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plan de trabajo El diario de ANA FRANK

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Biografía de Ana Frank (150 palabras)

Los primeros años de Ana


Ana Frank nace en Fráncfort del Meno. La hermana de Ana, Margot, es un poco más de
tres años mayor. Las cosas no van bien en Alemania: hay poco trabajo y mucha pobreza.
Al mismo tiempo, Adolf Hitler obtiene más y más seguidores con su partido. Hitler odia
a los judíos y los culpa de todos los problemas en el país. Asimismo, juega con los
sentimientos antisemitas que prevalecen en ese momento. Debido a este odio a los judíos
y la mala situación económica, los padres de Ana, Otto y Edith Frank deciden mudarse a
Ámsterdam. Otto comienza allí una compañía que se dedica al comercio de pectina, una
sustancia para la prepación de mermelada.

Alemania 1933: De la democracia a la dictadura


En 1933, Hitler llega al poder y convierte a Alemania en una dictadura. ¿Cómo llegó al
poder el partido nazi y cómo logró Hitler eliminar a sus oponentes?
Surgimiento del NSDAP
Con este telón de fondo surge el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores
Alemanes (NSDAP). Desde su lanzamiento en 1920, es un pequeño partido. Hitler con su
talento para la oratoria consigue atraer más miembros. El partido se caracteriza por un
nacionalismo extremo y el antisemitismo.
En noviembre de 1923, Hitler intenta tomar el poder, por medio de un golpe de estado.
Lo cual resulta un gran fracaso. Hitler termina tras las rejas y un juez prohíbe el NSDAP.
A finales de 1924, Hitler es liberado, después de cumplir una pena relativamente corta. Su
carrera política no ha terminado aún. En la cárcel escribe Mein Kampf (Mi lucha), libro
en el que describe sus planes para Alemania.
Los nazis tienen abierto de este modoel camino de la legalidad e intentarán llegar al
poder, a través de elecciones. Se benefician así con la crisis económica que comienza a
fines de la década de 1920.
Es más, la utilizan como excusa para llevar adelante una feroz crítica del gobierno y el
acuerdo de Paz de Versalles. Y dicha estrategia funciona. En las elecciones de 1928, el
NSDAP obtuvo 0,8 millones de votos, en 1930 este número había aumentado a 6,4
millones.
Simpatía por los nazis
La simpatía de muchos alemanes hacia el NSDAP no se debe únicamente a su programa
político. El partido irradia fuerza y dinamismo. Además, los líderes nazis son jóvenes, en
contraste con demás políticos mayores de los partidos conservadores. Además, Hitler
representa una imagen de líder fuerte, que va a unir al pueblo y poner fin a las divisiones
políticas.
Los nazis se concentran en los votantes de todas las capas de la sociedad, en lugar de un
grupo como trabajadores o católicos. También atraen a una gran cantidad de personas que
antes no votaban. No obstante, en noviembre de 1932 el partido alcanza aparentemente su
auge. La economía se está recuperando y el NSDAP obtiene el 11 % menos votos en las
elecciones de julio de ese mismo año.
Hitler es nombrado canciller
Los partidos conservadores no consiguen suficiente apoyo de la población y presionan al
Presidente Paul von Hindenburg para que nombre canciller a Hitler. Esperan con el
partido NSDAP puedan formar un gobierno con mayoría. Más tarde, su expectativa de
que puedan utilizar a Hitler para su propio programa quedará demostrado que fue una
grave subestimación.
El 30 de enero de 1933 llegó el momento. Von Hindenburg cedió y nombró canciller a
Hitler. “Parece un sueño: la Wilhelmstraße es nuestra", escribe el más tarde el ministro de
propaganda Joseph Goebbels en su diario. Hitler no fue elegido por el pueblo alemán,
pero sí llego al poder en forma legítima.
Hitler obtiene más poder
El 23 de marzo de 1933, el parlamento se reúne en Berlín. En la agenda está planeada una
nueva ley, la '"ley del poder" Esta permite a Hitler promulgar leyes, durante cuatro años,
sin interferencia del Presidente o del Parlamento alemán. El edificio donde se celebra la
reunión está rodeado por hombres de la SA y la SS, ambas son organizaciones
paramilitares del NSDAP, que habían sido designadas para ayudar a la policía.
Hitler en su discurso les intima a los presentes a elegir entre "La Guerra o la Paz". Es una
amenaza encubierta para intimidar a quienes debían votar dicha ley. De modo, ya no se
trata de un Estado democrático. Con 444 votos a favor y 94 en contra, el Parlamento
aprobó la Ley del Poder. La cual, fue hasta 1945, la base de la dictadura nazi.
La asimilación por parte de la sociedad
Ahora que Hitler ha reunido tanto poder llegó la hora que los nazis conviertan a la
sociedad en su sociedad ideal nazi. Este proceso se
denomina Gleichschaltung (Asimilación). Muchos políticos sospechosos y funcionarios
judíos son despedidos. Los sindicatos, obligados, hacen lugar al Deutsche Arbeitsfront.
Así impiden los nazis que los trabajadores pueden organizarse como opositores.
Los partidos políticos existentes son prohibidos. A partir de mediados de julio de 1933,
Alemania es un estado de un solo partido. Asimismo, en el ámbito cultural y científico se
lleva a cabo una "limpieza". Todo aquello que “no sea alemán",debe ser eliminado,
según los nazis. Por ejemplo, libros de escritores judíos, de izquierda y pacifistas son
quemados.
La opresión de los judíos
En el período de la conquista del poder, la energía destructiva de los nazis está centrada
principalmente en contra de sus adversarios políticos. Los judíos alemanes constituyen
una excepción. Como grupo no constituyen oposición para la ambición de los nazis. No
obstante, son víctimas de la violencia, el acoso y la opresión. El 1 de abril de 1933, el
gobierno inicia una campaña oficial contra los judíos. Anuncia un importante boicot a
productos judíos. Es el primer paso en una serie de medidas contra los judíos, que
finalizará en el Holocausto.
Hitler como único gobernante
Hitler y los nazis cambian a Alemania, tras llegar al poder y convertirse en una dictadura.
Cada vez más utilizan medios jurídicos para darle una apariencia de legalidad.
Paulatinamente, Hitler socava la democracia hasta convertirla en sólo una fachada. Sin
embargo, el proceso no está terminado. Durante los 12 años de existencia del Tercer
Reich, Hitler fortalecerá permanentemente su control sobre el país.
¿Qué es el Holocausto?
Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis asesinaron a casi seis millones de judíos
europeos. Este genocidio es conocido con el nombre de Holocausto. Aquí puedes leer
sobre las causas, los antecedentes y las fases en las cuales se desarrolló el Holocausto y
quiénes fueron sus autores.
Koen Smilde
Los términos Holocausto y Shoah
El término holocausto proviene del griego antiguo y significa «quemarlo todo». Antes de
la Segunda Guerra Mundial, esta palabra era ya, en ocasiones, utilizada para describir la
muerte de un gran grupo de personas, pero desde 1945 se ha convertido casi en sinónimo
del asesinato de judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial. Por eso, utilizamos
el término «el Holocausto», con mayúscula. Los judíos también utilizan el
término: Shoah, que en hebreo significa «catástrofe».
Causas del Holocausto
Se pueden mencionar diferentes motivos del Holocausto. La causa más directa es que los
nazis pretendían erradicar a los judíos y tuvieron la posibilidad de hacerlo. Aunque su
espíritu asesino no surgió de la nada. La ideología antisemita nazi debe entenderse en un
contexto más amplio, de siglos de hostilidad hacia los judíos, racismo y nacionalismo
moderno.
Los judíos en Europa han sido discriminados y perseguidos por cientos de años, a
menudo por cuestiones religiosas. Así es como fueron considerados responsables de la
muerte de Cristo. En la Edad Media, en muchas ocasiones, vivían en zonas separadas, en
las afueras de la comunidad o en barrios apartes o guetos. Además, eran excluidos de
algunas profesiones. En tiempos de disturbios, los judíos eran señalados, generalmente,
como chivos expiatorios. Alrededor del año 1350, durante la epidemia de peste, los judíos
fueron expulsados y perseguidos. En Rusia, después del asesinato del zar Alejandro II en
1881, se produjeron pogromos, es decir, incidentes violentos en cuales los judíos fueron
atacados o asesinados en grupos. Con el surgimiento del pensamiento racial en el siglo
XIX se originó la idea que los judíos constituyen una raza diferente y, por lo tanto, no
pertenecen «al pueblo» o nación donde se encuentran.
En 1918 Alemania perdió la Primera Guerra Mundial y los extremistas de derecha
culparon a los judíos por la deuda generada en la guerra. Además, acusaron a los judíos
de ser explotadores capitalistas, beneficiándose a costa de otros. Al mismo tiempo, los
judíos fueron considerados también partidarios del comunismo. Y, a través de una
revolución, tendrían planeado tomar el poder mundial.
Aun así, no se puede trazar una línea recta desde el antisemitismo de los nazis hacia el
Holocausto. Hitler dejó entrever siempre, tanto en su libro Mi lucha («Mein Kampf»)
como en sus discursos, que odiaba a los judíos y que no existía lugar para ellos en
Alemania. A pesar de ello, al principio, no existía un plan sistemático para el asesinato
masivo. Y es por ello, que se considera al Holocausto como el resultado de una serie de
decisiones influenciadas por las circunstancias del momento.
En 1938 judíos polacos fueron expulsados de Alemania y en 1940 judíos alemanes fueron
enviados a la Polonia y Francia ocupadas, pero los nazis no se interesaron por su
destino. Sólo algún tiempo después el estallido de la Segunda Guerra Mundial, surge la
idea y posibilidad en el seno de los cabecillas nazis de asesinar a todos los judíos
europeos. Además, la iniciativa, en algunas ocasiones, provenía de nazis de menor rango,
quienes buscaban soluciones extremas a los problemas que se enfrentaban. Asimismo,
debido a la competencia entre los diferentes departamentos gubernamentales surgían
medidas cada vez más radicales en contra de los judíos. Aunque nada iba en contra de la
voluntad de Hitler y era él quien finalmente tomaba las decisiones.
Expulsión de los judíos de Alemania
En el período de 1933 a 1939, los nazis le hicieron cada vez más imposible la vida a los
judíos en Alemania. Los judíos son víctimas de discriminación, exclusión, robo y
violencia. Los nazis, por lo general, también asesinaban a judíos, aunque no de una
manera sistemática o con la intención de matar a todos los judíos en general.
En este momento el objetivo de los nazis es expulsar a los judíos de Alemania,
impulsándolos a que emigren. Para alentarlos a irse les limitan las posibilidades de cubrir
sus necesidades básicas. No se les está permitido ejercer ciertas profesiones o entrar en
algunos cafés o parques públicos. En 1935, las leyes raciales de Núremberg fueron
promulgadas. Según ellas, se les prohíbe a los judíos casarse con no judíos. Además, los
judíos pierden su ciudadanía, convirtiéndose oficialmente en ciudadanos de segunda clase
con menos derechos que los no judíos. En 1938, los nazis organizan pogromos por toda
Alemania, la llamada Noche de los Cristales Rotos. Sinagogas, casas y tiendas judías son
destruidas y miles de judíos son encarcelados en campos de concentración. Cuando
estalla la guerra en setiembre de 1939, unos 250.000 judíos ya habían huido de Alemania,
debido a la violencia y la discriminación.
La Segunda Guerra Mundial: la radicalización de la persecución de los judíos
La invasión alemana a Polonia en setiembre de 1939 marca el comienzo de una nueva
etapa más radical en la persecución de los judíos. Emigrar para huir de la guerra es
prácticamente imposible. La ocupación de Polonia significa que 1.7 millones de judíos
polacos se encuentren bajo la autoridad nazi alemana. Son alojados en guetos, áreas
residenciales judías, semejantes a una prisión. A menudo, varias familias deben compartir
una misma vivienda. Reina el hambre y la falta de atención médica. Los judíos no pueden
abandonar el gueto sin autorización y, por lo general, están obligados a realizar trabajos
forzosos. En los primeros meses de la ocupación de Polonia, los nazis asesinaron además
a miles de ciudadanos judíos y no judíos.
En este período, los nazis tenían planeado deportar a los judíos de los territorios ocupados
a zonas de reservas naturales en Polonia o, después de la victoria sobre la Unión
Soviética, a dichos territorios anexados. También existe la idea de deportar a los judíos a
la isla de Madagascar. Cabe señalar que los planes nazis no incluyen viviendas u otras
instalaciones semejantes, pero sí, con frecuencia, la confiscación de las posesiones de los
judíos. En realidad, los nazis esperaban una alta tasa de mortalidad entre los judíos.
Invasión a la Unión Soviética: ejecuciones en masa de judíos
En junio de 1941, la Alemania nazi invade a la Unión Soviética. Hitler ha afirmado que
se lleva adelante una guerra de exterminio contra un enemigo ideológico: el régimen
comunista. La cúpula militar deja en claro que los crímenes de guerra no serán castigados
y que aquellos sospechosos de un delito pueden ser ejecutados sin un proceso judicial.
Los nazis pretendían crear su Lebensraum, una colonia propia para alemanes nazis,
asesinando o dejando morir de hambre a los habitantes de la Unión Soviética.
Detrás de las líneas militares nazis se encuentran activos los «escuadrones de
operaciones» (Einsatzgruppen). Estas unidades especiales tenían como fin asesinar a
funcionarios comunistas, partisanos y hombres judíos de entre 15 y 60 años. Estas
medidas han sido creadas oficialmente para prevenir la formación de la resistencia. A
partir de agosto de 1941, los escuadrones de operaciones Einsatzgruppen también
asesinan regularmente a ancianos, mujeres y niños. Las llamadas «represalias», no eran
más que masacres.
A los judíos en los territorios ocupados se les ordena, por lo general, reportarse en un
punto central, a menudo con el pretexto de la deportación o son acorralados durante las
incursiones. Luego, los nazis los llevan a un lugar remoto donde, finalmente, los ejecutan.
Solo en 1941, aproximadamente unos 900.000 judíos soviéticos son asesinados de esta
manera.
La decisión de genocidio
Un punto de controversia entre los historiadores es el momento exacto, en el cual Hitler
tomó la decisión que todos los judíos europeos debían ser asesinados. No existe
documento alguno con una orden explícita firmada. Sin embargo, es muy probable
concluir, basándose en otras fuentes y eventos, que la decisión fue tomada en algún
momento de la segunda mitad del año 1941.
El asesinato en masa es una alternativa extrema a los planes anteriores de deportación. La
guerra convierte casi en imposible la idea de deportar judíos a Madagascar. El plan para
expulsar a los judíos más hacia el este de Europa también resulta impracticable, pues no
hay aún una victoria sobre la Unión Soviética. Y, por lo tanto, la «solución final de la
cuestión judía» toma la forma de un genocidio. El 20 de enero de 1942, en la Conferencia
de Wannsee, funcionarios nazis discuten la ejecución del plan de asesinato de los once
millones de judíos vivos en Europa.
En vagones para animales abarrotados, los judíos son transportados en trenes hacia
Europa del Este. La mayoría de ellos terminan en el campo de Auschwitz-Birkenau, pero
también son llevados a otros campos de concentración o exterminio. De los 101.800
judíos neerlandeses asesinados, 34.000 encuentran la muerte en Sobibor.
Auschwitz-Birkenau funciona como campo de trabajo y exterminio. Esto significa que,
al momento de llegar, los judíos son seleccionados según su edad, estado de salud y
capacidad para trabajar. Aquellos que no están lo suficientemente en forma son enviados
de inmediato a las cámaras de gas. Los demás deben realizar trabajos forzados, bajo
terribles circunstancias. El trabajo es extremadamente pesado, la alimentación es escasa y
de pésima calidad, las condiciones de higiene son muy pobres y los judíos son, a menudo,
maltratados. Esta es la razón por la cual también es conocido bajo el término de
«exterminio a través del trabajo (forzado)»
Los alemanes tenían poco conocimiento de los campos de exterminio. Su existencia se
mantuvo deliberadamente en secreto para el mundo exterior. Sin embargo, los lugareños
que vivían cerca de los sitios de ejecución, guetos y campos de exterminio sabían lo que
estaba sucediendo. En el resto de los territorios ocupados, este conocimiento era menor,
aunque estaba claro que los llamados «campos de trabajo», a los que los judíos fueron
deportados, tampoco eran un buen augurio.
Desde 1942, en las naciones aliadas se hablaba sobre el asesinato de los judíos, pero el
conocimiento del tema era limitado. Esto se debía, en parte, porque la noticia provenía de
segundas o terceras fuentes y con gran retraso alcanzaba el otro lado del océano. Además,
los crímenes nazis fueron tan aberrantes que pocos podían habérselos imaginado y los
mensajes eran considerados exagerados. Solamente cuando los aliados liberaron los
campos de concentración y exterminio, el mundo se dio cuenta del crimen que se había
cometido.
Preguntas previas a la lectura de los fragmentos de la obra.
1. ¿Escribes un diario o lo has escrito alguna vez?
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2. Investiga sobre el ascenso de Hitler al poder


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3. ¿Hitler ganó las elecciones democráticas o fue un golpe de estado?
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4. Como Hitler se ganó el apoyo del pueblo alemán


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5. Que promesas Hitler les hacia al pueblo alemán
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FRAGMENTO, “EL DIARIO DE ANA FRANK”

Sábado, 20 de junio de 1942.


Para alguien como yo es una sensación muy extraña escribir un diario. No solo porque
nunca he escrito, sino porque me da la impresión de que más tarde ni a mí ni a ninguna
otra persona le interesarán las confidencias de una colegiala de trece años. Pero eso en
realidad da igual, tengo ganas de escribir y mucho más aún de desahogarme y sacarme de
una vez unas cuantas espinas. «El papel es más paciente que los hombres». Me acordé de
esta frase uno de esos días medio melancólicos en que estaba sentada con la cabeza
apoyada entre las manos, aburrida y desganada, sin saber si salir o quedarme en casa, y
finalmente me puse a cavilar sin moverme de donde estaba. Sí, es cierto, el papel es
paciente, pero como no tengo intención de enseñarle nunca a nadie este cuaderno de tapas
duras llamado pomposamente «diario», a no ser que alguna vez en mi vida tenga un
amigo o una amiga que se convierta en el amigo o la amiga «del alma», lo más probable
es que a nadie le interese. He llegado al punto donde nace toda esta idea de escribir un
diario: no tengo ninguna amiga. Para ser más clara tendré que añadir una explicación,
porque nadie entenderá cómo una chica de trece años puede estar sola en el mundo. Es
que tampoco es tan así: tengo unos padres muy buenos y una hermana de dieciséis, y
tengo como treinta amigas en total, entre buenas y menos buenas. Tengo un montón de
admiradores que tratan de que nuestras miradas se crucen o que, cuando no hay otra
posibilidad, intentan mirarme durante la clase a través de un espejito roto. Tengo a mis
parientes, a mis tías, que son muy buenas, y un buen hogar. Al parecer no me falta nada,
salvo la amiga del alma. Con las chicas que conozco lo único que puedo hacer es
divertirme y pasarlo bien. Nunca hablamos de otras cosas que no sean las cotidianas,
nunca llegamos a hablar de cosas íntimas. Y ahí está justamente el quid de la cuestión. Tal
vez la falta de confidencialidad sea culpa mía, el asunto es que las cosas son como son y
lamentablemente no se pueden cambiar. De ahí este diario.
Para realzar todavía más en mi fantasía la idea de la amiga tan anhelada, no quisiera
apuntar en este diario los hechos sin más, como hace todo el mundo, sino que haré que el
propio diario sea esa amiga, y esa amiga se llamará Kitty. ¡Mi historia! (¡Cómo podría ser
tan tonta de olvidármela!). Como nadie entendería nada de lo que fuera a contarle a Kitty
si lo hiciera así, sin ninguna introducción, tendré que relatar brevemente la historia de mi
vida, por poco que me plazca hacerlo. Mi padre, el más bueno de todos los padres que he
conocido en mi vida, no se casó hasta los treinta y seis años con mi madre, que tenía
veinticinco. Mi hermana Margot nació en 1926 en Alemania, en Francfort del Meno. El
12 de junio de 1929 le seguí yo. Viví en Francfort hasta los cuatro años. Como somos
judíos «de pura cepa», mi padre se vino a Holanda en 1933, donde fue nombrado director
de Opekta, una compañía holandesa de preparación de mermeladas. Mi madre, Edith
Holländer, también vino a Holanda en septiembre, y Margot y yo fuimos a Aquisgrán,
donde vivía mi abuela. Margot vino a Holanda en diciembre y yo en febrero, cuando me
pusieron encima de la mesa como regalo de cumpleaños para Margot.
Pronto empecé a ir al jardín de infancia del colegio Montessori, y allí estuve hasta
cumplir los seis años. Luego pasé al primer curso de la escuela primaria. En sexto tuve a
la señora Kuperus, la directora. Nos emocionamos mucho al despedirnos a fin de curso y
lloramos las dos, porque yo había sido admitida en el liceo judío, al que también iba
Margot. Nuestras vidas transcurrían con cierta agitación, ya que el resto de la familia que
se había quedado en Alemania seguía siendo víctima de las medidas antijudías decretadas
por Hitler. Tras los pogromos de 1938, mis dos tíos maternos huyeron y llegaron sanos y
salvos a Norteamérica; mi pobre abuela, que ya tenía setenta y tres años, se vino a vivir
con nosotros.
Después de mayo de 1940, los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás: primero la
guerra, luego la capitulación, la invasión alemana, y así comenzaron las desgracias para
nosotros los judíos. Las medidas antijudías se sucedieron rápidamente y se nos privó de
muchas libertades. Los judíos deben llevar una estrella de David; deben entregar sus
bicicletas; no les está permitido viajar en tranvía; no les está permitido viajar en coche,
tampoco en coches particulares; los judíos solo pueden hacer la compra desde las tres
hasta las cinco de la tarde; solo pueden ir a una peluquería judía; no pueden salir a la calle
desde las ocho de la noche hasta las seis de la madrugada; no les está permitida la entrada
en los teatros, cines y otros lugares de esparcimiento público; no les está permitida la
entrada en las piscinas ni en las pistas de tenis, de hockey ni de ningún otro deporte; no
les está permitido practicar remo; no les está permitido practicar ningún deporte en
público; no les está permitido estar sentados en sus jardines después de las ocho de la
noche, tampoco en los jardines de sus amigos; los judíos no pueden entrar en casa de
cristianos; tienen que ir a colegios judíos, y otras cosas por el estilo. Así transcurrían
nuestros días: que si esto no lo podíamos hacer, que si lo otro tampoco. Jacques siempre
me dice: «Ya no me atrevo a hacer nada, porque tengo miedo de que esté prohibido». En
el verano de 1941, la abuela enfermó gravemente. Hubo que operarla y mi cumpleaños
apenas lo festejamos El del verano de 1940 tampoco, porque hacía poco que había
acabado la guerra en Holanda. La abuela murió en enero de 1942. Nadie sabe lo mucho
que pienso en ella, y cuánto la sigo queriendo. Este cumpleaños de 1942 lo hemos
festejado para compensar los anteriores, y también tuvimos encendida la vela de la
abuela. Nosotros cuatro todavía estamos bien, y así hemos llegado al día de hoy, 20 de
junio de 1942, fecha en que estreno mi diario con toda solemnidad.

Miércoles, 8 de julio de 1942.


Querida Kitty: Desde la mañana del domingo hasta ahora parece que hubieran pasado
años. Han pasado tantas cosas que es como si de repente el mundo estuviera patas arriba,
pero ya ves, Kitty: aún estoy viva, y eso es lo principal, como dice papá. Sí, es cierto, aún
estoy viva, pero no me preguntes dónde ni cómo. Hoy no debes de entender nada de lo
que te escribo, de modo que empezaré por contarte lo que pasó el domingo por la tarde. A
las tres de la tarde —Helio acababa de salir un momento, luego volvería— alguien llamó
a la puerta. Yo no lo oí, ya que estaba leyendo en una tumbona al sol en la galería. Al rato
apareció Margot toda alterada por la puerta de la cocina. —Ha llegado una citación de la
SS para papá —murmuró—. Mamá ya ha salido para la casa de Van Daan. (Van Daan es
un amigo y socio de papá). Me asusté muchísimo. ¡Una citación! Todo el mundo sabe lo
que eso significa. En mi mente se me aparecieron campos de concentración y celdas
solitarias. ¿Acaso íbamos a permitir que a papá se lo llevaran a semejantes lugares? —
Está claro que no irá —me aseguró Margot cuando nos sentamos a esperar en el salón a
que regresara mamá—. Mamá ha ido a preguntarle a Van Daan si podemos instalarnos en
nuestro escondite mañana. Los Van Daan se esconderán con nosotros. Seremos siete.
Silencio. Ya no podíamos hablar. Pensar en papá, que sin sospechar nada había ido al
asilo judío a hacer unas visitas, esperar a que volviera mamá, el calor, la angustia, todo
ello junto hizo que guardáramos silencio. De repente llamaron nuevamente a la puerta. —
Debe de ser Helio —dije yo. —No abras —me detuvo Margot, pero no hacía falta, oímos
a mamá y al señor Van Daan abajo hablando con Helio. Luego entraron y cerraron la
puerta. A partir de ese momento, cada vez que llamaran a la puerta, una de nosotras debía
bajar sigilosamente para ver si era papá; no abriríamos la puerta a extraños. A Margot y a
mí nos hicieron salir del salón; Van Daan quería hablar a solas con mamá. Una vez en
nuestra habitación, Margot me confesó que la citación no estaba dirigida a papá, sino a
ella. De nuevo me asusté muchísimo y me eché a llorar. Margot tiene dieciséis años. De
modo que quieren llevarse a chicas solas tan jóvenes como ella… Pero por suerte no iría,
lo había dicho mamá, y seguro que a eso se había referido papá cuando conversaba
conmigo sobre el hecho de escondernos. Escondernos… ¿Dónde nos esconderíamos?
¿En la ciudad, en el campo, en una casa, en una cabaña, cómo, cuándo, dónde? Eran
muchas las preguntas que no podía hacer, pero que me venían a la mente una y otra vez.
Margot y yo empezamos a guardar lo indispensable en una cartera del colegio. Lo
primero que guardé fue este cuaderno de tapas duras, luego unas plumas, pañuelos, libros
del colegio, un peine, cartas viejas… Pensando en el escondite, metí en la cartera las
cosas más estúpidas, pero no me arrepiento. Me importan más los recuerdos que los
vestidos. A las cinco llegó por fin papá. Llamamos por teléfono al señor Kleiman,
pidiéndole que viniera esa misma tarde. Van Daan fue a buscar a Miep. Miep vino, y en
una bolsa se llevó algunos zapatos, vestidos, chaquetas, ropa interior y medias, y
prometió volver por la noche. Luego hubo un gran silencio en la casa: ninguno de
nosotros quería comer nada, aún hacía calor y todo resultaba muy extraño. La habitación
grande del piso de arriba se la habíamos alquilado a un tal Goldschmidt, un hombre
divorciado de treinta y pico, que por lo visto no tenía nada que hacer, por lo que se quedó
matando el tiempo hasta las diez con nosotros en el salón, sin que hubiera manera de
hacerle entender que se fuera. A las once llegaron Miep y Jan Gies. Miep trabaja desde
1933 para papá y se ha hecho íntima amiga de la familia, al igual que su flamante marido
Jan. Nuevamente desaparecieron zapatos, medias, libros y ropa interior en la bolsa de
Miep y en los grandes bolsillos del abrigo de Jan, y a las once y media también
desaparecieron ellos mismos. Estaba muerta de cansancio, y aunque sabía que sería la
última noche en que dormiría en mi cama, me dormí enseguida y no me desperté hasta las
cinco y media de la mañana, cuando me llamó mamá. Por suerte hacía menos calor que el
domingo; durante todo el día cayó una lluvia cálida. Todos nos pusimos tanta ropa que
era como si tuviéramos que pasar la noche en un frigorífico, pero era para poder llevarnos
más prendas de vestir. A ningún judío que estuviera en nuestro lugar se le habría ocurrido
salir de casa con una maleta llena de ropa. Yo llevaba puestas dos camisetas, tres
pantalones, un vestido, encima una falda, una chaqueta, un abrigo de verano, dos pares de
medias, zapatos cerrados, un gorro, un pañuelo y muchas cosas más; estando todavía en
casa ya me entró asfixia, pero no había más remedio. Margot llenó de libros la cartera del
colegio, sacó la bicicleta del garaje para bicicletas y salió detrás de Miep, con un rumbo
para mí desconocido. Y es que yo seguía sin saber cuál era nuestro misterioso destino. A
las siete y media también nosotros cerramos la puerta a nuestras espaldas. Del único del
que había tenido que despedirme era de Moortje, mi gatito, que sería acogido en casa de
los vecinos, según le indicamos al señor Goldschmidt en una nota. Las camas deshechas,
la mesa del desayuno sin recoger, medio kilo de carne para el gato en la nevera, todo daba
la impresión de que habíamos abandonado la casa atropelladamente. Pero no nos
importaba la impresión que dejáramos, queríamos irnos, solo irnos y llegar a puerto
seguro, nada más. Seguiré mañana.
Tu Ana.
Jueves, 9 de julio de 1942.
Querida Kitty:
Así anduvimos bajo la lluvia torrencial, papá, mamá y yo, cada cual con una cartera de
colegio y una bolsa de la compra, cargadas hasta los topes con una mezcolanza de cosas.
Los trabajadores que iban temprano a trabajar nos seguían con la mirada. En sus caras
podía verse claramente que lamentaban no poder ofrecernos ningún transporte: la estrella
amarilla que llevábamos era elocuente. Solo cuando ya estuvimos en la calle, papá y
mamá empezaron a contarme poquito a poco el plan del escondite. Llevaban meses
sacando de la casa la mayor cantidad posible de muebles y enseres, y habían decidido que
entraríamos en la clandestinidad voluntariamente, el 16 de julio. Por causa de la citación,
el asunto se había adelantado diez días, de modo que tendríamos que conformarnos con
unos aposentos menos arreglados y ordenados. El escondite estaba situado en el edificio
donde tenía las oficinas papá Como para las personas ajenas al asunto esto es algo difícil
de entender, pasaré a dar una aclaración. Papá no ha tenido nunca mucho personal: el
señor Kugler, Kleiman y Miep, además de Bep Voskuijl, la secretaria de 23 años. Todos
estaban al tanto de nuestra llegada. En el almacén trabajan el señor Voskuijl, padre de
Bep, y dos mozos, a quienes no les habíamos dicho nada. El edificio está dividido de la
siguiente manera: en la planta baja hay un gran almacén, que se usa para el depósito de
mercancías. Este está subdividido en distintos cuartos, como el que se usa para moler la
canela, el clavo y el sucedáneo de la pimienta, y luego está el cuarto de las provisiones.
Al lado de la puerta del almacén está la puerta de entrada normal de la casa, tras la cual
una segunda puerta da acceso a la escalera. Subiendo las escaleras se llega a una puerta
de vidrio traslúcido, en la que antiguamente ponía «OFICINA» en letras negras. Se trata
de la oficina principal del edificio, muy grande, muy luminosa y muy llena. De día
trabajan allí Bep, Miep y el señor Kleiman. Pasando por un cuartito donde está la caja
fuerte, el guardarropa y un armario para guardar útiles de escritorio, se llega a una
pequeña habitación bastante oscura y húmeda que da al patio. Este era el despacho que
compartían el señor Kugler y el señor Van Daan, pero que ahora solo ocupa el primero.
También se puede acceder al despacho de Kugler desde el pasillo, aunque solo a través de
una puerta de vidrio que se abre desde dentro y que es difícil de abrir desde fuera.
Saliendo de ese despacho se va por un pasillo largo y estrecho, se pasa por la carbonera y,
después de subir cuatro peldaños, se llega a la habitación que es el orgullo del edificio: el
despacho principal. Muebles oscuros muy elegantes, el piso cubierto de linóleo y
alfombras, una radio, una hermosa lámpara, todo verdaderamente precioso. Al lado, una
amplia cocina con calentador de agua y dos hornillos, y al lado de la cocina, un retrete.
Ese es el primer piso Desde el pasillo de abajo se sube por una escalera corriente de
madera. Arriba hay un pequeño rellano, al que llamamos normalmente descansillo. A la
izquierda y derecha del descansillo hay dos puertas. La de la izquierda comunica con la
casa de delante, donde hay almacenes, un desván y una buhardilla. Al otro extremo de
esta parte delantera del edificio hay una escalera superempinada, típicamente holandesa
(de esas en las que es fácil romperse la crisma), que lleva a la segunda puerta que da a la
calle. A la derecha del descansillo se halla la «casa de atrás». Nadie sospecharía nunca
que detrás de esta puerta pintada de gris, sin nada de particular, se esconden tantas
habitaciones. Delante de la puerta hay un escalón alto, y por allí se entra. Justo enfrente
de la puerta de entrada, una escalera empinada; a la izquierda hay un pasillito y una
habitación que pasó a ser el cuarto de estar y dormitorio de los Frank, y al lado otra
habitación más pequeña: el dormitorio y estudio de las señoritas Frank. A la derecha de la
escalera, un cuarto sin ventanas, con un lavabo y un retrete cerrado, y otra puerta que da a
la habitación de Margot y mía. Subiendo las escaleras, al abrir la puerta de arriba, uno se
asombra al ver que en una casa tan antigua de los canales pueda haber una habitación tan
grande, tan luminosa y tan amplia. En este espacio hay un fogón (esto se lo debemos al
hecho de que aquí Kugler tenía antes su laboratorio) y un fregadero. O sea, que esa es la
cocina, y a la vez también dormitorio del señor y la señora Van Daan, cuarto de estar
general, comedor y estudio. Luego, una diminuta habitación de paso, que será la morada
de Peter van Daan y, finalmente, al igual que en la casa de delante, un desván y una
buhardilla. Y aquí termina la presentación de toda nuestra hermosa Casa de atrás.
Tu Ana
Sábado, 30 de enero de 1943.
Querida Kitty:
Me hierve la sangre y tengo que ocultarlo. Quisiera patalear, gritar, sacudir con fuerza a
mamá, llorar y no sé qué más, por todas las palabras desagradables, las miradas burlonas,
las recriminaciones que como flechas me lanzan todos los días con sus arcos tensados y
que se clavan en mi cuerpo sin que pueda sacármelas. A mamá, Margot, Van Daan,
Dussel y también a papá me gustaría gritarles: «¡Dejadme en paz, dejadme dormir por fin
una noche sin que moje de lágrimas la almohada, me ardan los ojos y me latan las sienes!
¡Dejadme que me vaya lejos, muy lejos, lejos del mundo si fuera posible!». Pero no
puedo. No puedo mostrarles mi desesperación, no puedo hacerles ver las heridas que han
abierto en mí. No soportaría su compasión ni sus burlas bienintencionadas. En ambos
casos me daría por gritar. Todos dicen que hablo de manera afectada, que soy ridícula
cuando callo, descarada cuando contesto, taimada cuando tengo una buena idea,
holgazana cuando estoy cansada, egoísta cuando como un bocado de más, tonta, cobarde,
calculadora, etc. Todo el santo día me están diciendo que soy una tipa insoportable, y
aunque me río de ello y hago como que no me importa, en verdad me afecta, y me
gustaría pedirle a Dios que me diera otro carácter, uno que no haga que la gente siempre
descargue su furia sobre mí. Pero no es posible, mi carácter me ha sido dado tal cual es, y
siento en mí que no puedo ser mala. Me esfuerzo en satisfacer los deseos de todos, más
de lo que se imaginan aun remotamente. Arriba trato de reír, pues no quiero mostrarles
mis penas. Más de una vez, después de recibir una sarta de recriminaciones injustas, le he
dicho a mamá: «No me importa lo que digas. No te preocupes más por mí, que soy un
caso perdido». Naturalmente, enseguida me contestaba que era una descarada, me
ignoraba más o menos durante dos días y luego, de repente, se olvidaba de todo y me
trataba como a cualquier otro. Me es imposible ser toda melosa un día, y al otro día dejar
que me echen a la cara todo su odio. Prefiero el justo medio, que de justo no tiene nada, y
no digo nada de lo que pienso, y alguna vez trato de ser tan despreciativa con ellos como
ellos lo son conmigo. ¡Ay, si solo pudiera!
Tu Ana.
Domingo, 2 de mayo de 1943.
Querida Kitty:
A veces me pongo a reflexionar sobre la vida que llevamos aquí, y entonces por lo
general llego a la conclusión de que, en comparación con otros judíos que no están
escondidos, vivimos como en un paraíso. De todos modos, algún día, cuando todo haya
vuelto a la normalidad, me extrañaré de cómo nosotros, que en casa éramos tan pulcros y
ordenados, hayamos venido tan a menos, por así decirlo. Venido a menos por lo que se
refiere a nuestro modo de vida. Desde que llegamos aquí, por ejemplo, tenemos la mesa
cubierta con un hule que, como lo usamos tanto, por lo general no está demasiado limpio.
A veces trato de adecentarlo un poco, pero con un trapo que es puro agujero y que ya es
de mucho antes de que nos instaláramos aquí; por mucho que frote, no consigo quitarle
toda la suciedad. Los Van Daan llevan todo el invierno durmiendo sobre una franela que
aquí no podemos lavar por el racionamiento del jabón en polvo, que además es de pésima
calidad. Papá lleva unos pantalones deshilachados y tiene la corbata toda desgastada. El
corsé de mamá hoy se ha roto de puro viejo, y ya no se puede arreglar, mientras que
Margot anda con un sostén que es dos tallas más pequeño del que necesitaría. Mamá y
Margot han compartido tres camisetas durante todo el invierno, y las mías son tan
pequeñas que ya no me llegan ni al ombligo. Ya sé que son todas cosas de poca
importancia, pero a veces me asusta pensar: si ahora usamos cosas gastadas, desde mis
bragas hasta la brocha de afeitar de papá, ¿cómo tendremos que hacer para volver a
pertenecer a nuestra clase social de antes de la guerra?
Tu Ana.
Viernes, 23 de julio de 1943.
Querida Kitty:
De momento, Bep ha vuelto a conseguir cuadernos, sobre todo diarios y libros mayores,
que son los que necesita mi hermana la contable. Otros cuadernos también se consiguen,
pero no me preguntes de qué tipo y por cuánto tiempo. Los cuadernos llevan actualmente
el siguiente rótulo: «Venta sin cupones». Como todo lo que se puede comprar sin
cupones, son un verdadero desastre. Un cuaderno de estos consiste en doce páginas de
papel grisáceo de líneas torcidas y estrechas. Margot tiene pensado seguir un curso de
caligrafía. Yo se lo he recomendado encarecidamente. Mamá me prohíbe que yo también
participe, por no arruinarme la vista, pero me parece una tontería. Lo mismo da que haga
eso u otra cosa. Como tú nunca has vivido una guerra, Kitty, y como a pesar de mis cartas
tampoco te haces una idea clara de lo que es vivir escondido, pasaré a escribirte cuál es el
deseo más ferviente de cada uno de nosotros para cuando volvamos a salir de aquí: Lo
que más anhelan Margot y el señor Van Daan es un baño de agua caliente hasta el cogote,
durante por lo menos media hora. La señora Van Daan quisiera irse enseguida a comer
pasteles, Dussel en lo único que piensa es en su Charlotte, y mamá en ir a algún sitio a
tomar café. Papá iría a visitar al señor Voskuijl, Peter iría al centro y al cine, y yo de tanta
gloria no sabría por dónde empezar. Lo que más anhelo yo es una casa propia, poder
moverme libremente y que alguien me ayude en las tareas, o sea, ¡volver al colegio! Bep
nos ha ofrecido fruta, pero cuesta lo suyo, ¡y cómo! Uvas a 5 florines el kilo, grosellas a
70 céntimos el medio kilo, un melocotón a 50 céntimos, melón a 1,50 el kilo. Y luego
ponen en el periódico en letras enormes: «¡El alza de los precios es usura!». Lunes, 26 de
julio de 1943. Querida Kitty: Ayer fue un día de mucho alboroto, y todavía estamos
exaltados. No me extrañaría que te preguntaras si es que pasa algún día sin sobresaltos.
Por la mañana, cuando estábamos desayunando, sonó la primera prealarma, pero no le
hacemos mucho caso, porque solo significa que hay aviones sobrevolando la costa.
Después de desayunar fui a tumbarme un rato en la cama porque me dolía mucho la
cabeza. Luego bajé a la oficina. Eran alrededor de las dos de la tarde. A las dos y media,
Margot había acabado con su trabajo de oficina. No había terminado aún de recoger sus
bártulos cuando empezaron a sonar las sirenas, de modo que la seguí al piso de arriba.
Justo a tiempo, porque menos de cinco minutos después de llegar arriba comenzaron los
disparos y tuvimos que refugiarnos en el pasillo. Yo tenía mi bolsa para la huida bien
apretada entre los brazos, más para tener algo a qué aferrarme que para huir realmente,
porque de cualquier modo no nos podemos ir, o en caso extremo la calle implica el
mismo riesgo de muerte que un bombardeo. Después de media hora se oyeron menos
aviones, pero dentro de casa la actividad aumentó. Peter volvió de su atalaya en el desván
de la casa de delante. Dussel estaba en la oficina principal, la señora se sentía más segura
en el antiguo despacho de papá, el señor Van Daan había observado la acción por la
ventana de la buhardilla, y también los que habíamos esperado en el descansillo nos
dispersamos para ver las columnas de humo que se elevaban en la zona del puerto. Al
poco tiempo todo olía a incendio y afuera parecía que hubiera una tupida bruma. A pesar
de que un incendio de esa magnitud no es un espectáculo agradable, para nosotros el
peligro felizmente había pasado y todos volvimos a nuestras respectivas ocupaciones. Al
final de la tarde, a la hora de la comida: alarma aérea. La comida era deliciosa, pero al oír
la primera sirena se me quitó el apetito. Sin embargo, no pasó nada y a los cuarenta y
cinco minutos ya no había peligro. Cuando habíamos fregado los platos: alarma aérea,
tiros, muchísimos aviones. «Dos veces en un mismo día es mucho», pensamos todos,
pero fue inútil, porque nuevamente cayeron bombas a raudales, esta vez al otro lado de la
ciudad, en la zona del aeropuerto. Los aviones caían en picado, volvían a subir, había
zumbidos en el aire y era terrorífico. A cada momento yo pensaba: «¡Ahora cae, ha
llegado tu hora!». Puedo asegurarte que cuando me fui a la cama a las nueve de la noche,
todavía no podía tenerme en pie sin que me temblaran las piernas. A medianoche me
desperté: ¡más aviones! Dussel se estaba desvistiendo, pero no me importó: al primer tiro
salté de la cama totalmente despabilada. Hasta la una estuve metida en la cama de papá, a
la una y media vuelta a mi propia cama, a las dos otra vez en la de papá, y los aviones
volaban y seguían volando. Por fin terminaron los tiros y me pude volver «a casa». A las
dos y media me dormí. Las siete. Me desperté de un sobresalto y me quedé sentada en la
cama. Van Daan estaba con papá. «Otra vez ladrones», fue lo primero que pensé. Oí que
Van Daan pronunciaba la palabra «todo» y pensé que se lo habían llevado todo. Pero no,
era una noticia gratísima, quizá la más grata que hayamos tenido desde que comenzó la
guerra. Ha renunciado Mussolini. El rey-emperador de Italia se ha hecho cargo del
gobierno. Pegamos un grito de alegría. Tras los horrores de ayer, por fin algo bueno y…
¡nuevas esperanzas! Esperanzas de que todo termine, esperanzas de que haya paz. Kugler
ha pasado un momento y nos ha contado que en los bombardeos del aeropuerto han
causado grandes daños a la fábrica de aviones Fokker. Mientras tanto, esta mañana
tuvimos una nueva alarma aérea con aviones sobrevolándonos y otra vez prealarma.
Estoy de alarmas hasta las narices, he dormido mal y no me puedo concentrar, pero la
tensión de lo que pasa en Italia ahora nos mantiene despiertos y la esperanza por lo que
pueda ocurrir de aquí a fin de año…
Tu Ana.
preguntas
1. Porque Ana Frank decide escribir un diario.
2. Que nombre le dio a su diario
3. Cuales fueron los orígenes de la familia de Ana Frank y cuando tuvieron que
emigrar a Holanda
4. Por que la familia de Ana Frank decidieron emigrar a Holanda
5. A donde emigraron los judíos durante la segunda guerra mundial
6. Que significa la estrella amarilla de David, peque la estrella amarilla de david
7. Que es el asilo político
8. Ecuador ofrece refugio a las personas que están perseguidas en otros países.
Taller N°2
La casa de atrás
1. Señala las partes de la casa y escribe debajo su nombre. ¿Dónde estudiaban Margot y
Ana?
Habitación de Peter Habitación de esposo Van Baño de los habitantes de
Daan la casa
Habitación de Otto y Edith Almacén Habitación de Ana y
Margot
2. Consulta y coloca el nombre y apellido de los habitantes de la casa de atrás.

3. ¿Por qué crees que se llevan mal en la casa de atrás?

4. ¿Puede afectar demasiado el hecho de estar todo el tiempo juntos y con la presión
de vivir escondidos? Explique su respuesta.
Coloca el nombre y apellidos reales de cada protagonista del diario.

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