Toaz.info Encuentra Tu Persona Vitamina Mrojas Pr 710f24da65d8b83b272d07911a582f8f
Toaz.info Encuentra Tu Persona Vitamina Mrojas Pr 710f24da65d8b83b272d07911a582f8f
Toaz.info Encuentra Tu Persona Vitamina Mrojas Pr 710f24da65d8b83b272d07911a582f8f
realista y consciente. Psiquiatra. En el momento más doloroso de su vida escribió Cómo hacer que te pasen
cosas buenas (2018), y el viento de la naturalidad y la franqueza de sus páginas, siempre entre la ciencia y la
experiencia, cosechó 350.000 ejemplares vendidos y un alto número de hogares reencendidos sin miedo al
precio de la luz. Sus páginas trajeron más brillo, también para los ojos de una sociedad con síndrome
de burnout que miraba hacia los lados, titubeante, incluso antes de que debutara el coronavirus.
Este año ha vuelto al podio de los libros más vendidos con Encuentra tu persona vitamina: una rebotica para
conocernos y sanar la convivencia, y una vacuna de emergencia ante este clima de urgencias de salud mental que se
salen de madre en nuestros propios domicilios.
No ha vivido aún su crisis de los 40 y ya ha salvado de muchas asfixias emocionales, angustias existenciales,
ahogamientos en piscinas y en vasos de agua, tiros por la culata, encierros al vacío, sorderas de orgullo, miopías
individualistas, cobardías crónicas, hiperplasias de inmadurez, esguinces familiares, anorexias de afecto, bulimias
de egocentrismo… y suicidios.
El timbre de su consulta está que arde. Las páginas de sus libros viajan en el metro. Mujer de rojo sobre fondo gris-
oscuro-casi-negro-mate. Apasionada. Ilusionante. Es un ventilador de divulgación científica, guiños de empatía y
motivos contundentes para vivir con la cabeza alta.
Con la mirada puesta en una pandemia que sube y baja por el retrovisor. Con El País y su “España, en
terapia” sobre la mesa del café. Muy cerca de las grúas monstruosas que recomponen el nuevo Bernabéu, zumo de
oxitocina con vitaminas, andamios, reset, la ola en las gradas y ¡gol!
— Dice The Lancet que los casos de depresión grave han aumentado un 28% en todo el mundo y los diagnósticos
de ansiedad, un 26%. Son porcentajes de guerra mundial que nos están hablando a gritos: “Conócete a ti mismo,
cuídate, y protege a los demás”.
— No estamos diseñados para vivir en modo alerta. Las cifras son “lógicas” después de este tiempo de pandemia,
porque casi nadie sabe enfrentarse de manera sana a la muerte, a la enfermedad, al sufrimiento y a la incertidumbre.
Durante el confinamiento repetí muchas veces: “Si no puedes salir fuera, métete dentro”. Estas circunstancias son
ocasiones de oro para pararse a pensar y hacerse las grandes preguntas. La pandemia bien gestionada nos ayudará a
crecer. De momento, lo que veo en consulta es que la pandemia mal gestionada nos está enfermando.
— Las pastillas pueden ser una grúa necesaria que nos sacan del hoyo y nos colocan de nuevo con los pies sobre la
tierra. A partir de ahí, debemos contar con herramientas que nos permitan aprender a vivir sin fármacos. Las
pastillas son impermeables que ayudan a no sentir. En los casos de depresión grave o de angustia sirven para paliar
esos síntomas ansiosos depresivos, pero debemos prepararnos para seguir adelante sin impermeables. Recomiendo
ir contando con recursos propios, poco a poco, para ser capaz de gestionar los problemas de cada día: un bache
económico, la incertidumbre de la vida misma, la relación con personas que no nos convienen…
“Si contamos con herramientas para gestionar lo bueno y lo malo, vibra en nosotros un equilibrio interior y
somos más felices”
— El CIS dice que el 35,1% de los españoles ha llorado en el último año y medio. Me parecen pocos. Lo que está
claro es que ante una sociedad que cambia bruscamente cada día, la incertidumbre y las crisis cada vez
necesitamos más estar rodeados de personas que curan: aspersores de oxitocina, en la jerga de tus libros.
— Yo he llorado varias veces durante la pandemia y no me importa admitirlo. En pleno confinamiento tuve a mi
cuarto hijo y el mayor tenía cinco años… De pronto, me vi en unas circunstancias muy complejas de gestionar,
porque mi marido era trabajador esencial. No conozco a nadie que no haya sufrido mucho en algún momento de
esta pandemia. La incertidumbre, el miedo y el estrés nos intoxican de cortisol y las personas vitamina nos riegan
de oxitocina, que inhibe el cortisol. Es importante aprender a ser persona vitamina y rodearse de personas vitamina,
que son esas que en un solo instante te alivian de la tensión y saben sacar lo mejor que llevas dentro.
— Bienaventurados quienes te bajen el cortisol y te mejoran la vida, porque ellos son la mejor vitamina en este
contexto de anemia existencial.
— Tener una persona con quien hablar o estar cuando lo necesitamos provoca ratos oxitocínicos que son el mejor
regalo. Por primera vez en nuestra historia, hoy, cuando vemos a alguien, medimos antes el riesgo que el cariño.
Prevalece el miedo a contagiarse sobre las ganas de verse. ¿Estará vacunado? ¿Lleva mascarilla? ¿Me ha dado la
mano? ¿Le respondo con un abrazo? Todo este proceso mental es terrible en las relaciones humanas, que son de
entrega, de servicio y de cariño.
— En tus libros abres muchas pestañas y hay una que me parece la más esperanzadora de todas: los seres
humanos podemos cambiar. Tenemos capacidad para mejorar nuestra forma de ser y para hacer que nos pasen
cosas buenas después de evitar las inercias malas.
— No conozco a nadie que no esté librando una batalla importante en algún aspecto de su vida, porque la vida es
un drama y eso es una realidad. Al que no le preocupa la salud, le angustia el dinero, o el amor, o el trabajo, o los
padres, o los hijos… Como psiquiatra y como persona que se dedica a investigar el comportamiento humano, cada
vez tengo más claro lo importante que es ser capaces de disfrutar lo bueno y gestionar adecuadamente lo malo.
Conozco a personas que protagonizan muchas vivencias positivas, pero no son capaces de disfrutarlas y deambulan
en tensión. Suelen ser personas que, después, ante lo malo, se bloquean, se enfadan, pierden el control o enferman.
Mi mensaje es esperanzador, porque yo he visto que, cuando contamos con herramientas para gestionar lo bueno y
lo malo, vibra en nosotros un equilibrio interior y somos más felices.
— Es posible pensar en una sociedad en la que amanezcamos pensando: ¿cómo puedo hacer que todas las
personas que se cruzan hoy por mi vida estén a gusto, aunque el mundo real no sea Pixar?
— En esto soy más pesimista, porque hay un fondo egoísta en la sociedad. Hoy estamos más conectados que
nunca, tenemos más amigos en las redes sociales que nunca, y somos más individualistas que nunca. Y la pandemia
ha exacerbado ese perfil. Nos levantamos por la mañana preguntándonos qué hago con mi vida, qué me satisface, y
nos hemos olvidado completamente de qué hago con la vida de los demás o qué les satisface a quienes me rodean.
Con mis libros, trato de impulsar que esto cambie, porque una sociedad individualista, se destruye. No estamos
diseñados para vivir así. No tocarse, mata. Aislarse, enferma.
— Pongamos por hecho que yo quiero ser vitamina en medio del mundo. ¿Cómo puedo curar a una persona
egoísta?
— Las personas que no son vitamina están sufriendo por algún motivo. La mejor manera de ser vitamina es dejar
de juzgar a los demás. Debo comprender que detrás de la toxicidad de ese egoísmo, de ese mal humor, de esa
frialdad, hay un daño patente o latente. Si levanto la barrera del juicio crítico y me impongo la del entendimiento,
todo cambia. Yo escucho cosas increíbles en mi consulta, y evito juzgar, sobre todo desde que me tocó afrontar un
caso muy grave que me dejó impactada. En este episodio concreto, pensaba que mi paciente era una mala persona,
y cuando percibí ese planteamiento, me di cuenta de que así nunca sería capaz de ayudarle. Me despojé del
prejuicio del juicio, intenté entender el camino por el que había llegado hasta ese comportamiento, y en ese
momento el paciente empezó su fase de sanación, porque cuando comprendemos a alguien aflora la oxitocina, y si
hay oxitocina, baja el cortisol, y cuando baja el cortisol, nos empezamos a curar.
“La mejor manera de ser vitamina es dejar de juzgar a los demás. Comprenderse y comprender es aliviar”
— Dices que la escucha activa “provoca un subidón de oxitocina instantáneo en el prójimo”. Que empatizar de
verdad es una receta magistral para todos. Parece fácil, pero…
— La empatía es una cualidad maravillosa, pero ojo con la empatía exagerada. Hay personas que empatizan tanto
que se pasan la vida sufriendo por todos los problemas del mundo. Debemos aprender a protegernos. De todas
formas, para el 80% de la población, la empatía es dejar de ser el centro del universo para que los demás nos
empiecen a importar. Todos nos damos cuenta perfectamente cuando interesamos de verdad a otra persona y
sentimos esa conexión mágica ante quien nos entiende perfectamente.
— ¿Cómo se ayuda a curar la amargura, la tristeza y ese resentimiento que muchas veces reverbera en el diálogo
social?
— La tristeza se contagia y los amargados se juntan. Son cosas de las neuronas espejo… Al triste hay sacarle de su
zona de disconfort con mucha delicadeza. La amargura es un veneno. En ambos casos conviene ayudar a cada cual
a saber cómo han entrado en su vida. Cuando el ser humano se entiende, entiende por qué ha llegado a una
determinada situación. Si desconocemos el cómo, el cuándo y el por qué, la capacidad de salir se complica y se
acaba huyendo hacia adelante buscando vías de escape rápidas como las redes sociales, la pornografía, los
videojuegos, las compras compulsivas o la comida, que son extras que alivian momentáneamente la amargura, pero
que, a la larga, nos destruyen.
— ¿Cómo podemos revertir el colapso de quien sufre incertidumbre crónica, miedo al presente y al futuro o
vértigo por soledad?
— Lo primero es saber si uno es así, o si las circunstancias han hecho que se convierta en una persona así. ¿Soy
miedoso, sufridor, hipocondríaco, habitualmente irascible…, o lo soy ahora después de una pandemia, después de
una ruptura afectiva, después de un problema de salud? Saber dónde y cómo se activó mi estado de alerta es
importante para salir del túnel. Si son problemas de mi forma de ser, tengo que trabajar mi forma de ser. ¿Por qué
soy así? ¿Algún trauma en el armario? Identificar las heridas y las causas es el primer paso para mejorar. Yo suelo
exponerlos por escrito, con flechas, con colorines, porque ver tu vida simplificada plasmada en un papel nos
descomplica y alivia las fuentes de tensión. Si no analizamos las cosas con calma, en frío, entramos en estado de
incertidumbre, de miedo, de ansiedad, colapsamos en medio del desconocimiento y naufragamos en el
desconcierto. Comprenderse y comprender es aliviar.
“El amor requiere mucha tolerancia a la frustración y una alta capacidad de posponer la recompensa y, sin
embargo, todos ansiamos sentirnos queridos de esa manera”
— ¿A qué cosas buenas podemos agarrarnos cuando nos tiemblan los cimientos personales y sociales?
— No podemos tener miedo a profundizar. La historia nos ayuda a entendernos, la cultura nos hace más sabios,
conocer vidas ejemplares nos enseña y nos inspira, desde un Nelson Mandela a un santo Tomás Moro, pasando
por muchos grandes personajes que, en momentos de grandes sufrimientos, dolor y lucha, supieron encontrar un
camino. En un mundo cada vez más materialista no podemos temer dar respuesta a nuestra sed de trascendencia.
¿Hay vida después de la muerte? ¿Todo lo que existe es tangible? ¿Admiro la grandeza del más allá? ¿Creo en
Dios? Yo creo que hay un ser superior que nos quiere y nos protege, y me parece que creerlo te cambia la vida.
Cada uno debe buscar sus respuestas preguntando, leyendo, escuchando… Encerrarse en el hoy y el ahora sin
aclarar los interrogantes últimos que dan sentido a nuestra vida genera un vacío existencial, que es la primera causa
de angustia. El amor es otro pilar fundamental. El motor principal que nos mueve a hacer cosas buenas es sentirnos
queridos.
— En tu libro queda claro que amar bien es fundamental y, también, que amar bien es dificilísimo. Y nadie nos
enseña…
— Aprendemos a querer durante nuestra infancia según nos quieran en casa. Si unos padres se gritan, se normaliza
el grito como componente de las relaciones; si unos padres expresan su afecto, se busca esa manera de expresarse
en la propia vida. Si unos padres se comunican, conversan y se entienden, se aprende a comunicarse
adecuadamente en las relaciones personales, y si los padres se hablan en casa en el idioma de la tensión constante, a
los hijos les faltarán habilidades para manifestar cómo se sienten. Nadie nos enseña a querer, pero cuando aprendes
a querer bien, la sensación de plenitud es inmensa.
— En muchos círculos es más fácil hablar de sexo que de amor. Las mismas personas que cuentan que ven porno,
tienen reparos en comentar el regalo que le han hecho a su mujer o la carta romántica que le han escrito a su pareja,
porque eso sí les da vergüenza. Hay quien entra en crisis porque su novia le quiere presentar a sus padres, pero
alardea con familiaridad de todas las posturas sexuales que practican en la intimidad. Estamos en un contexto social
donde la consistencia del amor es líquida, incluso gaseosa. Vivimos en una sociedad basada en gratificaciones
instantáneas –¡lo quiero todo y lo quiero ya!– en la que podemos comprar sushi, sexo, ropa y libros en menos de 24
horas, pero el amor es esfuerzo, trabajo, paciencia, perseverancia, atención… El amor requiere mucha tolerancia a
la frustración y una alta capacidad de posponer la recompensa y, sin embargo, todos ansiamos sentirnos queridos de
esa manera.
— Drogodependencia emocional: hemos apostado por las sensaciones fuertes posponiendo las razones para vivir.
Y tampoco le acabamos de encontrar sentido a estas arenas movedizas…
— Querer sentir a todas horas tiene sus consecuencias, y una de ellas es que la inteligencia y la voluntad se vuelven
irrelevantes. A más experiencias vibrantes, más dopamina y menos corteza prefrontal, que es la zona del cerebro de
la atención, de la construcción, del control de impulsos, de la profundización, del discernimiento, del juicio
moral… Sentir a todas horas hace que el criterio para opinar dependa de los sentimientos y no del pensamiento, y
eso es un problema. Cada uno siente según su biografía, sus heridas y su estado de ánimo de esa mañana, y eso se
observa perfectamente en las redes sociales, porque la razón está perdiendo la guerra.
— La felicidad no es Mr. Wonderful. La felicidad está en las ilusiones sencillas, defiendes tú.
— Lo que llamamos felicidad es la capacidad de disfrutar de las cosas buenas de cada día. El problema es cando
nuestro corazón está incapacitado para amar, para disfrutar, para compartir… La pandemia nos ha ayudado a
valorar la felicidad en las pequeñas cosas.
“La gente buena tiene algo muy atractivo, que se llama corazón. La gente mala es gente herida, no lo
olvidemos”
— Has vendido más de 350.000 ejemplares de Cómo hacer que te pasen cosas buenas. Y estás en el podio de los
más vendidos de no ficción con esta segunda obra. Los libros curan, al menos a muchos lectores. Pero la autora
supongo que irá de ala…
— El primer libro lo escribí para ayudar a mis pacientes y tener un apoyo para mis conferencias. Me alegra saber
que un mensaje esperanzador que toca las fibras sensibles del ser humano está calando en la sociedad, pero estoy
abrumada por la respuesta. He tenido que aprender a gestionarme ante esta avalancha, que, de haberla intuido, la
habría rechazado desde el principio, porque yo soy muy casera y disfruto en la consulta, y de pronto me he visto en
medio de un tsunami a lo grande. Como me conozco muy bien, he intentado poner frenos y barreras para que esto
no me afecte más de lo normal, aunque ha habido momentos de agobio.
— La perfección no existe, pero nos la venden. No conozco ninguna vida sin heridas, pero nos atrae tanto la belleza
y la armonía, aunque sean artificial, porque alivian el sufrimiento. Cuando estamos sumergidos en el drama, mirar
mundos supuestamente ideales nos evade, aunque, en general, ayuda más constatar que todos somos humanos y
que tenemos nuestras luces y nuestras sombras. Es bueno que sepamos que las redes sociales son el paraíso del
filtro, y que el perfeccionista es el eterno insatisfecho. Quien ansía la perfección constantemente es un gran sufridor
que acaba somatizando en algún frente, porque vive con la tensión de quien no sabe disfrutar.
— Sus investigaciones científicas acaban aconsejando abrazos, equilibrio, normalidad, escucha, silencio, paz…
Parece un villancico…
— ¡Me encanta!
— Hay tanta dopamina en los villancicos como en la bondad de la gente, que también existe.
— Todos conocemos a gente buena y a todos nos gusta estar con esa gente, porque tienen algo muy atractivo, que
se llama corazón. Son personas que siempre buscan comprenderte y entenderte sin juzgarte. La gente mala es gente
herida, no lo olvidemos.
— Navidad y asombro. Infancia y misterio. Sorpresa y horizontes. Dar gracias y pedir perdón. Pasar página y
hacer propósitos de año nuevo.
— Después de la pandemia, es muy sano hacer un reset, rebobinar, ver en qué hemos mejorado este año, de qué me
siento orgullosa, de qué me arrepiento, a quién le debería pedir perdón, a quién iría a darle un abrazo consciente de
que lo necesita… No viene mal hacerse estas preguntas y ser valientemente consecuentes con las respuestas.
También nos sirve pensar propósitos realistas para el año que viene, y no me refiero a ir al gimnasio o a dejar de
fumar, sino a temas vitales más consistentes. Solo la conquista de haber traído a la mente ese deseo de mejorar nos
guía ya por el camino correcto.
— ¿Pedimos a los Reyes Magos algo especial para que nos conserve con salud la corteza prefrontal?
— Pedimos a los Reyes que no perdamos la ilusión de la infancia o que la recuperemos, porque las cosas buenas
pueden suceder.