un
imperialismo más fuerte, más cruel, con más experiencia y más peligroso en sus
asociaciones internacionales. Nuestro avance económico demanda el fin de la dominación
colonialista y neocolonialista en África.
Pero tal como entendimos que el modelado de nuestros destinos nacionales requería de
cada uno nuestra independencia política e invertimos toda nuestra fuerza en este logro, así
tenemos que reconocer que nuestra independencia económica reside en nuestra unión
africana y requiere la misma concentración sobre el logro político.
La unidad de nuestro continente, no menos que la independencia de cada país, se demorará,
si por cierto no la perdemos, al codearnos con el colonialismo.
La unidad africana es, por sobre todo, un reinado político que sólo puede ganarse a partir de
medios políticos. El desarrollo social y económico de África se dará una vez que se alcance
el reinado político, y no de manera inversa.
¿No es acaso la unidad la que puede forjarnos en una fuerza efectiva, capaz de crear nuestro
propio progreso y de hacer nuestro valioso aporte a la paz mundial?
¿Qué estado africano independiente, quién de ustedes aquí, afirmará que su estructura
financiera e instituciones bancarias están completamente sujetas a su desarrollo nacional?
¿Qué estado afirmará que sus recursos materiales y humanos están disponibles para sus
propias aspiraciones nacionales? ¿Cuál negará una importante decepción y desilusión con
respecto a su desarrollo agrario y urbano?
Inestabilidad y frustración
En África independiente, ya estamos volviendo a experimentar la inestabilidad y frustración
que existían bajo el poder colonial. Estamos aprendiendo rápido que la independencia
política no es suficiente para deshacernos de las consecuencias del poder colonial.
El movimiento de masas del pueblo de África para liberarse de ese tipo de régimen no fue
sólo una revuelta en contra de las condiciones que éste impuso. Nuestra gente nos apoyó en
nuestra lucha por la independencia porque creyeron que los gobiernos africanos podían
curar las enfermedades del pasado de una manera que nunca podría haberse conseguido
estando bajo el poder colonial.
Si, entonces, ahora que somos independientes permitimos que existan las mismas
condiciones que existían en los días de la colonia, todo el resentimiento que derrocó al
colonialismo será movilizado en contra nuestra.
Los recursos están. Está en nosotros administrarlos para el servicio activo de nuestra gente.
A menos que hagamos esto concertando nuestros esfuerzos, dentro del marco de nuestra
planificación combinada, no progresaremos al ritmo demandado por los acontecimientos de
hoy día y el ánimo de nuestra gente. Los síntomas de nuestros problemas crecerán y los
problemas en sí devendrán crónicos. Será entonces demasiado tarde incluso para que la
unidad africana nos asegure estabilidad y tranquilidad en nuestras labores por un continente
con justicia social y bienestar material.
Ciertamente, nuestro continente supera a todos los otros en cuanto a potencial energía
hidroeléctrica, que algunos expertos diagnostican como el 42% del total mundial. ¿Qué
necesidad tenemos de seguir siendo extractores de madera y de agua para las áreas
industrializadas del mundo?
Se dice, por supuesto, que no tenemos capital, ni experiencia industrial, ni comunicaciones
ni mercados internos, y que no podemos ni siquiera ponernos de acuerdo entre nosotros
sobre cómo utilizar mejor nuestros recursos para nuestras propias necesidades sociales. Aún
así, todos los mercados bursátiles en el mundo están preocupados por el oro, diamantes,
uranio, platino, cobre y mineral de hierro africanos.
Nuestro capital nos abandona para irrigar todo el sistema de la economía Occidental. El
cincuenta y dos por ciento del oro en Fort Knox en este momento, donde EE.UU. almacena
sus lingotes, se cree ha tenido su origen en nuestras costas.
África provee más del 60% del oro mundial. Una gran cantidad de uranio para energía
nuclear, de cobre para la electrónica, de titanio para proyectiles supersónicos, de hierro y
acero para industrias pesadas, de otros minerales y materia prima para industrias más
livianas -el poderío económico básico de las potencias extranjeras- vienen de nuestro
continente.
Los expertos han estimado que sólo la cuenca del Congo puede producir suficientes granos
para satisfacer los requerimientos de cerca de la mitad de la población del mundo entero, y
aquí nosotros seguimos hablado sobre regionalismo, sobre gradualismo, hablando de hacer
las cosas paso a paso. ¿Están ustedes asustados de tomar el toro por las astas?
Durante siglos, África ha sido la vaca lechera de Occidente. ¿No fue nuestro continente que
ayudó al mundo Occidental a construir su riqueza acumulada?
Tenemos los recursos. Fue el colonialismo en primer lugar que nos impidió acumular
capital; pero hemos sido nosotros que fallamos en utilizar por completo nuestro poder en la
independencia para movilizar nuestros recursos para el despegue más efectivo al profundo
desarrollo económico y social.
Hemos estado demasiado ocupados atendiendo a nuestros estados por separado como para
entender del todo la necesidad básica de nuestra unión, enraizada en un propósito, una
planificación y un esfuerzo comunes. Una unión que ignora estas necesidades
fundamentales no será sino farsa. Es sólo al unir nuestra capacidad de producir con la
producción resultante que podemos amasar capital. Y una vez que empecemos, el ímpetu
crecerá. Con el capital controlado por nuestros propios bancos, y sujeto a nuestro propio y
verdadero desarrollo industrial y agrícola, avanzaremos.
Acumularemos maquinaria y estableceremos acerías, fundiciones y fábricas de hierro,
uniremos los estados de nuestro continente con comunicaciones por tierra, mar o aire.
Telegrafiaremos de un lugar a otro, llamaremos por teléfono de un lugar a otro y
sorprenderemos al mundo con nuestra energía hidroeléctrica, drenaremos ciénagas y
pantanos, limpiaremos las áreas infestadas, alimentaremos a los desnutridos y libraremos a
nuestra gente de parásitos y enfermedades.
Debemos unirnos
Debemos unirnos. Sin sacrificar necesariamente nuestras soberanías, grandes o pequeñas,
nosotros podemos aquí y ahora forjar una unión política basada en la defensa, los asuntos
exteriores, una diplomacia y una ciudadanía común, una moneda africana, una zona
monetaria africana y un banco central africano. Debemos unirnos para lograr la total
liberación de nuestro continente. Necesitamos un sistema de defensa común con un alto
mando africano para asegurar la estabilidad y la seguridad de África.
Nuestra propia gente nos ha otorgado esta tarea sagrada y no podemos traicionar su
confianza fallándoles. Destruiremos las esperanzas de nuestro pueblo si mostramos la
menor duda o demora en afrontar de manera realista la cuestión de la unidad africana.
Necesitamos una planificación económica unificada para África. Hasta que el poder
económico de África no esté en nuestras manos, las masas no tendrán una preocupación
real ni un interés real por salvaguardar nuestra seguridad, por asegurar la estabilidad de
nuestros regímenes, y por invertir su fuerza en pos de la satisfacción de nuestros objetivos.
Con nuestros recursos, energías y talentos unidos tenemos los medios, tan pronto como
mostremos la voluntad de transformar las estructuras económicas de nuestros estados de la
pobreza a la riqueza y de la desigualdad a la satisfacción de las necesidades de la población.
Sólo sobre una base continental podremos planear la utilización apropiada de todos
nuestros recursos para el completo desarrollo de nuestro continente.
¿De qué otra forma retendremos nuestro propio capital para nuestro propio desarrollo? ¿De
qué otra forma se establecerá un mercado interno para nuestras propias industrias?
Al provenir de zonas económicas diferentes, ¿cómo romperemos con la moneda y las
barreras comerciales entre estados africanos, y de qué manera los estados económicamente
más fuertes podrán asistir a los más débiles y menos desarrollados?
Es importante recordar que el financiamiento independiente y el desarrollo independiente
no pueden tener lugar sin una moneda independiente. Un sistema monetario que se apoya
en los recursos de un estado extranjero está, ipso facto, sujeto al comercio y a los arreglos
financieros de ese país extranjero.
Dado que tenemos tantas barreras aduaneras y monetarias, como resultado de estar sujetos a
diferentes sistemas monetarios de poderes extranjeros, esto ha servido para ensanchar la
brecha entre nosotros dentro de África. ¿Cómo pueden, por ejemplo, comunidades y
familias relacionadas comerciar y apoyarse unas a otras con éxito, si se encuentran ellas
mismas divididas por fronteras nacionales y restricciones monetarias?
La única alternativa abierta para ellas en estas circunstancias es usar moneda de
contrabando y enriquecer a los rufianes nacionales e internacionales que se aprovechan de
nuestras dificultades económicas y financieras.
Nota final
Veinticuatro horas después del discurso de Nkrumah, las 32 naciones africanas reunidas en
Addis Abeba no hicieron todo lo posible para conseguir una unión fuerte de Estados
Africanos. En lugar de ello, aceptaron una organización débil -la Organización de la
Unidad Africana (OUA)- cuyo estatuto fue firmado ese mismo día (25 de Mayo de 1963)
por los siguientes países:
Alto Volta [Burkina Faso], Argelia, Burundi, Camerún, Congo (Brazzaville) [República del
Congo], Congo (Leopoldville) [República Democrática del Congo], Costa de Marfil, Chad,
Dahomey [Benín], Etiopía, Gabón, Ghana, Guinea, Liberia, Libia, Madagascar, Malí,
Marruecos, Mauritania, Níger, Nigeria, República Árabe Unida (Egipto), República
Centroafricana, Ruanda, Senegal, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Tanganyika
[Tanzania], Togo, Túnez y Uganda.