Download full Essentials of Nursing Leadership & Management 7th Edition, (Ebook PDF) ebook all chapters
Download full Essentials of Nursing Leadership & Management 7th Edition, (Ebook PDF) ebook all chapters
Download full Essentials of Nursing Leadership & Management 7th Edition, (Ebook PDF) ebook all chapters
com
https://ebookmass.com/product/essentials-of-nursing-
leadership-management-7th-edition-ebook-pdf/
OR CLICK BUTTON
DOWNLOAD NOW
https://ebookmass.com/product/essentials-of-nursing-leadership-
management-7th-edition/
ebookmass.com
https://ebookmass.com/product/essentials-of-nursing-informatics-7th-
edition-virginia-saba/
ebookmass.com
https://ebookmass.com/product/leadership-and-nursing-care-management-
e-book-6th-edition-ebook-pdf/
ebookmass.com
https://ebookmass.com/product/essentials-of-management-and-leadership-
in-public-health-essential-public-health-1st-edition-ebook-pdf/
ebookmass.com
Leadership Roles and Management Functions in Nursing:
Theory and Application 9th Edition, (Ebook PDF)
https://ebookmass.com/product/leadership-roles-and-management-
functions-in-nursing-theory-and-application-9th-edition-ebook-pdf/
ebookmass.com
https://ebookmass.com/product/etextbook-pdf-for-essentials-of-
perioperative-nursing-6th-edition/
ebookmass.com
https://ebookmass.com/product/servant-leadership-in-nursing-1st-
edition-ebook-pdf/
ebookmass.com
https://ebookmass.com/product/essentials-of-nursing-research-
appraising-evidence-for-nursing-practice-9th-edition-ebook-pdf/
ebookmass.com
Discovering Diverse Content Through
Random Scribd Documents
repitió: “¿Estás contenta de que tu padre haya vuelto y de que ya no
se marche?”. La muchacha, que había mirado con suma atención a
los labios de su padre, tratando hasta de ver el interior de la boca,
respondió con soltura: “Sí, estoy contenta de que ha-yas vuel-to y de
que no te mar-ches ya nun-ca ja-más”. El padre la abrazó
impetuosamente, y luego, a toda prisa, le abrumó a preguntas.
“¿Cómo se llama tu madre?”. “Antonia”. “¿Cómo se llama tu
hermana pequeña?”. “A-de-laida”. “¿Cómo se llama este colegio?”.
“De sor-do-mudos”. “¿Cuántos son diez y diez?”. “Veinte”. De
pronto, y mientras que nosotros creíamos que iba a reír de placer,
se echó a llorar. ¡Pero también las lágrimas eran de alegría! “Ánimo
—le dijo la maestra—; tiene usted motivo para alegrarse, pero no
para llorar. Mire que hace usted llorar también a su hija. ¿Está
contento?”. El jardinero cogió fuertemente la mano de la maestra y
se la llenó de besos, diciendo: “Gracias, gracias, cien veces gracias,
mil veces gracias, querida señora maestra! Y perdóneme... que no
sepa decirle a usted otra cosa...”. “Pero no sólo habla—le dijo la
maestra—; su hija de usted sabe escribir. Sabe hacer cuentas.
Conoce los nombres de todos los objetos usuales. Sabe un poco de
Historia y algo de Geografía. Ahora está en la clase normal. Cuando
haya hecho los otros dos años, sabrá mucho, mucho más. Saldrá de
aquí en disposición de ejercer una profesión. Ya tenemos discípulos
que están colocados en las tiendas para servir a los parroquianos, y
cumplen en sus oficios como los demás”. El jardinero se quedó aún
más maravillado que antes. Parecía que de nuevo se le confundían
las ideas. Miró a su hija y comenzó a rascarse la frente. La
expresión de su semblante pedía claramente alguna mayor
explicación.
GARIBALDI
MAÑANA ES FIESTA NACIONAL
Junio 3
OY es día de luto nacional. “¡Ayer noche ha muerto
Garibaldi! ¿Sabes quién era? Es el que libertó a diez
millones de ciudadanos de la tiranía de los Borbones de
Italia. ¡Ha muerto a los sesenta y cinco años! Nació en
Niza, y era hijo de un capitán de barco. A los ocho años
libró la vida a una mujer; a los trece sacó a salvo una barca llena de
compañeros náufragos; a los veintisiete salvó de las aguas, en
Marsella, a un jovencito que se ahogaba; a los cuarenta y uno evitó
el incendio de un barco, en el océano. Combatió diez años en
América por la libertad de un pueblo extranjero; luchó en tres
guerras contra los austríacos por la libertad de la Lombardía y del
Trentino; defendió a Roma contra los franceses en 1849; libró a
Palermo y a Nápoles en 1860; volvió a combatir por Roma en 1867;
guerreó en 1870 contra los alemanes en defensa de Francia. Tenía
en su alma la llama del heroísmo y el genio de la guerra. Entró en
combate cuarenta veces, y salió victorioso treinta y siete. Cuando no
peleó, trabajó para vivir, encerrándose en una isla solitaria, a cultivar
la tierra. Fué maestro, marinero, trabajador, negociante, soldado,
general, dictador. Era grande, sencillo y bueno. Odiaba a todos los
opresores, amaba a todos los pueblos, protegía a todos los débiles;
no tenía otra aspiración que el bien; rechazaba los honores,
despreciaba la muerte, adoraba a Italia. Cuando lanzaba el grito de
guerra, legiones de valerosos corrían a él de todas partes: hubo
señores que abandonaron sus palacios, artesanos sus talleres y
jóvenes sus aulas, para ir a combatir, iluminados por el sol de su
gloria. En la guerra usaba blusa roja. Era fuerte, rubio, hermoso; en
el campo de batalla, un rayo; en los sentimientos, un niño; en los
dolores, un santo. Miles de italianos han muerto por la patria, felices
en la agonía al verle pasar a lo lejos victorioso; millares hubieran
dado su vida por él; millones le bendijeron y le bendecirán. ¡Ha
muerto! El mundo entero le llora. Tú ahora no lo comprendes. Pero
leerás sus hazañas, oirás hablar de él continuamente en tu vida, y
según vayas creciendo, su imagen crecerá ante tu vista; cuando
seas hombre, le verás gigante; y cuando no estés tú ya en este
mundo, ni vivan los hijos de tus hijos, ni los que nazcan de ellos,
todavía las generaciones verán en lo alto su cabeza luminosa de
redentor de los pueblos, coronada con los nombres de sus victorias,
como si fueran círculo de estrellas, y les resplandecerá la frente y el
alma a todos los italianos al pronunciar su nombre.—Tu padre.”
EL EJÉRCITO
FIESTA NACIONAL
ITALIA
Martes 13.—“Saluda a la patria de este modo en los días de sus
fiestas: Italia, patria mía, noble y querida tierra donde mi padre y mi
madre nacieron y serán enterrados, donde yo espero vivir y morir,
donde mis hijos crecerán y morirán; hermosa Italia, grande y
gloriosa desde hace siglos, unida y libre desde ha pocos años; que
esparciste sobre el mundo tanta luz de divinas inteligencias, y por la
cual tantos valientes murieron en los campos de batalla y tantos
héroes en el patíbulo; madre augusta de trescientas ciudades y de
treinta millones de hijos; yo, niño, que todavía no te comprendo y no
te conozco por completo, te venero y te amo con toda mi alma, y
estoy orgulloso de haber nacido de ti y de llamarme hijo tuyo. Amo
tus mares espléndidos y tus sublimes Alpes; amo tus monumentos
solemnes y tus memorias inmortales; amo tu gloria y tu belleza; amo
y venero a toda como a aquella parte preferida donde por vez
primera vi el sol y oí tu nombre. Os amo a todas con el mismo cariño
y con igual gratitud, valerosa Turín, Génova soberbia, docta Bolonia,
encantadora Venecia, poderosa Milán; con la misma reverencia de
hijo os amo, gentil Florencia y terrible Palermo, Nápoles inmensa y
hermosa, Roma maravillosa y eterna. ¡Te amo, sagrada patria! Y te
juro que querré siempre a todos tus hijos como a hermanos; que
honraré siempre en mi corazón a tus hombres ilustres vivos y a tus
grandes hombres muertos; que seré ciudadano activo y honrado,
atento tan sólo a ennoblecerme para hacerme digno de ti, y
cooperar con mis mínimas fuerzas para que desaparezcan de tu faz
la miseria, la ignorancia, la injusticia, el delito; para que puedas vivir
y desarrollarte tranquila en la majestad de tu derecho y de tu fuerza.
Juro que te serviré en lo que pueda, con la inteligencia, con el brazo
y con el corazón, humilde y valerosamente; y que si llega un día en
el que deba dar por ti mi sangre y mi vida, daré mi vida y mi sangre
y moriré elevando al cielo tu santo nombre y enviando mi último
beso a tu bendita bandera.—Tu padre.”
EN EL CAMPO
Lunes 19.—Mi buen padre me perdonó una vez más y me dejó ir a
la jira que habíamos proyectado con el padre de Coreta, el vendedor
de leña. Todos teníamos necesidad de alguna bocanada de aire en
las colinas. Fué una diversión. Ayer a las dos nos encontramos en la
plaza de la Constitución, Deroso, Garrón, Garofi, Coreta padre e
hijo, Precusa y yo, con nuestras provisiones de frutas, de salchichón
y de huevos duros, teníamos vasitos de cuero y de hoja de lata;
Garrón llevaba una calabaza con vino blanco; y el pequeño Precusa,
con su blusa de maestro herrero, tenía bajo el brazo un pan de dos
kilos. Fuimos en ómnibus hasta la Gran Madre de Dios, y luego,
arriba, a escape por las colinas. ¡Había una sombra, un verde y una
frescura...! Dábamos volteretas en la pradera, metíamos la ara en
todos los arroyuelos y saltábamos a través de todos los fosos.
Coreta padre nos seguía a lo lejos, con la chaqueta al hombro,
fumando en su pipa de yeso y de cuando en cuando nos
amenazaba con la mano para que no nos desgarrásemos los
pantalones. Precusa silbaba; nunca le había oído silbar; Coreta, hijo,
hacía de todo, según andábamos; sabe hacer de todo aquel
hombrecillo, con su navajita de un dedo de larga: ruedas de molino,
tenedores, jeringuillas; y quería llevar las cosas de los demás, e iba
cargado que sudaba de firme, pero siempre ligero como una cabra.
Deroso a cada paso se detenía para decirnos los nombres de las
plantas y de los insectos; yo no sé cómo se arregla para saber tanta
cosa. Garrón iba comiendo su pan en silencio; pero no es el mismo
que pegaba aquellos mordiscos que era un gusto verlo, ¡pobre
Garrón!, después que perdió a su madre. Siempre es excelente,
bueno como el pan: cuando uno de nosotros tomaba carrera para
saltar un foso, corría al otro lado para tenderle las manos; y porque
Precusa tenía miedo de las vacas, porque siendo pequeño le habían
atropellado, siempre que pasaba una, Garrón se le ponía delante.
Subimos hasta Santa Margarita, y luego abajo por la pendiente
dando saltos y echándonos a rodar. Precusa, trabándose en un
arbusto, se hizo un rasgón en la blusa, y allí se quedó avergonzado
con su jirón colgando, hasta que Garofi, que tiene siempre alfileres
en la chaqueta, se lo sujetó de manera que no se veía, mientras que
él no cesaba de decirle: “¡Perdóname! ¡Perdóname!”. Luego, vuelta
a correr de nuevo. Garofi no perdía su tiempo en el viaje: cogía
hierbas para ensalada, caracoles y todas las piedras que brillaban
algo se las metía en el bolsillo, pensando en que podrían tener algo
de oro o de plata. Siempre adelante corriendo, echándonos a rodar,
trepando a la sombra y al sol, arriba y abajo por todas las
elevaciones y senderos, hasta que llegamos sin fuerzas y sin aliento
a la cima de una colina, donde nos sentamos a merendar en la
hierba. Se veía una llanura inmensa y todos los Alpes azules con
sus crestas blancas. Todos nos moríamos de hambre, y parecía que
el pan se evaporaba. Coreta, padre, nos presentaba los pedazos de
salchichón sobre hojas de calabaza. Todos nos pusimos a hablar a
la vez de los maestros, de los compañeros que no habían podido
venir y de los exámenes. Precusa se avergonzaba algo de comer, y
Garrón le metía en la boca lo mejor de su parte a la fuerza. Coreta
estaba sentado al lado de su padre con las piernas cruzadas, más
bien parecían dos hermanos que no padre e hijo, al verlos
colocados tan inmediatamente los dos, y alegres y con los dientes
tan blancos... El padre trincaba que era un gusto; apuraba hasta los
vasos que nosotros dejábamos mediados, diciéndonos: “A vosotros,
estudiantes, sin duda os hace daño el vino; los vendedores de leña
son los que tienen necesidad de él”. Luego, cogiendo por la nariz a
su hijo, le zarandeaba, diciéndonos: “Muchachos, quered mucho a
éste, que es un perfecto caballero: ¡os lo digo yo!”. Todos nos
reíamos, excepto Garrón. Y seguía bebiendo. “¡Qué lástima! Ahora
estáis todos juntos como buenos amigos, y dentro de algunos años,
¡quién sabe! Enrique y Deroso serán abogados o profesores, o qué
sé yo, y vosotros cuatro en una tienda, o en un oficio, o el diablo
sabe dónde. Entonces, buenas noches, camaradas”. “¡Qué!—
respondió Deroso:—para mí, Garrón será siempre Garrón; Precusa
será siempre Precusa, y los demás lo mismo; aun cuando llegase a
ser emperador de todas las Rusias, donde estén ellos iré yo”.
“¡Bendito seas!—exclamó Coreta, padre, alzando la cantimplora—;
así se habla, ¡vive Cristo! ¡Venga esa mano! ¡Vivan los buenos
compañeros, y viva también la escuela, que crea una sola familia
entre los que tienen y entre los que no tienen!”. Tocamos todos la
cantimplora con los vasos de cuero y de hoja de lata, y bebimos por
última vez. Y él gritó, poniéndose en pie y apurando el último sorbo:
“¡Viva el cuadro del cuarenta y nueve! Y si alguna vez vosotros
tuviéseis que formar el cuadro, mucho cuidado con mantenerse
firmes como nosotros, ¡muchachos!”. Ya era tarde: bajamos
corriendo y cantando, y caminando largos trechos cogidos del brazo.
Cuando llegamos al Po obscurecía, y millares de moscas luminosas
cruzaban los aires. No nos separamos hasta llegar a la plaza de la
Constitución, y después de haber combinado el encontrarnos para ir
todos juntos al teatro de Víctor Manuel para ver la distribución de
premios a los alumnos de las escuelas de adultos. ¡Qué hermoso
día! ¡Qué contento hubiera vuelto a casa si no hubiese encontrado a
mi pobre maestra! La encontré al bajar las escaleras de nuestra
casa, casi a obscuras; apenas me reconoció, me cogió ambas
manos, diciéndome al oído: “¡Adiós, Enrique; acuérdate de mí!”.
Advertí que lloraba. Subí y se lo dije a mi madre: “He encontrado a
mi maestra”. “Sí, iba a acostarse”, respondió mi madre, que tenía los
ojos encendidos. Luego, mirándome fijamente, añadió con gran
tristeza: “Tu pobre maestra... está muy mal”.
GRACIAS
Miércoles 28.—Mi pobre maestra ha querido terminar el año escolar;
tres días antes de terminar las lecciones se ha ido. Pasado mañana
iremos todavía a clase para oír leer el último cuento mensual,
Naufragio; luego... se acabó. El sábado 1.º de julio, los exámenes.
Otro año; por consiguiente, ¡ha pasado el cuarto! Y si no se hubiese
muerto la maestra, habría pasado bien. Reflexiono sobre lo que
sabía el pasado octubre, y me parece que sé bastante más:
encuentro varias cosas nuevas en la mente; soy capaz de decir y
escribir mejor que entonces lo que pienso; podría también hacer
cuentas para muchos mayores que no las saben sacar y ayudarles
así en sus negocios; comprendo con más claridad casi todo lo que
leo. Estoy contento... Pero ¡cuántos me han impulsado y ayudado a
aprender, quien de un modo, quien de otro, en casa, en la escuela,
por la calle, en todas partes donde he ido y he visto algo! Yo doy
gracias a todos en este momento. Doy gracias a ti en primer lugar,
mi buen maestro, que has sido tan indulgente y afectuoso conmigo,
y para quien representa un trabajo cada uno de los conocimientos
nuevos de que ahora me vanaglorio. Te doy gracias a ti, Deroso, mi
admirable compañero, que con tus explicaciones prontas y amables
me has hecho comprender tantas veces cosas difíciles, y salvar
muchos escollos en los exámenes; a ti también, Estardo, fuerte y
valeroso, que me has mostrado cómo una voluntad de hierro es
capaz de todo; a ti, Garrón, generoso y bueno, que haces generosos
y buenos a todos los que te conocen, y también a vosotros, Precusa
y Coreta, que me habéis dado siempre ejemplo de valor en los
sufrimientos y de serenidad en el trabajo; y al daros gracias a
vosotros, doy gracias a todos los demás. Pero sobre todos, te doy
gracias a ti, padre mío, a ti, mi primer maestro, mi primer amigo, que
me has ofrecido tantos buenos consejos y enseñado tantas cosas
mientras trabajabas para mí, ocultándome siempre tus tristezas y
buscando de todas maneras cómo hacerme fácil el estudio y
hermosa la vida; a ti, dulce madre mía, mi querido y bendito ángel
custodio, que has gozado con todas mis alegrías y sufrido todas mis
amarguras; que has penado y estudiado conmigo, acariciándome la
frente con una mano mientras que con la otra señalabas al cielo. Yo
hinco mis rodillas ante ti, como cuando era niño, y os doy gracias
con toda la ternura que pusísteis en mi alma durante doce años de
sacrificios y de amor.
Welcome to our website – the ideal destination for book lovers and
knowledge seekers. With a mission to inspire endlessly, we offer a
vast collection of books, ranging from classic literary works to
specialized publications, self-development books, and children's
literature. Each book is a new journey of discovery, expanding
knowledge and enriching the soul of the reade
Our website is not just a platform for buying books, but a bridge
connecting readers to the timeless values of culture and wisdom. With
an elegant, user-friendly interface and an intelligent search system,
we are committed to providing a quick and convenient shopping
experience. Additionally, our special promotions and home delivery
services ensure that you save time and fully enjoy the joy of reading.
ebookmass.com