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NOVENA Navidad - Cruzada

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NOVENA EN PREPARACIÓN

AL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR

Una hermosa y pía tradición arraigada, es la de


celebrar la Novena en preparación al Naci-
miento del Divino Niño Jesús. Esta práctica se
realiza entre el 16 y el 24 de Diciembre (de ahí
su nombre); siendo análoga y compatible con
las célebres Posadas

Esta es la versión tradicional, compuesta hacia


1770 por Fray Fernando de Jesús Larrea O.F.M.;
y adaptada por Sor María Ignacia Samper Acosta
O.S.C., hacia finales del siglo XIX. Deseando ante
todo, que os preparéis dignamente para cele-
brar la Navidad, hagámoslo como corresponde
a los verdaderos Católicos: con devociones
aprobadas y acordes a la Doctrina.

NOVENA DE NAVIDAD

En el Nombre del Padre, ✠ del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vues-
tro Hijo la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de la Biena-
venturada Virgen María, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre
de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os
ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por
sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que de-
rramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor en-
cendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su
cuna y more eternamente. Amén. (Rezar tres veces el Gloria)
DÍA PRIMERO - 16 DE DICIEMBRE

CONSIDERACIÓN: NECESIDAD Y CONVENIENCIA DE LA ENCARNACIÓN


DEL VERBO DE DIOS PARA REDIMIR A LA HUMANIDAD CAÍDA

En el principio de los tiem-


pos el Verbo reposaba en el
seno de su Padre en lo más
alto de los cielos: allí era la
causa, a la par que el mo-
delo de toda creación. En
esas profundidades de una
incalculable eternidad per-
manecía el Niño de Belén.
Allí es donde debemos da-
tar la genealogía del Eterno
que no tiene antepasados,
y contemplar la vida de
complacencia infinita que
allí llevaba.

La vida del Verbo eterno en el seno de su Padre era una vida maravillosa; y sin embargo, ¡Mis-
terio sublime!, busca otra morada. Una mansión creada. No era porque en su mansión eterna
faltase algo a su infinita felicidad, sino porque su Misericordia infinita anhelaba la redención y la
salvación del género humano, que sin Él no podría verificarse.

El pecado de Adán había ofendido a un Dios, y esa ofensa infinita no podía ser perdonada sino
por los méritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo
eterno; era, pues, necesario para salvarla y satisfacer su culpa, que Dios, sin dejar el Cielo, to-
mase la forma del hombre y con la obediencia a los designios de su Padre, expiase aquella
desobediencia, ingratitud y rebeldía.

Era necesario en las miras de su amor que tomase la forma, las debilidades e ignorancia siste-
mática del hombre, que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para morir a sus
pasiones y a su orgullo. Por eso el Verbo eterno, ardiendo en deseos de salvar al hombre, resol-
vió hacerse hombre también, y así redimir al culpable.

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (Para todos los días)

Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, me-
recisteis que todo un Dios os escogiese por Madre suya, os suplico que Vos misma preparéis y
dispongáis mi alma, y las de todos los que en este tiempo hicieren esta novena, para el naci-
miento espiritual de vuestro adorado Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y de la divina ternura con
la que le aguardasteis Vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por
toda la eternidad. Amén. (Rezar nueve veces el Ave María)
ORACIÓN A SAN JOSÉ (Para todos los días)

¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios por-
que os escogió para tan altos ministerios, y os adornó con todos los dones proporcionados a tan
excelente grandeza. Os ruego por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abraséis en fervorosos
deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina Esencia le vea y goce en el
Cielo. Amén. (Rezar un Padre nuestro, Ave María y Gloria)

ASPIRACIONES PARA LA VENIDA DEL NIÑO JESÚS (GOZOS)

Dulce Jesús mío, ¡Ven no tardes tanto! De Israel anhelo,


Mi niño adorado, Pastor del rebaño!
¡Ven a nuestras almas! ¡Llave de David ¡Niño que apacientas
¡Ven no tardes tanto! Que abre al desterrado Con suave cayado
Las cerradas puertas Ya la oveja arisca,
¡Oh sapiencia suma Del regio palacio! Ya el cordero manso!
Del Dios soberano, ¡Sácanos, Oh Niño, ¡Ven a nuestras almas!
Que al nivel de un niño Con tu blanda mano, ¡Ven no tardes tanto!
Te hayas rebajado! De la cárcel triste
¡Oh Divino Niño, Que labró el pecado! ¡Ábranse los cielos
Ven para enseñarnos ¡Ven a nuestras almas! Y llueva de lo alto
La prudencia que hace ¡Ven no tardes tanto!
Bienhechor rocío,
Verdaderos sabios!
Como riego santo!
¡Ven a nuestras almas! ¡Oh lumbre de Oriente
¡Ven hermoso Niño!
¡Ven no tardes tanto! Sol de eternos rayos,
¡Ven Dios humanado!
Que entre las tinieblas
¡Oh, Adonái potente Tu esplendor veamos! Luce, hermosa estrella,
Que, a Moisés hablando, ¡Niño tan preciado, Brota flor del campo.
De Israel al pueblo Dicha del cristiano, ¡Ven a nuestras almas!
Disteis los mandatos! Luzca la sonrisa ¡Ven no tardes tanto!
¡Ah! Ven prontamente De tus dulces labios!
Para rescatarnos, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven que ya María
Y que un niño débil ¡Ven no tardes tanto! Previene sus brazos,
Muestre fuerte brazo! Do su niño vean
¡Ven a nuestras almas! ¡Espejo sin mancha, En tiempo cercano!
¡Ven no tardes tanto! Santo de los santos, ¡Ven, que ya José,
Sin igual imagen Con anhelo sacro,
¡Oh raíz sagrada Del Dios soberano! Se dispone a hacerse
De Jesé, que en lo alto ¡Borra nuestras culpas, De tu amor sagrario!
Presentas al orbe Salva al desterrado ¡Ven a nuestras almas!
Tu fragante nardo! Y, en forma de Niño ¡Ven no tardes tanto!
¡Dulcísimo Niño, Da al mísero amparo!
Que has sido llamado ¡Ven a nuestras almas! ¡Del débil auxilio,
Lirio de los valles, ¡Ven no tardes tanto! Del doliente amparo,
Bella flor del campo! ¡Rey de las naciones, Consuelo del triste,
¡Ven a nuestras almas! Emmanuel preclaro, Luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, ¡Véante mis ojos, ¡Ven a nuestras almas!
Mi dueño adorado, De ti enamorados! ¡Ven no tardes tanto!
Mi constante amigo, ¡Bese ya tus plantas,
Mi divino hermano! Bese ya tus manos! Ven, Salvador nuestro,
¡Ven a nuestras almas! ¡Prosternado en tierra Por quien suspiramos,
¡Ven no tardes tanto! Te tiendo los brazos, ¡Ven a nuestras almas!
Y aún más que mis frases ¡Ven no tardes tanto!
Te dice mi llanto!

ORACIÓN AL NIÑO JESÚS (Para todos los días)

Acordaos, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacra-
mento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para
nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méri-
tos de mi infancia y nada te será negado” (Pídase la gracia que se desea obtener).

Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús, que sois la misma Verdad!, venimos a exponeros toda
nuestra miseria. Ayudadnos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventu-
rada. Concedednos, por los méritos infinitos de vuestra Encarnación y de vuestra infancia, la
gracia de la cual necesitamos tanto (Repetir la gracia que se desea obtener).

Nos entregamos a Vos, ¡Oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra
esperanza, y de que en virtud de vuestra divina Promesa, acogeréis y despacharéis favorable-
mente nuestra súplica. Amén. (Rezar tres veces el Gloria).

En el Nombre del Padre, ✠ del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


DÍA SEGUNDO - 17 DE DICIEMBRE

En el nombre del Padre...


Benignísimo Dios de infinta caridad...

CONSIDERACIÓN: LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DE DIOS EN EL SENO VIRGINAL DE MARÍA


SANTÍSIMA, LUEGO DEL ANUNCIO DEL ARCÁNGEL SAN GABRIEL

El Verbo eterno se halla a


punto de tomar su natu-
raleza creada en la santa
Casa de Nazaret, en
donde moraban María y
José. Cuando la sombra
del decreto divino vino a
deslizarse sobre ella, Ma-
ría estaba sola y engol-
fada en la oración. Pasaba
las silenciosas horas de la
noche en la unión más es-
trecha con Dios; y mien-
tras oraba, el Verbo tomó
posesión de su morada
creada. Sin embargo, no llegó inopinadamente: antes de presentarse envió a un mensajero, que
fue el Arcángel San Gabriel para pedir a María de parte de Dios su consentimiento para la En-
carnación. El Creador no quiso efectuar ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura.

Aquel momento fue muy solemne. Era potestativo en María rehusar... ¡Con qué adorables deli-
cias, con qué inefable complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese los
labios y pronunciase el “sí” que debió ser suave melodía para sus oídos, y con el cual se confor-
maba su profunda humildad a la omnipotente voluntad divina! La Virgen Inmaculada ha dado
su asentimiento. El arcángel ha desaparecido. Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la
voluntad eterna está cumplida y la creación completa. En las regiones del mundo angélico estalla
el júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni le hubiese prestado atención a él. Tenía incli-
nada la cabeza y su alma estaba sumida en el silencio que se asemejaba al de Dios. El Verbo se
había hecho carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre los hombres que
su inmenso amor había venido a rescatar. No era ya sólo el Verbo eterno; era el Niño Jesús
revestido de la apariencia humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las
generaciones en llamarle “el más hermoso de los hijos de los hombres”.

Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días


DÍA TERCERO - 18 DE DICIEMBRE

En el nombre del Padre...


Benignísimo Dios de infinta caridad...

CONSIDERACIÓN: EL ALMA PURÍSIMA Y EL SANTÍSIMO CUERPO DEL NIÑO JESÚS

Así había comenzado su


vida encarnada el Niño Je-
sús. Consideremos el
alma gloriosa y el santo
cuerpo que había to-
mado, adorándolos pro-
fundamente.

Admirando en el primer
lugar el alma de ese divino
Niño, consideremos en
ella la plenitud de su gra-
cia santificadora; la de su
ciencia beatífica, por la
cual desde el primer momento de su vida vio la divina Esencia más claramente que todos los
ángeles y leyó lo pasado lo porvenir con todos sus arcanos conocimientos. No supo nunca por
adquisición voluntaria nada que no supiese por infusión desde el primer momento de su ser;
pero Él adoptó todas las enfermedades de nuestra naturaleza a que dignamente podía some-
terse, aun cuando no fuesen necesarias para la grande obra que debía cumplir. Pidámosle que
sus divinas facultades suplan la debilidad de las nuestras y les den nueva energía; que su memo-
ria nos enseñe a recordar sus beneficios, su entendimiento a pensar en Él, su voluntad a no hacer
sino lo que Él quiere y en servicio suyo.

Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a su cuerpo, que era un mundo de maravillas, una obra
maestra de la mano de Dios. No era, como el nuestro, una traba para el alma: era por el contra-
rio, un nuevo elemento de santidad. Quiso que fuese pequeño y débil como el de todos los niños,
y sujeto a todas las incomodidades de la infancia, para asemejarse más a nosotros y participar
de nuestras humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecillo divino con tal delicadeza y tal
capacidad de sentir, que pudiese sufrir hasta el exceso para cumplir la grande obra de nuestra
Redención. La belleza de ese cuerpo del divino Niño fue superior a cuanto se ha imaginado ja-
más; la divina Sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de la Encarnación
es la que lava todas las manchas del mundo culpable. Pidámosle que lave las nuestras en el
sacramento de la Penitencia, para que el día de su Navidad nos encuentre purificados, perdona-
dos y dispuestos a recibirle con amor y provecho espiritual.

Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días


DÍA CUARTO - 19 DE DICIEMBRE

En el nombre del Padre...


Benignísimo Dios de infinta caridad...

CONSIDERACIÓN: LA ORACIÓN PERFECTA Y


SUMA OBEDIENCIA DEL NIÑO JESÚS A DIOS PADRE

Desde el seno de su Madre comenzó el


Niño Jesús a poner en práctica su en-
tera sumisión a Dios, que continuó sin
la menor interrupción durante toda su
vida. Adoraba a su Eterno Padre, le
amaba, se sometía a su Voluntad;
aceptaba con resignación el estado en
que se hallaba conociendo toda su de-
bilidad, toda su humillación, todas sus
incomodidades.

¿Quién de nosotros quisiera retroce-


der a un estado semejante con el
pleno goce de la razón y de la refle-
xión? ¿Quién pudiera sostener a sa-
biendas un martirio tan prolongado,
tan penoso de todas maneras? Por ahí
entró el Divino Niño en su dolorosa y
humilde carrera; así empezó a anona-
darse delante de su Padre, a enseñar-
nos lo que Dios merece por parte de su
criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados; y hacernos sentir toda la
criminalidad y desórdenes del orgullo.

¿Deseamos hacer una verdadera oración? Empecemos por formarnos de ella una exacta idea
contemplando al Niño en el seno de su Madre. El Divino Niño ora y ora del modo más excelente.
No habla, no medita ni se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, aceptado con la inten-
ción de honrar a Dios, es su oración; y ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece y
de qué modo quiere ser adorado de nosotros. Unámonos a las oraciones del Niño Dios en el
seno de María; unámonos al profundo abatimiento y sea este el primer efecto de nuestro sacri-
ficio a Dios. Démonos a Dios, no para ser algo como lo pretende continuamente nuestra vanidad,
sino para ser nada, para quedar enteramente consumidos y anonadados, para renunciar a la
estimación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra grandeza aunque sea espiritual, a
todo movimiento de vanagloria. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que sólo Dios sea
todo para nosotros.

Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días


DÍA QUINTO - 20 DE DICIEMBRE

En el nombre del Padre...


Benignísimo Dios de infinta caridad...

CONSIDERACIÓN: ANHELOS DE MARÍA SANTÍSIMA EN VER NACER AL NIÑO JESÚS

Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Je-


sús en el seno de su purísima Madre; vea-
mos hoy la vida que llevaba también María
durante el mismo espacio de tiempo. Es ne-
cesidad hoy de que nos detengamos en ella
si queremos comprender, en cuanto es posi-
ble a nuestra limitada capacidad, los subli-
mes misterios de la Encarnación y el modo
como hemos de corresponder a ellos.

María no cesaba de aspirar por el momento


en que gozaría de esa visión beatífica terres-
tre: la faz de Dios encarnado. Estaba a punto
de ver aquella faz humana que debía ilumi-
nar el cielo durante toda la eternidad. Iba a
leer el amor filial en aquellos mismos ojos
cuyos rayos deberían esparcir para siempre
la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver
aquel rostro todos los días, a todas horas,
cada instante, durante muchos años. Iba a
verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la
serenidad reflexiva de la edad madura... Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría
estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que
deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño
o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria...

¡Cuán ardientemente deseaba ese día! Tal era la vida de expectativa de María... era inaudita en
sí misma, más no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda vida cristiana. No nos conten-
temos con admirar a Jesús residiendo en María, sino pensemos que en nosotros también reside
por esencia, potencia y presencia. Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por
las buenas obras que nos hace capaces de cumplir, y por nuestra cooperación a la gracia; por la
manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior
sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sus-
tancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo niño que estaba en María está tam-
bién en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María
durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?

Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días


DÍA SEXTO - 21 DE DICIEMBRE

En el nombre del Padre...


Benignísimo Dios de infinta caridad...

CONSIDERACIÓN: EL VIAJE QUE HICIERON LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA Y SAN JOSÉ DE NA-
ZARET A BELÉN, COMO MUESTRA DE VASALLAJE ANTE LA DIVINA VOLUNTAD

Jesús había sido concebido en


Nazaret, domicilio de San José
y de María, y allí era de
creerse que había de nacer,
según todas las probabilida-
des. Más Dios lo tenía dis-
puesto de otra manera y los
profetas habían anunciado
que el Mesías nacería en Be-
lén de Judá, ciudad de David.
Para que se cumpliese esa
predicción, Dios se sirvió de
un medio que no parecía te-
ner ninguna relación con este
objeto, a saber: la orden dada
por el emperador Augusto de
que todos los súbditos del im-
perio romano se empadrona-
sen en el lugar de donde eran
originarios. María y José como
descendientes que eran de
David, no estaban dispensados de ir a Belén, y ni la situación de la Virgen Santísima ni la necesi-
dad en que estaba José del trabajo diario que les aseguraba la subsistencia, pudo eximirles de
este largo y penoso viaje, en la estación más rigurosa e incómoda del año.

No ignoraba Jesús en qué lugar debería nacer, e inspiraba a sus padres que se entreguen a la
Providencia, y que de esta manera concurran inconscientemente a la ejecución de sus designios.
Almas interiores, observad este manejo del divino Niño, porque es el más importante de la vida
espiritual: aprended que quien se haya entregado a Dios ya no ha de pertenecerse a sí mismo,
ni ha de querer en cada instante sino lo que Dios quiera para él; siguiéndole ciegamente aún en
las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar donde quiera que le plazca conducirle. Oca-
sión tendréis de observar esta dependencia y esta fidelidad inviolable en toda la vida de Jesu-
cristo, y este es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos y las almas verda-
deramente interiores, renunciando absolutamente a su propia voluntad.

Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días

DÍA SÉPTIMO - 22 DE DICIEMBRE


En el nombre del Padre...
Benignísimo Dios de infinta caridad...

CONSIDERACIÓN: EXPECTACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA Y SAN JOSÉ SOBRE EL NACIMIENTO


DE JESÚS; Y CÓMO LA TRINIDAD AGUARDABA ESTE MOMENTO

Representémonos el viaje de María y José


hacia Belén, llevando consigo aún no na-
cido, al Creador del universo, hecho hom-
bre. Contemplemos la humildad y la obe-
diencia de ese Divino Niño, que aunque de
raza judía y habiendo amado durante siglos
a su pueblo con una predilección inexplica-
ble obedece así a un príncipe extranjero
que forma el censo de población de su pro-
vincia, como si hubiese para él en esa cir-
cunstancia algo que le halagase, y quisiera
apresurarse a aprovechar la ocasión de ha-
cerse empadronar oficial y auténticamente
como súbdito en el momento en que venía
al mundo.

El anhelo de José, la expectativa de María


son cosas que no puede expresar el len-
guaje humano. El Padre Eterno se halla, si
nos es lícito emplear esta expresión, adora-
blemente impaciente por dar a su hijo único
al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos
de presentar a la luz del día esa santa humanidad, que Él mismo ha formado con divino esmero.
En cuanto al divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo
mismo que hacia Belén. Apresuremos con nuestro deseo el momento de su llegada; purifique-
mos nuestras almas para que sean su mística morada, y nuestros corazones para que sean su
mansión terrenal; que nuestros actos de mortificación y desprendimiento “preparen los caminos
del Señor y hagan rectos sus senderos”.

Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días


DÍA OCTAVO - 23 DE DICIEMBRE

En el nombre del Padre...


Benignísimo Dios de infinta caridad...

CONSIDERACIÓN: EL RECHAZO DE LOS HABITANTES DE BELÉN A LA SAGRADA FAMILIA,IMA-


GEN DEL RECHAZO QUE LOS JUDÍOS EXHIBIRÁN AL EVANGELIO DE JESÚS

Llegan a Belén José y Ma-


ría buscando hospedaje
en los mesones, pero no
encuentran, ya por ha-
llarse todos ocupados, ya
porque se les deshace a
causa de su pobreza. Em-
pero, nada puede turbar
la paz interior de los que
están fijos en Dios.

Si José experimentaba tristeza cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en María
y en el Niño, sonreíase también con santa tranquilidad cuando fijaba la mirada en su casta es-
posa. El ruido de cada puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos.
Eso era lo que había venido a buscar. El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido
a hacerle tomar la forma humana.

¡Oh Divino Niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en fiestas y diversiones o descan-
sando muellemente en cómodas y ricas mansiones, ha sido para vuestros padres un día de fatiga
y vejaciones de toda clase. ¡Ay! El espíritu de Belén es el de un mundo que ha olvidado a Dios.
¡Cuántas veces no ha sido también el nuestro!

Pónese el sol el 24 de diciembre detrás de los tejados de Belén y sus últimos rayos doran la cima
de las rocas escarpadas que lo rodean. Hombres groseros, codean rudamente al Señor en las
calles de aquella aldea oriental y cierran sus puertas al ver a su Madre.

La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas colinas frecuentadas por los
pastores. Las estrellas van apareciendo unas tras otras. Algunas horas más y aparecerá el Verbo
Eterno.

Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días


DÍA NOVENO - 24 DE DICIEMBRE

En el nombre del Padre...


Benignísimo Dios de infinta caridad...

CONSIDERACIÓN: EL NACIMIENTO DE JESÚS EN UN PESEBRE,


Y LOS HOMENAJES QUE LE RINDEN SUS PADRES, LOS ÁNGELES Y LOS PASTORES.

La noche ha cerrado del


todo en las campiñas de
Belén. Desechados por los
hombres y viéndose sin
abrigo, María y José han
salido de la inhospitalaria
población, y se han refu-
giado en una gruta que se
encontraba al pie de la co-
lina. Seguía a la Reina de
los Ángeles el jumento
que le había servido de ca-
balgadura durante el viaje
y en aquella cueva halla-
ron un manso buey, de-
jado ahí probablemente
por alguno de los cami-
nantes que había ido a
buscar hospedaje en la
ciudad.

El Divino Niño, desconocido por sus criaturas, va a tener que acudir a los irracionales para que
calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con
esto su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna
que José tenía en la mano iluminaba tenuemente ese paupérrimo recinto, ese pesebre lleno de
paja que es figura profética de las maravillas del Altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarís-
tica que Jesús ha de contraer con los hombres... María está en adoración en medio de la gruta,
y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterios.

Pero ha llegado la media noche, y de repente vemos dentro de ese pesebre antes vacío, al Divino
Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos. A sus
pies se postra su Santísima Madre en los transporte de una adoración de la cual nada puede dar
idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imper-
turbable oficio de padre putativo del Redentor de los hombres.

La multitud de ángeles que descienden del Cielo a contemplar esa maravilla sin par, deja estallar
su alegría y hace vibrar en los aires las armonías de ese “Glória in Excélsis”, que es el eco de
adoración que se produce en torno al trono del Altísimo hecha perceptible por un instante a los
oídos de la pobre tierra. Convocados por ellos, vienen en tropel los pastores de la comarca a
adorar al “recién nacido” y a prestarle sus humildes ofrendas.
Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en marcha hacia Belén la cara-
vana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies
del Divino Niño el oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración y de
la mortificación.

¡Oh, adorable Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al
día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración; no la rechacéis: Venid a
nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor. Encended en ellos la devoción a
vuestra santa Infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino
siempre y en todos los tiempos; devoción que fiel y celosamente propagada nos conduzca a la
vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes cristianas.

Las oraciones y aspiraciones se rezarán todos los días

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