LA NACIÓN...
LA NACIÓN...
LA NACIÓN...
Jessica viajó en micro casi 5 mil kilómetros, huyendo de un país en donde -a pesar de tener
estudios universitarios -no podía comprar suficiente comida ni ponerle vacunas a su hijo. Llegó a
Argentina y empezó a trabajar en un restaurante. Ocho meses después, apareció una pandemia. El
local despidió a la mayoría de los mozos, ella incluida. No tiene ahorros. Es nueva en el barrio, aún
no tiene amigos cercanos en los que pueda apoyarse. Aunque posee residencia temporaria, tiene
que esperar a tener dos años con DNI para acceder a las ayudas del Estado. Con las fronteras
cerradas en casi todos los países, tampoco puede salir de la Argentina.
Todos sabemos que las consecuencias económicas del coronavirus son dramáticas. En Argentina
ya los indicadores económicos apuntan a una fuerte contracción económica y un incremento de la
pobreza. Pero, como todas las crisis, esta no afecta a todos por igual. Muchos de los recientes
inmigrantes a Argentina se están llevando lo peor de la crisis, incluyendo los cientos de miles de
venezolanos que han venido escapando de otra crisis no menos grave.
Los mismos factores que deprimen económicamente a todos los ciudadanos cobran dimensiones
dramáticas para los recientes migrantes. Primero, disminuyendo sus ingresos. El freno a la
actividad económica que ha requerido el distanciamiento social afecta de forma desproporcionada
a algunos sectores económicos como los restaurantes, hoteles, y comercio al detal que se
desarrollan de forma presencial. En efecto, los primeros dos de estos sectores, que emplean más
de 500.000 personas y se han decretado en emergencia, tienen el agravante de tener tasas de
informalidad elevadas. Como podemos intuir por la tonada que oímos de los mozos que nos
pueden haber servido en los últimos meses, miles de venezolanos trabajan en estos sectores. De
hecho, una encuesta de Adecco de 2019 encontró que 60,5% de los venezolanos migrantes que
declararon tener empleo, lo tenían en los tres sectores mencionados.
Pero además los mecanismos que impiden que los ciudadanos caigan en la pobreza funcionan
peor en el caso de los recientes migrantes. En primer lugar, porque no tienen ahorros significativos
para soportar una sequía económica, luego de que tuvieron que invertir lo que tenían en venir a
Argentina y establecerse. Segundo, porque no cuentan con redes familiares o de amistad amplias
sobre las cuales apoyarse en momentos de crisis como el que vivimos.
Finalmente, porque las políticas del Estado Nacional diseñadas para aliviar los efectos de la crisis
sobre sus ciudadanos, como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el bono para los
beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo (AUH), excluyen a la mayoría de los recientes
migrantes al requerir que el solicitante sea argentino o tenga al menos dos años de residencia
legal.
La combinación de todos estos factores hace a los migrantes recientes, incluidos los más de 100
mil venezolanos que han llegado al país en los últimos 24 meses, particularmente vulnerables.
Tanto, que pensamos que el problema es una potencial bomba de tiempo. Una bomba
humanitaria para ellos, que no tienen dónde acudir. Pero también una bomba para la sociedad,
una vez se enfrenten al dilema de salir y violar la cuarentena para tratar de ganarse la vida, o morir
de hambre en la casa.
Nuestro llamado es a que se flexibilicen las condiciones para acceder a las ayudas del Estado para
incluir a los residentes legales -que cuentan con DNI temporario- pero que tienen menos de dos
años de residencia legal, lo que abarca una buena proporción de los migrantes recientes. No sería
una medida inaudita: Portugal, por ejemplo, otorgó a los inmigrantes y solicitantes de asilo
derechos de ciudadanía plenos (aunque temporales, mientras exista la pandemia) con el objetivo
de brindarles acceso a seguridad social y atención médica a todos los que viven en su territorio.
La combinación de todos estos factores hace a los migrantes recientes, incluidos los más de 100
mil venezolanos que han llegado al país en los últimos 24 meses, particularmente vulnerables
Finalmente, pensamos que es legítimo preguntarse por qué el Estado debe atender a los
migrantes cuando los recursos no alcanzan para los mismos argentinos. Adelantamos dos razones.
Primero porque es del interés de todos: Que un grupo quede con hambre, obligado a violar la
cuarentena expuesto al virus, afecta a toda la sociedad por la naturaleza de la transmisión. El virus
no distingue a los migrantes. Segundo, por razones humanitarias. Hacerlo va en línea con los
valores y la historia de Argentina como país de migrantes y solidario con la región.