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(2012) FINJUS - Titulo 2 Capitulo 2

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La Constitución comentada | 89

Título II
de los derechos, garantías y
deberes fundamentales
Capítulo I
de los derechos fundamentales
Artículo 37.– Derecho a la vida.§El derecho a la vida es inviolable desde
la concepción hasta la muerte. No podrá establecerse, pronunciarse ni
aplicarse, en ningún caso, la pena de muerte.

La vida es uno de los derechos fundamentales más preciados que tie-


nen las personas, ya que sin el goce y disfrute del mismo no es posible
la existencia de otros derechos. El derecho a la vida un valor superior,
donde sólo la persona humana es titular. El derecho a la vida tiene
un contenido de protección positiva que obliga al Estado no sólo a
garantizar el goce y disfrute por parte de todas las personas en su terri-
torio, sino también la obligación de adoptar con arreglo a las normas
constitucionales, las medidas legislativas o de otro carácter que fueren
necesarias para hacer efectivo éste derecho.
En relación a la concepción, tanto el feto como el embrión no son pro-
piamente personas, sino “spes hominis”. Éste no puede demandar ni
ser demandado, porque no es titular de derechos fundamentales, sólo
si al momento del nacimiento nace vivo y viable. El derecho a la vida
en proceso de formación es un bien que constitucionalmente está pro-
tegido, por lo que la vida del “nasciturus”, en tanto encarna el valor
fundamental de “la vida humana”, es garantizado por el Estado. Tanto
el Estado como la sociedad tienen que proteger este bien jurídico y por
ello se consigna en este pacto social. Se asume que el Estado es respon-
sable de tutelar en dos situaciones básicas: a) abstenerse a interrumpir
el proceso natural de gestación, y b) establecer garantías efectivas para
la defensa y protección de la vida. Esto no significa que esta protección
tenga un carácter absoluto, ya que si se enfrenta a otro derecho cons-
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titucionalmente protegido, el derecho a la vida del nasciturus estará


limitado frente a otro derecho, como es el caso de los derechos consti-
tucionales de la mujer y de las circunstancias en que se desenvuelvan
tanto la protección en proceso de formación del nasciturus y como la
tutela de los derechos de la mujer en determinadas situaciones.
Sobre la pena de muerte, el Estado dominicano garantiza que en el
caso de que se imponga una pena, nunca será la muerte y tutela la
vida de sus penados a través del Juez de Ejecución de la Pena. La pena
es considerada una privación de libertad por un tiempo determinado.
§ Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 38.– Dignidad humana.§El Estado se fundamenta en el respeto
a la dignidad de la persona y se organiza para la protección real y efec-
tiva de los derechos fundamentales que le son inherentes. La dignidad
del ser humano es sagrada, innata e inviolable; su respeto y protección
constituyen una responsabilidad esencial de los poderes públicos.

La dignidad es considerada como uno de los derechos más importan-


tes porque nadie puede ser privado de ésta. La idea de dignidad va
muy de la mano de la idea de valor y en el “Preámbulo” de nuestra
carta magna la dignidad humana es calificada como un valor supremo
y un principio fundamental. Se define como valor aquello que tiene
significado para la persona. Por tanto, la dignidad humana representa
un valor propio de la persona: inalienable, inviolable, e intrínseco que
caracteriza la naturaleza de ésta. Es deber del Estado garantizar a las
personas un trato digno y promover el respeto de este derecho; todas
sus actuaciones tienen que estar dirigidas a garantizar que las personas
no sean privadas de su dignidad. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 39.– Derecho a la igualdad.§Todas las personas nacen libres e
iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las institucio-
nes, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos,
libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de
género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos familiares, len-
gua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal. En
consecuencia:
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1. La República condena todo privilegio y situación que tienda a que-


brantar la igualdad de las dominicanas y los dominicanos, entre
quienes no deben existir otras diferencias que las que resulten de
sus talentos o de sus virtudes;
2. Ninguna entidad de la República puede conceder títulos de nobleza
ni distinciones hereditarias;
3. El Estado debe promover las condiciones jurídicas y administrativas
para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas para pre-
venir y combatir la discriminación, la marginalidad, la vulnerabilidad
y la exclusión;
4. La mujer y el hombre son iguales ante la ley. Se prohíbe cualquier
acto que tenga como objetivo o resultado menoscabar o anular el
reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los
derechos fundamentales de mujeres y hombres. Se promoverán las
medidas necesarias para garantizar la erradicación de las desigualda-
des y la discriminación de género;
5. El Estado debe promover y garantizar la participación equilibrada
de mujeres y hombres en las candidaturas a los cargos de elección
popular para las instancias de dirección y decisión en el ámbito pú-
blico, en la administración de justicia y en los organismos de control
del Estado.

1. Igualdad y no discriminación

El tratamiento dado por la Constitución al derecho a la igualdad se


puede analizar en diferentes aspectos que se encuentran relacionados
entre sí: 1) La igualdad como principio fundamental y valor supremo.
En el “preámbulo” se establece como un principio superior constitucio-
nal, debido a que toda situación de desigualdad es incompatible con el
orden constitucional. En tal sentido, la igualdad es un valor que vincu-
la al Estado a través de su ordenamiento constitucional para promover
todas las condiciones para que esa igualdad sea efectiva donde los ciu-
dadanos pueden disfrutar a plenitud todos sus derechos. 2) Igualdad
en el trato dado por la ley. Todos los seres humanos tienen igual pro-
tección de la ley. El mensaje de este principio está dirigido al Estado, el
cual a través de sus poderes crea las leyes y las aplica. Por lo tanto, sien-
do el derecho a la igualdad un derecho fundamental, obliga al Estado a
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dar la protección debida a los ciudadanos sin ninguna discriminación


por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, víncu-
los familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición
social o personal. 3) La igualdad en la aplicación de la ley. Esto implica,
que se le impone al legislador un límite en el ejercicio legislativo y por
otro lado, un mismo órgano del Estado no puede dar tratamientos di-
ferentes en condiciones similares. Establece límites al accionar de los
poderes públicos y muy particularmente al Poder Legislativo. La igual-
dad obliga al Estado a no generar situaciones discriminatorias, por lo
que constituye una barrera contra la arbitrariedad.
El derecho a la igualdad está muy vinculado al principio de legalidad,
es decir, que todas las personas deben ser tratadas como iguales bajo
el único criterio de diferenciación entre ellas, como son las situaciones
establecidas en la ley, la cual debe justificar objetiva y razonablemente
la causa de dicha desigualdad. Las personas nacen libres, y este precep-
to declara la total erradicación de la esclavitud, por lo que las relacio-
nes entre las personas no deben desarrollarse como si unas fueran ins-
trumentos de otras. En consecuencia, la igualdad por su naturaleza no
es únicamente un principio o un derecho fundamental o un derecho
subjetivo público de los ciudadanos, es también un principio general
del derecho, de cuyas dimensiones impactan a la sociedad en general y
que vinculan a un Estado social y democrático de derecho.
El Estado dominicano debe garantizar la no existencia de privilegios y
situaciones de ventajas que promuevan la desigualdad entre los hom-
bres y las mujeres. Asimismo, debe desarrollar todas las condiciones
para que no se genere situaciones de privilegios que signifiquen des-
ventajas discriminatorias producto de la arbitrariedad y la ilegalidad.
Por esto el Estado dominicano no puede conceder títulos de nobleza
ni reconocer distinciones hereditarias. Los títulos de nobleza y distin-
ciones hereditarias tienen un origen histórico, donde hoy en día su
naturaleza es honorífica y simbólica. Nunca han sido tradición de
nuestro país.
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El Estado dominicano tiene la obligación positiva de promover todas


las condiciones para que los ciudadanos en su territorio gocen a pleni-
tud del derecho de igualdad real y efectiva. En caso contrario, deberá
disponer las medidas necesarias para combatir todas las situaciones
que promuevan la desigualdad, no solamente para aquellos que se en-
cuentren en estado de vulnerabilidad económica, física o mental sino
también para los grupos marginados o discriminados. La discrimina-
ción constituye una transgresión al derecho de la igualdad, cuando se
crean políticas de diferenciación prohibidas. Para contrarrestar la dis-
criminación directa o deliberada, la marginalidad y la exclusión, surge
el derecho antidiscriminatorio el cual va en auxilio de aquellos grupos
de personas que por su condición particular son socialmente diferen-
ciados, auxiliando a los mismos para que puedan gozar y disfrutar sus
derechos en condiciones de igualdad.

2. Una visión de género.


La histórica situación de estado de inferioridad de la mujer promueve
que se consigne en la Carta Magna que “la mujer y el hombre son igua-
les ante la ley”. La discriminación en la vida social y jurídica por razón
de género crea en la población femenina dificultades de acceso a un
empleo y condiciones dignas de trabajo. Por ello, no se admite ningún
acto que tenga como objetivo menoscabar o anular el reconocimien-
to, goce o ejercicio en condiciones de igualdad de los derechos funda-
mentales de mujeres y hombres. La visión de género tiene que estar
claramente definida por el Estado. Por tanto, corresponde a éste hacer
efectiva esta garantía para promover a plenitud una sociedad más justa
y en condiciones de igualdad, a través de la promoción de las medidas
necesarias para garantizar la erradicación de desigualdades, exclusio-
nes y discriminaciones en razón de género.
La participación política de los hombres y las mujeres a elegir y ser
elegidos es una obligación del Estado para garantizar el derecho de
acceso. Para constreñir a los partidos políticos a garantizar este dere-
cho, es decir, a cumplir con el principio de igualdad de los hombres y
mujeres a los cargos electivos, se desarrollan leyes donde es mandato-
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rio las cuotas de participación. De igual manera, se debe promover la


igualdad de oportunidades para acceder a las instancias de dirección
y de decisión, tanto en el ámbito público como en la administración
de justicia y en los organismos de control del Estado, particularmen-
te impulsar bajo la discriminación positiva para que tanto el hombre
como la mujer alcancen la paridad en los cargos que no son de elección
popular. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 40.– Derecho a la libertad y seguridad personal.§Toda persona
tiene derecho a la libertad y seguridad personal. Por lo tanto:

1. Nadie podrá ser reducido a prisión o cohibido de su libertad sin or-


den motivada y escrita de juez competente, salvo el caso de flagran-
te delito;
2. Toda autoridad que ejecute medidas privativas de libertad está obli-
gada a identificarse;
3. Toda persona, al momento de su detención, será informada de
sus derechos;
4. Toda persona detenida tiene derecho a comunicarse de inmedia-
to con sus familiares, abogado o persona de su confianza, quienes
tienen el derecho a ser informados del lugar donde se encuentra la
persona detenida y de los motivos de la detención;
5. Toda persona privada de su libertad será sometida a la autoridad ju-
dicial competente dentro de las cuarenta y ocho horas de su deten-
ción o puesta en libertad. La autoridad judicial competente notifica-
rá al interesado, dentro del mismo plazo, la decisión que al efecto
se dictare;
6. Toda persona privada de su libertad, sin causa o sin las formalidades
legales o fuera de los casos previstos por las leyes, será puesta de
inmediato en libertad a requerimiento suyo o de cualquier persona;
7. Toda persona debe ser liberada una vez cumplida la pena impuesta o
dictada una orden de libertad por la autoridad competente;
8. Nadie puede ser sometido a medidas de coerción sino por su pro-
pio hecho;
9. Las medidas de coerción, restrictivas de la libertad personal, tienen
carácter excepcional y su aplicación debe ser proporcional al peli-
gro que tratan de resguardar;
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10. No se establecerá el apremio corporal por deuda que no provenga


de infracción a las leyes penales;
11. Toda persona que tenga bajo su guarda a un detenido está obligada
a presentarlo tan pronto se lo requiera la autoridad competente;
12. Queda terminantemente prohibido el traslado de cualquier deteni-
do de un establecimiento carcelario a otro lugar sin orden escrita y
motivada de autoridad competente;
13. Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisio-
nes que en el momento de producirse no constituyan infracción
penal o administrativa;
14. Nadie es penalmente responsable por el hecho de otro;
15. A nadie se le puede obligar a hacer lo que la ley no manda ni im-
pedírsele lo que la ley no prohíbe. La ley es igual para todos: sólo
puede ordenar lo que es justo y útil para la comunidad y no puede
prohibir más que lo que le perjudica;
16. Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán
orientadas hacia la reeducación y reinserción social de la persona
condenada y no podrán consistir en trabajos forzados;
17. En el ejercicio de la potestad sancionadora establecida por las leyes,
la Administración Pública no podrá imponer sanciones que de for-
ma directa o subsidiaria impliquen privación de libertad.

El derecho a la libertad se refiere a la libertad física a la que todas las


personas tienen derecho. De igual manera, la seguridad personal está
muy vinculada a la libertad. La garantía del derecho a la libertad per-
sonal que ofrece el Estado tutela además la seguridad jurídica para el
goce y disfrute de éste derecho y demás derechos.

1. Principio de legalidad y límites del poder penal.


A nadie se le puede obligar a hacer lo que la ley no manda ni impedír-
sele lo que la ley no prohíbe, lo que expresa a través del principio de le-
galidad, el cual posibilita el orden y la armonía en una sociedad. Cons-
tituye un requisito que limita y faculta la actuación del Estado. Este
debe adecuar una serie de comportamientos que se incorporan dentro
de un ordenamiento previamente establecido para luego hacer exigible
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su cumplimiento. Toda persona está constreñida a cumplir lo que la


ley establece, nunca se le obligará a hacer algo por encima de lo que
ésta impone ni impedírsele lo que la ley no prohíbe. De igual manera,
la autoridad está en la obligación de cumplir y hacer cumplir sólo lo
que establece la ley. Mientras la ley no sancione una determinada con-
ducta, no se puede exigir a las personas su cumplimiento. Por ello para
exigir el acatamiento de una ley debe ser previa, escrita y claramente
definida. La autoridad tiene que asumir el estricto cumplimiento de la
ley, pero ésta obligación trae consigo que la autoridad también cumpla
el mandato de la ley.
Existe el principio que delimita y define la potestad represiva del Esta-
do; “nulla poena sine lege”, el cual establece que la imposición de una
sanción penal presupone la existencia anticipada de una norma penal
escrita. Por lo tanto, para condenar a una persona o ser sancionada
por acciones u omisiones que constituyen infracciones penales o ad-
ministrativas, deberá estar claramente establecido el comportamien-
to o conducta que se pretenda castigar, la autoridad competente y la
sanción a imponer. Esta sanción debe estar consignada en virtud de
la proporcionalidad entre el hecho y la pena a imponer. No se puede
imponer penas excesivas a hechos leves o viceversa.
Otro principio que se vincula al antes mencionado es el de “nula pena
sine iudicio”, es decir que no se puede imponer una sanción penal sino
es a través de un juicio público, oral y contradictorio, donde se le de-
muestre al ciudadano la ocurrencia del hecho y su vinculación con el
mismo en base a la prueba. Sin la existencia de las normas penales
emanadas del Poder Legislativo y publicadas por el Poder Ejecutivo,
dejaría de existir el carácter represivo del Estado. Por ello, cualquier
condena o sanción que se le impone a una persona debe imponerla
una autoridad del Estado en virtud de lo que establece la ley penal o
administrativa. En tal sentido corresponde al Juez o Jueza conocer la
acusación y en virtud a ésta, las pruebas presentadas y lo que establece
la ley penal, decidir la inocencia o la culpabilidad del imputado.
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Este artículo establece tres límites específicos al legislador penal. A sa-


ber:
La ley sólo puede ordenar lo que es justo y útil para la comunidad y no
puede prohibir más que lo que le perjudica. El mensaje del legislador
a través de la ley tiene que estar acorde a lo justo, útil y en beneficio
a la comunidad. La ley nunca puede ser perjudicial e injusta para la
comunidad. La ley no puede hacer distinciones individuales respecto a
personas semejantes. A todos los ciudadanos se les debe reconocer los
mismos derechos y las mismas posibilidades. Tanto la legalidad como
la igualdad de todos ante la ley son presupuestos básicos para el Esta-
do de derecho. Garantizan no sólo los conceptos que ellas representan
sino que constituyen sustento de otros principios básicos como por
ejemplo “justicia”. El acatamiento de la legalidad y de la igualdad de
todos ante la ley, legitima la actuación de los poderes públicos.
No se puede establecer apremio corporal por deuda que no provenga
de infracción a las leyes penales. El apremio corporal es la restricción
de la libertad de una persona, la cual sólo se aplica por una decisión de
una autoridad judicial competente. El apremio corporal por deuda no
se justifica porque la deuda es de naturaleza civil. Siendo el derecho de
crédito un derecho que recae sobre la persona, nadie puede ser privado
de su libertad por deuda o por relaciones puramente civiles. Sólo la ley
penal, siempre y cuando esté consignada previamente la descripción
de la conducta delictiva y la sanción establecida, impone la privación
de la libertad de las personas.
Nadie puede ser penalmente responsable por el hecho de otro. Toda
persona es responsable por sus hechos o actos. Las conductas de un
ciudadano que perjudica a otra persona deben ser reprochables. Nadie
es responsable por el hecho del otro por lo que sólo se debe perseguir
y sancionar a aquella persona que se le ha demostrado su responsabili-
dad frente a un ilícito penal. La culpabilidad de la persona que comete
un hecho debe ser el principio, fundamento y el límite de la ley penal.
Los actos dañinos dirigidos contra otras personas y que estén sancio-
nados por la ley penal obligan al Estado a identificar al responsable
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y ponerlo de inmediato frente a la autoridad, para que ésta ponga en


movimiento su facultad represiva a través de la norma penal. El Estado,
en caso de la ocurrencia de un ilícito penal, está en la obligación de
identificar los responsables de un hecho, presentarlos ante la autoridad
judicial, juzgarlos e imponerle una sanción y hacer que se ejecute el
cumplimiento de la sanción penal impuesta.

2. Privación de la libertad y tutela judicial.


La privación de libertad implica la restricción de la libertad. Por ser
ésta un derecho fundamental sólo la autoridad judicial tiene la facultad
para restringir este derecho. Siendo el Juez o Jueza el único con facul-
tad constitucional para limitar el derecho a la libertad, está compelido
a justificar de manera escrita y razonada los motivos de la restricción
de este derecho. En el caso de flagrante delito, cualquier persona o au-
toridad está facultado para detener a un ciudadano y ponerlo en ma-
nos de la autoridad judicial para que proceda conforme a derecho.
Las personas privadas de su libertad deben ser presentadas a la autori-
dad judicial en un plazo de 48 horas de su detención. Corresponde al
Juez o Jueza notificar al detenido su decisión dentro del mismo plazo,
esto es dentro de las 48 horas de su detención. En caso de que no se
cumpla con este mandato constitucional, la privación de libertad se
constituye en arbitraria e ilegal, ya que la misma ha sido hecha sin
la observancia de los requisitos legales establecidos y el ciudadano a
quien se le privó de su libertad tendrá derecho a interponer la acción
constitucional de hábeas corpus (artículo 71). El cumplimiento de
este derecho persigue la sujeción del procedimiento establecido por
la Constitución y la ley, para que la garantía de la libertad y el derecho
que lo tutela esté sujeto a la legalidad.
La falta de justificación fáctica de la causa de privación de libertad de
un ciudadano obliga a la autoridad a poner de inmediato en libertad
a esa persona. Se puede dar el caso de que sin mediar orden judicial
de autoridad competente o sin que sea en estado de flagrancia o en
los casos previstos por la ley, la autoridad abuse de su poder y prive a
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la persona de su derecho fundamental a la libertad. En esta situación,


tanto la autoridad que realiza la acción o al juez que se le requiera tute-
lar el derecho puede ordenar la puesta inmediata de libertad. De igual
manera, si se conculca el derecho a la libertad sin el cumplimiento de
lo que establece la ley, activa los derechos fundamentales de la persona
detenida o cualquier otra persona a requerir el respeto de este derecho.
Si la autoridad no obtempera al requerimiento de la persona privada
de su libertad o de sus familiares, tiene la facultad de interponer una
acción constitucional de hábeas corpus.
Toda persona o autoridad que tenga bajo su responsabilidad a un dete-
nido que lo prive de su libertad está en la obligación de presentarlo a la
autoridad competente a la mayor brevedad posible, a los fines de que
esa autoridad legalice la privación de la libertad. Ahora bien, siempre
que requiera la autoridad judicial la presentación de un detenido, la
persona o autoridad que tenga bajo su guarda o custodia a ese detenido
o privado de libertad está en la obligación de presentarlo a la auto-
ridad requeriente a la mayor brevedad posible. En caso contrario, se
interpreta una violación a lo que establece la autoridad o desacato y es
susceptible de ser sancionado por incumplimiento a este requerimien-
to o decisión judicial del Juez o Jueza, y por vulnerar el derecho de la
libertad de un ciudadano.
La autoridad judicial tiene además el monopolio de ordenar donde
debe encontrarse el detenido y por lo tanto tiene la facultad de estable-
cer el lugar donde el detenido o sentenciado cumplirá lo establecido en
la orden escrita y motivada. Sólo se permite el traslado de un detenido
a otro lugar, bajo la autorización de la autoridad judicial competente.
Este artículo incorpora tres garantías específicas cuyo incumplimiento
afecta le legalidad de la privación de la libertad y, en cuanto tal, debe-
rán ser objeto de protección por juezas y jueces. Veamos:
Obligación de identificarse. Cuando la autoridad, sea policial o judicial
se presenta ante un ciudadano para limitar su derecho a la libertad y
otros derechos fundamentales, ésta tiene la obligación de informar el
motivo de su aprehensión y de presentar su identidad, donde se es-
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tablece la potestad estatal de privar de un derecho a una persona. La


legalidad y la transparencia de las actuaciones de la autoridad le obliga
a actuar de acuerdo a lo que establece la ley y en caso contrario se
convierte en una autoridad arbitraria e ilegal. Se pretende que con es-
tas acciones la autoridad cumpla con la legalidad del procedimiento y
tutele los derechos de la persona durante la ejecución de las medidas
privativas de libertad.
Derecho a ser informada de sus derechos. Al momento de que se res-
tringa la libertad a una persona, la autoridad tiene la obligación de
identificarse y de informar al ciudadano sus derechos: 1. Tiene derecho
a permanecer callado; 2. Tiene derecho a hacer una llamada; 3. Tiene
derecho a un abogado, en caso de que no disponga de los medios para
contratar uno, el Estado le designará un abogado defensor público; 4.
Derecho a ser informada de la causa de su detención. Estos derechos
de la persona detenida, se traducen en deberes y obligaciones para la
autoridad aprehensora, los cuales tiene que cumplir. Esta situación fa-
cilita el conocimiento del aprehendido para que no incurra en situacio-
nes que le sean contrarias o perjudiciales y que le permitan defenderse
contra cualquier abuso de autoridad o pretensión estatal.
Derecho a la llamada. Se le conoce como el derecho a la llamada a la
prerrogativa que tiene toda persona detenida de comunicarse con un
familiar, abogado o persona de su confianza. De igual manera, el fami-
liar, abogado o persona de confianza o el detenido, tienen derecho a
ser informados del lugar donde se encuentra y la causa de la detención.
Tanto la persona aprehendida, como los familiares y amigos pueden
iniciar las gestiones para identificar un abogado de su elección para
garantizar el derecho a la defensa, permitiendo a la mayor brevedad
posible la asesoría y protección que desde el inicio del proceso debe
tener la persona detenida o privada de su libertad.
Además de todo lo anterior, corresponde al Estado hacer que sus au-
toridades correspondientes pongan en libertad a una persona que ha
cumplido la pena impuesta. De igual manera, en el caso de que una
autoridad competente tenga conocimiento de que una persona ha sido
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aprehendida sin que se cumplan los requisitos establecidos por la ley,


ordenará la puesta inmediata de su libertad. La autoridad que tiene a
su cargo una persona privada de su libertad ilegal o arbitrariamente
debe una vez remitida la orden de libertad, ponerla de inmediato en
ejecución. Es decir, una vez que la autoridad judicial ordena la puesta
en libertad de un ciudadano, corresponde a la autoridad correspon-
diente cumplir y hacer cumplir dicha decisión. Sobre el particular, el
Artículo 337 del Código Procesal Penal impone al Juez o Jueza orde-
nar la puesta inmediata de libertad desde la sala de audiencias a las
personas ilegalmente o arbitrariamente detenidas así como a aquellos
imputados que se le ha comprobado mediante un juicio público, oral y
contradictorio su inocencia. Corresponde al Juez de la Ejecución de la
Pena ordenar, una vez cumplida la pena impuesta, la puesta en libertad
del condenado.

3. Límites de las medidas de coerción.


Las medidas de coerción son actos cautelares emitidos por una auto-
ridad jurisdiccional que privan al ciudadano de su libertad personal.
Tienen como propósito garantizar la presencia del imputado durante
el proceso penal, la no obstrucción de la investigación y la garantía de
que en caso de que se demuestre su responsabilidad se dicte una sen-
tencia condenatoria. Constituyen instrumentos procesales que sirven
para otorgar efectividad al proceso mismo y a la sentencia que se dic-
tare. Permiten asegurar la presencia del imputado en el proceso penal
y coadyuvar al desarrollo potencial del proceso. Dichas medidas tienen
un carácter excepcional, instrumental, proporcional, temporal, provi-
sional y variabilidad. La imposición de una medida, que consiste en un
acto jurisdiccional limitativo de derecho debe justificarse en base a su
necesidad, idoneidad y proporcionalidad.
La necesidad se justifica por la existencia de una situación fáctica que
obligue proteger un bien jurídico. La idoneidad viene dada bajo la con-
dición de que si el tipo de limitación cumple o no con la finalidad de
satisfacer la medida. El carácter excepcional de la medida de coerción,
se justifica sólo en casos particulares ya que todos tenemos derecho a
102 | La Constitución comentada

la libertad. La imposición de la medida tienen una jerarquía específica


de menor a mayor, constituyendo la prisión preventiva el último nivel
pendular del conjunto de medidas la cual tiene un carácter particular
porque una vez impuesta la misma afecta un derecho fundamental que
es la libertad personal. La proporcionalidad es otra característica de
la medida de coerción personal, su imposición no puede estar fuera
de la esfera del objetivo pretendido, es decir, vinculada a la finalidad
perseguida con la imposición de la medida y el tipo de restricción que
se persigue.

4. Objetivos de las penas privativas de


libertad y las medidas de seguridad.
Toda actividad represiva del Estado debe estar dirigida a proteger al ser
humano. El principio pro homine obliga al Estado que todas las medi-
das a imponer siempre tienen que optar para la protección y el respeto
a la dignidad de la persona penada. Toda sanción privativa de libertad
impone un mecanismo de control social que representa una disminu-
ción de los derechos de la persona condenada, por lo que la ejecu-
ción de la pena se realiza bajo determinadas condiciones mínimas. La
privación de libertad significa la limitación de la libertad ambulatoria
por lo que los demás derechos del interno deben ser respetados y éste
estará sometido a un determinado régimen de vida.
Las penas privativas de libertad tienen como propósito privar o limitar
la libertad de una persona en virtud de una decisión del juez consigna-
do en la ley penal. Esta privación de la libertad tiene que estar bajo el
control y vigilancia de una autoridad administrativa. El cumplimiento
adecuado de la sentencia condenatoria está bajo el control del juez de
ejecución de la pena. Las penas privativas de libertad y las medidas de
seguridad deben estar organizadas bajo el fundamento de humanidad,
descartando en su ejecución todo cuando sea dañino para la dignidad
humana, tomando en cuenta que el interno aunque sea un condenado
forma parte de la sociedad con pleno ejercicio de sus derechos, excep-
tuando aquellos perdidos, excluidos o limitados como consecuencia
de la sanción penal.
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La imposición de una pena no significa que la persona se le someta a


tratos inhumanos o degradantes, a tortura o penas crueles o a trabajos
forzados. Se impone como límite a la autoridad el respeto a la digni-
dad humana y otros derechos constitucionales que son inherentes a la
persona. Por esto el Estado debe desarrollar un sistema penitenciario
para el tratamiento de los internos en el penado orientado hacia su
reeducación, readaptación, rehabilitación y su resocialización.

5. Límites de la potestad sancionadora de


la Administración Pública.
La potestad sancionadora de la Administración Pública supone aque-
llas sanciones que se le imponen a los servidores públicos como conse-
cuencia de las faltas que le puedan ser atribuidas en virtud del ejercicio
de sus funciones. Tanto la falta como la sanción deberán estar descritas
en la ley, la cual deberá ser aplicada a los sujetos de la Administración
Pública. Corresponde a ésta cumplir y hacer cumplir las mismas. La
potestad sancionadora administrativa debe someterse al orden norma-
tivo constitucional, legal y reglamentario. A la Administración Públi-
ca, para el cumplimiento de sus fines, se le faculta tanto en el aspecto
disciplinario como en el aspecto correctivo o gubernativo de imponer
sanciones en virtud de una infracción administrativa. La finalidad de
la sanción administrativa es la de garantizar el mantenimiento del or-
den jurídico tanto de la sociedad como de la propia organización pú-
blica mediante la observación de todas aquellas conductas contrarias al
mismo. La sanción la impone el administrador mediante un procedi-
miento administrativo previamente establecido. La aplicación de una
sanción administrativa presupone una relación de subordinación en-
tre el órgano sometido a la norma y el órgano que la establece o aplica.
Su objetivo no es imponer un castigo sino corregir una conducta, es un
medio para educar al infractor no para castigar. Una infracción admi-
nistrativa no implica privación de libertad en virtud a la falta cometida,
ya que se la impone el administrador.
Un ilícito penal sí está sometido a sanciones que pueden desencadenar
en medidas privativas de libertad, las cuales son impuestas por el ór-
104 | La Constitución comentada

gano jurisdiccional. El legislador dominicano al momento de diseñar


el marco normativo que rige la administración pública e identificar su
régimen sancionador partió de los siguientes criterios: a) proporcio-
nalidad: tiene que existir un equilibrio entre la falta que se le imputa
y la sanción a dicha infracción administrativa; b) legalidad y razona-
bilidad: es necesario para su validez, que la norma se desarrolle en los
procedimientos debidos y los órganos competentes, y el contenido de
la ley sea acorde con la norma, principios y valores de la Constitución;
c) tipicidad: la Administración Pública no puede imponer sanciones
a faltas que no estén previamente descritas, esto es, los hechos consti-
tutivos y las consecuencias sancionadoras; y d) reserva de la ley: Los
sujetos que integran la Administración Pública son responsables de
sus acciones, actos u omisiones que contravengan el ordenamiento es-
tablecido, siempre y cuando actúen con negligencia, inobservancia o
culpa. La Administración Pública no puede imponer sanciones que
impliquen conculcación del derecho a la libertad, por lo tanto su siste-
ma sancionador no puede bajo ninguna circunstancia prever privación
de libertad o acciones que atenten contra el derecho fundamental de la
libertad de los ciudadanos. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 41.– Prohibición de la esclavitud.§Se prohíben en todas sus
formas, la esclavitud, la servidumbre, la trata y el tráfico de personas.

La esclavitud y la servidumbre han constituido verdaderos adefesios en


la historia de la humanidad. Ningún ser humano puede constituirse en
un instrumento de otro ser humano. Ni la servidumbre ni la esclavitud
tienen argumento para su justificación. La trata y tráfico de personas se
define como la utilización, en provecho propio y de un modo abusivo,
de las cualidades y el cuerpo físico de una persona. Para que sea efec-
tiva la explotación, los tratantes o traficantes deben recurrir a la capta-
ción, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de las personas.
Los medios para ejecutar estas acciones ilícitas son diversos, pero los
más usados son la amenaza o el uso de la fuerza u otras formas de
coacción, el rapto, fraude, engaño, abuso de poder o de una situación
de vulnerabilidad. De igual manera, se considera trata de personas la
concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consen-
La Constitución comentada | 105

timiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de
explotación. La explotación incluirá, como mínimo, la explotación de
la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos
o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas, la servidum-
bre o la extracción de órganos, entre otras acciones ilícitas. El Estado
debe garantizar todos los mecanismos para que bajo ninguna circuns-
tancia un ser humano use como instrumento de trata y explotación
a otro ser humano. Además, debe ejecutar acciones para sancionar a
todo aquel que utilice un ser humano como instrumento de beneficio
personal y de explotación. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 42.– Derecho a la integridad personal.§Toda persona tiene de-
recho a que se respete su integridad física, psíquica, moral y a vivir sin
violencia. Tendrá la protección del Estado en casos de amenaza, riesgo
o violación de las mismas. En consecuencia:

1. Ninguna persona puede ser sometida a penas, torturas o procedi-


mientos vejatorios que impliquen la pérdida o disminución de su
salud, o de su integridad física o psíquica;
2. Se condena la violencia intrafamiliar y de género en cualquiera de
sus formas. El Estado garantizará mediante ley la adopción de medi-
das necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia con-
tra la mujer;
3. Nadie puede ser sometido, sin consentimiento previo, a experimen-
tos y procedimientos que no se ajusten a las normas científicas y
bioéticas internacionalmente reconocidas. Tampoco a exámenes o
procedimientos médicos, excepto cuando se encuentre en peligro
su vida.

El derecho a la integridad personal comprende un conjunto de con-


diciones físicas, psíquicas y morales que permiten a las personas su
existencia, y su pleno desarrollo como ser humano. La integridad física
hace referencia a la plenitud corporal del individuo; de allí que toda
persona tiene derecho a ser protegida contra agresiones o intervencio-
nes que lesionen su cuerpo o su espíritu. El goce y disfrute del derecho
a la integridad personal adquiere una mayor dimensión cuando se vin-
cula con otros derechos tales como el derecho a la vida, el derecho a la
intimidad personal, el derecho a la libertad de expresión, el derecho a
106 | La Constitución comentada

la libertad de pensamiento, el derecho a la libertad personal, el derecho


a la seguridad personal, el derecho a la salud, el derecho a la libertad
de conciencia y los derechos de las minorías étnicas, raciales, políticas
y culturales. El derecho a la integridad física, psíquica y moral puede
estar amenazado frente a actos de la tortura, tratos crueles, inhumanos
o degradantes. Los tratos degradantes son aquellos comportamientos
que rebajan, humillan y envilecen a un nivel inferior a la persona, des-
preciando el valor fundamental de la dignidad humana. Si se respeta la
integridad de las personas no hay amenaza de una vida con violencia.
En caso contrario, todo ser humano tiene derecho a vivir una vida sin
violencia. Por ello le corresponde al Estado mantener la paz y seguri-
dad de los ciudadanos y dar la protección necesaria para que los que
estén en su territorio puedan llevar una vida de plena armonía y sin
violencia. El Estado tiene que dar la protección necesaria en caso de
amenaza, riesgo o violación a la integridad física, psíquica y moral.

1. Proscripción de la tortura.
La tortura, a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido un me-
dio utilizado para obtener de las personas algo contrario a su voluntad.
También ha sido un instrumento de represión para el sometimiento y
control de los seres humanos y de las minorías raciales, étnicas, religio-
sas, culturales, sociales, gremiales y políticas. La Convención Intera-
mericana para prevenir y sancionar la Tortura, en su artículo 1 define
la tortura como: “...todo acto por el cual se inflijan intencionadamente
a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales,
con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confe-
sión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que
ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por
cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando
dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario pú-
blico u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación
suya, o con su consentimiento o aquiescencia.” En sentido general, la
sujeción de una persona a penas, torturas o procedimientos vejatorios,
que impliquen la pérdida o disminución de su salud, o de su integridad
física o psíquica, y/o con el propósito de ultrajar y doblegar la voluntad
La Constitución comentada | 107

de esa persona, constituyen actos de lesa humanidad. La imposición


de una pena no acarrea sufrimientos, lo que si implica tratos vejatorios
o inhumanos es la duración, la ejecución y las modalidades que ésta
revista. Una pena nunca puede acarrear sufrimientos de una especial
intensidad que vaya más allá de su propósito. El Estado no puede pro-
mover prácticas de la autoridad que impliquen un atentado contra la
integridad física, psíquica y moral de las personas.

2. Proscripción de la violencia intrafamiliar.


Siendo la familia la célula más importante de la sociedad, corresponde
tutelar el bienestar de ésta. Por tanto, no se admiten actos de violencia
dentro del seno familiar. La Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, define en su artí-
culo 1, la violencia contra la mujer como “cualquier conducta, basada
en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o
psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”.
Cuando se menciona los actos de violencia familiar, no sólo es la agre-
sión física, sino la violencia psicológica y sexual, el maltrato infantil o
el abuso de los menores.
Toda mujer tiene derecho a una vida sin violencia, por lo que el Estado
tiene que tutelar todos los derechos humanos y libertades de la mujer.
Dentro de estos derechos están los siguientes: derecho a que se respete
su vida; derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral;
derecho a la libertad y la seguridad personal; derecho a no ser someti-
da a torturas y actos crueles, inhumanos y degradantes; derecho a que
se respete su dignidad y a que se proteja su familia; derecho a la igual-
dad de protección ante la ley y de la ley; derecho a un recurso sencillo
y rápido ante los tribunales competentes que la ampare contra actos
que violen sus derechos; derecho a libertad de asociación; derecho a la
libertad de profesar la religión y las creencias propias dentro de la ley,
derecho a tener igualdad de acceso a las funciones públicas y a partici-
par en los asuntos públicos. El Estado debe adoptar todas las medidas
apropiadas y políticas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar
la violencia contra la mujer.
108 | La Constitución comentada

3. Consentimiento para procedimientos médicos


La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos
(UNESCO, 2006), establece en el artículo 6 que: “Toda intervención
médica preventiva, diagnóstica y terapéutica sólo habrá de llevarse a
cabo previo consentimiento libre e informado de la persona interesa-
da, basado en la información adecuada. Cuando proceda, el consen-
timiento debería ser expreso y la persona interesada podrá revocarlo
en todo momento y por cualquier motivo, sin que esto entrañe para
ella desventaja o perjuicio alguno. La investigación científica sólo se
debe llevar a cabo previo consentimiento libre, expreso e informado
de la persona interesada. La información debe ser adecuada, facilitarse
de forma comprensible e incluir las modalidades para la revocación
del consentimiento. La persona interesada podrá revocar su consenti-
miento en todo momento y por cualquier motivo, sin que esto entrañe
para ella desventaja o perjuicio alguno...”
Toda investigación médica tiene que tener como propósito la protec-
ción de la vida, la salud, la intimidad y la dignidad de la persona. Los
principios éticos que deben primar frente a las personas sujetos de la
investigación médica son los siguientes: consentimiento informado,
derecho a ser informado, confidencialidad, derecho a la intimidad, no
discriminación por motivos de raza, sexo, religión, ideas políticas o
posición social, respeto a la vida humana, derecho a recibir cuidados
adecuados, no a la tortura y no al trato cruel y degradante, ni el some-
timiento ideológico de la persona, derecho a ser tratado con dignidad
humana, autodeterminación, conservación de recursos personales,
consentimiento informado de la persona o de los familiares responsa-
bles de los menores o personas incapacitadas. Ninguna persona puede
ser sometida previa autorización a experimentos y procedimientos que
no se ajusten a las normas científicas y bioéticas internacionalmente
reconocidas. § Rosalía Sosa Pérez.
La Constitución comentada | 109

Artículo 43.– Derecho al libre desarrollo de la personalidad.§Toda per-


sona tiene derecho al libre desarrollo de su personalidad, sin más limi-
taciones que las impuestas por el orden jurídico y los derechos de los
demás.

El Derecho al libre desarrollo de la personalidad es la facultad que


tienen las personas de obtener el reconocimiento de su personalidad
jurídica. Personalidad jurídica se entiende como aquella potestad
que adquieren las personas por ser sujetos de derechos y obligacio-
nes. Ahora bien, toda persona tiene derecho al libre desarrollo de la
personalidad, sin embargo éste está limitado frente a los derechos que
poseen los demás, el orden público, la ley y las buenas costumbres.
§ Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 44.– Derecho a la intimidad y el honor personal.§Toda perso-
na tiene derecho a la intimidad. Se garantiza el respeto y la no injerencia
en la vida privada, familiar, el domicilio y la correspondencia del indivi-
duo. Se reconoce el derecho al honor, al buen nombre y a la propia ima-
gen. Toda autoridad o particular que los viole está obligado a resarcirlos
o repararlos conforme a la ley. Por tanto:

1. El hogar, el domicilio y todo recinto privado de la persona son in-


violables, salvo en los casos que sean ordenados, de conformidad
con la ley, por autoridad judicial competente o en caso de flagran-
te delito;
2. Toda persona tiene el derecho a acceder a la información y a los
datos que sobre ella o sus bienes reposen en los registros oficiales
o privados, así como conocer el destino y el uso que se haga de
los mismos, con las limitaciones fijadas por la ley. El tratamiento de
los datos e informaciones personales o sus bienes deberá hacerse
respetando los principios de calidad, licitud, lealtad, seguridad y fi-
nalidad. Podrá solicitar ante la autoridad judicial competente la ac-
tualización, oposición al tratamiento, rectificación o destrucción de
aquellas informaciones que afecten ilegítimamente sus derechos;
3. Se reconoce la inviolabilidad de la correspondencia, documentos o
mensajes privados en formatos físico, digital, electrónico o de todo
otro tipo. Sólo podrán ser ocupados, interceptados o registrados,
por orden de una autoridad judicial competente, mediante proce-
dimientos legales en la sustanciación de asuntos que se ventilen en
la justicia y preservando el secreto de lo privado, que no guarde
relación con el correspondiente proceso. Es inviolable el secreto
110 | La Constitución comentada

de la comunicación telegráfica, telefónica, cablegráfica, electrónica,


telemática o la establecida en otro medio, salvo las autorizaciones
otorgadas por juez o autoridad competente, de conformidad con
la ley;
4. El manejo, uso o tratamiento de datos e informaciones de carác-
ter oficial que recaben las autoridades encargadas de la prevención,
persecución y castigo del crimen, sólo podrán ser tratados o comu-
nicados a los registros públicos, a partir de que haya intervenido una
apertura a juicio, de conformidad con la ley.

Tanto la intimidad como el honor son términos intangibles que va-


rían dependiendo de los valores, normas e ideas sociales dentro de una
determinada comunidad. El derecho a la intimidad establece límites
para la protección a la vida privada de la persona. La intimidad está
constituida por un conjunto de comportamientos, datos y situaciones
que pertenecen a una persona y que deben estar sustraídos al cono-
cimiento de extraños. Sólo podrán ser de conocimiento a terceros en
el caso de que la persona consienta a ese conocimiento. El derecho
a la intimidad es aquella facultad que tienen las personas a tener un
espacio propio personal, una esfera privada de su vida, inaccesible al
público salvo expreso consentimiento del interesado
Los derechos de inviolabilidad de domicilio y de los documentos pri-
vados de las comunicaciones existen para proteger la intimidad. De
igual manera, el derecho a la intimidad no sólo se vincula con la per-
sona sino que se extiende a la vida de otras personas con las que guar-
da estrecha relación o vínculo familiar por lo que protege el entorno
familiar de la persona, por lo que cada uno de sus miembros podría
exigir no sólo el respeto por ser parte integrante de ésta sino también
el respeto a la familia en general. El derecho a la intimidad constituye
un límite a la intervención de otras personas o poderes públicos en la
vida privada de las personas.
El honor es un valor intrínseco de las personas. Puede caracterizarse
en dos direcciones: interna o subjetivo y externa u objetiva. La interna
o subjetiva es aquella que se presenta como la estimación que cada
persona tiene de sí misma, independientemente de la voluntad ajena.
La Constitución comentada | 111

Se concibe como la valoración individual o autoestima. La externa u


objetiva es aquella que se mide por el reconocimiento que los demás
tengan de una persona. Es el juicio positivo que una persona recibe
de los demás en virtud de sus actividades públicas y privadas. Es un
derecho fundamental que no sólo afecta la intimidad personal sino la
dignidad de las personas. El derecho al honor confiere a su titular el
derecho a ser tratado con dignidad e integridad ante él mismo y ante
las demás personas.
El derecho al buen nombre es otro valor intrínseco a la persona el cual
se construye por el merecimiento de la aceptación social, de que una
persona se desempeña dentro de una conducta de aceptación general
en la sociedad. La persona es observada y juzgada por la sociedad que
le rodea, la cual evalúa su comportamiento y sus actuaciones de acuer-
do con unos patrones de admisión de conductas en el medio social, y
al momento de calificar esos comportamientos son reconocidos con
un proceder honesto y correcto. Por lo tanto, no es posible reclamar la
protección al buen nombre cuando el comportamiento de la persona
no permite a las personas considerarla como digna o acreedora de un
buen concepto o estimación. El derecho a la imagen es otro derecho
que se vincula con el derecho a la intimidad, el cual se puede definir
como la facultad de cada persona de decidir el respeto al empleo de
su imagen, es la facultad de oponerse a que otra persona utilice dicha
imagen con o sin fines de lucro sin conocimiento previo.
El Estado está en la obligación de tutelar los derechos a la personalidad,
los cuales están integrados por el derecho a la intimidad, el derecho al
honor, al buen nombre y a la imagen de las personas. Estos derechos
son considerados como irrenunciables, inalienables e imprescriptibles.
Estos derechos implican una calidad mínima de vida, la existencia de
un espacio propio y reservado frente a las acciones de conocimiento
de los demás. Estos derechos constituyen los bienes de la personalidad
que pertenecen al ámbito de la vida de las personas.
112 | La Constitución comentada

1. Inviolabilidad del domicilio.


El hogar es el lugar donde habita generalmente la familia y el domi-
cilio, el lugar en que se desarrolla su esfera privada al margen de las
convenciones sociales. Es decir, es el asiento territorial que debe tener
toda persona para el cumplimiento de sus deberes y obligaciones y el
ejercicio de sus derechos. Partiendo de estos preceptos, el domicilio
constituye un espacio importante donde se desarrolla la vida privada
de la persona, por lo que corresponde a la persona la facultad de pro-
teger su ámbito de privacidad dentro del espacio que ésta elija el cual
queda exento de invasiones, agresiones exteriores de las personas y de
la autoridad estatal.
Está prohibido que cualquier persona incluyendo la autoridad penetre
en un domicilio sin el consentimiento de las personas que lo habitan
o de autoridad judicial. Esta restricción está vinculada con el mandato
de no violar el hogar, el domicilio social y el recinto privado de la per-
sona, es decir, que en estos espacios físicos no puede existir injerencia
privada o pública no autorizada por el ocupante o permitida por el
ordenamiento jurídico. En tal sentido, la inviolabilidad del domicilio
no se constituye como un derecho fundamental frente al Estado sino
también frente a los particulares.
Tanto la inviolabilidad de domicilio, el derecho a la intimidad, el dere-
cho al honor, la inviolabilidad de las comunicaciones integran lo que se
conoce como derechos inherentes a la autonomía privada de las perso-
nas. Los supuestos en que el hogar, el domicilio y cualquier recinto pri-
vado de la persona puede ser intervenidos son los siguientes: a.) cuan-
do se produzca con el consentimiento de su titular; b.) cuando exista
una orden judicial de autoridad competente; y c.) bajo los supuestos
de flagrante delito. Bajo estos supuestos se limita cualquier violación
al ejercicio de éste derecho por un particular o por la autoridad estatal.
Para fines de intervención del domicilio, el ejercicio de la autoridad
tiene que estar sustentada de una orden escrita de autoridad judicial
competente. Esta orden no sólo tiene que ser expedida de una auto-
ridad judicial competente sino que tiene que justificar la causa de la
La Constitución comentada | 113

intromisión al domicilio y a la intimidad de la persona. Para esos fines,


si la autoridad tiene conocimiento de la existencia de que se está come-
tiendo o que se acaba de cometer un delito, podrá solicitar una orden
judicial con el propósito de impedir la consumación del delito, la huida
del presunto autor o la desaparición de los efectos o instrumentos del
delito. La flagrancia de un delito implica sorprender al delincuente en
el momento de la comisión del acto ilícito, o en circunstancias inme-
diatamente posterior a la perpetración del ilícito penal.

2. Derecho de Acceso a datos personales


El derecho a la protección de los datos personales de las personas se
contrapone a la erosión y degradación que afectan a los derechos fun-
damentales ante determinados usos de la tecnología. La tecnología de
la información y su evolución se están nutriendo de los datos de las
personas desde su nacimiento y éstos están expuestos a violaciones
de su intimidad y privacidad. Este derecho fundamental garantiza la
facultad que tiene toda persona de acceder y decidir por sí misma so-
bre la utilización de sus datos personales u oficiales y sobre sus bienes.
Toda persona tiene derecho a decidir cuándo y dentro de qué límites
procede hacer uso de la información referente a su vida y a sus bienes.
Tiene derecho al acceso de la información sobre sus datos que sobre
ella o sus bienes reposen en los registros públicos y privados. Una vez
conocida a la existencia de información privada u oficial, toda persona
tiene derecho de acceso al conocimiento del uso y destino que se haga
de las mismas, con las limitaciones fijadas por la ley.
El derecho de acceso a la información sobre sus datos personales, o lo
que se ha denominado derecho a la autodeterminación informativa,
se construye a partir del derecho a la intimidad personal y familiar y
sirve de garantía al honor y al derecho a la imagen y permite el ejerci-
cio de otros derechos del ciudadano. También garantiza el derecho a
la privacidad, que es la facultad de proteger las facetas más profundas
de la personalidad de la persona y de las cuales podrían arrojar una
114 | La Constitución comentada

información de la personalidad del individuo que éste tiene derecho a


reservarse. Este derecho permite un derecho de control sobre los datos
relativos a la propia persona y a sus bienes.
La información o datos registrados deben observar los principios de
calidad, licitud, lealtad, seguridad y finalidad. Los principios de cali-
dad, licitud y lealtad requieren que los datos sean exactos y prohíbe su
adquisición por medios fraudulentos, desleales e ilícitos. El principio
de seguridad requiere la protección debida de los datos personales y
de sus bienes que tiene que resguardar el registro de los mismos. El
principio de finalidad exige que el registro de los datos personales y de
los bienes de las personas cumpla con los propósitos que motivan su
registro y tratamiento, debiendo ser cancelados cuando no sean nece-
sarios para dicho fin.
Para el pleno ejercicio de éste derecho se descansa sobre los principios
de consentimiento y proporcionalidad. El consentimiento, entendido
como la manifestación de voluntad mediante el cual el interesado con-
sienta el tratamiento de los datos que le conciernen y la proporciona-
lidad interpretada como que el registro de los datos deben ser adecua-
dos, pertinentes y no excesivos en relación con la finalidad que motiva
su procesamiento.
Las restricciones establecidas por la ley no deben reducir la eficacia del
derecho de acceso y protección de los datos personales y de sus bienes,
y deben rodearse de las debidas garantías que aseguren que la esfera
privada del sujeto afectado no han de experimentar las limitaciones
que las que resulten necesarias.
La autoridad judicial competente, en virtud de la solicitud de la parte
interesada, autorizará la actualización, oposición al tratamiento, rec-
tificación o destrucción de aquellas informaciones que afecten ilegí-
timamente sus derechos. El Estado no puede promover bajo ninguna
circunstancia derechos que sean lesivos a la privacidad y a la intimidad
de las personas. Muy por el contrario debe proteger todo lo que sea
beneficioso a los seres humanos y garantizar su pleno ejercicio.
La Constitución comentada | 115

3. Inviolabilidad de la correspondencia.
Al igual que otros derechos que integran los derechos a la persona-
lidad, el secreto de la correspondencia constituye una manifestación
concreta a la libertad de comunicación, sin importar el contenido de
la misma. Analizado desde una concepción moderna, por un lado
puede ser considerado su violación como un atentado al derecho de
propiedad y por otro lado como un atentado al derecho de la libertad
de pensamiento. De igual manera, su conculcación afecta el derecho a
la intimidad personal y familiar, en tanto el ejercicio de este derecho
implica el secreto y la libertad de la comunicación que tienen las perso-
nas. Además no sólo implica la afectación de estos derechos, sino que
además afectan la identidad de las personas tanto las interlocutoras
como sus corresponsales.
El secreto de las comunicaciones implica una prohibición para inter-
ceptar y escuchar las comunicaciones ajenas. Como el bien tutelado es
la libertad de las comunicaciones, ésta queda protegida de todas las ga-
rantías sin importar los medios que utilicen. Se prevé indistintamente
la modalidad de la correspondencia, ya sea documentos o mensajes en
formatos físico o digital o electrónico de cualquier otro tipo. De igual
manera, la violación el secreto de la comunicación telegráfica, telefó-
nica, cablegráfica, electrónica, telemática o en cualquier otro medio,
sólo es justificada cuando es autorizado por una orden de un juez o
autoridad competente de conformidad a lo previsto en la ley. Esta or-
den tiene que estar inspirada en el principio de proporcionalidad y de
motivación, es decir que la justificación debe proyectar la gravedad del
hecho, viabilidad de la medida y los interesados afectados.
La interdicción de la privacidad de la correspondencia o de la comu-
nicación sólo se justifica cuando es autorizada por una orden de au-
toridad judicial competente a través del cumplimiento de los proce-
dimientos establecidos por la autoridad requirente de dicha orden y
la autorización fundamentada de la autoridad requerida. Los poderes
116 | La Constitución comentada

del Estado deberán garantizar el pleno ejercicio de éste derecho de las


personas no sólo a través de la norma constitucional, sino a través de
una ley.

4. Manejo de informaciones de carácter penal.


Cualquier acto de la autoridad tiene que estar dirigido a la protección
de los derechos de la personalidad. Sin embargo, las informaciones de
carácter oficial en virtud de un ilícito penal faculta a la autoridad a
registrar la información en los registros públicos. Las informaciones
levantadas por las autoridades encargadas de la prevención, persecu-
ción y castigo de una conducta delictiva sólo podrán ser remitidas a los
registros públicos cuando los datos en mención sean parte de la base
de acusación del Ministerio Público o del querellante, información que
dio lugar al auto de apertura a juicio. El acto jurisdiccional de apertura
a juicio es dictado en base a la consideración del juez de que la acusa-
ción tiene fundamentos para justificar la probabilidad de una condena.
Sin embargo, aún con la existencia de probable condena en base a la
acusación, la presunción de inocencia se mantiene sobre el justiciable
hasta que no surja una sentencia definitiva donde el principio de ino-
cencia sea sustituido por la certeza de la culpabilidad. Corresponde al
legislador, la jurisprudencia y a la doctrina delimitar el contraste entre
el principio de inocencia del justiciable y la necesidad del tratamiento
o comunicación a los registros públicos de datos e informaciones de
carácter oficial que recaben las autoridades encargadas de la preven-
ción, persecución y castigo del crimen. Los derechos fundamentales
de las personas son inalienables, imprescriptibles e inherentes y por
lo tanto son innegociables, y no pueden ser conculcados en pos de la
seguridad pública del Estado. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 45.– Libertad de conciencia y de cultos.§El Estado garantiza la
libertad de conciencia y de cultos con sujeción al orden público y respe-
to a las buenas costumbres.

La libertad de conciencias y de cultos constituye uno de los cimientos


de una sociedad democrática, supone un reconocimiento a la auto-
nomía de las personas con plena inmunidad a la coacción del Estado
La Constitución comentada | 117

o grupos sociales. El Estado garantiza la libertad de conciencia y de


cultos siempre y cuando este derecho de libertad de pensamiento no
contravenga con el derecho y libertades de las personas, a la seguridad
ciudadana, la salud moral y pública, y las buenas costumbres.
La libertad religiosa plantea dos aspectos fundamentales: el significado
de la libertad religiosa y la posición del Estado en relación a la reli-
gión. La libertad religiosa es un derecho individual y colectivo, pues se
predica tanto para las personas como para los miembros que integran
una comunidad. El Estado reconoce y respeta el pluralismo ideológico
y religioso, sin imponerles una determinada ideología o religión. De
igual manera, el Estado debe mostrar tolerancia, porque si bien es cier-
to que es portador de una determinada religión (ver artículo 32 sobre
el Escudo Nacional), debe reconocer y proteger el derecho que tienen
las personas a la libre elección de adoptar una religión o las creencias
de su elección.
La aceptación por parte del Estado de una determinada religión no es
indicio de la parcialidad de la norma constitucional, sino es un indica-
dor de una realidad sociológica, la cual hace mención a la más indiscu-
tible y arraigada tradición nacional, lo que bajo ninguna circunstancia
implica discriminación con respecto a otras religiones o cultos. El ejer-
cicio a la libertad de conciencia y de cultos está limitado en la norma
constitucional, es decir, su disfrute pleno es posible siempre y cuan-
do no contradigan al orden público y a las buenas costumbres. Por lo
que se asume que no son válidos los cultos satánicos o que promuevan
prácticas contrarias a las buenas costumbres. El principio de igualdad
de trato es aplicable por parte del Estado con respecto a la libertad de
conciencia y de cultos, ya que supone la inexistencia de un trato de
discriminación en función a ideologías religiosas debiendo garantizar
un igual disfrute de la libertad religiosa y de cultos por parte de todos
los ciudadanos. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 46.– Libertad de tránsito.§Toda persona que se encuentre en
territorio nacional tiene derecho a transitar, residir y salir libremente del
mismo, de conformidad con las disposiciones legales.
118 | La Constitución comentada

1. Ningún dominicano o dominicana puede ser privado del derecho


a ingresar al territorio nacional. Tampoco puede ser expulsado o
extrañado del mismo, salvo caso de extradición pronunciado por
autoridad judicial competente, conforme la ley y los acuerdos inter-
nacionales vigentes sobre la materia;
2. Toda persona tiene derecho a solicitar asilo en el territorio nacional,
en caso de persecución por razones políticas. Quienes se encuen-
tren en condiciones de asilo gozarán de la protección que garantice
el pleno ejercicio de sus derechos, de conformidad con los acuer-
dos, normas e instrumentos internacionales suscritos y ratificados
por la República Dominicana. No se consideran delitos políticos, el
terrorismo, los crímenes contra la humanidad, la corrupción admi-
nistrativa y los delitos transnacionales.

La libertad de tránsito y de residencia constituye derechos inherentes


al ser humano. Corresponde al Estado garantizar y proteger el pleno
ejercicio de este derecho de aquellas personas que se encuentren legal-
mente en el territorio nacional. La libertad de tránsito no debe verse
solamente como un derecho a la personalidad sino que presenta ade-
más repercusiones económicas en virtud a la libertad de circulación de
bienes y servicios. Esto implica un modelo económico con dimensio-
nes dentro del proceso de la globalización económica (movimientos
migratorios, integración económica etc.). Toda persona tiene la liber-
tad de residir transitoria o permanentemente en un determinado lugar
de su elección. Los extranjeros tienen derecho de transitar, residir y
salir libremente, siempre y cuando cumplan con los requerimientos
establecidos en la norma constitucional y en la ley para el acceso y
residencia en el territorio dominicano.

1. Libertad de ingreso al territorio y extradición.


Por el hecho de ser un nacional dominicano o dominicana tiene pleno
derecho a ingresar al territorio nacional. De igual manera, no puede
ser expulsado o extrañado bajo ninguna circunstancia del mismo. Sólo
se justifica su salida del país si lo hace de manera voluntaria o por una
decisión de autoridad judicial competente conforme a la norma cons-
titucional, los tratados internacionales y la ley. El código procesal penal
faculta a la Cámara Penal de la Suprema Corte de Justicia a conocer
La Constitución comentada | 119

todos las solicitudes de extradición de personas que se encuentren en


territorio nacional, las cuales deberán ser tramitadas por el Poder Eje-
cutivo y remitidas a la Suprema Corte de Justica para que ésta decida
lo que corresponda.

2. Derecho de asilo.
El derecho de asilo es considerado un derecho fundamental. Los crite-
rios que deben inspirar a todo Estado para otorgar el derecho de asilo
son solidaridad, hospitalidad y tolerancia a aquellas personas que son
perseguidas por motivos políticos o ideológicos. El Estado domini-
cano protegerá a las personas y garantizará el pleno ejercicio de sus
derechos de conformidad con los acuerdos, normas e instrumentos
internacionales válidamente suscritos y ratificados por éste. La norma
constitucional excluye de la tipificación como delito político a los ilí-
citos penales tales como terrorismo, crímenes contra la humanidad, la
corrupción administrativa y los delitos transnacionales. Estos últimos
constituyen actos inhumanos o amenazas generalizados o sistemáticos
contra cualquier población civil o grupo de personas o parte de ella
que afectan bienes jurídicos tutelados por las normas constitucionales,
la ley y los tratados internacionales. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 47.– Libertad de asociación.§Toda persona tiene derecho de
asociarse con fines lícitos, de conformidad con la ley.

Es un derecho subjetivo de carácter colectivo que permite a sus sujetos


agruparse voluntariamente con fines comunes y de carácter perma-
nente. La asociación presupone el goce y disfrute de otros derechos
tales como los de reunión y de libre expresión del pensamiento, con-
diciones para la existencia de este derecho. Los fines de la libertad de
asociación deben ser lícitos, como requisito indispensable para ser re-
conocidas por la ley. En caso contrario, los límites para el ejercicio de
este derecho constituyen las asociaciones ilegales, las secretas y las que
en general atenten contra bienes jurídicos constitucionalmente prote-
gidos. § Rosalía Sosa Pérez.
120 | La Constitución comentada

Artículo 48.– Libertad de reunión.§Toda persona tiene el derecho de


reunirse, sin permiso previo, con fines lícitos y pacíficos, de conformidad
con la ley.

Constituye un derecho subjetivo de carácter colectivo. Se conceptua-


liza por el agrupamiento organizado y participativo, discontinuo y
destinado al intercambio común de ideas. El derecho a la libertad de
reunión manifiesta el ejercicio del derecho a la libertad, exhibiendo
el disfrute de los derechos de discusión, libertades políticas, libertad
de cultos, entre otras libertades. Las reuniones deben desarrollarse en
forma pacífica y con fines lícitos, y no pueden poner en peligro bienes
constitucionalmente protegidos como la integridad y la dignidad de
las personas. Para disfrutar el ejercicio del derecho de reunión no es
necesario autorización estatal previa. Sin embargo, se impone límites
al derecho a la libertad de reunión, siempre y cuando sus fines sean
ilícitos, alteración de la paz pública poniendo en peligro a las personas
y a sus bienes. Para estos casos la autoridad estatal puede suspender o
disolver el ejercicio de este derecho. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 49.– Libertad de expresión e información.§Toda persona tiene
derecho a expresar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, por
cualquier medio, sin que pueda establecerse censura previa.

1. Toda persona tiene derecho a la información. Este derecho com-


prende buscar, investigar, recibir y difundir información de todo tipo,
de carácter público, por cualquier medio, canal o vía, conforme de-
terminan la Constitución y la ley;
2. Todos los medios de información tienen libre acceso a las fuentes
noticiosas oficiales y privadas de interés público, de conformidad
con la ley;
3. El secreto profesional y la cláusula de conciencia del periodista es-
tán protegidos por la Constitución y la ley;
4. Toda persona tiene derecho a la réplica y rectificación cuando se
sienta lesionada por informaciones difundidas. Este derecho se ejer-
cerá de conformidad con la ley;
5. La ley garantiza el acceso equitativo y plural de todos los secto-
res sociales y políticos a los medios de comunicación propiedad
del Estado.
La Constitución comentada | 121

Párrafo.– El disfrute de estas libertades se ejercerá respetando el de-


recho al honor, a la intimidad, así como a la dignidad y la moral de las
personas, en especial la protección de la juventud y de la infancia, de
conformidad con la ley y el orden público.

La libertad de expresión es la facultad otorgada a todas las personas de


manifestar a otras personas de manera privada y públicamente su pen-
samiento según su experiencia y práctica de vida. La libertad de expre-
sión y difusión del pensamiento son indivisibles y están íntimamente
ligadas al derecho a la información. Toda persona tiene derecho a ex-
presar libremente sus pensamientos, ideas y opiniones, sin que pueda
establecerse censura previa. Toda persona tiene derecho a informar y a
ser informado, es decir, tiene derecho a la información activa que es el
derecho a comunicar la información, y a la información pasiva, el de-
recho a recibir la información. El límite al goce y ejercicio del derecho
a la libertad de expresión e información es que este ejercicio no afecte
los derechos jurídicamente protegidos por la norma constitucional, la
ley y los tratados internacionales. La libertad de expresión constituye
un medio democrático para el intercambio de ideas e informaciones
y para la comunicación masiva entre las personas. Implica no sólo el
derecho de cada uno a tratar de comunicar a los otros sus propios pun-
tos de vista, sino también el derecho de todos a conocer opiniones y
noticias.

1. Derecho a la información.
Toda persona tiene derecho a ser informado y a recibir información. El
derecho a la libertad de información comprende la libertad de buscar,
investigar, recibir y difundir la información de todo tipo. Con el pleno
ejercicio del derecho a la información se garantiza no sólo un derecho
personal que tienen las personas, sino que también implica el ejercicio
de un derecho colectivo a recibir la información.

2. Libre acceso a las fuentes noticiosas oficiales.


La libertad de información requiere el acceso a las fuentes noticiosas
oficiales y privadas sin discriminación, es decir, que no existan indi-
122 | La Constitución comentada

viduos o grupos que estén excluidos o restringidos del acceso a tales


medios. De igual manera se exigen igualmente condiciones respecto
de éstos, de manera que, en la práctica, sean verdaderos instrumentos
de esa libertad y no vehículos para restringirla. El Estado garantiza el
libre acceso a las fuentes oficiales y privadas de interés público a todos
los medios de información. Este acceso permite la difusión de los me-
dios de información exacta y precisa. Los medios de comunicación son
los que materializan la libertad de expresión e información, de modo
que se hace necesario un funcionamiento que permita su ejercicio en
libertad. Es indispensable para la garantía del acceso la prohibición de
todo monopolio, la pluralidad de medios, cualquiera otra medida que
garantice la protección a la libertad de información e independencia
en el ejercicio del periodismo.

3. Secreto profesional y cláusula de conciencia.


Los periodistas tiene la potestad de mantener su secreto profesional, es
decir a no revelar la fuente de sus informaciones. La norma constitu-
cional y la ley tutelarán ese bien jurídico. De igual manera, el Estado
garantiza el respeto de la cláusula de conciencia del periodista, no per-
mitiendo bajo ninguna naturaleza ninguna presión sobre los profesio-
nales de la información.

4. Derecho a la réplica y rectificación.


Toda persona que se sienta lesionada de sus derechos fundamentales
en virtud de una información indebida puede ejercer el derecho a la
réplica y a la rectificación. Este derecho constituye un mecanismo de
protección de los derechos fundamentales debido a un perjuicio oca-
sionado en virtud de una información inexacta o agraviante. Garantiza
la protección a la honra y reputación de la persona frente al perjuicio
ocasionado fruto de informaciones falsas. Este derecho tiene el propó-
sito de dar un equilibrio entre los medios, la formación de la opinión
y los mecanismos efectivos de defensa que tiene el particular para la
protección de sus derechos fundamentales. El derecho de réplica y rec-
tificación no sólo permite el restablecimiento del buen nombre y repu-
La Constitución comentada | 123

tación de las personas, sino que permite dar una buena información de
la persona y protege a la colectividad del derecho a ser bien informado.
Coadyuva a los medios de comunicación a informar de forma honesta
y profesional.

5. Acceso a los medios de comunicación del Estado.


En virtud del principio de igualdad, el Estado garantiza el acceso plural
y equitativo de todos los sectores sociales y políticas a los medios de
comunicación que pertenezcan a éste. De esta manera permite la par-
ticipación de todos los sectores sociales a los medios de comunicación
en igualdad de condiciones.
Para concluir, es necesario resaltar que el goce y disfrute de todos los
derechos contenidos en el presente artículo se ejercerán siempre y
cuando se respete el derecho al honor, a la intimidad, a la dignidad
y la moral de las personas. Recibirán tratamiento especial por par-
te del Estado, para el goce y disfrute de sus libertades y derechos, la
juventud y la infancia. Esta protección especial tiene su origen a que
tanto la niñez como la juventud corresponden a un grupo social con
características particulares en razón de su dependencia y de factores
psico–sociales, físicos y de identidad que requieren una atención es-
pecial, por encontrarse el niño, niña y adolescente en un período de
la vida donde se forma y consolida la personalidad, la adquisición de
conocimientos, la seguridad personal y la proyección al futuro. Una
protección integral y efectiva por parte del Estado, la familia y de la
sociedad en general a la niñez y la juventud, garantiza su desarrollo
pleno. § Rosalía Sosa Pérez.
124 | La Constitución comentada

Sección II
de los derechos económicos y sociales
Artículo 50.– Libertad de empresa.§El Estado reconoce y garantiza la
libre empresa, comercio e industria. Todas las personas tienen derecho
a dedicarse libremente a la actividad económica de su preferencia, sin
más limitaciones que las prescritas en esta Constitución y las que esta-
blezcan las leyes.

1. No se permitirán monopolios, salvo en provecho del Estado. La


creación y organización de esos monopolios se hará por ley. El Es-
tado favorece y vela por la competencia libre y leal y adoptará las
medidas que fueren necesarias para evitar los efectos nocivos y res-
trictivos del monopolio y del abuso de posición dominante, estable-
ciendo por ley excepciones para los casos de la seguridad nacional;
2. El Estado podrá dictar medidas para regular la economía y promover
planes nacionales de competitividad e impulsar el desarrollo integral
del país;
3. El Estado puede otorgar concesiones por el tiempo y la forma que
determine la ley, cuando se trate de explotación de recursos natu-
rales o de la prestación de servicios públicos, asegurando siempre
la existencia de contraprestaciones o contrapartidas adecuadas al
interés público y al equilibrio medioambiental.

De la lectura de este artículo se infiere que la libertad de empresa es


el derecho de todo individuo a participar en el mercado de manera li-
bre dedicándose a la actividad económica de su elección, produciendo
todo lo que sus medios le permitan y consumiendo todo lo que pueda y
quiera adquirir. Por su estrecha relación con el sistema económico, este
derecho tiene que leerse a la luz de las disposiciones de los artículos 7
y 8 constitucionales, que establecen respectivamente el Estado social y
democrático de Derecho y la obligación estatal de proveer los medios
para que las personas puedan desarrollarse progresivamente.
Este derecho es indisociable de la iniciativa privada como está prevista
en el artículo 219 constitucional. Allí no sólo quedan de manifiesto
los límites que la utilidad social impone a la libertad de empresa y la
iniciativa privada. También se reconoce que el Estado puede intervenir
La Constitución comentada | 125

en la actividad económica siempre y cuando actúe bajo el principio


de subsidiariedad (es decir, que esté supliendo una falta que el sector
privado no llena), o cuando sea necesario para asegurar a la población
el acceso a bienes y servicios básicos.
La complejidad de los procesos económicos en que se basa el sistema
del libre mercado hace que el derecho de intervenir en ellos sea igual-
mente complejo. La libertad de empresa no es un derecho monolítico;
es, más bien, un conjunto de derechos que, por su estrecha relación y
fines idénticos, se han reunido bajo un mismo concepto. Considera-
mos que los derechos o elementos que la componen son: libertad de
producción, libertad de circulación económica, libertad de comerciar,
libertad de ocupación y libertad de competencia.
La libertad de producción está relacionada con el derecho a la propie-
dad. El productor debe ser, en principio, propietario del bien que trans-
forma y de los medios de producción. Esta permite que los bienes que
circulan en el mercado obtengan un valor agregado, entendido éste
como el valor adicional que adquiere un bien como consecuencia de
la manipulación o transformación de que ha sido objeto en manos de
un productor. Esta libertad puede verse regulada legítimamente por el
Estado para evitar la exposición de la ciudadanía a peligros que sean
consecuencia de la producción de un bien o de los procesos de produc-
ción de un bien (JORGE PRATS, 1996: 184).
Para que pueda lograrse un intercambio comercial efectivo es necesa-
rio que no existan gravámenes o barreras para el comercio interregio-
nal en nuestro país. Este es el llamado derecho de circulación económi-
ca. Relacionado con la libertad de tránsito establecida en el artículo 46
constitucional, no se encuentra señalado específicamente en la Consti-
tución. Sin embargo, puede deducirse del hecho de que ésta no permite
restricciones al libre tránsito de índole económica o comercial, y de la
prohibición que hace el artículo 200 constitucional de que los arbitrios
colidan con el comercio intermunicipal o la exportación.
La libertad de comerciar es el derecho que tienen los individuos de
ofrecer a los demás el fruto de su esfuerzo. Está íntimamente vinculado
126 | La Constitución comentada

al derecho de contratar y a la autonomía de la voluntad. La econo-


mía de mercado necesita, para existir, que se produzca un intercambio
constante de bienes y productos. Afirma Moltó García que “La eco-
nomía de mercado se basa en los intercambios de unos productos por
otros” (MOLTÓ GARCÍA: 89). Pero éste, como los demás derechos,
puede ser limitado por el orden público o el peligro que represente a
la ciudadanía.
La libertad de ocupación, que es distinta al derecho al trabajo pues-
to que su relación es con el numeral 7 del artículo 75 constitucional,
otorga a la persona el derecho a escoger la ocupación de su preferencia.
Es aquí donde se encuentra implícita la libertad de ocupación porque
contempla el derecho que tiene el individuo de dedicarse al trabajo de
su elección para lograr su “perfeccionamiento progresivo” como aduce
el artículo de la Constitución. La ocupación –o a la profesión– es defi-
nida por algunos como “cualquier tipo de actividad lícita y remunerada,
como mínimo a largo plazo, que sirve para la creación y mantenimiento
de una fuente de ingresos para atender a la satisfacción de las necesida-
des individuales” (REICH: 88). De ahí que, más que el derecho de acce-
so a una actividad remunerada que permita la satisfacción de las nece-
sidades materiales del individuo, la libertad de ocupación se refiere al
derecho que tiene el individuo de elegir la actividad que desea realizar.
En un sistema de mercado, la libertad de competencia es, probable-
mente, la más importante de las libertades relacionadas a la libertad
de empresa, por cuanto expresa el derecho de los particulares a con-
currir con otros para llenar un mismo nicho del mercado en igualdad
de condiciones. La prohibición de los monopolios privados y del abu-
so de posición dominante, establecidas en artículo 50 constitucional,
busca evitar que una empresa o un particular impidan que la actividad
económica se desarrolle en un marco de libre competencia. Los mo-
nopolios naturales –como el caso del sistema operativo Windows– no
son prohibidos, aunque sí el que se abuse de ellos para coartar la libre
competencia. La posibilidad del monopolio estatal obedece a la idea
de que existen servicios o áreas de la actividad económica que son ne-
cesarias, más no lucrativas si se quiere alcanzar cobertura universal, y
La Constitución comentada | 127

por lo tanto el Estado debe asumirlas a pesar de las pérdidas que esto
entraña. En la práctica, el monopolio público ha caído casi en desuso,
al margen de algunos servicios, como el servicio de agua potable a tra-
vés de acueductos.
El sistema económico dominicano, aunque fundamentado en el mer-
cado, no permite el capitalismo salvaje. El mismo artículo 50 consti-
tucional faculta al Estado a tomar medidas que permiten la dirección
de la economía para el desarrollo del mercado. Este desarrollo, como
es de esperarse, debe de seguir los criterios avanzados en los artículos
7 y 8 constitucionales. Es decir, el Estado puede intervenir y moldear
el mercado para que sus resultados atiendan a la necesidad de hacer
efectivas las normas que establecen derechos sociales.
Las concesiones no son una excepción a la prohibición del monopo-
lio, sino una autorización para que una empresa privada aproveche o
explote una actividad, bien o recurso de naturaleza pública. Esto se
hace para garantizar un servicio con la mínima inversión pública y
aprovechando la eficiencia que debe caracterizar los esfuerzos priva-
dos. Naturalmente, esto implica que el Estado tiende a beneficiarse me-
nos de la actividad económica en cuestión que si la hubiera asumido
directamente. Las concesiones no necesariamente implican acceso al
monopolio, como lo demuestran las relativas al espectro radioeléctrico,
que se hacen por frecuencias específicas para crear un mercado donde
los concesionarios compiten unos con otros.
Existen otros límites a la libertad de empresa aparte del monopolio
y del abuso de posición dominante. Los derechos del consumidor, el
derecho al medioambiente sano y los límites al derecho a la propiedad
son tres muy importantes. § Nassef Perdomo Cordero.
Artículo 51.– Derecho de propiedad.§El Estado reconoce y garantiza el
derecho de propiedad. La propiedad tiene una función social que impli-
ca obligaciones. Toda persona tiene derecho al goce, disfrute y disposi-
ción de sus bienes.

1. Ninguna persona puede ser privada de su propiedad, sino por causa


justificada de utilidad pública o de interés social, previo pago de su
justo valor, determinado por acuerdo entre las partes o sentencia de
128 | La Constitución comentada

tribunal competente, de conformidad con lo establecido en la ley.


En caso de declaratoria de Estado de Emergencia o de Defensa, la
indemnización podrá no ser previa;
2. El Estado promoverá, de acuerdo con la ley, el acceso a la propiedad,
en especial a la propiedad inmobiliaria titulada;
3. Se declara de interés social la dedicación de la tierra a fines útiles
y la eliminación gradual del latifundio. Es un objetivo principal de
la política social del Estado, promover la reforma agraria y la inte-
gración de forma efectiva de la población campesina al proceso de
desarrollo nacional, mediante el estímulo y la cooperación para la
renovación de sus métodos de producción agrícola y su capacita-
ción tecnológica;
4. No habrá confiscación por razones políticas de los bienes de las
personas físicas o jurídicas;
5. Sólo podrán ser objeto de confiscación o decomiso, mediante sen-
tencia definitiva, los bienes de personas físicas o jurídicas, nacionales
o extranjeras, que tengan su origen en actos ilícitos cometidos con-
tra el patrimonio público, así como los utilizados o provenientes de
actividades de tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotró-
picas o relativas a la delincuencia transnacional organizada y de toda
infracción prevista en las leyes penales;
6. La ley establecerá el régimen de administración y disposición de bie-
nes incautados y abandonados en los procesos penales y en los jui-
cios de extinción de dominio, previstos en el ordenamiento jurídico.

La Constitución dominicana reconoce en su artículo 51 el derecho a


la propiedad. (Aunque comúnmente se escribe “derecho de propiedad”,
preferimos la expresión “derecho a la propiedad”. El motivo es que la
primera implica un derecho sobre una cosa en específico, mientras que
la segunda se refiere claramente al acceso a la institución jurídica co-
múnmente llamada “propiedad”. Estas dos expresiones no son utiliza-
das indistintamente en esta nota, sino siempre obedeciendo a los dos
sentidos anteriores), es decir, el derecho de los ciudadanos a ejercer
las facultades relacionadas con la “propiedad”. Es importante señalar,
como punto de partida, que la propiedad y sus derechos relacionados,
son instituciones jurídicas que se someten a la realidad social, eco-
nómica y normativa del lugar en el que se ejercen. Esto tiene como
La Constitución comentada | 129

consecuencia que la propiedad como institución en el ordenamiento


jurídico dominicano está definida –en sus alcances y límites– por la
Constitución de la República. La propiedad es un mecanismo de re-
lación social jurídicamente construido, un conjunto de reglas legales
aplicadas judicialmente que determinan el acceso y la exclusión al dis-
frute de bienes (HOLMES & SUNSTEIN: 59).
Desde el albor de la historia existen registros de la existencia de la
propiedad como institución jurídica. Estuvo presente en todas las ci-
vilizaciones consideradas precursoras del mundo contemporáneo: las
mesopotámicas, el Antiguo Egipto, Grecia y Roma. La razón por la que
estuvo presente en todas es que –por rudimentario que sea– cualquier
sistema económico que se fundamente en el intercambio de bienes y la
especialización de labores requiere –de una forma u otra– de la exis-
tencia del derecho a la propiedad. Pero sobre todo, sirvió como meca-
nismo para que las unidades sociales más básicas –como es el caso de
la familia o el clan– pudieran disponer y explotar medios materiales
que permitieran su subsistencia. Esto permite a los individuos llevar
una existencia en la que no dependen de los demás para sobrevivir.
Es en razón de esto que el pensamiento liberal protoconstitucional y
constitucional la han considerado como una de los fundamentos de la
libertad individual (LOCKE: 55 y ss) (JORGE PRATS: 676).
Como expresa el artículo 51 constitucional, el derecho a la propiedad
puede ser definido, de manera general, como el derecho exclusivo de
X al uso de un objeto o bien y, a aprovecharse de los beneficios que
este bien produzca y a disponer de dicho bien, ya sea transformándolo,
destruyéndolo o transfiriendo los derechos sobre el mismo. Es decir, a
grandes rasgos, el derecho de propiedad implica la exclusión de los no
propietarios del bien del disfrute o aprovechamiento sobre el mismo.
De lo anterior queda claro que no se trata de una relación jurídica del
propietario con el objeto de la propiedad (que es una cosa inanima-
da y carente de capacidad volitiva). Se trata, más bien, de un derecho
frente a las demás personas para que no interfieran en el uso o disfrute
del bien.
130 | La Constitución comentada

Es precisamente esta naturaleza exclusiva del derecho de propiedad so-


bre un bien o conjunto de bienes lo que convierte en “una de las estruc-
turas o instituciones mediante las cuales se lleva a cabo la “asignación”
(allocation) de las tareas y de los recursos económicos” (ANFOSSI: 1305).
En el contexto de una sociedad contemporánea, la exclusividad de la
explotación y la capacidad que tiene de asignación de recursos traen
como consecuencia que la propiedad no sea un derecho absoluto, sino
que tenga una función social que la limita. Esto por dos motivos: pri-
mero porque, como el individuo no puede garantizar por sí mismo el
ejercicio de su derecho a la propiedad, la protección del mismo sólo se
puede dar como consecuencia de la existencia del Estado y los costos
sociales que este implica (HOLMES & SUNSTEIN: 72).
El segundo motivo es que la propiedad permite la asignación de re-
cursos, lo cual no necesariamente implica la posibilidad de destruirlos
o que todos los recursos sean asignables. De hecho, la Constitución
establece excepciones claras a esto, como son los recursos naturales
(artículo 14), las áreas protegidas (artículo 16), la explotación de los
yacimientos mineros (artículo 17) y los bienes relacionados con el
patrimonio cultural (artículo 64), por sólo mencionar algunos casos.
Como puede verse, no todos los bienes pueden ser objeto del derecho
de propiedad. Debe distinguirse entre los bienes de dominio público
–sobre los que pesa un derecho de propiedad estatal inalienable– y los
bienes de dominio privado, que sí pueden serlo tanto por parte del
sector público como de personas privadas.
Lo anterior convierte al derecho a la propiedad en lo que Jorge Prats
llama un “punto de equilibrio de intereses” entre los del individuo y
los de la comunidad (JORGE PRATS: 674). Esto es coherente con el
artículo 7 constitucional, que establece un Estado social y democrático
de derecho. De ahí que el derecho a la propiedad no sólo implique
beneficios, sino también obligaciones, tal y como lo establece el mismo
artículo 51 constitucional. Estas obligaciones son las establecidas, se-
gún el caso, por la Constitución y las leyes.
La Constitución comentada | 131

La importancia de la propiedad para la concepción constitucional del


sistema social y económico se encuentra en la obligación que tiene el
Estado de promoverla, sobre todo en lo relativo a la propiedad sobre
bienes inmuebles titulados. Aunque aquí no se especifica, es imposible
no relacionar este mandato con el derecho a la vivienda previsto en el
artículo 59 constitucional.
En el mismo sentido, el artículo obliga al Estado a promover el uso útil
de la tierra en actividades productivas y prohíbe el latifundio, que im-
plica una subutilización de la misma. Prevé para estos fines programas
de reforma agraria y a establecer políticas que promuevan la integra-
ción de sus beneficiarios y de los campesinos en general a las activida-
des productivas. Esto demuestra el interés del constituyente de atar la
propiedad a las actividades que, como la producción, benefician a la
comunidad a través del crecimiento económico.
El artículo 51 constitucional contiene también la regulación de la ex-
propiación a particulares. Esta sólo puede ser llevada a cabo por razo-
nes de utilidad pública y previo pago del valor de la misma, acordado
por las partes o por un tribunal en caso de que no exista acuerdo. La
previa indemnización es importante porque excluye la posibilidad de
que la expropiación disminuya el patrimonio del expropiado (JORGE
PRATS: 680). Sólo puede llevarse a cabo sin indemnización previa en
los casos en los que existe un estado de excepción que indica una ne-
cesidad urgente e impostergable. Esta obligación de someter al debido
proceso los actos de expropiación tiene un precedente importante en
los puntos 52 y 53 de la Carta Magna de 1215.
La confiscación –que es una expropiación sin indemnización– queda
prohibida por razones políticas. Con ello se busca evitar que esto se
utilice como mecanismo para la persecución política. Esta prohibición
data de la Constitución de 1942 y no ha sido contradicha por ninguna
reforma constitucional posterior. La prohibición de confiscación por
motivos políticos es coherente con las decisiones del sistema intera-
132 | La Constitución comentada

mericano de derechos humanos (como fue señalado por la Corte Inte-


ramericana de Derechos Humanos en el caso Ivcher Bronstein v. Perú,
decidido el 6 de febrero de 2001).
Hasta la reforma de 2010, la confiscación sólo estuvo permitida en las
constituciones de 1961 y 1962 que procuraron recuperar los bienes ad-
quiridos mediante el abuso de poder. Una clara referencia a la familia
Trujillo. Sin embargo, el numeral 5 del artículo 51 constitucional la
prevé en la actualidad para delitos de corrupción, narcotráfico, delin-
cuencia transnacional organizada y “toda infracción prevista en las le-
yes penales”. Finalmente, el numeral 6 permite al legislador disponer
de los bienes confiscados o incautados en las causas penales o los jui-
cios de extinción de dominio. § Nassef Perdomo Cordero.
Artículo 52.– Derecho a la propiedad intelectual.§Se reconoce y prote-
ge el derecho de la propiedad exclusiva de las obras científicas, literarias,
artísticas, invenciones e innovaciones, denominaciones, marcas, signos
distintivos y demás producciones del intelecto humano por el tiempo,
en la forma y con las limitaciones que establezca la ley.

El reconocimiento y protección de la propiedad intelectual se refiere a


la libertad de creación o el derecho a la libre creación intelectual, pero
tiene una vinculación con la libertad de expresión, por considerarse
como un derecho humano de la sociedad de la información.
República Dominicana, como Portugal, Suecia, Panamá y Guatemala,
se encuentra dentro de los pocos países que consagran explícitamente,
en sus respectivas constituciones, la propiedad intelectual, como un
derecho fundamental, a pesar de que para algunos, como los france-
ses, de su consagración en la Declaración Universal de Derecho Hu-
manos (DUDH), se deriva el rango de derecho fundamental de dicho
derecho propiedad intelectual. El artículo 27.2 de la DUDH dispone
que “toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y
materiales que le corresponden por razón de las producciones científicas,
literarias o artísticas de que sea autora”. La redacción del artículo y su
rango normativo, evidencia que el derecho de autor, que, junto al de la
La Constitución comentada | 133

propiedad industrial conjuga el derecho de la propiedad intelectual, es


un derecho humano originado en un derecho de la personalidad, inhe-
rente a la garantía de la dignidad humana de la persona.
La naturaleza fundamental del derecho constitucional de propiedad
intelectual se deriva de su inserción en el Título II (De los derechos,
garantías y deberes fundamentales), Capítulo I (De los derechos fun-
damentales), Sección II (De los derechos económicos y sociales). En
cuanto a su titularidad se trata de un derecho reconocido a favor de
quién ostente la calidad de autor de cualquiera de las obras e invencio-
nes descritas en el Cuerpo Jurídico Fundamental de la Nación y que
hayan sido obra de su intelecto. A diferencia del derecho de propie-
dad, que recae sobre los bienes materiales, el derecho de propiedad
intelectual recae tanto sobre el bien inmaterial creado como sobre las
relaciones, fundamentalmente económicas, del autor con su creación
(MEJÍA ROLDÁN).
El reconocimiento y la protección del derecho a la propiedad intelec-
tual no es una novedad en nuestro ordenamiento constitucional. La
Constitución de 1854 establecía la protección a los derechos derivados
de los descubrimientos, producciones e incluso de las obras literarias.
Desde la Constitución de 1947 se dispuso como derecho de la persona
“la propiedad exclusiva, por el tiempo y en la forma que determine la
ley, de los inventos y descubrimientos, así como de las producciones
científicas, artísticas y literarias”, texto que se mantuvo íntegramen-
te hasta la reforma de 2010. Sin embargo, durante dicho período de
tiempo la Constitución de 1963 no hizo referencia alguna al derecho
moral o patrimonial del autor, de propiedad industrial o al derecho de
propiedad intelectual.
La Constitución de 2002 se refería a “la propiedad exclusiva por el
tiempo y en la forma que determine la ley, de los inventos y descubri-
mientos, así como de las producciones científicas, artísticas y literarias”
(artículo 8.14). Este ámbito de protección y garantía fue ampliado en
esta Constitución, tanto para el derecho de autor como de propiedad
industrial, al reconocer la propiedad exclusiva sobre “obras científi-
134 | La Constitución comentada

cas, literarias, artísticas, invenciones e innovaciones, denominaciones,


marcas, signos distintivos y demás producciones del intelecto huma-
no”; delegando en el legislador ordinario la facultad de establecer el
tiempo, la forma y las limitaciones para el disfrute de dichos derechos.
El fundamento del derecho de propiedad intelectual es precisamente la
protección de los derechos que pudieran derivarse para el autor de una
obra o para una persona física o jurídica sobre una invención (patente,
modelo de utilidad, etc.), un diseño industrial o un signo distintivo
(marca o nombre comercial), toda vez que por su titularidad puede
disponer de ella y explotarla de manera exclusiva, en la forma y el tiem-
po que disponga la ley. De esto se desprende que el autor y el inventor
excluye a los terceros no autorizados en lo referente a la utilización de
las obras e invenciones en cuestión, a menos que otorgue un permiso
o licencia para ello.
El derecho a la propiedad intelectual reviste especial relevancia para
los mercados comerciales, siendo regulado no sólo por las leyes adjeti-
vas en nuestro país, sino que se encuentra altamente reglamentado por
acuerdos y normas internacionales –de los cuales somos signatarios–
que protegen la titularidad de los derechos en el ámbito global, tras-
cendiendo las fronteras y propugnando la concretización de las obras
de carácter intelectual, como bienes de gran importancia para la eco-
nomía de los países (jorge mera). Estos avances a nivel mundial, más
allá de materializarse como armonización legislativa, han procurado
la integración de los países para proteger o garantizar bienes comunes,
cuyo abuso e inadecuada explotación pudieran representar un grave
perjuicio para los titulares de los derechos y, a su vez, traducirse en un
perjuicio para el Estado como ente económico globalizado.
Se destaca el hecho de que el derecho a la propiedad intelectual se
encuentra íntimamente relacionado con los derechos a la libertad de
empresa (artículo 50 CR), de competencia (ídem) y a los derechos del
consumidor (artículo 53 CR), prerrogativas que se insertan dentro de
la configuración socioeconómica del libre mercado, consagrados todos
en el ordenamiento constitucional vigente y con etiqueta de derechos
La Constitución comentada | 135

fundamentales. Dicha vinculación se evidencia en que esos derechos


sirven como límites al ejercicio del derecho a la propiedad intelectual,
toda vez que debe ser garantizado dentro de los estándares que dis-
ponen las leyes, teniendo en cuenta que la efectiva protección de este
derecho, implica necesariamente la protección del conjunto de dere-
chos económicos que conforman las relaciones comerciales (libertad
de empresa, de competencia y derechos del consumidor).
En consecuencia, no podrán ejercerse las actividades que permiten el
uso y disfrute de los beneficios económicos derivados de los bienes
inmateriales, particularmente relacionados con el derecho de autor o
las invenciones, diseños industriales o signos distintivos, si éstas no
se realizan dentro del marco de la justa competencia, la libertad de
empresa y la efectiva defensa de los derechos de los consumidores.
§ Carlos Salcedo Camacho.
Artículo 53.– Derechos del consumidor.§Toda persona tiene derecho a
disponer de bienes y servicios de calidad, a una información objetiva, ve-
raz y oportuna sobre el contenido y las características de los productos
y servicios que use o consuma, bajo las previsiones y normas estableci-
das por la ley. Las personas que resulten lesionadas o perjudicadas por
bienes y servicios de mala calidad, tienen derecho a ser compensadas o
indemnizadas conforme a la ley.

Los derechos que se les reconocen a los consumidores surgen del esta-
do de vulnerabilidad en que estos se encuentran al relacionarse dentro
de una economía de mercado. Para tutelarlos, se inserta dentro de los
derechos económicos y sociales un nuevo sujeto de derechos: “consu-
midor”, el cual se define como toda persona física o jurídica, pública o
privada que adquiera, consuma, utilice o disfrute bienes, productos o
servicios y los obtenga de quien los produce, importa, vende, facilita,
suministra o expide, como destinatario final para fines personales, fa-
miliares o de su grupo social y con objetivos ajenos a cualquier activi-
dad comercial o profesional.
Los derechos del consumidor integran un conjunto de prerrogativas
que tienen aquellos destinatarios finales que adquieren bienes y ser-
vicios del mercado con el propósito de satisfacer sus necesidades per-
136 | La Constitución comentada

sonales, familiares o de su grupo social. Dentro de los derechos del


consumidor están la seguridad, la vida, salud, representación, asocia-
ción, consulta, participación, transparencia, formación e información,
disposición de bienes y servicios de calidad.
Todo consumidor tiene derecho de acceso a la información veraz de
los bienes y servicios que adquiere en el mercado para su consumo. El
proveedor está en la obligación de proporcionar la información para
que el consumidor pueda efectuar una adecuada y razonada elección.
Esa información debe contener las características de los productos y
servicios, debe ser verificable y escrita en el idioma español, así como
también indicar el precio, características, funcionamiento, calidad,
origen, naturaleza, peso; detallar en orden de mayor contenido de sus
ingredientes y componentes que permitan a los consumidores elegir
conforme a sus deseos y necesidades. De igual manera, debe advertir
de cualquier riesgo que pudiera presentar el consumo de ese bien o
servicio y que pueda o pudiera afectarle.
Es función del Estado garantizar y tutelar el goce de las prerrogativas
para que los consumidores puedan gozar y disfrutar sus derechos. Las
personas que resulten lesionadas o perjudicadas por bienes y servicios
de mala calidad, tienen derecho a ser compensadas o indemnizadas y
pueden ejercer acciones en contra de los proveedores de productos y
servicios los cuales pueden incurrir en responsabilidad civil o penal.
§ Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 54.– Seguridad alimentaria.§El Estado promoverá la investiga-
ción y la transferencia de tecnología para la producción de alimentos y
materias primas de origen agropecuarios, con el propósito de incremen-
tar la productividad y garantizar la seguridad alimentaria.

Se define como seguridad alimentaria la certidumbre de que todas las


personas tienen acceso físico, social y económico a los alimentos sufi-
cientes, inocuos y nutritivos que satisfagan sus necesidades energéticas
diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida sana y activa.
Para garantizar dicha seguridad corresponde al Estado promover la
investigación y la transferencia de tecnología para la producción de
La Constitución comentada | 137

alimentos y materias primas de origen agropecuarios, con el objetivo


de incrementar la productividad y satisfacer las necesidades alimenta-
rias de las personas.
La seguridad alimentaria implica el cumplimiento de las siguientes
condiciones: calidad e inocuidad de los alimentos, acceso a los ali-
mentos, capacidad de los ciudadanos para adquirirlos, estabilidad de
la oferta sin fluctuaciones ni escasez, oferta y disponibilidad de ali-
mentos adecuados. La seguridad alimentaria solo se cumple cuando
todas las personas tienen acceso físico y económico a los alimentos
nutritivos e inocuos para satisfacer sus necesidades alimentarias.
§ Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 55.– Derechos de la familia.§La familia es el fundamento de la
sociedad y el espacio básico para el desarrollo integral de las personas.
Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de
un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad res-
ponsable de conformarla.

1. Toda persona tiene derecho a constituir una familia, en cuya forma-


ción y desarrollo la mujer y el hombre gozan de iguales derechos y
deberes y se deben comprensión mutua y respeto recíproco;
2. El Estado garantizará la protección de la familia. El bien de familia es
inalienable e inembargable, de conformidad con la ley;
3. El Estado promoverá y protegerá la organización de la familia so-
bre la base de la institución del matrimonio entre un hombre y una
mujer. La ley establecerá los requisitos para contraerlo, las formali-
dades para su celebración, sus efectos personales y patrimoniales,
las causas de separación o de disolución, el régimen de bienes y los
derechos y deberes entre los cónyuges;
4. Los matrimonios religiosos tendrán efectos civiles en los términos
que establezca la ley, sin perjuicio de lo dispuesto en los tratados in-
ternacionales;
5. La unión singular y estable entre un hombre y una mujer, libres de
impedimento matrimonial, que forman un hogar de hecho, genera
derechos y deberes en sus relaciones personales y patrimoniales, de
conformidad con ley;
138 | La Constitución comentada

6. La maternidad, sea cual fuere la condición social o el estado civil de


la mujer, gozará de la protección de los poderes públicos y genera
derecho a la asistencia oficial en caso de desamparo;
7. Toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad,
a un nombre propio, al apellido del padre y de la madre y a conocer
la identidad de los mismos;
8. Todas las personas tienen derecho desde su nacimiento a ser inscri-
tas gratuitamente en el registro civil o en el libro de extranjería y a
obtener los documentos públicos que comprueben su identidad, de
conformidad con la ley;
9. Todos los hijos son iguales ante la ley, tienen iguales derechos y de-
beres y disfrutarán de las mismas oportunidades de desarrollo social,
espiritual y físico. Se prohíbe toda mención sobre la naturaleza de la
filiación en los registros civiles y en todo documento de identidad;
10. El Estado promueve la paternidad y maternidad responsables. El pa-
dre y la madre, aun después de la separación y el divorcio, tienen el
deber compartido e irrenunciable de alimentar, criar, formar, educar,
mantener, dar seguridad y asistir a sus hijos e hijas. La ley establecerá
las medidas necesarias y adecuadas para garantizar la efectividad de
estas obligaciones;
11. El Estado reconoce el trabajo del hogar como actividad económica
que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social, por
lo que se incorporará en la formulación y ejecución de las políticas
públicas y sociales;
12. El Estado garantizará, mediante ley, políticas seguras y efectivas para
la adopción;
13. Se reconoce el valor de los jóvenes como actores estratégicos en el
desarrollo de la Nación. El Estado garantiza y promueve el ejercicio
efectivo de sus derechos, a través de políticas y programas que ase-
guren de modo permanente su participación en todos los ámbitos
de la vida nacional y, en particular, su capacitación y su acceso al
primer empleo.

El presente artículo 55 (conjuntamente con el derecho a la educación,


artículo 63), ocupa el primer lugar dentro de los derechos sociales más
ampliamente desarrollados por la actual Constitución, debido a que
dedica una parte capital y 13 numerales. Llama la atención que su nú-
La Constitución comentada | 139

mero sea el 55, debido a que éste era el número dedicado en la anterior
Constitución a las atribuciones del Presidente de la República, por lo
que creemos, que quizá por mera casualidad, se le ha otorgado a la fa-
milia el lugar más preponderante en este sistema de gobierno de corte
presidencialista. Un total de 50 ideas trascendentes se encuentran en
este artículo 55, pero sólo nos referiremos a algunas de ellas.
Es necesario recordar que en la antigua Constitución, poco era lo que
se decía respecto a la familia: básicamente que se reconocía el matri-
monio como su fundamento legal (artículo 8.15 Constitución ante-
rior), de ahí que el constituyente en la nueva reforma ha reconocido
su capital importancia, al dedicarle tantos numerales, reconociendo
como hace mucho tiempo lo han hecho los convenios internacionales
(Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículo 17; Pac-
to Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, artículo 24, Pacto
Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ar-
tículo 10, Convención para la Eliminación de toda Forma de Discri-
minación contra la Mujer, artículo 16, entre otros) que la “familia es el
fundamento de la sociedad y el espacio básico para el desarrollo inte-
gral de la persona”, por lo que requiere una protección especial del Es-
tado, para conseguir sus diversos fines, entre los que están: Biológicos
(procreación), Sociales (de transmisión de la cultura y el conocimien-
to), Emocionales (Afectivos) y Económicos (producción y consumo).
Hoy se reconoce el derecho de toda persona con la capacidad necesa-
ria y de diferentes sexos a casarse o vivir consensualmente, según su
elección, lo que constituye un espaldarazo a la gran cantidad de matri-
monios aparentes o relaciones de hecho (concubinatos) que existen en
estos casi 49,000 kilómetros que ocupa República Dominicana, dentro
de la isla la Española.
El acápite 5 del artículo 55 de nuestra Constitución establece de ma-
nera clara que el matrimonio y la unión consensual solo tiene recono-
cimiento legal si es entre personas de sexo opuesto, a pesar de que la
corriente que va poco a poco ganando terreno es de permitir el ma-
trimonio y el concubinato entre personas independientemente de su
140 | La Constitución comentada

orientación sexual, como es el caso de la ley de parejas registradas de


enero de 1996 de Holanda; Ley de contrato de vida en común 23–11–
98 de Bélgica; Ley relativa al pacto de solidaridad (PACS) y del concu-
binato del 13 de octubre de 1999 y la Ley de parejas de hecho 135/1999
del 28/8/1999 de Portugal.
Merece especial atención recordar que el legislador debe crear, modifi-
car y derogar leyes, de conformidad a este nuevo texto constitucional.
De manera expresa es llamado a esta tarea en los numerales 2, 3, 4, 5, 8,
10 y 12. Por ejemplo en el numeral 5, requiere que se regule la relación
concubinaria o consensual, sobre la base que genera derechos y debe-
res personales y patrimoniales, constituyendo estos aspectos el núcleo
duro o sustancial que no puede ser modificado por el legislador ordi-
nario. De igual manera en un Estado laico en donde no existe religión
oficial, sino que más bien se admiten todas las confesiones, se reconoce
igual validez a los matrimonios celebrados por los ministros de otras
religiones, para lo que se debe crear una ley que regule estos aspectos.
Estamos en espera de que el legislador, regule los aspectos delegados
por el Constituyente, para no continuar como hasta ahora en una in-
constitucionalidad por omisión.
La Constitución expresa en su artículo 8 que la finalidad esencial del
Estado es la protección efectiva de los derechos de la persona, el res-
peto de su dignidad y la obtención de los medios que le permitan per-
feccionarse e identifica como el mejor aliado del Estado a la familia.
Por ello, consagra en el numeral 10 del artículo 55, que “promueve
la paternidad y maternidad responsables”, para lo cual asume como
paradigma de buen gobierno familiar, que padres y madres alimenten,
críen, formen, eduquen y den seguridad a sus hijos e hijas, para tener
personas sanas, respetuosas de la libertad, diversidad, pluralidad, dere-
chos humanos, cuidado del ambiente, etc. No se debe desconocer que
“existe una relación entre el contexto familiar y el proceso de desarrollo
psicológico a lo largo del ciclo vital” (ARRANZ FREIJO: 7)
Por último, para terminar este brevísimo análisis del artículo 55, es ne-
cesario destacar el reconocimiento al trabajo doméstico, que se encon-
La Constitución comentada | 141

traba invisible en la realidad social, en ese sentido en el informe sobre


desarrollo humano 2010, consta que existe “La necesidad de reconocer
el trabajo no remunerado. El trabajo por el que no se percibe ingresos,
como las tareas domésticas y el cuidado de niños y ancianos en el ho-
gar y en la comunidad, contribuye al bienestar y al crecimiento econó-
mico ya que produce una fuerza laboral apta, productiva, calificada y
creativa…” (PNUD, 2010: 127) § José Alberto Cruceta.
Artículo 56.– Protección de las personas menores de edad.§La familia,
la sociedad y el Estado, harán primar el interés superior del niño, niña
y adolescente; tendrán la obligación de asistirles y protegerles para
garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus
derechos fundamentales, conforme a esta Constitución y las leyes. En
consecuencia:

1. Se declara del más alto interés nacional la erradicación del traba-


jo infantil y todo tipo de maltrato o violencia contra las personas
menores de edad. Los niños, niñas y adolescentes serán protegidos
por el Estado contra toda forma de abandono, secuestro, estado de
vulnerabilidad, abuso o violencia física, sicológica, moral o sexual,
explotación comercial, laboral, económica y trabajos riesgosos;
2. Se promoverá la participación activa y progresiva de los niños, niñas
y adolescentes en la vida familiar, comunitaria y social;
3. Los adolescentes son sujetos activos del proceso de desarrollo. El
Estado, con la participación solidaria de las familias y la sociedad,
creará oportunidades para estimular su tránsito productivo hacia la
vida adulta.

Desde hace más de tres cuartos de siglo la comunidad internacional ha


llamado la atención a los Estados, de que asuman su responsabilidad
de la protección de la infancia: su primera llamada fue con la Decla-
ración de Ginebra de 1924, sobre protección de los niños, la segunda
con la Declaración Universal de los Derechos del Niño de 1959, la más
contundente ha sido con la Convención de las Naciones Unidas sobre
los Derechos del Niño del 1989, entre otros muchas declaraciones, di-
rectrices, reglas, convenios, pactos y convenciones, opiniones consulti-
vas y observaciones generales.
142 | La Constitución comentada

Nuestro país ha acogido en el texto constitucional ese llamado conven-


cional e internacional, que se resume en la frase “la humanidad le debe
a las niñas y los niños lo mejor que pueda darle” y es precisamente el
artículo 56, en el que se consagra la protección de la población de me-
nos de 18 años (que alcanza aproximadamente un 40% de la población
total), fijándose el interés superior del niño, niña y adolescente como
principio rector guía, tal cual ha sido definido por el Comité de (las
Naciones Unidas) los Derechos del Niño, conforme a su observación
general número 5, que es producto de la interpretación del artículo 3
de la Convención sobre los Derechos del Niño. Este interés superior
del menor de edad “es, nada más pero nada menos, que la satisfacción
integral de sus derechos” (CILLERO BRUÑOL: 84). Podemos identifi-
car como derechos fundamentales, definidos en el ámbito psicológico
por Maslow como las 5 necesidades básicas: “necesidades biológicas,
necesidades de seguridad, necesidades de afecto, necesidades de esti-
ma y necesidades de autorrealización” (OCHAITA Y ESPINOSA: 70).
Debemos destacar que es precisamente durante esta etapa de la vida, en
donde se forja la personalidad del individuo, en ese sentido numerosos
estudios han afirmado que el niño, la niña y el adolescente son sujetos
en constante desarrollo, así lo afirman desde sus enfoques particulares,
las diferentes teorías del desarrollo: de Sigmund Freud (que plantea
una marcada influencia de las experiencias emocionales tempranas y
las relaciones de padres e hijos); de Erikson (que toma como principal
referente la relación del medio social), de Bandura (que expone la re-
lación de la capacidad de simbolizar y anticipar el resultado de nuestra
conducta); de Vigotsky (que expone que el lenguaje, la cultura y el con-
texto social e histórico, son los ejes trascendentales para el desarrollo),
entre otros (LEFRANCOIS: 603).
En el ámbito económico, se ha establecido que “la inversión temprana
en capital humano, en términos de bienestar y desarrollo humano, los
primeros años de la vida de las personas resultan cruciales” (PNUD,
20102: 62), de este modo, una mayor inversión durante la infancia
determina una mayor capacidad de las personas para transformar el
acceso a bienes y servicios en aquello que lograran ser o hacer en las
La Constitución comentada | 143

etapas posteriores de sus vidas, por eso, el llamado a los responsables


de la garantía de derechos de los menores de edad (la familia, sociedad
y Estado) es que dediquen el máximo de los recursos disponibles a la
garantía de sus derechos fundamentales. El ideal es que desde la esfera
de poder se tome conciencia que las personas son la verdadera riqueza
de las naciones y estas son las que se desarrollan y hacen que progrese
la Nación.
La Constitución, se proclama como defensora de protección integral
de los menores de edad, por eso, manifiesta como prioridades del
Estado la “erradicación del trabajo infantil y todo tipo de maltrato o
violencia contra las personas menores de edad…”, lo que se logrará si
se pone atención a la prevención de daños, la atención prioritaria en
caso de violencia y la sanción de las personas que violenten derechos
de la infancia. La verdad es que no podemos ser ilusos, ya lo advertía
Luigi Ferrajoli “el problema más serio que se presenta hoy en materia
de derechos de la infancia es el de la efectividad de las leyes aprobadas”
(MÉNDEZ & BELOFF: XVIII) por lo que debemos pasar de un discur-
so retórico a una aplicación práctica, lo que conlleva la exigencia de
invertir más dinero en esta población. § José Alberto Cruceta.
Artículo 57.– Protección de las personas de la tercera edad.§La familia,
la sociedad y el Estado concurrirán para la protección y la asistencia de
las personas de la tercera edad y promoverán su integración a la vida
activa y comunitaria. El Estado garantizará los servicios de la seguridad
social integral y el subsidio alimentario en caso de indigencia.

Muchas son las personas de tercera edad en la República Dominicana


que se encuentran en estado de desprotección familiar, social y estatal
evidente, “hemos logrado agregar más años a la vida, pero no más vida
a los años” (RIBEIRO & LÓPEZ: 49). Para el 2009, según el Almana-
que Mundial, en nuestro país la esperanza de vida de los hombres es
70 años y de las mujeres 75. La mayoría de las personas que alcanzan
edades avanzadas afrontan la pérdida de bienestar y autonomía, justo
a causa de la edad, además de las situaciones de desventaja y vulnera-
bilidad que afectan la calidad de su vida, como consecuencia de pro-
blemas de salud, desempleo, desamparo, abandono, maltrato, soledad
144 | La Constitución comentada

y sentimiento de pérdida de valor, por lo que se hace necesario que la


familia y el Estado garanticen que se viva con dignidad en esta etapa
de la vida.
Es frecuente escuchar a nuestros ancianos, decir “yo antes tenía mucha
fuerza, ya no puedo hacer lo que yo hacía antes, no me siento igual”
(PNUD, 20104: 217), reflejo de la desesperanza en la que viven, por
eso es urgente que se asuma el concepto adoptado por las Naciones
Unidas que “explicita que la solidaridad entre generaciones a todos los
niveles… es fundamental para el logro de una sociedad para todas las
edades” (PNUD, 20103: 25). Es necesario que le hagamos sentir como
personas útiles, receptáculo de experiencias y conocimientos, para ello
debe ser una política de Estado lograr su integración a sus familias
o a otras, a los fines de que puedan en esta etapa vital con dignidad.
§ José Alberto Cruceta.
Artículo 58.– Protección de las personas con discapacidad.§El Estado
promoverá, protegerá y asegurará el goce de todos los derechos huma-
nos y libertades fundamentales de las personas con discapacidad, en
condiciones de igualdad, así como el ejercicio pleno y autónomo de sus
capacidades. El Estado adoptará las medidas positivas necesarias para
propiciar su integración familiar, comunitaria, social, laboral, económica,
cultural y política.

En nuestro país lamentablemente “no se tienen datos precisos del nú-


mero de personas que poseen alguna condición de discapacidad, a lo
que habría que agregar la situación de invisibilidad de esta población,
por la exclusión social y económica en que viven” (PNUD, 20103: 24)
por lo que es necesario visibilizarlas y adoptar medidas para incidir en
la población con alguna discapacidad a través de la política social.
Ha sido ampliamente documentado que las personas con discapacidad
pertenecen a uno de los grupos con mayores niveles de exclusión en
la sociedad dominicana, en los que son notorios los patrones de exclu-
sión. Muchos de los inconvenientes que afectan a los discapacitados,
sobre todo de los estratos más pobres de la población, son “la ausencia
de medios que faciliten la movilidad de las personas discapacitadas,
como muletas, sillas de ruedas, bastones, las recluye a habitaciones, a
La Constitución comentada | 145

camas o a sillas. La inserción en actividades educativas y laborales es


casi nula porque a veces han sido excluidas de los centros educativos y
en otros casos se desconoce el derecho que tienen a recibir educación
o sus capacidades y potencialidades para ello” (PNUD, 20104: 225) en
consecuencia se hace necesario que por mandato del artículo 58 de
la Constitución se asuma el compromiso y la responsabilidad frente a
esta situación.
Hoy, precisamente con la instauración de un Estado social, constitu-
cional y democrático de derecho se requiere que se empiecen hacer
efectivos los derechos consagrados en la carta magna, sobre todo para
segmentos poblacionales que requieren protección especial (Familias,
Menores de Edad, Tercera Edad y Discapacitados). Sólo así podríamos
proclamar recordando a Ronald Dworkin, que en nuestro país, los de-
rechos sean tomados en serio. Es hora ya de comprometerse y actuar,
garantizando los derechos de las personas (sin exclusiones de edad o
discapacidad) a los fines de que se logre el ideal de justicia, reclamado
por nuestros padres fundadores. § José Alberto Cruceta.
Artículo 59.– Derecho a la vivienda.§Toda persona tiene derecho a una
vivienda digna con servicios básicos esenciales. El Estado debe fijar las
condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho y promover
planes de viviendas y asentamientos humanos de interés social. El acce-
so legal a la propiedad inmobiliaria titulada es una prioridad fundamental
de las políticas públicas de promoción de vivienda.

Al reconocer el derecho de toda persona a tener una vivienda digna


con servicios básicos esenciales, la Constitución supera la concepción
más bien asistencialista y lejana a la consagración del derecho a la vi-
vienda como derecho fundamental contenida en el texto de la Consti-
tución de 2002.
Ese conocido sistema de “generosidad” o ayuda estatal, que contaba con
apoyo constitucional, provoca la débil institucionalidad de muchas de
las intervenciones de política social del Gobierno del Estado, pues, en
general, se basan en el reconocimiento de beneficios focalizados, parti-
cularizados y meramente asistenciales, lejanos, por demás, al lenguaje
y la lógica de los derechos. Esto así porque este tipo de intervención
146 | La Constitución comentada

estatal se caracteriza por la falta de transparencia, la ausencia de meca-


nismos de participación, responsabilidad y rendición de cuentas, y por
favorecer la manipulación de las prestaciones y la asistencia, a través de
prácticas clientelares que definen la relación entre la administración y
quienes acceden a los beneficios que se distribuyen. Al mismo tiempo
acaban consolidando un campo de acción de la administración pública
con un alto grado de discrecionalidad, que funciona como una zona
distante al derecho, en el que se obstaculiza cualquier forma de control
ciudadano e institucional.
Este tipo de políticas de baja institucionalidad, se combina con la de-
gradación de los derechos laborales, sindicales y de la seguridad social,
como resultado de las reformas implementadas en la última década en
el ámbito del mercado del trabajo y en los sistemas de jubilaciones y
pensiones. (ABRAMOVICH)
La anterior redacción de la Constitución (2002) confirma las afirma-
ciones anteriores: “El Estado prestará, asimismo, asistencia social a los
pobres. Dicha asistencia consistirá en alimentos, vestimenta y hasta don-
de sea posible, alojamiento adecuado”.
Si bien, pues, el acceso a vivienda consistía en una mera asistencia es-
tatal, se podría decir que, como derecho, aun cuando no se encontraba
explícitamente reconocido en la Constitución anterior, sin embargo,
subyacía implícitamente en el literal b del artículo 8, numeral 15, don-
de se establecía lo siguiente:
“Se declara de alto interés social el establecimiento de cada hogar do-
minicano en terreno o mejoras propias. Con esta finalidad, el Estado
estimulará el desarrollo del crédito público en condiciones socialmente
ventajosas, destinado a hacer posible que todos los dominicanos po-
sean una vivienda cómoda e higiénica”.
Del transcrito texto constitucional se infiere que la participación del
Estado consistía en una labor de estímulo al crédito público para que
los/as dominicanos/as pudieran poseer una vivienda y que la misma se
estableciera en terreno propio, como la mejora misma. Del texto ante-
La Constitución comentada | 147

rior se infiere que el Estado tenía un compromiso con el otorgamiento


de la propiedad individual y exclusiva a favor de los hogares o familias
beneficiarias del terreno o mejoras propias.
El nuevo texto constitucional dista de lo que disponía el anterior, al no
referirse al crédito público como herramienta para fortalecer la efecti-
vidad de este derecho. No obstante eso, la nueva disposición es mucho
más explícita en cuanto a las obligaciones que pesan sobre el Estado a
este respecto porque reconoce que corresponde a las autoridades fijar
las condiciones que harán efectivo este derecho y que es obligación de
las mismas promover –sin determinar mecanismos particulares– pla-
nes de viviendas de interés social.
Igualmente la nueva disposición de la Ley de leyes avanza en cuanto a
la anterior, al declarar como una prioridad fundamental de las políticas
públicas de promoción de vivienda el acceso legal a la propiedad inmobi-
liaria titulada, pues si bien de aquella se podía inferir el interés del Es-
tado en que la propiedad constituyera un mecanismo de tranquilidad
y seguridad para las familias, ahora se explicita mucho más en cuanto
a la necesidad de que las familias puedan tener una vivienda con su
correspondiente certificado de título, pues ello permitiría una mayor
seguridad jurídica y que el mismo pudiera servir para crear riqueza
a través del crédito del cual se hace titular quien posee una propiedad
debidamente titulada. Esto así, pues como base de producción es impo-
sible que los países en vías de desarrollo o que salieron del comunismo
prosperen por una economía estable, donde los derechos están inadecua-
damente documentados; a estos derechos se los llama el capital muerto.
Destacando los derechos de propiedad legal, como lo hace ahora la
Constitución, que es la representación de los activos fijados en documen-
tos de propiedad legal y es la que le confiere poder de crear valor exceden-
te, o sea, deja de ser capital muerto y pasa a ser capital que genera valor.
(HERNANDO DE SOTO).
El derecho a la vivienda, como derecho social, confiere al Estado so-
cial y democrático de derecho, la obligación de realizar prestaciones
dirigidas a promover planes de viviendas para toda persona, lo que en
148 | La Constitución comentada

resumidas cuentas supone la ejecución de acciones positivas a favor de


los/as ciudadanos/as. Esta connotación que encontramos en derechos
sociales como los de salud y seguridad social, implican para el Estado
lo contrario a lo que conllevan los derechos de defensa del ciudadano
frente al Estado, ya que para su efectiva protección es necesario que
se ponga en movimiento el aparato estatal, mediante la disposición de
fondos y la creación de políticas públicas que le permitan alcanzar los
niveles de satisfacción suficientes a favor de la población.
El derecho a la vivienda se ha consagrado desde la Declaración Uni-
versal de los Derechos Humanos de 1948, donde se estableció en su
artículo 25 que toda persona tiene derecho a un nivel de vida ade-
cuado, incluyendo esto el tener acceso a la vivienda. Por ende, ha sido
necesario reconocer claramente el deber del Estado Dominicano de
fortalecer el acceso a la vivienda, otorgándole la categoría de derecho
constitucionalmente protegido, a sabiendas de que no es obligación de
éste proporcionar a todos/as los/as ciudadanos/as una vivienda para
que puedan residir, sino que es su deber promover y diseñar planes y
políticas públicas que permitan cada vez más satisfacer este derecho.
A nivel interamericano existen parámetros normativos de derechos
humanos para el diseño y ejecución de renovado impulso de una nue-
va generación de políticas sociales concebidas como acciones positivas
destinadas a superar situaciones graves de exclusión y desigualdad es-
tructural de amplios sectores de la población.
Son vastas las discusiones en el ámbito de las políticas sociales y las es-
trategias de desarrollo a nivel regional, pero no han sido mayormente
afectadas por la evolución del derecho internacional de derechos hu-
manos, en cuanto al alcance de las obligaciones del Estado de proteger
ciertos derechos fundamentales en el ámbito social. Paradójicamente,
pese a compartir la preocupación por muchos temas comunes, en par-
ticular referidos a la pobreza y la exclusión y su relación con la diná-
mica de los procesos políticos y el funcionamiento de las instituciones
La Constitución comentada | 149

democráticas, el campo de las políticas sociales y las estrategias de de-


sarrollo y el campo de los derechos humanos han corrido en paralelo,
con pocos puntos de encuentro o conexión. (ABRAMOVICH).
A pesar de este compromiso que debe asumir el Estado, se discute si el
derecho a la vivienda es un derecho justiciable en todos los casos, pues
es necesario que se evalúen las condiciones que habilitan al afectado
a procurar en justicia el cumplimiento efectivo de su derecho. Para
algunos los denominados derechos prestacionales o prestaciones pro-
piamente dichas, podrán ser exigibles en las instancias jurisdiccionales
cuando sucedan condiciones extraordinarias que así lo permitan. Tal
sería el caso de las personas damnificadas que hayan perdido sus ho-
gares en situaciones de fuerza mayor como huracanes o terremotos, a
quienes el Estado debe facilitar una vivienda provisional hasta tanto
puedan recuperar la suya.
Para los que así piensan no debe entenderse que el Estado debe conse-
guir viviendas a todos/as los/as que por situaciones particulares resi-
dan en ambientes no adecuados, como orillas de ríos y cañadas, en ra-
zón de que no es su obligación auspiciar viviendas para todo el mundo.
De lo que concluyen aquellos que el derecho a la vivienda procura ga-
rantizar a los/as ciudadanos/as el acceso a condiciones mínimas para
obtener un techo bajo el cual residir, resultando el Estado obligado a
determinar y fijar las medidas y políticas públicas que así lo permitan.
Sin embargo, lo que para constituciones como la Española son man-
datos de optimización de las políticas públicas, para lograr el máximo
posible, en materia de prestaciones debidas por el Estado, en Repú-
blica Dominicana, por disposición de la Carta Sustantiva, constituyen
derechos fundamentales, que además de subjetivos, por corresponder
a los dominicanos como seres humanos, son objetivos, por estar en el
orden jurídico supremo de la Nación, lo que permite su exigibilidad
directa e inmediata. Deberán los jueces constitucionales establecer los
parámetros interpretativos que permitan identificar lo que constituye
una vivienda digna y en qué condiciones deberá el Estado cumplir con
150 | La Constitución comentada

dichos obligaciones, quienes tendrán también que trazar las pautas


que deberán servir de base para la ponderación de los demás derechos
en juego, así como las limitaciones presupuestarias propias del Estado.
Una cosa es cierta, a la hora de decidir, los intérpretes constituciona-
les no pueden perder de vista nunca que el Estado tiene la obligación
de garantizar niveles mínimos en el goce de este derecho, como los
demás de similar naturaleza, para lo cual deberán adoptar, de manera
inmediata, cuantas medidas sean necesarias para asegurar un grado de
disfrute mínimo de estos derechos a todas las personas sometidas a su
jurisdicción. § Carlos Salcedo Camacho.
Artículo 60.– Derecho a la seguridad social.§Toda persona tiene dere-
cho a la seguridad social. El Estado estimulará el desarrollo progresivo
de la seguridad social para asegurar el acceso universal a una adecuada
protección en la enfermedad, discapacidad, desocupación y la vejez.

La discusión de si los derechos sociales son derechos fundamentales es


inacabada. Muchos se inclinan por el “no”, entendiendo que depende-
rá de los fondos que el Estado pueda destinar a satisfacer los mismos,
mientras que otros aseguran que más allá de la disposición económica
del Estado para cumplir o no con los derechos sociales, los mismos son
inherentes a la persona humana y deben ser consagrados como tales,
apostando siempre a obtener su mejoría.
En tal sentido, el derecho a la seguridad social ha sido considerado
como un derecho social y dentro de los derechos sociales como uno
de carácter prestacional, pues implica el derecho del ciudadano a reci-
bir prestaciones del Estado (ALEXY). La verdad es que no importa la
fórmula que se utilice, los Estados están obligados a satisfacer los dere-
chos sociales, ya sea implementando las medidas de políticas públicas
correspondientes de manera paulatina o de ejecución inmediata.
Con esto queremos decir que no se trata de cumplir a cabalidad cada
uno de los derechos sociales, puesto que no procuramos un Estado de-
mocrático de derecho perfecto, pero sí deben crearse las disposiciones
normativas, sustantivas, adjetivas y estructurales que le permitan al Es-
La Constitución comentada | 151

tado intentar al menos alcanzar la protección efectiva de los derechos


sociales y que dote a los individuos de las herramientas materiales o
sustantivas y formales o procesales para exigir su cumplimiento.
En efecto, debe ser la finalidad del Estado garantizar a los individuos
la protección efectiva de los derechos sociales, ya que en gran medida
el desarrollo de la sociedad dependerá de si los individuos son bene-
ficiados con las condiciones que le permiten llevar una vida media-
namente decente. Por esto se han dispuesto una serie de derechos de
orden social, dirigidos a favorecer a los individuos con las circunstan-
cias mínimas que el Estado debe proporcionarles para su vida en co-
munidad, correspondiendo a este grupo el denominado derecho a la
seguridad social.
Al igual que la mayoría de los derechos sociales contenidos en la Cons-
titución de 2010, el derecho a la seguridad social no es nuevo en nues-
tro ordenamiento constitucional. El Artículo 8, numeral 17 de la anti-
gua Constitución disponía sobre la seguridad social lo siguiente:
“El Estado estimulará el desarrollo progresivo de la seguridad social, de
manera que toda persona llegue a gozar de adecuada protección con-
tra la desocupación, la enfermedad, la incapacidad y la vejez. El Esta-
do prestará su protección y asistencia a los ancianos en la forma que
determine la ley, de manera que se preserve su salud y se asegure su
bienestar. El Estado prestará, asimismo, asistencia social a los pobres.
Dicha asistencia consistirá en alimentos, vestimenta y hasta donde sea
posible, alojamiento adecuado. El Estado velará por el mejoramiento
de la alimentación, los servicios sanitarios y las condiciones higiénicas,
procurará los medios para la prevención y el tratamiento de las enfer-
medades epidémicas y endémicas y de toda otra índole, así como tam-
bién dará asistencia médica y hospitalaria gratuita a quienes por sus
escasos recursos económicos, así lo requieran. El Estado combatirá los
vicios sociales con medidas adecuadas y con el auxilio de las conven-
ciones y organizaciones internacionales. Para la corrección y erradi-
cación de tales vicios, se crearán centros y organismos especializados”.
152 | La Constitución comentada

Como podemos apreciar, el anterior texto constitucional adolecía de


un gran déficit. A pesar de que implícitamente consagraba la seguridad
social como derecho fundamental, daba énfasis al asistencialismo por
parte del Estado, que se constituye generalmente en un medio cliente-
lar de dudosa y pobre institucionalidad. El nuevo texto constitucional,
si bien avanza en el orden de reconocimiento de la seguridad social
como derecho fundamental, con lo que supera la anterior, limita la
consagración de la seguridad social como derecho y deja a merced de
la legislación procurar todas las obligaciones que anteriormente dis-
ponía, quedando éstas implícitamente contenidas en la parte que fija
como deber del Estado asegurar “una adecuada protección en la enfer-
medad, discapacidad, desocupación y la vejez”.
Esta Constitución, en el aspecto de la seguridad social, peca de ser muy
escueta y obvia todo lo referente a la adopción de medidas preventi-
vas, sobre todo en lo concerniente a la mejoría de la alimentación, los
servicios sanitarios y las condiciones higiénicas, que sí se reflejaban en
el texto de la Carta Magna anterior y que contribuían, por lo menos
formalmente, a la efectividad del régimen de seguridad social. Sin em-
bargo, la concisión del nuevo texto corrige una distorsión del anterior,
que incluía aspectos como el de la vivienda para los pobres, siendo la
seguridad social en sentido estricto –no así en sentido general– un
sistema compuesto por los medios y las formas jurídicas de proteger
la salud del capital humano contra los fenómenos psico físico socia-
les, que como contingencias más generales de la vida, advienen en el
cotidiano vivir del ser humano que se desenvuelve en sociedad (LO-
PEZ HUAILLA).
De todas formas, el derecho a la seguridad social ha sido reconocido en
un sinfín de tratados y convenciones internacionales, desde la firma y
ratificación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en
1948, instrumentos que, como Estado, hemos ratificado y que hoy en
día pertenecen a nuestro derecho interno. Por si esto no fuera suficien-
te, en 2001 se promulgó la Ley No. 87–01, que instituyó el Sistema de
La Constitución comentada | 153

Seguridad Social Dominicano y que pretende garantizar la protección


de todas y todos los ciudadanos en situaciones de vulnerabilidad, tales
como enfermedad, discapacidad, desocupación y vejez.
Esto no quiere decir que es una obligación del Estado proporcionar a
todos los individuos el mismo nivel de vida, sino que pesa sobre éste
el deber de auxiliar a los/as ciudadanos/as para que puedan acceder a
un nivel mínimo de vida. Ciertamente, el derecho a la seguridad social
se ha convertido en una garantía del derecho a vivir una vida digna, la
cual se encuentra a su favor en las situaciones más difíciles de su vida,
tales como el desempleo, la vejez, la discapacidad y la enfermedad.
Es prudente destacar que este derecho, como todo derecho funda-
mental, no es absoluto y se encuentra sustentado en los principios de
universalidad y solidaridad. Estos principios rigen todo el Sistema de
Seguridad Social, procurando que en él se encuentren “todos/as los/as
ciudadanos/as” y que sus aportes se encuentren “conforme al nivel de
ingreso y en el acceso a los servicios de salud y riesgos laborales”.
El derecho a la seguridad social se encuentra íntimamente ligado con
los derechos a la salud y al trabajo, consagrados en la Constitución en
los artículos 60 y 61, respectivamente, toda vez que lo que se persigue
con el acceso a la seguridad social es contribuir a que los/as ciudada-
nos/as en situaciones de dificultad puedan acceder a la salud y contar
con algún medio de sustento si no pudieran seguir trabajando, lo cual
demuestra la armonía de esta disposición con el texto constitucional.
Por otro lado, respecto a la exigibilidad del derecho a la seguridad so-
cial en sede jurisdiccional o judicial, consideramos conveniente desta-
car que no será posible en todos los casos, puesto que por tratarse de
una obligación de promover y estimular el acceso universal al sistema
de seguridad social, sólo será admisible la queja cuando no se cumplan
dichos presupuestos o cuando el Estado con sus acciones impida el ac-
ceso a los beneficios que se derivan de la seguridad social. Precisamen-
te por ello, la admisión de la reclamación judicial deberá ser ponderada
conforme a las circunstancias del caso particular, reconociendo que
154 | La Constitución comentada

sólo cuando la omisión de la obligación o la acción contraria al conte-


nido de la norma se manifiesten, podrá el tribunal intervenir para ha-
cer efectivo el cumplimiento del derecho. § Carlos Salcedo Camacho.
Artículo 61.– Derecho a la salud.§Toda persona tiene derecho a la salud
integral. En consecuencia:

1. El Estado debe velar por la protección de la salud de todas las per-


sonas, el acceso al agua potable, el mejoramiento de la alimenta-
ción, de los servicios sanitarios, las condiciones higiénicas, el sanea-
miento ambiental, así como procurar los medios para la prevención
y tratamiento de todas las enfermedades, asegurando el acceso a
medicamentos de calidad y dando asistencia médica y hospitalaria
gratuita a quienes la requieran;
2. El Estado garantizará, mediante legislaciones y políticas públicas, el
ejercicio de los derechos económicos y sociales de la población
de menores ingresos y, en consecuencia, prestará su protección y
asistencia a los grupos y sectores vulnerables; combatirá los vicios
sociales con las medidas adecuadas y con el auxilio de las conven-
ciones y las organizaciones internacionales.

En la Constitución anterior el derecho a la salud estaba contenido en el


derecho de la seguridad social. No era visto como un derecho autóno-
mo sino como dependiente del derecho a la seguridad social y que de-
bía ser garantizado por el Estado a través de un cumplimiento efectivo
del derecho a la seguridad social.
Esta nueva Constitución, por el contrario, incluye el derecho a la salud
como un derecho de los/as ciudadanos/as, distinto en su contenido
del derecho a la seguridad social. La consagración de este derecho trae
consigo como finalidad que el Estado dirija sus esfuerzos no sólo a pro-
teger al individuo en situaciones de vulnerabilidad, como se contempla
en el derecho a la seguridad social, sino que le atribuye la obligación
de dictar medidas encaminadas a la prevención y el tratamiento de
enfermedades y procura contar con un sistema que preste asistencia a
los grupos y sectores vulnerables.
Al igual que el derecho al trabajo y a la seguridad social, este es un
derecho social de los del tipo prestacional, ya que impone al Estado
la obligación de ejercer acciones positivas para beneficiar a los y las
La Constitución comentada | 155

ciudadanas. En este caso, las prestaciones a cargo del Estado incluyen


tanto la creación de leyes y políticas públicas para favorecer a los/as
ciudadanos/as con un sistema de salud adecuado, como el reconoci-
miento de que el Estado debe propiciar un sistema de prevención no
sólo de enfermedades sino de las condiciones que las pueden producir,
quedando a su cargo otras obligaciones tales como garantizar el acceso
a agua potable, el mejoramiento de la alimentación, de los servicios
sanitarios, las condiciones higiénicas y el saneamiento ambiental.
A pesar de su reconocimiento autónomo, el derecho a la salud se en-
cuentra estrechamente vinculado con el derecho a la seguridad social,
ya que este último sirve de herramienta para procurar que el primero
sea efectivamente protegido. En este sentido, al momento de referirse
a la exigibilidad del derecho a la salud, debe entenderse que, por ser
un derecho social de carácter prestacional, no siempre será admisible,
sino que dependerá de las circunstancias particulares de cada caso.
Si el ciudadano/a está regularmente inscrito/a en el sistema de segu-
ridad social, concierne al Estado garantizar la protección del derecho
a la salud, a través de los beneficios que el sistema establece para sus
contribuyentes. Sin embargo, si el individuo no pertenece al sistema, el
Estado debe garantizar el acceso a niveles de salud mínimos y depen-
diendo de la gravedad de su estado de salud y las condiciones de vulne-
rabilidad del caso, le corresponderá asumir por completo la protección
de este derecho (JULIO).
La opción constitucional dominicana de reconocer la fundamentali-
dad del derecho a la salud, como otros de similar naturaleza, como el
derecho a la vivienda, dista de constituciones como la española, en-
tre tantas, que lo reconoce como derechos prestacionales, los que son,
para los destinatarios, mandatos de proteger o promover algo.
De igual forma, la elección de nuestra Constitución se aleja de la co-
lombiana y sobre todo de la interpretación constitucional que ha hecho
su Corte Constitucional, la que, al referirse a la salud, ha considera-
do que, por regla general, es un derecho de carácter prestacional, y
excepcionalmente, un derecho fundamental por conexidad, que son
156 | La Constitución comentada

aquellos que no ostentan esa condición per se, pero que la adquieren
en aquellos casos en los que, si no se protegen de manera inmediata, su
afectación o amenaza se vería proyectada en los derechos fundamen-
tales. Así, el derecho a la salud no es un derecho fundamental, salvo en
el caso de los niños. No obstante, cuando en situaciones debidamente
analizadas por el juez, este derecho se encuentra vinculado directa-
mente con un derecho fundamental como la vida y la integridad per-
sonal, obtiene ese carácter de manera inmediata. (Sentencia T–945 de
2004). § Carlos Salcedo Camacho.
Artículo 62.– Derecho al trabajo.§El trabajo es un derecho, un deber y
una función social que se ejerce con la protección y asistencia del Esta-
do. Es finalidad esencial del Estado fomentar el empleo digno y remune-
rado. Los poderes públicos promoverán el diálogo y concertación entre
trabajadores, empleadores y el Estado. En consecuencia:

1. El Estado garantiza la igualdad y equidad de mujeres y hombres en


el ejercicio del derecho al trabajo;
2. Nadie puede impedir el trabajo de los demás ni obligarles a trabajar
contra su voluntad;
3. Son derechos básicos de trabajadores y trabajadoras, entre otros: la
libertad sindical, la seguridad social, la negociación colectiva, la ca-
pacitación profesional, el respeto a su capacidad física e intelectual,
a su intimidad y a su dignidad personal;
4. La organización sindical es libre y democrática, debe ajustarse a sus
estatutos y ser compatible con los principios consagrados en esta
Constitución y las leyes;
5. Se prohíbe toda clase de discriminación para acceder al empleo o
durante la prestación del servicio, salvo las excepciones previstas por
la ley con fines de proteger al trabajador o trabajadora;
6. Para resolver conflictos laborales y pacíficos se reconoce el dere-
cho de trabajadores a la huelga y de empleadores al paro de las
empresas privadas, siempre que se ejerzan con arreglo a la ley, la
cual dispondrá las medidas para garantizar el mantenimiento de los
servicios públicos o los de utilidad pública;
7. La ley dispondrá, según lo requiera el interés general, las jornadas
de trabajo, los días de descanso y vacaciones, los salarios mínimos
y sus formas de pago, la participación de los nacionales en todo
La Constitución comentada | 157

trabajo, la participación de las y los trabajadores en los beneficios de


la empresa y, en general, todas las medidas mínimas que se consi-
deren necesarias a favor de los trabajadores, incluyendo regulacio-
nes especiales para el trabajo informal, a domicilio y cualquier otra
modalidad del trabajo humano. El Estado facilitará los medios a su
alcance para que las y los trabajadores puedan adquirir los útiles e
instrumentos indispensables a su labor;
8. Es obligación de todo empleador garantizar a sus trabajadores con-
diciones de seguridad, salubridad, higiene y ambiente de trabajo
adecuados. El Estado adoptará medidas para promover la creación
de instancias integradas por empleadores y trabajadores para la con-
secución de estos fines;
9. Todo trabajador tiene derecho a un salario justo y suficiente que le
permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia necesidades
básicas materiales, sociales e intelectuales. Se garantiza el pago de
igual salario por trabajo de igual valor, sin discriminación de género
o de otra índole y en idénticas condiciones de capacidad, eficiencia
y antigüedad;
10. Es de alto interés la aplicación de las normas laborales relativas a
la nacionalización del trabajo. La ley determinará el porcentaje de
extranjeros que pueden prestar sus servicios a una empresa como
trabajadores asalariados.

La Constitución reconoce la tridimensionalidad del trabajo: el trabajo


es un derecho, un deber y una función social que se ejerce con asistencia
del Estado, constituyéndose éste como uno de los ejes transversales del
Estado social y democrático de derecho. Cuando se habla del derecho
a trabajar se debe distinguir entre el derecho al trabajo y el derecho
de trabajo, siendo el primero, como lo define el artículo 6.1 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el que
tiene toda persona “a tener la oportunidad de ganarse la vida mediante
un trabajo libremente escogido o aceptado” y estable, con las garantías
que debe otorgarle el Estado para ello; y el segundo, se relaciona con
el escogimiento del trabajo y se define como el conjunto de normas
y disposiciones legales que regulan el trabajo y las condiciones de su
ejercicio en todo el territorio nacional.
158 | La Constitución comentada

Desde los tiempos primitivos ha existido la necesidad humana del tra-


bajo como medio de subsistencia, por un lado, o como fin en sí mismo,
ya que no es a través de él sino en el mismo donde logra el ser humano
su satisfacción personal; la labor que realiza da sentido a su vida. El
trabajo, es, pues, la condición primera y fundamental de la existencia
humana. El trabajo se convierte cada vez más en una cuestión de honor
y dignidad de cada individuo. En el proceso de trabajo, los hombres al
obtener los medios de subsistencia entran en determinadas relaciones
unos con otros, relación que se va complejizando y amerita la inter-
vención estatal. Desde que existe la civilización se ha hecho necesario
regular toda la actividad laboral y las condiciones en que la misma se
lleva a cabo, de donde nace el derecho al trabajo.
En la actualidad, existen un sinnúmero de tratados internacionales que
disponen las garantías y prerrogativas a favor de los derechos huma-
nos, entendiéndose el derecho al trabajo como uno de ellos. No debe
limitarse el derecho al trabajo como la garantía de percibir ingresos y
remuneraciones para subsistir, sino que debe ser visto además como
mecanismo de desarrollo y progreso del ser humano y como una nece-
sidad de toda sociedad (IIDH).
En el caso de República Dominicana, desde las primeras décadas del
siglo XX se inició el proceso de formación de la legislación laboral,
logrando hoy en día contar con un Código de Trabajo, además de un
sinnúmero de leyes adjetivas y convenios internacionales que regulan
la materia (BRONSTEIN). La Constitución anterior disponía en su ar-
tículo 8, numeral 11, lo siguiente:
“La libertad de trabajo. La ley podrá, según lo requiera el interés general,
establecer la jornada máxima de trabajo, los días de descanso y vaca-
ciones, los sueldos y salarios mínimos y sus formas de pago, los seguros
sociales, la participación de los nacionales en todo trabajo, y en gene-
ral, todas las providencias de protección y asistencia del Estado que se
consideren necesarias en favor de los trabajadores, ya sean manuales
o intelectuales.
La Constitución comentada | 159

a. La organización sindical es libre, siempre que los sindicatos, gremios


u otras asociaciones de la misma índole se ajusten en sus estatutos
y en su conducta a una organización democrática compatible con
los principios consagrados en esta Constitución y para fines estricta-
mente laborales y pacíficos.
b. El Estado facilitará los medios a su alcance para que los trabajadores
puedan adquirir los útiles e instrumentos indispensables a su labor.
c. El alcance y la forma de la participación de los trabajadores per-
manentes en los beneficios de toda empresa agrícola, industrial, co-
mercial o minera, podrán ser fijados por la ley de acuerdo con la
naturaleza de la empresa y respetando tanto el interés legítimo del
empresario como el del obrero.
d. Se admite el derecho de los trabajadores a la huelga y de los patronos
al paro en las empresas privadas, siempre que se ejerzan con arreglo
a la ley y para resolver conflictos estrictamente laborales. Se prohíbe
toda interrupción, entorpecimiento, paralización de actividades o
reducción intencional de rendimiento en las labores de las empresas
privadas o del Estado. Será ilícita toda huelga, para, interrupción,
entorpecimiento o reducción intencional de rendimiento que afecten
la Administración, los servicios públicos o los de utilidad pública. La
Ley dispondrá las medidas necesarias para garantizar la observan-
cia de estas normas”.
La Constitución actual ha ampliado un poco el panorama en este sen-
tido, agregando al ordenamiento constitucional la prohibición de la
discriminación de cualquier tipo para acceder al trabajo, la equidad
e igualdad entre hombres y mujeres en el ejercicio de este derecho
en particular y la necesidad de regular “la nacionalización” del traba-
jo. A pesar de que estas “nuevas” disposiciones se encuentran desde
antes plasmadas en nuestro sistema jurídico, este Texto Fundamental
las recoge en lo referente al derecho al trabajo, otorgándoles rango
constitucional y, por ende, la posibilidad de ser atacado su incumpli-
miento ante otras instancias distintas de la laboral, como es el caso del
Tribunal Constitucional.
160 | La Constitución comentada

El derecho al trabajo es un derecho social de orden prestacional, pues-


to que entraña la ejecución de acciones positivas a favor de los ciu-
dadanos (ALEXY); por lo tanto, no implica de ninguna manera que
el Estado esté obligado a disponer de empleos dignos para todos/as y
cada uno/a de los/as ciudadanos/as. Sin embargo, debe dirigir políti-
cas públicas que promuevan y fomenten la creación de empleos para
satisfacer las necesidades nacionales. Precisamente por esto es que se
considera el trabajo como una función social del Estado, el que debe
respetar las actividades laborales como parte del Estado social y demo-
crático de derecho, como lo dispone el artículo 7 constitucional.
Es necesario dejar sentado que el derecho del trabajo es sumamente
complejo, comprendiendo dentro de sí mismo las libertades de los/
as trabajadores/as, como el derecho a la libertad sindical, la no dis-
criminación, las garantías de trabajar en un ambiente sano y con las
condiciones necesarias, la remuneración adecuada y la limitación de
la jornada laboral, cuestiones que si bien son reconocidas en este artí-
culo de manera expresa, se remiten a la ley especial para su regulación
en detalle.
Con esto entendemos que no se trata de un deber del Estado garantizar
a todos/as los/as trabajadores/as la libertad sindical de cada grupo, que
no sean discriminados/as en sus respectivos oficios ni el cumplimiento
de ninguna otra obligación que repose sobre su empleador/a. Sin em-
bargo, el/la legislador/a debe establecer de manera precisa cuáles son
las obligaciones que corresponde cumplir a los/as empleadores/as y las
sanciones a imponer en caso de incumplimiento, con lo que se satisfa-
cen las garantías derivadas del derecho al trabajo.
Por otra parte el reconocimiento del derecho de huelga, como uno de
los derechos de libertad de los/as trabajadores/as, impone al Estado
el deber de garantizar la libertad de los/as trabajadores/as de suspen-
der, de forma colectiva, sus contratos de trabajo, concertada, pacífica
y transitoriamente, previo el cumplimiento de ciertas formalidades
La Constitución comentada | 161

señaladas en la ley, con la finalidad de presionar legítimamente al/la


empleador/a la solución de un conflicto laboral cuando ella no se ha
logrado obtener mediante el arreglo directo.
En cuanto al trabajo como un deber u obligación, la misma Constitu-
ción establece en su artículo 75, numeral 7, que es un deber de las per-
sonas el “dedicarse a un trabajo digno, de su elección, a fin de proveer
el sustento propio y el de su familia para alcanzar el perfeccionamiento
de su personalidad y contribuir al bienestar y progreso de la sociedad”;
asimilándose el trabajo más que como una responsabilidad del Estado,
como una que recae sobre cada individuo y que debe ser facilitada y
regulada por las autoridades mediante la creación y promoción de po-
líticas que permitan alcanzar dicho fin.
Se debe resaltar que más allá de la posibilidad económica de todos los
Estados de satisfacer por completo todos los derechos que sus cons-
tituciones reconocen para sus ciudadanos/as, éstos deben garantizar
niveles esenciales de satisfacción de los derechos de que se trate, ya
que es un deber de cada Estado proporcionar a los individuos niveles
mínimos de vida y las garantías necesarias para ejercer sus derechos.
§ Carlos Salcedo Camacho.
Artículo 63.– Derecho a la educación.§Toda persona tiene derecho a
una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condi-
ciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus
aptitudes, vocación y aspiraciones. En consecuencia:

1. La educación tiene por objeto la formación integral del ser humano


a lo largo de toda su vida y debe orientarse hacia el desarrollo de su
potencial creativo y de sus valores éticos. Busca el acceso al cono-
cimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás bienes y valores de
la cultura;
2. La familia es responsable de la educación de sus integrantes y tiene
derecho a escoger el tipo de educación de sus hijos menores;
3. El Estado garantiza la educación pública gratuita y la declara obliga-
toria en el nivel inicial, básico y medio. La oferta para el nivel inicial
será definida en la ley. La educación superior en el sistema público
162 | La Constitución comentada

será financiada por el Estado, garantizando una distribución de los


recursos proporcional a la oferta educativa de las regiones, de con-
formidad con lo que establezca la ley;
4. El Estado velará por la gratuidad y la calidad de la educación general,
el cumplimiento de sus fines y la formación moral, intelectual y físi-
ca del educando. Tiene la obligación de ofertar el número de horas
lectivas que aseguren el logro de los objetivos educacionales;
5. El Estado reconoce el ejercicio de la carrera docente como fun-
damental para el pleno desarrollo de la educación y de la Nación
dominicana y, por consiguiente, es su obligación propender a la pro-
fesionalización, a la estabilidad y dignificación de los y las docentes;
6. Son obligaciones del Estado la erradicación del analfabetismo y la
educación de personas con necesidades especiales y con capaci-
dades excepcionales;
7. El Estado debe velar por la calidad de la educación superior y fi-
nanciará los centros y universidades públicas, de conformidad con
lo que establezca la ley. Garantizará la autonomía universitaria y la
libertad de cátedra;
8. Las universidades escogerán sus directivas y se regirán por sus pro-
pios estatutos, de conformidad con la ley;
9. El Estado definirá políticas para promover e incentivar la investi-
gación, la ciencia, la tecnología y la innovación que favorezcan el
desarrollo sostenible, el bienestar humano, la competitividad, el
fortalecimiento institucional y la preservación del medio ambiente.
Se apoyará a las empresas e instituciones privadas que inviertan a
esos fines;
10. La inversión del Estado en la educación, la ciencia y la tecnología
deberá ser creciente y sostenida, en correspondencia con los ni-
veles de desempeño macroeconómico del país. La ley consigna-
rá los montos mínimos y los porcentajes correspondientes a dicha
inversión. En ningún caso se podrá hacer transferencias de fondos
consignados a financiar el desarrollo de estas áreas;
11. Los medios de comunicación social, públicos y privados, deben
contribuir a la formación ciudadana. El Estado garantiza servicios
públicos de radio, televisión y redes de bibliotecas y de informáti-
ca, con el fin de permitir el acceso universal a la información. Los
La Constitución comentada | 163

centros educativos incorporarán el conocimiento y aplicación de las


nuevas tecnologías y de sus innovaciones, según los requisitos que
establezca la ley;
12. El Estado garantiza la libertad de enseñanza, reconoce la iniciativa
privada en la creación de instituciones y servicios de educación y
estimula el desarrollo de la ciencia y la tecnología, de acuerdo con
la ley;
13. Con la finalidad de formar ciudadanas y ciudadanos conscientes
de sus derechos y deberes, en todas las instituciones de educación
pública y privada, serán obligatorias la instrucción en la formación
social y cívica, la enseñanza de la Constitución, de los derechos y
garantías fundamentales, de los valores patrios y de los principios de
convivencia pacífica.

La educación es tan antigua como la misma humanidad, por lo tanto


es inherente a la persona coadyuvando a su desarrollo integral. Ini-
cialmente no todos tenían acceso a la educación, este privilegio le co-
rrespondía un grupo determinado, pero, a través del tiempo, se fue
ampliando la cobertura permitiendo el acceso a un mayor número de
personas hasta alcanzar el carácter de sistema educativo para todos y
todas.
Hoy existe un sistema educativo formal cuya organización, funciona-
miento y conducción le corresponde al Estado. Por lo tanto la educa-
ción no sólo es un derecho que tienen las personas sino que además
se constituye en un servicio público que tiene una función social. Los
fines que persigue es el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica
y a la cultura.
La Educación como derecho: La educación es un derecho fundamen-
tal por lo tanto es inherente, indispensable, inalienable y esencial para
el desarrollo pleno de la persona. Consiste en la facultad que tienen
las personas de satisfacer su formación plena y reafirma su condición
de dignidad. El derecho a la educación es la prerrogativa a participar
en la vida del mundo moderno. Es indiscutible las ventajas para el de-
sarrollo pleno de los seres humanos que permite la educación, por lo
164 | La Constitución comentada

tanto corresponde al Estado garantizar para su realización, el acceso y


la calidad educativa necesaria sin discriminación y de forma gratuita, a
través del sistema educativo diseñado para esos fines.
La educación como un derecho implica para los poderes públicos la
debida efectividad en condiciones de gratuidad y de obligatoriedad.
La educación como servicio público. La educación es un servicio pú-
blico que ofrece el Estado. Por ser público debe estar controlado por el
Estado, el cual regula y ejerce el monitoreo y vigilancia sobre la calidad
y la formación integral de los usuarios de éste servicio. Le corresponde
al Estado, además, suministrar la existencia de suficientes centros edu-
cativos, facilitar el acceso a la educación sin discriminación, monito-
rear la calidad y la pertinencia.
Además, este servicio público que satisface una función social contri-
buye para que las personas mejoren su calidad de vida, de salud, de nu-
trición, y potencialicen sus destrezas y conocimientos para participar
en los diferentes sectores de la sociedad.
Derecho de acceso a la educación: El ejercicio del derecho–deber a la
educación se ejerce mediante el acceso al sistema educativo, su perma-
nencia, hasta alcanzar un capital humano que se adecue a los reque-
rimientos para el pleno desarrollo. Este derecho–deber por parte de
los ciudadanos obliga no sólo al educando sino a la familia a integrar
a sus miembros para recibir la enseñanza. Pero además, este derecho
a la educación implica libertad, la libertad de enseñanza de la cual to-
dos son titulares permitiendo el goce y disfrute de otros derechos tales
como la libertad ideológica o la religiosa, entre otros.

1. La educación es un derecho fundamental permanente e irrenun-


ciable del ser humano durante toda su vida. Para hacer efectivo su
cumplimiento, cada persona tiene derecho a una educación inte-
gral orientada al desarrollar su potencial y los valores éticos. La
educación contribuye al acceso a la ciencia, a la técnica y a par-
ticipar de la vida cultural y al progreso científico. Constituye un
instrumento importante para que las personas puedan progresar,
La Constitución comentada | 165

para elevar su calidad de vida. Permite que las personas aprendan


actitudes, valores, conocimientos y habilidades, para satisfacer sus
necesidades humanas y contribuir al desarrollo humano soste-
nible del país. La educación desarrolla el potencial humano para
fortalecer capacidades de aprender aprendiendo, enseña a vivir en
la diversidad y el cambio, promueve iniciativas en diferentes acti-
vidades, sociales, políticas económicas y culturales.

2. La responsabilidad de la Educación no sólo corresponde al Estado


sino que también le concierne a la familia como deber. En conse-
cuencia, tanto el padre como la madre forman parte del proceso
integral educativo de sus hijos y por ello tienen la libertad y el de-
recho de escoger la modalidad de educación y el centro docente
donde asistirán los mismos.

3. El derecho a la educación es un derecho de prestación que se desa-


rrolla en los niveles inicial, básico, medio y superior. Sus titulares
reciben dicho servicio de manera gratuita en centros o institucio-
nes del Estado. El nivel inicial es el primer nivel educativo, donde
la familia juega un rol importante, está conformado por una po-
blación infantil que comprende hasta los seis años.Al igual que la
educación pública inicial, básica y media, la educación superior
es financiada por el Estado, el cual garantiza el aprovisionamiento
de los recursos. El derecho a la educación no puede estar sujeto a
restricciones, condicionamientos o limitaciones por causas presu-
puestarias. Siendo el derecho a la educación un derecho universal,
éste al igual que todos los derechos fundamentales, posee una efi-
cacia directa e inmediata vinculando a todos los poderes del Es-
tado para crear las condiciones para el efectivo ejercicio y respeto
pleno.El Estado debe designar partidas presupuestarias suficientes
para satisfacer este servicio. La falta de recursos económicos no es
excusa para que el Estado justifique la omisión en la prestación del
servicio público de la educación. Tal excusa no debe ser la justifi-
cación para la violación de dicho derecho y no puede ser motivo
para que el Estado no actúe o no tome acciones concretas a los
166 | La Constitución comentada

fines de gestionar soluciones a los problemas que inciden en el de-


sarrollo integral y pleno de la persona.

4. El derecho a la educación es un derecho de prestación el cual tie-


ne que ejercerse inexcusablemente, por lo tanto corresponde al
Estado prestar este servicio público de manera gratuita en todas
las instituciones públicas que integran el sistema educativo domi-
nicano. De igual manera debe de velar y garantizar la calidad de
la educación, ya que funge como instrumento para el desarrollo
integral del ser humano. Corresponde al Estado regular las horas
lectivas, ya que es el ente regulador para obtener los objetivos de
educaciones programados.

5. Por ser el docente un actor fundamental tanto en la formación ini-


cial, básica, media y superior, el Estado para garantizar el derecho,
promueve el ejercicio de la carrera docente para el fortalecimiento
de la actividad educativa en lo referente a la profesionalización, a
la estabilidad y dignificación de los y las docentes.

6. El sistema educativo dominicano debe ser abierto, plural y demo-


crático. Por lo tanto debe garantizar el acceso a la educación de to-
das las personas, particularmente de aquellas con necesidades es-
peciales y capacidades excepcionales. El Estado debe garantizar el
derecho a la educación, a los grupos más vulnerables de la sociedad.

7. Corresponde al Estado velar por la calidad de la educación supe-


rior facilitando los mecanismos financieros para hacer posible el
acceso de todas las personas aptas para ello.Constituye un princi-
pio universal la autonomía universitaria, para legitimar la capaci-
dad de autorregulación y autogestión de las universidades públicas
cuya función principal es ofrecer el servicio de la educación su-
perior. El fundamento de la autonomía universitaria es la libertad
académica, de estudio y de investigación y la protección de éstas
frente a los poderes públicos. La autonomía universitaria repre-
senta la dimensión institucional de la libertad académica cuya
particularidad se expresa a través de la libertad de cátedra. La li-
La Constitución comentada | 167

bertad de cátedra es una potestad de la universidad de determinar


los contenidos de los planes de estudios, implica el derecho que
tienen los y las docentes a desarrollar la educación en libertad, de
expresar sus ideas, promoviendo la coexistencia de la pluralidad y
de las diferentes corrientes del pensamiento.

8. Las universidades tanto públicas como privadas tendrán sus órga-


nos de gobierno y gestión y se regirán por sus estatutos orgánicos.
Sin embargo, aunque estas instituciones de educación superior
cuenten con su propia normativa interna, no implica que no es-
tén sujetas al órgano estatal regulador de la educación superior así
como de los principios y valores de un Estado social y democrático
de derecho y a la propia Constitución.

9. En vista de que el Estado regula la educación dirigida tanto a las


personas que asisten a instituciones públicas como privadas, co-
rresponde a éste definir las políticas para promover e incentivar la
investigación, la ciencia, la tecnología y la innovación que benefi-
cie el bienestar humano. El Estado a través de sus poderes públicos
promoverá acciones para que el sector privado invierta en las áreas
de investigación, ciencia, tecnología e innovación.

10. La inversión del Estado en la educación, ciencia y tecnología debe-


rá ir en aumento y bajo los parámetros de sostenibilidad. Corres-
ponde al Estado garantizar el aprovisionamiento de los recursos
para el financiamiento de la educación, la ciencia y la tecnología.
11. La educación es un servicio público que cumple una función social.
Como servicio público corresponde involucrar a todos los órganos
del Estado, así como garantizar los servicios públicos de radio, te-
levisión y redes de bibliotecas y de informática, para promover el
acceso a la información. De igual manera, se incorporará en los
centros educativos el conocimiento y aplicación de las nuevas tec-
nologías y de sus innovaciones.
168 | La Constitución comentada

12. Libertad de enseñanza: consiste en la potestad que tienen los do-


centes de facilitar el conocimiento bajo ciertos parámetros. Se iden-
tifica como un derecho de libertad que permite la proyección de
otros derechos, tales como la libertad ideológica o de pensamiento
científico o la libertad religiosa. El sistema educativo dominicano
admite la participación de la iniciativa privada partiendo del dere-
cho a la educación y de recibir la enseñanza que se reconoce a to-
das las personas. Este derecho permite la creación de instituciones
de educación privadas y servicios para el acceso de la educación.
Aunque son instituciones privadas, el Estado ejerce su función de
regulador y control de la educación.

13. El derecho a la educación es un derecho que el Estado debe ga-


rantizar para la formación general del individuo, incidiendo en su
voluntad, permitiendo participar en la toma de decisiones como
sujeto independiente en las relaciones con las demás personas, con
la sociedad y con el Estado. Es innegable la trascendencia que tiene
la educación sobre las personas para su pleno y libre desarrollo,
para la convivencia en sociedad, reforzada por el carácter obligato-
rio en la formación social y cívica, la enseñanza de la Constitución,
de los derechos y garantías fundamentales, de los valores patrios
y democráticos, de los principios de convivencia pacífica y el res-
pecto a los derechos humanos imprescindibles para establecer una
sociedad democrática. § Rosalía Sosa Pérez.

Sección III
de los derechos culturales
y deportivos
Artículo 64.– Derecho a la cultura.§Toda persona tiene derecho a parti-
cipar y actuar con libertad y sin censura en la vida cultural de la Nación,
al pleno acceso y disfrute de los bienes y servicios culturales, de los
avances científicos y de la producción artística y literaria. El Estado pro-
tegerá los intereses morales y materiales sobre las obras de autores e
inventores. En consecuencia:
La Constitución comentada | 169

1. Establecerá políticas que promuevan y estimulen, en los ámbitos


nacionales e internacionales, las diversas manifestaciones y expre-
siones científicas, artísticas y populares de la cultura dominicana e
incentivará y apoyará los esfuerzos de personas, instituciones y co-
munidades que desarrollen o financien planes y actividades cultu-
rales;
2. Garantizará la libertad de expresión y la creación cultural, así como
el acceso a la cultura en igualdad de oportunidades y promoverá la
diversidad cultural, la cooperación y el intercambio entre naciones;
3. Reconocerá el valor de la identidad cultural, individual y colectiva, su
importancia para el desarrollo integral y sostenible, el crecimiento
económico, la innovación y el bienestar humano, mediante el apo-
yo y difusión de la investigación científica y la producción cultural.
Protegerá la dignidad e integridad de los trabajadores de la cultura;
4. El patrimonio cultural de la Nación, material e inmaterial, está bajo
la salvaguarda del Estado que garantizará su protección, enriqueci-
miento, conservación, restauración y puesta en valor. Los bienes del
patrimonio cultural de la Nación, cuya propiedad sea estatal o hayan
sido adquiridos por el Estado, son inalienables e inembargables y
dicha titularidad, imprescriptible. Los bienes patrimoniales en ma-
nos privadas y los bienes del patrimonio cultural sub acuático serán
igualmente protegidos ante la exportación ilícita y el expolio. La ley
regulará la adquisición de los mismos.

Para que una sociedad pueda funcionar debidamente es necesario ha-


cer efectivos plenamente otros derechos tales como el derecho a la cul-
tura. Los derechos culturales son prerrogativas que tienen las personas
para garantizar el acceso a la cultura en igualdad de oportunidades y
puedan participar dentro de la diversidad de culturas, en aquella que
sea de su elección. El Estado está en la obligación de promover y fo-
mentar el goce y disfrute de la cultura, así como de sus componentes en
condiciones de igualdad, dignidad humana y no discriminación.
El alcance de los derechos culturales va muy de la mano con la interpre-
tación del término “cultura”. Sin embargo, al no existir una conceptua-
lización vinculante, “cultura” puede entenderse de diversas maneras: a)
170 | La Constitución comentada

por un lado, como actividades creativas, artísticas o científicas, b) por


otro lado, como un conjunto de actividades humanas, la totalidad de
valores, conocimientos y prácticas.
La aceptación de la definición más amplia de “cultura” significa que los
derechos culturales abarcan también el derecho a la educación y el de-
recho a la información. La cultura a través de sus diferentes manifesta-
ciones constituye la base y fundamento de la nacionalidad dominicana.
El Estado a través de políticas públicas deberá promover tanto en el
plano nacional como en el internacional la cultura dominicana inte-
grando dentro de sus planes de desarrollo económico y social, los pla-
nes y proyectos que fomenten las diversas manifestaciones y expresio-
nes científicas, artísticas y populares.
El Estado debe promover las diferentes manifestaciones culturales por
ello tutelará el derecho a la libertad de expresión y creación cultural
como una garantía constitucional, la cual es inherente al derecho de
acceso a la cultura en igualdad de oportunidades. De igual manera,
con el propósito de incentivar la diversidad cultural entre las naciones
promoverá la cooperación y el intercambio entre las mismas.
Corresponde asimismo al Estado el reconocimiento y promoción de
la identidad cultural, individual y colectiva. De igual manera, deberá
apoyar y difundir la investigación científica y la producción cultural.
Los sujetos responsables de crear e impulsar la cultura y hacer de ella
su principal actividad son los trabajadores de la cultura.
Ellos entregan un aporte significativo a la cultura dominicana, por lo
que el Estado tiene que compensar de manera parcial o simbólica su
entrega desinteresada y deberá velar a que los mismos vivan en digni-
dad e integridad.
El patrimonio de la Nación está bajo la protección del Estado y lo
integra todos los bienes materiales, las manifestaciones inmateriales,
los productos, los objetos y las representaciones de la cultura que son
expresión de la nacionalidad y de la forma de ser y hacer del pueblo
dominicano. Se pueden enumerar como la lengua y dialectos de las
La Constitución comentada | 171

comunidades, la tradición, el conocimiento ancestral, las costumbres y


los hábitos, el paisaje cultural, así como los bienes materiales de natu-
raleza mueble e inmueble a los que se les atribuye, entre otros, especial
interés histórico, artístico, científico, estético o simbólico en ámbitos
como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, so-
noro, musical, audiovisual, fílmico, testimonial, documental, literario,
bibliográfico, museológico o antropológico.
Los bienes del patrimonio cultural de la Nación, constituyen la identi-
dad nacional son inalienables e inembargables y dicha titularidad im-
prescriptible. Estos forman parte importante de la herencia nacional
y tienen un gran valor económico, el cual el Estado es responsable de
proteger y preservar.
Los bienes del patrimonio cultural sub acuático tienen un carácter
supranacional que forma parte del patrimonio arqueológico, el cual
se encuentra en un contexto subacuático o que ha sido extraído de
éste. Se integra, además, por los yacimientos y estructuras sumergidas
y restos de naufragios con sus correspondientes entramados arqueoló-
gicos y naturales. El patrimonio cultural subacuático contribuye a la
formación de la identidad y tiene un papel importante para el sentido
de colectividad de las personas. El legislador transfirió en una ley para
regular los bienes patrimoniales en manos privadas y los bienes del
patrimonio cultural sub acuático. § Rosalía Sosa Pérez.
Artículo 65.– Derecho al deporte.§Toda persona tiene derecho a la edu-
cación física, al deporte y la recreación. Corresponde al Estado, en cola-
boración con los centros de enseñanza y las organizaciones deportivas,
fomentar, incentivar y apoyar la práctica y difusión de estas actividades.
Por tanto:

1. El Estado asume el deporte y la recreación como política pública de


educación y salud y garantiza la educación física y el deporte escolar
en todos los niveles del sistema educativo, conforme a la ley;
172 | La Constitución comentada

2. La ley dispondrá los recursos, estímulos e incentivos para la promo-


ción del deporte para todos y todas, la atención integral de los de-
portistas, el apoyo al deporte de alta competición, a los programas y
actividades deportivas en el país y en el exterior.

El derecho al deporte es un derecho fundamental que se integra a la


clasificación de los derechos sociales, necesarios para que la persona
cuente con una vida digna. Su práctica permite el mantenimiento de la
salud, la educación, el libre desarrollo social, la recreación y la cultura.
Constituye un instrumento de corrección de desequilibrios sociales lo
que permite al desarrollo de la igualdad entre los ciudadanos, genera
incentivos para la inserción social y fomenta la solidaridad. De igual
manera contribuye a la calidad humana y al desarrollo social de las
personas. El derecho al deporte se consagra en la Constitución como
una garantía que tiene el ciudadano para exigir del Estado los equi-
pamientos y las ayudas necesarias para realizarlo, coadyuvando con
los centros de enseñanza y las organizaciones deportivas, fomentando,
incentivando y apoyando la práctica y difusión de dichas actividades.
El Estado reconoce como derechos el derecho a la práctica del deporte
y el derecho a utilizar el tiempo libre para la recreación. Al constitu-
cionalizarse el derecho al deporte y a la recreación, el Estado a través
de sus políticas públicas de educación y salud promoverá el goce y dis-
frute de estos derechos en todos los niveles del sistema educativo. El
ejercicio del deporte promueve la salud y disciplina a la persona que lo
ejerce. Esta responsabilidad asumida por el Estado tiene su fundamen-
to en el reconocimiento de la dignidad humana de la persona, la cual
permite al Estado la protección constante para alcanzar la vigencia ple-
na de éstos derechos.
Esto implica una prestación del servicio por parte del Estado y una
erogación económica dentro del gasto público social, a los fines de
garantizar un derecho con rango constitucional con el objeto de esti-
mular e incentivar la promoción del deporte. Esta garantía involucra
también a los deportistas para que el Estado les provea la atención in-
La Constitución comentada | 173

tegral mínima y los apoye en sus actividades deportivas, competen-


cias, y programas, tanto en el territorio nacional como fuera de éste.
§ Rosalía Sosa Pérez.

Sección IV
de los derechos colectivos
y del medio ambiente
Artículo 66.– Derechos colectivos y difusos.§El Estado reconoce los
derechos e intereses colectivos y difusos, los cuales se ejercen en las
condiciones y limitaciones establecidas en la ley. En consecuencia pro-
tege:

1. La conservación del equilibrio ecológico, de la fauna y la flora;


2. La protección del medio ambiente;
3. La preservación del patrimonio cultural, histórico, urbanístico, artísti-
co, arquitectónico y arqueológico.

El extenso catálogo de derechos fundamentales contenido en el título


II constitucional está clasificado y organizado en torno a cuatro gran-
des categorías de derechos: una primera sesión dedicada a los derechos
civiles y políticos, una segunda relativa a los derechos económicos y
sociales, la tercera a los derechos culturales y deportivos y la cuarta a
los derechos colectivos y del medio ambiente. En lo que sigue se pre-
senta una serie de comentarios sobre los textos constitucionales dedi-
cados a esta última categoría de derechos.

1. Dos novedosas categorías de derechos y


su reconocimiento constitucional
El uso de las nociones de derechos colectivos e intereses difusos es un
fenómeno relativamente reciente en el lenguaje de las disciplinas jurí-
dicas, que han venido a replantear algunos de los conceptos centrales
que habían dado sustento y orientado buena parte de la teoría general
del derecho y de las prácticas procesales en los sistemas jurídicos mo-
dernos. Para un mejor entendimiento de los temas contenidos en el
174 | La Constitución comentada

artículo bajo comentario, considero relevante plantear, en primer lugar,


una definición que, lejos de pretender ser canónica, nos sirva al menos
de punto de partida para su mejor comprensión.
Lo primero que hay que tratar es de no confundir los conceptos en
cuestión, y hacer conciencia de que se trata de dos nociones que, si
bien tienen algunos elementos comunes, tienen características distin-
tas particulares que les otorgan una fisonomía conceptual propia. Em-
pecemos con la más escurridiza noción de interés difuso.
La noción de interés difuso ha sido definida por José Acosta Estévez,
como “un interés propio, jurídicamente reconocido, de un grupo so-
cial o colectividad indeterminada de sujetos desprovista de una orga-
nización que los tome para sí enteramente y tenga capacidad para su
defensa, cuya tutela jurisdiccional responde a eventuales iniciativas
meramente individuales.” (Citado LÓPEZ CALERA, 2000) Por su par-
te, el artículo 81 del Código de Defensa del Consumidor brasileño es-
tablece que “son difusos los intereses transindividuales, de naturaleza
indivisible, de que sean titulares personas indeterminadas y ligadas por
circunstancias de hecho.”
Algunas de las cuestiones más relevantes que se desprenden de las de-
finiciones suministradas tienen que ver, en primer lugar, con el sujeto
del interés difuso, el cual será siempre un grupo social. En otras pa-
labras, nunca se puede adscribir un interés difuso a una persona en
exclusiva, sino que se trata siempre de bienes cuya existencia beneficia,
y cuyo daño compromete, colectivos sociales.
Otra cuestión relevante radica en el carácter indeterminado del sujeto
del interés difuso. La indeterminación supone que, si bien el sujeto es
colectivo, el mismo no está identificado ni cohesionado por elementos
comunes particulares, como es el caso de los intereses que tienen los
empleados de una fábrica para sindicalizarse. El interés difuso tras-
ciende el mero interés colectivo en la medida en que participa de un
carácter más o menos amorfo. Tal es el caso del medio ambiente.
La Constitución comentada | 175

Si bien existen organizaciones y grupos que trabajan en defensa del


medio ambiente, ellos nos son beneficiarios exclusivos de la existen-
cia de políticas públicas o iniciativas económicas amigables con el
medio ambiente. Como tampoco serán los únicos lesionados por la
circunstancia contraria. Se puede decir que el medio ambiente es el
bien prototípico en torno al cual se ejemplifica la cuestión del inte-
rés difuso. Pero también tenemos el derecho a la paz o el derecho al
desarrollo, que han sido reconocidos en el marco del sistema de Na-
ciones Unidas, así como en algunas de las constituciones de nuestro
entorno latinoamericano.
La noción de intereses difusos remite a la teoría de lo que algunos de-
nominan derechos sin sujeto, por contraste con la clásica teoría de los
derechos según la cual la existencia de un sujeto individual e identifi-
cable era condición fundamental para postular la titularidad y la exis-
tencia misma del derecho.
Los derechos colectivos, por su parte, se erigen sobre el supuesto de
que existen los sujetos colectivos. Aquel sujeto individual e individua-
lizable, único portador y titular de derechos en la antigua concepción
liberal, se ve en la necesidad de compartir escenario con entidades
como los sindicatos o los partidos políticos. En el caso de los intereses
colectivos, sus titulares son perfectamente identificables y determina-
bles, contrario a lo que sucede con el carácter indeterminado de los
intereses difusos.
Una cuestión importante para destacar la importancia de los intereses
difusos y los derechos colectivos tiene que ver con el tema del acceso
a la justicia y la igualdad de armas en el proceso judicial. Tomemos
por caso una asociación de defensa de los consumidores que entabla
una litis con una transnacional que participa en el mercado de las te-
lecomunicaciones, en ocasión de una deficiencia en la velocidad del
servicio de internet, o del sistema de compensación por fallas técnicas
en el servicio de telefonía inalámbrica.
En el ejemplo indicado, son mucho mayores las posibilidades de ac-
ceso al sistema cuando la iniciativa es gestada desde una organización
176 | La Constitución comentada

especializada en temas de derechos de los consumidores, pero ade-


más, desde el punto de vista del desarrollo del proceso en condiciones
de igualdad, no es lo mismo un usuario individual enfrentado a una
transnacional, que si el pleito tiene lugar con una, o con un conjunto
de organizaciones en capacidad, no sólo de acceder al sistema de justi-
cia, sino además, de hacer presión social y mediática para acompañar
sus reclamos y pretensiones jurisdiccionales.

2. El alcance de la protección
De conformidad con el texto del artículo constitucional bajo comen-
tario, el alcance de la protección de los derechos e intereses difusos y
colectivos se extiende a la conservación del equilibrio ecológico, de la
fauna y de la flora; la protección del medio ambiente y la preservación
del patrimonio cultural, histórico, urbanístico, artístico, arquitectóni-
co y arqueológico. Aunque no lo dice expresamente el texto en cues-
tión, hay que entender que este ámbito de protección es meramente
enunciativo. Esto así al menos dos razones de peso. En primer lugar,
porque si el alcance se circunscribiera exclusivamente a los aspectos
expresamente dispuestos en el texto, estaríamos en presencia de una
importante confusión de las categorías de derechos e interese difusos
y colectivos, puesto que los elementos indicados en el artículo bajo
análisis no se refieren a bienes que encajen en la tipología de los dere-
chos colectivos. En segundo lugar, porque a este texto se hace extensiva
la disposición de garantía normativa de los derechos contenida en el
artículo 74.1 constitucional, –que replica el antiguo artículo 10 sobre
derechos innominados– según la cual los derechos escritos en el texto
constitucional no excluyen otros de igual naturaleza.
Finalmente, es importante indicar que estos derechos e intereses se
habían venido incorporando en el sistema jurídico nacional a través
de un conjunto de reformas legales que van desde el Código Procesal
Penal, pasando por la Ley General de Medio Ambiente y Recursos Na-
turales, la Ley General de Protección de los Derechos del Consumidor
y Usuario, el Código de Protección de los Derechos Fundamentales
La Constitución comentada | 177

de los Niños, Niñas y Adolescentes, entre otras importantes normas


que a lo largo de la última década han entrado en vigor en el país.
§ Cristóbal Rodríguez Gómez.
Artículo 67.– Protección del medio ambiente.§Constituyen deberes del
Estado prevenir la contaminación, proteger y mantener el medio am-
biente en provecho de las presentes y futuras generaciones. En conse-
cuencia:

1. Toda persona tiene derecho, tanto de modo individual como colec-


tivo, al uso y goce sostenible de los recursos naturales; a habitar en
un ambiente sano, ecológicamente equilibrado y adecuado para el
desarrollo y preservación de las distintas formas de vida, del paisaje
y de la naturaleza;
2. Se prohíbe la introducción, desarrollo, producción, tenencia, comer-
cialización, transporte, almacenamiento y uso de armas químicas,
biológicas y nucleares y de agroquímicos vedados internacional-
mente, además de residuos nucleares, desechos tóxicos y peligro-
sos;
3. El Estado promoverá, en el sector público y privado, el uso de tecno-
logías y energías alternativas no contaminantes;
4. En los contratos que el Estado celebre o en los permisos que se
otorguen que involucren el uso y explotación de los recursos natu-
rales, se considerará incluida la obligación de conservar el equilibrio
ecológico, el acceso a la tecnología y su transferencia, así como de
restablecer el ambiente a su estado natural, si éste resulta alterado;
5. Los poderes públicos prevendrán y controlarán los factores de dete-
rioro ambiental, impondrán las sanciones legales, la responsabilidad
objetiva por daños causados al medio ambiente y a los recursos
naturales y exigirán su reparación. Asimismo, cooperarán con otras
naciones en la protección de los ecosistemas a lo largo de la fron-
tera marítima y terrestre.

1. Los deberes del Estado en materia ambiental


De conformidad con el texto del artículo 67 constitucional, es deber del
Estado prevenir la contaminación y proteger y mantener el medio am-
biente en provecho de las presentes y futuras generaciones. Lo primero
es que este texto impone un deber genérico al Estado dominicano del
178 | La Constitución comentada

cual derivan exigencias de políticas públicas específicas. La protección


y mantenimiento del medio ambiente demanda, por ejemplo, el des-
pliegue de acciones de protección y cuidado de las cuencas de los ríos,
de enfrentar las acciones de extracción de materiales de sus lechos, así
como de regular y perseguir la labor de represa indiscriminada que se
lleva a cabo en distintos puntos del país, en provecho de determinadas
personas y grupos particulares.
Implica también la implementación de planes de reforestación, y de es-
pecial cuidado de las áreas protegidas. Esto último conlleva la promo-
ción de programas de educación para la preservación del patrimonio
cultural y de la diversidad de flora y fauna que se encuentra en muchas
de esas zonas.
Un elemento importante a destacar es la preocupación expresa del
constituyente por el establecimiento de un compromiso intergenera-
cional con el tema ambiental. La prevención de los peligros que ace-
chan el medio ambiente no es algo que deba hacerse sólo en provecho
de las generaciones presentes, sino que se impone como un deber para
con las generaciones por venir. Este compromiso parte del supuesto
de que, así como las generaciones vivas recibieron un portentoso le-
gado cultural y material de las pasadas generaciones, –legado que en
muchos aspectos les ayuda a preservar y gestionar la convivencia– esto
les impone el deber de cuidar uno de los bienes más valiosos, a la par
que más amenazados por los más variados peligros: el medio ambiente.
Uno de las más difíciles cuestiones a cuya consecución debe propender
el Estado es al equilibrio entre crecimiento económico, desarrollo hu-
mano y medio ambiente. El cuidado del medio ambiente es, en muchos
aspectos, la condición de sostenibilidad del crecimiento y el desarrollo.
En consecuencia, es también condición para alcanzar es compromiso
de legar a las generaciones por venir un entorno ambiental que les haga
llevadera su experiencia de vida en este planeta.
La Constitución comentada | 179

2. Promoción del uso de tecnologías y


energías alternativas y renovables
Uno de los mayores problemas ambientales de que dan cuenta los cien-
tíficos contemporáneos es el sobrecalentamiento global. Los llamados
hielos eternos de la Antártida se derriten a ritmo vertiginoso, alteran-
do las temperaturas de los océanos y convirtiendo en impredecibles fe-
nómenos que, como los huracanes, hasta hace poco obedecían a ciclos
más o menos estables. La explicación más socorrida de este fenómeno
es el llamado efecto invernadero, que resulta del uso de grandes canti-
dades de energía y combustible altamente contaminante que provoca
el incremento de las temperaturas con las consecuencias que acabamos
de señalar.
Esta cruda realidad plantea a la comunidad internacional de naciones
la necesidad de desplegar políticas que reflejen un compromiso con el
uso de energías menos contaminantes y que por tanto, establezcan una
relación más amigable con el medio ambiente. Estas son sólo algunas
de las cuestiones que subyacen a la disposición constitucional que im-
pone al Estado dominicano el deber de promover el uso de tecnologías
y energías alternativas y renovables.

3. Permisos, contrataciones estatales y la


obligación del equilibrio ecológico
El compromiso del Estado con el cuidado y preservación del medio
ambiente se extiende a la política de contrataciones de obras y servicios
públicos, así como a la concesión de permisos y licencias ambientales
para la instalación de determinados proyectos de explotación comer-
cial. La obligación de conservar el equilibrio ecológico que, de confor-
midad con el numeral 4 del artículo constitucional bajo comentario, se
considerará incluida en los contratos que involucren explotación de
recursos naturales, da cuenta de lo que se acaba de apuntar. Del mismo
modo, el mismo numeral 4 contiene una previsión ante la eventuali-
dad de los daños que se puedan ocasionar: la obligación de restablecer
el ambiente a su estado natural en caso de que dicho daño sobrevenga.
180 | La Constitución comentada

Como es de suponer, la materialización de las apuntadas previsiones


constitucionales demanda un entramado institucional sólido, con fun-
cionarios vigilantes y verdaderamente comprometidos con el fiel cum-
plimiento de las altas misiones que la Ley Fundamental les encomienda y
que la sociedad espera ver cristalizadas. § Cristóbal Rodríguez Gómez.

Capítulo II
De las garantías a los
derechos fundamentales
Artículo 68.– Garantías de los derechos fundamentales.§La Constitu-
ción garantiza la efectividad de los derechos fundamentales, a través
de los mecanismos de tutela y protección, que ofrecen a la persona la
posibilidad de obtener la satisfacción de sus derechos, frente a los suje-
tos obligados o deudores de los mismos. Los derechos fundamentales
vinculan a todos los poderes públicos, los cuales deben garantizar su
efectividad en los términos establecidos por la presente Constitución y
por la ley.

A diferencia de las anteriores a ella, la reforma constitucional de 2010


separó los derechos fundamentales (arts. 37 a 67) de sus garantías (arts.
68 a 73), incluidos todos en el título II de la Constitución. De estos úl-
timos textos, el Artículo 68 es la puerta de entrada al capítulo relativo a
las garantías de los derechos fundamentales, sirviendo de declaración
del establecimiento de éstas como instrumentos de protección y tutela
constitucional de esos derechos. Por tanto, los artículos siguientes son
la concreción de lo anunciado por éste.
Esas garantías –que el texto califica de “mecanismos de tutela y protec-
ción– son, en lo principal, de tipo procesal, pues consisten en acciones
judiciales (una de protección general, el amparo, otras de protección
específica, el hábeas data y el hábeas corpus) para resguardar el dis-
frute o el ejercicio de los derechos constitucionalmente reconocidos;
acciones judiciales que se ejercen en contra de los sujetos obligados
o deudores de los derechos fundamentales, sean estos públicos o par-
ticulares, dejando atrás la concepción liberal de origen, que concebía
La Constitución comentada | 181

al Estado como único deudor de los derechos fundamentales. Ahora


bien, ello no libera al Estado de responsabilidad, ya que el texto vincula
a los poderes públicos como garantes de la efectividad de los derechos
fundamentales, correspondiendo, pues, a éstos el establecimiento de
los instrumentos necesarios para el logro de esa efectividad, aunque
dentro de los términos establecidos por la propia Constitución y las
leyes. El texto, por tanto, establece una distinción entre el deudor de los
derechos y el garante de éstos, que será siempre el Estado. Ello significa,
asimismo, que la regulación de la garantía por la propia Constitución y
las leyes fija el alcance de esa obligación del Estado.
Como se trata de garantías reconocidas a los titulares de los derechos
fundamentales (individuos o colectividades), estas constituyen en la
práctica, derechos fundamentales adicionales, aunque de carácter pro-
cesal. Por consiguiente, puede concluirse que las garantías previstas en
los artículos 68 a 73 de la Constitución son derechos fundamentales de
carácter procesal, a diferencia de los incluidos en los artículos 37 a 67,
que son derechos fundamentales de carácter sustantivo.
En adición a esas garantías formales o explícitas, tenemos otras no
reconocidas de manera expresa como tales: (1) la concerniente a la pre-
servación del orden constitucional y, con él, a la preservación de su con-
tenido (justificando así el contenido del artículo 73) y (2) la relativa al
establecimiento en el texto constitucional de principios de aplicación e
interpretación de los derechos y garantías fundamentales (artículo 74),
los cuales, en tanto que instrumentos de aplicación e interpretación
favorables a su desarrollo, funcionan como garantías de los derechos
y garantías de las garantías de los derechos. § Domingo Antonio Gil.
Artículo 69.– Tutela judicial efectiva y debido proceso.§Toda persona,
en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, tiene derecho a
obtener la tutela judicial efectiva, con respeto del debido proceso que
estará conformado por las garantías mínimas que se establecen a con-
tinuación:

1. El derecho a una justicia accesible, oportuna y gratuita;


182 | La Constitución comentada

2. El derecho a ser oída, dentro de un plazo razonable y por una ju-


risdicción competente, independiente e imparcial, establecida con
anterioridad por la ley;
3. El derecho a que se presuma su inocencia y a ser tratada como tal,
mientras no se haya declarado su culpabilidad por sentencia irrevo-
cable;
4. El derecho a un juicio público, oral y contradictorio, en plena igual-
dad y con respeto al derecho de defensa;
5. Ninguna persona puede ser juzgada dos veces por una misma causa;
6. Nadie podrá ser obligado a declarar contra sí mismo;
7. Ninguna persona podrá ser juzgada sino conforme a leyes preexis-
tentes al acto que se le imputa, ante juez o tribunal competente
y con observancia de la plenitud de las formalidades propias de
cada juicio;
8. Es nula toda prueba obtenida en violación a la ley;
9. Toda sentencia puede ser recurrida de conformidad con la ley. El
tribunal superior no podrá agravar la sanción impuesta cuando sólo
la persona condenada recurra la sentencia;
10. Las normas del debido proceso se aplicarán a toda clase de actua-
ciones judiciales y administrativas.

Superando una moderna concepción doctrinal que entiende la tutela


judicial efectiva como una especie de debido proceso judicial (confun-
diendo así la tutela con los medios para ésta), el artículo 69 de nuestra
Constitución concibe la tutela judicial efectiva como un derecho a la
protección (por parte del Estado) de todo tipo de derechos e intereses
legítimos, y al debido proceso, en cambio, como el escenario jurisdic-
cional donde han de ser amparados, salvaguardados o protegidos esos
derechos e intereses. Por consiguiente, a la luz de este texto la tutela
judicial efectiva funciona como un derecho de salvaguarda judicial de
los derechos legítimos, mientras que el debido proceso es, como ga-
rantía procesal de carácter constitucional, el instrumento que sirve a
esos propósitos.
La Constitución comentada | 183

El debido proceso que describe dicho texto comprende, como un míni-


mum, dos tipos de derechos, los derechos al proceso y los derechos en el
proceso. Los primeros son concebidos como los que tienen que ver con
el acceso a la justicia; los segundos, como los que se ejercen ya iniciado
el proceso.
El catálogo de esos derechos mínimos incluidos en el texto es el que a
continuación indicamos:

Derechos al proceso:
a. Derecho de acceso a la justicia.– En este texto el derecho de acceso
a la justicia aparece diferenciado del derecho a ser oído, como si
se tratase de dos derechos procesales distintos, aunque se com-
plementen. Sin embargo, la doctrina jurídica y los instrumentos
jurídicos internacionales los identifican como parte de una misma
prerrogativa fundamental, tal como se concluye del análisis de los
artículos 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polí-
ticos, 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
y 6.1 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales. Por tanto, el texto
comentado pretende diferenciar entre el derecho de acceso, como
sinónimo de derecho de entrada, y, ya habiendo accedido, el dere-
cho a la audición, entendido como el derecho a que la autoridad
competente, ya iniciado el proceso, conozca de las alegaciones de
que se trata, concibiéndolo así como un derecho en el proceso. Inte-
resa destacar, además, que en ambos casos el texto constitucional
precisa: (1) la calidad del derecho: la justicia que se procura debe
ser accesible (sin obstáculos), oportuna y gratuita (dejando pen-
diente una viva controversia acerca del alcance de este último tér-
mino) y el justiciable debe ser oído dentro de un plazo razonable;
plazo para el que han de tomarse en consideración la conducta
procesal de las partes, la complejidad del caso y el desinterés de
las partes, entre otros factores (vid. Corte Interamericana de De-
rechos Humanos, caso Canto, 28 de noviembre de 2002); y (2) la
condición del juzgador que ha de conocer las alegaciones, quien
184 | La Constitución comentada

debe ser competente, independiente, imparcial y establecido con


anterioridad por la ley; características del denominado juez natu-
ral preconstituido. Ello constituye una prohibición a la creación de
tribunales especiales, ad hoc o de “jueces sin rostro” para conocer
determinados casos.
b. El derecho de defensa, el cual incluye, como derecho esencial del
debido proceso: el derecho de contradicción (derecho a contradecir
los medios de hecho y de derecho de la parte contraria, en igual-
dad de condiciones, dando paso al derecho de bilateralidad de la
audiencia); el derecho a ser informado en la forma debida y en un
tiempo razonable de los hechos y del derecho relativos al proceso
de que se trate; el derecho a la asistencia letrada; el derecho a la no
alteración de los hechos o del objeto del proceso, lo que implica la
inmutabilidad de proceso en cuanto a los hechos y al objeto de la
acción; y el derecho de prueba, el cual no sólo comprende la opor-
tunidad de todo procesado de acceder oportunamente a todos los
modos de prueba permitidos, en igualdad de condiciones con el
adversario, sino, además, el derecho a la exclusión de toda prueba
obtenida en violación a la ley (señalado de manera expresa por
el acápite 8 del texto comentado), derecho que, con independen-
cia de la distinción doctrinal entre prueba ilegal y prueba ilícita
(MIRANDA ESTRAMPES, 2010), permite descartar toda prueba
obtenida en violación a las formas procesales establecidas por la ley
o de manera viciada, como la obtenida mediante la manipulación
de la voluntad del deponente (vid. CIDH, caso Castillo Petruzzi
y otros c. Perú, 03 de mayo de 1999); interpretación de la prueba
ilegal que nos acerca a la concepción prevista por el artículo 29
de la Constitución de Colombia, que califica como nula la prueba
obtenida con violación del debido proceso). Puede concluirse, por
tanto, que la prueba ilegal es una prueba inválida que, por consi-
guiente, no produce efectos.
Otros derechos conexos al derecho de defensa previstos en el texto co-
mentado son: el derecho a la presunción de inocencia, el cual, a pesar
de su carácter penal, podría ser entendido, en una concepción mucho
La Constitución comentada | 185

más amplia, superando, por tanto el ámbito penal, como la obligación


para quien acusa o demanda de probar lo alegado, salvo en los casos
de exoneración o presunción legal a su favor; el derecho a un juicio
oral, público y contradictorio (derecho a la publicidad del juicio), para
evitar que el juicio se realice en circunstancias de secreto y aislamiento
(CIDH, caso Castillo Petruzzi, párrafo 172); el derecho a no ser juzgado
dos veces por una misma causa (llamada regla del non bis in idem), el
cual, a pesar de lo expresamente indicado por el texto, debe ser con-
cebido como el derecho a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho,
mucho más garantista que el anterior (CIDH, caso María Elena Loaysa
Tamayo, 17 de septiembre de 1997, párrafo 66), el derecho a no declarar
contra sí; y el derecho a ser juzgado conforme a leyes preexistentes al acto
imputado y con las formalidades procesales propias de cada proceso.
El artículo 69 comprende, también, dos derechos fundamentales relati-
vos a la sentencia: (1) el derecho al recurso, tan ampliamente discutido
por la doctrina en cuanto al alcance, a pesar de que la redacción del
texto (“Toda sentencia puede ser recurrida de conformidad con la ley”),
completado por el artículo 159.1, permite concebirlo como un derecho
de configuración legal, significando ello que la ley regula su ejercicio,
incluyendo el alcance del derecho mismo; y (2) el derecho al no agrava-
miento de la sanción por un tribunal superior cuando el único apelante
es la persona condenada, con lo cual se consagra constitucionalmente
en materia penal el principio procesal general (válido, pues, en toda
materia) denominado reformatio in peius, que prohíbe agravar la situa-
ción del apelante único.
Es necesario resaltar que el texto constitucional no contiene –lo cual
es una penosa carencia– ninguna disposición expresa relativa a las ga-
rantías sobre el pronunciamiento de las sentencias, como son el dere-
cho del justiciable a una decisión debidamente fundada y motivada y
dentro de un plazo razonable (derecho a una sentencia legítima que se
valide a sí misma), así como el derecho a gozar de las medidas constitu-
cionales de coerción o de constreñimiento que hagan posible la ejecución
de la sentencia obtenida, pues “Este derecho consagra, como garantía
de los justiciables, que las sentencias judiciales se hagan efectivas en su
186 | La Constitución comentada

propios términos, sea como respeto a la cosa juzgada (que incorpora el


derecho judicial al patrimonio de las personas), como para aceptar que
las decisiones del Poder Judicial no queden insolutas por el capricho
del legislador o el retardo administrativo” (GOZAÍNI: 602).
Finalmente, el texto precisa que las normas precedentes se aplicarán
a todo tipo de actuación judicial y administrativa, con lo cual queda
liquidada una conservadora corriente jurisprudencial que pretendía
limitar el debido proceso al ámbito judicial, así como otra doctrina
jurisprudencial que limitaba la aplicación de algunas de las reglas y
principios del debido proceso al ámbito exclusivo del derecho penal,
siendo el caso más notorio la negativa de nuestra Suprema Corte de
Justicia a aplicar la regla del non bis in idem a otras materias diferentes
de la penal (Primera Cám. SCJ, 4 de febrero de 2004, BJ 1119, p. 108;
Tercera Cám., SCJ, 24 de mayo de 2006, BJ 1146, p. 1759, entre otras).
§ Domingo Antonio Gil.
Artículo 70.– Hábeas data.§Toda persona tiene derecho a una acción
judicial para conocer de la existencia y acceder a los datos que de ella
consten en registros o bancos de datos públicos o privados y, en caso
de falsedad o discriminación, exigir la suspensión, rectificación, actuali-
zación y confidencialidad de aquéllos, conforme a la ley. No podrá afec-
tarse el secreto de las fuentes de información periodística.

El Hábeas Data es un instituto jurídico de reciente formulación en el


ámbito de lo procesal constitucional. Fue introducido con su actual
denominación en el artículo 5º, fracción LXXXII, de la Constitución
federal brasileña de 1988. Surge debido al desarrollo de los medios de
información, especialmente los bancos electrónicos de datos, tanto pú-
blicos como privados, que hicieron necesaria la implementación de un
medio específico de protección de los particulares que pudieran ser
afectados por la información a raíz del manejo de datos confidencia-
les incorrectos, agraviantes o desactualizados (FIX–ZAMUDIO, 2003).
Su denominación hábeas data significa traer o exhibir los datos, con
lo cual guarda cierta sinonimia con el hábeas corpus, que procura la
presentación o exhibición del cuerpo.
La Constitución comentada | 187

En la Constitución de 2010 se encuentra reconocido en el artículo 70


y de conformidad con lo pautado por el artículo 64 de la ley 137–11,
Orgánica del Tribunal Constitucional y de los Procedimientos Consti-
tucionales, se rige por el régimen procesal común del amparo. Se pue-
de observar que a nivel constitucional se ha reglamentado de manera
autónoma. Sin embargo, la ley que lo desarrolla parece considerarlo
un subtipo de amparo al disponer que se rija, en su totalidad, por el
régimen procesal común del amparo.
Para Gozaíni, el hábeas data tutela el derecho a la intimidad como gé-
nero, que caracteriza la defensa de la privacidad, del honor, la imagen,
la reputación, la identidad entre otros derechos (GOZAÍNI, 2006). Sin
embargo, el reconocido profesor García Belaunde (2001) se inclina por
entender que mediante esta garantía protege el derecho de autodeter-
minación informativa, es decir, la capacidad o derecho que tiene cada
cual para determinar por sí y ante sí, qué debe hacer en relación con
su persona y vinculado con el mundo informático. Agrega que se trata
de un derecho derivado del principio de dignidad de la persona, pero
con una entidad propia vinculada al desarrollo del mundo informático.
Según resulta de la previsión constitucional bajo comentario, la garan-
tía en cuestión procura impedir que los bancos de datos, sean estos pú-
blicos o privados, recopilen información respecto de la persona titular
del derecho, en los casos en que dicha información pueda afectar el de-
recho a la intimidad del accionante o los datos estén siendo manejados
sin su consentimiento. Estas informaciones pueden estar referidas a las
creencias religiosas y políticas, incluso las informaciones de carácter
laboral y académico podrían entenderse como incluidas.
Vemos que la Constitución reconoce al accionante un derecho de cono-
cer los datos relativos a su persona y acceder a los mismos. En segundo
lugar, tiene derecho el actor a que se le informe la finalidad para la que
se tiene dicha información y en tercer lugar, puede exigir su supresión,
rectificación, actualización y confidencialidad de los mismos. Así las
cosas, si la información mantenida es falsa o si aun siendo verdadera
no fue consentida, el titular puede exigir la supresión. Asimismo, pue-
188 | La Constitución comentada

de exigir la corrección en caso de que fuera falsa o incompleta o puede


exigir la confidencialidad, en los casos en que se trate de información
sensible para la que no exista habilitación legal que permita difundirla.
En principio, la acción corresponde, en exclusiva, a la persona a quien
se refieran los datos. Sin embargo, cuando la actividad que afecta el de-
recho afecta a un gran número de personas es justo reconocer legitima-
ción o “calidad” para accionar a determinada asociaciones vinculadas
a la protección de tales derechos. En otros casos es preciso reconocer
legitimación activa a cualquier persona que pueda justificar un interés
en accionar, aún y cuando la información no se refiera a su persona. En
este sentido, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos reconoció el
derecho a accionar a un individuo que se crió en distintos orfanatos a
acceder a aquellos registros que le permitan reconstruir su trayectoria
vital y sus conexiones familiares (BRAGE CAMAZANO, 2005).
La parte final del texto establece que “no podrá afectarse el secreto de
las fuentes de información periodísticas”. Aquí se plantea una tensión
entre el tratamiento de datos personales y los eventuales límites del
ejercicio del derecho a la información por parte de los periodistas, que
podría en determinados casos afectar el derecho a la intimidad de
los particulares.
Sin abundar en lo que se refiere al ámbito de ejercicio y los límites
respectivos del derecho a la intimidad frente a la libertad de infor-
mación, cabe afirmar que tratándose de un conflicto entre dere-
chos fundamentales habrá de resolverse a la luz del caso concreto
mediante la ponderación y armonización de los derechos en juego.
§ Pedro Balbuena Batista.
Artículo 71.– Acción de hábeas corpus.§Toda persona privada de su li-
bertad o amenazada de serlo, de manera ilegal, arbitraria o irrazonable,
tiene derecho a una acción de hábeas corpus ante un juez o tribunal
competente, por sí misma o por quien actúe en su nombre, de confor-
midad con la ley, para que conozca y decida, de forma sencilla, efectiva,
rápida y sumaria, la legalidad de la privación o amenaza de su libertad.
La Constitución comentada | 189

1. Origen.
El proceso constitucional de Hábeas Corpus es, sin duda alguna, el me-
canismo procesal pionero en la protección de Derechos Fundamenta-
les. Protege el derecho a la libertad física y de movimiento. Mediante
este proceso se permite a cualquier persona detenida o arrestada, exi-
gir ser presentada ante un juez competente para que resuelva respecto
de la legalidad, arbitrariedad o irrazonabilidad de su encierro y de ser
pertinente, ordene su inmediata liberación.
El Hábeas Corpus recibe consagración legislativa en República Domi-
nicana en la ley 5353 de 1914. Consideramos junto con el ilustre profe-
sor doctor Leoncio Ramos, que el precedente inmediato de la ley 5353
de 1914 sobre Hábeas Corpus en República Dominicana lo es la orden
militar número 4 de 1900, por la que se incorpora el Hábeas Corpus
en la isla de Cuba, que a su vez tuvo como precedente la ley de hábeas
corpus del Estado de New york.

2. Constitucionalización del Hábeas Corpus.


A pesar de que algunos autores sitúan la recepción constitucional del
hábeas corpus en la Constitución de 1924, la verdad es que esta se pro-
duce de forma tardía en nuestro país, si tomamos en cuenta la ley que
regula la acción data de 1914. En efecto, un examen de las revisiones
constitucionales realizadas en el país a partir de 1844, pone de mani-
fiesto que es en la reforma constitucional de 1955, en la que por vez pri-
mera, se incorpora el hábeas corpus a nivel constitucional. En efecto, es
el literal c) del inciso 2 del Artículo 8 de dicha reforma constitucional,
que remite de manera expresa a la ley de Hábeas Corpus, para los ca-
sos en que una persona fuera arrestada sin causa o sin cumplir con las
formalidades legales o fuera de los casos previstos por la ley (AMARO,
1982).
A partir de la consagración, el hábeas corpus se ha mantenido nivel
constitucional en todas las reformas constitucionales posteriores, hasta
190 | La Constitución comentada

la vigente del 26 de enero de 2010, en donde se reconoce la garantía en


el Artículo 71 de la que destaca que por vez primera se define la acción
con su finalidad y características esenciales.
La regulación del Hábeas Corpus, contenida en el decreto–ley 5353 de
1914 fue derogada recientemente por el Código Procesal Penal insti-
tuido por la ley 76–02, estableciéndose un nuevo procedimiento para
la acción de Hábeas Corpus, que en la actualidad se reglamenta en los
artículos que van del 381 al 393 de dicho instrumento procesal. Uno
de los aspectos más importantes de la nueva regulación lo constituye el
hecho de que la acción de Hábeas Corpus procede no sólo en caso de
que se materialice una detención ilegal, sino también en aquellos casos
en que exista una amenaza detención ilegal.

3. Naturaleza Jurídica.
De todos los Derechos Fundamentales, el de la libertad es el más
preciado. Esta es la razón por la que se encuentra reconocida a nivel
constitucional como valor supremo y principio fundamental del or-
denamiento jurídico. El artículo 8 constitucional, declara como fun-
ción esencial del Estado, la protección efectiva de los derechos de la
persona, dentro de un marco de libertad individual compatible con el
orden público y los derechos de todos y todas. De manera que sin el
goce efectivo de este derecho primario, se torna ilusorio el ejercicio de
los demás. Se trata, en suma, de una síntesis que contiene virtualmen-
te toda la afirmación de la personalidad humana frente a los posibles
avances del arbitrio del poder público (DE LA RÚA, 1980). Sin embar-
go, los abusos a derechos fundamentales pueden provenir además de
los particulares. Quiere esto decir, que la acción no sólo procede contra
actos de poder público, sino que procede además contra actos de los
particulares, como se prevé en Inglaterra y en varios países de América
Latina, desde la década del cuarenta (GARCÍA BELAUNDE, 2001).
La Constitución comentada | 191

4. Supuestos en que procede la acción de hábeas corpus.


La nueva norma constitucional establece la procedencia de la acción
de hábeas corpus, para los casos en que una persona sea privada de
libertad o se encuentre amenazada de serlo. Es decir, que la protección
al derecho se proyecta hacia una circunstancia, que si bien es próxima
al arresto, no se identifica con él.
En base a lo anterior coexisten en nuestro ordenamiento procesal
constitucional dos tipos de hábeas corpus: El reparador y el preventivo
(Esta tipología viene recogida además, en el artículo 381 del Código
Procesal Penal). El primero supone la existencia de una persona priva-
da de libertad de manera ilegal y arbitraria, siendo que en este caso la
acción va dirigida precisamente, a hacer cesar tal estado de detención.
El hábeas corpus preventivo, por su parte, requiere sólo la amenaza de
consumarse una detención o apresamiento (SAGUÉS, 1981).
Esta perturbación al derecho a la libertad puede tener la fuente en un
acto material de una persona que sin la existencia de presupuestos le-
gales para el arresto, se proponga detener a otra. Procede además, con-
tra toda orden o procedimiento que tienda a restringir, sin derecho, la
libertad de una persona, con independencia de que dicha restricción
se materialice o no.
La norma constitucional bajo comentario trae como novedad la cues-
tión de que la acción es admisible, no sólo en caso de prisión ilegal,
sino también en aquellos casos en que aún siendo legal la detención, es
sin embargo, arbitraria o irrazonable.
Conforme al artículo 40.6 de la Constitución, la ilegalidad de la prisión
se presenta cada vez que la prisión ha sido dispuesta sin causa o sin
previo cumplimiento de las formalidades legales o fuera de los casos
previstos por las leyes.
Sin embargo, puede acontecer que la restricción al derecho a la liber-
tad, aún siendo legal, por haber sido acordada de conformidad con las
normas legales, se encuentre prohibida. Es por ello que el artículo 9.1
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo
192 | La Constitución comentada

7.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, sancio-


nan cualquier restricción al derecho a la libertad que se materialice de
modo arbitrario. En relación a la cuestión, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (Caso Gangaram Panday, sentencia del 21 de ene-
ro de 1994, párrafo 47), ha establecido que “nadie puede ser sometido a
detención o encarcelamiento por causas y métodos que –aun calificados
de legales– puedan reputarse como incompatibles con el respeto de los
derechos fundamentales del individuo por ser, entre otras cosas, irrazo-
nables, imprevisibles o faltos de proporcionalidad”.

5. Características del Procedimiento.


Por expresa disposición constitucional el procedimiento de hábeas
corpus es sencillo, efectivo, rápido y sumario.
Cuando se exige que el procedimiento sea sencillo a lo que se alude
es al principio de informalidad que caracteriza los procesos constitu-
cionales. Los actos que conforman el proceso en cuestión deben estar
desprovistos de ritos y formalidades que no se vinculen a la solución
sustancial del asunto o al necesario ejercicio del derecho de defensa.
Cabe hacer notar sobre esta característica, que conforme establece el
artículo 382 del Código Procesal Penal la solicitud de mandamiento
de hábeas corpus no se encuentra sometida a formalidad alguna y que
puede ser presentada por escrito o por declaración oral en la secretaría
del tribunal apoderado, sea por el afectado o por cualquier otra en su
nombre (artículo 382 del Código Procesal Penal).
La efectividad, como principio procesal dirigido al juez, aspira a lograr
la aplicación de la norma constitucional y los derechos fundamentales
frente a los sujetos obligados, debiendo este recurrir al uso de los me-
dios más idóneos para resolver el caso concreto. Es en virtud de este
principio que el juez de hábeas corpus ostenta los más variados pode-
res para dar ejecución a sus decisiones, pudiendo incluso, dictar orden
de captura en contra de quien se niegue a acatar un mandamiento de
presentación del detenido.
La Constitución comentada | 193

Todos los procesos constitucionales suponen una actuación rápida por


parte de los jueces. Esta exigencia se intensifica en aquellos casos en
que se trata de una acción de hábeas corpus, que busca proteger el de-
recho a la libertad. Es por ello que el Código Procesal Penal establece
plazos abreviados, poderes ex oficio a los jueces. Del mismo modo, en
su tramitación, el proceso está desprovisto de incidentes, suspensiones
e interrupciones procesales que pudieran dilatar el conocimiento de
la acción.
El carácter sumario del procedimiento, se pone de manifiesto por la
brevedad de los términos en que debe procederse a su tramitación. Es
así que, bajo determinadas circunstancias, el juez apoderado puede re-
solver sobre la acción en el momento de la presentación del impetran-
te o en su defecto, en una audiencia que deberá celebrarse, dentro de
las cuarenta y ocho horas de presentada la solicitud, la cual no podrá
suspenderse por ningún motivo, debiendo el juez resolver inmediata-
mente terminada la audiencia (Artículo 383 y 386 del Código Proce-
sal Penal).

6. Ley Orgánica del Tribunal Constitucional y los


Procesos Constitucionales (en lo sucesivo LOTC).
El día 13 del mes de junio de 2011 fue promulgada la ley 137–11 LOTC,
donde, entre otras materias se reglamentan los procedimientos consti-
tucionales de naturaleza jurisdiccional. En el artículo 63, la nueva nor-
mativa remite la regulación del procedimiento de hábeas corpus a lo
dispuesto en el Código Procesal Penal.
Por otro lado, se infiere de lo que dispone el artículo 94 de la mis-
ma ley, que la decisión del juez de instancia sobre la acción de hábeas
corpus puede ser recurrida ante el tribunal constitucional por parte
del afectado.
Una nota importante de la nueva regulación es que se establece la pro-
cedencia de la acción para todos los casos en que no exista otra vía
igualmente expedita. Esta previsión nos indica la posibilidad de utili-
194 | La Constitución comentada

zar el hábeas corpus aun dentro del proceso penal en curso, cuando los
mecanismos establecidos por la ley procesal penal, para controlar la
legalidad de la detención, no sean idóneos para garantizar el derecho
a la libertad.
Cabe aconsejar cautela al momento de aplicar esta norma, pues podría
hacerse un uso abusivo que afectaría la operatividad del Código Pro-
cesal Penal. Podría acontecer, como en el pasado, que el hábeas corpus
era utilizado para lograr una solución rápida en torno a la cuestión de
fondo que correspondía al proceso penal, desvirtuándose su función
como garantía de la libertad personal, para pasar a convertirse en un
medio alterno para obtener una decisión respecto del mérito de la per-
secución penal concreta.
Con todo, es preciso reconocer que tanto la previsión constitucional
sobre el hábeas corpus, como lo que ha dispuesto sobre la materia la
LOTC, ensanchan el ámbito de tutela de la acción. Las nuevas previ-
siones habrán de convertirse en herramientas indispensables para la
protección del derecho a la libertad no sólo en cuanto a su aspecto
formal de legalidad, sino como mecanismo para controlar el ejercicio
arbitrario del poder penal. § Pedro Balbuena Batista.
Artículo 72.– Acción de amparo.§Toda persona tiene derecho a una ac-
ción de amparo para reclamar ante los tribunales, por sí o por quien ac-
túe en su nombre, la protección inmediata de sus derechos fundamen-
tales, no protegidos por el hábeas corpus, cuando resulten vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de toda autoridad pública o de
particulares, para hacer efectivo el cumplimiento de una ley o acto ad-
ministrativo, para garantizar los derechos e intereses colectivos y difusos.
De conformidad con la ley, el procedimiento es preferente, sumario, oral,
público, gratuito y no sujeto a formalidades.

Párrafo.– Los actos adoptados durante los Estados de Excepción que


vulneren derechos protegidos que afecten irrazonablemente derechos
suspendidos están sujetos a la acción de amparo.
La Constitución comentada | 195

1. Antecedentes en la República Dominicana.


En este apartado no haremos referencia a los orígenes propiamente
dichos del amparo, sino sólo y de manera sucinta, a su evolución en
derecho dominicano.
En nuestro país, el origen de la institución es de naturaleza jurispru-
dencial y de muy reciente data. Su incorporación se produce gracias a
la previsión del artículo 25.1 de la Convención Americana sobre Dere-
chos Humanos, de la que es signataria la República Dominicana. Este
Convenio hace parte de nuestro ordenamiento jurídico, toda vez que
ha sido aprobado por el Congreso Nacional, mediante Resolución No.
739 de fecha 25 de Diciembre de 1977 y publicada en la Gaceta Oficial
No. 9460 del 11 de Febrero de 1978.
El artículo 25.1 de la Convención reconoce el derecho de toda persona
a un recurso sencillo y rápido ante los jueces o tribunales, que la am-
pare contra actos que violen sus derechos fundamentales. Sin embargo,
a nivel interno, hasta hace poco, no se legisló para establecer el proce-
dimiento mediante el cual se haría efectiva la garantía establecida a ni-
vel internacional. La carencia de legislación no fue obstáculo para que
mediante resolución de fecha 18 del mes de junio de 1991 la Suprema
Corte de Justicia reconociera por vez primera, la existencia de una ac-
ción para la protección de los derechos fundamentales de las personas,
amparada en lo dispuesto por el artículo 25.1 de la CADH. Aunque en
esta oportunidad lo hizo para negar la posibilidad de recurrir en ampa-
ro en contra de una decisión emanada de un tribunal del orden judicial,
no menos cierto es que tiene la decisión la importancia de constituir el
primer precedente en donde se reconoce la existencia de dicha acción
procesal constitucional.
Posteriormente, mediante sentencia de fecha 24 del mes de febrero de
1999, el alto tribunal no solo reconoce la existencia de la acción de
amparo. Va más allá y la incorpora como instituto jurídico de nuestro
derecho positivo, fecha a partir de la cual, podríamos decir, se inicia
el reconocimiento y difusión del instituto. Posteriormente interviene
la ley 437–06 de fecha 30 de noviembre de 2006, que es la primera
196 | La Constitución comentada

ley que se dicta sobre la materia, recientemente derogada por la ley


137–11 de fecha 13 de junio de 2011, ley esta que constituye parte del
presente comentario.

2. Consagración Constitucional y Legislación Reguladora.


El día 26 del mes de enero de 2010 fue proclamada la Constitución
vigente. Un elemento que resalta de la nueva Carta Sustantiva es la con-
sagración a este nivel, de una serie de garantías y derechos que ya for-
maban parte de nuestro ordenamiento jurídico, a causa de su adopción
jurisprudencial. Entre estas garantías se encuentra la acción de amparo,
que por vez primera es recogida en el artículo 72 de la Constitución.
A los fines de hacer efectivo el derecho a accionar en amparo, ha sido
aprobada recientemente la ley 137–11 de fecha 13 de junio de 2011,
Orgánica del Tribunal Constitucional y de los Procedimientos Consti-
tucionales. En esta ley se regula en detalle todo lo relativo a la acción de
amparo, así como los demás procesos y procedimientos constituciona-
les de reciente incorporación en la norma fundamental.
La acción de amparo tal y como se encuentra prevista a nivel consti-
tucional es el medio procesal para la protección de todos los derechos
fundamentales, a excepción del hábeas corpus, sin importar si la vul-
neración proviene de la autoridad pública o de los particulares.
Según resulta del texto bajo comentario y de lo que al efecto dispone la
ley Orgánica que regula la materia, La procedencia de la acción de am-
paro se encuentra subordinada a la concurrencia de las siguientes con-
diciones: a) La vulneración o amenaza de algún derecho fundamental
protegido por la Constitución; b) La ilegalidad o arbitrariedad del acto
lesivo al derecho y c) La inexistencia de otro remedio legal idóneo para
proteger el derecho conculcado (GOZAÍNI, 2006).
La primera de las condiciones exigidas para la procedencia de la ac-
ción de amparo, supone la vulneración o amenaza de cualquiera de
los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución. El texto
constitucional habilita la protección sin importar que la afectación al
La Constitución comentada | 197

derecho provenga de una acción o de una omisión. De modo que que-


dan comprendidos dentro del ámbito de la norma toda clase de hechos,
todo tipo actuaciones con exceso de poder. En fin, cualquier clase de
actos y omisiones de la autoridad pública, toda vez que los términos en
que se encuentra concebida la norma incluye la totalidad del compor-
tamiento estatal (SAGUÉS, 1988).
La acción procede tanto si se produce una vulneración al derecho, en
el sentido de que de un modo cualquiera este pueda resultar lesionado,
alterado o restringido. Pero además procede la acción, en ausencia de
lesión, en aquellos casos en que es previsible, a la luz del caso concreto,
que pudiera producirse la lesión de manera inminente. La jurispru-
dencia en derecho comparado exige que la amenaza cumpla las condi-
ciones de certeza y de una cierta gravedad (SAGUÉS, 1988).
La segunda condición para la procedencia de la acción es que la vul-
neración o amenaza del derecho encuentre su fuente en una ilegali-
dad o arbitrariedad de la autoridad o de un particular. La ilegalidad
comprende toda acción u omisión que contraría el derecho posi-
tivo. Por supuesto, que dentro del concepto de ley, no sólo debe en-
tenderse comprendida la ley en sentido formal, sino que incluye a la
propia Constitución.
Puede ser que el acto o la omisión lesiva al derecho fundamental se
encuentren amparados en la ley y sin embargo, sean arbitrarios. La
arbitrariedad se presenta entonces, siempre que detrás de un acto en
apariencia ilegal, se oculte un ejercicio abusivo del poder o cuando
la decisión o el acto sean irrazonables por no respetar el principio de
proporcionalidad CIDH (Caso Gangaram Panday, sentencia del 21 de
enero de 1994, párrafo 47).
El artículo 70.1 de la Ley 137–11 Orgánica del Tribunal Constitucional
y de los Procedimientos Constitucionales, exige para la procedencia de
la acción que no existan otras vías judiciales que permitan de manera
efectiva, obtener la protección del derecho fundamental violado. La
idoneidad a la que se refiere el legislador parece referirse a la celeridad
y efectividad de la acción. Entonces cabe afirmar que cada vez que la
198 | La Constitución comentada

vía judicial alterna implique un riesgo de que quien reclama protección


sufra un daño irreparable o se ponga en riesgo el derecho, la vía proce-
dente es la del amparo. De modo pues que la acción de amparo es la vía
procesal a utilizar no sólo cuando el remedio procesal alternativo no
sea idóneo, sino también en aquellos casos en que aun siendo idóneo
no lo sea más que la acción de amparo (BRAGE CAMAZANO, 2005).

3. Procedimiento de la Acción de Amparo.


De acuerdo a la voluntad del Constituyente, expresada en el artículo 72
de la norma fundamental, el procedimiento de la acción de amparo es
preferente, sumario, oral, público, gratuito y no sujeto a formalidades.
Al decir que el procedimiento es preferente se ha querido significar que
debe dársele prelación en su tramitación y resolución por los órganos
judiciales con independencia de su orden de ingreso (PÉREZ ROYO,
2007). Siendo un procedimiento sumario ha de suponerse como un
procedimiento urgente que permita la salvaguarda con celeridad del
derecho vulnerado.
El juicio de amparo debe ser oral y público, no sólo por la expresa
exigencia contenida en el artículo 72, sino también por imperio de la
organización republicana a la que se refiere el artículo 1 de la Consti-
tución. La publicidad en el sentido apuntado, asegura el control, tanto
externo como interno, de la actividad judicial, pues el procedimiento
debe realizarse a la luz del sol, bajo control de la opinión pública y de
las partes que intervienen en el proceso (FERRAJOLI, 1995). Sin em-
bargo, para que el juicio sea público debe ser oral. La oralidad, en tanto
instrumento del proceso, es un método de ingreso de información y
de discusión en el marco del procedimiento que preserva además la
inmediación y la publicidad de los procedimientos.
Aplica en materia de amparo, el principio de informalidad en cuya vir-
tud el proceso constitucional debe estar libre de formalidades que no
tengan por finalidad el ejercicio del derecho de defensa (ESCOBAR,
2005). Tiene plena aplicación en la materia la regla “no hay nulidad sin
La Constitución comentada | 199

agravio” hasta hace poco exclusiva de la materia civil. De modo que los
trámites procesales deben ser sencillos y aunque un acto tenga irregu-
laridades será válido siempre que cumpla con su función.
De conformidad con el artículo 69.1 de la Constitución, el proceso de
amparo es gratuito. El derecho a una justicia gratuita es un elemento
esencial del debido proceso de ley. La gratuidad significa que el Estado
no cobra por el servicio de administración de justicia. Sin embargo,
esta formulación del principio es insuficiente cuando se trata de per-
sonas con escasos recursos económicos. Se sabe que la contratación de
un abogado, los gastos propios del procedimiento e incluso, la recopi-
lación del material probatorio a utilizar en el proceso, implican gastos
considerables. De manera, que para un segmento importante de la co-
munidad la carencia de recursos para costear el proceso se erige en un
obstáculo que imposibilita el acceso a la justicia.

4. Amparos especiales.
A. Amparo colectivo.
El artículo 72 de la Constitución introduce importantes novedades en
materia de amparo, al configurar lo que se conoce en derecho compa-
rado como amparo colectivo y por otro lado, la denominada acción
de cumplimiento.
La existencia del amparo colectivo se relaciona con el hecho de que la
Constitución dominicana incorpora derechos colectivos y difusos. La
sección IV, que comprende los artículos 66 y 67 de la norma funda-
mental hace referencia expresa a los derechos colectivos y de medio
ambiente. Cabe aclarar, que estos no son los únicos derechos de esta
naturaleza previstos a nivel constitucional. El reconocimiento de estos
nuevos derechos que por su naturaleza que no pertenecen a una sola
persona, sino que participan de su titularidad, en la misma medida to-
dos los integrantes de una comunidad, ha hecho necesaria la creación
de mecanismos procesales que le sirvan de instrumento de protección.
200 | La Constitución comentada

Los derechos e intereses colectivos a los que alude la Constitución han


de ser protegidos por medio de las acciones populares. A estos los re-
lativos a la seguridad y salubridad públicos, los relativos al medioam-
biente, entre otros. Al lado de esta previsión constitucional, la ley
137–11 (LOTC) en su artículo 112 crea la posibilidad de recurrir a este
amparo cuando se ha afectado un número plural de personas. Es lo
que ha venido a denominarse en legislación comparada, acciones de
grupo o clase en los casos en que la finalidad de la acción es obtener
reparación por el daño causado.

B. Acción de cumplimiento.
El artículo 72 de la Constitución habilita la vía del amparo en aque-
llos casos en que se precise hacer efectivo el cumplimiento de una ley
o acto administrativo. Esta norma tiene por objeto garantizar que las
leyes y actos administrativos se cumplan por quienes están obligados.
Procede la acción contra cualquier autoridad o funcionario renuente a
acatar una norma o un acto administrativo en perjuicio del accionante
(FIX–ZAMUDIO, 2003).
Fix– Zamudio (2003) afirma que el instituto procesal de que se trata
tiene cierta similitud con el Writ of mandamus del derecho norteame-
ricano. Enseña el maestro mexicano que este remedio judicial “implica
la solicitud ante un tribunal para que expida un mandamiento que or-
dene a una autoridad que cumpla con las atribuciones que le confieren
disposiciones legales”.
Respecto al objeto de la acción, la Corte Constitucional de Colombia,
mediante sentencia C–157, del 29 de abril de 1998 ha considerado que
esta se encamina a procurar la vigencia y efectividad material de las
leyes y de los actos administrativos, lo cual conlleva la concreción de
principios medulares del Estado Social de Derecho, que tienden a ase-
gurar la vigencia de un orden jurídico, social y económico justo.
El párrafo final de la norma declara que los derechos protegidos me-
diante la acción de amparo, aún cuando son susceptibles de ser sus-
pendidos en los estados de excepción, la afectación no debe ser irrazo-
La Constitución comentada | 201

nable. Es decir, que toda medida de excepción adoptada proporcional


a la situación de excepción que se quiere afrontar, en lo que respecta
a gravedad, naturaleza y ámbito de aplicación (JORGE PRATS, 2005).
§ Pedro Balbuena Batista.
Artículo 73.– Nulidad de los actos que subviertan el orden
constitucional.§Son nulos de pleno derecho los actos emanados de
autoridad usurpada, las acciones o decisiones de los poderes públicos,
instituciones o personas que alteren o subviertan el orden constitucional
y toda decisión acordada por requisición de fuerza armada.

El actual texto del artículo bajo comentario, se corresponde con el ar-


tículo 99 de la Constitución de 1994. A pesar de las diferencias exis-
tentes entre uno y otro texto, en realidad vienen a tener un significado
semejante.
Se ha indicado que el texto en cuestión es consecuencia del principio
de separación de los poderes del Estado, toda vez que está destinado
a lograr una distribución de competencias y potestades entre los di-
versos órganos, en aras de garantizar el funcionamiento institucional
del Estado (ARIAS, 2006). Se trata, en efecto, de un tema vinculado
a la competencia de los diversos órganos que hacen parte del Estado,
comprendida como la capacidad o aptitud que tienen para obrar váli-
damente en derecho.
La actividad de todos los poderes públicos se encuentra sometida a la
Constitución y las leyes. Así, de conformidad con el artículo 40 nume-
ral 15 de la norma fundamental existe, en relación con el ciudadano,
un ámbito de lo permitido que encuentra su límite en lo que ha sido
prohibido de manera expresa. En sentido inverso, la autoridad admi-
nistrativa del Estado se encuentra sometida a la Constitución y las le-
yes, a las que debe sujetarse en el ejercicio del poder, al punto que el
funcionario sólo está facultado para hacer lo que la ley le permite. Es
lo que se conoce como principio de legalidad administrativa. Por ello
los actos ejecutados por fuera de las facultades establecidas por la ley
son nulos.
202 | La Constitución comentada

Comencemos por afirmar que el usurpador de autoridad es quien las


ejerce sin ningún tipo de investidura. En este caso se trata de una auto-
ridad completamente usurpada, de ahí que la Constitución sancione el
acto ejecutado con la nulidad de pleno derecho.
Por otro lado, el exceder las competencias establecidas por la Consti-
tución y las leyes puede ser constitutivo de usurpación de funciones.
En este caso un órgano de una determinada rama de poder, asume
funciones que le corresponden a un órgano de otra rama. Imaginemos
que el Poder Legislativo asuma funciones del Poder Judicial. Se trata en
este caso de una interferencia de un poder con otro que no se ampara
en ningún tipo de disposición legal.
Del mismo modo, la parte final del texto declara la nulidad de pleno
derecho de toda decisión acordada por requisición de fuerza armada.
La cuestión alude a que la legalidad no sólo debe ser entendida formal-
mente sino que debe condicionar la formación misma de la voluntad
del Estado, la cual no debe tener vicios sustanciales (BREWER–CA-
RÍAS, 1996). Así, aún en el caso en que el funcionario actúe dentro del
marco de su competencia, si la decisión ha sido el fruto del ejercicio
de un acto de constreñimiento o violencia, la decisión así dictada será
nula. § Pedro Balbuena Batista.

Capítulo III
de los principios de aplicación
e interpretación
de los derechos y garantías
fundamentales
Artículo 74.– Principios de reglamentación e interpretación.§La inter-
pretación y reglamentación de los derechos y garantías fundamentales,
reconocidos en la presente Constitución, se rigen por los principios si-
guientes:

1. No tienen carácter limitativo y, por consiguiente, no excluyen otros


derechos y garantías de igual naturaleza;
La Constitución comentada | 203

2. Sólo por ley, en los casos permitidos por esta Constitución, podrá
regularse el ejercicio de los derechos y garantías fundamentales,
respetando su contenido esencial y el principio de razonabilidad;
3. Los tratados, pactos y convenciones relativos a derechos humanos,
suscritos y ratificados por el Estado dominicano, tienen jerarquía
constitucional y son de aplicación directa e inmediata por los tribu-
nales y demás órganos del Estado;
4. Los poderes públicos interpretan y aplican las normas relativas a los
derechos fundamentales y sus garantías, en el sentido más favorable
a la persona titular de los mismos y, en caso de conflicto entre de-
rechos fundamentales, procurarán armonizar los bienes e intereses
protegidos por esta Constitución.

1. Derechos in mumerus apertus

El artículo 74.1, permite hablar de unos derechos inidentificables


que no están expresos en la Constitución; que están implícitos en ella.
Obran como el ius naturalismo, que en su sentido ideológico sostiene
la limitación del poder a partir de unos principios positivos de justicia,
cuya observancia, a decir de Prieto Sanchís, es la condición de la obe-
diencia al Derecho y, permite sustituir la idea de principios no positivos
por la idea de Constitución como norma suprema (2003: 24).
La Constitución Política de Colombia de 1991, en sus artículos 5 y 94,
reconoce la preeminencia no sólo de los derechos humanos que enu-
meran la Constitución y los convenios internacionales, sino, de todos
los “derechos y garantías… inherentes a la persona humana”, aunque no
figuren expresamente en ella. Como en ella, la Constitución dominica-
na de 2010, artículo 74.1, configura unos derechos fundamentales, que
no tienen carácter limitativo; que, por consiguiente, no excluyen otros
derechos y garantías de igual naturaleza.
Además, la Convención Americana de Derechos Humanos, unifica a
los Estados en el espacio regional americano, bajo una fórmula seme-
jante a la contenida en el Artículo 94 de la Constitución de Colombia.
En efecto, la Convención Americana de de Derechos Humanos que
tiene rango constitucional (CD.: arts. 26.1.2 y 74.3), en su Artículo 29,
204 | La Constitución comentada

literal c), prohíbe interpretar las claúsulas en ella previstas, de tal ma-
nera que puedan excluir otros derechos y garantías que son inherentes al
ser humano o que se derivan de la forma democrática representativa de
gobierno.

2. Principio de reserva de ley en la regulación del ejercicio de


los derechos y garantías fundamentales. Deber de respeto
a su contenido esencial y, el principio de razonabilidad.
La reserva de ley o dominio legal es el conjunto de materias cuya regu-
lación le ha sido dejada por las normas básicas del ordenamiento jurí-
dico, al ámbito exclusivo de las potestades del legislador, excluyendo de
su esfera de acción, la intervención de otros poderes del Estado.
Ya la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de Fran-
cia de 1789, artículo 4, consagraba este principio, a los derechos natu-
rales de cada hombre, no se le reconocían otros límites que los que pu-
dieran ser determinados por la Ley. La Constitución francesa de 1958,
artículo 34, ha asumido formalmente aquella Declaración. Expresa
en su preámbulo, que: “El pueblo francés proclama solemnemente su
adhesión a los derechos humanos y a los principios de la soberanía
nacional tal y como fueron definidos por la Declaración de 1789, con-
firmada y completada por el Preámbulo de la Constitución de 1946”.
Los artículos 29.2 de la Declaración Universal de los derechos Huma-
nos y el artículo 30 de la Convención Americana de Derechos Huma-
nos, constituyen un primer referente para la identificación del princi-
pio en el ordenamiento jurídico dominicano. La Constitución de 2010,
en su artículo 74.2, lo ha internalizado.
Igual, el artículo 30 de la Convención Americana de Derechos Hu-
manos, al regular las restricciones permitidas por la Convención a los
Estados miembros en materia de derechos humanos, ha previsto que:
“Las restricciones permitidas, de acuerdo con esta Convención, al goce y
La Constitución comentada | 205

ejercicio de los derechos y libertades reconocidas en la misma, no pueden


ser aplicadas sino conforme a leyes que se dictaren por razones de interés
general y con el propósito para el cual han sido establecidas”.
El artículo 30 no puede ser interpretado como una suerte de autoriza-
ción general para establecer nuevas restricciones a los derechos prote-
gidos por la Convención, que se agregaría a las limitaciones permitidas
en la regulación particular de cada uno de ellos, sino por el contrario,
lo que la norma pretende es imponer una condición adicional para
que las restricciones, singularmente autorizadas, sean legítimas (Corte
IDH: OC–6/86, CR.).
La disposición que desarrolla el artículo 74 en la primera parte de su
párrafo segundo, permite reconocer, como antes se ha dicho, tres limi-
tes distintos a la actividad regulatoria del Estado legislador, a saber: a)
el principio de reserva de ley; b) el reconocimiento del contenido esen-
cial de los derechos fundamentales, c) el principio de razonabilidad.

3. La Noción del contenido esencial de los derechos


fundamentales y el principio de razonabilidad.
Según ALCALÁ (2003) existen dos diferentes teorías sobre el conteni-
do esencial de los derechos fundamentales: la absoluta y relativa, que
con algunas variedades han sostenido varios autores pero que pueden
caracterizarse sistemáticamente de este modo (2003: 177 y ss.).
La teórica absoluta, si se imagina el ámbito normativo de los derechos
fundamentales como el área de dos círculos concéntricos, entiende la
parte formada por el círculo interior como un núcleo fijo e inmutable
de esos derechos y, la sección circunferencial exterior, como la par-
te accesoria o contingente de los mismos; dicho núcleo sería la parte
intocable de estos y cualquier afectación a su respecto sería ilícita, en
cambio, en la parte contingente se pueden establecer las restricciones
y limitaciones que se consideren necesarias y justificadas. Desde el
punto de vista de la teórica relativa del contenido esencial, éste no es
preestablecido y fijo, sino determinable sólo casuísticamente en aten-
206 | La Constitución comentada

ción a las circunstancias del caso y luego de ponderarse los beneficios


y perjuicios que se produzcan en él, tanto para el derecho intervenido
como para el bien protegido a través de su limitación.
La primera fuente de inspiración general del concepto de contenido
esencial, se halla en el artículo 29.2 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948, precedida del límite impuesto a la regu-
lación de derechos fundamentales en el artículo 28 de la Constitución
argentina de 1853. Pero, el artículo 19 de la Ley Fundamental de Bonn,
sirvió de modelo a los constituyentes de Portugal (1976) y España
(1978), y de toda una corriente de tutela de los derechos fundamenta-
les a partir de la noción del contenido esencial que termina abrazando
el constituyente de 2010 en República Dominicana, como otros países
de la región (Costa Rica. S.C.V. 2771/03, 2003, artículo 19.26, Consti-
tución de Chile, 1980).

4. Aplicación directa e inmediata, y rango


constitucional de los tratados, pactos y
convenciones relativos a derechos humanos.
En términos de principio, mientras que el derecho internacional deter-
mina las obligaciones de los Estados parte, será el Derecho local el que
decidirá en la práctica, la vigencia de un derecho. La subsidiaridad de
los tratados de derechos humanos implica la concesión a los Estados
de la oportunidad de poner en práctica a nivel nacional sus compromi-
sos internacionales y resolver internamente los conflictos que les plan-
tean en su implementación (VALIÑA et al, 2004: 175).
En orden a lo anterior valoran VEGA Y GRAHAM (1996), que por ello
es digno de encomio que en Latinoamérica se busquen formas de hacer
inmediatamente aplicables los tratados que cada Nación suscribe en
materia de derechos humanos, y especialmente la tendencia reciente
–en la que vale decir se inscribe la Nación dominicana–, a dar a tales
obligaciones rango constitucional (1996: 141 y 142).
La Constitución comentada | 207

Los derechos se presentan en el ordenamiento, como normas básicas


materiales. En la Constitución dominicana, como en muchas otras,
vinculan a todos los poderes públicos, los cuales, bajo los términos de
los artículos 6, 8 y 68 de la Constitución Dominicana, deben garantizar
su efectividad en los términos previstos en la misma Constitución que
tiene por fundamento la dignidad humana (CD: artículo 5), como el
Estado mismo (CD: artículo 7), mientras que esta efectividad, es reco-
nocida como fin y función esenciales del Estado (CD: arts. 8 y 68).
En efecto, la República Dominicana se ha inscrito en forma decidida
en esta corriente. Ya antes de la reforma constitucional de 2010, cuyo
artículo 26, apartados 1 y 2, reconocen la aplicabilidad interna de las
normas del derecho internacional, y que normas vigentes de convenios
internacionales ratificados regirán en el ámbito interno, una vez publi-
cados de manera oficial. Esa aplicabilidad era reconocida en el artículo
3 de la Constitución anterior.
El Código Procesal Penal (2002), también incorporó una fórmula de
aplicación directa e inmediata del Derecho Internacional; prevé la
obligación de los jueces de garantizar la vigencia efectiva de los tra-
tados, y de sus interpretaciones por los órganos jurisdiccionales que
estos crean, de cuyas normas y principios reconoce su aplicabilidad
directa e inmediata en los casos sometidos a su jurisdicción y, que pre-
valecen siempre sobre la ley. Igual desarrollo se había hecho mediante
la Resolución Núm. 1920, de 13 de Noviembre de 2003, dada por la
Suprema Corte de Justicia.
Los textos comentados han permitido el desarrollo de una práctica
en la que se empieza a reconocer en forma creciente la aplicabilidad
inmediata de los instrumentos internacionales, lo que ha recibido un
fuerte empujón con la disposición del artículo 74.3 de la Constitución
de 2010, que no sólo ha afirmado su rango constitucional, sino, que re-
conoce que “Los tratados, pactos y convenciones relativos a derechos hu-
manos, suscritos y ratificados por el Estado dominicano… son de aplica-
ción directa e inmediata por los tribunales y demás órganos del Estado”.
208 | La Constitución comentada

En contraste con la orientación interna de países desarrollados como


Inglaterra y Estados Unidos, que reniegan expresamente del carácter
de normas self executing de aquellas que contienen los tratados re-
lativos a derechos humanos, la República dominicana como la gene-
ralidad de los países en el espacio regional latinoamericano, no sólo
suscriben tratados internacionales sobre derechos humanos con ma-
yor facilidad, sino que se adhieren a la tesis de que sus obligaciones
son de aplicación automática por el sólo hecho de la ratificación como
afirman VEGA Y GRAHAM (1996), respecto de los países del hemis-
ferio (1996: 141 y 142).

5. Los principios de libertad: pro homine, pro libertatis,


y ley más favorable. Ámbito de reserva estatal.
Las reglas de interpretación y ponderación que provee el apartado 4
del artículo 74 CD, refiere a los principios pro libertatis, pro homine,
de ponderación y armonización de derechos, bienes e intereses.
Los principios pro homine y pro libertatis, comportan el establecimien-
to de pautas o criterios hermenéuticos, según los cuales debe aplicarse
siempre la norma más amplia y acogerse a la interpretación extensiva
cuando se trata de reconocer o consagrar un derecho, y, por el contra-
rio, la norma o interpretación restringida cuando se trata de limitarlo
(CARBONELL: 2004: 413). Pero, también puede ser tenido como un
criterio o pauta para la regulación jurídica de los derechos humanos.
Así, este principio comprende dos variantes principales:
a. Preferencia interpretativa, según la cual el intérprete ha de pre-
ferir la que más optimice un derecho fundamental entre todas las
interpretaciones posibles (y que se plasma en los subprincipios
de favor libertatis, de protección a las víctimas o favor debilis, de
prohibición de aplicación por analogía de normas restrictivas de
derechos, de in dubio pro operario, de in dubio pro reo, de in du-
bio pro actione, etcétera).
La Constitución comentada | 209

b. Preferencia de normas, de acuerdo con la cual el intérprete, si


puede aplicar más de una norma al caso concreto, deberá preferir
aquella que sea más favorable a la persona, con independencia del
lugar que ocupe dentro de la jerarquía normativa. La preferencia
de normas más favorables tiene su fundamento en el artículo 55
de la Convención Americana de Derechos Humanos (CARBO-
NELL, 2004: 413).
El contenido del artículo 74. 4 de la Constitución, tiene como desti-
natarios a los poderes públicos; lo mismo al juez, que al Ejecutivo y
a todas sus agencias de gobierno, incluyendo al legislador y a otros
órganos constitucionales secundarios (artículos 6, 7, 8, y 68 de la car-
ta fundamental de los dominicanos). Toda intervención del legislador
de ser razonable (CD.: artículo 74.2), legítima (CD.: arts. 6 y 68) y no
puede ser contraria a la Constitución (CD.: arts. 6, 7, 8, 69, 93.1, letra
q, 262 y 266).
El principio pro hominis inmerso en el artículo 74.4, procura evitar que
las injerencias del legislador sobre los derechos se pueda extender más
allá de lo permitido, y como tal, resulta indispensable para determinar
la legitimidad constitucional de una regulación.
Como criterio hermenéutico, el principio pro hominis, hace posible
optar entre la aplicación de una u otra norma o entre una u otra inter-
pretación posible de ésta. Bajo los principios que recoge el artículo 74.4
CD, nada impide que en el ámbito interno del Estado, puedan consa-
grarse derechos y garantías con un alcance mayor que el establecido
por las normas internacionales. Ejemplos artículo 5 PIDCP; artículo
29 de la CADH.
El principio pro hominis supone como principio último, que se procura
optimizar la tutela de los derechos fundamentales, que las normas in-
ternacionales que explicitan derechos protegidos en los tratados, tengan
cabida en el ámbito interno, incluso con rango constitucional como se ha
visto (CD: arts. 74, apartados 2 y 4; CADH: artículos 1, 2 y 29).
210 | La Constitución comentada

6. La ponderación y armonización en la tutela de


derechos, bienes jurídicos e intereses en conflicto.
Los valores, principios, derechos y directrices sustanciales dirigidas
al legislador desde la Constitución, constituyen recortes a su ámbito
de actuación, caracterizan un constitucionalismo, dotado de una gran
densidad normativa que como bien escribe PIETRO SANCHIS (2003)
no puede convivir con una concepción del derecho en la que la volun-
tad del legislador carece de límites” (2003: 25).
Los derechos fundamentales se caracterizan por presentar una especial
fuerza o resistencia jurídica frente a la acción de los poderes públicos,
incluido el legislador, y también por cierto, en las relaciones horizon-
tales o entre particulares (PRIETO SANCHÍS: 241). Sin embargo, el
ordenamiento jurídico no reconoce la existencia de derechos absolutos
(PINTO ET AL: 1997, pág. 165), aunque sí inderogables (CARRILLO
SALCEDO: 1995, pág. 17). Los derechos humanos consagrados por el
orden jurídico son esencialmente relativos, y como tales, susceptibles
de ser reglamentados (CD: arts. 5, 6 y 74.2; CADH: arts. 29 al 32), por
eso, afirma Mónica Pinto, algunos derechos pueden ser objeto de res-
tricciones legítimas en su ejercicio, e incluso de suspensión extraordi-
naria (1997: 165).
Prieto Sanchís, siguiendo las pautas marcadas por la Jurisprudencia del
Tribunal Constitucional español, identifica una serie de situaciones en
las que se ha concretado la existencia de esos límites (1997: pág. 165).
Provee como ejemplos prácticos, diversas decisiones del TCE. Así: “la
limitación legal de ocupar los locales de la empresa por parte de los tra-
bajadores huelguistas se presenta como un límite al derecho de huel-
ga (STC 11/1981); el deber de respetar la moral pública es examinado
como un límite a la libertad de expresión (STC 81/1983); y al derecho
de reunión (STC 91/1983); la ejecución de una orden de derribo que
exige penetrar en un domicilio particular aparece como un límite a
la inviolabilidad del mismo (STC 22/1984); las normas penales que
protegen el derecho al honor encierran un conflicto con el derecho a la
libertad de expresión (STC 104/1986); la alimentación forzosa de pre-
La Constitución comentada | 211

sos en huelga de hambre “entraña necesariamente una restricción a la


libertad” (STC 11/1991); la existencia de un número de identificación
fiscal –como número único– “incide sobre el derecho a la intimidad”
(STC 143/1994); el deber de garantes que pesa sobre los padres res-
pecto de la salud de sus hijos puede entrar en conflicto con imperati-
vos morales en principio cubiertos por el derecho de libertad religiosa
(STC 154/2002), etc.” (1997: 242).
Como bien indica el propio PRIETO SANCHÍS (1997), en algunos
casos el tribunal reconocerá preferencia a la prohibición o mandato
sobre el derecho fundamental afectado, mientras que en otros prevale-
cerá este último (1997: pág. 242). Como se puede ver, entre los criterios
que provee la Constitución de 2010 para la interpretación y regulación
de los derechos fundamentales figuran, unas pautas de ponderación
(CD artículo 74.4). § Claudio Aníbal Medrano.

Capítulo IV
de los deberes fundamentales
Artículo 75.– Deberes fundamentales.§Los derechos fundamentales re-
conocidos en esta Constitución determinan la existencia de un orden de
responsabilidad jurídica y moral, que obliga la conducta del hombre y la
mujer en sociedad. En consecuencia, se declaran como deberes funda-
mentales de las personas los siguientes:

1. Acatar y cumplir la Constitución y las leyes, respetar y obedecer las


autoridades establecidas por ellas;
2. Votar, siempre que se esté en capacidad legal para hacerlo;
3. Prestar los servicios civiles y militares que la Patria requiera para su
defensa y conservación, de conformidad con lo establecido por
la ley;
4. Prestar servicios para el desarrollo, exigible a los dominicanos y do-
minicanas de edades comprendidas entre los dieciséis y veintiún
años. Estos servicios podrán ser prestados voluntariamente por los
mayores de veintiún años. La ley reglamentará estos servicios;
212 | La Constitución comentada

5. Abstenerse de realizar todo acto perjudicial a la estabilidad, indepen-


dencia o soberanía de la República Dominicana;
6. Tributar, de acuerdo con la ley y en proporción a su capacidad con-
tributiva, para financiar los gastos e inversiones públicas. Es deber
fundamental del Estado garantizar la racionalidad del gasto público
y la promoción de una administración pública eficiente;
7. Dedicarse a un trabajo digno, de su elección, a fin de proveer el sus-
tento propio y el de su familia para alcanzar el perfeccionamiento de
su personalidad y contribuir al bienestar y progreso de la sociedad;
8. Asistir a los establecimientos educativos de la Nación para recibir,
conforme lo dispone esta Constitución, la educación obligatoria;
9. Cooperar con el Estado en cuanto a la asistencia y seguridad social,
de acuerdo con sus posibilidades;
10. Actuar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo
con acciones humanitarias ante situaciones de calamidad pública o
que pongan en peligro la vida o la salud de las personas;
11. Desarrollar y difundir la cultura dominicana y proteger los recursos
naturales del país, garantizando la conservación de un ambiente lim-
pio y sano;
12. Velar por el fortalecimiento y la calidad de la democracia, el res-
peto del patrimonio público y el ejercicio transparente de la
función pública.

Así como tenemos derechos, también tenemos deberes los cuales exi-
gen una determinada conducta de cumplimiento al ciudadano. Dere-
chos y deberes se interrelacionan de una manera dinámica y simul-
tánea. Se conoce como deberes fundamentales aquellas situaciones
jurídicas y morales de sujeción impuestas a las personas para tutelar
intereses colectivos o individuales.
La observancia de los “deberes fundamentales” es indispensable para
la coexistencia de una comunidad organizada. Así como se ejercen los
derechos necesariamente hay que cumplir con los deberes, los cuales
tienen su origen en el ordenamiento positivo condicionando el ámbito
La Constitución comentada | 213

para su ejercicio, observancia y cumplimiento. Todo ciudadano está


obligado a ejercer una serie de prestaciones personales con el propósi-
to de hacer efectivo ciertos derechos.
Deberes como cumplir con la ley sustantiva y adjetiva, votar, prestar
servicios civiles y militares, prestar servicios para el desarrollo, tribu-
tar, trabajar, asistir a los establecimientos educativos, cooperar con el
Estado, respeto a los derechos ajenos, respetar a la autoridad, defensa
de los derechos humanos, velar por el fortalecimiento y la calidad de
la democracia, permiten el goce y disfrute de quienes le dan cumpli-
miento de otros deberes y derechos. De esta enumeración se desprende
que los deberes pueden ejercerse de manera individual y colectiva, o
que los mismos constituyen medios necesarios para instrumentalizar
la ejecución y vigencia de los derechos. Ejemplo: deber político–dere-
chos políticos. Son obligatorios y vinculantes tanto para los ciudada-
nos como para los poderes públicos.
En lo que sigue comentaremos sucintamente cada uno de los deberes
contenidos en el presente artículo:

1. Acatar y cumplir la Constitución y las leyes.


Toda persona independientemente de su posición o poder tiene la
obligación de acatar y cumplir la Constitución y las leyes. Es deber la
sujeción a las disposiciones establecidas por la Constitución y las le-
yes y respetar a las autoridades, elegidas democráticamente y legítimas,
identificadas por las mismas. De igual manera, las autoridades deben
entender que para hacer que las personas le respeten y le obedezcan
deben enviar un mensaje a los ciudadanos de que nadie está por enci-
ma de la Constitución y las leyes, incluyendo a ellos mismos y que es
su deber respetar y obedecer la carta magna y las leyes.

2. Votar, siempre que se esté en capacidad legal para hacerlo.


El ejercicio de elegir, no sólo es un derecho, sino también un deber.
Toda persona debe participar en la toma de decisiones democráticas y
la oportunidad que tiene es a través del sufragio. Toda persona que ten-
214 | La Constitución comentada

ga la capacidad legal para votar tiene la responsabilidad de participar


en la vida pública y política. La capacidad legal establecida por la ley
para ejercer el derecho y el deber de votar es de 18 años.

3. Prestar los servicios civiles y militares.


Toda persona tiene la obligación de prestar los servicios civiles y mili-
tares que la Patria exija tanto para su defensa como para su conserva-
ción. El servicio civil es entendido como el conjunto de acciones dirigi-
das a prevenir riesgos, catástrofes y calamidades y a paliar o disminuir
sus consecuencias. Para la conservación de la Patria y en caso de una
situación de riesgo, es un deber colaborar a requerimiento de la auto-
ridad al establecimiento de las medidas de prevención y protección de
las personas y de los bienes.
Se entiende por defensa, aquella amenaza o situación de peligro, ries-
gos, catástrofes o calamidad, que tenga o pudiera tener la Nación que
exija la participación de los ciudadanos para su protección. El deber
de prestar servicios militares como mandato constitucional indica a
los ciudadanos que la defensa de la Patria no es tema exclusivo de las
fuerzas armadas, sino que es un deber de todos, por lo que ante el re-
querimiento de las autoridades competentes, debe asistir a la defensa
de la República Dominicana.

4. Prestar servicios para el desarrollo.


Toda persona tiene la obligación de prestar servicios para el desarrollo
del país dentro de las edades del 16 a 21 años. También pueden ser
ejercidos voluntariamente por mayores de 21 años.
Los servicios sociales voluntarios permiten a la persona dar y recibir
de aquellos que lo necesitan.
La Constitución comentada | 215

5. Abstenerse de realizar todo acto


perjudicial soberanía del Estado.
Toda persona tiene el deber fundamental de no atentar contra la estabi-
lidad, la independencia o la soberanía de la República Dominicana. Es
decir, que debe defender la soberanía y contribuir a preservar la estabi-
lidad y la independencia de la Nación. La estabilidad de la Nación debe
ser garantizada no sólo por el Estado sino también por cada ciudadano,
por lo que no debe prestarse a ejercer actos en contra de la misma.

6. Tributar para financiar los gastos e inversiones públicas.


Uno de los deberes constitucionales más importantes para la adminis-
tración pública, es el deber de tributación, entendido como la capaci-
dad de contribución que hace cada ciudadano al sostenimiento de los
gastos e inversiones públicas del Estado. El deber de pagar impuestos
de acuerdo a los principios de capacidad económica, legalidad, igual-
dad y progresividad, configura el sistema tributario. Un sistema tri-
butario justo obliga a identificar la riqueza en el lugar donde ella se
encuentra. La capacidad contributiva es medida de igualdad porque
garantiza un tratamiento justo ante la ley tributaria. También la igual-
dad se vincula con la progresividad del impuesto, exigiendo que su
contabilidad se haga sobre la base imponible y no al sujeto mismo.
Al insertar el deber de tributar como un deber constitucional, autori-
za a la autoridad para que exija el cumplimiento de las obligaciones
fiscales por parte de los contribuyentes, posicionando a la autoridad
en situación de superioridad. De igual modo, así como se obliga a los
ciudadanos a tributar para contribuir con el sostenimiento del Estado,
es un deber fundamental del Estado y de sus autoridades, garantizar la
racionalidad del gasto público y la promoción de una administración
pública eficiente. Se vincula la transparencia como un principio funda-
mental para el uso y administración del gasto público.
216 | La Constitución comentada

7. Dedicarse a un trabajo digno, de su elección.


Todas las personas tienen el deber de dedicarse a un trabajo digno y de
su elección, dentro de sus capacidades y posibilidades, para asegurar
su subsistencia y en beneficio de la comunidad. Con el producto de su
trabajo, proveerá el sustento propio y de su familia. El trabajo permi-
te el perfeccionamiento de la personalidad y contribuye al bienestar y
progreso de la sociedad.

8. Asistir a los establecimientos educativos de la Nación.


La educación permite la formación integral del ser humano, contribu-
ye a que éste tenga conciencia y conocimiento, por medio de los cuales
la sociedad puede prevenir su futuro y trazar su desarrollo. La educa-
ción en los niveles inicial, básico y media es obligatoria en la Repúbli-
ca Dominicana. El Estado garantiza la educación pública gratuita y la
declara obligatoria, por lo que es un deber de todos los dominicanos y
dominicanas a asistir a los establecimientos educativos para recibir la
educación obligatoria.

9. Cooperar con el Estado en cuanto a la


asistencia y seguridad social.
La Organización Internacional del Trabajo define la Seguridad social
como “La protección que la sociedad proporciona a sus miembros, me-
diante una serie de medidas públicas, contra las privaciones económi-
cas y sociales que, de no ser así, ocasionarían la desaparición o una
fuerte reducción de los ingresos por causa de enfermedad, maternidad,
accidente de trabajo, o enfermedad laboral, desempleo, invalidez, vejez
y muerte; y también la protección en forma de asistencia médica y de
ayuda a las familias con hijos”.
Todo dominicano o dominicana tiene derecho a la seguridad social,
por lo que es un servicio de carácter obligatorio que se presta bajo la
coordinación y desarrollo del Estado. Corresponde a los ciudadanos
el deber de cooperar con el Estado para que la asistencia y seguridad
La Constitución comentada | 217

social sea efectiva. Con su participación se amplía progresivamente su


cobertura y se estimula el desarrollo progresivo para asegurar el acceso
universal a una adecuada protección en la enfermedad, discapacidad,
desocupación y la vejez.

10. Actuar, conforme al principio de solidaridad social.


La solidaridad se entiende como el reconocimiento de las necesidades
de los individuos y de los grupos humanos, y la obligación natural de
asistirlos en situaciones vulnerabilidad y que atente contra sus dere-
chos básicos. El principio de solidaridad social se manifiesta a través
del comportamiento de las personas, conforme al cual deben obrar en
determinadas circunstancias de manera positiva para favorecer a otras
personas en situaciones de calamidad pública, o en aquellas situacio-
nes que ponen en peligro la vida o la salud ellas.
Es deber fundamental de las personas obrar con acciones humanita-
rias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las
personas. Uno de los fundamentos del Estado Social y Democrático
de Derecho es la solidaridad, por lo que el principio de solidaridad
es aplicable al Estado. Por lo tanto corresponde a los particulares y al
Estado realizar acciones humanitarias ante situaciones que pongan en
peligro los derechos fundamentales de las personas.

11. Desarrollar y difundir la cultura dominicana.


Es deber fundamental de todos los dominicanos y dominicanas desa-
rrollar y difundir la cultura dominicana a través de actividades creati-
vas, artísticas o científicas.
De igual manera, es deber la protección de los recursos naturales del
país, a los fines de conservar un ambiente limpio y sano, garantizando
con estas condiciones expectativas de vida mayor.
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12. Velar por el fortalecimiento y la calidad de la democracia.


La democracia es un sistema político y social dinámico cuyo fortale-
cimiento debe ser observado por los ciudadanos. En consecuencia, es
un deber de estos identificar los modos más eficaces de promoción
de las instituciones, prácticas y principios democráticos para coadyu-
var a la progresiva calidad de la democracia y el fortalecimiento de las
libertades públicas.
Es deber fundamental velar por el respeto del patrimonio público, en-
tendiéndose como tal al conjunto de bienes, derechos y obligaciones
que como un todo unitario se atribuye su titularidad al Estado. Com-
prende, además, tanto los bienes tangibles e intangibles que lo compo-
nen y pertenecen a todos los habitantes del territorio dominicano, den-
tro de los cuales se enumeran el patrimonio cultural y arqueológico, el
espacio público y los bienes de uso público.
La calidad y el fortalecimiento de la democracia están vinculadas con
el ejercicio transparente de la función pública. Las autoridades elegidas
y nombradas y las instituciones en las que trabajan son responsables de
sus actos y deben rendir cuentas a la población. Para que esto funcione,
es un deber fundamental de los ciudadanos dar seguimiento al mo-
nitoreo continuo de la transparencia y el uso adecuado de los fondos
públicos del Estado. § Rosalía Sosa Pérez.

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